Cultura y Diversidad Cultural
Cultura y Diversidad Cultural
Cultura y Diversidad Cultural
Tradicionalmente han existido dos formas de entender de qué hablamos cuando nos referimos a
“la cultura”: por un lado, existe la concepción “estética” de la misma y por el otro se encuentra
la definición proveniente de las ciencias sociales, específicamente de la antropología y que es la
que se desarrollará a lo largo de esta unidad. En la primera acepción se entiende por cultura al
conjunto de expresiones artísticas e intelectuales de los ámbitos llamados académicos o
“cultos”. Cultura en este caso se aplicaría a un conjunto de saberes y expresiones delimitadas
por ciertas características comunes y restringidas algunos sectores de la sociedad capaces de
producirlos (artes plásticas, filosofía, literatura, cine, etc.). La persona con cultura o “culta”
sería entonces la que es capaz de producir dichos bienes culturales, la que tiene un vasto
conocimiento en algún área humanista o artística, en contraposición a una persona “inculta”,
con escasos conocimientos o nivel educativo. En esta concepción se supone que el
conocimiento humano va en constante evolución hacia un progreso constante, donde las
tradiciones “civilizadas” se contraponen a las “incivilizadas” y donde los poseedores de dicha
capacidad son aquellos sujetos que pueden producir algún tipo de conocimiento científico,
humanista o artístico, que cumple con las características o normas específicas de estas
áreas, acotando así el espectro de conocimientos válidos para el desarrollo social a los que se
ciñen esta forma. Ahora bien, esta visión se encuentra ampliamente difundida e incluso es
común que se utilice indistintamente junto a la definición antropológica de cultura. En esta
visión, se plantea una concepción de cultura más amplia, en donde ésta se concibe como todo
el complejo de rasgos distintivos espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que
caracterizan a una sociedad o grupo social. Esto incluiría, además de todas las expresiones
creativas que la concepción estética de cultura define (v.gr.; historia oral, idioma, literatura,
artes escénicas, bellas artes, y artesanías), a las llamadas prácticas comunitarias (v.gr.; métodos
tradicionales curativos, administración tradicional de los recursos naturales, celebraciones y
patrones de interacción social que contribuyen al bienestar e identidad de grupos e individuos) y
los bienes muebles e inmuebles, tales como sitios, edificios, centros históricos de las ciudades,
paisajes y obras de arte. La cultura es entonces, desde esta perspectiva, todo el conjunto de
expresiones particulares de un período o de un grupo humano que de alguna forma u otra se
encargan de otorgarle un sentido a la existencia de cada persona que hace parte de un grupo, y la
forma como se defina la cultura de tal o cual grupo va a depender de la perspectiva con la que se
miren los distintos elementos distintivos de cada uno. Se puede hablar entonces de “cultura
mapuche”, “cultura aymara” o “cultura yanomami” cuando queremos distinguir un grupo
indígena de otro, pero por ejemplo, un aymara puede ser, además de indígena, campesino (en
contraposición a un pescador, un banquero o un electricista, cuando nos guiamos por su oficio o
profesión) o boliviano (y no mexicano, guatemalteco o inglés si queremos definir la
nacionalidad en cuestión), por lo cual comparte elementos culturales de cada uno de los
grupos a los que pertenece y que le dan sentido a los distintos elementos que integran la
totalidad de su persona. Por otro lado, la cultura y las culturas no son algo estático, no se
definen de una vez y para siempre, con fronteras inmutables entre lo que se es y lo que no se es
y no existe como algo independiente de los individuos que componen un grupo humano. Los
límites entre una cultura
y otra no se encuentran claramente definidos, y, ya que lo que otorga sentido a la vida de una
persona cambia y se transforma, las culturas también cambian y se transforman. Se puede ver
entonces lo que señala la concepción antropológica de cultura cuando plantea que ésta es el
conjunto de procesos, categorías y conocimientos a través de los cuales cada persona organiza la
heterogeneidad del mundo en el que habita, dándole sentido a su existencia. Esta
definición, que complementa a la anterior plantea que no se puede concebir a la cultura como
un algo estático, sino que más bien es algo difuso, en constante cambio y movimiento,
en un mundo donde el pluralismo es la regla y no la excepción ya que lo que otorga sentido en
un primer momento puede que posteriormente ya no lo dé, por lo tanto las culturas cambian
conforme los seres que las componen van cambiando, mutando, transformándose,
diferenciándose...Es gracias a esta capacidad de cambio, de adaptación y de diferenciación que
hoy en día se ve la variedad de manifestaciones humanas existentes a lo largo del globo. Si una
cultura permanece inmutable puede no sobrevivir a los individuos que la componen, en cambio,
si ésta cambiase tiene como resultado diversidad y pluralismo. En otras palabras: todos los
seres humanos, vivan donde vivan, habitan en un mundo multicultural y por lo tanto todos
los individuos de un grupo desarrollan competencias en varias culturas ya que cada cual tiene
acceso a más de una cultura, entendiendo por ella un conjunto de conocimientos y patrones de
percepción, pensamiento y acción. Al mismo tiempo, cuando una persona adquiere estas
diversas competencias culturales nunca lo hace completamente :“cada individuo sólo
adquiere una parte de cada una de las culturas a las que tiene acceso en su experiencia. Su
versión personal de la cultura o, con el término que acuñó Goodenough, su propiospecto,
es la totalidad de esas ́parcialidades que conforman una visión privada, subjetivad del mundo y
sus contenidos, desarrollada a lo largo de su historia experiencial” 1.
Las funciones de la cultura
La cultura es ante todo el prisma a través del cual un hombre lee el mundo, da un sentido a la
vida en sociedad, una orientación a la organización de sus relaciones con los otros y a la
coexistencia de las sociedades entre sí. La cultura comporta una parte de organización
material de la vida social del mismo modo que sintetiza para cada miembro del grupo que se
reconoce en ella los valores fundadores de su ser en el mundo y su ser con los otros. Tanto, si no
más, como los valores seculares, toda cultura vehicula las dimensiones de la trascendencia.
Cuando un grupo humano se encuentra movilizado por una causa importante o se siente
amenazado, estos valores pueden volverse un refugio que puede transformarse en bastión y una
defensa que puede convertirse en violencia. Nosotros, que vivimos hoy un encuentro inédito de
las culturas, algunas de las cuales atraviesan un momento de resurgencia de lo religioso,
deberíamos estar más atentos aún a este cruce particular delos valores del cielo y de la tierra. La
cultura es, en segundo lugar, un vector de identidad. Es un signo de pertenencia porque ha sido
antes que nada un medio de socialización, educación y formación de la parte colectiva de
nuestra identidad. En este sentido, es tradición y transmisión. La tradición es lo que es dado
como un marco histórico de referencia, de enraizamiento e identificación. Transmitir es
mantener el vínculo que une a las generaciones y proponer a cada individuo las condiciones de
su inserción en el conjunto al que pertenece. Preservar los lugares simbólicos de pertenencia y
perennizar los canales de la transmisión es trabajar por la salva-guarda de las culturas y obrar
con vistas a la diversidad cultural. Finalmente, la cultura es lo que reúne a los seres humanos en
la común humanidad. La cultura es, pues, también una manera de ver a los otros, de pensarse
con ellos, de tomar conciencia de que la pertenencia a un grupo comanda al mismo tiempo
ciertas reglas de relación con los otros. Lo cultural es de entrada también lo intercultural. En
efecto, ¿de qué valdría una cultura que no sirviera más que a la definición de sus miembros en
un mundo en el que ninguna cultura está sola ni es solitaria? Formular la pregunta de este modo
implica admitir que toda cultura está orientada hacia los otros y que esta orientación define
múltiples estrategias. Estas estrategias pueden favorecer actitudes de apertura como pueden
generar bloqueos, desconfianzas y conductas de cierre. “Nosotros y los Otros”: la dialéctica de
las relaciones interculturales permanece abierta. Por tanto, es una puerta hacia la alteridady el
soporte de una cultura de paz y cooperación entre conjuntos diversos y plurales. “Nosotros
contra los Otros”: la defensa identitaria se convierte en el único objeto de la política cultural.
Contribuye a la creación de barreras culturales y se torna hostilidad y desconfianza. Del devenir
de las relaciones entre las culturas plurales depende no sólo el futuro de la diversidad, sino
también el refuerzo de nuestras defensas culturales contra el choque de los imaginarios y la
exacerbación de las pasiones identitarias.
¿Qué es la identidad?
Complementando el concepto de cultura se debe definir el de identidad. Ésta parte como idea
cuando se plantea qué diferencia y qué asemeja un individuo a otro y que diferencia y que
asemeja a un grupo frente a otros, cuáles son las piezas del puzzle social que componen a cada
uno y en que parte de ese puzzle se encuentra cada cual. De donde vengo, a donde voy, donde
estoy ahora. Plantear el tema de la identidad no es hacer referencia ni preguntar acerca de la
esencia individual o sobre la esencia de la cultura a la que se pertenece, ya que, como se ha
señalado, la cultura es un proceso de construcción constante que no se fija de una vez y para
siempre y por lo tanto la identidad que se construye al interior de ella cambia al tiempo que la
estructura de sentido también cambia y se transforma. Así como existen diferentes universos
culturales a los cuales se puede pertenecer, existen diversas identidades al interior de cada
persona y de cada comunidad humana, todas ellas coexistiendo simultáneamente, algunas veces
complementándose y algunas veces chocando entre sí. Por ejemplo, un indígena mapuche puede
tener, además de identidad hacia su grupo étnico, una identidad campesina, ya que esa es su
forma de ganarse la vida, identidad nacional argentina, por ser el país en el que vive, e identidad
evangélica, por ser esa su religión. En algunos casos las diferentes identidades chocan entre sí,
como cuando la identidad étnica no tiene relación con la identidad nacional, como sucede
muchas veces en grupos étnicos que viven en la frontera entre países y a quienes se les intenta
imponer una nacionalidad cuando ésta en realidad no existe o es imposible de definir. Sucede
también que cuando un grupo ve debilitada su identidad, su conciencia de pertenencia, los
integrantes se quedan sin el piso psicológico, simbólico o material que antes los sustentaban
intentando recuperar el sentido de pertenencia en otras comunidades o a través de otras prácticas
o símbolos, no necesariamente útiles en la tarea de otorgar nuevamente el sentido que se ha
perdido. La identidad se crea en dos niveles distintos. Por un lado se encuentra la Identidad
Individual, que tradicionalmente se ha definido como el conjunto de atributos y características
que permiten individualizar a las personas, es decir, como todo aquello que hace que
cada individuo sea uno mismo y no otro. Este proceso se lleva a cabo en una dialéctica
constante, donde la persona identifica lo que la asemeja y lo que la diferencia de los otros,
fundamentándome en el pasado, en lo que constituyen las raíces de cada persona y
transformándose a lo largo de toda su existencia.
Para el psicólogo Erick Erickson, la identidad es una afirmación, “un sentirse vivo y activo, ser
uno mismo, la tensión activa y confiada y vigorizante de sostener lo que me es propio; es una
afirmación que manifiesta una unidad de identidad personal y cultural” 3. Esta identidad se
daría como resultado de la unión de los procesos biológicos, psicológicos y sociales que
constante-mente están interactuando para que cada individuo encuentre la mejor forma de
representar la diversidad que el mundo le presenta. Estos cambios en lo que identifica y
compone la Identidad Individual suceden en constante referencia a lo que cada cual vive en su
medio ambiente o en lo que constituye su identidad social o cultural. Ésta se refiere a lo que
tiene de específico cada grupo humano, lo que une a los que lo componen y diferenciándolo de
otros: “Es por eso que la identidad contiene la historia de la relación entre el individuo y su
sociedad y de la forma particular de solución encontrada frente a sus problemas” 4. Se puede
decir entonces que se trata de una relación donde ambos niveles se construyen y transforman
constantemente en un proceso de continuo desarrollo. García Castaño señala que la: “La
identidad representa muchas veces los puntos de encuentro entre los miembros del grupo, la
versión y visión que mejor describe de manera homogeneizadora a tal grupo, pero los análisis
de la práctica cultural nos muestran que tal identidad se forja, se mantiene y se
transforma en un sinfín de enfrentamientos y tensiones, y que se construye
principalmente frente a algún otro” 5. Es decir que sin diversidad, no se puede construir la
identidad ya que ésta es un proceso de identificación constante con los distintos
elementos de la heterogeneidad cultural en la que habitamos y que esta identificación sólo se
puede realizar cuan-do se toma conciencia de que existe otro distinto a uno: “La adquisición
gradual de la identidad se realiza mediante la construcción de la conciencia de la existencia de sí
mismo como sujeto independiente de los otros, y mediante el descubrimiento de las
características y atributos que le sirven para definirse como persona con entidad y características
propias, diferenciada de los demás”
La identidad individual parte de un proceso de definición del individuo frente a la
heterogeneidad del mundo y ésta puede construirse al interior de una cultura determinada o en
referencia a diversos mundos culturales, a los cuales todos tienen acceso y de los cuales se
puede “entrar o salir” en la medida que se decide hacer parte de un grupo determinado –por
ejemplo ser bombero de una barra de fútbol– o dejar de hacer parte de él. Existe además un
grado de afirmación consciente en la construcción de la identidad, en la medida que cada
individuo está facultado para elegir los puntos de referencia en torno a los cuales construirá la
red de significados de su existencia. Lo mismo sucede a nivel grupal, cuando un conjunto de
personas constituyen una comunidad específica, sus campos de acción, sus símbolos y lenguajes
propios. Este ha sido el proceso a través del cual se han forjado las identidades nacionales a
partir de la creación de los estados nación europeos. Cada uno comparte una bandera y un
himno (símbolos nacionales),una identidad geográfica, una lengua determinada y pueden o no
estar asociados a otros elementos, como la religión, el modelo económico imperante, y cierto
carácter o tendencias socia-les comunes. La identidad es entonces el proceso a través del cual
cada persona se construye en la cultura o las culturas de las que hace parte, cómo se identifica
en ellas o hacia ellas, cómo las significa, optando por elementos determinados y cargándolos de
emotividad y sentido. Desde esta perspectiva, no existe una sola identidad, sino que existen
diversas identidades que componen la experiencia de cada individuo, construidas
subjetivamente a nivel individual e intersubjetivamente a nivel grupal. Éstas serán, finalmente,
el eje que otorgará sentido y que guiará las acciones de cada persona y de cada grupo humano a
lo largo de su existencia.