Todo lo que hacemos y lo que decimos, incluso aquello que sentimos tiene una profunda implicancia en aquellas personas que nos rodean, que a diario nos acompañan.
A todos nos gustaría lograr en ellos un entendimiento completo, un acompañamiento total de nuestras acciones sin considerar la posibilidad de un tropiezo doloroso. Y de golpe nos encontramos con que nadie dejará de opinar en contra, nadie dejará pasar la oportunidad de sembrar esa duda maligna, ese malestar incómodo.
El fracaso en la comunicación existe, es un fantasma que vigila, que nos ronda expectante esperando su oportunidad para apresarnos, para hacernos sus víctimas; no discrimina, no hace diferencia y no le importa que comamos a horario, que recemos antes de ir a dormir, que cumplamos con la ley.
Todo aquello que nos forma como personas se transforma en substancia única, irrepetible, absolutamente intransferible.
La tolerancia ásperamente tácita, irónicamente explícita y cualquiera de sus
variantes, siempre se constituirán en el previsible regalo traslúcido en
los ojos de quienes nos ven, esforzados en el imposible consenso, deseando con silenciosa desesperación esas ariscas palabras de solícita
comprensión.
Pero
tiene un defecto incorregible en su esencia y es que siempre hay otra
posibilidad, una segunda vez en la cual salir airoso, porque la vida
siempre da revancha, dependiendo solamente de uno mismo dejar que el desaliento nos gane otra vez.
Lo bueno de la vida es que no termina en una derrota, en una caída; siempre hay otra oportunidad para reivindicarse, para seguir adelante.
No quiero ni imaginarme el calor de Buenos Aires, como para no delirar...
ResponderEliminarPero tu texto,creo que no tiene nada de delirio.
Es un monólogo interno,donde vas revisando cosas que tácitamente se dan por ciertas,verdaderas, y de uso corriente.
Comparto lo que decís acerca de la comunicación fallida, partiendo de la base de que cada uno que habla lo hace bajo la premisa de que tiene razón, y va juzgando cada palabra del otro.
Sin duda escuchar,fluir, empatizar..
Nos queda mucho por aprender.
Un beso grande y fresquito!
Hola Luna! si no hace calor ahora que estamos en verano, jaja!
EliminarHay veces que lo denomino delirio porque sé que son cosas que no van a cambiar, cosas que de obvias que son, duele que no sean así.
Pululan noticias y gurúes con la "verdad" y dejan de lado lo básico, que es la persona; la descartan para poner el foco en cosas superfluas y pasajeras. Y lo dejo acá porque me sulfuro otra vez...
Besote delirado!!
Sí.
ResponderEliminarAmigo, el código te está consumiendo la vida!
EliminarTambién.
EliminarDeduzco, entonces, que no hay forma de conocerse, ¿no? Tenemos, por un lado, la vocecita interior, por otro la imagen que queremos dar y, por último, el cómo reciben el resto de personas esa imagen en la que, por si faltase algo, proyectan, además, sus propios sesgos...
ResponderEliminarSí, demasiado calor ;)
Exacto Beau! y todo eso somos y ninguno es hipócrita sino que se adapta al entorno. Lo que duele es la antipatía, la paja del ojo ajeno, la competencia sin ton, la violencia sin son y lo efímero que es todo eso.
EliminarY aunque me cuesta y entiendo todo lo que dices; y lo he vivido, he aprendido que cada persona proyectará lo recibido a su forma, era desgastante, ahora solo lo dejo pasar.
ResponderEliminarHola Maia! Está bien que cada uno proyecte, es libre de hacerlo; lo cuestionable es que se venda como la única verdad o lo mejor de la vida cuando para mi que soy diferente, puedo querer o valorar otra cosa. La conversación ya no existe, es un desfile de imágenes en las que nos mostramos rozagantes y felices. Pero si existiera, debería ser empática y no imperativa ni que te quieran convencer de nada...
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