Querido amor, después de tu partida participé de un círculo de duelo en el que hablamos de aprender a aceptar, respetar el proceso individual de duelo y tomarnos el tiempo que cada quien requiera para poder continuar en paz el camino de la vida.
Una de las tanatólogas dijo que en realidad todos deberíamos "vivir despedidos" de nuestros seres queridos, es decir, en paz y sin temas pendientes. Que hacerlo facilitaría mucho el camino.
Resonaron estas palabras en mi, pues es algo en lo que yo había venido cavilando desde hace algunos años, cuando la que partió inesperadamente fue mi hermana Cristi. Recuerdo que aparte del dolor y la tristeza que me embargaron en esa época al pensar que no la vería mas, daba vueltas en mi cabeza la idea de que la muerte puede llegar sin previo aviso y que es importante vivir en armonía con todos. Y así he tratado de vivir.
Sin embargo, siempre imaginé que cuando la muerte tocase nuestra puerta, sería con alguna enfermedad que nos permitiría tener el tiempo de hablar del tiempo compartido, pedir perdón y perdonar si hubiera algo pendiente, decirnos te amo una vez mas mirándonos a los ojos, darnos un abrazo estrecho, muy estrecho, que hablara por nosotros, agradecer la vida compartida con todos sus altibajos y darnos el permiso de dejar al otro partir en paz tomados de la mano.
Ilusa yo, pues las cosas no salen como uno quisiera. La vida tiene su propio ritmo y toma su rumbo propio. Tu partida fue tan inesperada que todo lo que pensaba yo sucedería en calma y con tiempo nos tomó por sorpresa y tuve que conformarme con susurrarte al oído ese perdón, ese te perdono, ese te amo, y ese puedes volar en paz con la certeza de que tu alma escucharía a la mía.
Y quedarme con ese abrazo largo y lleno de amor que nos dimos la última vez que nos vimos y ese último mensaje de whatsapp que leo con frecuencia "te amo y los amo muchísimo". Igual te amo yo y te agradezco por la vida compartida.