Papers by gustavo britos zunin
Quiero aclarar, en primer término, que este artículo no tiene un formato de contenido específicam... more Quiero aclarar, en primer término, que este artículo no tiene un formato de contenido específicamente académico, sino que es una invitación a la reflexión. Si la lectura pudiera conducir a mayores profundizaciones en términos académicos, el artículo habrá cumplido con su propia función. ¿EN VÍAS DE DESARROLLO? Cuando nos deleitamos escuchando la perfección de alguna gran orquesta sinfónica, o admiramos el virtuosismo de algún gran solista, un director de orquesta excepcional o un gran cantante de ópera, o nos atrapa la obra de algún compositor que cambió el rumbo de la historia de la música, muy rara vez sospechamos cuánto profesionalismo y tenacidad hay detrás de todos los casos. Tampoco solemos pensar que quizá esté ahí el secreto de la alta calidad, y en cambio se la atribuimos al desarrollo de los países de origen. En los carriles de estas vías vamos moviéndonos en dirección a la locomotora que arrastra sus vagones que jamás la alcanzarán, aunque algunos la sigan más de cerca o de lejos. Algunos pasajeros consiguen pasar las fronteras de los vagones y miran hacia atrás, no sin cierta nostalgia y una punzante sensación de fracaso que no siempre saben explicar.
Quadern de les idees, les arts i les lletres, 2019
La música, la ciència i els oients quaderndelesidees.press/la-musica-la-ciencia-i-els-oients-2/ C... more La música, la ciència i els oients quaderndelesidees.press/la-musica-la-ciencia-i-els-oients-2/ Com ja he dit en altres ocasions, el llenguatge que parlen els científics no sempre coincideix amb el dels músics i, menys encara, amb el d'aquells a qui tan sols els agrada la música… I així cadascú es queda una mica a mig camí, si vol entendre alguns dels temes fonamentals d'un art que acompanya la història de la humanitat.
Acerca del círculo de quintas.
Cuando Pitágoras hizo su célebre enunciado: "Cualquier intervalo... more Acerca del círculo de quintas.
Cuando Pitágoras hizo su célebre enunciado: "Cualquier intervalo puede expresarse como una combinación de un número mayor o menor de quintas justas" estableció el cimiento de toda la música occidental durante los próximos 2500 años a partir de aquel momento. En efecto, el enunciado pitagórico permite deducir la escala diatónica calculando 7 quintas justas consecutivas partiendo de un cierto sonido original, lo cual se obtiene multiplicando su frecuencia por 3/2-es decir, 1,5-siete veces. Luego, Pitágoras y Aristógenes desarrollarían el cálculo hasta la cantidad de 12 quintas justas-multiplicando la frecuencia original por 3/2 doce veces-, lo cual equivalía a calcular siete octavas consecutivas sobre el mismo sonido original (es decir, multiplicar su frecuencia por 2 siete veces). De este cálculo derivaría el sistema de 12 tonalidades que hoy conocemos. Pero he aquí que 12 quintas justas no cuadran con 7 octavas y Pitágoras descubrió una pequeñísima diferencia que denominó "coma". El valor de la coma es de 1,0136433, es decir, la diferencia entre las frecuencias de dos sonidos separados por una coma es de un 1,36%, diferencia que es perfectamente audible. El descubrimiento de la coma sería la causa de diversos problemas, ya en aquella época, pero harían crisis varios siglos después cuando el sistema de las tonalidades habría de terminar sustituyendo al sistema modal de los griegos. En año 1679 el teórico y compositor ruso Nikolai Diletski escribía el que se considera primer tratado de composición en la historia, y allí aparece por primera vez el diseño del "Círculo de Quintas", que es un diagrama que intenta visualizar el problema de la coma en el cálculo de 12 quintas justas consecutivas: Pero el círculo de la figura no supera las 12 quintas, y no sabemos lo que sucede más allá de ese límite. ¿Qué sucedería si comenzásemos a calcular quintas justas indefinidamente en dos sentidos: en uno, hacia los sostenidos, y en otro, hacia los bemoles? Suponiendo una afinación (frecuencia) de 1.000 Hz para el DO (es una afinación ficticia, pues en realidad ningún DO en ninguna afinación usual tiene exactamente esa frecuencia, pero un número redondo facilita comprender los ejemplos) he aquí el resultado:
Prescindir de la tonalidad es un axioma en la música contemporánea y, para saber por qué es así, ... more Prescindir de la tonalidad es un axioma en la música contemporánea y, para saber por qué es así, hay muchas explicaciones – incluso divergentes –, con argumentos de toda clase que van desde la ciencia hasta la filosofía y la propia historia de la música. En consecuencia, tal sería el único camino posible para la música de ahora en adelante. En otras palabras, cada compositor deberá adaptar la creatividad a ese punto de vista. La sospecha de que el atonalismo puede ser anticuado, nace de la duda que puede causar la afirmación de que una premisa formulada hace más de un siglo pueda ser una verdad absoluta y sin alternativas para el futuro. El cuestionamiento hecho en este artículo busca así ir más allá de ser una crítica para dar apoyo al público que se resiste a aceptar las propuestas de la música contemporánea. El rechazo de parte del público podría ser, en todo caso, el síntoma de una realidad más profunda que vale investigar. Pero es un síntoma, no un argumento incontestable. Las matemáticas intervienen en determinada etapa de este estudio, pues por esa vía se pueden demostrar algunas cosas extraordinarias para la música y ver más claro qué puede ocurrir cuando se quiere (o se ha querido) reformar o ampliar recursos para la música poniendo la teoría abstracta por encima del arte, o bien al contrario, cuando los conceptos artísticos prevalecen y hasta llegan a ser un fundamento para formular las teorías. Es evidente que el famoso acorde de Wagner no fue el resultado de búsquedas por el lado teórico: Este es el célebre " acorde de Tristán " que se oye así: https://soundcloud.com/gustavo-britos-zun-n/tristan-isolde/s-3tHUn
Todos sabemos que la música es un medio de expresión muy especial, porque lo que nos transmite – ... more Todos sabemos que la música es un medio de expresión muy especial, porque lo que nos transmite – o nos " dice " – es intangible, excede lo expresable de cualquier otra manera. Excede incluso lo expresable mediante palabras, pues en la música cantada la letra tiene un contexto íntimo donde la música llega a decir lo que el texto, de por sí solo, no puede.
Además la música tiene otra particularidad, respecto a cualquier otra arte, y es que exige aprender muchas habilidades para que se oiga. Quien no sea capaz de saber cantar o tocar un instrumento, nunca podrá expresarse con música por más inspirado que estuviese y aunque una música maravillosa le estuviera sonando en la cabeza. Esto, para no hablar de poder transmitir esos sonidos por escrito, en una partitura, lo cual demanda conocer y dominar aspectos teóricos que suelen ser bastante complejos y que en ocasiones abarcan aspectos de la ciencia.
En definitiva, la música es capaz de decirnos algo siempre y cuando exista un ejecutante, un intérprete, y no tan sólo un compositor.
Esto, como fácilmente se entiende, demanda ciertas habilidades. Como todas las habilidades que se pueden adquirir, la de los músicos también tiene un punto de partida en las funciones del cerebro. Esto incluye la habilidad que se puede adquirir para escuchar, pues el oído también se educa para percibir cada vez mejor la relación entre los sonidos por su altura, intensidad, duración y timbre. Cuanto mayor sea la habilidad del oído, mejor capacitados estaremos para entender el lenguaje de la música y saber qué nos dice. Siendo que todo esto es de interés sobre todo para los músicos, y muy particularmente para los ejecutantes de algún instrumento – pues ellos son quienes nos transmiten en sonidos lo que dice el lenguaje de la música –, este extracto de otras publicaciones mías espero que les sea de utilidad en el desarrollo de sus profesiones, igual que al enseñar y, para estudiantes avanzados, en el acto de aprender a desarrollar las habilidades necesarias.-
Veamos cómo trabaja el cerebro humano cuando los sentidos reciben cualquier estímulo, incluso auditivo. Digamos antes que nada que la música tiene un alto poder evocador que se debe a que en la experiencia musical interviene la memoria en forma muy intensa, no sólo en el acto de escuchar, sino también al tocar un instrumento y el entorno que todo ello supone. Sepamos que si la música no nos dice nada, muy probablemente sea porque tampoco nos recuerda nada.
La flauta más antigua que se conoce fue hallada en un yacimiento en el suroeste de Alemania y dat... more La flauta más antigua que se conoce fue hallada en un yacimiento en el suroeste de Alemania y data de entre 30.000 a 40.000 años (inicios del Paleolítico Superior) y permite tocar siete notas. Varios otros ejemplares se han descubierto también en otras partes de Europa, así como también en Asia y América. Esos instrumentos tienen una característica en común: permiten tocar escalas en forma aproximadamente equivalente al orden de las notas do-re-mi-fa-sol-la- (si), o bien, escalas pentatónicas como fa-sol-la-do-re o similares. Esto plantea una interrogante muy interesante: Puesto que los humanos prehistóricos no conocían la ciencia de la Acústica, ¿por qué construyeron instrumentos de esas características?
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Todos sabemos que la música es un medio de expresión muy especial, porque lo que nos transmite – ... more Todos sabemos que la música es un medio de expresión muy especial, porque lo que nos transmite – o nos “dice” – es intangible, excede lo expresable de cualquier otra manera. Excede incluso lo expresable mediante palabras, pues en la música cantada la letra tiene un contexto íntimo donde la música llega a decir lo que el texto, de por sí solo, no puede.
Además la música tiene otra particularidad, respecto a cualquier otro arte, y es que exige aprender muchas habilidades para que se oiga. Quien no sea capaz de saber cantar o tocar un instrumento, nunca podrá expresarse con música por más inspirado que estuviese y aunque una música maravillosa le estuviera sonando en la cabeza. Esto, para no hablar de poder transmitir esos sonidos por escrito, en una partitura, lo cual demanda conocer y dominar aspectos teóricos que suelen ser bastante complejos y que en ocasiones abarcan aspectos de la ciencia.
En definitiva, la música es capaz de decirnos algo siempre y cuando exista un ejecutante, un intérprete, y no tan sólo un compositor. Esto, como fácilmente se entiende, demanda ciertas habilidades.
Como todas las habilidades que se pueden adquirir, la de los músicos también tiene un punto de partida en las funciones del cerebro. Esto incluye la habilidad que se puede adquirir para escuchar, pues el oído también se educa para percibir cada vez mejor la relación entre los sonidos por su altura, intensidad, duración y timbre. Cuanto mayor sea la habilidad del oído, mejor capacitados estaremos para entender el lenguaje de la música y saber qué nos dice.
Siendo que todo esto es de interés sobre todo para los músicos, y muy particularmente para los ejecutantes de algún instrumento – pues ellos son quienes nos transmiten en sonidos lo que dice el lenguaje de la música –, este extracto de otras publicaciones mías espero que les sea de utilidad en el desarrollo de sus profesiones, igual que al enseñar y, para estudiantes avanzados, en el acto de aprender a desarrollar las habilidades necesarias.
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Cuando Pitágoras hizo su célebre enunciado: "Cualquier intervalo puede expresarse como una combinación de un número mayor o menor de quintas justas" estableció el cimiento de toda la música occidental durante los próximos 2500 años a partir de aquel momento. En efecto, el enunciado pitagórico permite deducir la escala diatónica calculando 7 quintas justas consecutivas partiendo de un cierto sonido original, lo cual se obtiene multiplicando su frecuencia por 3/2-es decir, 1,5-siete veces. Luego, Pitágoras y Aristógenes desarrollarían el cálculo hasta la cantidad de 12 quintas justas-multiplicando la frecuencia original por 3/2 doce veces-, lo cual equivalía a calcular siete octavas consecutivas sobre el mismo sonido original (es decir, multiplicar su frecuencia por 2 siete veces). De este cálculo derivaría el sistema de 12 tonalidades que hoy conocemos. Pero he aquí que 12 quintas justas no cuadran con 7 octavas y Pitágoras descubrió una pequeñísima diferencia que denominó "coma". El valor de la coma es de 1,0136433, es decir, la diferencia entre las frecuencias de dos sonidos separados por una coma es de un 1,36%, diferencia que es perfectamente audible. El descubrimiento de la coma sería la causa de diversos problemas, ya en aquella época, pero harían crisis varios siglos después cuando el sistema de las tonalidades habría de terminar sustituyendo al sistema modal de los griegos. En año 1679 el teórico y compositor ruso Nikolai Diletski escribía el que se considera primer tratado de composición en la historia, y allí aparece por primera vez el diseño del "Círculo de Quintas", que es un diagrama que intenta visualizar el problema de la coma en el cálculo de 12 quintas justas consecutivas: Pero el círculo de la figura no supera las 12 quintas, y no sabemos lo que sucede más allá de ese límite. ¿Qué sucedería si comenzásemos a calcular quintas justas indefinidamente en dos sentidos: en uno, hacia los sostenidos, y en otro, hacia los bemoles? Suponiendo una afinación (frecuencia) de 1.000 Hz para el DO (es una afinación ficticia, pues en realidad ningún DO en ninguna afinación usual tiene exactamente esa frecuencia, pero un número redondo facilita comprender los ejemplos) he aquí el resultado:
Además la música tiene otra particularidad, respecto a cualquier otra arte, y es que exige aprender muchas habilidades para que se oiga. Quien no sea capaz de saber cantar o tocar un instrumento, nunca podrá expresarse con música por más inspirado que estuviese y aunque una música maravillosa le estuviera sonando en la cabeza. Esto, para no hablar de poder transmitir esos sonidos por escrito, en una partitura, lo cual demanda conocer y dominar aspectos teóricos que suelen ser bastante complejos y que en ocasiones abarcan aspectos de la ciencia.
En definitiva, la música es capaz de decirnos algo siempre y cuando exista un ejecutante, un intérprete, y no tan sólo un compositor.
Esto, como fácilmente se entiende, demanda ciertas habilidades. Como todas las habilidades que se pueden adquirir, la de los músicos también tiene un punto de partida en las funciones del cerebro. Esto incluye la habilidad que se puede adquirir para escuchar, pues el oído también se educa para percibir cada vez mejor la relación entre los sonidos por su altura, intensidad, duración y timbre. Cuanto mayor sea la habilidad del oído, mejor capacitados estaremos para entender el lenguaje de la música y saber qué nos dice. Siendo que todo esto es de interés sobre todo para los músicos, y muy particularmente para los ejecutantes de algún instrumento – pues ellos son quienes nos transmiten en sonidos lo que dice el lenguaje de la música –, este extracto de otras publicaciones mías espero que les sea de utilidad en el desarrollo de sus profesiones, igual que al enseñar y, para estudiantes avanzados, en el acto de aprender a desarrollar las habilidades necesarias.-
Veamos cómo trabaja el cerebro humano cuando los sentidos reciben cualquier estímulo, incluso auditivo. Digamos antes que nada que la música tiene un alto poder evocador que se debe a que en la experiencia musical interviene la memoria en forma muy intensa, no sólo en el acto de escuchar, sino también al tocar un instrumento y el entorno que todo ello supone. Sepamos que si la música no nos dice nada, muy probablemente sea porque tampoco nos recuerda nada.
Books by gustavo britos zunin
Además la música tiene otra particularidad, respecto a cualquier otro arte, y es que exige aprender muchas habilidades para que se oiga. Quien no sea capaz de saber cantar o tocar un instrumento, nunca podrá expresarse con música por más inspirado que estuviese y aunque una música maravillosa le estuviera sonando en la cabeza. Esto, para no hablar de poder transmitir esos sonidos por escrito, en una partitura, lo cual demanda conocer y dominar aspectos teóricos que suelen ser bastante complejos y que en ocasiones abarcan aspectos de la ciencia.
En definitiva, la música es capaz de decirnos algo siempre y cuando exista un ejecutante, un intérprete, y no tan sólo un compositor. Esto, como fácilmente se entiende, demanda ciertas habilidades.
Como todas las habilidades que se pueden adquirir, la de los músicos también tiene un punto de partida en las funciones del cerebro. Esto incluye la habilidad que se puede adquirir para escuchar, pues el oído también se educa para percibir cada vez mejor la relación entre los sonidos por su altura, intensidad, duración y timbre. Cuanto mayor sea la habilidad del oído, mejor capacitados estaremos para entender el lenguaje de la música y saber qué nos dice.
Siendo que todo esto es de interés sobre todo para los músicos, y muy particularmente para los ejecutantes de algún instrumento – pues ellos son quienes nos transmiten en sonidos lo que dice el lenguaje de la música –, este extracto de otras publicaciones mías espero que les sea de utilidad en el desarrollo de sus profesiones, igual que al enseñar y, para estudiantes avanzados, en el acto de aprender a desarrollar las habilidades necesarias.
Cuando Pitágoras hizo su célebre enunciado: "Cualquier intervalo puede expresarse como una combinación de un número mayor o menor de quintas justas" estableció el cimiento de toda la música occidental durante los próximos 2500 años a partir de aquel momento. En efecto, el enunciado pitagórico permite deducir la escala diatónica calculando 7 quintas justas consecutivas partiendo de un cierto sonido original, lo cual se obtiene multiplicando su frecuencia por 3/2-es decir, 1,5-siete veces. Luego, Pitágoras y Aristógenes desarrollarían el cálculo hasta la cantidad de 12 quintas justas-multiplicando la frecuencia original por 3/2 doce veces-, lo cual equivalía a calcular siete octavas consecutivas sobre el mismo sonido original (es decir, multiplicar su frecuencia por 2 siete veces). De este cálculo derivaría el sistema de 12 tonalidades que hoy conocemos. Pero he aquí que 12 quintas justas no cuadran con 7 octavas y Pitágoras descubrió una pequeñísima diferencia que denominó "coma". El valor de la coma es de 1,0136433, es decir, la diferencia entre las frecuencias de dos sonidos separados por una coma es de un 1,36%, diferencia que es perfectamente audible. El descubrimiento de la coma sería la causa de diversos problemas, ya en aquella época, pero harían crisis varios siglos después cuando el sistema de las tonalidades habría de terminar sustituyendo al sistema modal de los griegos. En año 1679 el teórico y compositor ruso Nikolai Diletski escribía el que se considera primer tratado de composición en la historia, y allí aparece por primera vez el diseño del "Círculo de Quintas", que es un diagrama que intenta visualizar el problema de la coma en el cálculo de 12 quintas justas consecutivas: Pero el círculo de la figura no supera las 12 quintas, y no sabemos lo que sucede más allá de ese límite. ¿Qué sucedería si comenzásemos a calcular quintas justas indefinidamente en dos sentidos: en uno, hacia los sostenidos, y en otro, hacia los bemoles? Suponiendo una afinación (frecuencia) de 1.000 Hz para el DO (es una afinación ficticia, pues en realidad ningún DO en ninguna afinación usual tiene exactamente esa frecuencia, pero un número redondo facilita comprender los ejemplos) he aquí el resultado:
Además la música tiene otra particularidad, respecto a cualquier otra arte, y es que exige aprender muchas habilidades para que se oiga. Quien no sea capaz de saber cantar o tocar un instrumento, nunca podrá expresarse con música por más inspirado que estuviese y aunque una música maravillosa le estuviera sonando en la cabeza. Esto, para no hablar de poder transmitir esos sonidos por escrito, en una partitura, lo cual demanda conocer y dominar aspectos teóricos que suelen ser bastante complejos y que en ocasiones abarcan aspectos de la ciencia.
En definitiva, la música es capaz de decirnos algo siempre y cuando exista un ejecutante, un intérprete, y no tan sólo un compositor.
Esto, como fácilmente se entiende, demanda ciertas habilidades. Como todas las habilidades que se pueden adquirir, la de los músicos también tiene un punto de partida en las funciones del cerebro. Esto incluye la habilidad que se puede adquirir para escuchar, pues el oído también se educa para percibir cada vez mejor la relación entre los sonidos por su altura, intensidad, duración y timbre. Cuanto mayor sea la habilidad del oído, mejor capacitados estaremos para entender el lenguaje de la música y saber qué nos dice. Siendo que todo esto es de interés sobre todo para los músicos, y muy particularmente para los ejecutantes de algún instrumento – pues ellos son quienes nos transmiten en sonidos lo que dice el lenguaje de la música –, este extracto de otras publicaciones mías espero que les sea de utilidad en el desarrollo de sus profesiones, igual que al enseñar y, para estudiantes avanzados, en el acto de aprender a desarrollar las habilidades necesarias.-
Veamos cómo trabaja el cerebro humano cuando los sentidos reciben cualquier estímulo, incluso auditivo. Digamos antes que nada que la música tiene un alto poder evocador que se debe a que en la experiencia musical interviene la memoria en forma muy intensa, no sólo en el acto de escuchar, sino también al tocar un instrumento y el entorno que todo ello supone. Sepamos que si la música no nos dice nada, muy probablemente sea porque tampoco nos recuerda nada.
Además la música tiene otra particularidad, respecto a cualquier otro arte, y es que exige aprender muchas habilidades para que se oiga. Quien no sea capaz de saber cantar o tocar un instrumento, nunca podrá expresarse con música por más inspirado que estuviese y aunque una música maravillosa le estuviera sonando en la cabeza. Esto, para no hablar de poder transmitir esos sonidos por escrito, en una partitura, lo cual demanda conocer y dominar aspectos teóricos que suelen ser bastante complejos y que en ocasiones abarcan aspectos de la ciencia.
En definitiva, la música es capaz de decirnos algo siempre y cuando exista un ejecutante, un intérprete, y no tan sólo un compositor. Esto, como fácilmente se entiende, demanda ciertas habilidades.
Como todas las habilidades que se pueden adquirir, la de los músicos también tiene un punto de partida en las funciones del cerebro. Esto incluye la habilidad que se puede adquirir para escuchar, pues el oído también se educa para percibir cada vez mejor la relación entre los sonidos por su altura, intensidad, duración y timbre. Cuanto mayor sea la habilidad del oído, mejor capacitados estaremos para entender el lenguaje de la música y saber qué nos dice.
Siendo que todo esto es de interés sobre todo para los músicos, y muy particularmente para los ejecutantes de algún instrumento – pues ellos son quienes nos transmiten en sonidos lo que dice el lenguaje de la música –, este extracto de otras publicaciones mías espero que les sea de utilidad en el desarrollo de sus profesiones, igual que al enseñar y, para estudiantes avanzados, en el acto de aprender a desarrollar las habilidades necesarias.