“…modificar el pasado
no es modificar un solo hecho, es anular sus consecuencias, que tienden a ser
infinitas. Dicho con otras palabras; es crear dos historias universales”
Jorge Luis Borges
El gran error de los antiperonismos es querer eliminar el
pasado.
Tan cierto es esto, que el intento de la “Revolución
Libertadora” de “liberar” al país de todos y cada uno de los cambios producidos
por el peronismo, de su memoria, de su líder y, hasta del venerado cadáver de
su jefa espiritual, se encontró con que el complejo entramado de consecuencias
ya los había trascendido, para convertirse en causa de nuevas y más complejas
expectativas, deseos, amores, reivindicaciones, sueños.
El peronismo, como creador de ciudadanía (Puede negarse
cualquier cosa del peronismo, menos su papel fundamental a la hora de
universalizar derechos, que es la forma más eficiente de darle contenido a la
ciudadanía) había trastocado el orden establecido, la base de la sociedad había
dejado de ser un todo sufriente y resignado, para convertirse en un sector
dinámico, las clases se habían vuelto permeables, amenazando la estructura
inamovible de la Argentina conservadora.
El aluvión zoológico provocó el pánico en una sociedad
sólidamente estratificada. No se podía vivir en un país donde nada era seguro.
Haber nacido en un estrato social, no aseguraba la permanencia en el, ni era
barrera contra los invasores.
Los aterrorizados vivaron primero al cáncer, luego se
enamoraron de una plaza con las llagas abiertas por las bombas, finalmente se
calmaron cuando los “libertadores” sembraron los basurales de fusilados.
Ignorantes y superficiales, creyeron que “muerto el perro se
acababa la rabia” cuando en realidad, una rabia sorda se iba apoderando de
aquellos que se veían obligados a vivir una historia que no se correspondía con
la propia. Borrados de un plumazo sus más afectuosos recuerdos, se sintieron
exiliados de su pasado, prisioneros de un presente que no se parecía a sus
sueños, condenados a un futuro sin más expectativas que la recuperación del proyecto
compartido.
Así, las consecuencias residuales de una lealtad indeleble,
fueron resistencia primero, violencia después. El pasado reacciona ante los
abusos del presente. El futuro violento será hijo natural de un pasado de exterminio,
y un presente de represión. Puede borrarse el hecho maldito, pero no sus
implicancias.
Así, el intento de abolir al peronismo de los ‘50, fue el caldo de cultivo de la lucha armada
dos décadas después.
“Es decir, el
propósito de abolir el pasado ya ocurrió en el pasado, y -paradójicamente- es
una de las pruebas de que el pasado no se puede abolir. El pasado es
indestructible, tarde o temprano vuelven todas las cosas y una de las cosas que
vuelven es el proyecto de abolir el pasado”
Jorge Luis Borges
Así, como de alguna manera predijera Borges, junto con el peronismo ha
vuelto la peregrina idea de la abolición.
Otros son los tiempos, otro el peronismo, otro inclusive el
nombre. El miedo, el desprecio y el odio, en cambio, son los mismos. El antiperonismo ha vuelto, pero, como antaño, no tiene ninguna chance en las urnas. Por lo tanto tiene que buscar otros medios, pero para eso necesita de la clase media.
La gran paradoja de la sociedad Argentina, es que cíclicamente
genera un movimiento que proyecta a una clase social que finalmente ayuda a derrocar
al movimiento que la hizo crecer.
La gran tragedia que esto implica, es que la clase media (y
el mediopelo Jauretchiano), al ayudar a voltear al peronismo, se inmola, porque,
quiérase o no, la existencia y consolidación de ésta, está atada a las
políticas de aquel.
Y, si miramos atentamente la historia, veremos que la violencia con la que se pretenda
extirpar de la historia al peronismo de hoy, será el germen de la violencia con
la que los hijos y nietos de los que avalan a los antiperonistas de hoy, reaccionarán frente al
autoritarismo antiperonista de mañana.
Si tantas señoras que de buena fe se encolumnan detrás de
los autoconvocadores profesionales,
dejaran sus cacerolas y leyeran la historia reciente, lo pensarían dos veces
antes de ir contra sus propios derechos adquiridos, en su búsqueda de
mimetizarse con una clase a la que nunca pertenecieron, y jamás pertenecerán.
Si la clase media y el peronismo, logran tolerarse, y
afianzarse en el tiempo, estarán escapando a las implicancias de la cita del
principio.
Si eliminar al peronismo implica eliminar las bases de sustentación
de la clase media, hay otra historia universal posible: Una historia en la que
la clase media se consolida y se vuelve poderosa, junto al peronismo.
Donde los derechos y garantías conseguidos, permitan la
construcción de una sociedad más justa, más libre, y más soberana.
Y la violencia
y el odio, sean por siempre y para siempre la historia universal que no
elegimos.