Formación para padres y padrinos (cofirmando)

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SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

FORMACIÓN PARA PAPÁS Y PADRINOS (Confirmando)

OBJETIVO: Concientizar a los papás, padrinos y comunidad en general de los compromisos y


exigencias que con la Confirmación adquieren, para responder cristianamente a ellos.

En nuestro ambiente hay una costumbre muy arraigada de "hacer compadres", de que a través del
"compadrazgo" se crean lazos muy fuertes de solidaridad y de relaciones humanas.
Lamentablemente hemos ido perdiendo el sentido de relación entre el padrino y el ahijado.
Podemos aprovechar esta manera de vivir de nuestro pueblo para que los papás y los padrinos del
adolescente que se va a confirmar tomen conciencia de su compromiso con el hijo y ahijado, y que
el compadrazgo no se convierta en mera conveniencia social y económica, sino en una relación de
compromiso cristiano.
¿Cómo hablar claramente de las cualidades que deben de tener los padrinos si ya están escogidos?
¿Cuándo se puede decir que un papá es responsable de la fe que se fortalece en su hijo por la
Confirmación? ¿Qué diferencias hay del trato entre padrinos y ahijados de antes y de ahora?
¿Qué compromisos contrae el padrino con el ahijado y con el compadre? ¿Qué le corresponde a la
demás gente de la comunidad?
Los padres de familia son los primeros y principales responsables de "formar a sus hijos en la fe y
en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo" (CDC 774.2), y es tarea de
ambos "alimentar la vida que Dios les ha confiado" (CIC 1251); en este sentido se podría decir que
la celebración de los sacramentos tiene una dimensión marcadamente familiar, y es que la familia
es la comunidad privilegiada para la transmisión y la educación de la fe (ver CT 62 ).

Los papás deben facilitar el "despertar religioso" de sus hijos, iniciarlos en la oración personal y
comunitaria, educarlos en la conciencia moral, acompañarlos en el desarrollo del sentido del amor
humano, del trabajo, de la convivencia y del compromiso en el mundo, dentro de una perspectiva
cristiana. Los papás, más que transmitir contenidos, introducen a sus hijos, y en especial a los más
pequeños, en un ambiente de vida propio de una familia cristiana. Lamentablemente, en nuestro
ambiente, muchos padres de familia piden los sacramentos para sus hijos sólo por tradición,
porque se acostumbra, pero no por una decisión de seguir a Jesucristo en sus vidas.

Es muy recomendable que quien se va a confirmar tenga un padrino a quien le corresponde procurar
que su ahijado: "Se comporte como un verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las
obligaciones inherentes al sacramento" (CDC 892). Es conveniente que se escoja como padrino de
la confirmación a quien asumió esa responsabilidad en el bautismo del adolescente que se confirmará
(ver CDC 893.2;CIC 1311).

El padrino o madrina comparten responsablemente con los papás todos los compromisos y
exigencias que de la Confirmación; (ver CDC 774.2), especialmente, son invitados a preocuparse y
actuar, junto con los papás, por la educación cristiana de su ahijado. Pueden verse obligados, en
ciertos casos, a reemplazar a los papás en esta tarea. Ocupan un lugar importante en el espíritu y
ambiente familiar. Tristemente, los padrinos o madrinas han perdido mucho del sentido de ser
representantes de la comunidad cristiana que garantizan, junto con los papás, la educación e
iniciación progresiva del ahijado en la vivencia de la fe dentro de la comunidad eclesial.
Con frecuencia notamos que se da más importancia al "compadre" o la "comadre" por las
relaciones, apoyo económico o influencia que al mismo ahijado en la tarea de educarlo
cristianamente.
De ahí que la Iglesia pide ciertas cualidades o características para que alguien pueda ser invitado de
padrino o madrina. Cualidades que se pueden sintetizar así:
Ser elegido por los papás del niño, a quienes faltando éstos ocupan su lugar (ver CDC 874.1).
Debe tener la suficiente madurez para cumplir esta responsabilidad (ver CDC 874.2).
Ser católico y haber recibido los tres sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo,
Confirmación y Eucaristía (ver CDC 874.3).
No estar impedido por el derecho canónico para cumplir con esta obligación (ver CDC 874.4).
No ser el papá o la mamá de quien se confirmará (ver CDC 874.5).
Tener una vida moral ejemplar. Los padrinos deben ser modelos de vida cristiana (Ejemplo).
Ser capaz de cumplir con sus responsabilidades espirituales (ir a la iglesia…).

Dialogo:
¿QUÉ VIERON EN LAS PERSONAS QUE ESCOGIERON COMO PADRINOS?
¿LOS CONSIDERAN EJEMPLOS DE VIDA CRISTIANA Y SOCIAL?
¿LOS VEN QUE VIENEN A LA IGLESIA?
¿VEN QUE SON PERSONAS COMPROMETIDAS EN LA IGLESIA O SOLO CAMINAN POR LAS ORILLAS,
SINO VIENEN A LA IGLESIA Y SI NO SE COMPROMETEN QUÉ EJEMPLO TE VAN A DAR?
¿QUÉ LE PIDEN A SUS (COMPADRES-PADRINOS)?
¿SE COMPROMETEN ANTE DIOS, LA IGLESIA, SUS PADRES Y PADRINOS A CONTINUAR EN PASTORAL
JUVENIL O EN ALGÚN OTRO MOVIMIENTO?

Después de recibir la Confirmación, los jóvenes son llamados a continuar creciendo en su fe y a vivir
como auténticos discípulos de Cristo. Aquí hay algunas sugerencias sobre qué pueden hacer:

Participar regularmente en la Eucaristía y los sacramentos.


Unirse a grupos juveniles o comunidades parroquiales.
Leer la Biblia y otros textos espirituales para fortalecer su relación con Dios.
Mostrar con sus acciones los valores cristianos: amor, perdón, solidaridad y humildad.
Ayudar a los demás, especialmente a los más necesitados, a través de obras de caridad.
Ser ejemplo en sus familias, escuelas y comunidades.
Ofrecerse como voluntarios en actividades de la parroquia (catequesis, misiones, eventos).
Participar en proyectos sociales, como apoyo a los pobres, cuidado del medio ambiente, etc.
Asistir a talleres, retiros y cursos para jóvenes sobre temas espirituales y éticos.
Buscar orientación espiritual para discernir su vocación y los planes de Dios para ellos.
Establecer un hábito de oración diaria.
Practicar la meditación y el silencio para escuchar la voz de Dios.

La Confirmación no es el final de su camino en la fe, sino un paso que los fortalece para asumir
su papel como miembros activos de la Iglesia.

Se retiran los jóvenes…


Ser invitado a ser padrino de alguien, además de ser motivo de alegría implica un replantear la
manera como asumo en la vida diaria mi fe, un hacer una pausa en el camino, para avanzar con
nuevos bríos decididamente hacia la construcción del Reino de Dios en nuestro tiempo y lugar.

Papás y padrinos, facilitadores del proceso de crecimiento de sus hijos y ahijados.


En ningún lugar aprenderemos la importantísima tarea de ser papás sino en la vida misma del padre
de familia. Leamos con atención lo que nos dice un gran pensador al tocar el tema de los hijos:

"Sus hijos no son de ustedes. Son los hijos y las hijas del aliento de la Vida. Llegan a través de ustedes,
pero no son realmente suyos. Y aunque están con ustedes, no les pertenecen.
“Podrán darles su amor, pero no sus pensamientos, porque sus hijos tienen pensamientos propios”.
“Podrán albergar sus cuerpos, pero no sus almas, porque sus almas habitan en la casa del mañana,
que ustedes no pueden visitar, ni siquiera en sueños”.
“Podrán, cuando mucho, parecerse a ellos; mas no traten de hacerlos semejantes a ustedes”.
No hacer fotocopias a sus hijos, es dejarlos ser auténticos.

Ustedes son los arcos para que sus hijos, flechas vivientes, se lancen al espacio.
Los papás transmitimos la vida, que viene de Dios, a nuestros hijos, y por lo tanto, debemos alimentar
la vida que Dios nos ha confiado y facilitar su proceso de convertirse en personas (ver CIC 1251, 2221).
Debemos mirar a nuestros hijos, como a hijos de Dios y respetarlos como a personas humanas (ver
CIC 2222). Y, día con día; reconocernos como los primeros y principales facilitadores de su proceso
de crecimiento integral (ver CIC 2223; GS 3). Desde el ambiente del hogar, en un clima de amor, los
hijos aprenden, junto con sus papás, valores humanos y cristianos que son el fundamento para el
camino de su vida (ver CIC 2223).
Educar es informar. Es decir, propiciar por todos los medios que se tengan, los conocimientos
indispensables para el desarrollo integral de nuestros hijos. Educar es motivar. Es la relación que
existe entre las necesidades de nuestros hijos y los satisfactores que le proporcionemos para dichas
necesidades (ver CIC 2228).
Para que exista motivación para el desarrollo integral de nuestros hijos, deberán existir satisfactores
para todas las áreas de la persona. Las palabras que dirigimos a nuestros hijos les impulsan y mueven
en el camino de su vida; sin embargo, la mejor motivación es el testimonio que ellos ven en sus papás
(ver CIC 2223), la coherencia entre las palabras, actitudes, gestos, silencios y conductas.

Educar es formar en la libertad. Dios nos creó libres. Perdimos la libertad y por Cristo Jesús la hemos
recuperado. Dios respeta nuestra libertad corriendo el riesgo de que podamos usarla
inadecuadamente y equivocarnos; nos concede todos los medios para nuestro crecimiento y espera
nuestra respuesta. He aquí el camino a seguir como papás de nuestros hijos: aprendimos a caminar,
caminando; aprendemos a usar adecuadamente nuestra libertad cuando contamos con ella, en
compañía de nuestros papás y tenemos la suficiente información sobre las alternativas que tenemos
en la vida y las consecuencias de nuestras decisiones (ver CIC 2230). Pero educar es, ante todo,
facilitar. Los papás no son dueños de la vida de sus hijos, les han sido confiados por Dios, pues sus
hijos, no son sus sino de Él. Los papás no son directores de la vida de sus hijos, a lo más podemos
acompañarlos en el camino de su vida. Los papás no somos maestros de las actitudes de sus hijos; si
se esfuerzan podrán ser sus amigos. Lo que sí pueden ser, es convertirse en los facilitadores de su
proceso de crecimiento integral como personas, como hijos de Dios, como hombres y mujeres en
plenitud, como seres felices. Pero, entendámoslo bien, solamente facilitadores.
Un padre de familia facilitador, es aquel que pone todo lo que está a su alcance para que su hijo
crezca, se desarrolle y logre los objetivos que él mismo, es decir su hijo, se ha planteado. Es aquel
padre de familia que permite que salga del interior de hijo y se manifieste todo el valioso potencial
que lleva dentro. Es aquel padre de familia que impulsa, alienta, acompaña en todos y cada uno de
los momentos de la vida de su hijo.

Características del proceso de ser facilitadores:

El mutuo dar y recibir. En la relación entre papás e hijos, todos y cada uno de acuerdo a sus
posibilidades, tiene algo que dar y mucho que recibir. Existen hijos que dan lecciones de fe (van más
los hijos a la iglesia que los padres y padrinos), de responsabilidad, solidaridad y preocupación social
a sus mismos papás.

La autoridad como servicio. Indudablemente, los papás gozan de autoridad en relación con sus hijos,
pero esto no debe confundirse con "autoritarismo" sino convertirse en un servicio y una prueba más
de amor a sus hijos.
La confianza. A mayor confianza mutua en la relación con nuestros hijos, mayor posibilidad de
acompañamiento y enriquecimiento en el proceso de crecimiento como personas.
La presencia. Ante todo, para poder acompañar y facilitar el crecimiento y superación de nuestros
hijos, ambos, papá, mamá y padrinos, debemos estar presentes en su vida. A veces nos preocupamos
más por la cantidad de tiempo que podemos pasar con ellos, que por la calidad con que vivimos
juntos ese tiempo, por pequeño que sea. Tanto para la procreación de un hijo como para facilitar su
crecimiento es necesaria la participación de papá y mamá y los padrinos no desaparecer…
La comunicación. No sólo debemos estar presentes, sino aprender a comunicarnos con ellos;
evitando la equivocada idea de que ellos son los que deben aprender a comunicarse a nuestro modo.
Comunicarse implica: momentos en los que yo hablo, pero también momentos en los que escucho
con toda mi atención; aprender a comunicar no sólo con mi voz sino con todo mi ser (gestos,
posturas, etc.); encontrar el momento y lugar adecuados; y, muy importante, ser sincero y leal.

CONOCER LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO PARA QUE, COMO FAMILIA, DESCUBRIR EN ELLOS UN
CAMINO DE VIDA QUE DIOS NOS REGALA Y POR EL CUAL CAMINAREMOS CON JESÚS.

La mayoría de las familias se conforman con "mandar" a sus hijos adolescentes a la catequesis para
que se "preparen" para confirmarse, pensando que con esto "ya cumplieron". Esta forma de pensar
se encuentra muy arraigada entre nuestro pueblo, debido en parte a que faltaban verdaderos
procesos ordenados y progresivos que atendieran las distintas edades y situaciones de la vida.

En esta sesión deberá motivarlos para vivir en familia los dones del Espíritu Santo. "La familia
cristiana es una comunión de personas, signo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el
Espíritu Santo" (CIC 2205). El Espíritu que une al Padre y al Hijo en una relación de amor, también
une en el sacramento del matrimonio a los esposos y los hace participar del amor divino. Es el
Espíritu Santo quien, a través del sacramento del matrimonio, da a los esposos como regalo "el
corazón nuevo y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos ha amado" (FC 1 3).
Lamentablemente, en ocasiones, nuestra familia se encierra en prácticas religiosas estériles, frías y
rutinarias, ya que sólo queremos evitar el reproche divino. A esto, podemos llamarlo egoísmo (ver
Gal 5, 1-12). Quien ha recibido al Espíritu Santo no se preocupa por no pecar, sino por amar.
Meditemos:
La sabiduría, que da el gusto por las cosas divinas.

El entendimiento, que ayuda a la familia a descubrir el designio de Dios sobre si y sobre cada uno de
sus miembros.

El consejo, que ilumina a los padres de familia en las decisiones que se deben de tomar para el bien
de todos, para vivir según el plan de Dios la paternidad y la maternidad responsables, para la
educación de los hijos, etc.

La fortaleza, para afrontar las inevitables pruebas de la vida, en un camino de ascender hacia la
santidad.
La ciencia, para que Dios sea puesto siempre en primer lugar en la familia y se valoren las cosas y los
acontecimientos a su luz.

La piedad, que conduce a la oración, a la unión con Dios y al amor hacia el prójimo.

El temor de Dios, que ayuda a creer en su amor misericordioso.

Los siete dones del Espíritu Santo, pertenecen en plenitud a Cristo, y, en nosotros completan y llevan
a su perfección nuestra disposición habitual y firme por hacer el bien y nos hacen dóciles a obedecer
con prontitud a las inspiraciones divinas (ver CIC 1831, 1833).
Como familia (papás y padrinos) elaboremos un compromiso; ¿Qué vamos a empezar a hacer desde
ahora para facilitar la vivencia de los dones que el Espíritu Santo nos regala?

Es entonces, en nuestra familia, donde todos nosotros aprenderemos a vivir el sacramento de la


Confirmación plenamente, creciendo como personas "en la solidaridad y las responsabilidades
comunitarias" (CIC 2224).

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