Unidad 6. Efectos Patrimoniales Del Matrimonio

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

UNIDAD 6

1- LOS PRINCIPALES REGÍMENES PATRIMONIALES MATRIMONIALES EN EL DERECHO COMPARADO


Régimen patrimonial del matrimonio
Al contraer matrimonio se generan dos tipos de relaciones entre los cónyuges: personales y patrimoniales.
Se llama régimen patrimonial del matrimonio al sistema jurídico encargado de regir las relaciones
patrimoniales entre los cónyuges.
El régimen patrimonial determinará: la administración y disposición de los bienes, de qué manera deberán
solventar los gastos, etc.
Clasificación de los sistemas de organización económica del matrimonio
a) Absorción: al celebrarse el matrimonio el marido absorbe la personalidad económica de la mujer, es
decir, todos los bienes que tenía y los que vaya adquiriendo durante el matrimonio pasan a ser
propiedad exclusiva del marido. Al disolverse el matrimonio la mujer no tiene ningún derecho
patrimonial sobre los bienes. Actualmente este sistema no se aplica en ningún país.
b) Unidad de bienes: a diferencia del anterior, al producirse la disolución del vínculo matrimonial, la
mujer tiene derecho a que se le restituya el valor de los bienes llevados al matrimonio. Tampoco se
aplica este régimen, hoy, en ningún país.
c) Unión de bienes: no se transmite la propiedad de los bienes de la mujer al marido, pero sí su
administración y usufructo. Si se produce la disolución deben devolverse a la mujer sus bienes (la
mujer conserva en todo momento la nuda propiedad de sus bienes).
d) Separación de bienes: cada cónyuge conserva la propiedad y administración de los bienes anteriores
al matrimonio como los que adquiere durante el mismo. A su vez cada cónyuge responde
individualmente por las deudas que contrae. Hay una independencia patrimonial total entre los
cónyuges como si no estuvieran casados. A la disolución ninguno de los dos tiene derechos sobre los
bienes del otro.
e) Participación: mientras dure el régimen cada cónyuge administra y dispone libremente de su
patrimonio, pero una vez disuelto se otorga un “crédito de compensación” al cónyuge menos
favorecido patrimonialmente por el matrimonio. Para ellos, debe calcularse cuál ha sido el
patrimonio inicial y cuál el patrimonio final de cada cónyuge; la diferencia entre uno y otro
representa la ganancia de cada cónyuge, si la ganancia de uno es mayor que la del otro, al que tiene
menos se lo otorga dicho crédito.
f) Comunidad: al celebrarse el matrimonio se forma una “masa común” de bienes que pertenecen a los
dos cónyuges, la cual se disuelve entre ellos o sus sucesores cuando se disuelve el régimen
matrimonial.
Los bienes que forman esa masa común dependerán de la comunidad que se aplique:
- Comunidad universal: la masa común se forma por todos los bienes de los cónyuges: bines
anteriores al matrimonio y bienes adquiridos durante el mismo.
- Comunidad restringida: la masa común se forma solo por algunos bienes. Los bienes que integran
la masa común se denominan bienes gananciales, y los bienes que no la integran se denominan
bienes propios (bienes propios de cada cónyuge). Este régimen a su vez puede ser:
 Comunidad restringida a los muebles y ganancias: la masa común está formada por
los bienes muebles, sean anteriores al matrimonio o adquiridos durante el mismo a
título oneroso; y los bienes inmuebles adquiridos después del matrimonio a título
oneroso (salvo que lo hayan sido por causa o título anterior al matrimonio, por
permuta con un bien propio, o con el producto de la venta de un bien propio). Por
ende, no forman la masa los inmuebles anteriores al matrimonio y los adquiridos
después a título gratuito, por causa o título anterior al matrimonio, permuta por bien
propio o con el producto de su venta.
 Comunidad restringida a las ganancias: la masa común se forma por los bienes
muebles e inmuebles adquiridos después del matrimonio a título oneroso (salvo que lo
hayan sido por causa o título anterior al matrimonio, por permuta con un bien propio,
o con el producto de la venta de un bien propio o con dinero propio). Por lo tanto los
muebles o inmuebles adquiridos anteriores al matrimonio y los adquiridos luego a
título gratuito no forman parte de la masa común.
Este régimen es el aplicable actualmente en nuestro país.
La masa común puede ser administrada de diferentes maneras:
o Administración marital: ejercida por el marido incluso por los bienes propios de la mujer.
o Administración conjunta: por ambos cónyuges.
o Administración indistinta: por cualquiera de los cónyuges.
o Administración separada: mientras dura el régimen matrimonial cada uno de los cónyuges
administra y dispone libremente sus bienes propios y los gananciales adquiridos por él.
El CCyC modifica sustancialmente el CC, en el que se legislara (de manera incompleta) la comunidad de
ganancias como régimen único, legal y forzoso, al tiempo que se dedicara un par de disposiciones al
régimen de separación de bienes —al que solo se podía arribar en forma excepcional y mediante
declaración judicial—.
Por ello, el CCyC recepta los dos regímenes de mayor aceptación y utilidad en el derecho comparado: la
comunidad y la separación de bienes. Mas tal apertura, basada en la libertad, observa ciertos límites,
fundados —precisamente— tanto en la protección de los propios cónyuges como en la de terceros: el
denominado ”régimen primario” (conjunto de reglas aplicables a ambos regímenes).

2- INMUTABILIDAD O MUTABILIDAD PATRIMONIAL


ARTÍCULO 446.- Objeto. Antes de la celebración del matrimonio los futuros cónyuges pueden hacer
convenciones que tengan únicamente los objetos siguientes:
a. la designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio;
b. la enunciación de las deudas;
c. las donaciones que se hagan entre ellos;
d. la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en este Código.

El diseño de la ingeniería normativa de las relaciones familiares se estructuró, fundamentalmente, sobre la


base de tres principios constitucionales: la autonomía de la voluntad (como expresión de la libertad), la
igualdad (expresión del trato no discriminatorio, en el art. 402 CCyC) y la responsabilidad (límite de la
libertad, en función de la solidaridad familiar, plasmada en el denominado “régimen primario” aplicable
cualesquiera fuere el régimen económico por el que los cónyuges optaren para regular sus relaciones
económicas, previsto en los arts. 454 al 462 CCyC).
El principal desafío para lograr adecuar el ordenamiento interno a los postulados de derechos humanos
contenidos en el bloque constitucional en el ámbito de las relaciones económicas del matrimonio fue,
partiendo del principio de igualdad jurídica de los cónyuges, combinar el influjo de la libertad de cada uno
de ellos atendiendo a su dignidad y a los cimientos esenciales de la vida matrimonial, y solidaridad
impuesta y redefinida por el bloque constitucional como responsabilidad familiar. Ello, pues queda claro
que los integrantes de la familia no pueden gozar de libertad absoluta o irrestricta por hallarse
involucrados los derechos de los demás integrantes del grupo y los de los terceros.
El CCyC modifica sustancialmente el CC, en el que se legislara (de manera incompleta) la comunidad de
ganancias como régimen único, legal y forzoso, al tiempo que se dedicara un par de disposiciones al
régimen de separación de bienes —al que solo se podía arribar en forma excepcional y mediante
declaración judicial—.
Por ello, el CCyC recepta los dos regímenes de mayor aceptación y utilidad en el derecho comparado: la
comunidad y la separación de bienes. Mas tal apertura, basada en la libertad, observa ciertos límites,
fundados —precisamente— tanto en la protección de los propios cónyuges como en la de terceros: el
denominado ”régimen primario” (conjunto de reglas aplicables a ambos regímenes).
El CCyC mantiene, como objeto de las convenciones matrimoniales, la posibilidad de designar los bienes
que cada uno de los cónyuges aporta al matrimonio, incluyendo la posibilidad de consignar también su
avalúo. Tal individualización recaerá sobre bienes no registrables. El objeto de la convención, en este caso,
no es otro que preconstituir prueba sobre la propiedad personal respecto de aquellos.
Se conserva también, como lo previera el régimen derogado, la posibilidad de que los futuros esposos se
efectúen donaciones condicionadas a la celebración del matrimonio válido, tema que se abordará en
detalle en el comentario al art. 451 CCyCy ss.
Por último, se introduce como objeto de las convenciones la posibilidad de que los futuros consortes
enuncien las deudas que cada uno lleva al matrimonio para, con ello, evitar que aquellas puedan ser
reputadas como obligaciones que pesan sobre ambos consortes (art. 489 CCyC).

3- CONVENCIONES MATRIMONIALES
OBJETO
ARTÍCULO 446.- Objeto. Antes de la celebración del matrimonio los futuros cónyuges pueden hacer
convenciones que tengan únicamente los objetos siguientes:
a. la designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio;
b. la enunciación de las deudas;
c. las donaciones que se hagan entre ellos;
d. la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en este Código.

Las convenciones matrimoniales pueden conceptualizarse como el contrato que celebran los cónyuges o
los futuros contrayentes, con el fin de regular cuestiones inherentes a sus relaciones económicas,
conforme las disposiciones del derecho positivo vigente. En virtud de ello, reconocen diversos objetos.
No son un instituto nuevo: el CC las admitía, aunque con un objeto muy reducido: las donaciones que se
efectuaran los futuros esposos y el inventario de los bienes que cada uno llevara al consorcio matrimonial.
ARTÍCULO 447.- Nulidad de otros acuerdos. Toda convención entre los futuros cónyuges sobre cualquier
otro objeto relativo a su patrimonio es de ningún valor.

FORMA
ARTÍCULO 448.- Forma. Las convenciones matrimoniales deben ser hechas por escritura pública antes de la
celebración del matrimonio, y sólo producen efectos a partir de esa celebración y en tanto el matrimonio
no sea anulado. Pueden ser modificadas antes del matrimonio, mediante un acto otorgado también por
escritura pública. Para que la opción del artículo 446 inciso d), produzca efectos respecto de terceros, debe
anotarse marginalmente en el acta de matrimonio.

La convención matrimonial surte efectos a partir del matrimonio y siempre que este no sea anulado: tal, la
finalidad de este tipo de acuerdos. Por ello, hasta la celebración del matrimonio, y por aplicación del
principio de libertad, los pretensos contrayentes pueden modificar cuantas veces quieran dichas
convenciones, siempre que respeten la formalidad que establece la norma: la escritura pública.
En virtud de la trascendencia que el contenido de las convenciones matrimoniales tienen—sean anteriores
o posteriores a la celebración del matrimonio—, por cuanto despliegan efectos no solo entre los cónyuges
respecto de terceros, el CCyC conserva el recaudo de mayor formalidad para reconocerle efectos: que sean
realizadas y/o modificadas por escritura pública.
La opción de régimen efectuada mediante convención matrimonial producirá efectos respecto de terceros
una vez anotada marginalmente en el acta de matrimonio. El CCyC opta por publicitar en el Registro de las
Personas, lo cual es lógico por cuanto la elección de régimen abarca una universalidad que contiene tanto
diversos bienes registrables —con diferente efecto traslativo según la naturaleza de cada uno— como
cosas y derechos no registrables, créditos y derechos inmateriales, por lo cual dicho Registro aparece como
el único capaz de concentrar la información y publicidad de ella.
La inscripción de la escritura en la que consta la opción del régimen patrimonial aplicable al matrimonio no
tiene carácter constitutivo ni perfecciona el acuerdo de los cónyuges, que es completo y perfecto desde
que otorgan la escritura pública.
MODIFICACIÓN: EFECTOS
ARTÍCULO 449.- Modificación de régimen. Después de la celebración del matrimonio, el régimen
patrimonial puede modificarse por convención de los cónyuges. Esta convención puede ser otorgada
después de un año
de aplicación del régimen patrimonial, convencional o legal, mediante escritura pública. Para que el
cambio de régimen produzca efectos respecto de terceros, debe anotarse marginalmente en el acta de
matrimonio.
Los acreedores anteriores al cambio de régimen que sufran perjuicios por tal motivo pueden hacerlo
declarar inoponible a ellos en el término de un año a contar desde que lo conocieron.

La elección del régimen patrimonial efectuada antes de la celebración del matrimonio, o con posterioridad
a aquella, es susceptible de ser modificada sujetándose a una serie de formalidades necesarias para dotar
de eficacia al cambio sin desatender los derechos de terceros.
En primer lugar, debe tratarse de una decisión conjunta, asumida por ambos cónyuges mayores de edad.
La imposición de este recaudo deviene de toda lógica, por cuanto no existen razones para imponer a uno
de los consortes el deseo del otro de mutar de régimen económico.
Luego, se establece un recaudo temporal: que haya transcurrido un año en el que se haya mantenido un
régimen. Este plazo debe computarse desde formalizada la escritura, no desde su inscripción marginal,
pues es al momento de suscribir aquella que los cónyuges han expresado su voluntad de modificación. El
tercer requisito alude a la inscripción en el acta matrimonial para que el cambio surta efectos ante
terceros.
De tal manera, el CCyC consagra la posibilidad de efectuar la elección del régimen que regirá las relaciones
económicas de los cónyuges (entre los regímenes admitidos: comunidad o separación), con carácter previo
a la celebración del matrimonio y también con posterioridad.
Por otra parte, nada obsta a que los integrantes de matrimonios celebrados con anterioridad
a la entrada en vigencia del CCyC, sometidos al régimen de comunidad por
tener aquel carácter de único, legal y forzoso, puedan hacer uso del derecho a mutar
de régimen, suscribiendo una convención en la que acuerden someterse al régimen de
separación de bienes, siempre que satisfagan los recaudos aludidos (antigüedad temporal
y mediante escritura pública). El cambio de régimen no requiere homologación ni
autorización judicial alguna.
En el caso de que los cónyuges opten por abandonar el régimen de comunidad de gananciales para
sujetarse al régimen de separación de bienes, se producirá la extinción de aquel (art. 475, inc. e, CCyC), que
deberá liquidarse y partirse (conf. art. 496 CCyC y ss.).
Y, reconociendo el Código, durante el periodo de indivisión postcomunitaria, la autonomía personal de los
cónyuges, estos podrán acordar, además de la opción por el régimen de separación, las reglas de
administración y disposición de los bienes gananciales e, incluso, prever su adjudicación sin necesidad de
homologación alguna. De tal modo, ingresarán como bienes personales al nuevo régimen de separación,
dado que la extinción de la comunidad no implica la liquidación del régimen patrimonial —que subsiste,
ahora
bajo otra modalidad—.
Cuando la situación sea a la inversa —es decir, se pase del sistema de separación de bienes al de
comunidad—, los acuerdos complementarios no serán necesarios, pues la separación de bienes no habrá
generado comunidad de bienes, y los bienes personales que cada cónyuge tenga se considerarán propios a
partir de la entrada en vigencia del régimen de comunidad de ganancias por el que optaron.

LAS DONACIONES MATRIMONIALES: LÍMITES Y EFECTOS


ARTÍCULO 451.- Normas aplicables. Las donaciones hechas en las convenciones matrimoniales se rigen por
las disposiciones relativas al contrato de donación. Sólo tienen efecto si el matrimonio se celebra.

Se establecen dos requisitos para su validez: que se instrumenten mediante convención matrimonial (y,
como consecuencia de ello, mediante escritura pública) y que se celebre matrimonio válido (arts. 451 y 452
CCyC); y se determina que, a tales actos, serán aplicables las reglas propias del contrato de donación.
Las donaciones efectuadas mediante convención matrimonial solo tendrán efecto si aquel se celebra, por
tratarse de una donación sujeta a condición resolutoria; caso contrario, podrá solicitarse la restitución de
los bienes o erogaciones realizadas. Por ello, se impone distinguir tales donaciones de los simples
obsequios o presentes de uso que se inspiran en sentimientos (típico supuesto de las primeras podría
constituirlo un ajuar de enseres para la pareja; obsequios de uso podrían ser los bienes que los novios se
entregan por cumpleaños, aniversarios, pero que no involucran la intención de casarse).
Frente a la ruptura intempestiva del noviazgo, el CCyC es enfático en disponer el rechazo de los daños y
perjuicios derivados de tal hecho. Esta decisión surge diáfana del
art. 401 CCyC, que establece como principio general, en materia de esponsales, que la promesa de
matrimonio no es vinculante pero, de manera excepcional y por aplicación de los principios generales
recogidos en la parte general del Código, podrá generar efectos jurídicos en el caso de que se acredite
enriquecimiento sin causa o resulte factible la restitución de donaciones.

6- DISPOSICIONES COMUNES A LOS DOS REGÍMENES COMUNES


INDEROGABILIDAD:
ARTÍCULO 454.- Aplicación. Inderogabilidad. Las disposiciones de esta Sección se aplican, cualquiera sea el
régimen matrimonial, y excepto que se disponga otra cosa en las normas referentes a un régimen
específico.
Son inderogables por convención de los cónyuges, anterior o posterior al matrimonio, excepto disposición
expresa en contrario.

En esta Sección se plasma el principio de solidaridad familiar a través del establecimiento de un conjunto
de normas obligatorias, indisponibles para los cónyuges y aplicables con independencia del régimen que
regula las relaciones económicas de los consortes, es decir, sea que estén sometidos al régimen de
comunidad o al régimen de separación de bienes.
El matrimonio supone la existencia de lazos de solidaridad y colaboración entre sus integrantes, en aras de
asegurar una adecuada tutela hacia el grupo de sujetos que se encuentran unidos en forma directa o
indirecta, como fiel realización de los fines que el instituto plantea. El recorte en el espacio de libertad de
los cónyuges establecido en el conjunto de normas bajo esta Sección se encuentra plenamente justificado
en el interés
familiar que prima por sobre cualquier inquietud personal que aquellos pudieran albergar.
Como consecuencia de la tarea valorativa emprendida por los codificadores a fin de dosificar la autonomía
personal de los consortes (principio de libertad), junto al respeto de los derechos de los demás integrantes
del grupo (expresados en el principio de solidaridad responsabilidad familiar), el CCyC establece un límite
claro a través de las disposiciones contenidas en esta Sección, también denominado ”régimen primario”,
expresado a través de un catálogo de derechos y prohibiciones que representan un núcleo duro
indisponible para los cónyuges, y que están dirigidos a la protección y plena realización de los derechos
humanos de los integrantes del grupo familiar —e, incluso, de terceros ajenos a él—. Tales normas son
aplicables a cualquiera de los regímenes reconocidos por el derecho argentino, comunidad o separación de
bienes y, por representar un piso mínimo de protección de la familia, son también aplicables a las uniones
convivenciales (art. 520 CCyC).
Como consecuencia de la inderogabilidad de este conjunto de normas, cualquier convenio privado que las
contravenga carece de efecto alguno, con la excepción de aquellos casos en los que sea el mismo CCyC el
que autorice su realización, como cuando se admite la posibilidad de acordar las normas de gestión
durante la indivisión postcomunitaria, siempre que también se hubiera extinguido el vínculo matrimonial ,
desarrollo que se efectúa al glosar el art. 481 CCyC y ss.

DEBER DE CONTRIBUCIÓN
ARTÍCULO 455.- Deber de contribución. Los cónyuges deben contribuir a su propio sostenimiento, el del
hogar y el de los hijos comunes, en proporción a sus recursos. Esta obligación se extiende a las necesidades
de
los hijos menores de edad, con capacidad restringida, o con discapacidad de uno de los cónyuges que
conviven con ellos.
El cónyuge que no da cumplimiento a esta obligación puede ser demandado judicialmente por el otro para
que lo haga, debiéndose considerar que el trabajo en el hogar es computable como contribución a las
cargas.

La primera obligación de orden patrimonial impuesta a los integrantes de cualquier matrimonio —y


también a los de la unión convivencial— celebrado en la República, se materializa a través de la realización
de un conjunto de contribuciones: los aportes necesarios, conforme a sus recursos, para alcanzar el propio
sostenimiento, el del hogar y de la descendencia común, un deber que se extiende también respecto de los
hijos menores, con capacidad restringida o afectados de discapacidad de uno de los consortes que vivieran
en el hogar conyugal. Esta disposición se sustenta en la comunidad de vida que supone el matrimonio: plan
vital en el que el primer deber, a no dudarlo, es satisfacer las necesidades de los integrantes de la familia.
La trascendencia de este deber autoriza, frente a su sustracción, al cónyuge a compeler judicialmente el
cumplimiento por parte del cónyuge remiso.
Esta regla representa una innovación del CCyC, por cuanto, en el régimen derogado, el deber de
contribución no tenía consagración expresa (pese a la referencia implícita que podía extraerse del texto del
art. 6° de la ley 11.357). Asimismo, se enlaza con la previsión que, en la esfera personal, reconoce a los
cónyuges el deber de asistencia mediante el cual “se comprometen a desarrollar un proyecto de vida en
común basado en la cooperación” (art. 431 CCyC) y a la obligación alimentaria derivada de la
responsabilidad parental, que establece como regla general que “ambos progenitores tienen la obligación
y el derecho de criar a sus hijos, alimentarlos y educarlos conforme a su condición y fortuna” (art 658,
CCyC), comprensiva de la ”satisfacción
de las necesidades de los hijos de manutención, educación, esparcimiento, vestimenta, habitación,
asistencia, gastos por enfermedad y los gastos necesarios para adquirir una profesión u oficio” (art. 659
CCyC).
El deber de contribución de los esposos al sostenimiento del hogar común reconoce una trascendencia
superlativa en el proyecto de vida común. Quienes deciden estructurar su familia a través del instituto
matrimonial —y aun del convivencial—, lo hacen en base a un proyecto de vida individual que requiere de
la concreción de una serie de actividades que traen aparejados gastos que deben ser soportados por los
adultos integrantes de la familia matrimonial.
La realización de aportes por parte de los esposos está dirigida a brindar una adecuada tutela al grupo
familiar más próximo (el sostenimiento de los esposos, del hogar conyugal y el de los hijos del matrimonio)
cuanto a los hijos de uno de los integrantes de la unión marital, siempre que se observen dos condiciones:
que convivan con el matrimonio y que sean menores de edad, con capacidad restringida o incapaces.

ASENTIMIENTO PARA LA DISPOSICIÓN DE LA VIVIENDA FAMILIAR


ARTÍCULO 456.- Actos que requieren asentimiento. Ninguno de los cónyuges puede, sin el asentimiento del
otro, disponer de los derechos sobre la vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni
transportarlos fuera de ella. El que no ha dado su asentimiento puede demandar la nulidad del acto o la
restitución de los muebles dentro del plazo de caducidad de seis meses de haberlo conocido, pero no más
allá
de seis meses de la extinción del régimen matrimonial.
La vivienda familiar no puede ser ejecutada por deudas contraídas después de la celebración del
matrimonio, excepto que lo hayan sido por ambos cónyuges conjuntamente o por uno de ellos con el
asentimiento del otro.

La exigencia de la conformidad que debe prestar el cónyuge no enajenante a los efectos de la validez de los
actos que pretende llevar adelante su consorte supone una restricción a la libre disposición que cada uno
de los integrantes de la pareja tiene de su patrimonio, que encuentra plena justificación en la eficiente
protección de bienes absolutamente necesarios para lograr la realización personal de los integrantes del
núcleo familiar.
El CC contenía una figura tuitiva del hogar familiar que perseguía evitar que una actitud arbitraria del
cónyuge titular deje sin techo al resto del grupo familiar (art. 1277 CC). El conflicto entre el interés del
cónyuge titular que ostentaba un derecho “sobre” la cosa y la necesidad del no titular que invocaba un
derecho “a” la vivienda del grupo se resolvía a favor del segundo, priorizando la circunstancia fáctica de
habitación del hogar a la facultad jurídica de libre disponibilidad correspondiente al titular del derecho
patrimonial.
El CCyC consagra la protección de la vivienda familiar dentro del denominado “régimen primario”, aplicable
a cualquier régimen patrimonial del matrimonio, de tal modo tutela la vivienda que reconoce carácter
“ganancial”, la que es “propia” (hasta aquí, igual que el CC), al tiempo que ahora también extiende la
protección a la vivienda personal de cualquiera de los cónyuges bajo régimen de separación de bienes, y a
la vivienda —aun cuando fuere alquilada—.
Como en el CC, el CCyC mantiene la exigencia de la conformidad del cónyuge no titular del bien, a efectos
de dotar de validez a los actos que impliquen disponer de los derechos sobre la vivienda familiar. Tal
exigencia representa una restricción a la libre disposición que cada uno de los integrantes de la pareja
tiene de su patrimonio, que encuentra justificación en la protección de la vivienda familiar y de los enseres
indispensables que la componen. Pero el CCyC trae una gran innovación al abandonar el criterio
diferenciador entre actos
de disposición y de administración, y considera necesario el asentimiento para los actos que impliquen “la
disposición de derechos”, término comprensivo de todos los derechos reales y personales: venta, permuta,
donación, constitución de derechos reales de garantía o actos que impliquen desmembramiento del
dominio, y la locación.
La norma comprende el asentimiento del cónyuge no titular también para las promesas de los actos de
disposición (boleto de compraventa, conf. art. 470 CCyC). Aun cuando tal previsión legal se encuentre
contenida en el Capítulo relativo al régimen de comunidad, resulta razonable que sea aplicada también
para los actos de disposición de la vivienda familiar, cualquiera fuere el régimen patrimonial vigente en ese
matrimonio. La ausencia del asentimiento requerido trae aparejada la nulidad relativa del negocio
concluido sin aquel —vicio que podrá ser saneado por la confirmación del acto o por convalidación judicial
(autorizando la disposición del derecho)—.
La nulidad podrá ser demandada por el cónyuge no disponente dentro del plazo de seis meses de haber
tomado conocimiento del acto cuestionado, pero nunca más allá de los seis meses de concluido el régimen
matrimonial. Con el establecimiento de un plazo relativamente corto, se dota de certeza los derechos de
los terceros contratantes, sin descuidar el derecho del cónyuge no disponente de plantear su oposición al
negocio
concretado por su consorte.

ARTÍCULO 457.- Requisitos del asentimiento. En todos los casos en que se requiere el asentimiento del
cónyuge para el otorgamiento de un acto jurídico, aquél debe versar sobre el acto en sí y sus
elementos constitutivos.

ARTÍCULO 458.- Autorización judicial. Uno de los cónyuges puede ser autorizado judicialmente a
otorgar un acto que requiera el asentimiento del otro, si éste está ausente, es persona incapaz, está
transitoriamente
impedido de expresar su voluntad, o si su negativa
no está justificada por el interés de la familia. El acto otorgado con autorización judicial es oponible
al cónyuge sin cuyo asentimiento se lo otorgó, pero de él no deriva ninguna obligación personal a su
cargo.

Mediante la implementación del asentimiento conyugal para ciertos actos, la legislación pretende lograr
una apropiada protección hacia un conjunto de bienes que hacen a la esencia misma del grupo familiar. Sin
embargo, en ciertos casos, la aparición de circunstancias externas obstan a su otorgamiento, resultando
imposible contar con aquel.
Los supuestos previstos por la norma en los que resulte imposible su otorgamiento, no admiten ser
extendidos a otros diferentes a los explicitados, ni cuando existe negativa injustificada por parte del
cónyuge que debe prestarlo.
LIMITES AL MANDATO
ARTÍCULO 459.- Mandato entre cónyuges. Uno de los cónyuges puede dar poder al otro para representarlo
en el ejercicio de las facultades que el régimen matrimonial le atribuye, pero no para darse a sí mismo el
asentimiento en los casos en que se aplica el artículo 456. La facultad de revocar el poder no puede ser
objeto de limitaciones.
Excepto convención en contrario, el apoderado no está obligado a rendir
cuentas de los frutos y rentas percibidos.

La capacidad contractual de los cónyuges entre sí ha sido regulada en forma diversa por el CCyC,
distinguiendo según el régimen patrimonial al que se encuentren sometidos. Así, mientras los sujetos al
sistema de separación de bienes gozan de plena autonomía para celebrar cualquier tipo de contratos entre
sí, los consortes bajo el régimen de comunidad se encuentran sujetos a una inhabilidad contractual
especial
(art. 1002 CCyC), razón por la cual razón en el sistema jurídico vigente aquellos solo podrían constituir
“sociedades de cualquier tipo y las reguladas en la Sección IV”), (27) que socava, a no dudarlo, la estructura
de reconocimiento de la autonomía personal de los cónyuges sobre la que se edifica el CCyC.
En primer término, queda expresamente vedado que el objeto del mandato refiera al asentimiento
requerido para disponer los derechos sobre la vivienda familiar y/o sobre los enseres que la componen
(art. 456 CCyC), puesto que ello tornaría abstractas las disposiciones precedentes que reconocen la
facultad de control que se otorga al cónyuge no disponente, constituyendo una prohibición expresa que se
anticipa a cualquier discusión
que pudiera llegar a plantearse al respecto.
De otra parte, tampoco pueden acordar la irrevocabilidad del poder y, con ello, cualquier limitación a la
facultad de revocar el mandato oportunamente conferido, ya sea que se dirija a impedir en forma absoluta
dicha libertad, o bien que tienda a menguar o dificultar su concreción, a través del establecimiento de un
conjunto de condiciones que, en la práctica, representen eventuales trabas para dar por terminado el
mandato.

RESPONSABILIDAD POR LAS DEUDAS


ARTÍCULO 461.- Responsabilidad solidaria. Los cónyuges responden solidariamente por las obligaciones
contraídas por uno de ellos para solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la
educación de los hijos de conformidad con lo dispuesto en el artículo 455.
Fuera de esos casos, y excepto disposición en contrario del régimen matrimonial, ninguno de los cónyuges
responde por las obligaciones del otro.

Se mantiene el principio de responsabilidad separada (vigente desde 1926 por imperio de la ley 11.357)
por las deudas contraídas por cada cónyuge —reiterado en las normas de la comunidad (art. 467 CCyC) y
en el régimen de separación (art. 505 CCyC)—, que encuentra justificación en el tipo de necesidades que
atiende.
Consecuente con el deber de contribución establecido en el art. 455 CCyC, esta norma admite como
excepción la responsabilidad solidaria de los cónyuges por las obligaciones contraídas por uno de ellos para
solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y educación de los hijos comunes, o de
uno de los consortes que fuere menor o con capacidad restringida y que conviviera con el matrimonio.
Tratándose de un supuesto de solidaridad (pasiva) legal, podrá el acreedor exigir al deudor, a su cónyuge o
a ambos, simultánea o sucesivamente, la satisfacción de la totalidad de su crédito (art. 833 CCyC). Sin
perjuicio, claro, del derecho que le asiste al cónyuge no tomador de la deuda de requerir a quien la
contrajo la acción de regreso para obtener la contribución correspondiente (art. 840 CCyC).
La solidaridad pasiva de los cónyuges incorporada por el Código protege los derechos de los acreedores de
los consortes asegurando su pago y responde a un criterio de justicia y equidad, ya que extiende la
responsabilidad de ambos sobre todo su patrimonio, sin limitaciones.

ACTOS DE DISPOSICION DE BIENES MUEBLES NO REGISTRABLES DE USO FAMILIAR O PROFESIONAL


ARTÍCULO 462.- Cosas muebles no registrables. Los actos de administración y disposición a título oneroso
de cosas muebles no registrables cuya tenencia ejerce individualmente uno de los cónyuges, celebrados
por éste con terceros de buena fe, son válidos, excepto que se trate de los muebles indispensables del
hogar o de los objetos destinados al uso personal del otro cónyuge o al ejercicio de su trabajo o profesión.
En tales casos, el otro cónyuge puede demandar la nulidad dentro del plazo de caducidad de seis meses de
haber conocido el acto y no más allá de seis meses de la extinción del régimen matrimonial.

Para dotar de validez a tales actos se requiere: que el cónyuge contratante ejerza la tenencia (no se exige
la posesión), que se trate de un negocio a título oneroso (quedando excluidas las disposiciones gratuitas),
que intervenga un tercero de buena fe, y que involucre a bienes no registrables.
Las excepciones al principio enunciado descansan sobre la naturaleza de los objetos del negocio, pues si el
negocio concertado por un cónyuge involucra muebles no registrables que componen los enseres vitales
del grupo familiar y/u objetos cuyo destino sea el uso personal, profesional o laboral del otro cónyuge,
aquel podrá demandar la nulidad del acto dentro del plazo de caducidad de seis meses que debe
computarse desde que fuera conocido el negocio, pero que no podrá extenderse más allá de seis meses de
extinguido el régimen patrimonial.
La ley 17.711 incorporó un sistema de control y conformidad del cónyuge no contratante respecto de los
bienes inmuebles y muebles registrables a efectos de garantizar el derecho a la ganancialidad, evitando la
extracción de bienes del haber comunitario.
Mas no estaban incluidos en este esquema los bienes muebles no registrables, los que podían ser
libremente negociados por aquel de los consortes que ejerciera la tenencia.
La norma anotada refuerza la tutela sobre los bienes muebles indispensables para el hogar (prevista en el
art. 456 CCyC) incluyendo a los objetos destinados al uso personal de los cónyuges, de su trabajo o
profesión, al tiempo que representa un enorme acierto por cuanto dota de protección a una clase de
bienes de fácil disposición y difícil control.

SACAR CUADRO COMPARATIVO DEL CCYC PAG. 107

También podría gustarte