CATEQUESIS DOMINGO VI DE PASCUA 220522
CATEQUESIS DOMINGO VI DE PASCUA 220522
CATEQUESIS DOMINGO VI DE PASCUA 220522
Obispo y Mártir
Arquidiócesis de San Salvador
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1. CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
Ø Da una paz profunda, que se genera cuando todo nuestro ser están en manos de
Dios.
Ø Esta enraizada en una amistad con Jesús, que nos lleva a ser fieles a su enseñanza.
Ø Implica la presencia del Espíritu Santo, dador de vida
Ø Manifiesta nuestra comunión con el Padre y genera la unidad de la comunidad
cristiana.
A veces pensamos que hubiera sido mejor vivir en tiempos de Jesús. Sin embargo,
él explicó que nos iría mejor cuando nos enviara al Espíritu Santo. El Espíritu Santo habita
en nosotros desde el bautismo, nos ayuda a orar, nos da fuerzas para seguir a Jesús e
ilumina nuestro caminar. Él es quien nos llena de paz. Es una herencia que podemos
obtener siempre que estamos abiertos a su acción en nosotros.
2. CATEQUESIS:
«LOS IDEALES MUEVEN LA HISTORIA»
La ausencia física de Jesús en medio de los suyos fue siempre un problema para los
cristianos, sobre todo para los apóstoles y los primeros discípulos tan marcados por la
experiencia vital del Maestro. Muchas eran las preguntas que podían hacerse: ¿Cómo
continuar su obra? ¿Cómo escuchar su palabra? ¿Cómo hacer frente a los problemas y
dificultades que seguramente se suscitarían con el correr del tiempo? ¿Cómo interpretar
correctamente sus palabras y darles el sentido exacto? ¿Y cómo organizar una
comunidad que apenas estaba esbozada al morir su fundador? Y el evangelista Juan,
preocupado por esta comunidad cristiana que debe ser la prolongación de Cristo en el
tiempo y en el espacio, nos da una respuesta e insiste en ella: es el don del Espíritu Santo
el que completará la obra de Jesús. Juan y Lucas son los dos evangelistas que subrayan
constantemente la obra del Espíritu en la comunidad cristiana. Acercándonos ya
inmediatamente a la celebración de la Ascensión del Señor y a Pentecostés, no nos
extrañemos de que la liturgia incline hoy nuestra mirada hacia el Espíritu Santo que
debe jugar un papel tan importante en la dinámica de la comunidad cristiana. Como
sucede en estos domingos, mientras el Evangelio de Juan nos presenta el postulado teórico
de la cuestión, el libro de los Hechos nos da la visión pragmática desde ciertas situaciones
concretas.
Jesús se va al Padre y siente la preocupación de los apóstoles por esa ausencia que puede
ser también una ruptura. Por eso les dice: "Os he hablado ahora que estoy a vuestro
lado; pero el Paráclito [o Abogado], el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi
nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho".
Teniendo en cuenta que el Evangelio de Juan fue redactado unos 70 años después de la
muerte de Jesús, es fácil comprender el trasfondo de estas palabras y toda la importancia
que tenían para la vida de la Iglesia, que ya había saboreado la amargura de duras crisis
internas y que debía prepararse para otras aún más dolorosas.
Recordar las palabras de Jesús es mucho más que acordarse con la memoria, como hacen
los niños en la escuela; es hacer presente aquí y ahora el mensaje de Cristo que se dirige
al hombre concreto de hoy que tiene preocupaciones propias y peculiares. A Jesús no lo
podemos recordar como un simple personaje del pasado, ni sus palabras se han quedado
petrificadas en las páginas del Nuevo Testamento. Cristo Resucitado está viviente en la
comunidad y sus palabras tienen valor si son algo vivo para cada circunstancia. Por lo
tanto, recordarlo es hacer que nuestra vida, nuestra conducta, nuestra vida comunitaria,
nuestra relación con el mundo, etc., estén orientados por el Espíritu de Cristo y de su
evangelio. Jesús no habló concretamente más que de los problemas de los judíos de su
época, pero sí planteó un cierto esquema fundamental según el cual el discípulo de todos
los tiempos debe regir su vida. Y esos discípulos se encuentran a menudo con interrogantes
cuya respuesta directa e inmediata no está en las páginas de los evangelios ni en toda la
Biblia tomada en su conjunto. En fin, cuántas cuestiones que no aparecen directamente
en los evangelios porque hubieran sonado a anacronismo, y que, sin embargo, hoy son
problemas candentes de la Iglesia contemporánea. Y ahí está la tarea asignada al
Espíritu Santo, un Espíritu que no actúa mágicamente resolviendo nuestros conflictos
desde el cielo, sino que obra dentro de la misma Iglesia.
2. La instancia suprema
Así tuvo lugar aquella memorable reunión de la que tenemos las dos versiones, con matices
distintos, de Pablo en la citada carta y de Lucas en el texto de los Hechos. El Concilio llegó
a una conclusión común, expresada, según Lucas, en una carta que se redactó y que se
envió a la Iglesia de Antioquía. Pablo, por su parte, relata cómo los tres notables antes
citados, «reconocieron el don que Dios me dio. Esos hombres -sigue Pablo- considerados
como los principales, nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé, en señal de comunión:
nosotros iríamos hacia los paganos y ellos hacia los judíos». No nos interesa ahora
meternos de lleno en el conflicto surgido en la Iglesia, sino en la forma como se resolvió,
subrayando cierto detalle fundamental de la famosa carta en cuestión. Después de una
introducción en la que se recuerda el origen de la crisis, dice el texto: «Hemos decidido, el
Espíritu Santo y nosotros», continuando luego con la resolución del conflicto, o sea,
autorizar la conducta de Pablo e imponer a los neo-bautizados ciertas normas relativas a la
idolatría y a la fornicación.
Hoy también los cristianos debemos enfrentarnos con muchos problemas y situaciones que
no pueden ser resueltos por uno o por otro imponiendo su verdad sobre los demás. La
acción del Espíritu implica necesariamente un despojarnos de todo espíritu revanchista,
dejando a un lado prejuicios y formas autoritarias de pensar que transforman a menudo
a la Iglesia en un simple campo de batalla. No se trata de imponer nuestra verdad a los
adversarios... En el concilio de Jerusalén no triunfó ningún bando sobre el otro; más
aún: se buscó una fórmula conciliatoria que tuviese en cuenta los intereses de toda la
Iglesia, que evitase el escándalo de los débiles y que garantizase la libertad en el espíritu.
Todo ello no se logra sino con una actitud interna de sincera búsqueda de la verdad, cueste
lo que cueste.
3. EDIFICACIÓN ESPIRITUAL
¿Qué he aprendido en esta catequesis? ¿sueños tienes para ti? ¿Qué ideales
mueven tu vida?¿Cómo fortaleces tus ideales? ¿Qué ideales quisieras que se plasmaran
en tu sociedad? ¿Qué puedes hacer para ayudar a que se hagan realidad?
Momento de oración personal en silencio, luego oramos unos por otros y finalmente
hacemos la comunión espiritual diciendo con el Papa Francisco esta oración: “Creo, Jesús
mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre
todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese
recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti.
Amén”.
4. AVISOS PARROQUIALES
En este tiempo de pandemia tenemos que ser muy responsables con el saber guardar el
distanciamiento social, el uso de la mascarilla y el lavado de manos con gel. Sobre todo
debemos cuidar a nuestros abuelos y adultos mayores con mucho respeto y amor. Pero
también debemos perder el miedo a vivir la vida, se prudente ante el virus que puede matar
el cuerpo, pero no entres en el terror porque ese sí mata el alma, se valiente, ten ánimo,
redescubre tu comunidad y la vida que a través de ella te da el Señor. Te esperamos en las
misas de la parroquia donde guardamos todas las medidas de bioseguridad. Es tiempo de
vencer nuestros temores e intentemos volver con precaución a la reunión presencial de la
Pequeña Comunidad donde sea posible.
Por favor No olviden colaborar con sus diezmos con la Parroquia que falta
nos está haciendo y de verdad que nos están haciendo falta en este tiempo.
Les ruego y les invito a colaborar con el sostenimiento de la Parroquia.