Depresion
Depresion
Depresion
En una época donde cambian las coordenadas de goce, no todo cambia. Aparecen
nuevos significantes que parecen designar nuevos malestares, pero que sin embargo se
prestan a ser examinados, interpretados y dilucidados de acuerdo a la lógica analítica.
Hay uno en particular, que goza de muy buena prensa, que da cuenta –de acuerdo a
la interpretación que de su emergencia hace J-A Miller– de las consecuencias del impacto de
la época en la clínica. A la época de la decadencia del padre le corresponde un período de
“decadencia de la clínica”, de indiferenciación clínica. Y este significante nuevo parece
designar “un modo particular de vivir la pobreza del deseo”(1). Se trata del significante
depresión y de los sujetos que a su alrededor se agrupan, los deprimidos.
En “ A propósito de los afectos en la teoría analítica”, J-A Miller destaca que si Lacan
responde recurriendo a la ética y a la moral para dar cuenta del afecto es precisamente para
darle al afecto el estatuto de significado del sujeto, para llevarlo al plano de la relación del
sujeto con el significante (el afecto quiere decir que el sujeto está afectado en su relación al
Otro) (3), y fundamentalmente, el recurso a la ética para destacar en ese plano, la relación
del sujeto con el goce.
Si pudiéramos resumir en Freud una teoría, una posición sobre los afectos, ésta nos
enseña que el afecto entendido como el factor cuantitativo, el goce, siempre se desplaza y su
representante representativo, el significante, es lo que se reprime. Este es uno de los
aspectos que Lacan destaca a propósito de la tristeza llamada depresión, que no se puede
desconocer su conexión con el plano del bien decir. Y ¿qué es el bien decir?, se pregunta
Miller. “No se trata del manejo del significante para el significante, sino precisamente del
acuerdo del significante y del goce, de su resonancia. La ética del bien decir consiste en
cercar, en encerrar, en el saber, lo que no puede decirse. Por eso de la tristeza Lacan hace
un asunto de saber. Cuando el saber es triste, es impotente para poner el significante en
resonancia con el goce, este goce permanece exterior”. (4)
Por esta razón el afecto que Lacan opone a la llamada depresión es el saber, el
entusiasmo, el saber alegre, que a diferencia de la tristeza como saber fallido, como
impotencia, toca lo real, lo imposible.
De un lado un pecado, una falla moral, un saber impotente; del otro una virtud, el
bien decir, un saber sobre lo imposible.
En el Seminario “El lugar y el lazo”, Miller retoma esta cuestión en esta misma
perspectiva, en tanto recuerda que cuando Lacan utiliza el término depresión calificándola de
cobardía moral, indica la renuncia del sujeto a encontrar los puntos de referencia del deseo
en lo simbólico, en la estructura significante. Y es a partir de esta referencia al
consentimiento o no del sujeto al bien decir que es posible articular la llamada depresión y la
angustia.
Entonces, “En un contexto social donde hay menos padres, la sociedad tiende a
transformarse en una sociedad de hermanos, de hermanos incrédulos. No creen en Dios, ya
no creen en el padre, ya no creen en la autoridad. Faltan los puntos de referencia al estar el
padre en retirada”. (5)
Este impacto sobre la creencia tiene efectos en el saber. Cuando el ideal no funciona
como medida de un querer o de un deber ser, queda firmemente cuestionado el fenómeno de
creencia en el síntoma, condición necesaria para demandar una significación supuesta a un
Otro. Es porque se cree que el síntoma, eso que no anda, que no funciona, “es capaz de
decir algo y que solo es preciso descifrarlo”(6) que alguien viene a demandar nuestra ayuda.
La contra cara de esta creencia siempre esconde el ideal, este creer está sostenido
por un ideal respecto del cual el sujeto queda más o menos representado, un ideal que dicta
cómo las cosas deberían marchar, cómo deberían funcionar. Y el psicoanálisis nos enseña
que el ideal y el padre van de la mano.
Por otra parte, para poder transformar una demanda de significación en una
demanda de saber es necesaria la creencia en el inconsciente.
Para Lacan, la hipótesis del inconsciente, del inconsciente como saber, se sostiene
en la suposición del Nombre del Padre. Por ésta razón, se puede prescindir de él a condición
de servirse de él.
Mónica Wons
Referencias:
(1) Laurent, E.: “Los nuevos síntomas y los otros”, El Caldero 57,
noviembre-diciembre 1997, pág. 54.
(6) Lacan, J.: Seminario 22 R.S.I., 1974-1975, clase del 21-01-1975, pág.
41.
(7) Miller, J –A.: Curso 2000-2001 El lugar y el lazo, clase del 29-11-2000 y
del 14-03-2001.