Harlan Ellison - El Héroe Es Único
Harlan Ellison - El Héroe Es Único
Harlan Ellison - El Héroe Es Único
Harlan Ellison
Cort estaba acostado con los ojos cerrados, fingiendo que dorma, desde haca exactamente una hora despus de que ella empezara a roncar. De vez en cuando permita que sus ojos se abrieran formando pequeas rendijas para seguir el paso del tiempo en la esfera luminosa del reloj que haba dejado en la mesilla. A las cinco en punto de la maana sali de la cama del motel, que pareca una piscina olmpica, recogi la ropa del enmaraado montn que haba en el suelo y se visti con rapidez en el cuarto de bao. No encendi la luz. Como no recordaba el nombre de ella, no dej una nota. Como no deseaba degradar a la chica, no dej un billete de veinte dlares en la mesilla. Como no poda irse con la celeridad que deseaba, sac el coche del aparcamiento empujndolo y dej que cobrara impulso por el silencioso solar hasta llegar a la calle. A travs de la abierta ventanilla gir el volante, cogi la puerta antes de que el vehculo rodara hacia atrs, se meti y slo entonces puso en marcha el motor. La Ruta 1 entre Big Sur y Monterrey estaba desierta. La niebla abundaba. En algn punto, a la izquierda, bajo los acantilados, el Pacfico murmuraba amenazas cual viejo enemigo. La niebla se ondulaba en la autopista, conjurando ectoplsmicas formas con las condensadas luces de los faros. La humedad penda de los grandes y gruesos rboles como plateados recuerdos de tiempos anteriores a la llegada del hombre. La tortuosa carretera de la costa ascenda a travs de un terreno que record a Cort la selva tropical brasilea: empapado por la niebla y frgido, impenetrable y agresivamente siniestro. Cort aceler, arriesgndose a que el desastre lo alcanzara. Deba de haber algo ms que la amenaza de la selva. Como tena que haber en su vida algo ms que endodoncias, rentas y frottage cargado de culpa a ltimas horas de la noche con ojinegras ayudantes de dentista. Algo ms que marcos de peltre con diplomas de prestigiosas universidades. Algo ms que una esposa de una familia socialmente distinguida y 2,6 hijos aptos para la visin propagandista, perfecta y empalagosa de la juventud norteamericana de un fabricante. Algo ms que levantarse todas las maanas en un mundo que no reservaba sorpresas. Deba de haber desastre en alguna parte. En la selva, en la niebla, en la noche. Pero no en la Ruta 1 a las cinco y media. No para l, no en aquel momento. A las seis y media lleg a Monterrey y se dio cuenta de que no haba comido desde el medioda del da anterior, cuando haba terminado la terapia de los canales dentales de la seora Udall; tras guardar el torno se quit la bata, se puso la chaqueta, sali de su despacho sin decir una palabra a Jan y a Alicia, fue al garaje del stano y parti hacia la costa, huyendo sin pensar en un destino. No hubo tiempo de cenar cuando lig con la camarera, y ningn puesto nocturno de pizzas abierto para tomar algo antes de que ella se durmiera. El cido haba empezado a abrirle un agujero en el revestimiento de su estmago por culpa de tanto caf y tan poca paz mental. Cort se dirigi al centro turstico de Monterrey y no tuvo problemas para localizar una alargada extensin de espacios de aparcamiento. No haba movimiento alguno en las aceras de las tiendas. El sol pareca dispuesto a no salir nunca. La niebla era espesa y hmeda; corrientes de arena movediza fluan alrededor de Cort. Durante un instante el escaparate de una tienda, repleto de lmparas con base de madera flotante destinadas a salas subterrneas de grabacin de lowa, se solidific en el centro de la remolineante niebla; acto seguido desapareci. Pero en ese instante Cort vio su cara en el cristal. Esa noche poda prolongarse el da entero. Cort recorri atentamente las calles, en busca de algn madrugador local donde pudiera conseguir un wafle con fresas heladas untadas con azucarado jugo. Un huevo frito por un solo lado. Algo agradable en la interminable oscuridad. Nada abierto. Cort pens en aquel detalle. Nadie trabajaba temprano en Monterrey? Ningn establecimiento se engalanaba para el asalto de las langostas que era la llegada de quinceaeros con mochilas, corpulentos vendedores de mquinas industriales con carmeses sombreros a la moda y viudas semticas de azulado cabello? Se haba producido un eclipse?
Era aquella la hoyosa, tmida faz de la luna vuelta de lado? Dnde demonios estaba la luz diurna? La niebla pas junto a Cort, se dividi en fajas un instante. Al final de una callejuela vio una luz. Amarillenta, tan apagada como un pergamino, plida y timorata. Pero era una luz. Cort se meti en la callejuela y atisbo a travs del azogue en busca de la fuente. Pareca haberse esfumado. Pas junto a cerradas panaderas, joyeras y bazares con material de escafandrista. Un fantasma en la niebla. Cort comprendi que no slo se enfrentaba a una ciudad vaca y a las fajas de niebla, sino tambin a un estado de temor. Gnotobiosis: estado ambiental en que a animales libres de grmenes se les inoculan trazas de microorganismos conocidos. Miedo. La luz sali a flote entre las silenciosas y plateadas sombras del ocano: y Cort estaba delante mismo de ella. Se haba acercado l a la luz, o la luz a l? Era una librera. Sin letrero. Y en el interior, muchos hombres y mujeres. Todos hojeando libros. Cort permaneci en la oscuridad, inalcanzado por la somera luz de la annima librera, con la mirada fija en la escena. Una tienda tan pequea, a hora tan temprana de la maana, estaba atestada. Hombres y mujeres de pie, casi tocndose unos a otros, todos absortos en el libro que tenan en la mano. Gnotobiosis: Cort not que el miedo se deslizaba por sus venas y arterias igual que veneno. Ninguno de los clientes volva las hojas. De no haber sido por el ligero movimiento de los cuerpos, si nadie se hubiera rascado el labio, parpadeado o movido los pies, si nadie hubiera hundido los hombros, erguido la espalda o mirado alrededor... Cort habra credo que contemplaba maniques. Una extraa pero interesante escena para inducir a los transentes a entrar y hojear. Estaban vivos, pero no volvan las hojas de los libros que les absorban. Ni dejaban un libro en su estante para coger otro. Los hombres, las mujeres, todos: fascinados por palabras en el punto donde estaban abiertos los libros. Cort dio media vuelta para alejarse con la mxima rapidez posible. El coche. Sal a la carretera. Tiene que haber una parada de camiones, un comedor, un restaurante econmico, comida para llevar, algo. He estado aqu otra vez, y esto no es Monterrey! Los golpes en el escaparate le detuvieron. Cort se volvi. La desesperada expresin en la cara de tortuga de la menuda anciana aties su espalda. Con not que tena la mano derecha levantada, como puesta entre l y la visin de la vieja. Sacudi la cabeza, no, definitivamente no, pero sin tener la menor idea respecto a qu estaba rechazando. Ella le hizo gestos para que se quedara con sus arrugadas y pequeas manos, y pronunci palabras al otro lado del vidrio del escaparate. Las pronunci con gran precisin y las palabras eran stas: Tengo lo que necesita. Luego le indic por gestos que se acercara a la puerta, que entrara: Tengo lo que necesita. La esfera luminosa del reloj de pulsera de Cort indicaba las 7.00. An era de noche. La niebla segua descendiendo del bosque de la pennsula de Monterrey. Cort intent alejarse. San Francisco estaba arriba. El sol deba de estar llameando en Russian Hill, Candlestich Park y Coit Tower. El mundo reservaba sorpresas a pesar de todo. Ahora ests libre, has roto el ciclo, oy musitar a su futuro. No respondas. Dirgete hacia el sol. Vio que su mano se alzaba hacia el pomo de la puerta. Entr en la librera. Todos alzaron los ojos un momento, no denotaron emocin alguna en sus semblantes, la puerta se cerr, siguieron mirando los libros. Cort estaba ya dentro, con ellos. Estoy segura de que lo tengo en tapas duras, un ejemplar muy bien conservado dijo la vieja tortuguilla que era la mujer. Su sonrisa careca de dientes. Cmo puede haber niebla aqu dentro? Slo quiero hojear dijo Cort. S, claro repuso ella. Todos estn hojeando. La anciana le puso una mano en su brazo y Cort se estremeci. Hasta que abra algn restaurante.
"S, claro. Cort tena dificultades para respirar. Acidez. Siempre..., siempre hay tanta oscuridad a primeras horas de la maana? Est fuera de estacin dijo ella. Eche un vistazo. Tengo lo que necesita. Exactamente lo que necesita. Cort obedeci. No busco nada especial. La vieja camin junto a l, una mano en su brazo. Tampoco lo buscaban ellos. La anciana seal con la cabeza el enjambre de hombres y mujeres. Pero encontraron respuestas aqu. Tengo un surtido magnfico. Nadie volva las pginas. Cort mir por encima del hombro de una mujer de edad madura que tena la vista fija en un libro con grabados de acero en ambas pginas abiertas. Su curiosidad explic la tortuga fue excitada por la pregunta: Cmo se cre el primer vampiro?. Un concepto fascinante, no le parece? Si nicamente es posible crear un vampiro a partir de un ser humano normal que recibe el mordisco de un vampiro, cmo naci el primer vampiro? Ella ha encontrado la respuesta aqu, entre mis prodigiosas existencias. Cort mir el libro. Uno de los grabados en acero reproduca el Arca de No. Pero no significaba eso que tuvo que haber dos a bordo? La tortuga le oblig a seguir recorriendo las hileras de libros. Cort se detuvo junto a un joven que llevaba una camiseta muy apretada. Pareca estar agotado por el trabajo. Tena la cabeza inclinada, tan cerca del libro abierto en sus manos que su arreglado cabello rubio caa sobre sus ojos. Durante aos ha sentido dolores simpticos con una persona desconocida explic la anciana a modo de confidencia. Senta peligro, jbilo, lujuria, desesperacin..., nada de ello personal, nada de ello relacionado en forma alguna con sus circunstancias en el momento concreto. Por fin comenz a comprender que estaba unido a otra persona. Como los hermanos corsos. Pero sus padres le aseguraron que l haba nacido solo, que no exista gemelo. El encontr la respuesta en este tomo. La vieja hizo agitados gestos con sus manos llenas de azuladas venas. Cort mir ms all de la cabeza y el cabello del joven. Era un libro de historia africana. Haba lgrimas en los ojos del joven; haba una mancha de humedad en la pgina par. Con apart la mirada rpidamente; no deseaba entremeterse. El siguiente de la hilera era un hombre muy alto, con aspecto de asceta, que sostena un pliego de papel obviamente escrito con una pluma de ave. Por los rasgos floridos y los remolinees de la escritura, Cort comprendi que el libro deba de ser muy antiguo y seguramente muy valioso. La mujer tortuga se agach, con la cabeza tocando suavemente el pecho de Cort, y dijo: Siglo diecisis. El primer infolio de Shakespeare. Este caballero pas buena parte de su vida adulta, y dcadas de investigaciones acadmicas, atormentado por el problema de quin escribi realmente The Booke of Sir Thomas More: el poeta, o su rival, Anthony Munday. Ah est la respuesta, ante sus ojos. Tengo unas existencias tan magnficas... Por qu este hombre..., por qu ninguna de estas personas pasa las hojas? Por qu iban a molestarse? Han encontrado la respuesta que buscaban. Y no desean saber nada ms? Al parecer, no. Interesante, no le parece? Cort pens que era ms estremecedor que interesante. Despus, el estremecimiento se aferr permanentemente a su corazn, como una lapa, con la muda pregunta, cunto tiempo llevan as estos curiosos? Aqu hay una mujer que siempre haba querido saber si el mal puro existe en todos los lugares de la faz de la tierra. La mujer en cuestin llevaba una mantilla sobre los hombros, y contemplaba hipnotizada un libro de historia natural. Este hombre anhelaba poseer una relacin completa del contenido de la gran Biblioteca de Alejandra, los temas de ese medio milln de papiros escritos a mano antes de que la biblioteca fuera incendiada en el siglo quinto. Era un hombre macilento y arrugado y en su semblante estaba grabada una expresin de fatiga tan vieja que Cort pens en Stonehenge. Tena la mirada clavada en dos hojas con caracteres infinitesimales y Cort no pudo distinguir una sola palabra entre aquellas cagadas de mosca.
Una mujer que perdi la memoria dijo la tortuga mientras sealaba con un gesto de su cabeza de tortuga a una hermosa criatura adornada con bufandas de seda de diez colores distintos. Despert en un burdel de Marrakech vctima de la trata de blancas, huy para salvarse, ha pasado aos errando por todas partes, intentando descubrir quin es. La vieja se ri; su risa era suave y cordial. Ella lo averigu aqu. El relato completo est en ese libro. Cort se volvi para mirar a la tortuga, apartando la arrugada zarpa de su brazo. Y usted tiene lo que yo necesito, verdad? S. Tengo lo que necesita. Entre mis magnficas existencias. Qu es exactamente lo que tiene y que yo necesito? Aqu. Entre sus magnficas existencias. No le haca falta que la mujer hablara. Cort saba exactamente qu iba a decir ella. Ella dira: Vaya, tengo las respuestas a su bsqueda, y despus l se paseara por la librera sintindose superior a los pobres diablos que llevaban all desde slo Dios saba cunto tiempo. Y finalmente l mirara a la vieja, sonreira y dira: Ni siquiera conozco las preguntas, y ambos sonreiran con esa afirmacin: l como un idiota porque se trataba de la frase ms gastada posible, ella porque saba que l iba a decir alguna tontera como aquella. Y l se abstendra de excusarse por su fugaz estupidez. Luego formulara la pregunta y la vieja sealara un estante y contestara: El libro que desea est all, y le sugerira que mirara tal y tal pgina para averiguar exactamente lo que deseaba saber: el motivo de su viaje por la costa. Y si, diez mil aos ms tarde, la krmica esencia de lo nico que queda de Suleimn el Magnfico, bendito sea su nombre, Suleimn del potente sello, sultn y seor de los genios de todas las especies: jinns, efrits, iblis...; si esa transustanciada esencia se presenta de nuevo, como se presenta de nuevo el cometa Halley, ese espritu que aparece como por encanto, recorriendo la carmes eternidad en su interminable hgira..., si se presenta de nuevo encontrar a Cort (doctor Alexander Cort, dentista cirujano de una cooperativa de odontlogos) todava de pie en la librera, codo a codo con los otros curiosos. Celacantos perfilados en esquisto, mastodontes repentinamente congelados en hielo, avispas embutidas en mbar. Gnotobiosis: para siempre. Por qu tengo la sensacin de que todo esto no es casualidad? pregunt Cort a la vieja mujer tortuga. Retrocedi poco a poco hacia la puerta. Por qu tengo la sensacin de que todo esto me esperaba, del mismo modo que esper al resto de pobres y jodidos perdedores? Por qu huele usted a gardenias podridas, vieja seora? Casi estaba en la puerta. La anciana se hallaba en un espacio libre, en el centro de la librera, mirndole fijamente. Usted no es distinto, doctor Cort. Necesita las respuestas igual que los dems. Quizs una pocin amorosa..., una piedra mgica..., inmortalidad..., toda esa jerigonza. He visto lugares como este en pelculas de televisin. Pero yo no muerdo, vieja seora. No tengo necesidades que usted pueda satisfacer. Y su mano estaba en el pomo de la puerta; y lo hizo girar; y dio un tirn; y la puerta se abri a la siniestra niebla y la interminable noche y el bosque que le aguardaba. Y la anciana dijo: No le gustara saber cundo tendr el mejor instante de toda su vida? Y Cort cerr la puerta y se qued inmvil con la espalda apoyada en ella. Su sonrisa era enfermiza. Bien, me ha cogido musit. Su momento de mxima felicidad dijo la vieja en voz baja, sin apenas mover sus finos labios. De mayor fuerza, de ms satisfaccin, la cima de su buena forma, de su control, el momento de mayor gallarda, cuando tenga el mejor aspecto y sea sumamente bien considerado por el resto del mundo. Su momento culminante, de mayor impulso, su logro ms apetecido, el que configurar el resto de su vida. El instante que jams volver a presentarse, aunque viva mil aos. Aqu, entre mis magnficas existencias, tengo un tomo que le indicar el da, la hora, el minuto, el segundo de su mejor futuro. Pdalo y es suyo. Tengo lo que necesita. Y qu me costar? La anciana abri su hmeda boca y sonri. Sus arrugadas manilas quedaron abiertas con las palmas hacia arriba ante ella. Pues nada dijo. Igual que los dems..., usted slo quiere hojear, no es cierto? El fro como de lapas que osificaba su columna vertebral indic a Cort que haba cosas peores
que tratar con el diablo. Slo hojear, como ejercicio... Y bien? pregunt la vieja, a la espera. Cort medit mientras se humedeca los labios, repentinamente secos cuando el momento decisivo estaba a su alcance. Y si se produce dentro de pocos aos? Y si tengo poco tiempo para lograr cualquier cosa que siempre quise conseguir? Cmo voy a vivir el resto de mi vida despus de esto, sabiendo que nunca estar mejor, que jams ser ms feliz, ms rico, ms seguro, sabiendo que nunca superar lo que hice en ese instante? Qu valor tendr el resto de mi vida? La menuda mujer tortuga apart con los hombros a dos curiosos, que se separaron perezosamente, como si se dieran la vuelta en la cama, y sac un libro pequeo y rechoncho de un estante situado a la altura de su cintura. Cort parpade con rapidez. No, ella no lo haba sacado de los estantes. El libro se haba deslizado y haba saltado hacia la mano de la vieja. Pareca un viejo minilibro. La anciana se acerc y le tendi el libro. Slo hojeardijo hmedamente. Cort extendi la mano y se detuvo, dobl los dedos. La mujer arque los finos bosquejos que eran sus cejas y le ofreci una mirada de diversin, irnica. Est terriblemente ansiosa de que yo lea este libro dijo Cort. Estamos aqu para servir al pblico dijo ella amistosamente. Tengo que hacerle una pregunta. No, dos preguntas. Son dos preguntas que quiero que me responda. Luego considerar si hojeo sus magnficas existencias. Si yo no puedo responderle, cosa que es, al fin y al cabo, nuestro trabajo aqu, entonces estoy convencida de que un libro de mis magnficas existencias contiene la respuesta adecuada. Pero..., coja este libro que necesita, slo cjalo, y responder a su pregunta. Preguntas. Dos preguntas. Muy importantes, estoy segura. La anciana le tendi el librito. Cort lo mir. Era un minilibro, de los que haba ledo siendo nio, con pginas ilustradas alternadas con pginas de texto, con aventuras de hroes de tebeo como Red Ryder, La Sombra o Skippy. A su alcance, la respuesta a la pregunta que todo el mundo desea formular: cul ser el mejor momento de mi vida? Cort no toc el libro. Yo preguntar, usted responder. Entonces me habr cogido... entonces me dedicar a hojear. La anciana se alz de hombros, como diciendo, haga lo que prefiera. Cort pens: Haga lo que haga, usted har su agosto. Cmo se llama esta librera? dijo. La cara de la vieja se crisp. Cort not una repentina oleada de recuerdos de la infancia, de su primera lectura de un cuento de brujas. La cara de la mujer tortuga adopt un aire malvado. No tiene nombre. Simplemente existe. Y cmo vamos a encontrarla en las pginas amarillas? dijo Cort, mofndose de la vieja. Era obvio que l se encontraba de pronto en situacin de fuerza. Aunque no tuviera la menor idea respecto a la fuente de donde flua esa fuerza. Ningn nombre! Ningn nombre! No nos hace falta nombre. Tenemos una clientela muy selecta! La librera jams ha tenido nombre! No nos hacen falta nombres! Su voz, suave como una tortuga, blanda, de chocolate, se haba transformado en metal oxidado que araa metal oxidado. Ningn nombre, no le dir ningn nombre, no voy a mostrarle apestosas etiquetas! Hizo una pausa para calmar su ira, y en pleno silencio Cort formul su segunda pregunta. Qu gana usted con esto? Cunto le pagan? Dnde est la lnea de beneficio mnimo en su grfica? Qu saca usted de esto, pavorosa seora? La mujer apret los labios. Sus llameantes ojos parecan al mismo tiempo viejos y juvenilmente feroces y plateados. Clotho dijo. Clotho: Libros Raros. Cort no reconoci el nombre, pero por la forma en que ella lo pronunci, supo que le haba arrancado un importante secreto. Y lo haba hecho, al parecer, porque l era el primero que lo preguntaba. Como cualquiera lo habra hecho, si hubiera preguntado. Y tras haber preguntado y
ser respondido, Cort saba que estaba a salvo de ella. Pues bien, dgame, seorita Clotho, o seora Clotho, o lo que sea. Dgame, Qu gana usted con esto? En qu moneda del reino le pagan? Usted se ocupa de esta tienda sobrenatural, atrapa a estos necios, y apuesto que apenas yo me vaya, zas!, todo se esfuma. De vuelta al Pas de los Ensueos. Qu tipo de vida hogarea lleva? Hace tres comidas diarias? Se cambia el tampax cuando tiene la regla? Tiene an la regla? O ya ha pasado por la menopausia? Inmortal, quizs? Dgame, extraa seora tortuga, si vive siempre, cambia de vida? Todava le gusta acostarse con un hombre? Alguna vez lo hizo? Cmo es su caca, firme y dura? Tienen que hacer caca las misteriosas viejas fantsticas que se esfuman con su librera? O quiz no, eh? No puede hablarme as! le grit ella. Sabe quin soy? Mierda, no! le respondi chillando Cort. No s quin demonios es usted, y lo que es ms importante, me importa un cochino pepino quin es! Los lectores zombies haba levantado la cabeza. Parecan angustiados. Como si se hubiera roto un prolongadsimo trance. Pestaeaban furiosamente, se movan sin objeto, parecan... marmotas que salen a examinar sus sombras. Deje de gritar! refunfu Clotho. Est poniendo nerviosos a mis clientes! Quiere decir que estoy despenndolos? Venga, todo el mundo, salgan a tomar el sol! Dense un chapuzn! Por qu estn tan quietos? Sabidura del destino? Cierre el pico! Ah, s? Tal vez lo haga y tal vez no, vieja tortuga. Si responde a mi pregunta, por qu me aguardaba aqu especialmente a m, es posible que deje a estos papanatas seguir hojeando. La vieja se acerc a l tanto como pudo sin tocarle, y silb igual que una serpiente Usted? dijo con los dientes apretados. Por qu piensa que le esperbamos a usted precisamente? Esperamos a todo el mundo. Esta era su oportunidad. Todos tienen una oportunidad, todos tendrn su oportunidad en la tienda del curioseo. Por qu dice esperamos? Se siente imperial? Nosotras. Mis hermanas y yo. Oh, hay ms de una como usted, eh? Una cadena de libreras. Muy agudo. Pero supongo que tendrn sucursales en estos tiempos, con tanta competencia de otras cadenas... Clotho apret los dientes. Y por primera vez Cort vio que la vieja tortuga tena dientes detrs de sus rectos y finos labios. Coja este libro o salga de mi tienda dijo la mujer en un mortfero susurro. Cort cogi el minilibro de las temblorosas manos de la vieja. Nunca haba tratado una persona tan vil, tan grosera refunfu Clotho. El cliente siempre tiene la razn, querida dijo Cort. Y abri el libro en la pgina exacta. La pgina donde ley cul sera su mejor momento. El conocimiento que convertira el resto de su vida en una idea tarda. Un fracasado pasando el tiempo. Una constante caminata montaa abajo. Cundo se producira? Dentro de un ao? Dos aos? Cinco, diez, veinticinco, cincuenta, o en el bendito instante final de la vida, despus de haber trepado, trepado y trepado siempre hasta la cumbre? Cort ley... Ley que su mejor momento se produjo cuando tena diez aos. Cuando, en el transcurso de un partido de bisbol en un solar, un partido en el que slo se poda batear si se echaba fuera a otro jugador, el mejor bateador del barrio consigui un tremendo golpe dirigido hacia la parte ms alejada del centro del campo, donde Con se vea forzado a jugar siempre (porque se destacaba en este depone). l corri de espaldas, extendi su desnuda mano y milagrosamente, l, el pequeo Alex Cort, salt todo lo que pudo y el dolor de la desgastada y dura bola al tocar su mano y quedarse en ella fue ms dulce que cualquier sensacin anterior... o posterior. El momento se reviva en las palabras de la pgina del terrible libro. Lentamente, poco a poco Con cay al suelo, sus pies tocaron tierra y su vista fue hacia su mano, y all, en la enrojecida y afligida palma, falta de guante de bisbol, estaba la pelota ms dura jams lanzada por un bateador. Alex era el mejor, el amo del mundo, lo ms increble en la faz de la tierra, enorme, intrpido y excelente, el expeno inconmesurable, milagroso; un prodigio, un prodigio andante.
se fue el mejor momento de su vida. Cuando tena diez aos. Nada ms hara en su vida, nada haba hecho entre los diez y los treinta y cinco aos, su edad mientras lea el minilibro. Y observ que l, hasta que muriera cuando se agotaran los aos que le restaban de vida, no hara nada... nada podra compararse con aquel momento. Cort alz la cabeza lentamente. Tena dificultades para ver. Estaba llorando. Clotho le sonrea desagradablemente. Tiene suene de que yo no sea como mis hermanas. Ellas reaccionan mucho peor cuando las fastidian. La vieja se alej de l. El sonido del minilibro bruscamente cerrado en el mostrador del escaparate detuvo su caminar. Cort dio media vuelta sin pronunciar palabra y se dirigi hacia la puerta. Oy detrs de l los apresurados pasos de la anciana. Adonde cree que va? Vuelvo al mundo real. Tena dificultad para hablar. Las lgrimas le obligaban a expresarse con sollozos y las palabras brotaban speramente. Tiene que quedarse! Todos se quedan! Yo no, querida. El hroe es nico. Todo es intil. Nunca volver a conocer la grandeza. Slo basura, despojos, vaco. No habr nada tan bueno aunque viva mil aos. Cort abri la puerta. La niebla continuaba all. Y la noche. Y la ltima selva. Cort se detuvo y mir a la vieja. Si tengo suerte, no vivir mil aos. Luego cruz la puerta de Clotho: Libros Raros y la cerr con fuerza. La vieja le observ al otro lado del escaparate cuando l se alej entre la niebla. Se detuvo de nuevo y se agach para hablar tan cerca del vidrio como fuera posible. Ella estir su carilla de tortuga y le oy decir: Lo que queda puede ser solamente el final de una vida de mierda... pero es mi vida de mierda. Y es la nica diversin de la ciudad, querida. El hroe es nico. Luego Cort se adentr en la niebla, llorando; pero intentando silbar.