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lunes, 19 de abril de 2010

Poemas enviados por Teo Basterra y Mario Martínez. Recital de Alfaro

“TIEMBLA LA VIDA”




Hay un temblor de pánico estridente

que al destrozar la paz siembra la histeria,

y un convulso dolor hinca su diente

en la osamenta gris de la miseria.


Se estremece la voz y hay un derrumbe

frenético y mortal de la inocencia,

tiembla la realidad, todo sucumbe

a la resignación de la impotencia.


Detrás quedan escombros de templanza

y mudas privaciones que se aferran

al gesto solidario de otras manos


que levanten cimientos de esperanza

y resuciten sueños que hoy entierran

en Chile y en Haití nuestros hermanos.




“¿PAN PARA HOY…?”


Puede que pasen meses, tal vez años

hasta que los haitianos recuperen

el pulso de vivir y regeneren

sus míseros enseres tras los daños.


Pero lo lograrán, tienen redaños

forjados en carencias que no ceden

y en esa esclavitud de que proceden

a cuya brega y fe no son extraños.


Será con esa ayuda humanitaria

volcada puntualmente en su tristeza

por causa del seísmo acaecido.


Mas nunca suficiente si diaria

dejamos que su endémica pobreza

regrese tras el tiemblo a nuestro olvido.



Mario Martínez


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La condena del amor


¿Qué se ama, qué se busca, qué se hallacuando se ama? ¿Quién es?
Estoy condenado en la luz de la vida
y de la muerte por ese amor.
Muero en esta guerra
de no poder amar como respiro
y hacerme aire en tu recuerdo.
Quisiera ser tu estrella
y repartirme en ti
en un beso de eternidad.



Aquella tarde


Era muy bella la tarde, pálida,
era un claro río donde desnudas
mis palabras en grupo revolaban,
y allí, un perfume de primavera
se entreabría apretando nuestras manos,
acercando nuestros labios en la luz
luminosa de unos ojos trémulos.


Era muy bella la tarde, encendida,
era un inmenso azul sobre nosotros,
empapado de olor a rosa virgen,
y allí, un viento de oro y primavera
arrastraba sonrisas despeinadas
sobre nuestros besos de amor y fuego
en el dulce tiempo de la poesía.


Era muy bella la tarde, vencida.
Yo tenía el dolor de los silencios,
la esclavitud del llanto en mis ojos,
la tristeza incandescente del dolor,
y llegaste tan dulcemente frágil,
tan bella, incisivamente hermosa,
que acogí la primavera en mis manos.


Teo Basterra