domingo, 20 de febrero de 2011

COSECHA

En realidad siempre me gustó cultivar hortalizas y así viene siendo desde muy chico y durante toda la vida. En mayor o menor proporción, según el lugar que dispuse o las necesidades del momento. Ya que por asuntos de trabajo, hemos venido cambiando de casa varias veces.
En una ocasión por ejemplo, hice una minihuerta con cajones en una terraza; o en otro caso, una superquinta para cubrir necesidades al tener que invertir mucho dinero en la compra de la vivienda actual. Hasta que salimos de la parte grosa de la deuda; tuvimos de todo, sacamos cinco bolsas de zapallo anco -o calabacita- o por ejemplo, dos kilos de chauchas dia por medio y otras verduras.

Pero fijate ésto. Hubo un tiempo en que alquilábamos una casita que disponía de un pequeño espacio de terreno. En un jaulón criábamos de a cincuenta pollos que luego salíamos a vender con un viejo auto en distintos barrios. Adela, orgullosa con su panza del tercer hijo, los limpiaba en la pileta del patio.
En un costado de la casita, teníamos una huerta bastante completa. En ese entonces estaban los dos hijos mayores, que tendrían entre tres y cuatro años. A cada uno le asigné un cuadradito de tierra de unos cincuenta centímetros de superficie.Les dí un montoncito de semillas de rabanitos -o rábanos- que son llamativas por sus variados colores y germinan enseguida. Ellos las plantaron, cuidaron y llegaron a cosecharlos, obvio que uno los seguía de cerca en el proceso...



El otro día mi hijo, que hoy tiene treinta y cinco años me mostraba orgulloso, los zapallos que plantó en el campo donde está viviendo....

miércoles, 9 de febrero de 2011

AQUELLOS VIAJES

Por mi trabajo era habitual hacer extensas recorridas en automóvil , en ocasiones por rutas bastante desoladas.
Coleccioné entonces distintos recuerdos a los cuales les supe encontrar la connotación divertida y también para reflexionar un poco.
Tienen que ser contadas a aquellas personas que saben pispear en lo sencillo lo que es verdaderamente significativo.

La cuestión está en definitiva en saber a que le doy importancia. Porque si es por contar una anécdota lustrosa y ruidosa que con bombos y platillos anuncie un hecho brillante, creo que sería mas fácil,pero para mi gusto, un poco aburrido. Pero arreglarse con lo puesto y tomarse de lo mas simple, creo, sinceramente, que no es para cualquiera.

En uno de esos viajes por un camino solitario, donde no se veía a ningún cristiano por los alrededores y casi ni volaba una mosca; se soltó el extremo del caño de escape y resultaba imposible seguir transitando .La única solución viable era conseguir un trozo de alambre para atarlo, cosa casi muy complicada de lograr en esa situación. Tenía dos alternativas, desesperar o no desesperar. Optar por la segunda era la mas lógica y positiva.

La pregunta sería ...¿existen algo así como los milagros? ....De ser así, podría suponerse que tienen que ser ruidosos y, hasta salir en los diarios y la televisión. Dejo en el aire esta inquietud, que por cierto da para mucho.

El hecho concreto es que no desesperé; allí en medio de aquellas soledades, expuesto a que ya empezaría a oscurecer.

Fue entonces y al poquito tiempo que, confieso, me había parecido algo eterno, apareció un camión transportando alambres; iban trabajadores que estaban encargados de dividir los campos y reparar lo que hiciere falta en ese sentido. Era la primera vez en tantos viajes, que veía uno de esos, justo cuando lo precisaba.

Entonces me acerqué a ellos y, como decimos en Argentina, "siempre hay un gaucho en las Pampas". Obviamente solucioné el problema del auto y pude continuar con el viaje gracias al trozo del citado material que me dieron con toda naturalidad y sin hacer mucho ruido.