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viernes, 18 de agosto de 2017

MIGUEL “CAHUARITA” LOAYZA Y EL PATIO DE MI COLEGIO. POR JUSTO LINARES CHUMPITAZ.


Miguel Loayza en Boca.
José Carlos Serván, el bloguero mayor del Perú, ha movido el ambiente universal de las redes, al publicar la foto del equipo juvenil de “Ciclista Lima”, en el soberbio escenario del Estadio Nacional. Aprovecho tal publicación y el inmediato y abundante comentario que ha girado alrededor del más grande futbolista surquillano Miguel Loayza Ríos, precisamente a sesenta años de su debut en la categoría profesional peruana. Tuve la dicha que no comparto con nadie, de haber jugado a su lado, como paso a narrar enseguida. En efecto, el domingo 4 de agosto de 1957, Miguel llevó el fútbol “mataperro”, aprendido sobre el tapiz del pavimento callejero surquillano, al ambicionado césped de la catedral del balompié peruano. Aunque parezca increíble por poco no juega, pues llegó al camarín cuando sus compañeros de equipo estaban por salir al field del Estadio. ¿Qué le demoró? Sencillamente se había trasladado en tranvía y para eludir al cobrador, tenía que bajar de un coche para subir al otro. En eso era un gran dribleador. Aquella tarde apareció un genio que después admiró el mundo entero. Más tarde deslumbró en España (club Barcelona), Argentina (Boca, River, Huracán, Rosario Central) y Colombia (Cali). 



Más conocido como "El Maestrito"-
En todas partes le llamaron “el maestrito”, pero los caleños le motejaron como “el mago” porque nadie como él escondía la pelota a la luz del día y ante  las tribunas repletas de espectadores A fines de 1949, llegó con sus padres y hermanos, procedentes de Iquitos. La familia escogió residir en una quinta de la cuadra once de la avenida Primavera, al costadito de la familia Chavarría, cuyas hijas, Blanca y María, eran joyas resplandecientes del barrio. Juan, “el Lobo”, el mayor, y sus hermanos Fidel y Miguel, trajeron de la capital loretana, una novedad, unas cañas amazónicas flexibles como plumas, delgadas como sogillas y fuertes como el acero. Eran las “sacuaras” que sirven para dos usos, para hacer cometas y para que los padres corrijan a los hijos traviesos, distraídos en la pelota o de mala conducta. Es fácil adivinar cual era el uso que a esas cañas le daba Loayza padre…Es seguro que para evitar un uso correctivo, los hermanos sacaron de casa las sacuaras y las desaparecieron entre los muchachos del barrio quienes por distorsión del lenguaje bautizaron a los Loayza como “los cahuara”, respetada “chapa” familiar desde entonces. 

Jugó también por el Huracán.
Quien quiera alguna vez averiguar por que “Cahuarita” no sacó lustre a la categoría genial que tenía a sus pies, deberá reparar en este secreto: Miguel jamás supo lo que poseía. Lo prueba esta anécdota: Cuando en 1961 pasó a “Boca Juniors” de Buenos Aires, el entrenador brasileño Feola, campeón del mundo en Suecia 1958, le dio a Miguelito una bienvenida de héroe. Ante el plantel de sus jugadores le dijo a Cahuara: -Señores, les presento a Miguel Loayza que desde hoy se integra a Boca ¡Es el más grande dribleador que han visto mis ojos… o mais grande do mundo… Y eso que Feola había tenido en su plantel, entre otros, a Didí, Garrincha y Pelé. Entonces, todos los jugadores del elenco boquense argentino se acercaron a Miguelito y lo palmearon. Lejos de ufanarse, Cahuarita les dijo: “No le crean al viejo gordo… ¡otra vez está borracho!”. Como no podía ser de otra manera, el mundo empezó temprano a admirar el talento casi milagroso que Miguelito tanía con una pelota a sus pies. Todas las tardes jugaba en plena calle, en la cuadra 7 del jirón San Miguel, Surquillo tenía que ser. La noticia fue propagándose y la gente se arremolinaba para ver a esa maravilla, un chiquillo de once años de edad, flaquito y transparente “por falta de masaje de olla”. 

Vistiendo nuestra casaquilla.
Nadie le quitaba el balón, ni los adultos que se atrevían a tratar de evitar el endiablado dribling. Lo peor es que Cahuara se reía a mandíbula batiente con el éxito de cada quiebre, pero no por  ánimo de burlarse del contrario sino porque ni él mismo comprendía la facilidad de su  increíble esguince. Fueron dos adultos que le ayudaron a sobresalir, Víctor Sáenz, que vivía en esa cuadra, y Julio César “Perico” Arias, empleado de las Empresas Eléctricas, mecenas del “Surquillo FBC”, el mejor conjunto infantil-juvenil de la rica historia futbolística surquillana. Alguien o algo falló en la conducción de ese sensacional elenco. Nunca participó en algún torneo oficial de la categoría. Además, fue precipitada la afiliación de todo el equipo al club “Ciclista Lima”, entidad que vivía porque el aire es gratis. Otra hubiera sido la historia si todo el “Surquillo FBC” era transferido al Alianza Lima, la “U” o “Cristal”. Para más detalles, el “Cholo” Alejandro Heredia, ex jugador de Ciclista Lima, era el entrenador del Surquillo FBC”. Volviendo al genio, él estaba hecho para el fútbol, solo para el fútbol. No estaba hecho para la disciplina escolar. 

Diploma de Honor por el Senado Argentino
Allá por abril de 1956, tuve que volver a mi glorioso colegio, la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma, para solicitar mis certificados de estudio para buscar el porvenir universitario. Ya eran como las diez de la mañana y al ingresar me di con la gran sorpresa de ver a Miguelito peloteando, solo, en el patio de honor. Me intrigó el hecho que no estuviera en clases. Él me lo explicó: “Siempre vengo tarde y me castigan permaneciendo en el patio”. No sé porqué me regocijó su respuesta. Tal vez fue porque yo dejé de lado los trámites que iba a cumplir y me dediqué a pelotear con el crack en ciernes quien  a la sazón tenía 18 años y “cursaba” el Primero de Media. A propósito de esa anécdota, el seráfico jugador Vicente Díaz Bolaños, aplicado estudiante de mi colegio, llevó de la mano tanto a Miguelito como a Elías Facusse y los matriculó en la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma. Ninguno de los dos dio fuego escolar, pero ambos se encargaron de confirmar la ley universal que en un gran futbolista no cabe un buen estudiante. Cahuarita debutó ante Cristal el 4 de agosto de 1957,  hace sesenta años, con un empate a un gol, conseguido por Bianco, luego que Miguelito le entregó el 99 por ciento de gol. 

"Cahuarita" en el Ciclista Lima.
A la semana siguiente, Ciclista empató con la “U” a 3 goles, siendo dos los que convirtió nuestro héroe. El 3 de setiembre, enfrentó a Alianza Lima, dándole a su club el triunfo con dos golazos. En la primera anotación barrió sucesivamente a Anglas, Benítez, Guzmán y Guillermo Delgado. Y en el segundo tanto, ganó en picardía y velocidad a Benítez y Delgado. Su fama recorrió las páginas de los diarios como reguero de pólvora. Pero una paternidad no reconocida le cerró las puertas del Perú. No podía volver a la patria por aquel “dribleo sentimental de la calle Santa Rosa”. Aquello perjudicó también su participación en la selección nacional que con frustración disputó las eliminatorias para  el Mundial de 1962. En resumen, solo jugó por la Selección en el amistoso de 1959 contra Inglaterra, en Lima, donde los nuestros le dieron una soberana paliza de 4-1 a los chicos de la Rubia Albión; y en el Sudamericano de Buenos Aires 1959 que le abrió las puertas del fútbol argentino. A fines de 1961 estuvo implicado en otro infeliz escándalo: un accidente automovilístico ocurrido de madrugada, en la cuadra 11 del jirón Domingo Elías. Fue absuelto de cargos porque no conducía el vehículo que transportaba a seis personas. 

La foto que causó la reseña de Miguel Loayza.
En el accidente murió la señora Carmen Ramos de Larios, vecina de la cuadra 9 del jirón Velarde. Fue una fatal coincidencia. Ella iba a Misa y la patota terminaba una farra endemoniada. Con todo, Cahuara ratificó la antigua tradición surquillana de ser cuna de grandes futbolistas; tradición iniciada por Carlos Moscoso, primer capitán de la primera selección nacional, aquella que jugó  en el Sudamericano de Lima, en 1927. Otro ejemplo, el de José “Chicha” Morales Alcántara, legendario poseedor del ala izquierda en el Club Alianza Lima de la época de oro entre 1926-1940, aquel equipo que comandaba el inmortal Alejandro Villanueva. Aquel primer “Chicha” Morales, estuvo en el famoso equipo nacional que casi logró el título en las Olimpiadas de Berlín 1936. El “mote” de “Chicha” lo llevaron por tradición los seis hermanos Morales que llegaron a jugar en la Primera División del fútbol peruano. 

Justo Linares: Autor de la nota.
En vez de cara, Cahuarita tenía una sonrisa contagiosa, permanente, carismática. Jamás perdió la humildad. Era tan amiguero en esa época que nunca tuvo la palabra “no” en su diccionario, a la hora que le invitaban a alguna celebración. Por eso y por mucho más, la imagen de la apretada vida económica de la niñez surquillana del Cahuarita y su sensacional ascenso a la categoría de ídolo deportivo,  es para mi inolvidable. En mi Curriculum Vitae hay una anotación que luce con honor, es eterna, inequívoca e insustituible: “Jugué en el mismo equipo que el gran futbolista Miguel Ángel Loayza Ríos, en el patio de mi colegio”.
Es Justo.

IMPORTANTE.- Qué mejor, para incluir una reseña de Miguelito Loayza en "Qué Notables Fueron", que esta notable descripción de Justo Linares Chumpitaz. Estudiamos en el colegio Ricardo Palma y que también acogió a "Cahuarita". Gracias. MIGUEL LOAYZA RÍOS, falleció el 19 de Octubre de 2017 en su residencia de Castelar, Buenos Aires, Argentina. Enluta al fútbol internacional y, por supuesto, a nuestro querido Perú. DESCANSA EN PAZ.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Estimado señor Serván, quería hacerle una consulta. Entre algunos surquillanos que jugaron en Ciclista Lima de esos tiempos tambien se encuentra Augusto Basurco? Espero pueda responder a mi pregunta. Muchas gracias de antemano

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