América Latina: ¿Reserva Estratégica de EUA?
Síntesis en Revista Osal N.25, Buenos Aires, Clacso Año X, Abril 2009
John Saxe-Fernández
1 Preámbulo. La Dependencia Estratégica
Los referentes empíricos e históricos a los que apunta el concepto de “dependencia estratégica”, aunque presentes en la experiencia de civilización humana y su relación con el uso y transformación de los recursos naturales por el
desarrollo de la agricultura, la metalurgia y el empleo de los combustibles fósiles, están fuertemente engranados con la mecanización e industrialización civil y militar experimentada por el capitalismo en el periodo posrenacentista y de manera particular e intensa con el arribo del carbón, uno de los detonantes de la era industrial, abriéndose la posibilidad de un nuevo principio de acumulación: la implementación de energía obtenida físicamente.
La experiencia de mediados del Siglo XVIII a la fecha muestra que el cuadro de estratificación de poder de las relaciones internacionales está fuertemente impactado por la productividad industrial. El acceso, control y utilización de los combustibles fósiles, (carbón, petróleo, gas natural), la producción de hierro y acero y de un amplio espectro de materias primas no sustituibles localizados en la periferia capitalista como bauxita, cromo, cobalto, cobre, manganeso, níquel, zinc y uranio, entre muchos otros (ver cita L) son parámetros básicos utilizados en la ciencia social para determinar el potencial militar e industrial entre las naciones.
Como la demanda de recursos, incluyendo en tal categoría todas las materias primas y todo tipo de deshechos crece en proporción a la expansión de la producción, al dar inicio la segunda década del Siglo XXI parecen más nítidas las advertencias sobre los límites materiales y ambientales al expansionismo capitalista, gestándose desde décadas atrás, un predicamento en el que las necesidades de los países “desarrollados” en general y de Estados Unidos (EUA) en particular, representan una fuerte carga tanto para los recursos planetarios, que son finitos, como para la ecuación ecológica planetaria, requerida para el funcionamiento y permanencia del vulnerable y delicado marco de referencia “bioquímico” en que se sustenta la actividad humana sobre la corteza terrestre.
En los estudios convencionales se interpreta el consumo de combustibles fósiles, de la hidroelectricidad, y la nucleoelectricidad, como un indicador básico para determinar el grado de industrialización de cualquier nación. Según esta perspectiva, así se muestra la capacidad técnica para explotar la energía y se refleja la intensidad del ritmo económico. La situación es más compleja porque no se consideran los costos al medio ambiente, su protección y defensa y porque se desestima el grado en que los guarismos indican la intensidad del “derroche” energético, de metales y minerales, en los países capitalistas centrales.
2. Recursos naturales y Guerra
La guerra es un fenómeno complejo y multifactorial, repleto de incertidumbre. La inmensa literatura sobre la temática plantea perspectivas políticas y militares aisladas, dejando a un lado la incidencia en su etiología de las fuerzas productivas que son las que, con su industrialización en masa y el empuje de la Investigación y Desarrollo, se manifiesta en mortíferos y ecológicamente devastadores despliegues aéreos, terrestres y marítimos. Por ello conviene tener presente que la tecnología propia del proceso de industrialización tornó primordial al logro “interés nacional” el acceso al carbón, hierro así como una amplia gama de materias primas (ver adelante). La intensificación y mayor densidad en los flujos de mercancía, capital y tecnología experimentados con altos y bajos durante el posrenacimiento ocurrió entre el caos y el orden, en ecuaciones cambiantes de poder donde, en especial a lo largo de los Siglos XIX y XX, el dominio de la tecnología, el acceso a una vasta reserva de recursos humanos y materiales resultó central en la ecuación internacional de poder. El acceso a esos recursos, dentro y/o fuera de la respectiva jurisdicción nacional se posicionó, con creciente intensidad, como eje alrededor del cual giraría cualquier intento serio de entendimiento de los intereses materiales de las clases dominantes y para ponderar las necesidades, fortalezas o vulnerabilidades objetivas de los aparatos bélico-industriales. En los últimos doscientos años su impacto en el desarrollo del conflicto internacional en general y en la etiología de las guerras en particular, ha sido decisivo.
La vinculación entre los asuntos de “seguridad” y las carencias de materia prima no es historia nueva, pero durante el siglo XX con la masiva y penetrante “modernización” militar alcanzada, registra un nuevo orden de magnitud, en especial en EUA después de la vasta movilización bélico-industrial de la Segunda Guerra Mundial, misma que muchos han visto como el “ariete” anti-recesivo que costó cerca de 70 millones de vidas y que “rescató” a la economía mundial de la Gran Depresión.
Esa movilización profundizó todavía más la simbiosis entre los grandes monopolios que se fueron gestando a lo largo de los siglos XIX y XX y la experiencia institucional desarrollada desde la fundación de esa nación bajo lo que se conoce como la “presidencia imperial”. Como lo hemos indicado en otra oportunidad , a la luz de la experiencia histórica de dos guerras mundiales y de masivas evidencias documentales, los procesos que se desarrollan alrededor del fenómeno de la “dependencia estratégica” son imprescindibles en todo intento de elaboración conceptual porque, después de todo, la dinámica de la economía industrial capitalista, tal y como ella se ha expresado hasta ahora, ha sido de tal naturaleza que la necesidad de nuevas fuentes de materia prima, mercados y suministros frescos y baratos de mano de obra se amplía constantemente, desempeñando un papel preponderante en todas las etapas del conflicto internacional y en las crisis económicas.
En la era de armamentos nucleares, químicos y biológicos, capaces de ser desplegados desde aire, mar y tierra por medio de la cohetería balística y anti-balística de alcance corto, mediano e intercontinental, es de enorme importancia esclarecer el papel de factores político-institucionales, como los vínculos entre la “presidencia imperial” y los intereses de fracciones del alto capital, en particular en sectores clave como el energético (empresas del petróleo, carbón, gas natural), automotriz y bélico-industrial. Es un sistema que, a decir del politólogo Marcus Raskin opera bajo el principio de que “el gobierno es un negocio y los negocios son el gobierno”.
De igual prominencia sobre la etiología bélica y el orden de probabilidad de su intensificación a nivel local, regional o entre potencias centrales, lo es la dimensión geoestratégica. Ello adquiere un sesgo de alta significación y urgencia cuando, como ocurre en nuestro tiempo, se detecta una acelerada crisis hegemónica estadounidense. Un asunto central a determinar es si el “hegemón” se preocupa por evitar procesos o la gestación de eventos y dinámicas que adquieran un ímpetu propio y que conduzcan a los desenlaces contemplados en el escenario planteado por Falk,( ver adelante) o si, por el contrario, opta con el “brinkmanship”, es decir, la toma de riesgos de guerra general terminal para “persuadir” a los adversarios, como se experimento durante la Guerra Fría y como queda hecho explícito en el proyecto estadounidense de desplegar su sistema antibalístico nacional en Polonia y la República Checa. Al respecto conviene recordar, con Einstein, la naturaleza “Terminal” de una Tercera Guerra Mundial.
En esta esfera y a la luz de los procesos que desencadenaron dos guerras mundiales durante el siglo XX, el manejo racional y equilibrado de la crisis hegemónica, en particular aquella relacionada con la “dependencia estratégica” es crucial, por la centralidad del petróleo, minerales y metales en el funcionamiento industrial y militar. Como bien lo percibió Richard Falk en 1979, en un trabajo dedicado a explorar cómo una Tercera Guerra Mundial podría iniciarse en torno a la disputa por el petróleo en el Oriente Medio:
…las guerras generales en el pasado siempre han ocurrido cuando una gran potencia trata de compensar su declinación económica y política recurriendo a instrumentos decisivamente militares. En estos momentos, creo que el liderato estadounidense está tratando, cada vez con más vigor, de neutralizar una realidad creada y expresada en la debilidad del dólar en la esfera económica y por la pérdida de control sobre el Tercer Mundo en términos de recursos naturales. Estados Unidos está tratando de vencer esa debilidad por medio de la superioridad militar, y es en el contexto de tratar de enfrentar la desventaja política y económica buscando la superioridad militar que las guerras más horribles…han ocurrido.
La observación es más significativa si se tiene presente que ese análisis se hizo pocos meses antes de la enunciación de la Doctrina Carter que fue el fundamento de la “guerra de autosuficiencia anticipatoria” que forma parte central de la Estrategia de Seguridad anunciada por Bush hijo en septiembre de 2002. Se trata de la más grave violación al derecho internacional contemplada por la normatividad derivada de los Juicios de Nuremberg. En 1979 eran contundentes los indicios de la crisis de acumulación del capitalismo, cuyo despliegue se confirma en el descalabro económico-financiero que, al cerrar la primera década del siglo XXI, abate a la economía de EUA y del mundo.
Por ello el manejo soberano de los recursos naturales en contextos bien definidos por el derecho internacional público resulta crucial, tanto desde la perspectiva de la paz mundial como de los equilibrios ecológicos. Así lo reiteraron en 2008 las naciones organizadas en torno a la Unión de Naciones de América del Sur (UNASUR). De aquí también que el reconocimiento del papel de la “dependencia estratégica” en la etiología de las guerras sea crucial. Al finalizar la década de 1970 Richard Barnet percibió este asunto así:
Ya está en curso una lucha global sobre la distribución de los recursos naturales. Un asunto político vital es si quienes detentan el poder del presente sistema de recursos controlará el próximo. La guerra ha sido la forma favorita usada por las grandes potencias para solucionar sus necesidades de recursos. Si se desata otra guerra mundial, lo más probable es que el conflicto ocurrirá en torno a lo que los estados industriales consideren los elementos de supervivencia. El petróleo, desde luego, pero también el hierro, cobre, uranio, cobalto, trigo y el agua.
Ciertamente el éxito logrado por el paradigma leninista, que incluye todas las fuerzas presentes en la creación del producto social, sobre el clausewitziano ,que enfatiza la dimensión político-militar para explicar a nivel de ciencia social los procesos que conducen a la guerra y el conflicto se debió fundamentalmente a su más estricta inmanencia. Además, explicitó condiciones objetivas en el sistema de relaciones internacionales cuando ya el proceso de industrialización experimentaba grandes avances.
Es sobre la base de esa inmanencia, ampliamente corroborada por analistas entre quienes sobresale Michael T. Klare, que en este trabajo se propone que: a) el surgimiento de cualquier guerra particular no es necesariamente un acto deliberado de un actor claramente definido. Las naciones pueden ser compelidas hacia la guerra por fuerzas objetivas internas y eternas, actuando en un sistema de intereses de clases en conflicto: existen factores, como un embargo en el abastecimiento de un bien esencial como el petróleo o el agotamiento de la reserva petrolera, que arrastran y actúan sobre el sistema de intereses de clase, y estas fuerzas pueden desatar ciertos acontecimientos sobre los cuales pueden tener poco o ningún control quienes deciden; y b) las guerras, las operaciones encubiertas y los golpes de estado, usados por las potencias como parte de su arsenal para el apoderamiento de los recursos naturales, pueden tener consecuencias totalmente imprevistas para las mismas clases sociales en cuyo nombre e interés fueron iniciados, financiados y llevados a cabo.
Antes de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, Alemania importaba el 25% del hierro y del plomo consumidos, y cerca del 78% del cobre, mientras que sus suministros principales de plomo y zinc provenían de regiones poco confiables, bajo el control del imperio británico. Se calcula que cerca de diez millones de trabajadores industriales (aproximadamente el 40% del total) se mantenían gracias a actividades directamente vinculadas con la materia prima importada. Naturalmente, la interpretación histórica contemporánea sobre las causas de la Primera Guerra Mundial considera no sólo los aspectos políticos y militares sino también los económicos. Entre los estudios recientes más destacados puede mencionarse el de Fritz Fisher , quien ha presentado abundantes pruebas de que la decisión alemana por la opción bélica obedeció a su desesperado intento por lograr una posición global similar a la belga y la inglesa, sobre la base de instrumentos militares que le permitieran vencer su dependencia de materia prima vital. El autor muestra que, en efecto, entre los objetivos militares de primer orden figuraban las campañas destinadas a la “toma” del hierro de la Lorena francesa, el manganeso, el carbón y el hierro de Ucrania, así como otros recursos estratégicos de Bélgica, Turquía y de las colonias africanas.
Así, la dependencia estratégica ocupa un lugar central entre las fuerzas y factores presentes en la etiología de acontecimientos internacionales de tipo bélico. A nadie escapa el papel de la “dependencia estratégica” alemana en los años treinta, por ejemplo en su déficit de petróleo y hierro requeridos por el rearme y expansionismo militar. Alan Millward, muestra que en esa época Alemania, bajo la movilización bélico-industrial nacionalsocialista, como parte de su respuesta a la humillación de Versalles, se transformó en la principal potencia industrial en Europa. Su ejército surge como el más poderoso en un momento en que, como señala Deighton , la fuerza de trabajo, la generación de energía y la máquina de vapor conformaban el fundamento de la prosperidad y del poder:
Los campos carboníferos alemanes eran inmensos, su población grande y capaz, pero no contaba con abastecimientos petrolíferos. Aunque sólo un sector de punta del Ejército utilizaba tanques y vehículos blindados la economía como un todo se hacía más y más dependiente del transporte motorizado. A pesar de la captura y control de campos petroleros y de la producción de combustible sintético, el suministro petrolero se mantendría como un problema constante para Alemania.
Aún más, según los altos responsables de la economía y del aparato militar, ante una importación del 75% del petróleo consumido, la toma y control de los vastos recursos naturales y petroleros de la Unión Soviética eran según ellos, una necesidad impuesta por la “dependencia estratégica”. Desde junio de 1936, varios años antes de la brutal operación Barbarosa contra Rusia, el general von Fritsch ordenó la realización de un estudio sobre las necesidades financieras, de fuerza de trabajo y en particular de recursos naturales. En un apéndice del estudio se mostró que el factor más delicado y vulnerable era la falta de petróleo y la infraestructura para almacenar al menos un millón de toneladas. Según la tasa de consumo en un escenario de guerra, aún tomando en cuenta la producción de petróleo sintético, Alemania sólo podría pelear por siete meses. Además su dependencia estratégica no se restringió al petróleo: importaba el 90% del estaño, 70% de su cobre, 80% del hule y 99% de la bauxita. El estudio, con la apropiación violenta de los recursos en mente, articulada bajo los parámetros de la “dependencia estratégica”, advierte que “sólo los recursos de la Unión Soviética le permitirían a la máquina bélica alemana continuar la guerra”.
La competencia franco alemana por Alsacia-Lorena fue motivada esencialmente por los depósitos de hierro más grandes de Europa. De igual manera, la controversia entre Polonia y Alemania por la Alta Silesia difícilmente podría explicarse en forma cabal como manifestación de puro sentimiento nacionalista o de un ente denominado “imperativo territorial”, misteriosamente engranado en el aparato genético de los pueblos, porque ciertamente comportó el control no sólo sobre el mayor yacimiento europeo de carbón sino también de vastos depósitos de plomo y de zinc, todos ellos vitales para la expansión industrial durante las primeras décadas del siglo XX.
3. La Centralidad bélico-industrial de la dependencia estratégica
La movilización bélico-industrial, que exige el acceso a una amplia gama de materias primas, junto con el crecimiento del mercado mundial desde las primeras décadas del siglo XX, impulsó un alto grado de interdependencia entre los estados nacionales europeos. Pero la interdependencia también significaba tanto en el contexto europeo como mundial, que algunos estados industrializados eran más dependientes y vulnerables que otros, debido, entre otras razones, a que la distribución de depósitos minerales y de combustible corresponde a ordenamientos geológicos que nada tienen que ver son las divisiones territoriales existentes. No extraña entonces que entre los estados capitalistas, los más dependientes de materias primas estratégicas y de mercados externos, como Alemania, Japón e Italia, resultaron los más beligerantes, internacionalmente agresivos y expansionistas. Inglaterra y EUA ya por entonces contaban con accesos asegurados por medio de esquemas político-económicos y militares de corte imperialista, a los recursos en ultramar: el “Imperio” en el primer caso, y la expansión del “espacio vital” estadounidense sobre América Latina bajo los auspicios del monroísmo de la “presidencia imperial”.
La ausencia de una base interna diversificada de materia prima adquirió mayor peso en el sistema de conflicto de la Europa continental después de la Primera Guerra Mundial, paralelamente con los desarrollos sociales y económicos propios del proceso de industrialización. Las relaciones entre las deficiencias minerales y de combustible y los procesos que culminaron con la Segunda Guerra Mundial son complejas, ya que comprenden tanto los conflictos sociales internos y las tendencias de la economía hacia “soluciones” bélicas de la crisis, como los elementos ideológicos, entre los que destacaba el fanatismo nazi-fascista. Pero la “dependencia estratégica” desempeñó un papel imposible de soslayar. “En cuatro años”, escribía Adolfo Hitler en un memorándum de 1936 en el que discutía la dependencia estratégica teutona,
…Alemania debe ser completamente independiente de otros países en lo que respecta a aquella materia prima que nosotros mismos podremos producir con la habilidad alemana, utilizando nuestra industria química y mecánica y por medio de nuestra industria minera.
Simultáneamente con un dinámico proceso de rearme, el reconocimiento de la “dependencia estratégica” llevó a Hitler y su gabinete a elaborar todo un programa ideológico centrado en dos objetivos principales que, en el terreno de la guerra y del expansionismo aglutinaron, a decir de Eischoltz, “… a la camarilla de Hitler y a todos los monopolios y grupos monopolistas importantes: a) el desmantelamiento de Versalles y b) la incautación de un nuevo espacio vital”.
Como paso inmediato para enfrentar su “dependencia estratégica” planearon un vasto programa de invasiones y ocupación territorial contra Austria, Polonia y la URSS para apropiarse de su fuerza de trabajo, infraestructura industrial e inconmensurables riquezas naturales y erigir una Grossraumwirtschaft (economía de grandes áreas), europea y de ser posible un gran imperio colonial africano.
El programa incluye una germanización de la Doctrina Monroe aplicada por EUA en América Latina . Inspirados en la doctrina y en la práctica del monroísmo estadounidense, los ideólogos del nacional socialismo procedieron a una elaboración doctrinaria que justificara la aplicación de una agresiva e intervencionista política internacional centrada casi exclusivamente en el impulso e interés de los grupos dominantes del capital monopolista. Carl Schmitt, como bien apunta Neumann, surgió como la voz cantante del grupo revisionista del nacional socialismo y encabezó la tarea de reformular y adaptar la Doctrina Monroe a las necesidades del capital monopólico alemán porque la consideraba como “el ejemplo más afortunado de un principio en gran escala de derecho internacional”. No extraña que estas nociones hayan resultado atractivas entre los altos círculos empresariales y de seguridad nacional de EUA, entre otras razones por la hermandad entre las doctrinas de las grandes áreas económicas y la doctrina Monroe, cuya primera gran experiencia, a nivel continental y territorial fue precisamente a costa de vastos territorios mexicanos: una magna operación articulada, como lo ilustra Arthur Schlesinger, bajo la presidencia imperial de James Polk.
El programa nacionalsocialista se orientó a transformar a Europa en su “reserva estratégica” de fuerza de trabajo y recursos naturales, como Washington lo hacía con Latinoamérica y el Caribe, ello como parte de un esquema económico-industrial que, lejos de apoyar una difícil autosuficiencia, se encaminó al almacenaje de la materia prima adquirida del exterior para mejorar las capacidades bélicas, necesarias precisamente para la ampliación del “espacio vital” (Lebensraum) de la base de recursos naturales. Para Hitler et al, la “solución definitiva” a la dependencia estratégica consistió en “…una extensión de nuestro espacio vital, es decir, una ampliación de la base de materia prima y de alimentos de nuestra nación”.
Haciendo referencia al papel crucial en la dinámica histórica de los recursos naturales en general, y de la energía en particular, William L. Shirer ha mostrado abundantemente el papel de la dependencia estratégica en la conducción de los programa bélicos del régimen nazi, mostrando que su éxito se basó no tanto de sus divisiones de infantería, sino de sus tanques y de su fuerza aérea, que, a su vez, dependían del petróleo:
…bajo el mando de Hitler el toque consistió en desarrollar la autosuficiencia alemana en dos materiales sin los que la guerra moderna no podía pelearse: la gasolina y el hule, los cuales habían tenido que importarse. El problema de elaborar gasolina sintética del carbón ya se había solucionado (por los científicos de la compañía Farben) a mediados de los 20. Después de 1933 el gobierno nazi le dio la luz verde a Farben para la elaboración de petróleo sintético, y giró instrucciones para elevar la producción a 300 mil toneladas para 1937.
Con el inicio de las operaciones bélicas, la situación relativa a los recursos naturales se tornó crucial. Albert Speer, el ministro de armamentos de Hitler, dejó un relato bien documentado sobre el impacto de la dependencia alemana de minerales en la elaboración de los planes de “diplomacia coercitiva” (guerra sicológica y política) y de guerra, así como su impacto en los criterios y razonamientos del primer círculo del dictador. Los requerimientos de la industria bélica en torno a minerales como el manganeso, el níquel, el molibdeno, el silicón y el cromo, entre otros, fueron centrales en los planteamientos de Speer. En un memorándum del 11 de noviembre de 1934, dirigido a Hitler, intitulado “Aleaciones en la producción de armamentos y la importancia de las importaciones de cromo de los Balcanes y de Turquía”, Speer muestra la naturaleza de un predicamento para el cual no había “solución” como la que ofrecía, aunque fuera sólo parcialmente, el petróleo sintético:
…consecuentemente, el mineral más escaso es el cromo. Esto es especialmente grave ya que el cromo es indispensable a una industria armamentista altamente desarrollada. Si perdiéramos los suministros de Turquía, las reservas de cromo sólo serían suficientes por 5.6 meses. La manufactura de aviones, tanques vehículos motorizados, proyectiles, armazones de tanques, submarinos y casi la gama entera de artículos de artillería cesarían su producción entre uno y tres meses después de este límite, ya que para entonces las reservas en los canales de distribución quedarían exhaustas.
Para fines del primer semestre de 1945 la interrupción del suministro de cromo turco asestó un golpe fatal a toda la industria armamentista, tal y como lo había previsto Speer. “Suponiendo que continuáramos la producción de armamentos” –escribe Speer-,
…la última distribución de cromo a la industria sería hecha el 1 de junio de 1945. Considerando el tiempo requerido por las industrias procesadoras, la producción dependiente del cromo, que significa la producción entera de armamentos, cesará el 1 de enero de 1946.
La caída de Alemania se aceleró por dos acciones de guerra ejecutadas por la URSS y EUA y dirigidas precisamente a paralizar la maquinaria de guerra alemana negándole tanto el combustible sintético como el acceso a los campos petroleros de Ploesti, fuente de más del 50% del petróleo natural consumido por Alemania. En relación con el primer operativo, Speer expresó:
Jamás podré olvidar la fecha 12 de mayo de 1944. Ese día se decidió la guerra tecnológica. Hasta entonces nos la habíamos arreglado para producir aproximadamente tantas armas como las requeridas por las fuerzas armadas, a pesar de sus considerables pérdidas. Pero con el ataque de 935 bombarderos de la Octava fuerza aérea norteamericana sobre varias plantas de combustible en la Alemania central y del este comenzó una nueva era en la guerra aérea. Significó el fin de la producción armamentista alemana. Al día siguiente, junto con los técnicos de la planta de Leuna bombardeada (una planta de carbón hidrogenado), difícilmente nos abrimos camino entre las ruinas y los escombros de sistemas de conducción y tubos. Las plantas químicas eran extremadamente sensibles al bombardeo.
El arquitecto y ministro de armamentos de Hitler se refería al hecho de que aun las prospectivas más optimistas eran incapaces de concebir que la producción pudiera resumirse sino hasta muchas semanas después.
El segundo incidente fue protagonizado por el ejército de la URSS que, luego de haber encerrado a cincuenta divisiones alemanas en la región báltica, penetró hasta Vyborg en Finlandia, destruyó al grupo central del ejército alemán, avanzó unos 650 kilómetros en seis semanas hasta el Vístula, frente a Varsovia, mientras que en el flanco sur inició un ataque el 20 de agosto del mismo año que “resultó en la conquista de Rumania a finales de mes, y con ella de los campos petroleros de Ploesti, la única fuente de petróleo natural de las fuerzas armadas alemanas”.
Bajo la desesperación e impacto de la dependencia estratégica, Hitler lanzó un fallido intento para tomar Antwerp en Bélgica, no sólo para dividir las fuerzas de los aliados, sino especialmente para tomar los depósitos de combustible y nutrir a los tanques y a la fuerza aérea alemana. Con el flujo petrolero interrumpido y con las plantas de producción sintética destruidas, la maquinaria de guerra alemana paralizada se transformó en un vasto conjunto de ruinas inservibles, confirmando la advertencia hecha por Hitler a su estado mayor en enero de 1941 en el sentido de que,“…Rusia puede transformar los campos petroleros rumanos en basura humeante…y la vida misma del Eje depende de esos campos petroleros”.
4. Dependencia estratégica: Alemania, Estados Unidos.
Tanto el sistema industrial-militar alemán, la primera “economía de guerra” cabalmente desarrollada en el siglo XX como su proyecto histórico expresado en un Destino Manifiesto (Lebensraum), resultaron demasiado grandiosos para las capacidades geográficas y demográficas del estado alemán. El desarrollo de una política internacional coercitiva e intervencionista resultó directamente proporcional tanto a la ambición de la clase dominante alemana, como a su agudo estado de “dependencia estratégica”, es decir, de limitaciones materiales. Por esta razón la finalidad dominante de la política exterior alemana fue la de superar las carencias internas (en materia prima estratégica, en población, en territorio) utilizando instrumentos económicos, políticos, psicológicos, sociológicos y finalmente militares. El uso de medios no militares de intervención fue amplio: haciendo recurso a la penetración o la infiltración, la desintegración forzada o la atomización (Zerzetsung), la subversión y la defección, el aparato diplomático-militar alemán logró tomar varios estados de la Europa central que eran de su interés por su fuerza laboral, su infraestructura industrial y sus recursos naturales. En el curso de la experiencia diplomática alemana se desarrollaron brutales técnicas intervencionistas que posteriormente EUA habría de ampliar y financiar extensamente dentro y fuera de América Latina y el Caribe, considerada en su planeación militar y económica como “reserva estratégica”, es decir, fuente además de fuerza de trabajo barata de un amplio espectro de minerales, agua, biodiversidad y de energéticos -gas, petróleo- un asunto nodal por el agotamiento de la reserva petrolera de EUA, que se acelera desde que se detectó a principios de la década de 1970 como lo había previsto, utilizando una innovadora técnica estadística, el geólogo estadounidense M. King Hubbert. Como técnica de guerra política, la infiltración consistió en una penetración deliberada o planificada de ciertos grupos políticos, militares y sociales de un estado dado por parte de agentes y agencias del poder interventor (bajo los efectos de la codicia y la “dependencia estratégica”) con fines de manipulación, es decir, para ampliar su influencia y control en la dinámica política interna del estado a ser intervenido, en asuntos vinculados con concesiones petroleras, gaseras, mineras, acuíferas y forestales. En tanto que tal tipo de penetración es un acto deliberado de “manejo”, usualmente se la encubre bajo el manto del “secreto de seguridad nacional”, mientras que, simultáneamente, se desarrollan capacidades para “negar plausiblemente” su ocurrencia en caso de que la operación fuera descubierta prematuramente. La política exterior nazi hacia Checoslovaquia es un ejemplo claro de esta técnica de “política exterior”, especialmente por su exitosa explotación de vulnerabilidades por las tensiones raciales y étnicas. La utilización de los conflictos entre checos y los eslovacos para dividir el país y facilitar así la intervención y el control sobre las decisiones políticas y económicas de interés a las empresas alemanas fue intensa y extensa, mientras el uso del antisemitismo como fuerza social y política para dividir a la población fue sumamente efectiva, logrando no sólo la polarización interna, sino también la desmoralización, el resentimiento y la amargura.
Después de la guerra fría y del uso del anticomunismo como táctica para proyectar poder policial-militar y económico, Washington utiliza una vasta campaña “anti-crimen” y “anti-narcóticos”, con fines semejantes, un programa de especial intensidad en el México y la Colombia de principios del siglo XXI.
La correspondencia entre la política exterior nazi en Europa central y en la Unión Soviética, y la estadounidense en América Latina, el Caribe en el Oriente Medio y crecientemente en África, se percibe si se tiene en cuenta los rasgos que han caracterizado esas diplomacias, así como el papel preponderante que desempeña la “dependencia estratégica” en ambos casos. Es claro, como se plantea a lo largo de este trabajo, que esta correspondencia no puede ser aprehendida si no es por medio de la generalización y abstracción logradas a partir de acontecimientos concretos. En este plano, en los dos casos, la penetración, la desintegración forzada y la subversión de los estados victimados desembocó usualmente en periodos de control encubierto de las acciones políticas internas o externas de importancia para el poder interventor. Tales acciones incluyen aquellas que afectan los “intereses vitales” del estado interventor (por ejemplo las políticas sobre el manejo del petróleo desde PEMEX); las que impactan la posición de poder relativo del estado victimizado en relación con el agresor y las acciones que inciden en el poder relativo, dentro del estado agredido, de los círculos militares, empresariales, partidos políticos o facciones por medio de las que el estado interventor extiende su influencia y control.
Las operaciones clandestinas de la diplomacia nacionalsocialista alemana y estadounidense pueden verse aisladamente y también se pueden percibir los resultados aislados; pero su naturaleza sólo se aclara cuando esas operaciones se conceptualizan en el contexto de la dinámica del sistema social y en relación con rubros centrales como el relacionado con las políticas que favorecen los intereses empresariales, bancarios, mineros, petroleros, etc, es decir con factores definitorios como el de la “dependencia estratégica”. Por ejemplo, ya desde 1948 quienes decidían en EUA habían dictaminado, por conveniencias y circunstancias cuyo análisis y explicación rebasan la intención de este trabajo , por una parte que el comunismo soviético representaba la más seria amenaza a la seguridad nacional y a la prosperidad estadounidense, mientras que la amenaza externa coincidía plenamente con el desarrollo de mecanismos de intervención militar y no-militar por parte de los EUA para garantizar el acceso de sus empresas a los mercados y, fundamentalmente, a la materia prima del Tercer Mundo. Al respecto cabe recordar que después de la Segunda Guerra Mundial se observó un notable incremento en los precios de la materia prima industrial: no sólo el petróleo sino también cobre, plomo y estaño. Durante los primeros nueve meses de 1947 EUA ya importaban el 31% del manganeso, el 47% de la cromita y el 57% del platino. A principios del siglo XXI los niveles de dependencia estratégica, en la mayoría de los minerales esenciales supera el 85% y en casos cruciales, como se verá adelante, es del 100%. En la década de los setenta, para su funcionamiento anual EUA importaba cuatro mil millones de toneladas métricas de minerales. Esa cifra, que no incluye las importaciones petroleras, se acrecentó de manera incesante.
De acuerdo con Alan Bateman, los últimos años del decenio de 1940 fueron “un punto crucial en la posición a largo plazo de la materia prima para EUA. Es inevitable –recalcaba en 1948-, que EUA tendrá que depender de fuentes extranjeras de minerales”. La utilización de la “guerra política” para lograr acceso seguro a materia prima esencial, como el petróleo en el caso venezolano y mexicano, o el cobre en el de Chile o el estaño, en el de Boliva, etc ad nauseam, fue inaugurada y recibió su más amplia ejemplificación con la serie de acontecimientos auspiciados por EUA a fin de modificar los “obstáculos políticos” que impedían su acceso y su control de los vastos depósitos petroleros de Irán. El derrocamiento de Mohammed Mossadegh, de reconocida posición nacionalista y la restauración de Reza Shah Pahlevi en 1953 se cuenta entre los operativos de desestabilización más “exitosos” de la diplomacia encubierta de EUA por medio de la recién establecida (1947) Agencia Central de inteligencia (CIA).
Los favorecidos por estas operaciones clandestinas, que de paso violan los principios más elementales del derecho internacional, constitucional, mercantil y penal, han sido, indefectiblemente, los grandes intereses monopólicos petroleros, del gas natural, automotrices y bélico-industriales de EUA. Por ejemplo, la operación en Irán tuvo como fin modificar su política nacionalista en relación con el petróleo. Como lo reseña Richard Falk, los beneficiarios inmediatos del derrocamiento de Mossadegh,
…fueron los poderes corporativos multinacionales europeo-estadounidenses. La motivación no aceptada (es inaceptable), pero ampliamente documentada ahora es el grado tan intenso en que la política exterior estadounidense en el Golfo Pérsico reflejó los intereses corporativos. Existía una relación simbiótica entre las corporaciones y el gobierno estadounidense en el Cercano Oriente, en la cual cada una servía de guardián de los intereses del otro.
Hans Tofte, jefe de todas las operaciones clandestinas de la CIA en aquel entonces corrobora el aserto de Falk cuando se ufanó de la operación, mencionando precisamente la “dependencia estratégica” como motivo de fondo. Después de afirmar que Mossadegh era una “marioneta soviética” que había derrocado al Sha “para abrir la puerta a una toma soviética del Irán y su petróleo”, remató la idea diciendo que es
… un petróleo que ahora mantiene a las industrias europeas en funcionamiento y que, incidentalmente, también mantiene un vasto número de automóviles estadounidenses recorriendo nuestras carreteras de costa a costa”.
El programa de asistencia militar de EUA en América Latina, aplicado desde el Comando Sur desde donde también opera a partir de 2008 la Cuarta Flota, -reactivada en 2008 después de 60 años- así como el programa de seguridad pública, el Plan Colombia, la Iniciativa Mérida y la “integración” de México al Comando Norte que opera de Alaska al Suchiate, el Golfo de México y una amplia franja del Océano Pacífico, tiene como fin, -junto a un amplio despliegue de bases militares, la creación de capacidades para la intervención y ocupación de las áreas donde se localizan los recursos naturales del mayor valor estratégico-comercial.
Por medio de la campaña anti-crimen y anti-narcóticos desplegada desde el Departamento de Defensa, la CIA, la Drug Enforcement Administration y la Nacional Security Agency, antes y después de la guerra fría, Washington desarrolló un esquema de guerra política semejante al esquema de Zersetzung o desintegración forzada del nacionalsocialismo. El vínculo entre Zersetzung y dependencia estratégica es crucial ya que consiste en
…el desgarre de la estructura política y social de un estado victimizado hasta que la estructura de la moral nacional se desintegra y el estado es incapaz de resistir una intervención más intensa…La idea de explotar las vulnerabilidades políticas, psicológicas y sociológicas no es nueva, pero no es sino desde la era nazi que esta idea ha logrado aclararse como parte integral de la planificación política y militar; es decir, como parte de los planes de guerra. Ciertamente, el término Zersetzung fue utilizado primero por los nazis para describir sus operaciones-altamente exitosas- de desmoralización en el extranjero, combinadas con otras técnicas de guerra política, incluyendo todo tipo de persuasión, desde la propaganda hasta la violencia más brutal”.
En países latinoamericanos como el Chile de Allende, México y Colombia, las operaciones de guerra política y urbana son utilizadas como técnicas de “desestabilización” y se realizan con la acción combinada de las corporaciones privadas transnacionales de EUA coordinadas por medio de las cámaras de comercio estadounidenses, las burocracias de seguridad nacional con sede en Washington que operan desde las respectivas embajadas y los instrumentos policial-militares desarrollados por medio de los programa respectivos, en nuestros días incluyendo dotaciones especiales para el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida en México dedicadas a la adquisición de equipo y adiestramiento militar-policial estadounidense.
Desde el gobierno de James Carter, cuando EUA sufrió un fuerte impacto geoestratégico por haberse comprobado el inicio del agotamiento de su reserva de petróleo convencional y el simultáneo embargo decretado por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a raíz de la Guerra del Yom Kippur en 1973, la Casa Blanca ordenó una intensificación del Zersetzung y otras operaciones de espionaje con la finalidad de consolidar el control abierto y/o encubierto sobre el proceso de decisiones local en asuntos vitales relacionados con la política petrolera. En estas tareas los programas tanto del Banco Mundial como del Banco Interamericano de Desarrollo se articulan con las del aparato de seguridad nacional. Las dimensiones de la actividad estadounidense de corte diplomilitar, de espionaje y el impulso a esquemas de integración comercial y en materia de seguridad en México, aumentó en proporción al incremento en las estimaciones hechas tanto sobre la reserva petrolera mexicana y el agotamiento de la estadounidense como de otros recursos naturales incluyendo los minerales, el agua y la biodiversidad.
5. México: punta de lanza hacia América Latina.
Aunque se remarca poco en las discusiones suscitadas por la repentina, prematura y riesgosa decisión del gobierno mexicano, bajo Salinas de Gortari, de apresurar la firma de un tratado de libre comercio con EUA, el factor geoestratégico y de seguridad aglutinados en el concepto de “dependencia estratégica” juega un papel imposible de soslayar. La interrelación de los procesos de “integración profunda” con EUA y Canadá, auspiciados desde el Council on Foreign Relations , la adopción de una política económica dirigida hacia afuera, y los aspectos militares y de seguridad impulsan sinergias que afectan la viabilidad del Estado nacional mexicano, situación que adquiere un carácter más complejo y delicado si la atención se enfoca a la región norte de México. Un estudio sobre la dialéctica entre microrregionalización y macroregionalización realizado por el autor con base en análisis ofrecidos por Pablo González Casanova y Robert Cox sobre el contexto (la “globalización neoliberal” experimentada después del fin de la guerra fría) en que ocurren esos procesos, advierte que el juego de fuerzas desatadas por la incautación neoliberal de bienes, empresas e infraestructuras nacionales puede inducir una fragmentación de la “jurisdicción territorial” de la Federación Mexicana.
La vinculación que históricamente ha existido entre los programas militares, de seguridad y las inversiones de los grandes monopolios de EUA en América Latina adquiere mayor peso en momentos en que la potencia norteña enfrenta su “peak oil” y el agravamiento de una crisis de acumulación sin precedentes. De aquí que la proyección de poder militar de EUA hacia áreas donde están localizados los recursos vitales, Oriente Medio, África y América Latina y el Caribe, se ha intensificado . Su propensión a utilizar a América Latina como plataforma de re-lanzamiento, después de su fracaso militar en Irak, no puede desestimarse. Si en el caso alemán la naturaleza parasítica del capitalismo alemán fue intensa, la inclinación fagocítica del actual capitalismo estadounidense en crisis quizá sea mayor. La cada vez más visible disolución del orden de posguerra (Bretton Woods, OTAN, etc con Washington a la cabeza) en varias subunidades con intereses encontrados en aumento, ocurre paralelamente a la creciente incapacidad de la economía estadounidense o cualquier otra, de coordinar el sistema capitalista como un todo y con un perceptible “repliegue” de EUA hacia el hemisferio occidental después de la catástrofe estratégica en Irak, algo semejante a lo ocurrido en los años setenta del siglo pasado después del desplome militar sufrido en Vietnam. Pero en el país sudasiático el revés, que costó millones de vidas, fue táctico. En Irak y Oriente Medio es un descalabro estratégico.
El entusiasmo de republicanos y demócratas de establecer “fortalezas regionales” en América Latina coincide con intentos prácticos y retóricos por socavar a regímenes nacionalistas, en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y en cierta medida en Brasil, Argentina y Paraguay, que han distanciado su diplomacia y política económica de los lineamientos estadounidenses encaminados a promover sus intereses privados nacionales y a resolver o al menos mitigar su dependencia estratégica. En esencia la postura de EUA fue sintetizada por Alan Stoga de la firma consultora Kissinger Associates, representante de intereses empresariales, bancarios y de seguridad nacional así:
Por razones estratégicas y comerciales, el futuro de América Latina está en EUA y viceversa...Es necesario empezar a explorar lo que significaría un acuerdo de libre comercio hemisférico…el eje clave es México, Estados Unidos y Canadá. Si este acuerdo trilateral de libre comercio se desarrolla…se empezaría a alentar el desarrollo de relaciones comerciales que a la larga conduciría a una zona comercial hemisférica.
Frente a esta versión estadounidense de una Grossraumwirtschaft hemisférica la soberanía territorial es un aspecto crucial para las naciones latinoamericanas: se trata de la preservación en manos nacionales de los recursos naturales localizados los espacios bajo esas jurisdicciones. La codicia empresarial y la “dependencia estratégica” serían dos pilares centrales en el intento estadounidense por desplegar en América Latina, sea a través de la “guerra anti-terrorista” o anti-narcóticos, las nociones centrales derivadas de la Doctrina Carter y de Doctrina de Seguridad presentada por Bush en Septiembre de 2002 bajo la rúbrica de la Guerra de Auto-defensa Anticipatoria”. La petroguerra contra Irak, una mezcla palpable de codicia y “dependencia estratégica”, se realizó bajo las premisas anidadas en la Doctrina Carter cuando éste, con los vastos recursos petroleros del Golfo Pérsico en la mira, proclamó en enero 23 de 1980 ante el Congreso –y el mundo- que,
Todo intento de una fuerza exterior de controlar el Golfo Pérsico será percibido como un ataque a Estados Unidos. Se utilizarán los medios adecuados, incluyendo el uso de la fuerza, para rechazar este ataque.
Además, según Carter, la presencia del ejército de la URSS en Afganistán “constituía una amenaza” en una región que posee “dos terceras partes de los recursos petroleros exportables del mundo”, localizada “a trescientas millas del océano Índico y el estrecho de Ormuz, una vía marítima por la cual debe transitar una parte esencial de los recursos petroleros del mundo”.
Ese mismo año y bajo el impacto triple, de la “dependencia estratégica” de EUA en el petróleo del Oriente Medio, el embargo petrolero decretado contra EUA por la OPEP en 1973 –con apoyo del Rey Faisal de Arabia Saudita, quien pronto sería asesinado- y el arribo de la reserva petrolera, de EUA desde los inicios de esa década al “techo” de producción, Carter creó en 1980 el núcleo del Comando Central, cuya “responsabilidad es proteger el flujo petrolero” en esa región. Para tal efecto se destinaron fondos para la creación de un Destacamento Conjunto de Despliegue Rápido en la base aérea de MacDill, “asignándole la responsabilidad de las operaciones de combate en el Golfo”. Tres años después, Ronald Reagan transformó ese Destacamento en el Comando Central.
Así, desde la “doctrina” y la “práctica” Carter enteró al mundo y a sus sucesores, que su país tenía “derecho” al uso de toda medida, incluida la fuerza, para garantizar, sus “intereses vitales”. Y el acceso y “protección” del petróleo del Oriente Medio encabeza la lista de esos “intereses”. Como lo supo Zbigniew Brzezinski, el entonces asesor de seguridad nacional de Carter, aquello fue una réplica de los argumentos y de la práctica de las fuerzas de despliegue rápido (blitzkrieg) nazi para apoderarse de los recursos naturales y humanos que codiciaban los monopolios alemanes en Europa y Rusia.
Con Bush –hijo- la receta para Latinoamérica sería un corolario de la Doctrina Carter conocida como “doctrina de las fronteras flexibles”, que Washington trató de aplicar en marzo de 2008 por medio de un ataque a la soberanía territorial ecuatoriana realizado desde Colombia, pocos días antes de la sesión inaugural, en Brasilia, de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), cuyo fundamento es, precisamente, la defensa común de la soberanía territorial de los países firmantes. Sin duda, como lo percibe Carlos Gabetta, la agresión colombiana,
…es una prolongación lógica, un paso más de la estrategia estadounidense para la región a través del Plan Colombia. La pretensión de imponer la doctrina de que cualquier país puede incursionar militarmente en otro con la excusa de perseguir insurgentes, supone arrogarse la decisión de cometer cualquier ilegalidad. Pero como aun así Estados Unidos no podría justificar su participación en América Latina, es necesario que además los insurgentes resulten narcotraficantes.
La “doctrina” derivada de la operación contra Ecuador es clara: en la guerra contra el terrorismo o el narcotráfico la “interdependencia en materia de seguridad” estaría por encima de la soberanía territorial. El planteamiento no es nuevo. Henry Hatch, miembro del Estado Mayor del Departamento de Defensa en declaraciones hechas durante su visita a México con motivo de la lectura del Tercer Informe de Gobierno de Salinas de Gortari expresó que,
…la interdependencia en la seguridad, la economía y el medio ambiente han cambiado la noción de soberanía nacional, dictando una nueva era de administración común de los problemas comunes, tanto a México como a Estados Unidos.
El rechazo de las naciones sudamericanas a lo ocurrido el 1 de marzo no se hizo esperar: desde la OEA y luego el Grupo de Río se rechazó la agresión “colombiana” al tiempo que se reafirmó, por medio de UNASUR, la intención de presentar un frente común ante cualquier amenaza a la integridad territorial y el manejo soberano de los recursos naturales localizados en las jurisdicciones nacionales sudamericanas. Esta postura cuestiona, en su raíz, la tendencia histórica de la clase gobernante de EUA de concebir y usar a América Latina y el Caribe como su reserva estratégica. La “narcotización” de las operaciones diplomilitares de EUA por medio de la Iniciativa Mérida en México y el Plan Colombia tiene como objetivo propiciar la ocupación militar en la porción norte y sur de América Latina. En el sur queda claro que por medio del Plan Colombia, EUA se instala política y militarmente “en el corazón de lo que los geólogos van detectando como la más importante cuenca petrolera del mundo, que incluye la enorme reserva venezolana, “con balcón sobre la Amazonia, la mayor reserva vegetal y acuífera del mundo”.
Además de las cañoneras, (Cuarta Flota, Comando Sur y Comando Norte) el recetario oligárquico-imperial incluye “libre” comercio y desregulación financiera y de la inversión extranjera.
Con la excepción de Cuba, desde 1982 se restauran en México y América Latina, desregulación y librecambismo a ultranza, en medio de creciente corrupción, entreguismo y más autoritarismo policial y militar. Con el TLCAN se renuncia al desarrollo retrocediéndose en los frágiles, pero significativos, logros del desarrollo estabilizador. La “compra-venta de México” se realizó en medio de la capitulación por Salinas y Zedillo de la política exterior y de seguridad. Con Fox y Calderón se combina lo económico-empresarial con lo policial-militar, según dos diseños de la Casa Blanca: la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de la América del Norte (ASPAN) y la mencionada Iniciativa Mérida. La ASPAN comporta una integración profunda (saqueo) de recursos naturales, un apartheid laboral y la tajante exclusión de población y legislaturas de la “agenda trinacional”.
Ante el rechazo sudamericano del esquema de integración “hemisférica” auspiciado por EUA, con México y Colombia como principales “socios” comerciales y militares, el aparato empresarial y de seguridad de EUA insiste y trata de revivir el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). En el tramo final de su mandato Bush, con apoyo del Banco Mundial y el BID, intentó ampliar y “legar” pactos y transas empresariales y policial-militares de ASPAN a América Latina por medio de un engendro dado a conocer el 24 de Septiembre de 2008 como “Caminos hacia la Prosperidad de las Américas”, que la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC) califica como el “Plan B del ALCA”, es decir, un “refrito” del proyecto imperial enterrado por las naciones latinoamericanas en Mar del Plata en 2005 y apoyado por Vicente Fox, el exgerente de Coca Cola que ocupó la presidencia mexicana (2000-2006). Siguiendo los lineamientos sintetizados por Stoga, como el TLCAN y ASPAN, el Plan B contiene: a) “una agenda y acuerdos económico-mercantiles y financieros cubiertos bajo los nombres de competitividad y prosperidad”, y b) “una agenda complementaria de carácter militar y policial de lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, la migración ilegal, etc., usando el placebo de la seguridad”.
Bush lanzó la propuesta desde el Consejo de las Américas/Sociedad Americana, con endosos de presidentes y funcionarios de Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá y Perú. Desesperados y decididos a frenar y desactivar coaliciones regionales y de construcción social alternativa como UNASUR, EUA y sus aliados (auténticos unos y bajo coacción o soborno otros) promueven el Plan B, el despliegue de la Cuarta Flota, los Comandos Norte y Sur del Pentágono, con un rosario de bases militares y los dos programas de ocupación territorial en México y Colombia, sustentados en terrorismo de Estado y ejércitos mercenarios (outsourcing militar).
Existe concordancia entre la perspectiva empresarial y militar estadounidense en el sentido de que el acceso y control de los recursos naturales del “hemisferio” resulta asunto crucial, en particular después del desgaste estratégico sufrido en Irak. La “dependencia estratégica” de EUA encabeza su agenda militar hemisférica tanto por lo que se refiere a los abastecimientos de petróleo y gas como de los metales y el resto de los minerales, de la A de aluminio a la Z de zinc.
En un contexto de creciente competencia con otros polos industrializados por esos recursos naturales Washington recurre a un inusitado fortalecimiento de su marina a nivel global, dirigido a intensificar su ya de por sí amplia presencia en los puntos clave de las líneas de comunicación marítimas (LCM) en general, y de las que son fundamentales en relación al hemisferio occidental como un todo, incluyendo las de América Latina. Una presencia naval sobre la región como la que ya se experimentó durante el gobierno de Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial: después de todo, exceptuando el arrastre terrestre y los oleoductos entre EUA y sus dos vecinos, las crecientes importaciones petroleras y minerales , tanto de México y Canadá como del resto del mundo que requiere el funcionamiento del aparato industrial estadounidense se realizan por la vía marítima. De ahí el ascenso del almirantazgo en el escalafón del Pentágono : un indicio del reforzamiento de su marina, que posee nueve portaaviones nucleares y tres convencionales, que transportan hasta ochenta aviones o helicópteros y grandes contingentes de soldados, marinos y pilotos:
Alrededor de estos gigantescos buques gravitan cruceros, destructores, submarinos a menudo autodirigidos y equipados con misiles. La marina estadounidense vigila en bases diseminadas en la superficie del globo y patrulla las principales rutas marítimas. Es la espina dorsal, el torrente sanguíneo de una nueva clase de imperio. Los barcos transportan a los aviones, que son los principales proveedores de soldados, material y provisiones. Tanto en Washington como en el Pentágono, la navy adquirió recientemente mayor importancia que los ejércitos de tierra y aire.
Leonard G. Gaston indica que desde 1980 el General Alton D. Slay, entonces a cargo del Comando del Sistemas de la Fuerza Aérea, advirtió al Congreso que no sólo se presentaban “serios problemas” con la “dependencia de las importaciones petroleras” por parte de EUA sino con la carencia de al menos cuarenta minerales, “esenciales para una defensa adecuada y una economía fuerte”. En ese entonces, recordó Alton, EUA importaba más de la mitad de al menos veinte minerales “esenciales”. Los estudios del Naval War College apuntan desde hace tiempo que no sólo en tiempos de guerra o de crisis y “emergencia nacional” le será necesario a EUA “minimizar” su dependencia de suministros petroleros y minerales localizados “fuera” del hemisferio occidental, sino también en “tiempos de paz”. Las propuestas planteadas en investigaciones sobre la “dependencia y vulnerabilidad” que acarrea la importación de materia prima adquirida de fuentes “fuera del continente americano” y definida como “estratégica y esencial”, plantean la conveniencia de que las vetas de estos minerales “puedan ser substituidas por fuentes latinoamericanas, incluyendo el Caribe, América Central y Sur América” . Estudios más recientes del Mineral Information Institute ofrecen listados sobre la creciente falta de autosuficiencia de EUA en materiales prioritarios que debe importar al 100 %, entre ellos arsénico, columbo, grafito (estratégico), manganeso, mica, estroncio, talantium, ytrium. EUA también es deficitario al 99% de la bauxita y alúmina; 98% de piedras preciosas; 95% de diamantes industriales y asbestos; 94% del tungsteno; 91% del grupo de metales del platino; 84% del estaño; 79% del cobalto; 75% del cromo; 66% del níquel, etc. A este predicamento de aguda “dependencia estratégica” mineral se agrega, como ya se indicó, la más crucial de todas: el déficit petrolero y de gas natural.
“De acuerdo con el Departamento de Energía”, dice la versión no-clasificada del documento United States Command Strategy 2016 presentado por el Comando Sur del Pentágono,
…tres naciones, Canadá, México y Venezuela, forman parte del grupo de los cuatro principales suministradores de energía a EUA, los tres localizados dentro del hemisferio occidental. De acuerdo con la Coalition for Affordable and Reliable Energy, en las próximas dos décadas EUA requerirá 31% más producción de petróleo y 62% más de gas natural, y América Latina se está transformando en un líder mundial energético con sus vastas reservas petroleras y de producción de gas y petróleo.
Ciudad Universitaria, México D.F. Enero de 2009.
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