Bayer, Terrorismo de Estado en Argentina

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Bayer, Osvaldo y otros El Terrorismo de Estado en la Argentina : Apuntes sobre su historia y sus consecuencias / Osvaldo Bayer; Atilio Boron;

Julio Gambina; El otro en el discurso poltico argentino. Seleccin documental / Elvira Barillaro y Francisca La Greca - 1a ed. - Buenos Aires: Instituto Espacio para la Memoria, 2011. 320 p.; 22x15 cm. ISBN 978-987-23578-7-0 1. Derechos Humanos. I. Boron, Atilio II. Gambina, Julio III. Barillaro, Elvira, selec. IV. La Greca, Francisca, selec. V. Ttulo CDD 323 Fecha de catalogacin: 08/01/2010

Instituto Espacio para la Memoria Av. Pte. Roque Senz Pea 547, 6 Piso 1035 - Ciudad Autnoma de Buenos Aires Tel.: 4342-6103/7797 [email protected] www.institutomemoria.org.ar El Terrorismo de Estado en la Argentina Prlogo: Ana Mara Careaga Apuntes sobre su historia y sus consecuencias: Osvaldo Bayer, Atilio A. Boron y Julio C. Gambina Con la colaboracin editorial de Carolina Espinosa El otro en el discurso poltico argentino. Seleccin documental: Elvira Barillaro y Francisca La Greca Prologado por Liliana Barela Edicin y diseo interior: Oscar Luis Estells Arte de tapa: Oscar Flores Correccin: Fanny Seldes Impresin: 4 Colores El IEM agradece a todos los que colaboraron tanto en la investigacin previa como en la seleccin y suministro de imgenes que ilustran este libro. Permitida su reproduccin total o parcial con fines educativos y de transmisin de la memoria, citando la fuente. IMPRESO EN LA ARGENTINA/PRINTED IN ARGENTINA Queda hecho el depsito que marca la Ley N 11.723 ISBN 978-987-23578-7-0

El Terrorismo de Estado en la Argentina


Apuntes sobre su historia y sus consecuencias El Otro en el discurso poltico argentino. Seleccin documental

El Terrorismo de Estado en la Argentina


Apuntes sobre su historia y sus consecuencias
Osvaldo Bayer/Atilio A. Boron/Julio C. Gambina

El Otro en el discurso poltico argentino. Seleccin documental


Elvira Barillaro/Francisca La Greca

Imgenes
(a toda pgina) Pg. 8: Alrededores de la ESMA; Luis Sanjurjo; Archivo IEM. Pg. 14: 29 de mayo de 1981; Eduardo Longoni; Libro En negro y blanco. Fotografas del Cordobazo al Juicio a las Juntas; ARGRA; Bs. As.; 2006. Pg. 16: La Otra Final: marcha; Oscar Flores; Archivo IEM. Pg. 24: ESMA, Patio del Cuatro Columnas; Luis Sanjurjo; Archivo IEM. Pg. 226: Blancos; Grupo de Arte Callejero; Archivo IEM. Pg. 228: Documento desclasificado; Memorandum de la Embajada de los EE.UU. en la Argentina sobre la aparicin de los cuerpos de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y las monjas francesas en la costa argentina; 1978; Archivo IEM. Pg. 318: La Otra Final: tribuna vaca; Oscar Estells; Archivo IEM. Pg. 319: Jorge Julio Lpez; fotomontaje Oscar Flores; Archivo IEM.

ndice
Prlogo
Ana Mara Careaga, Directora Ejecutiva del Instituto Espacio para la Memoria............9

Apuntes sobre su Historia y sus Consecuencias


Osvaldo Bayer, Atilio A. Boron y Julio C. Gambina........................................................15 Introduccin............................................................................................................................17 Captulo I Procesos que conforman la organizacin poltica de la Argentina. 1880-1930...................25 Captulo II Ante la inestabilidad institucional: la salida represiva. 1930-1976............................................73 Captulo III Fundamentos econmicos del Golpe de Estado de 1976.......................................................111 Conclusiones.....................................................................................................................217 Bibliografa...............................................................................................................................223

El Otro en el discurso poltico argentino. Seleccin documental.


Elvira Barillaro y Francisca La Greca...................................................................................227 Prlogo Liliana Barela, Directora del Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires...........229 Introduccin............................................................................................................................231 Seleccin documental....................................................................................................235

Prlogo
En el ao 2002, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires cre el Instituto Espacio para la Memoria mediante la Ley 961, promulgada en el ao 2003. La iniciativa, que tuvo como impulsores a los organismos de Derechos Humanos, apuntaba -entre otros aspectos- a la construccin de un Museo o Espacio para la Memoria cuya sede sera -an cuando ste todava no haba sido entregado para su destino como sitio de memoria- el edificio conocido como Cuatro Columnas o Pabelln Central en el predio donde funcion el Centro Clandestino de Detencin, Tortura y Exterminio Escuela de Mecnica de la Armada (ESMA). La idea era plasmar all la historia de los hechos ocurridos durante el Terrorismo de Estado de los aos 70 e inicios de los 80, hasta la recuperacin del Estado de Derecho, as como los antecedentes, etapas posteriores y consecuencias, con el objeto de promover la profundizacin del sistema democrtico, la consolidacin de los derechos humanos y la prevalencia de los valores de la vida, la libertad y la dignidad humana1. En el marco de una tarea ms abarcativa y de mayor alcance, que concibi la existencia en la Ciudad de Buenos Aires de un Instituto autrquico y autnomo integrado por organismos de Derechos Humanos, representantes del Poder Legislativo y Ejecutivo de la Ciudad y personalidades con reconocido compromiso en la defensa de los derechos humanos, cuya misin y funcin es la transmisin de la memoria de los hechos antes sealados ocurridos en la etapa ms oscura del Terrorismo de Estado en la Argentina, hoy el IEM tiene la satisfaccin de poner al alcance de todos esta publicacin. El Terrorismo de Estado en la Argentina - Apuntes sobre su historia y sus consecuencias - El otro en el discurso poltico argentino. Seleccin documental hace las veces de piedra fundamental de esa tarea colectiva de construccin del Espacio para la Memoria en la ex ESMA. Hace aos que, desde distintos sectores -organismos de derechos humanos, organiza9

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ciones varias, expresiones de la sociedad civil-, se viene profundizando en los contenidos sobre los cuales trabajar en los sitios de memoria. La definicin de dichos contenidos, el consenso alcanzado respecto a algunas cuestiones particulares, son el resultado de aos de debate de esos mismos sectores sociales, que han resguardado la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia como un bien profundamente preciado. Ms all de las diferencias o de las posiciones en las que puede haber mayores o menores divergencias respecto de cmo abordar esa tarea -que por otra parte contribuye al enriquecimiento de los resultados al arribo de los consensos-, ese accionar inclaudicable fue el que hizo posible, por encima de todo, el avance en innumerables cuestiones vinculadas a la temtica que nos ocupa. Este libro es una expresin de ello. En sus contenidos, que abarcan un recorrido por la historia argentina teniendo como eje el Terrorismo de Estado con todo lo que ste ha implicado e implica en el devenir de la realidad en la que estamos inmersos, se aborda esta prctica en su estrecha vinculacin con los fundamentos econmicos del poder que necesitaba, mediante su brazo represivo, crear las condiciones de implementacin de un neoliberalismo a ultranza que habra de tener su apogeo con el advenimiento del menemismo. Las fuerzas de seguridad de la Dictadura fueron las encargadas de llevar adelante la tarea del horror, del secuestro, la tortura, la desaparicin y la muerte de gran parte de una joven generacin y de otros exponentes de una lucha por una sociedad distinta. Pero esta maquinaria del crimen respondi siempre fue as en la historia de la humanidad- a la defensa de los intereses de unos pocos en desmedro de la inmensa mayora de la poblacin. El resultado de las dictaduras que asolaron la regin en esos aos dej, adems de un saldo siniestro de terror y muerte, la exclusin de millones de personas del acceso a los ms elementales derechos humanos, como el derecho al trabajo, a la salud, a la educacin. La documentacin recopilada y seleccionada para esta edicin, de una enorme riqueza histrica, constituye una muestra elocuente de los mecanismos y resortes utilizados por el poder a la hora de preservar sus privilegios. 10

El recorrido histrico de este libro arranca con la constitucin de la Repblica en 1810. Su edicin, en el 2010, ao del Bicentenario, nos convoca a una reflexin que desde el punto de vista tico y moral interroga a las personas de bien. Se puede hablar de festejos de un aniversario de libertad cuando, an en el marco de las heroicas luchas populares y de resistencia que enaltecen la historia de los pueblos, miles de compatriotas no pueden acceder a una vida digna? En sus pginas se torna significativo el paralelo que, desde el punto de vista de la represin ocurrida con el Terrorismo de Estado, se puede hacer con la terrible masacre y el genocidio llevados adelante contra los pueblos originarios, en donde la coincidencia ms significativa en el mtodo, ms all de la obvia motivacin de defensa de grandes intereses econmicos, est en la similitud no slo por el exterminio y aniquilamiento de importantes sectores de la poblacin, sino por el hecho de negarle al otro su condicin humana. Sabido es que en los ms de 500 Centros Clandestinos de Detencin de la Dictadura, verdaderos soportes materiales del Terrorismo de Estado, las metodologas ms aberrantes eran aplicadas a personas indefensas, a quienes se les negaba la posibilidad de conservar cualquier rasgo humano, incluso aquel que les daba identidad, su nombre. Tambin la prctica del horror instal en la Argentina la figura de la desaparicin forzada de personas. Los desaparecidos, segn los propios dichos de los jerarcas de la muerte, no estn, no existen, no tienen entidad 2. Por eso los campos de concentracin, por eso esa metodologa para sembrar el terror no slo en el cuerpo de los militantes capturados, sino en el conjunto de la sociedad argentina y en el cuerpo y el alma de aquellos que perdan en un pozo negro a sus seres queridos. En ese contexto, las secuelas que en el plano poltico, econmico, social y cultural dej en la sociedad argentina -los miles de detenidos-desaparecidos, asesinados, presos polticos, exiliados, los centenares de nios apropiados, los lazos sociales desarticulados, el silenciamiento poltico y la implementa11

El Terrorismo de Estado en la Argentina

cin de un modelo econmico regresivo y de endeudamiento3, la falta an de conciencia por parte de muchos de sus miembros, de los hechos ocurridos y de cmo stos, lejos de serles ajenos, los involucran- es una realidad que requiere de una tarea constante que aporte a la reflexin sobre nuestro pasado. Y creemos que se es el gran mrito de este libro. A la vez que se constituye en el puntapi inicial para abordar la historia del Terrorismo de Estado -en un espacio fsico, cargado de significacin respecto de lo sucedido y por eso emblemtico, en un predio por el que se calcula que pasaron ms de 5.000 personas de las cuales la mayora permanece an desaparecida-, se convierte en una herramienta que aporta al conocimiento y al pensamiento acerca de una realidad que desde el pasado, en el presente y en relacin al futuro, nos involucra a todos. Por otra parte, es necesario destacar la sostenida y profunda tarea de investigacin en equipo de los antecedentes histricos, econmicos, polticos y culturales del Terrorismo de Estado en Argentina que tuvo como corolario la realizacin de este libro. Desde el Instituto Espacio para la Memoria queremos hacer un merecido reconocimiento a los autores del mismo que, desde distintos lugares y posiciones, supieron trabajar aportando generosamente su conocimiento y experiencia con una actitud amplia y de escucha permanente. Fue una verdadera satisfaccin para nosotros haber compartido esta valiosa tarea. Y an hay ms. No quisiera terminar este prlogo sin hacer una justa reivindicacin de alguien que fue, y sigue siendo, uno de los motores fundamentales de la idea que hoy tiene la forma de este libro: Mabel Gutirrez, integrante del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria, entonces presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Polticas, y madre de Alejandro, detenido-desaparecido. Mabel, fallecida el 10 de abril de 2009, fue una de las principales impulsoras y sostn de esta iniciativa. Participando activamente en todas las reuniones de discusin e intercambio para la construccin del Espacio/Museo, incluidas aquellas relacionadas con el contenido de este libro, fue una gua que, en 12

este mbito, mostr una vez ms el tesn y la tenacidad que tienen las personas comprometidas con las causas nobles. Por eso estas pginas estn dedicadas tambin a ella que, aunque no pudo ver -en este caso- el fruto de su trabajo, fue sin duda, tambin, una de sus autoras. Ana Mara Careaga Directora Ejecutiva del Instituto Espacio para la Memoria

NOTAS
1. Misin y funcin del IEM consagrada en el Art. 2 de su Ley de creacin (Ley 961/2002). 2. Expresin del dictador Jorge Rafael Videla ante periodistas extranjeros, diciembre de 1977. 3. Documento fundacional del IEM, Bs. As., 20 de septiembre de 2005.

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

El Terrorismo de Estado en la Argentina


Apuntes sobre su historia y sus consecuencias
Osvaldo Bayer/Atilio A. Boron/Julio C. Gambina

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Introduccin
Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan hroes ni mrtires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece as como propiedad privada, cuyos dueos son los dueos de todas las otras cosas. Rodolfo Walsh

Este libro que el lector, o la lectora, tiene en sus manos es fruto de un esfuerzo conjunto destinado a historiar la evolucin del Terrorismo de Estado en la Argentina desde los albores de nuestra vida republicana hasta el apogeo de esta prctica aberrante y criminal durante la ltima Dictadura militar. Al encargarnos la redaccin de este trabajo, el Instituto Espacio para la Memoria quera poder contar con un libro que facilitara su noble y patritica labor de mantener viva y activa la memoria de los argentinos ante los crmenes perpetrados por quienes tomaron el poder por asalto el 24 de marzo de 1976. Este trabajo fue posible gracias a la invalorable colaboracin prestada por Carolina Espinosa, Licenciada en Ciencia Poltica, a quien los autores le confiamos la tarea de una primera articulacin de los tres estudios que fueron necesarios para la elaboracin de este texto. Obviamente, los errores o defectos que puedan encontrarse son de absoluta responsabilidad de los autores. Cabe una vez ms recordar la validez de aquella sentencia que dice que los pueblos que no tienen memoria estn condenados a recaer una y otra vez en las peores desgracias. Por eso nuestro libro no est dirigido a un estrecho crculo de acadmicos o historiadores profesionales sino que pretende llegar a un pblico mucho ms amplio que el de los claustros universitarios. Hemos trabajado con la rigurosidad que exige la academia pero procurando presentar, en un lenguaje llano y accesible para todas y todos, la tragedia del Terrorismo de Estado en nuestro pas. Es, por lo tanto, un material de divulgacin general, fundado en un trabajo minucioso de investigacin, pero destinado a acerar las conciencias, a impedir que el olvido gane la batalla, que los recuerdos del horror se esfumen y que la sociedad quede, una vez ms, indefensa ante las acechanzas de quienes a lo largo de la historia 17

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hicieron del terror el instrumento predilecto de su intervencin en los asuntos pblicos. No se trata, por esto mismo, de un trabajo exhaustivo; la tragedia del Terrorismo de Estado tiene tantas aristas y manifestaciones que hubiera sido imposible incluirla en los acotados lmites de un libro como ste. Lo que nos propusimos fue mostrar, de la manera ms clara posible, la constante presencia del horror a lo largo de la historia argentina y, ms concretamente, la peridica irrupcin del Terrorismo de Estado que al promediar la dcada de los setenta y, sobre todo, durante los aos de la Dictadura alcanz niveles de atrocidad desconocidos anteriormente. No slo eso: producto de un persistente y sistemticamente buscado adormecimiento de la conciencia moral de nuestra sociedad, tales actos de barbarie y tamaas violaciones de los derechos humanos fueron naturalizados, y en el enrarecido clima ideolgico de la poca, considerados como cuestiones normales o rutinarias. Expresiones del habla popular como por algo ser o algo habrn hecho fueron utilizadas con frecuencia cuando se atestiguaba el violento secuestro de alguna persona o algn atropello semejante, lo que da cuenta del grado al que haba llegado ese proceso de naturalizacin del Terrorismo de Estado. Confiamos en que este informe pueda convertirse en un estmulo permanente para la ciudadana y para la prosecucin de este tipo de trabajos indagando las mltiples facetas del Terrorismo de Estado. Somos conscientes de que lo nuestro es apenas un primer esbozo de una historia siniestra que debe explorarse en todos sus detalles y de la cual, en estas pginas, apenas damos cuenta en una muy apretada sntesis. Por eso, lo que sigue es un primer bosquejo que intenta colocar en perspectiva histrica el Terrorismo de Estado como arma peridicamente utilizada por las clases dominantes de la Argentina para responder a las demandas y los planteamientos de las clases y grupos subalternos cuando trascendan los lmites de lo que los poderosos consideraban como aceptable. Nuestro trabajo, por eso mismo, tiene una especificidad que nos obliga a delimitarlo de otros que podran tener un foco parecido. La primera demarcacin es para afirmar que nuestro libro no es una historia de la violencia poltica en la Argentina. Dentro del vasto -y en gran medida inexplorado- continente de la violencia poltica en todas sus formas recortamos un tipo muy especial: el Terrorismo de Estado. Es decir, la administracin de la violencia por parte de la institucin que detenta en sus manos el monopolio legal y legtimo de la violencia y que, en determinadas coyunturas, incurre en un conjunto de acciones represivas ilegales e ilegtimas, violatorias de los derechos humanos, como respuesta a las directivas 18

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emanadas de quienes ocupan las ms altas posiciones en la estructura de los aparatos estatales. Queremos enfatizar que el modus operandi del Terrorismo de Estado es el ejercicio de la violencia -a travs de la represin, el secuestro, la desaparicin, la tortura fsica o psicolgica, el asesinato- por parte de las instituciones pblicas. Apuntamos a sealar que el brazo ejecutor del terror es la propia burocracia estatal, tanto civil como militar; toda la estructura pblica se encuentra al servicio del proyecto terrorista. No contentos con ello, la historia nos ha demostrado que los dictadores en el poder crean instituciones parapoliciales y paramilitares que actan en la ms absoluta impunidad. Al obrar de esa manera, el Estado y sus grupos dirigentes exacerban la violencia hasta extremos prcticamente inalcanzables -sea cual sea la voluntad de las partes- para los sujetos que constituyen la sociedad civil1. El Terrorismo de Estado es una forma de violencia que tiene un sustento estructural en dicha institucin y eso la contradistingue -tanto desde el punto de vista tico como por sus componentes instrumentales- de cualquier otra forma de violencia ensayada por cualquier grupo u organizacin de la sociedad. Es precisamente por esto que la teora de los dos demonios es absolutamente insostenible. En resumen: nuestro objeto es esa forma particular de violencia terrorista ejecutada por el Estado. Las otras manifestaciones de la violencia, por importante y letales que sean, corresponden a otro orden de fenmenos que no podemos analizar aqu. En segundo lugar, nuestro texto tampoco pretende ser una historia de la violencia, ya no de la violencia poltica, sino de la violencia a secas. La historia del capitalismo es una historia de la violencia: de una violencia institucionalizada que condena a millones de personas al hambre, la enfermedad y la muerte; historia de violentos despojos de tierras y de propiedades de los pueblos originarios o de las clases oprimidas; violencia ideolgica como cuando se condena a gran parte de la poblacin al analfabetismo, la ignorancia y la supersticin; violencia, en suma, aplicada contra la mujer, los nios, los dbiles y los perdedores en una sociedad que enfrenta en desigual lucha a ricos y poderosos contra pocos e indefensos. Sera largo contar la historia de cmo en su desarrollo el capitalismo ha nutrido distintos tipos de violencia, pero no es tampoco ste el objeto de nuestro estudio. En tercer lugar, es preciso aclarar que tampoco encontrar el lector en este libro una historia de la lucha de clases en la sociedad argentina. No slo esto ampliara extraordinariamente nuestro foco de anlisis sino que, adems, pese a la crnica violencia que es inherente a -e inerradicable en- la lucha de clases, slo excepcionalmente aparece el Terrorismo de Estado como 19

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mtodo para resolver los conflictos por ella suscitados. Hay muchas otras formas de violencia que las clases dominantes y sus representantes en el Estado emplean para evitar un desenlace desfavorable en la confrontacin social. Pero, una vez ms, historiar todas ellas no hara sino desdibujar la excepcional gravedad del Terrorismo de Estado, que quedara sumergido en un sinfn de estrategias y tcticas violentas utilizadas por los poderosos para controlar la conflictividad social. Hechas estas aclaraciones conviene plantear una apreciacin ms general en torno al Terrorismo de Estado y su papel en la historia argentina. Si hemos iniciado este bosquejo histrico con la constitucin de nuestra repblica en 1810 es debido a que este fenmeno hunde sus races en lo ms profundo de la historia argentina -y por extensin, de Amrica Latina- y la as llamada civilizacin occidental. Es que la intencin de este trabajo es recuperar la memoria histrica, con el objetivo de contextualizar el Terrorismo de Estado de los setenta. A ese fin responde el anlisis de los fundamentos econmicos del golpe de Estado de 1976, el cual se focaliza en el cambio de las relaciones sociales de produccin que se genera a partir de la aplicacin de las primeras medidas neoliberales para aggiornar la sociedad al capitalismo de poca. As, los principales mtodos por medio de los que se construye el neoliberalismo en nuestro pas fueron la impunidad y el terror sistemticamente organizado por parte del Estado. En este libro se lleva a cabo una amplia descripcin de las circunstancias econmicas en que se enmarc nuestra historia. Porque detrs de cada represin siempre existi la defensa de los intereses econmicos de quienes detentaban el poder efectivo. Justamente cuando se crean diferencias, comienza la violencia. Debemos dejar en claro que no se respetan los derechos humanos en tanto existan el hambre, las villas miseria y habitantes sin trabajo. Una sociedad tiene que ser capaz, al menos, de cumplir con ese bsico deber de mantener el nivel de dignidad de todos sus habitantes. Es imposible examinar estos asuntos sin retrotraernos, al menos en el terreno de la investigacin (y no necesariamente en la exposicin de sus resultados), a la larga historia colonial de nuestro continente en donde el llamado encuentro de las culturas (exaltado ad nauseam durante la gigantesca empresa de manipulacin poltica e ideolgica desencadenada a propsito del quinto centenario del descubrimiento de Amrica en 1992) no fue otra cosa que una operacin de saqueo y genocidio en gran escala, en donde en poco menos de un siglo y medio fueron aniquilados, como lo recuerda Eduardo Galeano en Las Venas Abiertas de Amrica Latina, ms de 60 millones de habitantes de nuestros pueblos originarios, exterminados uno por 20

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uno -dado que en esa poca no existan armas de destruccin masiva- para despojarlos de sus tierras y esclavizarlos al servicio de los conquistadores2. Va de suyo que una operacin de este tipo slo fue posible porque exista un discurso ideolgico que suministraba una legitimacin persuasiva de esa carnicera humana. Pese a su apariencia externa, las vctimas, en realidad, no eran hombres, carecan de alma y se hallaban mucho ms prximas a los animales que a la especie humana. Esta creencia, bendecida por el formidable peso que la Iglesia Catlica tuvo en una empresa colonizadora que hermanaba la cruz con la espada, hizo posible diezmar a las poblaciones originarias sin despertar sino algunas protestas aisladas y completamente excntricas, como por ejemplo, la del Fray Bartolom de las Casas. Este racismo militante y manifiesto, montado sobre la inhumanidad de las vctimas, sera una constante que llegara hasta nuestros das. Son numerosas las denuncias sobre tratamientos -torturas, castigos, agresiones de todo tipo- absolutamente reidos con el ms elemental respeto a la persona humana que afloraron a la superficie durante la represin llevada a cabo por la Dictadura militar. Esa indiferencia ante el dolor y la atrocidad tiene races profundas que, para nuestra desgracia, todava son capaces de nutrir sus amargos frutos en nuestra poca3. El racismo y la posibilidad de torturar y matar sin mayores remordimientos tiene que ver con eso que la literatura especializada en las ltimas dcadas ha llamado la invencin del otro4. Este otro -los indios de nuestro continente, los negros africanos, los sarracenos, etctera- representaban la barbarie que se opona terca y violentamente a los avances de la civilizacin, representada en el caso de Nuestra Amrica por la llegada de los conquistadores ibricos. En realidad, se trataba de un Occidente que desde el punto de vista de sus adelantos cientficos se encontraba muy atrasado en relacin a los avances que haban experimentado algunos pueblos considerados como brbaros. En una comunicacin personal, la sociloga Alcira Argumedo relata que los mayas haban desarrollado una teora heliocntrica dos mil cien aos antes de que, con gran riesgo de su integridad fsica, la planteara Coprnico en la culta Europa de su tiempo. Los mayas tambin manejaban el concepto de cero unos quinientos aos antes de Cristo, lo que les permita efectuar precisos clculos matemticos y algebraicos, lograr un acabado conocimiento de la astronoma y construir maravillosos templos y edificios principescos con una precisin asombrosa. Estos avances, impensables desde una provinciana y atrasada Europa, aherrojado su pensamiento por la frrea tirana intelectual y poltica de la Iglesia, no fueron bice para que poco antes del descubrimiento de Amrica el Papa Nicols V emitiera, en 1452, una bula pontificia concediendo al rey de Portugal el derecho de reducir cualquier sarraceno, paga21

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nos y cualquier otro incrdulo a la esclavitud hereditaria. Mediante esa bula se legitim el comercio de esclavos, iniciado por esos aos con las expediciones de la Corona portuguesa encaminadas a encontrar una ruta martima a la India, las cuales se financiaran con las crecientes ganancias que arrojaba el trfico de esclavos africanos. Esta aprobacin de la esclavitud fue reafirmada y ampliada por este Papa en una nueva bula, emitida en 1455. Con la conquista de Amrica este planteamiento teolgico fue inmediatamente aplicado a los indios occidentales, si bien hay otra bula, de 1537, emitida por Paulo III, sentenciando que para fundamentar la evangelizacin de los pueblos originarios de las Amricas deba necesariamente reconocerse la condicin humana de quienes los conquistadores consideraban como bestias irracionales. No obstante, la postura del papado no encontr demasiados seguidores entre los clrigos y obispos que se instalaron en los nuevos dominios y de hecho la bula se convirti en letra muerta. La discriminacin del negro, por ejemplo, fue oficialmente aprobada por un snodo de la Iglesia de Cuba en el ao 1681, mediante la cual se decidi no administrar el sacramento de rdenes sagradas a los negros ni a otros de mala raza como los judos, decisin que mantuvo su vigencia hasta el inicio de la guerra de la independencia en Cuba, el ao 18685. Una cristalina muestra del peso de este prejuicio la ofrecen las notas de Cristbal Coln a su llegada a Amrica. Roberto Fernndez Retamar comenta en su notable Todo Calibn que el 4 de noviembre de 1492, a menos un mes de haber llegado al Nuevo Mundo, el Almirante escriba en su diario que
(E)ntendi tambin que lejos de all haba hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que coman a los hombres.

Poco despus, el 23 de noviembre reitera esas observaciones. Concluye Fernndez Retamar que esta visin, que con algunas variaciones llega hasta nuestros das, es la

...caracterstica versin degradada que ofrece el colonizador del hombre que coloniza. Que nosotros mismos hayamos credo durante un tiempo en esa versin slo prueba hasta que punto estamos inficionados con la ideologa del enemigo.

Y remata su razonamiento con una conclusin que se enlaza perfectamente con nuestro argumento central acerca del Terrorismo de Estado:

(L)a versin del colonizador nos explica que al caribe, debido a su bestialidad sin remedio, no qued otra alternativa que exterminarlo (cometindose) contra ellos uno de los mayores etnocidios que recuerda la historia6.

Cmbiasele el nombre: los feroces caribes se transmutaron en los subversivos de los setenta, seres bestiales a quienes haba que matar sin compa22

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

sin alguna. No slo a ellos: tal como lo expresara en mayo de 1977 uno de los ms feroces genocidas, Ibrico Saint Jean:

Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, despus... a sus simpatizantes, enseguida... a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tmidos.

sta es la historia que vamos a contar en este libro.

NOTAS: 1. Al hablar del monopolio legal y legtimo de la violencia nos referimos, aunque tal vez sea ocioso tener que aclararlo, a la legalidad y legitimidad que, segn Max Weber, le confiere al Estado un determinado orden social. Que para nosotros como crticos intransigentes de la sociedad capitalista esa legalidad y legitimidad se encuentren insanablemente viciadas en una sociedad de clases no es bice para que en la vida social real las acciones violentas del Estado aparezcan ante los ojos de la poblacin como legales y legtimas. Incluyendo, desafortunadamente, y como lo narra este libro, conductas absolutamente ilegales e ilegtimas, lo que refleja el enorme poder de indoctrinamiento del estado burgus en relacin a sus ciudadanos. Un fenmeno, dicho sea al pasar, que tanto en el pasado -la Alemania hitleriana- como en el presente -los Estados Unidos- se reitera permanentemente. 2. Galeano, Eduardo; 1971. 3. Races profundas que, como nos lo seala la sociloga Alcira Argumedo en una fecunda conversacin personal, se remontan por lo menos a 600 aos. Vaya para ella nuestro ms sincero agradecimiento. 4. Dos textos capitales para este debate son el de Tzvetan Todorov (1987) y la compilacin de Edgardo Lander, (2000), texto que rene brillantes contribuciones del propio Lander, Anbal Quijano, Santiago Castro-Gmez, Fernando Coronil, Enrique Dussel, Arturo Escobar, Francisco Lpez Segrera, Walter D. Mignolo y Alejandro Moreno. Mucho antes de esta fecha debemos al brillante antroplogo y ensayista cubano Fernando Ortiz (1946-2002) el haber planteado este problema del otro, en relacin a las poblaciones afrodescendientes de Cuba y el Caribe. 5. Cf Tarrag, Rafael E. (2004). Hay que agregar, cosa que no hace Tarrag, que en 1868, Carlos Manuel de Cspedes llama a la insurreccin contra el poder colonial espaol y declara abolida la esclavitud en Cuba. La Iglesia Catlica, con su proverbial oportunismo, consider a partir de entonces que se le poda administrar los santos sacramentos a los negros. 6. Fernndez Retamar, Roberto; 2004: pp. 22-24.

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CAPTULO I
Procesos que conforman la organizacin poltico-econmica de la Argentina: 1880-1930.

Introduccin El Terrorismo de Estado tuvo su trgica apoteosis en el perodo 1976-1983. Sin embargo, sera un lamentable e imperdonable error creer que esa tragedia se abati sobre los argentinos como un rayo en un da sereno. Lamentable, decamos, porque impedira una adecuada comprensin de la naturaleza de ese perodo histrico nutriendo, de ese modo, toda una serie de falsas interpretaciones: desde la teora de los dos demonios hasta otra que sostiene que la barbarie enseoreada en la Argentina de esos aos no fue sino un accidente, o un parntesis en una historia hasta entonces despojada de tan penosas connotaciones. Un error que sera tambin gravoso porque un diagnstico equivocado acerca de este momento de nuestra historia, haciendo caso omiso de sus determinantes estructurales de larga data, se encuentra en la base de la reiteracin de graves errores polticos cometidos en el tratamiento de estos legados autoritarios y sus agentes sociales y polticos concretos, a un alto costo en trminos de sufrimientos y penurias de diverso orden, violaciones a los derechos humanos y al respeto a la vida. Por lo anterior, es imprescindible abordar este relato desde una perspectiva de larga duracin, procurando desentraar las races que, desde el fondo de nuestra historia, marcaban la posibilidad de que atrocidades como las que luego conocimos en los setenta fuesen al menos imaginables, posibles, concebibles. Decir la verdad de esta historia requiere de un esfuerzo que ponga radicalmente en cuestin la visin convencional de la misma, profusamente difundida a travs del sistema escolar y los medios de comunicacin, y en la cual el Terrorismo de Estado no slo no tiene lugar sino que, tampoco, tiene precedente alguno. Se tratara de una aberrante anomala, excepcional y totalmente desviada del curso normal de nuestra idlica historia patria: una historia que en todos los pases es escrita por los vencedores y 25

El Terrorismo de Estado en la Argentina

cuyo empeo universal consiste en dulcificar hasta el infinito el pasado y presentarlo como la tersa y suave evolucin hacia un estado de cosas ejemplar. Como primer paso en nuestro esfuerzo se impone, por lo tanto, cuestionar radicalmente esa falsa historia y denunciar el hilo negro del terrorismo que la recorre subterrneamente, con ocasionales y terrorficas apariciones en la escena pblica. Howard Zinn ha hecho un trabajo ejemplar en Estados Unidos al escribir la otra historia: la historia contada a travs de las luchas del pueblo estadounidense y que poco o nada tienen que ver con la historia oficial de ese pas. Denuncia Zinn en su valiosa obra las falsificaciones de que es objeto la historia real a manos de los triunfadores. Un ejemplo solamente: en la historia oficial de Estados Unidos se elimin por completo cualquier recordacin de los Mrtires de Chicago, feroz masacre que despert un repudio mundial y que convirti esa fecha, el 1 de mayo, en el da universal de los trabajadores. Universal en todo el mundo, menos en Estados Unidos en donde un anodino labor day se celebra el primer lunes de septiembre1. Entre nosotros, la falsificacin de la historia se convirti en uno de los pasatiempos favoritos de las clases dominantes: desde proclamar que los restos del Libertador Jos de San Martn descansan en paz en la Catedral de la Ciudad de Buenos Aires hasta denominar como Conquista del Desierto el genocidio que se descarg sobre los pueblos originarios para arrebatarles sus tierras y permitir el desarrollo de un vertiginoso capitalismo agrario2. Mentiras semejantes desfiguran la historia de todos los pases de Amrica Latina: recurdese, por ejemplo, que un proceso similar de exterminio de los pueblos originarios llevado a cabo en Chile es delicada e hipcritamente denominado como la pacificacin de la Araucana. En el caso de los pases de Nuestra Amrica, cmo olvidar que fueron dos estados, los reinos de Espaa y Portugal, quienes conquistaron estas tierras a sangre y fuego, produciendo un genocidio que los historiadores estiman que asciende a unas 60 millones de personas en los primeros dos siglos de historia colonial? En este punto es necesaria una digresin, dado que el ao 1810 marca el inicio de un corto perodo de emancipacin social en el territorio nacional. Durante el interregno que va desde 1810 a 1816, o, si se quiere desde la Revolucin de Mayo hasta la Declaracin de la Independencia, es posible rastrear como tendencia principal diversas lneas progresistas que guan la incipiente formacin estatal. Se trata de polticas de avanzada que propenden al establecimiento de una igualdad de hecho y cristalizan en una serie de medidas, tales como la supresin de la mita y el yaconazgo (formas de esclavitud en la poca colonial), la promocin de la educacin femenina, el respeto de las poblaciones indgenas preexistentes y el fin de la poltica eclesistica inquisitoria, entre otras. Sin embargo, en los aos inmediatamente posteriores a la independencia tiene lugar un cambio regresivo en el orden econmico 26

Encomienda, mita y yanaconazgo. Grabados antiguos.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

social. En suma, desde aquel momento, el Terrorismo de Estado se halla presente en el cdigo gentico de nuestro pas. En esa clave se interpreta el ominoso antecedente de la poltica de las desapariciones que data casi del mismo inicio de nuestra vida poltica independiente: nos referimos a la sospechosa muerte, en alta mar, de Mariano Moreno, uno de los lderes del ala ms jacobina de la Revolucin de Mayo. En suma, la cruel y brutal tradicin de la herencia colonial se transmiti a la nueva repblica y, desde entonces, form parte integral de nuestra historia. A veces, de manera manifiesta y otras, de forma encubierta y solapada. La llamada Conquista del Desierto fue una operacin en gran escala de Terrorismo de Estado, pero dista mucho de haber sido la nica. La inusitada violencia que adquirieron las guerras civiles en la Argentina, como denominara el historiador Juan lvarez a todo el perodo que se extiende entre 1810 y 1880, es prdiga en atrocidades de todo tipo, precursoras de las que luego se aplicaran metdicamente bajo la ltima Dictadura militar. Como lo ha demostrado el historiador Osvaldo Bayer, hubo otras de gran importancia que marcaron en diferentes momentos la historia argentina. Mencionemos simplemente la complicidad estatal con los pogromos que se abatan sobre los inmigrantes judos en la ciudad de Buenos Aires; la actividad de la Liga Patritica a partir del Centenario; la masacre de los obreros de los Talleres Vasena (la Semana Trgica) en 1919; la Patagonia Trgica, en 1921-1922 y, por supuesto, la aprobacin de una legislacin represiva como las leyes de Defensa Social y de Residencia. En otras palabras, la historia del Terrorismo de Estado es tan larga como el conjunto de nuestra historia. Esto, sin mencionar el carcter genocida que tuvo la Guerra de la Triple Alianza, la cual produjo una carnicera sin precedentes en el pueblo paraguayo. En suma: el genocidio de los pueblos o clases peligrosas, o inferiores, estuvo siempre presente desde la poca de la Conquista. El paso de la Colonia a la vida independiente no modific ese rasgo que es a la vez cultural, poltico y econmico, y sobre el cual se asienta el proceso de despojo de las tierras de los pueblos originarios y sus descendientes. En ese sentido, el Terrorismo de Estado de la dcada del setenta no hara sino potenciar, hasta niveles desconocidos, la violencia congnita del Estado. La conformacin del Estado Nacional en la Argentina, en un proceso que se corona luego de siete dcadas de luchas intestinas en 1880, encuentra uno de sus pilares fundamentales en la organizacin del ejrcito de lnea preparado mucho menos para la defensa del enemigo externo que para la represin del enemigo interior y el mantenimiento del nuevo orden neocolonial. En el plano econmico, hacia 1880, la Argentina consolida una insercin 28

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

subordinada en el sistema mundial capitalista bajo la hegemona de Inglaterra. Las clases dominantes locales construyen su poder local y global sobre la base de una disputa sustentada en el fraude y el terror ejercido sobre las clases subalternas. La violencia es un mecanismo para instalar el rgimen del capital, tal como lo relata Carlos Marx en el captulo sobre la Acumulacin originaria del capital 3. Esa violencia se manifiesta en la expropiacin de las tierras a la poblacin rural que, si bien Marx en sus estudios remiti principalmente al proceso britnico, bajo otras condiciones puede asimilarse a la violenta apropiacin de tierras en Nuestra Amrica (segn la acepcin de Jos Mart). Primero por la conquista y colonizacin y luego por la concentracin de tierras en manos de la oligarqua terrateniente, el cual sigue siendo un rasgo distintivo de la propiedad agraria en Amrica Latina y el Caribe, exceptuando el caso de Cuba. Por lo tanto, el proceso de concentracin se origina en las postrimeras del siglo XV, cuando -en palabras de Carlos Marx (1959)- tiene lugar la persecucin a sangre y fuego de las expropiaciones en pos de incorporar el territorio americano al sistema mundial capitalista. Esa correlacin de fuerzas condicion el desarrollo capitalista de la Argentina entre 1880 y 1930, configurando una determinada estructura econmico social, tcnicamente sustentada en la produccin primaria orientada a la exportacin. En esas condiciones emerge en potencia un mercado interno que progresivamente incrementa su lugar en la estructuracin econmica y social, especialmente luego de la crisis del 30. Es en ese marco que se generaliza la relacin salarial asociada a la expansin de una produccin para abastecer las necesidades locales, al mismo tiempo que, producto de modificaciones del capitalismo global, Inglaterra comienza un proceso de declinacin de su influencia y poder, que va siendo paulatinamente reemplazado por la ascendente hegemona de EE.UU. Entre 1930 y 1976 se constituye un nuevo bloque de poder, incorporando al bloque de clases dominantes que integraban los terratenientes una burguesa autctona con pretensin de lograr hegemona industrial en el aparato de produccin local. La expansin de los trabajadores es un dato importante de la estructura social en esos aos, configurando un movimiento obrero que progresivamente cambiar la hegemona poltica y cultural en su seno, desde las corrientes socialistas, anarquistas y comunistas hacia el peronismo. La acumulacin poltica de las clases subalternas pondr lmites a la acumulacin econmica hacia mediados de los aos 70 y ser la voz de alerta para las clases dominantes que formularan su proyecto de reestructuracin econmica de la sociedad argentina como parte de una ofensiva global del capital contra el trabajo, para lo cual result inevitable la aplicacin del Terrorismo de Estado. 29

El Terrorismo de Estado en la Argentina

A partir de la conquista espaola, los habitantes del territorio que hoy conforma la Repblica Argentina fueron sometidos a un proceso de evangelizacin. El mismo era resultante del pacto de las Coronas de Espaa y Portugal con el Papado que ejerca el poder espiritual -y tambin materialdel mundo cristiano y occidental si se recuerda que, al tiempo de la Reforma Protestante, la Iglesia Catlica era, de lejos, la principal terrateniente de Europa. Si los aborgenes no se allanaban a civilizarse, abandonando sus antiguas creencias, ritos y costumbres -todas ellas no slo calificadas como salvajes o brbaras sino tambin como blasfemas o satnicas, es decir, como manifestaciones de la obra perversa del Demonio en la historia- eran brutalmente sancionados, sometidos a crueles y ejemplarizadores castigos y, en muchsimos casos, condenados a muerte en medio de prolongados e infames tormentos. El sometimiento de los pueblos originarios se obtuvo de diferentes formas en funcin de grado de resistencia que aqullos oponan a las pretensiones de los invasores. En todos los casos hay que sealar que este proceso estuvo marcado por una inaudita dosis de violencia, fsica tanto como moral e intelectual, y se plasm en distintos tipos de instituciones econmicas, como la mita, la encomienda, el yanaconazgo y una amplia diversidad de formas intermedias entre la servidumbre y la esclavitud, por un lado, y el trabajo libre por el otro, con claro predominio de las primeras sobre las segundas. Pero, adems de introducir un nuevo ordenamiento econmico, la Conquista introdujo, asimismo, poderosos dispositivos de control poltico, ideolgico y, por supuesto, militar.
Yanacona, servidor personal del soberano inca o de otras autoridades, cuya situacin social se encontraba en un peculiar punto intermedio entre la esclavitud y la pertenencia a una clase privilegiada. La palabra yanacona es la castellanizacin del trmino quechua yanaquna, plural, a su vez, de yana. Exentos de las obligaciones de los miembros del ayllu, del cual eran definitivamente apartados (salvo que ejercieran como servidores de un curaca), ejercan distintas funciones dispuestas por el propio soberano inca e, incluso, podan ser entregados a los nobles como agradecimiento regio. Se conoce como yanaconazgo al sistema inca que institucionalizaba el trabajo de los yanaconas, el cual fue adoptado, y su uso incrementado, por los conquistadores espaoles desde su llegada a mediados del siglo XVI. Las sucesivas leyes de Indias negaron su servidumbre hereditaria, amparada por el propio poder virreinal peruano, pero el yanaconazgo persisti hasta los prolegmenos de la independencia de los territorios andinos.

La crisis del orden colonial fue un efecto retardado de los cambios que se desencadenaron en Europa como consecuencia de la Revolucin Francesa. Uno de tales cambios fue el que protagonizara Napolen Bonaparte con su impetuosa expansin hacia todo el resto de Europa y a raz de la cual la Corona espaola fue destronada y su lugar ocupado por Jos Bonaparte. La cada de Fernando VII alent en el Nuevo Mundo a un amplio espectro de 30

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

la poblacin, los criollos, que deseaban desembarazarse del pesado yugo que Espaa impona a sus colonias de ultramar. Estos grupos, principalmente sectores urbanos ligados al comercio ultramarino, fueron acompaados por un importante sector de intelectuales influenciados por las nuevas ideas de la Ilustracin y la obra Jean-Jacques Rousseau, sobre todo El Contrato Social, cuya diseminacin acometieron con singular ahnco, y por otros sectores que vean cada vez con peores ojos la perpetuacin del dominio espaol en Amrica. Esta resistencia se tradujo en la proliferacin -a todo lo ancho y lo largo de la geografa latinoamericana, pero con la notable excepcin del Brasil- de movimientos revolucionarios acompaados por instituciones y personajes fieles a la lucha por la liberacin del sometimiento colonial. Actores fundamentales de estos movimientos fueron las milicias posteriormente devenidas en ejrcitos libertadores y en los cuales junto a los grupos urbanos sealados previamente participaban los aborgenes y los prrocos humildes enfrentados a la jerarqua eclesistica que se hallaba incondicionalmente ligada a los intereses de la Corona y que, por eso mismo, era un baluarte de la contrarrevolucin. Un caso emblemtico por la radicalidad de este proceso lo constituye Mxico, en donde las luchas populares por la independencia tuvieron como lderes indiscutibles a dos curas de pueblo, Miguel Hidalgo y Jos Mara Morelos, quienes encabezaron una lucha independentista que fue, simultnea e inescindiblemente, una lucha social contra el latifundio, la oligarqua terrateniente y la dominacin colonial. En Argentina, este proceso tuvo manifestaciones clasistas bastante atenuadas al principio, aunque luego, en la conformacin de los ejrcitos libertadores de Belgrano y San Martn, el componente popular habra de adquirir, para desconsuelo de los sectores ms conservadores del nuevo orden post-colonial, una enorme gravitacin. Asimismo, nada desdeable resulta el ideario que prim en los aos inmediatamente posteriores a la Revolucin de Mayo, ya que algunos integrantes de la Primera Junta harn suya una lnea de pensamiento centrada en los valores libertarios e igualitarios. Lo interesante es que este discurso no queda en el plano individual, sino que cristaliza en la declaracin de la Asamblea del ao XIII que proclama, entre otras cosas, libertad de vientres; supresin de la mita, la encomienda y el yaconazgo; anulacin de los ttulos de nobleza; fin de los tormentos y de la poltica inquisitoria de la Iglesia y aprobacin del Himno Nacional, entre otros. Luego del triunfo del movimiento independentista, concluido en Amrica del Sur con la batalla de Ayacucho, en 1824, los enfrentamientos sociales tendrn diversos ejes, entre los cuales sealamos por su importancia la cuestin central de la Aduana de la Ciudad de Buenos Aires y la distribucin de 31

El Terrorismo de Estado en la Argentina

las rentas que sta produca; el encuadramiento de las distintas situaciones provinciales signadas por la presencia de poderosos caudillos regionales que desafiaban la constitucin de un orden nacional; la conformacin de un ejrcito para sostener ese orden en un extenso territorio que se desplegaba desde las fronteras con Bolivia hasta el Estrecho de Magallanes; la constitucin tambin de una administracin y una burocracia capaz de llevar a cabo las tareas de un incipiente Estado nacional; el desarrollo econmico, lo que planteaba, como se vio en el caso de la Guerra de la Triple Alianza, las dificultades para sortear las restricciones impuestas por la divisin internacional del trabajo en cuya cspide se asentaba Inglaterra como el taller industrial del mundo y, finalmente, la consolidacin del territorio nacional y sus fronteras, lo que implicaba, entre otras cosas, la colonizacin y expansin de la regin pampeana y sus instrumentos principales como las colonias en Santa Fe, Entre Ros, y Crdoba. La Campaa Militar del Gran Chaco y la Campaa del Desierto son parte de la consolidacin territorial y, sobre todo la segunda, de la estrategia concebida para insertar a la Argentina en la economa capitalista internacional. En fin, constituyen procesos dirigidos a la consolidacin del latifundio y de la renta diferencial de la tierra, base material del poder terrorista detentado por el Estado. Primer perodo: desde la Revolucin de Mayo hasta la declaracin de la Independencia Tal como manifestamos anteriormente, el Terrorismo de Estado es una construccin histrica que retoma la herencia colonial de la violencia luego de un breve periodo histrico signado por la eclosin de las luchas independentistas de Mayo de 1810. As, la Primera Junta comision, ya en junio de ese ao, a Pedro Garca para que realizara un viaje de investigacin acerca de la situacin de los indios de la pampa. El comisionado, a su regreso, aconsej adoptar una poltica pacfica con respecto a los pueblos originarios. Por su parte, el vocal de la Primera Junta de Mayo, Manuel Belgrano, fue comisionado al Paraguay y el 30 de diciembre de 1810, proclamar la igualdad de derechos de los pueblos originarios:

A consecuencia de la proclama que exped para hacer saber a los naturales de los pueblos de Misiones que vena a restituirlos a sus derechos de libertad, propiedad y seguridad, de que por tantas generaciones han estado privados, sirviendo nicamente a las rapias de los que han gobernado he venido en determinar los siguientes artculos, con que acredito que mis palabras no son las del engao ni alucinamiento con que hasta ahora se ha tenido a los desgraciados naturales bajo el yugo de hierro.

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias 1- Todos los naturales de Misiones son libres, gozarn de sus propiedades y podrn disponer de ellas como mejor les acomode. 2- Desde hoy, les liberto del tributo. 3- Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso la del tabaco. 4- Respecto a haberse declarado en todo iguales a los que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de Amrica, les habilito para todos los empleos civiles, polticos, militares y eclesisticos. 18- En atencin a que nada se hara con repartir tierras a los naturales, si no se les hacen anticipaciones, as como de instrumentos para la agricultura, como de ganados para el fomento de las cras, ocurrir a la Excelentsima Junta para que abra una suscripcin para el primer objeto4.

Sumado a ello, Manuel Belgrano realiza una reivindicacin del derecho a la educacin de las mujeres publicando un artculo en el Correo de Comercio, el cual reproducimos en parte:
Pero cmo formar las nuevas costumbres y generalizarlas con uniformidad? Qu pronto hallaramos la contestacin, si la enseanza de ambos sexos estuviera en el pie debido! Mas por desgracia, al sexo que debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas, lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia () La naturaleza nos anuncia una mujer: muy pronto va a ser madre y presentarnos conciudadanos en quienes debe inspirar las primeras ideas. Y qu ha de ensearles si a ella nada le han enseado? Nuestros lectores tal vez se fastidien con que le hablemos tanto de escuelas, pero que se convenzan que existen en un pas nuevo5.

En la misma lnea progresista de pensamiento, Juan Jos Castelli otorga el derecho a voto a los aborgenes, el da 13 de febrero de 1811 en el Alto Per. Como lo habamos mencionado previamente, la Asamblea del ao XIII, dispone una legislacin progresista referida a los temas cruciales de la poca. Es as que respecto de la esclavitud proclama:
Siendo tan decoroso como ultrajante a la humanidad, el que los mismos pueblos, que con tanto tesn y esfuerzo caminan hacia su libertad, permanezcan por ms tiempo en la esclavitud los nios que nacen en todo el territorio de las Provincias Unidas del Ro de la Plata, sean considerados y tenidos como libres, todos los que en dicho territorios hubiesen nacidos desde el 31 de enero de 1813. () Todos los esclavos de pases extranjeros, que de cualquier modo se introduzcan desde este da en adelante, queden libres por el slo hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas. que en los pueblos de la compresin de las Provincias Unidas del Ro de la Plata no debern, desde el presente, existir en las fachadas de las casas y dems parajes pblicos, armas, jeroglficos ni distinciones de nobleza que digan relacin a sealadas familias que por este medio aspiran a singularizarse de los dems.

En relacin a los ttulos de nobleza expresa:

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

En forma complementaria a lo anterior se proclama en favor de la secularizacin:


Se declara a las Provincias Unidas del Ro de la Plata independiente de toda autoridad eclesistica que existiera fuera de su territorio constituida por nombramiento o presencia real.

La Asamblea del ao XIII tambin prohbe taxativamente los tormentos

La Asamblea General ordena la prohibicin del detestable uso de los tormentos, adoptados por unan tirana legislacin para el esclarecimiento de la verdad e investigacin de los crmenes.

Por ltimo, los miembros de aquella Asamblea constituyente coinciden en aprobar el Himno Nacional, elemento simblico de la nacin en gestacin. De all que nos interese rescatar un pasaje del Diario de viaje de Basilio Hall, viajero ingls que fue testigo de un peculiar suceso acaecido en Panam, en el ao 1822:

Era una noche de luna esplndida y el csped de la plaza estaba cubierto de grupos de negros y esclavos, sentados unos, y los otros bailando en grandes crculos al son de la msica ruda producida golpeando cscaras de coco con un palillo; mientras todos: los danzantes y los sentados, coreaban la cancin en tono muy agudo, pero con voces no discordantes. Cantaban no sin gusto e intensin, la cancin patritica del da, conocida desde mucho tiempo atrs en los estados independientes del Sur, pero recin importada a Panam. El estribillo de la cancin era: Libertad, Libertad, Libertad.

Hasta aqu es posible rastrear algunas seales de un orden social alternativo en gestacin que se esfumarn rpidamente en los aos sucesivos. Es que en 1816 comienza a gestarse una perspectiva sociopoltica que contribuir a la naturalizacin de la violencia y de la degradacin social, elementos que sern claros antecedentes del Terrorismo de Estado. Segundo perodo: desde la Independencia hasta la Conquista del Desierto En esta etapa, a la cual nos referiremos muy sucintamente, es posible hallar ciertos antecedentes de lo que luego sera el Terrorismo de Estado. Al caso ya mencionado de la desaparicin de Mariano Moreno habra que agregar el fusilamiento de Dorrego por orden de Lavalle. As, conociendo el Terrorismo de Estado, puede reinterpretarse la muerte de Mariano Moreno. Fue Marx (2008) el primero en sugerir este criterio metodolgico por el cual se resignifica el pasado en funcin de estructuras y procesos del presente, o de un superior estado de desenvolvimiento. En sus propias palabras: 34

Fusilamiento de Manuel Dorrego Grabado antiguo.

Decreto del uso del cintillo federal - 3 de febrero de 1832 Art. 1.- A los 30 das de la publicacin de este decreto, todos los empleados civiles y militares, incluso los jefes y oficiales de milicia, los seculares y eclesisticos que por cualquier titulo gocen de sueldo, pensin o asignacin del tesoro pblico, traern un distintivo de color punz, colocado visiblemente en el lado izquierdo del pecho. Art. 2.- El mismo distintivo usaran los profesores de derecho con estudio abierto, los de medicina y ciruga que estuviesen admitidos y recibidos, los practicantes y cursantes de las predichas facultades, los procuradores de numero, los corredores de comercio, y en suma, todos los que, aun cuando no reciban sueldo del Estado, se consideren como empleados pblicos, bien por la naturaleza de su ejercicio o profesin, bien por haber obtenido nombramiento del gobierno. Art. 3.- Los empleados militares, incluso los jefes y oficiales de milicia; las fuerzas de lnea; en suma las que componen el ejercito de la provincia y las milicias de servicio, llevaran en la divisa la inscripcin FEDERACIN O MUERTE. Los dems comprendidos en los artculos anteriores usaran la inscripcin FEDERACIN. Art. 4.- Los que contravinieran a lo dispuesto, si fuesen empleados sern suspendidos inmediatamente de sus empleos por sus respectivos jefes o magistrados de quienes dependan, que cuidarn de hacerlo indefectiblemente bajo la ms estrecha responsabilidad, dando cuenta al Gobierno por el ministerio que corresponda para la resolucin ms conforme. Art. 5.- Con respecto a los que no fuesen empleados, el Jefe de Polica velar sobre el cumplimiento de este decreto y dar al Gobierno los avisos necesarios. Firmado: Juan Manuel de Rosas y Juan Ramn Balcarce.

El Terrorismo de Estado en la Argentina La anatoma del hombre es la clave de la anatoma del mono. En las especies animales inferiores no es posible entender los signos anunciadores de una forma superior si no se conoce la forma superior misma. Del mismo modo, la economa burguesa nos da la clave de la economa antigua, etc.6

Similarmente, las desapariciones de la Dictadura nos proporcionan una clave para entender la misteriosa muerte de Moreno en alta mar. Asimismo, y por su trascendencia institucional, hay que mencionar el decreto emitido por Bernardino Rivadavia en el ao 1826 en el cual se solicitaba la colaboracin de un militar del ejrcito prusiano, Friedrich Rauch, invitado a acudir al pas con el expreso propsito, as lo consignaba el decreto de marras, de exterminar al indio.
Comunicados del coronel Rauch: Primero: Hoy para ahorrar balas, hemos degollado a 27 ranqueles Segundo: Los ranqueles no tienen salvacin porque no tienen sentido de la propiedad Tercero: Los ranqueles son anarquistas

Poco ms de siglo y medio ms tarde sera otro presidente, en este caso Isabel Martnez de Pern quien, en 1975 firmara tambin ella un decreto ordenando la aniquilacin de la subversin. Cabe acotar que esta pieza fue refrendada por la firma de varios ministros que, con el paso del tiempo y una vez agotado el ciclo militar, fueron prominentes lderes de la democracia argentina7. El solo decreto de Rivadavia echa por tierra cualquier intento de hacer pasar los acontecimientos de la dcada de los setenta y comienzos de los ochenta como siniestras desviaciones de una lnea de conducta democrtica y respetuosa de los derechos humanos. Antes bien, sirve para sealar las profundas races de esta aberracin que lleg a su apogeo con el llamado Proceso de Reorganizacin Nacional pero que responda a tendencias profundas y de larga data en la historia argentina y, ms en general, de las Amricas8. Continuando con la enumeracin del los antecedentes del Terrorismo de Estado, no podemos dejar de mencionar las implicancias de la obligacin del uso del cintillo federal por parte del gobierno de Juan Manual de Rosas en el ao 1832. Esta legislacin da inicio a una lucha cruel y sangrienta entre unitarios y federales, en nombre de la cual se cometern asesinatos de extrema crueldad. Los crmenes polticos perpetrados el marco de estas luchas intestinas, asumieron un exacerbado grado de violencia en donde el degello de prisioneros y el asesinato de lderes polticos eran moneda corriente. 36

Crmenes polticos cometidos en el marco de las luchas entre unitarios y federales. Facundo Quiroga, asesinado en Barranca Yaco el 16 de febrero de 1835. Del crimen fueron acusados los hermanos Reinaf, gobernantes de Crdoba y, como su ejecutor, Santos Prez, pero su muerte nunca fue esclarecida. Los hermanos Reinaf fueron ejecutados por rden de Juan Manuel de Rosas en 1838, sin mediar juicio previo. Rosas hace colgar sus cadveres frente al Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires. Santos Prez, es ejecutado por orden de Rosas y su cuerpo tambin es exhibido frente al Cabildo por varias horas, en 1838. Genaro Bern de Astrada, Gobernador de Corrientes que se levanta contra de Rosas y es muerto el 31 de marzo de 1839. Vicente Maza, Presidente de la Cmara de Representantes de Buenos Aires y su hijo, se levantan contra Rosas y son ejecutados por la Mazorca en 1839. Pedro Castelli y Ambrosio Cramer, dirigentes del levantamiento de Chascoms y Dolores, son ejecutados en 1839. Marco Avellaneda, gobernador de Tucumn, enemigo de Rosas, fue brbaramente asesinado en 1841 junto con un grupo de partidarios. Juan Galo de Lavalle, adversario de Rosas, fue baleado en Jujuy en el ao 1841. Coronel Chilavert, ejecutado junto con varios centenares de rosistas, a quienes el General Urquiza mand degollar y fusilar en 1852. Jos Virasoro, gobernador de San Juan, es asesinado por Antonino Aberastain, caudillo sanjuanino, en 1860. Aberastain es capturado y asesinado el 11 de enero de 1861 a manos del puntano Juan Saa. Chacho Pealoza es ejecutado y, una vez muerto, le cortan la cabeza, la colocan en una pica y se exhibe en la plaza pblica de Olta, La Rioja en 1863. Felipe Valera es derrotado por Antonio Taboada, hombre de Mitre, en Pozo de Vargas en el ao 1867. Justo Jos de Urquiza es muerto a pualadas por Lpez Jordn en su propia residencia.

Asesinato de Facundo Quiroga en Barranca Yaco Grabado antiguo.

Muerte de Juan Lavalle Grabado antiguo.

Asesinato de Antonio Virasoro, gobernador de San Juan Grabado antiguo.

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

No se puede justificar que todo lo sealado fueran actitudes tpicas de la poca, teniendo en cuenta los Principios de Mayo y el manifiesto Dogma Socialista, redactado por Esteban Echeverra para el Saln Literario de la Joven Argentina, en el mes de junio de 1837. Aun cuando los unitarios no fueron consecuentes con estos principios, el citado manifiesto es digno de leerse por los principios que persegua. Textualmente afirma:
Asociacin, progreso, libertad, igualdad, fraternidad, trminos correlativos de la gran sntesis social y humanitaria, smbolos divinos del venturoso porvenir de los pueblos de la humanidad. La libertad no puede realizarse sino por medio de la igualdad y la igualdad, sin el auxilio de la asociacin o del concurso de todas las fuerzas individuales encaminadas a un objeto, indefinido: el progreso continuo. Frmula fundamental de la filosofa del decimonoveno siglo. EL CAMINO PARA LLEGAR A LA LIBERTAD ES LA IGUALDAD. La Igualdad y la Libertad son principios engendradores de la Democracia. La Democracia es, por consiguiente, el rgimen que nos conviene, y el nico realizable, entre nosotros. Preparar los elementos para organizar y continuar la democracia que existe en germen en nuestra sociedad: he aqu tambin nuestra misin. La asociacin de la nueva generacin argentina representa en su organizacin provisoria el provenir de la nacin argentina su misin es esencialmente orgnica. Ella procurar derramar su espritu y doctrina: extender el crculo de sus tendencias progresivas; atraer los nimos a la grande asociacin nacional uniformando las opiniones y concentrndolas en la patria y en los principios de la igualdad, de la libertad y de la fraternidad de todos los hombres. Ella trabajar en conciliar y poner en armona al ciudadano y la patria, el individuo y la asociacin; y en preparar los elementos de la organizacin de la nacionalidad argentina sobre el principio democrtico. Ella, en su institucin definitiva, procurar hermanar las dos ideas fundamentales de la poca: patria y humanidad, y hacer que el movimiento progresivo de la nacin marche conforme con el movimiento progresivo de la grande asociacin humanitaria9.

Ms all de los casos harto ilustrativos que mencionamos, habra que decir que durante buena parte del siglo XIX la idea del genocidio encontraba amplia aceptacin en los ms diversos gobiernos de lo que se estaba constituyendo como la Repblica Argentina. El ejemplo ms que elocuente lo proporciona el hecho de que el despojo de las tierras en manos de los pueblos originarios de la regin pampeana se hizo bajo la consigna de la Conquista del Desierto. El otro originario desapareca en el plano discursivo como preludio a su impune exterminio en el terreno prctico: la idea era que aquello era un desierto, ahogado en sus potencialidades de desarrollo por la presencia de poblaciones a las cuales se les negaba su condicin humana y se los asimilaba a animales salvajes. En la primera avanzada durante los aos 1833-34, marcharon las columnas del fraile Aldao desde Cuyo; Ruz Huidobro desde Crdoba y Juan Manual de Rosas, desde 39

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Buenos Aires. Fueron muertos ms de 3.000 indios, 1.000 fueron trados como prisioneros, llegando a la isla de Choele Choel. La Legislatura le entreg a Rosas como premio la isla, pero l solicit en cambio que le cedieran 60 leguas cuadradas de tierra en la llanura bonaerense, las cuales fueron concedidas. Para 1879, se continu con la poltica de exterminio de los pueblos originarios, ahora bajo la Presidencia de Avellaneda. Alsina, ministro de guerra del gobierno, proyect cavar una zanja a lo ancho del pas para impedir que los habitantes indgenas del sur argentino se llevaran las vacas de las pampas bonaerenses. El proyecto comenz a ejecutarse y en su trascurso fallece Alsina; su sucesor Julio Argentino Roca defini una nueva estrategia de tipo confrontativa que cont con la anuencia del presidente. Todo comenz con una gran campaa racista de la prensa contra los habitantes de las pampas. A modo de ejemplo, citamos lo publicado en el diario La Tribuna de Buenos Aires:
Para acabar con los restos de las que fueron poderosas tribus, ladrones audaces, enjambre de lanzas, amenaza perpetua para la civilizacin, no se necesita ya otra tctica que la que los cazadores europeos emplean contra el jabal. Mejor dicho, contra el ciervo. Porque el indio ya es un ciervo disparador y jadeante. Es preciso no tenerles lstima10. Quitarles el caballo y la lanza y obligarlos a cultivar la tierra, con el rmington al pecho, diariamente, he aqu el nico medio de resolver con xito el problema social que entraa la sumisin de esos bandidos11.

Otro escritor propona:

La Campaa del Desierto culminar con la muerte de miles de indios y miles de prisioneros: hombre, mujeres y nios. De esta manera, se produjo el retorno a la esclavitud, que haba sido anulada por la Asamblea de 1813. El mejor testimonio lo dan los peridicos de Buenos Aires de 1879. El Nacional, por ejemplo, public:

Llegan a Buenos Aires los indios con sus familias. La desesperacin, el llanto no cesan. Se les quita a las madres sus hijos para, en su presencia, regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las splicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano, unos hombres indios se tapaban la cara, otros miraban resignadamente al suelo, las madres indias aprietan contra el seno al hijo de sus entraas, el padre indio se cruza para defender a su familia de los avances de la civilizacin.

Domingo F. Sarmiento expres esto con absoluta claridad, pero el suyo estuvo lejos de ser el nico ejemplo; fue, sin duda, el ms escandaloso por la frontalidad con que plante la necesidad del genocidio como un requisito para el avance de la civilizacin en la lucha contra la barbarie que mantena al pas sumido en el atraso. Cabe agregar, adems, que con el paso del tiempo y los avances en la constitucin de la propiedad burguesa en el campo, el mismo desdn y la misma justificacin del genocidio se extendi 40

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hacia otra figura del paisaje social argentino: el gaucho, cuya sangre -el inefable Sarmiento lo expresara con todas las letras- no deba ser ahorrada. En esa lnea se interpreta, tambin, la sancin, por parte de Justo Jos de Urquiza de la Ley de Vagos en 1860, que penaliza el ocio y obliga a todos los gauchos a registrarse y a trabajar lcitamente.

Ley de Vagos Seccin del Interior La Cmara Legislativa de la Provincia de Entre Ros sanciona con fuerza de LEY. PRRAFO I: Clasificacin de los Vagos Art. 1. Sern considerados vagos simplemente para los efectos de esta ley. - Las personas de uno y otro sexo que no tengan renta, profesin, oficio u otro medio lcito con que vivir. - Los que teniendo oficio, profesin industria, no trabajan habitualmente en ella, y no se les conocen otros medios lcitos de adquirir su subsistencia. - Los que con renta, pero insuficiente para subsistir, no se dedican alguna ocupacin lcita y concurren ordinariamente casas de juego, pulperas parajes sospechosos. Art. 2. Sern considerados vagos con circunstancias agravantes: - Los comprendidos en el art. anterior que entrasen en alguna oficina pblica casa particular, sin el permiso respectivo. - Los que se disfracen tengan armas ganzas otros instrumentos propios para ejecutar algn hurto penetrar en las casas PRRAFO II: Procedimientos contra los Vagos Art. 3. Los que se hallen en los casos del art. 1 sern amonestados por las autoridades que se dediquen alguna ocupacin til, dentro de un breve trmino. Esta amonestacin ser hecha en presencia de dos vecinos. Art. 4. Si pasados ocho das despus de la amonestacin, de que habla el art. anterior, el vago de cualquier sexo no hubiese tomado ocupacin y persevere en la vagancia, ser aprehendido por el Comisario de Seguridad respectivo, y con una nota informacin del hecho, remitido al Jefe Poltico del Departamento. Art. 5. El Jefe del Departamento le tomar declaracin inmediatamente y lo pondr disposicin del Juez de Paz con los correspondientes, que servirn para encabezar el proceso. Art. 6. El Juez de Paz continuar el Sumario verbalmente y por medio de actas, hasta su conclusin. Art. 7. Concluido el Sumario el Juez de Paz se asociar dos Alcaldes de Cuartel para dictar sentencia que ser inapelable si es uniforme. En caso contrario, habr apelacin al Juez de 1 Instancia. Art. 8. Dictada la Sentencia condenatoria, y transcurridos tres das sin haberse presentado la fianza de que habla el art. 15, se pondr al vago disposicin del Gefe Poltico, para que cumpla la correccin que se le impusiese. PRRAFO III: Destino de los Vagos Art. 9. Los simplemente vagos sern destinados trabajos pblicos por el trmino de tres meses. Art. 10. Las mujeres vagas sern colocadas por igual trmino al servicio de alguna familia mediante un salario convenido entre la Autoridad y el patrn. //

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// Art. 11. Los vagos con circunstancias agravantes, sern destinados trabajos pblicos por el trmino de cuatro meses hasta un ao. Art. 12. Cuando el vago de que habla el artculo anterior, resulte reo de algn delito comn, su calidad de vago se tendr en cuenta para agravar la pena en que hubiese incurrido, segn las leyes. Art. 13. En caso de reincidencia, el tiempo que hubiese sido condenado se aumentar hasta el duplo del q seala el art. 3 para los vagos simplemente y duplo del maximun para los con circunstancias agravantes; y si aun reincidiesen, sern destinados por tres aos al servicio de las armas. Art. 14. Las mujeres que hubiesen reincidido en la vagancia sern colocadas al servicio de la manera que expresa el Art. 10 por el duplo del tiempo sealado en el art. 9 y duplo del maximun que seala el art. 11 sin otra pena ulterior. Art. 15. En cualquier tiempo que despus de ejecutoriada la sentencia se presente ante el Juez que la pronunci, fiador, que bajo la fianza de 200 pesos se obligue responder de que el vago simplemente se dedicar dentro de un breve plazo ejercer un oficio profesin que se le pondr en libertad, bajo la expresada fianza. Art. 16. En ningn caso se admitir la fianza, de que habla el art. anterior, tratndose de vagos reincidentes con circunstancias agravantes. Art. 17. La papeleta del patrn de la autoridad ser un antecedente favorable al acusado. Art. 18. Concluido el trmino de condena, el vago quedar sujeto vigilancia de las autoridades por un trmino igual al de la correccin sufrida. Art. 19. Todo individuo que expida certificados deponga en favor de un aprehendido por vago fin de liberarlo de esta nota y de las penas establecidas, justificada que sea la falsedad de su informacin; sufrir dos meses de prisin. Art. 20. Quedan en vigencia las disposiciones sobre la material, en cuanto no se opongan a la presente ley. Art. 21. Comunquese al P.E. Sala de Sesiones, Uruguay, Octubre 5 de 1860. Manuel A. Urdinarrain, Baldomero Garca Quirno, Secretario Uruguay, octubre 8 de 1860. Promlguese como ley de la Provincia, comunquese a quienes corresponde y dse al R.G. URQUIZA Luis J. de la Pea - Ricardo Lpez Jordn Uruguay, Octubre 17 de 1860 El Capitn General Gobernador de la Provincia. A fin de que la ley del presente mes, sobre la vagancia; tenga el mas exacto, y puntual cumplimiento. DECRETA: Art. 1. Desde la publicacin del presente Decreto, todos los peones jornaleros debern estar munidos de un certificado papeleta del que los ha conchavado, si el conchavo es por mes tiempo determinado. Art. 2. Aquellos que se conchaven por trabajos diarios, debern tener el certificado del Departamento de polica de la autoridad civil en cuya jurisdiccin se encuentren. Art. 3. Los certificados que expresan los anteriores artculos deben ser renovados cada tres meses, y visados siempre por la autoridad territorial. Art. 4. El pen por mes, tiempo determinado, que abandone su trabajo sin prevenirlo con anticipacin al menos de 15 das, a su patrn, (para que pueda proporcionarse otro que lo remplace) no siendo por enfermedad u otra causa grave y urgente, ser amonestado por la autoridad al cumplimiento de sus obligaciones y si persistiese le ser impuesta como castigo por la autoridad //

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// una multa equivalente al salario de ocho das, cuya suma se destinar a los objetos pblicos que corresponden a la Polica. Art 5. Todo pen por mes al dejar el servicio de su patrn, deber exigir de este un certificado, sobre la conducta que haya observado, y sobre el modo con que haya cumplido sus obligaciones. Art. 6. Si el patrn se negase ello, si el certificado fuese justamente desfavorable al pen, tiene ste el derecho de llevar su queja a la autoridad policial, para que falle segn sea de justicia. Art. 7. Nadie puede admitir a su servicio pen alguno, sin que sea presentado el certificado del patrn anterior, o sin el de la autoridad policial del Distrito en su caso - Esta disposicin empezar tener efecto, un mes despus de la publicacin del presente decreto. Art. 8. El presente decreto ser publicado en todos los pueblos y distritos de campaa por los Jefes de Polica sus dependientes; y en todas las oficinas de este ramo se conservar siempre un ejemplar impreso expuesto al pblico. Art. 9. Quedan especialmente encargados del exacto cumplimiento de este decreto los Jefes de los Departamentos y todas las autoridades a quienes corresponda la polica en los Distritos de campaa. Art. 10. Comunquese, archivese y dse al R.G. J.J. URQUIZA Ricardo L. Jordn - Luis J. de la Pea Secretara de Cultura de la Nacin. Direccin Nacional de Museos. Comisin Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Histricos. Es transcripcin fiel de la copia facsimilar existente en el Palacio de San Jos. Museo y Monumento Nacional Justo Jos de Urquiza.

La Guerra de la Triple Alianza, por ltimo, es tambin expresin del genocidio aborigen, agravado por el hecho de que el Paraguay estaba transitando por un camino econmico que desafiaba abiertamente el consenso de la poca sintetizado en la sacralizada aceptacin de la divisin internacional del trabajo como un dogma absolutamente indiscutible. Esta guerra produjo el genocidio del pueblo guaran, colocndolo al borde de su total desaparicin. Tercer perodo: desde la Conquista del Desierto hasta la Primera Guerra Mundial a. Caracterizacin general Este tercer perodo tiene como marco internacional la consolidacin de la divisin internacional del trabajo y de la asimtrica estructura mundial coronada por el imperialismo britnico. Encontramos en ella la clsica contraposicin entre economas centrales productoras de los bienes manufacturados requeridos para satisfacer la demanda mundial y las regiones perifricas, productoras de materias primas y alimentos. Una vez resueltos los conflictos de todo orden (econmicos, polticos y sociales, todos ntimamente relacionados) que impedan la constitucin de un orden neocolonial previsible y ope43

El Cacique Namuncur y su familia (1884) Autor sin identificar. Archivo General de la Nacin.

Campaa del Desierto Grabado antiguo.

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rativo -lo que se cristaliz en la consolidacin de la hegemona de la burguesa agropecuaria a la cabeza de una amplia coalicin de clases y fracciones aliadas-, la Argentina dispuso de las condiciones ideales para insertarse en el mercado mundial como abastecedora de alimentos e importadora de productos manufacturados y energticos, principalmente el carbn. La puesta en funcionamiento de este modelo econmico supuso no slo una clara subordinacin del proceso de acumulacin a los dictados del centro hegemnico mundial, el Reino Unido, sino tambin la creacin de las condiciones infraestructurales requeridas para viabilizar este proceso (caminos, ferrocarriles, puertos, etctera) y la disponibilidad de abundantes inversiones extranjeras y mano de obra, elementos faltantes en este remoto rincn de Sudamrica. La ecuacin comercial con Gran Bretaa se basaba, pues, en el intercambio de carnes y -en menor medida-, de otros productos agropecuarios, contra tejidos de algodn y lana, carbn de piedra, material ferroviario, hierro y capital. Exista, por tanto, una complementariedad comercial entre ambos Estados que viabiliz la insercin subordinada de la Argentina en el sistema capitalista mundial. Por otro lado, por intermedio de la concesin Grnbein, el presidente Julio A. Roca entreg 2.500.000 hectreas de Santa Cruz a 137 estancieros ingleses. Asimismo, en el marco de un banquete ofrecido por la empresa Baring Brothers, el primer mandatario pronunci en Londres las siguientes palabras:

He abrigado siempre una gran simpata hacia Inglaterra. La Repblica Argentina, que ser algn da una gran nacin no olvidar jams que el estado de progreso y prosperidad en que se encuentra en estos momentos se debe, en gran parte, al capital ingls, que no tiene miedo de las distancias y ha afluido all en cantidades considerables en forma de ferrocarriles, tranvas, colonias, explotacin minera y otras varias empresas.

Una vez puesto en marcha este modelo econmico-poltico, la independencia poltica lograda en las luchas emancipadoras de principios de siglo se desdibuj aceleradamente para dar paso a una relacin de dependencia neocolonial tan intensa y perniciosa, en el largo plazo, como la que en el pasado existiera con Espaa y que, a poco andar, habra de requerir de intervenciones cada vez ms violentas del Estado a fin de garantizar el normal funcionamiento del nuevo orden. Un cierto nmero de estas intervenciones constituyeron, por su naturaleza atroz y aberrante, verdaderos actos de Terrorismo de Estado. Este modelo de intercambio complementario lleg a su fin hacia 1930, con la emergencia de la hegemona estadunidense, cambio mundial que no implic modificacin alguna en la aplicacin de polticas terroristas domsticas por parte del Estado. En el orden interno los reacomodos entre las distintas fracciones dominantes en las diversas regiones del pas haban generado, como ya fue dicho, un 45

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prolongado perodo de luchas intestinas -errneamente atribuidas al caudillismo cuando, en realidad eran disputas producidas por las resistencias al impetuoso avance del capitalismo en las comarcas de la antigua colonia- que culminaran luego de la batalla de Pavn y la posterior disolucin de la Confederacin Argentina, siendo por entonces evidente que la hegemona al interior del bloque dominante recaera en la burguesa terrateniente y no en sus enconados adversarios del interior. Esto era as debido a que fue esa clase quien -en un proceso que arranca con la Revolucin de Mayo, continua con Rosas y se perfecciona con la Conquista del Desierto-, se haba apropiado de las tierras ms aptas para la produccin de los alimentos requeridos por Europa y, sobre todo, por el Reino Unido y que, adems, estaban situadas en las zonas ms cercanas al puerto de Buenos Aires. Este proceso, conviene recordarlo, presentado por sus apologistas como el avance de la civilizacin y el progreso, tuvo como su cara oculta el despojo de la tierra de los pueblos originarios y su sistemtico genocidio a lo largo del tiempo. Cabe recordar que inmediatamente terminada la Campaa del Desierto se entregaron miles de hectreas a los estancieros miembros de la Sociedad Rural. Su presidente, Jos Mara Martnez de Hoz, recibi 2.500.000 hectreas. En total, se entregaron 41.787.023 hectreas a 1.843 terratenientes. A 541 oficiales del ejrcito se le entregaron 4.679.023 hectreas. Al general Roca le obsequiaron 65.000 hectreas. Finalizada la Campaa, Roca se pronunci ante el Congreso de la Nacin:

la ola de brbaros que ha inundado por espacio de siglos las frtiles llanuras ha sido por fin destruida () el xito ms brillante acaba de coronar esta expedicin dejando as libres para siempre del dominio del indio esos vastsimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero.

Cuadro N 1: La apropiacin del suelo despus de la Conquista del Desierto


Tipos de propiedad 100.000 y ms 70.000 a 100.000 45.000 a 62.500 40.000 30.000 a 37.500 20.000 a 27.500 10.000 a 17.500 Total Nmero de propiedades 19 18 30 19 26 74 138 324 % 5.5 5.2 8.7 5.5 7.6 21.5 46.0 100.0 Superficie total 3.085.000 1.410.000 1.567.000 760.000 815.000 1.527.000 1.705.000 10.869.000 % 28.4 3.0 14.4 7.0 7.5 14.0 15.7 100.0 Superficie media de cada propiedad 162.368 78.333 52.250 40.000 31.346 20.635 10.791 31.596

Fuente: Rapoport, Mario (2000) - Gaignard, Romain, La pampa argentina, Buenos Aires, 1989.

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La conformacin de este nuevo bloque dominante incorporaba, adems de la burguesa agraria que detentaba la hegemona, a las clases dominantes del interior, denominacin esta para referirse a las regiones que estaban ms all de los lmites de la pampa hmeda y que, en razn de su inadecuacin para producir los alimentos que necesitaba el mundo industrial y de la distancia del puerto de salida hacia el exterior, quedaban estructuralmente relegados al papel de acompaantes o socios menores de la pujante burguesa pampeana. Su incorporacin al bloque de poder era, ms que una concesin a su escasa gravitacin econmica, un reconocimiento de la importancia que adquira, en vsperas de una fase de acelerado crecimiento basado en la dinmica de las exportaciones pampeanas, la preservacin del orden social interno as como el aseguramiento de las fronteras y el mantenimiento de la precaria unidad nacional siempre asediada por las amenazas secesionistas. Fue por eso que, en la arquitectura poltica del Estado oligrquico que se constituye seriamente a partir de 1880, el papel de estas alianzas con sectores econmicamente atrasados, y en algunos casos francamente retardatarios, era un asunto de importancia estratgica. Al fin y al cabo fueron hombres procedentes de esas regiones, como Julio A. Roca y Nicols Avellaneda -oriundos de Tucumn al igual que el arquitecto de la Constitucin de 1852, Juan B. Alberdi- y el cordobs Miguel Jurez Celman, sin ir ms lejos, quienes sentaron junto al porteo Bartolom Mitre las bases polticas de ese modelo. Este bloque dominante era, en realidad ,una mesa de tres patas, todas ellas imprescindibles ms all de la clara hegemona que detentaba una de ellas. La tercera pata era el capital imperialista, socio importantsimo porque si las clases dominantes locales aportaban la tierra y el control poltico sobre el territorio, el capital extranjero (principalmente ingls, pero tambin francs, alemn, belga) haca un aporte decisivo para viabilizar los grandes emprendimientos que requera la puesta en marcha del modelo agroexportador. En efecto, ste requera de una verdadera revolucin en el transporte, es decir, la construccin de ferrocarriles; requera, adems, de puertos adecuados; de servicios comerciales, financieros y de fletes y seguros para garantizar el lubricado funcionamiento del comercio exterior. La lite gobernante no se limit en su poltica de conceder toda clase de ventajas, prerrogativas y privilegios a los capitalistas extranjeros. Un indicador bien elocuente, sealado por el historiador H. S. Ferns (1960), lo aporta el hecho de que en 1889 las inversiones del Reino Unido en la Argentina fueron superiores a las que destinara a la India, de lejos la joya ms valiosa del Imperio Britnico. Este nuevo bloque dominante requera de una expresin estatal para asegurar su eficaz funcionamiento. Su dominacin, anclada en su superioridad en la vida econmica, exiga la creacin de un orden poltico que le asignara esta47

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bilidad, previsibilidad y eficacia al incipiente capitalismo agrario. Por ello otro de los rasgos decisivos del perodo junto con la construccin del nuevo bloque en el poder fue la emergencia de una organizacin estatal que, con variable densidad, cubra todo el territorio nacional. Segn Oscar Ozlack (1997) fue en esa poca que el Estado penetr en la sociedad monopolizando asuntos que hasta entonces pertenecan al mbito privado o provincial, aunque ms acertado sera decir que profundiz y extendi su penetracin en el conjunto de la vida social. Este autor identifica cuatro formas de penetracin:
1) Represiva, y que se expresa en la organizacin de una fuerza militar centralizada. 2) Cooptativa, cooptacin de los apoyos de los sectores dominantes del interior mediante alianza o coaliciones. 3) Material, obras, servicios y regulaciones necesarias para el desarrollo de las actividades ligadas al comercio exterior. 4) Ideolgica, creacin de consenso a travs de valores y smbolos.

Veamos brevemente lo referido a la cuestin represiva e ideolgica, dado que los otros dos temas fueron examinados en las pginas precedentes. La formacin de un aparato militar estuvo fuertemente condicionada por dos factores principales: por una parte, la apropiacin de las tierras en manos de los pueblos originarios; por la otra, por la necesidad de asegurar la integridad territorial, especialmente en la extensa frontera con Chile en la cual existan numerosos focos de litigio. No es un dato menor, por lo tanto, la coincidencia entre la Conquista del Desierto y la ocupacin militar de la Patagonia, una regin que en esa poca era permanentemente reclamada por Chile como parte de su propio territorio segn lo establecan -no sin un importante margen de ambigedad- algunos documentos de la Capitana General de Chile. Fueron Avellaneda y Roca quienes vieron la oportunidad de zanjar de hecho el litigio fronterizo con Chile cuando este pas, azuzado y financiado por el Reino Unido, se lanz a una guerra de conquista para apoderarse de los territorios de Tarapac y Antofagasta, por ese entonces en manos del Per y Bolivia respectivamente. Ocupadas sus fuerzas militares en esas tareas en el extremo norte del pas, la ocupacin territorial de la Patagonia por el ejrcito argentino no encontr otra resistencia que la que le ofrecan las comunidades originarias. El resultado final, en todo caso, fue la incorporacin de una enorme extensin de tierras altamente productivas a la explotacin capitalista del campo y, como un correlato de singular importancia, la liquidacin por la va fctica del pleito con Santiago. El anlisis de este conflicto puntual nos remite a la reflexin acerca del carcter artificial de las fronteras de Nuestra Amrica, Europa y otras regiones del mundo como consecuencia del desarrollo capitalista; lnea de pensamiento en la que se inscribe Bolvar cuando promueve la conforma48

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cin de los Estados Unidos Latinoamericanos. Es que la nacionalizacin de los territorios siempre estuvo asociada a las necesidades de las burguesas dominantes, quienes requirieron organizar Estados nacionales con sus respectivos ejrcitos y fuerzas de seguridad para garantizar la defensa de sus intereses materiales a partir del monopolio de la violencia. As, los Estados nacionales han promovido confrontaciones entre diferentes pueblos vecinos exacerbando divisiones que potencian la artificialidad de las demarcaciones territoriales fronterizas. Aos despus, en 1902, con la Ley Richieri, la Argentina emprendera la creacin de un ejrcito nacional organizado segn el modelo prusiano y basado en la conscripcin universal de todos los varones de 18 aos de edad. Este ejrcito habra de cumplir, sobre todo a partir de 1930 y casi hasta finales del siglo veinte, cruciales funciones de represin interna, socializacin ideolgica y control poltico, temas sobre los cuales nos explayaremos ms adelante. Digamos, en todo caso, que las tareas de represin interna, una vez aseguradas las fronteras con los pases vecinos, fueron las ms importantes y se combinaron, muy efectivamente, con las labores de indoctrinacin ideolgica que desde 1884 estaba llevando a cabo la escuela a partir de la sancin de la Ley 1.420 que estableca la obligatoriedad, gratuidad y carcter laico de la enseanza. En ambas instituciones, el ejrcito y la escuela, se difunda una historia patria que poco o nada tena que ver con el proceso histrico real, fomentando la cristalizacin de imgenes, estereotipos nacionales y prejuicios polticos que, con el correr del tiempo, conformaran una cultura poltica propensa a tolerar al Terrorismo de Estado como un hecho normal y no como una monstruosidad moral y jurdica. Esta cuidadosa labor de socializacin poltica era tanto ms apremiante cuanto ms fuerte era el raudal inmigratorio que llegaba a nuestras playas atrado por la insaciable demanda de brazos que demandaba la conformacin de una vigorosa economa agraria de exportacin con todos sus servicios y actividades accesorias. Por otra parte, los sueldos y salarios que se comenzaban a pagar hacia finales del siglo diecinueve no slo eran muy superiores a los que, por lo general, imperaban en toda Europa sino que, inclusive, llegaban a ser, en trminos de poder de compra, tan elevados como los que se desembolsaban en Estados Unidos. Es que como lo explica Ricardo M. Ortiz (1955):
(E)n el cambio de productos alimenticios contra artculos manufacturados, Gran Bretaa sala enormemente favorecida porque un obrero-hora ocupado en estos ltimos produce un valor muy superior al que resulta de afectarlo a la produccin agrcola. Adems el trigo o el maz cosechado a bajo costo y puesto en el puerto britnico permiten al fabricante alimentar discretamente a sus obreros y reducir sus jornales en la misma proporcin en que se halla el costo de produccin del cereal en la Argentina y en Gran Bretaa12.

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Mario Rapoport (2000), por su parte, cita un minucioso anlisis realizado por Corts Conde que explica la evolucin salarial en este perodo. Seala que durante el perodo 1883-1911 se produjo un incremento de los salarios reales del 1.4% anual que benefici tanto a los trabajadores urbanos no calificados como a los rurales. Asimismo, y con el fin de ponderar los efectos de la inconvertibilidad monetaria sobre los salarios, Corts Conde dividi el perodo estudiado en dos subperodos:

Lo anterior, sumado a la naturaleza abierta del nuevo capitalismo argentino, que permita alentar razonables expectativas de movilidad social ascendente hicieron que en el breve plazo de dos o tres dcadas se conformara una estructura social sumamente dinmica y en la cual una situacin de cuasi permanente pleno empleo impulsaba hacia arriba los niveles de vida y robusteca a un creciente segmento constituido por estratos medios cuyo volumen no tena parangn no slo en Amrica Latina sino inclusive en la gran mayora de los pases del mundo desarrollado14. Huelga decir que dado el escaso nmero de los habitantes del extenso territorio de la Argentina, el componente inmigratorio desempe un papel fundamental en la conformacin de esa nueva sociedad. El proyecto educativo argentino tena precisamente como uno de sus principales objetivos uniformizar y homogeneizar a una muy compleja sociedad que el historiador Jos Luis Romero crey oportuno llamar el conglomerado criollo-inmigratorio. Empero, este proceso socializador tendiente a coagular una cierta identidad nacional, no slo se procesaba a travs de la escuela. Tal como tambin ocurriera en otros pases, el ejrcito cumpli un papel similar, al igual que los grandes medios de comunicacin de masas (en aquella poca, los medios grficos), que propalaban sin descanso una visin de la sociedad argentina hecha a imagen y semejanza de la que proyectaba el discurso de sus 50

Entre 1883 y 1899, los salarios reales de ambas categoras de trabajadores se incrementaron a una tasa anual del 2.6%. En cambio entre 1901 y 1912, los salarios iniciaron una declinacin que se prolong hasta 1909 para recuperarse entre 1910 y 1912. Para explicar las mejoras producidas en el primer subperodo, el autor (Corts Conde) sostiene que, pese a la depreciacin de la moneda y la fuerte emisin monetaria, los precios subieron menos que en el otro (subperodo) en el que existi estabilidad monetaria. Los precios de los artculos de consumo, principalmente los alimentarios, no slo dependan de las oscilaciones de la tasa de cambio, sino que tambin estaban influidos por los precios internacionales. Asimismo el autor menciona otros factores de no menor importancia para el comportamiento de los salarios. () la rpida expansin del rea cultivada entre 18801900 permiti la absorcin de gran cantidad de mano de obra, mientras que a partir de 1900 la expansin de cultivos se mantuvo pero a un ritmo decreciente. Finalmente, tambin los alquileres tuvieron su incidencia sobre los salarios: descendieron en los aos 90 y experimentaron una fuerte alza a partir de 190713.

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clases dominantes, vehiculizada a travs de la sistemtica apelacin a los llamados smbolos patrios (bandera, escarapela, himnos y cantos patriticos). No es ocioso sealar que este apoderamiento que el Estado hizo de la educacin no poda darse al margen de speras disputas con la Iglesia Catlica, pues signific, entre otras cosas, despojarla de la delicada misin de controlar las conciencias, las ideas y los valores del conjunto de la sociedad que con tanto celo haba venido cultivando desde largo tiempo atrs. No slo la Ley 1420 fue considerada como un feroz ataque a las tradicionales prerrogativas de la Iglesia; lo mismo ocurri con la sancin, pocos aos antes, de la Ley de Matrimonio Civil, del ao 1880, y de la que pona en manos del Estado el registro de los nacimientos y las defunciones. Los avances de esa lite positivista, laica y modernizante, producto de la acelerada transformacin burguesa de la arcaica oligarqua terrateniente de la regin pampeana, tensaron de modo indito la relacin entre el Estado y la Iglesia al punto tal que el presidente Julio A. Roca expuls del pas, en 1884, al Nuncio apostlico Monseor Mattera, y las relaciones con el Vaticano quedaron interrumpidas hasta 1900. En ese ao, el Vaticano envi al Internuncio Monseor Sabatucci, quien se qued en el pas durante seis aos, luego fue reemplazado por el Internuncio Aquiles Locatelli hasta 1916. Recin en ese ao, el Vaticano decidi enviar al nuevo Nuncio Apostlico, Monseor Vasallo di Torregrosso que mantuvo el cargo hasta 192215. En ese el perodo se asiste tambin a la consolidacin de una estructura social compuesta por clases dominantes y subalternas, que se organiza territorialmente, bajo un patrn de concentracin geogrfica, el cual se encuentra vigente an en los comienzos del siglo XXI. En esa estructuracin social es posible distinguir, entre los grupos dominantes, a las lites terratenientes en alianza con el capital extranjero. Seguidamente se ubica una emergente clase media urbana que tiene presencia en las principales ciudades del pas. Por ltimo, la clase trabajadora -gestada al calor de un incipiente proceso de industrializacin y la expansin del sector servicios, principalmente transportes- comienza a dar sus primeros pasos hacia la sindicalizacin, agrupndose bajo las principales corrientes ideolgicas de la poca: anarquismo, socialismo y comunismo. Otro elemento constitutivo de la estructuracin socio-econmica finisecular del pas, son los movimientos migratorios. Teniendo en cuenta las condiciones tecnolgicas de la poca y las vastas dimensiones de la pampa argentina, la produccin agrcola -pilar de la economa agroexportadora- requiri de una importante cantidad de mano de obra. Esta situacin encontr solucin a travs de dos grandes movimientos: la inmigracin interna y la externa. 51

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Esta ltima, pensada para ocupar espacios vacos, hall limitadas sus posibilidades efectivas de acceder a la propiedad de la tierra, sumando grandes contingentes de mano de obra barata a las zonas urbanas que vean limitadas sus expectativas de mejora en las condiciones materiales de existencia. Por otro lado, la dominacin social se organiza bajo un rgimen oligrquico, expresin de la alianza entre la burguesa agraria y el capital extranjero. El mismo tiene como premisas discursivas el liberalismo poltico y econmico. Sin embargo, su correlato emprico evidencia la exclusin en trminos sociales y polticos de las grandes mayoras. La tensin permanente entre el discurso y la prctica va a cristalizar en las numerosas protestas que tienen lugar en el Centenario de la Revolucin de Mayo y que, como se ver ms adelante, son ferozmente reprimidas por las clases dominantes que detentan el poder estatal. b. Crecimiento econmico, modernizacin social y conflicto poltico La liquidacin de la resistencia que el avance de las relaciones sociales capitalistas haba suscitado en las provincias estuvo lejos de dar inicio a una era signada por la armona y la concordia. Es cierto que las guerras civiles que haban jalonado los setenta aos precedentes ya eran cosa del pasado, pero no era menos cierto que las tensiones y contradicciones generadas por la acelerada transformacin burguesa del campo y la extraordinaria dinmica derivada de la exitosa integracin de la produccin agraria nacional en la economa mundial estaban llamadas a recrear las condiciones para nuevos conflictos polticos. El famoso apotegma del gobierno de Julio A. Roca, Paz y Administracin, tena pies de barro. Prueba de ello fue, en 1890, el estallido de la llamada Revolucin del Parque, la primera de las tres revoluciones radicales que este nuevo partido, expresin fiel del conglomerado criollo-inmigratorio, protagoniz en ese ao, en 1893 y 1905. La revolucin del noventa fue la protesta violenta de sectores civiles y algunos jvenes oficiales de las fuerzas armadas que se conjuraron para poner fin al rgimen oligrquico, expresin de la burguesa agraria. All se dieron cita una suma de corrientes heterogneas (autonomismo, mitrismo, sectores catlicos y la Unin Cvica Radical de la Juventud) que, en abril de 1890, conformaron la Unin Cvica. Si bien la Revolucin del Parque fracas, dej abierto el camino para la apertura institucional que dos dcadas despus consagrara la Ley Senz Pea estableciendo el carcter universal, masculino, secreto y obligatorio del sufragio. En cierto sentido, podra decirse que la Revolucin del Parque present por primera vez de modo claro y distinto un rasgo que se repetira en algunos golpes de Estado a lo largo del siglo veinte: el maridaje de sectores civiles 52

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

pertenecientes a las clases dominantes o a sus aliadas con oficiales de las fuerzas armadas. Es por ello que hablar, como a veces se hace, de golpe militar suele ser una forma de simplificar una situacin mucho ms compleja en donde el vnculo entre golpistas civiles y uniformados es mucho ms fuerte de lo que se suele imaginar. En el caso que nos ocupa, el golpe de Estado de 1976 que dio origen a la ms espeluznante experiencia de Terrorismo de Estado en la Argentina, sera errneo caracterizarlo como un episodio militar, como una insurgencia o un amotinamiento de un sector del ejrcito. Fue, en cambio, la expresin de un proyecto reaccionario y regresivo en el cual coincidieron cruciales actores de la sociedad civil (pensemos, si no, en el papel decisivo de Jos A. Martnez de Hoz) con un amplio conglomerado de las fuerzas armadas. Es preciso recordar que stas haban sido la punta de lanza de una violenta represin del movimiento popular en las postrimeras del peronismo, sembrando las fatdicas semillas de una violencia que, en las dcadas siguientes, terminara por hundir a la Argentina en la peor de sus pesadillas. Hitos principales en esta historia de la violencia institucionalizada en la Argentina se sucedieron en la primera dcada del siglo veinte, en los aos que precedieron la fastuosa celebracin del Centenario de la Independencia y en los cuales, no por casualidad, los conflictos sociales adquirieron una virulencia sin precedentes. Los incipientes procesos de organizacin obrera, canalizados antes que nada a travs del anarquismo, adoptaron en muchos casos una tctica de accin directa en la cual caban todos los recursos imaginables, pacficos y violentos. Numerosos atentados tuvieron lugar en esos aos como respuesta al notorio endurecimiento del rgimen oligrquico, lo cual se expres en la adopcin de dos leyes represivas: la Ley de Residencia, sancionada en 1902, que permita la deportacin de los extranjeros acusados de manifestarse en contra del orden social pre-existente; y la Ley de Defensa Social, de 1910, que estableca una reglamentacin an ms restrictiva en relacin a los extranjeros que deseaban radicarse en el pas. La Ley de Residencia fue precedida por el dictado de lo que pas a ser conocida como la Ley Richieri, de 1901, que estableca el Servicio Militar Obligatorio y que, habida cuenta de la centralidad del Ejrcito como vehculo de la represin y el mantenimiento del orden interno en la Argentina, habra de servir de apoyo a toda la legislacin represiva y a las prcticas terroristas del Estado a lo largo de gran parte del siglo veinte. En el ao 1902, el presidente Julio A. Roca aprueba la Ley de Residencia (ley 4.144), por intermedio de la cual se expulsa del pas a todo extranjero que atente contra la seguridad de la Repblica. Sin embargo, la aplicacin de esta norma conllev a una crueldad indescriptible: se expulsaba a los extranjeros (en especial a aquellos que luchaban por reivindicaciones obre53

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ras) pero se tomaba la medida contra el hombre, dejando aqu en el pas a su mujer e hijos. El objetivo que persegua esta prctica era que las esposas -casi siempre madres de numerosos hijos- convencieran a sus maridos de que no participaran en las actividades sindicales, ya que correran el peligro de ser expulsados, y por tanto: quin alimentara a sus nios? Esta legislacin fue aplicada por todos los gobiernos nacionales -aun por aquellos elegidos por el pueblo- hasta que, finalmente, el presidente Arturo Frondizi derog esta norma en el ao 1958. En la misma lnea represiva, pero en el ao 1910 se sanciona la Ley de Defensa Social (N 7.029), por medio de la cual se controlaba el ingreso de inmigrantes, se prohiba toda propaganda anarquista y reuniones polticas, llevando el castigo hasta la pena de muerte por provocar desorden pblico, sabotaje, incitacin a la huelga o insulto a las autoridades nacionales. Las lites dominantes no slo se valieron del instrumento legal-represivo, para subordinar a las clases subalternas, sino que a la vez utilizaron mecanismos vilmente pergeados. Tal es el caso de la masacre, en 1903, de toda una tribu Ona en Tierra del Fuego. 500 personas fueron exterminadas tras ingerir carne de una ballena, abandonada en las playas de Springhill, la cual haba sido inoculada con veneno. Dos aos ms tarde, en 1905, tambin en Tierra del Fuego, sucedi la Matanza de la playa de Santo Domingo. All, estancieros y criadores de ovejas liderados por Alexander Maclennan invitan a una tribu Ona a un banquete para concertar un acuerdo de paz, los emboscaron y los mataron a todos, un total de 300 hombres, mujeres y nios. Por esos aos en el mbito urbano tambin se desataron diversas protestas que fueron objeto de violencia estatal. En el ao 1904, el presidente Roca ordena la primera represin contra un acto obrero del 1 de mayo en recuerdo de los mrtires de Chicago. La manifestacin obrera fue reprimida por la polica, quien asesina al marinero Juan Ocampo, de 18 aos, el primer mrtir del movimiento obrero de Buenos Aires. Ante el suceso, los obreros llevan el cadver hasta el local del diario La Protesta, donde lo velan. Por la noche Roca ordena el allanamiento del lugar, y la polica, luego de destrozar las instalaciones se lleva el cuerpo del joven obrero muerto, el cual nunca pudo ser recuperado; se trata entonces, del primer desaparecido en una represin en Argentina. Otras manifestaciones del malestar social son: la famosa huelga de inquilinos de 1907; la Semana Roja de 1909, desencadenada como protesta ante la masacre de obreros que tuvo lugar el 1 de mayo de ese ao; y ya en las postrimeras de ese perodo, en el Grito de Alcorta, la primera huelga agraria de la Argentina, expresin de la lucha de los chacareros inmi54

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

grantes impedidos de acceder a la propiedad de la tierra y abrumados por el costo creciente de los insumos agropecuarios y los alquileres de los campos. En todo caso, bueno es recordar que, al igual que ocurrira en etapas posteriores de nuestra historia, los altos niveles de crecimiento econmico se tradujeron slo parcialmente en una mejora de las condiciones en que vivan las capas y clases populares. La intensa movilidad social ascendente que se registra, aproximadamente, entre 1890 y 1930 tena su contrapartida en la perpetuacin de los niveles de pobreza, exclusin social, analfabetismo y opresin que prevalecan en las zonas perifricas al ncleo agroexportador situado en la Pampa hmeda.
Cuadro N 2: Clases sociales en la Capital Federal (1895-1947) (en %)
Clases sociales Clase media Patronos y cuentapropistas de la industria, comercio y servicio Rentistas Profesionales autnomos y dependientes Empleados y similares Clases populares Totales 1895 35 17 3 5 10 65 100 1914 38 14 2 6 16 62 100 1936 46 16 3 9 18 54 100 32 52 100 1947 48 14 2

Los datos de 1985,1914 y 1947 corresponden a censos nacionales de poblacin, mientras que los de 1936 corresponden al censo general de Buenos Aires Fuente: Rapoport, Mario (2000)- Germani, Gino; Estructura de la Argentina, Buenos Aires, 1987.

Con la excepcin de Mendoza y, slo en parte, de Tucumn, para el resto de las provincias el auge econmico de la regin pampeana era un acontecimiento totalmente ajeno a su cotidianeidad. As lo constata un extraordinario estudio sobre el tema realizado, a pedido del gobierno nacional, por un mdico, abogado, ingeniero agrnomo y empresario cataln y que se publicara en 1904 bajo el ttulo de El Estado de las Clases Obreras Argentinas. Su autor fue Juan Bialet Mass.
En su informe al ministro del Interior Joaqun V. Gonzlez seal: los jornales locos que antes se pagaban en las cosechas al pen, hasta 6.7 y 8 pesos diarios, se han reducido a 3.5 y la comida, y no hay duda alguna de que antes de dos aos se reducirn a 2.5 3, y como esos trabajos no duran ms de cuatro meses, el golondrina no vendr al interior, donde no podr economizar lo suficiente para su viaje de ida y vuelta; y adems el clima lo imposibilita para ir a Santa Fe y Crdoba, San Luis y Mendoza, al norte16.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

La ausencia de datos fidedignos sobre la distribucin del ingreso puede ser reemplazada parcialmente, por ejemplo, como lo afirma Mario Rapoport (2000), tomando en consideracin las diferencias en los tipos de viviendas de los diversos estratos de la poblacin.
Estos indicadores indirectos sugieren la existencia de una marcada polarizacin en la apropiacin de la riqueza creada anualmente. Los propietarios terratenientes y quienes controlaban el comercio exterior lograron incrementar de manera notable, su riqueza, hecho que se puso de manifiesto en el proceso de concentracin de la tierra en muy pocas manos, en la construccin de amplios palacetes o en las excentricidades a la hora del turismo. Como narra Ferns, en los centros de placer europeos la palabra argentino se convirti en sinnimo de riqueza y lujo () Los magnates alquilaban para su uso particular vagones de ferrocarril y hasta trenes enteros para transportar a sus familias y servidumbres de sus mansiones urbanas a sus residencias de veraneo. Un estanciero se llev consigo vacas lecheras a Europa para asegurarse de que sus hijos tuvieran buena leche para beber en el viaje17.

No es casual, entonces, que para algunos autores la primera dcada del siglo veinte haya sido caracterizada como una de las ms violentas desde el punto de vista de los enfrentamientos sociales. Esto debido tanto a las manifestaciones de protesta, muchas veces basadas en la accin directa promovida sobre todo -ms no slo- por los sectores del anarquismo como por la ferocidad represiva de los sucesivos gobiernos, lo que provoc una serie de atentados que se cobraron numerosas vctimas. En noviembre de 1909, a escasos meses de los fastos del Centenario, un atentado realizado por el anarquista ruso Simn Radowitzky cegaba la vida del Coronel Ramn L. Falcn y su secretario, quien haba estado el frente de la brutal represin contra la manifestacin obrera del 1 de mayo de ese mismo ao en la Plaza Lorea. El autor del atentado es primero condenado a muerte, sin embargo, al comprobarse que se trata de un menor de edad, se le aplica prisin perpetua en el penal de Ushuaia. Durante las mismsimas celebraciones del Centenario, y ante le presencia de la Infanta Isabel de Espaa y del ex-presidente de Francia, George Clemenceau, una bomba fue arrojada a la platea del Teatro Coln hiriendo a varios de los presentes. El Centenario coincidi con una oleada de huelgas y enfrentamientos sociales sin precedentes en la historia argentina. Ya desde unos aos antes grupos nacionalistas y xenfobos atacaban impunemente locales anarquistas y socialistas. Como afirma Mario Rapoport (2000), la conflictividad social qued clausurada hacia 1912. Dado que al agotarse la coyuntura econmica favorable, se gener un excedente de mano de obra que presion sobre el movimiento obrero y sus posibilidades reivindicativas. La crisis econmica, iniciada 56

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

en 1913, como consecuencia de la declinacin de las exportaciones y la cada de la construccin provocada por el cese de los prstamos y las inversiones extranjeras, se tradujo en un abrupto crecimiento de la desocupacin. El estallido de la Primera Guerra Mundial acentu los efectos de la crisis, lo que llev al gobierno a publicar dos informes sobre la evolucin del desempleo en la Argentina.
Cuadro N 3: Desocupacin obrera en la Argentina
Ao 1912 1913 1914 1915 Ocupados 2.123.166 2.152.184 2.009.671 1.983.271 Desocupados 166.000 156.304 321.090 338.580 Porcentaje de desocupados s/poblacin total de obreros 5.1 6.7 13.7 14.5

Fuente: Rapoport, Mario (2000) - Revista de Economa Argentina, N 7, enero de 1919.

Cuarto perodo: de la Primera Guerra Mundial a la Gran Depresin El estallido de la Primera Guerra Mundial modific las condiciones internacionales bajo las cuales se desenvolva el capitalismo argentino. Si bien al comienzo estos cambios no aparecan en toda su real gravitacin, lo cierto es que con la guerra y su desenlace, el gradual declive que vena experimentando la economa del Reino Unido, potencia integradora de lo que algunos historiadores han denominado el imperialismo del laissez faire, se acelerara hasta llegar a su estrepitoso colapso con la Gran Depresin de los aos treinta, precipitado por el fenomenal derrumbe de la bolsa de valores de Nueva York en octubre de 1929. Un espritu alerta advirti precozmente este peligro: John Maynard Keynes supo discernir, en el convulsionado clima de finales de la Primera Guerra, que el viejo orden liberal estaba mortalmente carcomido. De ah ,sus sensatas recomendaciones durante las negociaciones de Versalles en el sentido de evitar abrumar y humillar a Alemania con exorbitantes reparaciones. Su consejo fue desodo, y su pesimismo acerca del futuro del orden econmico mundial de aquellos aos adquiri visos mucho ms definitivos al promediar la dcada, cuando escribi un artculo cuyo solo ttulo lo deca todo. Se llamaba El fin del laissez faire y en l diagnosticaba la crisis terminal que afectaba al orden liberal predominante. Sus pronsticos se vieron rotundamente confirmados por los hechos pocos aos despus, cuando la estrella del Reino Unido iniciaba su irreversible crepsculo. 57

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Tal como lo decamos ms arriba, la economa argentina estaba ntimamente ligada a las fortunas de la potencia integradora del sistema, el Reino Unido. El ascenso de Londres haba sido una bendicin para la burguesa agraria argentina, pues sus negocios se multiplicaban al mismo paso que creca la ascendencia britnica en la economa mundial y se consolidaba su posicin como el taller industrial del planeta. El declive britnico, consecuentemente, slo podra traer malas noticias para nuestro pas, especialmente si se repara en el hecho de que la potencia integradora emergente, Estados Unidos, era competitiva y no complementaria de la economa argentina. El incipiente proceso de industrializacin que haba comenzado a finales del siglo diecinueve se enfrentaba a una seria paradoja: con la decadencia britnica era ms necesario que nunca pero, simultneamente, las condiciones bajo las cuales deba proseguir su marcha se tornaban ms y ms desfavorables a medida que pasaba el tiempo. Para 1913, como afirmara Mario Rapoport (2000), se constata un incremento en el nmero de fbricas respecto de 1908. Su potencialidad financiera y tcnica haba aumentado, mientras surgan algunas empresas modernas.
La produccin fabril haba crecido, aunque no se utilizaba plenamente la capacidad instalada de numerosos establecimientos, ya que el producto aument algo ms del 50% mientras que los capitales invertidos se duplicaron. El censo de 1913 indicaba la existencia de 35.000 establecimientos con un capital de 1.276 millones de pesos; el valor de la produccin ascenda a 1.620 millones de pesos, utilizando 960 millones de pesos de materias primas; la fuerza motriz utilizada se elevaba 265.000 HP y el nmero de obreros era de 301.00018.

El incipiente proceso de industrializacin sufre una desaceleracin durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial, momento en el cual la tasa de inversin cae marcadamente, al tiempo que los volmenes de produccin fluctuan hacia la baja. (Grfico N 1)
Grfico N 1: Produccin e inversin industriales (en millones de pesos de 1950)
4.000 3.000 2.000 1.000 0 1912 1913 1914 1915 Produccin 1916 1917 1918 Inversin 1919 1920

Fuente: Rapoport, Mario - CEPAL (1958)

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

La tendencia a la baja inversin fue revertida durante la dcada del 20, donde el intenso crecimiento de la industria se sustent, principalmente, en un incremento progresivo de la tasa de inversin (Cuadro N 4).
Cuadro N 4: Evolucin de la industria (en millones de pesos de 1950)
Ao 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 Produccin 3.286 3.439 3.820 4.467 4.712 5.114 5.018 5.331 5.951 6.244 Inversin 785 892 867 1.247 1.396 1.518 1.561 1.596 2.000 2.184

Fuente: Rapoport, Mario (2000) - CEPAL (1958)

A este proceso debe aadirse lo que fue una verdadera irrupcin de capitales norteamericanos, durante la ltima mitad de la dcada de 1920. stos comienzan a invertir, principalmente, en establecimientos dedicados a artculos industriales, maquinarias, vehculos, artefactos elctricos, textiles, refinacin del petrleo, alimentos y bebidas y productos farmacuticos. Tambin de esos aos data la radicaron de compaas de seguros, bancos y numerosas firmas importadoras y comercializadoras, muchas de las cuales comenzaron luego a realizar tareas de armado y manufactura. La consecuencia obvia de este proceso para la economa nacional fue la
creciente complejidad de la estructura econmica emergente a partir de una mayor diversificacin de la produccin, de la demanda de importacin de nuevos productos y de vnculos econmicos cada vez mas importantes, aunque tambin ms conflictivos con los EE.UU.19

Respecto al problema de la tierra, para esta etapa no difiere sustancialmente de lo expresado para los perodos anteriores. La concentracin de la propiedad de la tierra para el ao 1914 es prcticamente un proceso consolidado, a pesar de las medidas paliativas cedidas por el gobierno ante la protesta de los arrendatarios de 1912 (Cuadro N 5). Nada frena al predominio de la gran propiedad, el cual se expresa socialmente en una compleja trama de intereses rurales. Entre los grandes productores, que dedicaban parte de su actividad econmica a la ganadera de alta mestizacin, se destacaban los grandes propietarios absentistas que se dedicaban a una agricultura extensiva.
Otros terratenientes reinvertan parte de su renta en mecanizacin y mejoras tcnicas y agronmicas, al igual que los arrendatarios de grandes extensiones, generalmente tambin grandes propietarios. Como contraparte, entre los sectores rurales subalternos, los chacareros, pequeos o media-

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El Terrorismo de Estado en la Argentina nos propietarios, conformaban un subgrupo numricamente importante. Ellos comercializaban su produccin granera a travs de las grandes casas exportadoras. El sector social ms identificado con la expansin de la agricultura cerealera, los pequeos y medianos arrendatarios, estaba obligado a pagar un canon, generalmente elevado, por trabajar la tierra del propietario o gran arrendatario durante perodos breves, sin posibilidades de planificar su produccin y mucho menos de decidir su comercializacin. Existan asimismo ocupantes precarios de reducidas parcelas, dependientes del trabajo domstico y acosados por el endeudamiento que poda transformarlos en simples asalariados. Por ltimo, el almacenero de ramos generales, generador del crdito agrario informal, operaba como eslabn entre el agricultor y las grandes empresas exportadoras de granos que, a su vez, disponan de sus propios representantes y acopiadores zonales20. Cuadro N 5: Concentracin de la propiedad territorial en 1914
Tamao en hectreas Explotaciones Total Repblica 72.5 18.5 4.0 5.0 Buenos Aires 71.5 20.8 4.7 3.0 Santa Fe 82.8 10.6 3.3 3.3 Extension en hectreas

Menos de 625 626 a 2.500 2.501 a 5.000 5.001 o ms Menos de 625 626 a 2.500 2.501 a 5.000 5.001 o ms Menos de 625 626 a 2.500 2.501 a 5.000 5.001 o ms

8.8 22.2 14.4 55.0 16.5 27.5 17.0 39.0 15.3 16.0 13.4 53.3

Fuente: Rapoport, Mario (2000) - Censo nacional 1914.

En el plano internacional, no fue casual que el desquicio producido por la Primera Guerra Mundial, correctamente caracterizada por los autores de las ms diversas orientaciones como un genuino producto de la rivalidad interimperialista, tuviese profundas repercusiones en los ms diversos planos de la realidad internacional. Por una parte, al desencadenar el derrumbe del Zarismo ruso, el Imperio Austro-Hngaro y el Imperio Alemn, los tres grandes baluartes de la reaccin anti-obrera y anti-democrtica de Europa desde la poca de la Revolucin Francesa. El reverso de la demorada defuncin de tan retrgrados regmenes fue el estallido, triunfo y consolidacin de la Revolucin Rusa, como la primera revolucin proletaria a nivel nacional en la historia universal, y llamada a desempear un papel decisivo en la reconstruccin del sistema internacional que tendra lugar en las dcadas 60

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posteriores. Del mismo modo, importantes insurrecciones comunistas sacudieron a Alemania, Austria y Hungra, pese a que finalmente no lograron triunfar y fueron violentamente aplastadas. Sin llegar a los mismos extremos, la agitacin popular en pases como Italia tambin reflejaba este deterioro del equilibrio internacional preexistente. Poco antes, en 1910, en Mxico, una autntica revolucin popular -por la naturaleza sociolgica de sus fuerzas motrices, el campesinado y el proletariado, si no por sus objetivos- derrumbaba el vetusto orden oligrquico del Porfiriato. La ominosa sombra de la Revolucin Mexicana se proyect por toda Amrica Latina, incluyendo la lejana regin del Ro de la Plata. La decisin de las clases dominantes argentinas de admitir una significativa reforma electoral, que consagrara el carcter universal, obligatorio y secreto del voto masculino, fue decisivamente influenciada por los acontecimientos que estaban desenvolvindose en Mxico. La reforma electoral, luego conocida como Ley Senz Pea, se aprueba en 1911 y al ao siguiente es llevada a la prctica en las elecciones parlamentarias de 1912. En esa ocasin se produce el triunfo de la Unin Cvica Radical, abriendo el camino para, en 1916, triunfar de manera aplastante en la eleccin presidencial que consagrara a Hiplito Yrigoyen como presidente de la Repblica. Con la nueva legislacin electoral, la tradicional incapacidad de los sectores conservadores argentinos para organizar una fuerza poltica partidaria se compagin con la impetuosa movilizacin de sectores medios y parte de las capas populares del campo que venan consistentemente canalizando sus moderadas aspiraciones a travs del radicalismo. ste se transforma, a poco andar, en una fuerza partidaria imbatible que habra de ocupar la presidencia ininterrumpidamente hasta 1930 cuando el derrumbe de la economa mundial y la intolerable constatacin del carcter invencible del radicalismo impuls a las clases dominantes argentinas a apelar al arbitraje militar con el propsito de poner fin a tan frustrante situacin. Este rechazo del radicalismo adquiri un inusitado vigor pese a que el mismo en ningn momento lleg a cuestionar -o siquiera se propuso hacerlo- las bases estructurales del modelo de crecimiento hacia fuera que haban impulsado las lites conservadoras desde la segunda mitad del siglo diecinueve. Su taln de Aquiles, para la oligarqua, radicaba en su capacidad para hacer lugar a las demandas de participacin de las clases medias en la estructura institucional. El interludio de Marcelo T. de Alvear, sucesor de la primera presidencia de Yrigoyen entre 1922 y 1928, apacigu los afanes golpistas de la derecha, toda vez que uno de los suyos era el ocupante de la Casa Rosada. Pero con la gran depresin de los aos treinta, la re-eleccin de Yrigoyen, catapultado nuevamente a la presidencia gracias a una impresionante avalancha de votos populares, las clases dominantes 61

El Terrorismo de Estado en la Argentina

llegaron a la conviccin de que no podan dejar en manos del anciano lder la preservacin de sus intereses de clase y tramaron su destitucin. Un Yrigoyen, justo es decirlo, que retornaba con un perfil algo ms radical que antao, y dispuesto a poner en marcha una legislacin social que, en el contexto del Estado oligrquico, sin duda era de avanzada. Una voltil alianza de intereses oligrquicos, grupos ligados al capital imperialista alarmados por la apertura hacia la Unin Sovitica del gobierno de Yrigoyen, sectores medios abrumados por la crisis y desencantados de sus esperanzas de ascenso social, y, por ltimo, un importante sector del Ejrcito que haba sido ganado por las prdicas fascistas de Maurrs y los ejemplos de Primo de Rivera en Espaa y Mussolini en Italia, perpetr el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, poniendo fin a casi setenta aos de continuidad institucional oligrquico-liberal y abriendo un nuevo y funesto captulo de la historia argentina. El radicalismo fue una experiencia extraa: totalmente complaciente con la orientacin de las polticas econmicas que el rgimen oligrquico haba impuesto en la Argentina, su filo anti-oligrquico comenzaba y terminaba en el marco de la vida institucional de la Nacin. Esto no era poca cosa, porque significaba sufragio efectivo, transparencia electoral y gobierno de mayoras. Tambin aspiraba a una mdica incorporacin de las capas medias a los beneficios del modelo. Pero no caba duda alguna de que su afn era integrarse al sistema, no cambiarlo. No amenazaba al orden econmico instituido por la oligarqua sino que aspiraba a construir una repblica democrtica al interior de sus rgidos parmetros econmicos. Pero ni siquiera metas tan modestas como stas eran admisibles para la derecha argentina, que desde comienzos del siglo, cuando aparece con fuerza la cuestin social, no haba cesado de nutrir organizaciones y proyectos reaccionarios, abiertamente antidemocrticos y antipopulares que, poco a poco, fueron penetrando en el imaginario social de la poca. En lo tocante a la cuestin social, la conducta del radicalismo fue de una claridad meridiana: no hubo una poltica social definida y sus intervenciones eran reactivas ms que propositivas. Reaccionaba ante las huelgas o las iniciativas obreras, y en muchos casos lo haca con una ferocidad represiva que nada tena que envidiar a la que utilizaban las fuerzas conservadoras. No obstante, el nuevo clima poltico instalado en el pas con el sufragio universal y el ascenso de un lder plebeyo como Hiplito Yrigoyen facilit la manifestacin de toda suerte de protestas sociales (Grfico N 2) y, en el terreno econmico, se le debe a su primera presidencia la creacin de YPF. Por su importancia y resonancias continentales, hay que sealar en primer lugar la Reforma Universitaria de 1918, ante la cual el gobierno actu de forma permisiva. 62

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Una ltima consideracin: en el marco del derrumbe que experimentaba el sistema poltico de la oligarqua y el progresivo desmoronamiento que vena sufriendo el orden oligrquico en su conjunto (y que se extendera, con fuertes y peridicos estertores hasta 1945), emergieron en la Argentina varios grupos de choque de la derecha, o grupos parapoliciales, que asumieron, como sus homlogos en otras partes del mundo, la tarea de defender por mtodos violentos un sistema que se encontraba sometido a fuertes amenazas. Entre ellos sobresale la Liga Patritica Argentina, creada en 1919 bajo el liderazgo de Manuel Carls y que contaba con el activo involucramiento de oficiales navales, al paso que sesionaba en las elegantes oficinas del Centro Naval en la Ciudad de Buenos Aires.
Grfico N 2: Las huelgas y sus resultados (1917-1920)
1.200 1.000 800 600 400 200 0 Huelgas Huelguistas 1917 1918 Jornadas perdidas Salarios perdidos 1919 1920

Fuente: Rapoport, Mario (2000) Ortiz, M.; El aspecto econmico-social de la crisis de 1930, en La Crisis de 1930, I. Ensayos, Buenos Aires, 1987.

Huelgas ferroviarias de 1917 A poco de comenzar el gobierno de Yrigoyen se hizo sentir la reactivacin del movimiento sindical y, con ella, la violenta respuesta oficial. Es que en septiembre de 1917 se desataron en el pas una serie de huelgas ferroviarias en pos de lograr la reduccin de la jornada laboral a 8 horas, aumento salarial y la efectivizacin de la ley de jubilaciones, entre otras demandas. A cambio, se obtuvo una severa represin y diversos enfrentamientos en los talleres ferroviarios de Rosario, Mendoza, Crdoba, Junn y Mercedes, entre otros. El 14 de octubre los trabajadores organizaron una masiva manifestacin en los talleres de Remedios de Escalada, provincia de Buenos Aires, donde participaron cerca de 2.000 personas, cortando los accesos del ferrocarril e intentando impedir que el servicio siguiera funcionando con el personal jerrquico de la empresa. Mientras tanto, un cuerpo de soldados de la Marina ocupaba el interior de las instalaciones con el fin de impedir el 63

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ingreso de los trabajadores. Durante el corte, se aproxim un tren con ms soldados cuya intencin era desalojar las vas y restaurar el orden quebrado por los huelguistas. De la formacin bajaron aproximadamente unos treinta soldados que abrieron fuego contra la multitud, dando muerte a tres trabajadores e hiriendo aproximadamente a otros cuarenta. La casa del Dr. Melo (dirigente socialista de la zona) ofici de posta sanitaria y ah se practicaron las primeras curaciones. Seguidamente, la mayora de los heridos fueron trasladados a diversos hospitales aledaos. Sin embargo, el obrero Virgilio Mura falleci en el acto, mientras Luis Perini y Juan Bautista Bignone murieron horas ms tarde. Al da siguiente se velaron los restos de los trabajadores asesinados en el local de la Federacin Obrera Ferrocarrilera (FOF). En el acto, la lista de oradores incluy a Bautista Mansilla, dirigente de La Fraternidad; Sebastin Marotta y Montesano, por la Federacin Obrera Regional Argentina (FORA); Garca, por la Federacin Obrera Martima (FOM); el diputado Zaccagnini, por el Comit Ejecutivo del Partido Socialista; y el ya citado Dr. Melo, por el Centro Socialista de Talleres. El barrio de los Talleres se visti de luto tras la masacre. Dos das despus, una comisin mixta dio por terminado el conflicto21. La Semana Trgica Otro lamentable ejemplo de la ferocidad represiva del gobierno de Yrigoyen hacia el mundo del trabajo, lo constituye la huelga protagonizada por los obreros de los Talleres Vasena. Es que sus 2.500 trabajadores no corrieron la misma suerte que los universitarios cordobeses, ya que la huelga desatada el 7 de enero de 1919 fue violentamente reprimida. La huelga tena varios motivos: la reduccin de la jornada de trabajo a 8 horas (por entonces era de 11 horas), aumento salarial, mejoras en la salubridad del establecimiento y el proceso de trabajo, implementacin del descanso dominical y la reincorporacin de los delegados despedidos. Continuando una prctica habitual, la empresa intent seguir funcionando con rompehuelgas reclutados por la Asociacin del Trabajo, una organizacin creada en 1918 por los grandes empresarios para esos fines. Los disturbios originados en las inmediaciones de la fbrica, en el barrio de San Cristbal, terminaron con la intervencin de la polica y un saldo de cuatro obreros muertos y ms de treinta heridos, todos con armas largas, varios de los cuales fallecieron pocos das despus. En repudio a tales hechos, la totalidad de las organizaciones obreras de la Argentina (anarquistas, socialistas, comunistas y sindicalistas revolucionarios) convocaron para una huelga general el da 9 de enero, en protesta por la represin y para acompaar el entierro de los obreros en el Cementerio de la Chacarita. La Polica irrumpi en medio 64

Los Talleres Vasena Autor sin identificar. Caras y Caretas. Archivo General de la Nacin.

La Semana Trgica Autor sin identificar. Archivo General de la Nacin.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

de la ceremonia fnebre abriendo fuego contra los asistentes. Segn el peridico socialista La Vanguardia, la accin policial produjo ms de cincuenta muertes y dio origen a nuevos y graves incidentes. Mientras la derecha y, en general, todo el arco opuesto al yrigoyenismo denunciaba la existencia de una guerra revolucionaria, el gobierno moviliz a las fuerzas armadas, bajo el mando del General Luis Dellepiane, para restaurar el orden. Los enfrentamientos que se sucedieron a lo largo de varios das llegaron a ocasionar cerca de un millar de muertos y varios miles de heridos, amn de considerables destrozos. El accionar represivo del Estado fue acompaado por grupos paramilitares entre los que sobresala la Liga Patritica Argentina, creada al calor de los acontecimientos en 1919, entre cuyos miembros fundadores se encontraban el perito Francisco Pascasio Moreno y el sacerdote catlico monseor Miguel DAndrea, este ltimo, fundador de la Casa de la Empleada, institucin creada con el objeto de que las mujeres que trabajaban fuera de sus casas no fueran atradas por anarquistas, comunistas o socialistas. La Liga Patritica, que contaba con fuerte respaldo de la Marina y funcionaba en las instalaciones del Centro Naval, hostigaba y participaba a los trabajadores, con especial fruicin cuando se trataba de judos o rusos, clasificacin sta que abarcaba a cualquiera nacido en Europa del Este e, inclusive, en Alemania, y a los extranjeros en general. Este rasgo reaparecera con singular nitidez durante el Terrorismo de Estado practicado por la Dictadura entre 1976 y 1983, donde el ensaamiento con las vctimas judas era pblico y notorio en las crceles y los chupaderos del rgimen. Aparte de la Liga, la Asociacin del Trabajo tambin colabor activamente en esta campaa represiva del ao 1919. El saldo final de estos enfrentamientos nunca pudo esclarecerse con total precisin, pero hay un cierto consenso en que la cifra oscil en torno a los mil muertos y varios miles de heridos ms. Es un signo elocuente de la ambigedad del radicalismo el hecho de que junto con esta feroz represin apelara, tambin, a ciertos dispositivos de negociacin para enfrentar la llamada cuestin social. Fueron las presiones del gobierno a travs del Ministerio del Interior las que obligaron a los dueos de Vasena a aceptar algunos reclamos obreros -como, por ejemplo, conceder incrementos salariales- al paso que se decretaba la liberacin de los dirigentes de la huelga que se encontraban detenidos. La Semana Trgica se sumaba, as, a los graves disturbios e incidentes acaecidos en torno a la celebracin del Centenario de la Revolucin de Mayo y, en el plano internacional, a la alarma creada por la Revolucin Mexicana y la ms reciente Revolucin Rusa. La legislacin creada por el gobierno de Yrigoyen dio origen al reglamento del trabajo ferroviario y del trabajo a domicilio; se sancion una ley de jubilaciones para los empleados ferroviarios y otra para los obreros y emple66

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

ados de empresas particulares de servicios pblicos; se dictaron asimismo las leyes del Salario Mnimo y de Contrato Colectivo de Trabajo y el Cdigo de Trabajo, establecido en 1921, el cual legaliz el derecho de huelga. Se cre tambin el Cdigo de Previsin Social de 1922, y se dispuso la obligatoriedad de la conciliacin y el arbitraje en caso de conflictos laborales. La Forestal En todo caso, no slo en el sector urbano industrial se manifestaban con gran intensidad los conflictos laborales. Dos ejemplos notables de las luchas en el interior del pas fueron las que protagonizaron los obreros y hacheros de La Forestal, en el Chaco, y los peones de la Patagonia. En ambos casos estos conflictos terminaron en verdaderas masacres planificadas y ejecutadas por los aparatos represivos del Estado. En el caso de los trabajadores de La Forestal, la primera huelga tuvo lugar poco despus que se acallaran los disparos en Buenos Aires, julio de 1919, reclamando aumentos salariales, el establecimiento de la jornada de 8 horas y la suspensin de los despidos masivos. Sin logro alguno, los obreros y hacheros se lanzan a una segunda huelga a finales de ese ao y comienzos de 1920; la respuesta gubernamental fue enviar a la zona al Regimiento de Infantera N12 con asiento en la ciudad de Paran a los efectos de reprimir a los huelguistas. Una nueva y ms violenta huelga estall en 1921 y origin una brutal represin: grupos parapoliciales y la propia guardia de seguridad de la empresa, actuando con total impunidad y con el consentimiento gubernamental, masacraron a centenares de obreros, enviaron a la crcel a los dirigentes de la huelga e incendiaron las humildes viviendas de los trabajadores, persiguiendo a sus familias hasta que se perdan en el monte o huan definitivamente de la zona. La Patagonia Rebelde La provincia de Santa Cruz (por ese entonces Territorio Nacional) en la Patagonia, fue el lugar en donde habra de escenificarse una de las mayores masacres de la historia argentina. Tierra de grandes latifundios dedicado a la cra de la oveja para la extraccin de la lana, la abrupta cada de la demanda de este producto al finalizar la Primera Guerra Mundial dio origen a una crisis que rpidamente se traslad a los jornales de los peones rurales (esquiladores, arrieros, puesteros) ya de por s miserables y, las ms de las veces, pagaderos en bonos de las propias empresas canjeables en las pulperas que stas tenan para tales efectos. Los peones rurales haban sido organizados por la Federacin Obrera Regional Argentina, nucleados en esa provincia en la Sociedad Obrera de Ro Gallegos. En septiembre de 1920 estall una huelga como reaccin ante las reiteradas arbitrariedades de la polica y la detencin de los dirigentes de la Sociedad Obrera, lo que motiv la entrega de un pliego de peticiones ante la Sociedad Rural de la provincia. La 67

El Terrorismo de Estado en la Argentina

naturaleza de esas reivindicaciones reflejaba muy bien las condiciones de trabajo de las peonadas patagnicas: un paquete mensual de velas, no trabajar los das sbados, mejorar las raciones de alimentos, un sueldo mnimo mensual de 100 pesos y el reconocimiento de la Sociedad Obrera como la nica representacin legtima de los trabajadores y, por lo tanto, de un nico delegado para negociar con los patronos. El pliego fue rechazado tajantemente por la Sociedad Rural y la Sociedad Obrera declar la huelga general en toda la provincia. Ni bien estall la huelga, hubo un intento de asesinar al mximo dirigente anarquista de la zona, el gallego Antonio Soto, que afortunadamente no logr concretarse. Mientras unos pocos estancieros parecen dispuestos a aceptar lo solicitado por los obreros, la huelga se propaga a otros sectores, como los ferroviarios y, poco despus, desencadena una movilizacin impresionante, sin precedentes, en virtud de la cual los peones rurales se organizan en columnas armadas que toman como rehenes a policas, estancieros y al personal administrativo de las estancias, apropindose de las armas all existentes y provisiones varias. El 4 de enero de 1921 la polica ataca a los huelguistas y en el enfrentamiento mueren varios policas y huelguistas. El gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz presenta su renuncia y es reemplazado el 29 de enero por un enviado de Hiplito Yrigoyen, ngel Ignacio Yza, con precisas instrucciones de resolver el conflicto. Pero las tropas del Ejrcito, comandadas por el teniente coronel Benigno Varela, ya haban arribado al puerto de Santa Cruz y se movilizaron de inmediato a Ro Gallegos. Las gestiones del nuevo gobernador lograron prosperar, comprometindose los estancieros a satisfacer gran parte de las demandas de los obreros, a cambio de lo cual stos depondran las armas, liberaran a los rehenes y retornaran a sus lugares habituales de trabajo. Pese a que el Departamento Nacional del Trabajo homolog el acuerdo sellado en Santa Cruz la patronal no ceja en sus posturas y comienza a adoptar represalias en contra de los huelguistas, tanto en las estancias como en otras ciudades del territorio. Sin las tropas del Ejrcito, que haban regresado a Buenos Aires una vez sellado el acuerdo, quienes asumen la represin de los estancieros son grupos parapoliciales reclutados entre los miembros de la Liga Patritica. La patronal, a su vez, tambin comienza a importar lo que eufemsticamente se denominara trabajadores libres, en realidad crumiros y rompehuelgas que tropezaron con la decidida respuesta de los peones patagnicos. En octubre de 1921 la polica allana diversos locales de la Federacin Obrera arrestando a sus principales dirigentes, varios de los cuales fueron torturados y, junto a otros extranjeros, deportados al exterior. En una dialctica cada vez ms violenta, los obreros levantan la apuesta y reinician la toma de estancias y la captura de rehenes, pos68

El Gallego Antonio Soto Autor sin identificar. Archivo de Internet.

Peones prisioneros en la Patagonia Autor sin identificar. Archivo de Internet.

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tergando, sin embargo, un enfrentamiento armado con las fuerzas gubernamentales. No obstante, la escalada del conflicto decidi al presidente Yrigoyen a enviar nuevamente tropas a Santa Cruz al mando del teniente coronel Varela acompaado por el capitn Elbio C. Anaya, cada uno de los cuales estaba al mando de varios centenares de soldados fuertemente armados. El presidente Yrigoyen le otorga a Varela el bando de la pena de muerte por sedicin, a pesar de que aquel castigo haba sido abolido por el Congreso de la Nacin22. De ah en ms, lo que sigue es una verdadera cacera: se procede al fusilamiento de los huelguistas, principalmente de todos sus delegados y directivos. El ejrcito se dedic meticulosamente a rastrillar toda la provincia, prometiendo respetar la vida de los obreros si se rendan incondicionalmente slo para, despus de logrado este objetivo, proceder a ejecutarlos en el acto. El 10 de enero de 1922 finaliz la campaa de exterminio, con un saldo luctuoso de unos 1.500 obreros y huelguistas aniquilados por las fuerzas del orden. Pocos das antes haba llegado a Ro Gallegos el presidente de la Liga Patritica, Manuel Carls, para rendir homenaje y condecorar a Varela y sus oficiales. Ya despejado el terreno, los estancieros de la Sociedad Rural anunciaron una rebaja de todos los salarios a un tercio. Actualmente las tumbas masivas de los peones se encuentran todas sealadas y el pueblo de Santa Cruz ha levantado monumentos a los dirigentes fusilados: a Jos Font, el gaucho entrerriano llamado Facn Grande en la Ciudad de Jaramillo; al espaol Ramn Outerelo en Puerto Santa Cruz; y al porteo Albino Argelles en Puerto San Julin. En la ciudad de Gobernador Gregores, la escuela secundaria se denomina Jos Font, por el voto de alumnos, docentes y padres. Por otro lado, en la tumba masiva de La Anita camino a El Calafate, se ha levantado un monumento recordatorio de la masacre de esos peones que lucharon por una mayor dignidad en sus trabajos. No deja de ser sumamente instructivo, a la luz de la historia posterior de la Argentina, la debilidad de las protestas y los reclamos de las principales organizaciones polticas y sindicales en medio de tan atroz represin. Slo el anarquismo radical, la FORA del V Congreso, hizo suya la causa de los peones santacruceos; las otras centrales obreras, como la UGT y la FORA IX Congreso, se limitaron a externar algunas tibias protestas, poco dispuestas a malquistarse con el gobierno de Yrigoyen, pese a que con el paso de los das las noticias de la matanza practicada en el Sur revelaban sus facetas ms tenebrosas. Segn algunas interpretaciones, la Casa Rosada procur desembarazarse de su responsabilidad al rehusarse a rendir honores a los vencedores o a avalar la orden de aniquilamiento impuesta por Varela. Algn que otro debate en la Cmara de Diputados, en febrero de 1922, pro70

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

cur sin xito alguno iniciar una investigacin sobre lo actuado. Poco despus, las atrocidades caeran en el olvido, reapareciendo ante la memoria pblica en ocasin del asesinato de Benigno Varela a manos de Kurt Wilckens quien, a su vez, pocos meses despus sera asesinado -ya en la crcel- por un conspicuo miembro de la Liga Patritica, Milln Temperley. Declarado demente gracias a sus contactos polticos, ste fue recluido en el Hospicio de Vieytes, y en noviembre de 1925 fue asesinado de un balazo por otro interno en ese nosocomio, Esteban Lusich, sin antecedentes ni filiacin poltica. La indagacin policial, sin embargo, construy la teora de que el autor intelectual e instigador de este asesinato habra sido el anarquista de origen ruso Germn Boris Wladimirovich, quien muri pocos meses despus a causa de los tormentos y torturas que le fueran aplicados durante su interrogatorio. Ya bajo el gobierno de Marcelo T. de Alvear habra de producirse, en 1924, otra matanza en el por entonces Territorio Nacional del Chaco: la Masacre de Napalp. La protesta estall en una de las reducciones en las que haban sido confinados los indios Tobas y Mocoves en esa localidad, donde estaban sometidos a toda clase de maltratos, vejaciones y a una explotacin lindante con la esclavitud. Las autoridades le exigieron a los indgenas que aplicaran una reduccin del 15% de su produccin de algodn. Esta quita compulsiva provoc gran descontento entre los habitantes y el reclamo de mejores salarios y contra de los abusos cometidos por los estancieros. La rebelin fue aplastada por la polica, con un nmero indeterminado de vctimas que oscila en torno a las 200 personas. Un informe tomado del libro Napalp, la herida abierta, del periodista Mario Vidal (2004) seala que:
El ataque termin en una matanza, en la ms horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indgenas en el siglo XX. Los atacantes slo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados, algunos colgados. Entre hombres, mujeres y nios fueron muertos alrededor de doscientos aborgenes y algunos campesinos blancos que tambin se haban plegado al movimiento huelguista.

NOTAS: 1. Zinn, Howard; 1997. 2. El mausoleo que conserva los restos de San Martn se encuentra fuera de la Catedral, como puede apreciarse a simple vista desde el exterior de la misma. Y est fuera por la simple y sencilla razn, cuidadosamente ocultada por generaciones, de que San Martn era masn y muri masn, repudiando el papel oscurantista y colonialista de la Iglesia Catlica. Obviamente, un masn no puede ser enterrado o preservado en campo santo. Para observar el mausoleo hay que entrar a la Catedral, pero los restos del impo descansan fuera del recinto sagrado. Otra burla a la verdad histrica, otra mentira contada una y mil veces a sucesivas generaciones de escolares argentinos. 3. Marx, Karl (1959); El Capital, Tomo I, Seccin 7. 4. Belgrano, Manuel; Archivo General de la Nacin, carpeta Manuel Belgrano.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina


5. Belgrano, Manuel; Correo de Comercio; 21 de julio de 1810. 6. Marx, Karl; 2008:83. 7. Uno de los ms conspicuos firmantes fue Carlos Ruckauf, quien luego sera Vice-presidente de la Nacin y Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, entre otros cargos de importancia para la vida poltica nacional. 8. No podemos detenernos en temas marginales a nuestro foco de inters, pero no est dems, por lo menos, recordar que el genocidio como prctica del Terrorismo de Estado fue ampliamente utilizado y justificado en la historia de Estados Unidos, pas que en el pensamiento dominante es considerado como la principal democracia del mundo y el verdadero modelo a imitar por todos los dems pases. El genocidio de los pueblos originarios sigue siendo una prctica corriente en Amrica Latina hasta el da de hoy. Lo que cambi es la metodologa del genocidio. Si antes se los exterminaba con el rifle a repeticin y la viruela, hoy se los extermina con la poltica econmica, un arma mucho ms letal que cualquier otra jams ensayada contra esas poblaciones. 9. Echeverra, Esteban; 2009. 10. Diario La Tribuna; 01/06/1879. 11. Zeballos, Estanislao; 1878. Citado en Osvaldo Bayer, 1992. 12. Ortiz, Ricardo M.; 1955:113. 13. Rapoport, Mario; 2000:48. 14. Sobre el tema de los salarios, desde una perspectiva comparativa, ver Carlos Daz-Alejandro (1975). 15. Estos datos surgen de una fructfera conversacin personal con Carlos Custer, a quien le expreso mi ms sincero agradecimiento (JCG). 16. Citado en Rapoport, Mario; 2000:50. 17. Rapoport, Mario; 2000:46. 18. Rapoport, Mario; 2000:183. 19. Rapoport, Mario; 2000:191. 20. Rapoport, Mario; 2000: 175. 21. Datos aportados por la monografa redactada sobre el tema por Lautaro Pedot, sobre la base de su presentacin al Taller de Trabajo Final para la Licenciatura en Ciencia Poltica y Gobierno de la Universidad de Lans. 22. Vase en las pginas 163 y 164 del Tomo III de la Patagonia Rebelde; Bayer, Osvaldo (1974): la discusin en la Cmara de Diputados acerca de los fusilamientos.

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

CAPTULO II
Ante la inestabilidad institucional: la salida represiva. 1930-1976

La Dcada Infame El golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930 interrumpe abruptamente el proceso de democratizacin abierto por la Ley Senz Pea, que tuvo en el ascenso del radicalismo su ms importante expresin. A travs del golpe, el primero que se produjera desde la normalizacin institucional de la Argentina en 1862 quebrando, as, casi setenta aos de estabilidad en la secuencia de las sucesiones presidenciales, la clase dominante desaloja del poder a la alianza social plebeya encarnada por el yrigoyenismo, especialmente en su segunda edicin cuando este movimiento apareca ya depurado de los elementos oligrquicos que, bajo el alvearismo, haban moderado las aristas ms filosas de esa fuerza social. El rgimen que se instaura con el golpe y que perdurara hasta la llamada revolucin del 4 de junio de 1943, tuvo dos momentos claramente diferenciados. Un primero, de corta duracin, en donde se procura instituir un estado corporatista o francamente fascista, bajo el liderazgo del Gene-ral Jos Evaristo Uriburu; y una segunda etapa, mucho ms larga, en donde el rgimen busca institucionalizar una democracia restringida bajo la tutela de las fuerzas armadas y contando con toda una serie de dispositivos que aseguran la exclusin de fuerzas polticas y sociales consideradas como indeseables. La represin contra partidos de izquierda y sindicalistas fue muy dura: fueron fusilados los anarquistas Di Giovanni y Paulino Scarfo y, en la ciudad de Rosario, se dio muerte al obrero Joaqun Penina por repartir volantes contra la dictadura. Toda esta experiencia pas a ser conocida en la Argentina con el nombre de Dcada Infame, no slo por los rasgos arriba mencionados sino, tambin, por su peculiar combinacin de fraude patritico, corrupcin institucionalizada y represin. 73

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Las justificaciones dadas para producir el golpe de Estado fueron varias pero, en general, ellas tenan un claro signo ideolgico: se consideraba al gobierno de Yrigoyen como sumamente dbil e ineficaz para enfrentar los graves desafos desatados por el estallido de la Gran Depresin, a partir de octubre de 1929, y demasiado propenso a hacer lugar a las demandas de los sectores obreros, teniendo en cuenta su pasividad frente a los reclamos populares y la sancin de la jornada laboral de 8 horas. Se deca, asimismo, que la situacin fiscal del gobierno era insostenible ante el desorbitado aumento del gasto pblico y se aluda, abiertamente, a la senilidad de Yrigoyen, lo que presuntamente lo incapacitara para ejercer el poder de manera conciente y responsable. Hay que tener en cuenta asimismo que el contexto internacional y el clima ideolgico imperante favorecan la expresin de las tendencias ms conservadoras de nuestra sociedad. Expresin elocuente de ese estado de cosas fue el impacto causado por el clebre discurso de Leopoldo Lugones, pronunciado en Lima el 11 de diciembre de 1924, en ocasin de celebrarse el primer centenario de la batalla de Ayacucho que puso fin a las guerras de la independencia en Amrica del Sur. Enviado al Per en representacin del gobierno democrtico de la Argentina, presidido en ese momento por Marcelo T. de Alvear, Lugones sostuvo en su alocucin que:
Ha sonado otra vez, para el bien del mundo, la hora de la espada. As como sta hizo lo nico enteramente logrado que tenemos hasta ahora, y es la independencia, har el orden necesario, implantar la jerarqua indispensable que la democracia ha malogrado hasta hoy, fatalmente derivada, porque sa es su consecuencia natural hacia la demagogia o hacia el socialismo...

Y continuaba poco ms adelante diciendo que:

En el conflicto de la autoridad con la ley, cada vez ms frecuente, porque es un desenlace, el hombre de espada tiene que estar con aqulla. En esto consiste su deber y su sacrificio: el sistema constitucional del siglo XIX est caduco. El ejrcito es la ltima aristocracia, la ltima posibilidad de organizacin jerrquica que nos resta entre la disolucin demaggica. Slo la virtud militar realiza en este momento histrico la vida superior que es belleza, esperanza y fuerza.

La legitimacin de los regmenes anti-democrticos Fiel a estas ideas profundamente antitticas con la democracia, Lugones fue quien redact la proclama de la mal llamada Revolucin del Treinta, en la que se justificaba la interrupcin del orden constitucional. Pero mucho ms importante que la proclama militarista y fascista de Lugones, fue la produccin de una decisin institucional que habra de ejercer una profunda y perniciosa influencia a lo largo del medio siglo siguiente: la legalizacin y legitimacin del golpe de Estado por la Corte Suprema de la Nacin, que en una acordada sin precedentes emitida el 10 de septiembre -es 74

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

decir, luego de apenas tres das efectivos de haberse instaurado el rgimen autoritario- estableca una doctrina justificadora de los gobiernos de facto. Esta Corte, conviene recordarlo, estaba presidida por una de las figuras ms importantes del viejo orden conservador: el ex presidente Jos Figueroa Alcorta. Los fundamentos sobre los cuales se asentaba dicha doctrina eran los siguientes:
1. Que los gobiernos de facto se encuentran en posesin de las fuerzas militares y policiales y que las mismas son necesarias para asegurar la paz y el orden de la nacin; 2. Que un gobierno de facto debe tener a posibilidad de realizar vlidamente los actos necesarios para el cumplimiento de los fines perseguidos por l; 3. Que un golpe militar debe ser considerado como vicio o deficiencia en el nombramiento del gobierno que no puede afectar la proteccin del pblico y los individuos. 4. El fundamento de fondo para reconocer a los gobiernos de facto, es el que establecen las razones de polica y necesidad. 5. Que los habitantes no pueden discutir el ttulo de un gobierno impuesto por la fuerza, por razones de orden y seguridad social. 6. Que el Poder Judicial puede dejar sin efecto ciertos actos de un gobierno de facto, una vez finalizado ste, en caso de graves ilegalidades constitucionales.

De este modo. la Corte Suprema de Justicia sala al paso de uno de los problemas que podra haber neutralizado las iniciativas y polticas puestas en marcha por el nuevo rgimen: la cuestin de la continuidad jurdica del Estado y las polticas adoptadas por quienes usurparon el gobierno, integradas en un plano de total legitimidad al sistema jurdico estatal. Sin esta doctrina, los actos de los gobiernos ilegtimos hubieran estado viciados de nulidad absoluta y perdido toda su eficacia prctica. Con la acordada de la Corte se resuelve este problema y, por aadidura, se establece implcitamente lo que Lugones haba manifestado de manera explcita: la misin arbitral de las fuerzas armadas, su condicin de intrpretes finales e inapelables de la situacin de la paz y el orden interior en el territorio nacional con lo que se abra la puerta a los golpes de Estado cada vez que aquellas juzgasen que el orden social estaba en peligro. Esta acordada habra de asumir una gravitacin fundamental hasta convertirse en parte de la cultura poltica argentina, al punto tal que los sucesivos golpes de Estado que padeci este pas siempre contaron con la aprobacin de las sucesivas Cortes Supremas. La represin durante la Dcada Infame El nuevo rgimen procedi de inmediato a disolver el Congreso, declar el estado de sitio, intervino todas las provincias e implant un gobierno elitista autoritario inspirado en el fascismo europeo, rgimen del que el nuevo presidente -al igual que su entourage- era admirador. Como sabemos, Leopoldo Lugones 75

El Terrorismo de Estado en la Argentina

termin sus das suicidndose en 1938, cuando el rgimen que haba invocado como solucin para los problemas de la repblica estaba en vas de su disolucin. Pero su hijo, del mismo nombre que su padre pero ms conocido como Polo Lugones, habra de convertirse en una figura tristemente memorable del rgimen militar surgido del golpe de 1930: designado jefe de la nueva Seccin Especial -es decir la polica poltica- por el presidente de facto Jos Flix Uriburu, se le atribuye la introduccin de la picana elctrica como uno de los instrumentos de tortura favoritos, sistemticamente utilizado por todos los represores de la Argentina a partir de entonces. Lugones hijo se suicidara, al igual que su padre, en 1971, y una de sus hijas, Susana Lugones (llamada Piri por sus amigos), ante las disposiciones reaccionarias de su abuelo y al constatar que su propio padre fue un torturador, tom un camino ideolgico diametralmente distinto y fue desaparecida por la ltima Dictadura genocida de 1976-1983. La Dcada Infame fue prdiga en represiones de todo tipo. La desptica reimposicin del orden oligrquico requera de mucha violencia y el rgimen no ahorr esfuerzos en ese sentido. Las formas en que esta se manifest fueron variadas, desde las llamadas policas bravas, entre las cuales adquiri especial notoriedad la de la provincia de Buenos Aires, hasta una variedad de grupos parapoliciales que, junto a la labor represiva oficial, contribuyeron a destruir buena parte de las organizaciones gremiales que tanto protagonismo haban tenido en las dos primeras dcadas del siglo veinte. Como parte del dispositivo represivo, el nuevo gobierno cre la Seccin Especial de la Polica Federal, detuvo a numerosos dirigentes polticos, estableci la censura en los diarios e intervino las universidades anulando las principales conquistas de la Reforma de 1918: la autonoma universitaria y el rgimen de cogobierno. Agotada la intentona plenamente fascista dirigida por Uriburu, el gobierno de Agustn P. Justo, como presidente, y Julio Argentino Pascual Roca como vicepresidente (hijo de Julio Argentino Roca, autor del genocidio de la denominada Campaa del Desierto), frmula elegida en elecciones abiertamente fraudulentas en noviembre de 1931, hizo del llamado fraude patritico uno de los rasgos distintivos de su gestin junto con la persistencia de las polticas represivas y una desenfrenada corrupcin puesta al servicio de la entrega de los resortes fundamentales de la economa argentina al capital imperialista ingls. En todo caso, la tradicin represiva manifestada desde tiempos coloniales persisti en la Dcada Infame. Las vctimas fueron, una vez ms, poblaciones aborgenes, en este caso localizadas en Misiones. La llamada masacre de Ober tuvo lugar en 1936 exterminando entre las 300 y las 500 personas, en su gran mayora colonos reclamando por mejores precios para sus productos agrcolas. 76

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Contexto econmico de la represin El clima represivo reinante impuesto desde las cpulas del poder, se desarroll en el marco de una profunda crisis econmica, cuyo comienzo data de 1929, y se extiende, al menos, hasta la dcada del 40. Se trata de la denominada Gran Depresin, proceso recesivo caracterizado por una severa deflacin en un sentido amplio, que provoc restricciones monetarias y financieras, bajas de precios y salarios y retroceso de las actividades econmicas (Grfico N 3). Como sostiene Rapoport (2000), este fenmeno se manifest a travs de una reaccin en cadena, puesto que la cada de la produccin industrial indujo a una contraccin de los mercados internacionales y a una disminucin de la demanda de materias primas, cuyos precios bajaron acentuadamente. Los pases productores de bienes primarios redujeron las compras de maquinarias y manufacturas, al tiempo que entraron en bancarrota o devaluacin sus monedas, ya que las deudas asumidas con anterioridad no podan ser canceladas. Del mismo modo, los pases industriales debieron soportar la cada de los precios de sus productos, aunque protegieron sus mercados con barreras arancelarias o de otro tipo.
Grfico N 3: Evolucin del PBI
15
11.3

10 5 0
-4.1 4.7

7.9

7.2 5.2 3.9 4.3 0.8 0.3 1.6 -0.7 1.1 -3.2

-5 -10
-6.9

-3.3

1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945

Fuente: Rapoport, Mario (2000)

Ello deriv en una sucesin de despidos, reduccin de salarios y desconocimiento de las leyes sociales que se abati sobre los trabajadores (Grfico N 4). Estos mecanismos de violencia econmica se complementaron con la mencionada ola represiva hacia las mayoras sociales pertenecientes a clases medias y populares. Es as que la desocupacin afect tanto a los del sector pblico como a los del privado.
Un censo nacional en 1932 comprob la existencia de 333.997 desocupados, la mayora de los cuales perteneca a actividades primarias. Por otra parte, casi el 45% corresponda a desocupados que carecan de trabajo remunerado con anterioridad al 1 de enero de 19321.

77

El Terrorismo de Estado en la Argentina

La clase media tampoco escap a los efectos de la crisis. En los primeros aos de la dcada las cesantas en el sector pblico y los despidos en la actividad privada dejaron sin empleo a numerosos funcionarios, profesionales y empleados. La reduccin de los sueldos estatales, resultado de los recortes presupuestarios, afect a empleados y a jubilados. La presin impositiva castig a los pequeos comerciantes e industriales y, en general, a los pequeos propietarios. Por otra parte, los atrasos en el pago de los sueldos docentes y de las pensiones a los jubilados fueron una constante a lo largo de la dcada.
Grfico N 4: Niveles de ocupacin y salario real (1930-1945) - Capital Federal
200 150 100 50 0
1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 Ocupacin Salario nominal Salario real Costo de vida

Nota: ndice de ocupacin, base 1929=100; ndice de salario real y elementos que lo componen, base 19251929=100. Fuente: Rapoport, Mario (2000).

Por su parte, las acciones desplegadas tanto por sectores privados como por el gobierno, slo constituyeron meros paliativos. La solucin definitiva a los problemas generados por la crisis provino de la lenta recuperacin econmica iniciada a mediados de la dcada. Mientras tanto, a juicio de Waldmann,

la clase trabajadora fue la verdadera vctima de la recesin econmica. Sobre ella se descargaron, sin la menor consideracin, tanto las prdidas comerciales experimentadas por el sector agropecuario, como los altos costos de inversin que exiga el equipamiento industrial () si bien es cierto que ya se haban dictado numerosas leyes de seguridad social, stas distaban mucho de ser suficientes para compensar la subordinacin del trabajador al empleador y para garantizar la mnima seguridad contra los riesgos del trabajo () La mayora de los trabajadores careca de toda defensa contra la explotacin patronal y, en general, de proteccin contra la pobreza y la enfermedad2.

Como parte de la estructura represiva del gobierno de Uriburu, y ante el desolado panorama de desocupacin creciente que viva nuestro pas, fueron promulgados una serie de dispositivos legales tendientes a instaurar una poltica selectiva hacia la inmigracin, fundamentados en la idea de proteger el trabajo argentino y evitar la infiltracin de organismos pato78

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

lgicos. El endurecimiento de la poltica migratoria se refleja en diversos decretos que disponen medidas ms y ms represivas hacia los migrantes.

Un decreto de octubre de 1936 expresaba en sus considerandos que las circunstancias actuales exigen extremar las medidas de control y vigilancia del movimiento de pasajeros con destino al pas, tendientes a evitar infiltraciones en el mismo de elementos que pueden constituir un peligro para la salud fsica o moral de nuestra poblacin o conspiren con la estabilidad de las instituciones creadas por la Constitucin Nacional () En 1938, siendo presidente Ortiz, dos decretos consecutivos establecieron restricciones an ms severas a la inmigracin. Por el primero se procuraba reprimir el ingreso clandestino de refugiados -mayoritariamente judos centroeuropeos- procedentes de la Europa nazi () Se produjo as un giro total de la poltica inmigratoria argentina al instituir, desde entonces, restricciones legales y un sistema de contralor policial y administrativos a la inmigracin3.

El peronismo y la nueva etapa de la poltica argentina Con el advenimiento del peronismo se abre una nueva etapa en la historia argentina, tanto en lo poltico como en lo econmico y social. En ella se produce la definitiva -pero tenazmente resistida y combatida- incorporacin de las clases populares a la vida nacional. Un rasgo fundamental de la misma sera, por lo tanto, una democratizacin de las ms diversas instancias de lo social signada por la presencia de las masas lo que, por consiguiente, precipitara una significativa redefinicin del papel del Estado y las polticas pblicas. Como no poda ser de otro modo, esta rumorosa entrada de las clases populares a la escena poltica, al mercado y a la misma vida social gener una reaccin visceral que habra de manifestarse en toda su intensidad en el ocaso del primer gobierno peronista, tema sobre el que volveremos ms adelante. La vieja sociedad oligrquica no se resignaba a morir. Recordemos que haba resistido a la irrupcin de las capas medias vehiculizadas por el yrigoyenismo hasta el punto de auspiciar la aparicin de guardias blancas al estilo de la Liga Patritica y otros grupos, al tiempo que haba acudido en 1930 al expediente del golpe militar quebrando, as, ms de siete dcadas de normalidad institucional4. Habida cuenta de estos antecedentes, no sorprende que en la etapa inaugurada en octubre de 1945 las reiteradas agresiones que sufran las clases populares en la Argentina hubieran llegado a su fin, siendo reemplazadas por una poltica que, en cambio, promova su bienestar material. Ya durante su gestin al frente de la Secretara de Trabajo y Previsin, el por entonces Coronel Juan Domingo Pern, sancion el Estatuto del Pen, que impuso un salario mnimo y pautas de alimentacin, vivienda y trabajo para los trabajadores rurales; instituy el seguro social y la jubilacin obligatoria; 79

El Terrorismo de Estado en la Argentina

cre los Tribunales de Trabajo y decret el pago del aguinaldo para todos los trabajadores, medidas, stas, que habran de ampliarse considerablemente durante los diez aos posteriores en los cuales ejercera la presidencia de la Repblica. Todo lo dicho es elocuente en el crecimiento de la participacin de los asalariados en el ingreso nacional, tal como puede observarse en el Cuadro N 6 y en la profundizacin del modelo de industrializacin por sustitucin de importaciones (ISI), reflejado por el Cuadro N 7 relativo a la produccin industrial. Es tambin elocuente la comparacin intercensal que refleja el Cuadro N 8 acerca de la evolucin de la industria en la Argentina entre 1947 y 1954; la misma se manifiesta en el importante incremento de establecimientos industriales, trabajadores, valor de la produccin y, especialmente, en el crecimiento de la productividad y el ingreso salarial. Del mismo modo, debe destacarse el importante peso del capital externo en el proceso de industrializacin tal como se muestra en el Cuadro N 9 y la destacada participacin del Estado (Cuadro N 10) como caracterstica de la poca.
Cuadro N 6: Participacin de los asalariados en el ingreso nacional (en porcentaje de PBI)
Aos 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955 Segn BAE 46.7 46.8 47.9 52.4 59.4 60.9 Segn BCRA Segn CEPAL 40.1 39.5 43.5 49.0 49.6 45.2 50.5 48.9 49.9 47.0 Segn Diguez y Petrecolla

51.9 49.2 51.8 51.9 53.2 49.8

47.5 45.5 47.8 47.6 49.0 46.4

Nota: Para las columnas 2 y 4, se trata de sueldos y salarios ms ingresos de asalariados pasivos. Para las columnas 1 y 3, se trata de sueldos y salarios ms aportes patronales jubilatorios. Fuentes: Rapoport, Mario (2000) - Secretara de Asuntos Econmicos, Producto e Ingreso de la Repblica Argentina en el perodo 1935-54, Buenos Aires, 1955. Banco Central de la Repblica Argentina, 1975. CEPAL 1958. Dieguez, Hctor y Petrecolla, Alberto; La distribucin del ingreso y el sistema previsional en la Argentina: 1950-1972, en Desarrollo Econmico, N 55, Bs. As., 1974.

80

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Cuadro N 7: Produccin industrial 1945-1955.


Ao 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955 Produccin (1950=100) 76.5 86.3 99.5 100.7 97.1 100.0 102.2 95.0 93.0 101.0 110.6 PBI Industrial (en % del PBI) 22.8 23.6 24.5 23.5 23.0 23.4 23.2 23.1 21.4 22.3 23.4

Fuente: Rapoport, Mario (2000); CEPAL (1958)

Cuadro N 8: Comparacin de los censos industriales de 1947 y 1954.


Rubro 1. Nmero de establecimientos 2. Personal ocupado 3. Valor de la produccin (*) 4. Salarios pagados (*) 5. Personal ocupado por establecimiento 6. Productividad (*) (3/2) 7. Salario por personal ocupado (**) (4/2) 1947 84.440 1.023.032 3.415.370 572.697 12.2 3.340 560 1954 148.325 1.147.961 4.652.200 821.158 7.87 3.980 703

(*) En miles de pesos de 1960 (**) En pesos de 1960 Fuentes: Rapoport, Mario (2000) - Censos Nacionales de 1947 y 1954; Ferrucci, Ricardo; Barbero, Alberto y Rapoport, Mario, El sector industrial argentino. Anlisis estructural y situacin actual, Documento de trabajo N 23, FEPA, Bs. As., 1979.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Cuadro N 9: Autorizaciones anuales de radicacin de capitales extranjeros bajo la ley N 14.222 (clasificadas por origen de los capitales y por actividad) (en miles de dlares)
Origen de los capitales Estados Unidos Alemania Francia Italia Venezuela Fondos argentinos en el exterior Totales Actividades Petrleo, extraccin Especialidades medicinales, veterinaria Petroqumica Otros productos qumicos y plsticos Vidrio y materiales para la construccin Metalurgia Automotriz y tractores Maquinaria agrcola Manufacturas varias Totales 220.9 214.5 850.2 838.6 706.4 375.9 109.6 202.8 8.061.8 402.1 183.1 0.041.7 1954 84.440 1.023.032 3.415.370 572.697 12.2 3.340 560 1955 148.325 1.147.961 4.652.200 821.158 7.87 3.980 703

2.124.2

Fuente: Rapoport, Mario (2000)- Altimira, Oscar; Santamaria, Horacio y Sourrouille, Juan; Los instumentos de promocin industrial en la posguerra, en Desarrollo Econmico, N 22-23, julio-diciembre de 1966.

Cuadro N 10: Cuentas del sector pblico consolidado (en millones de pesos de 1950)
Ao 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955 Gasto Ingresos Dficit Dficit (% del PBI) 7.23 6.36 6.60 17.87 4.76 3.56 2.31 2.07 2.55 4.74 4.00

12.494 9.171 3.323 12.567 9.383 3.184 17.047 13.376 3.671 24.687 14.227 10.460 17.002 14.244 2.758 17.236 15.152 2.084 17.424 16.028 1.396 16.896 15.726 1.170 18.363 16.848 1.515 10.053 17.110 2.943 18.234 15.648 2.586 Fuente: Rapoport, Mario (2000) - CEPAL

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Las patas en la fuente. Plaza de Mayo (1945) Autor sin identificar. Archivo General de la Nacin.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Hubo, con todo, algunas pocas excepciones a estas polticas sociales, que no podramos dejar de mencionar en estas pginas. Los casos ms notables fueron dos: el llamado Maln de la Paz de 1946 y la Masacre de Rincn Bomba, en 1947. En relacin a esta ltima, que constituye un tema escasamente abordado por la literatura especializada, se trata de la represin sufrida por los pilags, wichis, tobas y mocoves de Las Lomitas (Formosa). Todo comenz con la estafa perpetrada por Patrn Costa, quien los convoc a trabajar en el Ingenio San Martn de El Tabacal, prometindoles pagar $6 por da y, una vez finalizado el trabajo, slo les pag $2,50. Este fraude se sumaba a tantos otros que, en forma progresiva, iban sumiendo a las tribus indgenas en la ms profunda miseria. Sin embargo, esta vez el engao promovi el accionar de los pilags, quienes decidieron formar una delegacin para ir en busca de ayuda. Al frente se pusieron tres caciques, Nola Lagadick, Paulo Navarro (Pablito) y Luciano Crdoba, quienes reclamaron ante la Comisin de Fomento y ante el Jefe del Escuadrn 18 de Gendarmera Nacional, comandante Emilio Fernndez Castellano. El Presidente de la Comisin de Fomento se comunic con el gobernador de Formosa, Rolando de Hertelendy y, ste, con el gobierno nacional. Al enterarse, el presidente Juan Domingo Pern mand inmediatamente tres vagones de alimentos, ropas y medicinas. Los acontecimientos se desencadenan de la siguiente manera:

La mercadera lleg a la ciudad de Formosa a mediados de septiembre, empero el delegado de la Direccin Nacional del Aborigen, Miguel Ortiz, dej los vagones abandonados en la estacin tras ser despojados de ms de la mitad de sus cargas. Salieron diez das despus y llegaron a Las Lomitas a principios de octubre. Los alimentos estaban en estado de putrefaccin. Pero aun as los repartieron en el campamento indgena. Las consecuencias fueron de espanto: al da siguiente amanecieron con fuertes dolores intestinales, vmitos, diarreas, desmayos, temblores, por lo menos 50 indgenas murieron, en su mayora nios y ancianos. Al principio fueron enterrados en el cementerio de Las Lomitas, luego les cerraron las puertas y los cadveres tuvieron que ser llevados al monte. La indignacin fue lgica. Las crnicas locales propalaron la versin de que la bronca se convertira en estallido contra los habitantes y se infundi miedo. Los indios denunciaron que haban sido envenenados. El presidente de la Comisin de Fomento de Las Lomitas, a su vez, fue a hablar varias veces con el comandante de los gendarmes. Le deca que el pueblo tena miedo de que los hambrientos los atacaran. La Gendarmera rode el campamento indgena con cien gendarmes armados y prohibi a los pilags entrar al pueblo. Frente a tanta agresin y desprecio, el cacique Pablito pidi hablar con el comandante. El oficial acept encontrarse en el atardecer, pero a campo abierto. All estuvieron. Era el 10 de octubre. El cacique avanz seguido por ms de mil mujeres, nios, hombres y ancianos pilags con retratos de Pern y Evita. Enfrente, desde el monte vecino, cien gendarmes los apuntaban con sus armas. Los indios haban cado en la trampa. El

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias segundo comandante del Escuadrn, Aliaga Pueyrredn, dio la orden y las ametralladoras hicieron lo suyo. Cientos de pilags cayeron bajo las rfagas. Otros lograron escapar por los yuyales pero la Gendarmera se lanz a perseguirlos: que no queden testigos, era la consigna de los matadores. La persecucin dur das hasta que fueron rodeados y fusilados en Campo del Cielo, en Pozo del Tigre y en otros lugares. Luego -seala la presentacin de los abogados-, los gendarmes apilaron y quemaron los cadveres. Segn la presentacin ante la Justicia, fueron asesinados de 400 a 500 pilags. A esto hay que sumarle los heridos, los ms de 200 desaparecidos, los nios no encontrados y los intoxicados por aquellos alimentos en mal estado. En total, se calcula que murieron ms de 750 pilags, wichs, tobas y mocoves5.

Distinto fue el caso del Maln de la Paz, aunque sus vctimas tambin fueron integrantes de los pueblos originarios. Este singular episodio, acaecido durante el primer peronismo, es caracterizado por algunos estudiosos como el primer movimiento indgena reclamando por los derechos de los pueblos originarios de nuestro pas. La discusin sobre el tema es adecuadamente retratada en los trabajos de varios autores con trabajos especializados sobre el tema6. Los hechos ocurrieron como sigue: en mayo de 1946 un grupo de kollas (los nmeros varan, pero el indicio ms firme seala que fueron 174, de los cuales 9 eran mujeres) se propuso caminar desde la provincia de Jujuy hasta Buenos Aires a fin de exigir que la justicia social alcance a los pueblos indgenas. Puntualmente, su objetivo era recuperar tierras que ancestralmente estaban en poder de la comunidad y designar nuevos funcionarios en el Departamento de Proteccin Aborigen, debido a que continuaban en sus cargos quienes haban sido nombrados por los gobiernos precedentes. En relacin a la primera demanda, hay que recordar que en las dcadas previas se haba producido un proceso de apropiacin de tierras de los pueblos originarios, en virtud del cual las mismas pasaron a manos de las familias oligrquicas del Noroeste argentino. Prominente entre stas era la familia Patrn Costa, uno de cuyos miembros, Robustiano, haba sido gobernador de Salta, senador nacional y candidato presidencial en vsperas del golpe de Estado del 4 de junio, aparte de ser uno de los integrantes del Directorio de la Standard Oil en la Argentina. La caravana se puso en marcha el 15 de mayo de 1946, partiendo de la ciudad de Abra Pampa, Jujuy. Das despus se incorpor un contingente de aborgenes procedentes de la provincia de Salta y posteriormente, otro de Santiago del Estero7. El Maln de la Paz finalmente arrib a Buenos Aires a pie, con algunos a caballo o en sulkies el 3 de agosto de 1946. All fueron recibidos, en Liniers, por el Director de la Proteccin Aborigen, el mismo al que queran reemplazar. Luego, tres kollas, como delegados, se 85

El Terrorismo de Estado en la Argentina

reunieron en la Casa de Gobierno, con el recin electo general Pern, a quien le solicitaron la devolucin de las tierras comunitarias. Sin embargo, al da siguiente, toda la delegacin fue alojada por la fuerza en el Hotel de Inmigrantes8. Luego de algunos contactos con unos pocos diputados, el 28 de ese mismo mes fueron violentamente desalojados del hotel por la Prefectura Naval y la Polica Federal y trasladados a Retiro donde fueron compulsivamente subidos a un tren de carga destinado especialmente a Jujuy. Las policas provinciales recibieron rdenes expresas de evitar que alguno de ellos descendiera en las estaciones intermedias en las cuales el tren deba forzosamente parar para abastecerse de combustible. Pese a que el gobierno dijo que haba sido un error (aunque no un exceso, como luego lo planteara la Junta Militar de 1976 para justificar sus atrocidades), lo cierto es que la coordinacin entre las autoridades ferroviarias y las policas provinciales revela claramente que la decisin fue tomada al ms alto nivel y no fue producto de la torpeza de un funcionario de menor cuanta de las fuerzas represivas. Los miembros del maln regresaron con las manos vacas sin conseguir ninguno de sus objetivos y sin que el gobierno nacional jams les hubiera ofrecido una explicacin (no se diga unas disculpas!) por lo ocurrido9. El poeta y cantor Atahualpa Yupanqui publicar seguidamente su Carta al hermano Coya, en la cual denuncia la arbitrariedad del gobierno al tratar as a la delegacin. Por esa publicacin Atahualpa fue detenido y estuvo ocho meses preso en la crcel de Villa Devoto. El bombardeo a Plaza de Mayo A la represin de sendas protestas indgenas en los albores del peronismo, se le suma la violencia ejercida por parte del gobierno hacia los miembros del Partido Comunista. Muestra de ello es el asesinato del mdico Ingalinella, en la ciudad de Rosario. Tambin, estuvieron detenidos en Villa Devoto miembros del gobierno guatemalteco socialista de Arbenz, quie n haba sido depuesto en 1954 por Castillo Armas en un golpe preparado por la CIA estadounidense. Los funcionarios del gobierno derrocado que se haban refugiado en la Embajada Argentina fueron trasladados, desde Guatemala, por un avin de la Fuerza Area Argentina a Buenos Aires y, desde el aeropuerto, trasladados a la crcel de Devoto donde permanecieron detenidos durante varios meses. Lo cierto es que estos acontecimientos represivos no se reiteraran durante el resto del perodo. Lo que s aparecera como una aberrante novedad en los anales de las prcticas del Terrorismo de Estado fue un hecho que, en rigor, no fue producto del accionar estatal sino de una conspiracin -liderada por el Contralmirante Anbal Olivieri, Ministro de Marina y uno de los principales jefes de la sedicin- que procuraba asesinar al Presidente Pern, 86

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

desencadenar un golpe de Estado y escarmentar a sus seguidores: la masacre de Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, producto del indiscriminado bombardeo que unidades de la aviacin naval efectuaron sobre la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, causando 386 vctimas y ms de 800 heridos10. Por las caractersticas que tuvo este suceso, sin precedentes en la historia argentina por su virulencia y masividad, en fechas recientes se lo ha concebido como un claro antecedente del Terrorismo de Estado y un delito de lesa humanidad11. No slo bombardeo, aclaremos, sino tambin ametrallamiento a mansalva de los civiles que estaban en la Plaza de Mayo y los alrededores. Pero el hecho trgico del 16 de junio no fue un rayo en un da de sol. Tena antecedentes: dos aos antes, en abril de 1953, un atentado terrorista contra una manifestacin organizada por la CGT dej como saldo 5 muertos y 95 heridos. El trasfondo de esta violencia era el creciente enfrentamiento entre el rgimen peronista y la Iglesia, que giraba en torno a la Ley de Divorcio, la supresin de la obligatoriedad de la enseanza religiosa en las escuelas y la legalizacin de los prostbulos. No obstante, es preciso sealar que en el fondo de estos temas controversiales estaba el hecho, evidente para todos, de que detrs de la Iglesia se agrupaba la reaccin oligrquica, la cual se encontraba a la espera del momento oportuno para ajustar cuentas con los descamisados. Producto de este enfrentamiento, en junio de 1955, la Iglesia convoc a una multitudinaria procesin de Corpus Christi que se manifest trasladndose desde la Catedral hasta la Plaza del Congreso. Se estima que fueron unas doscientas cincuenta mil personas las que participaron de este acto de protesta, registrndose varios incidentes a lo largo del trayecto. Un par de das despus, y como producto de estos desmanes (entre ellos una quema de la bandera nacional, episodio ms que confuso y sobre el cual se tejieron mltiples interpretaciones), el gobierno procedi a expulsar del pas a dos de los lderes de la agitacin eclesistica, los monseores Manuel Tato y Ramn Pablo Novoa. Amenazado por una oposicin cada vez ms dispuesta a acabar con el gobierno peronista a cualquier precio, el oficialismo convoc entonces a un acto contra el desagravio de la bandera nacional, que se escenificara en la Plaza de Mayo y que contara con un desfile de los aviones de la Fuerza Area. Esto tendra lugar el 16 de junio pero, por diversos motivos, el acto como tal no se realiz. De todos modos, dado que la Plaza de Mayo se halla situada en el centro neurlgico de la ciudad, cuando los aviones de la Marina (34 en total) iniciaron su raid areo sobre el centro, mucha gente circulaba por la plaza. Tal como decamos ms arriba, entre las bombas y las ametralladoras lo que se produjo fue una verdadera carnicera humana. 87

El Terrorismo de Estado en la Argentina

La ofensiva golpista desat numerosos enfrentamientos por aire y por tierra, toda vez que fuerzas leales al gobierno peronista abandonaron sus cuarteles para reprimir a los sediciosos. Por su parte, la CGT llam a sus afiliados a concentrarse en las inmediaciones de la Plaza de Mayo para colaborar en el combate. ste finaliz al caer la tarde, cuando los aviones de la Marina huyeron a buscar refugio en el Uruguay llevando consigo a los civiles que haban participado del conato golpista. Al anochecer, grupos vinculados al oficialismo asaltaron e incendiaron varias iglesias localizadas en el centro histrico de la ciudad y la propia Curia Metropolitana situada en la Plaza de Mayo12. Pese a tan graves episodios Pern se abstuvo de perseguir a los sediciosos. Si bien se implant el estado de sitio, la poltica adoptada por la Casa Rosada procur -vanamente sin duda, como lo ratificara la historia- sentar las bases para la reconciliacin nacional. A tal efecto, limit a un mnimo la confrontacin contra los socios y aliados de los golpistas y, al mismo tiempo, exhortaba a los sectores obreros agrupados en la CGT y los sindicatos a mantenerse en calma y dejar que fueran las instituciones y las leyes de la Repblica las encargadas de conservar el orden. Si bien se podra haber aplicado la pena de muerte por los delitos de sedicin y traicin a la patria, uno de los principales responsables de los hechos, el contralmirante de la Marina Samuel Toranzo Caldern fue condenado a reclusin perpetua; otros fueron dados de baja de la fuerza, pero se encontraban disfrutando de un seguro asilo en el Uruguay. El resto de los culpables no fue ni siquiera sometido a juicio. Al caer el gobierno peronista, pocos meses despus, todos ellos fueron repuestos en sus cargos13. Una segunda consideracin es la siguiente: el bombardeo de Plaza de Mayo es un claro antecedente de las atrocidades que, un par de dcadas despus, seran perpetradas por la Junta Militar. Esto se ha visto confirmado por los hallazgos del Equipo Especial de Investigacin del Archivo Nacional de la Memoria sobre los vnculos existentes entre el bombardeo a Plaza de Mayo y la Dictadura militar. En el artculo de Alejandra Dandan se sealan los nombres de quienes, segn el citado informe, atan 1955 con 1976. Los tres ayudantes del contraalmirante Anbal Olivieri, Ministro de Marina y jefe de la conspiracin, eran los capitanes de fragata Emilio Massera, Horacio Mayorga y Oscar Montes. Massera integr despus la Junta Militar de 1976; Mayorga estuvo involucrado en la masacre de Trelew y Montes fue canciller de la Dictadura. Los pilotos fugados a Uruguay fueron recibidos por Guillermo Surez Mason, prfugo de la Justicia argentina desde su participacin en el intento de golpe de 1951 y luego, poderoso comandante del Primer Cuerpo de Ejrcito de la Dictadura de 1976. Entre los pilotos y tri88

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

pulantes de aviones estaban Mximo Rivero Kelly, acusado de delitos de lesa humanidad como jefe de la Base Almirante Zar de Trelew y de la Fuerza de Tareas 7 de la zona norte de Chubut; Horacio Estrada, jefe del grupo de tareas de la ESMA; Eduardo Invierno, jefe del Servicio de Inteligencia Naval en la Dictadura; Carlos Fraguo, jefe de la Direccin General Naval en 1976, con responsabilidad en los centros de detencin como la ESMA y la escuela de suboficiales de la Marina. Tambin, Carlos Carpineto, secretario de prensa de la Armada en 1976; Carlos Corti, su sucesor y Alex Richmond, agregado naval en Asuncin. De la Fuerza Area, Jorge Mones Ruiz fue delegado de la Dictadura en la SIDE de La Rioja y Osvaldo Andrs Cacciatore luego fue intendente de la Ciudad de Buenos Aires. La criminal falta de respeto por los ms elementales derechos humanos que exhibira la Junta Militar desde 1976 en adelante tiene en la masacre de Plaza de Mayo un claro precedente, fresco en la memoria de muchos que, veinte aos ms tarde, seran sus principales protagonistas14. Fusilamientos de Jos Len Surez Con la llegada de los militares al poder, en 1955, se abrieron las puertas a un nuevo perodo de represin generalizada y a la reaparicin del Terrorismo de Estado. Tras la fracasada intentona del 16 de junio de 1955, las fuerzas de la oligarqua y el imperialismo lanzaron una nueva ofensiva el 16 de septiembre de ese mismo ao que, esta vez, habra de resultar victoriosa. El perodo transcurrido entre la intentona de junio y la cada del peronismo, verificada formalmente el 20 de septiembre, fecha en que el General Juan Domingo Pern solicita su asilo en la Embajada de Paraguay, tuvo un elevado costo en vidas humanas. Si bien no existen estadsticas fidedignas, se estima que en esos tres convulsionados meses fallecieron, vctimas de diversos incidentes armados y atentados terroristas, unas dos mil personas, pero, insistimos, esta cifra no pudo ser fehacientemente verificada. Seala, eso s, un orden de magnitud que pone al desnudo la intensidad del conflicto que habra de dividir por mucho tiempo a la sociedad argentina. El advenimiento del gobierno golpista, engaosamente auto-proclamado como Revolucin Libertadora, producira un giro radical en las polticas pblicas perseguidas hasta entonces. Su naturaleza autoritaria y represiva estaba fuera de toda duda, y los fusilamientos en los basurales de Jos Len Surez fueron la dolorosa ratificacin de esta caracterizacin. Pero antes de estos hechos, el carcter reaccionario y brutal del rgimen militar quedaba patentado con el dictado del ridculo Decreto Ley 4161 que, en sntesis, prohiba siquiera nombrar a Pern, el peronismo o aludir a cualquiera de los smbolos o expresiones que identificaban esta corriente poltica.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

Decreto-ley 4161, del 5 de marzo de 1956 Prohibicin de elementos de afirmacin ideolgica o de propaganda peronista Fuente: Boletn Oficial, 9 de marzo de 1956. Visto el decreto 3855/55 (6) por el cual se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas en virtud de su desempeo y su vocacin liberticida, y Considerando: Que en su existencia poltica el Partido Peronista, actuando como instrumento del rgimen depuesto, se vali de una intensa propaganda destinada a engaar la conciencia ciudadana para lo cual creo imgenes, smbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artculos y obras artsticas: Que dichos objetos, que tuvieron por fin la difusin de una doctrina y una posicin poltica que ofende el sentimiento democrtico del pueblo Argentino, constituyen para ste una afrenta que es imprescindible borrar, porque recuerdan una poca de escarnio y de dolor para la poblacin del pas y su utilizacin es motivo de perturbacin de la paz interna de la Nacin y una rmora para la consolidacin de la armona entre los Argentinos. Que en el campo internacional, tambin afecta el prestigio de nuestro pas porque esas doctrinas y denominaciones simblicas, adoptadas por el rgimen depuesto tuvieron el triste mrito de convertirse en sinnimo de las doctrinas y denominaciones similares utilizadas por grandes dictaduras de este siglo que el rgimen depuesto consigui parangonar. Que tales fundamentos hacen indispensable la radical supresin de esos instrumentos o de otros anlogos, y esas mismas razones imponen tambin la prohibicin de su uso al mbito de las marcas y denominaciones comerciales, donde tambin fueron registradas con fines publicitarios y donde su conservacin no se justifica, atento al amplio campo que la fantasa brinda para la eleccin de insignias mercantiles. Por ello, el presidente provisional de la Nacin Argentina, en ejercicio del Poder Legislativo, decreta con fuerza de ley: Art. 1. Queda prohibida en todo el territorio de la Nacin: a) La utilizacin, con fines de afirmacin ideolgica peronista, efectuada pblicamente, o propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos polticos, sociedades, personas jurdicas pblicas o privadas, de las imgenes, smbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas artculos y obras artsticas, que pretendan tal carcter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo. Se considerar especialmente violatoria de esta disposicin la utilizacin de la fotografa retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posicin, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el rgimen depuesto, las composiciones musicales Marcha de los Muchachos Peronista y Evita Capitana o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos. b) La utilizacin, por las personas y con los fines establecidos en el inciso anterior, de las imgenes, smbolos, signos, expresiones significativas, doctrina artculos y obras artsticas que pretendan tal carcter o pudieran ser tenidas por alguien como tales creados o por crearse, que de alguna manera cupieran ser referidos a los individuos representativos, organismos o ideologa del peronismo. c) La reproduccin por las personas y con los fines establecidos en el inciso a), mediante cualquier procedimiento, de las imgenes, smbolos y dems objetos sealados en los dos incisos anteriores.

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Art. 2. Las disposiciones del presente decreto-ley se declaran de orden pblico y en consecuencia no podr alegrarse contra ellas la existencia de derechos adquiridos. Caducan las marcas de industria, comercio y agricultura y las denominaciones comerciales o anexas, que consistan en las imgenes, smbolos y dems objetos sealados en los incisos a) y b) del art. 1. Los ministerios respectivos dispondrn las medidas conducentes a la cancelacin de tales registros. Art. 3. El que infrinja el presente decreto-ley ser penado: a) Con prisin de treinta das a seis aos y multa de m$n: 500 a m$n. 1.000.000; b) Adems, con inhabilitacin absoluta por doble tiempo del de la condena para desempearse como funcionario pblico o dirigente poltico o gremial; c) Adems, con clausura por quince das, y en caso de reincidencia, clausura definitiva cuando se trate de empresas comerciales. Cuando la infraccin sea imputable a una persona colectiva, la condena podr llevar como pena accesoria la disolucin. Art. 4. Las sanciones del presente decreto-ley ser refrendado por el Excmo. Seor Vicepresidente provisional de la Nacin y por todos los seores ministros secretarios de Estado en acuerdo general. Art. 5 Comunquese, dse a la Direccin General del Registro Nacional y archvese Aramburu - Rojas - Busso - Podest Costa - Landaburu - Migone. - DellOro Maini - Martnez Ygarta - Mendiondo - Bonnet - Blanco - Mercier - Alsogaray - Llamazares - Alizn Garca Ossorio Arana - Hartung - Krause.

Pero ms all de la insanable estupidez de este decreto, los cambios producidos por los golpistas fueron muy importantes y procuraron desmontar toda la obra de la dcada peronista. Se procedi a derogar la Constitucin de 1949, que haba remozado y actualizado a la de 1853, incorporando una nueva serie de derechos ciudadanos para el conjunto de la poblacin. El nuevo gobierno apresur el ingreso de la Argentina al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, al paso que adoptaba un plan econmico de neto corte liberal, ejerca un fuerte control sobre los medios de comunicacin, proscriba al partido mayoritario de la Argentina -el peronismo- y convocaba a una asamblea constituyente para elaborar una nueva constitucin que, finalmente, se concret en el ao 1957. En todo caso, y prosiguiendo con el anlisis del Terrorismo de Estado, el hecho ms significativo de ese perodo fue el fusilamiento de un grupo de militares y civiles en respuesta al levantamiento que tuvo lugar el 9 de junio de 1956 contra el rgimen militar. Este movimiento estuvo liderado por el General Juan Jos Valle y cont con el apoyo de un grupo de militares y algunos dirigentes sindicales. Sin embargo, el gobierno -presidido en ese momento por Pedro Eugenio Aramburu91

El Terrorismo de Estado en la Argentina

estaba al tanto de esta iniciativa y la misma fue rpidamente desbaratada. Poco despus, los jefes del levantamiento y sus principales colaboradores, en nmero de 32, fueron fusilados en un acto que no tena precedentes por el nmero de vctimas- en nuestra historia contempornea. El modus operandi de todo este operativo anticipara claramente lo que luego ocurrira durante la Dictadura de 1976-1983. La decisin de ejecutar a estas personas se implement al margen de cualquier consideracin de tipo humanitaria o de elemental cumplimiento de ciertos recaudos legales. Abundaron las irregularidades de todo tipo como, por ejemplo: la aplicacin retroactiva de la ley marcial, dictada por el gobierno con posterioridad al levantamiento del 9 de junio y estableciendo la pena de muerte, prohibida por la Constitucin an vigente; la existencia de decretos pre-redactados; ausencia de cualquier tipo de registro relativo a la existencia de juicios sumarios o de las rdenes de ejecucin, para mencionar apenas las ms significativas. Por otra parte, un nmero de militantes peronistas -las cifras varan entre 5 y 14- fueron ajusticiados en ese tiempo, siendo fusilados en total clandestinidad en un basural de la localidad de Jos Len Surez, en las afueras de la ciudad de Buenos Aires y, tal como luego lo hara la dictadura del llamado Proceso, la existencia de este crimen fue abiertamente negada por las autoridades militares. Fue Rodolfo Walsh quien recogi la evidencia dispersa sobre este crimen y lo dio a conocer en un magnfico libro titulado Operacin Masacre, publicado en 195715. La Masacre de Trelew Ya bajo un nuevo gobierno militar, pomposamente autodenominado Revolucin Argentina, una nueva muestra de Terrorismo de Estado vino a conmover a la opinin pblica nacional e internacional. Hablamos de la llamada Masacre de Trelew. Los hechos histricos sealan que el 15 de agosto de 1972 comenz un intento de fuga en la crcel de Rawson, lugar donde estaban prisioneros 110 miembros de diversas organizaciones armadas: el Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP); Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros. Entre los reclusos se hallaban integrantes de la direccin de estas organizaciones: Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarn Merlo y Domingo Menna; Marcos Osatinsky, Roberto Quieto y Fernando Vaca Narvaja. Debido a desinteligencias de ltimo momento, unicamente 25 pudieron concretar la evasin, pero slo los seis primeros llegaron a tiempo al aeropuerto de la ciudad de Trelew en donde los esperaba un avin de lnea que haba sido secuestrado por un comando guerrillero y que fue desviado a Chile, pas en el cual en esos momentos gobernaba la Unidad Popular. Los 19 prisioneros restantes no pudieron abordar el 92

22 de agosto de 1972. Trelew Emilser Pereira; En: En negro y blanco. Fotografas del Cordobazo al Juicio a las Juntas; ARGRA; Bs. As.; 2006.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

avin y se entregaron sin oponer resistencia a los efectivos de la Armada, que rpidamente se hicieron presentes en el aeropuerto y trasladaron a los detenidos a la base aeronaval Almirante Zar. A su llegada los esperaban el juez Alejandro Godoy, de la ciudad de Rawson; el director del diario Jornada, el subdirector del diario El Chubut, el director de LU17 Hctor Castro y el abogado Mario Abel Amaya, quienes se instalaron en el lugar para asegurar pblicamente que a los detenidos se les garantizara su vida y el debido proceso legal. Sin embargo, ni los periodistas ni la autoridad judicial y el abogado pudieron ingresar a la base aeronaval16. Pese a estos recaudos, y a la palabra de honor empeada por el jefe del comando de la Marina que detuvo a los guerrilleros fugados, el capitn de corbeta Luis Emilio Sosa, en el sentido de que se respetara la vida de los prisioneros, lo cierto es que en la madrugada del 22 de agosto los detenidos fueron sorpresivamente despertados y sacados de sus celdas. Segn los testimonios de los tres nicos reclusos sobrevivientes, se los hizo formar y, mientras se los obligaba a bajar la vista y mirar al suelo, fueron ametrallados por una patrulla a cargo del ya mencionado Sosa y del teniente Roberto Bravo. Los que no murieron de inmediato fueron rematados con un tiro de gracia. Los tres sobrevivientes de la masacre -Alberto Miguel Camps, Mara Antonia Berger y Ricardo Ren Haidar- fueron secuestrados durante la ltima Dictadura y figuran como desaparecidos. El 20 de marzo de 2007 se dio inicio a las actuaciones del juicio por la Masacre de Trelew, a cargo del juez federal subrogante de Rawson, Hugo Sastre17. Noticias aparecidas el 22 de agosto de 2008, al cumplirse los 36 aos de la masacre, indicaban que sus principales ejecutores se hallaban detenidos y a la espera del juicio oral. La justicia detuvo a los ex marinos Luis Emilio Sosa, Emilio Del Real y Carlos Marandino como autores materiales de los delitos de privacin ilegtima de la libertad en 19 hechos, homicidio doblemente agravado por alevosa en 16 hechos y tentativa de homicidio en otros tres; a Rubn Norberto Paccagnini y Horacio Alberto Mayorga como cmplices necesarios y a Jorge Enrique Bautista como cmplice secundario18. La Masacre de Ezeiza y el surgimiento de la Triple A Tuvo lugar el 20 de junio de 1973, en ocasin del retorno a la Argentina, despus de 18 aos de exilio, del General Juan Domingo Pern. Para ese entonces, ya gobernaba el peronismo, que haba triunfado en las elecciones del 11 de marzo de 1973 de la mano de Hctor J. Cmpora. Habiendo asumido la presidencia el 25 de mayo de ese mismo ao, su gobierno dur exactamente 49 das. 94

21 de junio de 1973. Ezeiza Archivo Crnica; En: En negro y blanco. Fotografas del Cordobazo al Juicio a las Juntas; ARGRA; Bs. As.; 2006.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

En las inmediaciones del aeropuerto de Ezeiza al anciano lder poltico lo esperaba una multitudinaria movilizacin popular, tal vez una de las ms grandes de la historia argentina. La izquierda peronista -fundamentalmente conformada por Montoneros, las FAR y la Juventud Peronista (JP)- procur acercarse al palco de honor controlado por la derecha peronista capitaneada por la dirigencia de la Unin Obrera Metalrgica (UOM) y la Juventud Sindical Peronista. Ambas facciones del peronismo se venan disputando desde haca mucho tiempo el control del movimiento, y la llegada de Pern a la Argentina no hizo sino acentuar las contradicciones y precipitar un tan desigual como violento enfrentamiento, toda vez que las columnas organizadas por la izquierda peronista iban desarmadas. Por eso es razonable afirmar que
la masacre de Ezeiza fue un putsch al gobierno de Hctor Cmpora: una masacre premeditada y organizada por los grupos de la ultraderecha peronista para desplazar al presidente del gobierno y controlar el poder19.

Dada la inexistencia de una investigacin oficial sobre estos hechos las cifras de las vctimas -13 muertos y 365 heridos- son estimaciones que podran revisarse en el futuro pero que, de todas maneras, revelan la enorme gravedad de los acontecimientos20. Este incidente podra decirse que no se ajusta estrictamente a lo que sera un caso tpico de Terrorismo de Estado por cuanto sus perpetradores fueron miembros que respondan a un sector del peronismo, su derecha, y los responsables de la represin no fueron ni las fuerzas armadas ni la polica. Sin embargo, los grupos y las personas responsables de esa matanza seran quienes luego desplegaran todo su potencial criminal en la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina. Con la reapertura de la causa sobre la Triple A, los vnculos entre la derecha peronista que perpetr la masacre de Ezeiza y esa organizacin quedaron suficientemente demostrados. Los jefes operativos de Ezeiza y la Triple A fueron los mismos: Rodolfo Almirn y Juan Ramn Morales, con estratgicas intervenciones en ambas instancias. La banda policial que organizara Lpez Rega -secretario privado de Pern y ministro de Bienestar Social- tuvo en Almirn y Morales (y en el Comisario Alberto Villar) a algunos de sus ms activos e importantes jefes operacionales. Expulsados del Ministerio del Interior durante el breve gobierno de Hctor Cmpora, ambos encontraron refugio en el ministerio controlado por Lpez Rega y, desde all, fueron decisivos en la organizacin de la Triple A. Con sta, el Terrorismo de Estado se reinstala en el centro de la convulsionada escena poltica y abre el surco por donde luego se sucederan las atrocidades de la Dictadura militar. 96

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

De hecho, con la detencin de Rodolfo Almirn en Espaa, la reapertura de la causa sobre la Triple A permiti constatar, una vez ms, los alcances del accionar criminal de esa organizacin paramilitar. Lo anterior dio lugar a que se reactivara la indagacin sobre los crmenes de esa organizacin. El fiscal que lleva la querella dijo que los crmenes de la Triple A fueron cometidos desde el aparato del Estado por un grupo que: cosa que fue reconocida por el Estado argentino.

afect gravemente a un gran nmero de personas, contrariando la concepcin humana ms elemental, hechos que, de acuerdo al derecho internacional, constituyen delitos de lesa humanidad,

Se supone que entre 1973 y 1975, fecha de su disolucin, la Triple A perpetr unos 1.500 asesinatos. Entre ellos, sobresalen los de Rodolfo Ortega Pea; el sacerdote Carlos Mugica; el abogado de presos polticos Alfredo Curutchet; Julio Troxler (viejo militante peronista que haba participado en el levantamiento contra la Revolucin Libertadora y se haba salvado milagrosamente de los fusilamientos de Jos Len Surez); el escritor y acadmico Silvio Frondizi; su yerno Luis Mendiburu; el periodista Pedro Barraza; Carlos Laham; el ex vicegobernador de Crdoba Atilio Lpez y el ex secretario de Economa de esa provincia Juan Varas, amn de haber causando el atentado contra el ex rector de la UBA Ral Laguzzi y su esposa, que perdieron a su beb de cuatro meses al explotar una bomba en su propia casa21. Segn la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas (CONADEP), la Triple A fue responsable de 19 homicidios en 1973, 50 en 1974 y 359 en 1975. Sus huellas y su estilo de actuacin aparecen en centenares de otros casos. Aparte de esto, sus letales amenazas provocaron el exilio de centenares de personas temerosas de perder sus vidas si desoan la advertencia de la organizacin. Es interesante sealar que el modus operandi de la Triple A se bas en la exaltacin del terror y de la violencia como mecanismo para infundir mayor temor y paralizacin en la poblacin. Mientras que, con el mismo objetivo, el Proceso inaugurado en 1976, ocult por todos los medios la sangrienta represin ejecutada por parte del Estado22. Es decir, que existe una diferencia en el accionar de sendas unidades represivas: la organizacin paramilitar Triple A se jacta de los hechos de violencia perpetrados, mientras que el Terrorismo de Estado de 1976 los esconde; ambos actos dan cuenta de la impunidad reinante en la poca. Como consecuencia de la poltica de encubrimiento y clan97

El Terrorismo de Estado en la Argentina

destinidad, emerge la nocin del detenido-desaparecido que, en s misma, contiene la idea de terror, incertidumbre y ocultamiento: fiel simbologa de la sangrienta Dictadura. La Triple A fue desbaratada como organizacin una vez consumada la renuncia de Lpez Rega en julio de 1975. En esa oportunidad, se descubri en las dependencias del Ministerio de Bienestar Social un verdadero arsenal de armas de guerra de todo tipo y calibre. La labor de exterminio que, desde 1973 estuviera en manos de la Triple A, pas a ser ejecutada, a partir de ese momento, directamente por las fuerzas armadas23. El Operativo Independencia El directo involucramiento de las fuerzas armadas en lo que se dio en llamar lucha antisubversiva se inaugur con este operativo, ordenado por el gobierno constitucional de Mara Estela Martnez de Pern disponiendo, en contradiccin con el marco legal vigente y lo establecido de manera expresa por la Constitucin Nacional, que el Ejrcito ejecutara
todas las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actan en la provincia de Tucumn24.

El decreto tena por objetivo poner fin a las actividades que haba iniciado poco antes el ERP en la provincia de Tucumn y fue firmado por la presidenta y por todos los miembros del gabinete nacional: Mara Estela Martnez de Pern, Presidente de la Nacin; Alberto L. Rocamora, Ministro del Interior e interino de Justicia; Oscar Ivanissevich, Ministro de Educacin; Alberto J. Vignes, Ministro de Relaciones Exteriores y Culto; Adolfo M. Savino, Ministro de Defensa; Jos Lpez Rega, Ministro de Bienestar Social; Alfredo Gmez Morales, Ministro de Economa; Ricardo Otero, Ministro de Trabajo. Meses despus, ms exactamente el 6 de octubre, sera el presidente provisional del Senado, talo Luder, en ejercicio de la Presidencia, quien emitira tres nuevos decretos mediante los cuales la orden de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos se extiende a todo el territorio de la nacin argentina. Este decreto, al igual que el anterior, fue refrendado por todos los integrantes del gabinete nacional, incorporndose a esa lista el nombre de Carlos F. Ruckauf.

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Decreto N 261/1975

Decreto N 2772/1975

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Este operativo fue el ensayo general de las polticas de exterminio que el rgimen militar ira a poner en prctica, ya sin ninguna clase de limitaciones constitucionales, legales (o siquiera de la opinin pblica), a partir del derrocamiento de Mara Estela Martnez de Pern el 24 de marzo de 1976. Obedeciendo el mandato de los poderes constitucionales, el Ejrcito procedi a saturar con sus efectivos la provincia de Tucumn con el objeto de localizar las bases operacionales de la guerrilla del ERP y aniquilar a sus combatientes. Fue una lucha muy desigual pero, pese a ello, los combates, enfrentamientos y actividades de la guerrilla se prolongaron durante ms de un ao. Prueba de ello es que en noviembre de 1976 el Ejrcito requiri de la colaboracin de la Fuerza Area para controlar a la situacin. La jefatura del Ejrcito en este perodo recay primero en el General Acdel Vilas y, a partir de diciembre de 1975, en el General Domingo Antonio Bussi. La importancia de la guerrilla del ERP fue premeditadamente magnificada por el gobierno militar con el propsito de justificar la aplicacin de su metodologa de contrainsurgencia. Segn informa el periodista Marcos Taire, el jefe de la Inteligencia militar durante el Operativo, coronel Eusebio Gonzlez Breard, admiti que contrariamente a lo que se supone, la lucha en Tucumn se defini en la ciudad y no en el monte. Por su parte, Acdel Vilas, en un libro que el Ejrcito impidi su publicacin y que es una verdadera confesin criminal, afirm que:
a travs del empleo de tropas escogidas y entrenadas para operativos irregulares, se logr la victoria ms importante de cuantas se obtuvieron en el ao que permanec en Tucumn: revertir y transferir el temor de la propia tropa a la subversin, con el agravante, para sta, que el temor devino terror ante la celeridad, eficiencia y dureza del Ejrcito25.

Vilas tambin confes que:

no fue a Tucumn a combatir la guerrilla, sino la subversin. Y en su delirio -prosigue Taire- consideraba que la guerra a la cual nos veamos enfrentados era eminentemente cultural y de nada vala comandar tropas en la selva, mientras no tuvisemos claro el problema psicopoltico26.

Cul era el problema psicopoltico? Quien responde no es otro que quien por entonces era Jefe del Estado Mayor del Ejrcito, General Roberto Viola, cuando afirma que:

(L)a subversin es toda accin clandestina o abierta, insidiosa o violenta, que busca la alteracin o la destruccin de los criterios morales y la forma de vida de un pueblo, con la finalidad de tomar el poder e imponer desde l una nueva forma basada en una escala de valores diferentes. Es una forma de reaccin de esencia poltico -ideolgica dirigida a vulnerar el orden poltico- administrativo existente, que se apoya en la explotacin de insatisfacciones, reales o figuradas, de orden poltico, social o econmico. La naturaleza de esta agresin deriva de la filosofa poltica que la origi-

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias na y alimenta: el marxismo. Esta agresin es total en el sentido absoluto de la palabra: su finalidad es la conquista de la poblacin mundial partiendo del dominio de la psiquis del hombre. (Y agrega que) puede emplear la fuerza pero no se limita a ella. Todas las formas de lucha y todos los procedimientos en los diversos campos le son lcitos27.

A partir de este diagnstico, en lnea con lo establecido por la Doctrina de Seguridad Nacional elaborada por los tericos y estrategas del Pentgono y la Escuela de las Amricas -siniestra institucin por la que desfilaron la enorme mayora de los cuadros militares de las dictaduras que asolaron Amrica Latina en esos aos- la Junta Militar se sinti plenamente legitimada para aplicar cualquier clase de recurso con el objeto de prevalecer en su batalla contra la subversin comunista. El mismo general Acdel Vilas lo expres con toda claridad cuando dijera que dej de lado las normas legales, ticas y morales para reprimir al movimiento popular tucumano. Hubo que olvidar por un instante -un instante que se prolong diez meses- las enseanzas del Colegio Militar y las leyes de la guerra afirm, y se enorgulleci de haber empleado mtodos no convencionales. Al respecto, dijo que los grupos especiales salan a operar da y noche, procediendo a ejecutar o capturar al oponente. Afirm que era un mito del enemigo lo referido a su capacidad de resistencia para soportar el castigo fsico y psicolgico: tarde o temprano su capacidad se agota y termina quebrndose, vanaglorindose de haber martirizado a ciudadanos indefensos, atados a un elstico de cama, a lo cuales se aplicaba la picana, se flagelaba, se violaba. Finalmente, Vilas afirm que es falso de toda falsedad que los hombres encargados de tomar declaracin, empleando muchas veces mtodos no convencionales, quedasen traumatizados o con psicosis de guerra. La realidad, treinta aos despus, indica que pas todo lo contrario: el propio Vilas debi ser internado en una institucin para enfermos mentales. De los oficiales a su cargo durante el Operativo, muchos quedaron con secuelas psicolgicas graves y no fueron pocos los casos de suicidios28. A la hora de realizar un balance del Operativo Independencia este autor concluye que:

En ese mismo informe se indica que la mayora de las vctimas fueron obreros de la industria azucarera, peladores de caa, jornaleros, pequeos alma103

en la ms pequea de las provincias argentinas los militares, gendarmes y policas, asesinaron a ms de dos mil personas. Es que recin ahora, con el impulso que el actual gobierno nacional dio al tema, centenares de tucumanos estn animndose a testimoniar. La causa de esta circunstancia -deca la Comisin Bicameral que investig las violaciones a los derechos humanos durante ese perodo- es atribuible a los resabios del espanto y el terror sembrados entre la poblacin, en los aos en que campe la represin desmedida.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ceneros, carniceros y estudiantes. La Universidad de Tucumn registra el mayor porcentaje de desaparecidos de todo el pas. Nueve de cada diez personas fueron secuestradas en sus domicilios, lugares de trabajo o en la va pblica. Se fraguaron decenas de combates con cadveres de jvenes que haban sido detenidos varios das antes, torturados y asesinados. La inmensa mayora de los operativos se llevaron a cabo de noche, con zonas liberadas, decenas de hombres armados hasta los dientes y encapuchados, las luces del alumbrado pblico cortadas. La proporcin de valientes combatientes contra peligrosos subversivos en cada allanamiento o detencin en la calle, era de 15 20 a uno. Adems, ese uno siempre estuvo desarmado29. El apogeo del Terrorismo de Estado: la Dictadura Militar 1976-1983 Ms all del profundo error conceptual y filosfico de la teora de los dos demonios que preside el Informe de la CONADEP (para no hablar de sus limitaciones polticas y sociales), hay una frase en el mismo que, sin embargo, resume muy bien lo ocurrido en esos aos: desde el 24 de marzo de 1976 (las Fuerzas Armadas) contaron con el podero y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos. La justificacin estaba dada por la necesidad de destruir el mal absoluto representado por los sujetos polticos y fuerzas sociales que luchaban en pos de la libertad, la justicia, la democracia y la autodeterminacin nacional. Ante un enemigo satanizado completamente, despojado de su condicin humana, no haba lmites en la aplicacin de cualquier mtodo que pudiera ser eficaz para prevalecer en tan mortal combate. Haba transcurrido escasamente un ao desde la instauracin de la dictadura cuando el presidente de facto, Jorge Rafael Videla, declaraba en 1977 que:
en toda guerra hay personas que sobreviven, otras que quedan incapacitadas, otras que mueren y otras que desaparecen. La Argentina est finalizando esta guerra y, consiguientemente, debe estar preparada para afrontar sus consecuencias. La desaparicin de algunas personas es una consecuencia no deseada de esta guerra30.

. Con la dictadura del autodesignado Proceso de Reorganizacin Nacional la Argentina se hundi en la etapa ms terrible de su historia. No hay antecedentes en nuestro pasado, y son poqusimos los existentes en la historia universal, en donde el Terrorismo de Estado se hubiera enseoreado de tal manera en un pas. Tal como lo declara el Instituto Espacio para la Memoria,

la Dictadura Militar instaurada en la Argentina el 24 de marzo de 1976, como parte de una estrategia global para Amrica Latina, implement un rgimen represivo que por su naturaleza, dimensin y modalidades no tiene precedentes en la historia nacional31.

En efecto, el catlogo de delitos atroces y aberrantes, como los calificar la Justicia en su fallo en el juicio a las Juntas, contiene casos que exceden el 104

1 de octubre de 1974 Archivo Clarn; Foto de portada del libro: En negro y blanco. Fotografas del Cordobazo al Juicio a las Juntas; ARGRA; Bs. As.; 2006.

24 de marzo de 1976 Archivo IEM.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ms brutal arrebato de la imaginacin. Y todo ello no fue producto de acciones individuales, desvos ocasionados por errores o excesos -como lo reconocieran los miembros de la Junta durante el juicio- ni ocasionales episodios de ciega violencia desencadenados por las circunstancias, sino que son producto de un plan sistemtico, framente concebido y ejecutado bajo el amparo de la total impunidad, y que conduca a una violacin sin precedentes de los derechos humanos. Un plan que contemplaba secuestros de personas, a menudo en el domicilio de la vctima a cargo de patotas y en presencia de nios; brutales torturas, en no pocos casos infligidas en el hogar de las vctimas y ante la presencia de sus familiares; la creacin de reas liberadas para que las fuerzas del orden actuaran con total impunidad; el saqueo de los hogares en donde se producan tales tropelas; el traslado de los prisioneros a centros clandestinos de detencin y su posterior exterminio por medio de fusilamientos en masa; abatimientos en enfrentamientos armados o por intentos de fuga32; lanzamiento de detenidos al mar; incineracin e inmersin de sus cuerpos, etctera. El saldo de tanta barbarie, segn una cifra universalmente aceptada, es de unos 30.000 desaparecidos. Pero es probable que la cifra real sea inclusive mayor debido al temor y la parlisis producida por el Terrorismo de Estado y su legado, que tuvo un efecto disuasivo sobre muchos familiares de las vctimas que, por eso mismo, prefirieron no denunciar lo ocurrido. Algunas de las masacres ms estremecedoras de este perodo son las siguientes: a) Masacre de Ftima Se trata de la masacre ms brutal de la Dictadura. En la madrugada del 20 de agosto de 1976 aparecieron los restos despedazados de treinta cuerpos que haban sido dinamitados pocas horas antes. Se trataba de detenidos que se hallaban en el centro clandestino de detencin de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Polica Federal Argentina y que fueron trasladados a esa localidad -previamente garantizada como zona liberada- para su aniquilacin. Eran veinte hombres y diez mujeres, todos muy jvenes. Al exhumarse sus cadveres, se pudo comprobar que todos presentaban orificios de bala y tenan las manos atadas y los ojos tapados. Haban sido trasladados a la zona ya muertos, donde fueron apilados y dinamitados. El Equipo Argentino de Antropologa Forense pudo, muchos aos despus, reconstruir la identidad de diecisiete de las treinta vctimas y pudo comprobarse que la mayora eran obreros de la fbrica Bendix. Pese al tiempo transcurrido, pudo comprobarse que una de las vctimas tena una nota en el bolsillo en la que se lea 30 por 1, por lo que se presume que los asesinados eran la respuesta gubernamental ante el asesinato del General Omar Carlos Actis, acaecido anteriormente33. 106

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

b) El Apagn de Ledesma Entre el 20 y el 27 de julio de 1976, las fuerzas de seguridad de la Dictadura ejecutaron uno de sus innumerables operativos de amedrentamiento de la poblacin. Durante una semana, los militares provocaron cortes de luz en distintas localidades del partido de Ledesma, provincia de Jujuy, con el objeto de secuestrar a unas 400 personas. Secuestraron estudiantes, militantes polticos y sociales, gremialistas o, simplemente, sospechosos de tener vinculaciones con las actividades guerrilleras. El primer corte de energa elctrica ocurri el 20 de julio a la medianoche en Libertador General San Martn y Calilegua. Primero la gente pens que se trataba de un hecho sin importancia, hasta que comenzaron a escuchar los autos y los gritos y, poco a poco, el miedo fue ocupando las casas. En esa poca, quien dispona de la energa para todos los pueblos era el ingenio Ledesma, ellos eran quienes distribuan la luz, explica Julio Gutirrez, miembro de CAPOMA (Centro de Accin Popular Olga Mrquez Ardez por los Derechos Humanos). La vinculacin entre el ingenio Ledesma -propiedad de la familia Blaquier- y el accionar del aparato represivo fue denunciada por numerosos testigos y no se limit solamente a facilitar los cortes de luz para que el operativo quedara en la sombra. Las 400 personas secuestradas esas noches tuvieron diferentes destinos. Algunas fueron trasladadas al penal de la ciudad de Jujuy, y muchas de ellas derivadas al centro clandestino de detencin Guerrera. Algunas fueron liberadas a los pocos das, otras paseadas por varias crceles y centros clandestinos del pas durante meses. Treinta de ellas continan desaparecidas34. c) Masacre de Palomitas El 6 de julio de 1976, once personas fueron asesinadas en el paraje de Palomitas, Departamento de Metn, al sur de la provincia de Salta. En esta provincia, limtrofe con Tucumn, desde el ao anterior haban comenzado a producirse numerosas detenciones de estudiantes, sindicalistas, sacerdotes y militantes sociales, todos sospechosos de ser colaboradores de la guerrilla. En la fecha arriba sealada, el gobernador de Salta, Teniente Coronel Carlos Mullhall ordena que siete presos -acusados de subversivos- retenidos en la crcel de Villa Las Rosas sean trasladados al penal de San Miguel de Tucumn. Al llegar al paraje de Palomitas, el vehculo que los trasladaba se detiene y a los prisioneros se les ordena caminar alejndose de la carretera. Poco despus arriba otra, procedente de Jujuy, con otros cuatro detenidos, y se les ordena que se unan al primer grupo. Seguidamente, son ametrallados y sus cuerpos dinamitados. El informe oficial es que los once murieron en un enfrentamiento armado con las fuerzas del orden.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

d) Masacre de Margarita Beln En este caso se trata de la tortura y ejecucin de 17 detenidos, en su mayora militantes de la Juventud Peronista, ultimados en un operativo conjunto del Ejrcito Argentino y la Polica del Chaco en la noche del 12 de diciembre de 1976 en un paraje cercano a Margarita Beln, provincia del Chaco. La masacre pretendi pasar por un episodio resultante de un intento de fuga de los prisioneros. Al igual que lo ocurrido en la masacre de Ftima, la de Margarita Beln se desencaden como represalia ante el ataque efectuado ms de un ao antes por Montoneros a la sede del Regimiento 29 de Formosa. Tal como lo recuerda el monumento erigido como un recordatorio de esta masacre en la Ruta Nacional 11, el 12 de diciembre de 1976, siete militantes de las Juventudes Peronistas detenidos e incomunicados en la Unidad Penitenciaria N 7 de Resistencia fueron retirados de sus celdas -con el pretexto de su traslado a la crcel de mxima seguridad de Formosa- y conducidos en transportes militares a la alcaida de Resistencia. Vctor Marchesini, ex diputado de la Unin Cvica Radical que tambin estaba preso en la alcaida, informara luego que fueron torturados en el comedor del establecimiento, antes de ser confinados en absoluto aislamiento en celdas individuales. Pocos das antes, otros detenidos, trasladados desde otras crceles de la provincia de Misiones, haban llegado a la Brigada de Investigaciones de Resistencia y, luego, a la Alcaida, donde se los someti al mismo tratamiento. De acuerdo a testimonios presentados ante la CONADEP, los encargados de la tortura pertenecan al Destacamento de Inteligencia 124 y a la Brigada de Investigaciones de la Polica del Chaco. Durante la noche lleg una comisin militar que present rdenes de traslado para retirar a los detenidos. stos fueron entregados y transportados en dos camiones militares, custodiados por un patrullero de la polica del Chaco, hasta un descampado vecino a la localidad de Margarita Beln. La versin oficial de los hechos seala que la columna que trasladaba a los detenidos fue objeto de un ataque guerrillero mientras se desplazaba por la Ruta Nacional N11, y que en el combate subsiguiente, tres de los presos fueron muertos, mientras que los restantes huyeron. Sin embargo, la investigacin realizada por la CONADEP demostr, de acuerdo con los informes proporcionados por un miembro de la polica chaquea, Eduardo Ruiz Villasuso, que los presos no estaban en condiciones de darse a la fuga. Uno de ellos, Carlos Zamudio, haba recibido das antes la visita de su esposa, que confirm en declaraciones que no poda siquiera caminar por las torturas recibidas, mucho menos huir. De acuerdo a los escritos de Ruiz Villasuso, las mujeres fueron violadas, tres de los presos varones fueron castrados, y todos ellos torturados en el camino. Al llegar a Margarita Beln, 108

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

fueron colocados en varios vehculos y fusilados. Los cadveres de 10 de los muertos fueron llevados al cementerio de Resistencia, y enterrados all en tumbas cuya apertura se haba ordenado el da anterior. Tal como se indicara ms arriba, la mayora de las vctimas pertenecan a la JP; 8 eran estudiantes universitarios, entre los cuales 2 eran ex seminaristas; 4 eran empleados, mientras que 5 eran profesionales35.
La legislacin represiva en la historia 1815: Ley de Vagos y Maleantes. 1832: Decreto del uso del cintillo federal 1860: Ley de Vagos. 1902: Ley N 4.144: Ley de Residencia 1910: Ley N 7.029: Ley de Defensa Social 1956: Decreto-ley 4161: Prohibicin de elementos de afirmacin ideolgica o de propaganda peronista. 1975: Decreto-ley N 261/1975: Ley de aniquilacin y anulacin de la subversin.
NOTAS: 1. Rapoport, Mario; 2000:273. 2. Citado en Rapoport, Mario; 2000: 274. 3. Rapoport, Mario; 2000:271. 4. Es importante retener que la quiebra de esta normalidad institucional no equivale a suponer que la misma hubiera sido democrtica en ningn sentido de la palabra. Se trataba, no olvidar eso, de un orden institucional oligrquico pero que, dentro de esas limitaciones, haba mantenido una llamativa continuidad. 5. Informacin extrada de Arturo Lozza;La Masacre de Rincn Bomba; Pregn Judicial; Ao XV - Agosto /septiembre 2007. 6. Ver el magnfico trabajo de Diana Lenton (en prensa). Ver asimismo Andrs Serbn, (1981): 407-433; Mario Tesler (1989); Morita Carrasco, (1991): 63-122; Luis Zapiola y Eulogio Frites, (2001). Sobre el tema de la memoria de los pueblos aborgenes, en relacin al Maln de la Paz, ver Jorge Prelorn, Hermgenes Cayo (film documental, 1969); y Miguel Mirra, Hombres de Barro (film semi-documental, 1988). Adriana Kindgard, (2002). En torno al Maln de la Paz de 1946,Estudios Interdisciplinarios de Amrica Latina y el Caribe, 15: 1 (2004): 165-185; Marcelo Valko, (2007), Elena Belli, Ricardo Slavutsky y Pantalen Rueda eds.; (2008). 7. Diana Lenton plantea que varios informantes de la poca, as como las noticias reproducidas en los peridicos, describan el alto grado de solidaridad y simpata con que la caravana era recibida a su paso por distintas ciudades. 8. Ibid. 9. Ibid. Una clave de lo ocurrido podra hallarse en el discurso del diputado peronista por Buenos Aires, Cesar Guillot quien, pese a su simpata por el movimiento, expres en la Cmara que ellos no comprenden los principios jurdicos y que poseen una mentalidad infantil. Incapacidad para comprender el derecho de propiedad burgus e infantilismo fueron dos rasgos que, desde la poca de la colonia, caracterizaron la actitud de las clases dominantes en relacin a los pueblos originarios. Sobre esto, ver Diana Lenton; Aboriginalidad, memoria y lucha: el Maln de la Paz y la gnesis de las organizaciones de militancia indgena en Argentina; en http://www.filo.unt.edu.ar/posgrado/doctorado_humanidades/biblio_chamosa/Lenton %20Malon%20de%20la%20Paz.doc 10. Esta cifra, no obstante, est siendo revisada. Un informe del Equipo Especial de Investigacin del Archivo Nacional de la Memoria dado a conocer a mediados de junio del 2009 revela que (E)l nmero de muertos identificados asciende hasta ahora a 308, de los cuales 183 tienen partida de defuncin y 125 estn sin partidas pero con otros documentos que vinculan la muerte al bombardeo. La cifra tambin reorganiza el dato original de 386 muertos, en una lista con errores y nombres repetidos. Como puede apreciarse, el nmero definitivo ser difcil de precisar, pero ya supera a los 300 y es bien probable que con el avance de la investigacin nuevas vctimas se agreguen a esta luctuosa lista. Cf. Alejandra Dandan, El hilo que une el '55 con el '76, en Pgina/12 ; Buenos Aires, 17 de junio de 2009, p. 16. 11. Cf. Rita de Grandis, (2008). La Justicia deber decidir acerca del bombardeo a Plaza de Mayo, Pgina /12, 21 de febrero de 2009. 12. Pese a ello, el comunicado oficial emitido por la Casa Rosada al da siguiente deca textualmente que: (E)l Gobierno de la Nacin deplora y condena enrgicamente los desmanes que en la vspera cometieron elementos comunistas en diversos sitios de la ciudad y repudia estos desmanes en los cuales no se ha respetado siquiera el recinto de los templos religiosos, reliquias, algunos de ellos, de hechos trascendentes y gloriosos de nuestro acervo histrico. No hay evidencia alguna que permita sostener la hiptesis de que fueron los comunistas los responsables de los actos vandlicos de esa noche. Pero la acusacin revela los alcances de un prejuicio que ira a reaparecer posteriormente, cada vez con mayor fuerza, durante el apogeo del Terrorismo de Estado en la Argentina entre 1975 y 1983. De hecho, las huestes encargadas de tal tarea partieron, segn aseguran informes de la poca, del Ministerio de Salud Pblica, de la SIDE y del local principal del Partido Peronista. 13. Un racconto sobre el bombardeo puede leerse en Chaves, Gonzalo (2003) y Cichero, Daniel (2005).

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El Terrorismo de Estado en la Argentina


14. Cf. Dandan, op. cit. 15. Cf. Rodolfo Walsh, (1957); Salvador Ferla, (1964); Mara Seoane, ltimos secretos de los fusilamientos de 1956, Clarn; Buenos Aires, 4 de abril de 2006. 16. Mario Abel Amaya, abogado radicado en la ciudad de Trelew, fue secuestrado por un grupo de tareas el 17 de agosto de 1976. Desaparecido durante ms de dos meses, su nombre apareci en el mes de octubre en una nmina de detenidos dada a conocer por el gobierno nacional. Muri en la crcel, el 19 de octubre de ese mismo ao, presumiblemente en la crcel de Villa Devoto. 17. No se exagera un pice si se dice que despus del Juicio a las Juntas Militares del Proceso, ste es el ms importante llevado a cabo en la Argentina democrtica. 18. Cf. Carlos Guajardo, El juicio oral por la Masacre de Trelew se demorar un ao, en Clarn; Buenos Aires, 22 de agosto de 2008. 19. Cf. Alejandra Dandan, La masacre de Ezeiza y la Triple A, en Pgina/12 ; Buenos Aires, 18 de febrero de 2007. Esta tesis fue planteada desde el inicio por Horacio Verbitsky, Miguel Bonasso y Martn Caparrs, entre otros. En su libro Ezeiza, Verbitsky (1985), asegura que fue uno de los momentos estelares de una tentativa inteligente y osada para aislar a las organizaciones revolucionarias del conjunto del pueblo, neutralizar al peronismo por medio de la confusin ideolgica y el terror, y destruir toda forma de organizacin poltica de la clase obrera. Cf. su Ezeiza. 20. Sobre este punto, el libro de Horacio Verbitsky afirma que el total de vctimas se distribuye de esta manera: Heridos de bala identificados 133; Heridos de bala sin identificar 222; Total 365. Cuntos ms fueron atendidos en otros hospitales, clnicas privadas, consultorios o domicilios sin dejar rastros, como en el caso de Nell? Cuntos de los 365 murieron en los das siguientes? Es imposible saberlo, aunque la cifra de 13 muertos y 365 heridos ya expone la gravedad de lo sucedido. Las versiones que desde entonces han circulado sobre centenares de muertos son indemostrables y a la luz de estas cifras, inverosmiles. En su libro Verbitsky, aporta antecedentes irrefutables de que lo ocurrido en Ezeiza no fue un enfrentamiento sino una masacre perpetrada por la derecha peronista. De los 133 heridos identificados, cerca de la mitad se retiraron de los hospitales sin declarar su domicilio, pero el anlisis de los restantes es concluyente Fueron sin lugar a dudas grupos aislados o personas solas, que no formaban parte de ningn bando interno peronista. Cf. Horacio Verbitsky, (1985). 21. Cf. Irina Hauser, Los que se adelantaron al terror del '76, en Pgina/12; Buenos Aires, 24 de diciembre de 2006. 22. Debemos la necesidad de plantear este asunto a la sugerencia de Jos Schulman, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, a quien agradecemos profundamente sus comentarios. 23. Sobre la Triple A ver la obra de Ignacio Gonzlez Jazen, 1986. 24. Decreto N 261/1975 del Poder Ejecutivo Nacional, 5 de febrero de 1975. 25. Cf. Marcos Taire, Hace 30 aos Isabel Pern orden iniciar el genocidio en Tucumn, en http://www.elortiba.org/opind.html. Marcos Taire es un destacado periodista de Tucumn. Trabaj en los diarios tucumanos Noticias, El Pueblo y fue corresponsal de El Mundo de Buenos Aires. Trabaj tambin en las radios Rivadavia, Del Plata y El Mundo. Fue director de radio Excelsior y jefe de informativos de Radio Municipal. Perteneci a la conduccin de la APT, Asociacin de Prensa de Tucumn, y fue delegado ante la CGT regionalen su provincia de origen. 26. Cf. Marcos Taire; Op. Cit. 27. La Nacin (Buenos Aires), 20 de abril de 1977, en Gabriela Roffinelli (2004) op. cit. Vase tambin Ins Izaguierre, (1992) 28. Marcos Taire, op. cit. 29. Marcos Taire, op. cit. 30. Teniente general Jorge Rafael Videla: declaracin a un grupo de periodistas japoneses, 12 de diciembre de 1977. 31. Documento Fundacional del Instituto Espacio para la Memoria, C.A.B.A., 20/09/2005. 32. En el juicio a las Juntas se estableci la existencia de ms de 700 intentos de fuga, todos los cuales fueron exitosamente neutralizados por las autoridades militares. Es obvio que esta figura pseudo jurdica, intento de fuga, pretende encubrir un liso y llano asesinato. 33. Cf. Diego Martnez, Juicio al crimen ms brutal de la dictadura, en Pgina/12; Buenos Aires, 24 de abril del 2008 y Susana Colombo: Ftima: una masacre que ti el pasado argentino. Treinta cuerpos fueron dinamitados en una aparente vendetta del rgimen militar, en Clarn; Buenos Aires, 20 de agosto del 2001. 34. Cf. http://www.elortiba.org/ledesma.html 35. Cf. http://www.margaritabelen.chaco.com.ar/03%20Victimas%20de%20la%20masacre.htm y http://www.margaritabelen.chaco.com.ar/ 11%20 Apa.htm

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

CAPTULO III
Fundamentos econmicos del Golpe de Estado de 1976

Introduccin Con el Terrorismo de Estado se dispone deliberada y sistemticamente el pasaje del modelo de industrializacin mediante la sustitucin de importaciones (ISI) al nuevo modelo neoliberal. El cambio profundo hacia este nuevo rgimen de acumulacin se bas en el diagnstico esbozado por el Consenso de Washington (CW)1 respecto de la situacin preexistente, y se propuso construir las bases para una Argentina Moderna2. El concepto de modernizacin sera utilizado por la conduccin autoritaria para justificar todos los cambios polticos, econmicos, sociales y culturales que se llevasen a cabo en su gestin violando, fundamentalmente, los derechos humanos de un sector de la poblacin. Se parte, entonces, de un diagnstico que encuadra al pas en una situacin no moderna -la Argentina de industrializacin cerrada y sustitutiva- para arribar, polticas neoliberales mediante, a una Argentina moderna. As, modernizacin se concibe como un imperativo tico en el Programa 2 de abril, cuyo objetivo bsico es el

Bienestar Humano engarzado en el contexto general del Bien Comn. El concepto de bienestar tiene una faz espiritual y una faz material. La primera se vincula con tres principios que hacen al fundamento de la concepcin de los valores humanos: libertad, justicia y solidaridad. La segunda corresponde al progreso econmico, tanto en el orden individual como en el nacional (el cual) depender del esfuerzo propio de cada uno organizado en un contexto de reglas generales y objetivas3.

Sin embargo, en su correlato emprico el eje de la modernizacin significo, en trminos de Adolfo Gilly, una certera tentativa de modificar duraderamente las relaciones de fuerzas entre las clases y de institucionalizar ese cambio.
Modernizar significa desorganizar y dividir por sectores a los asalariados, reducir la solidaridad y aumentar la competencia en el interior de la clase trabajadora (entre organizados y no organizados, ocupados y desocupados,

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El Terrorismo de Estado en la Argentina hombres y mujeres, jvenes y adultos, calificados y no calificados, de ramas dinmicas y de ramas tradicionales o estancadas y as sucesivamente). Modernizar significa desmantelar contratos de trabajo, leyes sociales, organizacin sindical y fuerza poltica de los trabajadores, remodelando completamente a la clase de los asalariados conforme con las nuevas necesidades del capital nacional y trasnacional asociados segn nuevas formas de dominacin y subordinacin4.

De esta manera, detrs de la retrica discursiva con la que el ex titular de la cartera de Hacienda intenta legitimar el desastre socio-econmico provocado por el Plan 2 de abril, se encuentra la esencia funcionalista y, mal que le pese, tambin la nocin corporativista de su pensamiento, donde la sociedad es un mero conjunto de individuos o grupos cuyo lazo de unin viene dado por ser miembros o parte del sistema productivo. En esa lnea proclama una falacia que perdurar durante ms de dos dcadas:
libertad de iniciativa individual como motor de la riqueza colectiva5.

Retomando, se parte de la premisa de que el pas se encuentra en una etapa pre moderna, producto de los desequilibrios macroeconmicos generados por la poltica direccionada por el modelo ISI. El argumento del CW asociaba al proceso de ISI con la ineficiencia en la asignacin de recursos y vinculaba la intervencin del Estado en la economa con el origen de todos los desequilibrios. A modo ilustrativo de los niveles de aprehensin de aquel discurso, por parte de los actores de la poca, Martnez de Hoz anunciaba que:

(L)os conceptos de sustitucin de importaciones, ahorro de divisas, fomento de las industrias de mayor valor agregado, propios de la escuela mercantilista como criterio de industrializacin dejando de lado el parmetro fundamental de la competitividad, se encuentran profundamente arraigados y provocan posturas irracionales que dificultan el proceso de modernizacin6. (L)o notable de la experiencia argentina no es esta expansin del rea de actuacin pblica sino el carcter errtico del proceso y la baja eficiencia del Estado en el desempeo de sus mayores responsabilidades en el proceso de desarrollo7.

Aun quienes no se reconocan liberales, afirmaban, no sin algo de razn que:

De esta manera, queda evidenciado que ese diagnstico ideolgico constituy la base sobre la que se sustent el liberalismo tradicional que se trasform en hegemnico en el trayecto entre la Dictadura militar (1976) y comienzos del decenio de 1990. La consolidacin del dominio del capital sobre el trabajo se representa como una verdadera revolucin conservadora, dado que se produce en todos los planos, afectando la estructura como la superestructura de la sociedad. Es decir, que no se limita a transformar las variables econmicas sino que, concomitantemente, se crean mecanismos de consenso en todos los rdenes de la vida cotidiana a fin de 112

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

legitimar las nuevas reglas de juego y alcanzar la plena hegemona. Martnez de Hoz no era ajeno a la integralidad del cambio:

(E)l cambio era profundo; no bastaba un simple proceso de ordenamiento, sino que haba que transformar normas y marcos institucionales, administrativos y empresariales, polticas, mtodos, hbitos, y hasta la misma mentalidad de los agentes econmicos privados y pblicos8.

Una revolucin del paradigma socioeconmico implica necesariamente una reestructuracin del orden jurdico, poltico y cultural, y de todas las relaciones sociales preexistentes que en el se desenvuelven. Siguiendo las aportaciones de Antonio Gramsci, para Ana Esther Cecea (2002), la construccin de la hegemona se da simultneamente en varios planos: militar, creando las condiciones reales e imaginarias de invencibilidad; econmico, constituyndose en paradigma de referencia y en sancionador en ltima instancia; poltico, colocndose como hacedor y rbitro; cultural, haciendo de la propia concepcin del mundo y sus valores la perspectiva civilizatoria reconocida universalmente. Sin embargo la investigadora reconoce, como lo hubiera hecho Gramsci, la centralidad de la fbrica como ncleo originario de la construccin de hegemona. De esta manera, si la hegemona es una construccin de imaginarios que lleva a la reorganizacin de las prcticas sociales, en consecuencia, sta no es una externalidad del sistema social sino su producto ms profundo. Citando a Gramsci la autora afirma que:
(L)a hegemona nace de la fbrica y para ejercerse solo tiene necesidad de una mnima cantidad de intermediarios profesionales de la poltica y de la ideologa (Gramsci). Para Gramsci la esencia de la concepcin del mundo est en la vida cotidiana, en la relacin concreta y especfica de los trabajadores italianos con el mundo, relacin que empieza por su espacio de socializacin fundamental: la fbrica9.

Para comprender cmo fue construido el nuevo paradigma de dominacin neoliberal, es imprescindible, entonces, situarse en el nivel microsocial, ms precisamente en la unidad de produccin. Es all donde operan originariamente todas las transformaciones que se vern reflejadas en el plano nacional y global. El escenario de enfrentamiento se resita:
la gran novedad es el desplazamiento declarado del terreno central del enfrentamiento entre capital y trabajo a un lugar donde, en el fondo, nunca dej de estar: la produccin, el lugar de trabajo, el mbito fabril -productivo10.

Ello explica que el mundo del trabajo sea el nuevo blanco, en trminos literales, de las incipientes polticas neoliberales que datan de mediados de los setenta a la actualidad. Sintetizando, la extensin de la dominacin hegemnica en trminos gramscianos es la suma de consenso y coercin. La combinacin de sen113

El Terrorismo de Estado en la Argentina

dos elementos garantiza la extensin del predominio en todos los rdenes de la vida social, poltica, cultural y, por supuesto, econmica. Enfatizamos, entonces, con palabras de Ana E. Cecea, que la dominacin econmica
no puede desentenderse de la violencia que le es inmanente y que se evidencia en la dimensin militar de la organizacin del poder11.

Por tanto, existe una fuerte vinculacin entre las relaciones econmicas establecidas en el capitalismo con la violencia, las que son escamoteadas por una juridicidad construida a travs del tiempo y que, con el Estado Nacin y las relaciones interestatales junto a variadas organizaciones multilaterales, pretenden naturalizar el orden vigente. Ante la crisis, las clases dominantes requieren mantener el orden y, en todo caso, realizar reformas, transitorias o no, para restablecer el ciclo de produccin, distribucin, circulacin y consumo de bienes, servicios y capitales.
El capitalismo nace con el sello de la violencia y la afectacin integral de los derechos humanos. sa es la impronta del capitalismo, ms all de los adjetivos que a veces le adosan para amortiguar una historia de saqueo. Por eso, ni humano, ni salvaje, capitalismo. Desde la acumulacin originaria el capitalismo transit distintas crisis y recomposiciones, que suponen variaciones de las relaciones econmicas en el marco del rgimen de explotacin, que es en definitiva la invariante del sistema12.

En fin, este captulo apunta a desentraar los fundamentos y motivaciones econmicas del Terrorismo de Estado, centrando la atencin en el cambio de las relaciones socioeconmicas que se genera a partir de la aplicacin de las primeras medidas neoliberales para aggiornar la sociedad al capitalismo de poca. Se puede afirmar, en ese sentido, que los principales mtodos mediante los que se construyeron las bases del neoliberalismo en nuestro pas fueron tanto la impunidad como el terror sistemticamente organizado por el Estado. Como consecuencia, Argentina comienza a adoptar caractersticas estructurales, semejantes a las del resto de los pases de Amrica Latina. Se produce, entonces, un cambio sustantivo en trminos socioeconmicos que impacta directamente en la autoimagen del pas, dado que el parmetro comparativo ya no son los Estados europeos, sino los pases vecinos del subcontinente. En este escenario, signado por procesos tan diversos como contradictorios, tiene lugar un hecho insoslayable que atraviesa horizontalmente a la mayora de la poblacin: la precarizacin constante de los niveles de vida, tendencia que an persiste. As, el atraso, la miseria y la superexplotacin forman parte de una realidad cotidiana que lamentablemente empieza a aceptarse como natural e irreversible. Revertir esa situacin para democratizar las relaciones socio-laborales requiere de un trabajo cultural e ideolgico que recupere la memoria histrica de las formas de participacin e incidencia de los trabajadores en la organizacin del orden econmico, social y poltico. Es en ese sentido que 114

Videla y Martnez de Hoz Caricatura de Caras y Caretas; 2006.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

este trabajo pretende, en ltima instancia, contextualizar en trminos histricos la situacin presente, con el objetivo de desnaturalizar y problematizar aquellos hechos que aparecen como determinados, irrevocables e incuestionables. A tal fin, la metodologa a seguir es el anlisis de tres grandes bloques temticos, a saber: 1- la relacin capital trabajo; 2- la reforma estructural del Estado; y 3- la insercin del pas en la coyuntura internacional. Estos ejes sern abordados en clave de variables de nuestro objeto de estudio, ya que constituyen aspectos trascendentales para explicar terica e histricamente tanto los fundamentos estructurales del Terrorismo de Estado como la coyuntura actual. 1. Relacin capital trabajo13 Desde 1975 en adelante se procesa la ms aguda ofensiva contra los derechos de los trabajadores y sus ingresos. Primero fue el rodrigazo, as llamado por las medidas aplicadas a mediados de 1975 por el Ministro de Economa Celestino Rodrigo, que implic una fuerte distribucin regresiva de los ingresos y que afect seriamente la capacidad de compra de los salarios de los trabajadores. Era un gobierno constitucional, administrado por el peronismo a un ao de la muerte de Pern. Se insista en una fuerte ofensiva del capital sobre los trabajadores, que ya haba fracasado en 1966 a instancias de la resistencia del movimiento obrero y popular. Esta iniciativa econmica regresiva apuntaba a frenar el poder popular expresado en las movilizaciones callejeras, la autoridad de la huelga y la capacidad de incidir en el establecimiento de una legislacin laboral favorable a los trabajadores, de donde surgi, en 1974, la Ley de Contratos de Trabajo (LCT), el instrumento jurdico ms avanzado logrado desde la perspectiva de los trabajadores. La LCT recoga la concepcin del derecho protectorio del trabajo. Era producto de la lucha social, sindical y poltica de los trabajadores que se materializaba como legislacin positiva. Sera, quiz, el ltimo movimiento de un fenmeno social y poltico que expresaba el poder de las clases subalternas y que estableca lmites a la capacidad de acumular ganancias, riqueza y poder del capital. Es el momento fundante de las polticas de las clases dominantes y que expresa una etapa que requerir la potencia de los mecanismos extraeconmicos expresados desde la violencia. En efecto, ya en el gobierno constitucional se acudi al Terrorismo paraestatal, de bandas armadas supervisadas desde el gobierno. 116

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

El segundo movimiento -sobre el cual se basa este trabajo-, ocurre durante la Dictadura militar (1976-1983). Ahora es el Terrorismo de Estado el mecanismo para hacer avanzar la ofensiva del capital sobre el trabajo. El epicentro de la ofensiva sern los trabajadores. El objetivo es la disminucin del costo de produccin y, para ello, se necesitaba reducir los salarios, eliminar o mitigar la legislacin protectoria del derecho de los trabajadores, fragmentar la organizacin sindical y poltica y desarticular cualquier forma de resistencia y protesta para instalar otro paradigma en la relacin entre el capital y el trabajo. Esta misma poltica de ofensiva hacia el mundo del trabajo fue sostenida en el tercer movimiento, ahora, bajo gobiernos constitucionales desde 1983. El tercer movimiento de ofensiva tiene lugar en el perodo 1983-2001, dado que, si bien es posible diferenciar cada una de las administraciones gubernamentales, todas avanzaron, aunque con diferente intensidad, en el proceso de reestructuracin regresiva de las relaciones laborales. Detrs de esa regresividad, se destaca la iniciativa poltica en cada turno de gobierno por disciplinar al movimiento obrero. Esta situacin, se resuelve en tiempos del menemismo (1989-1999), precisamente por la capacidad del peronismo para subordinar a un movimiento de trabajadores sobre el que ejerce influencia y hegemona, ms all de crisis sucesivas, desde hace 60 aos. El turno siguiente (1999-2001) consolid la poltica reformista, siendo el tratamiento parlamentario de la reforma laboral uno de los acontecimientos polticos que anticip la crisis, tema que motiv la salida del vicepresidente del gobierno a menos de un ao de la asuncin (octubre del ao 2000). Este modelo, presentado en forma esquemtica, se basa en tres momentos histricos, en los cuales es posible detectar una profundizacin de la ofensiva del capital en detrimento del trabajo. En ese sentido, posee una capacidad heurstica que permite dar cuenta del proceso en trminos globales y comprender, tanto el cambio producido en el paradigma econmico, como su impacto en las relaciones sociales y laborales. Teniendo presente esta perspectiva general, analizamos a continuacin algunos aspectos especficos que representan fieles indicadores de la reestructuracin en la relacin capital trabajo acaecida a partir de la ltima Dictadura militar hasta el presente. Derechos laborales? El programa econmico del gobierno autoritario expresaba claramente la necesidad de eliminar las graves distorsiones de la economa nacional a travs de un conjunto de medidas tendientes a su saneamiento y sinceramiento. El mundo del trabajo constitua una de las distorsiones ms pre117

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ocupantes para los dictadores en el poder, dado que el salario, los beneficios sectoriales, los derechos laborales, el poder de presin y la resistencia sindical, representaban serios escollos para el libre funcionamiento de los principios polticos y econmicos neoliberales. Slo bajo esa lgica de pensamiento se puede analizar, aunque no justificar, el avance del capital por sobre el trabajo acaecido durante la ltima dictadura militar. En ese entonces, el mercado de trabajo se caracterizaba por la sistemtica expulsin de trabajadores, especialmente de aquellos empleados en la actividad secundaria. Este hecho no es menor, dado que este conjunto de trabajadores, si bien heterogneo, se encontraba sindicalmente muy bien organizado. Este fenmeno persiste, incluso, en aquellos perodos de reactivacin industrial, evidenciando una disociacin de la evolucin de la produccin industrial y del nivel de empleo requerido14. La tendencia es revertida slo en el ao 1983, cuando la ocupacin en el sector se incrementa un 3,3%, alcanzando un nivel equivalente inferior a dos tercios de la dotacin de personal existente antes del golpe militar. El sometimiento del conjunto de trabajadores se efectiviz tambin por intermedio de la subordinacin del precio de la fuerza de trabajo, el salario, a los niveles de productividad del trabajo, principio sostenido en el programa econmico que llev adelante el gobierno de facto:
A travs de la poltica practicada entre 1976 y 1981 se tendi a que las mejoras salariales se efecten en un contexto de aumento de la produccin y de la productividad15.

Es preciso detenernos en este punto, dado que, como sealan Daniel Ximnez y Oscar Martnez (1992), la palabra productividad goza de mucho prestigio en la sociedad ya que, habitual y errneamente, su incremento se vincula con el aumento de la produccin, de la calidad, del bienestar y del progreso en general. Sin embargo, los autores afirman que el aumento de la productividad, tal como la entienden los capitalistas, no necesariamente conlleva un incremento de la produccin, as como tampoco genera un aumento de bienes a disposicin de la poblacin. Esto es as porque la productividad es la relacin entre produccin e insumos, y, si partimos de la racionalidad capitalista centrada en la obtencin de ganancias, entonces es posible incrementar la productividad disminuyendo la produccin, achicando la planta de personal, incrementando el ritmo e intensidad del trabajo y reduciendo, consecuentemente, los costos que cada uno de esos factores implican y acrecentando la ganancia. En fin, los autores concluyen que
hay aumentos de la productividad que se hacen a costa del sacrificio y en perjuicio de los trabajadores16.

118

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

La idea de atar el salario a la productividad tiene origen en el supuesto ideolgico sobre el cual se asienta el nuevo modelo neoliberal, a saber: todo incremento salarial deriva inevitablemente en un aumento de los precios, lo que alimenta la espiral inflacionaria. Desde esta perspectiva, el sueldo es uno de los factores generadores de inflacin. Sin embargo, es interesante rescatar la idea presentada por Ximnez y Martnez (1992), donde el ndice de Precios al Consumidor (IPC) lica los salarios reales acrecentando los niveles de productividad y ganancia empresarial. A esta lnea interpretativa abona el anlisis El nuevo poder econmico en la Argentina de los aos 80 (1986), comprobando empricamente que el significativo incremento de la productividad de la mano de obra que se observa en el perodo 1976-1983 es producto de la intensificacin del uso de la fuerza de trabajo, la racionalizacin de los procesos productivos, la prolongacin de la jornada laboral y, principalmente, de una drstica reduccin de los salarios reales, lo cual deriv en la expulsin de trabajadores del mercado laboral. De esta manera, queda en evidencia que medidas de estabilizacin econmica fueron utilizadas como mecanismos disciplinadores de la fuerza laboral. En esa clave se entiende tambin la evolucin regresiva del salario real provocada por la violenta reestructuracin neoliberal promovida desde 1976. Tomando una serie histrica ampliada, Basualdo, Kulfas, Arceo y Bonofiglio(2005), sealan que entre 1940 y 1975 existi una tendencia global ascendente de los salarios reales. Sin embargo:

esta situacin se revierte a mediados de los aos 70, cuando la dictadura militar provoca una indita reduccin del salario real que ser irreversible porque le sigue una fase descendente. El salario de los aos 80 cae al nivel promedio de los 60. Posteriormente, el salario de los aos 90, cae por debajo del nivel promedio de los aos 50. Finalmente, el salario en los 2000, se reduce al nivel promedio de los aos 4017.

Grfico N 5: Evolucin de los salarios reales, 1940-2003, 1970=1


1.3 1.2 1.1 1950 1.0 0.9 0.8 0.7 0.6 0.5 1940 1950 1960 1970 1974 1976 1980 1990 2000 2005 1980 2000 1940 1960 1975/79 1990 1970/74

Fuente: Esquivel y Maurizio (2005), en Basualdo, Kulfas, Arceo y Bonofiglio (2005)

119

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Queda evidenciado en el Grfico N 5, el punto de inflexin hacia la baja de los salarios que tiene lugar en el ao inaugural del rgimen dictatorial. Este brusco cambio encuentra sus causas en el congelamiento de los salarios dispuesto por el gobierno militar durante su primer ao de gestin, como parte del plan de sinceramiento de la economa. La medida fue acompaada por la eliminacin de los controles de precios, a fin de eliminar las desviaciones de la estructura de precios relativos. De esta manera, y como lo afirman Azpiazu, Basualdo y Khavisse (1986), la poltica antiinflacionaria va contencin de salarios nominales trajo aparejada un deterioro de los salarios reales del 32,7% en el primer ao del gobierno militar. Para los aos 77 y 78, el salario sigui su curso regresivo, aunque con menor intensidad, respecto de la cada registrada en 1976. Seguidamente, y a pesar de registrarse una leve recuperacin de los ingresos reales de los trabajadores para los aos 1979 y 1980, en 1981 tiene lugar una profunda contraccin salarial cercana al 20%. Por otro lado, como sealan Graa y Kennedy (2008 b), la recuperacin democrtica impuls los sueldos un 35%. Sin embargo este breve ciclo de estabilidad, se interrumpe en 1984, cuando comienzan a reducirse nuevamente debido a la aceleracin inflacionaria,
cayendo hasta un nuevo mnimo histrico en 1989, cuando el salario real represento apenas el 62% del de 197018.

La hiperinflacin socava profundamente el poder real de compra de los ingresos de los trabajadores, haciendo descender un escaln ms los niveles salariales, en un contexto social de hambre e incipientes niveles de desocupacin. El escenario desolador es un claro producto de la continuidad: el gobierno de Ral Alfonsn, al igual que hicieran las FF.AA. en el poder, sigue basando su poltica econmica en el ajuste estructural como mecanismo de sometimiento social. Ya en los noventa, la estabilizacin nominal del salario, lograda por la Convertibilidad, produce una leve recuperacin de su poder adquisitivo, luego revertida por la irrupcin de la desocupacin y la precarizacin laboral. Con el advenimiento de la devaluacin cambiaria en enero de 2002, la situacin se agrava tal, como sealan Graa y Kennedy (2008):
Las remuneraciones reales se derrumban ms de un 30% entre 2001 y 2003, marcando un mnimo histrico. As, en 2003 el salario real era apenas ms de la mitad del de 1970 (y un 40% del de 1974)19.

120

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias Grfico N 6: Evolucin del salario promedio en dlares corrientes. 1993-2006
140

120

100

80

60

40

20 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Fuente: Graa, Kennedy y Valdz; 2008 a.

Por tanto, la tendencia a la baja de los salarios reales persiste en la Argentina de la post Convertibilidad, a pesar del crecimiento econmico a tasas elevadas. Si bien, como sealan los autores, hacia el ao 2006 los salarios reales se recuperaron un 28%, an se encuentran un 10% por debajo del nivel en la Convertibilidad. De ello se desprende que la devaluacin contrae marcadamente el poder adquisitivo interno del salario, as como tambin el salario visto desde el empresariado, esto es, el costo laboral general de la economa20.

Es decir que la devaluacin no se trata de una abstracta modificacin de la relacin entre precios internos y externos de manera neutral a la distribucin, sino que el objetivo es justamente reducir el costo laboral para que estas empresas estn en condiciones de producir. En los trminos que sealamos ms arriba, esta cada del salario real por debajo del valor de la fuerza de trabajo es una fuente de plusvala extraordinaria para las empresas en general21.

Desde una perspectiva histrica comparativa a largo plazo, en el artculo El deterioro del salario real como fuente de plusvala extraordinaria. Argentina en los ltimos treinta aos (2008 c), Graa y Kennedy resumen claramente el avasallamiento del capital sobre el trabajo:
En resumidas cuentas, tomando como punto de comparacin 1970 (y no 1973-1974), el salario real de 2006 (esto es, incluyendo la recuperacin de los ltimos tres aos) representa un 65% de aqul. () ntese que en los aos noventa rigi un salario real de niveles apenas asimilables a los de la dcada del cincuenta, mientras que en la actualidad nos encontramos incluso por debajo de aquel nivel. O sea, la clase obrera argentina no ha podido avanzar ni un paso en su calidad de vida en el ltimo medio siglo, a la vez, que en los ltimos treinta aos slo la vio retroceder22.

121

El Terrorismo de Estado en la Argentina

La progresin regresiva del salario real, se constituye en uno de los factores explicativos de la evolucin negativa de la distribucin funcional del ingreso. Esto es, el deterioro en la participacin de los trabajadores sobre el ingreso pone en evidencia, una vez ms, que la reestructuracin de las relaciones sociales de produccin, acaecida desde mediados de los setenta, tuvo como eje el sometimiento del mundo del trabajo.
(L)a poltica econmica de la dictadura militar, caracterizada por la apertura comercial y financiera y la emergencia de un nuevo polo de poder econmico, alteraron profundamente las bases de la distribucin del ingreso vigente hasta la fecha, introduciendo un rgimen de disciplinamiento social que condujo a una profunda regresividad de la misma23.

En ese sentido, del Grfico N 7 se infiere que desde 1955 existe una irreversible tendencia decreciente de la participacin de los asalariados en el producto bruto interno de nuestro pas, dado que, si bien existieron fluctuaciones ascendentes, siempre midieron por debajo del nivel ms alto, registrado en el perodo inmediatamente anterior. Mientras que en 1954, los trabajadores se apropiaban del 50.8% de la riqueza, en 1974 -luego de transitar niveles que llegaron hasta el 38% en el ao 1961- lo hacan en un 48.5%. Seguidamente, en el perodo 1975-1982, es donde se registra la ms estrepitosa cada en la participacin de los trabajadores respecto del total de la renta, pasando de un 48.5% a un 22.6% respectivamente.
Segn la serie, la primera cada del ao 1975, fue de 5 pp. (puntos porcentuales). El comienzo de la dictadura, en 1976, a travs de distintas polticas incluyendo el congelamiento salarial, en un contexto inflacionario y de represin de la lucha obrera, implic una reduccin de otros 15 pp. No obstante, la segunda mitad de los aos setenta evidencia una recuperacin que lleva la participacin salarial a 42 pp. La brutal devaluacin del peso de 1981, sumada a la crisis ligada a la Guerra de Malvinas, redujo la apropiacin salarial. La cuanta de la disminucin difiere segn la fuente: para FIDE, entre el 1980 y 1982 la disminucin fue algo mayor a los 5 pp, pero para el BCRA-CEPAL, el descenso del bienio alcanz los 10 pp. (de ellos, 8 pp. slo en 1982)24.

De esta manera, la Dictadura militar, finaliza su gestin con un nivel menor que el mnimo alcanzado en 1977: 29% de participacin asalariada de la renta. En s, comparativamente, los trabajadores pasan de apropiarse de un 48.5% a un 29% -menos de un tercio del total de la riqueza del pas- en un lapso de 7 aos (1974-1981). Con la vuelta de la democracia y Alfonsn en el gobierno, la apropiacin de la riqueza por parte de los trabajadores observa una recuperacin inicial mantenida de 1982 a 1986, la cual se revierte retomando nuevamente la tendencia a la baja que alcanza otro mnimo histrico: 28.6%. Mientras que en los inicios de la dcada del noventa, 122

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias la participacin toma nuevamente impulso, superando incluso el techo del 40%, vigente durante tantos aos, alcanzando el 45.6%. Sin embargo, se trata simplemente de un nuevo pico: con la Crisis del Tequila retrocede hasta el 37.4% y, luego de una leve mejora, tiene un nuevo derrumbe con el final de la Convertibilidad, retrocediendo 12 pp. entre 2001 y 2003, para llegar otra vez al mnimo histrico25. Grfico N7: Distribucin funcional del ingreso: participacin de los asalariados en el producto bruto interno, 1950-2004
55
50.8 49.7 48.5 45.3 44.4 40.9 45.5 44.7 43.8 42.7 46.9 44.0

50

45

40
38.9 38.0 34.5

35

33.7 30.8 30.3 30.5 29.6 26.2 31.0 30.8 30.6 29.3 28.4

30

30.4

25
23.2 22.6 21.8
1984 1986 1990 1988 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004

20
1970 1972 1974 1964 1952 1950 1954 1956 1958 1960 1962 1966 1968 1976 1978 1980 1982

Fuente: rea de Economa y Tecnologa de la FLACSO en base a datos de BCRA, Altimir y Becaria (1999) y Lindenboim, Graa y Kennedy (2005)

Por tanto, en 2001 se produce una brutal cada del 30% del salario real y, en forma concomitante, un nuevo piso mnimo en la participacin salarial en el ingreso. En ello coinciden los estudios de Lindenboim, Graa y Kennedy (2005) y Basualdo (2008), estimando que, con la salida devaluacionista, la apropiacin salarial del ingreso desciende hasta un 23% (aproximadamente). Los aos que siguen a esta catstrofe social se muestran claramente progresivos en trminos de distribucin funcional del ingreso: la causa de esta evolucin positiva es explicada por los especialistas como producto de la expansin de sus dos componentes: las remuneraciones y la cantidad absoluta de trabajadores.
El primero de estos componentes crece ms del 15% para ambos grupos de asalariados (precarios-protegidos), mientras que el nmero absoluto de asalariados se expande un 9.4%. es importante destacar que todas las estimaciones que cubren este ao, muestran un incremento muy significativo en la participacin asalariada que en 2004 habra recuperado gran parte de la declinacin del bienio 2002-200426.

123

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Para continuar con el anlisis de la participacin salarial en el ingreso referido a los aos posteriores a 2004 -momento en el cual finaliza la medicin de Javier Lindenboim- rescatamos la serie histrica confeccionada por Eduardo Basualdo (2008), que se reproduce en el Grfico N 8. En la misma se destaca una prominente mejora en la participacin asalariada sobre la renta. Sin embargo, los 28 puntos porcentuales alcanzados en 2007, resultan significativamente muy inferiores los 31 pp. vigentes en el catico 2001.
Grfico N 8: Evolucin de la participacin de los asalariados, el PBI y la masa salarial, 1995 - 2007 (primer semestre) (2001=100)
34 131 32 31 30 100 116 100 120

28

28

80

26

60

24

Participacin de asalariados en el PBI PBI Masa salarial (salario real promedio por ocupados) 23

40

22

20

20 1995 1996 1997 C. Menem (1995-1999) 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 N. Kirchner (2003-2007) 2006 2007

F. De La Rua (1999-2001)

R. Puerta E. Duhalde A. Rodrguez Saa (2002-2003) E. Camao (2001)

Fuente: Basualdo, Eduardo (2008). Fuente del Ministerio de Economa de la Nacin y FIDE.

Finalmente, para series histricas ms recientes (2008, 2009), slo se cuenta con estimaciones, debido a la intervencin oficial establecida en el Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (INDEC)27. En trminos aproximativos Lindenboim afirma respecto de la participacin asalariada del ingreso, que

es probable que en el mejor de los casos la situacin se haya mantenido, aunque tambin existen muchos indicios de que haya empeorado levemente a partir del segundo semestre de 2008, como consecuencia de la inflacin y el freno en la tasa de creacin de empleos28.

Producto del relevamiento histrico de los datos concernientes a las variables salario real y participacin asalariada del ingreso, es factible afirmar que, en la actualidad, sigue vigente el proceso de reestructuracin regresiva de las relaciones sociales en general y laborales en particular, iniciado en 1975. Si bien se ha reinstituido el estado de derecho, continan las constantes veja124

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

ciones de las garantas laborales. De hecho, las recomposiciones salariales, tanto en el pasado como en el presente, se encontraron y se encuentran siempre por detrs de la evolucin de los precios. Slo los trabajadores regularizados mantuvieron su capacidad de compra. Los trabajadores estatales y los que no estn regularizados vieron deteriorar recurrentemente sus ingresos con relacin a la canasta de gastos correspondiente. Segn un estudio de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), en nuestro pas existan prcticamente 7.291.163 de trabajadores que cobraban menos del salario mnimo (el estudio remite a los valores establecidos en julio de 2005). La situacin no se modifica sustancialmente con el acuerdo de julio de 2006, mediante el cual el salario mnimo vital y mvil pasa de $630 a $760 en agosto, a $780 en septiembre y a $800 en noviembre. Esta modificacin de valores se realiza a posteriori de los convenios colectivos negociados en 2006, con claro lmite puesto de manifiesto en el promedio de aumento de salarios del sector regularizado en torno al 19%. Con respecto al alcance las negociaciones colectivas, el mismo estudio de la CTA (en base a datos oficiales) seala que en 2005 las mismas alcanzaron al 40,6% de los asalariados formales, que representan el 21,9% del total de asalariados y el 14,7% del total de la fuerza laboral. La realidad resultante de este proceso manifiesta un crecimiento del desempleo, el subempleo y el sobreempleo, tirando por la borda las auspiciosas predicciones del ex ministro de economa Martnez de Hoz que aseguraban que:
(E)n un pas como la Argentina, con bajo crecimiento vegetativo de la poblacin, una economa que crezca moderadamente sobre bases sanas, estables y modernas, no tendr nunca el problema de la desocupacin (salvo en casos regionales u ocasionales), sino por el contrario, la escasez de mano de obra, puede llegar a ser un factor limitante del crecimiento29.

As, si el desempleo rondaba el 6% en los 80, en los 90 se consolid un piso que duplicaba el registro de la dcada anterior. A comienzos del siglo XXI y en plena crisis del 2001-2002 la tasa de desempleo abierta superaba el 21% de la poblacin econmicamente activa. Desde entonces se instal una poltica que parece afirmar el achatamiento de la pirmide de ingresos de los trabajadores, contraponindose con lo que predestinaba Martnez de Hoz, en 1981, cuando afirmaba que:
(E)l proceso de modernizacin, de incorporacin de alta tecnologa y de reequipamiento de nuestra industria cambi la estructura salarial. Si la comparamos con una pirmide en la cual la base es ancha y est representada por el mayor nmero de salarios de menor nivel, y de menor especializacin que va decreciendo o afinndose a medida que se incrementan las remuneraciones, esta estructura piramidal cambi durante 1976- 80: la base se fue haciendo ms chica y se engros en la parte media, aumentando el nmero de empleos disponibles con mejor remuneracin y mayor especializacin y tecnificacin30.

El flagelo del desempleo y/o subempleo son procesos vinculados a una de125

El Terrorismo de Estado en la Argentina

sindustrializacin relativa, con cierre de fbricas de mano de obra intensiva y, en todo caso, con nueva inversin en fbricas con utilizacin intensiva de medios de produccin en detrimento de la fuerza de trabajo. Argentina a comienzos del siglo XXI tiene menos trabajadores industriales que a comienzos de la crisis del 70, y su capacidad productiva es menor31. Este proceso descrito gener desiguales resultados entre las clases subordinadas y las dominantes. Mientras entre los primeros se acrecentaban los ndices de explotacin, marginacin y pobreza, entre los segundos se acumulaban ganancias, riqueza y poder. Asimismo, la desindustrializacin sumada a la flexibilizacin laboral, fueron causas de la diferenciacin hacia al interior de una clase trabajadora altamente homognea. Tiene lugar, entonces, la emergencia de nuevas categoras de trabajadores en blanco, en negro, subocupados, desocupados, trabajadores temporales, tercerizados, etc. Con el objetivo de analizar la evolucin de las categoras de desempleo, subempleo y ocupacin, ocurrida en los ltimos aos, acudimos al trabajo realizado por el Gervasio Arakaki y Mara del Pilar Piqu (2008). All, los autores afirman que, a partir del ao 2002, se asiste a una etapa de crecimiento econmico del orden del 8% anual, entre cuyos rasgos ms distintivos se encuentra la masiva incorporacin de trabajadores a la produccin, hecho que redunda en la reduccin de la tasa de desocupacin en ms del 10% entre el primer semestre de 2003 y el segundo de 2006. Empero, aseguran que la combinacin crecimiento-empleo no conlleva cambios en los niveles de equidad sino, por el contrario, tal modelo de crecimiento se asienta en una profunda disparidad salarial. Previo al anlisis de la inequidad salarial, es preciso sealar la evolucin del nmero de asalariados desde 2003-2006.
Grfico N 9: Evolucin del nmero de asalariados (en miles de personas) y su composicin. Perodo: 2 semestre 2003 - 2 semestre 2006
7.000 6.500 6.000 5.500 5.000 4.500 4.000 3.500 3.000 2.500 2.000 2 2003 1 2004 2 2004 1 2005 Registrados 2 2005 1 2006 2 2006 No Registrados Total de la economa
44.7 44.1 44.3 44.9 43.1 42.5 41.5 55.3 55.9 55.7 55.1 56.9 57.5 58.5

10.000 9.000 8.000 7.000 6.000 5.000 4.000 3.000 2.000 1.000 000

Fuente: Arakaki y Piqu; 2008. Elaboracin con datos del EPH continua - INDEC

126

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Del grfico surge que, durante ese perodo, se crean casi un milln y medio de puestos de trabajo asalariados, y que la proporcin de los registrados sobre el total creci a lo largo del perodo, empero,
esta leve mejora no se debe al aumento del nmero de puestos de trabajo asalariado registrado concomitantemente con una cada de su contraparte, sino que ambos crecen en trminos absolutos, pero los primeros lo hacen a un ritmo mayor32.

Teniendo presente aquellos datos, se transcribe a continuacin el Cuadro N 11 que muestra la disparidad salarial medida por el clculo del salario medio, coeficiente Gini (mientras se acerca a 0 denota igualdad, y contrariamente el acercamiento a 1 expresa mxima desigualdad), y la brecha salarial entre los trabajadores registrados y los no registrados.
Cuadro N 11: Evolucin del salario medio, el coeficiente de Gini y la brecha de los salarios 2 semestre 2003 - 2 semestre 2006.
2 2003 Salario Medio Gini Total Registrados No Registrados Total Registrados No Registrados Total Registrados No Registrados 634.72 842.76 367.26 0.4679 0.3921 0.4593 22.99 9.35 22.25 1 2004 682.75 905.46 391.26 0.4619 0.3875 0.4483 21.90 9.37 19.29 2 2004 696.19 905.45 418.59 0.4537 0.3521 0.4880 21.76 7.51 24.60 1 2005 2 2005 1 2006 2 2006

Brecha

747.70 843.75 929.88 1.021.53 986.56 1.106.17 1.219.99 1.342.19 444.30 482.74 525.85 555.29 0.4438 0.4442 0.4372 0.4344 0.3524 0.3455 0.3423 0.3362 04540 0.4659 0.4522 0.4523 20.09 20.77 20.15 20.72 7.75 7.48 7.38 7.12 20.47 21.67 19.69 19.84

Fuente: Arakaki y Piqu; 2009. Elaboracin con datos de la EPH continua - INDEC.

Queda expuesta la persistencia de un alto nivel de inequidad entre las remuneraciones de los trabajadores registrados y no registrados. La reduccin mayor de la brecha salarial y el ndice de Gini para el caso de los asalariados registrados
advierte un primer lmite a la mejora de la igualdad, dado por la existencia de un proceso redistributivo de mayor alcance para los asalariados en blanco, quedando su contraparte en una situacin peor en trminos relativos33.

Al tiempo, es preciso no perder de vista que la recuperacin salarial que tiene lugar desde 2003 sigue fijando valores muy inferiores a los preexistentes a la crisis de 2001. Ms an, no hay que olvidarse de la escalera descendente, sealada precedentemente, a la que se encuentran sometidos los ingresos reales de los trabajadores desde mediados de la dcada del setenta como causa de la implementacin del neoconservadurismo econmico.

127

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Un claro efecto de la poltica regresiva de ingresos y desocupacin lo representan los indicadores de pobreza e indigencia poblacional. La escalera ascendente de los mismos, reflejada en las mediciones para el rea del Gran Buenos Aires que realiz el Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (CENDA), puede hacerse extensible para todo el pas, sin riesgo de equivocacin. De esta manera se observa que la pobreza fue creciendo en forma escalonada desde 1980 hasta el 2006, de modo que
luego de cada episodio de crisis, aun cuando el nivel de pobreza descendi fruto de la estabilizacin y la recuperacin econmica posteriores, el nuevo piso fue siempre superior al vigente previamente34.

Grfico N 10: Incidencia de la pobreza y la indigencia en el aglomerado Gran Buenos Aires 1980-2007. En porcentajes sobre poblacin.
60 50 54.9 46.2 35.6 28.2 25.1 21.3 20 15.3 10 8.9 8.4 5.1 1.9 4.2
1980 1981 1982 1984

40 30

37.7 35.8 26.2 29.2 27.0 18.9 12.8 6.6 3.4 3.2
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992

30.9 26.0 25.5

21.7 17.0 18.0 6.9 19.2

26.3

18.6 13.2 3.7 3.7 11.3 6.5

14.0 10.3 8.0

6.7 7.9 7.3


1997 1998

7.0 8.1
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

3.7 4.6
1993 1995 1994

1996

Pobreza

Indigencia

Fuente: CENDA (2008). Elaboracin sobre datos EPH

Esta tendencia se revierte en el ao 2006, donde, por primera vez el descenso sostenido del ndice de la poblacin pobre perfora el piso de partida previo al alza generada por la crisis. En efecto, en el segundo semestre de ese ao, el nivel de pobreza (25.5%) es menor que el correspondiente al ao 1998 (26.2%). Sin embargo, esta tendencia no se verifica para el caso de la indigencia, ya que el ultimo registro de 2006 (8.0%) supera el piso correspondiente al ciclo anterior (6.7% en 1999). A la vez, es interesante remarcar que
en ninguno de los dos casos se ha logrado mejorar an los niveles vigentes al inicio de la dcada del noventa, cuando la pobreza afectaba al 17% de la poblacin (1993) y la indigencia al 3.7% (1994)35.

128

2006

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Por otro lado, al realizar el cruce entre los indicadores de pobreza y los del mercado de trabajo, resulta que

(S)i se compara la situacin actual de los jefes de hogares pobres con la ltima etapa del rgimen de convertibilidad, resulta que hoy en da la pobreza se asocia en mayor medida con bajos ingresos laborales y, en menor medida, con la desocupacin36.

Si el anlisis se centra en los picos mximos alcanzados a lo largo del perodo analizado, puede observarse que tiene lugar el mismo fenmeno de escalera, pero en trminos ascendentes. Los niveles de pobreza e indigencia alcanzados en el ao 2002 -54.9% y 26% respectivamente- superan las marcas de 1982, 1989 y 1996. Por eso se afirma que
(E)sta dinmica se sostuvo en el proceso de transformacin estructural de la economa argentina iniciado a mediados de la dcada del setenta. As, si bien la pobreza creci especialmente en las fases de crisis, se constituy -a los saltos- en un fenmeno de carcter estructural37.

Paralelamente, constituyeron polticas generadoras de una mayor precariedad y flexibilidad de las relaciones de trabajo, agravadas con las secuelas de desempleo, subempleo y marginacin que se extendieron en forma alarmante. La reestructuracin de las relaciones capitalistas desplegada en el pas desde mediados de los 70 promueve variaciones en la relacin capital trabajo, tanto como en la nueva funcin del Estado a favor del capital ms concentrado y la insercin internacional subordinada al capital transnacional en general y a EE.UU. en particular. De manera que el flagelo del desempleo es consecuencia directa de un orden buscado con la flexibilidad y la precariedad derivadas de las reformas laborales impulsadas desde el mismo Estado. Al decir de Ximnez y Martnez, la palabra flexibilidad encubre muchos significados.

(Q)uiere decir formas nuevas de organizar el trabajo y la produccin. Quiere decir mquinas adaptables a las nuevas caractersticas de la produccin. Tambin quiere decir mano libre a los empresarios para que hagan y deshagan segn lo que ms les convenga. Quiere decir contratar y organizar el trabajo sin regulaciones estatales ni sindicales. Quiere decir alterar los convenios para imponer la polivalencia. Flexibilidad podra ser, tambin, que a un trabajador se le ordene hacer una tarea de una categora inferior y no se le respete el salario de su categora. Flexibilidad quiere decir, para otros, la posibilidad de contratar y despedir personal sin costos adicionales como la indemnizacin. Segn la visin empresaria la estabilidad es factor de rigidez y atenta contra el uso ptimo de las inversiones38.

Venimos describiendo que el proceso de coercin hacia el sector trabajador se compone de variados mecanismos: distribucin regresiva de la renta, baja sistemtica del salario real, desempleo, cercenamiento de los derechos laborales, pobreza y ejercicio de la violencia a travs del secuestro, desaparicin y asesinato de un sinnmero de trabajadores. Destruir el poder sin129

El Terrorismo de Estado en la Argentina

dical fue otra herramienta utilizada por el gobierno de facto; con ello pretenda dar por tierra con su capacidad de presin corporativa, as como eliminar las garantas laborales obtenidas mediante la lucha del conjunto de trabajadores. En ese sentido, se orientan medidas tales como la intervencin de los sindicatos, la disolucin de la CGT,, la supresin del derecho a huelga y la interrupcin de las negociaciones colectivas de trabajo. Resulta de especial inters detenerse en este ltimo punto, dado que en la revisin bibliogrfica, result un tema sensible de anlisis. En ese sentido, cabe recordar que los convenios colectivos constituyen un derecho inalienable de los trabajadores, reconocido oficialmente a partir del primer peronismo, producto de la lucha llevada adelante por la clase obrera sindicalizada. En la actualidad, las negociaciones colectivas de trabajo poseen rango constitucional, dada su incorporacin a la Carta Magna con la reforma de 1994. Sin embargo, a lo largo de nuestra historia reciente, su ejercicio no ha sido plenamente garantizado. Con las fuerzas militares en el poder, las convenciones colectivas se convierten, desde su ptica, en uno de los problemas crticos a afrontar, debido a que su ejercicio se contrapona al paradigma socioeconmico neoliberal que comenzaba a implementarse. En palabras de Martnez de Hoz:
mantenan aferrados a un mismo sistema y remuneracin a trabajadores que se desempeaban en zonas muy diversas y bajo condiciones de trabajo y de vida muy dispares; (y por ello, contradecan uno de los objetivos econmicos fundamentales del Terrorismo de Estado, a saber, la productividad como nico camino a travs del cual puede lograrse un incremento del salario real de caractersticas definitivas)39.

Lo anterior fue utilizado como argumento central por todas las administraciones gubernamentales, desde la Dictadura militar en adelante, para
situar la negociacin salarial y de condiciones de trabajo a nivel de la empresa o, peor an, a nivel individual, abandonando las convenciones colectivas, los convenios por rama y la fijacin del salario por puesto de trabajo40.

Asimismo, el idelogo del Programa econmico 2 de abril afirmaba unos prrafos ms adelante que

(L)a Ley N 21.307 (7.5.76): dispuso que las remuneraciones del personal del sector pblico y privado solamente seran fijadas por el Estado con carcter general (quedando) as en suspenso la aplicacin de la Ley N 14.250 de convenciones colectivas de trabajo. (Paralelamente) se facult al Poder Ejecutivo a revisar las convenciones colectivas a efectos de eliminar clusulas que se opusieran a los principios que informaba la Ley y a formular nuevos textos ordenados de las convenciones colectivas41.

De esta manera, la suspensin de las garantas laborales acta como un doble mecanismo que somete y disciplina a los trabajadores por medio de la violencia laboral. A ello debe sumarse, como vimos, la disminucin constante del salario real, desempleo, pobreza, cercenamiento de los derechos labo130

Represin en Bruckman Germn Botrugno; Archivo MEDH.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

rales, distribucin regresiva de la renta y represin directa hacia los trabajadores. Si se toma el perodo histrico largo comprendido entre los aos 1970 -2006, es factible afirmar, a partir de una comparacin entre las puntas, que

detrs del deterioro de la participacin asalariada no se encuentra solo el esperable incremento de productividad no transferido a salario sino tambin la reduccin lisa y llana del costo laboral: mientras que la productividad creci entre puntas un 17%, el costo laboral cay un 10%. Dicho en otros trminos, creci un 17% el rendimiento de la clase obrera en promedio, y cay un 10% lo que se apropia del total. En este punto recordemos que en trminos de lo que la clase obrera puede adquirir con esta parte que le toca, la cuestin es mucho peor, en tanto el salario real se contrajo en igual periodo un 35%42.

Es que, como lo afirman los investigadores del Centro de Estudios sobre Poblacin, Empleo y Desarrollo (CEPED) en otro trabajo, el autodenominado milagro argentino es producto de todas aquellas tendencias puestas en movimiento.
La escasa reduccin de la pobreza, la magra redistribucin del ingreso, la estabilizacin del salario real en niveles a los de 2001 aparecen ahora como producto necesario del modelo elegido. No es ya el tipo de cambio competitivo algo neutral a la calidad de vida de la poblacin trabajadora, ni la inflacin culpable de la falta de recuperacin de las remuneraciones reales, sino que ambos son expresin de la imposibilidad del sector productivo de afrontar tales incrementos y mantener, a la vez, el crecimiento econmico43.

Por tanto, el objetivo estratgico de la Dictadura militar de destruir la organizacin y el poder de los trabajadores en el pas a fin de implementar un nuevo modo de acumulacin, persisti durante los gobiernos constitucionales posteriores porque era un requisito central para el desarrollo del nuevo patrn de acumulacin de capital, y constitua -segn Basualdo- una revancha clasista de los sectores dominantes que no tiene precedentes desde la creacin del Estado moderno en el pas. Reconfiguracin del bloque dominante En forma paralela a todo lo hasta aqu mencionado, tiene lugar un proceso de reestructuracin del ncleo de poder dominante, el cual impacta en forma directa en la relacin capital trabajo aqu analizada. Bajo el gobierno autoritario, se origina un proceso que se extender a lo largo de las dcadas subsiguientes cuyo principal rasgo es la tendencia hacia la concentracin de los recursos econmicos y polticos y, como contrapartida, el empobrecimiento sistemtico de una amplia franja de la poblacin44. Este doble proceso simultneo de acumulacin y sojuzgamiento, representa un mecanismo de violencia econmica, integrado a un conjunto de elementos represivos de ndole psicolgica, fsica y poltica que operaron en forma 132

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

manifiesta bajo el gobierno militar y persisten, solapadamente, durante las posteriores administraciones democrticas. Este acpite focaliza, por tanto, en aquellas transformaciones producidas en el seno de la clase hegemnica, a fin de comprender la reconfiguracin del poder para, luego, analizar su impacto en la relacin capital trabajo. En primera instancia es preciso sealar que tanto los grupos econmicos (GGEE) como las empresas diversificadas y /o integradas (ETDI), actores econmicos centrales en el interregno autoritario, tienen origen varias dcadas atrs, por lo tanto, para 1976 son actores preexistentes y con gran peso en la vida economa del pas45. El rasgo que los caracteriza a mediados de los 70 es el control de los mercados de produccin industrial, con una salvedad: si bien ambos tipos de conglomerados realizaban sus inversiones en el sector secundario de la economa nacional, el principal destino de los excedentes apropiados era la inversin en el mercado financiero. De ah, que el Ministro de Economa Martnez de Hoz advierta que una de las trasformaciones ms significativas que se producen respecto de la etapa previa sea que, antes
las empresas y los particulares (...) encontraban preferible la colocacin de sus existencias en activos fsicos (existencias, inversiones secundarias)46.

Esa trasformacin en la opcin de inversin empresarial, no resulta casual sino, ms bien, se puede afirmar que fue estimulada por el gobierno de facto a partir de la ejecucin de la reforma del sistema financiero en el ao 1977 que propicia la liberalizacin y apertura del mercado de capitales, flexibilizando los controles y estableciendo un nuevo marco legal tendiente a redireccionar los recursos de los ahorristas y los empresarios, no ya hacia el financiamiento de la economa real, sino hacia inversiones especulativas, fomentando la concentracin del sistema bancario en manos de las compaas verticalmente integradas.
Tiene lugar un proceso de trasformaciones y fusiones que result en un menor nmero de entidades financieras, que cay de 725 en junio de 1977 a 468 a fines de 1980, o sea una reduccin del 35%47.

As, la consolidacin del predominio de los grupos econmicos y de las empresas diversificadas en el modelo de acumulacin, es producto de las polticas econmicas discrecionales ejecutadas por la gestin dictatorial. En ese sentido, cobra vital importancia la brutal liberalizacin y apertura de la economa que provoca un impacto directo y de tipo concentrador en el sector industrial. Las medidas de corte aperturista, centrales para los tcnicos neoliberales en el poder, eran necesarias para lograr el tan preciado
sinceramiento de la economa, a fin de eliminar las distorsiones y trabas estructurales creadas por el dirigismo estatal48.

133

El Terrorismo de Estado en la Argentina

El principal obstculo a combatir era la falta de competencia y de eficiencia del aparato industrial, las cuales, eran consideradas aberrantes, insanas y obsoletas para el desarrollo de una economa moderna. As las cosas, la oligopolizacin y concentracin de la produccin industrial en manos de los grupos econmicos y las empresas diversificadas conlleva una brutal destruccin del capital, materializado por quiebras y cierres de establecimientos y, por tanto, la expulsin del mercado de un nmero considerable de pequeas y medianas empresas. Paralelamente, aquellos casos que lograron sobreponerse al gran poder ostentado por el nuevo bloque econmico y la descarnada apertura de las barreras arancelarias, lo hicieron a partir de la subordinacin productiva. Existe una marcada disminucin en la participacin de la produccin de aquellas empresas no oligoplicas. Se corrobora, as, que compaas estatales, trasnacionales no diversificadas, pequeas y medianas empresas y compaas de capitales nacionales independientes, descienden notoriamente su incidencia sobre el volumen total de la produccin industrial. Es interesante destacar, tambin, que las pequeas y medianas empresas se vean desfavorecidas en el acceso al crdito, dado que los grupos econmicos y las empresas diversificadas y/o integradas obtenan recursos financieros en forma ms fluida y con mejores condiciones, ya que las compaas prestadoras eran parte del mismo conglomerado empresarial. A ello, debe sumarse el ya mencionado pernicioso impacto que tuvo la reforma financiera, provocando el incremento desmesurado de las tasas de inters. De esta manera, como seala Salvador Treber:
la pretendida seleccin de empresas eficientes a realizarse mediante el esquema de apertura (...) no aseguraba la necesaria permanencia de las que cumplieran esa condicin, sino de quienes tuvieran slido respaldo externo49.

Evidenciado este fracaso, Martnez de Hoz asume que

tras la reforma del sistema financiero, las tasas de inters del mercado tuvieron una fuerte elevacin, produciendo la asfixia financiera de muchas empresas carentes de una adecuada estructura de capital50.

De esta manera, si nos atenemos a lo expresamente esbozado en el Programa 2 de abril, se corrobora el claro fracaso del tan mentado objetivo de expandir la industria, y su rotundo xito en el saneamiento del mercado de aquellas empresas improductivas. Por su parte, este proceso de desindustrializacin tiene su necesario correlato en la fuerza de trabajo. De esta forma y, teniendo presente los datos de la evolucin de la produccin y ocupacin manufacturera, Salvador Treber concluye que
el nmero de personas que abandonaron obligadamente dicho sector, totalizan hasta 1980 alrededor de 370 mil; a las que deben sumarse las que habran ingresado, de mantenerse el incremento habitual en su tasa hist-

134

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias rica, es decir otras 270 mil personas. Ello pone en evidencia que se ha generado una readecuacin de la fuerza de trabajo, con lgica influencia sobre la estructura de la oferta laboral51.

Sin embargo, la consecuencia ms trascendente a los ojos de Treber es la evolucin ascendente del nmero de trabajadores no asalariados, dado que, para el ao 1970 representaban el 23,7% del total de activos, mientras que, en 1980, ascienden al 31,2%. El autor pone el acento ms en la prdida de productividad de la economa que en resaltar las irregulares e inseguras condiciones laborales a las que se encuentran sometidos los trabajadores no formales. Es un enfoque que privilegia la crtica a la poltica econmica por la ineficiencia que genera ms que por el impacto en el deterioro de las condiciones de trabajo e ingreso de los trabajadores informales.
Esta parcial transferencia de la fuerza de trabajo localizada en los centros urbanos hacia actividades no formales, ajenas a una organizacin que procura optimizar su gestin; liberada de pautas sobre jornada laboral y sin estar sometida a controles de eficiencia -propios de la sistemtica racionalizacin de la empresa, con sus consiguientes economas de escala- constituye un elemento que macroeconmicamente ha provocado una cada en la productividad global de la economa52.

El carcter desindustrializador de estas polticas no debe ser confundido con un sesgo antiindustrialista ya que, como lo mencionamos precedentemente, gran parte de la expansin de las nuevas fracciones dominantes es producto de un incremento de su participacin en el sector secundario de la economa. Esto se evidencia principalmente en la evolucin positiva de los bienes intermedios y, en menor medida, de los bienes de consumo no durables, los cuales son los nicos sectores productivos que no slo sobreviven sino que tambin crecen en medio de la fuerte crisis que afecta a la industria entre 1976 y 1983. Cabe resaltar que, dentro de este sector productivo, las actividades que se encontraban en ascenso eran principalmente la refinacin de petrleo y la elaboracin de sustancias qumicas industriales de hierro y acero. No es casual, sin embargo, que la produccin de bienes intermedios se encontrara estrechamente vinculada a los grupos econmicos y a los conglomerados diversificados, exponentes hegemnicos del modelo. Martnez de Hoz seala como accin relevante del gobierno la aplicacin en el rea energtica de los principios de subsidiariedad que guiaron todo el programa econmico, gracias a ello,
el hecho ms destacado en esta materia, fue la creciente y activa participacin privada en los programas de petrleo y gas53.

Sin embargo, el xito de estas actividades refleja slo parcialmente la evolucin de la economa nacional, ya que reflexionando en trminos globales acerca de su dinmica de crecimiento, es posible avizorar una marcada tendencia decreciente que persiste a lo largo de los siete aos de gobierno autoritario. 135

El Terrorismo de Estado en la Argentina Que el PBI industrial de 1983 sea equivalente al generado una dcada atrs o al 85% del registrado en 1974 no constituye un fenmeno comn en la historia de las sociedades. Ejemplos relativamente semejantes slo podran encontrarse en casos de destruccin fsica de los medios de produccin, como consecuencia de conflictos blicos o grandes catstrofes naturales54.

El principal factor explicativo de aquella situacin se encuentra en el doble proceso de desmantelamiento y concentracin de las actividades industriales que, como ya se mencion, ha dejado fuera del mercado a un
considerable nmero de empresas y, el conjunto de las restantes deterioradas en su capacidad productiva, provocando la expulsin y desarraigo de mano de obra calificada, y eliminando los mltiples departamentos industriales de investigacin o afectados a la adaptacin de nuevas tecnologas, reduciendo la tasa de inversin bruta fija y el envejecimiento ocioso de equipos; todo lo cual se refleja en una cada de la dinmica intrnseca de crecimiento55.

Retomando la caracterizacin de los nuevos actores econmicos predominantes, debemos aadir que la diversificacin en sus actividades econmicas y la integracin vertical de las mismas, representan sus rasgos estructurales ms relevantes. Esto es as, ya que sendas peculiaridades se constituyeron en la base primordial para la obtencin de importantes beneficios de la poltica econmica del gobierno dictatorial. En palabras de Alfredo Pucciarelli:

el amplio espectro de actividades que realizaban les permiti flexibilizar an ms sus opciones y aprovechar las ventajas comparativas transitorias y permanentes que les fueron ofreciendo las nuevas oportunidades de inversin generadas tanto por las demandas estatales, como por las propias modificaciones del mercado. Seguidamente agrega que: (E)l alto nivel de transacciones entre las diferentes unidades integradas en el conglomerado parece haberse convertido, (...) en un gran factor de estabilidad y seguridad durante el transcurso de las grandes crisis56.

Conjuntamente, debe ser resaltada la notoria capacidad del nuevo bloque de poder para vincularse con el aparato estatal. En ese sentido, un mecanismo depredador de los recursos pblicos fue la transferencia al Estado de gran parte de su significativo endeudamiento externo, lo cual se constituy como una forma indirecta de apropiacin de excedentes. Paralelamente, exista una relacin comercial de demanda y oferta de bienes y servicios entre el Estado y los conglomerados empresariales, con lo cual el Estado adquiri un rol gravitante y funcional en el mundo empresarial. En efecto, a pesar del pregonado neoliberalismo, bajo la administracin autoritaria no se ven disminuidos los niveles de gasto e inversin pblica dado que mediante ellos se
(C)ontina garantizando el funcionamiento de ese segmento especial y privilegiado del mercado heredado del perodo anterior manteniendo un alto nivel de demanda de obras, bienes y servicios diversos, especialmente dise-

136

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias ados para facilitar la participacin de las grandes empresas monopolistas nacionales y extranjeras a travs de un repertorio de decisiones gubernamentales57.

Producto de la heterogeneidad de los actores intervinientes en esta reconfiguracin del capital, se puede afirmar que el incipiente proceso de acumulacin no fue armnico ni lineal, sino que, por el contrario,
fue el resultado de una reestructuracin de los mercados jalonados por fuerte enfrentamientos entre GGEE y ETDI y tambin entre ellos y algunas empresas independientes58.

Sin embargo, este proceso confluy en forma unvoca en la reorientacin regresiva de la renta nacional en favor de la concentracin de riquezas, extremando, por tanto, las distancias sociales existentes. En efecto, basndose en un anlisis de la Encuesta Permanente de Hogares, Salvador Treber afirma que
el ingreso empresario es de 110% superior al del asalariado y 76% al del trabajador por cuenta propia; mientras que el ingreso de los inactivos y desocupados es 43% inferior al ingreso medio de los ocupados59.

Es fcil observar que, por un lado, se configura un sector asalariado con escasa participacin en la renta nacional y severamente desplazado y, por el otro, se
consolida una fraccin de los sectores dominantes que habiendo partido de una estructura empresarial integrada y /o diversificada aumenta su control sobre los mercados y tiende a condicionar el accionar del Estado vinculndolo, crecientemente, a la propia dinmica de su proceso de acumulacin adquiriendo una gran capacidad para determinar el rumbo del proceso econmico-social60.

En esa lnea, Alfredo Pucciarelli reflexiona que

durante el perodo de dictadura se impuso la peor variante, la ms desventajosa y perversa que unific redistribucin regresiva del ingreso con endeudamiento externo, estancamiento econmico y destruccin de una parte de la estructura productiva. Se desarroll, en definitiva, un plan sistemtico destinado a producir una muy fuerte transferencia de bienes, de ingresos, de derechos, de poder de la inmensa mayora de la sociedad al reducido sector social integrado directa o indirectamente en las nuevas fracciones de la clase dominante61.

De esta manera, y en el transcurso de poco ms de una dcada, la ensanchada brecha social deja de ser una cuestin abstracta para la mayora de los argentinos y se transforma en una crisis socio-econmica palpable, materializada en los memorables episodios de saqueo acaecidos en el ao 1989. Sin dudas, la grave situacin social era expresin de un profundo enfrentamiento entre las distintas fracciones integrantes del bloque dominante descripto previamente. La puja giraba, en lo sustantivo,
en torno del destino que se le deba dar al excedente nacional. Mientras que los acreedores externos reclamaban que el Estado restableciera el pago de servicios

137

El Terrorismo de Estado en la Argentina e intereses de la deuda externa (el pas haba entrado de hecho en una situacin de default en abril de 1988), los grupos econmicos pugnaban por el mantenimiento de los distintos tipos de subsidio estatal con que se los haba favorecido durante todo el decenio de los ochenta (promocin industrial, estatizacin de la deuda externa privada, sobreprecios en las compras estatales, etc)62.

En este contexto, y avanzando hacia la primera mitad de la dcada de 199063, tiene lugar la profundizacin de este proceso de concentracin y oligopolizacin, tanto de la produccin como del mercado de capitales. Es as que, retomando lo sostenido en el comienzo del captulo, podemos afirmar que, en la dcada del noventa, asistimos al tercer momento histrico, en el cual se afianza y profundiza la severa reestructuracin regresiva de las relaciones laborales, cuyos inicios datan desde 1975 con el rodrigazo. La consolidacin, a lo largo de todos esos aos, de un bloque hegemnico en el poder conformado por la burocracia poltica dirigente y la cpula empresarial, constituye un hecho innegable, as como tambin lo es su persistente intencin de sometimiento hacia los trabajadores. Durante la dcada menemista se alcanza el objetivo de subordinacin del movimiento obrero como consecuencia del sucesivo desgaste al cual fue sometido durante veinte aos, por medio de variados mecanismos de violencia econmica, poltica y fsica. La consolidacin del proceso de acumulacin concentrada que tiene lugar por estos aos es consecuencia de la utilizacin discrecional de instrumentos econmicos y polticas pblicas en beneficio directo del capital. La deliberada orientacin del gobierno de Carlos Menem hacia la consolidacin de estos mecanismos de acumulacin capitalista fue, segn Azpiazu y Basualdo, la nica manera de consolidar el programa econmico neoliberal impulsado por el peronismo, dado que el mismo se estructur a partir del

slido apoyo de los grandes grupos econmicos locales (nacionales y extranjeros) y, a la vez, de los acreedores externos (y sus representantes institucionales, esencialmente el Banco Mundial y el F.M.I.). Para ello, y a fin de lograr un cambio radical de la imagen del peronismo por parte de los distintos integrantes del bloque de poder econmico, la opcin polticoestratgica (escogida por el gobierno de Menem) fue la de entregar parte sustantiva del Estado o, ms precisamente, su porcin ms rica -por sus potencialidades- como eran las empresas pblicas64.

Un elemento significativo de la poca es que los capitales de origen local desempearon un rol preponderante. Ello se explica como consecuencia de un proceso de repatriacin de capitales con destino a las inmensas posibilidades de obtener elevadas tasas de retorno para la inversin especulativa, las inversiones derivadas de las ventas de empresas estatales y los fuertes rendimientos en el mercado de capitales. Por el contrario, la fuerte fuga de capitales expresada en inversiones de activos externos de argenti138

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

nos (depsitos, tenencia de acciones, propiedades, divisas en cajas de seguridad, etc.) estara produciendo nuevos reacomodamientos en la cpula empresaria, con ventajas para los capitales transnacionales ms concentrados y asentados en los sectores de mayor ventaja comparativa a la hora de obtener tasas de retorno altamente favorables, tales como los servicios pblicos, el petrleo, los alimentos o las finanzas. El achicamiento constante de la participacin de las empresas estatales, hasta su virtual eliminacin, ejerci una influencia significativa en la demarcacin de la nueva estructura de la cpula empresaria. Dicho cambio abarc tambin el plano sectorial, favoreciendo el desarrollo del sector terciario en desmedro del secundario. Las modificaciones ms importantes que se produjeron en la cpula empresaria estn relacionados con la aparicin de una cantidad importante de jointventures (articulaciones de grupos econmicos nacionales con grandes conglomerados extranjeros o con empresas transnacionales), la mayora de ellos relacionados con la adjudicacin de las empresas pblicas y, por consiguiente, con el aprovechamiento de las polticas utilizadas por el Estado durante dichos procesos, que le confirieron importantes privilegios en materia regulatoria, subsidios y subvaluacin en los precios de las adquisiciones. Un dato a considerar indica que, para las 200 principales empresas en la Argentina, se verifica una independencia entre sus niveles de alta rentabilidad y el fenmeno de la recesin o crisis, que impacta como prdida de ingresos en los sectores populares y como pobreza y desempleo en aumento. A modo de ejemplo, durante la crisis del Tequila (1995), el monto de facturacin de dichas empresas fue un 11,3% mayor que en el ao 1994, mientras que las utilidades se incrementaron en 29,9%. Durante dicho lapso, los consorcios adjudicatarios de los servicios pblicos privatizados, tanto como los holdings, mostraron niveles crecientes de facturacin y de los mrgenes de beneficios en relacin con las ventas. Todo en un perodo que manifiesta importantes saltos en los niveles de subutilizacin de la fuerza de trabajo. Es que la capacidad que tienen los grandes conglomerados transnacionales para adaptarse a las fases contractivas de la economa, se explica por factores tales como su posibilidad de financiamiento en el exterior, la integracin vertical u horizontal y los subsidios otorgados por polticas decididamente preferenciales por parte del gobierno, entre otros. En ese sentido, se destacan las empresas vinculadas al proceso de privatizacin y concentracin de la economa local, que dan contenido particular a la transformacin de la estructura empresaria en los ltimos aos. 139

El Terrorismo de Estado en la Argentina

La concentracin empresaria y su vnculo con la salida de capitales no fue menor en el transcurso del Plan de Convertibilidad, aos en los cuales se profundiza la polarizacin social iniciada en los 70. Si el shock implantado en la economa a principios de los noventa fue un arma utilizada por el oficialismo para demostrar que la confianza depositada en los tenedores de activos internacionales era una seal extremadamente positiva, la reversin de esta situacin despus del ao 1993 debera considerarse de manera inversa. En efecto, entre los aos 1991 y 1992, el stock de activos externos de residentes disminuy de 60,4 miles de millones de dlares a 53,6 miles de millones de dlares. Estamos refiriendo a un proceso de repatriacin de capitales en convergencia con las oportunidades de privatizaciones, proceso que verifica un signo contrario luego del efecto recesivo de la crisis mexicana de 1994/95. La estabilizacin de los niveles de endeudamiento externo tambin acompa este proceso. El cambio de funciones del Estado, que bajo el ideario neoliberal se presenta como achicamiento para concluir en su aparente desaparicin mediante la poltica de privatizaciones y cesantas, no fue tal. Se produce, contrariamente, una refuncionalizacin del Estado, que es ahora el principal asignador de recursos destinados hacia las nuevas modalidades de acumulacin de capitales. El nuevo papel del Estado, que desarrollaremos en profundidad en la siguiente seccin, es uno de los hechos ms significativos en materia de transformaciones ocurridas en el transcurso de los noventa. Es posible adelantar que la desaparicin del Estado no fue ms que aparente en el sentido de que jug un rol fundamental a la hora de defender los intereses de los grupos dominantes y de garantizar la lgica regresiva de un modelo impuesto por una lite dominante, que encuentra en el desempleo, en la fragmentacin social y en los crecientes grados de polarizacin, las herramientas de disciplinamiento social ms efectivas para alcanzar sus objetivos de acumulacin de la riqueza nacional. De esta manera, queda expuesto que las medidas adoptadas bajo la gestin menemista respondieron a una reestructuracin econmica tendiente a profundizar el modelo delineado, esencialmente, a partir del golpe de 1976 y cuyo eje central remite a la concentracin del capital. El paradigma neoliberal aduca que el crecimiento del producto era condicin suficiente para el derramamiento del bienestar hacia el resto de la poblacin, lo cual no tuvo su correlato en los reales niveles de vida de la poblacin, impactando de manera regresiva, tal como sucedi en pocas anteriores, en la distribucin del ingreso. De all, que en las postrimeras del 2001, la crisis social y econmica deriva en el cuestionamiento de los postulados del paradigma neoliberal. 140

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

2. Las reformas del Estado65 No es novedoso or hablar de reforma del Estado. En los mbitos polticos, acadmicos, de comunicacin, el concepto aparece como cosa dada, comprendido y compartido por la gran mayora de la poblacin. De hecho, actualmente es posible percibir una suerte de sentido comn reinante en la sociedad, que considera a esta reforma una estrategia central para alcanzar mejores niveles de gobernabilidad, decisin y ejecucin que redunden en beneficios generales a toda la poblacin. Sin embargo, las diversas acepciones y valoraciones que cada uno de nosotros le imprimimos a conceptos como Estado, democracia, reforma, crisis, van a constituirse como determinantes de la evaluacin ltima que realicemos de los resultados del proceso de reforma. Sumado a eso, resulta extrao que slo muy pocos profundicen en un anlisis riguroso acerca de la situacin crtica del aparato estatal y, a su vez, indaguen respecto del sentido y la urgencia de las reformas. Por todo ello, este acpite, en primer trmino, define conceptualmente al Estado y democracia y a la vez explica la acepcin que aqu le otorgamos a la denominada crisis del Estado. Seguidamente, realiza un anlisis del proceso de reforma del Estado en su conjunto, abarcando los aos de Terrorismo de Estado, el gobierno de Alfonsn y la dcada menemista. Esta estrategia de abordaje de la problemtica del Estado responde a uno de los objetivos de esta investigacin que consiste en develar las situaciones de sujecin impuestas al mundo del trabajo por medio de una extensa gama de expresiones de violencia por parte de los representantes del capital, ahora detentando funciones gubernamentales. Como se viene sosteniendo, la ejecucin del Terrorismo de Estado, como instrumento para consolidar un proyecto de dominacin hegemnica, trasciende el interregno militar y puede ser rastreado a lo largo de los consecutivos gobiernos constitucionales que, por cierto, distan mucho de ser ejecutores de los principio democrticos de igualdad y libertad. Con especial inters se aborda el tema de las privatizaciones, debido a que constituye un ejemplo paradigmtico de los diferentes intereses que intervienen y dan sentido a los cambios que se van produciendo en la estructura pblica. Indefectiblemente, esas modificaciones tienen un correlato social que tambin pretendemos reflejar. Por ltimo, se retoma el eje de la crisis del Estado, abordando sintticamente la cuestin de sus debilitadas capacidades de maniobra. A modo de anticipo, y como eje a tener presente a lo largo de la lectura de los siguientes prrafos, se advierte que las sucesivas transformaciones del Estado que tienen lugar en nuestro pas desde 1930 se caracterizan por la 141

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ausencia de una planificacin a largo plazo, y por el carcter utilitarista con que las mismas fueron implantadas en las diferentes administraciones gubernamentales. La crisis del Estado El Estado como garante de las relaciones sociales de produccin capitalista, ejerce su poder por medio del uso exclusivo del monopolio de la violencia (Weber, 1999), y lo legitima ante la sociedad por medio de lo que Althusser (1988) denomin aparatos ideolgicos, los cuales funcionan bajo la ideologa dominante, que es la propia de la clase dominante, generando el consenso necesario para la reproduccin de la sociedad capitalista66. Sin embargo, la direccin que le imprime al Estado la clase que detenta el poder, no es necesariamente unvoca y homognea, dado que
en el plano estatal se cristalizan las anteriores y presentes relaciones de fuerza entre los actores sociales existentes en una sociedad (por ello) cuando se proponen cambios de sus estructuras legales y administrativas se est planteando una lucha de poder para modificar sus orientaciones inmediatas y futuras67.

Teniendo presente el rol del Estado, analicemos ahora su actual situacin crtica. Cuando hablamos de un Estado en crisis, nos referimos a la prdida de las capacidades polticas, burocrticas, administrativas y de legitimacin que el Estado ejerce con una autonoma relativa. De esta manera, como lo afirma Sidicaro:

en las funciones legislativas se puede observar la crisis cuando se deteriora el respeto a la divisin de poderes o cuando los cuerpos legislativos revelan escasa racionalidad e idoneidad. La funcin de la justicia evidencia su crisis cuando pierde autoridad para preservar la defensa de los derechos adquiridos. La crisis de las funciones estatales de polica se reconocen en la declinacin de los niveles normales de proteccin de la seguridad de las personas, de la propiedad y del orden pblico. Las funciones de los estados encargados de la salud, la higiene pblica, la educacin, la poltica social (...) registran crisis al no alcanzar las metas estimadas, legal y socialmente, como normales. La incapacidad burocrtica de control aduanero y migratorio, umbral material mnimo de delimitacin de la soberana nacional, es otra palmaria expresin de crisis estatal. La desorganizacin de las capacidades militares para la defensa del territorio, por falta de formacin de burocracias especializadas o por existencia de proceso de politizacin que conducen a la declinacin de la autoridad y del debido cumplimiento de rdenes, es otra evidencia de crisis del Estado. Finalmente la crisis estatal en materia de recaudacin fiscal la indican los porcentajes de evasin tributaria y la ausencia de sanciones al respecto68.

Correlativamente al deterioro de sus funciones, el Estado desgasta su legitimidad, quedando en evidencia descarnada su rol de garante y facilitador de la acumulacin capitalista, en detrimento de las capas socialmente ms desfavorecidas. Es as que: 142

Jos Alfredo Martnez de Hoz Archivo Movimiento Ecumnico por los Derechos Humanos (MEDH).

El Terrorismo de Estado en la Argentina si la produccin simblica no se asienta en hechos, si la desigualdad crece y el abismo social se acrecienta, la accin estatal en este plano est condenada a mostrar, (...) su nulo arraigo en la conciencia ordinaria de los habitantes y su deletreo efecto sobre la propia legitimidad69.

En este punto es necesario traer a colacin la nocin de democracia. Concepto habitualmente resignificado, de acuerdo al contexto sociohistrico en el cual pretenda ser aplicado. Este rasgo responde a que la democracia es un rgimen poltico de clase, y por tanto, como afirma Waldo Ansaldi (2008), una forma de dominacin poltico-social de clase, cuyo contenido y mecanismos de esa dominacin difieren segn la clase e, incluso, la fraccin de clase que detenta el poder en cada momento histrico. Esta caracterstica le imprime un carcter polismico que hace preciso adjetivar a la democracia como: liberal, limitada, social, burguesa, restringida, obrera, revolucionaria, capitalista, etc., para comprender puntualmente a qu tipo de rgimen nos estamos refiriendo. Superando las especificidades, aspiramos aqu a devolver el protagonismo del sistema democrtico a su actor social etimolgicamente originario: el pueblo. Es el pueblo quien detenta y ejerce el poder en su beneficio.
en la actualidad nos hemos acostumbrado a definir la democracia menos en trminos de un gobierno por el demos o poder popular, que en trminos de las libertades civiles, libertad de palabra, de prensa y de reunin, tolerancia, la proteccin de una esfera privada, la defensa del individuo o la sociedad civil contra el Estado etc. () Todas estas son virtudes admirables () pero especficamente tienen poco que ver con la democracia. Notablemente ausente de este catlogo de caractersticas democrticas est precisamente la virtud que da a la democracia su significado especfico y literal: el gobierno por el demos70.

Adentrndonos en el terreno histrico contextual, se puede expresar que el andamiaje burocrtico que acompaa el surgimiento del Estado interventor en nuestro pas data de 1930, ao en que, a modo de respuesta a la crisis financiera que azotaba al globo, se crean las primeras instituciones pblicas de corte intervencionista. Desde ese momento

se abri una etapa, que abarc hasta mediados de la dcada del cincuenta, en la cual la tendencia a la ampliacin de las capacidades burocrticas del Estado prevaleci sobre las manifestaciones iniciales de sus crisis. El fraude electoral de la poca conservadora y el liderazgo carismtico de Pern con sus movilizaciones plebiscitarias, fueron los principales factores que menoscabaron la racionalidad estatal y que deterioraron la autoridad y la legitimidad de las instituciones en formacin71.

Es as, que la crisis de este Estado existe, precisamente, desde sus orgenes; y persiste a pesar de la oscilacin que durante dcadas protagonizaron 144

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

gobiernos democrticos y autoritarios, convencidos todos de ser portadores de la solucin para la dramtica situacin de la estructura pblica y de la consecuente anomia social que provocaba. Breve racconto histrico Una vez definida la concepcin de crisis del Estado como crisis de sus capacidades esenciales, es preciso avanzar en una descripcin general del proceso de reforma del Estado que tuvo lugar en nuestro pas. As, los diversos gobiernos que se suceden desde 1975 a la actualidad, parten del diagnstico, inobjetable, por cierto, de una grave anomia en el seno del aparato estatal. Para ello, promueven una serie de modificaciones a su estructura, las cuales varan de acuerdo a su nivel de profundidad. Sin embargo, la totalidad de aquellas medidas reformistas persiguen, al menos explcitamente, la salida de la crisis. Realizamos en ese espacio una sntesis de lo acaecido entre 1940 y la actualidad, a modo de contextualizacin histrica, para luego ahondar en un estudio de casos paradigmticos como son las reformas impulsadas por el gobierno de facto y lo sucedido durante la administracin menemista. Entre 1946 y 1970 toma forma un proceso econmico y social que, en trminos globales, se caracterizaba por una economa cerrada centrada en la industrializacin sustitutiva, a partir de una frrea regulacin estatal de los mercados financieros y de bienes y servicios. Este proceso que, con matices, retomaba cada gobierno de turno del perodo sealado ya fuera populista o desarrollista, es denominado matriz estado-cntrica y comienza a expresar sntomas de crisis desde sus albores.

El hecho observable ms evidente de la crisis estatal en este perodo, fue la accin de la burocracia militar destruyendo a todos los gobiernos civiles de entre los aos cincuenta y setenta, cuyo origen poco legtimo se hallaba en los vetos y proscripciones impuestos por las mismas fuerzas armadas. Sobre ese fondo de inestabilidad institucional, se crearon de manera contradictoria e inorgnica muchas estructuras burocrticas con funciones mal definidas, o superpuestas, que respondan a presiones de grupos polticos o empresarios, cuyo dominio circunstancial de la situacin poltica incrementaba la crisis de las instituciones72.

Con el correr de los aos, la crisis del aparato estatal no slo persiste sino que se profundiza. Ese diagnstico viabiliza el profundo y acelerado proceso de transformacin del Estado llevado adelante por el proyecto neoliberal, cuyo ejecutor principal fue Carlos Menem. Este cambio aceler y complet una amplia reformulacin de las relaciones Estado-sociedad civil que, como se ha dicho, se vena produciendo desde mediados de 1970 con los militares en el poder. Las reformas del aparto estatal, basadas en el certero diagnstico de su anomia, constituyeron, por tanto, una herramienta ms de la que se vali el bloque dominante para el sometimiento de las mayor145

El Terrorismo de Estado en la Argentina

as trabajadoras. Existe, de esta manera, una lnea de continuidad que cala horizontalmente las diferentes administraciones gubernamentales sucedidas entre los aos 1975 y 2001, y que se caracteriza por un persistente sojuzgamiento del capital por sobre el mundo del trabajo. El pionero proyecto neoconservador de la Junta Militar determin conciente y explcitamente el fin de esa estructura burocrtica anmica. La administracin de facto ide y ejecut metdicamente un proceso claro de refundacin global de la sociedad, bajo el cual se operan cambios que abarcan los diferentes niveles, desde el material hasta el ideolgico. Es decir, que trasciende lo estrictamente estatal para avanzar en el mbito social, cultural, econmico e ideolgico. Con la excusa perfecta de racionalizacin de la estructura burocrtica, se promueve un proceso de concentracin y centralizacin del capital, enmarcado en el abandono de la estrategia de sustitucin de importaciones, y la bsqueda de una nueva integracin en el mercado mundial. Esa modificacin del capitalismo a nivel global se complementa con una transformacin de las relaciones entre capital y trabajo, que abarca la organizacin interna de las plantas productivas. Paralelamente, se desarrolla un cambio global en los roles asumidos por el Estado y su forma de vincularse con la sociedad. Todo se complementa con un impulso ideolgico, genricamente neoliberal, pero muy especficamente antiestatista, que apunta a reorientar la concepcin misma que sobre la estructura y funciones del Estado imperaba hasta ese momento. Sin embargo, no es sino a partir el ao 1989, con la asuncin de Carlos Menem a la presidencia, cuando se impulsan con firme decisin las medidas que desmontaron la matriz estado-cntrica. En ese perodo gubernamental fueron privatizadas el grueso de las empresas pblicas y suprimidas, o traspasadas a los Estados provinciales, buena parte de las funciones a cargo del Estado nacional.

Solamente desde una perspectiva ingenua o interesada, podra sostenerse que esta gigantesca transformacin deriv de la confeccin de una agenda estratgica, que estableciera las necesidades de transformacin, a partir de visualizar los grandes problemas de la sociedad argentina. Por el contrario, los cambios (privatizaciones, desregulaciones, descentralizacin, apertura econmica, supresin de organismos, reduccin de personal), obedecieron a la combinacin de un criterio estrechamente fiscalista de reduccin de gastos y aumento de ingresos en el sector pblico, con otro de generacin de oportunidades de negocios para empresas y capitales locales e internacionales73.

En base a ello, aqu se sostiene que la redefinicin del Estado en el marco del proyecto neoliberal apunta no tanto a la reduccin del gasto pblico ni de su tamaa burocracia, sino, principalmente, de su reorientacin distributiva. Esta nocin, que constituye el ncleo duro de todas las polticas 146

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

antiestatistas, se encuentra presente en programa econmico del gobierno de facto, es as que Martnez de Hoz expresa que:
el principio de la subsidiariedad de la funcin del Estado no responde slo a una formulacin terica, sino que proporciona el criterio para distribuir recursos limitados del Estado entre funciones prioritarias74.

En esa lnea debe ser analizada la delegacin o restriccin presupuestaria de funciones pblicas esenciales tales como la prestacin de servicios de educacin, salud y seguridad social. Por medio de diversas vas, tiene lugar una reorientacin del ingreso desde los sectores populares hacia los mbitos concentrados de la economa. Aldo Ferrer afirma que:
el objetivo real de este programa es la concentracin del poder econmico mediante el retorno a las estructuras productivas y a la distribucin del ingreso de la Argentina pre-industrial75.

Gambina y Campione (2002), desde una visin ampliada, sostienen que tiene lugar una suerte de trueque. Por un lado, se concreta el abandono por el Estado de buena parte de las funciones de provisin de infraestructura, subsidios a la produccin privada, generacin de un mercado cautivo en el sector pblico y proteccin frente a la competencia externa, favorecedoras de la acumulacin de los empresarios locales. A cambio de esta retirada que afectaba de diversas maneras a sectores empresarios concretos, el Estado genera, va privatizaciones, desregulacin de diversos mercados y flexibilizacin de las normas que regan la relacin capital-trabajo, posibilidades de ganancias que compensaban con creces las resignadas por el achicamiento estatal. Esto permiti que la clase dominante, como conjunto, saliera favorecida del proceso de reformas, con una mayor ganancia relativa para los capitales ms grandes y diversificados, lo que vena operndose por otras vas al menos desde los 70; y la correlativa prdida de sectores de menor envergadura, menos diversificados y orientados prioritariamente al mercado interno. Una peculiar coyuntura socioeconmica, poltica e ideolgica se conjug, as, con el agotamiento de la modalidad populista-desarrollista de accin estatal, que haba predominado en los lapsos de gobierno constitucional del pas desde 1946, para dar como resultado el violento ajuste estructural implementado a partir de 1970, complementado y ordenado por un plan de estabilizacin a partir de 1991. La subsidiariedad del Estado en los setenta Desde una perspectiva interesante, Sidicaro (2003) caracteriza a la Dictadura militar como un no-Estado, concepto que el autor extrapola de un anlisis del nacional socialismo alemn. Seguidamente, el socilogo aduce que:
la supresin de las reglas y procedimientos propios del imperio del derecho, el uso del terror como medio de control de la poblacin y el empleo autnomo y clandestino de los medios de violencia oficiales, constituyeron

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El Terrorismo de Estado en la Argentina manifestaciones notorias de disolucin estatal. (De este modo) la supresin del derecho en mltiples dominios; la sumisin del poder judicial; el esquema de distribucin por tercios entre el ejrcito, la marina y la aeronutica de los mbitos de gobierno y de obtencin de prebendas; la sancin de leyes y decretos de carcter secreto; y la modalidad ilegal de accin de los aparatos represivo fueron, entre otros, los observables empricos que permiten afirmar que en esos aos desaparecieron las principales dimensiones que caracterizan a los Estados modernos76.

Sin perder esa interesante concepcin del proceso militar, se puede afirmar que el nuevo proyecto autoritario dominante procur la refundacin estructural de la sociedad argentina, debido a que no slo era preciso modernizar la estructura burocrtica pblica sino, tambin, impartir criterios racionales a las relaciones socioeconmicas que se tejen entre la sociedad civil, el mbito privado y la esfera pblica. En esa direccin el cambio se asienta en la implantacin de dos principios bsicos sobre los cuales se estructura el programa dictatorial: la subsidiariedad del Estado y la apertura de la economa. Con ellos se da impulso a una amplia accin antiestatista expresada en la reduccin de mecanismos reguladores, la liberacin del sistema de precios y el descenso de barreras aduaneras. En materia de privatizaciones, sin embargo, todava se trabaja en terrenos perifricos, o en la desestatizacin de sectores absorbidos por razones meramente coyunturales. Sin embargo, hay una actividad consciente, ideolgica y material, de debilitamiento de la estructura estatal, de endeudamiento improductivo de las organizaciones pblicas, de disminucin de inversin. La aplicacin del principio de subsidiariedad del Estado en la versin realizada por la conduccin econmica de la dictadura militar, se funda, segn Salvador Treber, en los siguientes aspectos esenciales:

a) supuesta mayor eficiencia intrnseca y natural del sector privado; b) la necesidad de evitar o reducir la mnimo su interferencia en el libre funcionamiento del mercado y c) incompatibilidad fctica entre el crecimiento del sector pblico y la paralela expansin del sector privado77.

En fin, lo que se encontraba detrs de estos supuestos ideolgicos era una frrea oposicin a las supuestas distorsiones que traa consigo el avance del estatismo y su consecuente centralizacin dentro del Estado. Partiendo de esos supuestos, el achicamiento del sector pblico era un objetivo claro que se materializara reduciendo y racionalizando el gasto pblico; reordenando y reprogramando, o sea reduciendo inversiones pblicas; descentralizando funciones hacia las provincias y municipios; transfiriendo empresas estatales o sus funciones al sector privado, entre otras.

El 2 de abril de 1976 propusimos llevar a cabo reformas significativas con relacin a la reduccin y racionalizacin del gasto pblico; transferencias de las empresas estatales o de sus funciones al sector privado; el reordena-

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias miento y reprogramacin de la inversin pblica; la transferencia de funciones, servicios y obras pblicas del Estado Nacional a las provincias y municipalidades; la reforma del sistema impositivo y la mejora de la administracin tributaria, la reduccin del dficit del presupuesto y su financiamiento no inflacionario78.

Durante toda esta etapa, el gran capital trabaja con intensidad en el sentido de concentrar capital y centralizar el control de actividades diversificadas al amparo de mecanismos de proteccin, financiacin y subsidios estatales. Es una acumulacin de fuerte insercin financiera, pero con anclajes productivos, en la que el Estado se convierte en un socio perdedor indispensable para todo el proceso. Desde el Estado se dirige en favor del gran capital su enorme capacidad de demanda, y se dan grandes facilidades para la especulacin financiera (Ley de Entidades Financieras de 1977) y la produccin industrial subsidiada, as como se permite la salida de capitales al exterior como una forma prctica de internacionalizacin de las operaciones. Hacia el fin de la dictadura militar, las facilidades otorgadas se completan con la virtual estatizacin de la deuda externa privada que, en un 90%, queda a cargo del Estado, va seguro de cambio, avales y otros procedimientos similares. El Estado, a la vez, cumple la funcin de despejar el camino para que los capitalistas retomen el pleno control sobre organizacin y manejo de los medios de produccin, cuestionado en cierta medida hasta los primeros 70 por va del aparato sindical de ideologa y prcticas conservadoras, pero poderoso, que, a su vez, soport un creciente cuestionamiento de agrupaciones obreras situadas a su izquierda. Se arremete contra los mecanismos de participacin obrera directa en las fabricas (comisiones internas, cuerpos de delegados), que fueron durante dcadas una fortaleza peculiar del movimiento obrero argentino. En el plano laboral, el achicamiento del Estado se plasma en una verdadera batalla contra las normas protectoras de los derechos laborales, tendiente a reducir los costos de la mano de obra, por una parte, y a ampliar las facultades de direccin de los empleadores, por la otra. En lo que respecta al poder sindical, la Dictadura lo considera como una de las causales de los fenmenos de subversin y corrupcin con los que haba que terminar, y por lo tanto es un enemigo a destruir. Se propende por todos los medios a la fragmentacin de las organizaciones sindicales, a propiciar la prdida de su capacidad negociadora efectiva y a dar por tierra con la estructura legal en la cual se sustentan.

Dicha estructura, alguna de vieja data y la mayor parte elaborada durante los aos 1973 a 1976, estaba caracterizada por el otorgamiento a las sociedades gremiales de trabajadores de un excesivo poder poltico y econmico, que haba trastocado el orden social y poltico de la Nacin. Como evidencia de esta situacin podemos citar la ruptura de un apropiado equilibrio de las

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El Terrorismo de Estado en la Argentina partes en la relacin laboral mediante normas generadoras de excesos y distorsiones, (), las excesivas cargas sociales, (), el rgimen de prestaciones mdico-asistenciales a la poblacin administrado por las asociaciones gremiales de trabajadores, receptoras de los cuantiosos recursos pblicos afectados al sistema cuyo manejo dio lugar a abusos y corruptelas; el rgimen para la determinacin de los niveles remunerativos a travs de las convenciones colectivas generalmente por rama industrial, que estaba desligado por completo de las reales posibilidades de la economa, etc.79

De esta manera, la organizacin de los trabajadores en el interior de las unidades productivas fue destruida con ayuda del Estado, en gran parte expresada en el uso directo y criminal de la violencia. La resultante es que los dueos del capital retoman el control pleno en las unidades productivas, amenazado virtualmente desde el primer peronismo. La crisis financiera de 1980, el debilitamiento de sectores industriales orientados al consumo del mercado interno y el estallido del problema de la deuda externa pusieron en tela de juicio el supuesto xito de estas polticas, pero no revirtieron en nada las modificaciones socioeconmicas y aun ideolgicas que haba producido el primer perodo del Proceso de Reorganizacin Nacional. En medio del endeudamiento externo, el persistente dficit fiscal, el debilitamiento del mercado interno y de los sectores empresarios a l dirigidos, el aparato estatal constituido a partir de 1940 queda, en los comienzos de la dcada de 1980, anmico de recursos y hurfano de una racionalidad clara a implementar80. La desorganizacin estatal multiplic las actividades especulativas. El endeudamiento externo, las presiones de los organismos internacionales de crdito como el FMI y el BM, todo ello tuvo por efecto acrecentar el debilitamiento estatal frente los actores socioeconmicos predominantes.

El fracaso del proyecto neoconservador se debe, entre otras causas, a la ausencia de condiciones estatales necesarias para ponerlo en prctica (era por tanto) una revolucin desde arriba que no contaba con un Estado con capacidades burocrticas y cuya conduccin la detentaba un poder tripartito integrado por los jefes de las tres armas preocupados por defender prerrogativas corporativas y personales, no poda alcanzar las ambiciosas metas anunciadas81.

A su vez, los propios intereses de la corporacin militar se constituyeron como otro obstculo importante para concretar el anunciado programa de achicamiento estatal82. As, las facciones militares en pugna convirtieron a muchas reparticiones estatales en bases de operaciones polticas para librar sus conflictos83. La crisis planteada entre las necesidades de acumulacin y las de legitimacin, para el Estado capitalista, se van resolviendo en la Argentina claramente a 150

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

favor de la acumulacin. Ni el impulso del desarrollo econmico, ni la bsqueda de la justicia social son ya creencias legitimadoras para ciertas acciones estatales. El empeo en generar bases materiales que dieran sustento al consenso de las clases subalternas, virtualmente desaparece desde entonces. El resultado de la implantacin del programa poltico-militar, fue la profundizacin de la crisis del Estado, dado que sus reformas en nada contribuyeron para paliar su expansin econmica y su tamaa burocracia.

La represin supuso la complicidad de los funcionarios de numerosos organismos estatales, ya fuese para no dar curso a las demandas judiciales, para tergiversar las informaciones en los medios de comunicacin, para blanquear las propiedades robadas, para desarrollar persecuciones ideolgicas en los mbitos educativos y culturales, etc. Los procedimientos autoritarios y criterios discrecionales que el proceso introdujo en la administracin pblica junto con los nuevos amigos de los amigos aumentaron su ineficiencia. Las empresas estatales, repartidas entre las tres armas, se deterioraron en su manejo al quedar, de hecho, fuera de los sistemas centralizados de control de gestin y de supervisin de cuentas y actividades84.

La resultante fue la evidente prdida de capacidades de gestin burocrtica, a lo cual se sumaron la gravsima mediacin de mecanismos arbitrarios en todas las relaciones sociales. El terror imperante deterior an ms los distintos niveles de la administracin pblica. Las pioneras: privatizaciones vergonzantes Un estudio realizado por el economista Jorge Schvarzer (1998), divide el proceso de privatizaciones en dos etapas: la denominada vergonzante del perodo 1976-81 y la encarada de modo enrgico a partir de 1989. La primera, es caracterizada como un ensayo preliminar sometido a la firme oposicin de diversos sectores externos e internos al propio aparato del Estado. De hecho, el mismo autor cita en otro trabajo a Roberto Alemann, -cuasi vocero de la gestin autoritaria-, en declaraciones a La Prensa (19/03/1981) donde reconoce que
las nuevas decisiones privatizantes fueron resultado de un proceso de aprendizaje para todos, incluyendo a las Fuerzas Armadas (dado que hubo) un proceso de interaccin entre los hechos y el avance de la mentalidad y por ejemplo, la privatizacin de la Flota Fluvial no se podra haber hecho en 1976 ya que una decisin de ese tipo requiri una cierta maduracin de quienes la tomaron85.

Por otro lado, en la segunda etapa se efectiviza la entrega de, prcticamente, todas las empresas pblicas al sector privado. En base a este esquema explicativo, analizamos a continuacin las privatizaciones pioneras operadas por el Terrorismo de Estado.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

La efectiva ejecucin del principio central del programa econmico militar: la subsidiariedad del Estado, presupona abiertamente la privatizacin de empresas y funciones, hasta ahora pertenecientes al jido pblico y la descentralizacin estatal, con el objetivo subrepticio de reorientar regresivamente la renta nacional en beneficio del nuevo bloque de poder. Este velado fin se deja entrever cuando se analiza en profundidad lo ocurrido en el quinquenio 1976-81, donde prima una notoria incoherencia entre la retrica oficial centrada en la venta de activos pblicos para reducir tamaa estructura pblica y aquellos acontecimientos que, finalmente, operaron en la coyuntura nacional. Por lo tanto, en el anlisis siguiente, se vern reflejados no slo los aspectos principales del proceso de privatizacin sino, tambin, las incongruencias inherentes al mismo. Desde los mentores del Programa 2 de abril, se promulgaba la existencia de innumerables funciones estatales susceptibles de ser delegadas o de ejecucin compartida con el sector privado, como lo eran la educacin, la atencin mdica, algunos servicios pblicos y las obras de infraestructura; mientras que, las funciones productivas
corresponden al sector privado y deben ser ajenas al Estado salvo en casos muy excepcionales86.

En trminos operativos, esto se tradujo en la ley N 21.066 del ao 1977, conocida como Ley Padilla, que da un primer impulso al proceso privatista. Este primer instrumento legal preestablece los criterios generales y los plazos a los que se debe atener el proceso privatizador. Tiempo despus, son aprobadas numerosas disposiciones adicionales con diferente grado de generalizacin que apuntaban a viabilizar la venta de los activos pblicos.

En algunos casos, se dictan leyes especiales para privatizar algunas empresas, por ejemplo los casos de Siam, CAP, Flota fluvial. (...) Otras veces, se observa que la ley establece en forma global el rgimen de propiedad para un rea determinada y, simultneamente, el proceso de privatizacin de las empresas que operan en ella (es el caso de la Ley de Radiodifusin)87.

De esta manera, la insercin de las empresas privadas en las reas estatales se encuentra polticamente direccionada en forma paulatina para beneficiar al bloque de poder en gestacin, conformado por grandes grupos econmicos (GGEE) y las empresas diversificadas o integradas (ETDI). Para ello, la conduccin econmica de facto acudi a diversas metodologas que versaban desde la privatizacin parcial de actividades estratgicas (privatizaciones perifricas), la subcontratacin88, e incluso, el otorgamiento de subsidios o exenciones impositivas. El caso de las polticas de promocin industrial resulta paradjico, ya que, en la ley sancionada a tal fin, primaba un criterio eficientista, mediante el cual slo iban a ser subsidiados aquellos 152

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

proyectos que cumplieran con exigentes requisitos de rentabilidad y eficiencia. Sin embargo, en los hechos concretos y, poco despus de aprobada la norma, se fueron adoptando criterios paralelos y disposiciones legales tendientes a facilitar los negocios con conglomerados privados predeterminados. As, en palabras de Alfredo Pucciarelli (2004), se constituy
un nuevo entramado de relaciones corporativas entre funcionarios del gobierno nacional, caudillos polticos de las provincias pobres y empresas privilegiadas que dio lugar a un sistema distorsionado de radicacin industrial precario y ficticio. Un sistema compuesto en su gran mayora por las denominadas fbricas con rueditas, conjunto de emprendimientos simulados, desplazados artificialmente, por empresas preexistentes, hacia zonas para poder incluir dentro de regmenes de promocin la produccin realizada en otras plantas instaladas en las regiones industriales tradicionales89.

Especial atencin merece el caso de las privatizaciones perifricas, dado que la concesin a manos privadas de algunas actividades de las empresas pblicas constituye, en trminos agregados, el fenmeno de mayor trascendencia que se opera durante la economa a lo largo del quinquenio 1976-81. Los resultados de aquellas operaciones superan, sin duda, con amplitud, por la importancia de sus efectos sobre el sector empresario, a todas las operaciones de privatizacin encaradas en el perodo90. Cabe aclarar que cuando se habla de actividades privatizadas, se hace referencia a cuestiones estratgicas como las reas de facturacin, mantenimiento, requerimientos tecnolgicos, inversiones futuras, etc. El caso ms relevante de privatizaciones perifricas por sus dimensiones econmicas y por la cantidad de empresas involucradas en la transferencia de actividades es el de Yacimientos Petrolferos Fiscales (YPF). All se concesionan yacimientos en explotacin, actividades de transporte y futuras inversiones. Otros ejemplos de menor envergadura son el gas, los ferrocarriles, el telfono, los caminos, el alumbrado, los cuales tambin fueron materia de subcontratacin y concesin privada. La tercerizacin de reas estratgicas, surge como alternativa de privatizacin para los casos de las grandes empresas pblicas en las que, en trminos infraestructurales y econmicos, no es tan simple su venta. Sin embargo no resulta extrao que las privatizaciones perifricas no contribuyan al objeto central de reduccin de la estructura productiva pblica, sino que, por el contrario, estas contrataciones conllevan a que la empresa madre tienda -objetivamente- a asumir un papel de control y supervisin que compensa en buena medida la disminucin de su actividad directa. Por eso hemos sealado que la decisin de efectuar la privatizacin perifrica simplemente confirma y consolida la centralizacin estatal91. A ello, hay 153

El Terrorismo de Estado en la Argentina

que aadir que, en la mayora de los casos, la privatizacin de actividades perifricas no redund en la expansin real de la economa nacional, sino que signific un mero traspaso de manos. Como seala Jorge Schvarzer (1998), una faceta interesante de todo este primer corrimiento hacia el sector privado es que, los grandes conglomerados econmicos, beneficiados directamente por todo el proceso, comprobaron que podan hacer negocios e, incluso, incrementar su margen de rentabilidad, en mbitos protegidos por la competencia y amparados por las decisiones estatales. Gracias a ello, no se vean forzados a incursionar en nuevas y riesgosas reas de explotacin en busca de mayor crecimiento. Su expansin se cargaba sobre el presupuesto de las empresas pblicas (que poco a poco fueron entrando en situaciones deficitarias), u ocupando espacios que stas dejaban, ms all de cmo le fuera a la economa nacional. Por otro lado, y adentrndonos en una caracterizacin global del camino privatista encarado por la gestin autoritaria, tomamos como referencia otra investigacin realizada por Jorge Schvarzer (1986), quien seala como primer aspecto la extensin de los plazos previstos originariamente. Los perodos de implementacin de la gestin privada fueron dilatndose, en la mayora de los casos, por la gran cantidad de trmites burocrticos que impona la normativa para su traspaso. Es as, que a pesar de la premura que la gestin del Ministerio de Economa de la Dictadura revelaba para acelerar las privatizaciones, hubo compaas que, para el ao 1981, continuaban realizando gestiones administrativas sin lograr la efectiva concrecin del cambio de manos. Los casos de mayores dilaciones son los de las empresas Siam y Hurlingham. Asimismo, este proceso se caracteriz por la subvaluacin de las compaas vendidas, lo cual respondi al afn estatal de poner empresas o funciones pblicas en manos privadas sin importar el costo. En otro sentido, el estudio mencionado resalta la notoria dificultad que existi para vender las grandes empresas del Estado dado que, comparativamente, las pequeas empresas provinciales resultaron mucho ms rpidas de privatizar. Esto da cuenta, entre otras cosas, de las restricciones econmicas, tecnolgicas y operativas que tena el sector privado para asumir el control de una organizacin de semejante envergadura. Sumado a ello, se menciona que no pocas de las empresas que fueron vendidas al sector privado, devinieron en convocatoria de acreedores, cesacin de pagos, o simplemente fueron a la quiebra en un corto plazo. Lo cual induce a sealar que:
esta evolucin condiciona en cierta forma la incapacidad operativa de los funcionarios pblicos (dado que) los gerentes privados no siempre encontraron la va para salir airosos con empresas cuyos males se adjudicaban, en forma simplista, al mero hecho del control estatal92.

154

2001 Archivo IEM.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Paralelamente, tiene lugar el desmantelamiento y la venta de partes -terrenos, edificios, maquinarias- de empresas. Estos casos no pueden ser considerados estrictamente como privatizaciones dado que, si bien implica una contraccin del aparato productivo estatal, no se produce una transferencia de activos93. As las cosas, el Estado se mostraba como principal promotor de la venta de activos del sector pblico en pos de su achicamiento y, simultneamente, estatizaba empresas privadas expandiendo el aparato productivo estatal, contrariando de esta manera el principio basal promulgado hasta el cansancio por el Ministro de Hacienda y que refiere a que las funciones productivas corresponden nicamente al sector privado, por tanto, deben ser ajenas al Estado. A modo de ejemplo, podemos mencionar el caso ms trascendente en trminos de dimensin econmica, que fue el de la Compaa talo de Electricidad. Los activos adquiridos con su compra representan un monto muy superior a todos los privatizados. Es decir que, macroeconmicamente, todo el proceso de privatizaciones no compens siquiera la estatizacin de esta sola empresa desde el punto de vista de las dimensiones del sector productivo estatal94. Otros casos que se pueden mencionar son la adquisicin de activos bancarios como el Banco Los Andes, Sidesa, Oddone; de empresas productivas importantes, tales como Grecco, National Lead, Parques Interama, Productos Solmar, etc. Finalmente, la esquizofrenia estatal lleg al punto tal de crear nuevas empresas pblicas, como lo fueron Nuclear Mendoza y ENACE, contrariando expresamente su discurso privatista. Cambiando de enfoque, la gestin oficial realiza un racconto en relacin a la poltica de privatizaciones. As, concluye que en el perodo 1976-80 se transfirieron al sector privado alrededor de 120 empresas productivas o comerciales; a la vez que se realizaron privatizaciones perifricas en las reas petroleras, gasferas, ferroviarias, portuarias, entre otras. Es muy interesante notar que, lo que desde la gestin oficial aparece exitoso, debe ser relativizado, dado que de las 120 entidades privatizadas, la mayora perteneca a los Estados provinciales. A su vez, del minucioso anlisis de todo el proceso realizado por Jorge Schvarzer (1986), se rescata que de esas 120 sociedades privatizadas

figuran algunas tan poco significativas como un cine y un saln de baile en la ciudad de Corrientes (lo cual result til en su momento) como argumento propagandstico sobre el avance del Estado pero no tena ninguna importancia econmica. Su venta no modifica en absoluto la dimensin del sector pblico95.

Continuando con la evaluacin oficial, en lo referido a la aplicacin del principio de subsidiariedad, se sostiene que hacia comienzo de 1981 es mucho lo realizado, aunque se reconoce que: 156

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias no llegamos a lograr plenamente los objetivos que nos habamos propuesto. Han sido grandes y diversas las resistencias encontradas: la del personal de conduccin y empleados de las empresas a privatizar; la de sectores privados que venden equipos, materiales o servicios a esas empresas; la de sectores de las Fuerzas Armadas relacionados con actividades fabriles; la de ciertos grupos sindicales y polticos, etc.96

Sin embargo, de esa estimacin crtica, el ex titular de la cartera de Hacienda, rescata que
el logro ms importante en esta materia ha sido la creacin de un consenso generalizado sobre la necesidad de reducir el tamao y las funciones del Estado, especialmente las referidas al manejo de empresas97.

De esta manera, la poltica socio econmica llevada adelante por la dictadura militar logr establecer slidas bases de legitimacin social para la profundizacin del modo de produccin capitalista en su versin neoliberal que tuvo lugar en las dcadas subsiguientes. En funcin de ello, es que Carlos Menem logr, sin mayores impedimentos, al menos en la etapa inicial, llevar a cabo un proceso de privatizacin y extranjerizacin econmica nico en Latinoamrica, que reconfigura abrupta y regresivamente la distribucin del poder econmico y social en nuestro pas. Liberalizacin de la economa Indiscutiblemente, el Terrorismo de Estado de 1976 suscribi al proceso de apertura econmica; ya hemos puntualizado palabras del entonces titular de la cartera de Hacienda, Martnez de Hoz (1981), donde afirmaba que los dos principios bsicos del programa econmico fueron la subsidiariedad del Estado y la apertura de la economa. Este ltimo, se presentaba como un postulado casi mesinico, que viabilizara la tan anhelada modernizacin del pas98. Es decir que aquello que en nuestro pas se adjetivaba como moderno, se sustentaba y legitimaba en el contexto internacional con el incipiente orden socioeconmico neoliberal, en cuyos principales espacios de poder estaban encumbradas las corporaciones multinacionales. Los militares en el poder embanderaban los principios de liberalizacin de la economa y de modernizacin del sistema productivo, cuya aplicacin conjunta con la eliminacin de la intervencin excesiva e irracional del Estado, dio como resultado el siguiente recetario elaborado por Martnez de Hoz99, que es, a su vez, toda una declaracin de principios:
1. Libertad de precios. 2. Libertad del mercado cambiario. La apertura al libre flujo de capitales y el establecimiento de un mercado nico de cambios. 3. Libertad del comercio exterior, abolindose el monopolio de la exportacin de impor-

157

El Terrorismo de Estado en la Argentina tantes productos como granos y carnes. 4. Libertad de las exportaciones. 5. Libertad de la importacin. 6. Libertad de las tasas de inters y reforma del sistema financiero, mediante la apertura a la competencia y la liberacin de la excesiva injerencia estatal con respecto de las entidades financieras y la utilizacin del destino del crdito. 7. Libertad de alquileres urbanos y arrendamientos rurales. 8. Eliminacin de las tarifas polticas para los servicios pblicos y de los precios subsidiados para los combustibles. 9. Supresin de los subsidios y de la sobreproteccin otorgada a ciertos sectores privilegiados de la economa con la consiguiente distorsin de la misma. 10. Libertad de concertacin de los salarios por encima de un nivel bsico fijado como mnimo por el Estado, en un contexto de eliminacin del sistema de aumentos masivos y tendiendo a que la elevacin de los salarios se efecte en un marco de incremento de la produccin y de la productividad, habiendo existido adems un cuadro de plena ocupacin y movilidad de la mano de obra. 11. Libertad para la inversin extranjera, bajo reglas justas y equitativas tanto para el inversor como para los intereses nacionales. 12. Libertad para la transferencia de tecnologa, con una reglamentacin destinada a promoverla en lugar de obstaculizarla.

Cualquier similitud con el posterior declogo popularizado como Consenso de Washington no es pura coincidencia. El nuevo orden hegemnico comenzaba a gestarse internacionalmente luego de la crisis del setenta, mientras que en el plano domstico, la Dictadura tomaba como suyos los postulados del libre mercado. Es preciso puntualizar que, por ese entonces, la ideologa neoconservadora juntaba adeptos no solo entre dictadores en el poder sino, tambin, entre importantes sectores de la sociedad. El discurso aperturista tambin era sustentado por sectores que crticamente enarbolaban un mensaje modernizador. Aldo Ferrer aduca la inconsistencia entre metas y fines del programa econmico del gobierno de facto a la demorada apertura de la economa:

(L)a lentitud de la apertura (externa) ha sido tambin decisiva en la frustracin del objetivo de asignacin eficiente de los recursos econmicos conforme a las ventajas comparativas estticas100.

Finalmente, las idlicas expectativas de modernizacin puestas desde la gestin autoritaria en el proceso de apertura econmica, obviamente, nunca fueron concretadas. En el plano discursivo, propendan a lograr la exportacin de productos industriales:
La apertura econmica que propugnamos permite una mayor especializacin industrial (...) y su resultado ser una industria ms fuerte y slida, (dado) que el proyecto (militar) es un camino tendiente a agrandar la industria101.

Pero, en los hechos, la apertura econmica se tradujo en el desmantelamiento del aparato productivo industrial, desarrollado dcadas atrs bajo el 158

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

modelo de industrializacin por sustitucin de importaciones (ISI).

La estrategia econmica de la Dictadura militar tiende al restablecimiento de la economa pre industrial asentada en la regin pampeana. La inmensa mayora de la industria argentina, empresas de todo tamao, nacionales y extranjeras, son afectadas por la actual poltica. Las economas regionales enfrentan una crisis generalizada. La nica explicacin coherente a la insistencia en una poltica de tales efectos es precisamente aqulla: desmantelar las estructuras gestadas durante el proceso de industrializacin y sustitucin de importaciones102.

Sin duda, la desindustrializacin, producto de la apertura, se constituy, junto con la coercin fsica, en uno de los ms perversos mecanismos de violencia social perpetrados por la dictadura. El crecimiento del desempleo y el incremento de los niveles de pobreza son resultados directos de la aplicacin del principio aperturista, no slo por parte del gobierno dictatorial sino, tambin, de las administraciones gubernamentales subsiguientes. Los ochenta: ms continuacin que ruptura Producida la vuelta al rgimen constitucional, el perodo 1983-1985 constituy un intermedio en el que se ensaya con timidez la vuelta a polticas redistribucionistas y de desarrollo orientado al mercado interno, y se frenan las polticas dirigidas al desmantelamiento del aparato estatal que haban avanzado en la dictadura. Sin embargo y como afirman Julio Gambina y Daniel Campione (2002):
persisten orientaciones a una refuncionalizacin de ese aparato, con un sesgo de predominio tecnocrtico, centrado en la profesionalizacin y tecnificacin del aparato estatal. La configuracin estructural del Estado ingresa ahora en el debate, pero bajo una perspectiva genricamente calificable como modernizadora, que intenta clarificar objetivos y funciones, y ajustar su estructura en base a definiciones en esos terrenos103.

Este enfoque, aqu denominado refuncionalizador, piensa al Estado en base a las funciones que se le asigne y no a su tamao, es decir, a su participacin en el producto bruto global y ms precisamente, al nivel de gastos que genera. Durante ese perodo, el achicamiento del Estado era una bandera de la oposicin neoliberal, llevada adelante con fuerza e insistencia crecientes, pero que no pareca penetrar decisivamente en los mbitos gubernamentales. La necesidad de reformular el Estado encuentra un lugar no central, pero s importante, en la programtica y el accionar inicial del gobierno del presidente Alfonsn. El planteo comprenda una redefinicin de funciones y una reestructuracin al servicio de las nuevas estrategias y tcticas fijadas, de orientacin vagamente redistribucionista en lo econmico y democrati159

El Terrorismo de Estado en la Argentina

zante en el plano sociopoltico. Seguidamente, se planteaba la necesidad de un proceso global de modernizacin, que acompaara una readaptacin del aparato estatal a condiciones de gestin propias de un Estado de derecho. Se conjuga, all, la preocupacin por incorporar nuevas tecnologas de gestin con la de capacitar al personal directivo, tanto en conocimientos de administracin y gestin modernas, como en nuevas pautas ticas y de comportamiento que regeneraran un sentido de la responsabilidad perdido en la administracin pblica, desquiciada por aos de manejo discrecional. Claro era que no se trataba necesariamente de una reduccin del aparato estatal, sino de una refuncionalizacin, que rescataba el sentido fundamental de las intervenciones del Estado en el campo de la sociedad civil. Si bien era el peronismo el relacionado de modo primordial con la regulacin estatal y la justicia social, el radicalismo, hasta 1985, reconoca ampliamente esos valores y aspiraba a su perduracin. En cambio, desde los organismos financieros internacionales y los dems componentes del complejo acreedor, se presionaba en direccin al ajuste fiscal generalizado, y como parte de esa lgica, a la reduccin del aparato estatal. El poder econmico local se inclinaba hacia las privatizaciones, pero resista otros aspectos del fiscalismo que pueden reducir la capacidad del Estado como cliente (comprador de bienes y servicios, as como contratante de obras pblicas). As es que el enfoque refuncionalizador y el fiscalista debaten a lo largo del perodo radical, sin encontrar un claro vencedor en sus primeros tiempos, hasta que el propio desarrollo de la crisis indica un vencedor. Comienza, entonces, a hablarse con insistencia de la Reforma del Estado, aunque sta aparece an como un enunciado genrico, sin contenidos precisos. A partir de 1985 toma fuerza una reorientacin global del gobierno, basada en la asuncin del pago de la deuda externa y el abandono de las medidas reformistas. Las preocupaciones de ndole fiscal se van acercando al primer plano. Gradualmente, la reduccin del aparato estatal ingresa en la agenda gubernamental y adquiere un papel central. Uno de los primeros sntomas de la adaptacin en la prctica de las concepciones de ajuste fiscal es que, ya en 1986, se reduce el personal de la administracin pblica por medio de mecanismos de retiro voluntario, y se hace participar a representantes del gran capital en la gestin de las empresas pblicas. Hacia los aos 1987 y 1988, se ingresa en una nueva etapa en la adopcin del modelo fiscalista de reforma estatal. Los grandes ejes del discurso tecnocrtico neoliberal sobre el tema son tomados como propios desde el gobierno radical, y se presentan proyectos concretos de privatizacin de empresas de servicios (bsicamente Aerolneas Argentinas y Entel), junto con acciones de desregulacin y desmonopolizacin. Estas propuestas son lanzadas 160

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

desde el Ministerio de Obras y Servicios Pblicos por Rodolfo Terragno, portador de una concepcin de reforma del Estado enmarcada estrechamente en una propuesta global de modernizacin econmica. Consisten en la privatizacin, va asociacin con compaas extranjeras que operan en los rubros respectivos. Los proyectos de ley fueron rechazados en el Congreso por la oposicin del PJ, que a favor de su ubicacin fuera del gobierno, demoraba su adaptacin ideolgica y prctica a las nuevas ideas neoliberales. Con antelacin a estos proyectos de privatizaciones precisas, existi una prolongada discusin en torno de proyectos de leyes generales de privatizaciones, uno por la UCR (conocido como proyecto Socchi) y otro por el PJ (conocido como proyecto Manzano), pero tampoco lograron fructificar. Se logra, as, aprobar algunas disposiciones por la va de decreto, como la desmonopolizacin, que permite al capital privado entrar a competir con el Estado, y la desburocratizacin, que procuraba simplificar las normas y procedimientos administrativos. Estos intentos sern derrotados en el Congreso debido a que los integrantes del sistema partidario no haban profundizado lo suficiente su consenso sobre el desmantelamiento del aparato estatal, y el peronismo en la oposicin asuma, todava, parte de sus banderas tradicionales de nacionalismo econmico y justicia social para oponerse a las privatizaciones. Decimos que asuma en parte porque, en buena medida, ya no daba un debate frontal ante las privatizaciones, y muchas de las objeciones a los proyectos de Terragno se basaban en cuestiones de procedimiento, como la de tratarse de contrataciones directas que eludan un llamado a licitacin. El saldo fundamental de esta etapa es que se expande el convencimiento de que el Estado ya no est en condiciones de mantener una estructura tan extendida, y una gama de actividades consiguientemente amplia. Los dos partidos mayoritarios asumen como verdadero que su relacin con el Estado no puede seguir siendo la misma que hace cuatro dcadas. Resuenan, entonces, las palabras de victoriosas de Martnez de Hoz que, en el ao 1981, afirmaba:

La accin emprendida en todos los campos tiene el mrito de haber creado plena conciencia respecto de las consecuencias negativas de un Estado sobredimensionado y una adhesin general al principio de subsidiariedad de la accin del mismo104.

La retirada es el toque de clarn para el Estado, y, ya alrededor de 1988, la discusin se centra ms bien en la profundidad y el ritmo con que esto debe hacerse, mientras que la necesidad de privatizar, desregular y reducir el dficit fiscal, pasan a ser verdades aceptadas, puestas fuera de la discusin. Las motivaciones invocadas para llevar a cabo esas reformas son tres: 161

El Terrorismo de Estado en la Argentina 1) El pago de la deuda externa. 2) La disminucin del dficit fiscal, visto como causa fundamental de la alta inflacin. 3) La supresin de trabas para la acumulacin capitalista, que permita abrir nuevos espacios de obtencin de ganancias para el gran capital local y extranjero, y as generar un crecimiento durable105.

Este consenso ideolgico es reforzado por el contexto de gran incertidumbre que vive la Argentina a finales de la dcada del ochenta. Segn lo expresa Ricardo Sidicaro (2003), los episodios acontecidos en el ao 1989 alimentaron el sustento ideolgico de la necesidad de reforma de la estructura estatal. En un escenario de grave hiperinflacin, donde los precios haban perdido referencia, los saqueos aparecieron como la respuesta de quienes no encontraban garantizado el compromiso que, en teora, tena el Estado respecto de asegurar el valor de su papel moneda. As:
la violencia de los saqueos coloc a la sociedad ante actos de evidente violacin del acuerdo social que funda la vigencia de la propiedad privada, que debi ser preservada por los propios interesados, en no pocos casos, por medio de uso de armas y sin la intervencin de fuerzas estatales. (...) Sin la referencia estatal orientadora de la moneda, el conflicto en torno a los precios perdi al dinero como mediador simblico y se plantearon luchas sin mediacin recurriendo a la violencia. Como una experiencia de laboratorio, la ausencia del Estado produjo efectos de disolucin de los tejidos sociales: me saque un vecino que vena siempre a hacer las compras fue una narracin habitual cuyo sentido era: desapareci la garanta estatal que aseguraba el intercambio pacfico con mi vecino106.

Inmersas en este escenario social catico, las acciones del Estado nacional culminaron confluyendo con la ola ideolgica neoconservadora que en el plano internacional, tena como principales promotores a los jefes de Estado de Inglaterra y Estados Unidos (Margaret Tatcher y Ronald Reagan, respectivamente); mientras que, en el plano local, era impulsado por va del terror, por el equipo poltico y econmico del gobierno dictatorial. Por tanto, a pesar de que, en sus comienzos, el gobierno constitucional de Alfonsn pretendi expresar, aunque ms no sea tmidamente, una ruptura con el pensamiento y accionar del gobierno de facto, a la postre su gobierno termin reafirmado en una poltica continuista de los principios neoliberales. Se habla, entonces, de devolver espacios al juego de las fuerzas del mercado, revirtiendo el largo ciclo de expansin estatal abierto en la dcada de los 30. Aos noventa: la dcada menemista El proyecto esbozado por el Terrorismo de Estado encontrara las condiciones polticas, econmicas y subjetivas (sociales y culturales) para materializar el programa de mxima del gran capital. La cada del muro de Berln, en 1989, y el proceso de desarticulacin de la URSS, entre 1989 y 1991, darn sustento al fin de la bipolaridad del orden mundial y con l, a las condiciones para 162

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

una ofensiva del pensamiento y las polticas neoliberales, con especial nfasis en la regin latinoamericana y en el este de Europa. Argentina no estar fuera de esta influencia y la siembra ideolgica de la Dictadura genocida sobre el fomento a la iniciativa privada y su legado contra el Estado interventor se consumarn como sentido comn generalizado en la dcada del 90. Esta dcada y las transformaciones estructurales regresivas del capitalismo local son impensables sin el antecedente de la violencia ejercida por el poder represor sobre el conjunto del pueblo argentino y, especialmente, sobre los trabajadores, sus organizaciones y su capacidad de resistir la ofensiva del capital. En torno al ao 1989, las privatizaciones y la reduccin del aparato estatal se haba vuelto una causa popular dado el deterioro generalizado de su infraestructura y de los sueldos del sector pblico, que derivan en un progresivo empeoramiento de la prestacin de servicios, y en una difundida sensacin de inevitabilidad en cuanto a la ineficacia, morosidad e incapacidad de modernizarse de las organizaciones oficiales. El resultado de esto ltimo es que la gestin estatal no slo pierde legitimidad frente al capital sino, tambin, frente al conjunto de la poblacin, y la opinin pblica se vuelve un sustento de las polticas de retirada estatal107. Todo esto se produca en el marco de las presiones externas a favor de un ajuste estructural, desatadas a partir de la crisis de acumulacin del capitalismo mundial, acentuada por los problemas en el pago de la deuda externa. A ello se sumaban, en el plano local, las presiones de la gran empresa, que buscaba consolidar su predominio econmico y construir poder poltico a partir de all. Esto en condiciones tales que, dado el estancamiento de sus otros mercados, el Estado apareca como principal fuente de ganancias potenciales. Para esos intereses internos y externos, fortalecidos en la coyuntura, la refuncionalizacin del Estado no ocupaba una alta prioridad. sta s era asignada a la implantacin de polticas de ajuste que implicaban el desmantelamiento de buena parte del aparato de intervencin empresario y de regulacin social que se hallaba en manos del sector pblico. Desregulacin y privatizacin pasan a ser los reclamos centrales en el campo del sector pblico, dentro de una reestructuracin que abarca la reorientacin exportadora de la economa, el retiro de las regulaciones monetarias y fiscales, la generacin de mecanismos novedosos de pago de la deuda (privatizacin con capitalizacin) y la disminucin del nivel de tutela de las relaciones capital-trabajo. En realidad, esta reorientacin en sentido exportador ha permanecido hasta ahora en el terreno de las promesas incumplidas, en lo cual ha tenido mucho que ver el que las reformas estructurales hayan alcanzado su fase de realizacin completa en las condiciones cambiarias dadas 163

El Terrorismo de Estado en la Argentina

por el Plan de Convertibilidad, para nada estimulantes de la conquista de nuevos mercados o la ampliacin de los existentes. Estos requerimientos se potencian a travs de planteos ms globales, que procuran revertir el creciente peso del sector estatal al que se percibe como un obstculo para la acumulacin capitalista. En verdad, se estaba asistiendo a la combinacin de una lgica local de concentracin capitalista facilitada por las respectivas ofensivas de las clases dominantes nativas e internacionales, expresadas por un cambio del patrn de acumulacin que abarca desde el proceso de trabajo (fin de la era fordista de produccin en masa basada en una lnea estandarizada con la consiguiente flexibilizacin del proceso de trabajo), hasta la configuracin de los mercados a nivel mundial (masiva internacionalizacin en un cuadro de mercados segmentados para una mayor variedad de bienes y servicios sofisticados), y el cuestionamiento abierto a las colisiones producidas entre la lgica de acumulacin y la del Estado de Bienestar, al que se lo vea afectando la ganancia capitalista por varias vas. As, una tendencia iniciada con cierta autonoma en tiempos del proceso militar, empalma con una ola mundial que, con contradicciones parciales, avanza en el mismo sentido. A partir de 1985, como expresan Julio Gambina y Daniel Campione,
los gobiernos democrticos y los partidos que los sustentan, resignarn con relativa rapidez sus posturas tradicionales frente al Estado, a partir del convencimiento de que no puede sostenerse al aparato estatal en su antigua forma, pero tambin, de la creencia de que su transformacin no puede tener un sentido de fortalecimiento de las estructuras y de mejora del funcionamiento, sino ms bien de retirada de funciones y empequeecimiento de las mismas. Cuando se vuelve a plantear la cuestin de la refuncionalizacin, ya se lo hace en un marco de aceptacin de la retirada como condicin para hacerla posible108.

De esta manera, el objetivo de la refuncionalizacin cede ante la presin hacia el achicamiento. Ello es significativo, en tanto implica renunciar, por parte del Estado, a alguna de sus formas usuales de legitimacin: las polticas redistributivas de ingresos, las transferencias va crditos y prestaciones sociales y las polticas industriales de sesgo desarrollista y/o nacionalista. Ocurre que los recursos financieros y organizacionales para llevarlas a cabo estn agotados, y las presiones de los que ostentan el predominio econmico a nivel local e internacional convergen en un mismo sentido. Con el regreso al gobierno del peronismo, en 1989, la discusin en torno al desmantelamiento del Estado queda resuelta desde el inicio. A partir de la extrema agudizacin de la crisis, se plante un escenario propicio a la ejecucin de una poltica de ajuste en su versin ms extrema. Ya con vistas a las elecciones presidenciales de1989, la UCR haba adoptado un programa 164

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

neoliberal que, en sus lneas centrales, result a la postre similar al aplicado despus por el presidente Menem. La hiperinflacin, con el cuadro de desintegracin econmica, social y poltica que desata, acta como una especie de corte, a partir del cual las visiones neoliberales quedan claramente instaladas en posicin hegemnica. A la sealada agudeza de la crisis se agregaba la produccin de un cambio de gobierno anticipado, y el debilitamiento de las resistencias a la transformacin del Estado, tanto desde la sociedad civil como de parte de la burocracia estatal. El presidente Menem decide dar entonces un vuelco, y abandonar toda aspiracin a una poltica de mediacin o autonoma frente a los factores de poder. Desde el inicio de su gobierno, adopta en plenitud el programa para el aparato estatal trazado por el complejo acreedor, apoyndose en una alianza con el gran capital e idelogos del establishment local. Privatizaciones y desregulacin en toda su extensin, y con la mayor rapidez posible, es el programa bsico, a lo que se agrega con posterioridad la decidida asuncin de una poltica de apertura econmica. Esto comenzar, de modo bastante desordenado, con la privatizacin de las empresas de telecomunicaciones (ENTEL) y de aeronavegacin (Aerolneas Argentinas). Con algunos reajustes en los procedimientos, la retirada del Estado continuar a todo ritmo (electricidad, agua y gas, empresa petrolera, servicios ferroviarios, etc.). En definitiva, y mediante sucesivas declaraciones de sujeta a privatizacin en el marco de la Ley de Reforma del Estado, u otros procedimientos legales (entre ellos, la venta en Bolsa de las acciones de YPF fue el ms importante), las privatizaciones avanzaron ms all an de las previsiones iniciales del gobierno. De ningn modo se limitan a revertir las creaciones o nacionalizaciones posteriores a 1930, sino que, tambin, avanzan sobre actividades que siempre haban sido de competencia estatal en el pas, como el mantenimiento de caminos o la prestacin de servicios de agua y cloacas. Otra lnea de retirada del Estado es el completamiento de la descentralizacin, que, hacia fines de la dcada de 1970, haba emprendido la ltima Dictadura militar en campos como la enseanza primaria, que se extendi a los restantes niveles educativos (con la nica excepcin de las universidades nacionales) y en el campo de la salud pblica que, con salvedades, fue completa . La meta buscada en este campo ha sido que el Estado nacional deje de prestar servicios de modo directo, desligndose as de demandas que tendan a caer en su rbita. Esto lleva a Oscar Oszlak a reflexionar que:
se ha producido, pues una redefinicin del principio de la divisin del trabajo que imperaba entre los diferentes niveles de gobierno. Hasta 1989, en el esquema de distribucin de competencias, el Estado nacional se encargaba de administrar puertos, ferrocarriles, escuelas, hospitales, empresas

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El Terrorismo de Estado en la Argentina pblicas, oficinas de recaudacin, etc. Las administraciones provinciales eran relativamente reducidas, y la gestin estatal en ese mbito se reduca a la recaudacin de impuestos, al mantenimiento de catastro, etc. Ms limitado era el rol de los gobiernos municipales, cuyos roles ms importantes eran la recoleccin de residuos, y la habilitacin y control de los comercios e industrias109.

En ese sentido, el proceso de descentralizacin tiene lugar en reas consideradas como responsabilidades indelegables del Estado, tales como la salud y educacin en primer lugar, que no resultaban prima facie privatizables, y por tanto, requeran otros mecanismos para sacarlas del presupuesto nacional (descentralizacin). Oscar Oszlak (2001), seala que, como corolario de este proceso, las administraciones provinciales debieron asumir nuevas responsabilidades y funciones. Al tiempo que deban administrar un aparato institucional mucho ms denso y extendido, sin haber sido previamente capacitadas en el rea de gestin, por lo cual, este proceso deriv en altos grados de ineficiencia en el cumplimiento de los programas de gobierno. Asimismo, el autor se detiene en una digresin referida a la forma en que se determina y mide el grado de reduccin que alcanza el Estado nacional, una vez aplicadas estas polticas delegativas. Es as, que afirma que el caso de la descentralizacin no supone el achicamiento del Estado. Por el contrario,
considerar que se est en presencia de un Estado mnimo por el hecho de que el gobierno nacional se ha desprendido de dotacin y funciones es negar simultneamente, la estatidad de los Estados subnacionales110.

La afirmacin definitiva del programa de ajuste estructural se produce cuando, a partir de marzo de 1991, se alcanza la estabilizacin monetaria, y a favor de ella comienza una reactivacin econmica que, superada la recesin de 1995 y 1996, se mantuvo con niveles de crecimiento que no se haban dado en la dcada anterior hasta 1998, cuando recomenz una recesin prolongada hasta 2002. En ese cuadro de mejora, el gobierno logr soluciones de mayor alcance en el pago de la deuda externa, primero con un acuerdo de prstamos con el FMI de ms larga duracin que los habituales stand by, conocido como Programa de Facilidades Extendidas, firmado en marzo de 1992; y luego con el ingreso formal al Plan Brady, precedido, a su vez, de sendos acuerdos con el Club de Pars y con la banca privada extranjera. El afianzamiento del Plan de Convertibilidad tambin trajo como resultado la afirmacin de una peculiar coalicin de sectores internos y externos del capital, que encontraron en la tecnocracia situada a la cabeza del Ministerio de Economa, a eficaces diseadores y ejecutores de polticas. Con esa base, tanto la poltica de privatizaciones, como los restantes aspectos del ajuste estructural, lograron un importante nivel de asentimiento en amplios sectores de la sociedad, que se reflej en los resultados electorales 166

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

de 1991 y 1993, donde el apoyo a los resultados del Plan de Convertibilidad se revel ms decisivo que la preocupacin generalizada por los niveles de corrupcin o el persistente aumento de la desocupacin. Algo similar ocurri en los comicios presidenciales de 1995, en los que prim el temor a perder el horizonte medianamente previsible (sobre todo por la baja inflacin y la fijacin del tipo de cambio) que se haba instaurado a partir de 1991. Si recordamos el debate entre la racionalidad fiscalista y la refuncionalizadora, la segunda parece quedar relegada en esa etapa. Lo importante es disminuir dficit, capitalizar deuda, obtener divisas para los pagos externos. Sin embargo, la racionalidad tecnocrtica sigue conservando un espacio de vigencia. El Estado suprstite, que abarca la estructura de diferentes ministerios y un buen conjunto de organismos descentralizados, se supone debe ser reorganizado, y dotado de una funcionalidad. Lo que ocurre es que la tecnificacin y profesionalizacin pasa a realizarse sobre los restos del aparato estatal y no sobre su totalidad, como se planteaba durante el gobierno radical. Modalidades organizativas ms flexibles, con mayor descentralizacin, dotadas de controles basados en consideraciones de eficiencia, son planteadas como horizontes administrativos deseables. En lneas generales, se trata de trasladar a los organismos estatales tcnicas de direccin y gestin similares a las que se utilizan en empresas capitalistas, con una amplia aplicacin de criterios basados en el clculo de costos y beneficios. Tambin se procura tomar de la empresa privada el reciente criterio de concentracin en el negocio principal, lo que da lugar a la concesin de servicios accesorios, ligados a seguridad, limpieza, mantenimiento, informtica, liquidacin de sueldos, etc., en aquellos organismos en que lo central de la gestin queda en manos estatales. En el plano de los recursos humanos, se multiplican los programas de capacitacin de altos funcionarios, as como la extensin del rgimen de concursos. Estos apuntan a la creacin de una burocracia altamente profesionalizada, orientada hacia un perfil gerencial ms que al del burcrata tradicional centrado en las normas. Adems, dentro de ciertos lmites, propugnan eliminar mecanismos clientelsticos de designacin y ascenso. Una compleja normativa, conocida como SlNAPA (Sistema Nacional de la Profesin Administrativa), apunt a unificar y sistematizar el total de los puestos de la Administracin Pblica, los requisitos para ocuparlos, y los procedimientos para cubrirlos. La administracin financiera del Estado tambin se profesionaliz y perfeccion a partir de una Ley de Administracin Financiera que reform completamente el sistema de contabilidad pblica e introdujo importantes ajustes y especificaciones en los mecanismos 167

El Terrorismo de Estado en la Argentina

presupuestarios y de inversin pblica. El presupuesto de gastos y recursos recuper, as, su papel de instrumento de planificacin y programacin de la actividad estatal, totalmente desvirtuado durante largas dcadas. En suma, la reorganizacin interna del aparato estatal recibi un impulso importante, indudablemente alineada con el programa general de transformaciones, pero que produjo un efecto de ajuste funcional en las estructuras del aparato estatal y una racionalizacin de sus procesos administrativos. De todas maneras, la aplicacin de estas reformas administrativas se deterior con el tiempo. El rgimen SINAPA, por ejemplo, se distorsion por todo tipo de contrataciones temporarias y otros mecanismos flexibles de toma de personal; la previsibilidad del presupuesto de gastos se vio afectada por los continuos recortes durante el transcurso del ejercicio, y la gravitacin alcanzada por los tecncratas sali girar en el vaco producido por la escasez de recursos. Ahora bien, este proceso de tecnocratizacin opera sobre unos lmites claros: un Estado empequeecido y limitado en sus funciones, que se orienta a dos direcciones principales: a) las ms tradicionales del Estado-gendarme (defensa, seguridad interior, justicia, recaudacin y manejo de la hacienda pblica), acompaadas por funciones de regulacin y supervisin del sistema educativo y sanitario, en el que ya casi no presta servicios directos; y b) una serie de actividades ligadas a la planificacin y la coordinacin de la economa (relaciones econmicas internacionales, manejo de la deuda externa, negociacin con los empresarios de diferentes ramas productivas, superintendencia de las actividades financieras), dentro de las pautas marcadas por la reforma estructural, y que tienden a concentrarse en la rbita, directa o indirecta, del Ministerio de Economa. Cabe agregar, como complemento, un conjunto de reas nacidas de la necesidad de aplicar un mnimo de supervisin y regulacin a lo que se ha privatizado o descentralizado (regulacin de servicios pblicos privatizados, superintendencia en materia educativa y sanitaria, supervisin de programas sociales cuya ejecucin directa pas a estar a cargo de los Estados provinciales, etc.). Las consecuencias no deseadas de las reformas han ido llevando, tambin, al desarrollo de polticas sociales focalizadas. En el terreno de un debilitamiento y achicamiento generalizados, algunas unidades estatales fueron reforzadas (los organismos de recaudacin, el Banco Central, los entes de control, algunos organismos tcnicos como el INDEC, etc.) mediante el incremento de sus funciones, aumentos presupuestarios e incorporacin de tecnologas tanto duras como de gestin, con la idea de que estas unidades constituyan herramientas valiosas para el aumento de eficiencia y el afinamiento de los criterios de decisin de los organismos estatales. En este terreno, un xito inicial fue el innegable incremento de la 168

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

capacidad de recaudacin, que combin la reforma de la normativa con el aumento de la eficacia operativa de los organismos recaudadores (DGl y Aduanas), pero limitado en sus efectos por la falta de decisin para reformar un sistema impositivo altamente regresivo y deteriorado por la evasin fiscal en cuanto se aplanan los ndices de crecimiento econmico. La imposicin de una disciplina fiscal efectiva, sobre todo para las grandes empresas, sigui siendo un problema de apariencia insoluble, con un aparato estatal que no pudo consolidar su capacidad de extraer recursos de la sociedad para el cumplimiento de sus fines. En cuanto a los aspectos poltico-institucionales, la tendencia al fortalecimiento del Poder Ejecutivo, acompaada por una concentracin de poder sin precedentes en el rea econmica es la nota distintiva a partir de 1989. La dinmica concentradora, general en la sociedad, se traslada a la distribucin del poder estatal que procura, exitosamente, concentrar todos los instrumentos necesarios para desarrollar las reformas que pretende. En ese sentido, no hay debilitamiento sino fortalecimiento en el Poder Ejecutivo Nacional, que se constituye ms que nunca en el vrtice de todo el sistema institucional. La retirada del Estado es selectiva y en aquellas reas donde no se repliega, sino que reduce funciones, la tendencia es a generar instrumentos de accin ms eficaces. Ocurre que todo el ajuste se moldea en un estilo poltico de innegables componentes autoritarios. Desde la presidencia, los decretos de necesidad y urgencia y ocasionalmente el veto del Ejecutivo, se utilizaron como instrumentos de mediatizacin del Parlamento. En el Poder Judicial, se licu la Corte Suprema mediante ampliacin del nmero de miembros, y se realiz una compleja alquimia de traslados y ascensos para generar el predominio de jueces leales. Los organismos de control, tales como la Fiscala de Investigaciones Administrativas y el Tribunal de Cuentas, registraron el reemplazo de los funcionarios responsables, para ser luego neutralizados o directamente suprimidos. En lo que respecta a las provincias, Menem retoma el uso de la intervencin federal, que Alfonsn haba abandonado, y la hace caer sobre varias provincias (Corrientes, Tucumn, Catamarca, Santiago del Estero). La concentracin de poder poltico, econmico y fiscal han sido las caractersticas del proceso de reforma del Estado en los noventa. A este respecto, Oszlak afirma que, producto de la reforma estatal, el Estado nacional se ha convertido en cajero de las administraciones provinciales, dado que:

concentra y asigna gran parte de los recursos del gobierno general, ejerciendo un cierto poder de veto sobre el destino de esos recursos (...) As se convirti en un precioso mecanismo de negociacin poltica, que permiti al gobierno nacional atar el financiamiento pblico a acuerdos polticos (y tambin econmicos) de transferencia de fondos basados en contraprestaciones, favores polticos, bsquedas de alianzas y aceptacin de compromisos111.

169

El Terrorismo de Estado en la Argentina

En sntesis, mientras se descentraliza en aspectos que no interesa cubrir desde el Estado nacional (transferencia de escuelas, hospitales, servicios pblicos no privatizables), se sigue la direccin contraria cuando se trata de definir espacios de poder importantes. Las reformas: racconto de las medidas adoptadas en los 90112 Fue la poltica nuevamente la que posibilit el relanzamiento de la ofensiva del capital. Si en tiempos del Terrorismo de Estado, el disciplinamiento social y laboral se produjo por el miedo a la desaparicin con vida, la tortura, la prisin, la represin o el asesinato, ahora, la hiperinflacin actuara atemorizando a los sectores econmicos ms desprotegidos. El miedo se apoderaba nuevamente de la poblacin y se clamaba por soluciones drsticas. Las mismas llegaran con el rgimen convertible de la moneda, implementado en abril de 1991 por Domingo Felipe Cavallo, estrecho colaborador de la Dictadura desde la presidencia del Banco Central (BCRA) en 1982 y reconocido por su poltica de estatizacin de la deuda externa privada. Los 90 coronan el proyecto reaccionario sustentado por el poder econmico en el Programa del 2 de abril de 1976. El propio Martnez de Hoz pronunciar elogiosos comentarios para con el gobierno de Carlos Menem y su Ministro de Economa, destacando que ahora vea materializado su objetivo pronunciado en 1976. El episodio hiperinflacionario que acab con el gobierno radical en 1989 apresur la toma de medidas drsticas apenas asumi Menem. En materia legislativa, el Congreso aprob dos leyes fundamentales que mostraran claramente la intencin del nuevo gobierno: la Ley de Emergencia Econmica y la Ley de Reforma del Estado. Ambas normas, en palabras de Jorge Schvarzer (1998), conformaron el pivote principal sobre el cual gir toda la poltica privatizadora del perodo. La primera tuvo como ncleo central la suspensin por 180 das (aunque luego se renovara indefinidamente) de los regmenes de promocin industrial, regional y de exportaciones y las preferencias que beneficiaban a las manufacturas nacionales en las compras estatales; adems, se autorizaron los licenciamientos de empleados pblicos y se puso fin a los esquemas salariales de privilegio en la administracin. El objetivo estaba centrado en una reorientacin del gasto pblico a favor del poder econmico ms concentrado. A su vez, la Ley de Reforma del Estado marc las pautas para la implementacin del cruento proceso de privatizaciones de las empresas pblicas (telfonos, aviacin comercial, ferrocarriles, complejos siderrgicos, rutas, puertos y varias empresas petroqumicas).

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

En la Argentina de comienzos de los noventa, las medidas de estabilizacin y reforma estructural fueron presentadas y supeditadas para solucionar el problema de la inflacin y de las cuentas pblicas ms que para aumentar la productividad y la competitividad de la economa en el largo plazo. Dicha tarea se iniciara con la llegada de Cavallo al Ministerio de Economa (1991). Es ms, el saldo que quedara en el imaginario social al fin del mandato es que en la dcada se habra resuelto el problema de la inflacin y el crecimiento. Claro que no pocos especialistas llaman la atencin sobre la prolongada recesin, la vulnerabilidad externa y las diversas presiones que se ejercen local e internacionalmente sobre la convertibilidad. En el perodo anterior a 1991 se plantean algunos de los pilares sobre los que se bas la reforma estructural, desde las privatizaciones de empresas estatales y la reforma tributaria hasta la liberalizacin del comercio exterior, entre las fundamentales. En ese marco, se firma en 1991 el Tratado de Asuncin, entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, para establecer el Mercado Comn del Cono Sur (MERCOSUR), que iniciara formalmente sus actividades en el segundo perodo presidencial de Menem. El proceso de privatizaciones se inici aceleradamente y se otorgaron importantes facilidades a las empresas adjudicatarias. Se establecieron beneficios tarifarios que aseguraron una elevada rentabilidad empresaria y un carcter monopolista de la actividad. No existi marco regulatorio previo y, de hecho, se promovi una gigantesca transferencia de capital pblico al privado para consolidar el dominio del capital local y extranjero altamente concentrado. Los fondos obtenidos de esas privatizaciones fueron principalmente utilizados para la cancelacin de una importante porcin de la deuda externa que, de todas formas, se tornara incontrolable con el transcurso de los aos. En lo relativo a la reforma tributaria, se concentr la estructura impositiva en unos pocos impuestos, prevaleciendo el impuesto al valor agregado (lVA), del cual se aprovech su mayor facilidad de recaudacin y se contribuy, as, a la profundizacin de un rgimen tributario regresivo. El impuesto a las ganancias fue otro de los impuestos en que se centr la recaudacin. Se aumentaron las alcuotas de estos impuestos, se expandi la base imponible y se mejor el control de los agentes de retencin, aunque subsiste como asignatura pendiente el problema de la evasin fiscal. Adems, se utiliz en gran medida el impuesto a los combustibles y los aranceles a las importaciones. 171

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Por imperio de la Ley de Emergencia Econmica, se eliminaron las exenciones impositivas, en forma parcial o total, de los regmenes de promocin industrial y se estableci un tratamiento igualitario para el capital local y el extranjero en materia de inversiones en actividades productivas. Desde el punto de vista institucional, se sancion la Ley Penal Tributaria para enfrentar con mayor rigor la elevada evasin impositiva. Ms all del instrumento jurdico y del tiempo transcurrido desde su aprobacin, se verifica que la lucha contra la evasin y elusin fiscal sigue siendo una asignatura pendiente en la Argentina. Hay que entender que las medidas tomadas en materia tributaria estuvieron destinadas a financiar el dficit fiscal y que los aspectos fundamentales, tales como incrementar la progresividad de la estructura impositiva, nunca fueron considerados. La liberalizacin comercial, por su parte, es un claro ejemplo de subordinacin de las polticas de reformas a la necesidad imperante de lograr la estabilizacin. Las primeras medidas adoptadas consistieron en la reduccin del arancel mximo al 20% y en la eliminacin de una gran parte de instrumentos paraarancelarios. A pesar de que inicialmente se estipulaba que para el logro de tales metas se dispondra de un plazo de cuatro aos, hacia fines de 1990, la mayora de las restricciones cuantitativas ya haban sido eliminadas. En marzo de 1991 los aranceles haban sido reducidos alcanzando un nivel promedio del 10% mediante una estructura escalonada del 0%, 11 % y 22% para las materias primas, los insumos y los bienes manufacturados finales, respectivamente. En estos primeros aos, las autoridades oscilaron entre la aplicacin de medidas aperturistas para lograr un incremento sustancial en la asignacin de recursos y el control de la inflacin, y la suba de tarifas o recargos a las importaciones corno forma de incrementar la recaudacin tributaria en los momentos ms apremiantes. Desde 1989 hasta 1991 las autoridades modificaron en sucesivas oportunidades los niveles de proteccin. A pesar de las medidas implementadas durante estos primeros aos del gobierno menemista, existieron rebrotes hiperinflacionarios. El tipo de cambio fue liberado, como as tambin se aplic una poltica de control estricto de la oferta monetaria. Esto se complement con la liberacin de las restricciones a los movimientos de capitales nacionales y extranjeros, y con la facilitacin de la remisin de utilidades al exterior. La deuda interna existente en ese momento, generada en encajes bancarios cercanos al 100% y una gran cantidad de ttulos pblicos indexados, haca inviable cualquier poltica de estabilizacin que no solucionara esta cuestin. As, en 1990, se implement el Plan 172

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Bonex, que consisti en una sustitucin compulsiva de los depsitos a plazo fijo en el sistema bancario y ttulos pblicos por nuevos bonos externos a largo plazo denominados en dlares (Bonex). Fue el inicio de un proceso de transformacin del sector bancario, que incluy la privatizacin de varias entidades financieras de provincia y la fusin, absorcin y concentracin de la banca privada en manos de entidades de capital externo. Como consecuencia de nuevos rebrotes inflacionarios y de sendos ataques especulativos, el gobierno implementa en 1991 el denominado Plan de Convertibilidad. Se estableci una paridad fija de 1$ = 1U$S (inicialmente 10.000 australes igual a 1 dlar y, slo posteriormente se volvi al peso como unidad monetaria) y se adopt el compromiso de que el Banco Central deba respaldar con reser vas internacionales el 100% de la base monetaria, quedando imposibilitado, por lo tanto, de emitir dinero sin la correspondiente contrapartida en divisas. De esta forma, se le quit al Banco Central la posibilidad de utilizar poltica monetaria activa y qued por completo relegado a acompaar los movimientos de capitales internacionales. Si a lo anterior le sumamos la inexistencia de mecanismos de esterilizacin, podemos afirmar que en los 90 qued configurado un sistema financiero pro cclico, el cual dificulta la generacin de crdito interno en las recesiones y profundiza la vulnerabilidad de la economa argentina. Este hecho quedara evidenciado con la fuerte fuga de depsitos del sistema financiero y el consiguiente recorte de prstamos productivos durante el llamado Efecto Tequila, que comenz en diciembre de 1994 y se extendi hasta fines del 95. Otro elemento a considerar es la aprobacin de la nueva Carta Orgnica del Banco Central (1992), que estableci la autonoma de la autoridad monetaria respecto al Poder Ejecutivo, suprimi la garanta oficial de los depsitos y fij lmites estrechos para que la autoridad monetaria pudiera comprar bonos pblicos y prestarlos a los bancos comerciales. En la prctica, la Ley de Convertibilidad transform al Banco Central en una caja de conversin e impidi su funcin de prestamista de ltima instancia. Durante la crisis financiera de 1995, el gobierno debi reformular la Carta Orgnica para permitir otorgar redescuentos a los bancos en problemas, medida que rindi escasos frutos, pues rpidamente se encontr con la limitacin que impona el nivel de reservas internacionales a la concesin de redescuentos a los bancos. Hubo entonces que recurrir al financiamiento interno (de los bancos ms fuertes) y externo (de entidades bancarias del exterior). En 173

El Terrorismo de Estado en la Argentina

sntesis, desde principios de 1991, los flujos comerciales y de capital quedaron completamente liberalizados y la vulnerabilidad de la economa argentina se manifest con una amplitud desconocida en otros pases de la regin. El nuevo plan produjo resultados inmediatos satisfactorios en trminos de estabilizacin. La reduccin de la inflacin permiti que reapareciera el prstamo para el consumo, el cual haba estado ausente durante la poca inflacionaria. De esa forma, y en medio de un contexto externo favorable, se financi la expansin de la demanda interna incentivando un boom de consumo y crdito que tendra como contrapartida el acrecentamiento del dficit del sector externo y la vulnerabilidad econmica, con alta exposicin y dependencia respecto del ingreso de capitales del exterior. Hasta 1995, el gobierno goz de un grado mayor de flexibilidad y pudo, gracias al boom inicial y al incremento subsiguiente en los niveles de recaudacin, destinar mayores recursos a casi todas las partidas del presupuesto pblico, pudiendo obtener supervits fiscales (una novedad para la Argentina) gracias a los ingresos por privatizaciones. La etapa de las reformas posteriores a 1991, ya bajo el rgimen de convertibilidad, tuvo caractersticas distintas a la anterior. El caso de las privatizaciones lo muestra claramente. Hasta 1991, las mismas haban sido llevadas a cabo en un clima de subordinacin a los objetivos fiscales, y se reconoci desde el propio gobierno la existencia de algunas irregularidades referidas al diseo de los pliegos de bases y condiciones de la venta y concesin; ausencia de polticas de saneamiento empresario durante el perodo de transicin; contratos de transferencia ambiguos; establecimiento de garantas para la explotacin monoplica de los mercados; licitaciones no competitivas; y debilidad de los marcos regulatorios y las instituciones de control. Hacia fines de 1994, la mayor parte de las empresas de propiedad estatal que producan bienes o servicios haban sido vendidas, incluyendo las ms importantes (por ejemplo, la compaa petrolera YPF y las que producan y distribuan electricidad). Este proceso cubri un amplio rango de reas productivas, desde hierro y acero hasta petroqumicas y gas. En algunos casos (reas petroleras, ferrocarriles, puertos, autopistas, agua corriente y cloacas y canales de televisin y radio), el gobierno utiliz mecanismos de concesin. Se estaba cumpliendo as con el Plan de la Dictadura. En 1992 la Argentina ingresa al Plan Brady, que a juicio del gobierno 174

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

constitua el mecanismo ms apropiado para superar la carga de la deuda. Esta decisin estratgica de ingresar al Brady tuvo importantes consecuencias econmicas de largo plazo, debido tanto a las condiciones aceptadas en trminos de supervit fiscal comprometido, como a los cambios operados en la estructura de la deuda segn el tipo de acreedor. La deuda con la banca comercial (cercana a los 25.000 millones de dlares) se renegoci a 30 aos de plazo, y parte de ella qued respaldada por bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Los convenios Brady significaron una dura condicionalidad en el cumplimiento de los plazos de pagos e intereses, dado que ante los atrasos, automticamente se cae el acuerdo y se ejecuta la garanta. Para Argentina, el Brady no signific la reduccin de la deuda, pues slo se renegoci con descuento una exigua parte (discount bonds por U$S 4.150 millones), otra se renegoci a la par (par bonds por U$S 12.700 millones), mientras que los intereses vencidos, acumulados y capitalizados a altas tasas de inters, se emitieron en un bono con tasa flotante (FRB U$S 8.650 millones). Esta capitalizacin de intereses vencidos y punitorios absorbi el beneficio del descuento realizado, con lo cual el monto total de la deuda prcticamente no vari con el Plan Brady, aunque s aument su condicionalidad. La deuda con la banca comercial, transformada en ttulos pblicos, habilit una extensin de los tenedores de esos compromisos dificultando su individualizacin. El nuevo esquema de desmantelamiento del sector pblico y descentralizacin de la infraestructura social del Estado nacional hacia las provincias implic una profunda racionalizacin del personal. Se instaur un esquema de retiros voluntarios masivos e indiscriminados, sin criterio alguno de preservacin de las antiguas funciones y de la capacitacin del personal, que implic un desmantelamiento en relacin con el nivel de tcnicos especializados en diversas reas importantes de la estructura gubernamental. Este proceso fue funcional con las nuevas normas de desregulacin del mercado de trabajo que comenzaron a implementarse en 1991 y que, lejos de utilizarse como mecanismo de incrementos en la competitividad, crearon una situacin de desempleo creciente que marcara su punto crtico con la crisis del Tequila. Por otra parte, las autoridades relajaron en cierta medida la rigidez en materia comercial, implementando polticas que apuntaron a reducir el dficit comercial y que tranquilizaron las crecientes demandas de los sectores industriales (implementacin del rgimen automotor). En cuanto a las importaciones, se utilizaron medidas destinadas a frenar la 175

El Terrorismo de Estado en la Argentina

avalancha importadora, mientras que se recurri nuevamente a los incentivos fiscales como forma de incentivar las exportaciones en virtud de la apreciacin cambiaria que acompaaba a la convertibilidad desde sus inicios. Si bien esta nueva etapa modific en cierta medida el grado de apertura comercial, tambin se registraron profundizaciones en otros aspectos del mbito microeconmico. Este fue el caso de ciertas medidas de desregulacin, cuyo objetivo fue inyectar competencia en los sectores no transables. Dcada del 90: privatizaciones a medida113 La oleada de privatizaciones que se inici en 1990 arras, en poco ms de tres aos, con la mayor parte de los activos del sector pblico. Entre los rasgos ms destacables del proceso, ms all de la mencionada carencia de mecanismos de competencia y otras fallas del proceso privatizador, se encuentra la alta participacin del capital extranjero en el total de las operaciones. Si consideramos nicamente los ingresos en efectivo, entre los aos 1990 y 1998 los montos percibidos por la Nacin y las provincias alcanzaron un valor de 18.173 millones de dlares como lo expone el siguiente cuadro.
Cuadro N 12: Privatizaciones
PRIVATIZACIONES NACIONALES YPF y reas petroleras ENTEL Gas del Estado Centrales elctricas e hidroelctricas SEGBA Aerolneas Argentinas Petroqumica Baha Blanca Transportadoras elctricas SOMISA Resto PRIVATIZACIONES PROVINCIALES Electricidad Agua y saneamiento Transporte Bancos y Seguros Papel Alimentos TOTAL ( en millones de dlares) 16.536 5.082 3.528 2.461 1.909 1.648 654 358 260 149 487 1.637 1.244 133 13 187 50 10 18.173

Fuente: Ministerio de Economa, Gambina y Campione (2003)

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

La cifra se incrementa en 1999 con la realizacin del 14.99% remanente de las acciones de YPF en poder del Estado, operacin que agrega una suma cercana a los 2.010 millones de dlares. Del total mencionado, el 31.2% correspondi a desembolsos de empresas y conglomerados locales y el 57% a capitales extranjeros (Grfico N 11).
Grfico N 11: Ingreso efectivo por privatizaciones (millones de dlares)
120 100 80 60 40 20 0 Nacional No determinda Extranjera 1990 0 993 1548 1991 1227 633 470 1992 830 1935 2067 1993 0 1270 3181 1994 0 229 386 1995 0 193 1202 1996 0 145 228 1997 0 249 1111 1998 TOTAL 0 2067 89 5676 247 10440

Fuente: Ministerio de Economa, en Gambina y Campione (2003)

Por otra parte, si se considerasen los ttulos de deuda implicados en el proceso (en funcin de su valor de mercado), los ingresos superan los 23 mil millones de dlares. La mayora de las operaciones se vinculan con activos en manos del Estado nacional. Tanto en el mbito nacional como provincial, se efectuaron aproximadamente 150 operaciones que incluyeron la venta de acciones, tanto como la segmentacin de la propiedad, tal como fue el caso de las empresas de energa elctrica. Analizadas desde el ngulo jurisdiccional, el 91% de las privatizaciones correspondieron al Estado nacional, mientras que el resto pertenece a los gobiernos provinciales. En el Cuadro N 13 se aprecian, tanto los montos desembolsados, como los sectores a los cuales dichos montos fueron destinados. Desagregando sectorialmente, encontramos que, tanto las empresas extractivas y energticas en primer lugar, como el transporte y las comunicaciones en segundo, han sido los ncleos sobre los cuales gir todo el proceso. Sin embargo, es necesario aclarar que muchas de las operaciones realizadas no implicaron desembolsos 177

El Terrorismo de Estado en la Argentina

directos sino que existieron compromisos de inversin y pago de cnones, como es el caso de los ferrocarriles, subterrneos y aeropuertos, entre otros.
Cuadro N 13: Privatizaciones segn rubros
Extranjera Nacional Sin determinar 0 0 2.057 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 2.057 TOTAL monto 5.082 4.829 3.608 2.461 811 451 268 174 133 116 77 54 51 15 13 11 10 5 5 2 18.173 % 28.0 26.6 19.9 13.5 4.4 2.4 1.5 1.0 0.7 0.6 0.4 0.3 0.3 0.1 0.1 0.1 0.1 0.0 0.0 0.0 100

Energa elctrica Petrleo y gas Comunicaciones Gas (transporte y distribucin) Transporte Petroqumica Bancos y servicios financieros Industrias bsicas de hierro y acero Agua y saneamiento Derivados de petrleo y gas Oleoductos, gasoductos y poliductos Construccin Celulosa y papel Electrnicos y electrodomsticos Hoteles y restaurantes Otras industrias manufactureras Alimentos y bebidas Seguros Qumicos Agricultura, ganadera y pesca TOTAL

3.698 2.905 1.080 1.542 505 298 218 17 106 0 0 4 43 4 7 0 10 4 0 0 10.438

1.384 1.924 471 919 306 153 50 157 27 116 77 50 8 11 6 11 0 1 5 2 5.678

Fuente: Ministerio de Economa, en Gambina y Campione (2003)

La intervencin del capital forneo en todo el proceso de cambio de manos de las empresas pblicas tiene su importancia, no slo en el dominio de los negocios ms rentables por parte de unas pocas empresas y los frutos del poder monoplico sino, tambin, en la magnitud que adquieren las remisiones de utilidades al exterior. stas son, cada vez ms, un componente fundamental de la balanza de pagos y con fuerte impacto en las correspondientes salidas de divisas, que se suman a los clsicos pagos por endeudamiento externo. En trminos globales, el Grfico N 12 muestra que los capitales originarios de los Estados Unidos fueron partcipes principales en el proceso de privatizaciones, acaparando el 47% de los desembolsos, seguidos, en segundo trmino, por Espaa y Chile con el 11%. 178

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias


Grfico N 12: Origen de los principales capitales partcipes en el proceso de privatizaciones
Francia 8% Gran Bretaa 8%

Italia 8% EE.UU. 47%

Chile 11%

Espaa 11% Otros 7%

Fuente: Gambina y Campione (2003)

Sin embargo, debe consignarse que, en una primera etapa del proceso de privatizaciones (ver Grfico N 13), fueron los capitales europeos los que apostaron a la compra del capital pblico. Slo a partir de 1993, con la venta de YPF, los capitales norteamericanos se presentaron agresivamente a disputar un lugar en la apropiacin de las empresas estatales. Esta tendencia continu hasta 1998, ao en que, segn el informe de la Direccin Nacional de Cuentas Internacionales, Subsecretara de Programacin Macroeconmica y Secretara de Programacin Econmica y Regional del Ministerio de Economa de la Nacin sobre las privatizaciones en la Argentina en el perodo 1990-1999, Estados Unidos segua siendo el principal inversor, con una participacin de 33% en los flujos acumulados, seguido por Espaa con 17% y Chile con 15% y, luego, por Francia e Italia con 11% y 10%, respectivamente. Sin embargo, segn el mismo informe en 1999, Estados Unidos fue desplazado del primer puesto por Espaa, quien luego de la privatizacin de las acciones de YPF que todava estaban en manos del Estado, aumenta su participacin al 42%.

179

El Terrorismo de Estado en la Argentina


Grfico N 13: Origen de los principales capitales segn etapa del proceso de privatizacin

1992-1998
Chile 15% Italia 6% Italia 10% Francia 7%

1998-1999
Chile 10%

Otros 14%

Otros 9%

EE.UU. 26%

Francia 11%

EE.UU. 33% Espaa 17% Espaa 42%

Fuente: Gambina y Campione (2003)

En la prctica, las privatizaciones estuvieron rodeadas de procedimientos irregulares en los cuales los agentes privados supieron aprovechar su poder econmico para resultar beneficiados con la nueva poltica. En materia tarifaria, la entrega de las empresas fue acompaada por la elevacin del precio de los servicios en el preciso momento en que se hacan efectivas, tal fue el caso de los telfonos y ferrocarriles, entre otras. Durante los gobiernos anteriores, las tarifas de los servicios estaban reguladas como mecanismo de redistribucin del ingreso. Es ms, las rondas de negociaciones destinadas a evitar el constante incremento tarifario generaron la resignacin de aspectos claves, tales como el cobro de impuestos a dichas empresas y la dolarizacin de las tarifas, cuyos incrementos fueron utilizados por el Estado con la intencin de garantizar elevada rentabilidad para las empresas adjudicatarias. Fue un mecanismo deliberado para obtener mejores ofertas, con lo cual el deterioro de los consumidores de dichos servicios sera una situacin de difcil reversin, dado el escaso poder de renegociacin estatal y de los organismos reguladores. El rol de contralor qued en manos de organizaciones sociales, que demandaron y promovieron reuniones de discusin y alcanzaron un fuerte protagonismo en las audiencias pblicas, convocadas para discutir las condiciones de los contratos y sus renegociaciones. Se puede ejemplificar citando algunos casos especficos, como electricidad y gas, que generaron cierta estructura competitiva en virtud de la desregulacin del sector generador, y que no alcanz a la fase de distribucin; es decir, se decidi utilizar en esta ltima un mecanismo de fijacin de precios tope, en virtud de un ndice de precios y de un factor de productividad, con lo cual 180

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

se incentivaba un mejoramiento de la eficiencia (como una forma de apropiarse de la diferencia de utilidad que se haba pactado con el organismo regulador) que nunca fue trasladado como beneficio va precios hacia los consumidores. De todas formas, la idea de vincular directamente los precios a la estructura de costos por parte del gobierno redund en fuertes aumentos en los servicios que, en el caso del gas, fue del 29% entre 1991 y 1993. En el rubro agua y servicios cloacales, la introduccin de medidores para el cobro del servicio, desplazando la anterior cobertura por metros cuadrados, redund en mayores costos para los consumidores, debido a que fueron los encargados de financiar la instalacin del nuevo sistema. En el caso de los telfonos, se produjo un importante aumento en las tarifas y se implant un rebalanceo telefnico que abarat las llamadas internacionales e interurbanas a costa del encarecimiento de las urbanas, hecho que, dada la diferencia de volumen que se registra entre las llamadas de uno y otro tipo, implic un perjuicio sobre las casas de familia y comercios minoristas, mientras que los beneficios fueron a parar directamente a las manos de las empresas concesionarias. En tanto, las mejoras producidas en las prestaciones fueron financiadas por los consumidores en la mayora de los casos, eliminando cualquier clase de riesgo para las empresas, en algunos casos subsidiadas por el propio Estado nacional de manera directa, como es el caso de los ferrocarriles que reciban un subsidio de 350 millones de dlares anuales. Antes de privatizarse, se utiliz por parte de conocidos periodistas el argumento de la ineficiencia de las prestaciones, ilustrndolo con la prdida por el Estado de un milln de dlares diarios en la administracin de los ferrocarriles. Por otro lado, se acordaron, en algunos casos, inversiones para mejorar la calidad de los servicios a cambio de la extensin de los contratos de concesin. En ningn caso existi beneficio para los usuarios y, sin lugar a dudas, el nfasis otorgado a la libertad con que las empresas se manejaron y el rechazo a normas regulatorias que establecieran claros lmites para su accionar, determin mayores rditos para las empresas privadas. En efecto, el desajuste temporal ocurrido entre la implementacin de las normas regulatorias, la creacin de los entes y el traspaso de las empresas fue funcional a tal situacin. En el servicio telefnico, el transporte areo y ferrocarriles, la privatizacin se realiz sin que existieran previamente ni los entes reguladores ni los marcos correspondientes. En otros casos como el gas y la electricidad, no existieron los entes correspondientes al momento de la transferencia. El apuro con que fue realizado el proceso redund en el cuidado de los instrumentos formales ms que en el desarrollo de las condiciones reales para el buen desempeo empresario. 181

El Terrorismo de Estado en la Argentina

La ineficiencia de los entes reguladores, vinculada a asimetras de informacin o a escaso financiamiento (el cual depende fundamentalmente del resultado de las empresas privatizadas), no puede ser utilizada para explicar por s misma las falencias que se encuentran en el seno mismo de la relacin entre el Estado y los consorcios. Cabe recordar que la designacin de los directivos de los entes est estrechamente vinculada a los designios del Poder Ejecutivo y que, en funcin de ello, la defensa de los intereses de los consumidores difcilmente pueda ser llevada a cabo por entidades que carezcan de autonoma para desempear tales funciones. A pesar de haberse incorporado en la Constitucin de 1994 la figura de las entidades de defensa de los consumidores como instancia participativa dentro de los entes de regulacin, tal situacin no se manifest en acciones que traspasen la esfera de lo consultivo y que impliquen mejoras para los consumidores. Es decir, no se ha permitido su participacin directa dentro de las decisiones de los entes, basndose en el argumento de que dichos organismos deben ser jueces neutrales y que la influencia de los consumidores en representacin de sus intereses socavara tal premisa. En realidad, se da un juego de intereses en el cual el Estado toma parte activamente en defensa de uno de los sectores -los consorcios- evitando, por otro lado, cualquier tipo de protagonismo de los usuarios que lmite las elevadas tasas de rentabilidad de las empresas. Observado desde la perspectiva del mundo del trabajo, la conjuncin del proceso de privatizaciones y la apertura de la economa nacional, constituy un cctel explosivo que diezm las relaciones laborales preexistentes y modific profundamente la estructura del mercado de trabajo. Como explica Jorge Schvarzer (1998), la privatizacin traslad una enorme masa de trabajadores de la empresa estatal a la privada, lo cual impact en la estabilidad laboral; el derecho constitucional para los empleados pblicos no tiene ya vigencia en las nuevas condiciones del contrato de trabajo. Asimismo, la venta de las empresas estatales fue acompaada por la enrgica contraccin de los planteles antes de su traspaso y seguida por una racionalizacin continua del personal aplicada por los nuevos propietarios. Paralelamente,
el cierre de numerosas fbricas, a causa de la apertura comercial, y su consecuente aluvin de importaciones, fue acompaado por la racionalizacin de otras que comenzaron a despedir personal para mantenerse en el mercado, esas causas hicieron que ms de 20% de la mano fabril perdiera su empleo desde fines de la dcada del ochenta114.

Sin demasiadas variantes, el mbito de la administracin pblica tampoco fue ajeno a los recurrentes procesos de reduccin del personal. De esta manera los diferentes estratos de gobierno 182

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias devolvieron al mercado laboral (as como a la inactividad privada) a ms de 100.000 empleados pblicos, incentivados por generosos retiros voluntarios y jubilaciones anticipadas. De este modo se redujo su personal a una fraccin del que empleaba a fines de los aos 80, al punto que cuando se transfiera la Polica Federal al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, su dotacin total descender a unos 200.000 empleados, cifra que guarda escasa relacin con el casi milln de funcionarios que poblaba el aparato estatal a fines de los aos ochenta115.

A este escenario desolador, debe agregarse la considerable cada del salario real (a la que ya hicimos referencia en la primera seccin) causada por los inusitados niveles de inflacin y por la constante relegacin que el sistema patronal en su conjunto lleva a cabo respecto de los sectores trabajadores.
(L)a cada salarial de 1989-90 comenz a verse completada por el crecimiento del desempleo. A la inversa de la experiencia observada en otras economas, en las cuales en desempleo precede a la baja del salario real, el caso argentino exhibe la secuencia contraria: la cada salarial se adelant a la suba de la desocupacin116.

A partir de este fenmeno, la desocupacin es el factor que tiende a asegurar la estabilidad del nuevo sistema de precios relativos (y, por tanto, de ingresos) que se ha instalado en nuestro pas. Liberalizacin financiera y las corporaciones transnacionales117 El esquema terico y metodolgico de este anlisis nos permite abordar cada temtica como un eje ms que abona al vasto proceso de dominacin coercitiva del capital sobre el trabajo. En esa lnea de interpretacin, hemos sostenido previamente que las Corporaciones transnacionales (CTN) y los Estados nacin, en tanto sujetos de dominacin, son los que impusieron la lgica actual del funcionamiento de la economa, con la generacin de asimetras que se expresa en la desigualdad estructural que hoy presenta la Argentina. Agregamos a ello que, el proceso aperturista promovido por el orden mundial en gestacin y aplicado desde mediados de la dcada del setenta a nivel local, fue el escenario en el cual se origina y consolida su rol preponderante. La hegemona de las corporaciones transnacionales118 se extiende por todo el planeta con sus demandas de seguridad jurdica, que instalan con nuevos institutos jurdicos, tales como los Tratados de Libre Comercio, los Tratados Bilaterales de Inversin, las negociaciones multilaterales, especialmente en la Organizacin Mundial de Comercio (OMC). Son mecanismos que definen la apertura de la economa, para favorecer la libre circulacin del capital, bajo formas de inversiones y flujos de dinero en busca de fcil rentabilidad. Parte importante de esa apertura viene determinada por la 183

El Terrorismo de Estado en la Argentina

demanda de mayor flexibilidad de las relaciones laborales. Obsrvese que los tratados son negociados por los Estados, y son stos los que reforman el rgimen laboral para satisfacer el requerimiento de flexibilizacin. Es as que las CTN y los Estados se encuentran asociados en el establecimiento del nuevo orden que implica relaciones sociales menos democrticas. Se trata de revertir las reformas regresivas generalizadas en el orden mundial y, especialmente en la Argentina, en los ltimos aos. Hay que pensar en trminos de la especificidad de la Argentina y, en ese sentido, puede constatarse fcilmente que desde 1975 en adelante se procesa la ms aguda ofensiva contra los derechos de los trabajadores y sus ingresos. Dentro del modelo econmico de la dcada del noventa, las inversiones externas cumplan el rol de sostener, en parte, el equilibrio de la Convertibilidad. Para ello, se le haca necesario otorgar a dichas inversiones amplsimas condiciones para el ingreso, circulacin, operacin y salida de los capitales. As, los tratados bilaterales de proteccin de inversiones funcionaron como la base legal para cristalizar las condiciones pactadas en el momento de la contratacin y proyectarlas hacia el futuro. De all que la liberalizacin del movimiento de capitales, la apertura de la economa, la privatizacin de las empresas pblicas y el proceso de extranjerizacin de gran parte de la cpula empresaria argentina terminen siendo un conjunto articulado de procesos, amparados bajo el paraguas legal que los Tratados Bilaterales de Inversin (TBI) otorgaron a los inversores extranjeros. Argentina es el pas americano con el mayor nmero de TIBs firmados desde 1992 (54 ratificados por el Congreso Nacional). Esas demandas de las corporaciones transnacionales concedidas en un proceso continuo por el Estado es lo que explica el poder estructural puesto de manifiesto por el capital externo en la estructura econmico social de la Argentina. El privilegio a las relaciones con el mercado mundial, claramente establecido en la gestin del gobierno de Nstor Kirchner (2003-2007), puesto de manifiesto tanto por el arreglo de la deuda en cesacin de pagos, ms all de la quita por 27.000 millones de dlares en el canje de mayo del 2005, y ms ac del pago al FMI y a los organismos financieros internacionales por 25.000 millones de dlares (2003-2006), como por los vnculos comerciales y la poltica de seduccin de inversiones, se explica por el peso dominante de las corporaciones transnacionales en la Argentina, las que potenciaron su papel de dominacin en la estructura econmica en la dcada del 90. Para el ao 2000119, de las 500 empresas ms grandes en la Argentina, 258 (51,6%) eran extranjeras y, 56 (11,2%), asociaciones entre empresas de capital local y externo, totalizando el 62,8% bajo el dominio del capital forneo. Ese conjunto participa del 79,5% de la produccin total 184

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

de esas 500 empresas y del 94,2% de las utilidades. Son el 98,1% de la produccin en minas y canteras, el 83,6% de la industria manufacturera, el 81,9% de electricidad, gas y agua, el 92% de comunicaciones y el 57,4% del resto de las actividades que actan en la construccin, comercio y transporte. Ocupan el 61,9% de ese agrupamiento empresario de cpula y el 68% de los salarios totales abonados. Como mencionamos previamente, la disputa entre las transnacionales de EE.UU. y Europa cambia cuando Repsol compra YPF y adquiere las acciones remanentes en manos del Estado. La situacin a comienzos del 2000 muestra que 42% de las privatizadas qued en manos del capital externo proveniente de Espaa, 26% de EE.UU., 10% de Chile, 7% de Francia y 6% de Italia; con lo que Europa ms que duplicaba a EE.UU. en la batalla por las privatizaciones120. La CEPAL121 informa que, entre 1992 y 2000, la Inversin Extranjera Directa en Latinoamrica por parte de la Unin Europea alcanzaba al 59,9%, contra el 25,3% de EE.UU. No hay duda, entonces, sobre la ventaja en los aos 90 de los capitales europeos respecto de los estadounidenses en la apropiacin de medios de produccin para la disputa del plusvalor generado en la Argentina. El default decretado en la crisis de fines del 2001 afect, entre los inversores externos, principalmente a europeos y japoneses. La normalizacin capitalista organizada por Duhalde primero y luego por Kirchner, incluy recomponer relaciones con el capitalismo desarrollado y, especialmente, con EE.UU. La administracin Bush favoreci la poltica de arreglo de la deuda pblica, aun con las diatribas discursivas contra el FMI. Con la normalizacin de un capitalismo serio, se busca atraer inversores, convalidando un tipo de insercin de la economa local en el sistema mundial, profundizando el papel de las inversiones externas y la dependencia econmica y poltica. Es el presupuesto de una lgica de mercado subordinada al poder econmico y que establece lmites estructurales a una democratizacin de las relaciones laborales y econmicas. Entonces, democratizar las relaciones laborales y econmicas significa plantearse la transformacin radical del orden existente. La prdida de las capacidades estatales Dado este cuadro de situacin, es posible afirmar que en trminos globales, la gestin gubernamental menemista contribuy a socavar las ya dbiles capacidades que portaba el Estado en la dcada del ochenta. Si bien, como expresamos, la crisis del Estado tiene sus orgenes en el seno mismo de su nacimiento, a saber en los aos 1930, la anomia que caracteriza a la estructura pblica oficial luego de la dcada menemista resulta, en trminos comparativos, de magnitudes inconmensurables. 185

El Terrorismo de Estado en la Argentina

La desorganizacin estatal reinante dio lugar a la violacin sistemtica de las leyes y a la generalizacin de prcticas de corrupcin. Es as que, como lo seala Sidicaro (2003),
la evasin impositiva era, desde haca mucho tiempo considerada como unos de los problemas ms graves del pas. El tema (...) es una de las mejores ilustraciones de incapacidad estatal y de debilidad para sancionar las transgresiones a las leyes122.

A ello debe agregarse el escaso margen de negociacin del gobierno, puesto de manifiesto al confesar su necesidad de desregular y privatizar aduciendo urgencias de caja o para atraer rpidamente la confianza de los inversores extranjeros. Ante el profundo proceso de privatizacin que se concret en esta dcada, los nuevos propietarios se convirtieron en poderosos interlocutores de un Estado que casi careca de instrumentos burocrticos para hacer cumplir las disposiciones que deban regular sus acciones. Sin embargo, es preciso puntualizar que el Ejecutivo de la dcada del noventa, teniendo en cuenta la carencia de margen de maniobra, opta por acaparar paulatina, pero persistentemente, el poder en sus manos.
(L)a concentracin del poder de decisin alcanz niveles similares, y an superiores, a los observados en diversos gobiernos militares, lo cual le permiti llevar a cabo el proceso de privatizaciones a pasos notablemente rpidos y pese a las oposiciones que surgieron en el camino123.

De esta manera y, aunque resulte obvio, la salida gubernamental hallada al dilema de la incapacidad estatal, result ser la ms contraproducente en trminos de debate y discusin de las polticas a implementar. Paralelamente, el sistema de convertibilidad monetaria, con un cambio fijo atado al dlar, anul, prcticamente, las capacidades del gobierno para contrarrestar con sus polticas monetarias las situaciones perjudiciales para el equilibrio de la economa nacional.
(L)a convertibilidad era un problema eminentemente poltico en el que se resuma la renuncia estatal en el plano de la regulacin de la moneda124.

Otra causa no menor que contribuy al desgaste de la organizacin estatal fue el persistente proceso de endeudamiento externo, que licua el poder de maniobra del Estado debindose someter a decisiones impuestas por diversos organismos acreedores internacionales. As, tanto los capitales especulativos como las instituciones multilaterales de crdito, se han convertido en poderosos interlocutores de las dirigencias gubernamentales, realizando un seguimiento diario de la poltica nacional.
Las altas dirigencias polticas, al atender esas seales consagran y oficiali-

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias zan la existencia de un oscuro Parlamento, ajeno a todas las normas constitucionales. (...) La legitimidad de la clase poltica en su conjunto y de las instituciones democrticas se debilita ante tal reconocimiento casi explcito de la existencia de poderes ajenos al orden formal125.

Para 1999, han transcurrido ya 23 aos de la inauguracin del Terrorismo de Estado, y aquella poltica social y econmicamente regresiva persiste y se profundiza durante el menemato. Sus consecuencias no pueden seguir ocultndose bajo la alfombra: las ciudades nos muestran largas hileras de personas en busca de trabajo, pobreza, indigencia, desnutricin y, simultneamente, opulencia, grotesca ostentacin, guetizacin urbana en barrios cerrados y alejados de la muchedumbre126. En fin: polarizacin social extrema, producto de la aplicacin de un modelo socioeconmico basado en la exclusin de grandes mayoras. Modelo que no podra haberse puesto en marcha sino por medio de la represin ms violenta que conoci nuestro pueblo, ejecutada a partir del cercenamiento de sus derechos humanos, laborales, polticos, econmicos, sociales y culturales. He ah el fundamento de la violenta Dictadura militar de 1976: la Reorganizacin Nacional en torno un modelo coercitivo de acumulacin; el mismo que, en nuestros das, aparece con rostro humano. 3. Insercin nacional en el sistema mundo Como intentamos expresar desde el inicio, esta investigacin busca desentraar los fundamentos econmicos del Golpe de Estado; objetivo para el que fueron analizadas diferentes aristas del problema, ya sea la relacin capital trabajo, como las sucesivas modificaciones estructurales a las que fue sometido el Estado. Si bien resulta imposible alcanzar una comprensin totalizadora del problema, dado su carcter inconmensurable, estamos convencidos de que otro elemento de carcter explicativo que no debe ser soslayado aqu es la insercin de la economa nacional en el sistema mundo. La seleccin de la variable insercin internacional para el abordaje de nuestra pregunta de investigacin, aunque resulte arbitraria como cualquier proceso de recorte, responde a introducir en el anlisis el fenmeno de la globalizacin que se origina, precisamente, desde los aos setenta. Si bien siempre fue imposible pensar a un pas aislado del contexto internacional, desde esa poca a la actual, el anlisis de la relacin constituye un aspecto insoslayable en cualquier anlisis contemporneo. En ese sentido, la seccin que sigue se presenta como un marco de contextualizacin til para ubicar los acontecimientos desarrollados precedentemente. Asimismo, nos gua la idea de que, desde la conformacin originaria del capitalismo, es posible rastrear, como rasgo persistente, la apelacin a diver187

El Terrorismo de Estado en la Argentina

sos mecanismos de violencia en pos de estructurar la sociedad bajo la lgica de este sistema. Desde la acumulacin originaria, el capitalismo transit distintas crisis y recomposiciones que suponen variaciones de las relaciones econmicas en el marco del rgimen de explotacin, que es la invariante del sistema. Asistimos, entonces, a violaciones a los derechos humanos cristalizadas, entre otras formas, como insatisfaccin de las necesidades bsicas de millones de personas, o polticas de coercin directa llevadas adelante por los propios Estados bajo administraciones democrticas y dictatoriales. Por tanto, el abordaje terico-metodolgico que proponemos aqu para analizar el sistema mundo como variable, sigue esa lnea de trabajo, dado que estamos convencidos de que:

(E)sa es la impronta del capitalismo, ms all de los adjetivos que a veces le adosan para amortiguarlo: una historia de saqueo. Por eso, ni humano, ni salvaje: capitalismo127

El crack del 29 y el origen del mundo bipolar128 El crack del 29 tuvo epicentro en la cada de las bolsas, sin embargo era palmaria expresin de los lmites del modelo de desarrollo econmico. Por ello, la crisis se manifest con una importante cada de la produccin industrial, el consumo y la inversin. Se gener, as, una profunda depresin econmica, que slo pudo ser superada, en trminos de sistema, luego de 15 aos a la salida de la segunda guerra mundial, sin duda uno de los procesos ms violentos del siglo XX. La crisis tuvo origen en EE.UU. que vena, desde principios de siglo y especialmente luego de la primera guerra mundial, posicionndose como sucesor en el liderazgo del capitalismo mundial en reemplazo de Inglaterra. La crisis acelera esa disputa por el reordenamiento del sistema mundial y su hegemona; dado que, como toda situacin crtica implica una confrontacin de los actores por el reparto de la renta socialmente generada. Es decir, se pone en cuestin el modelo de acumulacin vigente donde sus ganadores ya no reciben los suficientes beneficios y los perdedores pretenden revertir su desfavorable realidad. El principal dato a considerar en este contexto de reordenamiento mundial es el cambio en el papel del Estado en la economa y que, en general, se atribuye tericamente a John Maynard Keynes (economista ingls, 1883-1946) y, polticamente, a Franklin Delano Roosevelt (1882-1945; gobern EE.UU. en cuatro mandatos entre 1933-1945). Se modific el cuerpo legal estadounidense para hacer avanzar polticas econmicas que expresaron otro paradigma en la gestin econmica. A esos cambios se le llam New Deal: nuevo trato o nuevo acuerdo, aludiendo as a los cambios en el orden socioeconmico, en las relaciones sociales econmicas, lo que supone una regulacin en las relacio188

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

nes entre el capitalista y los trabajadores y un nuevo rol del Estado en la economa. Es la gran innovacin a la salida de la crisis. En realidad, era la experiencia del socialismo en la URSS y su alejamiento de la crisis lo que hizo pensar en trminos de planificacin estatal, claro que para salvar al capitalismo y no para hacer una revolucin socialista tal como proclamaba la Unin Sovitica por aquel entonces. Tambin, es cierto que la Italia fascista y la Alemania nazi haban vinculado al Estado con las empresas en la produccin y abastecimiento militar para la guerra, otorgando un ejemplo de lo que luego desarrollara Washington con el Complejo militar industrial, as bautizado por el general Dwight Einsenhower (1890-1969; presidente de EE.UU. en dos perodos entre 1952-1960). Son expresiones claras de la violenta impronta para reestructurar el capitalismo bajo las nuevas condiciones del desarrollo de la civilizacin. Un nuevo orden se reclamaba a nivel mundial con la crisis que impactaba seriamente en millones de personas. El nuevo orden surgi de la crisis y se sustent a la salida de la segunda posguerra en un poder bipolar: socialista y capitalista. La presencia socialista indujo reformas en el capitalismo (Estado de Bienestar) para contener el conflicto social. Entre 1945 y 1975 se desarrollan treinta aos de oro del orden econmico mundial, donde se satisfacen demandas de ganancia y, relativamente, el salario y el pleno empleo. La propuesta keynesiana y el Estado Benefactor derivado de la crisis del 30 encuentran sus motivaciones en el avance y fortaleza de la revolucin rusa que, con planificacin, sorteaba el impacto local de una crisis instalada con fuerza en el mundo capitalista. El capitalismo reformista existente en los cincuenta aos que median entre los 30 y los 80 debe reconocer entre sus antecedentes la emergencia del poder sovitico. En ese escenario bipolar, Eric Toussaint (2004), ubica el inicio de la dominacin estadounidense. Puntualmente, con la creacin de los organismos de Bretton Wood (1945), a saber: el Fondo Monetario Internacional (en adelante, FMI) y el Banco Mundial (en adelante, BM). Ambas superestructuras globales, cuyo fin original explcito era la asistencia a los pases europeos durante el perodo de posguerra, son, verdaderamente, instrumentos de dominacin que impulsan y sostienen el orden neoliberal desde su creacin. As, afirma que la ideologa neoliberal no es producto de la crisis; la preexista129. Es por ello que, ms que para viabilizar la reconstruccin europea, los proyectos del Banco Mundial fueron, desde entonces, portadores de un claro objetivo poltico: frenar el desarrollo de movimientos antiimperialistas inspirndose en las experiencias de Corea del Sur y Taiwn. Ello, sumado al surgimiento del Welfare State, da cuenta del proyecto esta189

El Terrorismo de Estado en la Argentina

dounidense de restaurar ilimitadamente su dominacin hegemnica; la cual puede visibilizarse a partir de la cada del socialismo en el Este de Europa en la crisis que transita entre 1980 y 1990, desde la situacin polaca a la desarticulacin sovitica. Son millones los asesinados en las guerras e iniciativas para sustentar la dominacin imperialista y del capital desde el orden emergente en 1945. Crisis de los setenta: nuevo orden mundial130 El orden capitalista emergente a la salida de la crisis del 30 entr en crisis a mediados de los 70 y fue reemplazado por un orden liberalizador, que no casualmente en la actualidad se encuentra sumido en una profunda crisis. A partir de la inflexin acaecida en el 70, el sistema capitalista comienza con un perodo de sucesivas crisis econmicas que evidencian la puja social distributiva presente en las sociedades capitalistas neoliberales.
Entre los aos treinta y los setenta y desde entonces se han sucedido crisis y guerras que buscaron la reestructuracin de las relaciones sociales en la economa para validar bajo nuevas condiciones el orden capitalista131.

La crisis en s misma tiene sus manifestaciones originarias en la inconvertibilidad del dlar desde agosto de 1971, lo que supuso una decisin unilateral de EE.UU. que rompi con los acuerdos interestatales establecidos en los finales de la Segunda Guerra132. Sin embargo, el eje nodal de la crisis del setenta es representado por la seria baja de la tasa de ganancia, expresada en los mercados financieros, energtico (petrleo), y productivo en general, que por su magnitud impacta negativamente no slo a nivel empresarial, sino tambin en niveles societales ms amplios. Como corolario de ese proceso crtico, y en pos de resguardar la estructura de acumulacin regresiva, tiene lugar una feroz ofensiva del capital contra el trabajo expresada en flexibilizacin laboral, privatizaciones de las empresas pblicas, desregulaciones favorables a la libre circulacin de mercancas, servicios y capitales; todo ello, concebido y legitimado como un fenmeno de la incipiente globalizacin del mercado mundial y estipulado, cual reglas de oro del nuevo orden en lo que se conoce como Consenso de Washington. Los exponentes por excelencia del incipiente orden neoconservador son los primeros mandatarios de Gran Bretaa y Estados Unidos (Tatcher y Reagan); pero, si del origen del ideario y prctica neoliberal se trata, no debe ser soslayada una mirada hacia el Cono Sur, donde no casualmente, la resolucin -a favor de la liberalizacin econmica- se tramita en la esfera poltica en un trayecto que se inicia con las dictaduras militares de Chile y Argentina133. Comienza en el ao 1973 en Chile, y contina sucesivamen190

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

te con otros procesos dictatoriales y genocidas, en los cuales se ensayaron las polticas que, luego en los 80, se instalaran entre los principales pases capitalistas desarrollados y colonizaran las polticas de Estado hasta la emergencia de la presente crisis de la economa mundial. El neoliberalismo tuvo su bautismo con Terrorismo de Estado en nuestra zona y se manifiesta hoy como Terrorismo de Estado global en manos de la potencia militarmente ms poderosa del planeta que, aun en crisis, mantiene su poder econmico, ideolgico y militar.
La ola neoliberal implica y justifica una potente ofensiva del Capital contra el Trabajo a escala planetaria iniciada en la segunda mitad de los aos setenta en los pases industrializados; a travs de la restauracin progresiva del capitalismo que result en la cada de los regmenes burocrticos del Este a fines de los aos ochenta; por la crisis de los modelos desarrollistas del Sur, amplificada por la crisis de la deuda externa134.

Lo dicho no obsta para agregar que, desde la acumulacin originaria del capital, pueden ser sealados procesos de resistencia y bsqueda de construccin de otra sociedad posible: es la historia de la lucha por el socialismo, que en nuestra regin tiene su especificidad e historia con los 50 aos de revolucin en Cuba. Es indudable que en los ltimos aos se han producido importantes cambios en el sistema mundo. La ruptura de la bipolaridad es uno de ellos y, con ella, se elimin el principal obstculo existente para la expansin ilimitada del capital global. Ms all de la opinin sobre el carcter del sistema vigente en la URSS para 1991, la realidad era que actuaba como freno a la ofensiva imperialista de EE.UU. y condicion por dcadas (1917-1991) el ordenamiento de las relaciones sociales en el mbito de la economa, ahora absolutamente libradas a las macabras leyes del mercado. Los postulados del Consenso de Washington y las reformas de primera generacin135 Como base ideolgica, el refinamiento terico de las propuestas neoliberales tuvo su concrecin alrededor de planteos de los think tanks conservadores estadounidenses, rpidamente adoptados como propios por el gobierno y por los organismos poltico-financieros internacionales. Se postulaba que para lograr el crecimiento econmico a mediano plazo, Amrica Latina requera hacer cambios profundos en su estrategia de desarrollo, para alcanzar economas ms abiertas y competitivas, expandiendo el rol del mercado y redimensionando el rol del Estado. Los tericos del Consenso de Washington (CW, en adelante) fueron construyendo sus planteos en un proceso operado entre la crisis de 191

El Terrorismo de Estado en la Argentina

mediados de los 70 y la instalacin de las polticas liberal-conservadoras en Gran Bretaa y EE.UU. a fines de esa dcada, y sus argumentaciones se potenciaron con la cada del socialismo en el este de Europa. Asientan sus concepciones en un diagnstico que adjudica los desequilibrios macroeconmicos de cada pas a la poltica adoptada con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, la cual haba sido dirigida, en la regin, a realizar un proceso de industrializacin mediante la sustitucin de importaciones. Es un diagnstico ideolgico que en la Argentina sustent el liberalismo tradicional y que se transform en hegemnico en el trayecto entre la Dictadura militar (1976) y el comienzo del decenio de 1990. El argumento del CW asocia al proceso de lSI con la ineficiencia en la asignacin de los recursos, y vincula a la intervencin del Estado en la economa con el origen de todos los desequilibrios. As, se escamotea la correlacin social existente por un largo perodo, que determina cierta funcin del Estado para el desarrollo de determinados beneficiados y perjudicados entre los actores sociales actuantes en un momento histrico determinado. El cambio de beneficiario de las polticas estatales, o de la propia funcin del Estado, resulta as, de una clara decisin poltica y no de las condiciones del funcionamiento de los mercados. Dichos desequilibrios macroeconmicos, se arguye, no poseen un carcter de corto plazo, dado que los dficits fiscales y del sector externo, adems de sus mecanismos de propagacin (en la forma de alta inflacin y/o incremento en la fragilidad financiera) llevaron a una situacin que no puede ser revertida en el corto plazo, dado que es necesario un cambio completo en el presente rgimen econmico. Las polticas inspiradas en el CW sealan que no slo son necesarias medidas de estabilizacin en corto plazo, sino que, adems, son imprescindibles cambios estructurales como nica alternativa para superar los desequilibrios de las economas en desarrollo. El men de polticas identificado por Williamson (1990) contiene un declogo instrumental a utilizar para la superacin del modelo estatista y avanzar en el camino del crecimiento. Esos instrumentos se centran en:
1. Achicamiento del dficit fiscal a no ms de 1 2 puntos porcentuales del PBI. Por ser el dficit el origen de los desequilibrios y estar vinculado a la ineficiencia y corrupcin instalada en el aparato estatal. 2. Disminucin del gasto pblico eliminando subsidios diversos y concentrando la gestin estatal social en educacin primaria y salud para los ms desprotegidos. Se abre paso as al arancelamiento educativo, particularmente en la Universidad, y al desarrollo de la medicina prepaga. Es una concepcin mercantilizada de la educacin,

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias la salud y otros derechos asignados histricamente al gasto del Estado. 3. Acrecentamiento de la recaudacin impositiva con base en la ampliacin y generalizacin de la base imponible, particularmente de los impuestos indirectos. Disminucin de los mnimos no imponibles en el caso de impuestos directos. 4. Establecimiento de tasas de inters positivas como forma de atraer capitales y evitar la fuga, incrementando la tasa de ahorro interna y favoreciendo la inversin. 5. Fijacin de tipo de cambio estable y alto para favorecer las exportaciones que sustenten el financiamiento del sector externo (dependiente de insumos y capital), y al mismo tiempo dar seguridad a los inversores. 6. Eliminacin de barreras arancelarias y para-arancelarias, favoreciendo la apertura comercial. Implica un proceso creciente de desproteccin de la produccin local en el marco de una exposicin mayor con la produccin externa. 7. Favorecer una legislacin de inversiones externas atractivas para inducir la radicacin de capitales y tecnologa. 8. Asentar la estrategia de acumulacin en la iniciativa privada y por ello inducir la privatizacin de las empresas pblicas. 9. Desregular la economa, particularmente el mercado de trabajo, para eliminar las distorsiones que impusieron a travs del tiempo las demandas de los trabajadores y sus organizaciones sindicales. 10. Impulsar las reformas institucionales que aseguren los derechos de propiedad.

Como se puede apreciar, se induce un desarrollo asentado en el capital privado en desmedro del pblico, generando una nueva funcionalidad del Estado para favorecer la rentabilidad del capital, con una concepcin inspirada en la promocin de los intereses del capital transnacional. El postulado general se asienta en que el ajuste fiscal inducido alimentar el crecimiento econmico que permita la mejor utilizacin de la capacidad instalada y los recursos existentes para satisfacer necesidades sociales insatisfechas. El argumento central se organiza en dos movimientos. Uno es el ajuste fiscal que acta como ordenador y estabilizador de las cuentas macroeconmicas. El otro acta en la reestructuracin de la economa en su conjunto. Ambos, conocidos como reformas de primera generacin, se recorren simultneamente para avanzar desde la estabilizacin al crecimiento. El primero consiste en sentar las bases de la estabilidad macroeconmica, poniendo nfasis en los instrumentos destinados a disminuir el gasto pblico (una de las fuentes principales de las espirales inflacionarias) y ampliar la recaudacin. Estas medidas debern ser acompaadas por un estricto control del crdito interno (restriccin crediticia) y de la demanda agregada (salarios e ingresos de sectores vinculados al mercado interno) para lograr, de esta forma, atacar la estructura de precios relativos. 193

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Durante el segundo, se implementan aquellas polticas que apuntan a producir un shock de productividad en el mbito empresario; utilizando para ello, el paquete de reformas destinado a lograr la liberalizacin de la economa, es decir, las recomendaciones de polticas del CW relativas al sector financiero, la estructura del comercio y su apertura, la desregulacin del mercado de trabajo, etc. Se considera que solamente luego de que los anteriores estados hayan sido atravesados, podrn esperarse fuertes incrementos en los niveles de producto y mayores posibilidades de acceso a los mercados mundiales. El conjunto de argumentos expuestos ha sido parte sustancial, en Argentina, de la fundamentacin de las polticas aplicadas en la dcada de 1990. Sin embargo, los malos resultados obtenidos en el primer quinquenio, especialmente en los pases latinoamericanos, llevaron a John Williamson, inspirador del Consenso de Washington, a revisar las propuestas realizadas. Entre las correcciones, se hace hincapi en reorientar el gasto pblico hacia un bien direccionado gasto social (en vista de los graves problemas distributivos que caus la aplicacin del modelo). Se observa que en cuestiones de liberalizacin comercial debe adoptarse una actitud menos indiscriminada, utilizando el poder de negociacin internacional de cada gobierno. El llamado a la privatizacin y desregulacin total de la economa del primer manifiesto se cambi por un llamado a reforzar la competencia de los mercados, habida cuenta que gran parte de las privatizaciones realizadas generaron mercados monoplicos privados. Segn el propio Williamson, uno puede argumentar que reemplazar un monopolio pblico por un monopolio privado es como saltar de la sartn al fuego. De todas formas, esta revisin presentada por Williamson no caus el mismo impacto sobre los centros internacionales de poder que su propuesta original. En resumen, las reformas de primera generacin propuestas por el CW, con el antecedente de las Dictaduras militares, tuvieron como objetivo imponer las reglas del libre mercado con especial nfasis en el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la adaptacin de las economas regionales a los imperativos de la trasnacionalizacin productiva propia del capitalismo financiero. Su aplicacin al pie de la letra en nuestro pas result, como vimos precedentemente, en la enajenacin del patrimonio productivo del Estado, mediante la privatizacin o la concesin de sus establecimientos fabriles, servicios pblicos o diversos activos. Paralelamente, su saldo social fundamental se vio reflejado en la cesanta masiva de la fuerza laboral preexistente, lo que provoc el incremento de la desocupacin y la pobreza. La cuestin de la seguridad jurdica Una vez alcanzadas las reformas que aseguraran la liberalizacin econmi194

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

ca de las sociedades, cobr fuerza ideolgica la oleada de reformas denominadas de segunda generacin. Su clave pasa por la adecuacin funcional del aparato estatal a los cambios promovidos por la mercantilizacin de las relaciones sociales. Estn centradas en la modificacin de su desempeo e infraestructura en las reas de Administracin Pblica, Salud, Justicia, Educacin y Finanzas. En tal sentido, no debiera hablarse directamente de un achicamiento del Estado, sino de una reorientacin de sus atributos a los imperativos de la economa globalizada del capitalismo tardo. Como bien expresa Ellen Meiksins Wood (s/f), aunque se han efectivizado procesos de transferencia de soberana desde el Estado-Nacin hacia los actores supra o transnacionales, el Estado contina siendo un agente crucial para asegurar la reproduccin del capital, realizada en su mbito circunscrito. En ese marco, un informe del Banco Mundial, publicado en 1997, estableca los parmetros para definir un papel del Estado, en complementariedad con reformas precedentes en curso en las sociedades en desarrollo. Para comprender la importancia prospectiva de sus lineamientos, hay que enfatizar que dicho organismo internacional es uno de los principales financistas de los programas de reformas en Amrica Latina y el Caribe. Su orientacin es decididamente pro-mercado, favorable a los tratados de libre comercio multilaterales como el rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA) y, en su generalidad, seguidora de las polticas econmicas de los pases centrales, en tanto es principalmente financiado por stos. Dicho documento estipulaba las siguientes funciones como propias del Estado:
establecimiento de un ordenamiento jurdico bsico; mantenimiento de un entorno de polticas no distorsionantes, incluida la estabilidad macroeconmica; inversin en servicios sociales bsicos e infraestructura; proteccin de los grupos vulnerables; defensa del medio ambiente.

Como puede verse, la subsidiariedad de sus tareas responde con claridad al modelo liberal, en clara sintona con las mutaciones promovidas desde el Estado y hacia la sociedad civil. Era hora de ajustar la actividad del aparato estatal a las lgicas mercantiles, con todo el efecto en trminos sociales que poda suponer esta readecuacin. Entre los mecanismos alentados con este fin, en trminos generales, se cuentan: 195

El Terrorismo de Estado en la Argentina a) El fomento de la competencia para el acceso a los cargos pblicos, equivalente a la adopcin de polticas de contratacin flexible del personal y de criterios de desempeo e incluso de rentabilidad afines a los de las empresas privadas. b) Otro tanto respecto de la provisin de bienes y servicios pblicos, ahora enfocados stos con carcter crecientemente subsidiario, esto es, orientados a paliar los costos sociales de la desigualdad inherente al orden econmico y no como un derecho inalienable de la ciudadana -formal o informal- en su prestacin. La Justicia es ahora entendida como un producto -un output- antes que como un valor sustantivo. c) Un alegado impulso a la consulta y la participacin de la ciudadana en la decisin de implementacin de polticas, cuando en realidad se advierte en las formulaciones el papel convalidador de aqullas ante el hecho consumado de las reformas. d) La descentralizacin del aparato estatal. Esta propuesta, segn se indica, implica transferir la capacidad de decisin y ejecucin de polticas pblicas desde las instancias concentradas del poder estatal -el gobierno central- a instancias gubernativas inferiores. Se supone que, de este modo, el Estado atendera con mayor eficacia las demandas de la sociedad, y la representara mejor.

Todos estos puntos, como veremos, se constituyen en los principios bsicos orientadores de los planes de Reforma Judicial en Nuestra Amrica. La Reforma Judicial como condicin del desarrollo El corazn argumentativo de la necesidad de la Reforma Judicial se sintetiza en los trminos del citado Informe del BM:
Una normativa debidamente formulada puede ayudar a la sociedad a aprovechar las fuerzas del mercado en beneficio de los fines pblicos. La reglamentacin puede contribuir a proteger a los consumidores, a los trabajadores y al medio ambiente. Puede estimular la competencia y la innovacin y, al mismo tiempo, poner coto a los abusos de los poderes monopolsticos136.

En definitiva, el modelo de desarrollo propugnado se asienta en la fijacin de condiciones destinadas a asegurar de modo indiscutido el rdito privado. El mercado se establece como criterio del bienestar ciudadano. Se evidencia que el marco normativo es apenas la garanta de los negocios y del estatus propietario, mientras que lo pblico tiende a subordinarse bajo dichos intereses y guiarse con sus parmetros. La mentada concepcin de seguridad jurdica, por ejemplo, apuntar a asegurar los requerimientos de las inversiones extranjeras, incluso si stos van en desmedro de la soberana de los Estados o colisionan con los derechos de los pueblos. Dadas tales prescripciones, el sujeto real de las reformas previstas para el sistema judicial aparece sin ambigedades:
Una encuesta entre empresarios locales de 69 pases ha revelado que la forma en que muchos Estados realizan sus funciones fundamentales deja mucho que desear; no logran asegurar el orden pblico, proteger la propie-

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias dad ni aplicar las normas y polticas en forma previsible. Los inversionistas desconfan de esos Estados, lo que, a su vez, representa un obstculo para el crecimiento y la inversin137.

Las recetas que propendan hacia la seguridad jurdica fueron tomadas y aplicadas sin cuestionamientos en el nivel local desde mediados de la dcada del setenta. Tan es as, que el entonces Ministro de Hacienda afirmaba que:
La legislacin existente a principios de 1976 en cuanto a las inversiones externas era totalmente restrictiva, constituyendo una valla para nuevas inversiones ms que un rgimen para regularlas. Consideramos entonces necesario disponer un nuevo ordenamiento que flexibilizara y liberalizara las acciones en este campo y a ese fin se dictaron las leyes 21.382 y 22.208 que fijaron para el inversor extranjero, reglas claras y justas teniendo en cuenta el inters nacional. () Esto contribuy a dar seguridad jurdica a los inversores138.

Reforzando su idea, el funcionario autoritario explica que:

por encima de las posibilidades econmicas de un pas, la atraccin de la inversin extranjera no puede efectuarse sin un contexto poltico estable y sin un horizonte econmico lo suficientemente amplio (...) nuestro gobierno tuvo conciencia de que la estabilidad, as como la continuidad jurdica y econmica constituyen valores en s mismos139.

Queda expresado que el proceso de reforma del Estado nacional, iniciado bajo el autoritarismo y completado posteriormente, centra su lnea argumental en la idea, positivista si se quiere, del orden y el progreso. Las leyes del mercado precisan de una sociedad disciplinada para poder desarrollarse en su mximo potencial. Dada esta premisa, el disciplinamiento del mundo del trabajo era el objetivo primordial a cumplir por las Fuerzas Armadas en el poder, con el convencimiento de que, a la postre, el progreso y la tan ansiada modernizacin de la economa llegara indefectiblemente. La apelacin a mecanismos coercitivos por parte del Estado dictatoriales en 1976 responde, por tanto, a un modelo de acumulacin excluyente y a un proyecto poltico hegemnico a nivel mundial. Proyecto hegemnico El objetivo que se proponen los cnclaves internacionales conformados por las corporaciones transnacionales y los Estados potencia apunta a la liberalizacin de la economa mundial. Mientras ellos demandan apertura, no dudan en destinar gigantescos subsidios a la produccin y exportacin, potenciando la asimetra de la insercin de las empresas y los pases en el mercado mundial. Algunos imaginan que se requiere un Bretton Woods II, a imagen y semejanza del que organiz el orden mundial bajo hegemona del dlar y EE.UU. El problema es que ahora no existe una potencia de reemplazo que puje por esa reestructuracin, sin perjuicio de que China 197

El Terrorismo de Estado en la Argentina

puede terminar siendo uno de los pases que adquiera mayor protagonismo en el orden multipolar en desmedro de la unipolaridad estadounidense. Hoy no existe esa potencia econmico-militar con fortaleza suficiente para encarar un nuevo liderazgo del sistema mundial, tal como ocurri en la posta traspasada de Inglaterra a EE.UU. en las postrimeras de la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos atraviesan una crisis formidable intrnseca del sistema capitalista. La misma, manifestada como recesin hacia el ao 2001 en EE.UU., exiga profundizar la estrategia de libre circulacin del capital.
Cuadro N 14: Tasas de crecimiento del PBI de EE.UU. en porcentaje para 2001/2007
2001 0.8 2002 1.6 2003 2.5 2004 3.6 2005 2.9 2006 2.8 2007 2.0 2008 1.1

Fuente: www.bea.gov (al 29/04/09)

EE.UU. necesitaba financiamiento del mundo y lo logra a expensas de un crecimiento gigantesco de su deuda externa y una inversin de activos dolarizados de todos los pases del mundo. En ese marco aparece como fundamental el proyecto del ALCA, que supona la consolidacin de un rea de explotacin propia para el capital de origen estadounidense. El objetivo era la explotacin de la riqueza en petrleo, agua, minerales, biodiversidad, es decir, recursos naturales y fuerza de trabajo capacitada y barata con relacin al precio de la fuerza de trabajo en el capitalismo desarrollado. Dado que implicaba el libre acceso a los mercados nacionales latinoamericanos, impidiendo la movilidad de la mano de obra.

La movilidad de la mano de obra tiende a igualar los salarios. Al no estar permitida, se crea un espacio que permite al capital maximizar las ganancias utilizando y profundizando las diferencias nacionales en cuanto a nivel de ingreso de los trabajadores140.

Asimismo, el proyecto ALCA profundizaba la desindustrializacin, el endeudamiento externo, la regresividad en la distribucin del ingreso, y mutilaba la capacidad estatal para poder intervenir en el ciclo de acumulacin. En ese sentido, debe interpretarse la afirmacin de Claudio Lozano y Enrique Arceo cuando afirmaban que:
el ALCA supone la coronacin del proceso abierto en la Argentina por la reestructuracin que pusiera en marcha Martnez de Hoz en 1976141.

Sin embargo, el ALCA fue una estrategia inhabilitada por la lucha popular explicitada con fuerza en la Cumbre de Presidentes Americanos de abril de 2001 en Qubec, Canad. All se congregaron movimientos sociales de resis198

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

tencia a la globalizacin capitalista y el libre cambio, junto al primer disenso entre los mandatarios ante el rechazo venezolano de aceptar el plazo de 2005 para la inauguracin de la estrategia librecambista y la sugerencia de defender la democracia participativa sobre la electiva. Mayor volumen adquiri la resistencia manifestada en noviembre de 2005, en la siguiente Cumbre de Presidentes, donde los pueblos generaron su propia cumbre y desplegaron campaas que involucraron a millones en la resistencia a la integracin subordinada. Ante el intento estadounidense de incorporar el ALCA al debate, el bloque del MERCOSUR en conjunto y Venezuela (luego se integrara como parte del MERCOSUR) propinaron una derrota a la poltica exterior de EE.UU. en lo que stos consideraban territorio propio. No puede concebirse la crisis de EE.UU. (2007-2009) sin los lmites que los pueblos latinoamericanos y caribeos en lucha interpusieron a los agresivos planes por la liberalizacin del imperialismo y el rgimen del capital. Esto es vlido desde la resistencia en Irak y el movimiento global contra la invasin desarrollada al comienzo de 2003 y las denuncias posteriores, hasta la dinmica popular de lucha en la regin durante estos aos contra el ALCA, la deuda externa y la militarizacin. Un dato relevante resulta de la movilizacin global en Seattle en 1999, cuyos antecedentes surgen de las articulaciones previas en la selva Lacandona (1996), a propsito del levantamiento zapatista originado en 1994 en Chiapas, en simultneo con la inauguracin del NAFTA. Son antecedentes para pensar en la convocatoria de Porto Alegre (2001), para que el Foro Social Mundial (FSM) se consolide en los sucesivos encuentros para proponer, como sostienen los movimientos reunidos en Asamblea, una propuesta de carcter anticapitalista. El FSM es parte de un conjunto de campaas continentales contra el proyecto liberalizador expresado por la propuesta del ALCA que, entre otros, apuntaba a la liberalizacin creciente de la economa. Esas campaas terminaron modificando el mapa poltico de la regin, y si en la Cumbre de Presidentes de Quebec en 2001 (3ra. Cumbre) slo un pas (Venezuela) opuso observaciones a la declaracin final, en Mar del Plata 2005 (4ta. Cumbre) se opusieron a reabrir la agenda por el ALCA los pases del MERCOSUR y Venezuela, que luego pedira su integracin al acuerdo del Sur. Son los antecedentes para entender por qu en el 2009, en Trinidad y Tobago (5ta. Cumbre), ya ni siquiera hubo suscripcin de la declaracin final y ms que discutir el temario especfico, el cnclave de los Presidentes se dedic a discutir las sanciones de EE.UU. y la OEA a Cuba. Son expresiones polticas regionales que indican que el ciclo del Terrorismo de los Estados surgidos a comienzos de los 70 en Sudamrica est llegando a su fin, producto de las 199

El Terrorismo de Estado en la Argentina

resistencias de los pueblos, expresadas en nuevas dinmicas institucionales en la mayora de los pases de la regin. La deuda externa como mecanismo econmico para la reestructuracin regresiva En el marco de la crisis de mediados del setenta, y con el objetivo de colocar sus excedentes de capital (originados por el reciclaje internacional de los petrodlares) y de mercaderas, los diferentes Estados desarrollados, efectuaron prstamos a muy baja tasa de inters.
De este modo la deuda pblica de los pases del Tercer Mundo y del Este europeo se multiplic por doce entre 1968 y 1980. En los aos 1979, 1980, y 1981, con la llegada al poder de Thatcher y Reagan, (...) se inicia un recorrido histrico durante el cual se aumentan fuertemente las tasas de inters142.

Este aumento oblig a los poderes pblicos endeudados a transferir enormes montos a las instituciones financieras privadas.
El Banco Mundial se propuso crear en el Tercer Mundo una demanda de sus servicios. La influencia que goza hoy la institucin es el resultado, en gran parte, de las redes de patronazgo que elabor en los Estados que se transformaron en sus clientes al mismo tiempo que en sus deudores143.

A partir de ese momento, el reembolso de la deuda pblica, a escala planetaria, se transform en un formidable mecanismo de succin de una parte de las riquezas generadas por los trabajadores asalariados y los pequeos productores en provecho del capital financiero. En esa lnea, Eric Toussaint (2004), expresa que, contrariamente a la idea extendida de que el Norte ayuda al Sur, existe una transferencia masiva del excedente social creado por los trabajadores del Sur hacia las clases dominantes, tanto de los pases industrializados como de aquellas pertenecientes a los pases del Tercer Mundo. Estima, as, que el Tercer Mundo ha devuelto ms de seis veces lo que deba para encontrarse cuatro veces ms endeudado. El consenso social de la imperiosa necesidad de pagar los compromisos externos lleg al mbito intelectual, siendo Salvador Treber uno de los propulsores de la
correccin y saneamiento de las relaciones existentes entre la economa argentina y el resto del mundo; destinadas a viabilizar la atencin de los compromisos de la deuda externa sin frenar los impostergables programas de reestablecimiento de la economa; poltica de ingresos que rectifique la distribucin regresiva del ingreso; y la asignacin de recursos para la investigacin tecnolgica144.

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

El objetivo consiste en imponer una relacin de legitimacin del servicio de la deuda manteniendo a las naciones deudoras en una sujecin que les impide embarcarse en una poltica econmica nacional independiente. El ingreso de dinero fresco bajo la forma de prstamos a corto plazo tena por meta forzar a los pases en vas de desarrollo a reembolsar sus deudas a los bancos comerciales y a los Estados: dinero fresco para pagar viejas deudas145. Nuestro propsito apunta a reconocer los orgenes de la deuda externa Argentina, especificando sus causas econmicas, motivaciones polticas y, sobre todo, desmenuzando el papel estratgico que ha jugado sta en el condicionamiento que ha sufrido nuestro pas, como muchos otros pases subdesarrollados, en el ejercicio pleno de su soberana. La transferencia de la deuda privada al Estado, realizada en tiempos de la Dictadura en forma directa e indirecta, constituye sin lugar a dudas el mayor desfalco de la historia argentina a las arcas pblicas y que se tradujo, indefectiblemente, en una pesada carga para toda la sociedad. Son muestras de esta herencia el crecimiento indubitable de los ndices de pobreza y marginalidad que se fueron convirtiendo a lo largo de los aos, y ms all de sus vaivenes, en un problema estructural de la sociedad argentina. Fue en el marco del Terrorismo de Estado que el endeudamiento se constituy en el chantaje para la reestructuracin regresiva del capitalismo local. La deuda es un mecanismo econmico vinculado al proceso de acumulacin de capitales desde el origen. Esto es explicado por Carlos Marx en el proceso de la acumulacin originaria del capital y que, desde la antigedad, ha jugado un papel principal en el desarrollo del capitalismo. El sistema capitalista presupone una completa separacin de los trabajadores y los medios de produccin. A partir de la acumulacin primaria, y una vez que el sistema est en sus propias bases, no slo mantiene esta separacin sino que la reproduce a una escala cada vez mayor. La llamada acumulacin originaria no es nada menos que un proceso histrico que resulta de divorciar al productor de los medios de produccin. Aparece como primitiva, ya que se forma en los estadios prehistricos del capital y del modo de produccin correspondiente a ste. Esta acumulacin juega en la Economa Poltica el mismo rol que el pecado original en la Teologa, partiendo del hecho anecdtico del pasado lejano, en este caso del que nos revela la historia de la economa, la del surgimiento de dos clases de personas. Aquellas diligentes, inteligentes, la llamada lite frugal y aquellos vagos o de mal vivir146. Se pueden utilizar estas categoras marxistas para entender en trminos concretos las implicancias, en los aos estudiados, de las transferencias del peso de la deuda de los grandes grupos econmicos nacionales y extranje201

El Terrorismo de Estado en la Argentina

ros al Estado argentino, que cumple sus pagos con recursos fiscales aportados por el conjunto de la poblacin, con el agravante del carcter regresivo del rgimen tributario en Argentina. Este pecado original, segn Marx, nos ha llevado a recargar las espaldas del conjunto de la sociedad asumiendo el Estado los vencimientos de capitales e intereses de los emprstitos pblicos y de aquellos tomados originalmente por el sector privado, pero tambin volviendo cada vez ms regresiva la estructura del sistema tributario y aumentando la presin impositiva sobre los sectores de menores ingresos para recaudar crecientes recursos para cancelaciones parciales de la deuda. Un ejemplo actual basta para tener una real magnitud de lo que esto implica. Retomemos el anlisis del contexto internacional en que opera el endeudamiento externo propiciado por la Dictadura genocida. El origen de la deuda puede rastrearse en el funcionamiento de los Organismos Multilaterales de Crditos y en la estrategia de acumulacin definida desde el sistema financiero mundial. En ese marco, interesa sealar las actuaciones de los partcipes locales necesarios en esta estafa multimillonaria. El Acuerdo de Bretton Woods, alcanzado sobre el final de la Segunda Guerra Mundial en 1944, origin el sistema financiero mundial bajo la direccin y supervisin del FMI y el BM, bajo la expresa hegemona poltica, militar y econmica de EE.UU. Es por ello que de all surge el dlar como la moneda de reserva mundial y patrn de cambios internacional, al tiempo que se constituye en principal accionista de los Organismos Financieros Internacionales. Es fcil, entonces, deducir el comportamiento funcional, que han tenido estos estamentos internacionales a los intereses imperialistas del pas del norte y de las corporaciones transnacionales que representa. Bajo la presidencia de Lyndon Johnson, los astronmicos costes de la guerra de Vietnam elevaron el dficit presupuestario norteamericano a niveles rcord. El dlar se volvi vulnerable a una corrida sobre el oro y, entonces, fue necesario tomar medidas de fondo para no perder el lugar hegemnico de la divisa norteamericana en la escena mundial. En 1971, las reservas de oro monetario haban cado a un nivel alarmante debido al aumento constante del dficit en el comercio exterior. La Reserva Federal de EE.UU. ya no estaba en condiciones de garantizar con oro la creciente cantidad de dlares emitidos. Quedaba claro, a partir de ese momento, que tener la moneda de referencia no implicaba salir indemne de cualquier crisis econmico financiera. EE.UU. no poda darse el lujo de perder ms reservas en oro si no quera perder el papel del dlar como la moneda de reserva mundial. De esta forma, Nixon decret el fin de la con202

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vertibilidad del dlar en oro. A esta coyuntura se sumaron las devaluaciones del dlar entre 1971 y 1973, la crisis del petrleo de ese mismo ao, y la consecuente presin de EE.UU. sobre la Organizacin de Pases Exportadores de Petrleo (OPEP) para realizar transacciones exclusivamente en dlares en el mercado petrolero. Esta situacin mantuvo el papel central del dlar en las finanzas y el comercio internacional y contribuy a generar una excesiva liquidez en el sistema mundial. A partir de 1974, y debido al marcado ascenso en el precio del petrleo, se acenta una crisis energtica a nivel mundial que se ve acompaada de una importante acumulacin de los denominados petrodlares por parte de los pases exportadores del crudo. Para tener un panorama concreto de este efecto multiplicador, los depsitos en los bancos transnacionales se quintuplicaron en el lustro 1975-1980. Esta excesiva liquidez que comenzaba a tener el sistema financiero internacional a mediados de los aos 70 llev a los centros de poder a idear los mecanismos que lograran neutralizar esta abundancia de dlares. Diversas trabas y frreos controles de los pases centrales en el flujo internacional de capitales obstaculizaban su libre salida en calidad de prstamos. Esto llev a que, desde el establishment, se presionara por un lado, a los pases desarrollados para darle mayor laxitud a sus intervenciones en el mercado de dinero y, por otro, a los pases en desarrollo para convencerlos de tomar grandes crditos sin importar su necesidad de financiamiento. Producto de la recesin en los pases centrales, la banca transnacional se volvi funcional a stos, fomentando el endeudamiento de los pases subdesarrollados para la compra de maquinarias y equipos importados de los pases industrializados. De esta forma, se buscaba avanzar en un proceso de recuperacin de las principales economas. Esta poltica resultaba tambin indispensable para asegurar las ganancias de los bancos transnacionales, la gran mayora de los cuales eran norteamericanos. En la dcada de los 70, ms de 400 bancos privados del Primer Mundo otorgaron prstamos al Tercer Mundo. Desde luego, algunos bancos fueron ms agresivos que otros y la mitad de la deuda de Amrica Latina se origin en apenas 10 bancos: Manufactures Hanover, Chase Manhattan, Continental Illinois, First Chicago, Bank of America, Citicorp o Citibank, Bankers Trust, Chemical, Morgan Guaranty y el Lloyds Bank147. Justamente la caracterstica de este perodo est dada en que, a diferencia de dcadas anteriores, la banca transnacional reemplaz al FMI, al BID y al Banco Mundial en el papel de principal prestamista. Sin embargo, los funcionarios de estos organismos hicieron las veces de representantes de los bancos privados transnacionalizados a la hora de negociar con los pases endeudados, de lo cual se trasciende el entramado poltico que se teja desde 203

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las grandes esferas del poder mundial y, sobre todo, de la vinculacin de la banca extranjera con las instituciones de Bretton Woods. En este contexto, una de las principales zonas adonde fueron destinados los petrodlares fue Amrica Latina. Algunos gobiernos regionales se prestaron a esta prctica por diversos motivos. Venezuela, Mxico, Ecuador y Argentina fueron quienes ms se endeudaron en funcin de su capacidad de repago ligada principalmente a sus posibilidades de exportar petrleo. Aquellos pases que gozaban de una institucionalidad democrtica lo utilizaron, entre otras cosas, para financiar su dficit comercial y fiscal. Otros, dirigidos por gobiernos de facto, para resolver problemas polticos derivados de la interrupcin poltico-institucional y para contribuir a un enriquecimiento ilcito y desmedido, tanto de sus cpulas militares como de sus agentes intermediarios ligados al establishment financiero. En este sentido, los Estados gobernados por militares fueron claves, ya que uno de los gastos que se indujeron desde los pases capitalistas desarrollados fue el militar. El gasto militar fue una de las claves para pensar el endeudamiento deliberado en el Sur, ya que cada pas desarroll su hiptesis de conflicto en funcin de las necesidades de las clases dominantes locales para resguardar los mecanismos de dominacin y reproduccin del capitalismo148. Desde esta perspectiva debe entenderse la perversa relacin que se gener entre los acreedores externos (Bancos, Pases centrales, Organismos Financieros Internacionales) y los Pases latinoamericanos como deudores. Si bien la Argentina, al momento de estallar la crisis mundial de los 70 vena de un perodo de gobierno constitucional (1973-1976), ya se avizoraba a fines de 1974 y principios de 1975 un destino incierto en cuanto al papel que podan tomar las fuerzas armadas como expresin concreta de las demandas de las clases dominantes afectadas por el extendido reclamo de los trabajadores y otros sectores populares en lo que se consideraba una ofensiva popular contra los intereses del capital: sus ganancias. Con el golpe militar de marzo de 1976, se funda un proyecto para la contraofensiva de las ganancias sobre el salario, la desestructuracin del poder poltico popular y se construyen las condiciones de un pas que potenci, por dcadas, la exclusin, la marginalidad y la miseria de una creciente mayora. La deuda externa actu como instrumento disciplinador por excelencia, condicionando la poltica econmica de sucesivos gobiernos chantajeados por las recomendaciones de los organismos multilaterales. El peso que ha representado la deuda externa -tanto privada como pblica- a partir de las decisiones tomadas por la Dictadura (1976-1983), hipotec el futuro de varias generaciones. El problema continu en sucesivos gobiernos constituciona204

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

les, los cuales con renovaciones y negociaciones, consolidaron una estafa sin precedentes en la historia de nuestro pas. En el perodo 1975-1986 la deuda externa se increment en 43.400 millones de dlares y lleg, as, a los 51.286 millones de dlares; sin embargo, en ese perodo, salieron 13.500 millones de dlares.
Nos endeudamos para que salieran capitales, y luego para pagar la parte de intereses que no conseguamos servir con recursos propios; si no hubiramos pedido ningn prstamo tendramos 13.500 millones de dlares ms; y no es que estuviramos arrastrando una pesada deuda anterior, pues en 1975 la deuda era slo de 7.875 millones de dlares149.

Otro escenario an peor se deriva del dictamen de los peritos judiciales en relacin a la demanda planteada por Alejandro Olmos, ya que stos determinaron, segn informacin del Banco Central, una salida de divisas de 35.102 millones de dlares en el perodo 77-82, producto de la descapitalizacin del pas. El crecimiento acelerado y permanente de la deuda a partir de mediados de los setenta se fue convirtiendo en uno de los temas centrales del campo econmico en cuanto a la restriccin de recursos internos que representaba sta en el presupuesto pblico y su consecuente impacto negativo en el crecimiento econmico y la distribucin de la renta. Justamente, la marcada regresividad en la distribucin de la riqueza que comenz luego del golpe, llev a una paulatina prdida de los asalariados en su participacin en la renta nacional, de la mano de una creciente concentracin del capital en trasnacionales con filiales en el pas, como as tambin de grandes empresas de capital nacional que aprovecharon los intersticios que brindaban las medidas de poltica econmica de la Dictadura para enriquecerse ilegalmente con la connivencia de funcionarios del gobierno dictatorial. Una caracterstica del nuevo rumbo econmico fue la liberalizacin del mercado de capitales que se fue dando por etapas a partir de la reforma financiera de junio del 77. Adicionalmente, la tasa de inters ya no fue ms fijada por el BCRA. Los diversos esquemas institucionales que se haban aplicado entre 1930 y 1976 se caracterizaron por la clausura del mercado de los movimientos de capitales hacia el exterior, la fijacin de las tasas de inters oficiales en el sistema bancario y el racionamiento del crdito, medidas que utilizaban la banca como mecanismo de transferencia forzada de ingresos requerida por la estrategia de industrializacin150. Sin embargo, y a pesar de estos cambios estructurales, el mercado de capitales sigui con una visin cortoplacista sin proveer, de acuerdo a lo que dictan los libros de teora econmica, una tasa de inters de largo plazo estable que indujera a la 205

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acumulacin de capital con su correspondiente impacto positivo en el sistema productivo. Con la desnacionalizacin del sistema de depsitos, los bancos privados retomaron su papel como eslabones necesarios en el proceso de endeudamiento externo. Hubo un cambio diametral en el papel que cumpla el endeudamiento externo con las crisis de la Balanza de Pagos. Hasta ese momento, las crisis coyunturales de sta se originaban bsicamente en marcados dficits comerciales producto de las importaciones del sector industrial. En trminos concretos, el saldo de la balanza comercial reflejaba la puja entre aqul y la oligarqua pampeana, quien aportaba las divisas a travs de sus exportaciones. Pero a partir de finales de 1978, las condiciones estructurales cambiaron y el acelerado crecimiento de la deuda se dio en un contexto de supervit comercial, producto de las exportaciones del sector agropecuario. El proceso de ampliacin del endeudamiento externo comenz en 1979 con la apertura del mercado de bienes y de capitales y el establecimiento de una tasa de cambio decreciente en el tiempo, que a partir de ese momento se denomin la tablita cambiaria. Segn Martnez de Hoz, este enfoque monetario de la Balanza de Pagos permitira que las tasas internas se igualasen a las externas, pero esto nunca ocurri debido a un Estado que demandaba excesivamente fondos del mercado local y que, por lo tanto, mantena elevadas las tasas internas. Este escenario dio paso a una valorizacin financiera por parte del capital concentrado151. Uno de los rasgos distintivos que se dio conjuntamente con la acelerada expansin de la deuda fue el cambio en su composicin. Hasta ese momento el Estado haba sido el demandante casi exclusivo de crdito externo; sin embargo, a partir de principios de 1979, el sector privado -representado por un pequeo grupo de corporaciones nacionales y extranjeras- comenz a dominar el comps de endeudamiento, razn por la cual el Estado qued sometido a las condiciones del sector privado, producto de este cambio estructural. No slo tuvo que salir en auxilio de ste, proveyendo los dlares demandados en el mercado de divisas y endeudndose a tal efecto sino que tambin, y esto resulta lo ms ignominioso, hacindose cargo con el pasar del tiempo de una deuda ilegitima contrada por los sectores concentrados del poder econmico. Hubo una profunda regresividad, que se dio en el perodo 76-83, debido a una gigantesca transferencia de recursos hacia el capital concentrado a travs de la preeminencia de la valorizacin financiera por sobre la produccin de bienes y servicios. Este proceso de valorizacin se explica por la disparidad entre tasas internas y externas. Los grandes grupos econmicos 206

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tomaban crditos a tasas internacionales muy accesibles y, luego, los colocaban en el mercado interno, cuya tasa pasiva estaba muy por encima de las externas. A principios del ao 1981, se puso en funcionamiento un mecanismo denominado seguro de cambio152 que llev mayor seguridad a esta operatoria y que implic el traslado de la deuda de las empresas al Estado. Esta ganancia financiera era fugada al exterior y serva como garanta de nuevos prstamos, continuando con este ciclo perverso. La casi totalidad del endeudamiento de las empresas estaba orientado a la obtencin de la renta financiera posibilitada por las sucesivas reformas del sector financiero y el acceso al mercado de capitales, y no era volcado a la actividad netamente productiva. Por lo tanto, el eje del funcionamiento econmico fue trasladndose hacia la valorizacin financiera, en detrimento de la produccin. El Estado era partcipe necesario de este negocio, pues su endeudamiento dentro del pas mantena esa importante diferencia entre las elevadas tasas internas en relacin a las externas y, por otro lado, su creciente endeudamiento externo le provea de las divisas que el mercado de divisas necesitaba ante la consecuente fuga de capitales. Todas estas transferencias al capital concentrado se dieron a travs de una correlativa prdida de participacin de los trabajadores en la renta nacional, acentuada por un rgimen tributario cada vez ms regresivo. En definitiva, en el marco del endeudamiento externo, el capital concentrado formado por conglomerados externos y grupos econmicos locales pasa a controlar el proceso econmico en base a la explotacin de los trabajadores y la subordinacin del Estado a sus intereses particulares153. Otro de los mecanismos utilizados para trasladar la deuda privada a la rbita pblica se enmarc en el incumplimiento de las empresas con sus obligaciones externas garantizadas por el Estado. En el informe del Banco Central al 31 de octubre de 1983, se consigna que del monto total de deuda privada estimada en U$S 14.000, el 84% era de naturaleza financiera especulativa. Parte de esta deuda tuvo el aval del Estado en operaciones concertadas con la garanta del Tesoro Nacional. Ante el incumplimiento de las empresas avaladas, entre las cuales figuraban ACINDAR, Papel de Tucumn, Interama, Autopistas Urbanas, Alto Paran, Celulosa Puerto Piray y Cementos NOA, el Estado nacional tuvo que salir a responder por las garantas comprometidas154. Muchas de estas compaas tienen hoy sus obligaciones pendientes con el Estado y esto es parte del fundamento de quienes impulsan la necesidad de una auditora de la deuda escamoteada tras dcadas de gobiernos constitucionales. Las operaciones de toma de deuda externa se acordaron pactando la jurisdiccin de los tribunales extranjeros y, tambin, atenindose los compromi207

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sos asumidos a la aplicacin de la ley extranjera. De acuerdo a las clusulas referentes a posibles desacuerdos o litigios, stos deban regirse por Tribunales externos. O sea, desde un comienzo se introdujeron cambios en la legislacin para salvaguardar los intereses de los capitales transnacionales y no del Estado argentino. Estas modificaciones funcionales al saqueo del patrimonio nacional se introdujeron a menos de un mes de la asuncin de Jorge Rafael Videla e, incluso, antes del lanzamiento del plan econmico de Martnez de Hoz, primer indicio que esbozaba lo que se pretenda desde las esferas del poder: un proyecto de pas en venta. Fue necesaria una modificacin de la legislacin para poder hipotecar el futuro del pas. Las autoridades del gobierno militar planificaban y decidan, desde la rbita del Ministerio de Economa y el Banco Central, el endeudamiento en moneda extranjera de las empresas proveedoras de servicios pblicos sin que las divisas obtenidas se volcaran a atender sus necesidades financieras externas. Se establecieron cupos de prstamos a los que deban acceder las empresas estatales obligatoriamente recibiendo a cambio moneda argentina; mientras, los dlares obtenidos en emprstitos a nombre de las stas quedaban en el Banco Central y eran destinados al mercado de cambios que los necesitaba para consolidar la poltica de apertura econmica. Las empresas eran utilizadas como prestatarias del crdito externo, a los fines de su gestin y firma. Pero no eran usuarias ni usufructuarias de dicho crdito155. Este desvo de fondos oblig a empresas como YPF156 a endeudarse debido a su creciente necesidad de financiamiento. Sus tarifas de servicios pblicos fueron fijadas deliberadamente a un nivel mnimo que oblig continuamente a reunir fondos adicionales, fondos que deban ser buscados fuera del pas por exigencia de los funcionarios de la cartera econmica. La deuda externa de YPF se multiplic por diecisis al considerar el tiempo que dur el Proceso de Reorganizacin Nacional pues, a su inicio, su pasivo externo era escasamente de 372 millones de dlares llegando, a comienzos del 83, a ms de 6.000 millones de dlares157. El aumento astronmico de las tasas de inters internas luego de la reforma financiera del 77 era funcional a este manejo inescrupuloso de las autoridades, convirtindose en la coartada ideal para justificar sus acciones. Esta situacin se repiti en Agua y Energa Elctrica, la Comisin Nacional de Energa Atmica, la empresa de telecomunicaciones ENCOTEL, Ferrocarriles Argentinos, Gas del Estado y en el resto de las empresas pblicas. Segn declaraciones de las mismas autoridades del BCRA, la Secretara de Coordi-nacin y Programacin Econmica fijaba trimestralmente, a partir de 1980 (Res. 170/80 del Ministro Martnez de Hoz), los mrgenes de endeudamientos posibles de las empresas estatales. Es importante mencionar que detrs de todas las operatorias se encontraba el Dr. Guillermo Walter Klein, 208

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Secretario de Estado en el Ministerio de Economa y brazo ejecutor del plan de Martnez de Hoz. As, esta poltica sistemtica de malversacin de fondos llevo las reservas del Central en el ao 80 por encima de los 10.000 millones de dlares, cifra mentirosa en virtud de que stas representaban casi en su totalidad un pasivo. A lo largo de la dcada del 80 hubo un nuevo vuelco en la composicin de la deuda externa argentina, ya que gran parte de la deuda privada que haba nacido a la luz de las reformas financieras estructurales de fines de los 70 fue estatizada, consolidando una infame transferencia de recursos que perjudic directamente al pueblo argentino. En 1983, la Unin Cvica Radical sucede al gobierno militar. Sin embargo, el cariz reformista de su programa de gobierno con Bernardo Grinspun en el Ministerio de Economa, va dando paso, fundamentalmente a partir del Plan Austral ya bajo la conduccin del ministro Juan Vital Sourroille, a una continuidad, desde la heterodoxia, del modelo iniciado en el 76, producto de las presiones del capital concentrado que exiga una subordinacin total a los condicionamientos propuestos por el Fondo y el poder mundial de las corporaciones transnacionales. Muchas medidas tomadas durante la Dictadura se mantuvieron y otras se profundizaron, como la gestin que se realiz respecto de la deuda externa privada y la consolidacin del proceso de estatizacin de sta, aceptndola sin distinciones de legitimidad y asumiendo nuevos compromisos158.
Con la disposicin del Gobierno de atender con ttulos oficiales o del Banco Central todos los compromisos financieros pblicos y privados que venzan antes del 31 de diciembre qued virtualmente estatizada la deuda externa, y con ello, se le puso punto final al proceso de depuracin entre las obligaciones legtimas y no legtimas que nunca fue llevado a cabo, cumplindose con uno de los requisitos planteados por la Banca acreedora y el FMI a los negociadores argentinos.

As ilustraba el diario Clarn el da 2 de julio de 1985, haciendo pblica la estafa. En ese momento, junto a Sourrouille como Ministro de Economa, lo acompaaba como titular del Banco Central Jos Luis Machinea, quien haba sido gerente de Finanzas Pblicas del mismo Banco en el perodo represivo. Luego, sera Ministro de Economa en la primera parte del gobierno de De la Ra, en 1999. En la misma reunin con el FMI se plante la privatizacin casi forzada de empresas pblicas como parte de pago del capital adeudado por el Estado desde 1982, ya que luego de la denominada crisis de la deuda con epicentro en Mxico, (1982) los pases subdesarrollados no estaban en condiciones de reunir ni siquiera las divisas necesarias para afrontar los intereses. En ese contexto, se entienden las medidas propuestas por el entonces Ministro de Obras y Servicios Pblicos, Rodol209

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fo Terragno, de transferir parte del paquete accionario de la empresa de telecomunicaciones ENTEL y Aerolneas Argentinas a capitales forneos, disposicin que qued sin efecto pero que fue abonando el terreno para el desembarco, a principios de los noventa, del impopular declogo del Consenso de Washington. El significativo crecimiento de la deuda externa argentina que se dio a partir de fines de los aos 70 consolid, en el escenario nacional, la posicin hegemnica del capital transnacional y de los poderosos conglomerados econmicos locales, subordinando las demandas insatisfechas de los sectores populares a su lgica concentradora. Este proceso regresivo en la distribucin de la renta no tuvo cambios importantes aun en perodos democrticos, de lo cual se percibe el punto de inflexin que signific la asuncin en la cartera econmica de Jos Martnez de Hoz bajo el mandato del dictador Videla, y la profundidad estructural de los cambios que se fueron ejecutando desde ese momento, no slo en el sistema financiero sino, tambin, en el modelo econmico en su totalidad. Este cambio del paradigma productivo a uno netamente rentstico sent las bases de un modelo de exclusin y miseria que consolid un aumento de la pobreza estructural y la marginalidad. El proceso de cambios estructurales que se dio en los aos 90 con una desregulacin de la economa en su conjunto y una brutal apertura a las importaciones que termin de liquidar parte del aparato productivo, comenz a fogonearse desde el Terrorismo de Estado aplicado en el ltimo gobierno de facto con un trgico saldo 30.000 desaparecidos. Basta remitirse a las palabras del mismsimo Martnez de Hoz que, aunque se desdice, de alguna forma confirma que el plan econmico del menemismo fue la prolongacin del iniciado por l hace casi tres dcadas. Afirm que la convertibilidad tena coincidencias con el plan econmico de 1976, aunque descart que fuera la continuidad de aqul.
Las tres orientaciones eran: la reforma del Estado, privatizacin de la empresas pblicas, apertura de la economa (). La diferencia estuvo en el momento histrico159.

En octubre de 1982, Alejandro Olmos inicia en el Jugado Nacional de 1ra. Instancia en lo Criminal y Correccional Federal N2 una causa penal para llevar a cabo la investigacin de la legitimidad de la Deuda Externa, que se extender en el tiempo por ms de 18 aos con la sentencia del judicial en el ao 2000. En este juicio se han producido pericias judiciales probatorias de graves irregularidades e ilcitos que comprometen, civil y penalmente, a ministros, secretarios de Estado, autoridades del Banco Central y de Bancos privados y estatales y directores de empresas pblicas y privadas. Las evidencias a las cuales ha tenido acceso Olmos y que aport a la causa son tan concretas que permitiran: no pagar a los acreedores externos ms de lo que 210

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legtimamente se les debe, reclamar la devolucin de fondos pagados por incumplimientos de empresas privadas, promover acciones indemnizatorias contra funcionarios que se enriquecieron a costa del pueblo argentino y accionar ante tribunales del exterior para conocer los depsitos de recursos transferidos en perjuicio del pas, entre otros160. En esta causa, que llego a tener ms de 20 cuerpos, intervinieron sucesivamente el Dr. Anzotegui, el Dr. Del Castillo, el Dr. Gustavo Weschler, la Dra. Servini de Cubra y, por ltimo, el Dr. Jorge Ballestero. ste fue quien dos meses despus del fallecimiento de Olmos, fall estableciendo la responsabilidad de los funcionarios de la Dictadura que la contrajeron y la corresponsabilidad de los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, que aprobaron prstamos fraudulentos. Ballestero remiti el fallo al Congreso Nacional para que tomara cartas en el asunto debido a que la accin penal haba prescripto. ste, mostrando su desidia o quiz su complicidad, nunca se expidi. Alejandro Olmos Gaona, hijo del querellante original, contina con la querella donde se investigan todas las refinanciaciones de la deuda originaria hasta el da de hoy. En diciembre de 2005, impuls junto a Prez Esquivel y ms de 50 representantes de entidades sociales, religiosas, sindicales y de derechos humanos, un Recurso de Amparo para suspender el pago de las sumas reclamadas por el FMI hasta que la Justicia Federal se expida sobre su legitimidad161. Esta pesada deuda que recae sobre todos nosotros constituye, segn queda demostrado por Alejandro Olmos, la mayor y ms desvergonzada transferencia de recursos del pueblo argentino a los dueos del capital transnacional. Cuando Dromi era Ministro de Obras y Servicios Pblicos del menemismo, sostuvo en una rueda de prensa al salir de la embajada norteamericana, donde haba charlado las condiciones en que se privatizaran ENTEL y Aerolneas, que
con las ltimas medidas adoptadas, la cuestin de la legitimidad o ilegitimidad de la deuda haba pasado a la historia.

Ante tanto cinismo, slo la bsqueda de la verdad acerca de quines y cmo contrajeron esta Deuda Inmoral y Odiosa y, sobre todo, la aplicacin de justicia sobre quines fueron los responsables polticos y econmicos que buscaron la legalizacin de este desfalco, allanarn el camino para la construccin de un proyecto de sociedad que recupere la memoria de los efectos del Terrorismo de Estado sobre el conjunto de la economa, el Estado y la sociedad. La actual crisis de la economa mundial162 La vivida es una historia de intervenciones y violaciones recurrentes a los 211

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derechos humanos, potenciada en los 70 con los regmenes dictatoriales y en los 90, con la renovacin del proyecto Alianza para el Progreso va la Iniciativa para las Amricas propuesta por Bush padre en 1990 y rebautizada como ALCA desde 1994 bajo la administracin Clinton y que no pudo sostener Bush hijo en la cumbre de presidentes americanos en noviembre de 2005, producto de la resistencia que haban generado los pueblos y el nuevo mapa poltico surgido de la asociacin en esa cumbre del presidente de Venezuela y los pases del MERCOSUR. En esta primera dcada del siglo XXI se modific la correlacin de fuerzas entre el proyecto del capital y la lucha de las clases subalternas. El 2001 fue quiz, el ltimo acto de la iniciativa poltica del poder mundial para hacer avanzar el ciclo capitalista de liberalizacin en beneficio de la acumulacin. Desde entonces, especialmente en la regin latinoamericana y caribea, crece una dinmica social en lucha que se expresa, tambin, en cambios de gobiernos y de regmenes constitucionales con propuestas de carcter anticapitalista y que animan expectativas de cambio social y econmico. Es cierto que en la regin subsiste el programa de mxima del librecambio y se manifiesta en tratados bilaterales y de defensa de las inversiones externas, como en los protocolos de integracin vigentes suscriptos por los pases en tiempos de hegemona neoliberal. Ya no se habla del ALCA, pero existen ataduras jurdicas que comprometen a los Estados, tal el caso de los pases que adhieren al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), o las concesiones oportunamente otorgadas en materia de soberana para el tratamiento del endeudamiento externo. Son condiciones vigentes que expresan la lucha entre el pasado neoliberal reciente, cuyo origen remite al Terrorismo de Estado en el Sur de Amrica, y un nuevo tiempo poblado por el discurso crtico de esas polticas, aunque todava no se reviertan y -menos an- se construyan otras relaciones sociales para afirmar un modelo alternativo. La regin se encuentra atravesada por ambas realidades, una que expresa la voluntad de transformacin que incluye un incipiente debate sobre la transicin del capitalismo al socialismo y otra que, agazapada, espera el momento de resurgimiento del programa liberalizador, sustentado en reformas estructurales regresivas que continan ejerciendo su demoledor efecto sobre los sectores ms desprotegidos. Estas vertientes poltico-econmicas contradictorias que se desenvuelven en nuestro subcontinente, se hallan inmersas en un contexto macro de crisis econmica mundial, en donde sostenemos que las resistencias populares en la regin son causa de la crisis misma. Este elemento complejiza las diversas realidades nacionales, repercutiendo directamente en el mbito poltico, disminuyendo las -ya debilitadas- capacidades de maniobra de los 212

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

Estados; a la vez que impacta negativamente en las mayoras sociales por medio de la disminucin de los niveles de ingresos y la acuciante desocupacin, pobreza e indigencia. As las cosas, lamentablemente an hoy en da, es necesario seguir hablando en trminos de violacin de los derechos humanos que, al igual que en los tiempos dictatoriales, es perpetrada a travs de mecanismos de coercin directa e indirecta. A lo largo de ms de tres dcadas, el mundo del trabajo asiste a una ofensiva liberalizadora del capital, por medio de la que se somete a los trabajadores a indignas vejaciones fsicas y morales. Constituye, por tanto, un proceso histrico de aristas polticas, econmicas, culturales y sociales que se entrecruzan para dar lugar a un perverso sistema de dominacin y sometimiento. Sistema que, como observamos, no se encuentra exento de fisuras. Las crisis econmicas recurrentes son slo un aspecto que deja entrever la estructura sobre la que se monta el poder del capital. Por eso, como se ver a continuacin, la actual crisis econmico-financiera es reflejo del fin de una forma neoconservadora de explotacin de los trabajadores utilizada para generar exorbitantes niveles de ganancias. Los antecedentes de esta situacin actual se remontan a la crisis de las hipotecas en EE.UU. en agosto de 2007 y a la cada de Lehman Brothers en septiembre de 2008, con un multimillonario paquete de salvataje de bancos y empresas transnacionales por parte de EE.UU. y los principales Estados capitalistas del mundo. Con la crisis hipotecaria y su consecuente desinfle de la burbuja inmobiliaria en EE.UU., todo era presentado como una crisis financiera en bolsas y bancos, cuando, en realidad, el trasfondo era un problema producido por la desaceleracin, que luego se convirti, en el segundo semestre de 2008, en recesin para la economa estadounidense, con una cada del 6,3% para el cuarto trimestre del pasado ao. Es el camino que siguieran Europa y Japn, para completar un cuadro recesivo de la economa mundial. Este conjunto de pases explica el 75% de la economa mundial y genera una desaceleracin del crecimiento global arrastrando a los pases menos desarrollados o dependientes, como los de la regin latinoamericana y caribea. El comentario sobre el momento de inicio de la crisis refiere a que hace dos aos que se vive un ciclo de retroceso de la capacidad de produccin, de acumulacin y de dominacin del capital y de los principales Estados capitalistas, especialmente de EE.UU. Esta potencia, que ha acumulado por aos el grave dficit paralelo, fiscal y comercial, y que nada hace pensar en un cambio estructural de esta tendencia negativa de las cuentas en Washington. Las dificultades se agravan para el pas hegemnico del sistema mundial ante los 213

El Terrorismo de Estado en la Argentina

lmites para mantener su agresiva poltica internacional de militarizacin. El gasto militar abultado, al punto de duplicar sus valores entre 2000 y 2008, junto al elevado endeudamiento pblico, de las empresas y las familias de EE.UU., fueron los privilegiados mecanismos utilizados para superar la recesin de 2001 y los cuales ahora no pueden volver a utilizarse. Aun inyectando masas inmensas de recursos estatales para recomponer liquidez bancaria, no hay demandantes de crditos. Obama y su Secretario del Tesoro estn anunciando un plan de compra de 1 billn de dlares de carteras txicas para limpiar a los bancos y colocarlos en condiciones de ofrecer crditos convenientes a una sociedad escaldada con la recesin y pronsticos reservados a futuro cercano. La escalada guerrerista requerir de fondos que EE.UU. no tiene y que debe obtener del mercado mundial, en momentos de desconfianza por la vulnerabilidad del sistema mundial en crisis. Como lo venimos mencionando, esta crisis tiene su historia. No resulta exagerado, entonces, remitirse a la ofensiva liberalizadora del capital para superar la crisis de rentabilidad de los 70 y que se manifest en el sur del continente bajo los efectos del Terrorismo de Estado. Es que el tema crucial para entender la crisis es la cada de las ganancias. Es un fenmeno que se desarroll especialmente en la segunda mitad de los aos 60 y al comienzo de los 70 y que motiv un conjunto de polticas empujadas por el capital transnacional. En primer lugar, estallaron los acuerdos de Bretton Woods y EE.UU. impuso la dictadura del dlar y la liberalizacin financiera y comercial, resguardando sus intereses protectorios de carcter nacional, subsidios y regulaciones mediante. Esa ofensiva del capital explica la crisis de la deuda externa de los 80 en la regin latinoamericana y en el sur del mundo; pero, tambin, la suba de los energticos y otras materias primas, induciendo una reprimarizacin productiva de nuestros pases. En segundo lugar, se avanz en reconfiguracin del mapa poltico del sistema mundial, con una transformacin al interior del socialismo real que se proces en toda la dcada del 80 para culminar en la cada del muro de Berln (hace 20 aos) y en la desarticulacin de la Unin Sovitica; la hegemona capitalista y el neoliberalismo se impusieron como dogma al punto de considerarse pensamiento nico. Es cierto que en el camino existi resistencia a esos procesos, especialmente de los trabajadores contra la ofensiva del capital contra el salario, los ingresos y las condiciones laborales y de vida; pero, tambin, contra las regresivas reformas estatales y la integracin subordinada sustentada desde el libre cambio. Aquel descenso de la tasa de ganancia es lo que regresa con la desaceleracin y recesin en el sistema mundial. sta es la causa principal de la crisis capitalista. Existe sobreproduccin que afecta la continuidad de la produc214

Apuntes sobre su historia y sus consecuencias

cin, la acumulacin y la dominacin del capital sobre el trabajo y de los principales Estados capitalistas sobre el conjunto de la sociedad mundial163. Aqu est la clave de las polticas anticrisis. Est claro que el capital pretende reconstruir su capacidad de acumulacin y dominacin y, para ello, requiere restituir las condiciones para la liberalizacin de la economa mundial. Todas las apelaciones del establishment global reclaman por la reapertura de la Ronda de Doha y presionan para que en los cnclaves mundiales, del G7, G8, G20 y otros, aparezca la formula apelativa a profundizar el camino de la apertura de la economa, mientras sostienen gigantescos subsidios a sus exportaciones y producciones. Algunos pases del sur del mundo son tentados a mantenerse en ese esquema de argumentacin y, por ello, son convocados a diferentes discusiones sobre la crisis, la arquitectura del sistema financiero y las necesarias regulaciones para el funcionamiento de la institucionalidad capitalista en la poca de la globalizacin. ste es, quiz, el momento para pensar en trminos alternativos, y puede verificarse cierta mora poltica en los gobiernos de la regin latinoamericana y caribea para aprovechar la oportunidad que genera la crisis. En ese sentido, no es un dato menor que en la agenda ya no aparezca la privatizacin como poltica excluyente. Parece ser la hora de las nacionalizaciones y la intervencin directa del Estado. Qu impide en este tiempo de crisis recuperar las empresas privatizadas durante la dcada del 90 bajo la hegemona de las polticas neoliberales? La regin latinoamericana es rica en recursos naturales, energa, agua, alimentos, materias primas, subordinada a modelos productivos sustentados en la monoplica propiedad de corporaciones transnacionales que super explotan a los trabajadores y a la naturaleza. El objetivo es la ganancia y la apropiacin de esa riqueza que puede sustentar un proyecto soberano. La regin necesita recuperar soberana sobre esos recursos para asegurar el Buen Vivir de su poblacin y proyectar integradamente una articulacin productiva con beneficio para las poblaciones empobrecidas de nuestros pases. La regin cuenta con recursos cuantiosos acumulados en reservas internacionales que se estiman en 500.000 millones de dlares, muchos de los cuales son activos externos nominados en dlares y que sirven para financiar los planes del imperialismo estadounidense. Por qu no destinar esas reservas, o parte de ellas, a una poltica de desarrollo autnomo alternativo que modifique la ecuacin de perjudicados y beneficiarios? Por qu no acelerar la creacin del Banco del Sur? Los pasos dados para formar UNASUR y los cambios en el MERCOSUR, junto a la formacin del ALBA y su Banco, son caminos que deben potenciarse para afirmar una poltica regional compartida que se desvincule del eje de la crisis. 215

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Es cierto que las estrategias en la regin son diversas, desde quienes siguen la poltica del librecambio que sustenta el poder econmico mundial, y quienes sostienen un camino contrapuesto con variantes y matices polticos socialistas (Socialismo del siglo XXI). La persistente agresin del capital en la explotacin de los trabajadores y sobre los recursos naturales para satisfacer sus objetivos pone de manifiesto que no slo se trata de una crisis econmica, sino de una crisis sistmica. En rigor, el problema no es slo financiero, sino econmico e, incluso, de carcter civilizatorio, afectando el orden social en conjunto164. Es lo que an no se discute. Sino que la estrategia del capital, ms all de ciertas nacionalizaciones propuestas desde el Estado capitalista, se orienta a la generacin de condiciones econmicas y polticas para hacer avanzar bajo nuevas condiciones el sistema capitalista, con independencia del costo social y natural que ello conlleve. Resulta grave disimular los peligros de la crisis, tanto como insistir en las recetas que derivaron en sucesivas crisis desde la restauracin conservadora. Por ello, es necesario pensar en trminos de alternativas al orden financiero y econmico para proponer otro ordenamiento del sistema mundial. Es quiz el momento para cerrar el ciclo de reestructuracin econmica iniciado con el Terrorismo de Estado en 1976.

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Conclusiones
Esta mirada panormica sobre la historia argentina permite extraer algunas conclusiones de gran importancia para la hora actual. En primer lugar, demuestra que si bien durante la ltima Dictadura militar el Terrorismo de Estado lleg extremos nunca vistos, sus races se hunden profundamente en nuestra historia. Los horrores y las atrocidades del Proceso no fueron, por lo tanto, un rayo en un da sereno sino la brutal culminacin de una tendencia profundamente arraigada en la sociedad argentina -y, digamos, tambin latinoamericana- derivada de la constitucin del orden colonial sobre la base del exterminio de las poblaciones originarias y el saqueo de sus tierras y riquezas. En segunda instancia, el Terrorismo de Estado fue la herramienta por medio de la cual se consolid el dominio del capital sobre el trabajo. La transformacin regresiva de las relaciones socioeconmicas sirvi para adaptar coercitivamente a la sociedad al capitalismo de poca. De esta manera, en nuestro pas el neoliberalismo se erigi sobre la base del terror sistemtico y estatalmente organizado. El sojuzgamiento del mundo del trabajo se presenta como una verdadera revolucin conservadora, ya que incide tanto en la estructura como en la superestructura de nuestra sociedad. Asimismo, sus consecuencias ms evidentes son el empobrecimiento generalizado de la poblacin, la miseria, la indigencia, la precarizacin y la sobreexplotacin laboral que, lamentablemente, ya forman parte de nuestra realidad cotidiana. En tercer trmino, estas violaciones a los derechos humanos encontraron siempre teoras e ideologas que las justificaban ante los ojos de sus perpetradores: desde las discusiones teolgicas y filosficas sobre la humanidad que podran tener quienes renegaban de la civilizacin o desconocan la propiedad privada, hasta las actuales teorizaciones sobre la seguridad nacional, aggiornadas en la poca actual habida cuenta de la imposibilidad de aplicar el sambenito de la subversin comunista y recurrir a la carta militar, pero, igualmente siniestras a la hora de caracterizar a los enemigos del sistema. Es importante, por lo tanto, estar en guardia contra estas nuevas justificaciones y denunciarlas con todas nuestras fuerzas ni bien hacen su aparicin en la escena pblica. 217

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En cuarto lugar, sealar la importancia de cultivar el conocimiento de nuestra historia y de ejercitar continuamente nuestra memoria, nico camino para evitar la reiteracin de males profundamente enquistados en nuestra sociedad. Quinto, tener en cuenta que el Terrorismo de Estado siempre cont con la anuencia de un sector de la sociedad. A veces de manera activa, como cuando se organiza la Liga Patritica en tiempos de la Primera Guerra Mundial; otras, de modo pasivo, cuando se generaliza una actitud de indiferencia, apata y retraimiento que dan lugar a conductas o actitudes tipo no te mets, por algo habr sido, algo habr hecho, que terminan por convalidar la conducta criminal de la satrapa que usurpa la autoridad del Estado. Sexto, la historia de violencia represiva ejercida por el Estado puede ser atravesada, contradictoriamente, por otra historia de resistencia: pensamientos y prcticas alternativas que tienen por fin ltimo lograr la emancipacin social. Esto fue lo que intentamos mostrar por medio de los escritos y las primeras orientaciones presentes en el perodo que se extiende entre la Revolucin de Mayo y la Asamblea del ao XIII; las cuales fueron proyectadas en la historia con el sentido principal del Dogma Socialista de Esteban Echeverra. Existe a lo largo de nuestra historia, un vasto nmero de protestas y confrontaciones contra las polticas impulsadas desde las clases dominantes. De todas ellas, es de estricta justicia destacar la heroica resistencia de Madres y familiares de desaparecidos y de los organismos de derechos humanos a la Dictadura militar inaugurada en 1976, a la cual este texto quiere homenajear y contribuir a fin de mantener viva aquella lucha, rescatando sus ideales de liberacin y emancipacin social. En resumen, vivimos en un pas rico, cuya historia, sin embargo, est signada por violentas represiones y sangrientas dictaduras de todo tipo. Como consecuencia de ello, surgen los graves problemas sociales y econmicos que todava hoy, abruman a la Argentina. La humanidad debe llegar -despus de tantas experiencias negativas- a desarrollar un sistema que no se base en diferencias sociales, porque justamente all comienza la violencia. Es preciso lograr una verdadera democracia sobre la base de la justicia, la igualdad y la dignidad para todas y todos, a travs del camino del dilogo y la defensa de la libertad. stas deben ser las columnas insustituibles del mtodo para instituir la verdadera paz en la sociedad. Queda claro, sin embargo, que es obligacin de todos salir a la calle a protestar cuando el dilogo, la libertad y el derecho a una vida digna son negados desde el poder. 218

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NOTAS: 1. Los exponentes del CW comenzaron a elaborar sus planteos en el marco de un proceso operado entre la crisis de mediados de los 70 y la instalacin de las polticas liberal-conservadoras en Gran Bretaa y EE.UU., a fines de esa dcada, y sus argumentaciones se potenciaron con la cada del socialismo en el este de Europa. 2. Esta frase da ttulo a una de las obras de Martnez de Hoz, quien fuera Ministro de Economa en el perodo 1976-1980, durante la primera etapa del gobierno militar que se desarrollo desde 1976 hasta 1982. El texto se denomina Bases para una Argentina Moderna 1976-80 (1981) y describe minuciosamente la poltica econmica del perodo la cual se hallaba contenida en el Programa 2 de abril. 3. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 16. 4. Gilly, Adolfo en Martnez Oscar; 1994: 27. 5. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 17. 6. Martnez de Hoz, Jos ; 1981: 23. 7. Ferrer, Aldo; 1980: 63. 8. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 236 9. Cecea, Ana Esther en Gambina Julio (Comp.); 2002: 160. 10. Martnez Oscar (Comp.); 1994:28. 11. Cecea Ana Esther; en Gambina, Julio (Comp.); 2002: 173. 12. Gambina, Julio; 2008: 3. 13. Acpite basado en la ponencia de Julio Gambina: La ofensiva del capital contra el trabajo y los desafos para la democratizacin de las relaciones laborales, XXXII Jornadas de Derecho Laboral; Huerta Grande, Crdoba, 2/11/06. 14. A pesar de la reactivacin de la produccin industrial con tasas que, para los ltimos tres trimestres de 1977, oscilan entre 3,7% y 14,4%, persiste la expulsin de la mano de obra a un ritmo nunca inferior al 5%, Azpiazu, Basualdo, y Khavisse; 1986: 109. 15. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 112. 16. Ximnez, Daniel y Martnez, Oscar; 1992: 129. Bastardilla del texto original. 17. Basualdo, Kulfas, Arceo y Bonofiglio; 2005: 6. 18. Graa y Kennedy; 2008b: 7. 19. Graa, Juan M. y Kennedy, Damin; 2008c: 10. 20. La diferencia conceptual entre ambos es que el salario real se centra en los precios que debe afrontar el trabajador para consumir y el costo laboral se basa en los precios que debe afrontar el empresario. 21. Graa, Kennedy y Valdez; 2008a: 13. 22. Graa ,Juan M. y Kennedy, Damin; 2008c: 11. 23. Basualdo, Kulfas, Arceo y Bonofiglio; 2005: 5. 24. Lindenboim, Graa y Kennedy; 2005: 8. 25. Graa, Juan M. y Kennedy, Damin; 2008c: 5. 26. Lindenboim, Graa y Kennedy; 2005: 10. 27. La carencia de datos fidedignos, se debe a la intervencin gubernamental sobre el INDEC, lo cual se tradujo en una evidente manipulacin de los mismos. Esta situacin se hace extensiva al conjunto de indicadores que se desprenden de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y el ndice de Precios al Consumidor (IPC). 28. Diario Crtica de la Argentina, Panorama econmico; 19 de abril de 2009. 29. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 115. 30. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 114. 31. Desde una visin opuesta, Aldo Ferrer afirmaba que la estrategia neoliberal no procura el desmantelamiento del sistema de proteccin industrial (...) sino que, en todo caso, propone su racionalizacin; 1980: 67. 32. Arakaki y Piqu; 2008: 7. 33. Arakaki y Piqu; 2008: 19. 34. CENDA; 2008: 8. 35. CENDA; 2008: 9. 36. CENDA; 2008: 12. 37. CENDA; 2008: 9. 38. Ximnez, Daniel y Martnez, Oscar; 1992: 21. 39. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 113. 40. Martnez, Oscar; 1994: 40. 41. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 118. 42. Graa, Juan M. y Kennedy, Damin; 2008c: 16. 43. Graa, Kennedy y Valdez; 2008a: 22. 44. La redistribucin regresiva del ingreso tiene su contrapartida en una estructura productiva que acumula y produce para satisfacer la demanda de los grupos de altos ingresos; Ferrer, Aldo; 1980: 78. 45. La emergencia de los GGEE se remonta, en su mayora, a la poca agroexportadora o a la primera etapa de industrializacin en 1940; mientras que las ETDI provienen en su mayora de la primera y segunda sustitucin de importaciones. Ver Azpiazu, Basualdo y Khavisse (1986). 46. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 74. 47. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 77.

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48. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 29. 49. Treber, Salvador; 1983: 106. Bastardilla de origen. 50. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 229. 51. Treber, Salvador; 1983: 120. 52. Treber, Salvador; 1983: 122. 53. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 180. 54. Azpiazu, Basualdo y Khavisse; 1986: 97. 55. Treber, Salvador; 1983: 119. 56. Pucciarelli, Alfredo, 2004: 267. 57. Pucciarelli, Alfredo; 2004: 260. 58. Azpiazu, Basualdo y Khavisse; 1986: 198. 59. Treber, Salvador; 1983: 25. 60. Azpiazu, Basualdo y Khavisse; 1986: 189. 61. Pucciarelli, Alfredo; 2004: 275. 62. Azpiazu, Basualdo; 2004: 2. 63. La informacin que contamos para el anlisis de esta dcada fue extrada del acpite Papel del Estado y del endeudamiento en la concentracin de la cpula empresaria, en Gambina, J. y Campione, D.; 2002. 64. Azpiazu, Basualdo; 2004: 2. 65. Este captulo toma algunas de las reflexiones vertidas en la obra de Gambina y Campione Los aos de Menem; 2002. 66. Los aparatos ideolgicos del Estado (AIE) que menciona Althusser son: los AIE escolares (el sistema de las distintas escuelas pblicas y privadas); los AIE familiares; los AIE jurdicos; los polticos; los sindicales; los de informacin (prensa, radio, televisin); los AIE culturales (literatura, bellas artes, etc.); 1988: 110. 67. Sidicaro, Ricardo; 2003: 17. 68. Sidicaro, Ricardo; 2003: 10. 69. Oszlak, Oscar; s/f: 3. 70. Ellen Meiksins Woood; citado en Ansaldi Waldo; 2008: 38. 71. Sidicaro, Ricardo; 2003: 19. 72. Sidicaro, Ricardo; 2003: 23. 73. Gambina y Campione; 2002: 80. 74. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 49. 75. Ferrer, Aldo; 1980: 152 76. Sidicaro, Ricardo; 2003: 27. 77. Treber, Salvador; 1983: 166. 78. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 39. 79. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 109. 80. Ello se plasma claramente cuando, por un lado, los funcionarios dictatoriales promueven a todas voces el proceso privatista, y por el otro,, ensanchan el aparato productivo estatal, por medio de la compra de empresas privadas, tal es el caso de la Compaa Italo de Electricidad, desarrollado por Jorge Schvarzer (1986). 81. Sidicaro, Ricardo, 2003: 29 82. Los datos con los que contamos no slo indican que la actividad econmica del Estado creci sino que, especialmente, fue ocupando un lugar de mayor predominio en la economa nacional Schvarzer, Jorge; 1986: 233. 83. Sidicaro, Ricardo; 2003: 32. 84. Sidicaro, Ricardo; 2003: 33. 85. Schvarzer, Jorge; 1986: 266. 86. Martnez de Hoz, Jos;1981: 49. 87. Schvarzer, Jorge; 1986: 260. 88. Aplicando el recurso de la subcontratacin fue posible ceder gradualmente actividades y funciones teniendo en cuenta la capacidad tcnica y econmica original de las empresas contratistas existentes y, tambin, su posibilidad de crecer y fortalecerse con las enormes ventajas que les brindaban esos negocios cuando eran bien administrados Pucciarelli, Alfredo; 2004: 261. 89. Pucciarelli, Alfredo: 2004: 261. 90. Schvarzer, Jorge; 1986: 271. 91. Schvarzer, Jorge; 1986: 276. 92. Schvarzer, Jorge; 1986: 267. 93. Esta situacin ocurri en casos tan importantes como Industrias Mecnicas del Estado (IME), planta de automotores utilitarios de Crdoba; Aceros Olher, productor de aceros de Valentn Alsina; Industrias Llave, textil con planta en Paran y Gran Buenos Aires; Editorial Codex, uno de los establecimientos ms modernos del continente a principios de la dcada del setenta. Schvarzer; 1986: 266. 94. Schvarzer, Jorge; 1986: 271. 95. Schvarzer, Jorge; 1986: 261. 96. Martnez de Hoz, Jose; 1981: 53. 97. Martnez de Hoz, Jose; 1981: 53.

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Apuntes sobre su historia y sus consecuencias


98. La apertura de la economa acta en doble sentido, hacia en interior y hacia el exterior, constituyendo un instrumento esencial para la modernizacin del pas y de la produccin nacional.; Martnez de Hoz; 1981: 132. 99. Martnez de Hoz, Jos; 1981 pps. 70 y 71. 100. Ferrer, Aldo; 1980: 135. 101. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 155. 102. Ferrer, Aldo; 1980: 151. 103. Gambina y Campione; 2002: 86. 104. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 39. 105. Gambina y Campione; 2002: 89. 106. Sidicaro, Ricardo; 2003: 37. 107. El consenso logrado en la poblacin obvi la discusin de las medidas a adoptar y los portavoces de los principales actores socioeconmicos celebraron el Vox Populi, Vox Dei, al que siempre haban rechazado por irracional y populista.; Sidicaro, Ricardo; 2003: 39. 108. Gambina y Campione; 2002: 93. 109. Oszlak, Oscar; 2001: 8. 110. Oszlak, Oscar; 2001: 6. 111. Oszlak, Oscar; 2001: 9. 112. Acpite basado en el ensayo de Julio Gambina y Daniel Campione; 2002. 113. Acpite basado en el ensayo de Julio Gambina y Daniel Campione; 2002. 114. Schvarzer, Jorge; 1998: 164. 115. Oszlak, Oscar; 2001: 4. 116. Schvarzer, Jorge; 1998: 247. 117. Acpite basado en la ponencia de Julio Gambina: La ofensiva del capital contra el trabajo y los desafos para la democratizacin de las relaciones laborales, XXXII Jornadas de Derecho Laboral; Huerta Grande, Crdoba, 2/11/06. 118. Existen en la actualidad 60.000 corporaciones multinacionales, con una inversin total en el mundo de cuatro billones de dlares (...) Del conjunto de corporaciones trasnacionales, un 70% pertenecen a los Estados Unidos. (...) Esas 60.000 estn tan hper concentradas que slo 100 de ellas tienen una inversin global de la mitad, es decir de dos billones de dlares. (Minsburg, Naum; en Gambina, Julio comp.; 2002: 272). 119. Briner, Mara Agustina y Schorr, Martn; 2002. 120. Gambina, Julio y Campione, Daniel; 2002. 121. La inversin extranjera en Amrica Latina y el Caribe, 2001. Tomado del sitio en Internet de la CEPAL. 122. Sidicaro, Ricardo; 2003: 47. 123. Schvarzer, Jorge; 1998: 156. 124. Sidicaro, Ricardo; 2003: 48. 125. Sidicaro, Ricardo, 2003: 54. 126. Svampa, Maristella; 2008. 127. Gambina, Julio; 2008: 3. 128. Acpite basado en Julio Gambina; Ponencia Economa y DD.HH. en el capitalismo global. Cul es el rumbo y el lugar de Amrica Latina y el Caribe en el sistema mundial y en el marco de la crisis capitalista?; Universidad Madres de Plaza de Mayo - Congreso de Economa; Ciudad Autnoma de Buenos Aires; octubre 2008. 129. Toussaint; 2004: 260 130. Acpite basado en Julio Gambina; Ponencia Economa y DD.HH. en el capitalismo global. Cul es el rumbo y el lugar de Amrica Latina y el Caribe en el sistema mundial y en el marco de la crisis capitalista?; Universidad Madres de Plaza de Mayo - Congreso de Economa; Ciudad Autnoma de Buenos Aires; octubre 2008. 131. Gambina, Julio; 2008: 6. 132. Decisin, como otras asumidas antes y despus, groseramente expresada en su poltica intervencionista y militarista luego de los atentados en Nueva York del 11 de septiembre de 2001. 133. Gambina, Garca, Borzel y Casparrino; en Gambina, Julio comp.; 2002: 100. 134. Toussaint, Eric; 2004: 259. 135. Acpite basado en el ensayo de Gambina y Campione (2002). 136. Banco Mundial; 1997: 6. 137. Banco Mundial; 1997: 5. 138. Martnez de Hoz, Jos; 1981:105 139. Martnez de Hoz, Jos; 1981: 107. 140. Lozano y Arceo; 2002: 7. 141. Lozano y Arceo; 2002: 12. 142. Toussaint, Eric; en Gambina, Julio comp.; 2002: 304. 143. Toussaint, Eric; 2004: 207. 144. Treber, Salvador; 1983: 168. 145. Chossudovsky, en Toussaint; 2004: 227. 146. Marx, Karl; 1959: pps. 714-715. 147. Vergara, Alfredo; 2005.

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148. Gambina, Julio; 2009. 149. Calcagno, Eric y Calcagno, Alfredo Eric; 2002: 5. 150. Canitrot, Adolfo (1980) 151. Basualdo, Eduardo M. (1999) 152. Estas operaciones eran convenidas entre el Banco Central y los deudores privados y consistan en asegurarles a las corporaciones una tasa pactada a la hora de comprar las divisas para cancelar sus deudas. Esta medida permiti, entre otras cosas, los denominados autoprstamos, lo que permiti, a su vez, que las filiales argentinas de las transnacionales disfrazaran las transferencias desde sus casas matrices como prstamos, para beneficiarse de la medida. 153. Basualdo, Eduardo M.; 1999. 154. Olmos, Alejandro; 2004: 128. 155. Olmos, Alejandro; 2004: 115. 156. Yacimientos Petrolferos Fiscales era la empresa de mayor facturacin del pas. 157. Olmos, Alejandro; 2004: 215. 158. Fuchs, Jaime y Vlez, Jos Carlos; 2001. 159. La Nacin, 8/08/1996. Del encuentro del Presidente Menem y Roque Fernndez con el CEA. 160. Olmos, Alejandro; 2004:38. 161. www.avizora.com/temasquequeman/deuda_externa. Peridico VAS - Mariane Pcora - Entrevista a Alejandro Olmos Gaona, hijo de Alejandro Olmos, quien impuls la causa penal que determin el origen ilcito de la deuda pblica de Argentina. 162. Acpite basado en los artculos de Julio Gambina Amrica Latina y el Caribe: alternativas frente a la crisis; ponencia para el XI Encuentro de Economistas sobre globalizacin y problemas del desarrollo; La Habana; marzo de 2009; y La crisis de la economa mundial y las polticas necesarias en Amrica Latina y el Caribe; marzo de 2009. 163. La crisis puede manifestarse en la circulacin y, de hecho, hace tiempo que Carlos Marx explic el carcter de la crisis como crisis de sobreproduccin. Tambin, el intelectual revolucionario reflexion sobre el capital ficticio, asociado a produccin futura. Son importantes, ms all de la polmica, las contribuciones en este plano realizadas por Chesnais (2008), Brenner (2008) y Caputo (2009). 164. En la reunin del G7 de febrero de 2009 realizada en Roma, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, advirti que se viven "tiempos muy peligrosos porque la crisis financiera se convirti en una crisis econmica y ocupacional y sin intervenciones urgentes y extremas devendr una crisis humanitaria." Julio Algaaraz; El G7 busca en Roma recetas contra la Crisis, En diario Clarn, sbado 14 de febrero de 2009, Buenos Aires.

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El otro en el discurso poltico argentino

El Terrorismo de Estado en la Argentina


El Otro en el discurso poltico argentino. Seleccin documental
Elvira Barillaro/Francisca La Greca

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El otro en el discurso poltico argentino

Prlogo

Este trabajo es una forma inteligente y slida de mostrar cmo se construye la relacin entre un nosotros y el otro durante un perodo largo de la historia argentina, que comienza a fines del siglo XIX con la estructuracin del Estado y de la economa y atraviesa todo el siglo XX. As se evidencia, una vez ms, que nuestra historia en tanto construccin historiogrfica no es simplemente una narracin, y que forma parte de la historia universal, aunque tenga caminos y derroteros propios. Los documentos no cumplen en esta publicacin una funcin de apndice que justifica lo que se narra, tal como nos tena acostumbrados la historia construida en el siglo XIX.
Este aporte documental tiene como objetivo mostrar la complejidad de la trama histrica que lo invade todo, documentos, estatuas, textos. En especial, desnuda un discurso de connotaciones diferentes segn quin, cundo y dnde se emite, de modo que nos obliga a cuestionar el reduccionismo entre lo bueno y lo malo, y nos da herramientas para comprender el rol del Estado y las sucesivas definiciones del otro diferente en las que se apoya la identidad. No pretende emitir juicios definitivos que implicaran el cierre de la historia, sino profundizar la comprensin de aquello que debemos tener en cuenta a la hora de transmitir.

La cuestin de la verdad no se resuelve derribando las estatuas, por el contrario, es necesario explicar cundo y por qu se las construy, quines les dieron lugar en el espacio pblico, cmo sirvieron para instaurar nuevas explicaciones o reforzar las viejas, siempre, desde las necesidades de algn presente especfico. Tampoco se resuelve invocando objetividad, tarea imposible que los historiadores ya ni discutimos. No se trata de borrar memorias sino de revisar actitudes, porque creemos que hay que tomar partido honestamente, sabiendo y diciendo que se toma partido. Que debemos intentar someternos nosotros mismos a la crtica, para no forzar los hechos, para elegir la comprensin y el interrogante abierto, como lo hace esta investigacin, realizada en el presente, en forma rigurosa pero comprometida y respetuosa de principios ticos irrenunciables. Una investigacin 229

El Terrorismo de Estado en la Argentina

que no pretende ser producto cerrado, sino principio de algo perfectible y discutible. Esta lnea de trabajo orienta un camino: permite vislumbrar el esqueleto de un guin museolgico, base indispensable para producir una exposicin necesaria de carcter crtico. Nos esforzaremos para que ste sea el sustento inicial en la elaboracin de una muestra que nos identifique a todos y cuyo objetivo principal sea lograr que los ms jvenes se acerquen y obtengan elementos para reflexionar sobre la represin, sus causas, sus mecanismos y, sobre todo, que les permita reconocer sus propias luchas en las luchas de otros que dedicaron su esfuerzo y sus vidas a defender la libertad, la justicia y la igualdad. Liliana Barela Historiadora Directora del Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires Integrante del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria

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Introduccin
El recuerdo de vuestra actuacin en el territorio ha de perdurar en la memoria de sus habitantes como una enseanza de lo que son capaces los hombres que se inspiran en el cumplimiento del deber y en la grandeza de la Patria. Discurso del presidente de la Sociedad Rural de Ro Gallegos, Ibn Noya, en honor a Varela (1 de enero de 1922).

El enfoque historiogrfico de este trabajo nos remite al importante papel que cumplen las ideas en la conformacin de una nueva sociedad poltica, pero la misma perspectiva de anlisis advierte que existe una relacin compleja entre la produccin del campo semntico y la recepcin que los diversos actores que integran la sociedad llevan a cabo. En la sociedad conviven diversos discursos (cientfico, poltico, etc.) que coexisten y circulan conformando un entretejido discursivo histrico. Esta relacin entre la produccin y la recepcin slo puede ser adecuadamente captada desde la posicin de observador, que es la que ocupa el analista del discurso. Es posible aproximarse a los razonamientos de una poca mediante el anlisis de su lenguaje, que constituye su herramienta mental y da forma a un imaginario social de pertenencia nacional. Abordar el discurso como forma en la que tiene lugar la comunicacin entre los hombres es un medio para acercarse ms a la compleja trama histrica. De los diversos discursos que conviven en una sociedad de carcter nacional hemos seleccionado aquellos que nos permitieron reconocer las formas de identificacin del otro en el marco de una significatividad cualitativa del discurso poltico. Dentro del universo de documentos en los cuales la operatoria discursiva tuvo como objetivo desagregar al otro del espacio social, el eje estuvo puesto en quienes construyeron el relato histrico y, en ese sentido, legitimaron el comportamiento poltico de la poca. Dicho de otro modo, este trabajo apunta al anlisis del discurso poltico articulado en las instituciones del Estado y en la esfera pblica. Esta seleccin documental fue realizada con el objeto de mostrar, en principio, que el discurso poltico autoritario tiene la intencin perpetua de presentar al otro como el enemigo y, adems, que el sujeto de identidad que lo 231

El Terrorismo de Estado en la Argentina

representa no es invariable, la personificacin vara. El otro, en el lenguaje poltico, se construye segn los contextos en la medida en que pone en cuestionamiento el poder hegemnico. Las formas de identificarlo se relacionan directamente con el perodo y, en este sentido, los trminos se manifestaron polismicos y, por ende, histricos. Las fuentes no fueron utilizadas como testimonio en funcin de lo que dicen, como resultara del tratamiento de la historiografa positivista en bsqueda de una causalidad lineal, sino que han sido analizadas en el plano de la enunciacin, ese nivel del discurso que connota. Al mismo tiempo, el nivel en el cual se construye la relacin del sujeto hablante con aquello que dice y que, a su vez, contiene la relacin que quien habla propone al receptor. El recorrido de los documentos permitir al lector reconocer trminos, apelaciones, sintaxis, en fin, expresiones que probablemente le resulten conocidas. Destacar en cada documento este repertorio que resuena tuvo la intencin de poner en evidencia que el lenguaje encierra representaciones construidas en el devenir social y poltico. En este caso, se trata de un constructo histrico que, con continuidades y resignificaciones, ha conformado el imaginario social autoritario de la Argentina moderna. El punto de partida de la seleccin documental es la etapa final de la formacin del Estado en tanto las acciones y los discursos que la sostienen tienen carcter constituyente. La enunciacin como modalidad operatoria de la constitucin del Estado-nacin moderno. Recordemos que la institucionalizacin demanda que el mensaje adquiera universalidad sin dejar espacio para la duda ni la crtica. En consecuencia, el discurso dominante busca la aniquilacin de determinadas fracciones sociales excluidas del pacto estatal y, para ello, recurre a la utilizacin de la forma verbal del modo indicativo que posibilita desplegar la accin como verdad indiscutible y objetiva; accin que no necesita ninguna calificacin y, si la merece, ser sealada como deber sagrado. La necesidad de consolidar la territorialidad del Estado nacional lleva a presentar al otro como una amenaza, como fuente del mal; el discurso resulta una herramienta vlida para reafirmarlo como smbolo de peligro y, as, habilitar su eliminacin material. El ideal republicano que atraviesa el espacio poltico argentino no deja de estar presente en el discurso autoritario; se entremezcla en la arenga de los jefes militares que involucran a la tropa en tanto depositarios de la soberana y en la Repblica, representada por la madre orgullosa de la bravura de sus viriles hijos que actan ante la paz patritica amenazada. 232

El otro en el discurso poltico argentino

A partir de 1880, el Estado consolidado territorialmente, centralizado en Buenos Aires e integrado al mercado mundial como pas productor de materias primas, comenz el proceso de invencin de la nacin, ya no como fuente de soberana en donde Estado y Nacin se reconocan como sinnimos sino como identidad construida. El objeto de esta operacin tuvo fines, en principio, patriticos: incorporar a todos aquellos que a travs de sus prcticas mantuvieran fuertes vnculos con su tierra. La invencin de las naciones no se lleva a cabo a partir de decretos y normas polticas, sino de valores simblicos y culturales que difunden y construyen el imaginario social. Este imaginario opera activamente en la memoria colectiva, para la cual a menudo los acontecimiento cuentan menos que las representaciones imaginarias a las que ellos mismos dan origen y encuadran1. Logrado el fortalecimiento del Estado nacional y ante una poblacin que se caracteriz por su rpido crecimiento y heterogeneidad, el discurso comienza a girar en torno al mantenimiento del orden: la seguridad amenazada. no slo por la presencia de ese otro sino por sus ideas y prcticas, aparece en la retrica de los que detentan el poder poltico y econmico. Hacia la dcada del 30, si bien, el nacionalismo poltico no llega a su fin, se produce la culminacin de un largo proceso iniciado en el otoo del orden conservador. Vuelto hacia el pasado ms que hacia el porvenir2. En un contexto de crisis mundial del capitalismo y del rgimen de representacin, en la Argentina se conform un bloque poltico ideolgico antiliberal organizado en torno a dos instituciones: la Iglesia y el Ejrcito, que enarbolaron el mito de la nacin catlica. Ante la prdida de legitimidad del rgimen de representacin, el espacio poltico seudodemocrtico fortaleci la vigencia de los discursos nacionalistas que construan al otro, tambin dentro del capitalismo. Sin embargo, hacia 1935, ninguna de las facciones nacionalistas lograba hegemonizar la vida poltica. La Iglesia, antiliberal y anticomunista, mostr su poder de convocatoria y de movilizacin popular durante la reunin del Congreso Eucarstico Internacional que se realiz en Buenos Aires del 9 al 14 de octubre de 1934. Como sostiene Palacio, La celebracin del Congreso Eucarstico Internacional de Buenos Aires en 1934 mostr la existencia en el pas de una enorme mayora catlica, por lo cual el oficialismo justista, hurfano de opinin, adopt tambin desde entonces una acentuada definicin clerical3. Despus del 4 de junio de 1943, la irrupcin clerical-nacionalista se consolid y el mito de la nacin catlica se convirti en Estado. Sobre la base 233

El Terrorismo de Estado en la Argentina

de ese mito, el catolicismo representaba el ADN de la nacionalidad. De acuerdo con su doctrina y sus valores morales y sociales se reconstruir el edificio de la Nacin4. A partir de aqu, las relaciones Iglesia y Estado fueron cambiantes y ambiguas, de acercamiento y conflicto, pero qued instituido un imaginario de orden fundado en las Fuerzas Armadas como el reservorio de las tradiciones patriticas, y como defensoras de la fe catlica que aglutinaba al ser argentino. La construccin de este nosotros justific el enfrentamiento con los gobiernos surgidos del voto, los golpes de Estado y la denuncia sistemtica del otro, que se infiltraba, a travs de las ideas, en trabajadores y estudiantes que intentaban subvertir el orden vigente. Durante la larga crisis poltica argentina iniciada con el golpe uriburista, la frase aparecida en la Gaceta Mercantil en el momento en que Rosas asumi la suma del poder pblico, est en contra de nosotros el que no est del todo con nosotros, devino en un componente constituyente del discurso poltico. El tpico fundamental de esta retrica pas a ser la homogeneidad representada en los smbolos patrios, en la tradicin catlica con mayor o menor grado de secularizacin y en la integridad territorial. El ideal republicano de la diversidad, de la confrontacin, del debate de ideas cedi espacio al discurso amigo-enemigo, teniendo en la ltima Dictadura su ms feroz expresin en tanto mxima expansin de la idea del Otro radical, el enemigo visto como una bacteria que infecta y que hay que destruir. La refundacin republicana, en 1983, a travs del enjuiciamiento al Terrorismo de Estado intent instituir un nuevo imaginario con discursos y representaciones simblicas que tuvieron como epicentro los derechos humanos y la justicia. Este nuevo discurso poltico quedaba connotado en el trmino democracia.

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El otro en el discurso poltico argentino

Seleccin documental

GuERRA DE LA TRIPLE ALIAnzA


La Guerra de la Triple Alianza se produce antes de la consolidacin definitiva del Estado moderno y central. El discurso patritico de Mitre, que desde el cargo de Presidente de la Repblica Argentina convoc a la defensa del suelo, produjo resistencias. Los documentos seleccionados apuntan a mostrar que la guerra fue vivida por los actores polticos y sociales como una carnicera y un medio para enfrentar, tanto en los discursos como en las prcticas, al Gobierno Nacional. Proclama de Bartolom Mitre: La Patria amenazada por el enemigo, el Paraguay, se defiende.
Compatriotas: en medio de plena paz y con violacin de la fe de las naciones, el Gobierno del Paraguay nos declara la guerra de hecho, apresando traidoramente, a mano armada en nuestro territorio, dos vapores de la escuadra argentina, y haciendo fuego sobre nuestras poblaciones indefensas. Provocado a la lucha, sin haberla buscado, despus de haber hecho cuanto decorosamente poda y deba hacer, para evitarla, guardando la neutralidad que era la regla de nuestra poltica, contestaremos la guerra con la guerra, y la haremos con toda energa y con todo el poder que corresponde a los gloriosos antecedentes de la Nacin Argentina deslealmente vulnerada en su honor y atacada en su seguridad. Conciudadanos: Contando, como cuento, con la virilidad del pueblo Argentino y con vuestra incontrastable decisin, el pas se ha mantenido hasta hoy en estricto pie de paz, cumpliendo lealmente sus deberes de neutral, porque estaba seguro que llegado el momento de peligro, todos acudirn sin distincin alguna a ocupar sus puestos en torno a la bandera Nacional resueltos a cumplir con sus deberes sagrados. Argentinos! Ha llegado el momento. En nombre de la patria y con la autoridad de la ley, os llamo a ocupar vuestros puestos de ciudadanos y de soldados de un pueblo libre, cuyas banderas siempre fueron acompaadas por la justicia y la victoria. Compatriotas: puedo ofrecer tranquilamente el triunfo, porque l est en la conciencia de todos los

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Argentinos y lo aseguran de antemano los poderosos elementos de que la Nacin puede disponer con el auxilio de la Providencia y de vuestro valor y patriotismo. Despus de este noble esfuerzo la paz ser ms slida, ms gloriosa y ms fecunda, y podris continuar con mayor energa la tarea del progreso en que habis sido interrumpidos por una agresin tan vandlica como traidora. Por mi parte no necesito deciros que cumplir con los altos deberes que la Patria y la Constitucin me imponen en estas circunstancias; y que confiando en el cielo que protege la justicia de nuestra causa y en vuestro generoso patriotismo, no descansar hasta restituiros la paz que os ha sido traidoramente arrebatada, y dejar vindicado como corresponde el honor de la Nacin Argentina. Vuestro compatriota y amigo. Bartolom Mitre Proclama del Presidente de la Repblica a sus conciudadanos. En el diario La Nacin Argentina, 16 de abril de 1865.

El fracaso del discurso mitrista: resistencias y denuncias


Cuando los pueblos argentinos penetraban la poltica del General Mitre al travez del humo y de las llamas en que abrazaba la heroica Paysand, derraman lgrimas de indignacin, aguardando con ansiedad el desenlace de ese sangriento drama, y estaban todas sus simpatas del lado de los mrtires que se sacrificaban defendiendo su suelo patrio y su libertad. [...] Se llev la guerra al Paraguay: miles de ciudadanos fueron llevados atados de cada provincia, al teatro de aquella escena de sangre: ese nmero considerable de hombres honrados perecieron vctimas de las funestas ambiciones del General Mitre, y un nuevo contingente de vctimas pedido por segunda vez a esos pueblos infelices, fue toda la cuenta que aquel mandatario les dio de los llevados primeramente. [...] As andaban las cosas en la Repblica Argentina, cuando otro traidor venda por un pacto infame la Repblica Peruana a las aspiraciones mezquinas de la corona Espaola, despus de la piratera inmensa de las islas Chinchas. Fue entonces que se form el Gran Congreso Americano, se hizo un hecho real la Unin iniciada por el General Melgarejo, siendo invitada especialmente a tomar parte en ella la Repblica del Plata. [...] La asombrosa negativa del General Mitre, en nombre de la nacin, burlando as todas las esperanzas del pas, exasper hasta el infinito el patriotismo de los ciudadanos, que vestan luto a la presencia de la horrible carnicera que tena lugar al pie de los eternos muros de Humait. [...] Es por estas incontestables razones que los argentinos de corazn, y sobre todo los que no somos hijos de la Capital, hemos estado siempre del lado del Paraguay en la guerra que, por debilitarnos, por desarmarnos, por arruinarnos, le ha llevado Mitre a fuerzas de intrigas y de infamias, contra la voluntad de toda la Nacin entera, a excepcin de la egosta Buenos Aires. Manifiesto de Felipe Varela - Potos, enero 1 de 1868. En: Luna, Flix: Los caudillos; Buenos Aires; Planeta; 1993; pgs. 268 a 270.

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Mitre en su cuartel de campaa (1866) Bate & Ca (Montevideo, Uruguay). Biblioteca Nacional del Uruguay.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

GuERRA COnTRA EL InDIO


1876 constituye un punto de partida en la construccin del imaginario social respecto del indio como el enemigo que atenta contra la propiedad privada y acta en contra de la nacionalidad. El ministro del presidente Nicols Avellaneda, Bernardo de Irigoyen, plantea el tema en el Congreso Nacional.
Ese trfico, adems de fomentar las crueles inclinaciones de los indios y sus agresiones a nuestras fronteras, pesa contra las operaciones del comercio legtimo, que no puede resistir la competencia de aquellos negocios, realizados bajo condiciones tan ventajosas para los compradores. Sera suficiente para dificultar la introduccin en Chile de los ganados arrebatados en las provincias argentinas limitar el paso de las haciendas a caminos o boquetes habilitados a ese efecto. Esta disposicin no atacara la libertad comercial y estara de acuerdo con otras consignadas en el tratado de 1856 (...). Qu miramiento puede detener al gobierno chileno para desautorizar las introducciones de ganado por los boquetes al sur del Planchn, deteniendo los que se internen con infraccin de esta disposicin? Existe, por ventura, en aquella cordillera, alguna nacin, algn pueblo, alguna agrupacin de individuos que obedezcan las reglas de la vida civilizada y que tengan personera para comerciar? El gobierno de Chile no puede ignorar que en las faldas de los Andes, al sur del Planchn, slo viven algunas hordas salvajes que, alentadas por el comercio denunciado, se entregan a pillaje en nuestras fronteras; y no puede desconocer que toda introduccin por esas alturas procede de los robos que hacen los indios y que son frecuentemente acompaados de otros crmenes. (...) No puedo comprender que el estmulo prestado por algunos habitantes del sur de Chile a los salvajes de la Pampa para que les entreguen en cambio de objetos despreciables los ganados que arrebatan en nuestras fronteras, al favor del incendio de las poblaciones y del asesinato de sus moradores, sea una operacin industrial que pueda garantir la Constitucin chilena. No puedo admitir que los salvajes del desierto que no forman una asociacin regular, que no reconocen ley alguna, que violan los principios de la moral y de la civilizacin, tengan bajo la legislacin de Chile, cuando llevan el fruto de sus correras, el carcter de personas capaces para contratar. No puedo aceptar que los alentadores de los crmenes recordados estn garantidos para disponer libremente de los ganados que reciben en pago o recompensa de su repugnante complicidad. Los autores y los cmplices de grandes robos sean indios o no, cuando tratan de enajenar los bienes robados, no son personas con capacidad para contratar bajo la legislacin de un pueblo civilizado. En ese caso, son criminales que se entregan sin embarazo alguno a la accin de la justicia. Manuel Olascoaga, Estudio Topogrfico de La Pampa y Ro Negro, Buenos Aires, 2da. edicin, 1881, pgs. 107 a 111 en: San Romn, Cristina; Roca y su tiempo; Buenos Aires. Centro Editor de Amrica Latina. 1983, pgs. 43 a 46.

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El otro en el discurso poltico argentino

Discurso del coronel Villegas con motivo de la ocupacin de Trenque Lauquen felicitando a los soldados por cumplir con el deber de servir a la Patria 13 de abril de 1877.
ORDEN GENERAL Soldados de la Divisin Norte! Al estampido de can habis visto en el da de ayer, flamear el Pabelln Nacional, smbolo de las glorias de la Patria; hoy da, centinela avanzado de la civilizacin. Algunos espritus malvados pusilnimes han creido que nuestra marcha al Desierto era caminar la tumba. Ya lo habis visto: ningn compaero ha sucumbido por los peligros necesidades, que segun ellos, debais esperimentar. Tenemos alimentos por un mes, y en estos das nos llegarn ms. As, pues, en cuanto vuestras comodidades os garantizo que mejoraris, aqu tendris lea en abundancia, que no teniais en el punto que habis dejado. Mas tarde, cuando el Gobierno os d vuestras licencias al regresar vuestro hogar, podreis con orgullo esclamar: Yo soy de los conquistadores del Desierto, y en vuestras conciencias, sentiris la voz de la Patria, que os dir: Hijo mio, has cumplido con tu deber. Seores Gefes y Oficiales: yo os estoy grato, pues todos me habeis ayudado con la mejor voluntad para dar cumplimiento las Ordenes Superiores; y, mas tarde el Gobierno sabr recompensar vuestros sacrificios y desvelos. Seores Gefes, Oficiales y Soldados de la Divisin del Norte. Viva el Presidente de la Repblica! Viva el Ministro de la Guerra! Vuestro Gefe y compaero. Villegas Memoria del Departamento de Guerra y Marina, 1877. pgs. 178-179 en: Walthe,r Juan Carlos; La Conquista del Desierto; Buenos Aires; Eudeba; 1970, pgs. 396-7.

En nombre de la ley y el progreso hay que eliminar al salvaje. Proyecto de ley del P. E. nacional elevado al Congreso el 14 de agosto de 1878
El viejo sistema de las ocupaciones sucesivas, legado por la conquista, obligndonos a diseminar las fuerzas nacionales en una extensin dilatadsima y abierta a todas las incursiones del salvaje, ha demostrado ser impotente para garantir la vida y la fortuna de los habitantes de los pueblos fronterizos, constantemente amenazados. Es necesario abandonarlo de una vez e ir directamente a buscar al indio en su guarida, para someterlo o expulsarlo, oponindole en seguida, no una zanja abierta en la tierra por la mano del hombre, sino la grande e insuperable barrera del ro Negro, profundo y navegable en toda su extensin, desde el Ocano hasta los Andes. () Hasta nuestro propio decoro, como pueblo viril, nos obliga a someter cuanto antes, por la razn o

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El Terrorismo de Estado en la Argentina por la fuerza, a un puado de salvajes que destruyen nuestra principal riqueza y nos impide ocupar definitivamente, en nombre de la ley, del progreso y de nuestra propia seguridad, los territorios ms ricos y frtiles de la Repblica. (. . .) Pero hay, adems, sobre esta misma economa, el incremento considerable que tomar la riqueza pblica y el aumento de todos los valores en la extensin dilatada que abraza la actual lnea, como efecto inmediato de la seguridad y garantas perfectas que sern la consecuencia de la ocupacin del ro Negro; la poblacin podr extenderse sobre vastas planicies y los criaderos multiplicarse considerablemente bajo la proteccin eficaz de la Nacin, que solo entonces podr llamarse con verdad duea absoluta de las Pampas argentinas. Y an quedarn al pas, como capital valioso, las quince mil leguas cuadradas que se ganarn para la civilizacin y el trabajo productor, cuyo precio ir creciendo con la poblacin hasta alcanzar proporciones incalculables. N. Avellaneda Julio A. Roca Manuel Olascoaga, Estudio Topogrfico de La Pampa y Ro Negro, Buenos Aires, 2da. edicin, 1881, pgs. 107-111 en: San Romn, Cristina; Roca y su tiempo ; Buenos Aires; Centro Editor de Amrica Latina; 1983, pgs. 52-56.

Arenga del general Roca a los soldados para contribuir con el noble fin de engrandecer a la Patria y redimir al salvaje.
ORDEN DEL DIA Campamento General en Carhu, abril 26 de 1879 Soldados del Ejrcito Expedicionario al Ro Negro: Al despedirme del seor presidente de la Repblica para venir a ponerme al frente de vosotros me recomend saludaros en su nombre y deciros que est satisfecho de vuestra conducta. Con asombro de todos nuestros conciudadanos en poco tiempo habis hecho desaparecer las numerosas tribus de la Pampa que se crean invencibles con el pavor que infunda el desierto y que era como un legado fatal que an tenan que transmitirse las generaciones argentinas por espacio de siglos. Cuando la ola humana invada estos desolados campos que ayer eran el escenario de correras destructoras y sanguinarias para convertirlos en emporios de riqueza y en pueblos florecientes en que millones de hombres puedan vivir ricos y felices, recin entonces se estimar en su verdadero valor el mrito de vuestros esfuerzos. Extinguiendo estos nidos de piratas terrestres y tomando posesin real de la vasta regin que los abriga, habis abierto y dilatado los horizontes de la patria hacia las comarcas del sur, trazando por decirlo as, con vuestras bayonetas un radio inmenso para su desenvolvimiento y grandeza futura. Los Estados Unidos del Norte una de las ms poderosas naciones de la tierra no han podido hasta ahora, dar solucin a la cuestin de indios, ensayando todos los sistemas, gastando anualmente millones de dlares y empleando numerosos ejrcitos: vosotros vais a resolverla en el otro extremo de la Amrica con un pequeo esfuerzo de vuestro valor. Alejados de los centros de poblacin careciendo muchas veces de lo indispensable para la vida, soportando con paciente abnegacin el rigor de las esta-

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Arcos y flechas (1890) Autor sin identificar. Archivo General de la Nacin.

El Terrorismo de Estado en la Argentina ciones y expediciones sin consultar otra cosa que el rumbo del enemigo nada ha podido quebrantar vuestro espritu ni alterar la disciplina. No tengo necesidad de enumerar la serie de hechos brillantes que habis llevado a cabo conducidos por vuestros jefes cuyos nombres han recorrido ya, de boca en boca la Repblica entera y que figurarn en la posterioridad al lado de Lavalle, Brandsen, Olavarra, Lamadrid, Pringles, Necochea y otros valientes de la epopeya de la Independencia. En esta campaa no se arma vuestro brazo para herir compatriotas y hermanos extraviados por las pasiones polticas o para esclavizar y arruinar pueblos o conquistar territorios de las naciones vecinas. Se arma para algo ms grande y noble; para combatir por la seguridad y engrandecimiento de la Patria, por la vida y fortuna de millares de argentinos y aun por la redencin de esos mismos salvajes que, por tantos aos librados a sus propios instintos, han pesado como un flagelo en la riqueza y bienestar de la Repblica. An quedan restos de las tribus de Namuncur, Baigorrita, Pincn y otros caciques que pronto caern en poder de las divisiones encargadas de hacer la batida general en el circuito de la Pampa, mientras otras toman posesin del Ro Negro. Dentro de tres meses quedar todo concluido. Pero la Repblica no termina en el ro Negro: ms all acampan numerosos enjambres de salvajes que son una amenaza para el porvenir y que es necesario someter a las leyes y usos de la nacin, refundindolos en las poblaciones cristianas que se han de levantar al amparo de vuestra salvaguardia. S que entre ellos hay caudillos valientes y animosos que aprestan sus lanzas prefiriendo sucumbir antes que renunciar a la vida del pillaje. All iremos a buscarlos aunque se oculten en los valles ms profundos de los Andes o se refugien en los confines de la Patagonia abriendo as una segunda campaa donde nuevos trabajos y glorias nos esperan. Formado en el ejrcito y salido de sus filas, conozco sus virtudes, su fuerza en las fatigas y su valor en los campos de batalla. Me veo con placer entre vosotros y considerar siempre como el timbre ms glorioso de mi vida haber sido vuestro general en jefe en esta gran cruzada inspirada por el ms puro patriotismo, contra la barbarie. Veamos pues, confiados y resueltos al cumplimiento del deber en el rol que a cada uno le est marcado en este vastsimo campo estratgico que la Repblica siempre generosa sabr premiar vuestros sacrificios. Soldados del Ejrcito Expedicionario. Antes de dar el primer paso sobre la ruta del ro Negro, os invito a dar un viva! a la Repblica Argentina al presidente de la Repblica, doctor Avellaneda. Honor eterno a la memoria del doctor Alsina, mi ilustre Antecesor! Abril 26 de 1879 Julio A. Roca Walther, Juan Carlos; La Conquista del Desierto; Buenos Aires; Eudeba; 1970, pgs. 450-2.

EL InMIGRAnTE: EL nuEVO EnEMIGO


Eliminado el indio, el lugar del otro fue ocupado por los extranjeros que dirigan la protesta social.

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El otro en el discurso poltico argentino

LEGISLACIn PREVEnTIVA - LA LEY DE RESIDEnCIA REFORMAS AL CDIGO PEnAL. Ley nmero 4144 - Ley de Residencia.
Artculo 1 - El P. E. podr ordenar la salida del territorio de la Nacin a todo extranjero que haya sido condenado o sea perseguido por los tribunales extranjeros por crmenes o delitos comunes. Art. 2 - El P. E. podr ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden pblico. Art. 3- El P. E. podr impedir la entrada al territorio de la Repblica de todo extranjero cuyos antecedentes autoricen a incluirlo entre aqullos a que se refieren los dos artculos anteriores. Art. 4 - El extranjero contra quien se haya decretado la expulsin tendr tres das para salir del pas, pudiendo el P. E., como medida de seguridad pblica, ordenar su detencin hasta el momento del embarque. Art. 59- Comunquese al P. E. Dada en la sala de sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a 22 de noviembre de 1902. Jos E. Uriburu; B. Ocampo, Secretario del Senado; Benito Villanueva; Alejandro Sorondo, Secretario de la C. de DD. Fuente: Leyes Nacionales sancionadas en el Perodo Legislativo de 1902, publicacin anual dirigida por Andrs Supea, ao XX, pg. 68. Spalding Hobart; La Clase Trabajadora Argentina; Buenos Aires; Galerna; 1970, pg. 580.

La penalizacin de la protesta LEY nMERO 4189 REFORMAS AL CDIGO PEnAL 1903


Artculo 30. Ttulo V. A continuacin del Ttulo IV, Seccin JI, inc!uir las siguientes disposiciones: 1 - El que obligare a un obrero, con violencia o amenazas, a tomar parte en una huelga ser castigado con arresto de tres meses a un ao. 4 - El que para infundir un temor pblico o suscitar tumultos o desrdenes, hiciera seales o diere gritos de alarma, o hiciere estallar materias explosivas (si el hecho no importare un delito mayor) o amenazare con un desastre de peligro comn, ser castigado con arresto de seis meses a un ao. 5 - El que tomare parte en cualquier asociacin o banda destinada a cometer delitos, ser castigado con penitenciara de tres a seis aos. Dada en la sala de sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a 3 de agosto de 1903. Francisco Uriburu Ocampo; Benito Villanueva, Secretario del Senado; A. M. Tallaferro, Prosecretario de la C. de D. D. Fuente: Leyes Nacionales Sancionadas en el Perodo Legislativo de 1903, publicacin anual dirigida por Andrs Supea, ao XXI. pgs. 27-28. Spalding Hobart; La Clase Trabajadora Argentina; Buenos Aires; Galerna; 1970, pg. 583.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

El asesinato del Jefe de Polica, coronel Ramn Falcn, que haba dirigido la represin en contra de los obreros que participaron en el acto del 1 de mayo de 1909 fue el detonante para declarar el Estado de Sitio. DECRETO DEL ESTADO DE SITIO. nOVIEMBRE DE 1909. ESTADO DE SITIO
Buenos Aires, noviembre 14 de 1909. Considerando: 1 - Que la Capital de la Repblica viene, de tiempo atrs, siendo teatro de actos criminales, intentados o consumados contra personas investidas de la autoridad pblica y hasta contra el pueblo indefenso que se congrega en las calles o en los templos, en forma que denuncia la existencia de planes siniestros tendientes a sembrar el terror en la poblacin. 2 - Que esos planes acaban de exteriorizarse violentamente, una vez ms, con el brbaro atentado que ha tenido lugar en el da de hoy y que ha arrancado sus vidas al distinguido ciudadano, coronel de la Nacin, don Ramn L. Falcn, que desempeaba el cargo de Jefe de Polica, y a su digno secretario don Juan Alberto Lartigau. 3 - Que la situacin creada por estos acontecimientos constituye un estado de conmocin interna que amenaza los intereses ms fundamentales de la sociedad, haciendo ineficaces los medios ordinarios de que dispone la autoridad pblica para contener tales atentados. 5 - Que el Poder Ejecutivo entiende que ha llegado el momento de hacer uso de las facultades que le confieren los artculos 23 y 86, inc. 19 de la Constitucin Nacional, con el fin exclusivo de combatir el desarrollo del anarquismo, implantado por elementos adventicios que, en forma tan injustificada, retribuyen la hospitalidad que el pas les ofrece, y para cumplir el deber esencial en que se encuentra de velar por el mantenimiento de la paz interior, garantizando la tranquilidad y la vida de todos los habitantes de la Nacin, El Presidente de la Repblica, en acuerdo general de ministros, Decreta: Art.1 - Declrase el estado de sitio en todo el territorio de la Nacin por el trmino de sesenta das. Art. 2 - Dse cuenta oportunamente del presente decreto al Honorable Congreso de la Nacin. Art. 3 - Comunquese, etc. Figueroa Alcorta. Marcos Avellaneda, Manuel de Iriondo, R. S. Nan, V. de la Plaza, R. M. Aguirre, Onofre Betbeder, Ezequiel Ramos Mexa, Pedro Ezcurra. Fuente: Boletn Oficial de la Repblica Argentina, noviembre 17 de 1909, N 4789, pg. 397. Spalding Hobart; La Clase Trabajadora Argentina; Buenos Aires; Galerna; 1970, pgs.586-7

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El otro en el discurso poltico argentino

La gran afluencia inmigratoria y la presencia imperialista de los pases europeos constituyeron desafos del momento. Para enfrentarlos se construy una solucin: la formacin de una nacionalidad propia y homognea. Esta operacin de construccin comenz a ser realizada por la Generacin del Centenario dndole dos soportes a la identidad argentina: el territorio y los smbolos patrios.
Alzse la bandera en el Rosario, y los gobiernos ordenaron arriarla. Alzse despus en Jujuy y le ordenaron al creador ocultarla. l en un rapto de desencanto, prometi deshacerla, pero ella reapareci convertida en 1813, de bandera del ejrcito que fuera, en bandera civil de la nacionalidad Pretendemos oponer a la verdad de los documentos y a la realidad viva del sentimiento popular, los vacilantes escrpulos de una duda dialctica? No porque es el sentimiento lo que hace vivir los smbolos colectivos; y si tal sentimiento lleva el poder demirgico de convertir un pleo de esclavos en gorro de la libertad [] no ha de poder consagrar, ante la patria y ante la historia, esa reliquia desde hace un siglo documentada y jurada? Es precisamente ese misterio de gloria espontnea que la rodea, lo que parece confirmar por cierto la palabra de Belgrano, cuando deca al pueblo, desde la plaza de Jujuy: Esta bandera que veis por la primera vez en mis manos, y que ya os distingue de las dems naciones de la tierra, es Dios mismo quien nos la ha dado Algo semejante pudo decir el jujeo Gorriti en su oracin, que se ha perdido, cunado desde el plpito de la Matriz, habl sobre el nuevo smbolo que acababan de consagrar. Pues viendo la escala Jacob, esculpida en la escala por donde l acababa de subir, debi recordar aquel episodio de la Biblia, cuando Jacob sali de Beerseba para la tierra de Haram; cuando Jacob, dormido, vi en sueos una escala cuyos pies tocaban en la tierra y cuya cima llegaba a los cielos, escala donde suban y bajaban los ngeles del Seor, oyendo la voz de Dios que le deca: Yo soy Dios, y la tierra en que ests acostado, a ti te la dar, y a tu simiente. Y ser tu simiente como el polvo de la tierra, y multiplicars al oriente y al occidente y al aquiln y al medioda, y todas las progenies de la tierra sern benditas en ti, y en tu simiente. Y he aqu que Yo estoy contigo, y te guardar por donde fueres, y te volver a esa tierra y no te dejar hasta que todo esto se haya hecho. Y despert Jacob de su sueo, y dijo: Ciertamente, Jehov est en este lugar y yo no lo saba. La muchedumbre pudo or aquellas palabras misteriosas, como todas las del Gnesis, sobrecogida en el silencio de las horas sagradas. Puestos los ojos beatos en los ngeles de la escala de Jacob que suba hasta el plpito, sus almas debieron estremecerse. Algo como una voz de la eternidad hablaba all arriba, junto a la bandera , y pareca, desde all sealar a la pequea Jujuy como una nueva Bethel; y al pueblo de los xodos como una raza en cuya simiente seran bendecidas, siglos ms tarde, las razas todas de la tierra. Rojas, Ricardo; La Argentinidad. Ensayo histrico sobre nuestra conciencia nacional en la gesta de la emancipacin, 1810-1816; Buenos Aires; La Facultad; 1916, pgs. 278281.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

SEMAnA TRGICA
El enemigo construido por la clase poderosa es el crata y el maximalista, en definitiva el que se opone al rgimen capitalista basado en el individuo y la propiedad. Discurso del diputado conservador Agote.
Es que aqu, seor presidente, no estn en juego nicamente las clases obreras, sino elementos extraos que todo lo complican, por eso ellos no solicitan el auxilio de los representantes del Partido Socialista. stos no estn al frente de ninguno de estos movimientos, porque estos movimientos no los quieren a su frente. Es que all domina el sindicalismo, que es una cosa muy distinta, y detrs del sindicalismo est el crata y ms atrs el maximalista, y ni el crata ni el maximalista quieren la ley, porque la ley es un obstculo para satisfacer sus apetitos con la rapidez de sus deseos. sta es la verdad dura, clara y desnuda, y es por eso que la palabra de los representantes del Partido Socialista, palabra sincera, permanece sorda para los odos de esos exaltados que pretenden cubrir de horrores el territorio de la Nacin. Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados ao 1918-1919, Tomo V pg. 138. En: Godio, Julio; La Semana Trgica de enero de 1919; Buenos Aires; Granica; 1973, pgs. 63-4.

El diputado conservador Snchez Sorondo crtica al gobierno de Yrigoyen


Qu ha hecho el Poder Ejecutivo? El Poder Ejecutivo, seor presidente ha vivido al da, arrastrado por los acontecimientos, convirtiendo por una pasividad inexplicable el territorio de la Repblica en la tierra de promisin del anarquismo internacional. Ha mirado con extremada indulgencia a los delincuentes, especialmente a los delincuentes contra el orden social, indultndolos en masa, ha tolerado los excesos huelguistas contra la propiedad privada, sin perseguir a los autores con el rigor de la ley... y adems: hemos visto durante el primer da de huelga a la ciudad indefensa, a la ciudad abandonada, a la ciudad entregada a s misma, sin ms vigilancia que la de sus propios vecinos, sin ms autoridad que la de las turbas, sin ms gobierno que el gobierno de las calles.(...) Cmo es posible que el Poder Ejecutivo haya comprometido su alta investidura ante el reclamo de una comisin de obreros, prometindoles as en globo, sin examen de ninguna especie, la liberacin de los detenidos? Acaso los detenidos contra el orden social no son delincuentes, no son incendiarios, asaltantes o asesinos? Y el Poder Ejecutivo, cuando esos delincuentes han debido estar ya sometidos al imperio de sus jueces naturales, cmo puede comprometerse a liberarlos? Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados ao 1918-1919, Tomo V pg. 151. En: Godio, Julio; La Semana Trgica de enero de 1919; Buenos Aires; Granica; 1973, pgs. 73-4.

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El otro en el discurso poltico argentino

Para el diario La poca del 15 de enero de 1919 es necesario declarar el Estado de Sitio en contra del enemigo externo que ataca la nacin.
En cuanto a la accin de ste se refiere, no perder oportunidad de utilizar el aprendizaje siempre, naturalmente, que cuente con la colaboracin del Congreso, el cual solamente puede prestarle los instrumentos legales necesarios para ampliar y perfeccionar la poltica social que el Ejecutivo viene desarrollando. Porque la represin no puede ser el rea total de la accin gubernativa. Conviene desentraar las causas de agitaciones como la presente y despus de dializar los elementos extraos y refractarios, proceder a prevenir la repeticin de hechos anlogos mediante leyes que contemplen y resuelvan situaciones derivadas del malestar econmico que se hace sentir especialmente sobre las clases menos acomodadas. (...) El estado de sitio que ha de quedar sancionado no tendr, como los de triste recordacin, un carcter de poltica interna que amenace la libertad de los ciudadanos y de los partidos ni de la prensa que se mantenga en la natural discrecin que los momentos actuales imponen sino un carcter verdaderamente patritico nacional, como si fuese el estado de sitio ante una invasin extranjera. Y sta es precisamente la ndole del movimiento subversivo reprimido desde que sus directores y ejecutores son elementos extraos a la nacionalidad que retribuyen con este atentado indigno y brbaro la hospitalidad que desde largos aos ofrece la Repblica a todos los hombres del mundo que quieran habitar su suelo fecundo bajo la garanta de las leyes liberales y humanitarias. El movimiento subversivo realizado no pudieron realizarlo sino sedimentos anrquicos que de todas las partes del mundo han buscado refugio entre nosotros desde largo tiempo atrs. En: Godio, Julio; La Semana Trgica de enero de 1919; Buenos Aires; Granica; 1973, pgs. 135-6

El editorial de diario La poca del 20 de enero de 1919 titulado Xenofobia diferencia entre legtimo derecho de huelga y subversin.
Bien lo saben los obreros que siempre encontraban en el Gobierno del doctor Yrigoyen un rbitro imparcial deseoso de dirimir los desacuerdos en forma ecunime y humana. Pero como en esa tolerancia no hay debilidad y s solo espritu de justicia, el Ejecutivo no puede aceptar las derivaciones sediciosas que obreros, ms o menos autnticos, quieren dar al derecho de huelga. En este caso, ya no se trata de ejercer pacficamente un derecho sino comprometer el orden social y atacar a los poderes constituidos.(...) En cambio, ni el Gobierno ni el pueblo argentino admitirn la incorporacin de elementos disolventes, cargados de odios ancestrales, deseosos de vengar agravios que nos son extraos, inclinados a la subversin y a la violencia. A sos se les rechazar y se les castigar de acuerdo a nuestras leyes. En: Godio, Julio; La Semana Trgica de enero de 1919; Buenos Aires; Granica; 1973, pgs. 140-1

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El Terrorismo de Estado en la Argentina

Estanislao zeballos, fundador y director de la Revista de Derecho, Historia y Letras, opina


La falta de criterio de los ciudadanos, por otra parte, se pone en evidencia por el prurito de organizar nuevos partidos, que ha surgido de la huelga. La multiplicacin de los partidos se va haciendo ya al infinito, porque cada caballero que cuenta con algunos amigos, apunta a una diputacin por la minora. De esta suerte aparecen constantemente nuevas agrupaciones que aumentan la anarqua y la disolucin poltica funesta que prevalece en el pas. sta es la consecuencia fatal de la Ley Senz Pea, cuya lista incompleta ha hecho imposible la organizacin de grandes partidos y, al contrario, fomenta la disolucin de los existentes. Revista de Derecho, Historia y Letras; Bs. As; 1919; ao XXI, tomo LXII, pg. 18 En: Godio, Julio; La Semana Trgica de enero de 1919; Buenos Aires; Granica; 1973, pgs. 152

Los diarios de alcance nacional opinan sobre los hechos de la Semana Trgica y construyen al enemigo. Finalizada la huelga, La Nacin dedic varios editoriales al anlisis de las causas de las huelgas.
Sin contar con la enorme proporcin de extranjeros residentes en la Repblica, vinculados a suerte por los lazos de familia y del inters, es necesario computar el nmero crecido de los propagandistas transentes, agitadores de todas las procedencias que llegan con un objeto exclusivo de proselitismo, dispuestos a no reconocer ninguna valla para la realizacin de sus propsitos. Traen sus teoras hechas de otros ambientes y pretenden imponerlas violentamente en el campo de la experimentacin elegido para sus andanzas, aun cuando tengan que sacrificar las ms altas conveniencias del pas al logro de sus objetivos. Son aventureros del sectarismo, lanzados a todos los vientos desde los focos europeos, pescadores de ro revuelto, al acecho de una oportunidad propicia para alterar el orden pblico y conmover los cimientos de la estabilidad social. No reivindican aspiraciones colectivas ni adaptan sus prdicas a condiciones polticas y econmicas que les presten una sancin justificativa. De ah la total irresponsabilidad, con que actan, no solo indiferentes sino tambin hostiles a todo concepto de ideas nacionalistas, doblemente extranjeros por su falta de arraigo y por el desconocimiento completo de los elementos locales cuya representacin simulan arrogarse. Este rasgo dominante en nuestras agitaciones proletarias es el que determina el peligro excepcional de los zarpazos intentados a su sombra. La Nacin, 13 de enero de 1919. En: Godio, Julio; La Semana Trgica de enero de 1919; Buenos Aires; Granica; 1973, pgs. 155-6.

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El da despus (1919) Caras y Caretas. Archivo General de la Nacin.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

El da 14, cuando ya retornaba la situacin a los cauces normales, La Prensa public un editorial destinado a fijar una lnea para que se adopten las medidas necesarias para impedir nuevas explosiones sociales.
Los obreros de verdad, los trabajadores que tienen planteadas sus huelgas y sus reclamaciones, no parece que hubieran advertido las infiltraciones de aquellos elementos malsanos, aun cuando los ferroviarios, por sus recientes declaraciones de honestidad insospechable, ya los definieron llamndolos paladines falsos que persiguen propsitos inconfesados e inconfesables. Hay que separar y definir clara e insistentemente los movimientos antisociales de las legtimas reivindicaciones de los obreros, los que deben mostrarse ms diligentes en alejar de su campo de accin hasta las simples sospechas de convivencias con los que solo persiguen destruir el orden establecido por nuestras instituciones. La Prensa. Editorial: Serenidad y energa, 14 de enero de 1919. En: Godio, Julio; La Semana Trgica de enero de 1919; Buenos Aires; Granica; 1973, pgs. 167.

EnTRE LA SEMAnA TRGICA Y LOS HECHOS DE LA PATAGOnIA: anlisis tericos


Civilizacin o Barbarie en el siglo XX: Vigilar y seleccionar
La densidad de la poblacin de la Repblica, que no llega a tres habitantes por kilmetro cuadrado, presenta desproporcin tan grande con la capacidad de su suelo para proporcionar al hombre el ms completo bienestar, que resulta siempre justificada la presentacin argentina sobre la conveniencia de poblar, de aumentar su poblacin y dirigirla hacia todos los rumbos. A las aspiraciones vagas y a las precarias medidas del pasado, a la expectativa de estos ltimos aos, sucede la agitacin de ideas y el movimiento de opiniones, con un espritu superior y en forma capaz de dar origen a una sana y consciente poltica pobladora e inmigratoria. () Definida esta capacidad (receptiva) en funcin de cada uno de los factores que la limitan, ser fcil deducir lo que al pas conviene. Desde luego, los trminos seleccin y restriccin, que se vienen usando desde hace cinco o seis aos, cada da con mayor frecuencia, revelan la uniformidad de criterio sobre el concepto general de limitacin, que la capacidad receptiva, bajo algunos de sus aspectos, determina. () Qu se proponen los proyectos de ley sobre entrada, trnsito, residencia y expulsin de extranjeros sino evitar que la capacidad receptiva no sea superada, en algunos de sus aspectos? Ninguna sociedad humana puede aspirar a reducir su nmero paulatinamente y, sobre todo, a no superar su capacidad receptiva que, en ciertos casos, podra considerarse nula. Si de estas condiciones especficas del inmigrante pasamos a tomar en cuenta otras, nos encontramos con que a la condicin se une la medida, y slo puede considerrsela como condicin perjudicial, cuando empieza a serlo por haber pasado de cierta medida, por haber superado la correspondiente capacidad receptiva.

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El otro en el discurso poltico argentino As aceptamos que la inmigracin rusa ofrece, en general, las condiciones deseables para contribuir a poblar nuestro territorio; pero si aceptramos, por un momento, la posibilidad de que ingresaran, en pocos aos, dos o tres millones de rusos que fueran en su mayora de una cultura inferior a la nuestra, se tratara de una inmigracin superior a nuestra capacidad de asimilacin desde el punto de vista de nuestros ideales polticos, sociales y tnicos. Bien se ha dicho, pues, que la capacidad es unas veces geogrfica (urbana o rural), otras tnica, otras polticas, otras moral, otras profesional, otras financiera, otras cultural, etctera, etc. La subcomisin de la seccin sptima de la Conferencia Econmica, que estudi el problema inmigratorio, produjo varios despachos. En el primero, declara conveniente mantener, en la ley de inmigracin, la calificacin especial de inmigrante, con todos los beneficios inherentes a esta denominacin, que son el alojamiento gratuito por cierto nmero de das; la exoneracin de derechos de importacin para su equipaje particular y el traslado, a costa del Estado, al lugar donde quiera fijar su domicilio. Es indispensable que estas ventajas se mantengan para el inmigrante. () En el segundo despacho se declara a favor de la reforma de la ley de inmigracin nmero 817, sancionando una ley especial que regule la entrada y trnsito, en la Repblica, de toda clase de extranjeros. Fundando este dictamen, la comisin deca: Nos basta apuntar la causa ms saliente: el deber que tiene el Estado es vigilar, seleccionar y autorizar la entrada de todo individuo a la Repblica, como una funcin natural, emanada de su propia soberana y exigida por la defensa de su desenvolvimiento. Este contralor no est establecido en la ley (de 1876) en vigor (). Por esto es conveniente definir, en la nueva ley, la poltica inmigratoria argentina, en el sentido de facilitar la entrada de los buenos elementos, circunscribiendo los estmulos a la natural atraccin de las condiciones econmicas y sociales que se desarrollan en la Repblica. Tales ideas concuerdan con las que, de unos aos a esta parte, se vienen abriendo camino, reconocindose ya hoy, por la mayora, que las circunstancias recomiendan esta seleccin y vigilancia. En el tercer despacho se sostiene: Que la ley de inmigracin debe establecer una severa seleccin de los extranjeros que lleguen al pas, fundada en la necesidad de que el inmigrante aporte un capital en dinero efectivo o una capacidad real de trabajo, impidiendo la entrada de delincuentes, enfermos, amorales y propagandistas de empleo de la violencia contra el orden establecido. La definicin del elemento francamente no deseable, es bastante compleja y muy semejante a la que acaba de hacerse en el Brasil, concordancia que significa una ventaja. (), la comisin resolvi proponer: La organizacin y sistema en forma minuciosa de la estadstica de entrada de extranjeros por las fronteras martimas, fluviales y terrestres, llevando un registro, durante los cinco aos subsiguientes a su radicacin, como mnimo, de las condiciones econmicas de los mismos, de su estado civil, domicilio y dems elementos tiles.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina () En cuanto a la capacidad, puede en seis meses o un ao, ser superada en forma imprevista en cualquiera de sus aspectos, sin dar tiempo a que se tomen las medidas necesarias. () pero es necesario tambin no dejar al acaso la descongestin, all donde se produzca, sea con relacin a la poblacin nativa, que debe estar presente en todas partes en una justa proporcin, sea con la capacidad econmica o con nuestras aspiraciones sociales y polticas. Bunge, A. E.; Poblacin e Inmigracin; La Prensa, 24 de octubre de 1919, en: Ospital, Mara Silvia; Estado e inmigracin en la dcada del 20. La poltica inmigratoria de los gobiernos radicales; Buenos Aires; Centro Editor de Amrica Latina, cuaderno 13; 1988, pgs. 26-31.

nacionalidad: territorio y tradicin versus inmigracin


La crisis universal fue pasajera en la Repblica Argentina, porque la cultura de sus habitantes y su prosperidad econmica, se sobrepusieron a las pasiones de los exaltados (). Nuestro pas no padece ninguna enfermedad crnica, slo siente fiebre transitoria. Su estado de salud se evidencia en la extensin territorial suficiente, en sus instituciones liberales, en su humanitarismo cordial, en su economa rica, por lo que resulta el trabajo abundante, la industria prspera, la familia sana y numerosa, el Estado ordenado con su justicia inteligente, su polica moderada, es decir la salud publica manifiesta en el Estado que protege la vida sensible y fomenta el perfeccionismo moral de la sociedad (Prolongados aplausos). Qu pasa sin embargo? El fenmeno histrico de transicin de un perodo a otro en la evolucin de los pases jvenes. El efecto de la imitacin que lucha con el resultado de la tradicin. La imitacin que como tendencia trae la inmigracin, luchando por variar la entraa del espritu de tradicin de la raza, fundadora de la nacionalidad. La tradicin que la suma de conocimientos depurados en la vida de un pueblo y transmitidos de generacin en generacin en esta tierra manifestase en el orden econmico fundado en el trabajo igualitario del campo; en el orden jurdico representado por la ley en frmulas de equidad y clemencia ms que de justicia; en el orden constitucional o moral de un gobierno patriarcal, fundado sobre la adhesin al jefe; en el orden moral, fundado en el honor defendido con sangre y en el pudor de la mujer, en la tradicin esttica del buen gusto y de la gracia; en la tradicin metafsica de la espiritualizacin de los conceptos y en la tradicin cientfica, fundada en el ideal de saber, tan caracterstico de nuestro pueblo. () El pas soporta en este momento los efectos de la inmigracin intermedia del ochenta al mil novecientos. sa vino para conquistar y el conquistador funda en s el pasado, no admite la tradicin local, quiere anticipar el futuro, construye sin cimentar y su obra es efmera, porque su accin es transitoria. Revoluciona y se inspira en s misma, no en lo que ve y le rodea; imita aqu lo que deja all y procura que el de ac, su familia, su amigo, su cliente siga su imitacin. Por efecto de esa tendencia imitativa se procur imitar, no lo que es, sino lo que aparece, no el fondo, sino las formas, no el espritu, sino las modas. () No! Basta! Nos dijimos en un instante, los buenos argentinos. El que se sienta capaz de defender su hidalgua, venga con nosotros; el que tenga fe para averiguar la verdad y proclamarla sin temor, venga con nosotros; el que quiera pensar contra todo lo malo y todos los males, el que tenga en su corazn un altar para la patria y un latido de amor a la gloria, venga a formar la Liga Patritica Argentina (Muy bien! Muy bien!).

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Peones prisioneros en la comisara de San Julin, Santa Cruz (1922/23) Autor sin identificar. Coleccin Carlos Brega.

El Terrorismo de Estado en la Argentina Si! Desde ese da hemos cumplido el juramento de no consentir que el crimen encubierto con motes sonoros de falso humanitarismo se enseoree en la universidades, en las escuelas, en las plazas, en los campos y talleres de la repblica, sin que aparezca la mano fuerte que lo desenmascare; desde ese da pudimos pronunciar la palabra que el snobismo haba proscrito de los labios dbiles para ensearles lo que slo se aprende en el pas del dolor y del miedo: al gemido soviets respondamos con el grito patria. (Muy bien!). Manuel Carls; Discurso de apertura del Primer Congreso de Trabajadores de la Liga Patritica Argentina, en: Ospital, Mara Silvia; Inmigracin y nacionalismo: La Liga Patritica y la Asociacin del Trabajo (1910-1930); Buenos Aires; CEAL; 1994; en: Halpern Donghi, Tulio; Vida y muerte de la Repblica verdadera; Buenos Aires; Ariel; 1999, pgs.451-2.

LOS HECHOS DE LA PATAGOnIA


Discurso nacionalista de Manuel Carls, fundador de la Liga Patritica, en contra de Yrigoyen que no acta con decisin frente a la protesta obrera que se estaba produciendo en la Patagonia (5 de diciembre de 1920).
ste es el nico pas de la tierra en que la autoridad tolera la sedicin en la calle contra la nacionalidad, que disimula el desacato y que, saturada de insultos del sectarismo, oye como or llover las mayores atrocidades contra el derecho del trabajo y la moral del honor de la Patria. Bayer, Osvaldo; La Patagonia Rebelde; Buenos Aires; Hyspamrica; 1980, pg. 35.

Frente a frente, con este ttulo, el diario La Unin de la Sociedad Rural de Ro Gallegos, considera la resistencia de los trabajadores como un ataque al sentimiento patritico (11 de julio de 1921).
El sbado por la noche ocurri un incidente que no es sino la repeticin de los que en este ltimo tiempo se han sucedido en esta ciudad. Los empleados de un hotel se negaron a ltima hora a servir un banquete a pretexto de que se sentaba a la mesa una persona boicoteada. Debi bastarles a los oponentes el hecho de tratarse de una reunin de carcter patritico a la que asistan autoridades, para deponer su pequea pero molesta arma de resistencia proletaria. No lo hicieron sin embargo y la consigna de la Federacin -que los obreros se negarn sin duda a confesar si un tribunal de justicia les pidiera cuentas de su actitud como ya lo han hecho en otras ocasiones-; esa consigna decimos, tuvo ms fuerza que la significacin cordial del acto y que la majestad del acto que se celebraba. Los obreros locales proceden, de esta suerte, en calidad de potencia opuesta al orden establecido, e irreverentes con los sm-

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El otro en el discurso poltico argentino bolos que lo representan. Y sin embargo, es al amparo de esos smbolos y de la generosa libertad que ellos proclaman cmo han podido tener amplio campo de accin las reivindicaciones obreras. Pero han hecho mal en herir el sentimiento patritico. Con ello han empezado a recordarnos que el que no est con la patria es enemigo de la patria, y que es medida de elemental prudencia arrancar la carcoma y cauterizar la herida, para evitar el peligro de una infeccin total. La agresin obliga a la defensa y la defensa no tiene medida, cuando repele una agresin injusta. Bayer, Osvaldo; La Patagonia Rebelde; Buenos Aires; Hyspamrica; 1980, pg. 131.

El diario La Nacin al referirse a los trabajadores de la Patagonia utiliza la expresin el huelguista malo como sinnimo de bandolero, gaucho malo o alzado (artculo aparecido el 18 de agosto de 1921).
Las noticias telegrficas que nos llegan de Santa Cruz, ms graves que otras anlogas referentes a Misiones, parecen sealar la aparicin de un nuevo peligro: el huelguista malo. Vendr a sustituir al bandolero? Las noticias hablan de depredaciones -acota- que efectan los peones que no quieren someterse al trabajo regular en la campaa, de grupos de individuos que se han instalado en conocidos establecimientos exigiendo que se les aloje y mantenga sin trabajar durante el invierno y de otras bandas que penetran en otras estancias cortando alambradas, y cometiendo actos gravados por la ley con penas de crcel. Y conjuntamente se concentran grupos de sujetos de malos antecedentes, perfectamente armados, y que los robos y el bandolerismo cunden en el territorio. He aqu pues -contina- el tipo de bandolero casi extinguido que reaparece bajo una nueva forma: el huelguista malo. Bayer, Osvaldo; La Patagonia Rebelde; Buenos Aires; Hyspamrica; 1980, pg. 138.

En la Patagonia nuevamente se procedi a la eliminacin del otro Bando del teniente coronel Varela que oblig a los obreros a entregarse incondicionalmente (23 de noviembre de 1921). La huelga es sinnimo de guerra.
Habiendo estudiado detenidamente las bases de arreglo presentadas por ustedes debo comunicarles que en tales condiciones no puedo aceptarlas porque dada la naturaleza de lo que en ella solicitan, escapan a mis atribuciones por encontrarse fuera de la Ley. Si ustedes aceptan someterse incondicionalmente en este momento, hacindome entrega de los prisioneros, de todas las caballadas que tengan en su poder, presentndoseme con sus armas, les dar toda clase de garantas para ustedes y sus familias, comprometindome a hacerles justicia en las reclamaciones que debieran que hacer contra las autoridades, como asimismo arreglar la situacin de vida para

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El Terrorismo de Estado en la Argentina en adelante de todos los trabajadores en general. Si dentro de 24 horas de recibidas por ustedes la presente comunicacin no recibo contestacin de que ustedes aceptan el sometimiento incondicional de todos los huelguistas levantados en armas en Territorio de Santa Cruz, proceder: 1. A someterlos por la fuerza, ordenando a los oficiales del ejrcito que mandan las tropas a mis rdenes, que los consideren como enemigos del pas en que viven. 2. Hacer responsable de la vida de cada una de las personas que en este momento mantienen ustedes por la fuerza en forma de prisioneros, as como tambin de las desgracias que pudieran ocurrir en la poblacin que ustedes ocupan y las que ocuparn en lo sucesivo. 3. Toda persona que se encuentre con armas en la mano y no cuente con una autorizacin escrita firmada por el suscripto ser castigada con toda severidad. 4. El que dispare un tiro en contra de las tropas, ser fusilado en donde se le encuentre. 5. Si para someterlos se hace necesario el empleo de las armas por parte de las tropas, prevngoles que una vez iniciado el combate no habr parlamento ni suspensin de hostilidades. Firmado: Varela, teniente coronel, jefe C.10 Bayer, Osvaldo; La Patagonia Rebelde; Buenos Aires; Hyspamrica; 1980, pg. 192-3.

Las facultades que posee el Estado para proteger a toda su poblacin son utilizadas en defensa de los intereses particulares, nacionales y extranjeros. Discurso del presidente de la Sociedad Rural de Ro Gallego, Ibn noya, en honor a Varela y en recompensa por los servicios prestados a la patria (1 de enero de 1922).
Mi espritu est predispuesto a sentir la dulce emocin de estos momentos en que la gratitud se mezcla a la satisfaccin de ver cumplida una misin tan elevada como la que habis trado al territorio. Basta recorrer con la vista esta amplia sala para tener la certeza del concepto que habis merecido por vuestra cruzada libertadora y digo libertadora porque desde hace un ao las huestes anacrnicas que se cobijaban en los pliegues de la roja ensea, haban conculcado todos los derechos y todas las libertades que nuestros prceres de Mayo forjaron para el bienestar de sus hijos. Hemos pasado horas de angustia -agrega- y hemos tenido la sensacin de que nuestras fuerzas que slo se haban templado para la lucha en el trabajo cedan ante el ataque inslito de una turba sin principios y sin rumbo. Teniente Coronel Varela: habis sabido conduciros de tal manera que el orden y la soberana nacional pueden hoy considerarse definitivamente afianzados. Nuestra gratitud ha de acompaaros donde quiera que el destino os conduzca, y el recuerdo de vuestra actuacin en el territorio ha de perdurar en la memoria de sus habitantes como una enseanza de lo que son capaces los hombres que se inspiran en el cumplimiento del deber y en la grandeza de la Patria. Bayer, Osvaldo; La Patagonia Rebelde; Buenos Aires; Hyspamrica; 1980, pg. 30.

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Estancieros armados para reprimir, Santa Cruz (1922/23) Autor sin identificar. Coleccin Carlos Brega.

El Terrorismo de Estado en la Argentina

BALAnCE DE unA DCADA Y LA FORMACIn DEL ESTADO AuTORITARIO


Civiles y militares se unen en defensa de la integridad nacional ahora puesta en entredicho no slo por extranjeros cratas sino por el mismo rgimen republicano-democrtico que lleva inexorablemente a la demagogia. Leopoldo Lugones: Discurso de Ayacucho (Per, 11 de diciembre de 1924) Ha sonado otra vez, para el bien del mundo, la hora de la espada El pacifismo no es ms que el culto del miedo, o una aagaza de la conquista roja, que a su vez lo define como un prejuicio burgus.
Seoras, Excelentsimo Seor Presidente de la Repblica, Seores: Tras el huracn de bronce en que acaban de prorrumpir los clarines de la epopeya, precedido todava por la noble trompa de plata con que anticip la aclamacin el ms alto espritu de Colombia, el Poeta ha dispuesto, dueo y seor de su noche de gloria, que yo cierre, por decirlo as, la marcha, latiendo en el viejo tambor de Maip, a sincero golpe de corazn, mi ronca retreta. Vlgame eso por disculpa en la inmensa desventaja de semejante comisin, ya que siempre hay algo de marchito en el laurel de la retirada. Dejadme deciros solamente, seores, que tratar de poner mi tambor al ritmo viril de vuestro entusiasmo; y vosotras seoras, puesto que estis aqu para mi consuelo, en la nunca desmentida caridad de vuestros ojos hermosos, permitidme que como quien le pasa una cinta argentina por adorno distinto, solicite, en amable smbolo blanco y azul, el amparo de la gracia y la belleza. Habis dado prlogo al Magno Canto lo nico que sin duda corresponda: la voz de la tierra en el estruendo del volcn; la voz del aire en el viento de la selva; la rumorosa voz del agua en el borbolln de la catarata. As os har el comentario que habis querido. Os dir el Ayacucho que vemos desde all, en el fuego que enciende sobre las cumbres cuya palabra habis sacado a martillazo de oro y hierro, el sol de los Andes; y como tengo por el mejor fruto de una spera vida el horror de las palabras vanas, procurar dilucidar el beneficio posible que comparta para los hombres de hoy esa leccin de la espada. Tal cual en tiempo del Inca, cuando por justo homenaje al hijo del Sol traanle lo mejor de cada elemento natural las ofrendas de los pases, la Repblica Argentina ha enviado al glorioso Per de Ayacucho todo cuando abarca el seoro de su progreso y de su fuerza. Y fue, primero, la inolvidable emocin de aquel da, cuando vimos aparecer sobre la perla matinal del cielo limeo al fuerte mozo que llegaba, trayndose de pasada un jirn del cielo argentino prendido a las alas revibrantes de su avin. Y fue el can argentino del acorzado que entraba, al saludo de los tiros profundos en que aparece venir batiendo el corazn de la patria: lento, sombro, formidable, rayado el casco por la mordedura verde del mar, pero tremolando el saludo del Plata inmenso en la sonreda ondulacin del gallardete. Y fueron los militares que llegaban, luciendo el uniforme de los granaderos de San Martn, y enca-

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El otro en el discurso poltico argentino bezados -permiso mi general- por la ms competente, limpia y joven espada del comando argentino, por supuesto que sin mengua de ninguna, para traer en homenaje la montaa de los cndores y la pampa de los jinetes. Y es la inteligencia argentina que va llegando en la persona de sus ms eminentes cultores, y que me inviste por encargo de anticipo, que no por mrito, con la representacin de la Academia Nacional de Ciencias de Crdoba, la Universidad de La Plata, el Crculo Argentino de Inventores, el Crculo de la Prensa, el Conservatorio Nacional de Msica, la Asociacin de Amigos del Arte, y el Consejo Nacional de Educacin que adelante, as, al Per el saludo de cuarenta mil maestros. Y por ltimo, que es mi derecho, y el ms precioso, porque constituye mi nico bien personal, aquel jilguero argentino que en el corazn me canta la cancin eternamente joven del entusiasmo y del amor. Por l me tengo como yo sabida como si hubiese estado all la belleza heroica de Ayacucho. Al son de cuarenta dianas despierta el campo insurgente bajo la claridad de oro y la viva frescura de una maana de combate. Deslumbre en el campo realista el lujo multicolor de los arreos de parada. En el patriota, el pao azul oscuro uniforma con pobreza monacal la austeridad de la repblica. Apenas pueden, all, lucir el sol tal cual par de charreteras; y con su mancha escarlata, provocante el peligro, la esclavina impar de Laurencio Silva, el tremendo lancero negro de Colombia. Mas he aqu que restableciendo por noble inclinacin las costumbres de la guerra caballeresca, los oficiales de ambos ejrcitos desatan sus espadas y vienen al terreno intermedio para conversar y despedirse antes de dar la batalla. Con que amigos, de otro tiempo y hermanos carnales que tambin los hay, abrzanse all a la vista de los ejrcitos, sin disimular sus lgrimas de ternura. Y baja de la montaa Monet, el espaol arrogante y lujoso, peinada como a tornasol la barba castaa, para prevenir a Crdova el insurrecto que va empezar el combate. Aquel choque final es un modelo de hidalgua y de bravura, concertado como un torneo, dirigida la victoria con precisin esttica por el joven mariscal, elegante y fina a su vez como un estoque, nada hubo ms sangriento en toda la guerra: como que en dos horas cay la cuarta parte de los combatientes. Mientras la divisin de Crdova acomete al son sentimental del bambuco, el batalln Caracas, esperando su turno que ser terrible, juega bajo la bala los dados de la muerte. Desprovistos de artillera los patriotas y perdida pronto la realista cuyos caones del centro domina al salto, como a verdaderos potros de bronce, el sargento Pontn, la batalla no es ms que una cudruple carga de sable, lanza y bayoneta. Carga de Crdova, el de la clebre voz de mando, que, alta la espada, lnzase a cabeza descubierta, encrespndosele en oro la prosapia de Aquiles al encenderle el sol su pelo bermejo. Carga Laurencio Silva que harta su lanza en el estrago de ocho escuadrones realistas. Carga de Lara que cierra el cerco de muerte, plantando en el corazn del enemigo el hierro de sus moharras. Cuando he aqu que la ltima carga va a decidir la victoria. Son Hsares Peruanos de Junn, al mando del coronel argentino Surez. Y entre ellos, a las rdenes de Bruix, los ochenta ltimos Granaderos a Caballo. De los cuatro mil hombres que pasaron los Andes con San Martn, slo sos quedan. Pintan ya en canas los ms: sus sables hllanse reducidos por mitad al rigor de la amoladura que saca filo hasta la guarda. Y en ese instante, desde la reserva que aqu les da la corona del postrer episodio, meten espuela y se vienen. Venlos cruzar el campo, ganando la punta de su propio torbellino, ya llegaron, ya estn encima. Una rayada, un relmpago, un grito: Viva la Patria! y al tajo, volcada en rosas de gloria la ltima sangre de los soldados del rey.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Esas lgrimas de Ayacucho van a justificar el recuerdo de otras que me atrevo a mencionar, animado por la cordialidad de vuestra acogida. Y fue que una noche de mis aos, all en mi sierra natal, el adolescente que palideca sobre el libro donde se narraba el crucero de Gran, vea engrandecrsele el alma con las hazaas del pequeo monitor, embellecidos todava por la bruma de la desgracia. Y sintiendo venrsele a la garganta un llanto en cuya salumbre pareca rezumar la amargura del mar lejano, derramaba en el seno de las montaas argentinas, solo ante la noche y las estrellas de la eternidad, lgrimas oscuras lloradas por el Huscar. Seores: Dejadme procurar que esta hora de emocin no sea intil. Yo quiero arriesgar algo que cuesta mucho decir en estos tiempos de paradoja libertaria y de fracasada, bien que audaz ideologa. Ha sonado otra vez, para el bien del mundo la hora de la espada. As como sta hizo lo nico enteramente logrado que tenemos hasta ahora, y es la independencia, har el orden necesario, implantar la jerarqua indispensable que la democracia ha malogrado hasta hoy, fatalmente derivada, porque sa es su consecuencia natural hacia la demagogia o hacia el socialismo. Pero sabemos demasiado lo que hicieron el colectivismo y la paz, del Per de los Incas y la China de los mandarines. Pacifismo, colectivismo, democracia son sinnimos de la misma vacante que el destino ofrece al jefe predestinado, al hombre que manda por su derecho de mejor, con o sin la ley, porque sta, como expresin de potencia, confndese con su voluntad. El pacifismo no es ms que el culto del miedo o una aagaza de la conquista roja, que a su vez lo define como un prejuicio burgus. La gloria y la dignidad son hijas gemelas del riesgo; y en el propio descanso del verdadero varn yergue su oreja el len dormido. La vida completa se define por cuatro verbos de accin: amar, combatir, mandar, ensear. Pero observad que los tres primeros son otras tantas expresiones de conquista y de fuerza. La vida misma es un estado de fuerza. Y desde 1914 debemos otra vez a la espada esta viril confrontacin con la realidad. En el conflicto de la autoridad con la ley, cada vez ms frecuente, porque es un desenlace, el hombre de espada tiene que estar con aqulla. En esto consiste su deber y su sacrificio: el sistema constitucional del siglo XIX est caduco. El ejrcito es la ltima aristocracia, la ltima posibilidad de organizacin jerrquica que nos resta entre la disolucin demaggica. Slo la virtud militar realiza en este momento histrico la vida superior que es belleza, esperanza y fuerza. Habra traicionado, si no lo dijera as, el mandato de las espadas de Ayacucho. Puesto que este centenario, seores mos, celebra la guerra libertadora; la fundacin de la patria por el triunfo; la imposicin de nuestra voluntad por la fuerza de las armas; la muerte embellecida por aquel arrebato ya divino, que bajo la propia angustia final siente abrirse el alma a la gloria en la heroica desgarradura de un alarido de clarn. Poeta y hermano de armas en la esperanza y la belleza: ah est lo que puede hacer. Djame solamente decirle a tu Lima y a tu Per dos palabras finales que me vienen del alma. Gracias, dulce ciudad de las sonrisas y de las rosas. Laureles rindo a tu fama, que as fueran de oro fino en el parangn de homenaje, y palmas a tu belleza que hizo flaquear -dichoso de l en su propia demisin- al Hombre de los Andes con su estoicismo. Pues quin no saba por su bien -y por su malque ojos de limea eran para jugarles, no ya el infierno, puesto que en penas lo daba, sino la misma

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El otro en el discurso poltico argentino seguridad del Paraso? En el blanco de tus nubes veo embanderarse el cielo con los colores de mi Patria, y dilatarse en el tierno azul la caricia de una mirada argentina. Y generosa me ofrecen la perla de la intimidad y el rub de la constancia, tus sonrisas de amistad y tus rosas de gentileza. Y t, nacin de Ayacucho, tierra tan argentina por lo franca y por lo hermosa; patria donde no puedo ya sentirme extranjero, Patria ma del Per: vive tu dicha en la inmortalidad, vive tu esperanza, vive tu gloria. Lugones, Leopoldo; La patria fuerte; Buenos Aires; Crculo Militar; Boletn Oficial; 1930, vol. CXXXIX, pgs. 13-19. En: Garca, Alicia S. y Rodrguez Molas, Ricardo; Textos y documentos. El autoritarismo y los argentinos. La hora de la espada/1 (1924-1946); Buenos Aires; Centro Editor de Amrica Latina; 1988, pgs. 35-40.

LOS PREPARATIVOS DE LA REVOLuCIn DEL 30


Testimonio de Juan E. Carulla
Creo haber sido una de los primeros que pensaron en la probabilidad de una revolucin mucho tiempo antes que sta estallara efectivamente el 6 de setiembre [] Abandonada de comn acuerdo con el general Uriburu, la idea del banquete, segu cultivando relaciones con algunos militares y propugnando, desde el peridico Nueva Repblica, muy difundido ya en los regimientos, la necesidad de un cambio radical y violento. Por ese tiempo (setiembre de 1929) fundamos tambin con un grupo de amigos, Videla Dorna, Laferrere, Palacios (Ernesto Palacios), Daz Vieyra, Irazusta, Medina, Bustamante Leguineche, etc., la Liga Republicana destinada a la propaganda callejera de los mismos propsitos. Desde entonces y durante muchos meses, mi accin se redujo a propagar, ya sea en los mitines que organizaba la Liga Republicana, ya, en actos anlogos de otros grupos de oposicin, y ya en conversaciones privadas con civiles y militares, las ideas de movimiento, mantenindome siempre en contacto con el general Uriburu, a quien visitaba en su casa o entrevistaba en el Jockey Club y durante sus paseos por Florida. Ya por ese tiempo el general haba decidido ponerse a la cabeza de un movimiento revolucionario militar, y todas mis actividades respondan a ese plan. A insinuacin suya me puse en contacto con el (coronel) Garca, con el contralmirante Hermelo, con el Teniente Coronel Espndola y otros. Tambin, a fines de 1929, entr en contacto con elementos de la Polica y Bomberos. Respecto a estos ltimos, he de relatar algunos hechos que no son del dominio pblico: El 13 de septiembre fuimos invitados Daniel Videla Dorna y yo a una entrevista con un grupo de clases, la que se realiz en el local de la calle Pellegrini 224, domicilio del dentista Orrego, quien tambin asisti a la reunin. Salimos de ah convencidos de que las fuerzas policiales estaban completamente desquiciadas, como se haba comprobado ya en la pseudo-rebelin de los bomberos negndose a formar el 12 de octubre, e igualmente convencidos de que una sedicin no tardara en producirse, aunque desprovista de organizacin y de dirigentes, dicha sedicin hubiese sido peligrossima por la intervencin inevitable de elementos comunistas y cratas que se agitaban en todo el pas con el mismo propsito. Comprendiendo la gravedad del asunto, decidimos referir el hecho al General, reclamando su intervencin para evitar ese

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El Terrorismo de Estado en la Argentina posible movimiento descabellado, cuyas fuerzas podan ser en cambio, oportunamente utilizadas. Y as fue. El General, a pesar de sus sospechas sobre la sinceridad del intento, acudi a una nueva reunin a la que tuvimos el gusto de acompaarle con Videla Dorna. sta result pattica por la sorpresa y a la vez el entusiasmo de los concurrentes en presencia del alto jefe. El levantamiento haba sido fijado por la noche del 24 de diciembre, contndose, como he dicho, con la totalidad del Cuerpo de Bomberos, clases de diversos regimientos de la Capital y elementos policiales del interior del pas. Con ojo avizor el general evalu la importancia de la tentativa y les hab en la forma que las circunstancias requera, es decir, serena y valientemente, logrando disuadirlos de una empresa tan temeraria en la cual, como bien les dijo, ellos lograran un triunfo efmero para ser luego barridos por el ejrcito. Les agreg que una asonada de ese gnero slo servira en suma para afianzar el mal gobierno, provocando ipso facto la conglomeracin a su alrededor de todas las fuerzas del orden. Los bomberos, emocionados, prometieron ah mismo renunciar a toda accin aislada y esperar que el General diese la orden. Estos hombres, durante los largos meses de la conspiracin estuvieron en contacto conmigo, pasando a depender del Mayor ngel Solari, cuando la revolucin tom cuerpo. Los primeros meses del ao 1930 marcaron un comps de espera. A fines de marzo, Videla Dorna y yo nos trasladamos a Entre Ros que, en ese momento era el teatro de una gran agitacin contra el Poder nacional. Tenamos la autorizacin del General Uriburu para explorar el estado de nimo de los Jefes y Oficiales de la III Regin Militar, lo que nos result fcil merced a la amistad que me una al Gobernador Laurencena, quien gozaba de mucha simpata y confianza entre aqullos. De regreso de ese viaje, no trajimos, en verdad, ninguna adhesin concreta, pero s un balance muy satisfactorio de estado de cosas vistas y conversadas, as como una lista, que entregamos al General, de oficiales residentes en Paran o que haban residido ah, que se podan tocar. Con el afn de aportarle al General la mayor cantidad de elementos de juicio posibles, provocamos aqu una entrevista con el entonces Senador y Presidente para el caso de acefala, Dr. Etchevere. Conviene hacer notar, a los fines de la verdad histrica que, tanto el Gobernador Laurencena como el Senador nombrado, no aceptaron en ningn momento la idea de una revolucin militar, declarando el primero: Ser preferible que el pas entero cayera en el caos a la instauracin de un gobierno militar. En los meses subsiguientes arreci la campaa callejera, tocndome participar directamente de ella en mitines e incidentes varios que contribuyeron a formar el ambiente revolucionario. Entre los actos principales, recordar los que se celebraron en la plaza del Congreso, primero con motivo de la muerte de Lencinas y luego como protesta por los sucesos de Lincoln. En ambas ocasiones los manifestantes hicieron or el grito: Viva la Revolucin! Hasta en el mismo interior de la Casa Rosada. Y la revolucin, en realidad, iba madurando. As fue como el general Uriburu pudo decirnos, a fines de julio, optimista por primera vez, que ya contaba con muchas adhesiones en el ejrcito y que las buscaba en la marina. En vista de esto ltimo me pidi que lo viese al contralmirante Hermelo para solicitarle nombre de oficiales a quienes se pudiese ver. [] Tambin desde ese momento el General empez a preocuparse por la formacin de una fuerza civil, encomendndonos a don Daniel Videla Dorna y a m un rol principal en esa obra. Esa fuerza hubiera llenado un papel muy importante si se hubiera llevado a cabo el primitivo plan de la revolucin que consis-

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El otro en el discurso poltico argentino ta tomar Buenos Aires por medio de fuerzas civiles, las cuales deban atacar por sorpresa los puntos estratgicos sealados de antemano por el Estado Mayor revolucionario. Precisamente el que suscribe deba pertenecer al comando del grupo destinado a atacar la casa del presidente Yrigoyen y a apresar a ste, accin para la cual se contaba asimismo con el destacamento de bomberos de la Comisaria 16. Para ese intento organizamos a los adherentes de la Liga Republicana en patrullas, comandadas por los principales fundadores ya nombrados, quienes fueron enterados de un movimiento, pero no de su plan ni de su jefe, con el cual yo era el nico que estaba en contacto. Fuera de la Liga Republicana, organic otros dos grupos de civiles: uno con sede en la Asociacin Entrerriana, sita en Rivadavia 1759, y otro dentro del medio universitario que qued al mando del Dr. Tiburcio Padilla y que se reuna en un local de la Maternidad del Hospital de Clnicas. En total fueron juramentados, por mi empeo, algo ms de 500 hombres, casi todos ellos provistos de armas cortas, salvo un pequeo grupo que posea winchesters. En fecha ms cercana a la Revolucin, contribu a formar una nueva asociacin civil: La legin de Mayo, constituida a fines de agosto por el Dr. Alberto Vias, Rafael Campos, Jos Giraldes y Daniel Videla Dorna. Si se considera que la accin de estos grupos civiles ha tenido alguna importancia, creo que conviene disipar el equvoco que se ha cometido en la apreciacin de la obra de cada uno de ellos. La Liga Republicana fue fundada en julio de 1929 y desarroll una intensa accin callejera durante ms de un ao; sus dirigentes sufrieron la persecucin policial, siendo finalmente apreciados o corridos en vspera de estallar la Revolucin. En cambio La Legin de Mayo solo naci diez das antes de la Revolucin y su accin se redujo a reclutar civiles para formar patrullas con el fin que he indicado antes. [] como el 28 de agosto, dej de ver al General, permanec en la expectativa con mis fuerzas hasta que, por intermedio de Videla Dorna, recib orden de concentrar todas las patrullas de la Liga Republicana en la plaza de Flores a la 6 de la maana del 6 de Septiembre. En cumplimiento de esa orden fui apresado dos veces: primero a las 12 de la noche del 5 y luego en la maana del 6, pasando todo ese da en el cmando(sic)V, en compaa de dos centenares de patriotas. Garca Molina, Fernando; Mayo, Carlos A.; Archivo del general Uriburu: autoritarismo y ejrcito/1; Buenos Aires; Centro Editor de Amrica Latina; 1986, pgs. 110-116.

Relato del teniente coronel (lvaro) Alsogaray


Mi adhesin al movimiento. Los primeros actos del Gobierno del Seor Yrigoyen en lo que se refiere al Ejrcito pusieron de manifiesto que en las filas haba una marcada divisin de sentimientos, lo cual se tradujo en actos de Gobierno tendientes a colocar en situacin desventajosa a los oficiales que haban formado parte de la Logia General San Martn organizada a fines del primer gobierno de Yrigoyen. Los elementos ms calificados fueron radiados de los puestos de comando y responsabilidad. Muchos Coroneles pasaron a Disponibilidad; oficiales destacados pertenecientes al cuerpo de Estado Mayor fueron designados para puestos secundarios. Era bien marcada una campaa hostil contra los ex miembros

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El Terrorismo de Estado en la Argentina de la Logia. Los ascensos y propuestas de ascensos para grados superiores hicieron an ms evidente la divisin a que me refiero. [] Esta serie de irregularidades influyeron en mi espritu para que, rompiendo con los firmes principios que tengo respecto a la disciplina, me decidiera escribir artculos en los diarios, siempre con la finalidad de hacer obra mediante esas crticas y tambin con el propsito deliberado de preparar el ambiente en el cuadro de oficiales a fin de que se condensara en hechos una idea que ya exista, ya sea en el sentido de realizar un movimiento armado, o bien de presentar entre la gran mayora de los oficiales del Ejrcito una cohesin tal que pudiera servir para provocar un cambio de rumbo de ese Gobierno absolutamente mal encaminado. Una frase que estaba en boca de muchos camaradas: Hay que hacer algo, me indujo a pensar que lo ms prctico era lo primero, es decir el movimiento armado difcil de comunicarlo a los oficiales por las diferencias que podran producirse. No obstante mi propsito era bien definido. A fines de 1929 tuve mi primera entrevista con el Tcnl. Molina, a quien saba profundamente agraviado por el hecho de que, a su regreso de Europa y a raz de la campaa realizada para las elecciones del Crculo Militar, lo haban mandado al Distrito de La Rioja como castigo por sus actividades. En la conversacin mantenida nos dimos cuenta que pensbamos de la misma manera. Al referirle que yo era el autor de unos cuantos artculos violentos publicados en La Fronda, el Tcnl. Molina ya no tuvo reservas para m y me dijo que l haba iniciado ciertos trabajos tendientes a formalizar un movimiento armado, y que al efecto me invitaba para que tuviera una entrevista con el Gral. Uriburu. sta se realiz pocos das despus en un saln reservado del Jockey Club. El Seor Gral. Uriburu se manifest muy contento de verme en la misma corriente en que se hallaba l y otros camaradas. A partir del Primero de Julio las reuniones empezaron a hacerse ms frecuentes. [] nos reunamos en locales previamente elegidos y con pretextos que pudieran servir de justificativo (comidas de camaradera, paseos, etc.). A esas reuniones concurra el Gral. Uriburu. Entonces ya haba manifestado cules eran sus propsitos revolucionarios, que podra concretar en esta forma: Deseo hacer una revolucin eminentemente militar. Si tenemos xito, mi propsito es evitar al pas la repeticin de hechos como los que estn pasando. Creo que lo nico que puede conducir a ese resultado es la reforma de la Constitucin en lo que sea necesario para terminar con la demagogia. No soy enemigo del parlamento, pero creo que l debe realizarse en otra forma. Me parece que la representacin corporativa es lo ms prctico. No puede terminarse con la poltica, porque la poltica bien entendida es la que alienta y dirige a las masas, pero es necesario terminar con los politiqueros. Por eso no quiero aceptar las insinuaciones que se me hacen para apoyar la revolucin en partidos polticos determinados. No les vamos a servir de instrumento para cambiar un gobierno de partido por otro gobierno de partido; pero al hacer tal manifestacin no quiero decir que no aceptar el apoyo de los civiles que, sin otro propsito que el bien de la patria, quieran contribuir al xito de la revolucin. [] A fines de Julio, establecimos la realizacin de reuniones peridicas con el Sr. Gral. a objeto de ponerlo en conocimiento de la marcha de los trabajos y de que nos diera nuevas iniciativas o nos comunica-

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El otro en el discurso poltico argentino ra el desarrollo de las actividades que l haba iniciado en la Marina y entre un grupo de civiles que componan la Legin de Mayo y la Liga Republicana Con la finalidad sealada nos reunimos, creo que el 6 de Julio, en el caf Sibarita, de la calle Corrientes entre Pueyrredn y Castelli [] La reunin tena por objeto informar al Gral. sobre la marcha de la organizacin de los grupos revolucionarios y someter a su consideracin un plan de accin , ya para el movimiento mismo, que haba redactado yo das antes. Di lectura de ese plan, el cual fue aprobado por el Sr. Gral. y los dems concurrentes a la reunin. Pareca que sta no tena otro objeto, cuando el Tcnl. Sarobe solicit la palabra para exponer algunos conceptos que a su juicio era necesario tener en cuenta. Repiti entonces los conceptos de que era necesario que el Ejrcito hiciera la revolucin apoyado por los partidos polticos, y que todos los jefes y oficiales deban comprometerse a no formar parte del Gobierno que la revolucin diera. Es natural que esa proposicin, contraria, desde luego, a nuestras opiniones, provoc una situacin de desaliento [] El Gral. Uriburu rebati los conceptos del Tcnel. Sarobe, lo que fue para nosotros un gran alivio ya que lo hizo con vehemencia y con la seguridad que le daban sus convicciones. Pude observar en el Dr. Alberto Uriburu, hijo del Gral., una expresin de duda sobre nuestra cohesin y solidaridad, y como se trata de un hombre inteligente, que por ser hijo del Gral. poda tener cierta influencia en el espritu de ste, le manifest: Esto que Ud. ha odo no tiene importancia; se trata de una opinin y nada ms; tenga confianza en nosotros, que no lo vamos a llevar a su padre a una chirinada Garca Molina, Fernando; Mayo, Carlos A.; Archivo del general Uriburu: autoritarismo y ejrcito/1; Buenos Aires; Centro Editor de Amrica Latina; 1986, pgs. 116-126.

EL nACIOnALISMO SE DIFunDE Y SE POPuLARIzA


Los tpicos del antiimperialismo
Debemos tratar con Inglaterra en trminos cordiales, de igual a igual, como tratan las naciones soberanas; podemos y debemos ofrecerle a Inglaterra amplias ventajas, pero si no son apreciadas y si nos pretende tratar como una factora, podemos y debemos tomar represalias. Hay que concluir con las humillaciones e injusticias prevalentes en la actualidad, y hay que exigir que la carne argentina entre a Inglaterra importada por argentinos, como el carbn de Cardiff entra a la Argentina importado por ingleses. (Muy bien!, en las galeras). Y si no puede entrar lo uno, que no entre lo otro. Slo as adquiriran sentido las palabras profundamente equivocadas que pronunci el seor miembro informante de la mayora de la comisin cuando dijo que uno de los saldos mejores de esta investigacin es haber demostrado que somos algo ms que una simple factora para el comercio de carnes, que somos una nacin organizada jurdica y polticamente. Recorro los resultados de la investigacin y no encuentro, francamente, de dnde ha sacado esos honrosos saldos el seor miembro informante. Extrae sus consecuencias de la ley nmero 11.226, y se olvida de que la investigacin de los costos de los frigorficos

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El Terrorismo de Estado en la Argentina no ha sido realizada por la Junta Nacional de Carnes, a despecho de la sentencia. La investigacin, si algo pone en evidencia, es que en el comercio de carnes somos no ya una factora, sino la ltima factora del mundo, puesto que Inglaterra no se ha permitido imponer ni a sus colonias del frica y de Oceana la humillacin que le ha impuesto a la Argentina, la humillacin de que sus habitantes declinen en los mercaderes de Chicago, el derecho de comerciar con el ms valioso producto de su suelo. El Convenio de Londres ha ajustado sus clusulas en lo referente al comercio de carnes al apetito de los negociantes extranjeros, en desmedro de la produccin nacional, y en cambio los pactos de Ottawa subordinan el apetito de los negociantes al inters de los Dominios britnicos. Hemos odo ms de una vez al ministro de Agricultura erguirse en su banca y exclamar: Yo, seor presidente, tengo un profundo sentimiento nacional. Le hemos odo tambin al presidente de la repblica decirlo. No basta decirlo; hay que probarlo. Y cuando un gobierno como el actual permite que los argentinos sean descalificados y reemplazados por extranjeros, cuando escamotea la nfima cuota del 11%, persiguiendo el propsito deliberado de no drsela a entidades argentinas, cuando pone sus esfuerzos, sus prebendas, sus ddivas y sus infracciones a las leyes al servicio del monopolio extranjero, podr decir lo que quiera, pero no ha mostrado sentimientos nacionalistas. He dicho. (Muy bien! Muy bien! Aplausos en las galeras). Lisandro de la Torre, senador por Santa Fe. Sesin del 27 de junio de 1935.

El discurso nacionalista, identificado con la retrica militar, en el anlisis social alimenta el mito de la edad de oro
Las bases de la defensa No se pasa () sin esfuerzo, sin sacrificio y sin vigor, de una ordenacin confiadamente condicionada al comercio exterior progresivo, que fue hasta hace poco de felices resultados, a una estructura nacionalista y de independencia econmica, con acabada adaptacin racional y enrgica del hombre a su valioso suelo. () En cuanto al factor hombre, no ha de olvidarse que conjuntamente con la obra de propulsar su mayor marcialidad, ha de activarse la de promover una ms digna forma de vida; mejor y ms arraigado hogar rural, mejor vivienda urbana, ms enrgica lucha contra las enfermedades endmicas, ms amplia asistencia mdica y hospitalaria, y la educacin de los jvenes de 12 a 18 aos hasta ahora sin ms refugio que la calle. Vigorizar la nacin La nacin, nuestra nacin, Argentina ha de considerarse como la adaptacin racional y enrgica de su poblacin a su suelo, con sus tradiciones, sus glorias y su destino, la familia, la religin, el trabajo y la defensa, desde Espaa hasta hoy. La educacin patritica ha de fincar en la formacin recia del espritu, dispuesto al trabajo leal y esforzado, en todos los terrenos y en todas las formas; en un propsito decidido de alcanzar un alto grado de capacidad y cultura; en concepto de la vida ejemplar de la familia y en el servicio positivo para con la nacin, en tan pujante medida como los conceptos histricos y formales de la Patria.

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Liga Patritica Caras y Caretas. Archivo General de la Nacin.

Caricatura contra el complot judeo-masnico-marxista Revista Clarinada.

El Terrorismo de Estado en la Argentina Habr de considerarse necesario, tambin, desterrar para siempre de la sensibilidad argentina, nuestro complejo colectivo de inferioridad, hasta que cada ciudadano sepa que lo que puede alcanzar cualquier raza y cualquier pueblo por las condiciones espirituales y fsicas de sus habitantes, puede alcanzarlo la Argentina. Habr de reconocerse que es necesario hacer saber a cada ciudadano que hay pueblos iguales pero que no hay ninguno orgnicamente superior al nuestro. Que habr pueblos superiores en nmero pero no superiores en sensibilidad, inteligencia y capacidad. Y que hay naciones con patrimonio territorial grande, pero que pocas renen tan completas condiciones para un elevado nivel de vida de su pueblo, como el nuestro, del cual hemos de sacar todava gran partido para nosotros mismos y para bien del mundo. Cabe tambin tener presente que un pueblo de trece millones de habitantes de raza blanca, con un nmero de personas en edad activa correspondiente a una poblacin de 18 millones -lo cual se debe a los agregados inmigratorios-, es un grupo social apreciable para practicar con eficacia una economa integral si ello se hace necesario. () Vigorizacin de la estructura social () Promover, previo plan cientfico, el recordado concepto esforzado de la familia y del trabajo en contraposicin al materialismo, a la laxitud, al egosmo y a los males que han originado nuestra virulenta denatalidad. Difundir la conveniencia colectiva del respeto a los intereses generales y de la nacin, que la virtud y el honor exigen. Suprimir drsticamente todo lo que, provocando deliberadamente odios y lucha de clases, tienda a dividir la sociedad y a originar actitudes negativas y destructoras. Reincorporar a nuestros preceptos sociales y polticos los viejos y los jvenes conceptos de la disciplina, de la jerarqua y del cumplimiento de los deberes individuales. Crear los indispensables instrumentos sociales, espirituales y materiales, para la dignificacin y la mejora fsica de la raza. Promover por medios orgnicos y de efectos permanentes, mayor capacidad econmica en la poblacin de aquellas regiones empobrecidas y mal alimentadas, creando en ellas fuentes de trabajo y de cultura, aun con el concurso y el sacrificio del resto del pas. Disponer ayuda no monetaria del Estado a las familias numerosas en cuanto a radicacin rural, vivienda urbana, asistencia y educacin. E instituir preferencias y honores a las madres y a los padres de muchos hijos. Vigorizacin de la estructura econmica () Promover, en todos los terrenos, la mxima eficiencia del trabajo humano y la moral del trabajo y del esfuerzo segn el Evangelio. Instaurar la lealtad para con el superior jerrquico, y entre el empleado y el empleador recprocamente; y del mismo modo entre el individuo y la familia. Suprimir sistemticamente todas las trabas creadas en los ltimos aos a la disciplina, a la produccin, a la industria y al comercio, al influjo de las normas enemigas de la eficacia y de la nacin que han surgido de las doctrinas y veleidades demaggicas. Y someter a revisin, a tal efecto, todas las leyes y reglamentos que afectan al trabajo y a la produccin, en los rdenes nacional, provincial y municipal. Reducir nuestras necesidades de comercio exterior, desproporcionadas con las actividades internas,

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El otro en el discurso poltico argentino estabilizando y aun disminuyendo en algn caso nuestra produccin exportable, hasta conocer a ciencia cierta los mtodos de las nuevas normas internacionales. Y al mismo tiempo aumentar prudentemente la produccin de lo que importamos del exterior, a fin de suplir con el similar nacional nuestras necesidades en la mayor medida posible. () Crear escuelas intermedias, para la vida, para todos los jvenes egresados de las primarias, hasta los 18 aos, y fomentar su incorporacin adecuada a sus futuras ocupaciones, dignificando el trabajo manual y evitando el proletariado normal y el de las profesiones liberales, y la enfermedad del empleo pblico. Vigorizacin administrativa En lo que respecta a la vigorizacin administrativa entendemos que ser necesario desterrar drsticamente y de inmediato la prctica de hacer de las administraciones pblicas el refugio de polticos y de inservibles y el instrumento de compensacin de los servidores en las justas electorales. Elevar en la Administracin, hasta el grado militar, el espritu de abnegacin, la eficacia, la disciplina y la jerarqua. Inculcar en la Administracin y en cada uno de sus funcionarios y empleados, que no estn para trabar y perseguir el trabajo y la produccin, sino para estimularlos. Todo ello tanto en el orden financiero como en el de las funciones de vigilancia y de contralor y en las administraciones en general. Simplificar los procedimientos entorpecidos por el excesivo expedienteo, aumentando en los funcionarios simultneamente la libertad de accin y la responsabilidad. () Recursos La dignificacin y vigorizacin del factor humano a paso firme y rpido, requiere, naturalmente, recursos extraordinarios en cuanto a las necesarias medidas materiales. En las emergencias es cuando se justifica que el Estado, por medio de emprstitos internos, con capacidad de absorcin estimulada, haya de cubrir esas necesidades, con esos recursos amortizables en una generacin. Esto obliga al mismo tiempo a suprimir las obras pblicas no inmediatamente indispensables y a reducir los gastos administrativos muy recientemente aumentados. () Dificultades Recurdese con frecuencia la elegante crtica de Keyserling: Si los consejeros de Dios hubieran sido argentinos, Dios no habra hecho el mundo, porque le habran dicho: no te mets. Sin embargo, as como la Argentina se comport mejor que la mayora de los pases ante la gran crisis econmica mundial, bien puede comportarse a la altura del momento, creando un orden adecuado al mismo. Es necesario un cambio de gobierno, para llevar a cabo la obra de vigorizar a la nacin, como lo fue en Francia, un tanto tarde, en 1938, o se requiere una nueva Constitucin? Es necesario modificar nuestras instituciones? No estamos en ese caso. () puede realizarse respetando sus fundamentos constitucionales y admitiendo esenciales reformas. Creemos que nuestra fundamental democracia no nos obliga a llevar una perniciosa vida electoralista, con tan frecuentes actos electorales, en todo el pas, ni soportar indefinidamente representaciones mediocres, con frecuencia desvinculadas de la realidad nacional y regional y de los legtimos y superiores intereses corporativos y de la nacin. Parece tratarse de males y vicios positivamente antidemocrticos que han de poder ser saneados dentro de nuestra estructura institucional. Y si bien se cree que sta no puede esperarse de la simple prdica, ha de poder quizs alcanzarse poniendo en juego todo el amplio legtimo poder legal y normal y de las emergencias. As la obra no ha de ser difcil.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Aprestmonos a cumplirla disciplinada y enrgicamente, todos, cada uno desde su posicin de vida, procurando hacer cada da mejor lo que le ha tocado en suerte hacer de sus manos y de su cabeza. Y acatando las rdenes de las legtimas autoridades supremas, y de las legtimas que nos hagan ellas a nosotros los ciudadanos y soldados de la nacin, sin esperar para ello disposiciones compulsivas ni conmociones polticas o sociales, que es, en estos momentos ms que nunca, deber patritico y sagrado evitar en absoluto. Bunge, Alejandro; Una Nueva Argentina; Buenos Aires; Hyspamrica; 1940, pgs. 508-515.

La cuestin juda no exista para la mayora de los argentinos, y si lleg a tener una pasajera relevancia pblica se debe al nacionalismo catlico que identifica al judo con el prosovitico. El presbtero Virgilio Filippo dice
Se habl del racismo alemn y del racismo italiano, pero no se dijo ni una palabra del racismo judo, que por milenario no impresiona a los desprevenidos, ni del exclusivismo odioso del partido comunista, mil veces peor que todas las dictaduras habidas desde que existe recuerdo de gobiernos de gentes civilizadas. Esta duplicidad y disimulo no nos asombran, porque estn permitidas, segn Maimnides y Gerchunoff, a los pobrecitos judos. Los que la denunciamos a la opinin pblica somos ignorantes o criminales. Nosotros los catlicos, al combatir un error lo repudiamos donde quiera que se actualice. Mil veces irradi desde L.R. 8, Radio Pars de Buenos Aires, en mis conferencias dominicales de las 13 horas, que condeno al racismo, los extremismos y las tiranas donde quiera que se den: en la Unin de las Repblicas Soviticas o en Alemania. [] El judo habla de fraternidad de razas y cultiva la exclusividad; habla de solidaridad y se asla, habla de patriotismo y no se asimila; habla contra el racismo y lo fomenta [] Los mayores crmenes y las mayores destrucciones han sido cometidas por revolucionarios judos que se haban imbuido en esta mentalidad inhumana. No ha habido una sola protesta colectiva de entidades colectivas judas contra los horrores del Comunismo en la U.R.S.S. y en Espaa. Quien calla, otorga[] Si queris que os respeten, respetad. No prediquis doctrinas disolventes, y al defenderos no elogiis a los revolucionarios con el judo Carlos Marx, y a hombres siniestros como Freud. Filippo, Virgilio (Pbro.); Los judos. Juicio histrico cientfico que el autor no pudo transmitir por L.R. 8 Radio Pars; Buenos Aires; Tor; 1939, pgs. 144147. Programa de lucha sin cuartel contra ese ejrcito de alimaas, integrado por fuerzas aparentemente heterogneas: materialismo, liberalismo, marxismo, comunismo, socialismo, anarquismo, atesmo, masonera, etc., pero que estn unidos en la misma finalidad: la destruccin de la civilizacin cristiana, y que obedecen al mismo comando que las dirige desde las tinieblas: el judasmo.

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El otro en el discurso poltico argentino Nuestros propsitos, en Clarinada, N 1, mayo de 1937. En: Buchrucker, Cristin; Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideolgica mundial (1927-1955); Buenos Aires; Sudamericana; 1987, pg. 148.

La defensa territorial constituye otro de los tpicos del discurso nacionalista en la dcada del 30. La iniciativa del diputado Alfredo Palacios de traducir el libro de Paul Groussac sobre las Islas Malvinas se transform en ley y en 1946, por el decreto 8944, el tema se incorpor a los planes de estudio.
Promulgacin de la Ley n 11904. El Senado y Cmara de Diputados de la Nacin Argentina, reunido en Congreso, etc., sancionaron con fuerza de Ley: Artculo 1.- Encomindase a la Comisin Protectora de Bibliotecas Populares la traduccin al espaol y la publicacin oficial de las obras de Pal Groussac, Les Illes Malouines. Artculo 2.- La edicin ordenada contendr fielmente el texto, las notas y los documentos que figuran en el original (edicin Coni, 1910). Artculo 3.- El Presidente de la Comisin Protectora de Bibliotecas Populares, dispondr que el contenido sustancial de la obra se sintetice en un compendio que se imprimir por separado. Artculo 4.- De cada uno de esos volmenes se harn ediciones populares que la Comisin distribuir gratuitamente, entre las instituciones con las que se mantenga el canje internacional. De la edicin del compendio se har una tirada especial destinada a los institutos de enseanza de la Nacin. Artculo 5.- El Poder Ejecutivo entregar de rentas generales a la Comisin protectora de Bibliotecas, a los fines del cumplimiento de esta ley, hasta la suma de trienta mil pesos moneda legal, con imputacin a la presente. Artculo 6.- Comunquese al Poder Ejecutivo. Dada en la Sala de Sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a veintin das del mes de Septiembre de mil novecientos treinta y cuatro. Julio A. Roca; A.R. Ferreira; Gustavo Figueroa; Carlos G. Bonorino Buenos Aires, septiembre 26 de 1934. 413 - Expediente 508 P-1934. Tngase por Ley de la Nacin; comunquese, publquese, dse al Registro Nacional y archvese. JUSTO; Manuel De Iriondo

DEL DISCuRSO A LA ACCIn


Las Fuerzas Armadas deben garantizar el orden y el Estado conceder la justicia social para combatir a los verdaderos enemigos de la nacin
Mensaje del Cnel. Juan D. Pern a los trabajadores (1-5-1944)

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El Terrorismo de Estado en la Argentina En diciembre del ao anterior, cuando asum la direccin de la Secretara de Trabajo y Previsin, el organismo con que el Estado argentino se propona intensificar el cumplimiento de su deber social, me dirig a todos los trabajadores persuadidos de que ellos compartirn los propsitos del Gobierno, con esa extraordinaria intuicin que poseen las masas. No incurr en el error de anunciar un programa de realizaciones inmediatas, seguro de que la prosecucin de un fin social superior, sealara el camino y la oportunidad de las conquistas y de las reformas. Creo que las reivindicaciones, como las revoluciones, no se proclaman, se cumplen sencillamente. Y ese cumplimiento que nos llev siempre a preferir los realizadores a los teorizantes, fue la consigna rgida a la que ajustamos nuestra accin estatal. He sido fiel a ella porque creo que mejor que decir, es hacer; y mejor que prometer, es realizar. Ninguna circunstancia ms propicia que este 1 de mayo, smbolo de las justas aspiraciones del trabajador, y ferviente homenaje a la noble dignidad de toda labor humana, para expresar que l nos encuentra ya decididamente en la etapa de las plenas realizaciones encauzadas hacia el logro del objetivo esencial y superior, del bienestar general y de la solidaridad social. Han transcurrido exactamente cinco meses desde aquel momento, que seala el punto de partida de una nueva era poltica y justicia social argentina, que fue, es y seguir siendo uno de los propsitos irrenunciables del actual gobierno. Porque nadie, absolutamente nadie, puede honradamente desconocer el profundo sentido social de la Revolucin de Junio. Los motivos que la originan y el espritu que la anima surgen de la misma, de la innegable realidad argentina. El Ejrcito no abandon sus cuarteles, movido por un sentimiento de ambicin. Fue el clamor de la calle, del taller y del campo el que lleg hasta ellos, para golpear a sus puertas en demanda de justicia. Y el Ejrcito y la Armada -partes vivas de la indivisible unidad nacional- respondieron patriticamente. Abandonaron la tranquilidad de los acantonamientos. Salieron a la calle, precedidos en su marcha por el mismo pueblo que los estimula y aclama. No hubiramos podido nunca justificar ante nuestra conciencia y ante la historia, una actitud indiferente, frente a la realidad poltica y a la realidad social de aquella hora. Un deseo superior de justicia fue el motor que impuls a la revolucin triunfante. Enfrentamos el problema con decisin y con energa de soldados, condicin que sealo porque entiendo que la solucin de los problemas sociales no puede ser el privilegio exclusivo de individuos o de sectores, sino de todos los argentinos. Por el contrario, entiendo que la organizacin interna del Ejrcito est concebida con un autntico sentido orgnico-social y es una ctedra ejemplar de disciplina, de camaradera, de patriotismo, de jerarqua y de respeto. El escalafn se cumple sin excepciones y sin privilegios con un sentido estricto de seleccin y de justicia, que no es, ni puede ser, ni queremos que sea un beneficio exclusivo de las fuerzas armadas, sino una conquista social que alcance a todos los argentinos. El panorama que ofreca en aquellos instantes todo lo que se refiere a la vida de relacin que el trabajo engendra, era desolador. El Estado se haba mantenido alejado de la clase trabajadora. No regulaba las actividades sociales como era su deber, adoptando una actitud indiferente y suicida, mientras el incumplimiento de los deberes patronales, libres de la tutela estatal, someta a los trabajadores a la nica ley de su conveniencia, provocando rebeldas que amenazaban disputar el orden poltico.

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Bombardeo a Plaza de Mayo. Vehculos en llamas en Paseo Coln y Alsina (1955) Jos Elas Snchez. Coleccin Jorge Snchez.

El Terrorismo de Estado en la Argentina Mientras tanto, en el campo, en ese sufrido campo argentino, la tierra se haca cada da ms hostil para los hombres que la haban fecundado con su esfuerzo. Comenzaron los xodos en masa hacia las ciudades que ofrecan el espejismo de una prosperidad ms aparente que real. Las haciendas valorizadas desalojaban a los chacareros de la tierra donde haban nacido y crecido sus padres y sus hijos. Fue entonces cuando la Secretara de Trabajo y Previsin, fiel a su consigna de hacer, de crear, de realizar, comenz su obra. Y hoy estamos persuadidos de que hemos hecho algo por los que trabajan en esta tierra! Primero, debimos forjar el instrumento que reemplazara al viejo Departamento Nacional del Trabajo, en forma de anular factores negativos y reconstruirlo sobre cimientos ms slidos, ms realistas, ms humanos. Ello nos demand un tiempo costoso en estudios y en energas; pero sobre la misma marcha comenz la obra. Desde entonces, sobre el frontispicio del antiguo palacio del Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, pudo haberse estampado esta leyenda. sta es la verdadera casa de los hombres que trabajan. Y junto a esta leyenda, que abra de par en par las puertas de la sede del trabajo a todos los que llegaban hasta l en demanda de justicia para sus derechos desconocidos, esta afirmacin, que fue la consigna severa a la que ajustamos nuestra labor desde entonces:Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantndola por un acuerdo justo entre obreros y patrones, al amparo de la justicia que emana del Estado. Como lo prometimos al iniciar esta cruzada del trabajo, hemos defendido la unidad y compenetracin de propsitos entre patrones, obreros y Estado, como el nico medio para combatir a los verdaderos enemigos sociales, representado por la falsa poltica, las ideologas extraas, sean cuales fueren; los falsos apstoles que se introducen en el gremialismo para medrar con el engao y la traicin de las masas, y las fuerzas ocultas de perturbacin del campo poltico internacional. Por eso, queremos desterrar los fatdicos grmenes que los malos polticos inocularon en los organismos gremiales para debilitarlos, fraccionarlos y explotarlos en beneficio propio. Por eso luchamos por desterrar la sofstica promesa preelectoral que ha permitido que nuestros obreros vivan un rgimen arcaico y carezcan de garantas frente a un caudillo con hechura del medioevo, que explota su trabajo, le paga con papeles sin valor, para que se vea en la necesidad de entregrselos nuevamente a ese patrn, mezcla de amo, negrero y legislador de conveniencia. As se explica que el pas se encuentre en sus comienzos en materia de legislacin social, y que las condiciones y regmenes de trabajo, salario, descanso, vacaciones, seguros, etc., representan verdaderos galimatas destinados a dar ganancia a los rbulas en perjuicio del obrero, cuando no a favorecer a los intermediarios que operan a favor de una interpretacin ms o menos maliciosa de una mala ley. Deseamos tambin desterrar de los organismos gremiales a los extremistas, para nosotros de ideologas tan exticas, ya representen un extremo como otro; porque es lo forneo, a lo que nosotros, los argentinos, no hemos sentido jams ni inclinacin ni apego; y porque ellos con su sedimento de odios ancestrales, nos traen sus problemas que no nos interesan ni nos ataen. Nosotros buscamos la unin de todos los argentinos y por eso anhelamos disponer de un capital argen-

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El otro en el discurso poltico argentino tino, para que en armona con el trabajo, formen la base de nuestra grandeza industrial y del bienestar colectivo. Luchamos porque ese trabajo sea conseguido con la dignidad que merece, para que todos sintamos el deseo y el impulso de honrarnos trabajando y para que nadie que est en condiciones de trabajar, viva slo para consumir. Por eso sostenemos la necesidad de que todo el que trabaja obtenga una compensacin moral y material que le asegure el bienestar a que todos tenemos derecho; como, asimismo, consideramos indispensable que las labores se ejerzan en un rgimen humano y feliz, con sus descansos reparadores, en medios higinicos, sanos y seguros; y sobre todo, dentro de una gran dignidad y respeto mutuos. No queremos agitadores a sueldo, sensibles a los halagos del dinero patronal o extranjero, especie de filibusteros del campo gremial, y aficionados a alzarse con el santo y la limosna, y a disfrutar del lujo y de los regalos de la vida burguesa, que ellos cubren de anatemas. Encaramos estos problemas seguros que en su solucin est la muerte de estos agentes de disociacin. Est en proyecto, habindose iniciado ya una parte del plan, la construccin de cien mil casas para obreros, que dignifiquen su vida familiar y la mejoren materialmente, a la par que hagan posible, hasta al ms humilde de los padres, el acceso a la propiedad privada. [] Ningn inters que no sea el sentido de solidaridad y el deseo de mayor bien al pas mueve nuestras intenciones. Por eso lo que ya hemos hecho, y lo que haremos en el futuro, quedar inconmovible en la historia del movimiento social de las masas obreras y en el campo de las conquistas gremiales de los trabajadores argentinos, para honor del Ejrcito y sancin de una poca poltica que no pudo sobrevivir a su cada, porque no haba hecho nada til para sus semejantes; nada imperecedero para el pas; y nada digno para la historia. [] Trabajamos empeosa y asiduamente para todos. Para vosotros y para nosotros, en una labor exenta de palabras, para que nadie en esta tierra generosa y altiva, sienta la angustia de sentirse socialmente olvidado. Para todos los que cumplen su destino tremendo, con el vibrante cantar del yunque. Por la suprema dignidad del trabajo. [] Yo en este clsico da de los trabajadores, prometo en nombre del gobierno que esa confianza no ser defraudada. Las nuevas conquistas darn a esta conmemoracin un sentido ms patritico y ms argentino. Pern, Juan Domingo; El pueblo quiere saber de que se trata; Buenos Aires; 1944, pp. 47-53. En: Altamirano, Carlos; Bajo el signo de las masas (1943-973); Buenos Aires; Ariel; 2001. En Biblioteca del Pensamiento Argentino, VI, pgs. 117-123.

La sublevacin militar del General Benjamn Menndez llev al Ministerio de Ejrcito a publicar un fascculo que contena las normas de conducta que deba observar el personal de los cuadros permanentes 275

El Terrorismo de Estado en la Argentina el deber militar significa para el soldado de vocacin verdadera, practicar y asegurar integralmente la disciplina, capacitar la aptitud de las tropas que le confa la Nacin, acatar el mandato del pueblo soberano, subordinndose con lealtad a las autoridades de la Constitucin y las leyes, mantener total identificacin con los fines que la Repblica persigue fijados por sus rganos competentes; respetar la jerarqua, obedecer con decisin las rdenes del superior, cumplir todas las exigencias del servicio y abrogar la conviccin patritica de que se halla plenamente capacitado para ofrendar su vida por la patria [] la conducta del oficial est comprometida solemnemente a mantenerse en la rbita de su funcin, sobre todo porque al apartarse se corre el riesgo de daar el acervo moral indivisible de la institucin, la unidad indisoluble de las fuerzas armadas y los intereses superiores del Gobierno y de la comunidad social. La Nacin, 25 de agosto de 1951.

Pasados los hechos de Corpus Christi, el 31 de agosto de 1955, en un discurso luego de ser rechazada su renuncia al cargo de Presidente, Pern, desde el balcn de la Casa Rosada, dijo
Nosotros representamos un movimiento nacional, cuyos objetivos son bien claros y cuyas acciones bien determinantes, y nadie honestamente, podr afirmar con fundamento que tenemos intenciones o designios inconfesables. Hace poco esta Plaza de Mayo ha sido testigo de una infamia ms de los enemigos del pueblo. Doscientos inocentes han pagado con su vida la satisfaccin de esa infamia. Todava nuestra inmensa paciencia y nuestra extraordinaria tolerancia hicieron que no solamente silenciramos tan tremenda afrenta al pueblo y a la nacionalidad, sino que nos mordimos y tomramos una actitud pacfica y tranquila frente a esa infamia. Esos doscientos cadveres destrozados fueron un holocausto ms que el pueblo ofreci a la patria. Pero esperbamos ser comprendidos aun por los traidores ofreciendo nuestro perdn a esa traicin. Pero se ha visto que hay gente que ni aun reconoce los gestos y la grandeza de los dems. [] Cul ha sido su respuesta? Hemos vivido dos meses de una tregua que ellos han roto con actos violentos, aunque espordicos e inoperantes. Pero ello demuestra su voluntad criminal. Han contestado los dirigentes polticos con discursos tan superficiales como insolentes; los instigadores con su hipocresa de siempre, sus rumores y sus panfletos. Y los ejecutores, tiroteando a los pobres vigilantes en las calles. La contestacin para nosotros es bien clara: no quieren la pacificacin que le hemos ofrecido. De esto surge una conclusin bien clara: quedan solamente dos caminos: para el Gobierno una represin ajustada a los procedimientos subversivos y para el pueblo, una accin y una lucha que condiga con los procedimientos a que quieren llevarnos. Por eso yo contesto a esta presencia popular con las mismas palabras del 45: a la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y desde ya establecemos como una conducta permanente para nuestro Movimiento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas o de la Constitucin y las leyes puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecuten, sino tambin contra los que conspiren o inciten.

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El otro en el discurso poltico argentino Hemos de restablecer la tranquilidad entre el Gobierno, sus instituciones y el pueblo, por la accin del Gobierno, las instituciones y del pueblo mismo. La consigna para todo peronista, est aislado o dentro de una organizacin, es contestar una accin violenta con otra ms violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga caern cinco de ellos. [] Compaeros quiero terminar estas palabras recordndoles a todos ustedes y al pueblo argentino que el dilema es bien claro: o luchamos y vencemos para consolidar las conquistas alcanzadas, o la oligarqua las va a destrozar al final. Ellos buscarn diversos pretextos. Habr razones de libertad, de justicia, de religin o de cualquier otra cosa que ellos pondrn como escudo. Pero una sola cosa es la que ellos buscan: retrotraer la situacin a 1943. La Nacin, 1 de setiembre de 1955.

Proclama del general de divisin Eduardo Lonardi, con la excusa de restablecer el Estado de derecho, ataca al pueblo peronista:
Al pueblo argentino y a los soldados de la patria: En mi carcter de jefe de la Revolucin Libertadora, me dirijo al pueblo y en especial a mis camaradas de todas las armas para pedir su colaboracin en nuestro movimiento. La Armada, la Aeronutica y el Ejrcito de la Patria, interviene en la vida cvica de la Nacin. Lo hacemos impulsados por el imperativo del amor a la libertad y al honor de un pueblo sojuzgado que quiere vivir de acuerdo a sus tradiciones y que no se resigna a seguir indefinidamente los caprichos de un dictador que abusa de la fuerza del gobierno para humillar a sus conciudadanos. [] el dictador -despus del simulacro de su renuncia- nos ofrece la perspectiva de la guerra civil y de la matanza fratricida, complacindose con la posibilidad de dar muerte a cinco opositores inermes por cada uno de sus secuaces y torturadores. Revista AHORA, 26 de septiembre de 1955; Buenos Aires; N 2321 pg. 4.

FROnDIzI
La Iglesia catlica en la Argentina y su discurso en defensa de la tradicin religiosa en la escuela. La nacin catlica fue un proyecto que se plasm en la dcada del 30, luego de la reunin del Congreso Eucarstico de 1934 que convoc una gran multitud. Multitud que los polticos, no legitimados en el voto, trataron de captar para su consenso. El sacerdote jesuita Guillermo Furlong en una serie de conferencias pronunciadas en algunas ciudades de Crdoba y en la ciudad de Buenos Aires, en 1956, argumenta histricamente para defender la enseanza religiosa en la Argentina.
El Gobierno del General Pedro Pablo Ramrez, conocedor de la tradicin religiosa de la escuela argentina desde 1536 hasta 1884, estando en la evidencia de que la ley 1420, en lo que tiene de insidiosa y antipatritica y anticatlica, era de inspiracin fornea y era una vergonzosa imposicin sectaria; sabedor de

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El Terrorismo de Estado en la Argentina que ms del 91% de la poblacin quera, peda, exiga la enseanza religiosa en las escuelas de la Patria, resolvi justicieramente: enseanza catlica para los catlicos; enseanza moral, laica para los liberales, protestantes, israelitas, musulmanes. Podra haber obrado, en forma ms acertada, ms justa, menos sectaria? [] Hay, sin duda, en Buenos Aires hombres sinceramente patriotas, argentinos que en verdad aman las tradiciones nacionales; hay verdaderos y fieles custodios del espritu de Mayo y de Caseros; pero es cosa manifiesta que dominan all las Logias de inspiracin extranjera y de odio anticatlico, en connubio con espritus anrquicos y depravados. Estn agavillados en reparticiones claves; tienen ya listas sus jauras para el asalto a todo lo catlico y aun a todo lo cristiano [ ]. Quiera Dios que est lejos de malsanas influencias quien, comprometiendo su honor, y en carta a Su Santidad, Po XII, asever en 2 de marzo de este ao de 1956, que con el fin de reprimir todos los vestigios de totalitarismo (y ningn totalitarismo ha flagelado y flagela ms terriblemente al pueblo argentino como el de la ley 1420) hara mantener inalterable el respeto de la conciencia de todos (tan saudamente ofendida por la ley 1420) y por eso era su propsito asegurar los derechos de la iglesia Catlica (y el ms sagrado de los derechos ha sido y es conculcado por la ley 1420), y era finalmente su deseo reorganizar la enseanza con sentido republicano y democrtico, dentro del espritu de las tradiciones autnticas del pas (y ninguna tradicin ms autntica que la enseanza religiosa, implantada en 1536, favorecida sin interrupcin hasta 1810, reforzada considerablemente por nuestros prceres de Mayo, respetada durante los aos de la primera tirana, magnficamente restablecida por los hombres de Caseros, aplastada por un extico y desptico fanatismo en 1884, restablecida por un gobierno de facto, plenamente argentino y sinceramente democrtico, en 1943; nuevamente y con increble virulencia, aplastada por la segunda y ms afrentosa tirana, fruto sta, de la nefasta ley 1420 [] Furlong, Guillermo S.J.; La tradicin religiosa en la escuela argentina; Buenos Aires; Theoria; 1957, pgs. 123-125.

En el contexto de la Guerra Fra, aparece el nuevo enemigo que amenaza a la sociedad occidental y cristiana: el imperialismo sovitico que se hace presente en Amrica Latina con la revolucin cubana en julio de 1959
Disposiciones provisorias de defensa contra el comunismo (16 de octubre de 1958) Esta Secretara, ante la existencia real y palpable de la infiltracin en el pas, del movimiento poltico totalitario comunista en todos los niveles sociales enmascarado, bajo las diversas formas de la dialctica filosfica de Marx y respondiendo a la U.R.S.S.; hace un deber, adems de tomar las resoluciones ms convenientes al caso, hacer un llamado de atencin del Cuadro Superior del Ejrcito. Toda la actividad nacional, desde la Revolucin, ha sido objeto de una fra y calculada especulacin por parte del movimiento poltico totalitario comunista con el propsito evidente de llegar al desmembramiento del orden jurdico en que se desenvuelve el Estado. En lo social, en lo poltico y en lo econmico su accin clandestina ha sido sorprendentemente clara. Adems ha estructurado una quinta columna intelectual disfrazada de humanitarista y democrtica, que paulatinamente se ha ido penetrando en el orden educacional; propaganda de prensa, radioelctrica, televisada y cinematogrfica; Escuelas, Colegios, Universidades, etc.

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Laica/Libre En: Carlos Altamirano; Los nombres de poder: Arturo Frondizi; FCE; Bs. As.; 1968.

El Terrorismo de Estado en la Argentina Por lo tanto, y hasta que a muy breve plazo lleguen a todos los Comandos, Organismos, Unidades y dependencias las directivas concretas para contrarrestar dicha accin, los mismos debern extremar las medidas de seguridad, control, informacin y contraofensiva psicolgica que determinan las Disposiciones Especiales sobre informacin agregadas a las Directivas de Conintes N 5 y 6 del 7-II-58 y 1-X-58. Lo que se comunica al Ejrcito por resolucin de S. E. el seor Secretario de Estado de Guerra. MANUEL RAMN REIMUNDES Coronel (Subsecretario de Guerra) Boletn reservado de la Secretaria de Guerra; Buenos Aires; N 3751, 16 de octubre de 1958, pg.1247. En: Garca, Alicia S.; La Doctrina de la Seguridad Nacional/1; Buenos Aires; Centro Editor de Amrica Latina; 1991; Coleccin Biblioteca Poltica Argentina, N 333, pg. 59

La respuesta a la amenaza comunista no se hizo esperar; Estados unidos promueve la Alianza para el progreso al mismo tiempo que asistencia militar para luchar contra la subversin interna. Se cre la Organizacin de los Ejrcitos Americanos que, en 1961, se reuni en Buenos Aires en la Escuela Superior de Guerra.
[] En el campo de las relaciones humanas, la aparicin de la filosofa marxista provoc muchos de los ms grandes cambios. La guerra, que pertenece a ese campo, sufri tambin su evolucin. [] Estamos, pues ante un tipo de guerra que podramos calificar de guerra integral. Tipo de guerra que ha permitido a la ideologa comunista llegar al sometimiento de ms de la tercera parte de la poblacin mundial, y slo en los ltimos 15 aos, de ms de 800 millones de hombres. El mundo libre [] debe actuar en forma de prevenir, neutralizar y combatir los mtodos de accin de la guerra revolucionaria comunista. No se trata de luchar fundamentalmente contra el comunista sino contra el comunismo, as como el mdico no lucha contra el enfermo, sino contra la enfermedad. [] No podemos continuar en la defensiva, que en ningn campo de la accin humana lleva, por s sola a la victoria. Ofensiva no es para nosotros sinnimo de guerra armada como lo ha sido siempre. Pero esta lucha no es slo patrimonio de la Fuerzas Armadas, ni a ellas compete la primera ni la mayor parte. Todos pueden y tienen que participar en la defensa de nuestro modo de ser y de vivir. No se trata, en este enfrentamiento de carcter ideolgico, de que el que no est conmigo est contra mi, pero si el que pudiendo hacerlo no lucha contra el comunismo con toda la autoridad y medios que le brinda su actividad, profesin, funcin u ocupacin, ya sea por indiferencia, ignorancia o bastardo inters personal, permite, directa o indirectamente, el progreso del comunismo, y por lo tanto, coopera con l. La lucha contra el comunismo debe ser en todos los rdenes, debe llevarse tambin a todos los campos de la formacin del ciudadano, desde nio, en la escuela y en el hogar, dndole las bases espi-

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Ongana (1969) Archivo Clarn.

El Terrorismo de Estado en la Argentina rituales que lo inmunicen contra la prdica materialista del marxismo ateo. Accin en la que tiene fundamental funcin la mujer, centro y eje del grupo familiar bien constituido, firme barrera para la accin disociante y valioso trampoln para la rplica. Discurso pronunciado en la Escuela Superior de Guerra por el General de brigada Carlos Turolo al dejar inaugurado el Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria; (2 de octubre de 1961). En: La Nacin; Buenos Aires, 3 de octubre de 1961. En Garca, Alicia S. La Doctrina de la Seguridad Nacional/1. Buenos Aires. Centro Editor de Amrica Latina; 1991; Coleccin Biblioteca Poltica Argentina N 333, pgs. 69-72.

El secretario de Defensa de los EE.uu., Robert Mc namara, fija el eje de la doctrina de la Seguridad nacional
Nuestro objetivo primordial en Latinoamrica es ayudar, donde sea necesario, al continuo desarrollo de las fuerzas militares y para militares nativas, capaces de proporcionar, en unin con la polica y otras fuerzas de seguridad, la necesaria seguridad interna. Congreso de EE.UU., ao 1967. En: Duhalde, Eduardo Luis; El Estado terrorista argentino. Quince aos despus, una mirada crtica; Buenos Aires; Eudeba; 1999

Frondizi y las Fuerzas Armadas


Comentario de Frondizi al periodista Rodolfo Pandolfi: Observe usted que todos los panfletos que circulaban en las Fuerzas Armadas, toda la propaganda de Azul y Blanco o de los gorilas, decan que yo quera proscribir al peronismo para que los obreros se hicieran comunistas [] Entonces decan que yo quera proscribir para que los peronistas, por resentimiento, por desesperacin, se hicieran fidelistas. Explicaban que ese era parte de mi plan de comunicacin del pas. Pandolfi, Rodolfo; Frondizi por l mismo; Buenos Aires; Galerna; 1968, pg.138. En todas las crisis militares que hemos venido sufriendo en la Argentina, nosotros debemos estudiar las responsabilidades especficamente castrenses. Pero tambin debemos preguntarnos, cmo lo haca el pueblo hace ms de un siglo, quines son los doctores y los logistas que han empujado y empujan a los militares argentinos a asumir actitudes contra el pueblo. Y tambin conviene establecer qu ideas y qu intereses representan esos doctores y logistas de la actualidad. Luna, Flix; Dilogos con Frondizi; Buenos Aires; Desarrollo; 1963, pg. 83

Azules y colorados y la poltica nacional


Para Ongana del grupo legalista, AZUL: [Las Fuerzas Armadas] existen en funcin de la necesidad de garantizar la soberana e integridad territorial de la Nacin, preservar los valores morales y espirituales de la civilizacin occidental y

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El otro en el discurso poltico argentino cristiana, asegurar el orden pblico y la paz interior, propender al bienestar general, sostener la vigencia de la Constitucin, de sus derechos y garantas esenciales y el mantenimiento de las instituciones republicanas que en ellas se encuentran establecidas La Prensa, 6 de agosto de 1964.

El discurso de los medios fundamenta la necesidad de un gobierno autoritario. El periodista Mariano Grondona justifica, por las circunstancias, la existencia del estado de excepcin:
en la democracia hay situaciones normales y anormales. En las primeras, basta el rodar tranquilo y rutinario de los engranajes institucionales. En las segundas, hace falta una energa suplementaria, un esfuerzo especial del sistema para superar obstculos de excepcin. [] Actualmente se utilizan los trminos dictadura y dictador como sinnimos de tirana y de tirano. Es un grave error de perspectiva histrica . Tirano llamaron los griegos a quien, usurpando el gobierno o abusando de l, concentraba todos los poderes en su mano por encima de la ley y oprima al pueblo en su propio beneficio. Dictador llamaron los romanos, en cambio, a quien era designado legalmente para enfrentar una situacin de excepcin, por un trmino preciso y con amplios poderes. El tirano es un monstruo, una deformacin poltica. El dictador es un funcionario para tiempos difciles. La dictadura [] est en la base de todas las instituciones de excepcin, como nuestro estado de sitio y nuestra intervencin federal. Indica, tambin, que un orden poltico enfrenta a veces situaciones que exigen una extraordinaria acumulacin de energa en algunos puntos decisivos. [] La Argentina no atraviesa un momento de normalidad, sino de anormalidad.[] La situacin anormal de la Argentina reside, en primer lugar, en razones objetivas: en la ausencia de inversiones -es decir en la ausencia de futuro- , en el colapso de los servicios pblicos, en episodios reiterados de rebelda sindical, en la falta de concordia poltica e institucional. En segundo lugar, cuentan razones psicolgicas de tanta o mayor importancia: la impaciencia colectiva por la inoperancia de un Estado antiguo ante un pas moderno. Y, tambin, el doloroso recuerdo de un gran designio que los argentinos no han perdido de vista pese a sus dificultades: el designio de constituir una gran nacin. [] El pas no quiere ni espera un gobierno de pacfica y respetuosa rutina. El pas espera un Moiss porque vislumbr la tierra prometida y se encuentra an muy lejos de ella. [] Quizs el gobierno est a tiempo para interpretar esta esperanza y para asumir la responsabilidad de una sutil dictadura al estilo romano [] Fuente: Primera Plana, 31/5/66; en: Altamirano, Carlos; Bajo el signo de las masas (1943-1973); Buenos Aires; Ariel; 2001; Biblioteca del Pensamiento Argentino, VI; pgs. 386 -388.

Persecucin del enemigo: prctica como discurso en La noche de los Bastones Largos (29 de julio de 1966). El decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la uBA, doctor 283

El Terrorismo de Estado en la Argentina

Rolando Garca, dice que los milicos haban cerrado el Congreso, la Justicia, prohibieron los partidos polticos, todo. Y a la universidad la dejaron. no saban qu hacer, no saban cmo actuar, tenan miedo de la movilizacin estudiantil. [] la intervencin tena que venir, porque la Facultad de Ciencias era un grano que no se poda tolerar. Lo que no sabamos cmo lo iban a hacer
Carta de Warren Ambrose, Profesor de Matemticas en el Massachusets Institute of Technology y en la Universidad de Buenos Aires, al The New Times del 30 de julio de 1966. Estimados seores: Quisiera describirles un brutal incidente ocurrido anoche en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Buenos Aires, y pedir que los lectores interesados enven telegramas de protesta al presidente Ongana. Ayer el gobierno emiti una ley suprimiendo la autonoma de la Universidad de Buenos Aires y colocndola (por primera vez) bajo la jurisdiccin del Ministerio de Educacin. El gobierno disolvi los Consejos Superiores y Directivos de las Universidades y decidi que desde ahora en adelante la Universidad estuviera controlada por los decanos y el rector, que funcionaran a las rdenes del Ministerio de Educacin. A los decanos y al rector se le dieron 48 horas para aceptar esto. Pero los decanos y el rector se negaban a aceptar la supresin de la autonoma universitaria. Anoche a las 22, el decano de la Facultad de Ciencias, Dr. Rolando Garca (un meteorlogo de fama internacional, que ha sido profesor de la Universidad de California, en Los ngeles), convoc a una reunin del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias (compuesto de profesores, graduados y estudiantes, con mayora de profesores) e invit a algunos otros profesores (entre los que me incluyo) a asistir a la misma. El objetivo de la reunin era informar a los presentes la decisin tomada por el rector y los decanos y proponer una ratificacin de la misma. Dicha ratificacin fue aprobada por 14 votos a favor con una abstencin (proveniente de un representante estudiantil). Luego de la votacin hubo un rumor que la polica se diriga hacia la Facultad de Ciencias con el propsito de entrar, que en breve plazo result cierto. La policia lleg y, sin ninguna formalidad, exigi la evacuacin total del edificio, anunciando que entraran por la fuerza al cabo de 20 minutos (las puertas de la facultad haban sido cerradas como smbolo de resistencia aparte de esa medida, no hubo resistencia). En el interior del edificio, la gente (entre quienes me encontraba) permaneci inmvil, a la expectativa. Haba alrededor de 300, de los cuales 20 eran profesores y el resto estudiantes y docentes auxiliares [] Entonces entr la polica. Me han dicho que tuvieron que forzar las puertas, pero lo primero que escuch fueron bombas que resultaron ser de gases lacrimgenos. Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a gritos, pasar a una de las aulas grandes, donde nos hicieron permanecer de pie, con los brazos en alto contra una pared. El procedimiento para que hiciramos eso fue gritarnos y pegarnos con palos. Los golpes se distribuan al azar y yo vi golpear intencionalmente a una mujer (todo esto sin ninguna provocacin). Estoy prcticamente seguro de que ninguno de nosotros estaba armado, nadie ofreci resistencia y todo el mundo (entre quienes me incluyo) estaba asustado y no tena la menor intencin de resistir. Estbamos todos de pie contra la pared, rodeados por soldados con pistolas, gritando brutalmente (evidentemente estimulados por lo que estaban haciendo -se dira que estaban emocionalmente preparados para ejercer violencia sobre nosotros-). Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez pies entre s, que nos pegaban con palos, o culatas de rifles, y que nos pateaban rudamente, en cualquier parte del cuerpo que

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Imgenes del Cordobazo Revista Los 70; N 3, julio de 1997.

El Terrorismo de Estado en la Argentina pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan duramente como les era posible y yo (como todos los dems) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo y en donde pudieran alcanzarme. Esta humillacin fue sufrida por todos nosotros -mujeres, profesores distinguidos, el decano y vicedecano de la Facultad, auxiliares docentes y estudiantes-. [] El profesor Carlos Varsavsky, director del nuevo radio-observatorio de La Plata, recibi serias heridas en la cabeza; un ex secretario de la Facultad, de 70 aos de edad, fue gravemente lastimado, como asimismo Flix Gonzlez Bonorino, el gelogo ms eminente del pas. Despus de esto fuimos llevados a la comisara seccional en camiones, donde nos retuvieron un cierto tiempo, despus del cual los profesores fuimos dejados en libertad, sin ninguna explicacin. No tengo conocimiento de que se haya ofrecido ninguna explicacin por este comportamiento. Parece simplemente reflejar el odio del actual gobierno por los universitarios, odio para m incomprensible [] Esta conducta del gobierno, a mi juicio, va a retrasar seriamente el desarrollo del pas. Moreno, Sergio y otros; La Noche de los Bastones Largos. 30 aos despus; Buenos Aires; Pgina/12; 1996, pgs. 93-95.

El testimonio de Lanusse sobre el Cordobazo


El sbado 31 de mayo viaj a Crdoba par tomar contacto directo con los comandos y tropas que haban intervenido en los acontecimientos del 29. [] El lunes 2 de junio expliqu al Presidente todo lo que saba sobre Crdoba: Estoy totalmente seguro -le dije- que eso estuvo lejos de ser obra exclusiva de la subversin. Los elementos subversivos actuaron y, en algn momento, marcaron el ritmo. Pero en la calle se vea el descontento de toda la gente. Por lo que pude ver y escuchar, as por lo que vieron y escucharon los jefes y oficiales de la guarnicin, puedo decirle que fue la poblacin de Crdoba, en forma activa o pasiva, la que demostr que estaba en contra del Gobierno Nacional en general y del Gobierno Provincial en particular. El general Ongana, sin embargo, tenda a explicar los hechos como producto de una accin subversiva deliberada y subvaloraba la incidencia de los distintos factores poltico-sociales. En realidad, el ministro del Interior, Guillermo Borda, ya haba adelantado la tesis del Presidente en su discurso del 31: En Crdoba hubo, durante varias horas, un clima de verdadera subversin, perfectamente organizada y planificada, haba sealado. El mircoles 4 de junio, en su mensaje al pas, el primer mandatario insisti en su tesis. El prrafo inicial de ese discurso revela con exactitud la forma en que l estaba viendo el proceso: Cuando en paz y con optimismo la Repblica marchaba hacia sus mejores realizaciones, la subversin, en la emboscada, preparaba su golpe. Los trgicos hechos de Crdoba responden al accionar de una fuerza extremista organizada para producir una insurreccin urbana. La consigna era paralizar a un pueblo pujante que busca su destino. La consigna era la guerra civil a cualquier precio. Manos argentinas fueron las que mayor saa pusieron en la tarea bochornosa de destruir lo nuestro. Lanusse, Alejandro A.; Mi testimonio; Buenos Aires; Lasserre; 1977, pgs. 15-16.

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El otro en el discurso poltico argentino

DEL TERROR PARAESTATAL AL TERRORISMO DE ESTADO


El llamado Operativo Independencia marca un ciclo singular en el proceso de construccin [] de un consenso social que posibilit el Terrorismo de Estado. [] Tucumn, en 1975, nos permite explorar la justificacin simblica del Rgimen. []nos situamos en la provincia de Tucumn donde comenz el plan sistemtico de exterminio encabezado por un gobierno constitucional. Tucumn fue, en ese sentido, el ensayo general de la obra que ms tarde se desarrollar en todo el pas.
Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pgs. 3-7. El pas con este sistema de legalidad, ha puesto su mano firme y est tratando de terminar con todo lo que sea subversin y con lo que pueda ser expresin de antipatria. No presumimos de ser valientes sino de tener la verdad de nuestro lado. Nuestro deseo es que todos los argentinos se pongan al lado de la bandera azul y blanca y trabajen. Jos Lpez Rega - Ministro de Bienestar Social; Buenos Aires, 23 de enero de 1975/Entrevista. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 74. El empleo de las Fuerzas Armadas para combatir la subversin aptrida no ha merecido reparos por parte de ninguna fuerza poltica () Ningn sector ha hecho mencin ni declaracin alguna, ni ha presentado notas de desacuerdo con esa medida adoptada por el Poder Ejecutivo Nacional. Alberto Rocamora - Ministro del Interior; Buenos Aires, 13 de febrero de 1975/Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 75. Con motivo del operativo antisubversivo que se est efectuando en la Provincia de Tucumn por parte de las Fuerzas Armadas y de Seguridad y ante el pedido de pronunciamiento solicitado en el comunicado N 2 por parte del Jefe de la Brigada de Infantera V, considero un deber reiterar mi conocida posicin que he definido en oportunidades anteriores, en el sentido de total identificacin con los objetivos que a travs de los hombres de armas persigue el Poder Ejecutivo (). Adhiero a ese pronunciamiento en mi condicin de docente universitario y aun como parte misma del pueblo todo, que sin titubeos respalda en esta hora de definiciones el accionar de las Fuerzas Armadas que hoy enfrentan con su abnegacin de siempre a la guerrilla armada y a la que ideolgicamente he combatido desde mi puesto en la educacin universitaria. Ral Zardini -Decano Fac. de CS. Exactas y Naturales, UBA; Buenos Aires, 13 de febrero de 1975/Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pgs. 75-6.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Fervor patritico a la accin que despliegan las FF.AA. y los servicios de seguridad en el sur de la provincia () Slo cuando eliminemos los focos disociantes de nuestra nacionalidad podremos trabajar en paz y en armona patritica. Felicitaciones a nuestro comandante de la V Brigada de Infantera, General Acdel Edagardo Vilas por la firmeza y decisin en los procedimientos como as tambin a nuestros soldados por su valenta y patriotismo al servicio de la Nacin. Florencio Robles - 62 Organizaciones Peronistas; Tucumn, 15 de febrero de 1975/Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pgs. 77-8. Hay muchos argentinos indiferentes a la unidad visible y necesaria ante la subversin y a los patriotas esfuerzos que hacen para mantener el estado institucional del pas. Aqu est Barrabs, el asesino y el rebelde, con sus discpulos sembrando discordia. Antonio Caggiano - Arzobispo de Buenos Aires; Buenos Aires, 31 de marzo de 1975/Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 81.

La unidad del pueblo y el Ejrcito es imprescindible y muchos deben convencerse de una realidad: el pas est en guerra, una guerra no declarada por el gobierno, y ya Pern advirti con suficiente anticipacin lo necesario de esta unidad. Ricardo Otero - Ministro de Trabajo de la Nacin; Famaill, Tucumn, 17 de abril de 1975/Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 81. Se ha permitido detectar una vasta red de infiltracin extremista en los establecimientos industriales en la zona de Campana, Villa Constitucin y Santa Fe, y sus poblaciones aledaas, que estaban formando un verdadero tumor subversivo en el flanco ms sensible del pas () La accin de las masas sigue aquella dirigida hacia los grupos, adoctrinando directamente a los ms jvenes y rebeldes en el sentido de la necesidad de derribar el sistema vigente imperante para sustituirlo por el socialismo marxista leninista utilizando para ello cuanto medio fuera posible, incluido el armado. Ministerio de Interior de la Nacin; Buenos Aires, 10 de mayo de 1975/ Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 83. Mi misin habr de ser de paz y tranquilidad para todos los argentinos. Y nada de paz y tranquilidad para aquellos que quieren algo extrao a nuestro sentir. Nada ms. Voy a cumplir. Hoy estamos dirigidos por un gobierno popular. Para m los subversivos son delincuentes. Hctor Garca Rey - Subsecretario Seguridad Interior; Buenos Aires, 26 de junio de 1975/ Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 85.

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24 de marzo de 1976 Eduardo Di Baia (Associated Press); En: En negro y blanco. Fotografas del Cordobazo al Juicio a las Juntas; ARGRA; Bs. As.; 2006.

El Terrorismo de Estado en la Argentina Ante el atentado criminal perpetrado por el extremismo aptrida contra un avin militar, el Poder Ejecutivo de la provincia cumple en expresar su ms enrgico e indignado repudio hacia esta nueva manifestacin de la barbarie de las minoras antinacionales que pretenden de esta manera sumir al pas en el caos y la violencia. () sacrificados soldados que ofrendaron su vida en defensa del orden y la convivencia pacfica de los argentinos (Refiere al atentado contra un avin Hrcules de la Fuerza Area en el aeropuerto Benjamn Matienzo). Amado Juri - Gobernador de Tucumn, PJ; San Miguel de Tucumn, 29 de agosto de 1975/ Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 88. El Gobierno Nacional adoptar las medidas necesarias en todos los mbitos del quehacer nacional para erradicar el flagelo de la subversin y salvaguardar el orden y la tranquilidad pblica. Mara Estela Martnez de Pern - Presidente de la Nacin. Vicente Damasco - Ministro del Interior. Ernesto Corvaln Nanchares - Ministro de Justicia. Jorge Ernesto Garrido - Ministro de Defensa. ngel Federico Robledo - Ministro de Relaciones Exteriores. Pedro Arrighi - Ministro de Cultura y Educacin. Carlos Federico Ruckauf - Ministro de Trabajo. Carlos A. Emery - Ministro de Bienestar Social. Italo Luder - Presidente Senado de la Nacin. Nicasio Snchez Toranzo Titular Cmara de Diputados de la Nacin. Buenos Aires, 3 de septiembre de 1975 / Declaracin durante reunin de Gabinete en la que participan los jefes de las tres armas: el general del Ejrcito Rafael Videla; el Brigadier Hctor Fautario y el Almirante Emilio Masera. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 90

En representacin de la comunidad universitaria, el consejo de Decanos y el Rector rinden homenaje a las Fuerzas Armadas de la nacin ante el tributo ofrendado en heroica defensa del orden y la paz de la repblica alterada por una accin subversiva que pretende crear el caos como objetivo para alcanzar sus propsitos antinacionales. Roberto Paine - Rector de la Universidad Nacional de Tucumn; San Miguel de Tucumn, 10 de octubre de 1975 / Comunicado. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 94.

En la evocacin de la jornada de triunfo y de muerte que hiciera histrica para el ejrcito argentino la tarde de 5 de octubre de 1975, nuestro acercamiento a Dios por la plegaria es de esperanza y emocionada gratitud () gratitud al infalible Seor de la Patria porque una vez ms volcara el tradicional criollismo de su generosidad omnipotente sobre la decisin, la calidad tcnica y la intrepidez del Regimiento 29 de infantera de Monte. Gratitud porque una vez ms sostuviera inclume el honor de la Institucin y de la Argentina. Gratitud porque mantiene inquebrantable su fidelidad a los valores ms altos y medu-

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El otro en el discurso poltico argentino lares de nuestro pueblo. Porque en la hora de las tinieblas sigue brillando la luz de la fuerza al servicio de la justicia y la verdadera Argentina. Gratitud por convertirnos en la gran esperanza de la angustia argentina: porque el coraje es esperanza, porque la intrepidez en el deber es esperanza, porque el pulso firme para aniquilar la infamia es esperanza. David Paniagua - Capelln de la 7ma. Brigada; Formosa, 1 de noviembre de 1975/ Declaracin en acto militar. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 97. Un acto de coraje civil porque ha llegado la hora de las decisiones donde, o se est con la patria y sus instituciones, o se est en contra de ella. Los que quieren destruir la Nacin saben que la mayor amenaza a sus intereses la constituye esta gloriosa institucin, las Fuerzas Armadas (Homenaje al Ejrcito. La Escuela Nacional N 54 en su 60 aniversario cambia su nombre por el de Ejrcito Argentino). Deolindo Felipe Bittel - Gobernador del Chaco. Resistencia, Chaco, 16 de noviembre de 1975/Declaracin. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 99.

El Comando Superior del Movimiento Nacional Justicialista y el Consejo Nacional del Partido Justicialista expresan: que el cobarde asesinato del seor jefe militar general Jorge Cceres Moni y su esposa constituye un nuevo acto de salvajismo, perpetrado por las fuerzas aptridas e integradas por cobardes y mercenarios que atentan contra la patria y su pueblo () Estamos en guerra contra la invasin ideolgica que pretende cercenar nuestro estilo de vida, la educacin de nuestros hijos y regimentar el pensamiento del hombre argentino. Mara Estela Martnez de Pern - Pte. Com. Sup. Consejo Nacional Justicialista. Lorenzo Miguel - Miembro Consejo Sup. Mov. Justicialista. Casildo Herrera - Miembro Consejo Sup. Mov. Justicialista. Sigue la lista Buenos Aires, 5 de diciembre de 1975 / Comunicado. En: Artese, Matas y Roffinelli, Gabriela; Responsabilidad civil y genocidio; Buenos Aires; Tientos editora; 2007, pg. 103.

la tortura de los prisioneros polticos, incluso algunos asesinatos producidos por los servicios de informaciones estatales [] presagian la metodologa que ms tarde alcanzar una utilizacin masiva [] La estructuracin del terrorismo paraestatal alcanza su verdadero desarrollo a travs de los sectores hegemnicos del peronismo de derecha, en conjuncin con las FF.AA. y de seguridad []
Duhalde, Eduardo Luis El Estado terrorista argentino. Quince aos despus, un mirada crtica; Buenos Aires; Eudeba; 1999, pgs. 232-233.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina El automvil Ford con cuatro personas adentro, se detuvo frente al edificio de la U.O.M. (Unin Obrera Metalrgica), situado en la calle Cangallo. Era un Falcn perteneciente a la custodia de Lorenzo Miguel, que en ese momento no las tena todas consigo. El ERP y los Montoneros lo colocaban encabezando sus listas de vctimas en potencia y el turco saba que ambos grupos no se caracterizaban precisamente por su moderacin en los procedimientos o por su propensin al dilogo. Pero l tambin tena una carta muy buena y para ello se encontraba sentado a su frente el mismsimo Abal Medina, que hasta poco tiempo atrs era su irreconciliable enemigo, que cuando estaba Cmpora en el gobierno quiso coparle la U.O.M. y las 62 con todo el zurdaje disponible y que personalmente no tena por l ninguna simpata. Pero el General siempre deca que en poltica todo se puede negociar, no hay amigos ni enemigos sino aliados o adversarios circunstanciales. Por eso estaban frente a frente y, a sus espaldas, lo ms granado de la pesada de ambos. Paino, Horacio Salvador; Historia de la Triple A; Buenos Aires; ed. Platense; 1984, pg. 105. En muchas oportunidades, a raz de diversos ataques llevados a cabo en contra de entidades, negocios o ciudadanos judos, la prensa en general seal a la Triple A como autora material de dichos vandlicos actos.() La A.A.A. siempre combati frontalmente y exclusivamente en contra de organizaciones terroristas. En contra de los que mediante el terrorismo en sus diversas formas, pretendieron subvertir el orden natural e histrico de nuestro pas.() La formacin de grupos antisemitas en la Argentina tiene otro origen. ste se alcanza a rastrear en las postrimeras de la dcada del 30 con la Alianza Libertadora Argentina y con la creacin de grupos paramilitares movidos al amparo de organismos estatales, que siempre prohibieron, por ejemplo, el ingreso de ciudadanos judos en las Fuerzas Armadas.() Quiero que se entienda que, de manera alguna, es esto un ataque a las Fuerzas Armadas. Yo pertenec al Ejrcito y siempre consider y considero que las FF.AA. -o gran parte de ellas- conforman lo que podramos llamar una de las reservas morales de la Patria, pese a que algn componente de las mismas desve su camino por rutas que no son las marcadas por las aulas del Colegio Militar. Paino, Horacio Salvador; Historia de la Triple A; Buenos Aires; ed. Platense; 1984, pgs. 163-4.

La reforma del sistema educativo en todos sus niveles fue una de las metas primordiales del Estado Terrorista: implement el control sobre la enseanza con el objeto de alcanzar el disciplinamiento social. Subversin en el mbito educativo. Reconocer al enemigo
Lo que se exprese en orden a la valoracin y al enaltecimiento de la misin de educar, nunca ser suficiente para sentar su verdadero significado e importancia. La grandeza y la proyeccin histrica de las naciones dependen fundamentalmente de la educacin que se brinde a sus pueblos, en tanto sta sea formativa y no slo una mera instruccin que traicionara el sentido que le es propio.

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El otro en el discurso poltico argentino Vanos seran los esfuerzos por alcanzar progresos materiales si no se atendiera con la debida prioridad este imperativo, inculcando firmemente los principios que son patrimonio de una Nacin. Bastara la sola debilidad de una generacin de argentinos para que el destino comn que los enlaza, legado de sus mayores, se convirtiera en un desdichado fracaso. Bien saben esto los que quieren atentar contra la esencia misma de nuestra nacionalidad y los hechos de los ltimos aos y aun los que se viven, dan prueba de que este aserto no es una simple hiptesis. As es como en el pas hemos de hablar de guerra, de enemigo, de subversin, de infiltracin, trminos stos poco acostumbrados en la historia argentina contempornea y sobre todo en mbitos como el de la educacin y la cultura; pero sa es la cruda realidad y como tal se debe asumir y enfrentar: con crudeza y valenta. Es una responsabilidad que toca a los argentinos y muy de cerca, un desafo en definitiva, que lo es a sus ms caras tradiciones y valores. El llamado de la patria es claro y se debe responder a l; los educadores, ms que cualquier otro sector de la ciudadana, no pueden desorlo, antes bien se impone como una misin a cumplir. Muchos argentinos han entregado sus vidas enfrentando a la subversin y ello no tendra sentido si no se hace realidad en la accin docente esta exigencia de nuestros das. Esta accin docente, por ser tal, debe comprender mucho ms que la simple transmisin de conocimientos, como se dijera; ha de contribuir a la formacin de quienes maana, con solidez de principios tomarn la antorcha que recibimos de nuestros padres y para que ello sea posible es menester estar preparados. No es tiempo de vacilaciones y resulta imprescindible asumir el rol que nos depara este especial momento histrico del pas, conforme las circunstancias lo imponen. El texto que llega en esta publicacin a los docentes, tiende pues a facilitar la comprensin del fenmeno subversivo que vive en la Argentina de estos das, especialmente en el mbito educativo. Al recorrer sus pginas se advertir el afn de explicar en forma directa y clara los principales acontecimientos sucedidos y de brindar elementos de juicio sobre el accionar del marxismo. La autora y origen del trabajo garantizan la informacin que contiene y por provenir de fuente insospechable, ha decidido al Ministerio de Cultura y Educacin a imprimirlo y difundirlo. Si este folleto contribuye para que los docentes conozcan mejor a los enemigos de la Nacin y para que las generaciones venideras puedan decir de los educadores de hoy que cumplieron con su deber, se habr logrado con creces su propsito. [] se pueden sealar como objetivos generales de la subversin en el mbito de la cultura y la educacin, a los siguientes: 1) Captar ideolgicamente la juventud, futura conductora de la Nacin, que en sucesivas generaciones alcanzar y mantendr el dominio del Estado bajo el yugo marxista. 2) Reclutar adeptos para engrosar las filas de sus actuales organizaciones. 3) Evitar la modificacin de planes y sistemas que pudieran perjudicar sus objetivos disociadores y su prdica marxista encubierta. 4) Mantener encubierto al personal docente partidario.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina 2. MODOS DE ACCIN: a. Consideraciones generales. Para lograr un cabal entendimiento de los modos de accin con que la subversin se infiltr y opera en este mbito, es imprescindible partir de ciertas realidades que, a modo de contexto, facilitaron su accionar, neutralizando la fuerte vocacin y sentido nacional de la docencia argentina. Ellas son: 1) El sistema educativo y los procesos culturales, al recibir el impacto de las crisis sociales, polticas y econmicas, sufrieron una desarticulacin con respecto al destino histrico de la Nacin, llegndose incluso a generar una instrumentacin seudo-revolucionaria, cuyas caractersticas fueron el desorden, la desjerarquizacin, la quiebra de los valores esenciales, la falsa concepcin sobre las ideas de autoridad y libertad y la prdida generalizada del nivel acadmico. 2) El sistema educativo operaba como una organizacin formal, agotando sus esfuerzos en conflictos intrascendentes y sumergido en profundas contradicciones, producidas por la carencia de un proyecto poltico, verdaderamente nacional que lo orientara. 3) La universidad en particular crey que le competa el rol de diseadora del destino nacional, sin observar que muchas veces estaba en contra de las reales y objetivas aspiraciones del pueblo argentino, descuidando su altsima funcin, dentro de la dinmica social, cual es, su perspectiva crtica y creadora. 4) La mayora del alumnado argentino por sus caractersticas e idiosincrasia adopt una posicin pasiva, frente al agresivo accionar de pequeas fracciones que pretendan imponer ideologas opuestas al sentir del pueblo argentino []. b. Consideraciones particulares. La situacin descripta permiti, y en alguna medida actualmente permite a la subversin, llevar a cabo su accin mediante los siguientes recursos. 1) Personal jerrquico, docente y no docente, ideolgicamente captado, que a travs de sus decisiones, charlas informales (principalmente los preceptores), desde sus ctedras, o su trabajo, difunden premeditadamente en el mbito educativo su ideologa marxista. 2) Personal jerrquico, docente y no docente que, sin ser racionalmente marxista, por comodidad, negligencia, temor, confusin ideolgica u otras razones, realiza o permite que se realice (sin ningn impedimento), el accionar subversivo. 3) Empleo de bibliografa, material de enseanza y recursos didcticos que, objetiva o subjetivamente, contienen ideologa marxista u otras extraas a nuestra nacionalidad []. 3. NIVELES PREESCOLAR Y PRIMARIO. a. El accionar subversivo se desarrolla a travs de maestros ideolgicamente captados que inciden sobre las mentes de los pequeos alumnos, fomentando el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la accin que se desarrollar en niveles superiores. b. La comunicacin se realiza en forma directa, a travs de charlas informales y mediante la lectura y comentario de cuentos tendenciosos editados para tal fin. En este sentido se ha advertido en los ltimos tiempos, una notoria ofensiva marxista en el rea de la literatura infantil. En ella se propone emitir un tipo de mensaje que parta del nio y que le permita autoeducarse sobre la base de la libertad y la alternativa. Teniendo en cuenta estas bases esenciales, las editoriales marxistas pretenden ofrecer Libros tiles para el desarrollo, libros que acompaen al nio en su lucha por penetrar en el mundo de las cosas y de los adultos, que lo ayuden a no tener miedo a la libertad, que los ayuden a querer, a pelear, a afirmar su ser. A defender su yo contra el yo que muchas veces le quieren imponer padres o instituciones, consciente o inconscientemente, vctimas a su vez de un sistema que los plasm o trat de hacer a su imagen y semejanza.

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El otro en el discurso poltico argentino c. El accionar ideolgico se intensifica con la mayor edad de los nios en los ltimos aos del ciclo primario, tendiente a modificar la escala de valores tradicionales (familia, religin, nacionalidad, tradicin, etc.), sembrando el germen para predisponerlos subjetivamente al accionar de captacin que se llevar a cabo en los niveles superiores. A esto debe agregarse la accin que es desarrollada en algunos establecimientos educativos, por los difusores de las ideas marxistas propugnadas por el tercer-mundismo. d. No existen hasta el presente organizaciones que realicen tareas de captacin o agitacin. e. El control del director y de los padres sobre la enseanza recibida por los alumnos, constituye un eficiente freno al accionar subversivo, por lo que se impone reforzarlo adecuadamente. 4. NIVELES SECUNDARIO Y TERCIARIO NO UNIVERSITARIO. a. El accionar subversivo se desarrolla tratando de lograr en el estudiantado una personalidad hostil a la sociedad, a las autoridades y a todos los principios e instituciones fundamentales que las apoyan []. Se asiste as a una curiosa evolucin de ideas (no original en nuestro pas), que lleva a una parte de los estudiantes a convertirse en enemigos de la organizacin social en la cual viven en paz y en amigos de los responsables de disturbios que los fanatizan a favor del triunfo de esta otra ideologa ajena al ser nacional. b.[] Algunos de los medios que utilizan, son los siguientes: 1) Personal docente marxista, aprovechando la intimidad de las aulas, imparte contenido de sus materias bajo el enfoque ideolgico que lo caracteriza. Existen materias que, por su contenido, se prestan ms que otras para este accionar, no obstante, cualquier profesor de cualquier materia puede llegar a travs de charlas informales a expresar tendenciosamente sus impresiones respecto de temas que interesan a los alumnos, y en especial, los preceptores que aprovechan las horas libres para realizar adoctrinamiento. 2) Personal docente no marxista que, no obstante conocer la actividad de determinados profesores, preceptores o alumnos enrolados en esa ideologa, no se opone a la accin destructora que ve a su alrededor y que concientemente no comparte, por comodidad, temor o el conocido no te mets, comn en nuestro pueblo. 3) Personal docente que por indiferencia, motivada en especial por su situacin socio-econmica, adopta una posicin acorde con la responsabilidad que como educador le compete y que es tan decisiva en los momentos actuales. 4) La bibliografa constituye el medio fundamental de difusin de la ideologa marxista. [] 5. NIVEL UNIVERSITARIO a. Contrariamente a la idea generalizada existente en nuestro pas, este nivel no constituye un elemento al margen del sistema educativo sino que, por el contrario, se encuentra slidamente unido a los otros niveles de la Educacin, por cuanto de ellos se nutre y de ellos recibe la resultante de las acciones positivas o negativas que se hayan logrado en su transcurso. b. Por sus caractersticas particulares, conformadas por el nivel acadmico, la edad del estudiantado y la trascendencia poltica que trasunta su actividad, la subversin accion y acciona en l con sentido prioritario y con tctica adaptada al medio. En general se puede sealar: 1) La accin llevada a cabo por docentes marxistas y no marxistas desde sus ctedras, tiene caractersticas similares a las expresadas para los niveles secundario y terciario no universitario []. 2) El empleo de la bibliografa constituye, para el accionar de la subversin, un elemento de fundamental importancia, con caractersticas similares a los otros niveles.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina La profundidad, diversidad de temas y la necesaria libertad acadmica, posibilitan la utilizacin de un mayor volumen de textos y material de consulta cuyos contenidos no siempre responden al anlisis objetivo de una realidad histrica. Adems de lo expresado, aprovechando la situacin econmica del pas respecto a produccin y costos de textos adecuados (entre otros factores), se ha implementado un sistema de apuntes (manejados por organizaciones estudiantiles), que constituyen el vehculo prioritario para la difusin de la ideologa marxista. [] 7.Conclusiones a. En general. 1) Las cambiantes orientaciones polticas de los sucesivos gobiernos nacionales a partir del primer cuarto de siglo, impidieron la implementacin de una poltica educativa no partidaria y coherente con los objetivos permanentes de la Nacin. [] En conclusin, del anlisis del desarrollo del accionar marxista en el sistema educativo se puede determinar, con claridad, la conformacin de un circuito cerrado de autoalimentacin en el cual las ideas inculcadas en el ciclo primario son profundizadas en el secundario y complementadas en el terciario, para luego, como docentes y ya en un rol decididamente activo, continuar la tarea de formacin ideolgica marxista en la nuevas generaciones que ingresan a la estructura educativa. [] Captulo IV CONSTRUIR EL FUTURO En los captulos anteriores, se ha desentraado una realidad de la hora actual argentina. En ellos se han evidenciado los sntomas de una grave enfermedad moral (que podramos denominar sndrome social) que afect de una manera u otra, a toda la estructura cultural-educativa y en forma particularmente virulenta, a los funcionarios, docentes, estudiantes, que ingresaron o colaboraron con las bandas de delincuentes subversivos marxistas. Pero a esta altura del trabajo, no se considera ya necesario, continuar con la enumeracin de manifestaciones y de ahora en ms debemos comenzar la accin positiva de construir el futuro. Es este orden de ideas, el Gobierno Nacional, enmarcado por el contexto de la agresin marxistas internacional, ya lo est haciendo a travs de las polticas que desarrolla. Al sector docente, entonces, le compete acompaarlo en esa tarea. Es en la educacin donde hay que actuar con claridad y energa, para arrancar la raz de la subversin, demostrando a los estudiantes la falsedad de las concepciones y doctrinas que durante tantos aos, en mayor o menor grado, les fueron inculcando. En esta alternativa, la incesante bsqueda del ser nacional y la lucha sin tregua por consolidar su conciencia, no reconoce final. Siempre ser necesario fortalecer o defender sus esencias, frente a las apetencias de dominio del exterior y que, en ocasiones, logran infiltrarse y formar bastiones para actuar desde adentro.[] En este orden de cosas, la docencia cumple un rol prioritario, en razn de que, sin perder de vista la evolucin moderna de las ciencias y las ideas, ella ejerce con responsabilidad primaria, una accin de transmisin generacional, por lo cual se efectiviza la continuidad de nuestra cultura tradicional y de la

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30 de marzo de 1976. Quema de libros Gustavo Faras; En: En negro y blanco. Fotografas del Cordobazo al Juicio a las Juntas; ARGRA; Bs. As.; 2006.

El Terrorismo de Estado en la Argentina filosofa que la orienta. Vale decir que, a los educadores, les cabe el calificativo de custodios de nuestra soberana ideolgica. Ministerio de Cultura y Educacin; Subversin en el mbito educativo. Conozcamos a nuestro enemigo; Bs.As.; 1978, passim.

La Escuela en la construccin de un imaginario social. Los mrtires.


16 de julio de 1970. Fue primero un trascendido. Despus, el indicio result cierto. Fuerzas de la Polica Federal y de la Provincia de Buenos Aires realizan un operativo conjunto en la localidad de Timote, a 18 kilmetros de Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires. Van en busca del cadver de un hombre, y lo encuentran. Los restos mortales son trasladados a la ciudad capital de la Repblica. El dolorido reconocimiento de la familia y los amigos, la comprobacin de los peritos confirman el hecho infausto. VISTO y considerando que en el da de hoy ha quedado trgicamente confirmado que el ex Presidente Provisional de la Nacin Teniente General D. Pedro Eugenio Aramburu ha muerto como consecuencia de la violencia de quienes persiguen destruir la unin nacional. Que en los distintos momentos en que la Nacin se lo requiri, el Teniente General Aramburu supo poner lealmente su empeo de argentino, de soldado y de poltico al servicio del pas Por ello, el Presidente de la Nacin Argentina decreta: Artculo 1 - Trtese al Seor Teniente General D. Pedro Eugenio Aramburu los honores fnebres civiles y militares correspondientes a Presidente de la Nacin muerto en el ejercicio del cargo. Son trminos stos del Decreto N 265 del 16 de julio de 1970. El pas est de duelo. Se ha cometido un gran crimen: uno de sus hombres ms destacados fue asesinado. [] Ciudadano que ocupara puesto prominente en la Repblica, en postreras lneas asent sus inquietudes e impresiones acerca del futuro poltico de la patria. Con su muerte, que no debemos tanto llorar cuanto admirar, Pedro Eugenio Aramburu es definitivamente testimonio vivo e imperecedero, en contra de la subversin y a favor del orden de valores de los argentinos. El Teniente General don Pedro Eugenio Aramburu sell con su muerte un estilo de vida que fue suyo por vocacin y por conquista personal, hecho sobre todo en la disciplina de las armas que, paradjicamente, porque prepara para la muerte por la patria, forma un carcter, sirve para la vida en y para la Nacin. Y en la muerte logr l su realizacin y la victoria, porque alcanz a morir por la patria y triunf entonces, ms all de las engaosas apariencias, sobre sus enemigos, quienes fueron despus militarmente derrotados por las armas y por el pueblo que l procur servir como soldado y como ciudadano. Muri por la patria, porque su secuestro y posterior asesinato fue el hecho-smbolo del comienzo del accionar de la subversin contra el pas. []

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El otro en el discurso poltico argentino No importa demasiado, sin embargo, individualizar a los ejecutores materiales []. Bstanos saber que su muerte, como deca el decreto oficial de homenaje, fue consecuencia de la violencia de quienes persiguen destruir la unin nacional. En ese sentido, la responsabilidad no se circunscribe -lejos de ello!- a los jvenes ejecutores. Ella se extiende tambin, y es lo grave, a quienes extraviaron sus mentes y su corazn con la siembra de doctrinas contrarias al ser nacional, con la indicacin de caminos equivocados de odio y de muerte. Cmo muri el Teniente General Aramburu? Lo sabemos por el involuntario homenaje que le hicieron quienes relataron su nefasto crimen. -Proceda dijo sereno el soldado al asesino cuando ste anunci que iba a matarle. En los ltimos momentos, record a su familia, cario de persona madura bien nacida que mantuvo su promesa de joven y se siente responsable, hasta el fin, de la vida cuyo hogar fue su cargo. Confesor pidi tambin el cristiano, prxima su muerte terrena: no hay temor frente a quienes pueden quitar la vida del cuerpo, porque l sabe que va al encuentro de Dios por Jesucristo, y quiere por ello el perdn y la paz que da su Iglesia. Larga y costosa fue la lucha por el pas. Hoy vivimos en paz, pero recordamos lo pasado, porque nos ensea para el presente y el futuro. Ministerio de Cultura y Educacin de la Nacin; Elementos temticos para la clase conmemorativa del secuestro y asesinato del ex Presidente de la Nacin Teniente General D. Pedro Eugenio Aramburu; Buenos Aires; 1980.

El caos
El propsito que gua estas disertaciones es el de que los ministros informemos de manera sinttica todo aquello que por su singular relevancia es merecedor de un comentario que permita brindar informacin a la opinin pblica. Las fechas coincidieron con la que habitualmente se utiliza para iniciar el perodo lectivo. Por ello [] ahora, me estoy dirigiendo a todo el pas con el propsito que consideremos el perodo transcurrido entre marzo de 1976 y marzo de 1981, que corresponde al perodo presidencial del Teniente General Jorge Rafael Videla. Hace ms de 40 aos H.G. Wells, adivinando el futuro, manifest que la prxima rebelin no sera contra los ricos, sino contra los capaces. Nosotros lo hemos vivido en nuestro pas y se es el punto del que debo partir para que se tenga referencia de todo lo hecho. En 1973 el pas se sinti conmovido, el entonces Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, doctor Rodrguez Varela al renunciar a su cargo manifest que lo haca porque habamos entrado en un cono de sombra.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina En marzo de 1973 en ninguna parte como en Educacin se sufri lo que nos estaba pasando a los argentinos. As como el Proceso ha puesto singular empeo en asegurar la igualdad de oportunidades, la destruccin que se adue en ese entonces de nuestras instituciones educativas puso su acento en obtener la igualdad de resultados. Son dos acciones que se contraponen, la primera significa esfuerzo, competencia, constancia, capacidad, la segunda tan slo requiere extender la mano para recibir la ddiva que no se merece. [] Fueron muchos los profesores expulsados de las Universidades y nuestras escuelas que eran ocupadas cuando no asaltadas. Me honro en haber sido uno de ellos y en haber puesto en la actuacin entonces presentada en julio de 1973 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires la siguiente frase: Son muchos los aos que me he desempeado como docente en esta Facultad de la que fui alumno. En todo ese tiempo tengo el recuerdo de numerosos profesores de los que por sobre todo aprend un estilo de vida y de alumnos a los que he pretendido ayudar en el anlisis y estudio de las Instituciones que hacen al ser nacional de la Patria Argentina. Estas instituciones por su hondo arraigo en el espritu nacional no se borran ni se destruyen, cualesquiera sean los elementos o mtodos que utilicen contra ellas. [] Mientras las instituciones educativas sufran el deterioro que se produca con la accin de quienes se haban enseoreado de ellas, reforzados por los que fueron puestos en libertad mediante un indulto y una ley de amnista que retardaron la derrota de la subversin, se votaba unnimemente en las Cmaras una ley pseudouniversitaria, mediante la cual, en Buenos Aires, el entonces Rector Solano Lima confirmaba a Kestelboin como decano. Fuimos muchos los profesores que dijimos no a semejante desatino y que al renunciar a la poca vinculacin que conservramos en abril de 1974 dijimos palabras como stas: La situacin pblica y notoria por que atraviesa la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires motiva que resulte estril nuestra actividad docente en ella. Lo hacemos con la conviccin de que no hemos escatimado esfuerzos para evitarlo y con la esperanza de que el pas rescate esta institucin que ahora ha perdido. Dejamos constancia de nuestra total discrepancia con la gestin que se viene cumpliendo. No slo no compartimos su manera de ser pseudouniversitaria, que se ha traducido en los innumerables episodios que recogi y recoge la nmina periodstica, sino que deploramos el hecho, sumamente grave, de haberse entregado los claustros de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires al activismo marxista. Ese activismo fue el que se cobr vidas como la del profesor Carlos Sacheri sin que se levantaran voces en nombre del derecho a la vida que se haba conculcado. De situaciones como stas en nuestras instituciones educativas parti en 1976 el Proceso de Reorganizacin Nacional ejerciendo la presidencia de la Repblica el Teniente General Jorge Rafael Videla. Quiero destacar en primer lugar la misin de ordenar de los primeros momentos y la labor encomiable de la Delegados Militares que en Universidades y Facultades nos devolvieron en menos de seis meses esas casas de estudios superiores a los universitarios y al pas []. Dr. Juan Rafael Llerena Amadeo; en: Ministerio de Cultura y Educacin Memoria sinttica de la labor realizada durante el perodo 1976-1981; Buenos Aires, 9 de marzo de 1981/ Exposicin por la cadena oficial de radio y TV.

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El otro en el discurso poltico argentino

A comienzos de la dcada del 80, el lmite de credibilidad alcanzado en la sociedad por la construccin del subversivo y el agravamiento de la situacin econmica, llevaron al Proceso a dar un nuevo manotazo de ahogado: la guerra contra Inglaterra por la recuperacin de las Islas Malvinas, que contaba de antemano con la adhesin social.
Mensaje de Galtieri al pas Compatriotas: en nombre de la Junta Militar y en mi carcter de Presidente de la Nacin hablo en este crucial momento histrico [] para transmitirles los fundamentos que avalan una resolucin plenamente asumida por los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas que interpretaron as el profundo sentir del pueblo argentino. Hemos recuperado, salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las islas australes que integran por legtimo derecho el patrimonio nacional [] El paso que acabamos de dar se ha decidido sin tener en cuenta clculo poltico alguno. Ha sido pensado en nombre de todos y cada uno de los argentinos, sin distincin de sectores o banderas y con la mente puesta en todos los gobiernos, instituciones y personas que en el pasado, sin excepciones y a travs de 150 aos, han luchado por la reivindicacin de nuestros derechos. S, y lo reconocemos con profunda emocin, que ya el pas entero vive alborozo de una nueva gesta y que se apresta a defender lo que le es propio, sin reparar sacrificios, que es posible debamos realizar [] Diario Clarn, 3 de abril de 1982.

ni remotamente debemos exponernos al peligro de recibir ayuda de Rusia. Conocemos ya por experiencia propia lo que significa la guerrilla marxista. Qu sera de la Argentina si ellos tuvieran la ltima palabra en nuestros negocios internos! Declaraciones de lvaro Alsogaray a la revista Gente, 3 de junio de 1982.

Despus de la derrota de Malvinas e inmersos en una severa crisis econmica, los militares se retiraron del gobierno con la ley de autoamnista y una declaracin justificatoria de su accionar.
Ley de Autoamnista Ley 22.924 de 23 de marzo de 1983 Extracto. Esta norma, que revelaba una extrema desesperacin de la Junta dictatorial, fue dictada el 22.3.1983, escaso tiempo antes de la elecciones. Gran cantidad de jueces se neg a aplicarla durante ese tiempo, considerndola groseramente inconstitucional. LEY 22.924. Art. 1. Declranse extinguidas las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con motivacin o finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982. Los bene-

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El Terrorismo de Estado en la Argentina ficios otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos los hechos de naturaleza penal realizados en ocasin o con motivo del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a las referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera hubiera sido su naturaleza o el bien jurdico lesionado. Los efectos de esta ley alcanzan a los autores, partcipes, instigadores, cmplices o encubridores y comprende a los delitos comunes conexos y a los delitos militares conexos. Art. 2. Quedan excluidos de los beneficios estatuidos en el artculo precedente los miembros de las asociaciones ilcitas terroristas o subversivas que, a la fecha hasta la cual se extienden los beneficios de esta ley, no se encontraren residiendo legal y manifiestamente en el territorio de la Nacin Argentina o en los lugares sometidos a su jurisdiccin o que por sus conductas hayan demostrado el propsito de continuar vinculados con dichas asociaciones. Art. 3. Quedan tambin excluidas las condenas firmes dictadas por los delitos y hechos de naturaleza penal referidos en el art. 1 sin perjuicio de las facultades que, de conformidad con el inc. 6 del art. 86 de la Constitucin Nacional, el Poder Ejecutivo Nacional pueda ejercer en materia de indulto o conmutacin de las penas impuestas por dichas condenas, para complementar el propsito pacificador de esta ley. Art. 4. No estn comprendidos en los beneficios de esta ley los delitos de subversin econmica tipificados en los arts. 6, 7, 8 y 9 de la ley 20.840. Art. 5. Nadie podr ser interrogado, investigado, citado a comparecer o requerido de manera alguna por imputaciones o sospechas de haber cometido delitos o participado en las acciones a los que se refiere el art. 1 de esta ley o por suponer de su parte un conocimiento de ellos, de sus circunstancias, de sus autores, partcipes, instigadores, cmplices o encubridores. Art. 6. Bajo el rgimen de la presente ley quedan tambin extinguidas las acciones civiles emergentes de los delitos y acciones comprendidos en el art 1. Una ley especial determinar un rgimen indemnizatorio por parte del Estado. Art. 7. La presente ley operar de pleno derecho desde el momento de su promulgacin y se aplicar de oficio o a pedido de parte. Art. 8. El tribunal ordinario, federal, militar, u organismo castrense ante el cual se estn sustanciando causas en las que, prima facie, corresponda aplicar esta ley, las elevarn sin ms trmite y dentro de las cuarenta y ocho (48) horas a la Cmara de Apelaciones correspondiente o al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, en su caso. Se entender que se encuentran comprendidas en los alcances de la presente ley aquellas causas en trmite o sobresedas provisionalmente, en las cuales se investiguen hechos cuyos autores an no hayan sido individualizados y se les atribuya el carcter de integrantes de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales, o se exprese que los mismos invocaron algunos de estos caracteres. Lo expresado precedentemente tambin se aplicar cuando se hubiese alegado la condicin de terroristas o manifestado que actuaban con una fuerza aparentemente irresistible. Por superintendencia del tribunal que corresponda se acumularn las causas que, referidas a un mismo hecho, no se encuentren an acumuladas a la fecha de la presente. Art. 9. Recibidas las causas por los tribunales de alzada sealados en el artculo anterior se dar vista por tres (3) das comunes al Ministerio Pblico o fiscal federal y al querellante, si lo hubiera, vencido lo cual, dictarn resolucin dentro del trmino de cinco (5) das. Art. 10. nicamente se admitirn como pruebas las que figuren agregadas a la causa y los informes oficiales imprescindibles para la calificacin de los hechos o conductas juzgados. En dichos informes no se darn otras referencias que las indispensables para la pertinente calificacin. Las pruebas reunidas sern apreciadas conforme al sistema de las libres convicciones. Art. 11. Cuando corresponda otorgar los beneficios de esta ley en causas pendientes, se dictar el sobreseimiento definitivo por extincin de la accin. Art. 12. Los jueces ordinarios, federales, militares u organismos castrenses ante los que se promuevan denuncias o querellas fundadas en la imputacin de los delitos y hechos comprendidos en el art. 1 las rechazarn sin sustanciacin alguna. Art. 13. La presente ley se aplicar aunque haya mediado prescripcin de la accin o de la pena. Art. 14. En caso de duda, deber estarse a favor del reconocimiento de los beneficios que establecen las disposiciones precedentes.

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El otro en el discurso poltico argentino Documento final de la Junta Militar dictatorial. Extracto. Este documento (del cual transcribiremos escasamente su parte resolutiva) lleva fecha 28.4.1983 y asevera que no hay desaparecidos con vida sino muertos en enfrentamiento. Por todo lo expuesto la Junta Militar declara: 1) Que la informacin y explicaciones proporcionadas en este documento es todo cuanto las Fuerzas Armadas disponen para dar a conocer a la Nacin, sobre los resultados y consecuencias de la guerra contra la subversin y el terrorismo. 2) Que en este marco de referencia, no deseado por las Fuerzas Armadas y al que fueron impelidas para defender el sistema de vida nacional, nicamente el juicio histrico podr determinar con exactitud, a quin corresponde la responsabilidad directa de mtodos injustos o muertes inocentes. 3) Que el accionar de los integrantes de las Fuerzas Armadas en las operaciones relacionadas con la guerra librada constituyeron actos de servicio. 4) Que las Fuerzas Armadas actuaron y lo harn toda vez que sea necesario en cumplimiento de un mandato emergente del Gobierno Nacional, aprovechando toda la experiencia recogida en esta circunstancia dolorosa de la vida nacional. 5) Que las Fuerzas Armadas someten ante el pueblo y el juicio de la historia estas decisiones que traducen una actitud que tuvo por meta defender el bien comn. Identificado en esa instancia con la supervivencia de la comunidad y cuyo contenido asumen con el dolor autntico de cristianos que reconocen los errores que pudieron haberse cometido en cumplimiento de la misin asignada.

La recuperacin de la democracia el 10 de diciembre de 1983 signific poner en marcha la memoria del nunca ms.
La tesis denominada de los dos demonios. Decreto 157 de 13 de diciembre de 1983 Texto completo. El mismo da 13.12.1983 que se dict el decreto ordenando procesar a los represores dictatoriales, el N 158, se firm ste, N 157, que manda enjuiciar a una cantidad de dirigentes de organizaciones que lucharon contra la dictadura, que precisa lo que anuncibamos en las Palabras preliminares. Se advertir que el decreto alude a una antigua ley de amnista (N 20.508 del 26.5.1973) dictada por el flamante Congreso instalado al dejar atrs otra dictadura anterior que haba durado desde el 28.6.1966 hasta el 25.5.1673 (poca en que se desarrollaron grandes luchas populares y el surgimiento de organizaciones armadas antidictatoriales). DECRETO 157 Considerando: Que en el mes de mayo de 1973 los rganos constitucionales de la legislacin sancionaron una amplia y generosa amnista, con el propsito de poner punto final a una etapa de enfrentamientos entre los argentinos, y con la aspiracin de que esa decisin de los representantes del pueblo sirviera como acto inaugural de la paz que la Nacin anhelaba. Que el cumplimiento de ese objetivo se vio frustrado por la aparicin de grupos de personas, los que, desoyendo el llamamiento a la tarea comn de construccin de la Repblica en democracia, instauraron formas violentas de accin poltica con la finalidad de acceder al poder mediante el uso de la fuerza. Que la actividad de esas personas y sus seguidores, reclutados muchas veces entre una juventud vida de justicia y carente de la vivencia de los medios que el sistema democrtico brinda para lograrla, sumi al pas y a sus habitantes en la violencia y en la inseguridad, afectando seriamente las normales condi-

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El Terrorismo de Estado en la Argentina ciones de convivencia, en la medida que stas resultan de imposible existencia frente a los cotidianos homicidios, muchas veces en situaciones de alevosa, secuestros, atentados a la seguridad comn, asaltos a unidades militares de fuerzas de seguridad y a establecimientos civiles y daos; delitos todos stos que culminaron con el intento de ocupar militarmente una parte del territorio de la Repblica. Que la dimensin que alcanzaron estos flagelos en la sociedad argentina no puede explicarse slo por motivos racionales, debe reconocerse la existencia de intereses externos que seleccionaron a nuestro pas para medir sus fuerzas. Que la instauracin de un estado de cosas como el descripto deriv asimismo en la obstruccin de la accin gubernativa de las autoridades democrticamente elegidas, y sirvi de pretexto para la alteracin del orden constitucional por un sector de las fuerzas armadas que, aliado con representantes de grupos de poder econmico y financiero usurp el gobierno y, mediante la instauracin de un sistema represivo ilegal, deterior las condiciones de vida del pueblo, al cual condujo adems al borde de una crisis econmica y financiera, una guerra y a la derrota en otra, y sin precedentes. Que la accin represiva antes aludida, si bien permiti suprimir los efectos visibles de la accin violenta y condujo a la eliminacin fsica de buena parte de los seguidores de la cpula terrorista y de algunos integrantes de sta, sin perjuicio de haberse extendido a sectores de la poblacin ajenos a aquella actividad, vino a funcionar como obstculo para el enjuiciamiento, dentro de los marcos legales, de los mximos responsables del estado de cosas antes resumidos, la preferencia por un sistema basado en la accin directa de rganos autorizados por la autoridad instaurada no dej margen para la investigacin de los hechos delictivos con arreglo a la ley. Que la restauracin de la vida democrtica debe atender, como una de sus primeras medidas, a la reafirmacin de un valor tico fundamental: Afianzar la justicia; con este fin, corresponde procurar que sea promovida la persecucin penal que corresponda contra los mximos responsables de la instauracin de formas violentas de accin poltica, cuya presencia perturb la vida argentina, con particular referencia al perodo posterior al 25 de mayo de 1973. Que con la actuacin que se preconiza se apunta, simultneamente, al objetivo de consolidar la paz interior. Que esa persecucin debe promoverse por lo menos, en orden a los delitos de asociacin ilcita, instigacin pblica a cometer delitos, apologa del crimen, otros atentados contra el orden pblico y rebelin; todo ello sin perjuicio de los dems delitos que se pongan de manifiesto en el transcurso de la investigacin, y en los que las personas a quienes se refiere el presente decreto hayan intervenido directamente, o como autores mediatos, instigadores o cmplices. No puede ser obstculo para esta persecucin la circunstancia de que algunas acciones hayan acontecido en el extranjero, en virtud de lo dispuesto por el art. 1, inc. 1 de Cdigo Penal. Que para promover la investigacin de los hechos, es aconsejable solicitar la intervencin del procurador general de la Nacin. Este rgano, que integra la Corte Suprema de Justicia (art. 6 de la ley 27 y 21 del dec. ley 1285/58) y es por tanto independiente del Poder Ejecutivo, tiene a su cargo la direccin superior del Ministerio Pblico Nacional (art. 116, inc. 3 del Cdigo de Procedimientos en Materia Penal), y posee, en consecuencia las atribuciones necesarias para instrumentar, por medio de los procuradores fiscales de primera y segunda instancia, los distintos aspectos de la encuesta informativa a practicarse y del ejercicio de la accin pblica (art. 118, inc. I del Cdigo de Procedimientos en Materia Penal). Que con el objeto de facilitar la puesta en marcha de la persecucin penal, ha de disponerse que todas las dependencias de la administracin pblica nacional, donde exista informacin relativa a las actividades ilegales de las personas a quienes se refiere este decreto, le remitan directamente al seor procu-

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El otro en el discurso poltico argentino rador general de la Nacin o a la oficina que ste disponga. Que, asimismo, corresponde requerir la colaboracin de los seores gobernadores de Provincias (art. 110 de la Constitucin Nacional), solicitndoles que dispongan idntica remisin desde las administraciones provinciales. Que por otra parte, ha de tenerse en cuenta que la persecucin penal de los hechos a que se refiere este decreto interesa a todos y a cada uno de los habitantes, en particular a las vctimas, los que podrn, en uso de sus derechos, realizar aportes informativos dirigidos al esclarecimiento de esos delitos y al acopio de elementos probatorios contra sus autores. Que con la finalidad de atender a estos requerimientos es necesario practicar los ajustes presupuestarios destinados a permitir que la oficina que en definitiva resulte comisionada para recibir la informacin referida cuente con el equipamiento de personal y elementos que hubiere menester. Por ello el Presidente de la Nacin Argentina decreta: Art 1. Declrase la necesidad de promover la persecucin penal, con relacin a los hechos cometidos con posterioridad al 25 de mayo de 1973, contra Mario Eduardo Firmenich (L.E. 7.794.388); Fernando Vaca Narvaja (L.E. 7.997.198); Ricardo Armando Obregn Cano (L.E. 2.954.758); Rodolfo Gabriel Galimberti (C.I. 5.942.050); Roberto Cirilo Perda (L.E. 4.399.488); Hctor Pedro Pardo (L.E. 7.797.669); y Enrique Heraldo Gorriarn Merlo (L.E. 4.865.510) por los delitos de homicidio, asociacin ilcita, instigacin pblica a cometer delitos, apologa del crimen y otros atentados contra el orden pblico, sin perjuicio de los dems delitos de los que resulten autores inmediatos o mediatos, instigadores o cmplices. Art. 2. Pngase esta decisin en conocimiento del seor procurador general de la Nacin, a quien se solicitar que expida las directivas necesarias para organizar la investigacin que corresponda y ejercer la accin pblica. Art. 3. Todas las dependencias de la Administracin pblica nacional remitirn a la oficina que indique el Procurador General de la Nacin, dentro del plazo de quince (15) das hbiles de la fecha, toda la informacin de que dispongan respecto de las actividades ilegales de las personas a que se refiere el art. 1. Art. 4. Invtase a los seores gobernadores de provincias a disponer anloga remisin a la prescripta en el artculo anterior.

La COnADEP, presidida por Ernesto Sbato, recopil datos sobre la violacin de los derechos humanos durante la Dictadura militar y en base a este Informe fueron juzgados los miembros de las Juntas del Proceso. La presin militar y la sublevacin de Semana Santa fue el desencadenante para poner trmino a los juicios.
LEY 23.492: Punto Final Dispnese la extincin de acciones penales por presunta participacin, en cualquier grado, en los delitos del artculo 10 de la Ley N 23.049 y por aquellos vinculado a la instauracin de formas violentas de accin poltica. Excepciones (24 de diciembre de 1986) EL SENADO Y CMARA de DIPUTADOS DE LA NACIN ARGENTINA, REUNIDOS EN CONGRESO, etc. SANCIONAN CON FUERZA DE LEY:

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Artculo 1- Se extinguir la accin penal respecto de toda persona por su presunta participacin en cualquier grado, en los delitos del artculo 10 de la Ley N 23.049, que no estuviere prfugo, o declarado en rebelda, o que no haya sido ordenada su citacin a prestar declaracin indagatoria, por tribunal competente, antes de los sesenta das corridos a partir de la fecha de promulgacin de la presente ley. En las mismas condiciones se extinguir la accin penal contra toda persona que hubiere cometido delitos vinculados a la instauracin de formas violentas de accin poltica hasta el 10 de diciembre de 1983. Artculo 2- Dentro del trmino establecido por el artculo precedente las Cmaras Federales competentes podrn examinar el estado de las causas que tramitan ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a los efectos del artculo l0, ltima parte de la ley 23.049. Las denuncias que se formulen en este trmino ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas debern ser informadas dentro de las cuarenta y ocho (48) horas por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a la Cmara Federal que corresponda, quienes debern examinarlas y en su caso avocarse. Artculo 3- Cuando en las causas en trmite se ordenare respecto del personal en actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad, policiales o penitenciarias, cualquiera sea su rango, la detencin o prisin preventiva previstas en los artculos 363 a 375 del Cdigo de Procedimientos en Materia Penal o en los artculos 309 a 318 del Cdigo de Justicia Militar, tales medidas se harn efectivas bajo el rgimen del inc. 2 del artculo 315 de este ltimo Cdigo; a peticin del jefe de la unidad en que prestare servicio aquel personal, o de cualquier otro oficial superior de que dependiese. En este caso el superior ser responsable de la comparecencia inmediata del imputado todas las veces que el tribunal lo requiera. Artculo 4- Las cuestiones de competencia que se susciten entre el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y las Cmaras Federales o entre estas ltimas, as como la pendencia de recursos que impidan resolver sobre el mrito para disponer la indagatoria al tribunal competente, suspendern el plazo establecido en el artculo 1. Tampoco se computar el lapso comprendido entre la fecha de notificacin al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas del requerimiento de la Cmara Federal competente en el caso del artculo 2 y la fecha de recepcin de la causa por sta. A los fines del artculo 1 no ser de aplicacin el artculo 252 bis ltima parte del Cdigo de Justicia Militar. Artculo 5- La presente ley no extingue las acciones penales en los casos de delitos de sustitucin de estado civil y de sustraccin y ocultacin de menores. Artculo 6- La extincin dispuesta en el artculo 1 no comprende a las acciones civiles. Artculo7- Comunquese al Poder Ejecutivo. Dada en la Sala de Sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a los veintitrs das del mes de diciembre de mil novecientos ochenta y seis. Registrada bajo el N 23.492 JUAN C. PUGLIESE - EDISON OTERO - Carlos A. Bravo - Antonio J. Macris . \

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Marchas contra las Leyes de Impunidad Archivo Familiares de Desaparecidos y detenidos por Razones Polticas.

El Terrorismo de Estado en la Argentina DECRETO N 2.450 Bs. As., 24/12/86 POR TANTO: Tngase por Ley de la Nacin N 23.492, cmplase, comunquese, publquese, dse a la Direccin Nacional del Registro Oficial y archvese.RAL ALFONSN - Antonio A. Trcoli - Jos H. Jaunarena LEY 23.521 - Obediencia debida Obediencia debida. Se fijan lmites. 8 de junio de 1987 EL SENADO Y CMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIN ARGENTINA REUNIDOS EN CONGRESO, ETC., SANCIONA CON FUERZA DE LEY: Artculo 1 - Se presume sin admitir prueba en contrario que quienes a la fecha de comisin del hecho revistaban como oficiales jefes, oficiales subalternos, suboficiales y personal de tropa de las Fuerzas Armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias, no son punibles por los delitos a que se refiere el artculo 10 punto 1 de la ley N 23.049 por haber obrado en virtud de obediencia debida. La misma presuncin ser aplicada a los oficiales superiores que no hubieran revistado como comandante en jefe, jefe de zona, jefe de subzona o jefe de fuerza de seguridad, policial o penitenciaria si no se resuelve judicialmente, antes de los treinta das de promulgacin de esta ley, que tuvieron capacidad decisoria o participaron en la elaboracin de las rdenes. En tales casos se considerar de pleno derecho que las personas mencionadas obraron en estado de coercin bajo subordinacin a la autoridad superior y en cumplimiento de rdenes, sin facultad o posibilidad de inspeccin, oposicin o resistencia a ellas en cuanto a su oportunidad y legitimidad. Artculo 2- La presuncin establecida en el artculo anterior no ser aplicable respecto de los delitos de violacin, sustraccin y ocultacin de menores o sustitucin de su estado civil y apropiacin extensiva de inmuebles. Artculo 3- La presente ley se aplicar de oficio. Dentro de los cinco (5) das de su entrada en vigencia, en todas las causas pendientes, cualquiera sea su estado procesal, el tribunal ante el que se encontraren radicadas sin ms trmite dictar, respecto del personal comprendido en el artculo 1, primer prrafo, la providencia a que se refiere el artculo 252 bis del Cdigo de Justicia Militar o dejar sin efecto la citacin a prestar declaracin indagatoria, segn correspondiere. El silencio del tribunal durante el plazo indicado, o en el previsto en el segundo prrafo del artculo 1, producir los efectos contemplados en el prrafo precedente, con el alcance de cosa juzgada. Si en la causa no se hubiere acreditado el grado o funcin que posea a la fecha de los hechos la persona llamada a prestar declaracin indagatoria, el plazo transcurrir desde la presentacin de certificado o informe expedido por autoridad competente que lo acredite. Artculo 4- Sin perjuicio de lo dispuesto por la ley N 23.492, en las causas respecto de las cuales no hubiera transcurrido el plazo previsto en el artculo 1 de la misma, no podr disponerse la citacin a prestar declaracin indagatoria de las personas mencionadas en el artculo 1, primer prrafo de la presente ley. Artculo 5- Respecto de las decisiones sobre la aplicacin de esta ley, proceder recurso ordinario de

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El otro en el discurso poltico argentino apelacin ante la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, el que podr interponerse dentro de los cinco (5) das de su notificacin. Si la decisin fuere tcita el plazo transcurrir desde que sta se tuviere por pronunciada conforme con lo dispuesto en esta ley. Artculo 6- No ser aplicable el artculo 11 de la ley N 23.049 al personal comprendido en el artculo 1 de la presente ley. Artculo. 7- Comunquese al Poder Ejecutivo. Dada en la Sala de Sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a los cuatro das del mes de junio de mil novecientos ochenta y siete. J. C. PUGLIESE - E. OTERO - Carlos A. Bravo - Antonio J. Macris Registrada bajo el N 23.521 DECRETO N 882 Bs. As., 8/6/87 POR TANTO: Tngase por Ley de la Nacin nmero 23.521, cmplase, comunquese, publquese, dse a la Direccin Nacional del Registro Oficial y archvese. RAL ALFONSN - Jos H. Jaunarena - Julio R. Rajneri

El gobierno de Menem pretende iniciar el camino de la modernizacin de la Argentina para ubicar al pas dentro del mundo globalizado a travs de la construccin de una nueva legalidad y de eliminar la conflictividad social.
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIN Ley N 23.774 Amplase el nmero de jueces que la integran. Sustityense los artculos 280 y 285 del Cdigo Procesal Civil y Comercial. Sancionada: Abril 5 de 1990 Promulgada: Abril 11 de 1990 ARTCULO 1.- Sustityese el artculo 21 del Decreto-Ley N 1285/58, texto segn el art. 1 de la Ley N 16.895, por el siguiente: Artculo 21.- La CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIN estar compuesta por nueve jueces. Ante ella actuarn el procurador general de la Nacin, y los procuradores fiscales de la CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIN en los casos y con el alcance previstos por el artculo 2 de la Ley N 15.464. Tendr su asiento en la Capital Federal y designar su presidente. Dictar su reglamento interno y econmico y el reglamento para la justicia nacional, estableciendo las facultades de superintendencia de la Corte Suprema y tribunales inferiores. ARTCULO 2.- Sustityense los artculos 280 y 285 del Cdigo Procesal Civil y Comercial de la Nacin, por los siguientes: Artculo 280.- LLAMAMIENTO DE AUTOS. RECHAZO DEL RECURSO EXTRAORDINARIO. MEMORIALES EN EL

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El Terrorismo de Estado en la Argentina RECURSO ORDINARIO. Cuando la Corte Suprema conociere por recurso extraordinario, la recepcin de la causa implicar el llamamiento de autos. La Corte, segn su sana discrecin, y con la sola invocacin de esta norma, podr rechazar el recurso extraordinario, por falta de agravio federal suficiente o cuando las cuestiones planteadas resultaren insustanciales o carentes de trascendencia. Si se tratare del recurso ordinario del art. 254, recibido el expediente ser puesto en secretara, notificndose la providencia que as lo ordene personalmente o por cdula. El apelante deber presentar memorial dentro del trmino de diez (10) das, del que se dar traslado a la otra parte por el mismo plazo. La falta de presentacin del memorial o su insuficiencia traer aparejada la desercin del recurso. Contestado el traslado o transcurrido el plazo para hacerlo se llamar autos. En ningn caso se admitir la apertura a prueba ni la alegacin de hechos nuevos. Artculo 285.- QUEJA POR DENEGACIN DE RECURSOS ANTE LA CORTE SUPREMA. Cuando se dedujere queja por denegacin de recursos ante la Corte Suprema, la presentacin, debidamente fundada, deber efectuarse en el plazo que establece el segundo prrafo del art. 282. La Corte podr desestimar la queja sin ms trmite, exigir la presentacin de copias o, si fuere necesaria, la remisin del expediente. Si la queja fuere por denegacin del recurso extraordinario, la Corte podr rechazar este recurso en los supuestos y forma previstos en el artculo 280, prrafo segundo. Si la queja fuere declarada procedente y se revocare la sentencia, ser de aplicacin el artculo 16 de la Ley N 48. Mientras la Corte no haga lugar a la queja no se suspender el curso del proceso. ARTCULO 3.- Los gastos que ocasione el cumplimiento de la presente ley se imputarn a Rentas Generales, hasta tanto sean incluidos en el Presupuesto de la Nacin. ARTCULO 4.- Comunquese al Poder Ejecutivo Nacional. ALBERTO R. PIERRI - EDUARDO A. DUHALDE Esther H. Pereyra Aranda de Perez Pardo - Mario D. Fassi DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, A LOS CINCO DAS DEL MES DE ABRIL DEL AO MIL NOVECIENTOS NOVENTA.

Estos documentos pretendieron ser el reconocimiento de las responsabilidades del ejrcito en la, por ellos denominada, guerra sucia y es un llamado a la pacificacin que el menemismo necesitaba para continuar con su proyecto econmico.
Documento del Jefe del Ejrcito Teniente General Martn Balza 25 de abril de 1995 El difcil y dramtico mensaje que deseo hacer llegar a la comunidad argentina busca iniciar un dilogo doloroso sobre el pasado, que nunca fue sostenido y que se agita como un fantasma sobre la conciencia colectiva, volviendo, como en estos das, irremediablemente de las sombras donde ocasionalmente se esconde. Nuestro pas vivi una dcada, la del 70, signada por la violencia, por el mesianismo y por la ideologa. Una violencia que se inici con el terrorismo, que no se detuvo siquiera en la democracia que vivimos entre 1973 y 1976, y que desat una represin que hoy estremece.

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El otro en el discurso poltico argentino En la historia de todos los pueblos, aun los ms cultos, existen pocas duras, oscuras, casi inexplicables. No fuimos ajenos a ese destino, que tantas veces parece alejar a los pueblos de lo digno, de lo justificable. Ese pasado de lucha entre argentinos, de muerte fratricida, nos trae a vctimas y victimarios desde el ayer, intercambiando su rol en forma recurrente, segn la poca, segn la ptica, segn la opinin dolida de quienes quedaron con las manos vacas por la ausencia irremediable, inexplicable. Esta espiral de violencia cre una crisis sin precedentes en nuestro joven pas. Las Fuerzas Armadas, dentro de ellas el Ejrcito, por quien tengo la responsabilidad de hablar, creyeron errneamente que el cuerpo social no tena los anticuerpos necesarios para enfrentar el flagelo y, con la anuencia de muchos, tom el poder, una vez ms, abandonando el camino de la legitimidad constitucional. El Ejrcito instruido y adiestrado para la guerra clsica, no supo cmo enfrentar desde la ley plena al terrorismo demencial. Este error llev a privilegiar la individualizacin del adversario, su ubicacin por encima de la dignidad, mediante la obtencin, en algunos casos, de esa informacin por mtodos ilegtimos, llegando incluso a la supresin de la vida, confundiendo el camino que lleva a todo fin justo, y que pasa por el empleo de medios justos. Una vez ms reitero: el fin nunca justifica los medios. Algunos, muy pocos, usaron las armas para su provecho personal. Sera sencillo encontrar las causas que explicaron estos y otros errores de conduccin, porque siempre el responsable es quien conduce, pero creo con sinceridad que ese momento ha pasado y es la hora de asumir las responsabilidades que correspondan. El que algunos de sus integrantes deshonraran un uniforme que eran indignos de vestir no invalida el desempeo, abnegado y silencioso de los hombres y las mujeres del Ejrcito de entonces. Han pasado casi veinte aos de hechos tristes y dolorosos; sin duda ha llegado la hora de empezar a mirarlos con ambos ojos. Al hacerlo, reconoceremos no slo lo malo de quien fue nuestro adversario en el pasado sino tambin nuestras propias fallas. Siendo justos, miraremos y nos miraremos; siendo justos reconoceremos sus errores y nuestros errores. Siendo justos veremos que del enfrentamiento entre argentinos somos casi todos culpables por accin u omisin, por ausencia o por exceso, por anuencia o por consejo. Cuando un cuerpo social se compromete seriamente, llegando a sembrar la muerte entre compatriotas, es ingenuo intentar encontrar un solo culpable, de uno u otro signo, ya que la culpa en el fondo est en el inconsciente colectivo de la Nacin toda, aunque resulta fcil depositarla entre unos pocos, para liberarnos de ella. Somos realistas y a pesar de los esfuerzos realizados por la dirigencia poltica argentina creemos que an no ha llegado el ansiado momento de la reconciliacin. Lavar la sangre del hijo, del padre, del esposo, de la madre, del amigo, es un duro ejercicio de lgrimas, de desconsuelo, de vivir con la mirada vaca, de preguntarse por qu... por qu a m... y as volver a empezar cada da. Quienes en este trance doloroso perdieron a los suyos, en cualquier posicin y bajo cualquier circunstancia, necesitarn generaciones para aliviar la prdida, para encontrarle sentido a la reconciliacin sincera. Para ellos no son estas palabras, porque no tengo palabras, slo puedo ofrecerles respeto, silencio ante el dolor y el compromiso de todo mi esfuerzo para un futuro que no repita el pasado.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Para el resto, para quienes tuvimos la suerte de no perder lo ms querido en la lucha entre argentinos es que me dirijo pidindoles a todos y cada uno, en la posicin en que se encuentre ante este drama de toda la sociedad, responsabilidad y respeto. Responsabilidad para no hacer del dolor la bandera circunstancial de nadie. Responsabilidad para que asumamos las culpas que nos toquen en el hacer o en el dejar de hacer de esa hora. Respeto por todos los muertos, dejar de acompaarlos con los adjetivos que arrastraron, unos u otros, durante tanto tiempo. Todos ellos, ya han rendido sus cuentas, donde slo cuenta la verdad. Las listas de desaparecidos no existen en la fuerza que comando, si es verdad que existieron en el pasado no han llegado a nuestros das. Ninguna lista traer a la mesa vaca de cada familia el rostro querido, ninguna lista permitir enterrar a los muertos que no estn ni ayudar a sus deudos a encontrar un lugar donde rendirles un homenaje. Sin embargo, sin poder ordenar su reconstruccin, por estar ante un hecho de conciencia individual, si existiera en el Ejrcito alguien que dispusiera de listados, o, a travs de su memoria, la capacidad de reconstruir el pasado, les aseguro, pblicamente, la reserva correspondiente y la difusin de las mismas, bajo mi exclusiva responsabilidad. Este paso no tiene ms pretensin que iniciar un largo camino, es apenas un aporte menor de una obra que slo puede ser construida entre todos. Una obra que algn da culmine con la reconciliacin entre los argentinos. Estas palabras las he meditado largamente y s que al pronunciarlas siempre dejar a sectores disconformes. Asumo ese costo, convencido que la obligacin de la hora y el cargo que tengo el honor de ostentar, me lo imponen. Sin embargo, de poco servira un mnimo sinceramiento, si al empearnos en revisar el pasado no aprendiramos para no repetirlo en el futuro. Sin buscar palabras innovadoras, sino apelando a los viejos reglamentos militares, ordeno, una vez ms, al Ejrcito Argentino, en presencia de toda la sociedad argentina, que: Nadie est obligado a cumplir una orden inmoral o que se aparte de las leyes y reglamentos militares. Quien lo hiciera, incurre en una inconducta viciosa, digna de la sancin que su gravedad requiera. Sin eufemismos digo claramente: Delinque quien vulnera la Constitucin Nacional. Delinque quien imparte rdenes inmorales. Delinque quien cumple rdenes inmorales. Delinque quien, para cumplir un fin que cree Justo, emplea medios injustos, inmorales. La comprensin de estos aspectos esenciales hacen a la vida republicana de un Estado y cuando ese Estado peligra, no es el Ejrcito la nica reserva de la Patria, palabras dichas a los odos militares por muchos, muchas veces.

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El otro en el discurso poltico argentino Por el contrario las reservas que tiene una Nacin nacen de los ncleos dirigenciales de todas sus instituciones, de sus claustros universitarios, de su cultura, de su pueblo, de sus instituciones polticas, religiosas, sindicales, empresarias y tambin de sus dirigentes militares. Comprender esto, abandonar definitivamente la visin apocalptica, la soberbia, aceptar el disenso y respetar la voluntad soberana, es el primer paso que estamos transitando desde hace aos, para dejar atrs el pasado, para ayudar a construir la Argentina del futuro, una Argentina madurada en el dolor que pueda llegar algn da al abrazo fraterno. Si no logramos elaborar el duelo y cerrar las heridas, no tendremos futuro; no debemos negar ms el horror vivido y as poder pensar en nuestra vida como sociedad hacia adelante, superando la pena y el sufrimiento. En estas horas cruciales para nuestra sociedad, quiero decirles como Jefe del Ejrcito que, asegurando su continuidad histrica como institucin de la Nacin, asumo nuestra parte de la responsabilidad de los errores de esta lucha entre argentinos que hoy nos vuelve a conmover. Soy consciente de los esfuerzos que realizamos todos con vistas al futuro. Por ello agradezco a los hombres y mujeres que tengo el orgullo de comandar. Ellos representan la realidad de un Ejrcito que trabaja en condiciones muy duras, respetuoso de las instituciones republicanas y poniendo lo mejor de s al servicio de la sociedad. Pido la ayuda de Dios, como yo entiendo o como lo entienda cada uno, y pido la ayuda de todos los hombres y las mujeres de nuestro amado pas, para iniciar el trmite del dilogo que restaure la concordia en la herida familiar argentina. General Martn Balza, Buenos Aires, 25 de abril de 1995/Discurso del Jefe del Ejrcito.

Formaciones de la tarde como la que hoy presidido han sido el vehculo utilizado por muchas generaciones de marinos para renovar, formados con armas sobre las cubiertas de sus buques, el compromiso de subordinacin y valor a su comandante, y por muchos comandantes para hacer llegar a stos sus mensajes trascendentes. Es entonces el marco adecuado para trasmitir a los hombres y mujeres de la Armada, algunas precisiones que considero imprescindibles sobre los hechos de la historia reciente que conmueven a la opinin pblica. Hechos sobre los que hasta ahora la Armada, fiel a su estilo, guard un respetuoso silencio, mientras pona en ejecucin los mecanismos necesarios para evitar su repeticin. Las circunstancias parecen exigir que ese estilo sea alterado: es mi decisin, pero es tambin el asesoramiento del Consejo de Almirantes que acaba de concluir. Diversos actores han puesto de manifiesto que el problema de la accin antisubversiva abarc a toda la sociedad, que incluy y excedi en mucho el campo de la Marina, a la vez que mostr que las fuerzas contra las que se luch haban actuado organizada y militarmente con sus propios criterios de combate. Es difcil con la perspectiva de hoy comprender y analizar el pasado y mucho ms hablar de l con verdadera ecuanimidad. Piensen que quienes estamos en los puestos de alta responsabilidad tenamos la jerarqua y la edad de la oficialidad joven y entonces enfrentamos las tareas con el mismo ideal que ustedes, pero en un clima social de violencia, temor y desconfianza y en el marco de una extendida incertidumbre poltica.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina No puedo fijar un ao o un hecho como iniciador de la violencia, sta nos fue envolviendo progresivamente con su manto de horror, pero algunos por su trascendencia, por ser la demostracin de un nuevo tipo de ajusticiamiento por mano propia marcaron hitos en su espiral creciente, me refiero a los asesinatos de Vandor, Aramburu, Sallustro, Mor Roig y Rucci, de ah en ms todo fue posible y se perdi la capacidad de asombro. Enfrentemos por ello, derecha y sinceramente el pasado para no sacar conclusiones y no repetir los errores vividos, pero enfrentmoslo en su totalidad, no con la visin parcial que es la que nos golpea diariamente. Como argentinos hemos vivido un largo perodo de desencuentros y violencia y queremos, nosotros tambin como todos, contribuir a cerrarlo definitivamente. No podemos olvidar que esa violencia adquiri una intensidad cualitativa muy distinta cuando las bandas guerrilleras atacaron la sociedad argentina, no atacaron a las Fuerzas Armadas como enemigo directo, lo hicieron a la sociedad y a cada uno de los sectores como un todo tratando segn se ha revivido ltimamente en confesiones pblicas de cambiar la esencia de nuestra nacin, quiz como parte de las distintas cosmovisiones vigentes en el mundo en ese momento, aqullas fueron atacadas en ese contexto y como instituciones portadoras de la obligacin legal de defender a la comunidad. En su accionar cayeron vidas de integrantes de todos los sectores del quehacer nacional, no haba miramientos. Todo fue un huracn de sangre y fuego para, ilusoriamente, luego de hacer tabla rasa poder construir una nueva sociedad. El pas reaccion, adecundose para ello. Se promulgaron leyes, y se organizaron tribunales y las fuerzas de Seguridad y las Fuerzas Armadas cumplieron con su cometido poniendo a disposicin de la Justicia independiente los implicados en la violencia; pero luego se dio un paso atrs de enormes consecuencias, no importa aqu analizar las causas que llevaron simultneamente a liberar a los condenados y a desmantelar el aparato jurdico que permita eficazmente luchar contra el flagelo. Pero ello ocurri y fue el hecho que desarm a la sociedad en lo que es quizs el ltimo bastin de la ciudadana agredida: una justicia eficaz y segura en la que pueda confiar para exigir la vigencia del orden constitucional. A partir de ese momento rigi la justicia de la mano propia, era matar o morir. Se atac entonces a un gobierno constitucional y la violencia desbord a las instituciones, la vida humana perdi todo valor y los bienes personales quedaron a merced de la voluntad de distintos seores de la guerra. No se viva en la Argentina, se sobreviva. Nunca poda usarse el mismo camino, se desconfiaba de todos y de todo. La Nacin fue atacada y se defendi. Las decisiones tendientes a cmo enfrentar la guerra se tomaron en ese clima, en un cuadro de situacin nacional catica, agravado por nuestro gran error histrico: la destruccin del orden constitucional vigente. Repito: La interrupcin del orden Constitucional no es justificable, ni aun por haber sido una constante cultural

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El otro en el discurso poltico argentino en la historia previa, ni por las circunstancias de excepcin que se vivieron, lo que a su vez ilegitim el accionar antisubversivo de las Fuerzas. Estamos a veinticinco aos de aquellos asesinatos, a veinte aos del apogeo de la guerrilla y a ms de diez del juicio a quienes fueron conductores del proceso poltico, tiempo que para todos ciertamente no transcurri en vano, qu nos pide la sociedad ahora? Un reconocimiento, qu es un reconocimiento?, es acaso la aceptacin de una humillacin pblica?, es acaso la aceptacin de un sentimiento de culpabilidad que nos abata para el futuro?, desde ya que no; lo que tenemos que hacer y hacemos es reconocer la realidad, toda la realidad, terminar la instalada guerra de mentiras pues se acus a las Fuerzas Armadas de cumplir exclusivamente un plan de exterminio de una mayora de inocentes y nosotros los militares respondimos que no hicimos otra cosa que combatir segn las leyes de la guerra. La realidad es otra, existi un ataque masivo contra la sociedad argentina y nosotros tambin reaccionamos en forma y con una metodologa que no respet el orden legal vigente y las leyes de la guerra. Reconocer la verdad de esta situacin vivida, compleja y sangrienta que involucr a hombres e instituciones, instituciones que perduran en el tiempo aunque sus hombres sean pasajeros, nos obliga a identificar la parte de carga de cada uno. A las instituciones debe imputrseles la responsabilidad histrica y a los hombres las culpas. Ante ello, cul es la responsabilidad del jefe de Estado Mayor?: reconocer abiertamente que hubo mtodos equivocados que permitieron horrores inaceptables, aun en el contexto de crueldad propio de la guerra. Por eso hoy los rechazamos y los excluimos como posibilidad ante cualquier accin futura. Pero la accin la hacen los hombres, pues fueron los hombres cuyos temores y euforias compart los que combatieron al enemigo, la mayora de quienes, en medio del odio y de la violencia de la guerra que se viva, cumplieron lealmente planes y rdenes creyendo en la causa justa por la que se luchaba. La guerrilla fue vencida. No obstante la sociedad, despus, cuestion el mtodo y la conducta de muchos de los hombres de armas y stos lo aceptaron, y se fue el primer paso al reencuentro nacional. Y la sociedad juzg a esos hombres. A travs de sus representantes en el Congreso, estableci las leyes para dar un encuadramiento legal y jurdico aplicable a lo que fue una situacin anmala por la violencia y el caos imperante. El Congreso sancion un cuerpo legal, el Poder Ejecutivo lo promulg y los jueces de la Constitucin juzgaron, absolvieron y condenaron. sa fue la palabra de la sociedad argentina para deslindar responsabilidades a quienes actuaron en situaciones lmites. La justicia humana es imperfecta pues se basa en una verdad incompleta. Sin embargo el fallo firme de la Corte Suprema estableci la verdad jurdica a la que nos atenemos, en ella se esclarecen los mtodos empleados y sus alcances; en su momento y hasta ahora negados, pero que hoy en otro paso en el sentido del reencuentro reconocemos.

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El Terrorismo de Estado en la Argentina Para los hombres que cumplieron con su deber, ya finaliz el tiempo de rendicin de cuentas ante la ley. Ahora contina la etapa de rendicin de cuentas ante la propia conciencia. Esto es la historia y nos queda el dolor humano de esta tragedia, dolor de perder camaradas y amigos y que conozco personalmente desde el seno de mi propia familia. Tantas vidas perdidas; ni las palabras ni los hechos podrn desandar el horror vivido, solamente podemos ayudar a suavizar las cicatrices y contribuir en todo lo humanamente posible a superar las heridas. Qu compromiso asumimos a raz de tanto sufrimiento y dolor? Que en el orden republicano recuperado la nica forma de defender nuestras instituciones, nuestra forma de vida y los derechos humanos es el estricto y total cumplimiento de la Constitucin y de las leyes, este procedimiento que veta el recurso a la violencia y que vale para todos los ciudadanos rige especialmente para nosotros las Fuerzas Armadas pues teniendo el poder que nos dan las armas para la defensa de la Nacin, nos subordinamos al Gobierno que tiene el supremo poder que le otorgan la Constitucin y las leyes. Este principio orienta todo nuestro accionar y es el compromiso definitivo de la Armada para el futuro, con l estoy seguro que serviremos a la Nacin respetando a los hombres. Mis expresiones anteriores son un breve resumen de una historia cargada de violencia y la principal conclusin del anlisis de este perodo: la Constitucin y las leyes deben regir todos los actos de nuestra institucin; ahora qu les queda a ustedes? Dos cosas: el cumplimiento irrestricto de las leyes y colaborar en la construccin de nuestro futuro con el orgullo de ser marinos. Como argentinos hemos vivido un largo perodo de desencuentros y violencia y queremos, nosotros tambin como todos, contribuir a cerrarlo definitivamente. El pas reaccion, adecundose para ello. Se promulgaron leyes, y se organizaron tribunales y las fuerzas de Seguridad y las Fuerzas Armadas cumplieron con su cometido poniendo a disposicin de la Justicia Independiente los empacados en la Violencia; pero luego se dio un paso atrs de enormes consecuencias, no importa aqu analizar las causas que llevaron simultneamente a liberar a los condenados y a desmantelar el aparato jurdico que permita eficazmente luchar contra el flagelo. A partir de ese momento rigi la justicia de la mano propia, era matar o morir. Las decisiones tendientes a cmo enfrentar la guerra se tomaron en ese clima, en un cuadro de situacin dems catica, agravado por nuestro gran error histrico: la destruccin del orden constitucional vigente. Repito: La interrupcin del orden constitucional no es justificable. ni aun por haber sido una constante cultural en la historia previa, ni por las circunstancias de excepcin que se vivieron, lo que a su vez ilegitim el accionar antisubversivo de las Fuerzas. La realidad es otra, existi un ataque masivo contra la sociedad argentina y nosotros tambin reaccionamos en forma y con una metodologa que no respet el orden legal vigente y las leyes de la guerra. Ante ello, cul es la responsabilidad del jefe de Estado Mayor? reconocer abiertamente que hubo mtodos equivocados que permitieron horrores inaceptables, aun en el contexto de crueldad propio de la guerra. Por eso hoy los rechazamos y los excluimos como posibilidad ante cualquier accin futura.

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El otro en el discurso poltico argentino Pero la accin la hacen los hombres, pues fueron los hombres cuyos temores y euforias compart los que combatieron al enemigo, la mayora de quienes, en medio del odio y de la violencia de la guerra que se viva, cumplieron lealmente planes y rdenes creyendo en la causa Justa por la que se luchaba. La justicia humana es imperfecta pues se basa en una verdad incompleta. Sin embargo el fallo firme de la Corte Suprema estableci la verdad jurdica a la que nos atenemos, en ella se esclarecen los mtodos empleados y sus alcances; en su momento y hasta ahora negados, pero que hoy en otro paso en el sentido del reencuentro reconocemos. Para los hombres que cumplieron con su deber, ya finaliz el tiempo de rendicin de cuentas ante la ley. Ahora contina la etapa de rendicin de cuentas ante la propia conciencia. Almirante Enrique Molina Pico, Buenos Aires, 4 de mayo de 1995/ Declaracin Jefe de la Armada.

Los represores Antonio Domingo Bussi y Luciano Benjamn Menndez fueron sentenciados el 28 de agosto de 2008 por la justicia federal de Tucumn a reclusin perpetua, luego de ser encontrados culpables del secuestro, de la desaparicin y el homicidio del ex legislador peronista Vargas Aignasse, ocurrida en 1976. La retrica nacionalista que utilizaron en su defensa los condenados sigue construyendo como enemigo al marxismo.
Mientras Bussi hablaba, el fiscal gir su asiento y se puso de espaldas al ex general. El coraje se demuestra combatiendo; no como usted, que me insulta a m y a mis hijos -sigui el represor-. No s de qu bando estuvo usted en el enfrentamiento entre los aptridas y las Fuerzas Armadas. Finalmente, justific sus actos durante la dictadura con su hiptesis de que la Argentina estaba en una guerra. Haba una subversin marxista-leninista que fue derrotada por soldados tucumanos. Esos delincuentes buscaban convertir el pas en un satlite del comunismo internacional, relat. A su turno, Menndez expres ideas similares a las manifestadas durante el juicio que lo conden recientemente en Crdoba. Hace 50 aos, la guerra estall repentinamente en nuestro pas; estbamos en la ruta de conquista del comunismo internacional, asever. Adems, dijo: Ostentamos el mrito de ser el primer pas del mundo que juzga a sus soldados victoriosos que pelearon por y para sus compatriotas. Es falso lo que vienen sosteniendo los subversivos marxistas desde entonces, ya que llaman represin ilegal a las operaciones defensivas de las Fuerzas Armadas, concluy. La Nacin, viernes 29 de agosto de 2008.

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