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Golpe de Estado en Cuba de 1933

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Golpe de Estado en Cuba de 1933
Parte de Revolución del Treinta

Golpe de Estado en Cuba de 1933. El Dr. Grau (extremo izquierdo) y el Sargento Batista (centro), encabezaron las acciones.
Fecha 4 de septiembre de 1933
Lugar La Habana, Cuba
Resultado Victoria golpista
Beligerantes
Bandera de Cuba Gobierno constitucional Bandera de Cuba Rebeldes
Comandantes
Carlos Manuel de Céspedes y Quesada Fulgencio Batista
Cronología
Golpe de Estado en Cuba de 1933 Golpes de Estado en Cuba de 1934

El golpe de Estado en Cuba de 1933 o Revuelta de los sargentos fue un conflicto armado encabezado por una fracción rebelde del ejército, en La Habana, Cuba, comandada por el entonces sargento Fulgencio Batista, con la intención de deponer de la presidencia al presidente provisional Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.[1]​ La revuelta fue apoyada por varios políticos no afines con el nuevo gobierno provisional, destacando el Dr. Ramón Grau San Martín, futuro presidente de la República. Comenzó como una revuelta de sargentos y soldados del ejército, que pronto se alió con activistas estudiantiles en el Directorio Estudiantil Universitario.

Las políticas autoritarias del general Gerardo Machado y la crisis de 1929 sumieron a Cuba en una de las peores crisis económicas y sociales que tuvo la isla, lo que generó diversas manifestaciones de estudiantes y de trabajadores que obligaron a Machado a renunciar y marchar al exilio.[1]

A su caída, quedó como presidente provisional Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, quien también tuvo que renunciar cuando, en septiembre de 1933, Fulgencio Batista encabeza la Sublevación de los Sargentos, tomando el control del país y estableciéndose, tras una efímera "Pentarquía", el Gobierno de los Cien Días (1933-1934), el cual también terminaría siendo derrocado, en enero de 1934, por el ya coronel Batista.[1]​ El líder de la revuelta, el sargento Fulgencio Batista, se convirtió en jefe de las fuerzas armadas e inició un largo período de influencia en la política cubana.

Antecedentes

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Gerardo Machado.

Las políticas autoritarias de Gerardo Machado y la Gran Depresión a partir de 1929 sumieron a Cuba en una crisis económica y social, en medio de la cual proliferaron los grupos de oposición. La presión y las manifestaciones del Directorio Estudiantil Universitario y de los trabajadores, así como del embajador estadounidense Sumner Welles, obligaron a Machado a renunciar.[2]

Carlos Manuel de Céspedes y Quesada encabezó un gobierno provisional que incluyó en su gabinete a miembros del grupo opositor ABC. Otros grupos de la oposición de Machado estaban descontentos con el gobierno provisional, que para ellos representaba un compromiso inaceptable con el intervencionismo estadounidense. El 24 de agosto, el Directorio Estudiantil emitió un Manifiesto-Programa que denunciaba al ABC y planteaba diversas demandas, entre ellas la formación de un nuevo gobierno.

Antecedentes militares

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Tras la caída de Machado, los militares percibieron su situación como precaria. Las fuerzas de oposición controlaron La Habana y se vengaron de los partidarios del régimen de Machado, incluidos policías y algunos soldados. El ejército se mostró reacio a intervenir en esta situación por temor a que el público lo percibiera como un agente del antiguo régimen. El arresto de 50 soldados y 21 oficiales no satisfizo las demandas de reforma.

Los críticos del gobierno de Céspedes, incluso dentro del ejército, acusaron que no estaba tomando medidas suficientes contra los partidarios de Machado dentro del ejército y que no había reincorporado a los oficiales que se habían opuesto a Machado. Esta situación exacerbó la tensión de larga data (relacionada con la edad, la clase y la raza) entre los rangos de oficiales.

Conspiración

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Un grupo de sargentos comenzó a reunirse en el cuartel de Columbia en La Habana, formando la Unión Militar de Columbia. Su ambición de mejorar las condiciones en el ejército se expandió rápidamente a un plan de cambio de régimen. Este grupo, más tarde llamado la Junta de los Ocho, incluía a Batista, y los sargentos José Eleuterio Pedraza, Manuel López Migoya, Juan Estévez, y Pablo Rodríguez Silverio (líder inicial de la sublevación), un cabo, y dos soldados.

El 19 de agosto de 1933 se llevó a cabo un funeral por el sargento Miguel Ángel Hernández y Rodríguez, capturado y asesinado por el gobierno de Machado en mayo de 1933. Esto le dio a Batista la oportunidad de hacer una oración apasionada que lo llamó la atención como futuro líder. En el funeral se reunió con el periodista Sergio Carbó, quien actuó como un contacto importante para él en el mundo civil.

En agosto, el grupo de sargentos elaboró ​​un manifiesto llamando a la dignidad, el respeto y los beneficios para los soldados y declarando el deber de los soldados de rebelarse. Batista pidió a la ABC, a la que pertenecía, que diera a conocer el manifiesto. El ABC, que se había establecido como parte del statu quo, se negó y Batista y otros abandonaron el grupo.

Otras facciones dentro de las fuerzas armadas también estaban conspirando contra el gobierno de Céspedes, y algunos hablaron abiertamente en su contra. A medida que crecía el movimiento, los conspiradores se reunían en lugares más grandes, incluida la masónica Gran Logia de Cuba y un hospital militar. Estos preparativos se volvieron algo obvios, pero las reuniones continuaron ocurriendo con el pretexto de planificar proyectos para mejorar la calidad de vida de los hombres alistados. La acción tuvo lugar principalmente en La Habana, con alguna extensión a la provincia de Matanzas poco antes del golpe.

Golpe de Estado

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Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.

Carlos Manuel de Céspedes y Quesada se encontraba en Cárdenas en la Provincia de Matanzas para inspeccionar la zona que había sido destrozada por un ciclón tropical, cuando se produjo el golpe.[3]

Habíamos ganado mucha confianza; estuvimos a punto de derrocar a Céspedes; y este movimiento en Camp Columbia podría ser el vehículo para ese derrocamiento. Estas circunstancias nos impulsaron a ponernos en marcha. Partimos hacia Columbia para ver qué estaba pasando, para averiguar qué debíamos hacer y para ver qué podíamos lograr.

Cuando partimos para Columbia, no pensábamos ni remotamente —a pesar del determinismo psicológico que pronto se hará evidente— que los sargentos constituirían la solución definitiva al conflicto militar que Machado había dejado atrás. Quizá —lo sentimos más o menos inconscientemente— ésta sea una oportunidad para derribar el régimen plattista impuesto por el embajador Welles y, tras un brevísimo paso intermedio, logremos una fórmula fácil de feliz ajuste al aparato de Estado.

-Activista estudiantil Justo Carrillo

El 3 y 4 de septiembre, algunos de los oficiales de menor rango en el cuartel de Columbia plantearon directamente cuestiones de salarios atrasados ​​y ascensos a los oficiales superiores. El 4 de septiembre, el Capitán Mario Torres Menier se presentó en una reunión de los soldados rasos en el Campamento Columbia. Batista le permitió entrar. Los soldados hicieron sus quejas con creciente entusiasmo; Torres Menier se retiró a consultar con otros oficiales superiores. Se programó otra reunión para las 8:00 p. m.. Mientras tanto, los líderes del golpe reunieron a sus partidarios. Batista contactó a Carbó y consiguió el apoyo de Juan Blas Hernández, un rebelde que se opuso a Machado durante dos años. La reunión de esa noche tuvo lugar en un teatro. Los oficiales superiores habían sido excluidos. Batista habló desde el escenario, declarando:

De ahora en adelante, no obedezcas las órdenes de nadie más que las mías. Los sargentos primeros deben tomar inmediatamente el control de sus respectivas unidades militares. Si no hay sargento primero, o éste se niega a tomar el mando, debe hacerlo el sargento mayor. Si no hay sargento, cabo. Si no hay cabo dispuesto, entonces un soldado, y si no, entonces un recluta. Las unidades deben tener una persona al mando y debe ser un soldado raso.

Así, los sargentos tomaron el control indiscutible de los cuarteles de Columbia y pronto establecieron comunicaciones con oficiales simpatizantes en otras ciudades. Miembros del Directorio Estudiantil, comenzando por José Leyva, Ramiro Valdés Daussá, Juan Antonio Rubio Padilla, Carlos Prío Socarrás, Rubén de León y Justo Carrillo, llegaron al cuartel y se unieron al ejército. Mientras el presidente Céspedes estaba fuera de La Habana para inspeccionar los daños causados ​​por el huracán, los rebeldes obligaron a los funcionarios gubernamentales restantes en La Habana a abandonar sus puestos.

Luego emitieron una proclamación anunciando que tenían el control del país y establecieron una pentarquía siguiendo el modelo de gobierno actual de Uruguay. Luego del regreso del presidente Céspedes el 5 de septiembre, miembros de la junta llegaron a su oficina y le informaron que iban a recibir de él el gobierno. Influido por su pretensión de contar con la lealtad de la base militar, Céspedes desalojó el Palacio Presidencial.

Junta de Gobierno

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La junta de oficiales y estudiantes proclamó que había tomado el poder para cumplir los fines de la revolución; describió brevemente un programa que incluía la reestructuración económica, el castigo a los infractores, el reconocimiento de la deuda pública, la creación de tribunales, el reordenamiento político y cuantas otras acciones fueran necesarias para construir una nueva Cuba basada en la justicia y la democracia.

Tanto Grau como Batista visitaron Welles el 5 de septiembre para buscar el apoyo de EE. UU. y conocer su posición. Solo cinco días después del golpe, Batista y el Directorio Estudiantil ascendieron a Ramón Grau, uno de los miembros de la Pentarquía, al cargo de Presidente, reemplazando a la Pentarquía. El golpe desplazó a 900 oficiales del mando. De estos, 200 se reincorporaron a las fuerzas armadas bajo Batista; 300 se jubilaron, exiliaron o encarcelaron; y 400 reunidos en el Hotel Nacional, a la espera de la vuelta al poder. Los sargentos consolidaron su poder sobre los militares en la Batalla del Hotel Nacional , en la que fueron eliminados los oficiales superiores. Batista, después de haber expulsado a Rodríguez del poder, emergió como el principal líder. El subsiguiente Gobierno de los Cien Días emitió una serie de declaraciones reformistas, pero nunca obtuvo el reconocimiento diplomático de los Estados Unidos; fue derrocado en enero de 1934 bajo la presión de Batista y Estados Unidos.

Véase también

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Referencias

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  1. a b c Briones Montoto, Newton (2005) Aquella decisión callada. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. ISBN 959-06-0796-9
  2. «Historia | Directorio Democrático Cubano». web.archive.org. 2 de abril de 2015. Archivado desde el original el 2 de abril de 2015. Consultado el 23 de junio de 2022. 
  3. Ramos, Marcos Antonio (18 de marzo de 2007). La Cuba de Castro y después...: Entre la historia y la biografía (en inglés). Grupo Nelson. p. 104. ISBN 978-1-4185-8281-4. Consultado el 31 de marzo de 2023. 

Bibliografía

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  • BARQUÍN LÓPEZ, Ramón M. (1975). Las luchas guerrilleras en Cuba: De la colonia a la Sierra Maestra (Editorial Playor edición). España.