SUCRETIZACIÓN

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SUCRETIZACIÓN

INTRODUCCIÓN

 Durante la bonanza petrolera, el Estado se convirtió en el instrumento


repartidor de los cuantiosos ingresos percibidos -divisas del petróleo y del
endeudamiento externo-, para fortalecer, sobre todo, el proceso de
reproducción y acumulación del capital. Luego, cuando el país -a inicios
de la década de los ochenta del siglo pasado- se vio afectado por el
doble choque exógeno, producido por la caída de los precios del
petróleo y la elevación de las tasas de interés que condujo a la reducción
de los flujos financieros, el Estado comenzó a asumir el peso del
estrangulamiento y lo difundió hacia el resto de la sociedad. No en forma
equilibrada, por supuesto.
 En estas condiciones, el proceso de reajuste, que apareció como
inevitable, afectó a toda la economía. Sin embargo, el sistema financiero y
un número apreciable de empresas privadas, encontraron en
la acción estatal su salvación.
La naturaleza fraudulenta de la
«sucretización»

 El gobierno del doctor Oswaldo Hurtado Larrea, al que le tocó inaugurar


los ajustes de inspiración neoliberal, convirtió las deudas en dólares de
algunas decenas de agentes económicos privados, libremente
contratadas fuera del país, a deudas en sucres con el Banco Central del
Ecuador. Así el instituto emisor asumió el compromiso de pago en dólares
frente a los acreedores internacionales. De esta manera, (¿al margen de la
ley?) las deudas externas privadas pasaron a engrosar la deudapública
externa. Este proceso es el que se conoce vulgarmente como “la
sucretización de la deuda externa privada”: conocido también como
“créditos de estabilización” o a secas “sucretización”. En realidad fue un
proceso de socialización o estatización de deudas privadas.
 Como muchas otras medidas aplicadas en torno al endeudamiento externo, la
“sucretización” no fue el resultado de una reflexión propia del gobierno ecuatoriano.
Como consecuencia del proceso de negociaciones de la deuda externa, iniciado el
año 1982, los acreedores plantearon la transformación de las deudas externas privadas
en deuda pública. Así se cumplió una de las condicionalidades del FMI y del Banco
Mundial, que argumentaban -no sólo para el caso ecuatoriano- que el Estado es mejor
garante para atender estos créditos que los particulares. Esto configura otro ejercicio
de colusión abusiva y dolosa, en beneficio de los acreedores privados.
 Además, presionado internamente por la situación económica y por los grupos de
poder, Hurtado Larrea, quien no contaba con un sólido respaldo político, decidió que
el Estado asuma la deuda del sector privado. Este mecanismo permitió que las
obligaciones en dólares de los deudores privados se conviertan en obligaciones en
sucres. La “sucretización” benefició a un reducido número de personas naturales y
jurídicas, muchas de las cuales han sido actores de primera línea en un complejo y
añejo proceso de “privatización” del Estado. Recuérdese que en el Estado, como parte
de este proceso social de larga data, han intervenido directa o indirectamente, en
calidad de actores y de beneficiarios, los grupos financieros más poderosos.
 En la práctica, fue una garantía de crédito en favor de los acreedores
externos y una garantía de cambio para los deudores en moneda
extranjera. La “sucretización” determinó que, a partir de 1983, la mayoría
de la deuda externa del sector privado se convirtiera en forma
indiscriminada deuda del sector público, es decir de toda la sociedad.
 En este punto conviene tener presente la liberalidad con que operaban las
finanzas internacionales en la época del reciclaje de los petrodólares.
Walter Spurrier, en julio de 1983, describía este manejo poco cuidadoso:
“La mayor parte del crédito externo vino en forma de avales. (…) Para la
banca externa, lo fácil y conveniente era abrir una línea de crédito a
nombre de un banco o compañía financiera. Poco le importaba a quien
le conceda el préstamo el banco local; a fin de cuentas, es la entidad
crediticia local la que respondía. Por cierto, hubieron créditos directos
tomados por la banca nacional para sus propios fines: i) construcción de
sedes sociales, ii) vender divisas en el mercado libre para prestar el monto
en sucres, a una tasa superior de interés. Además ciertos créditos externos
fueron concedidos sin aval directamente a las tradicionales y fuertes
empresas ecuatorianas, sobre todo aquellas que exportan”. [2]
 Cuestionable fue que no se previeron mecanismos para saber si las deudas
declaradas estaban realmente pagadas: los registros del Banco Central,
que eran incompletos, sólo consideraban su ingreso y no su pago. Algo
que se explicaría por la ineficiencia burocrática del Banco Central y en
gran medida también porque las deudas no registradas no tenían que
pagar impuestos; este fue el caso de las empresas de la construcción.
Spurrier anotaba, entonces, que “la deuda no registrada sigue siendo un
enigma”. El mismo Abelardo Pachano afirmó posteriormente que no
debería sorprender pues, que pueda haberse “sucretizado” más de un
crédito ficticio y también créditos de otra manera irrecuperables.
 Adicionalmente no se investigó si los deudores tenían reservas en dólares. Era
fácil suponer que muchos agentes económicos privados tenían reservas en
dólares y otras divisas, dentro e incluso fuera del país, para atender el servicio
de sus deudas externas. El propio ex-presidente Hurtado, reconocería esta
realidad en un libro que escribió sobre la deuda [3], en el que asevera que las
personas naturales y jurídicas, para protegerse de las presiones cambiarias,
“aumentaban sus provisiones en moneda extranjera”. Otras personas
endeudadas quizás no pudieron acceder a los dólares necesarios para pagar
sus obligaciones, pero debían haber estado en capacidad de entregar los
sucres equivalentes al Banco Central. Y por cierto las empresas exportadoras no
debían tener dificultades en acceder a los dólares, que los recibían como
resultado directo de sus operaciones comerciales.
 Tampoco se averiguó sobre la existencia de garantías y menos aún sobre el
destino real de los fondos. Se “sucretizó” casi toda la deuda privada, sin importar
el destino que se dio a los créditos contratados libremente en el exterior.
 Una lectura de cómo se distribuía la deuda es conveniente en este punto. En
1981, poco antes de la “sucretización”, la deuda del sector privado, con un
monto total de 1.543 millones de dólares, se dividía de la siguiente manera: 31,7
por ciento en la industria, 18,9 por ciento en el comercio, 15,7 por ciento en
deudas de individuos particulares y un 14,3 por ciento en la construcción. El resto
de sectores tenían participaciones inferiores: el sector financiero un 7,4 por
ciento, los servicios 6,2 por ciento, mientras que la agricultura recibió apenas un
1,7 por ciento.
 Resulta revelador observar que en el listado de “sucretizados” aparecen entidades
que no tienen nada que ver con actividades productivas. Algunos nombres a modo
de ejemplo: el Quito Tenis y Golf Club, el Guayaquil Tenis Club, los equipos de fútbol
Barcelona y Emelec, el hipódromo Buijo, Club Ballenita, Club del Banco del Pacífico,
Club de Automovilismo y Turismo de Guayaquil, Club Deportivo PIN S.A. y el Club
Ecuestre La Herradura. Aquí cabe preguntarse por la utilidad productiva de estas
“empresas” que se beneficiaron de la “sucretización” otorgada generosamente por
el doctor Hurtado Larrea. En la lista de beneficiados asoman también grandes
casas comerciales, que fueron instrumentos para el auge consumista de la bonanza
petrolera. Igualmente habría que destacar en la lista a personas vinculadas con
medios de comunicación, personalidades de la política. La lista incluye a un gran
número de empresas constructoras y lotizadoras. También habría que incorporar a
los bancos que se beneficiaron directamente de este salvataje: Banco del Pacífico,
Banco Continental, Banco de los Andes, Banco del Progreso, Financiera Andina,
Banco de Descuento, Banco del Pichincha, incluso el City Bank asoma entre los
beneficiarios. También se habría “sucretizado” deudas de viajes de turismo o para
adquirir departamentos en el exterior, a más por cierto de deudas que ya estaban
pagadas…
 Lo cierto es que no hubo un análisis minucioso de cada de una de las personas que
“sucretizaron” sus deudas externas. Unas pocas fueron los que se endeudaron en el
exterior, mientras les resultó cómodo y beneficioso. El rato de pagar, todos fuimos
convocados a hacerlo.
 Por aquí, entonces, aparecen argumentos sólidos para demostrar lo que León Roldós
Aguilera, ex-vicepresidente de la República en el gobierno de Hurtado, calificó como la
“ naturaleza fraudulenta ” de la “sucretización”. Según Roldós, lo que pudo justificarse
para ciertas actividades productivas, “se convirtió en un mecanismo de impúdico
beneficio para decenas de personas dada la falta de control del Banco Central una
vez que se procedió a su aplicación”.
 Lo concreto es que, frente a las dificultades que se presentaron en esos años, el
gobierno de Hurtado Larrea instrumentó este mecanismo para salvar a los “ amantes
del riesgo, agresivos en la captación de una mayor porción del mercado, proclives a
intermediar con moneda extranjera y poco cuidadosos en la selección del portafolio ”,
como caracterizó posteriormente el mismo Pachano a los diversos agente económicos
beneficiarios de la "sucretización”.
 Gran parte de los datos aquí brevemente descritos permanecieron en la penumbra
por muchos años. Los nombres de empresas y personas, que se acogieron a esta
medida, fueron guardados celosamente por las autoridades de los gobiernos del más
variado tinte político, desde que empezó su instrumentación en 1983 hasta 1994,
cuando fue posible publicarlos. [6] La posibilidad de disponer de más informaciones
sobre el tema, es uno de los mayores aportes del trabajo realizado por la Comisión de
Auditoría Integral del Crédito Público en el 2008.
 - La ampliación de los regalos de la «sucretización»
 Al iniciar su gobierno, el ingeniero León Febres Cordero completó la faena de su
antecesor al ampliar aún más las ventajosas condiciones de pago de la deuda
externa “sucretizada”, concedidas durante la administración precedente:
 El período de gracia pasó de 1 año y medio a 4 años y medio.
 Se extendieron los plazos de pago de 3 a 7 años.
 Igualmente se congeló la tasa de interés en 16 por ciento, cuando las tasas
comerciales vigentes superaban el 28 por ciento.
 Se anuló la comisión de riesgo cambiario, congelando el tipo de cambio en 100
sucres por dólar.

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