Este año no ha empezado de la mejor forma posible, pero aún así, yo trato de ser optimista y pensar que ya sólo puede ir a mejor. Por eso necesitaba algo de felicidad instantánea. Cada invierno tejo gorros para todos y cuando subimos a la nieve, soy yo la única que va con la cabeza descubierta. Ya tenía ganas de tener un gorro para mí.
Esta lana ha dado muchas vueltas. Tenía la madeja rondando por casas desde hace al menos dos años. Se convirtió en objetivo principal de mi meta de reducción de alijo lanero y traté de tejer con ella un cuello. Puse la lana doble, para que los colores se mezclaran un poco y no hiciera esos dibujos tan extraños y además, para que quedara bien gordito. Pero no me gustó nada como quedó. Así que después de terminarlo, lo deshice por completo.
De repente me acordé de este gorro, que tenía en mi cola de Ravelry desde hacía tiempo. Monté los puntos y se tejió en un pispas. Mi idea era estrenarlo en una excursión de fin de semana a disfrutar de la nieve en la sierra, pero las circunstancias no lo han permitido. Pero como hay mucha nieve en la sierra, y espero que dure hasta bien entrada la primavera, seguro que pronto podré lucirlo en medio de una guerra de bolas.
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