marzo 31, 2010

Viento y arena

Me acostumbré a tus brazos
como el mar a la orilla.
Me acostumbré a escucharte
mientras amanecían desnudos los campos.
Amar por amar el tiempo que fue de los dos.
Cuando el mar era una promesa,
cuando la libertad tu boca,
cuando tu sonrisa pintaba en azul mis pensamientos.
Amar por amar sintiéndote
enamorada, joven, bella
lasciva, amante, morena.
Amar por amar
promesas y sueños,
diez, veinte, cientos…
Me acostumbré a amarte
cuando el mar era tu playa
y tu piel la arena.
Me acostumbré a amarte
y el tiempo ha sido cruel,
canción triste de lejanas guerras.
Me acostumbré a amarte
y ahora solo me quedan imágenes,
sueños, promesas
viento y arena.


Jesús Ángel Morato

Mar distante... ahí te veo

Si no es el mar, sí es su imagen,
su estampa, vuelta, en el cielo.
Si no es el mar, sí es su voz
delgada,
a través del ancho mundo,
en altavoz, por los aires.
Si no es el mar, sí es su nombre
es un idioma sin labios,
sin pueblo,
sin más palabra que ésta:
mar.
Si no es el mar, sí es su idea
de fuego, insondable, limpia;
y yo,
ardiendo, ahogándome en ella.


Mariposa (technicolor)

Todas las mañanas que viví
todas las calles donde me escondí
el encantamiento de un amor
el sacrificio de mis padres
los zapatos de charol
los domingos en el club
salvo que Cristo sigue allá en la cruz
las columnas de la catedral y la tribuna
gritan gol el lunes por la capital
todos giran y giran
todos bajo el sol
se proyecta la vida
mariposa technicolor
cada vez que me miras
cada sensación
se proyecta la vida
cada vez que me miras
mariposa technicolor
Vi sus caras de resignación
los vi felices llenos de dolor
ellas cocinaban el arroz
él levantaba sus principios
de sutíl emperador
Todo al fin se sucedió
solo que el tiempo no los esperó
la melancolia de morir en este mundo
y de vivir sin una estúpida razon

Yo te conozco de antes
desde antes del ayer
yo te conozco de antes
cuando me fui
no me alejé
llevo la voz cantante
llevo la luz del ayer
llevo un destino errante
llevo tus marcas en mi piel
y hoy solo te vuelvo a ver...

Fito Páez, ciudad de México. Marzo 30, 2010. Me acordé de ti...


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marzo 29, 2010

Megadeth

Nunca pensé que las cosas se darían de forma tan fácil ni que en unos 20 días estaré en el Palacio de los Deportes viendo a una de las bandas clásicas del hard-metal.

Realmente no soy fan de este tipo de música, más bien mis gustos navegan entre el post-punk, el new-wave, el rock and roll, el new-romantic, el grunge y el rock alternativo, sin dejar de lado el hard rock. Pero esta vez sería un grande error en mi vida no asistir.

"Así como tu eres fan de U2, yo lo soy de Megadeth". Gracias al tal Mustaine podré convivir unas tres horas con la única persona en el mundo a la que me es imposible verla como yo quisiera. Allí estaremos y creo que así comenzará una nueva historia en mi vida, donde no me imagino lo que ocurrirá en el futuro inmediato.

Seguramente escribiré lo que pasó en ese concierto. Por recomendación descargué de Rapidshare una antología para irme preparando de lo que me espera la noche del 17. De lo que estoy seguro es de que no me encantará la música. De lo que sí puedo alegrarme es de que por fin nuestros caminos comienzan a cruzarse.

Ahí pues, estaremos. Me encantaría que nos vieras...




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El ÚNICO

Déjame atravesar el viento sin documentos,
que lo haré por el tiempo que tuvimos...
Porque no queda salida, porque pareces dormida,
porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida.
Quiero ser el único que te muerda en la boca.
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar.

Déjame que te cierre esta noche los ojos,
y mañana vendré con un cigarro a la cama.
Porque no tengo más intenciones que seguir
bebiendo de esta copa que no está tan rota.
Quiero ser el único que te muerda en la boca.
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar.

Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque en esta vida
no quiero pasar más de un día entero sin tí.
Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque mientras espero
por tí me muero y no quiero seguir así.

Déjame atravesar el viento sin documentos,
que lo haré por el tiempo que tuvimos...
Porque no queda salida, porque pareces dormida,
porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida.
Quiero ser el único que te muerda en la boca.
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar.

Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque en esta vida
no quiero pasar más de un día entero sin tí.
Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque mientras espero
por tí me muero y no quiero seguir así.

Sometimes

Tough, you think you've got the stuff
You're telling me and anyone
You're hard enough

You don't have to put up a fight
You don't have to always be right
Let me take some of the punches
For you tonight

Listen to me now
I need to let you know
You don't have to go it alone

And it's you when I look in the mirror
And it's you when I don't pick up the phone
Sometimes you can't make it on your own

We fight all the time
You and I...that's alright
We're the same soul
I don't need...I don't need to hear you say
That if we weren't so alike
You'd like me a whole lot more

Listen to me now
I need to let you know
You don't have to go it alone
Visit OldieLyrics.com
And it's you when I look in the mirror
And it's you when I don't pick up the phone
Sometimes you can't make it on your own

I know that we don't talk
I'm sick of it all
Can - you - hear - me - when - I -
Sing, you're the reason I sing
You're the reason why the opera is in me...

Where are we now?
I've got to let you know
A house still doesn't make a home
Don't leave me here alone...

And it's you when I look in the mirror
And it's you that makes it hard to let go
Sometimes you can't make it on your own
Sometimes you can't make it
The best you can do is to fake it
Sometimes you can't make it on your own


marzo 27, 2010

El futuro

Y se muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y se muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.

marzo 16, 2010

Más de 100

Ahora que veo las apiladas cajas de películas me doy cuenta que son más de 100. No sé si son muchas o son pocas, el 80 por ciento de ellas son originales. Me gusta pasar un buen tiempo en Mix-Up buscando verdaderas joyas a buenos precios. Y de repente me distraen en esa tienda de discos canciones como ésta:

marzo 10, 2010

marzo 09, 2010

El terremoto que viene en la ciudad de México



Ocho horas de edición, un día sin dormir, 400 megas de espacio, una dura crítica del pastry chef inconforme con mis videos ("sino lo puedes hacer bien NO lo hagas)... Creo que valió la pena. Se aceptan críticas.

marzo 05, 2010

Entre ruinas y escombros

Una timbrada, luego otra. En total fueron cuatro. Últimamente dejar la cama por las mañanas se había convertido en un inmenso triunfo. A pesar de no dormir tan tarde -cerca de las 2 de la madrugada, acompañado por esta espectacular Luna que últimamente se pasea de forma tan seductora frente a su ventana- ya no le era posible levantarse antes de las siete para escuchar los campanazos de esa bomba de casi 12 años. Pero esta vez, como tantas otras, le dieron las 4 de la mañana y finalmente se dejaba seducir por esas sábanas azules y el cobertor blanco de plumas de dudosa procedencia.

Tras cinco horas de sueños y de vívidos recuerdos en la mente se pudo despertar por dos cosas: una sorpresiva y encantadora llamada (que alimentó en él un gran ánimo para enfrentar el largo día) y esos recuerdos que se agolpaban en su cabeza. Primero fueron las inmensas pilas de concreto colapsadas, después fue ese rechinido de fierros en el piso, de varillas arrastradas y de polvo que comenzaba a tapar sus fosas nasales. Y luego ese penetrante olor. El olor de la desesperación, del sufrimiento, del martirio, del dolor, del miedo. El olor de la muerte.

Y recordó esa empolvada mano coronada por un reloj blanco y correa negra. Recordó el momento que levantó un tablón y unos dedos se asomaban. Recordó que, como un canino, siguió el rastro que lo llevó a ese lugar en específico. Ahí la vio, ahí la encontró. Luego de unas siete horas de búsqueda (aprendiendo con un curso exprés y sobre la marcha el arte del rescate en unos cuantos consejos, con unas cuantas palmadas en la espalda y venciendo al miedo de ingresar a un edificio prácticamente derrumbado), se sintió satisfecho de haberla encontrado, aunque fuera sin vida, aunque yaciera muerta frente a él, con el cabello desacomodado, sentada en su silla y con una pared encima de ella; finalmente tenia un momento de alegría en medio de tanta tragedia. Ahora podía disfrutar de ese momento luego de escarbar, de sudar, de remover escombros debajo del intenso sol caribeño a 32 grados centígrados.

El resto del equipo de rescate se acercó. Para él era la primera vez en su vida que se enfrentaba a una situación como esa y aunque todos sabían que buscaban un cadáver y no un cuerpo con vida, sabían que al menos una familia, un esposo, una madre, un hermano le daría una sepultura decente, con sus mejores vestidos, con sus mejores zapatos, con un poco de maquillaje y con ese reloj desempolvado.

Luego de remover con mucho respeto cada objeto que aplastaba el cuerpo de aquella mujer, vino la hora de sacarla de ese tercer piso (que para ese momento, y por la forma en que se colapsó el edificio donde trabajaba no rebasaba los tres metros de altura) dentro de una bolsa, de un saco largo de color blanco. Quizá en ese momento trató de imaginar el terror de esa persona en el momento del terremoto y de cómo perdió la vida: su cuerpo yacía sentado en la silla, su escritorio no estaba a la vista pero cientos de documentos importantes la rodeaban, incluidas sus tarjetas de presentación. Su mente le ordenó creer que su muerte fue instantánea y no había sufrido por falta de aire, por un insoportable dolor o por una mortal herida. Al levantar su mirada hacia la calle se dio cuenta de que cientos de haitianos observaban ese momento, esa escena, la del rescate de un cadáver. No decían nada, todos guardaban respetuosamente un silencio que lastimaba, que ardía, que dolía, que ahogaba. Cuatro de ellos se acercaron y se les pidió que cargaran la camilla con el cadáver para bajarlo de ese edificio, la única sucursal de Citibank en Puerto Príncipe.

Cuando el equipo de rescate descendía de esa montaña de concreto y hierros retorcidos se encontraron a su paso un bolso negro, grande. Estaba cerca del cadáver y lo llevaron para entregarlo a los familiares, quienes esperaban algún milagro en el estacionamiento. Antes de descender, a unos minutos de que el Sol se escondiera y diera paso a la temible noche haitiana, el más novato de los rescatistas vio una copiosa mancha de sangre en el piso. El penetrante olor, el recuerdo del reloj blanco y la mancha se le fueron tatuando de forma instantánea en su mente. Sabía que esa escena la recordaría por el resto de su vida con una, dos o cien lágrimas cada que se le viniera a la cabeza de forma inesperada, como un terremoto.

Quizá lo más dramático ocurriría después del rescate: uno a uno, los familiares pasaban frente al cadáver cubierto, con las claras intenciones de querer reconocerlo. Quizá sin entender tanto el dolor ajeno, se les pidió a los familiares que sólo uno de ellos la viera, que no era necesario ofrecer un espectáculo de dolor para ya la de por sí adolorida familia. Todos vieron al marido, ahora viudo, para que tuviera ese derecho. Nadie lo objetó. Se acercó al cadáver con la esperanza de no ver a su amada, de creer que era una pesadilla que pronto terminaría y de que al descubrirla otra mujer estaría dentro de ese saco mortuorio. Pero sabía perfectamente que su mente -y su dolor- no lo podían engañar y entonces apareció el rostro de su querida Marie, aquella a la que el día del terremoto le harían una fiesta sorpresa para informarle que se marcharía a vivir con su marido a Estados Unidos de forma legal, pues él había conseguido una plaza disponible para que, juntos, cumplieran su "sueño americano"...

Tres segundos bastaron. Como era de imaginar, el hombre se desmoronó. Un ataque de furia, de rabia, de enojo y de tristeza se apoderó de él. Su familia tragaba lágrimas de dolor y lo quiso consolar, pero él solamente descargaba su frustración a base de gritos, de golpes, de impotencia, de llanto. El dolor humano en su máxima expresión. En ese momento el novato rescatista, también con lágrimas resbalando en sus mejillas se quiso acercar pero los experimentados, los que han vivido esos momentos cientos de veces, le pidieron prudencia.

Con la mirada perdida, cinco minutos más tarde, el viudo se acercó a ese novato quien se encontraba de pie dando fuertes bocanadas a su cigarrillo, para decirle en perfecto español: GRACIAS AMIGO, al tiempo que le daba un fuerte abrazo. Fue en ese momento que el novel rescatista se dio cuenta que no fue a Haití a hacer reportajes en video, sino a recuperar de entre los escombros a esa mujer para entregarla a su marido.