Fierro, Junio de 2014
La mano de Dios y el lápiz de
Solano
De Frontera a Inglaterra:
La serie “Raven
on de wing” fue publicada entre 1968 y 1974 en el semanario de historietas
británico Valiant (1962-1976),
editado por la agencia editora Fleetway, más
tarde, absorbida por el emporio mediático de IPC (International
Publishing Company). Dibujada por Francisco Solano López contó con la
colaboración de un nutrido cuerpo de ayudantes: José Muñoz, Jorge Schiaffino,
Julio Schiaffino y Ramiro Bujeiro, entre otros. El texto estuvo a cargo
del prolífico guionista y editor britántico, Tom Tully. Hasta aquí algunos datos concretos y objetivos que
hallamos de la publicación. Pero lo importante pasa por otro lado, como casi
siempre. Mientras que la industria inglesa del cómic atravesaba su momento de
apogeo, las décadas del sesenta y setenta marcan el fin de la llamada “edad de
oro de la historieta argentina”.
A partir de entonces, las publicaciones que circulaban en los quioscos de
diarios y revistas, así como los emprendimientos editoriales que las
sustentaban, encuentran un límite real a un desarrollo que parecía inagotable e
ininterrumpido. Podemos decir más: si la serie fue publicada entre
1968 y 1974, esa periodización tiene su propia significación en términos
político culturales: la edición de la Primera Bienal Internacional de la
Historieta en el Instituto Di Tella en 1968 (acontecimiento que provocó fuertes
contradicciones entre el arte y el mercado) y la salida del primer número de la
revista Skorpio (de editorial Récord)
en 1974, punta de iceberg de un despunte de la industria que, pese a sus
intentos renovados y periódicos, ya nunca volvería a conformar una empresa
sólida, masiva y sostenida en el tiempo. La decadencia editorial de Héctor
Oesterheld coincide con las primeras colaboraciones de Solano López para la Agencia
Fleetway. Revistas masivas
y populares como Buster, Smash, Hot-Shot, Eagle, Thriller Picture Library y
Valiant, contaron con su producción y la de su equipo de colaboradores y
ayudantes. Pero el derrotero no es excepcional: a mediados de los sesenta,
frente al estado agónico de las casas editoras nacionales, los profesionales se
embarcan en proyectos internacionales a través de las agencias y los sindicates: Lancio en Italia, Fleetway
en Inglaterra y el King Features Sindicate, junto a sus agentes locales,
conformaron una red/redada internacional que ofrecía estabilidad laboral en una
etapa en donde no cabían demasiado ni las negociaciones ni el titubeo: frente a
la crisis, toda salida es ventajosa. Por entonces, las opciones promisorias
indicaban, quedarse en el país y trabajar “para afuera” favorecidos por el
cambio o embarcarse en destinos inciertos en búsqueda de nuevos horizontes
laborales. Este fue el caso de dibujantes como Alberto Breccia, Hugo Pratt,
Arturo del Castillo o Leopoldo Durañona, cada uno con sus particularidades y
más allá de las elecciones personales, lo que era sabido es que la industria de
la historieta nacional había anunciado el final de la fiesta y la pelota estaba en otra cancha. Cuando
Solano termina de dibujar El Eternauta (1957-1963), concluye el proyecto
editorial de Frontera y se venden sus títulos. Para entonces, ya hacía tres
años que trabajaba para el mercado inglés.
Tableros y potreros:
Francisco Solano
López tuvo dos “exilios”: la primera partida la motivó la crisis del mercado
(1963-1968) y la segunda, la persecusión política de su hijo. (1977-1979). Como
la mayoría de los profesionales de esos años, Solano comenzó su trabajo
internacional a través de un intermediario (Piero D'Ami): “estuve quince años
dibujando de las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche para los
ingleses. Desde principios del '60 hasta el '76, con distintas variantes e
intensidades. Al principio, hasta 1963, lo hice en Buenos Aires. Después me fui
a Europa pero laburando en el barco, mandé laburo desde Montevideo, Santos,
Canarias, Algeriras; no interrumpí para viajar. Y me fui en barco porque me
gustaba y no tenía guita para el avión”. (Solano López, en Sasturain: 2004).
Para el dibujante, las condiciones de trabajo impuestas por el mercado
anglosajón, los porcentajes de las agencias y los contratos laborales,
determinaron un modo de producción muy distinto al de editoriales como Frontera
e incluso, Abril. El pasaje del mercado interno al internacional, supuso tanto
pérdidas como ganancias y en ese marco, Solano supo reinventar su método y
técnica de trabajo. Primero fueron los pocket
books de guerra: colecciones como War Picture Library o Air Ice Picture
tuvieron como objetivo el revival de
tramas de género fuertemente estandarizadas y esquemáticas. Las aventuras
bélicas de bolsillo cedieron paso a las historietas semanales de aventuras:
“Desde 1960 hasta 1975 yo trabajo full
time para Fleetway Publication, una transnacional que tenía publicaciones
en Inglaterra y en Estados Unidos, diarios y revistas. Nosotros, un grupo de
dibujantes de Frontera, nos pasamos ahí. El comienzo del trabajo fue hacer
pocket books de guerra de 64 páginas cada uno. (…) Luego, como a los ingleses
les gustaba como yo hacía los aviones, sacaron una colección especial. Yo ahí
cuidaba mucho la documentación y la ambientación de los lugares. Trabajé con
más detalle que en Amapola Negra, que fue una especie de prólogo a este trabajo
que hice durante 2 o 3 años con los ingleses. (…) Usaba pincel y el dibujo a
lápiz era muy elaborado. Con el pincel tenía la flexibilidad de hacer líneas
finas para lograr un determinado efecto o textura o una fisonomía en una
expresión dramática y hacer los manchones de una explosión cuando un avión está
cayendo” (Solano López, 2007). El pasaje del
género bélico al deportivo aparejó cambios significativos en la
regularidad y técnica del dibujante. Las primeras historietas fueron de 2 o 3
páginas semanales: Kelly´s Eye y el Profesor Kraken pero, poco más tarde, el
volumen de producción se tornó inmanejable: “fueron como 15 años de trabajo con
técnicas distintas que fui improvisando en el momento, con una producción de 20
páginas por semana. Llegué a dibujar 9 historietas de entrega semanal y de
títulos diferentes. De esos, 2 o 3, sólo eran de fútbol”. (Solano López, 2007). Sin derecho a la firma, ni a la
propiedad intelectual de la obra, la producción siguió los parámetros de la
historieta industrial y masiva. No es fortuito el aggiornamiento de
estos géneros en el contexto de ebullición política y cultural de los sesenta y
setenta: escenarios bélicos y estadios proponían a sus lectores batallas
campales en donde quedaba claro, de antemano, de qué lado estaba el enemigo. En
este sentido, las historietas de fútbol al igual que las de guerra, persisten
en la producción de vencedores y vencidos. Violencia y espectáculo organizan
relatos de identidad/antagonismo y en el género deportivo “las potencias”
encuentran nuevos modos de ritualización y enfrentamiento. Los héroes populares
son eficaces en interpelar a sus lectores para fortalecer los imaginarios
nacionales y para construir mitos de integración hace falta la invención de un Otro. Cebollitas o gitanos (como el
protagonista de la serie) producen relatos de ascenso social, sin conflicto de
clase o de género. Remiten a un horizonte de expectativas en el que,
indistintamente, los valientes guerreros o los cracks del fútbol integran las ficciones de la pasión y el
virtuosismo. En este episodio de “Raven on de Wing”, un gitano (Raven) juega
para los ingleses y encarna en su figura los temas preferidos de la imaginación
popular: magia, tradiciones orales y
curanderia. En la historia, el equipo peruano quiere vencer a los ingleses a
fuerza de trampa y picardía (una estampida de llamas, termitas o los beneficios
del clima seco al que los jugadores locales estarían habituados pero los
ingleses no) pero pierde frente a la sabiduría de la creencia y la superchería
del milagro. Una distinción: Raven juega para
ellos pero no con ellos. En este
sentido, realiza un periplo individual y no dependiente del juego en equipo: él
solo se abre camino frente al enemigo, como ícono y símbolo de los desplazados.
Las pelotas de bolsas de cuero de cabra nos recuerdan al traje remedado de El Eternauta y a esa vieja costumbre
popular de hacer de la necesidad, virtud. Así, la distancia entre los lectores
británicos de literaturas dibujadas (los trabajadores, jornaleros y obreros de
los suburbios que tan bien describe Richard Hoggart) y los lectores de Frontera
no parece tan cierta y el ellos y nosotros menos convincente cuando se
trata de clases sociales. Finalmente, la serie escrita por un inglés y dibujada
por Solano propone una discursividad cercana a la epopeya en la que se combinan
elementos de azar, técnica y magia: tradición y modernidad, cultura popular y
profesionalismo. En esa cultura de la mezcla y la creencia reside el argumento
del relato. No todo es cuestión de fe. Hace falta táctica y estrategia... pero
mientras tanto sabemos que, un sapo tallado en madera o una mano gloriosa,
pueden hacer maravillas.
Referencias:
Texto: Laura Vazquez.
Entrevista a Francisco Solano López (2007): Lautaro Ortiz. “Solano López el que dibujó el mito”, en: Juan
Sasturain. Buscados Vivos. Buenos
Aires, Astralib Cooperativa Editora, 2004. Andrés Valenzuela en Página 12:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-32441-2014-06-06.html
Por aquí el Museo del Dibujo, reproduce la nota por completo.
http://infomudi.blogspot.com.ar/2014/06/revista-fierro-de-junio-dedicada-al.html