HISTORIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES
HISTORIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES
HISTORIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES
Doctorado en Educación
Universidad Santo Tomás
Bogotá, octubre de 2010
RESUMEN
El análisis de la información documental permite la construcción de los marcos de referencia que se
resume en que con la ruptura de las tradiciones de la Edad Media desde comienzos de siglo XIV se produce un
interés por la explicación de la naturaleza con el auxilio de fuerzas o causas puramente naturales. Leonardo Da
Vinci, como artista y como científico, es el iniciador del Renacimiento Científico porque da lugar a los grandes
desarrollos en todos los campos de la investigación. El mundo pasa de una mirada orgánica basada en Aristóteles y
la Biblia a una concepción mecánica, descrita matemática y analíticamente. Bajo esta concepción se desarrollan
también las ciencias sociales y humanas. Aparecen los grandes humanistas del Renacimiento, al mismo tiempo que
en este período Copérnico, Kepler, Galileo y Newton marcan las pautas metodológicas y epistemológicas del
conocimiento científico. El Renacimiento dejó en herencia al pensamiento moderno un conjunto de investigaciones
científicas lleno de resultados y en vía de rápido desarrollo.
Los siglos XVII y XVIII, se caracterizaron por un álgido debate entre dos corrientes antagónicas: el
racionalismo y el empirismo. Kant terciará en esta controversia. Por otra parte, las ciencias sociales y humanas
comenzaron su desarrollo en el tenso marco de dos modos de conocer: la filosofía y la ciencia; dos formas o modos,
inclusive, antagónicos que se refleja, principalmente en el mundo de las universidades organizadas en dos
facultades: artes (humanidades y filosofía) y ciencias. Las ciencias se orientan por una filosofía nomotética y las
humanidades por una idiográfica. Algunas de las ciencias sociales y humanas eligieron ser nomotéticas y
pretendieron ser el estudio empírico del mundo social.
A. Comte intenta una reforma de la sociedad en el siglo XVIII que implica también la reforma del saber y
del método. Con Comte se instaura el positivismo seguido por autores como E. Mach, Ch. S. Peirce, W. James y L.
Wittgenstein. De estos autores se nutrió el positivismo del siglo XX y todas las ciencias.
A finales del siglo XIX Dilthey procura dotar a las ciencias del espíritu (sociales y humanas) de un método
que haga posible interpretaciones objetivamente válidas como ya lo tenían las ciencias naturales. Propone el
método verstehen para las ciencias del Espíritu y el Erklären para las ciencias naturales.
De este desarrollo aparece el nuevo paradigma para las ciencias sociales y humanas: el paradigma Crítico-
Hermenéutico de la Escuela de Frankfurt o Teoría Crítica de la Sociedad. Esta teoría critica y cuestiona el progreso
fundamentado en la razón instrumental del método positivista. Habermas propone un cambio de paradigma que
consiste en la reconstrucción de los contenidos normativos de la modernidad y la rehabilitación de la razón
mediante la práctica comunicativa del lenguaje, es decir, en una razón centrada subjetivamente en la racionalidad
intersubjetiva, discursiva y dialogante.
La Teoría Crítica de la Sociedad llevó a las ciencias sociales y humanas a una comprensión de “sentido” de
la realidad mediada por el lenguaje. Desde la perspectiva comprensiva de la realidad se verá la hermenéutica como
la posibilidad para una renovación epistemológica de las ciencias sociales y humanas con autores modernos como
Max Weber, Gadamer, Ricoeur, Heidegger, teniendo en cuenta que el método interpretativo pretende desvelar o
desocultar los verdaderos sentidos del obrar humano, ya que las acciones humanas están cargadas de
intencionalidades.
1
Este texto fue tomado de los capítulos IV y V de la Tesis Doctoral titulada: EL CONOCIMIENTO PEDAGÓGICO
FUNDAMENTADO EN UNA EPISTEMOLOGÍA DE LOS SISTEMAS COMPLEJOS Y UNA METODOLOGÍA
HERMENÉUTICA. José Duván Marín Gallego, Newpor University (USA)
1. Los comienzos del conocimiento en ciencias sociales y humanas
Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos clases distintas, que
denominaré IMPRESIONES E IDEAS. La diferencia entre ambas consiste en los
grados de fuerza y vivacidad con que inciden sobre la mente y se abren camino en
nuestro pensamiento o conciencia. A las percepciones que entran con mayor
fuerza y violencia las podemos denominar impresiones e incluyo bajo este
nombre todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones tal como hacen su
primera aparición en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de las
impresiones, cuando pensamos y razonamos...
3
La fecha que se pone entre paréntesis es la que corresponde a la edición consultada y que aparece en las referencias
bibliográficas.
obra del pensamiento moderno, formula su teoría del conocimiento, la que se
desarrolla haciendo la crítica de la ciencia; crítica que viene a señalar las posibilidades
y límites del conocimiento. Kant parte de los conocimientos de la matemática, la física
y la metafísica de su tiempo, para averiguar en qué fundan la validez y la posibilidad
como ciencias; pero llega a la conclusión de que estas disciplinas son posibles como
ciencias gracias a los “juicios sintéticos a priori”, y asegura que el conocimiento
científico solamente alcanza a los fenómenos, es decir, a los hechos de la experiencia,
pero no a los noúmenos que constituyen el ser en sí, o las esencias metafísicas de las
cosas; por lo tanto, la metafísica queda descartada como conocimiento científico.
A partir de la obra kantiana el conocimiento científico se dispersa por distintos
caminos y direcciones, hasta tal punto que, usando una metáfora, se dispara como una
luz de bengala, que al explotar se derrama en múltiples y variados colores y figuras.
Con todo, se puede decir que la historia del conocimiento en Occidente se divide en
dos grandes períodos: desde los griegos hasta Kant y de Kant en adelante; primero,
porque hasta el siglo XVIII, la preocupación del hombre por el conocimiento tenía
como eje central el objeto, las cosas y a partir de ahora el problema estará en el sujeto,
en la validez y alcances del conocimiento mismo. Se opera, en consecuencia, una
revolución copernicana del conocimiento como lo afirmó el mismo Kant (2003). A
partir del siglo XVIII, comenzarán a aparecer los grandes paradigmas que
caracterizarán la ciencia hasta el día de hoy.
También a finales del siglo XIX aparece en escena Wilhelm Dilthey (1833-
1911), con la preocupación básica de dotar a las ciencias sociales y humanas de una
sólida base científica y desarrollar para ellas un método que haga posible lograr
interpretaciones "objetivamente" válidas. Buscaba para las ciencias humanas la
misma categoría científica que para entonces gozaban las ciencias de la naturaleza y a
las que Kant en la Crítica de la Razón Pura, les había conferido su propio estatuto
epistemológico. En Dilthey se mezclan, pues, las dos grandes corrientes filosóficas,
disociadas hasta entonces y que constituían la antinomia del siglo XIX: por un lado, el
empirismo y el positivismo anglo-francés, y por el otro, el idealismo germano; el ansia
romántica por la experiencia inmediata, total y totalizante, y al mismo tiempo la
búsqueda paciente de datos y experimentos "objetivamente válidos".
Si Kant se había planteado la pregunta de cómo es posible el conocimiento de
las ciencias naturales, Dilthey (1978), se plantea la misma pregunta para las ciencias
humanas y se propone hallar la respuesta de una ciencia de la Crítica de la Razón
Histórica. Dilthey buscaba, por lo tanto, un fundamento gnoseológico y un método
para las ciencias del espíritu que tuviera la misma eficacia del método de las ciencias
naturales, aunque el modelo seguía siendo el mismo de las ciencias naturales. Plantea
el problema epistemológico central: ¿Cuál es la naturaleza del acto de comprensión
que subyace a todo estudio sobre el hombre? Dilthey encontró la respuesta a esta
pregunta por el camino de la psicología, siguiendo en ello las huellas de
Schleiermacher. Sin embargo, más tarde se orientó definitivamente hacia una
fundamentación hermenéutica de las ciencias humanas en términos de la filosofía de
la vida. Los diversos elementos que forman la experiencia están relacionados entre sí y
con la totalidad de la vida. La vida humana sólo se desvela a través de la experiencia
misma. Dilthey (1994) se propone fundamentar la conciencia científica, la Ciencia de la
Vida, a través de la experiencia, según el principio de "comprender la vida a través de
ella misma", pues, como él mismo lo expresa: "De la reflexión sobre la vida nace la
experiencia vital. Los acontecimientos individuales que provoca el haz de impulsos y
sentimientos en nosotros, al encontrase con el mundo circundante y el destino, se
reúnen en ella en un saber objetivo y universal " (p.41).
El método para las ciencias humanas lo encontró Dilthey en el acto de
comprensión, ya que todo el vasto mundo de las ciencias humanas se refiere a
fenómenos de la "experiencia interior" que no cabe “explicar” sino “comprender”.
Dilthey expone dos conceptos que ya a mitad del siglo XIX el historiador alemán
Johann Gustav Droysen (1808-1884), había expuesto y que han hecho historia en toda
la filosofía de la ciencia: “explicar” (Erklären) y “comprender” (Verstehen). Las ciencias
naturales se explican, las ciencias del espíritu se comprenden. Las siguientes citas
ratifican estos asertos:
La conexión mental necesaria que la ciencia natural moderna busca como razón
explicativa de la realidad, (…), tiene como material suyo los conceptos de
sustancia y de causalidad (causa eficiente), que también la metafísica ha
abstraído de la vivencia de la naturaleza humana íntegra y ha desarrollado luego
científicamente (p. 341).
Las ciencias del espíritu abarcan ampliamente hechos naturales, tienen como
base el conocimiento natural. (…) En realidad un individuo nace, se conserva y
desarrolla sobre la base de las funciones del organismo animal y sus relaciones
con el curso natural que le rodea; su sentimiento vital, por lo menos
parcialmente, se basa en esas funciones; sus impresiones se hallan condicionadas
por los órganos de los sentidos y sus afecciones por el mundo exterior; la riqueza
y la movilidad de sus ideas, así como la fuerza y la dirección de sus actos volitivos,
las encontramos dependientes, múltiplemente, de los cambios en su sistema
nervioso (pp.22 y 26).
2. El Paradigma Crítico-Hermenéutico
(...) el verdadero problema que plantean las ciencias del espíritu al pensamiento
es que su esencia no queda correctamente aprehendida si se las mide según el
patrón del conocimiento progresivo de leyes. La experiencia del mundo
sociohistórico no se eleva a ciencia por el procedimiento inductivo de las ciencias
naturales (p. 32).
(...) nos fuerzan a admitir que en la comprensión siempre tiene lugar algo así
como una aplicación del texto que se quiere comprender a la situación actual del
intérprete. En este sentido nos vemos obligados a dar un paso más allá de la
hermenéutica romántica, considerando como un proceso unitario no sólo el acto
de comprensión e interpretación, sino también el de aplicación (p. 379).
Por otra parte, afirma Beuchot (2000), que la hermenéutica desarrolla así la
capacidad de traspasar el sentido superficial del texto para llegar al sentido profundo,
inclusive al oculto; o de encontrar varios sentidos cuando parecía haber sólo uno; y, en
especial, de hallar el sentido auténtico, vinculado a la intención del autor, plasmado en
el texto y que se resistía a ser reducido a la sola intención del lector.
En síntesis, Gadamer pretende alcanzar el objetivo de la hermenéutica
universal no de una manera reduccionista como lo había hecho Schleiermacher sino
integradora, por cuanto su intención es la de integrar la aplicación con la comprensión
y la explicación (Auslegen), como una parte constitutiva del proceso hermenéutico. Se
trata, en consecuencia, dentro de esta hermenéutica universal de abrir una obra, texto
o contexto y su discusión, a su sentido pragmático para nosotros (subtilitas
applicandi), a partir del entendimiento de su significado semántico inmediato o
significado textual (subtilitas intelligendi) y con base en la significación mediada por
un código lingüístico-sintáctico que debe ser decodificado o recodificado por nosotros
(subtilitas explicandi). Por medio de este último paso de toda auténtica interpretación
se abre la obra a su significación “aquí y ahora”, a su relevancia antropológica (Ortiz-
Osés, 1986, p. 72).
En conclusión, la naturaleza de la hermenéutica es la de ser un arte y una
ciencia de la interpretación que tienen por objeto la interpretación del texto con cierta
sutileza y penetración, que comprende dos partes: la hermenéutica teórica y la
hermenéutica práctica o aplicada; la primera consiste en la colección de principios y
reglas que guían la interpretación sutil y adecuada; la segunda es la aplicación de estos
principios y reglas en la interpretación concreta de un texto. Su metodología es la
sutileza, tanto de entender un texto, como la de explicar o exponer su sentido y la de
aplicar lo que dice el texto a la situación histórica del intérprete (Beuchot, 2003).
II: EL NUEVO PARADIGMA EPISTEMOLÓGICO DE LOS SISTEMAS COMPLEJOS
RESUMEN
Este nuevo paradigma surge como un modelo de pensamiento a partir de la década de los 30 del siglo
pasado para el estudio de los sistemas vivos que se consideraban totalidades integradas. Por otro lado, un grupo de
científicos, después de la Segunda Guerra Mundial, tratando de imitar a los sistemas vivos que se autocontrolan y
autorregulan, dio origen a la ciencia de la “cibernética”, que se definió como la ciencia del “control y la
comunicación en el animal y en la máquina”. Estos modelos requerían de nuevas herramientas matemáticas que
permitieran a los científicos el diseño de modelos de interconectividad no-lineal, característica de los sistemas en
redes y diferentes a los sistemas mecanicistas propuestos por Descartes, porque son sistemas que se
retroalimentan y permiten a los organismos mantenerse en un estado de equilibrio dinámico.
Como desarrollo de la biología organísmica, Bertalanffy propuso la Teoría General de Sistemas, como una
teoría y un método que buscaba la integración interdisciplinaria de carácter rigurosamente científico, tanto de los
organismos vivos como de la organización social. La Teoría de Sistemas se fundamenta en tres premisas: a) el
concepto de sistema da origen a un nuevo paradigma epistemológico, b) existen múltiples tipos de sistemas y c)
todo sistema es abierto o cerrado. Como atributos del sistema se desarrollan los conceptos de entropía,
neguentropía y homeostasis. La entropía es la tendencia de los sistemas a desgastarse o desintegrarse. Para
compensar la situación de entropía los sistemas abiertos interactúan con el medio e intercambian energía,
generando la neguentropía para mantenerse en funcionamiento y desarrollar así los mecanismos homeostáticos o
de equilibrio que permiten regular el ambiente interno y mantener una condición estable y constante.
Desde la visión científica expuesta y la visión filosófica del Pensamiento Complejo de Edgar Morin, la
“Teoría General de los Sistemas Complejos” se perfila como un nuevo paradigma de la ciencia, especialmente para
las ciencias sociales y humanas y para la pedagogía. El concepto de complejidad surge también en el siglo XX en la
microfísica y en la macrofísica, como un concepto que no desecha los aportes de la ciencia positiva y que tiene en
cuenta, además, los niveles físico, viviente y social, articulados e integrados en el mundo de la vida y en la relación
social. La Teoría General de los Sistemas y el Pensamiento Complejo inauguran una nueva perspectiva teórica y
epistemológica aplicable a las máquinas artificiales, a los organismos vivos, a los fenómenos psicológicos, sociales y
pedagógicos, que supera la concepción mecanicista y reduccionista del modelo positivista, pero sin descartarlo.
La Teoría General de Sistemas que interesa para las ciencias sociales y humanas
y para la pedagogía en particular, surgió como desarrollo de la llamada “biología
organísmica”, con los trabajos de Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) publicados
entre 1948 y 1968, relacionados con el estudio de sistemas biológicos, los cuales se
opusieron a las concepciones “atomísticas” y “reduccionistas” de los positivismos. La
teoría General de Sistemas expuesta por Bertalanffy (2007), prestó atención a la idea
de totalidad, estructura de funciones y finalidad, especialmente bajo la forma de
autorregulación. Plantea también su propio método y sus implicaciones en relación,
tanto con los organismos vivos como con la organización social, en busca de una
integración interdisciplinaria de carácter rigurosamente científico. Admite que aunque
la física sigue siendo el modelo de la ciencia y la base de la idea de la sociedad y del
hombre, sin embargo, hoy han surgido nuevas ciencias: las ciencias de la vida, del
comportamiento y las ciencias sociales que piden un lugar en una visión moderna del
mundo y deben lograr contribuir a una reorientación básica que, en dos palabras se
llamaría revolución organísmica. “Su meollo –dice Bertalanffy- es la noción de sistema
–en apariencia un concepto pálido, abstracto y vacío- pleno, sin embargo, de sentido
oculto, de levadura y de potencialidades explosivas” (p. 196). El hecho de considerar
los fenómenos físicos como único patrón de la realidad, ha llevado a la mecanización
del género humano y a la devaluación de valores superiores. Pero por otra parte,
tampoco se puede caer en un “biologismo”, en el sentido de considerar los fenómenos
mentales, sociológicos y culturales desde un ángulo puramente biológico.
La Teoría General de Sistemas no busca solucionar problemas, como tampoco
intenta soluciones prácticas, sino, sobre todo, producir teorías y formulaciones
conceptuales de tipo científico para crear condiciones de aplicación en la realidad
empírica. Para Bertalanffy, señalan Arnold y Osorio (1998), la Teoría General de
Sistemas debería constituirse en un mecanismo de integración entre las ciencias
naturales y sociales y ser, al mismo tiempo, un instrumento básico de formación y
preparación de científicos.
La Teoría General de Sistemas se fundamenta en tres premisas básicas:
1. Existen múltiples tipos de sistemas, ya que de hecho se piensa que todo en
la realidad, ya sea natural, biológica o social, se presenta en forma de sistema:
sistemas físicos, sistemas orgánicos, ecosistemas, sistemas sociales. Cada sistema
existe dentro de otros sistemas más generales, por eso, aquellos se convierten en
subsistemas de éstos. Morin (1998, p. 41) considera que “el campo de la Teoría de
Sistemas es mucho más amplio, casi universal, porque en un sentido toda realidad
conocida, desde el átomo hasta la galaxia, pasando por la molécula, la célula, el
organismo y la sociedad, puede ser concebida como sistema, es decir, como asociación
combinatoria de elementos diferentes”
2. Todo sistema es abierto o cerrado. Los sistemas abiertos se caracterizan
por un proceso de cambio infinito de materia y energía con su entorno, que son los
otros sistemas. Cuando el intercambio cesa, el sistema se desintegra, esto es, pierde
sus fuentes de energía. El sistema abierto puede crecer, cambiar, adaptarse al
ambiente y hasta reproducirse bajo ciertas condiciones ambientales, mientras que en
el sistema cerrado tal situación no ocurre. El sistema abierto puede competir con
otros sistemas, no así el sistema cerrado. Un sistema cerrado como una piedra o una
mesa, está en estado de equilibrio, es decir, que los intercambios de materia y energía
son nulos.
3. El concepto de sistema crea un nuevo “paradigma epistemológico” que
sustituye otras concepciones, especialmente las concepciones simplificadoras, lineales
y unidireccionales de la realidad. Por eso, la Teoría General de Sistemas se presenta
como una tendencia al “globalismo” y como una oposición a toda filosofía de tipo
“analítico”, a todo “mecanicismo” y a todo “reduccionismo” (Ferrater Mora, 2004, Vol.
4). Esta teoría afirma que las propiedades de los sistemas no pueden ser descritas en
términos de sus elementos separados, sino que su comprensión se presenta cuando se
estudian globalmente. En relación con esta premisa Rolando García (2006), afirma
que un principio básico de la teoría de los sistemas complejos es que si ocurre una
alteración en un sector del sistema, ésta se propaga de diversas maneras a través del
conjunto de relaciones que definen la estructura del sistema y que, en situaciones
críticas, genera una reorganización total. Por lo tanto, las nuevas relaciones –y la
nueva estructura que de allí emerge- implican, tanto modificaciones de los elementos,
como del funcionamiento del sistema total. Asimismo, Capra (2006, p. 49) señala que:
“El pensamiento sistémico es «contextual», en contrapartida al analítico. Análisis
significa aislar algo para estudiarlo y comprenderlo, mientras que el pensamiento
sistémico encuadra este algo dentro de un todo superior”. Todo esto acontece
principalmente en los sistemas vivos que son totalidades integradas cuyas
propiedades no pueden ser reducidas a las de sus partes más pequeñas por cuanto
quedan destruidas cuando el sistema se disecciona en elementos aislados. Además, en
la física cuántica no existen partes en absoluto, sino que, lo que generalmente se
denomina partes es solamente un patrón dentro de una inseparable red de relaciones;
por lo tanto, en las visiones sistémicas los objetos en sí mismos son redes de
relaciones inmersas en redes mayores, de tal suerte que esta forma de pensamiento
ha influido, no solamente en la visión que se tiene de la naturaleza, sino también en el
modo de hablar del conocimiento científico. Capra (2006) insiste en que la visión
sistémica es una visión ecológica profunda, pues, enfatiza la interrelación e
interdependencia de todos los fenómenos y la naturaleza dinámica de los sistemas
vivos. Toda estructura es vista como una manifestación de procesos subyacentes y los
sistemas vivos son descritos como patrones de organización. Una organización podrá
ser entendida como un sistema o subsistema o un supersistema, dependiendo del
enfoque. El sistema total es aquel representado por todos los componentes y
relaciones, necesarios para la realización de un objetivo, dado un cierto número de
restricciones. Los sistemas pueden operar, tanto en serie como en paralelo.
En verdad, como apunta Miguel Martínez (2008, p. 52): “El pensamiento
sistémico comporta, además, un cambio de la ciencia objetiva a la ciencia epistémica,
es decir, se tiene en cuenta la posición personal del sujeto investigador, como el físico
tiene en cuenta la temperatura previa y el termómetro que usa”.
4
Epistemología posmoderna entendida en el sentido de Lyotard en La Condición Posmoderna (1999), como el
final de los grandes metarrelatos que mercaron la modernidad, como la emancipación progresiva de la razón y de la
libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado en el capitalismo), enriquecimiento
de toda la humanidad a través de la tecnociencia capitalista, e incluso, si se cuenta al cristianismo dentro de la modernidad
(opuesto, por lo tanto al clasicismo antiguo), salvación de las creaturas por medio de la conversión de las almas vía el
relato crístico del amor mártir (p.29)
2006, p. 83). El término tiene un sentido altamente técnico muy diferente del uso
corriente, que permite tratar la incertidumbre, la sorpresa y lo inesperado, al mismo
tiempo que permite entrar en un universo donde hay, también, orden (redundancia) y
desorden (ruido) y extraer de ahí algo nuevo. Es decir, que la información deviene,
entonces, organizadora (programadora) de una máquina cibernética.
2) La cibernética, dice Bertalanffy (2007, p. 20), “es una teoría de los sistemas
de control basada en la comunicación (transferencia de información) entre sistema y
medio circundante, y dentro del sistema, y en el control (retroalimentación) del
funcionamiento del sistema en consideración al medio”. Es la teoría de las máquinas
autónomas, autoconducidas y autorreguladas. La idea de retroacción o
retroalimentación, rompe con el principio de causalidad lineal al introducir el
principio de “bucle causal” o “bucle de retroalimentación”, como una disposición
circular de elementos conectados causalmente, en la que una causa inicial se propaga
alrededor de los eslabones sucesivos del bucle, de tal modo que cada elemento tiene
un efecto sobre el siguiente, hasta que el último “retroalimenta” el efecto sobre el
primer eslabón en que se inició el proceso (Capra, 2006, p.75). La causa actúa sobre el
efecto y viceversa, permitiendo la autonomía del sistema. El “bucle” de
retroalimentación (llamado feedback loop) desempeña el papel de un mecanismo
amplificador, en el sentido de que, por ejemplo, en un sistema social la violencia de un
protagonista conlleva a una reacción mucho más violenta de otras personas. Tales
reacciones circulares, “inflacionistas o estabilizadoras”, como las llama Morin, se dan,
de muchas maneras, en los fenómenos económicos, sociales, políticos y psicológicos.
3) La teoría de los sistemas sienta las bases de un pensamiento de la
organización. La primera lección sistemática es que “el todo es más que la suma de las
partes”. Esto significa que existen cualidades emergentes, es decir, que nacen de la
organización de un todo y que pueden retroactuar sobre las partes. Además, considera
que el todo es igualmente menos que la suma de las partes, puesto que las partes
pueden tener cualidades que son inhibidas por la organización del conjunto (Gonzáles
Moena, 1997).
En complemento de lo anterior, se desarrollan tres principios que permiten
pensar la complejidad: el principio dialógico, la recursividad organizacional y el
principio hologramático.
El principio dialógico, definido como “la asociación compleja
(complementaria/concurrente/antagonista) de instancias conjuntamente necesarias
para la existencia, el funcionamiento y el desarrollo de un fenómeno organizado”
(Morin 1994, pp.106 y 109). (Cfr. El Método 1, págs. 426-427. El Método 2, pág. 431).
La dialógica actúa en todos los niveles de la organización cerebral. Está constituida
siempre por dos principios contrarios, pero que al mismo tiempo se complementan:
por ejemplo, el orden y el desorden son dos principios antagónicos, pero en ciertos
casos se colaboran, se complementan y producen la organización y la complejidad. El
principio dialógico permite mantener “la dualidad en el seno de la unidad”.
El segundo principio es el de “la recursividad organizacional” el cual consiste en
que un organismo es producido y productor, causa y efecto al mismos tiempo. Dice
Morin que no sólo se trata de la interacción sino de procesos en circuito en los que los
“efectos” retroactúan sobre sus “causas” (Morin 1994; pp. 107, 215-295). Un ejemplo
es el del grupo social que es producido por las interacciones entre los individuos que
lo componen, pero la sociedad, una vez producida, “retroactúa” sobre los individuos y
los produce, es decir que, según palabras de Morin: “los individuos producen la
sociedad que produce a los individuos. Somos, a la vez, productos y productores”. Este
principio se denomina por Humberto Maturana, Francisco Varela (1997 y 2002a) y
Fritjof Capra (2006), “organización autopoiésica”, que constituye el “patrón de vida”.
Maturana (2002a, p. 93), explica que los seres vivos son “autónomos”, es decir,
caracterizados por ser “sistemas que se producen a sí mismos continuamente”. En
otros términos, dice que “los seres vivos son redes de producciones moleculares en las
que las moléculas producidas generan con sus interacciones la misma red que las
produce”. También Capra (2006), afirma que los sistemas vivos son autónomos, lo
cual no significa que estén aislados del exterior, sino que, al contrario, interactúan con
el medio a través de un constante intercambio de materia y energía. Esta propiedad de
los sistemas constituye la “estructura de los sistemas vivos” que para Ilya Prigogine
(2001), son las “estructuras disipativas”, las cuales consisten en la apertura de esta
estructura al flujo de materia y energía, lo que significa que un sistema vivo es a la vez
abierto y cerrado: abierto estructuralmente, pero cerrado organizativamente; esta
interacción no determina su organización, por cuanto los sistemas vivos son
autoorganizadores (Capra 2006, p. 182). Por su parte, Niklas Luhmann (1997, p. 91),
llama a este principio “sistemas autorreferentes”, retomando estos conceptos de
Maturana y Varela y refiriéndose a los sistemas sociales que considera sistemas
complejos en los que el mismo sistema “constituye los elementos que le dan forma
como unidades de función, y todas las relaciones entre estos elementos van
acompañadas de una indicación hacia esta autoconstitución, reproduciéndose de esta
manera la autoconstitución permanentemente”.
El tercer principio de la complejidad es el principio “hologramático”. Significa
que en todo sistema “la parte, no solamente está contenida en el todo, sino que el todo
está contenido, a la vez, en la parte”. El ejemplo es el del mundo biológico en el que
“cada célula de nuestro organismo contiene la totalidad de la información genética de
ese organismo” (Morin 1998, p. 107, Capra, 2006). Así describe Morin (1994, p. 112)
el holograma: “una imagen física [...] que, a diferencia de las imágenes fotográficas y
fílmicas ordinarias es proyectada al espacio en tres dimensiones, produciendo un
asombroso sentimiento de relieve y color”. Cada punto del objeto hologramado es
“memorizado” por todo el holograma, y cada punto del holograma contiene la
presencia del objeto en su totalidad o casi todo. En geometría no euclidiana equivale a
los fractales.
La riqueza del holograma está en que: a) las partes pueden ser singulares u
originales al mismo tiempo que disponen de los caracteres generales y genéricos de la
organización del todo; b) las partes pueden estar dotadas de relativa autonomía; c)
pueden establecer comunicaciones entre sí y efectuar intercambios organizadores; y
d) pueden ser eventualmente capaces de regenerar el todo (Morin 1994, p. 113).
Característica fundamental del paradigma epistemológico de la complejidad es
que es un sistema abierto que pertenece, también, a la biología del conocimiento, está
inserto en el mundo de la vida, recibe influjo de su medio exterior y, al mismo tiempo,
se autorregula (autopoiético y autorreferente). Como sistema abierto presenta las dos
consecuencias capitales que Morin señala en toda su obra: “la primera es que las leyes
de organización de lo viviente no son de equilibrio, sino de desequilibrio”. La segunda
es que “la inteligibilidad del sistema debe encontrarse no solamente en el sistema
mismo, sino también en su relación con el ambiente, y esa relación no es una simple
dependencia, sino que es constitutiva del sistema” (Morin 1998, p. 44). En relación
con estas dos consecuencias planteadas por Morin, Capra (2006, p. 29) se refiere a una
“ecología profunda”, en el sentido de que “no separa a los humanos –ni a ninguna otra
cosa- del entorno natural. Ve el mundo, no como una colección de objetos aislados,
sino como una red de fenómenos fundamentalmente interconectados e
interdependientes”. Así mismo, Prigogine (2006, p. 9), señala que en estos últimos
decenios y ya desde Boltzmann, nace una nueva ciencia: la física de los procesos de no-
equilibrio que condujo a conceptos nuevos como la “autoorganización y las estructuras
disipativas5, hoy ampliamente utilizados en ámbitos que van desde la cosmología y las
ciencias sociales, pasando por la química y la biología. A ello agrega Prigogine lo
siguiente:
5
Las estructuras disipativas constituyen la aparición de estructuras alejadas del equilibrio. El término
estructura disipativa busca representar la asociación de las ideas de orden y desperdicio o disipación. El nuevo hecho
fundamental es que la disipación de energía y de materia, que suele asociarse a la noción de pérdida y evolución hacia el
desorden, se convierte, lejos del equilibrio, en fuente de orden.
asiento la imaginación, la iluminación y la creación, elementos sin los cuales el
progreso de la ciencia no hubiera sido posible. Estas lógicas no eran dignas de
atención para la ciencia, y más bien se condenaban y se consideraban distorsionantes
del conocimiento y de la realidad. Con el nuevo paradigma de los sistemas complejos
se trata, en suma, de superar las alternativas clásicas para desarrollar ahora, más allá
del reduccionismo y de las simplificaciones que instauró el positivismo del siglo
pasado, la idea de realidad compleja que enlaza al pensamiento analítico-
reduccionista y al pensamiento global en un proceso dialéctico.
Este nuevo paradigma no pretende, sin embargo, inaugurar una visión
completa y acabada de la realidad y de la ciencia, sino, por el contrario, una visión
multidimensional, incompleta, sin que se tenga jamás un saber total: “la totalidad -dice
Morín (1998, p 101)- es la no verdad”.
Se trata, en fin, de postular la posibilidad y al mismo tiempo la necesidad de
una unidad de la ciencia dentro de la diversidad; de una continuidad y una ruptura; de
integrar realidades que antes eran excluídas de la ciencia como el desorden, el azar, lo
aleatorio, el caos, la incertidumbre, lo antagónico, lo contradictorio y de aceptar la no-
linealidad de la naturaleza: todo lo que los demás paradigmas de la ciencia habían
considerado desechos del conocimiento científico. Se trata, por lo tanto, de otra forma
de pensar la realidad, de una “nuova scienza” que utiliza un pensamiento que, según
Morin (1994, p. 204), es, a la vez, “uno/múltiple, polimorfo, abierto, versátil; puede
aplicarse a todos los problemas sociales y por tanto a todos los problemas del
conocimiento (descripción, investigación, conceptualización, algoritmización,
teorización, etc.)”. Se está ante una postura epistemológica que inaugura un nuevo
paradigma, válido para las ciencias sociales y humanas y, por lo tanto, aplicable
también al campo de la pedagogía y de la educación como se verá en el capítulo
siguiente.