Volver Al Amor
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Amor
MARIANNE WILLIAMSON
CAPÍTULO 1 1. LA OSCURIDAD
El problema no es que estemos perdidos o apáticos sino que nos sentimos aterrados.
Muchos sabemos que tenemos lo que se necesita. Pero en ciertos dominios estamos
paralizados.
Sentimos compasión por nosotros mismos, inmovilizados por Cadenas emocionales
En nuestros días está de moda culpar prácticamente de todo a los padres.
Empezamos a darnos cuenta de que el problema somos, de alguna manera, nosotros mismos,
pero no sabemos qué hacer con ese descubrimiento.
La energía emocional tiene que ir a alguna parte, y el autoaborrecimiento es una emoción
poderosa. Si se vuelve hacia adentro, se convierte en nuestros infiernos personales
el cerebro es una especie de ordenador biológico que elabora cualquier información que
introduzcamos en él con nuestros pensamientos.
CAPÍTULO 3
1.TU YO PERFECTO
Tú eres hijo de Dios. Dios te creó en un destello cegador de creatividad, como una idea
esencial Suya
No necesitas crear tu yo perfecto, porque Dios ya lo ha creado. Tu yo perfecto es el
amor que hay, dentro de ti.
Recordar que formas parte de Dios, que eres alguien amado y digno de amor, no es
arrogancia. Es humildad.
Arrogancia es pensar que eres cualquier otra cosa, y no una creación de Dios.
A los ojos de Dios eres alguien digno por lo que eres, no por lo que haces. Nada de lo
que hagas ni de lo que dejes de hacer determina tu valor esencial.
CAPÍTULO 3
2. LA MENTE DIVINA
El concepto de una mente divina o «crística» es la idea de que en nuestro centro mismo no
somos solamente idénticos, sino que somos realmente el mismo ser. «No hay más que un
solo Hijo unigénito» no quiere decir que fue algún otro y nosotros no.
Quiere decir que, parece que estuviéramos separados y fuéramos distintos los unos de los
otros. Pero si se nos define según nuestro punto inicial
La palabra Cristo es un término psicológico: Cristo se refiere al hilo conductor común del
amor divino que es el núcleo y la esencia de cada mente humana.
Nos comparamos como «rayos de sol» que creyeran estar separados del sol, o con olas que
creyeran estar separadas del océano. Así como un rayo de sol no puede separarse del sol, y
una ola no puede separarse del océano, nosotros no podemos separarnos los unos de los
otros.
CAPÍTULO 3
2. LA MENTE DIVINA
Tú no eres quien piensas que eres. No eres tus títulos ni tus credenciales, ni tu
casa. No somos nada de eso, en absoluto. Somos seres sagrados, células
individuales del cuerpo de Cristo.
Somos tal como Dios nos creó. Todos somos uno, somos el amor mismo.
«Aceptar al Cristo» no es más que un cambio en la percepción de uno mismo.
"Nos despertamos del sueño de ser débiles, y aceptamos que el poder del
universo está dentro de nosotros.
«Acepto al Cristo interior» quiere decir: «Acepto la belleza que hay dentro de
mí como el ser que realmente soy. No soy mi debilidad. No soy mi cólera. No
soy mi pequeñez mental. Soy mucho más, y estoy dispuesta que me
recuerden quién soy en realidad».
CAPÍTULO 3
3. El EGO
Libre albedrío significa: poder pensar todo lo que queramos pero "ningún
pensamiento es neutro
Asumir la responsabilidad de nuestra vida significa, es asumir nuestros
pensamientos.
Cuando apareció el primer pensamiento de temor, el más antiguo, Dios sanó el error.
La alternativa de Dios al miedo es el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el "eterno vínculo de comunicación entre Dios y Sus Hijos
separados", Se llama con frecuencia al Espíritu Santo el «Consolador». Dios no
puede imponerse a nuestro pensamiento porque eso sería una violación de nuestro
libre albedrío
El Espíritu Santo nos encamina hacia una percepción diferente de la realidad, si
expresamos nuestra disposición a percibir de otra manera una situación.
CAPÍTULO 3 4. EL ESPÍRITU SANTO
Todo lo que damos a Dios, Él nos lo devuelve renovado a través de la visión del Espíritu Santo.
A veces la gente piensa que recurrir a Dios significa dar entrada en nuestra vida a una fuerza
que nos lo mostrará todo de color de rosa, y la verdad es que significa dar entrada a todo
aquello que nos obligará al crecimiento puede ser desordenado, confuso.
El propósito de la vida es que crezcamos hasta alcanzar nuestra perfección. Una vez que
recurrimos a Dios, topamos con todo aquello que puede enfurecernos. ¿Por qué? Porque el
lugar donde nos entregamos al enojo y no al amor es nuestra muralla, nuestro límite.
Nos movemos con comodidad en las pocas áreas donde nos es fácil amar. Es tarea del Espíritu
Santo no respetar esas zonas de comodidad, sino destruirlas.
Para asegurar nuestro avance hacia el objetivo de la iluminación, "el Espíritu Santo tiene para
cada uno de nosotros un programa de estudios sumamente individualizado".
CAPÍTULO 3 5. LOS SERES ILUMINADOS.