7. El tiempo litúrgico
7. El tiempo litúrgico
7. El tiempo litúrgico
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA
LITURGIA FUNDAMENTAL
Tiempo de Adviento
Adviento
Es un período aproximado de cuatro y media semanas antes de la Navidad, en el que los
cristianos se preparan para celebrar la venida de Jesús. “Adviento” significa venida o llegada.
Se celebra con una mirada puesta en la triple venida de Jesús, según indicaba San Bernardo:
"Jesús vino" (nacido de la Virgen María), "viene" (hoy, en los signos de los tiempos), y
"vendrá" (con gloria, al final de la historia).
El Adviento es un tiempo de alegre espera: la espera de la llegada del Señor. Por eso los
cristianos escuchan en los textos y cantos palabras alusivas a la venida del Señor, en especial
las profecías de Isaías.
Las grandes figuras que la liturgia presenta en este período son el profeta Isaías, San Juan
Bautista, y la Virgen María.
Las fechas del Adviento se fijan en torno a las fechas que prepara, esto es, de la Navidad.
Siempre cuenta con cuatro domingos, aunque las semanas no sean completas. Empieza el
domingo cuarto anterior a la Navidad, que suele rondar desde el 27 de noviembre al 3 de
diciembre. Solamente si Navidad (25 de diciembre) es domingo, contará con las cuatro
semanas completas, pues siempre se cuentan los domingos anteriores a esta festividad.
Durante el tiempo de Adviento los sacerdotes utilizan vestiduras de color morado, como
color de penitencia, mostrando así que este tiempo es de preparación a la fiesta de la Navidad,
como también se hace en Cuaresma sobre la Pascua. Además, durante este tiempo no se dice
ni se canta el Gloria, ni adornar el templo con flores, como en los demás días de penitencia,
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aunque sí se conserva el canto del Aleluya antes de la proclamación del Evangelio, omisión
propia únicamente de la Cuaresma.
Sin embargo, llegados a la mitad del tiempo, en el tercer domingo, llamado antiguamente y
aun nombrado como “Gaudete”, que significa "Gozad" (nombre tomado de la versión latina
de la antífona de entrada propia de este día, Cf. Flp. 4, 4-5, "Estad alegres en el señor; os lo
repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca"), se
puede suavizar el color morado de las vestiduras con toques de blanco, utilizándose en este
día vestiduras de color rosa, si bien no es obligatorio, indicando así la alegría al acercarse ya
la festividad del nacimiento del Señor. También se puede adornar la iglesia con algunas
flores.
Dentro de este tiempo, con propiedad considerado muy vinculado a la Virgen María, se
celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción, patrona de la Infantería del Ejército
español y de algunos países de América, y en Estados Unidos, la solemnidad de su
patrona, Nuestra Señora de Guadalupe. Durante las solemnidades se omite la supresión del
Gloria y de los adornos florales.
Tiempo de Navidad
Pasadas las cuatro semanas de Adviento, la Iglesia católica celebra el Tiempo de Navidad, a
partir de esta solemnidad, el 25 de diciembre. Este tiempo se extiende desde las I Vísperas
de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, al atardecer del día 24, hasta las II Vísperas de
la Solemnidad del Bautismo del Señor, el domingo después de la Epifanía (6 de enero),
oscilando entre el 9 de enero y el 13 de enero, si epifanía oscila entre el 7 y el 8 de enero, el
Bautismo de Jesús se celebra el lunes siguiente a esta solemnidad oscilando entre el 8 y el 9
de enero.
La Navidad es una fiesta de gran importancia. Por su trascendencia, comunica la
manifestación de Dios, hecho hombre: a San José y la Virgen, a los pastores de Belén, a los
Reyes Magos y al mundo entero. Así, durante este tiempo, se celebran algunas fiestas que se
entremezclan entre la celebración, cosa impensable en Cuaresma o Pascua, como San
Esteban (26 de diciembre), San Juan Evangelista (27 de diciembre), Santos Inocentes (28 de
diciembre) o la Sagrada Familia (el domingo dentro de la octava de la Navidad, o el 30 de
diciembre si Navidad cayó en domingo).
La Iglesia católica continua conmemorando el nacimiento de Cristo y su manifestación a las
naciones (Epifanía) hasta el domingo siguiente, oscilando entre el 9 de enero y el 13 de enero,
si epifanía oscila entre 7 y el 8 de enero en que celebra la celebra la epifanía, la fiesta de su
Bautismo y comienzo de la vida pública se celebra el lunes siguiente a la Solemnidad de la
Epifanía, oscilando entre el 8 y el 9 de enero. Tras el tiempo de Navidad, sigue un periodo
de Tiempo Ordinario.
Tiempo de Cuaresma
La Cuaresma comprende días de preparación para la Pascua de Resurrección, que aunque
tradicionalmente han sido cuarenta, las reformas posteriores han hecho cambiar; actualmente
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empieza el Miércoles de Ceniza y termina al comenzar la Misa de la Cena del Señor en las
primeras horas de la tarde del Jueves Santo, totalizando 43 días y medio.
La Cuaresma incluye seis domingos, incluyendo el Domingo de Ramos y es un período de
liturgia penitencial: se utiliza ornamentos morados, a excepción del Domingo de Ramos que
es el rojo y las solemnidades más importantes que es el blanco, no se canta el Gloria ni
tampoco el Aleluya, tampoco se adorna el templo con flores y el órgano y demás
instrumentos callan, a no ser que sean para sostener básicamente el canto. Únicamente se
exceptúa el cuarto domingo, tradicionalmente llamado "Laetare" en el que se puede cambiar
de color al rosa (opcional, por la proximidad de la Pascua, mezcla entre el morado y el
blanco), se pueden poner algunas flores y usar instrumentos, pero sigue callado el Gloria y
por supuesto el Aleluya. También en las solemnidades y fiestas que coincidan -habitualmente
son dos importantes: San José y la Encarnación del Señor- pueden quitarse estos signos
penitenciales, empleando vestiduras blancas debido a la solemnidad de estas celebraciones,
aunque nunca usar el Aleluya, que callará hasta la noche de Pascua.
Semana Santa
Estos días se celebran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Es la celebración más
importante del año litúrgico. Comienza con el Domingo de Ramos y finaliza con el Domingo
de Pascua o Resurrección.
Domingo de Ramos de la Pasión del Señor
El Domingo de Ramos, último domingo de Cuaresma y que abre la Semana Santa, llamado
"de la Pasión del Señor", conmemora la Pasión de Cristo, usándose el color rojo debido a que
se celebra la Pasión del Señor y leyendo los textos de la misma. Previamente se celebra la
bendición de ramos, donde son bendecidos las palmas y ramos de olivo, que porta la gente
en procesión rememorando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Una vez concluida la
procesión, comienza la misa de Pasión. En la misma se lee el Evangelio de la Pasión del
Señor, lo cual a veces corre a cargo de tres personas: los textos en los que habla Jesús
corresponderían al sacerdote, otro lee como cronista, y los demás personajes por otro lector.
Es tradicional que las palmas se ricen y se adornen para la procesión. La celebración del
Domingo de Ramos comienza con la bendición de ramos, continúa con la procesión y
culmina con la misa de Pasión, siendo una celebración de gloria y de pasión al mismo tiempo.
Este día tiene dos perspectivas que se unen en una sola, el Triunfo de Cristo. Por un lado, la
entrada triunfal en Jerusalén donde es aclamado como rey. Por otro, al derramar su sangre y
morir en la cruz triunfó sobre el pecado. Por lo tanto, este es el significado del Domingo de
Ramos.
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el óleo de los enfermos, el santo crisma y el óleo de los catecúmenos. Aunque suele
celebrarse el Jueves Santo por la mañana, las características funcionales de esta celebración
permiten que sea trasladada a otros días del final de la Cuaresma. Toda la mañana de Jueves
Santo sigue siendo tiempo de Cuaresma, como se transluce de los textos de la Liturgia de las
Horas, que se recomienda encarecidamente celebrar con los fieles, en público.
La Cuaresma finaliza en la tarde del Jueves Santo en torno a las tres, antes de la celebración
de la misa vespertina de la cena del Señor.
Tiempo de Pascua
El tiempo de Pascua es el que conmemora la Resurrección del Señor: su paso de la muerte a
la vida (de ahí proviene la palabra Pascua, que significa "pasar"). Comienza estrictamente
con la fiesta de la Pascua de Resurrección, si bien se considera que ya el triduo Pascual, como
celebración de este paso, forma ya parte de este tiempo, aunque algunos liturgistas discrepen
al respecto.
La elección de la fecha de Pascua tiene como origen la consecución de las estaciones y de las
fases de la luna: así, se celebra en el rito romano el domingo posterior a la primera luna llena
de primavera. Si esta cae en domingo, siempre es al siguiente, con tal de no coincidir con
la Pascua judía, que se celebra el mismo día de la luna, según su calendario lunar. Siempre
se celebra en Domingo, según tradición apostólica. Así, puede tener lugar entre el 22 de
marzo y el 25 de abril.
Véase también el artículo Computus sobre el cálculo de la fecha de la Pascua.
Triduo Pascual
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a la celebración que tendrá lugar al día siguiente. No se imparte la bendición, pues la
celebración continúa el día siguiente. A partir de ahí, se impondrá la sobriedad y la tristeza
que marcarán los próximos días hasta el Domingo de Resurrección.
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El tiempo pascual o de Pascua se extenderá a lo largo de siete semanas (50 días). Los
cincuenta días después de Pascua se prolongan como un solo día de fiesta, como un solo gran
domingo. Durante todo este tiempo la Iglesia canta la alegría de Cristo Resucitado. Las
celebraciones son como un eco de lo que fue la noche de Pascua: se usan vestiduras blancas,
no se deja de cantar el Aleluya, se vuelve a usar el Gloria, durante la octava de Pascua -sus
primeros ocho días- cada día, y después, cada domingo. Se adornan los templos con muchas
flores, más que nunca, y se usa música y canto.
Hacia el final de este tiempo se celebrarán también la Ascensión y Pentecostés.
La Ascensión celebra el regreso del Cristo Resucitado a la casa de su Padre. Así, abre para
todos los cristianos el camino hacia el Padre Dios. Se confirma y manifiesta de manera
solemne a Jesucristo como Señor del Universo. Tradicionalmente se ha celebrado cuarenta
días después del Domingo de Resurrección, en jueves, si bien puede ser trasladada por
motivos pastorales al domingo siguiente.
La solemnidad de Pentecostés (que significa, cinquentena) cierra el tiempo pascual. Celebra
la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. La tradición rito romano afirma que Jesús
no deja abandonados a los suyos; al contrario, les envía los dones necesarios. En el Antiguo
Testamento era la fiesta de la cosecha. Según san Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, es
el día en que nace la Iglesia. Se celebra cincuenta días después del domingo de resurrección
(diez días después de la Ascensión), al octavo domingo de Pascua y con vestiduras rojas.
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Jesús, que se celebra el viernes después de la antigua octava de Corpus, por tanto, la semana
después de esta fiesta.
Otras fiestas se desarrollan en el tiempo ordinario, como la de San Juan Bautista, Santiago
Apóstol o la Asunción de la Virgen, entre otras. En este tiempo, tienen mayor preferencia
estas celebraciones sobre incluso los domingos, puesto que no se celebra en concreto ningún
acontecimiento singular de la historia de Salvación, si bien, cada domingo sigue
conmemorándose, desde tiempos apostólicos, la resurrección de Cristo.
El año litúrgico finaliza con la celebración de la solemnidad de Cristo Rey, con un sentido
claramente escatológico, es decir, con la esperanza en la vida eterna.
Otro camino para analizar las actividades de la Iglesia consiste en plantearlo desde el correcto
entendimiento de la liturgia y sus consecuencias prácticas. Este acercamiento nos ayuda, con
un punto de vista diferente, a organizar el programa arquitectónico para el diseño de una
parroquia.
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Acudiremos entonces al concepto de liturgia que presentó el Concilio Vaticano II en su
constitución Sacrosantum Concilium (SC ) (PABLO, Obispo de la Iglesia Católica, 1963)
hace cincuenta años. La constitución sc se completó para su aplicación con tres instrucciones
básicas:
Tres Abhinc Annos (TAA ) (Sagrada Congregación de Ritos, 1967) del 4 de mayo de 1967,
Hubo otra instrucción, Eucharisticum Mysterium (EM ) (Sagrada Congregación para el Culto,
1967) del 13 de abril de 1967, sobre la eucaristía.
Los sacramentos (siete), entre los cuales sobresale la eucaristía y su culto, La liturgia del
tiempo: las horas, el año litúrgico, y Otros actos de culto: devociones bendiciones (pues no se
deben descuidar las devociones y costumbres de la religiosidad popular).
La celebración de la liturgia está descrita y normada en textos y ritos que encontramos en los
libros especiales: misal, rituales, leccionarios, pontifical, liturgia de las horas, año litúrgico,
calendario, ordos, ceremonial, bendicional, entre otros. Atender con cuidado las
introducciones y observaciones iniciales que explican los ritos en todos estos textos.
Esta condición es crucial para tener una lista completa de las actividades y requerimientos de
los usuarios.
Ahora bien, ¿qué es lo que, en esencia, nos dicen los documentos sobre la liturgia y su papel
en la vida cristiana?
“La celebración litúrgica es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala otra
acción de la iglesia…” (SC, 7).
“El fin de la reforma de los ritos es la promoción de una acción pastoral, cuyo culmen y
fuente es la liturgia, y la vivencia del misterio pascual de Cristo…” (LI, 3ª instr.).
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“Para actualizar el misterio pascual, Cristo está siempre presente en la Iglesia, sobre todo en
las acciones litúrgicas […] El primer principio es la actualización del misterio pascual en la
liturgia, centro de la vida de la Iglesia y prenda de la Pascua eterna […]”.
“Los sacramentos y los sacramentales reciben su poder del misterio pascual” (SC, 61).
“Las maravillas que se anuncian [en la palabra de Dios] tienen su punto culminante en el
misterio pascual, cuyo memorial es celebrado en la misa” (EM, 10).
“La misa es además de sacrificio, memorial de la muerte y resurrección del Señor, que dijo:
‘Hagan esto en memoria mía’ (LC. 28, 19)” (EM, 3).
“En la liturgia, los signos sacramentales eficaces ocupan ahora el lugar que tuvieron las
intervenciones divinas, las hazañas y prodigios del Antiguo Testamento, y las palabras y
hechos del Nuevo Testamento” (cf. SC, 5-8 y LG, 70).
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consumada en la Cruz. Es un sacrificio que no se celebra en un altar o en un templo en el
sentido judío o pagano. Por mejor decir, sacrificio, altar y templo alcanzan en Cristo el
cumplimiento de lo que sólo era figura en la antigua disposición, pues Jesús por medio de
obediencia «entró en el templo», esto es, mediante la muerte y la resurrección «pasó» al Padre
en ofrenda de sí mismo. Su sacrificio consiste en su Pascua: immolatus iam non moritur, sed
semper vivit occissus.
Se establece así el criterio del nuevo culto, que ya no puede ser dar algo, sino darse a sí
mismo. Pero el hombre nada puede dar a Dios de sí mismo. «El sacrificio cristiano no consiste
en que le damos a Dios algo que sin ello no podría tener, sino que recibimos lo que nos da.
El sacrificio cristiano consiste en dejar que Dios haga algo en nosotros» 17. Lo que ha hecho
el Padre es darnos al Hijo. Jesús asume la representación vicaria del hombre ante Dios y se
ofrece incorporando a los suyos en su Pascua celebrada en el templo de su cuerpo. Su cuerpo
glorificado es ahora el «lugar» del culto «espiritual», culto que la Iglesia realiza mediante su
conformación con la Pascua del Señor. Esta conformación sucede en la Iglesia de dos modos,
existencial y litúrgico.
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3.13. EL CULTO MANIFESTACIÓN DE LA IGLESIA 3.14. CONFESAR LA FE DE
LA IGLESIA
La Iglesia, «qahal Yahve» permanentemente convocado en Cristo y en su Espíritu
La historia de la salvación es la convocación progresiva de la humanidad por Dios que
comienza con la creación, continúa con Abraham y el Pueblo de Israel. Llegada la plenitud
de los tiempos, Dios llama a los hombres por medio de su Palabra encarnada, y sella esta
convocación con la nueva alianza en la sangre de su Hijo. La Iglesia es el verdadero qahal
Yahve que no espera otra llamada ulterior hasta la recapitulación de todo en Cristo. Ha sido
convocada de una vez para siempre en la Pascua o «paso» de Jesús al Padre y congregada
por el Espíritu Santo en Pentecostés.
La dimensión convocante del misterio pascual se advierte ante todo en la última Cena, como
signo profético y anticipador de la Pascua de Jesús. En la Cena se cumple lo anunciado por
los profetas sobre un nuevo pacto. En ella están los elementos esenciales de la Alianza: el
cordero, la pascua, el pueblo de Dios. Jesús es el verdadero Cordero pascual «que quita los
pecados del mundo» (Jn 1,29); es el Siervo de Yahvé que asume vicariamente la iniquidad
de los hombres, redime a la humanidad e instituye el sacramento de su Sacrificio y el
Banquete en que se come la definitiva y verdadera comida pascual. La historia de Israel ha
alcanzado ahora su plenitud. El Sinaí había sido un presagio que se hace totalmente real en
el costado atravesado del Señor, del que manó la sangre y el agua que convocan radicalmente
al nuevo Pueblo.
En cierto modo, el acto de convocación, el misterio pascual, y la congregación en acto, la
ekklesìa, son contemporáneos durante toda la historia. En frase sugerente, dice Juan de Sto.
Tomás que Jesús, consagrando la primera eucaristía en la última Cena, preveía y consagraba
anticipadamente, por medio del ministerio apostólico, todas las eucaristías hasta el fin de los
tiempos 22. Lo que significa que nosotros propiamente no «hacemos» la eucaristía; más bien,
la Iglesia recibe y se une a lo que Dios nos ha dado de una vez (ephápax) para siempre en la
ofrenda de Cristo. Todas las celebraciones hasta la parusía son la única Eucaristía, la única
celebración del Cristo pascual, contemporáneo a todos los fieles de todos los tiempos y
lugares que se hace presente en la tierra bajo signos hasta la consumación de la historia 23.
La Iglesia, por tanto, está vinculada a un acontecimiento dado para siempre, la Pascua de
Jesús, que la distingue de cualquier otra comunidad religiosa y que une a sus miembros con
su Señor y entre sí, como figura anticipada del definitivo banquete nupcial entre Dios y los
hombres 24.
Además, el Espíritu del Hijo enviado de parte del Padre, desciende sobre la entera Iglesia en
Pentecostés, y la consagra mediante el «sello» del Espíritu con la unción sacerdotal con que
Cristo fue ungido (cfr. 2 Co 1,21-22; Ef 1,13- 14) 25. Por el don del Espíritu, el nuevo Pueblo
existe como Cuerpo sacerdotal y Templo ungido para el culto, aun estando sus miembros
repartidos por todo el orbe, sin límites en el espacio ni en el tiempo, en el cielo y en la tierra.
La Iglesia no existe como comunidad cultual sólo cuando se reúne en asamblea litúrgica para
después desaparecer. Aunque no esté formalmente reunida, la Iglesia vive en «estado de
asamblea» cultual que abarca cielo y tierra, convocada para siempre por la Pascua del Señor.
Todo ella es «un solo Cristo que ama al Padre» (san Agustín).
La actividad sacerdotal de la Iglesia, por tanto, no acontece sólo en las estrictas acciones
litúrgicas. Conformada con el misterio pascual por el Bautismo, puede la Iglesia ofrecer su
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existencia redimida al Padre en otras diversas dimensiones del culto «espiritual»: kérygma,
didascalia, diaconía, la entrega y testimonio cotidiano de los cristianos, etc.
Los Doce son «los gérmenes del nuevo Israel», depositarios de la Nueva Alianza que se
realiza en la Sangre, y a la vez son «el origen de la sagrada jerarquía» (cfr. AG, n. 5), primeros
responsables del don de Cristo, constituidos para representar el sacerdocio de la Cabeza en
función de la Eucaristía. Por eso, desde el día de Pentecostés la Iglesia nunca ha dejado de
reunirse en asamblea litúrgica para celebrar el misterio pascual (cfr. S, n. 6); concretamente
«[el domingo], los fieles deben reunirse en asamblea [in unum convenire] a fin de escuchar
la palabra de Dios y participar en la eucaristía» (SC, n. 106).
En efecto, gracias a la Encarnación del Hijo y a la unción plena del Espíritu, la naturaleza
humana, por el verdadero sacrificio pascual, es introducida a la comunión misma del
Dios trinitario. La liturgia cristiana, instituida por Cristo y hecha posible por el don del
Espíritu, será siempre presencia, participación en este acontecimiento definitivo, por el
que el hombre es introducido a la plena comunión con la Santísima Trinidad: con el
Padre, en el Hijo, por el Espíritu.
Del mismo modo, la celebración litúrgica de los sacramentos no sólo anuncia con
palabras las maravillas realizadas por el Dios trinitario, sino que hacen presente la obra
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de salvación. En el Bautismo, por ejemplo, los hombres son injertados en el misterio
pascual de Jesucristo: mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él; reciben
el espíritu de adopción …" (SC 6). Del mismo modo, en la Eucaristía se hace de nuevo
presente el sacrificio pascual de Jesucristo, introduciendo al hombre, por obra misteriosa
del Espíritu, en una comunión real con el Hijo y con el Padre (cf. 1Jn 1,3).
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