HALPERIN D
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HALPERIN D
Todavía a principios del siglo XIX seguían siendo visibles en Iberoamérica las huellas del proceso de
conquista. Lo que había movido a los conquistadores era la búsqueda de metal precioso. Si hasta 1520 el
núcleo de la colonización española estuvo en las Antillas, las dos décadas siguientes fueron de conquista
de las zonas continentales de meseta, donde iba a estar por dos siglos y medio el corazón del imperio
español, desde México hasta el Alto Perú. A mediados del XVI, se da un agotamiento de la población
antillana, y esto puso fin a la explotación del oro superficial del archipiélago. La plata excedía ya en
volumen al oro. La corona extraía tesoro metálico a través de impuestos, y era necesario orientar una
porción hacia la metrópoli mediante el intercambio comercial. Esto se hacía posible manteniendo altos los
costos de las importaciones metropolitanas y de comercialización.
Lo que hizo del área de mesetas y montañas de México a Potosí el núcleo de las Indias españolas no fue
solo su riqueza minera, sino también la presencia de poblaciones indígenas que eran utilizadas para la
minería y para actividades artesanales y agrícolas (hacia estas últimas se orientan predominantemente los
conquistadores y sus herederos, primero como encomenderos que recibían el tributo). Sobre la tierra y el
trabajo indio se apoya un modo de vida señorial que conserva hasta el siglo XIX rasgos contradictorios de
opulencia y miseria. La MITA (el servicio obligatorio en las minas y obrajes textiles) había ganado una
antipatía entre señores territoriales y administradores laicos y eclesiásticos de las zonas en que los
mitayos debían ser reclutados. Es la organización de la economía hispanoamericana la que margina a
estos sectores, y acentúa en ellos los rasgos feudales.
La minería en México proveía capital a los mineros para encarar autónomamente la expansión de sus
explotaciones, mientras que la minería de Potosí dependía más del sector mercantil. México fue la menos
golpeada por las consecuencias del pacto colonial, el cual comienza a transformarse en el siglo XVIII. Se
producen una serie de reformas del sistema comercial introducidas en 1778-82, que establecen el
comercio libre entre la Península y las Indias. ¿Qué implicaban estas reformas?
La admisión de que el tesoro metálico no era el solo aporte posible de las colonias a la metrópoli.
De esta manera, empiezan a exportarse a la península no solo metales, sino también materias primas.
Pero los privilegios que el nuevo sistema comercial otorga a la metrópoli benefician menos a su industria
que a su comercio. Entonces el nuevo pacto colonial fracasa porque España solo logra transformarse en
intermediaria entre sus Indias y las nuevas metrópolis económicas de Europa industrial.
A principios de siglo XIX, la colonia entró en rápida disolución. En 1825 Portugal había perdido todas sus
tierras americanas y España solo conservaba Cuba y Puerto Rico. Para la América española, se han
subrayado las consecuencias de la reformulación del pacto colonial. La lucha por la independencia fue la
lucha por un nuevo pacto colonial que concede a los productores hispanoamericanos mejores accesos al
mercado ultramarino y mejores precios pagados allí por sus frutos. Además se dio una reforma político
administrativa, la cual aseguró a las colonias una administración más eficaz que la antes existente.
¿La renovación ideológica podría ser una de las causas que dieron fin al orden colonial? Esta renovación
no tenía necesariamente contenido políticamente revolucionario. Por el contrario, avanzó en el marco de
una escrupulosa fidelidad a la Corona. Se pudo encontrar un elemento desencadenante común en las
tensiones creadas por la reforma administrativa, que en manos de burócratas significó un aumento de la
presión impositiva. El episodio más vistoso es la guerra de castas que azotó a Perú a fines del siglo XVIII.
Estos conflictos son claves para entender la obstinación con que ésta área iba a apegarse a la causa del
rey: una parte de su población nativa iba a ver en el mantenimiento del orden colonial la mejor defensa de
su propia hegemonía, y en ésta la única garantía contra el exterminio a manos de las más numerosas
castas indígenas y mezcladas.
- El poder se hace lejano. Gran Bretaña empieza a dominar el Atlántico, lo que separa
progresivamente a España de sus indias. Se dificulta el envío de soldados y gobernantes, y hace
imposible el monopolio comercial.
- Algunas medidas de emergencia autorizan la progresiva apertura del comercio colonial con otras
regiones.
- Los colonos tienen la libertad de navegar sobre as rutas internas del Imperio. Los comerciantes y
productores quieren libertad comercial.
Para otros, la independencia política no debe ser a la vez económica: debe establecer con las nuevas
metrópolis económicas un lazo de dudosa igualdad. Se producen una serie de golpes al dominio español
en Indias. En 1806, la capital del virreinato del Rio de la Plata es conquistada por sorpresa por fuerza
británica (invasiones inglesas). La guerra de independencia significa que nuevamente la metrópoli (ahora
aliada de Inglaterra) puede entrar en contacto con sus Indias. Esta poderosa aliada se abre al acceso al
Mercado indiano. La guerra significa que la metrópoli (la España antinapoleónica y golpeada por Francia)
tiene cada vez menos recursos para influir en las Indias. Son los peninsulares los que dan los primeros
golpes a la organización administrativa colonial. Ahora son las fuerzas locales las que se contraponen. Los
movimientos criollos harán el mismo esquema que los peninsulares, y se habían mantenido en los límites
de la legalidad. En 1809, otros iban a avanzar hasta la rebelión abierta. Estos episodios mostraban el
agotamiento de la organización colonial, y en más de una región ésta había entrado en crisis, y en otras,
las autoridades anteriores a la crisis revelaban hasta qué punto habían sido debilitadas por ella. Pero de
estos dos puntos de disidencia (relaciones con la metrópoli, lugar de los metropolitanos en las colonias)
todo llevaba a cargar el acento sobre el segundo. La metrópoli misma estaba siendo conquistada por los
franceses.
La alianza británica aseguraba que el viejo monopolio estaba muerto: fue en el Rio de la Plata en donde el
último virrey autorizó el libre comercio con Inglaterra y puso de esta manera las bases de lo que sería la
economía de la Argentina independiente. Por otro lado, se seguían dando revoluciones entre criollos y
españoles. Por otro lado, en México y las Antillas se daban problemas de tipo étnico, donde los españoles
y criollos estaban contra mestizos e indios. Se da el avance de la revolución sudamericana.
En 1810, España pierde Andalucía, lo que reduce el territorio leal a Cádiz e islas. En medio de la derrota,
se disuelve la Junta Suprema Sevillana (quien depositaba la soberanía). Este episodio proporcionaba a la
América española la oportunidad de definirse nuevamente frente a la crisis del poder metropolitano. La
caída de Sevilla es seguida en casi todas partes por la revolución colonial. Las revoluciones no se sienten
rebeldes, sino herederos de un poder caído. Éstas, que se dan sin violencia, tienen por centro al Cabildo.
Esta institución municipal tiene por lo menos la ventaja de no ser delegada de la autoridad central en
derrumbe. La institución de Cabildos abiertos asegura la supremacía de las elites criollas, y son los
cabildos abiertos los que establecen las juntas de gobierno que reemplazan a los gobernantes designados
desde la metrópoli.
Por ahora la revolución es un drama que se representa en un escenario muy limitado: las elites criollas de
las capitales toman su venganza por las demasiadas postergaciones que sufrieron, herederas de sus
adversarios, los funcionarios metropolitanos no apoyan cambios demasiado profundos en las bases reales
del poder político. La defensa de su lugar en las Indias, produjo una guerra civil que surge en los sectores
dirigentes, y cada uno de los bandos procurará adhesiones que le otorguen supremacía.
- No hay sector de la vida hispanoamericana que no haya sido tocado por la revolución. La más
visible es la violencia. La movilización militar implica una previa movilización política que se hace en
condiciones angustiosas para disciplinar a los que convoca la lucha. La guerra de independencia,
transformada en un complejo haz de guerras en las que hallan expresión tensiones raciales,
regionales, grupales, se transforma en el relato de sangre y horror del que los cronistas patriotas y
realistas nos dan dos imágenes: la violencia popular anónima e incontrolable es invocada por unos
y otros como responsable única de los errores de su propio bando.
- Luego de la guerra es necesario difundir armas por todas partes para mantener un orden interno
tolerable, y así la militarización sobrevive a la lucha. Se debía gastar en armas para conservar el
apoyo militar, y las repúblicas deben gastar demasiado en armas que cuestan lo mejor de las
rentas del Estado. Las nuevas repúblicas llegan a la independencia con muchos cuerpos oficiales.
Para pagarlos, tienen que recurrir a más violencia, como medio de obtener recursos de países
arruinados, y con ello dependen cada vez más del apoyo militar.
- Los nuevos estados suelen gastar más de lo que sus recursos permiten, y es la democratización la
garantía contra una extensión excesiva de ese proceso militar.
- En la revolución, la fuerza del número contaba más que antes, y éste debía favorecer a la rural ya
que era mayoritaria.
- Los resultados de la radicalización revolucionaria son efímeros, en la medida en que ésta solo
preside la organización para la guerra. La reconversión a una economía de paz obliga a devolver
poder a los terratenientes. Es el entero sector terrateniente, al que el orden colonial había
mantenido en posición subordinada, el que asciende en la sociedad post-revolucionaria. Es la
tierra, a partir de la cual las clases terratenientes podrán rehacer su fortuna más fácilmente porque
su peso político se ha hecho mayor.
- Las elites urbanas pierden poder. Los poderes revolucionarios no solo han debido reemplazar el
personal de las altas magistraturas, sino que también las han privado de poder y prestigio,
transformándolas en agentes escasamente autónomos del centro de poder político.se debilitan las
bases económicas de su poder por el coste de la guerra, se los despoja de las bases
institucionales de su prestigio social, y de esta manera las elites quedan subordinadas en un nuevo
orden político, cuyo núcleo es militar.
- En los sectores rurales, la tierra se obtiene por el favor del poder político, que es necesario
conservar.
Desde 1810, toda Hispanoamérica se abrió plenamente al comercio extranjero, y la guerra se acompaña
entonces de una gran transformación de las estructuras mercantiles, y terminan por abrir sus puertas al
comercio extranjero. En la primera mitad del siglo XIX, ningún país europeo realizó grandes inversiones de
capitales en Hispanoamérica. Solo cubrieron con dificultad los requerimientos de capital de los primeros
ferrocarriles en el continente. No son los frutos de la agricultura, la ganadería y la minería lo que
interesaba a los nuevos dueños del mercado, sino que lo que se buscaba en Latinoamérica son los
desemboques a la exportación metropolitana, y junto con ellos un dominio de los circuitos mercantiles
locales que acentúe la situación favorable para la metrópoli.
Se dieron pérdidas para quienes había dominado las estructuras mercantiles coloniales. Estos habían sido
debilitados por la división entre un sector peninsular y uno criollo; el segundo, que había esperado
prosperar con la ruina de su rival, se vio en cambio arrastrado por ella; era demasiado débil para resistir
solo a los conquistadores ultramarinos del mercado. En toda Hispanoamérica, la parte más rica y
prestigiosa del comercio local quedará en manos extranjeras, ya que su situación es privilegiada. Los
comerciantes ingleses buscan conquistar los mercados y colocar un excedente industrial cada vez más
amplio.
En muchos aspectos Inglaterra es la heredera de España, beneficiaria de una situación de monopolio que
puede ser sostenida ahora por medios más económicos que jurídicos. En Hispanoamérica, en medio se la
expansión del comercio ultramarino, se ha aprendido a consumir mas, en parte porque la manufactura
extranjera la provee mejor que la artesanía local. Pero al lado de esta conquista del mercado existente,
estaba la creación de un mercado nuevo: los años de oferta superabundante llevaban a ventas de
liquidación que si podían arruinar a toda una oleada de invasores comerciales, preparaban a una clientela
para quienes los seguirían. Con ello aumentan las importaciones, lo que significaba un gran peso para la
economía en su conjunto, sobretodo cuando no se daba un aumento paralelo de las exportaciones.
Desde el comienzo de su vida independiente, Hispanoamérica ofrecía un campo privilegiado para la lucha
entre nuevos aspirantes a la hegemonía. La victoria siempre estuvo en manos británicas, ya que la
presencia francesa nunca significó un riesgo para el comercio británico, sino que más bien siempre fue
complementario. Inglaterra no busca la dominación política directa, ya que implicaría gastos
administrativos y la comprometería en violentas luchas. Por el contrario, deja en manos
hispanoamericanas el costoso honor de gobernar esas vastas tierras. Luego, a mediados del siglo XIX
parece surgir otra potencia dominante: EE.UU., cuyo sentido de su presencia es: la voluntad de expansión
territorial de regiones consagradas a una economía agraria, y que el sur esclavista se expanda o perezca.
Se iba a proporcionar un mercado para la producción tradicional latinoamericana, y se iba a ofrece para un
conjunto de producciones nuevas. Se iban a ofrecer los capitales que, junto con la ampliación de los
mercados consumidores, eran necesarios para una modernización de la economía latinoamericana. Se
renuevan los transportes, y con el descubrimiento del metal californiano se produce una aproximación
entre el área del Pacifico y la economía metropolitana. Esto ofrece medios más fáciles para exportar sus
frutos, aumenta el consumo que surge en torno de los centros auríferos, y los puertos de la nueva ruta
tienen ahora vida mas intensa, derivada del puro transito. Además se construye un ferrocarril que
comunicaba la selva con los océanos, entre Panamá y el Atlántico.
El tono de la vida urbana se hace más europeo. Se construyen teatros, se pavimentan calles, el gas
reemplaza al aceite, y a la grasa animal. Los nuevos medios de transporte acercan a las ciudades de
Europa. Si bien la mayor parte de la navegación oceánica seguirá haciéndose por varios decenios a vela,
a comienzos de la década del 50 el buque-correo ingles comienza a transportar pasajeros en vapores por
las grandes rutas americanas. La nueva riqueza y los nuevos contactos culturales se traducen en
innovaciones arquitectónicas admirables. A mediados del siglo XIX comienza el asalto a las tierras indias.
Ese proceso, que en algunos casos avanza junto con la expansión de cultivos para el mercado mundial, en
otros lados se da separado de ésta. Lo que hace más atractiva la conquista de las tierras indias parece ser
la expansión de los mercados locales proporcionados por ciudades y pueblos. Se dieron una serie de
innovaciones: mayor disponibilidad de capitales y mayor capacidad por parte de las metrópolis para
absorber exportaciones hispanoamericanas. La primera se vuelca en inversiones y créditos a gobiernos.
Esto contribuye a producir la consolidación del Estado. Los prestamos a gobiernos adoptan formulas de
amortización a largo plazo, y de hecho es la del crédito externo (se toman nuevos prestamos para pagar
los intereses de los viejos) la que lo resuelve a su modo. Las crisis comerciales se doblan de crisis
financieras. Hasta 1890, la evolución de los términos de intercambio favorece a los productos primarios, y
las crisis aceleran esa evolución favorable, pero la caída de los precios de esos productos adquiere
consecuencias debido a la obligación de pagar deudas en metálico.
A mediados del siglo XIX, el proceso que llena la etapa iberoamericana es la fijación de un nuevo pacto
colonial que había sido para algunos de sus protagonistas el contenido concreto de la emancipación de
España y Portugal, va a producirse finalmente. Ese nuevo pacto transforma a Latinoamérica en
productora de materias primas para los centros de la nueva economía industrial, a la vez que de artículos
de consumo alimentario en las áreas metropolitanas; la hace consumidora de la producción industrial, e
insinúa una transformación, vinculada con la estructura productiva metropolitana. Ya no son los artículos
de consumo perecedero los dominantes, sino que las inversiones aseguran un flujo variable de bienes de
capital, productos de la renovada metalurgia, y también de combustibles, y de repuestos, mas otros
productos complementarios.
Las nuevas funciones de América Latina en la economía mundial son facilitadas por la adopción de
políticas librecambistas. El librecambio es un factor de aceleración del proceso que comienza para
Latinoamérica, y esa es la causa ultima de su popularidad local, que se amplia también gracias a los
nuevos hábitos de consumo de sectores urbanos en expansión, que hace depender de la importación a
masas humanas cada vez mas amplias. Pero los beneficios derivados del nuevo orden se han distribuido
muy desigualmente dentro de las sociedades. Fue el nuevo orden el que, al dar mas dinero al Estado, le
ha permitido pagar mejor a sus empleados y multiplicar su numero. Al aumentar de este modo la
capacidad de consumo urbano ha permitido una expansión del pequeño y mediano comercio, y esta
haciendo posible algunas actividades industriales orientadas hacia el mercado local. Las victimas de este
nuevo orden se encuentran en los sectores rurales, y los indios, a quienes les han expropiado.
Otro aspecto del proceso que comienza es la inmigración, ya que en todas partes continuó y se acentuó la
integración de extranjeros en los niveles altos de las sociedades urbanas. Inmigración masiva se dio solo
en: Argentina, Uruguay, Brasil. Ni las guerras ni la modernización provocaron derrumbes demográficos.
El crecimiento del comercio internacional (América Latina como región productora de materias primas) es
aun más rápido. Este aumento se concentra en zonas marginales del antiguo imperio, lo que no es extraño
que se acompañe de una caída de la importancia relativa de las exportaciones de metales que se da aun
en los tradicionales exportadores de oro y plata. La expansión es el fruto de un conjunto de booms
productivos, que son de incidencia local y regional. Estos procesos requieren inversiones directas de
capital relativamente reducidas, y sin duda, otras inversiones son necesarias para acelerar el proceso: las
que se vinculan con la instalación de redes ferroviarias y telegráficas. La construcción de ferrocarriles, si
escapa casi a la inversión privada local, tampoco corre por entero a cargo de la extranjera. En esta etapa
el papel de las inversiones públicas es muy importante: el Estado construye la mayor parte de los
ferrocarriles peruanos, chilenos y argentinos. Además el tendido de la red asegura un mercado para la
industria metalúrgica y las exportaciones de combustibles del país inversor. Son los bancos ingleses, los
que desde la década del 60 se van instalando en América Latina, y son los intermediarios casi exclusivos
en el intercambio de metálico con Europa.
Se establecen dos criterios de la separación entre la primera y segunda etapa de afirmación del orden
neocolonial:
- Identificación con ese orden de los sectores económica y socialmente dominantes. Esta
identificación, que trae consigo un parcial abandono de los aspectos políticos del programa
renovador, reorienta la ideología dominante del liberalismo al progresismo, y va acompañada a
veces de una simpatía renovada por las soluciones políticas autoritarias.
En 1880, el avance en casi toda Hispanoamérica de una economía primaria y exportadora significa la
sustitución finalmente consumada del pacto colonial impuesto por las metrópolis ibéricas por uno nuevo. El
crecimiento será aún más rápido que antes, pero estará acompañado de crisis de intensidad creciente. Al
mismo tiempo que se afirma, el nuevo pacto colonial comienza a modificarse en favor de las metrópolis.
Se da una organización cada vez menos libre de los mercados, facilitada por las transformaciones
técnicas, pero vinculada con la de las estructuras financieras. Algunas actividades primarias, pasan bajo el
dominio de las economías metropolitana. La misma complejidad creciente de las actividades vinculadas
con transporte y comercialización, multiplica la presencia de esa economía en Latinoamérica: no solo los
ferrocarriles, también los frigoríficos, silos de cereales e ingenios de azúcar pasan a ser enclaves de la
economía metropolitana en tierras marginales.
En 1910, la alianza entre intereses metropolitanos y clases altas locales es reemplazada por una
hegemonía no compartida de los primeros. Y con ello se debilitan las clases altas terratenientes. Se
empieza a ver el surgimiento de clases medias (predominantemente urbanas) cada vez más exigentes, y
en algunas zonas más limitadas, deben enfrentar las exigencias de sectores de trabajadores incorporados
a formas de actividad económica modernizadas. Este proceso tiene su correlato político en un comienzo
de democratización: en México se da a través de una revolución, y en Argentina, Uruguay y Chile se da a
través del acceso al poder de nuevos sectores mediante el sufragio universal. América latina pasa de ser
zona reservada a la influencia británica, a constituirse en lugar de luchas entre influencias viejas y nuevas.
Pero aún siguen dependiendo de Inglaterra a nivel mercantil y financiero.
El proyecto panamericano iba a encontrar una resistencia capitaneada por Argentina, cuya expansión se
acompañaba de un estrechamiento de la dependencia comercial y financiera de Gran Bretaña. Argentina
además participó en la creación de la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas. Había una
resistencia a la hegemonía de EEUU, y este se rehusó a apoyar la propuesta garantía multilateral de la
independencia e integridad de todos los Estados americanos. La expansión política tuvo su comienzo en la
guerra hispanoamericana en que desembocó en 1898 la 2da guerra de independencia de Cuba,
comenzaba en 1895. Su victoria le dejó a EE.UU. un conjunto de posesiones ultramarinas y le permitió
adquirir una experiencia nueva en la administración colonial de tierras antes españolas. El tratado de Paris
dejó a EE.UU. dueño de Puerto Rico y dominante en la nueva Cuba independiente. Luego se crea
Panamá sobre el territorio ístmico perteneciente a Colombia.
Política del garrote: EE.UU. no podía vacilar en utilizar el garrote para imponer su disciplina a las
repúblicas del sur. Esta política encontraba sus límites en los del poderío e intereses norteamericanos:
militarmente tenía su núcleo en el Caribe y Centroamérica, y junto con ella el área de intereses e
inversiones.
En el siglo XIX las tensiones entre Brasil y Argentina habían sido muy fuertes, y entre Argentina y Chile
estuvieron cerca de la guerra en 1880 y 1902. Desde comienzos del siglo XX el acercamiento reemplazó a
la hostilidad e iba a llevar a la formación de una alianza informal que iba a ampliar su esfera de acción a
través de la tentativa de mediación entre EE.UU. y México, en 1914. Hacia 1914, se afirma la influencia
norteamericana sobre el Caribe y Centroamérica. Los países del Pacifico serian ganados por ella, y Brasil,
Uruguay y Argentina iba a sufrir su impacto. El fin de la era del ferrocarril significaba la pérdida para
Inglaterra de un instrumento de dominación mercantil y financiera. EE.UU. se beneficiaba ahora con los
triunfos del transporte automotor, que le aseguraba nuevos mercados. Las inversiones norteamericanas
iban a dirigirse hacia industrias extractivas o de mínima elaboración orientadas hacia el mercado
metropolitano, y también hacia otras dirigidas al mercado local.
Frente a EE.UU., las viejas naciones hegemónicas emprenden la cautelosa retirada, entre ellas Gran
Bretaña. Los países de América latina se oponen al avance cultural norteamericano. En esta época se dan
las primeras oposiciones a la elite local, y así surge el movimiento obrero urbano en México, Buenos Aires
y Santiago de Chile. Se forman los primeros movimientos políticos que recusan la dirección de la elite
tradicional. Durante esta etapa, la movilización política de sectores populares solo se dará de modo
masivo en México. Unos y otros, se oponen a la oligarquía. Las acciones de los movimientos anti
oligárquicos son: aumentar la gravitación en el sistema político de los sectores que lo apoyan en su
objetivo primero; mejorar mediante esbozos de legislación socia y previsional la situación de esos
sectores, es su finalidad complementaria. Un movimiento característico de la corriente anti oligárquica es
el de la Reforma Universitaria, basaba en la lucha por una modificación de los estatutos universitarios que
elimine el todo poder de los profesores, obligándolos a compartir el gobierno con los estudiantes. Esto
conduce a una politización permanente del cuerpo estudiantil.
En cuanto a cambios en el orden mundial, estos se dan derivados de la crisis de Europa como centro de
poder y modelo de civilización, que se refleja en la afirmación de la hegemonía económica y financiera de
EE.UU. sobre América Latina. Además, la ampliación de las bases sociales del estado aparece como una
necesidad urgente, mientras la democratización, que promete satisfacerla en el marco liberal-
constitucional, avanza en Uruguay y Argentina. En Perú y Chile esa ampliación es intentada en un marco
autoritario y en México, revolucionario. Pero esas nuevas formulas políticas no adquirirán el mismo vigor
que en el pasado ostentaron el liberalismo constitucional o el progresismo autoritario.
La crisis de 1930 impondrá un brusco anticlímax a medio siglo de expansión. Avanza la división
intercontinental del trabajo en cuanto a la producción de alimentos que acelera la expansión de la
ganadería y la agricultura templada, y la de ciertos cultivos tropicales. Se dan avances industriales y
técnicos, y se difunde el motor a explosión y el transporte automotor, que da lugar al ciclo del caucho y al
desarrollo de la explotación petrolera (reemplazo del carbón como fuente de energía).
Entre los ciclos agrícolas, el del café transforma las zonas intertropicales desde Brasil hasta Colombia,
Venezuela, América Central y México. En las tierras templadas del sur, las exportaciones primarias para
alimentos tienen un desarrollo menos agitado: la expansión argentina y uruguaya, apoyadas en lana,
carne y cereal, son tan rápidas como la del Brasil cafetero. Se da un crecimiento de las exportaciones
argentinas como consecuencia de la expansión del cereal (década del 70). La hegemonía de los
comercializadores vinculados a las finanzas metropolitanas se consolida a lo largo de la expansión
cerealera. Además, la ganadería recibe inversiones del sector terrateniente para alambrar los campos,
importar reproductores, sobretodo para satisfacer las exigencias del mercado europeo del producto
congelado. Las inversiones más importantes son por parte del Estado y del capital extranjero: la red de
ferrocarriles se hace más densa, hasta alcanzar los 33.000 km en 1914. Se construye el puerto artificial de
Buenos Aires, y el de La Plata-Ensenada. Los frigoríficos son de propiedad de empresas extranjeras.
Hasta la primera guerra mundial, la competencia entre frigoríficos ingleses y americanos garantiza una
etapa de altos precios. La guerra crea escasez y dificultad en el transporte marítimo, fomenta la
exportación ganadera y pone en crisis a la de cereal: los precios de la carne suben aun más. La
inmigración italiana que cultiva café y trigo tiene una altísima proporción de retornos, mientras que en
Argentina llegaran inmigrantes estacionales ultramarinos, que se van a encargar de cosechar trigo y maíz.
En el caso de la agricultura tropical, las tierras del azúcar dan lugar a una concentración de propiedad en
manos de empresas industrializadoras que va más despacio que la conquista del control del mercado
productor por éstas. El cultivador pierde autonomía, y debe resolver los problemas que le plantea una
producción con ganancias decrecientes. Se da una crisis en la demanda, y EE.UU. lo condenaba a
compensar el aumento del volumen absorbido con una caída de precios. En cuanto al banano, avanza y
establece un imperio solido, ya que se comenzó a consumir en EE.UU. Esta situación se contrapone a la
fragilidad que presenta el caucho que introduce una prosperidad en la amazonia. La expansión del
consumo del caucho acelera el ritmo de explotación. La ultima etapa del siglo XIX es de recuperación de la
explotación de metales preciosos, lo que es posible gracias al progreso de las técnicas extractivas y al de
las comunicaciones, que reduce costos de transporte hasta puertos y mercados. Ambos reciben grandes
inversiones de capital, y además se expande el cobre.
Más tardía es la expansión petrolera que, anticipada desde comienzos de siglo por explotaciones
dispersas, se localiza progresivamente en grandes centros productores. Hasta la década del 20 va a la
cabeza México, y seguido por lejos Venezuela, Colombia y Perú.
La tendencia al monopolio o al oligopolio crea empresas muy poderosas, que pueden mover con mayor
libertad que cualquier estado un poderío financiero mayor que el de éstos. Estos son los dominadores del
orden neocolonial. Sus innovaciones crean islas económicamente mal soldadas con el conjunto de la
nación, y también a causa de ello, se produce que mas de un estado no puede sobrevivir sin los aportes
de impuestos y regalías, que pueden ser a veces insignificantes comparados con los lucros privados de las
grandes industrias extractivas. Además crece continuamente la población urbana.
Los términos de intercambio se mueven en sentido desfavorable en el siglo XX a los productos primarios,
debido al ascenso de EE.UU. como primera potencia, quien necesita mucho menos de mercados
extranjeros para colocar su producción, y está más dispuesto a acudir al proteccionismo. A el responden
las economías latinoamericanas aumentando el ritmo de producción.
La evolución política presenta en esta etapa tres aspectos distintos: revolucionaria en México y marcada
en los países australes por la democratización pacifica de la vida política, acompañada del triunfo de
partidos populares. En el resto de Latinoamérica vive encerrada en las alternativas oligárquicas y
autoritarias.
La crisis mundial de 1929, provocó un impacto devastador sobre América latina, cuyo signo mas
importante fue el derrumbe de la mayor parte de las situaciones políticas que habían alcanzado a
consolidarse. A partir de la primera postguerra se descubre que mas de uno de los rubros que dieron vigor
a la economía exportadora parece haberlo perdido por entero, o haber por lo menos abandonado su
rumbo ascendente, o aun deber su supervivencia a los subsidios que le prodiga el Estado. En los países
mayores, la industrialización realiza avances significativos, gracias a la ampliación de la demanda local
sostenida por el previo avance de la economía exportadora, y hacia ella se vuelca una parte de la
inversión extranjera que antes se atenía al crédito del estado y al sector primario y de servicios. Las
consecuencias fueron el derrumbe del sistema financiero mundial, y una contracción de la producción y el
comercio, que se reflejó en una disminución del valor de los tráficos internacionales a menos de la mitad.
El derrumbe del sistema financiero significaba la desaparición de la fuente de recursos. La caída de la
economía productiva en los países centrales impulsaba a una búsqueda de mercados externos capaces
de salvarla del colapso. Por la desaparición del crédito extranjero, el desequilibrio financiero se agravó, y
surgió uno comercial peligroso. Con economías nacionales en riesgo de ahogarse por el colapso de sus
mercados externos, los Estados Unidos terminan por ser la única potencia económica que maneja su
comercio internacional en ese contexto crítico (a través de medidas proteccionistas). Mientras que los
países europeos se orientan hacia acuerdos bilaterales, que les permiten asegurar mejor la reciprocidad
en el intercambio comercial. Ese nuevo orden mercantil hace del estado el agente comercial de cada
economía nacional. Así el Estado para de administrar arbitrios financieros de urgencia a encarar, utilizando
políticas destinadas a atacar las dimensiones económicas de la crisis. Los precios ante la crisis bajan, pero
esa baja es menor en los productos industriales que en los de la minería y en los de la agricultura. Se da
también un deterioro en los términos de intercambio para países que se han especializado en la provisión
de productos primarios. Es así que la industrialización por sustitución de importaciones aparecerá como
respuesta a la crisis, pero no logra implantarse. Mientras ello no ocurra, el Estado debe evitar que las
reacciones instintivas de los productores primarios ante la catástrofe agrave la situación. Debe intervenir
por vía autoritaria fijando precios oficiales y cupos máximos de producción, y organizando la destrucción
de lo cosechado en exceso. Se establecieron además juntas reguladoras para cada una de las grandes
ramas de producción primaria y bancos centrales, que concentran el contralor de los contactos
comerciales y monetarios con el exterior.
La 2da guerra mundial va a introducir un cambio radical. Las economías latinoamericanas van quedando
aisladas de muchos mercados europeos y asiáticos, y deben afrontar la contracción progresiva del
transporte marítimo accesible al comercio ultramarino de América latina. Esta situación va a ampliar más el
papel del estado en la orientación y control de la economía. En cuanto a la importación, ella satisface cada
vez peor las necesidades de las economías latinoamericanas, afectada por la escasez de transporte y por
la reorientación de la economía de los países industriales hacia la producción de guerra. Las industrias de
los países mayores de América latina conquistan el mercado interno y sobre la exportación. Crean flotas
nacionales para suplir la escasez de fletes, y de esta forma los estados mayores de América latina borran
las consecuencias de la crisis, y además ha crecido en volumen y complejidad. Igualmente, se trata de una
economía radicalmente desequilibrada, debido a que en sus ciudades, se vive en constante crecimiento
demográfico e industrial, lo que ha creado un déficit energético que pronto las obligará a opacarlo a través
de racionamientos severos, y donde la concentración de los recursos en la expansión industrial, tiene su
signo mas clamoroso en la proliferación de barrios sin agua corriente ni electricidad, y además es sufrida
por una clase media acrecida en numero y recursos por la industrialización, que haya difícil mantener los
niveles de vida a los que su ubicación en la sociedad le permite aspirar.
En 1945, sus problemas viejos y nuevos se agravaron y requieren una reestructuración profunda. EE.UU.
plantea una política de buena vecindad hemisférica. Esta política renunciaba a la intervención directa y
unilateral, y buscaba vigorizar los organismos panamericanos, que con atribuciones debían transformarse
en instrumentos de la política hemisférica de los EE.UU. Pero el abandono de la intervención armada no
suponía la renuncia a lo ya ganado en América central y las Antillas. En los países que habían sufrido la
ocupación militar norteamericana, la potencia interventora había creado fuerzas armadas locales que le
conservaban fidelidad. La introducción de la política de buena vecindad elimina el obstáculo más vistoso a
la aceptación del panamericanismo en Latinoamérica. Los obstáculos al panamericanismo siguieron
proviniendo sobre todo de los países ligados a las metrópolis europeas. La guerra iba a devolver a EE.UU.
a una política de más abierta intervención en Latinoamérica. El desenlace de la 2da guerra mundial hizo a
EE.UU. la primera potencia económica y militar del planeta, y hacia posible la reorganización de éste sobre
líneas que recogían las consecuencias del predominio regional ganado por las potencias vencedoras.
La crisis económica vino a desembocar en una crisis global del sistema político, al agudizar la crisis de las
ideologías, y agravar su impacto sobre los conflictos políticos internos a cada país. La crisis económica por
una parte vino a dotar de atractivo nuevo a una revolución socialista que en la década anterior había sido
en vano propuesta como modelo para Europa y el mundo, y por otra parte popularizó otras soluciones que
proponían reformar la estructura del Estado para permitirle tomar a su cargo la rehabilitación de la
economía productiva en el marco de un capitalismo modificado. En más de un país han surgido desde
fines del siglo anterior corrientes anárquicas y por su parte la social-democracia de inspiración marxista ha
ganado en Argentina y Chile. En 1930, el movimiento comunista intentará organizarse en casi todos los
países hispanoamericanos y alcanzará una presencia significativa en Brasil, Chile y Cuba. Es la
inseguridad sobre el rumbo que tomará un mundo económicamente en ruinas la que crea para las
propuestas políticas del comunismo esa audiencia. Los avances del comunismo no alcanzaron con todo
en nación alguna el impacto ideológico-político que en México iba a tener la 2da oleada revolucionaria, o el
que alcanzó en Perú el movimiento aprista, que reivindicaba para si la condición de alternativa
revolucionaria al comunismo.
La crisis y sus consecuencias directas e indirectas originan tensiones que la mayor parte de las
situaciones políticas hallan difícil afrontar. En Argentina en 1930 el gobierno constitucional es derrocado
por el primer alzamiento militar exitoso desde la unificación nacional lograda en 1861. En toda
Latinoamérica, los regímenes en el poder, las oposiciones, las fuerzas nacientes, coincidían en la
convicción de que la 2da postguerra abría una etapa radicalmente nueva, en que serian nuevas las reglas
del juego político en un nuevo contexto.
Había dos alternativas fundamentales para la situación que se vivía: la primera es la continuación del
proceso industrializador. Las naciones llegaban con un sector industrial expandido y muy frágil, ya que esa
expansión se había dado bajo la protección del aislamiento de guerra, que le permitió prosperar con un
nivel tecnológico muy bajo. Ahora se daba con saldos acumulados gracias al superávit comercial de
tiempo de guerra y con la prosperidad futura del sector exportador, asegurada por la acrecida demanda de
una Europa en reconstrucción. Esta solución requería que los fondos creados por el sector primario-
exportador fuesen transferidos al industrial y era éste el punto en torno al cual iba a estallar la discordia. La
industrialización había sido una solución de emergencia impuesta por las perturbaciones introducidas en el
comercio mundial por la crisis y el aislamiento de guerra. Vuelta la normalidad recuperaban toda su fuerza
las ventajas comparativas que en Latinoamérica favorecían al sector primario. De este modo el
sorprendente consenso que durante la crisis había acompañado avance dramático del estado en el
gobierno de la economía, y la industrialización que se desarrolló bajo su égida, es reemplazado por un
disenso profundo, y este cambio afecta al proceso político social.
La presencia de una solución alternativa goza de apoyos internos y externos. La industrialización debe
avanzar mantenido en entendimiento con la clase obrera industrial pero también con las clases populares
urbanas consumidoras, que hace a su vez necesaria la protección de sus ingresos reales y la ampliación
de sus fuentes de trabajo. El Estado extenderá sus actividades a campos muy variados de previsión y
servicio social con vistas a mantener la lealtad de las mayorías electorales para asegurar la continuidad
del proyecto industrializador. Para atenuar la ineficiencia del sector industrial, no bastaba modernizar su
tecnología, y se hacían urgentes vastas inversiones de infraestructura. Buena parte de los bienes que
Latinoamérica aspiraba a importar eran canalizados prioritariamente hacia Europa. Se hizo así preciso
destinar parte de los fondos derivados de exportaciones viejas y nuevas a nacionalizar empresas y
repatriar la deuda publica. Las naciones latinoamericanas fueron renunciando a encarar la modernización
económica que había sido su primer objetivo para la postguerra, y se fijaron transferencias de recursos
entre sectores impuestas a través de la manipulación monetaria. Al mantener alto el valor de la moneda
nacional en divisas extranjeras, se disminuían los ingresos de los exportadores, se aseguraban
importaciones baratas. El control mantenido sobre éstas aseguraba que ellas no vendrían a competir con
la industria nacional, sino por el contrario a proporcionarle los insumos que necesitaba. A mediados de
1950, conducen al agotamiento de esta solución económica, y amenazan la supervivencia de las
soluciones políticas que se han identificado con ella.
Este agotamiento se reconoce en dos signos: la inflación que tiende a acelerarse, y el desequilibrio
creciente de la balanza comercial. Surge una figura y grupo que se habían fijado crear una conciencia
colectiva de los problemas económicos que afrontaba Latinoamérica, mediante un análisis de los
mecanismos que los perpetuaban y hacerse voceros de esa nueva conciencia en el foro mundial. Se trata
de Raúl Prebisch y la Comisión Económica para América latina (CEPAL). Proclamaba que las soluciones
keynesianas eran irrelevantes para una Latinoamérica cuya tarea era alcanzar esa madurez. Solo
desentrañando la causa de éstas seria posible superarlas, y Prebisch las busca examinando las
consecuencias de la posición periférica que Latinoamérica ocupa en una economía mundial dominada por
un centro industrial cada vez más poderoso. En ese centro, la fuerza de trabajo puede imponer un alto
nivel de salarios que se refleja en el de los precios de los productos industriales, mientras que en la
periferia, la mano de obra acrecida por la explosión demográfica, debe conformarse con salarios bajos. La
solución es mediante la industrialización mas intensa que cree una economía nacional acrecida en
volumen y complejidad, y dotada de madurez comparable a las de los países centrales. ¿Cómo
conseguirlo? He aquí un problema. La expansión de industrias básicas se continua y en algunos casos de
acelera, y en el núcleo de la propuesta que se llamará desarrollista se encuentra el ensanchamiento del
sector industrial que produce bienes de consumo duraderos, y en particular de la industria del automóvil.
Además, la nueva industria cubre también otros rubros. El desarrollismo intenta aliviar el peso que la
industrialización había arrojado sobre un sector primario. Esto se lograba mediante la apertura parcial de la
economía nacional a la inversión extranjera. Esas inversiones eran sobre todo de maquinarias para
recortar costos de producción, para ofrecer un producto final dotado del atractivo de la novedad. Las
inversiones adicionales eran a menudo cubiertas mediante el recurso al capital y al crédito locales. Al abrir
su filial en un país latinoamericano, la firma había ganado acceso a un mercado cerrado, en el cual podía
dictar sus propios términos. La empresa inversora aspira a disponer libremente de sus ganancias, y ello
supone la posibilidad de transferirlas a divisas fuertes, mientras los países receptores, que sufren agudos
desequilibrios en su balanza de pagos, prefieren mantener un estricto control de divisas demasiado
escasas, y gustarían orientarlas a otros fines mas urgentes. El conflicto de intereses será resuelto
mediante una transacción que autoriza a las empresas a repatriar un porcentaje contractualmente
establecido de sus ganancias. Su capacidad de crear empleo resultaba mucho mas limitada. Su presencia
ensancha las filas de la clase obrera más calificada y mejor pagada, pero contribuye mucho menos a
ampliar la demanda total de mano de obra industrial. Puesto que la nueva industria producía a precios
altos, y debía satisfacer la demanda de una población de ingresos más bajos y más desigualmente
distribuidos, ella encontraba necesariamente su mercado en la cumbre y ya no en la vasta base de la
sociedad nacional. Pero esa reorientación de la demanda hacia los sectores más altos tiene otra
consecuencia: crea mercados mundo más estrechos para industrias cuya tecnología les fija un volumen
mínimo de producción por debajo del cual sencillamente no son ya viables. Serán menos las naciones que
ingresaran en esa nueva etapa; solo Brasil y México serán capaces de afirmarse en ella para avanzar aun
mas allá en el camino de la madurez económica, Argentina encontrará difícil mantener en ese nuevo nivel
de industrialización. Su implantación no corrige el desequilibrio externo, sino tiende a acentuarlo. Ésta abre
el camino para etapas mas avanzadas de diversificación económica en las cuales se espera que ese
equilibrio sea finalmente corregido, pero ese camino se anuncia largo, y mientras el recurso a la inversión
y el crédito externo se hace imprescindible para evitar una nueva caída en el estancamiento.
El acceso al crédito se está haciendo cada vez menos difícil. Esta innovación no impide continuar
reservando el mercado interno para la industria nacional, ya que para ello permanece disponible el
instrumento tradicional ofrecido por la tarifa de impuestos a la importación.
El cambio social parece estar adquiriendo en Latinoamérica un dinamismo nuevo, alimentado por el
crecimiento cada vez más rápido de la población. Las causas últimas del estancamiento que se refleja en
la perdida de velocidad del proceso industrializador residen en el atraso tecnológico y económico de la
agricultura, que la condena a muy baja productividad, y que extrema la estrechez del mercado interno. Se
da en este marco la reforma agraria, y además la urbanización continua avanzando. Se da una
urbanización salvaje, en la cual se sentía duramente el peso de las carencias (vivienda, agua, sanidad,
electricidad). Se empiezan a redefinir los términos en que se plantea el conflicto político-social. Esa
redefinición es favorecida por la del contexto mundial, en el cual se está dando la guerra fría, la cual al
organizar las relaciones internacionales en un sistema bipolar, consolida el nuevo orden planetario que es
la hegemonía norteamericana. La URSS (rival de EE.UU.) se identificaba con el nuevo orden económico y
social impuesto, y se expandía la hegemonía territorial del socialismo.
En 1960, es la década de decisiones radicales para América latina. Por un lado se dio un hecho nuevo e
imprevisible que era el giro socialista de la Revolución cubana. En 1960 se crea la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio y la del Mercado Común Centroamericano, pero ambas fracasaron.
Luego del agotamiento del desarrollismo las uniones económicas estaban destinadas a ser instrumentadas
por las empresas multinacionales. El problema mas serio que debían afrontar las economías
latinoamericanas es el avance tan denunciado de las multinacionales.
A los ojos de los teóricos de la dependencia, lo que impedía a Latinoamérica superar el desarrollo era su
integración subordinada en el orden capitalista mundial. Todos coincidían en que era preciso introducir en
ese orden modificaciones mas hondas que los retoques hasta entonces invocados como necesarios por
las corrientes reformistas latinoamericanas. A sus ojos, si los problemas eran económicos, su solución solo
podía ser política. En Latinoamérica, el riesgo de revolución cesaría cuando el subcontinente alcanzara por
fin ese desarrollo autosostenido. Expresión de esta nueva política latinoamericana fue la Alianza para el
Progreso, cuyas propuestas ponían en primer plano los aspectos de esa nueva línea que podían resultar
más gratos a la opinión latinoamericana. Ella propugnaba el recurso a la reforma agraria, cada vez que se
revelaba necesario para romper el estancamiento rural y una industrialización mas rápida y menos limitada
que en el pasado. Esos objetivos debían lograrse mediante la transferencia de 20 mil millones de dólares a
lo largo de 10 años (la mitad de los cuales provenía de EE.UU., y de inversiones privadas, y debía ser
completada por inversiones de origen latinoamericano a cargo del Estado) para lograr una tasa de
crecimiento del 2,5 % anual. Ello requería la expansión de las funciones y los recursos del Estado, que
figuraba también entre los objetivos declarados de la Alianza. Ésta preveía una reforma impositiva que
aumentase y redistribuyese la carga fiscal. Esto servía al otro objetivo que era la consolidación acelerada
de estructuras políticas y sociales capaces de encuadrar sólidamente a las masas. Al mismo tiempo,
EE.UU. no renunciaba a poner a los ejércitos latinoamericanos al servicio de ese programa de
transformación con propósitos de conservación, y para ello, una parte de los fondos fueron dirigidos hacia
esos ejércitos. Se empieza a tener preferencia por los acuerdos bilaterales con EE.UU. todo esto tiene por
resultado la implantación de una presencia norteamericana mas compleja y diferenciada, y capaz de
gravitar en una Latinoamérica que está entrando en la era de masas.
Luego del asesinato de Kennedy, la primacía del objetivo de conservación y seguridad quedó consagrada
por el abandono de la opción política a favor de la democracia representativa, y entonces se da un mayor
apoyo de EE.UU. a las dictaduras. Los ejércitos latinoamericanos tenían un papel más central desde la
perspectiva norteamericana: la consolidación del aparato estatal, que ya estaba entre los objetivos de la
Alianza para el Progreso, tendía a revolverse cada mas en la de las fuerzas armadas, que recibían una
parte creciente de los fondos públicos norteamericanos destinados a Latinoamérica. Ahora la doctrina de
la seguridad nacional, versión militarizada de la seguridad y desarrollo, hacia del ejercito el protagonista de
la vida nacional, al ponerlo al frente de una empresa que unificaba la guerra convencional y la política
convencional, y a la vez las elevaba a un plano mas alto, al poner a ambas al servicio de una heroica
militancia en el conflicto mundial, de que esa doctrina ofrecía una imagen decididamente apocalíptica.
Entre las tareas que se les exigía a los oficiales estaban la tortura y otros modos de ejercicio del terror
contra poblaciones civiles, y de esta manera se venia dando la reestructuración de los ejércitos
latinoamericanos bajo auspicios norteamericanos. De esta manera se da la inserción de las fuerzas
armadas en la vida política.
Se dan innovaciones en los estilos de vida colectiva, que son adoptadas por los privilegiados, mientras que
las clases medias y medias bajas se movilizan en su contra. Se dan innovaciones tales como progresos en
las comunicaciones (moto-scooter, avión y teléfono) o en la biología (la pastilla anticonceptiva).
- Inconvertibilidad del dólar en oro, que vino a destruir el orden monetario mundial establecido en
1944.
- Crisis del petróleo, que se dio cuando los países árabes, que en 1967 habían introducido el
bloqueo petrolero como arma indirecta contra Israel, lo introdujeron de nuevo en 1973 y
descubrieron que si la eficacia política de ese instrumento seguía siendo dudosa, su impacto sobre
el precio mundial del petróleo estaba superando las mas ambiciosas expectativas de los países
exportadores.
La implacable hostilidad norteamericana seguía incidiendo de modo negativo sobre la isla revolucionaria.
El bloqueo económico seguía limitando las opciones abiertas a la dirigencia revolucionaria. Ese forzado
aislamiento no impedía a la Cuba revolucionaria gravitar en el continente.
En 1970, el orden mundial comenzó a sufrir transformaciones. Las economías desarrolladas se habían
venido expandiendo más rápidamente que los recursos necesarios para sostenerlos; lo que se tradujo en
un alza gradual de precios de alimentos y materias primas. Aunque su consumo había venido creciendo,
una expansión productiva en este caso aun más intensa había mantenido largamente su precio a un nivel
estable. La subida brutal del precio del petróleo, introdujo a la economía mundial en una etapa de
crecimiento mucho más lento e irregular. Ese desempeño poco satisfactorio tenía un precio que los
gobiernos estaban dispuestos a pagar: aceleración de la inflación, desocupación, la opinión que había
llegado a considerar la situación como un flagelo. Esto trajo consecuencias al tercer mundo: el nacimiento
de la OPEP, la caída de la demanda de alimentos y materias primas, que repercutió negativamente en los
volúmenes y precios de más de uno de sus restantes rubros de exportación.
La primera crisis del petróleo transfirió de los países consumidores a los productores masas monetarias
demasiado ingentes para que pudiesen siempre incorporarse a las economías de éstos sin provocar
distorsiones gravísimas. El resultado fue una gran abundancia de capitales disponibles a tasas de interés
insólitamente bajas. Esta circunstancia, sumada al estancamiento económico de los países del centro, hizo
más fácil tanto a los del tercer mundo como a los del bloque socialista atraer hacia ellos corrientes de
capitales antes mas esquivas. Esos capitales se canalizaron a través de créditos a corto y mediano plazo.
La primera crisis petrolera afectó menos a EE.UU. que a Europa y Japón, y vino a hacer más lento el
deterioro de su posición dominante en la economía. Así utilizaron la liberación del precio del oro para
imponer una devaluación del dólar, favorable para la balanza de comercio norteamericana, y la tendencia
al estancamiento se insinuaba también en el socialista.
Hacia el fin de la década, la inflación amenazaba quebrar las frágiles barreras erigidas contra su avance.
En 1978, el gobierno norteamericano se decidió a adoptar los remedios clásicos, imponiendo una subida
drástica de las tasas de interés, que se esperaba estabilizaría la economía disminuyendo el ingreso y el
empleo. Esas nuevas tasas no lograron frenar un avance económico más vigoroso de lo que se había
supuesto, y se tradujeron en una nueva aceleración de la inflación. La segunda crisis del petróleo obligó a
hacer de la lucha sin cuartel contra ella la tarea principal de todos los gobiernos del mundo desarrollado.
La nueva fluidez del marco económico mundial, que no alcanzaba a aliviar los problemas económicos
latinoamericanos, contrastaba con una rigidez mayor en el marco político internacional en que debía
desenvolverse Latinoamérica.