Unidad 5 Derecho Civil Familia Ucasal
Unidad 5 Derecho Civil Familia Ucasal
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1º PUNTO
Según Solari, el régimen patrimonial del matrimonio: “es el conjunto de normas jurídicas que regulan las relaciones
patrimoniales (económicas) de los cónyuges entre sí y de éstos en relación a terceros”.
Según Aida Kemelmajer de Carlucci: el régimen patrimonial del matrimonio: “es el conjunto de relaciones jurídicas
de orden patrimonial, que el matrimonio establece entre los cónyuges, y entre estos y terceros”. El matrimonio
origina efectos personales y patrimoniales derivados del acto. El denominado régimen patrimonial del matrimonio o
régimen de bienes comprende el segundo de los efectos enunciados, es decir, los patrimoniales.
• Necesidad: el matrimonio origina una serie de modificaciones que atañen al patrimonio de los cónyuges y al acervo
común. Hay consenso en que la existencia de algún ordenamiento que regule los efectos económicos del
matrimonio resulta imprescindible, incluso en aquellos casos en que los esposos gozan de amplia libertad e
independencia patrimonial.
Todo criterio de clasificación que se intente realizar en este tema siempre resultará relativo y parcial por la
diversidad de variantes que presentan los distintos sistemas jurídicos, aun cuando empleen las mismas
denominaciones, no obstante, pueden tomarse como pautas de distinción:
a) la que atiende a la valoración de la libertad de los cónyuges para regular y determinar el alcance de sus relaciones
patrimoniales;
La tensión entre el orden público y la autonomía personal en el sistema económico del matrimonio se resuelve de las
maneras más variadas en el derecho comparado. Algunos ordenamientos restringen el ejercicio de la libertad
decisoria de los cónyuges a su mínima expresión, en otros casos hay una creciente consideración de la autonomía de
los involucrados, quienes son libres de elegir entre varias opciones aquellas que mejor se ajuste a sus necesidades.
Hay también sistemas en que la libertad de decisión prima en forma soberana al punto de permitir la construcción y
consagración de las propias reglas económicas de la vida matrimonial.
A continuación analizaremos los aspectos más relevantes de cada uno de las situaciones planteadas.
• Sistemas legales imperativos: en el extremo más restrictivo de la libertad se ubican los sistemas que hacen recaer
en la ley la fijación de un régimen imperativo, forzoso e inmutable. Aquí la autonomía personal de los cónyuges no
tiene permitida prácticamente ninguna injerencia.
Los autores de este sistema argumentan que la organización económica del matrimonio condiciona la vida de la
familia, al punto que al establecer un régimen único se pretende evitar todo comercio relativo a los bienes
matrimoniales y a la vez proteger a la parte económicamente más débil, la mujer. Además este régimen legal único
ofrece una mejor protección a los terceros, que pueden identificar a los la situación jurídico – patrimonial de la
persona casada con quien contratan.
La subsistencia de estos regímenes es excepcional, hasta la sanción del Nuevo Código, Argentina constituyó una de
esas excepciones, pues contenía la prohibición expresa de adoptar otro régimen que no sea el organizado por la ley.
• Sistemas convencionales: si bien, los sistemas legales a priori, parecieran brindar un marco de mayor seguridad y
previsibilidad, pronto chocan contra una realidad uniforme en la que coexisten grupos familiares con
particularidades socioeconómicas distintas, a las que el Derecho debe responder, con una oferta normativa que
respete la especificidad y las necesidades de cada uno. En estos sistemas, la regulación de los intereses
patrimoniales de los esposos queda en sus manos, y el instrumento para concretarlo son las “convenciones
matrimoniales”.
Estas convenciones presentan la ventaja práctica de dispensar a la ley de la necesidad de diversificar por sí misma la
multiplicidad de situaciones económicas y familiares que pueden darse. Debe tenerse presente que la mayor o
menor libertad concedida por esos sistemas nunca es absoluta, pues siempre existen reglas de orden público que
deben observarse para evitar arbitrariedades, abusos o el riesgo de que alguno de los cónyuges pueda poner en
peligro los derechos del otro.
Régimen legal supletorio: Los sistemas convencionales requieren necesariamente contar con un régimen supletorio
de origen legal aplicable cuando los cónyuges no celebren ningún pacto, ni opten por acogerse a régimen alguno.
Esto responde al carácter de necesariedad.
Si se toma como criterio el contenido y los efectos del régimen, se los puede agrupar teniendo en cuanta la
incidencia del matrimonio. Los de mayor trascendencia práctica en la actualidad son: régimen de comunidad, el de
separación de bienes y el de participación en las ganancias.
• Régimen de comunidad: es el que se impone con preponderancia en el mundo del contemporáneo respondiendo a
diversos nombre: comunidad, sociedad legal, sociedad de ganancias, propiedad común, etc. Se lo ha definido como
la formación de una masa de bienes que pertenece a los dos esposos y que ha de repartirse entre ellos o entre el
sobreviviente y los herederos del otro al disolverse.
La formación de esta masa no significa atribuir a ambos cónyuges el dominio o propiedad de bienes comunes. No
hay cotitularidad de bienes, sino derecho al goce común de ellos durante el matrimonio, y a repartir entre ambos el
conjunto de los bienes al liquidarse la comunidad.
En este régimen existen tres grandes problemas, dependiendo de cómo se resuelve cada uno de ellos:
1) la calificación de los bienes, que apunta a determinar que bienes integran la masa que se va a repartir entre los
esposos y cuales permanecen al margen como calificarse como propios,
2) la gestión, que define cuál de los cónyuges administra y dispone de los bienes habidos durante el matrimonio,
3) el pasivo, que en algunos sistemas exige distinguir entre: a) el régimen de deudas que se confiere a las relaciones
entre los cónyuges y terceros o relaciones externas; b) el régimen de contribución o de cargas, se refiere a las
relaciones internas entre los cónyuges.
Existen diferentes formas de comunidad atendiendo a la extensión de la masa, así como al modo de gestión, aunque
en todas ellas el elemento común es la partición de esa masa al disolverse.
1) Según la extensión de la masa común: la comunidad puede ser universal o restringida. Este criterio está vinculado
con el problema de la calificación de los bienes.
La comunidad universal: se constituye cuando al celebrarse el matrimonio todos los viene s presentes y futuros de
los esposos se hacen comunes y a la disolución se dividen entre ellos sin atención a su origen. Es difícil encontrarla
en forma totalmente pura, porque generalmente se reconocen algunos “bienes reservados” que siguen siendo
personales de los cónyuges.
La comunidad restringida: es aquella en que la masa común se forma solo con una parte de los bienes de los
cónyuges, mientras que los otros permanecen fuera de ella. Puede tratarse de una comunidad de muebles y
ganancias (la cual se integra con todos los muebles presentes y futuros de los esposos y todas las adquisiciones a
título gratuito hechas durante la unión. Solo quedan fuera de la masa los inmuebles que cada cual lleva al
matrimonio o que adquiere durante el mismo a título gratuito o por causa o por título anterior al matrimonio o por
subrogación con un bien propio) o solo de ganancias (limita la masa partible sólo a lo ganado durante la vida
conyugal, sea muebles o inmuebles).
2) Según la forma de gestión de los bienes: teniendo en cuenta la gestión de los bienes entendida en un sentido
amplio (administrar y disponer) la comunidad puede ser de:
Administración marital: concuerda con los sistemas que consideran incapaz a la mujer casada, quedando todos sus
bienes sujetos a la administración del marido.
Administración conjunta: la gestión corresponde a ambos cónyuges que deben obrar de común acuerdo, a fin de
agilizar la gestión de los bienes comunes se establece una presunción de conformidad de c/u respecto de los acatos
de menor trascendencia realizados por el otro.
Administración separada: establece que cada cónyuge administra y dispone los bienes que adquirió, sean propios o
gananciales.
Administración indistinta: es un modelo de gestión en el que los actos de administración y disposición de los bienes
gananciales pueden ser realizados por cualquiera de los esposos pero a fin de garantizar el derecho de ambos
cónyuges se requiere su conformidad expresa para los de mayor importancia.
• Régimen de separación de bienes: En numerosos países se prevé que los cónyuges puedan adoptar un régimen de
separación de bienes cuya característica principal es que no les confiere expectativas comunes sobre los bienes
adquiridos o ganaos por el otro durante la vida conyugal.
El matrimonio no altera la propiedad de los bienes, cada cual adquiere para sí, administra y dispone lo adquirido sin
que opere el problema de la calificación de los bienes. Con respecto al pasivo rige el principio de irresponsabilidad
por las deudas, es decir que cada uno responde individualmente por las deudas que contrae sin que puedan
agredirse los bienes del consorte. Este régimen está previsto en diferentes países: Inglaterra, EEUU, Escocia,
Australia, Francia, Chile, Brasil, Paraguay, etc. lo admiten como régimen convencional.
Ha recibido fuertes críticas pero también adhesiones que rescatan la valorización de la igualdad de la mujer y la
autonomía de los esposos.
• Régimen de participación en las ganancias: es un régimen mixto porque opera como de separación durante el
matrimonio pero acuerda derechos de participación entre los cónyuges al momento de la disolución. Mientras se
mantiene la unión existe total independencia patrimonial entre los cónyuges, pero a su disolución se igualan las
ganancias habidas durante su vigencia a través del otorgamiento de un crédito a favor del cónyuge que obtuvo un
menor beneficio, contra el otro que obtuvo una ganancia mayor.
Vélez Sarsfield incluyó en el Código Civil un estilo patriarcal, mientras la mujer se concentraba en la organización del
consumo, las labores domésticas y la atención de los hijos, el marido era el único y principal sostén económico que
desempeñaba las tareas remuneradas fuera del hogar. Se consagro la incapacidad de hecho de la mujer casada y el
consiguiente otorgamiento al marido de la administración de los bienes del matrimonio y los pertenecientes a los
hijos. El régimen patrimonial del matrimonio lo llamo “sociedad conyugal” y se fundó en la idea de colaboración de
ambos esposos, en la conservación del hogar y en la subordinación del interés familiar al individual.
Los bienes entraban en el patrimonio de uno u otro de los cónyuges y según los casos previstos por la ley eran
propios o gananciales.
Este estricto sistema comenzó a resquebrajarse con las reformas de las leyes 11.357, 17.711 y 23.515 que alteraron
su diseño e hicieron compleja su interpretación. La ley 26.618, reformo varios artículos relativos al régimen
económico, aunque solo se trató de una sustitución terminológica para adecuarla al matrimonio del mismo sexo.
En el código originario de Vélez Sarsfield se trató de un régimen único, legal, forzoso en tanto era impuesto
imperativamente desde la celebración del matrimonio, así lo establecía el art. 1218 y en el art. 1219 estipulaba la
inmutabilidad. Se les prohibía a los esposos celebrar contratos de mayor trascendencia dentro de la vida económica
de la sociedad p.ej., compraventa, cesión de créditos, permuta, donación, etc. La estructura creada por el
Codificador se sustentó en la sociedad conyugal, que delineó un régimen de comunidad de ganancias, en donde se
distinguían 4 masas de bienes, los propios de c/u de los cónyuges y los gananciales de uno y otro esposo.
Respecto al régimen de gestión de los bienes, originariamente se establecía que el marido era el administrador
legítimo de todos los bienes del matrimonio, a excepción de aquellos inmuebles que por convención matrimonial la
mujer se hubiera reservado el derecho de administrar (art. 1276). La protección de la mujer se limitaba a ciertas
tutelas que la ley preveía para evitar que la libertad del marido fuera utilizada para defraudar sus derechos. Con la
ley 11.357 se creó la categoría de “bienes gananciales de administración reservada”, pues concedió a la mujer casada
la libre administración y disposición del producido de la profesión, oficio, empleo comercio o industria honestos así
como la libertad de administrar y disponer a título oneroso de sus bienes propios y de los que le correspondiesen en
caso de separación judicial, aunque fijaba una presunción de mandato tácito a favor del marido para administrar
estos bienes, sin obligación de rendir cuentas, salvo declaración expresa contraria de la mujer.
La incapacidad civil de la mujer casada se extinguió recién con la reforma de la ley 17.711.
En cuanto a las deudas contraídas por el marido y por la mujer integraban la carga de la comunidad, donde los
acreedores podían ejecutar los bienes propios de su deudor y cualquier bien de la comunidad. Este sistema tuvo que
cambiar radicalmente en virtud de las facultades conferidas a la mujer por la ley 11.357, se estableció un régimen de
separación de deudas en el cual cada cónyuge responde con los bienes de su titularidad por las deudas que
contraiga. Por excepción, y cuando se trate de las obligaciones contraídas para atender a las necesidades del hogar,
la educación de los hijos o al conservación de los bienes comunes, los acreedores podrán cobrarse con los frutos de
los bienes gananciales de titularidad del otro cónyuge.
PRINCIPIOS RECTORES DEL RÉGIMEN PATRIMONIAL EN EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL LEY 26.994 (SOLARI).
El régimen patrimonial del matrimonio ha evolucionado desde el texto originario del Código Civil. Por tal razón,
desde la sanción de la ley 26.618, de matrimonio de personas del mismo sexo, era necesario revisar integralmente
las disposiciones sobre este régimen, por dos razones: la primera, a los fines de compatibilizar las distintas reformas
habidas desde la sanción del Código Civil originario, pues al haberse introducido modificaciones sobre los textos
originarios, el régimen daba lugar a arduos debates doctrinarios y jurisprudenciales sobre la vigencia o no de muchas
de sus disposiciones legales. En este sentido, las distintas reformas han agregado capas legislativas en el texto del
Código Civil, muchas veces incoherentes entre sí y cuya compatibilidad, en algunas cuestiones, era una tarea
doctrinaria y jurisprudencial imposible de realizar y la segunda, que resultaba esencial, era la necesidad de
replantear el contenido de las disposiciones vigentes en la materia, teniendo como eje principal avanzar hacia un
mayor espacio de la autonomía de la voluntad.
La sanción del código civil y comercial vino a cumplir con la primera de tales premisas, pues el texto vigente ha sido
replanteado integralmente, desapareciendo todas las incompatibilidades existentes hasta ese momento.
Respecto de lo segundo, en relación al contenido de las disposiciones del mismo, se observa una disparidad entre
los efectos personales emergentes de la institución matrimonial y los efectos patrimoniales del matrimonio. Así, en
materia de cuestiones personales se avanza hacia una desregulación del orden público, dando mayor espacio a la
autonomía de la voluntad de las partes. Mientras que en cuestiones patrimoniales se mantiene un criterio
regulatorio en donde están las normas de orden público. El mayor acierto que tienen las normas actuales en la
materia lo constituye, sin duda, la posibilidad de que los futuros cónyuges puedan elegir el régimen de separación de
bienes como alternativo al régimen de comunidad establecido en forma subsidiaria. Aquí, la autonomía de la
voluntad ha prevalecido. Fuera de ello, entiendo que no se ha avanzado demasiado en otras disposiciones
patrimoniales.
En lo que respecta a la metodología utilizada por el código civil y comercial es superadora del Código Civil, pues
ahora el título del régimen patrimonial del matrimonio queda comprendido en el tratamiento de la institución
matrimonial propiamente dicha, corrigiéndose el viejo criterio, que ubicaba a la llamada "Sociedad conyugal" en el
Libro de los Contratos. Incluye el nuevo código la regulación de los efectos económicos del matrimonio dentro del
libro de las relaciones familiares. El Titulo II estipula las normas del régimen patrimonial del matrimonio, mejora la
formulación de los textos, abandona la terminología vacía de contenido, entre otras. Ahora, su tratamiento quedó
comprendido en la institución matrimonial (arts. 446 a 508), lo que resulta más acertado.
2° PUNTO
Según Solari, las convenciones matrimoniales: “son los acuerdos celebrados por los futuros contrayentes tendientes
a reglar las relaciones jurídicas patrimoniales de los cónyuges entre sí y de éstos en relación a terceros. Todo ello, de
conformidad con los contenidos permitidos por el ordenamiento jurídico”.
Según Aida Kemelmajer de Carlucci, las convenciones matrimoniales: “Son los acuerdos, pactos, contratos o
capitulaciones entre los contrayentes, relativos al régimen de relaciones patrimoniales aplicable a la unión
conyugal”.
• Un sector de la doctrina sostiene que son contratos realizados con causa matrimoni, es decir cuya eficacia futura
queda diferida a la celebración del matrimonio.
• Para otros no podría calificarse como “contratos” en el sentido de causa eficiente de obligaciones por ello es
preferible incluirlas en la categoría de acuerdos, reservada al negocio jurídico generalmente plurilateral con
intereses paralelos o convergentes a un bien común. .
• Fanzolato afirmo que las convenciones matrimoniales son un negocio jurídico bilateral que no configura
propiamente un contrato, sino una especie de pacto normativo o de estatuto.
• Hay un autor (Vaz Ferreira) que considera que no hay inconveniente en utilizar esta terminología en cuanto se
rigen por los principios generales de los contratos y casi siempre generan obligaciones.
El Código Civil solo ofrecía la posibilidad de realizar convenciones previas al matrimonio, que se encontraban
limitadas a los siguientes objetos:
a) el inventario de los bienes que cada uno lleva al matrimonio; y b) los acuerdos por lo que los futuros esposos se
realizaban donaciones por causa de matrimonio.
Estas modalidades tenían cierta relevancia práctica en supuestos de segundas nupcias de uno o ambos
contrayentes.
El código civil y comercial reconoce a los cónyuges la facultad de realizar convenciones antes de la celebración del
matrimonio ampliando el contenido de los acuerdos permitidos.
Se establecen los objetos posibles de dichas convenciones matrimoniales en el art. 446: "Antes de la celebración del
matrimonio los futuros cónyuges pueden hacer convenciones que tengan únicamente los objetos siguientes: a) la
designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio; b) la enunciación de las deudas; c) las
donaciones que se hagan entre ellos; d) la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en
este Código".
a) Designación y avalúo de los bienes. Uno de los objetos posibles de realizar en una convención matrimonial es la
designación de los bienes que cada uno lleva al matrimonio. La utilidad de la misma consiste en un inventario de los
bienes, evitando que los allí consignados, al momento de la disolución del régimen patrimonial, caigan en la
presunción general, esto es, que los existentes en el patrimonio de los cónyuges se presuman gananciales.
En tal sentido, el inventario de los bienes realizados en convención matrimonial permite que con la prueba de dicha
convención tales bienes sean propios, sin necesidad de otra prueba al respecto. La utilidad de este objeto adquiere
mayor trascendencia cuando se trata de bienes no registrables.
La designación de los bienes efectuados en dicha convención no excluye la posibilidad de que, al momento de la
extinción del régimen patrimonial pueda probarse la existencia de otro u otros no enumerados en dicha convención.
Puede suceder que se haya omitido algún bien en el respectivo inventario efectuado en la convención matrimonial, o
bien, que alguna de las partes hubiere adquirido un bien luego de realizada dicha convención y antes de la
celebración del matrimonio.
Este supuesto estaba contenido en el art. 1217 inciso 1° del viejo código.
b) La enunciación de las deudas. También pueden los futuros cónyuges, en convención matrimonial, hacer un
inventario de las deudas que cada uno tiene al momento de la celebración del matrimonio.
Si bien en el régimen derogado tal previsión no se hallaba contemplada expresamente, se entendía que la
enunciación de las deudas quedaba comprendida en la designación genérica de los bienes que cada uno llevaba al
matrimonio.
Ahora, quedan establecidos por separado: la designación del activo por un lado y la enumeración del pasivo por el
otro. Las deudas enumeradas en la convención matrimonial no excluyen la posibilidad de que existan otra u otras
que hayan sido omitidas, o bien, que han sido contraídas por alguno de las partes después de realizada la convención
y antes de la celebración del matrimonio. En cuyo caso, podrá probarse, al momento de la extinción del régimen
patrimonial, que han sido contraídas antes del acto.
c) Las donaciones efectuadas entre cónyuges. Se permite en convención matrimonial que los futuros cónyuges
puedan hacerse donaciones entre ellos. Dichas donaciones son realizadas en ocasión del matrimonio por medio de
las convenciones matrimoniales.
La jurisprudencia entendió que resultaba válido el acuerdo instrumentado en escritura pública donde los futuros
cónyuges establecieron las formas y las condiciones de adquirir inmuebles en condominio, bienes que figuraban a
nombre de la prometida, pero no constituía una convención nupcial.
d) Elección del régimen patrimonial. Se incorpora en la legislación argentina la posibilidad de que los futuros
cónyuges, mediante convenciones matrimoniales, puedan elegir el régimen patrimonial para su respectivo
matrimonio: el régimen de comunidad o el régimen de separación de bienes. En verdad, hay una sola opción, pues el
régimen alternativo que se incorpora es el de separación de bienes, dado que el otro, comunidad de ganancias, es el
régimen presumido para todo matrimonio que celebra el acto sin ejercer el derecho de opción.
El régimen de comunidad sería el supletorio o legal, mientras que el de separación de bienes sería el convencional. Si
bien ambos regímenes son legales, en cuanto se hallan contemplados por la ley, pues el régimen de comunidad se
halla presumido por la ley, mientras que el régimen de separación de bienes requiere la manifestación de voluntad
de los cónyuges para que les resulte aplicable.
En este sistema de elección del régimen patrimonial la autonomía de la voluntad consiste en elegir el régimen
patrimonial, pero no para diseñar su contenido, pues éstos se encuentran establecidos por las disposiciones legales,
tanto el de comunidad de ganancias como el de separación de bienes.
Reconocida la posibilidad de que los futuros cónyuges puedan optar por un régimen patrimonial alternativo, la
libertad es restringida, pues, en todo caso, solamente podrán elegir un régimen preestablecido en la ley, porque de
ninguna manera tendrán los cónyuges la libertad de definir cláusulas y contenidos más allá de lo prescripto por ella.
La inclusión de la elección de un régimen alternativo era imprescindible, pues los contrayentes, en ejercicio de la
autonomía de la voluntad, se encontraban en condiciones de igualdad jurídica y en plena capacidad civil como para
optar entre alguno de los regímenes patrimoniales y no un único régimen, forzoso e inmodificable. Este último podía
tener fundamento en el sistema originario del Código Civil, pero no en la sociedad actual. La autonomía de la
voluntad debe ser el eje entre los cónyuges. Todo ello, sin perjuicio de las normas comunes de protección para todo
matrimonio, independientemente del régimen al cual se hallen sujetos.
De acuerdo con el art. 447: "Toda convención entre los futuros cónyuges sobre cualquier otro objeto relativo a su
matrimonio es de ningún valor".
Se mantiene como regla general la prohibición de acuerdo entre cónyuges, atinentes al régimen patrimonial del
matrimonio.
Solamente como excepción podrán hacerse los convenios y acuerdos entre ellos, que serían los contemplados en el
art. 446, para las convenciones matrimoniales.
En el régimen vigente, la autonomía de la voluntad ha sido reconocida para que los futuros cónyuges puedan elegir
el régimen patrimonial que los regirá durante el matrimonio, lo que en la legislación anterior no era posible, estaba
contemplado en el art. 1218. En este sentido, la autonomía de la voluntad ha significado un avance en la materia,
incorporándose, la posibilidad de elección del régimen.
En lo patrimonial, el principio general sigue siendo el orden público; hay un poco más de autonomía de la voluntad
en lo patrimonial, respecto del régimen legal anterior.
• Primero, porque los cónyuges en ejercicio de la autonomía de voluntad deberían tener la libertad contractual de
pactar cláusulas y condiciones, no obstante su condición de cónyuges.
• En segundo lugar, porque en materia matrimonial el régimen actual otorgó mayor espacio a la autonomía de la
voluntad.
De esta manera, aun cuando la reforma incorporó un mayor espacio a la autonomía de la voluntad en la institución
matrimonial, superando muchas disposiciones de orden público que contenía el viejo esquema del derecho
matrimonial, en lo atinente al régimen patrimonial no se advierte la misma incidencia de dicha autonomía de
voluntad. Pues, si comparamos el régimen del Código Civil derogado, con el código civil y comercial, ha habido un
mayor espacio de la autonomía de la voluntad, especialmente al incorporarse la posibilidad de que los cónyuges
puedan elegir el régimen de separación de bienes. Debió haberse previsto las mismas normas contempladas para los
pactos de convivencia en las uniones convivenciales (arts. 513 a 517), donde rige el criterio opuesto. Es decir, entre
convivientes el principio general es la autonomía de la voluntad y la excepción son las cláusulas o condiciones
prohibidas.
El art. 448 se ocupa de las formas que revisten las convenciones matrimoniales, al establecer: "Las convenciones
matrimoniales deben ser hechas por escritura pública antes de la celebración del matrimonio, y sólo producen
efectos a partir de esa celebración y en tanto el matrimonio no sea anulado. Pueden ser modificadas antes del
matrimonio, mediante un acto otorgado también por escritura pública. Para que la opción del artículo 446 inciso d,
produzca efectos respecto de terceros, debe anotarse marginalmente en el acta de matrimonio".
FORMA REQUERIDA. Se establece como única forma posible la escritura pública. No se contempla la facultad de que
los contrayentes, en el momento del acto de celebración, puedan optar por el régimen de separación de bienes, lo
que hubiere sido conveniente, en atención a la facilidad de dicha forma y teniendo en cuenta sus costos. En cambio,
cuando el objeto de dicha convención matrimonial no es la elección del régimen optativo, separación de bienes, es
razonable la exigencia de la escritura pública. Esto es, cuando se trata de la designación de los bienes que se llevan al
matrimonio, la enunciación de las deudas o las donaciones que se hicieren los futuros cónyuges, la necesidad de una
escritura pública parece clara. Sin embargo, si el único objeto de las convenciones matrimoniales es para elegir el
régimen de separación de bienes, bastaba con la posibilidad de que los contrayentes, al momento de la celebración
del acto, indicaran al celebrante la decisión de optar por el régimen de separación de bienes. En tal sentido, la
necesidad de una escritura pública, para expresar solamente dicha voluntad, carece de razonabilidad, pues la
elección del régimen hará más engorroso y onerosa la posibilidad de ejercer este derecho.
EFECTOS. Como consecuencia de que las convenciones matrimoniales tienen a la mira el respectivo matrimonio, se
determina que dichas convenciones realizadas por las partes solamente producirán efecto si el matrimonio se
celebra y en tanto el mismo no sea anulado. En tal sentido, las convenciones son accesorias al matrimonio. Su
eficacia jurídica queda condicionada a la celebración del matrimonio.
MODIFICACIÓN. Se permite que las partes, una vez realizada dicha convención matrimonial, antes de la celebración
del matrimonio puedan modificarla. Todo ello, mediante escritura pública.
Esta modificación del régimen no requiere de un plazo mínimo, pudiendo cambiarse esa voluntad en cualquier
momento hasta la celebración misma de las nupcias.
Es lógico que el cambio pueda serlo independientemente de plazos, porque mientras el matrimonio no se celebre,
no habría impedimento alguno para negar que las partes puedan cambiar su voluntad originaria hasta el momento
mismo del acto. Incluso, podría darse que aun habiendo efectuado la pertinente convención matrimonial optando
por el régimen de separación de bienes, al momento de la celebración del acto las partes dejen sin efecto aquella
opción.
OPONIBILIDAD A TERCEROS. Se establece que si en convención matrimonial se hubiere efectuado la opción del
régimen patrimonial previsto por la ley, para que la misma tenga efectos frente a terceros, se deberá anotar
marginalmente en el acta de matrimonio. Será la correspondiente acta matrimonial la que dará publicidad frente a
terceros acerca de las normas aplicables para dicho matrimonio: las del régimen de comunidad o las del régimen de
separación de bienes.
Se contempla una restricción a la capacidad del menor de edad cuando, con arreglo a la ley, celebra matrimonio
válido. En efecto, según el art. 450: "Las personas menores de edad autorizadas judicialmente para casarse no
pueden hacer donaciones en la convención matrimonial ni ejercer la opción prevista en el artículo 446 inciso d".
El menor de edad que celebra matrimonio mantiene dos restricciones legales: no puede hacer donaciones al otro
cónyuge en convención matrimonial y no puede ejercer la opción del régimen patrimonial prevista por la ley.
Respecto de la restricción para realizar donaciones en convención matrimonial es compatible con lo preceptuado
por los menores emancipados, en cuanto no pueden hacer donaciones de bienes que hubiesen recibido a título
gratuito. Sin embargo, la misma restricción se mantiene respecto de los menores de edad para ejercer la opción del
régimen patrimonial en convenciones matrimoniales, prevaleciendo la condición de menores de edad de los
celebrantes, a pesar de que hayan sido autorizados para celebrar nupcias válidas.
La restricción legal es irrazonable, pues si se hallan en condiciones para realizar el acto matrimonial, deberían gozar
de los mismos derechos que cualquier otro celebrante, en el entendimiento de que la capacidad progresiva podría
ser aplicable al caso, es decir, poder elegir el régimen patrimonial para su respectivo matrimonio. En aplicación de la
capacidad progresiva hubiera sido conveniente que aquel menor de edad que con autorización de sus padres (entre
16 y 18 años) o dispensa judicial celebró matrimonio válido tenga la posibilidad de elección del régimen de
separación de bienes. No encontramos argumentos para sostener que cuando el menor de edad se halla habilitado
para celebrar matrimonio válido, sin embargo, se le restrinja la facultad de elección del régimen patrimonial.
Además, la limitación a la capacidad tiene carácter excepcional y se impone siempre en beneficio de la persona,
además el matrimonio de un menor de edad ocasiona su correspondiente emancipación.
Dada esta restricción legal, sugerimos que en tales condiciones, el menor de edad se halle habilitado para plantear la
declaración de inconstitucionalidad de dicha restricción legal, en aplicación de la violación a la igualdad de trato.
Concepto: las donaciones por causa de matrimonio “son las que se hacen en consideración este y antes de
celebrarse, en favor de los esposos o de uno de ellos”.
Pueden ser realizadas por los futuros cónyuges entre sí, mediante convención prematrimonial o por un tercero a uno
o a ambos contrayentes.
Naturaleza. Las donaciones por causa de matrimonio son verdaderas donaciones. El código civil y comercial
establece expresamente que rigen por las disposiciones relativas al contrato de donación, evitando así toda
discusión en cuanto a su naturaleza; estas reglas serán aplicables siempre y cuando no exista una norma específica
en materia de matrimonio. El art. 1230 del código de Vélez lo establecía, también hacían referencia a las mismas el
art. 1235.
Normas aplicables. De acuerdo con el art. 451: "Las donaciones hechas en las convenciones matrimoniales se rigen
por las disposiciones relativas al contrato de donación. Sólo tienen efecto si el matrimonio se celebra". Antes de la
celebración del matrimonio no rigen ninguna de las restricciones que pudieren existir en plena vigencia de su
régimen patrimonial. Las donaciones que se hicieren los futuros cónyuges en convenciones matrimoniales se regirán
por las disposiciones relativas al contrato de donación, como si fueran terceros entre sí. La particularidad es que
solamente tendrán efecto dichas donaciones si el matrimonio se celebra. De ahí que dichas donaciones son
condicionales al matrimonio. En el código civil solo se admitía que el marido hiciera estas donaciones a la mujer art.
1217 inciso 3, en el marco del régimen de administración marital la esposa no podía realizar donaciones
prenupciales al marido, le fuero expresamente prohibidas en el art. 1231 del código civil.
Condición implícita. Según el art. 452: "Las donaciones hechas por terceros a uno de los novios, o a ambos, o por
uno de los novios al otro, en consideración al matrimonio futuro, llevan implícita la condición de que se celebre
matrimonio válido". La ley permite que se efectúen donaciones, de terceros a uno de los novios, o a ambos, así como
de uno de los novios al otro, teniendo en miras el matrimonio futuro, y que dichas donaciones lleven la condición
implícita de la celebración del matrimonio. Tales donaciones, condicionadas a la celebración del acto, seguirán la
suerte del mismo, respecto de su realización y su correspondiente validez.
Oferta de donación. El art. 453 señala: "La oferta de donación hecha por terceros a uno de los novios, o a ambos
queda sin efecto si el matrimonio no se contrae en el plazo de un año. Se presume aceptada desde que el
matrimonio se celebra, si antes no ha sido revocada". Se incluye en las normas del régimen patrimonial del
matrimonio la oferta de donación. En tal sentido, serán válidas las ofertas de donación efectuadas por terceros a uno
de los novios o a ambos. Ésta quedará sin efecto si el matrimonio no se realiza. La particularidad es que se establece
un plazo máximo para la celebración del matrimonio, pues si las nupcias no se realizan dentro del año siguiente a
dicha oferta de donación, esta última perderá vigencia. Sin perjuicio de ello, el tercero podrá revocar la oferta de
donación antes de la celebración.
La elección del régimen patrimonial y las compensaciones económicas. El código civil y comercial, a la vez que
incluye la posibilidad de que los futuros cónyuges puedan optar por un régimen patrimonial alternativo, incorpora,
en los efectos del divorcio, la institución de la compensación económica.
La compensación económica derivada del divorcio puede ser solicitada tanto en un matrimonio donde ha regido la
comunidad de ganancias como en aquellos matrimonios en donde rigió la separación de bienes. Es decir, cualquiera
que sea el régimen patrimonial, la compensación económica podrá ser solicitada en las condiciones de su viabilidad.
Por ello, tal institución no es exclusiva de un régimen patrimonial, sino para cualquier matrimonio,
independientemente de cuál haya sido el régimen patrimonial.
En cambio, si los cónyuges han estado sujetos al régimen de comunidad, al momento de la extinción del régimen,
cada uno de los cónyuges tendrá un derecho al 50% de los bienes gananciales adquiridos por el otro. Tal derecho a la
ganancialidad hará que el recurso de la compensación económica se encuentre más limitado y su viabilidad adquirirá
un carácter excepcional.
En definitiva, aun cuando pueda reclamarse la compensación económica, tanto en uno como en otro régimen
patrimonial, será en las hipótesis de matrimonios que estaban sujetos al régimen de separación de bienes donde se
plantearán con mayor habitualidad las referidas compensaciones.
3° PUNTO
En el seno de los sistemas convencionales se establecido la expresión “régimen primario” para referirse a este plexo
normativo, pues el término “primario” responde a la existencia de normas de fundamentales, en el sentido de
inderogables por los cónyuges.
Concepto: “Es el conjunto de aquellas normas que, refiriéndose a la economía del matrimonio, se aplican a todos y
cada uno de los celebrados, independientemente de si se rigen por un estatuto de comunidad o uno de separación”.
También se lo ha llamado: “estatuto patrimonial de base”, “estatuto fundamental” o “régimen primario imperativo”.
Fundamentos: El régimen primario contenido en esta sección encuentra su soporte en los principios de igualdad y
solidaridad familiar que son pilares estructurales del derecho familiar regulado en el código civil y comercial,
responde a la idea de materializar los derecho humanos de c/u de los integrantes y propende a la realización de los
fines individuales y grupales.
Inderogabilidad (Solari). El segundo párrafo del art. 454 indica: "Son inderogables por convención de los cónyuges,
anterior o posterior al matrimonio, excepto disposición expresa en contrario".
Se consagra expresamente la inderogabilidad de las disposiciones comunes, por lo que los cónyuges no pueden
convenir o acordar la supresión, restricción o modificación de algunas de las normas impuestas a todo matrimonio.
La inderogabilidad rige para toda la vigencia del régimen patrimonial, por lo que no puede ser convenida por las
partes ni en convención matrimonial ni durante la vigencia del matrimonio. La inderogabilidad impuesta es una
resultante de entender que estamos en presencia de protecciones mínimas en el régimen patrimonial, y por lo tanto
excluidas de la posibilidad de ser alteradas por voluntad de los cónyuges. Lo contrario desvirtuaría el sentido y
alcance de dichas protecciones legales.
Entre las normas básicas que deben ser respetadas en todo matrimonio se encuentra la referente al deber de
contribución de los cónyuges. Así, el art. 455 señala: "Los cónyuges deben contribuir a su propio sostenimiento, el
del hogar y el de los hijos comunes, en proporción a sus recursos. Esta obligación se extiende a las necesidades de
los hijos menores de edad, con capacidad restringida, o con discapacidad de uno de los cónyuges que conviven con
ellos. El cónyuge que no da cumplimiento a esta obligación puede ser demandado judicialmente por el otro para que
lo haga, debiendo considerar que el trabajo en el hogar es computable como contribución a las cargas".
La ley fija el contenido y alcance del deber de contribución de los cónyuges. Dicho deber comprende: su propio
sostenimiento; el sostenimiento del hogar conyugal, y el sostenimiento de los hijos comunes. El quantum estará
determinado por los recursos existentes de los cónyuges.
El deber de colaboración al matrimonio también comprende las necesidades de los hijos de uno de los cónyuges en
tres hipótesis: cuando son menores de edad; cuando tiene capacidad restringida, y cuando es discapacitado. En tales
casos, el deber de colaboración le será aplicable cuando dichos hijos convivan en el hogar conyugal.
El incumplimiento del deber de colaboración por parte de uno de los cónyuges habilita a que el otro demande
judicialmente su correspondiente cumplimiento. Finalmente, se precisa que el trabajo en el hogar es computable
como contribución a las cargas.
Actos que requieren asentimiento: requisitos, forma, oportunidad en que debe prestarse, revocación, efectos del
acto otorgado sin asentimiento. (Solari).
El art. 456 dice: "Ninguno de los cónyuges puede, sin el asentimiento del otro, disponer de los derechos sobre la
vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de ella. El que no ha dado su
asentimiento puede demandar la nulidad del acto o la restitución de los muebles dentro del plazo de caducidad de
seis meses de haberlo conocido, pero no más allá de seis meses de la extinción del régimen matrimonial. La vivienda
familiar no puede ser ejecutada por deudas contraídas después de la celebración del matrimonio, excepto que lo
hayan sido por ambos cónyuges conjuntamente o por uno de ellos con el asentimiento del otro".
1. Asentimiento conyugal. El asentimiento conyugal por parte del no titular es un requisito que la ley exige
para la realización de determinados actos, a la mira de la protección de la vivienda familiar. La disposición legal
refiere al "asentimiento", corrigiendo la denominación utilizada en el régimen anterior ("consentimiento"), pues, en
verdad, el cónyuge que asiente no tiene ninguna titularidad sobre dichos bienes, sino que tiene el derecho de
oponerse a la realización del acto, en determinadas circunstancias.
De ahí que constituye una restricción al titular, por ser éste quien dispone del acto. En tal sentido se trata de una
disposición del cónyuge titular y de un asentimiento del no titular. Por lo tanto, las consecuencias jurídicas derivadas
del acto no le son oponibles al cónyuge que dio el asentimiento, pues es ajeno al mismo.
Se explicó que el asentimiento conyugal requerido por la ley tiene por finalidad evitar que la libre administración se
convierta en un instrumento de fraude, e implica un control de mérito fundado en las expectativas de cada esposo
respecto de la participación común en los bienes gananciales al momento de la disolución de la sociedad conyugal.
En primer lugar, basta para quedar comprendido en el artículo que se trate de la sede del hogar conyugal,
independientemente de que existan hijos. De esta manera, se protege a los integrantes del matrimonio y,
eventualmente, a todos aquellos que vivan en dicha vivienda.
En segundo lugar, en la previsión quedan incluidos el bien inmueble y los muebles indispensables de la vivienda. En
este sentido, ahora se usa una fórmula más amplia, pues se habla de disponer de los derechos sobre la vivienda.
Finalmente, hay que destacar que la protección de la vivienda familiar, en las condiciones de la disposición, no se
halla condicionada a que existan hijos menores o incapaces —como se requería en el derogado art. 1277 código civil
sino que se protege dicha vivienda familiar, haya o no hijos.
La protección de la familia, en el caso, la vivienda familiar, no puede quedar reducida o condicionada a dicha
existencia de hijos. La protección de la vivienda familiar comprende situaciones y variables más amplias, entre las
cuales puede darse que en el grupo familiar haya o no hijos menores o incapaces.
Teniendo en cuenta ello, la norma funciona mientras se halle vigente el matrimonio, suprimiéndose la exigencia de
tal asentimiento conyugal, después de disuelta la comunidad, que contenía el régimen anterior.
3. Actos que requieren el asentimiento. La necesidad del asentimiento del otro cónyuge funciona cuando el
titular del dominio quiere realizar actos de disposición respecto del inmueble y de los bienes muebles
indispensables.
También es necesario el asentimiento del otro cónyuge cuando pretenda transportar los bienes muebles fuera del
hogar conyugal.
La norma requiere el asentimiento, no solamente respecto del acto propiamente dicho, sino de los elementos
constitutivos, es decir, respecto del precio, plazo, garantías y otras particularidades del caso concreto.
La cesión de los derechos y acciones sobre una propiedad a construirse mediante un plan de viviendas, efectuada
por el causante durante la vigencia de la sociedad conyugal, debió contar con el asentimiento de su cónyuge, pues se
trata de un acto de disposición que emerge de un instrumento privado y que, como tal, reviste trascendencia
económica dentro del régimen patrimonial del matrimonio, pudiendo afectar al interés familiar.
En el régimen actual, se subsana una omisión habida en el sistema anterior, que consiste en las consecuencias del
acto realizado sin el asentimiento conyugal ni la eventual venia judicial supletoria.
Ahora, expresamente, se consagra la solución: el cónyuge no titular puede pedir la nulidad del acto realizado en
contra de la ley. Se establece, asimismo, un plazo de caducidad. Dicha acción o eventual restitución deberá ser
entablada dentro de los seis meses de haberlo conocido, pero no más allá de los seis meses de extinción del régimen
patrimonial.
Por lo tanto, mientras se mantenga vigente el régimen patrimonial, el plazo de caducidad será de seis meses desde
que se conoció la realización del acto. En cambio, si el régimen patrimonial se extinguió, por cualquiera de las causas
legales, la caducidad operará a los seis meses de haberse producido dicha extinción.
5. Ejecución por deudas. La vivienda familia se halla protegida por acciones de terceros, pues la misma no
podrá ser ejecutada por deudas contraídas por los cónyuges después de la celebración del matrimonio. La exclusión
de dicha agresión no rige cuando la deuda haya sido contraída por ambos cónyuges conjuntamente o por uno de
ellos con el asentimiento del otro.
6. Requisitos del asentimiento. El art. 457 señala: "En todos los casos en que se requiere el asentimiento del
cónyuge para el otorgamiento de un acto jurídico, aquél debe versar sobre el acto en sí y sus elementos
constitutivos".
7. Concepto de asentimiento. El asentimiento conyugal es la autorización que exige la ley para que el cónyuge
titular del bien pueda válidamente realizar el acto de disposición.
De esta manera, el cónyuge que presta el asentimiento no tiene derecho real sobre el bien, sin simplemente realiza,
con dicha autorización, una suerte de contralor, a los fines de que el acto de disposición que pretende efectuar el
titular registral no afecte algún derecho protegido por la ley, razón por la cual el ordenamiento jurídico restringe el
derecho de disposición del titular del bien.
El asentimiento vendría a ser un elemento interno entre cónyuges, no debiéndose confundir con el consentimiento,
en el sentido y alcance que tiene el acto jurídico. El consentimiento del acto jurídico solamente lo brinda el cónyuge
titular del bien. Hay tantos consentimientos como partes integrantes del acto jurídico; en consecuencia, el
consentimiento en el acto de disposición del bien lo otorgan el vendedor, cónyuge titular, y el comprador, tercero
adquirente.
Surge de ello que el cónyuge no titular, al prestar el asentimiento exigido por la ley, no integra el acto en calidad de
vendedor, por lo que se encuentra desentendido de las consecuencias jurídicas derivadas del acto. No hay ningún
obstáculo para que el cónyuge que tiene que dar el asentimiento se halle inhibido, porque es un tercero respecto del
acto.
8. Momento del asentimiento. No se especifica el momento en que debe prestarse el asentimiento conyugal,
por lo que podrá ser realizado con anterioridad o, lo más habitual, al momento de la realización del acto.
Asimismo, si el acto se hubiere realizado sin el debido asentimiento conyugal, podría darse que el cónyuge que debió
prestarlo lo haga con posterioridad al él, en cuyo caso estaría subsanando el vicio inicial. Dicho asentimiento
conyugal puede ser dado en forma personal o por mandato.
No se requiere ninguna formalidad especial para el otorgamiento de dicho asentimiento, aplicándose las normas
generales de los actos jurídicos.
9. Requisito exigido para el asentimiento. Se establece que el asentimiento conyugal debe versar
concretamente sobre el acto a realizarse, individualizándose los elementos constitutivos del mismo.
Se resuelve una discusión existente en el régimen anterior, en cuanto a si el asentimiento podía serlo mediante un
asentimiento general anticipado.
El régimen actual requiere que dicho asentimiento sea dado respecto del acto específico a realizar, lo que resulta
atinado, pues el contralor que busca la ley por parte del cónyuge no titular, no podría darse o verificarse si se otorga
un asentimiento general anticipado.
Además, el art. 375, señala que las facultades conferidas en el poder son de interpretación restrictiva. El poder
conferido en términos generales sólo incluye los actos propios de administración ordinaria y los necesarios para su
ejecución. En cambio, se requieren facultades expresas para otorgar el asentimiento conyugal si el acto lo exige, caso
en el que deben identificarse los bienes a que se refiere.
El art. 458 determina: "Uno de los cónyuges puede ser autorizado judicialmente a otorgar un acto que requiera el
asentimiento del otro, si éste está ausente, es persona incapaz o con capacidad restringida, está transitoriamente
impedido de expresar su voluntad, o si su negativa no está justificada por el interés de la familia. El acto otorgado
con autorización judicial es oponible al cónyuge sin cuyo asentimiento se lo otorgó, pero de él no deriva ninguna
obligación personal a su cargo".
Vía judicial. Se faculta para que el cónyuge titular pueda recurrir a la vía judicial, pidiendo la venia judicial supletoria
y lograr autorización para la realización de los actos de disposición exigidos en el art. 456 y, en consecuencia, suplir la
falta del asentimiento conyugal.
La venia judicial supletoria prevista en la ley importa un proceso en el que debe ser oído el cónyuge no titular, a fin
de expresar las razones por las que se considera que existe justa causa de oposición cuando se trata de un acto de
disposición de determinados bienes, a fin de que el juez, único autorizado para dirimir la cuestión, pueda apreciar la
razonabilidad de las diversas posturas sostenidas en el juicio.
Situaciones. Las hipótesis contempladas para que el cónyuge titular recurra al pedido judicial se dan cuando el otro
cónyuge: está ausente; es incapaz; tiene capacidad restringida; está transitoriamente impedido de expresar su
voluntad, y se niegue injustificadamente. En dichos casos, el cónyuge titular deberá recurrir a la vía judicial para que
el acto sea realizado de conformidad con la ley, a los fines de suplir el asentimiento conyugal exigido mediante la
referida venia judicial.
Interés familiar. El cónyuge que pretende la realización del acto tendrá la restricción de dicha disposición si con ello
se afectare el interés familiar. Si no está afectado el interés familiar, se le debe otorgar la autorización judicial. De
esta manera, judicialmente se deberá verificar si con la realización del acto pretendido por el titular se afectaría el
interés familiar protegido por la ley. Como consecuencia de que el cónyuge titular tiene la administración y
disposición de sus bienes, la carga probatoria recaerá sobre el cónyuge que pretende oponerse. Es decir, la finalidad
de la vía judicial es demostrar, que existe afectación al interés familiar para que prospere la restricción y que la
negativa sea justificada. Además del cónyuge titular, de recurrir a la vía judicial, que pretende la realización del bien
—cuestión que no admite dudas—, debemos preguntarnos si el pedido de autorización judicial puede solicitarlo el
tercer adquirente, subrogándose en los derechos del titular como obligado a escriturar. Entiendo que, al igual que en
el régimen anterior, es posible que la legitimación activa sea ejercida también por el tercero adquirente,
peticionando la correspondiente venia judicial supletoria.
Consecuencias. Si se logra la correspondiente autorización judicial, la misma tiene los efectos de sustituir al
asentimiento conyugal, otorgándole validez al acto realizado por el cónyuge titular. El cónyuge del disponente no
interviene en el acto, pues es un tercero ajeno a él. De ahí que para él no deriva ninguna obligación a su cargo
El art. 461 prescribe: "Los cónyuges responden solidariamente por las obligaciones contraídas por uno de ellos para
solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de los hijos de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 455. Fuera de esos casos, y excepto disposición en contrario del régimen matrimonial,
ninguno de los cónyuges responde por las obligaciones del otro".
Responsabilidad solidaria frente a terceros. Cualquiera que sea el régimen patrimonial que los cónyuges hubieren
elegido para que les sea aplicable a su respectivo matrimonio, se establece que determinadas obligaciones
contraídas por alguno de ellos frente a terceros, genera una responsabilidad solidaria entre ambos. Dicha obligación
no puede ser alterada por las partes, pues constituye uno de los aspectos mínimos impuestos a la institución
matrimonial.
Casos de aplicación de dicha responsabilidad. Dicha responsabilidad lo será cuando la obligación contraída por uno
de ellos, o ambos, tengan como fuente algunas de las siguientes causas obligacionales: las necesidades ordinarias del
hogar y el sostenimiento y educación de los hijos comunes. Respecto de la primera, necesidades ordinarias del
hogar, quedan comprendidos todas las obligaciones nacidas frente a terceros para el sostenimiento del hogar. La
calificación de "ordinarias" permite distinguirlas de otras que pueden no serlo: las que exceden de los gastos
ordinarios, los jueces tendrán que analizar cada caso en particular si dichas obligaciones se hallan comprendidas en
las necesidades ordinarias, o bien, si exceden de la misma, en cuyo caso solamente responderá el cónyuge que
contrajo la deuda.
Otras deudas frente a terceros. La última parte de la disposición contiene, en verdad, el principio general que rige en
la materia, al señalarse que fuera de los casos antes enunciados cada uno de los cónyuges responde por las deudas
frente a terceros.
El art. 462 dice: "Los actos de administración y disposición a título oneroso de cosas muebles no registrables cuya
tenencia ejerce individualmente uno de los cónyuges, celebrados por éste con terceros de buena fe, son válidos,
excepto que se trate de los muebles indispensables del hogar o de los objetos destinados al uso personal del otro
cónyuge o al ejercicio de su trabajo o profesión. En tales casos, el otro cónyuge puede demandar la nulidad dentro
del plazo de caducidad de seis meses de haber conocido el acto y no más allá de seis meses de la extinción del
régimen matrimonial".
Como principio general, se contempla que los actos de administración y disposición de cosas muebles no
registrables, cuya tenencia ejerce individualmente uno de los cónyuges. En estas circunstancias, el acto será válido
cuando el mismo haya sido celebrado a título oneroso y con terceros de buena fe.
En cambio, rige un criterio especial en tres hipótesis concretas, cuando se trate de actos de administración y
disposición de cosas muebles no registrables, pero que los mismos sean sobre muebles indispensables del hogar;
cuando se trate de objetos destinados al uso personal del otro cónyuge; o para el ejercicio de su trabajo o profesión,
los actos podrán ser atacados por el otro, mediante la acción de nulidad.
Se contempla un plazo de caducidad para el mismo: 6 meses de haber conocido el acto, pero no más allá de los seis
meses de la extinción del régimen patrimonial.
4° PUNTO
Dice el art. 459: "Uno de los cónyuges puede dar poder al otro para representarlo en el ejercicio de las facultades
que el régimen matrimonial le atribuye, pero no para darse a sí mismo el asentimiento en los casos en que se aplica
el artículo 456. La facultad de revocar el poder no puede ser objeto de limitaciones. Excepto convención en
contrario, el apoderado no está obligado a rendir cuentas de los frutos y rentas percibidos".
La disposición refiere a la posibilidad de que un cónyuge otorgue mandato al otro, precisando sus alcances
• Contrato de mandato. Los cónyuges pueden darse poder para que se representen en el ejercicio de las facultades
emergentes del régimen patrimonial.
• Restricción. Sin embargo, no se permite que puedan otorgarse entre ellos poder para el asentimiento conyugal
previsto en el art. 456. Dicha restricción tiene fundamento en la idea de que el asentimiento conyugal es para
verificar si se afecta el interés familiar en el caso concreto. En tal sentido, la posibilidad de otorgar el poder que
comprende la norma no lograría cumplir con la finalidad de la verificación concreta que se pretende resguardar.