A través de mi ventana se ven
muchas cosas, de tal forma que, aunque alargara esta redacción tanto como
pudiera, los detalles nunca dejarían de cambiar. Así que no voy a describir
todos los detalles, pero intentaré contarlo de la forma más completa posible.
En primer lugar no hace falta mirar muy hacia arriba para ver el cielo, ya que
vivo en un piso tan alto que el cielo, al igual que los pájaros y las nubes,
están fácilmente al alcance de mis ojos.
Mi urbanización tiene los pisos construidos en
forma de "L", así que, si miras a la izquierda, no muy lejos se
pueden ver los últimos pisos del edificio de la izquierda, en cuyas ventanas he
llegado a ver acciones cotidianas y no tan cotidianas de las vidas de las otras
personas. Aunque la mayoría del tiempo, ya que estos edificios dan de cara al
sol, suelen tener permanentemente las persianas bajadas. No sé por qué tienen
que estar tan cerradas, será que no les gusta el sol...
Si miramos hacia abajo, las
vistas son pocas, ya que hay muchos árboles, algunos de los cuales llegan a dar
sombra a mi ventana. Hacia la derecha, se ve poca cosa; solamente, si tu vista
es buena, puedes alcanzar a ver la esquina del patio de un colegio y una calle
por la que se ven pasar muy pocos coches, ya que si la sigues te conduce a un
callejón sin salida que la gente empezó a usar de garaje hace ya muchos años.
Y puestos a mirar a todas las
direcciones, lo justo sería mirar también al frente, que también es mi vista
favorita. ¿Qué tiene esta vista de especial para ser mi favorita? La respuesta
es fácil: si la miras por mirar no tiene nada, ya que es solo un descampado que
se pierde en la distancia hasta juntarse con el cielo. Pero creo que es eso lo
bonito de esta vista, tiene la simpleza de ser un descampado, o al menos así lo
ven las visitas, pero si vives con esas vistas permanentemente te das cuenta de
su complejidad, ya que en primavera renace, con magníficas flores; en otoño las
hojas de los árboles que son arrastradas por el viento lo tiñen de un naranja
precioso, en invierno está mojado y lleno de charcos, y finalmente en verano se
torna amarillento, seco y sin vida, y ya depende del calor, se quema o lo
siegan a ras del suelo quedando en poca cosa hasta la primavera siguiente.
Hay muchas cosas más que se
podrían describir mirando desde mi ventana, pero, como ya he dicho, sería largo
e imposible describirlo entero. ¿Quién sabe? Tal vez algún día alguien podrá
captar su belleza.
Irene Palomino 4ºB
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