ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de noviembre: "Terrorífica(mente)"

Campirela/ Susana/ Nuria de Espinosa
Rodrigo Fúster/ Auroratris/ María
Gabiliante/ Dafne Sinedie/ Marifelita/
Chema/ Dulce/ Ginebra

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sábado, 30 de noviembre de 2024

La vida en llamas

 

(Autora: ©Marifelita)


Sally Mann


Cada año por estas fechas me ronda la misma visión. A veces me visita en sueños, en otras se cuela en aquel lugar de mi memoria, donde guardamos las cosas que no desean ser recordadas.

Era una noche de San Juan, tomábamos la cena en un picnic improvisado en el jardín de los Bertrand, los vecinos de la finca contigua a la nuestra. Los niños, tomábamos los postres tumbados en unas mantas observando el cielo, adornado por los fuegos artificiales. Mis padres no llegaban y los Bertrand llamaron a casa sin recibir respuesta. A lo lejos una columna de humo salía de nuestra casa y en minutos se convirtió en llamas, que ardieron con tal ferocidad que en pocos minutos la fachada de madera de nuestra casa centenaria se convirtió en una gran fogata. Los vecinos de los terrenos colindantes no dudaron en intentar sofocar el incendio por todos los medios a su alcance, pero para cuando llegaron los bomberos que tardaron una eternidad, ya no quedaba rastro de la casa.

Esa noche mi hermano y yo quedamos huérfanos y pasamos al cuidado del orfanato local, hasta que unas semanas más tarde nos encontraron una familia de acogida en un pueblo cercano. Mi hermano pareció encajar mejor que yo la muerte de mis padres, con más serenidad. A mí me llevó varios años de pesadillas y terapias superar su pérdida, sumida eternamente en una profunda depresión.

Si había algo que me inquietaba y me asustaba por encima de cualquier cosa era enterarme que en alguna finca vecina les había sorprendido un incendio. Solo conocer la noticia, me hacía revivir de nuevo nuestro drama familiar. No era extraño que hubiera de vez en cuando un incendio, en aquellas casas viejas y poco cuidadas, aquellos campos abandonados y secos, sobre todo cuando llegaba el verano. Después de la verbena de San Juan siempre había alguna desgracia que lamentar.

Por esas fechas siempre estaba más sensible al recordar nuestra tragedia. Nuestros padres dejaron un hueco difícil de llenar. Los Rizzo, la pareja que nos acogió en su casa durante años, nos cuidaron muy bien, pero nunca podrían sustituir a nuestros padres. Esa noche del año tan especial, cuando más necesitaba a mi hermano, él siempre estaba ausente, decía que prefería pasar esa noche a solas, que no era buena compañía para nadie.

Ryan Muirhead

Esas noches temía meterme en la cama y quedarme dormida, era cuando me asaltaban aquellas horribles pesadillas. Entraba en nuestra vieja casa, nada más poner el pie se oía el crujir de la madera vieja. Parecía que no había nadie, mis padres aún no habían regresado de sus quehaceres en el campo, pero yo notaba una presencia. Subía a mi habitación y me tendía en la cama. De repente oía el chasquido de una cerilla al encenderse y el olor inconfundible del fósforo y entraba volando en mi habitación justo antes de que la puerta se cerrara de golpe. Caía en la alfombra que se incendiaba en segundos mientras yo intentaba salir, pero la puerta no se abría, el picaporte no giraba. Me dirigía angustiada a la ventana, pero tampoco lograba abrirla. Entonces en medio de aquella humareda, mis ojos empezaban a llorar sin poder evitarlo y el humo se colaba en mis pulmones provocándome una tos descontrolada. Intentaba pedir auxilio, pero me faltaba el aire, y ya caída en el suelo intentaba arrastrarme, pero mi cuerpo pesaba y no avanzaba. Detrás de la puerta oía a mi hermano llamarme y golpear la puerta sin conseguir entrar y entonces perdía el conocimiento justo cuando despertaba del sueño. Entre lágrimas, asustada y faltándome la respiración, como en la pesadilla.

Ya habían pasado diez años desde el incendio en nuestra casa y no podía deshacerme de aquellas malditas pesadillas, me perseguían allá donde fuera. Fue después de aquel verano cuando llegó el momento de irme a estudiar a la universidad, pensé que sería bueno para mí cambiar de aires, quizá en la distancia, todo sería distinto y no me perseguirían mis viejos fantasmas.

El día que recibí la carta de admisión a la universidad que yo deseaba, subí corriendo las escaleras y entré en la habitación de mi hermano para darle la buena noticia. Me recibió como siempre con una gran sonrisa.

—Me alegro un montón por ti, canija. Yo también tengo buenas noticias para ti. Hoy he entregado mi solicitud para ingresar en el cuerpo de bomberos.

En aquel momento, al mirarle vi algo en sus ojos, y un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Me dejó sin respiración. Algo en mi interior siempre lo había sospechado. ¿Sería él el culpable de todos aquellos misteriosos incendios locales? Y lo que definitivamente me heló la sangre y casi me hizo perder el conocimiento fue pensar que tuviera algo que ver en el incendio de nuestra casa.

Era mi hermano gemelo, lo conocía tan bien como si fuera yo misma. En ese mismo instante, al cambiar su semblante, puede que al leer en mi cara desencajada, que yo quizá sospechara algo, lo supe.

Kyle Thompson

 

©Marifelita

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Terrorífica(mente)”)

Annita Maslov

jueves, 31 de octubre de 2024

Secretos que guardas

 

(Autora: ©Marifelita)


Sarah Joncas

Y de repente, desperté. No podía hacerme una idea del tiempo que llevaba allí, en aquel lugar. Intenté hacer memoria, aclarar mis ideas, esforzarme por recordar vagamente algún detalle borroso. Fue uno de esos días extraños, pero aquella situación aún lo era más. Notaba una venda en los ojos y una mordaza en la boca. También estaba atada de pies y manos. Todo en un silencio sepulcral.

Y como un flash, vino todo a mi mente. La noche anterior estuve con los compañeros de trabajo, celebrando mi graduación como agente de policía. Era la única mujer de aquella comisaria. Eso me hacía ser distinta al resto, en algunas cosas para bien y en la mayoría no tanto. Salimos a cenar y a tomar algo después, y fue allí en el karaoke donde la noche se desmadró entre copa y copa, haciendo que perdiera el sentido en algún momento de la velada.

Mientras intentaba recordar donde estaba y cómo había llegado hasta allí, de repente oí acercarse las voces de dos hombres, que no conseguí reconocer. ¿De qué se trataría todo aquello? ¿Un secuestro, quizá una confusión? Yo no soy de una buena familia que pudiera pagar un rescate, ni tampoco había participado en ningún caso importante como para tener enemigos que quisieran vengarse.

Uno de los hombres se me acercó y me susurró al oído que ya quedaba poco para que todo acabase y noté como me desataba de pies y manos, para colocarme unas esposas y anclarme con ellas a una tubería cercana.

Al oír sus palabras entré en pánico y antes de que cogiera mi otra mano para esposarme, me quité la venda de la cara y pude ver a dos encapuchados, el que estaba frente a mi agachado y otro de pie más alejado. Le di un cabezazo al que tenía al lado y enseguida vi una pistola colgando de su cinturón, que no dudé en arrebatarle mientras quedaba petrificado, supongo que por la sorpresa, no lo vio venir.

Apunté al que estaba de pie y cuando hizo gesto de desenfundar también su pistola, le disparé sin vacilar. Entre gritos y con los nervios de la situación apunté al que estaba a mi lado rogándome que me tranquilizara y no hiciera tonterías cuando algo dentro de mí me dictó que era una amenaza y también le disparé para defenderme.

De golpe el silencio, notaba la sangre que resbalaba por mi frente y me di un par de segundos para respirar y pensar qué tenía que hacer ahora. Rebusqué entre los bolsillos de aquel hombre y encontré las llaves de las esposas de las que me liberé enseguida para colocárselas a mi raptor. Estaba inconsciente, pero se desangraba, igual que el otro hombre que sollozaba al fondo de la habitación. Me acerqué a él rápidamente para desarmarlo y también encontré en su cinturón unas esposas que le puse para inmovilizarlo.

De repente una sombra vino a mi mente, y solo pensé en quitarles la capucha a mis captores. Y la sorpresa que me llevé fue mayúscula. Se trataba de dos compañeros de la comisaría. Entonces oí como el que se desangraba a mis pies gritaba: “Solo fue una broma, no queríamos hacerte daño”. Por favor, llama a una ambulancia.

El futuro pasó ante mis ojos. Debería despedirme de lo que tenía planeado, adiós a mi carrera, todo se había arruinado. Por culpa de dos imbéciles y una novatada violenta que rayaba el abuso. ¿En qué posición me dejaba? Se me fue la mano en mi “autodefensa”. Tanto si decía la verdad como si me inventaba una mentira, tendría los días contados como policía, podría ir preparando mi carta de renuncia.

Y justo mientras pensaba en ello, me pasó por la mente la posibilidad de preparar mi versión de los hechos y un nuevo escenario. Miré sus móviles para comprobar si su perverso plan era exclusivamente idea de aquel par de idiotas o bien era extensivo a algún otro cómplice más. En los chats había algunas bochornosas fotos de la velada en el karaoke que compartieron con el resto de compañeros, pero ningún comentario respecto a mi secuestro.

Entonces pensé en mi verdad. Sería víctima de un secuestro y mis compañeros habrían venido en mi busca, pero los secuestradores les esperaban y no dudaron en quitarlos de en medio. En la confusión del momento y el tiroteo, solo yo conseguí escapar. Así que preparé el escenario acorde a mi versión. Limpié lo mejor que pude mis huellas de las armas, las esposas y los móviles, aunque me quedé uno de ellos para pedir auxilio. Eché un vistazo a aquel lugar que parecía un taller abandonado, y antes de marcharme me aseguré de que ya no respiraban. Salí al exterior y vi que me encontraba en la mitad del campo, en una casa que parecía abandonada al margen de la carretera. Nadie habría oído los disparos.

Mientras iba caminando por el arcén de la carretera, en la hora más oscura de mi vida, ya de madrugada, divisé a lo lejos un coche aparcado en un saliente de la carretera tras unos árboles. Al llegar allí ya me di cuenta que era de uno de mis amigos secuestradores por una de las pegatinas. ¿Qué pretendían con su plan? ¿Hasta dónde querían llegar? Dejar su coche alejado de la casa donde me retenían no auguraba buenas intenciones. Seguí caminando por la carretera mientras marcaba el número de la comisaria y cuando contestaron a mi llamada, con la voz entrecortada y acelerada empecé a relatarles mi versión de los hechos. Esa noche sería una parte oculta de mi vida, esos secretos que guardas solo para ti, y que nadie más debería conocer.

©Marifelita

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Mosaico”)

lunes, 30 de septiembre de 2024

GINOIDE


(Autora: ©Marifelita)

NigthCafé- @JavilWoo

Salgo de trabajar tarde, como siempre, agotada pero aliviada de haber sobrevivido a otro día. Me dirijo a la estación de tren y en un breve trayecto que no me llevaría más de quince minutos caminando, se convierte en una hora, parándome en cada escaparate y cada tienda con la intención de encontrar ese artículo perfecto que me haga sentir bien y consiga hacerme olvidar mi desastrosa vida.

Desde hace unos días, un muchacho coincide conmigo en algunas tiendas, semáforos y escaparates en ese breve trayecto. Al principio pensé que era casualidad, en el centro hay muchas oficinas, era posible que trabajara por la zona. Luego imaginé que era un admirador, que yo le resultaba atractiva y estuviera haciéndose el encontradizo para propiciar una conversación. Lo descarté enseguida, era muy joven, y aunque no estoy mal para mi edad, soy consciente de que ya no despierto ese tipo de pasiones entre los jóvenes.

Después pensé que podría provocar otras, enfermizas y obsesivas que nadie está libre de ser víctima en esta sociedad nuestra. Sin tener sus intenciones claras, lo que inicialmente me pareció halagador, como un posible admirador, se convirtió en una angustiosa sospecha ante un probable acosador.

Ayer coincidió conmigo de nuevo, y se colocó justo a mi lado en el andén del tren. Y no solo eso, lo más inquietante para mí fue que no perdió la oportunidad de sentarse a mi lado en el vagón. Cuando estaba a punto de montar una escena y decirle delante de todos que me dejara en paz y parara de acosarme, me di cuenta que llevaba un maletín con el célebre logotipo del “Cyber-Cobrador del Frac”. ¡Cómo no lo vi antes!

Durante los últimos meses, como los políticos y economistas dirían “he vivido por encima de mis posibilidades”. Me enfrento a un gran problema, no puedo hacer más horas extras de las que ya hago. Con mi jornada de diez horas diarias y mi trabajo del fin de semana aún no tengo suficiente para todos mis gastos y además enviar algo de dinero a mi familia. Tendré que armarme de paciencia y soportar este bochorno al menos unos meses, hasta que cobre la paga extra, alguna generosa propina o que un golpe de suerte en la lotería, me ayude a cumplir con mis obligaciones.

Pero, ¿tengo otra opción? Si, la tengo. Puedo rendirme, dejarlo todo atrás, olvidarme de mis angustias, mis miedos, mis tristezas, pero también de mis sueños, ilusiones y un futuro prometedor. Podría ser como ese atractivo “Cyber-Cobrador del Frac”, estos modernos y sofisticados androides que se mezclan entre nosotros y que son casi indetectables, imposibles de distinguir de los humanos. Si no fuera porque se dedican a hacer los trabajos más peligrosos, pesados y desagradables que nadie quiere hacer.

Recuerdo que los primeros años experimentaban con presos. Ellos aceptaban encantados, con tal de volver al mundo exterior, aunque fuera vendiendo su cuerpo y alma a la ciencia con la promesa de una segunda oportunidad y una vida mejor. Implantándoles un pequeño chip inhibidor, mantenían su consciencia humana, pero olvidaban sus recuerdos empezando una nueva vida de cero. Eran incapaces de sentir miedo, furia, tristeza, decepción, dolor o depresión. Todos esos sentimientos no les afectaban y sus cuerpos eran ajustados, reparados o sustituidos cuando se precisaba.

Se dedicaban a ser bomberos, mineros, guardias de seguridad, obreros en construcciones peligrosas, soldados, y si alguno de ellos sufría un accidente o perdía la vida era fácilmente reemplazable.

El éxito y la demanda fue tal entre empresas y gobiernos, que acabamos con las prisiones vacías. Entonces llegó la hora de buscarlos en la calle. Grandes campañas publicitarias en televisión te ofrecían “una gran vida sin preocupaciones, problemas ni tensiones” “Olvídate del dolor, serás joven para siempre”.  Lo que no explicaban es que cuando decían “jóvenes para siempre”, era porque les esperaba una corta vida. Eso sí, plena y sin preocuparse por su salud ni por el día que sería el último para ellos.

Hoy en el andén del tren, acompañada de nuevo por mi amigo el “Cyber-Cobrador” a unos pasos tras de mí, he visto un anuncio de “Android & Gynoid” la empresa que diseña estos robots humanoides y que puede cambiarme la vida. En el anuncio ofrecían vacantes en ocupaciones como policías, guardaespaldas, testers de fármacos y operaciones quirúrgicas de riesgo, o incluso acompañantes de lujo. Hasta ahí han llegado, no tienen límites.

Así que, durante el trayecto en tren de dos horas, le he estado dando vueltas hasta llegar a casa. Mejor dicho, a mi habitación, alquilada en un piso compartido con tres personas más, trabajadores pringados de lunes a domingo como yo. Sin vida entre semana y sin ilusiones ni fuerzas en su inexistente tiempo libre. Sin nadie con quien compartir la vida y mis sueños ya descartados, pienso mucho en ello últimamente. Me da por reflexionar y soñar con una nueva vida sin hambre, ni deudas, sin disgustos ni decepciones, sin una triste y dolorosa vejez.

El “Sintético del Frac” sentado a mi lado, como si leyera mi pensamiento me entrega una tarjeta: “Android & Gynoid” Compramos tu deuda y te regalamos una vida de ensueño.

Creo que compartiremos algunos trayectos juntos hasta que decida qué hacer con mi vida. Quizá aproveche para preguntarle por la suya, esa de ensueño que como a mí, otro androide le ofreció en algún momento delicado de su desastrosa vida humana.

©Marifelita

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “IA”)

lunes, 5 de agosto de 2024

Serendipia

 

(Autora: ©Marifelita)


Una tarde al salir del trabajo me fijé que habían abierto una cafetería llamada Serendipia. El nombre me encantó, era una palabra bonita, me sonaba muy bien, aunque no tenía ni idea de su significado. La busqué y enseguida las recordé a ellas.

Por entonces trabajaba en una agencia de viajes y tuve la suerte que en un sorteo me tocó un crucero. Aunque tendría que compartir habitación con otra agente de viajes desconocida para mí, no le di más vueltas y decidí apuntarme.

La noche anterior al embarque casi no dormí de lo nerviosa que estaba, quizá me había precipitado y no sería buena idea viajar sola. Al día siguiente al embarcar, subí las escaleras que me llevarían a mi camarote y volví a sentirme muy inquieta. ¿Quién me esperaría en la habitación que compartiría conmigo durante una larga semana? Y al abrir la puerta y descubrir a una simpática joven que me recibió con un meloso y caribeño “¡Qué bueno que viniste!” supe que había sido una buena elección.

Paseamos por las cubiertas para familiarizarnos con el barco y no paramos de hablar, incluso mientras realizaban el simulacro de emergencia, muy típico y obligatorio en los cruceros. Fuimos al camarote, nos arreglamos para cenar y cuando ya estábamos en el restaurante vimos que mucha gente o ya se conocían de antes, o bien ya se habían agrupado según habían coincidido durante el día. Nosotras dos no conocíamos a nadie más allí, por lo que nos dirigimos a la única mesa que encontramos vacía y que no estaba reservada para nadie. Era una mesa larga, como para diez personas, y pensamos que ya se iría llenando y conoceríamos esa noche a más compañeras de profesión.

Al rato se acercó una chica vasca, muy menuda y risueña. Nos preguntó si podía sentarse en nuestra mesa y la recibimos encantada. Por lo visto no había coincidido con ningún colega de su misma cadena de agencias. Un poco más tarde, se acercaron una pareja de chicas que por su simpatía y acento distinguimos que venían de las Canarias, y también preguntaron si podían sentarse con nosotras. Por lo visto venían con más gente de su empresa, pero ya se habían sentado en otras mesas. Eran muy agradables y habladoras por lo que las acogimos en nuestra mesa encantadas. Cuando ya habían empezado los camareros a presentarse y a preguntarnos qué nos apetecía beber, ya estábamos todas hablando unas con otras como si nos conociéramos de toda la vida. Al servirnos las bebidas y entregarnos las cartas para la cena, se presentó, cual diva en un evento, la última de ellas, preguntándonos si le hacíamos un hueco en nuestra mesa. Estábamos cerca de la puerta y le pareció que llegaba ya muy tarde. Con aquella entrada triunfal no le pudimos decir que no.

Esa noche nos lo pasamos genial, nos reímos muchísimo, y ya no nos separamos en toda la semana. Fuimos juntas a desayunar, comer y cenar todos los días. Desembarcábamos juntas en cada puerto y durante las excursiones hacíamos miles de fotos, a cual más traviesa y gamberra, como verdaderas quinceañeras.

Todas compartimos muchas cosas en ese viaje. Parece mentira lo bien que nos entendimos desde el primer día, y siendo tan distintas como éramos unas de las otras, la de cosas que teníamos en común y lo a gusto que estábamos todas juntas.

Llegó el triste día del desembarque y la despedida, intercambiando tarjetas de visitas con nuestros teléfonos y direcciones, convencidas todas que había sido una experiencia genial, irrepetible y que no daría más de sí, una vez cada una volviera a su casa y de nuevo a su rutina.

Quiso la casualidad, las redes sociales o simplemente las ganas de no perder el contacto, que creáramos un chat llamado “Marineras” para saber las unas de las otras. Tras un año y medio de nuestro primer encuentro en el crucero, volvimos a reencontrarnos y abrazarnos con la misma fuerza que el último día que nos vimos. Y así llevamos viéndonos una vez cada año desde hace ya una década.

Ese viaje fue para mí una de las casualidades más bonitas de mi vida. Y más que Serendipia, me atrevería a decir que incluso fue pura magia.


(Tim Swallow)

"SERENDIPIA: Hallazgo valioso que se produce de manera casual o accidental". 

©Marifelita

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Un verano de fotografía”)


domingo, 30 de junio de 2024

Las visiones de Lin Lin


 

(Autora: ©Marifelita)


(Robin Isely)

Durante años regenté una consulta de adivinación, como hizo en su día mi madre y a su vez también la suya y así por generaciones. Mis habilidades fueron siempre valoradas por mis vecinos y también por gentes de tierras lejanas, por lo visto hasta allí llegó mi buena fama, por lo certero de mis predicciones. Nadie tiene queja de mis augurios. Tanto sin son favorables, ya que saben con certeza que se cumplirán tarde o temprano, como cuando no lo son. Entonces mis pobres visitantes bajan la cabeza al escuchar mis palabras, alargan su mano para pagar y agradecer mis servicios y salen de mi consulta cabizbajos y arrastrando los pies, asumiendo como cierta e inexorable mi predicción. 

Siempre he estado orgullosa del bien que hago a mi comunidad. Les doy buenas razones para vivir, tanto si les auguro felicidad para que la disfruten mientras puedan, como si les adelanto una triste y próxima desgracia, para que valoren el tiempo que les queda de la forma que se merecen.

Hace unos días hice mi última predicción y mi vida cambió por completo. Sentada en mi butaca, leyendo como acostumbro cuando no estoy ocupada, oí la campanilla que anunciaba la entrada de una visita a la consulta. Me situé tras mi fiel bola de cristal, y cuando levanté la vista para saludar al nuevo visitante me quedé petrificada. Mi respiración se entrecortó por unos segundos al comprobar que era yo misma la que me visitaba y no se trataba de ningún sueño.

Mi “yo” visitante se sentó al otro lado de la mesa y para mi sorpresa me preguntó por su futuro más próximo. Sin poder articular palabra y sin creer todavía lo que mis ojos me mostraban, observé cada uno de los rincones y líneas de su cara y bajé la mirada algo atemorizada hacia mi bola de cristal, sin comprender lo que estaba ocurriendo y al mismo tiempo temiendo que me devolviera alguna imagen no deseada.

La gran máxima en nuestra profesión es no consultar nunca nuestra propia fortuna bajo peligro de muerte. Y como no podía ser de otra manera, mi vieja bola de cristal me regaló una imagen que sin duda merecía por haber desobedecido nuestra ley sagrada. Mi otro “yo” cansada de esperar una respuesta que no llegaba y de verme congelada como una estatua, se levantó de su silla y sin mediar palabra me mostró una sonrisa entre macabra y desdeñosa, antes de desaparecer por aquella puerta, anunciando la maldita campanilla su partida.

Esa misma tarde cerré mi consulta para siempre y la puse en venta junto con todos mis instrumentos de adivinación. Compré una vieja cabaña en la montaña, con un pequeño terreno donde cultivar un huerto y colocar un pequeño corral con algunos animales para asegurar mi sustento.

Aunque lejos ya de todo peligro que me pueda acechar al otro lado de la puerta, siento que desde entonces no vivo. Porque vivir con miedo no es vivir. Pero hoy he sabido que mi tiempo se acaba. Esta mañana picaban a la puerta y he salido a ver quién era. Al abrir la puerta, tras ella ha entrado rodando en la cabaña mi vieja bola de cristal acompañada de una serpiente siseante que, con su zigzagueo hipnótico, me había mordido en el tobillo sin que yo me diera cuenta.

Ahora mientras escribo estas últimas líneas, quiero dejar constancia que esta misma imagen es la que mi vieja bola de cristal me mostró aquel día que me visité en mi consulta, y que querer saber mi futuro fue, sin duda alguna, mi gran perdición.

©Marifelita

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Surrealismo”)


viernes, 31 de mayo de 2024

Atemporal

(Autora: ©Marifelita)

(Tom Bagshaw)

 
Todos los que se cruzaron una vez en mi camino y todos los que vendrán, me parecen como muertos vivientes, porque eso son para mí. Sus vidas ocupan una pequeña fracción de segundo en lo que supone la mía. En este momento son mis compañeros de viaje y algunos dejarán una gran huella en mi memoria, otros aun siendo importantes también ahora, se desvanecerá su recuerdo tan pronto lleguen nuevas gentes a ocupar su lugar.
 
Este supuesto regalo que me ha sido dado en forma de vida eterna, es a la vez, la razón de mi eterna desdicha. Disfrutar juntos de vuestra efímera vida, veros marchitar y marcharos unos tras otros, hacia ese irremediable final que os espera, me duele.
 
El tiempo, bien tan preciado que se os escapa entre los dedos, escurridizo y que ansiáis aprovechar hasta el más insignificante momento, por si cualquier giro inesperado de la fortuna os lo arrebatara y fuese el último.
 
Para mí se ha convertido en un compañero aborrecible, monótono, predecible y sin sentido. A él estoy encadenada sin remedio, junto a este insoportable dolor que me quema a cada paso y con el que he sido condenada a pasear por esta vida interminable, desde donde se pierde mi memoria.
 
Carezco de esa ilusión, pasión, emoción que os acompaña en vuestro corto y finito camino a recorrer. Pero en mi largo y agotador paseo de más de mil vidas, no me atrevo a pensar si el destino me aguarda con otras tantas en el horizonte.
 


 
(Texto perteneciente a la propuesta de Variétés: “Tómate tu tiempo”)

martes, 30 de abril de 2024

Avalancha subliminal

 

(Autora: ©Marifelita)

(Artist - Giulia Valente)

¿Quién te iba a decir de niña que, siendo ahora adulta, hablar de ciertos temas que eran puro romanticismo, se convertirían en una verdadera pesadez? Escuchar las interminables anécdotas de tus amigas, de la estresante organización de sus bodas. Nunca pensaste que el tema daría para horas de conversaciones llenas de detalles, aventuras, intrigas y entresijos de una complejidad tal, que tu sencilla existencia nunca podría imaginar.

Eres una mujer que simplemente no es la de nadie. Vives en pareja desde hace más de veinte años, no eres ni su mujer, ni su esposa ni su compañera, esas son las del trabajo. A este paso serás su novia eternamente, si de alguna forma necesitan etiquetarte.

Nunca te entusiasmó la idea de casarte, ni de ser la princesa del cuento por un día. Siendo hija de un matrimonio divorciado desde niña, quizá nació en ti la idea de lo innecesario del trámite, y ser incapaz de ver la magia de tan valorado evento. Te parece increíble que tu estado civil, sea una pista tan útil para poder clasificarte como persona.

Lo que tienen que aguantar las chicas solteras, todos preguntándoles constantemente cuando van a buscarse un novio, como si tuvieran que hacerlo para sentirse mujeres completas. Como si con solo proponérselo les salieran los pretendientes de debajo de las piedras. Si por casa no te ven con ningún novio de vez en cuando, empiezan a preocuparse y pensar que igual eres lesbiana, que tampoco tendría que ser un drama para nadie en nuestros tiempos.

Tienen todos tus respetos si así han decidido vivir su vida, libres y sin ataduras. Las llaman “Solteronas” con cierta connotación negativa, como si no tener pareja fuera un defecto, una maldición o un revés de la vida. Los señores por el contrario son “Solteros de Oro”, como si su status fuera un gran logro.

No encontrar una pareja tampoco tiene que ser una desgracia. Mejor esperar a esa persona que te haga sentir especial, querida, cuidada, que te haga reír y ser feliz, que no atarse a cualquiera con prisas para no estar sola, y que luego te des cuenta que ha sido una equivocación. Y si esa persona especial nunca llega, tampoco pasaría nada, habrías disfrutado del tanteo y de la bonita experiencia de ser la novia eterna, en fase de enamoramiento constante y perpetuo.

Vivir sin pareja o sola, que no es lo mismo, no tiene por qué ser una mala cosa. Los tiempos cambian y las mujeres son más selectivas con lo que quieren para sus vidas y la disfrutan de una manera totalmente diferente.

 


Algo parecido y quizá más grave pasa con la maternidad. Tener que contestar preguntas que nadie tiene derecho a formularte y que tampoco te apetece responder. Buscar una justificación que los convenza, aunque te dé pereza o incluso rabia, porque con la verdad a veces no tienen suficiente. La confianza para estos delicados temas es muy peligrosa, porque a más confianza, más atrevida e íntima es la pregunta.

A veces son más dolorosas las tímidas insinuaciones llenas de intención como: “Cuando tengas hijos…”, “cuando seas madre…”, “si un día quieres tener hijos…” o “si un día me hacéis abuela”. Pequeñas recriminaciones camufladas que te hacen sentir un bicho raro, como si fuera antinatural tu decisión, como si se tratara de un crimen contra la humanidad. ¡La tierra tiene superpoblación, no sufran! Ni que a la mitad se nos ocurriera ser tan egoístas (eso también te lo han dicho) de no concebir hijos, no para uno mismo sino para el planeta. Como si fuéramos una especie en peligro de extinción.

Que poca sensibilidad para abordar temas tan delicados. Sería normal antes de preguntar, plantearse si el otro no se ha decidido porque no puede, aunque lo desee con todas sus fuerzas. O si económicamente no pueda permitírselo, aunque siempre habrá quien te diga que “donde comen dos, comen tres”. Guárdate de opinar delante de esa madre devota de tres o cuatro criaturas, llena de entusiasmo, pero cada vez con menos energías y recursos para echarlos adelante.

¿Con la misma naturalidad te interrogarían si consumieras drogas, sufrieras abusos o maltratos, si tuvieras una enfermedad grave o hubieras estado en la cárcel o cometido algún delito? Cualquier tema delicado, todos lo asumen sin dudarlo, pero con la maternidad, cualquiera se ve con el derecho de preguntar y opinar. Hasta hace poco, en una entrevista de trabajo te preguntaban casualmente si estabas casada o tenías hijos. Dabas valiosas pistas al contestar, pero ahora por suerte puedes negarte a responder. Con el resto, familiares, amigos y terceros, aún no te has ganado ese derecho. 

¿Y si para liquidar tu deuda pendiente con la sociedad, en un arrebato de generosidad y compromiso con la humanidad, te planteas adoptar para ejercer de madre del hijo de otra? Entonces tendrías el cielo ganado, aunque siempre  habría aquella voz crítica que te advertiría: “Piénsatelo bien que es muy complicado y nunca sabes lo que te va a tocar”. Como si todo en la vida no fuera una lotería. Esperarías años para ejercer, cuando te concedieran semejante honor tras todas las fases burocráticas y etiquetarte como “apta” para tan excepcional tarea, el niño se encontraría con una abuela en lugar de una madre. Si para la maternidad convencional se necesitara todo este tiempo y formalismos, ¿se animarían tantas o lo dejarían correr a mitad del proceso?

Después de todas estas reflexiones, que quizá no te lleven a ninguna parte, y después de la avalancha subliminal que recibirás a lo largo de tu vida, como cualquier mujer, no te queda más que seguir adelante con tus decisiones, convencida de que serán las correctas, sean las que sean, y digan lo que digan los demás.

 


©Marifelita

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Subliminal”)

domingo, 31 de marzo de 2024

Nunca, nada, nadie


(Autora: ©Marifelita)


Desde bien pequeña tuve que escuchar siempre las mismas palabras:

Kris Lewis

 
Acéptalo.
 
Siendo mujer, tu sitio está en casa, no entre los libros de la biblioteca, estudiando. La ciencia déjala para los hombres, es su trabajo. Tú no has nacido para pensar, reflexionar, inventar o crear. Tu tarea es ser educada, sumisa, recatada y contenida. De ti, solo se espera que cuides de tu esposo, de tu hogar y que le des una descendencia de la que se pueda sentir orgulloso. Limítate a eso y nada más.
 
Siempre tuve un don que al mismo tiempo podría verse también como una maldición. Y es que soy consciente de mis vidas anteriores, como si mis reencarnaciones posteriores se fueran grabando en mi memoria. Tengo recuerdos nítidos como si yo misma los hubiera vivido en mis carnes, aunque en realidad se tratan de otros “yos” del pasado.
 
Pero daba igual las generaciones que pasaran y los años transcurridos, el mundo se transformaba, nos sorprendían con pequeños avances y grandes progresos, pero había una cosa se nunca cambiaba...


Admítelo.
 
Nunca llegarás a nada, por mucho que te esfuerces, ellos siempre estarán por delante. Nunca te tomarán en serio ni te aceptarán como uno más, entre iguales. A nadie le interesa tu opinión, lo que tengas que decir. ¿Qué sabrás tú de política, de economía, de negocios, del mundo? ¿Pretendes escribir poemas? ¿Con tu percepción femenina, sensiblera y limitada de lo que es la vida? Quizá a algunas señoras acomodadas y aburridas les interesen tus versos mientras los acompañan con el té y unas pastas en sus tertulias de las tardes.
 
Mi nuevo “yo” cambia de siglo y de lugar constantemente. Mi percepción del mundo siempre es la misma, y mis ansias de formar parte de él también. Quiero ser una pieza importante en el avance, dejar huella, ser alguien reconocido por sus actos, pero ahí fuera hay una guerra en la que somos minoría y es imposible vencerla.


Olvídalo.
 
No tienes ninguna posibilidad de triunfar. Este es un mundo de hombres, lo sabes de sobra. Esfuérzate todo lo quieras, demuestra tu sobrada creatividad, tu talento, tu capacidad de esfuerzo y sacrificio. Nadie lo valorará, ni siquiera lo verán. ¿Quieres ser una mujer de negocios? ¿Tú sola sin un hombre que te ayude? ¿Decirles a los hombres lo que tienen que hacer? No tienes ninguna posibilidad de éxito. El fracaso está garantizado. ¿Para qué perder tanto entusiasmo, esperanzas e ilusión en algo que no te llevará a nada? Es una causa perdida.
 
En cada etapa en la que me encuentro es un nuevo reto, nuevos tiempos, nuevas ideas, nuevas limitaciones que vencer y nuevos objetivos a cumplir. Y en cada ocasión me encuentro un nuevo muro que saltar o nuevo obstáculo que vencer. Y posiblemente sean esos mismos los que me den fuerzas en cada ocasión para seguir adelante. Continuar soñando y esforzándome porque hay algo dentro de mí, que me dice que no puedo dejar de intentarlo.

 
Asúmelo.
 
Siempre estaréis en desventaja, en un segundo plano. Además, las mujeres lleváis tanto tiempo en ese papel que algunas ni se plantean un cambio y otras incluso parecen estar cómodas en él. Muchas se rinden incluso antes de intentarlo, ¿de verdad crees que tu esfuerzo inútil servirá para algo? ¿Crees que puedes llegar a ser un referente para alguien? ¿Convertirte en un modelo a seguir, una líder? ¿Hacer algo que marque la diferencia y que otras sigan tu ejemplo?
 
Y en pleno siglo XXI, los tiempos se abren a nuevas opciones, cada vez son más mujeres las que se forman y demuestran sus capacidades. Ya no estamos solas, entre todas podemos con nuestro gran espíritu de lucha y sacrificio, demostrar de lo que somos capaces, ahora ya no hay vuelta atrás. Nadie nos puede parar. Ahora sí que los tiempos están cambiando, y hombres y mujeres también con ellos. Se empieza a recoger todo lo que se ha sembrado durante tanto tiempo. Sin duda, este es nuestro momento.
 
Echo la vista atrás y veo a todas esas mujeres valientes, atrevidas, inteligentes, entusiastas, que en sus tiempos más difíciles que los nuestros, no dudaron en intentarlo. Ahora no podemos abandonar.
 
Por todas ellas, por nosotras mismas y por las que vendrán, debemos continuar.

 
¡FELIZ DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA!
 

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Motivación”)


jueves, 29 de febrero de 2024

Pájaro nocturno


(Autora: ©Marifelita)

(Katie Watersell)


Cada noche me duermo pensando ¿vendrá alguien a visitarme mañana? A veces se deja caer algún familiar y de escondidas me provee de cosas necesarias como ropa o artículos de aseo. En otras, fieles amistades que saben lo que me gusta: libros, música o algunos dulces. En mi cumpleaños y Navidad me sorprenden con perfumes y cremas buenas, pero si no ando con ojo y no escondo mi botín en lugar seguro, me desaparece en un abrir y cerrar de ojos.
 
En mi cuarto hay un pequeño armario donde no cabe gran cosa. No me resulta nada útil ya que no tiene llave y tanto mis vecinas como las trabajadoras del centro, pueden abrirlo y llevarse lo que les venga en gana.
 
No tengo nada mío, ni derecho a decidir sobre mi vida. No puedo escoger qué comer ni a qué hora, tampoco cuándo irme a dormir, ya que al apagarse las luces cada noche, no hay posibilidad de leer ni hacer nada que me apetezca. Mi mundo ahora es muy pequeño y previsible.
 
Mi habitación es un rincón compartido en el que solo me estiro para dormir y sin posibilidad de encontrar refugio cuando necesito intimidad. Nada más levantarnos bajamos al comedor a desayunar. Durante la mañana hacemos un poco de ejercicio y luego llenamos el tiempo con algún pasatiempo para ejercitar nuestras adormecidas mentes. A algunas les da por actividades más artísticas como pintar, dibujar, tejer o coser, no todas tenemos ese talento ni ánimos para hacerlo.
 
La comida es puro rancho, escaso, descolorido y sin sal. No distingues si es martes o domingo, todos los días es similar. Y las tardes resultan eternas, no parecen tener final. Si nadie te sorprende con su visita, toca ver viejas películas y series aburridas, o distraernos con el bingo, partidas de cartas o juegos de mesa. Ni una siesta por la tarde está permitida para descansar nuestras castigadas mentes, aunque alguna cabecea en su silla rindiéndose a los efectos de la poderosa medicación, hasta que llega la esperada pero aburrida hora de cenar.
 
Y ya ha pasado otro día más de nuestras vidas a medio gas, privadas de esa prometida y ansiada libertad. Recordando cuando paseábamos tranquilas y libres por las calles, saboreando una exquisita merienda en la terraza de alguna cafetería y mirando escaparates para comprar algún capricho, al salir de trabajar.
 
Puntualmente a las nueve de la noche, ya estoy con mi pijama estirada en la cama, con las luces apagadas pensando, ¿qué hice a los míos para que me confinaran en esta prisión?
 
Entonces mi mente clara y despejada, percibe todo ante mí con total nitidez. Cuando no puedo dormir, me levanto y miro a través de mi ventana enrejada, que evita cualquier impulso suicida si la medicación no surge el efecto esperado. La calle figura como un mar en calma. Aun estando tan cerca se convierte en un deseo lejano, imposible e inalcanzable para mí. Me pregunto si pasaré el resto de mis días encerrada en esta jaula, por mi propio bien, como aseguran los demás. Entonces, salgo del angustioso desespero que me crea esa temida visión, al oír al pájaro nocturno que, aunque invisible, cada noche se posa próximo a mi ventana. Con su aguda pero armoniosa melodía me rescata de este pozo emocional y me llena de paz. Me recuerda que, aun estando enjaulada, todavía hay esperanzas para mí ya que en la vida hay pequeños regalos por los que merece la pena esperar para poder disfrutarlos. ¿Será todo esto mi realidad, una ensoñación o los extraños efectos de una perversa medicación?



 
 
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Metáforas”)


miércoles, 31 de enero de 2024

Guardianas

 

(Autora: ©Marifelita)

(Chie Yoshii)


Mi abuela siempre me contaba que ella conoció un mundo muy diferente al de ahora. Un mundo en el que se vivía poco pero deprisa, ya que el ritmo que marcaba la vida era intenso, trepidante y no podían pararse a pensar ni disfrutar de nada. Su mundo violento y herido, como ella lo llamaba, colapsó una madrugada en la que millones de personas ya no volverían a conocer la vida como hasta entonces habían hecho.

Como si la mismísima tierra se retorciera sobre su eje y perdiera el control de todos sus sentidos y dominios, ese día tuvieron lugar con diferencia de pocas horas, los mayores desastres naturales que los humanos podamos esperar, en todo el planeta.

Terremotos y erupciones volcánicas, lluvias torrenciales e inundaciones, grandes temporales en el mar con tornados y tsunamis, incendios devastadores en bosques causados por tormentas eléctricas, todo ello simultáneamente en distintos puntos del globo y sin dar tiempo a reaccionar a millones de personas que veían como todo lo que tenían se perdía en cuestión de horas.

Los elementos se volvieron locos y muchos humanos que sobrevivieron a esos días también perdieron la cordura. Muchos otros fallecieron debido a enfermedades contraídas posteriormente, a causa de las difíciles condiciones en que les tocó vivir. El alimento era escaso ya que muchos animales y vegetación se perdieron también en aquella gran catástrofe.
 
Quedaron pequeños grupos de humanos repartidos por todos los rincones del planeta devastado y a éstos les tocó la tarea de sobrevivir y aplicar todo su saber e ingenio para crear un nuevo mundo desde las cenizas y para las generaciones venideras.

Se abandonaron las antiguas religiones y creencias para unificarse todas en el culto a la vida, como había sido en los inicios. Damos gracias a la madre tierra por protegernos de la violencia de los elementos y mantenerlos a raya. Le agradecemos también que nos regale semillas, frutos y campos fértiles para ser cultivados y poder alimentarnos. Que nos provea también de la compañía de muchos y venerados animales que harán nuestra vida más fácil aportándonos tantas cosas con su sola presencia y que mantendrán el ecosistema también en el lugar que les corresponde.

Y para proteger todo lo que la madre tierra quiere ofrecernos y para no cometer los mismos errores del pasado, están nuestras guardianas que vigilan que nuestras nuevas leyes de respeto por la naturaleza se cumplan.

Su función es primordial para que compartamos un mundo en armonía y evitemos los excesos que en otras generaciones se cometieron y nos llevaron a donde estamos ahora.

A mi abuela le asignaron el papel de guardiana de la flora y fauna, una tarea apasionante para conocer las incontables propiedades que nos ofrecen las plantas y difundir su conocimiento sobre los animales para protegerlos y cuidarlos. Mi abuela fue maestra antes del colapso y sus conocimientos pasaron a las siguientes generaciones. Mi madre en cambio, fue durante su juventud guardiana de los bosques, ella vigilaba que no se explotaran en exceso los recursos que ellos nos regalan. Ahora llegó mi turno y seré nombrada en breve guardiana de ríos y mares. Ya estoy impaciente por empezar a conocer todo lo que mis mentoras pueden enseñarme.



(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Un nuevo mundo”)

Gracias por tu visita y tu compañía... Ginebra©®

Gracias por tu visita y tu compañía... Ginebra©®