A los jóvenes amigos de Cavall Fort
¿Cómo mirar limpiamente sin querer encontrar en las cosas lo que nos han dicho que tiene que haber, sino lo que sencillamente hay?
He aquí un juego inocente el cual os propongo jugar.
Cuando miramos, normalmente sólo vemos lo que se nos da alrededor nuestro: cuatro cosas –a veces muy pobres– sólo vistas por encima en medio del infinito. Mirad el objeto más sencillo. Cojamos, por ejemplo, una vieja silla. Parece que no sea nada. Pero pensad en todo el universo que ella comprende: las manos y el sudor cortando la madera que un día fue árbol robusto, lleno de energía, en medio de un bosque frondoso en unas altas montañas, el amoroso trabajo que la construyó, la ilusión que la compró, los cansancios que ha aliviado, los dolores y las alegrías que habrá aguantado, quienes sabe si en grandes salones o en pobres comedores de barrio... ¡Todo, todo participa de la vida y tiene su importancia! Incluso la más vieja silla lleva dentro suyo la fuerza inicial de aquellas savias que subían de la tierra, allá en los bosques, y que todavía se utilizarán para dar calor el día que, hecha astillas, queme en algún hogar.
¡Mirad, mirad a fondo! Y dejaos llevar totalmente por todo lo que hace resonar dentro vuestro lo que nos ofrece la mirada, como quien va a un concierto con el vestido nuevo y el corazón abierto con la ilusión de escuchar, de sentir sencillamente con toda su pureza, sin querer de todas pasadas que los sonidos del piano o de la orquesta tengan que representar forzosamente un cierto paisaje, o el retrato de un general, o una escena de la historia, como se querría a menudo que sólo fuera la pintura.
Aprendamos a mirar como aquel quién va a un concierto. En la música hay formas sonoras compuestas dentro de un trozo de tiempo. En la pintura formas visuales compuestas dentro de un trozo de espacio.
Es un juego. Pero jugar no quiere decir hacer las cosas “porque sí”. Y como en todos los juegos de niños, los artistas tampoco hacen las cosas “porque sí”. Jugando... jugando, de pequeños, aprendemos a hacernos mayores. Jugando... jugando, hacemos crecer nuestro espíritu, ampliamos el campo de nuestra visión, de nuestro conocimiento. Jugando... jugando decimos cosas y escuchamos, despertamos aquel quién se ha dormido, ayudamos a ver aquel quien no sabe o aquel a quien han tapado la vista.
Al mirar, no tenéis que pensar nunca que la pintura –como todas las cosas de este mundo– “tiene que ser”, o el que quieren muchos que sólo sea. La pintura puede serlo todo. Puede ser un rayo de luz en medio de una tormenta. Puede ser un día ventoso. Puede ser una huella de hombre por la vida, o un golpe de pie –¿por qué no?– que diga “¡basta!”. Puede ser un aire dulce de madrugada, lleno de esperanzas, o un vaho agrio salido de una prisión. Puede ser las manchas de sangre de una herida, o el canto en un gran cielo azul, o amarillo, de todo un pueblo. Puede serlo que somos, el hoy, el ahora y el siempre.
Yo os invito a jugar, a mirar atentamente... Yo os invito a pensar.
Antoni Tàpies
Cavall Fort (Barcelona), núm. 82 (Enero de 1967).
Unas semanas antes del día de Sant Jordi me llamó una maestra, Montserrat Colomer, de la escuela Saint Paul's de Barcelona:
- Cristina, ¿te interesaría impartir un taller intensivo sobre Sant Jordi, las letras, la literatura, el arte...?
Montserrat es espléndida, encantadora y es un privilegio poder trabajar con ella. Sólo cuatro palabras por teléfono y ya me parecía una amiga de hace tiempo.
Así que accedí a su interesante propuesta y dos días después le dije que pensar en las letras es remitirnos al mundo de los libros, de la literatura y la poesía, del diseño gráfico, a todo tipo de comunicación escrita... y es también darse cuenta de que hay artistas que escriben y escritores que dibujan o pintan:
- Montserrat, ¡haré un taller con los niños y las niñas sobre Tàpies! Con pintura pueden crear un “libro”, un pequeño homenaje al recientemente desaparecido pintor (trabajarán la motricidad, presión, agilidad, intervalo, sentido, etc. con el pincel o las manos). También habrá collage con páginas reales de libros viejos...
Saint Paul's School recibió mi propuesta con mucho entusiasmo. Todo el profesorado es muy amable y da gusto trabajar ahí. La experiencia fue increíble y los pequeños grandes artistas, después de hacer un estudio previo sobre el pintor, disfrutaron mucho y me recibieron con las manos abiertas y ¡también sucias!, tal y como al artista le hubiera gustado ver.
Hoy podéis ver una pequeña muestra de las obras de arte que surgieron durante esa intensa pero gran semana de trabajo. ¡Muchas gracias a todos y a todas! ¡Espero volveros a ver muy pronto!