ODONNELL El Estado burocrático autoritario
ODONNELL El Estado burocrático autoritario
ODONNELL El Estado burocrático autoritario
O’DONNELL, Guillermo
Antecedentes teóricos e históricos para el estudio del Estado
Burocrático Autoritario
1. Sobre el Estado capitalista y temas conexos
El Estado BA es un tipo de Estado de una sociedad capitalista.
a. Estado y aparato estatal
El Estado capitalista es garante y organizador de las relaciones sociales
capitalistas y, por lo tanto, de la dominación que ellas concretan. El Estado
no es garante de la burguesía, sino del conjunto de la relación que la
establece como clase dominante. Pero, en términos de los sujetos sociales
concretos que son portadores de esas (y otras) relaciones, el Estado es
también, derivadamente, un conjunto de aparatos o instituciones. Sus
instituciones son un momento objetivado del proceso global de producción y
circulación del poder.
b. Nación
Por su parte, la nación es el arco englobante de solidaridades que postula la
homogeneidad de un “nosotros” frente al “ellos” de otras naciones.
c. Gobierno y régimen
Un régimen es un conjunto de patrones realmente vigentes que establecen
las modalidades de reclutamiento y acceso a los roles gubernamentales, así
como los criterios de representación en base a los cuales se formulan
expectativas de acceso a dichos roles. El conjunto de esos roles es el
gobierno.
2. Dependencia y desborde transnacionalizante de la sociedad
Después de la segunda guerra mundial nuestros países conservaron sus
vinculaciones con el mercado mundial a través de exportaciones de
productos primarios, pero estas actividades quedaron subordinadas a la
expansión de las empresas transnacionales (ETS). Ellas son dinámicas
impulsoras de la transnacionalización del capital, el que, como consecuencia
de ese patrón, acentuó sus características oligopólicas, a nivel mundial y
dentro de cada mercado. La novedad fue que los mercados internos de los
capitalismos periféricos pasaron a ser ámbito directo de acumulación de
capital para las ETS.
Esos trasplantes del capital transnacional se convirtieron en las unidades
económicas más dinámicas y rentables de los países en que se insertaron.
Saltando barreras aduaneras y cambiarias, convirtiéndose así en
productoras directas en y para los mercados de la periferia, las ETS se
adaptaron, a partir de la crisis del ‘30 y sobre todo de la segunda guerra
mundial, a políticas proteccionistas que implicaban la parcelación de
mercados por los Estados nacionales. De esto resultó una sociedad
capitalista cuyas características la definen como un original producto
histórico.
Es un capitalismo dependiente, porque su funcionamiento “normal” entraña
un decisivo papel del capital transnacional y porque la acumulación en su
mercado no cierra allí, sino que es un grifo abierto hacia los grandes centros
del capitalismo mundial. Pero es también un capitalismo extensamente
industrializado, aunque tardío y dependiente. De esta manera se generó en
la periferia capitalista una estructura y un “estilo de desarrollo” que imita al
de los centros del capitalismo mundial. Dado esto, es elemental que la
tecnología en uso sea el factor diferenciador entre el centro y la periferia. La
subordinación estratégica de las filiales de las ETS a sus matrices no les
permite desplegarse como una burguesía que tiene su ámbito principal en
un mercado nacional. Por su parte, el capital propiamente local no puede
tampoco, por imperio del mismo proceso de recreación y subordinación
descripto, convertirse en tal burguesía nacional.
3. Sobre crisis económicas
¿Cómo se sabe cuándo la situación de una economía capitalista es
“satisfactoria”? Pues bien, los capitalistas tienen una tasa de ganancias que
consideran satisfactoria; esas ganancias se convierten en nuevas
inversiones; y se puede predecir que estas condiciones se mantendrán o
mejorarán. El funcionamiento normal de una economía depende en gran
medida de que su situación sea juzgada satisfactoria por sus actores de
mayor peso, teniendo en cuenta la estructura económica fuertemente
oligopolizada que caracteriza nuestras sociedades. Una crisis económica se
relaciona con pronunciadas fluctuaciones en el crecimiento agregado de la
economía; fuertes traslaciones intersectoriales del ingreso; alta inflación;
déficit de balanza de pagos; suspensión de inversiones directas y préstamos
externos a largo plazo; tendencia a la baja de la inversión privada; e
importantes déficits fiscales.
4. Crisis políticas, crisis del Estado y crisis de la dominación social
Si la crisis económica era alarmante, es preciso comprender que, además,
era penetrada con una no menos profunda crisis política, signada por la
expansión de un sector popular urbano que abarcaba a una clase obrera
numerosa y geográficamente concentrada. Esa crisis implicaba que no sólo
no se satisfacían las condiciones generales de funcionamiento normal de la
economía sino también que se podía llegar a la terminación del propio
capitalismo. Este riesgo fue determinante no sólo para la implantación del
EBA sino también para sus características de exclusión en diversos planos.
En este punto, es necesario considerar el principal y más profundo tipo de
crisis, que denominaremos crisis social o crisis de hegemonía. Es una
crisis del fundamento de la sociedad (incluyendo al Estado), de las
relaciones sociales que constituyen a las clases y sus formas de
articulación. Esto es, se trata de la aparición de comportamientos y
abstenciones de clases subordinadas que ya no se ajustan (regular y
habitualmente) a la reproducción de las relaciones sociales centrales en
una sociedad capitalista. Rebeldía, subversión, desorden, indisciplina
laboral, son términos que hacen referencia a situaciones en las que aparece
amenazada la continuidad de prácticas y actitudes, antes descontadas
como “naturales”, de clases y sectores subordinados.
Este nivel de crisis apareció tenuemente en la Argentina previa a 1966 y
fue un componente decisivo para la implantación del EBA. En el caso
argentino previo a 1966 confluían crisis de gobierno, de régimen y de
acumulación, y comenzaban incipientes impugnaciones de la dominación
celular (dando lugar a una crisis social o de hegemonía). Así, la
implantación del EBA es una reacción tanto más drástica cuanto más
intensos son los temores que se han despertado en el periodo que lo
precede.
La especificidad del EBA respecto a otros Estados autoritarios es que aquél
surge como crispada reacción de las clases dominantes y sus aliados ante
una crisis que tiene en su tejido histórico un actor fundamental: un sector
popular (incluyendo la clase obrera de estos capitalismos extensamente
industrializados) políticamente activo y relativa, pero crecientemente,
autonomizado respecto de las clases dominantes. Quienes llevan adelante
la implantación del EBA coinciden, pues, en que el requisito principal para
extirpar la crisis es subordinar y controlar estrictamente al sector popular,
revertir la tendencia autonomizante de sus organizaciones de clase y
eliminar sus expresiones en la arena política.
5. El Estado Burocrático-Autoritario (BA)
El BA es un tipo de Estado autoritario cuyas principales características son:
1) Es el garante y organizador de la dominación ejercida a través de una
estructura de clases subordinada a las fracciones superiores de una
burguesía altamente oligopólica y transnacionalizada.
2) Institucionalmente, es un conjunto de organizaciones en el que
adquieren peso decisivo las especializadas en la coacción, así como
las que intentan llevar a cabo la “normalización” de la economía.
3) Es un sistema de exclusión política de un sector popular previamente
activado.
4) Dicha exclusión trae aparejada la supresión de la ciudadanía y de la
democracia política. La prohibición de lo popular.
5) Es también un sistema de exclusión económica del sector popular.
6) Corresponde a, y promueve, una mayor transnacionalización que
entraña un nuevo desborde de la sociedad respecto del ámbito
territorial y de relaciones sociales que ese Estado pretende acotar.
7) Ese nuevo desborde de la sociedad corresponde, en una dirección
inversa, a un encogimiento de la nación.
8) Desde sus instituciones se llevan a cabo sistemáticos intentos de
“despolitizar” el tratamiento de cuestiones sociales, cometiéndolas a
los que se proclama son criterios neutros y objetivos de racionalidad
técnica.
9) Su régimen implica el cierre de canales democráticos de acceso al
gobierno y de los criterios de representación popular o de clase.
Paternalistas, liberales y normalización económica
1. Nuevos acomodamientos entre paternalistas y liberales
Pocas personas podían presentar antecedentes tan indiscutibles como
Krieger Vasena, de pertenencia al establishment del gran capital. Su
designación fue el resultado de un verdadero plebiscito de la gran burguesía
y sus voceros. La reforma de los ministerios los había reducido a cinco. El
que ocupaba Krieger Vasena era un verdadero imperio. Con él, las
fracciones más dinámicas ocupaban buena parte del aparato civil del
Estado.
Los paternalistas afirmaban que “la política es conflicto de facciones,
expresión de intereses parcializados, confusión, desorden y, en definitiva,
un atentado contra la integración y armonía sociales tan caras a esta
ideología”. Por eso, la Revolución Argentina no hacía política ni podía
plantearse una “salida política” que sólo ocurriría mucho más tarde. Por eso,
la “política de la Revolución” sería, en la primera etapa, ordenamiento y
comienzo de la “transformación”: lograr paz social, estabilidad económica,
modernización e integración física del país, racionalización de la
administración pública y creación de las bases de respeto a la autoridad.
Esta primera etapa es el “tiempo económico” que más tarde daría lugar al
“tiempo social”. En este marco, al tiempo que los liberales conquistaban el
aparato económico del Estado, los paternalistas reducían su papel a
conservar el “orden” que permitiría cumplir un “tiempo económico” a cargo
de los liberales que habían logrado el control de la política económica y
social. Quedaba en manos de los paternalistas reprimir y cargar con los
costos consiguientes.
Lo fundamental es que no hay EBA viable sin normalización de la
económica, y que ésta requiere un papel protagónico y sostenido del gran
capital local y transnacional. Debido a su arcaica ideología y a que flotan
enquistados en el aparato estatal sin verdaderos soportes en la sociedad,
los paternalistas no tienen otra posibilidad que hacer la política económica
del gran capital. Para sobrevivir enquistados en un EBA, tanto paternalistas
como nacionalistas, su política económica sólo puede ser dejar que la hagan
los liberales.
2. La gran derrota sindical
Después de iniciales ilusiones, los sindicatos se vieron empujados hacia la
oposición. A principios de 1967, la CGT lanzó un “Plan de acción” con
medidas que habían sido eficaces sobre gobiernos débiles y jaqueados por
la posibilidad de un golpe basado en su incapacidad para controlar el
“desorden”. Esta fue la constante táctica del sindicalismo. La respuesta al
anuncio del Plan de acción fue severa.
Acusada la CGT de incurrir en “técnicas subversivas”, se reunió el Consejo
Nacional de Seguridad (CONASE), que advirtió que la decisión de la CGT
“afecta la seguridad nacional al pretender subvertir el orden interno y
amenazar la paz social” y estaba influida por “grupos comunistas”, por lo
que las instituciones policiales y militares se aprestaban a “iniciar la
adopción de las medidas propuestas con el escalonamiento y orden de
prioridad previstos”. Se congelaron los fondos de varios sindicatos, se
anunció el despido sin indemnización de todo aquel que adhiriera a los
paros y se advirtió acerca de la cancelación o retiro de personería gremial a
aquellos sindicatos que persistieran en esa actitud. Como el Plan de acción
ya había sido lanzado, la CGT decidió mantener los paros. Pero la reticencia
de sectores empresariales aliados y del sector popular llevó a que la CGT
presente su rendición. Para Onganía y su corriente era un gran triunfo.
3. El programa de normalización
Muy poco después de la rendición de la CGT, Krieger Vasena tomó la
iniciativa. Llevó adelante, junto con las típicas medidas liberales de
“normalización”, una devaluación del 40% muy particular, puesto que
estableció una “compensación” mediante un impuesto a los tenedores de
divisas y retenciones a las exportaciones. Con esta “compensación”, los
ingresos fueron íntegramente apropiados por el aparato estatal. Estas
medidas fueron recibidas con beneplácito por la gran burguesía y sus
organizaciones. Rápidamente se revitalizó el flujo de préstamos e
inversiones extranjeras, lo cual puede definirse como el comienzo de la
ofensiva de la gran burguesía, basada en la derrota del sindicalismo y en el
control del aparato económico del Estado por un equipo que notoriamente
se proponía llevar a cabo las tareas de normalización con recetas
recesionarias.
4. El BA y la normalización
Las medidas adoptadas por Krieger Vasena apuntaban a la llamada
“normalización” de la economía. Es que, en el lapso que sigue
inmediatamente a su implantación, el EBA enfrenta dos problemas
fundamentales: la imposición del orden, en primer lugar, y la normalización
económica propiamente dicha. La normalidad en estas economías consiste
fundamentalmente en que la acumulación de capital se realiza en principal
y sistemático beneficio de sus unidades oligopólicas y más
transnacionalizadas, en condiciones que les aseguran una alta tasa de
acumulación. La “crisis” previa al EBA entraña un reflujo en el proceso de
concentración y transnacionalización del capital que no llega, sin embargo,
a anular las características estructurales de alta oligopolización y
transnacionalización de estas economías. La normalización económica
conlleva controlar la inflación (no anularla o hacerla específicamente baja,
sino que sea básicamente estable y predecible) y equilibrar la balanza de
pagos.