Esta mañana en un arrebato de locura he abandonado mi Romo natal y me he acercado a Bilbao. No, tranquilos, no os asustéis todo tiene una razón.
Ayer Ana Urrutia, la chica del tiempo de la ETB2, predijo que hoy la lluvia nos daría una pequeña tregua y tras casi dos meses muy húmedos quizás por fin, por un día, podríamos ver al astro rey.
Esta mañana he escuchado en la radio que en Euskadi se han identificado hasta 100 lenguas maternas habladas por personas de 66 países diferentes.
Yo resido en el municipio de
Getxo, más concretamente en el que es su (mi) barrio más importante, Romo. Aquí, al igual que en la mayor parte de Euskadi, si la comparamos con el resto de comunidades del estado, (y no digamos ya París, Londres...) la inmigración aún es incipiente. Así que, ni corto ni perezoso y tras terminar las tareas domésticas que hoy se han restringido a las camas, un par de recados y hacer una tarta de cuajada para una cena que tengo esta noche, (la receta me la pasó el amigo Iñigo Camba, al que prometí que la pondría en el blog y solo publico recetas que ya he puesto en práctica y probado, aunque no me gusta la repostería) y en compañía de los Who y de Joe Bonamassa en mi juguetito musical me he ido a la capi, a Bilbao. Mi mujer muy a menudo me dice que soy un pueblerino, que mi vida está acotada por un par de manzanas alrededor de mi casa, los dos bares de mi acera y un paseo por el muelle desde el
Puente Colgante hasta el
Puerto Viejo de Algorta (yo creo que tiene razón pero no se la puedo dar, normal ¿no?) De Romo a Bilbao hay unos 15 Km. en coche o 15 minutos en
metro. Entrar en Bilbao en coche es una locura y un viernes un suicidio. Además de esto, como no tengo coche me he decidido por el metro.
He ido directo al
Mercado de la Rivera. Me gustan los mercados de abastos. Es curioso observar lo variopinto de la gente que compra en los mercados. En su mayoría son jubilados, normalmente parejas, ellos con el carrito de la compra con cara de circunstancias y sus mujeres parloteando con otras a la espera de su turno, al igual que amas de casa de mediana edad. También se ven pequeños grupos de pre-jubilados o parados discutiendo si es mejor comprar en uno u otro puesto la cena que prepararán esta noche en el txoko y la cara que pondrá fulanito cuando sepa que tiene que cocinar besugo a la bilbaína (a la bilbainada diría yo a 31,90€/kg) para 16 comensales. Los puestos de pescado estaban a rebosar. Pero, así mismo, se veían haciendo cola a africanos, muchos de ellos pertrechados con sus coloridas ropas tribales, suramericanos y orientales. Tras recorrerlo entero y con las manos en los bolsillos he salido a la calle.
He dado un gran paseo por el
Kasko. No se adivina la crisis salvo porque hay algún local cerrado con el cartel de se alquila (aparentemente desde hace tiempo). Las calles respiraban compras navideñas y curiosamente hay mucho turismo. He visto mucho turista solitario con planos y guías de Bilbao sacando fotos indiscriminadamente. Como de costumbre, somos incapaces de ver todo lo interesante que nos rodea hasta que otros, los que vienen de fuera, las hacen importantes. Ello se debe a que cuando caminamos por las calles, no lo hacemos tal y como lo hace un foráneo ávido de absorber cuanto le rodea de una nueva ciudad, o como lo hacemos nosotros cuando viajamos a ciudades mas o menos lejanas. Debemos, y me incluyo, recopilar información de Bilbao y sin prisas, ya que tenemos la suerte de regresar cuantas veces queramos, ver y analizar todo lo que nos puede ofrecer esta bonita y moderna ciudad. El problema es precisamente ese, que como lo tenemos cerca lo dejamos siempre para otra ocasión. De la misma manera, y en épocas de crisis como la actual, las propias instituciones deberían intentar surtirse del turismo interior, del cercano, promocionando las ciudades, haciéndolas más vivas.
Es normal que en las Siete Calles y sobre todo
Abandoibarra (efecto Guggenheim) se concentren los turistas, así que he decidido ir hacia el
Museo de Bellas Artes que este año celebra su centenario con espectaculares exposiciones y conferencias. He subido por el Arenal hacia Jardines de Albia. De nuevo una grata sorpresa. Los juzgados se encuentran en esta plaza y ya se sabe, los viernes es día de bodas. Aprovechando el solcito una pareja de recién casados se estaba haciendo fotos con sus familiares y amigos, normal. Fiel reflejo de esta normalidad, progreso e igualdad, los nuevos comprometidos con la figura del matrimonio era una pareja gay.
Del museo de Bellas Artes, atravesando el Parque de Doña Casilda Iturriza he llegado al
Palacio Euskalduna donde aparentemente se celebraba un congreso, seguro que internacional, ya que se veía mucha gente en el interior y no creo que todos irían a comer al restaurante Etxanobe.
Desde el Palacio Internacional de Congresos y de la Música he bajado a otro museo, el
Museo Marítimo Ría de Bilbao, para ver el bergantín goleta
Thalassa, de bandera holandesa. Se puede visitar su interior pero ojo a los horarios, yo no he llegado. Estará allí amarrado hasta el 1 de marzo de 2009.
Y aquí termina mi paseo por Bilbao, ha finalizado la tregua que había dado la lluvia y no tenía paraguas. Bueno, no es del todo cierto. De camino a la estación de metro de Deusto he hecho una paradita en el
Oriotarra para recordar viejos tiempos. Copita de
agua de Bilbao (cava) y delicioso pintxo de milhojas de gelatinosa oreja de cerdo, de muerte.
PD Merece la pena hacer “turismo” por una ciudad tan cosmopolita como es Bilbao, acogedora, llena de gente guapa y elegante. Tiene mucho que enseñar.
Iñigo