E sta edición se ha ampliado algo con respecto a la anterior y las láminas y figuras se han incre... more E sta edición se ha ampliado algo con respecto a la anterior y las láminas y figuras se han incrementado para enriquecer el expresioismo visual de los símbolos, no para «ilustrarlos*. A sim ism o, se han hecho ligeras correcciones y supresiones (reiterativas) de detalle. E n conjunto, hemos de adm itir que las ampliaciones se han realizado en dirección hacia la ciencia tradicional mejor que hacia la interpretación psicoanalítica, pues, para nosotros, lo esencial es la captación, la identificación c u ltu ral del sím bolo, su intelección en sí m ismo, no su «interpretación* a la luz de una situación dada. E s importante advertir el alcance de este distingo, sim ilar al existente entre un objeto y la situación o posición en que aparezca: una lanza es siempre una lanza, esté guardada en una vitrina, enterrada, clavada en el cuerpo de un hombre o en el de una fiera, aunque su significación emocional cambiará de acuerdo con tales situa ciones. A sí, el disco es, en sí, un símbolo dado, que podrá adm itir significa ciones secundarias, o «concomitantest, según corresponda a un rosetón de catedral gótica, a un clipeo antiguo, a un centro de mándala o a la planta de un edificio. E l dominio de la interpretación, más que propiamente simbológico, es psicoló gico, y obvio es decir que puede inducir a psicologismo, a cierta reducción que las doctrinas espiritualistas niegan y, con ellas, los psicoanalistas que han hecho profesión de fe hum anista, superando las limitaciones-necesarias, de otro lado-de su profesión. Tam bién hemos incluido en este libro, ahora, voces como alegoría, a trib u to , em blem a, ideogram a, signo convencional, etc., que, aun no siendo propiamente símbolos, o siéndolo sólo secundaria o evcntualmente, no dejan de mantener una viva relación iconográfica y de sentido con el mundo de la simbología tradi cional. Incluso era conveniente estudiarlos así para poder delim itar con clari dad los campos diferentes, las afinidades y diferencias. E l autor se complace en agradecer aquí a E ditorial Labor, S. A ., su interés por publicar esta nueva edición de su libro preferido. J u a n-E d u a r d o C ir l o t 12 Prólogo N o ignorábamos el carácter de síntesis en que forzosamente tendría que parar nuestro estudio, dada la am plitud inim aginable del, mejor que lema, vas tísim o grupo de temas. Sólo en una cultura y en una ¿poca-en el románico-D avy señala que la diversidad de fuentes ya excede las posibilidades humanas de investigación, que habrían de abarcar: teología, filosofía, m ística, liturgia, hagiografía, sermones, música, números, poesía, bestiarios, lapidarios, alqui m ia, m agia, astrología, ciencia de los sueños, de los colores, drama litúrgico, literatura profana, folklore, tradiciones e influjos diversos, supersticiones, p in tura, escultura, ornamentación y arquitectura. Pero tampoco queríamos ceñirnos a una fórmula monográfica, sino abarcar el mayor número posible de materias y de círculos culturales, comparando así los símbolos de la India, Extremo Oriente, Caldea, E gipto, Israel y Grecia con los del Occidente ulterior a Roma. Imágenes, mitos esenciales, alegorías y personificaciones, emblemas, grabados, habían de ser consultados para lograr nuestra finalidad, que no consistía, obvio es decirlo, en agotar n i relativamente ninguno de estos dominios, sino en buscar si su orden de significaciones era el m ism o, en lo fundam ental, que el de los campos próxi mos o lejanos. Nos bastaba, por ejemplo, que en una condecoración inglesa el lazo o anudamiento significara lo mism o que en el jeroglifico egipcio, o que la mano del amuleto marroquí coincidiera con la del talism án siberiano, o la del signum legionario de Roma. S i esto se producía en la m ayor parte de casos consultados, había una «verdad objetiva y universal simbólica», un substrato firm e en el cual apoyarse; y el método comparado aparecía como el idóneo por excelencia. L a consecuencia inmediata de esta universalidad, de esta constancia pro funda sería que la determinación más am plia y general de significaciones resul taría valedera en cualquier dominio de la vida del espíritu. Se podrían «entender» las imágenes de la poesía hermética con los mismos principios y elementos útiles para los sueños, acontecimientos, paisajes u obras de arle. Encontramos en algunos autores la ratificación de ese valor esencial y continuo. Erich Fromm indica que, a pesar de las diferencias existentes, los mitos babilónicos, hindúes, egipcios, hebreos, turcos, griegos o ashantis están «escritos» en una m ism a lengua : la lengua simbólica. E sta obedece a categorías que no son el espacio y el tiempo, sino la intensidad y la asociación. De otro lado, contra los que suponen que sólo lo utilitario vale, y que es utilitario lo técnico material, Gastón Bachelard a fir m a : *N ing u n a utilidad puede legitim ar el riesgo inmenso de partir sobre las ondas. Para afrontar la navegación son precisos intereses poderosos. Pero los verda deros intereses poderosos son los intereses quiméricos». Nosotros hemos obedecido la orden de la quimera, si ella es la hablante; y lo hemos hecho no sólo por un deseo abstracto de conocimiento, como se sobrentiende. Indiferentes a la erudi ción por ella m ism a, sentimos con Goethe animadversión hacia todo aquello que sólo proporciona un saber, sin in flu ir inmediatamente en la vida. E sa influen cia se traduce en modificación y rememoración de lo trascendente. Desde un ángulo impersonal, la presente obra es una compilación comparada de temas simbólicos, apta para ser utilizada en la intelección de sueños, poemas, obras de arte, etc., donde exista material procedente de mitos, símbolos, leyendas, para mostrar de este modo lodos los matices del motivo, por enriquecimiento de éste y universalización. E s evidente que el simbolismo, aun ofreciendo significa ciones obtenidas-en su coherencia y virtualidad-■ de tan diversas y autén ticas fuentes, no podrá pasar los torreados umbrales del escepticismo. E xisten espíritus acristalados contra todo lo fluido, dinámico, rico en las presentes pala bras prelim inares de este pasaje del T ao-te-king, de Lao-tse: Introducción 27 E n un m om ento dado se produce la inversión de ese m ovim iento des cendente y p e n etran te; el alm a recuerda que su origen está fuera del espacio y del tiem po, fuera de las c ria tu ra s y del m u n d o del objeto, incluso m ás allá de las im ágenes; entonces tiende a la destrucción de lo corporal y a la ascen sión en retorno. E sto lo expresa Jám blico diciendo: «Hay un principio del alm a, superior a toda la n a tu ra le z a, y por el cual podem os elevarnos por encim a del orden y de los sistem as del m undo. Cuando el alm a se separa, entonces, de to d as las natu ralezas subordinadas, cam bia esta vida por o tra, y abandona el orden de las cosas p a ra ligarse y m ezclarse a otro». E s ta idea de rotación es la clave y m eta de la m ay o r p a rte de sím bolos trascendentes: de la Rota m edieval, de la R u ed a de las transflm aciones b u d istas, del ciclo zodiacal, del m ito de Gém inis y del Opus de los alquim istas. L a idea del m undo como lab erin to , de la vida como peregrinación, conducen a la idea del «centro» como sím bolo de la finalidad absoluta del hom bre, «medio inva riable», «motor inmóvil», paraíso recobrado o Jeru salén celeste. A veces, en las representaciones gráficas, ese p u n to se identifica con el centro geom étrico del círculo sim bólico; o tras veces se sitú a encim a de él; o tra s, como en el Shri Yantra o rien tal, no se refleja, p a ra que el contem plador lo imagine. Pero siem pre se tr a ta de un tem a que aparece en ocasiones enm asca rado bajo otro sím bolo: el tesoro escondido, el objeto perdido, la em presa im posible o m uy difícil; o relacionado con diversos valores: el conocim iento, el am or, la obtención de un objeto, etc. L a alquim ia, desarrollada en dos eta p as b a sta n te caracterizadas, la m edieval y la re n acen tista, acabando ésta en tre el x v i i y el x v m p o r la escisión de los dos com ponentes que la origi n aro n , en m ística y quím ica, es u n a técn ica sim bólica que, ju n to al anhelo de positivos descubrim ientos de ciencias n a tu ra le s, buscaba la «realización» de verdades espirituales. E n vez de buscar el «tesoro» enfrentándose con el m ítico dragón, como Cadmo, Ja só n , Sigfrido, los alquim istas querían produ cirlo mediante el tra b a jo y la v irtu d. Ni su obra era un sim ple encubrim iento de verdades esotéricas, ni la finalidad perseguida era m aterial; am bas se com penetraban y la realización ad quiría p a ra ellos la significación de lo absoluto. Cada operación, cada porm enor, cada m ate ria o ú til em pleado e ran fuente de vivencias intelectuales y espirituales, sím bolos vividos. T ras u n a e ta p a de olvido, la alquim ia fue revalorada como «origen de la quím ica actual», pero B achelard, Silberer, J u n g y otros autores han acabado por ver en ella la to ta lid a d de su sentido, a un tiem po poét'co, religioso y científico, a p a rte de que, en las obras de Fulcanelli, C anseliet, Alleau ya se ad v ierte este significado. B achelard señala que la alquim ia «posee un c ará cte r psicológicam ente concreto* (33) y que, lejos de ser una descripción de fenóm enos objetivos, es u n a te n ta tiv a de inscripción del am or hum ano en el corazón de las cosas (1). J u n g insiste en que las operaciones alquím icas sólo ten ía n por función-como las de las antiguas técnicas ad iv in a to rias, si bien con m ás trascendencia y co ntinuidad-anim ar la vida profunda de la psique y fa cilitar proyecciones aním icas en los aspectos m ateriales, es decir, v iv ir éstos como sim bólicos y co n stru ir con ellos to d a una teoría del universo y del destino del alm a. P or eso dice que «el lab o ran te vivía ciertas experiencias psíquicas, que se le a p a recían como un com portam iento p a rtic u la r del proceso químico». E n otro m om ento, define esa actividad como «indagación...
E sta edición se ha ampliado algo con respecto a la anterior y las láminas y figuras se han incre... more E sta edición se ha ampliado algo con respecto a la anterior y las láminas y figuras se han incrementado para enriquecer el expresioismo visual de los símbolos, no para «ilustrarlos*. A sim ism o, se han hecho ligeras correcciones y supresiones (reiterativas) de detalle. E n conjunto, hemos de adm itir que las ampliaciones se han realizado en dirección hacia la ciencia tradicional mejor que hacia la interpretación psicoanalítica, pues, para nosotros, lo esencial es la captación, la identificación c u ltu ral del sím bolo, su intelección en sí m ismo, no su «interpretación* a la luz de una situación dada. E s importante advertir el alcance de este distingo, sim ilar al existente entre un objeto y la situación o posición en que aparezca: una lanza es siempre una lanza, esté guardada en una vitrina, enterrada, clavada en el cuerpo de un hombre o en el de una fiera, aunque su significación emocional cambiará de acuerdo con tales situa ciones. A sí, el disco es, en sí, un símbolo dado, que podrá adm itir significa ciones secundarias, o «concomitantest, según corresponda a un rosetón de catedral gótica, a un clipeo antiguo, a un centro de mándala o a la planta de un edificio. E l dominio de la interpretación, más que propiamente simbológico, es psicoló gico, y obvio es decir que puede inducir a psicologismo, a cierta reducción que las doctrinas espiritualistas niegan y, con ellas, los psicoanalistas que han hecho profesión de fe hum anista, superando las limitaciones-necesarias, de otro lado-de su profesión. Tam bién hemos incluido en este libro, ahora, voces como alegoría, a trib u to , em blem a, ideogram a, signo convencional, etc., que, aun no siendo propiamente símbolos, o siéndolo sólo secundaria o evcntualmente, no dejan de mantener una viva relación iconográfica y de sentido con el mundo de la simbología tradi cional. Incluso era conveniente estudiarlos así para poder delim itar con clari dad los campos diferentes, las afinidades y diferencias. E l autor se complace en agradecer aquí a E ditorial Labor, S. A ., su interés por publicar esta nueva edición de su libro preferido. J u a n-E d u a r d o C ir l o t 12 Prólogo N o ignorábamos el carácter de síntesis en que forzosamente tendría que parar nuestro estudio, dada la am plitud inim aginable del, mejor que lema, vas tísim o grupo de temas. Sólo en una cultura y en una ¿poca-en el románico-D avy señala que la diversidad de fuentes ya excede las posibilidades humanas de investigación, que habrían de abarcar: teología, filosofía, m ística, liturgia, hagiografía, sermones, música, números, poesía, bestiarios, lapidarios, alqui m ia, m agia, astrología, ciencia de los sueños, de los colores, drama litúrgico, literatura profana, folklore, tradiciones e influjos diversos, supersticiones, p in tura, escultura, ornamentación y arquitectura. Pero tampoco queríamos ceñirnos a una fórmula monográfica, sino abarcar el mayor número posible de materias y de círculos culturales, comparando así los símbolos de la India, Extremo Oriente, Caldea, E gipto, Israel y Grecia con los del Occidente ulterior a Roma. Imágenes, mitos esenciales, alegorías y personificaciones, emblemas, grabados, habían de ser consultados para lograr nuestra finalidad, que no consistía, obvio es decirlo, en agotar n i relativamente ninguno de estos dominios, sino en buscar si su orden de significaciones era el m ism o, en lo fundam ental, que el de los campos próxi mos o lejanos. Nos bastaba, por ejemplo, que en una condecoración inglesa el lazo o anudamiento significara lo mism o que en el jeroglifico egipcio, o que la mano del amuleto marroquí coincidiera con la del talism án siberiano, o la del signum legionario de Roma. S i esto se producía en la m ayor parte de casos consultados, había una «verdad objetiva y universal simbólica», un substrato firm e en el cual apoyarse; y el método comparado aparecía como el idóneo por excelencia. L a consecuencia inmediata de esta universalidad, de esta constancia pro funda sería que la determinación más am plia y general de significaciones resul taría valedera en cualquier dominio de la vida del espíritu. Se podrían «entender» las imágenes de la poesía hermética con los mismos principios y elementos útiles para los sueños, acontecimientos, paisajes u obras de arle. Encontramos en algunos autores la ratificación de ese valor esencial y continuo. Erich Fromm indica que, a pesar de las diferencias existentes, los mitos babilónicos, hindúes, egipcios, hebreos, turcos, griegos o ashantis están «escritos» en una m ism a lengua : la lengua simbólica. E sta obedece a categorías que no son el espacio y el tiempo, sino la intensidad y la asociación. De otro lado, contra los que suponen que sólo lo utilitario vale, y que es utilitario lo técnico material, Gastón Bachelard a fir m a : *N ing u n a utilidad puede legitim ar el riesgo inmenso de partir sobre las ondas. Para afrontar la navegación son precisos intereses poderosos. Pero los verda deros intereses poderosos son los intereses quiméricos». Nosotros hemos obedecido la orden de la quimera, si ella es la hablante; y lo hemos hecho no sólo por un deseo abstracto de conocimiento, como se sobrentiende. Indiferentes a la erudi ción por ella m ism a, sentimos con Goethe animadversión hacia todo aquello que sólo proporciona un saber, sin in flu ir inmediatamente en la vida. E sa influen cia se traduce en modificación y rememoración de lo trascendente. Desde un ángulo impersonal, la presente obra es una compilación comparada de temas simbólicos, apta para ser utilizada en la intelección de sueños, poemas, obras de arte, etc., donde exista material procedente de mitos, símbolos, leyendas, para mostrar de este modo lodos los matices del motivo, por enriquecimiento de éste y universalización. E s evidente que el simbolismo, aun ofreciendo significa ciones obtenidas-en su coherencia y virtualidad-■ de tan diversas y autén ticas fuentes, no podrá pasar los torreados umbrales del escepticismo. E xisten espíritus acristalados contra todo lo fluido, dinámico, rico en las presentes pala bras prelim inares de este pasaje del T ao-te-king, de Lao-tse: Introducción 27 E n un m om ento dado se produce la inversión de ese m ovim iento des cendente y p e n etran te; el alm a recuerda que su origen está fuera del espacio y del tiem po, fuera de las c ria tu ra s y del m u n d o del objeto, incluso m ás allá de las im ágenes; entonces tiende a la destrucción de lo corporal y a la ascen sión en retorno. E sto lo expresa Jám blico diciendo: «Hay un principio del alm a, superior a toda la n a tu ra le z a, y por el cual podem os elevarnos por encim a del orden y de los sistem as del m undo. Cuando el alm a se separa, entonces, de to d as las natu ralezas subordinadas, cam bia esta vida por o tra, y abandona el orden de las cosas p a ra ligarse y m ezclarse a otro». E s ta idea de rotación es la clave y m eta de la m ay o r p a rte de sím bolos trascendentes: de la Rota m edieval, de la R u ed a de las transflm aciones b u d istas, del ciclo zodiacal, del m ito de Gém inis y del Opus de los alquim istas. L a idea del m undo como lab erin to , de la vida como peregrinación, conducen a la idea del «centro» como sím bolo de la finalidad absoluta del hom bre, «medio inva riable», «motor inmóvil», paraíso recobrado o Jeru salén celeste. A veces, en las representaciones gráficas, ese p u n to se identifica con el centro geom étrico del círculo sim bólico; o tras veces se sitú a encim a de él; o tra s, como en el Shri Yantra o rien tal, no se refleja, p a ra que el contem plador lo imagine. Pero siem pre se tr a ta de un tem a que aparece en ocasiones enm asca rado bajo otro sím bolo: el tesoro escondido, el objeto perdido, la em presa im posible o m uy difícil; o relacionado con diversos valores: el conocim iento, el am or, la obtención de un objeto, etc. L a alquim ia, desarrollada en dos eta p as b a sta n te caracterizadas, la m edieval y la re n acen tista, acabando ésta en tre el x v i i y el x v m p o r la escisión de los dos com ponentes que la origi n aro n , en m ística y quím ica, es u n a técn ica sim bólica que, ju n to al anhelo de positivos descubrim ientos de ciencias n a tu ra le s, buscaba la «realización» de verdades espirituales. E n vez de buscar el «tesoro» enfrentándose con el m ítico dragón, como Cadmo, Ja só n , Sigfrido, los alquim istas querían produ cirlo mediante el tra b a jo y la v irtu d. Ni su obra era un sim ple encubrim iento de verdades esotéricas, ni la finalidad perseguida era m aterial; am bas se com penetraban y la realización ad quiría p a ra ellos la significación de lo absoluto. Cada operación, cada porm enor, cada m ate ria o ú til em pleado e ran fuente de vivencias intelectuales y espirituales, sím bolos vividos. T ras u n a e ta p a de olvido, la alquim ia fue revalorada como «origen de la quím ica actual», pero B achelard, Silberer, J u n g y otros autores han acabado por ver en ella la to ta lid a d de su sentido, a un tiem po poét'co, religioso y científico, a p a rte de que, en las obras de Fulcanelli, C anseliet, Alleau ya se ad v ierte este significado. B achelard señala que la alquim ia «posee un c ará cte r psicológicam ente concreto* (33) y que, lejos de ser una descripción de fenóm enos objetivos, es u n a te n ta tiv a de inscripción del am or hum ano en el corazón de las cosas (1). J u n g insiste en que las operaciones alquím icas sólo ten ía n por función-como las de las antiguas técnicas ad iv in a to rias, si bien con m ás trascendencia y co ntinuidad-anim ar la vida profunda de la psique y fa cilitar proyecciones aním icas en los aspectos m ateriales, es decir, v iv ir éstos como sim bólicos y co n stru ir con ellos to d a una teoría del universo y del destino del alm a. P or eso dice que «el lab o ran te vivía ciertas experiencias psíquicas, que se le a p a recían como un com portam iento p a rtic u la r del proceso químico». E n otro m om ento, define esa actividad como «indagación...
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Drafts by Marcela Läubli