lunes, 20 de noviembre de 2017

EL ESPEJO



Cuenta una leyenda muy antigua del Japón, que la diosa Ateramasu, descontenta del comportamiento humano en un momento de cólera abandonó a la humanidad a las tinieblas escondiéndose en una gruta.

 El hermano de la diosa que la conocía muy bien, provocó su curiosidad organizando un alboroto delante de la caverna. La treta resultó ser efectiva, ya que Ateramasu entreabrió la puerta de la gruta y se vió frente a frente de una belleza que la hizo enrojecer de envidia, hasta el punto de que salió del todo de la cueva para poder contemplarla bien, para luego hacer consciencia de que la imagen no era otra cosa que ella misma reflejada en un espejo que colocó su hermano frente a ella. Y así fue cómo la luz volvió a la Tierra, después que Ateramasu perdonase a los humanos». La posibilidad de ver defectos en los otros para juzgarlos es puro ego.


El verdadero don consiste en verse uno mismo y aceptar que todos compartimos una misma naturaleza humana con defectos y virtudes. Cuando juzgas a los otros estás puliendo el espejo. Y cuando haces consciencia de que los demás reflejan aspectos, tal vez oscuros o desconocidos de ti mismo(a), se despierta la verdadera consciencia, y dedicas tu tiempo no a mirar a los demás sino a mirarte y pulirte a ti mismo(a), para crecer y evolucionar.

viernes, 17 de noviembre de 2017

LA TRISTEZA Y LA FURIA

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...

Había una vez...
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.


Del libro Cuentos para pensar. de Jorge Bucay

miércoles, 15 de noviembre de 2017

EL ZORRO Y EL OSO

Un buen día un hombre paseaba por el bosque cuando se encontró con un zorro herido. La pobre criatura se había roto las cuatro patas mientras intentaba huir de un cazador y estaba tal malherida que ni siquiera podía moverse para encontrar comida.

El hombre sintió lástima por el animal y decidió acercarse a él. Pero mientras lo hacía vio un gigantesco oso que se asomaba entre los árboles, arrastrando los despojos del animal que acababa de devorar. El oso pareció no interesarle el zorro y de hecho, dejó caer los restos y se dio media vuelta en busca de otro animal que llevarse a la boca. Los desperdicios cayeron junto al zorro, que se lanzó sobre la poca carne que quedaba con enorme ansiedad.

Al día siguiente, el hombre volvió al bosque. Una vez más, el oso había dejado un apetitoso bocado cerca de donde yacía el famélico zorro y nuevamente el zorro se había abalanzado sobre la comida. El tercer día, al volver al bosque, la escena se repetía.



El hombre reflexionó detenidamente sobre lo que había visto.

-Si Dios se preocupa tanto por el zorro - se dijo a sí mismo-, ¿cuánto más se preocupará por mí......? Mi fe no es lo suficientemente fuerte, debo aprender a confiar en Dios con la misma intensidad que el zorro.

Acto seguido, el hombre se arrodilló en el bosque y, con la mirada puesta en el cielo, exclamó:

-Señor, el zorro me ha demostrado lo que es tener fe en ti. A partir de este momento me entrego a ti en cuerpo y alma. Confío en que cuides como el oso asiste al zorro.

Dicho esto, el hombre se tumbó en el suelo a la espera de que Dios se ocupara de él. Transcurrió un día y no sucedió nada. El hombre empezó a tener hambre. Pasó otro día y seguía sin ocurrir nada. El hombre empezó a mosquearse. El tercer día, cuando aún no había ni rastro de Dios, el hombre se enfadó.

- Señor, quieres a ese zorro más que a mí. ¿Por qué no te preocupas de mí con lo mucho que yo confío en ti? ¿Por qué no me alimentas?.

Por fin, el hambre obligó al hombre a volver al pueblo. En una de las calles del pueblo, se topó con un niño hambriento. No pudo contenerse y le manifestó a Dios su ira:

-¿Por qué no haces nada para ayudar a este pobre niño?.

- Ya lo he hecho, respondió Dios. Te he creado a ti. Pero has decidido seguir el ejemplo del zorro y no el del altruista oso.


Adaptación de una fábula árabe.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Dí lo que sientes

Dí lo que sientes

Siempre dí lo que sientes y haz lo que piensas...
  • Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
  • Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más.
  • Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente.
  • Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría te quiero y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuánto te quiero y que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo.

Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas.
Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para un sonrisa, un abrazo, un beso, y que estuviste muy ocupado para concederle a alguien un último deseo.

Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces.