Miras tras la
ventana de unos ojos cansados el paisaje cambiante que te acompaña y rememoras
muchos de estos lugares y a sus gentes.
Miles de escenas
representadas en una larga vida se agolpan en tu memoria fresca y despierta
Ahora las
despedidas son tus compañeras inseparables y observas con una aceptación
admirable como uno tras otro los personajes que te acompañaron van marchándose del escenario que llamamos vida y vas tejiendo
una fina capa de protección para sobrellevar los días que transcurren lentos y
pesados…
Los recuerdos de
un largo viaje te acompañan en este último trayecto y tú sabiéndote cercano te
aferras a esta vida que te sigue cautivando y atrapando sin perder un ápice de
tu carácter optimista y alegre.
A mí me cautiva tu
entereza a la hora de las despedidas, que por otra parte se te hacen tan
normales.
Intento resignarme
al igual que lo haces tú ante la caducidad de esta vida y retengo fuertemente
en mi memoria todo aquello que quiero preservar como un gran legado que
generación tras generación se mantenga siempre vivo.
Intento ponerme en
tu lugar, sentir lo que debes de sentir y se me parte el alma.
Pero qué gran
lección de vida es esta que te hace aceptar lo que es, sin más, porque es lo
que toca. Y te vas despidiendo de tus gentes y te vas quedando huérfano de
afectos amigos.
Practico el ayuno
voluntario de la palabra mientras siento una inmensa gratitud por todo lo
compartido, por lo que aún nos queda por compartir y en silencio respetuoso
aprendo la más importante lección heredada…