Foro Académico 1
Foro Académico 1
Foro Académico 1
Poblamiento en el Ecuador
Hay un amplio acuerdo sobre el origen del hombre en América. Se sabe que vino del
Asia por el estrecho de Bering, entre cuarenta y cincuenta mil años antes de Cristo. En
el espacio que se ha llamado “Área Septentrional Andina”, que debe denominarse con
mayor propiedad Andinoamérica Ecuatorial, y que corresponde al territorio del actual
Ecuador, hay evidencias de poblamiento de hace doce mil años. Para entonces las
condiciones climáticas habían variado, elevándose significativamente la temperatura y
posibilitando mejor la vida de las sociedades. Los vestigios más antiguos de
asentamientos humanos se encuentran en los valles altoandinos. En el sitio de El Inga,
en la zona del Ilaló, cerca de Quito, se han encontrado numerosos artefactos líticos. Se
han dado descubrimientos similares en Chobschi, Cubilán y otros lugares. Los primeros
habitantes fueron cazadores especializados. Se agrupaban en bandas nómadas dedicadas
a la cacería de la fauna andina. El bosque de los valles bajos les proporcionaba alimento
vegetal, obtenido por la recolección. En los páramos cazaban animales y obtenían
plantas medicinales. Las armas eran confeccionadas con materiales líticos fuertes como
el basalto y la obsidiana. Los hombres vivían en cuevas o en construcciones muy
simples, hechas de ramas y paja. Los asentamientos eran temporales y se ubicaban en
lugares que permitieran la caza y la provisión de materias primas para las herramientas.
Con el tiempo, el poblamiento se extendió a otros lugares. Los asentamientos de la
Costa son más recientes, pero en ellos puede verse un control variado de los recursos,
puesto que a la cacería y recolección se añade la pesca. El sitio mejor estudiado es Las
Vegas, en la Península de Santa Elena.
1492 fue un año clave para América, España y la humanidad. Con la llegada de la
expedición de Cristóbal Colón y el inicio de la subyugación violenta de los pueblos
aborígenes comenzó una época nueva para nuestro continente. También en ese año
culminó el proceso de unidad política de todos los reinos hispánicos bajo los Reyes
Católicos. Y Europa, que salía del feudalismo, avanzó con el aporte americano hacia
una era de predominio mundial. Al “descubrimiento” del nuevo continente y su
ocupación inicial sucedió una corta etapa de conquista militar. Luego se inició en estas
tierras una extensa Época Colonial, que duró casi tres siglos. La historiografía
tradicional suele caracterizar a la Época Colonial del actual Ecuador, como un lapso de
gran estabilidad, sin cambios significativos, en todos los órdenes, en oposición a la
inestabilidad que se dio en los años republicanos. La “Colonia” se solía ver sin mayores
modificaciones en la estructura social y económica. Esta visión no es correcta. Durante
los tres siglos que estas tierras permanecieron vinculadas a la metrópoli española, se
produjeron transformaciones muy significativas, perfilándose al menos tres períodos
diversos. En los tiempos coloniales la vida de la sociedad y del Estado fue muy
compleja y su caracterización escapa las simplificaciones. Entender la sociedad colonial
como “feudal” o “semifeudal”, tal como lo repite una mala costumbre interpretativa que
recogen algunos autores, es un error. La formación económico-social de lo que luego
llegó a ser Ecuador está llena de complejidades. En medio de permanentes cambios, se
dio un conjunto orgánico y articulado de relaciones sociales de distinto carácter y origen
histórico diverso, cuya integración escapa de las caracterizaciones simplistas. Si vemos
a la sociedad colonial desde la perspectiva de sus relaciones económico-sociales
básicas, luego de la conquista encontramos tres grandes períodos en la vida de lo que
ahora es el Ecuador. Desde el fin de la conquista hasta fines del siglo XVI se dio un
período de asentamiento e inicial consolidación del régimen colonial español. Desde
entonces y hasta las décadas iniciales del siglo XVIII, es decir una centuria y unas
décadas más, se dio un segundo período en el que la actividad económica articulante de
la sociedad fue la producción textil. Por fin, desde inicios del siglo XVIII y hasta cerca
de cien años después, cuando se inició la Independencia, se dio un tercer período,
caracterizado por la crisis, la readecuación de las relaciones sociales y el agotamiento
del régimen colonial.
Como se ve, al principio de la colonización se dieron dos procesos. Por una parte, el
sojuzgamiento e inicio del despojo de los indígenas. Por otra, la resolución en beneficio
del poder metropolitano, del conflicto creado por los primeros colonos que intentaron
retener buena parte del control local. Al comienzo de la colonización, para manejar las
tierras y las gentes recién conquistadas, los españoles necesitaron de los caciques
locales, que siguieron como autoridades de sus pueblos. Así se dio el “mandato
indirecto”. Pero desde el inicio establecieron mecanismos de control de los indígenas.
La institución básica del período fue la encomienda, que consistía en el encargo o
“encomienda” –de allí su nombre– que hacía la Corona a un colono español –el
encomendero– de un grupo de indígenas, para que los catequizara. Para esta labor, el
encomendero pagaba a un eclesiástico –el doctrinero– que tenía a su cargo la
“evangelización”. Los indígenas debían pagar un tributo a la Corona y, como pago del
beneficio de la cristianización, quedaban obligados a prestar servicios al encomendero o
a darle dinero. Así se estableció un mecanismo de extracción de excedentes en forma de
trabajo e impuestos, y un instrumento de control ideológico de las masas indígenas, que
fueron catequizadas por el clero. Entre la década de 1530 y la de 1590 se extiende un
período de asentamiento del poder colonial en el que, por una parte, se establece el
sistema hispánico (fundación de ciudades, diócesis, audiencias, etc.), y se consuma, por
otra, la dominación de los pueblos aborígenes. Todo esto se da bajo condiciones del
“encuentro” de dos sociedades: de un lado, la metropolitana, que estaba inmersa en la
transición del orden feudal al capitalista en Europa; de otro, la indígena, que
experimentaba una aguda crisis de las formas aborígenes de organización social que
precipitaron su derrota.
Luego de la conquista militar se institucionalizó el poder colonial, pasando de este
modo paulatinamente al “mandato directo”. Las ciudades hispánicas se fundaron desde
el inicio: Quito (1534), Portoviejo y Guayaquil (1535), Popayán y Cali (1536), Pasto
(1539), Loja (1548), Zaruma y Zamora (1550), Cuenca (1557), Baeza (1559), Tena
(1560), Riobamba (1575). En estas villas o ciudades propiamente dichas se estableció
un cabildo representante de los intereses dominantes locales, que cumpliría un papel
crucial en el régimen colonial. El cabildo de Quito, asiento también del gobernador
nombrado por el Rey, asumió funciones de reparto de tierras y organización de
servicios. Desde la década de los cuarenta se buscó organizar la administración
religiosa. Vaca de Castro pidió el nombramiento de obispo para Quito. La diócesis fue
creada en 1545 con jurisdicción en lo que hoy es territorio del Ecuador, el sur de
Colombia y el norte del Perú. Para primer obispo fue nombrado el bachiller García Díaz
Arias, que se posesionó en 1550. La administración legal y política adquirió
organización definitiva en 1563, cuando se creó la Real Audiencia de Quito, con
jurisdicción parecida a la del obispado. Su primer Presidente fue el licenciado Hernando
de Santillán, que se posesionó en 1564. Además de las ciudades de fundación española,
se conservaron en las tierras de la Audiencia de Quito varios asientos indígenas. No solo
en este aspecto se dio continuidad a la sociedad indígena, ya que la prevaleciente
“Legislación de Indias” mantuvo una división entre la República de blancos, que
agrupaba a los colonos, y la República de indios, que mantenía sus elementos
comunitarios constitutivos e inclusive sus autoridades étnicas, como los caciques,
asimilados a la burocracia para efectos de gobierno y recaudación de impuestos.
Durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo en el Perú (1569-1581) se realizaron
fundamentales reformas administrativas y fiscales que consolidaron el poder colonial en
todo el Virreinato y en la Audiencia de Quito. Hacia finales del siglo XVI en Quito se
dio un conflicto entre el presidente de la Audiencia Manuel Barros, de inclinaciones pro
indígenas, y el Cabildo, defensor de los intereses locales blancos. En 1592 y 1593 se
produjo la Rebelión de las Alcabalas contra la aplicación de un impuesto que afectaba al
comercio local. Al fin triunfó una vez más la Corona, pero se mantuvo una suerte de
equilibrio de fuerzas entre ella y los poderes locales.
El 13 de mayo de 1830 las corporaciones y padres de familia de Quito resolvieron
“Constituir un Estado Libre e Independiente, con los pueblos comprendidos en el
Distrito del Sur y los más que quieran incorporarse, mediante las relaciones de
naturaleza y de recíproca conveniencia”. Semanas después, en agosto, se reunió en
Riobamba la primera Asamblea Constituyente. Uno de los problemas que afrontaron los
“padres de la Patria” fue cómo bautizarían al nuevo país. El tradicional nombre de
Quito, herencia indígena mantenida por la Real Audiencia, despertó resistencia entre los
representantes guayaquileños y cuencanos. En aras de la unidad se resolvió llamar al
nuevo Estado como lo habían hecho los sabios franceses que lo visitaron años atrás para
hacer estudios sobre la línea equinoccial. De este modo nació el Ecuador. La
característica del país en su nacimiento fue la regionalización. Tres espacios que habían
prevalecido en el último período colonial se consolidaron. La Sierra centro-norte, con su
eje Quito, retuvo la mayoría de la población y la vigencia del régimen hacendario. La
Sierra sur, nucleada alrededor de Cuenca, tuvo una mayor presencia de la pequeña
propiedad agrícola y la artesanía. La cuenca del río Guayas, con su centro en Guayaquil,
experimentó un acelerado crecimiento del latifundio cada vez más vinculado a la
exportación, y sufrió una declinación de la pequeña propiedad agrícola. Estas regiones
mantenían precarias relaciones entre sí. Cada cual estaba vinculada económicamente al
sur de la actual Colombia, al norte del Perú o a la costa pacífica, pero no constituían
entre ellas un mercado que las articulara. Las guerras de la independencia deterioraron
los frágiles vínculos económicos y sociales entre las regiones y redujeron el comercio
internacional que, con la ruptura colonial, fue orientándose cada vez más hacia las
potencias capitalistas, especialmente a Gran Bretaña, que luego de las dos primeras
décadas de la República se constituyó en la principal contraparte comercial. El
desarrollo del comercio externo aceleró el crecimiento poblacional y económico de la
Costa, pero al principio no logró articular toda la economía del país. Eso sucedería en
las décadas finales del siglo XIX. Ecuador nació dominado por los grandes latifundistas,
señores de la tierra que controlaban el poder regional. La mayoría de la población eran
campesinos indígenas, sujetos a la hacienda por el concertaje. En algunos lugares de la
Sierra y Guayaquil se mantenía la esclavitud de los negros y la pequeña propiedad
campesina, así como relaciones de corte precapitalista denominadas precarias. En las
ciudades, concentradas en su mayoría en la Sierra, vivían grupos de artesanos y
pequeños comerciantes con una cúpula de burócratas, clérigos y propietarios rurales.
Autor:
Giorggio Jacome B.
Bibliografía:
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_Ecuador
https://educacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2016/09/librostexto/
Estudios_Sociales_5.pdf