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Saciedad a largo plazo: señales del tejido adiposo

Hasta aquí se han examinado los factores de saciedad que se ocasionan al comer. Pero, como se vio en
la primera parte de este capítulo, la cantidad total de grasa corporal parece depender de una regulación
a largo plazo. Si se somete a un animal a alimentación forzada de modo que se vuelve más obeso de lo
normal, cuando se le permita que elija cuánto quiere comer reducirá su ingesta de alimentos. Estudios
similares han puesto de manifiesto que un animal ajustará apropiadamente su ingesta si se le da una
dieta de alto o bajo contenido calórico. Y si se somete a un animal a una dieta que reduce su peso
corporal, los factores gástricos de saciedad se hacen mucho menos eficaces (Cabanac y Lafrance, 1991).
Así pues, las señales que proceden del depósito a largo plazo de nutrientes pueden o bien suprimir las
señales del hambre o bien aumentar las señales de saciedad a corto plazo.

Durante años, los investigadores han tratado de identificar una señal procedente del tejido adiposo que
pudiera informar al encéfalo acerca de cuantas reservas dispone el depósito a largo plazo. Finalmente lo
han logrado. El descubrimiento llegó tras años de estudio con una cepa de ratones genéticamente
obesos. Los ratones ob (como se llamó a esta cepa) tienen un bajo metabolismo, comen en exceso y se
vuelven sumamente gordos. También manifiestan diabetes en la edad adulta, al igual que muchas de las
personas obesas. Investigadores de varios laboratorios han descubierto la causa de su obesidad
(Campfield y cols., 1995; Halaas y cols., 1995; Pelleymounter y cols., 1995). Un gen determinado, que
recibe el nombre de OB, en condiciones normales produce una proteína a la que se ha llamado leptina
(de la palabra griega leptos, «delgado»). Por lo general, la leptina es segregada por los adipocitos, los
cuales contienen una gran cantidad de triglicéridos. Debido a una mutación genética, los adipocitos de
un ratón ob no pueden producir leptina.

La leptina afecta al metabolismo y a la ingesta de comida en animales normales. Si se da diariamente


leptina a ratas, éstas comen menos y pierden peso (Eckel y cols., 1998; Kahler y cols., 1998). En el
estudio, la leptina afectó sólo a la cantidad de comida; los animales tomaron el mismo número de
comidas al día.

Peso corporal y cantidad de comida ingerida por ratas a las que se les inyectó diariamente leptina
Qué detiene la conducta de comer?

Debido al prolongado desfase que se da desde que se ingiere


un alimento hasta que se digiere, la regulación de la ingesta de
comida requiere un mecanismo de saciedad; sin este
mecanismo comeríamos en exceso y perjudicaríamos a nuestro
estómago. La retroalimentación que producen el gusto, el olor y
la deglución de la comida proporciona la primera señal de
saciedad; pero a menos que esta señal se siga de una
retroalimentación procedente del estómago, indicando que ha
absorbido la comida, el animal volverá a comer. El estómago
tiene detectores de nutrientes que informan al encéfalo de
cuanta comida ha recibido. Si se extrae algo de alimento del
estómago, el animal come lo suficiente para reemplazarlo, y si
el experimentador trata de engañar al animal inyectándole una
solución salina en el estómago, la ingesta de alimentos no se
reduce.

Las señales que se originan en los intestinos también pueden


producir saciedad. Varios investigadores han sugerido que la pancreocimina (o colecistocinina —CCK—),
liberada por el duodeno cuando recibe alimentos ricos en grasas procedentes del estómago, aporta una
señal de saciedad. Parece ser que el efecto inhibitorio de la CCK sobre la ingesta de comida está
mediado por receptores localizados en el píloro y se transmite al encéfalo vía el nervio Vago. También
parece haber receptores de nutrientes en el duodeno, los cuales envían una señal de saciedad al
encéfalo sin que intervenga hormona alguna; la infusión de un compuesto de lípidos y ácidos grasos
suprime la conducta de alimentación falsa. Otra señal de saciedad procede del hígado; éste detecta los
nutrientes que se están recibiendo desde los intestinos. La infusión directa de glucosa o de fructosa (que
no atraviesan la barrera hematoencefálica) en la vena porta hepática suprime la ingesta de comida en
animales hambrientos.

La insulina, que presenta un nivel elevado durante la fase de absorción del metabolismo, penetra en el
encéfalo y activa a los receptores de insulina allí localizados, aportando otra señal de saciedad. Las
señales que se originan en los depósitos de reservas de nutrientes afectan a la ingesta de alimentos
mediante un efecto a largo plazo. La alimentación forzada facilita la saciedad, mientras que el ayuno la
inhibe. Los estudios realizados con ratones ob han llevado al descubrimiento de la leptina, una hormona
peptídica segregada por tejido adiposo bien provisto de ácidos grasos, que aumenta el índice metabólico
del organismo y disminuye la ingesta. La leptina reduce la cantidad de comida que se ingiere, al parecer
aumentando la sensibilidad del encéfalo a las señales de saciedad a corto plazo. Un producto intermedio
del metabolismo de los ácidos grasos, el malonilo-CoA, también parece suprimir la ingesta. El fármaco
C75, que incrementa los niveles de malonilo-CoA en sangre, produce una drástica supresión de la
conducta de comer y una disminución del peso corporal.

Tronco cerebral
Las conductas de ingesta son filogenéticamente antiguas: obviamente, todos nuestros antepasados
comían y bebían, o morían. Por lo tanto, debería esperarse que las conductas básicas de ingesta,
masticar o tragar, estén programadas por circuitos cerebrales filogenéticamente antiguos. En efecto,
hay estudios que han demostrado que dichas conductas pueden ser realizadas por ratas descerebradas,
a las que se les ha practicado una sección del encéfalo entre el diencéfalo y el mesencéfalo (Norgren y
Grill, 1982; Grill y Kaplan, 1990). En una descerebración se desconectan las neuronas motoras del tronco
del encéfalo y la médula espinal de los circuitos neurales de los hemisferios cerebrales (como la corteza
cerebral y los ganglios basales), que normalmente los controlan. Las únicas conductas que los animales
descerebradospueden manifestar son aquellas directamentecontroladas por circuitos neurales
localizados en el tronco del encéfalo.

Hipotálamo.

Los descubrimientos básicos fueron los siguientes: tras la lesión del hipotálamo lateral, los animales
dejaban de comer o de beber (Anand y Brobeck, 1951; Teitelbaum y Stellar, 1954). La estimulación
eléctrica de esa misma región estimulaba la conducta de comer, de beber o ambas. Por el contrario, las
lesiones del núcleo ventromedial del hipotálamo provocaban una alimentación excesiva que
desembocaba en obesidad mórbida, mientras que la
estimulación eléctrica suprimía la ingesta (Hetherington y
Ranson, 1942).

Papel del hambre.

Las investigaciones realizadas en la segunda mitad del siglo


XX han demostrado que el hipotálamo lateral interviene
ciertamente el control de la ingesta de alimentos. Las
lesiones neurotóxicas del hipotálamo lateral practicadas
mediante ácido iboténico, el cual destruye las célulasal
tiempo que respeta los axones que atraviesan la región,
produce un descenso duradero de la ingesta de alimentos y del peso corporal (Stricker, Swerdloff y
Zigmond, 1978; Dunnett, Lane y Winn, 1985). Por otra parte, la estimulación del hipotálamo lateral con
inyecciones directas de aminoácidos excitatorios provoca la ingesta (Stanley y cols., 1993a; Duva y cols.,
2001); mientras que las inyecciones en dicha región de un antagonista del glutamato disminuyen la
toma de alimentos.

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