2011 La Diversidad Marina en España

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La diversidad marina en España 1

La diversidad marina en España


Marine diversity in Spain
José Templado
Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), José Gutiérrez Abascal, 2,
28006 Madrid

Palabras clave: Biodiversidad marina, España


Key words: Marine species richness, Spain

Resumen

Se comentan brevemente algunas características de la biodiversidad marina en


comparación con la terrestre. Mientras que la riqueza de especies del conjunto de metazoos
y macrófitos en el medio terrestre es notablemente superior a la del marino (alrededor del
85% frente al 15%, respectivamente), la biodiversidad medida en modelos estructurales y
formas de vida es muy superior en mares y océanos, donde están representados casi todos
los grandes grupos de organismos pluricelulares.
Tras esta introducción, se analizan las particularidades del medio marino en España
que determinan que nuestras aguas alberguen las mayores cifras de biodiversidad de
todo el ámbito geográfico europeo y norteafricano. Los estudios sobre nuestra flora y
fauna marinas se intensificaron de una forma muy notable durante el último cuarto del
siglo pasado. Ello ha conducido a un buen nivel actual de conocimientos en los aspectos
más básicos (taxonómicos, florísticos y faunísticos). En el presente trabajo se aportan
los números de especies de los diferentes filos de organismos pluricelulares marinos
conocidos a nivel, mundial, europeo, español y canario. Se conocen en la actualidad unas
10.300 especies de organismos pluricelulares en nuestras aguas marinas territoriales,
incluyendo Canarias (unas 1.050 de macrófitos y unas 9.250 de metazoos), lo que supone
alrededor del 4,6% del número de especies conocidas a nivel mundial.
Finalmente, se comenta el alarmante declive de la taxonomía morfológica en los
últimos años, a favor de otras disciplinas, como la sistemática molecular o la ecología,
mejor valoradas por los criterios actuales de evaluación de la actividad investigadora.

Abstract

Species diversity (of metazoan and macrophytes) appears to be far lower in the sea
(around 220,000 known species) than on land (near 1,7 million known species), probably
because marine water is a continuous environment, without apparent barriers to dispersion
(most marine species have wide geographical range), and they are physically much less
variable in space and time than terrestrial environment. Besides, the most diverse group
of organisms, the insects (within the animal kingdom) and the angiosperms (within
the vegetal kingdom) are almost exclusive of terrestrial and freshwater environments.
Nevertheless, the diversity of major lineages (phyla and classes) is much greater in the
sea than on land or in freshwaters. Except Onychophora and Pentastomida, all animal
phyla, are represented in the marine realm, and many of them are exclusive of the marine
environment (14 are exclusive, whereas 14 occur also in freshwater, where none is
endemic, and only 11 have terrestrial representatives).

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2 J. Templado

The geographic and oceanographic peculiarities that converge in the Spanish coasts
favour a very rich marine biodiversity. Knowledge of marine biodiversity in Spain has
increased enormously in the past 25 years, and many systematic inventories have been
developed. Due to this effort, up to day about 10,300 species of macroscopic organisms
have been recorded in the Spanish marine realm (around 1,050 species of macrophytes
and near 9,250 of metazoans), about 4.6% of all known marine species globally. The
numbers of known marine species of the different groups of macrophytes and metazoans
are given, globally, in European coasts and seas, in Mediterranean, in Spanish marine
waters (including the Canary Islands), and in the Canary Islands. The Strait of Gibraltar
and some neighbouring areas of the Alboran Sea show the highest species richness of the
European seas.
Finally, it is pointed out the alarming decline of morphological taxonomy in recent
years in Spain in comparison with other disciplines, such as molecular systematics or
ecology, which receive better reviews due to the current evaluation criteria used for
research activities.

1. Particularidades de la biodiversidad marina

El medio marino tiene unas características muy diferentes a las del medio
terrestre y, por lo tanto, su diversidad biológica es, asimismo, muy distinta, tanto en
su composición como en su estructura y funcionamiento. El agua tiene una mayor
capacidad de absorción de energía que el aire, lo que hace que el medio marino
sea mucho más estable en cuanto a la temperatura que el terrestre, y que controle
el clima a nivel global y estabilice las temperaturas de la superficie terrestre
próximas a la costa. El agua del mar es 830 veces más densa que el aire, por lo
que la gravedad afecta a los organismos marinos de forma muy diferente a los
terrestres. La elevada densidad del agua permite la vida en suspensión (plancton y
necton) con un gasto relativamente bajo de energía, lo que posibilita que distintas
formas de vida ocupen todo el volumen de la gran masa de agua, aunque la mayor
parte de la vida marina se concentra en las capas más superficiales (alrededor
del 80% de la biomasa se concentra por encima de los 1.000 m). La existencia
de vida en suspensión, así como de diversos tipos de partículas orgánicas y de
nutrientes disueltos supone que el agua transporta en su seno una gran cantidad
de alimento. Ello ha determinado que buena parte de los grupos o especies de
animales marinos se hayan adaptado a la vida sésil (fija al sustrato) y a nutrirse
simplemente por filtración. Por el contrario, en el medio terrestre todos los
animales se ven obligados a desplazarse para obtener el alimento, mientras que
sólo los vegetales pueden vivir fijos al sustrato. En el fondo marino, plantas y
animales compiten por la ocupación del espacio y, de hecho, muchos paisajes o
ecosistemas marinos están constituidos mayoritariamente por especies animales
sésiles. El ejemplo más elocuente de ello lo constituyen los arrecifes de coral.
Algunos de los grandes grupos que comprende el Reino Animal están
constituidos exclusivamente por especies sésiles (esponjas, endoproctos,
foronídeos, briozoos, ascidiáceos). Otros, como los cnidarios, aunque cuentan
también con especies de vida libre, son mayoritariamente sésiles y, asimismo,
algunos grupos de animales originariamente móviles (como moluscos y anélidos),
cuentan también con numerosas especies adaptadas a vivir fijas al sustrato y a
alimentarse por filtración.
Por otro lado, aunque muchas de las especies marinas son bentónicas
(viven asociadas al fondo), buena parte de ellas (se estima que alrededor del
70%) poseen una o más fases larvarias planctónicas (Templado, 2004), lo cual
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les confiere una gran capacidad de dispersión, que depende de la mayor o menor
duración del periodo que pasan en el plancton. Se ha demostrado que en muchos
casos las larvas planctónicas pueden retrasar considerablemente el momento
de la metamorfosis en ausencia de los factores determinantes de la misma
(normalmente la presencia de algún sustrato adecuado para el asentamiento),
lo que aumenta la capacidad potencial de dispersión. Ello, unido a la aparente
ausencia de barreras geográficas, determina que las áreas de distribución de la
mayor parte de las especies sean muy amplias. Al mismo tiempo, el intercambio
genético entre poblaciones alejadas se ve favorecido y todo ello determina una
gran homogeneidad de la flora y fauna marinas a través de grandes áreas. Por
ejemplo, zonas tan alejadas de la región Indo-Pacífica como las costas del este de
África y los distintos archipiélagos de la Polinesia tienen un elevado número de
especies marinas en común, lo cual es impensable en la flora y fauna terrestre. El
aislamiento genético requerido para la formación de nuevas especies se produce
con mayor dificultad en el medio marino, por lo que las tasas de especiación
son mucho mayores en el terrestre, donde las barreras geográficas, los bruscos
cambios en el medio físico de unas zonas a otras y la capacidad de dispersión, por
lo general reducida, favorecen la aparición de nuevas especies y la existencia de
un alto número de endemismos locales.
Todo lo anterior conduce a que se disparen las cifras de diversidad biológica
(referida al número de especies actuales conocidas) que se dan para el medio
terrestre, si las comparamos con el marino. En la Tabla I se ofrecen unos datos
comparativos relativos al número de especies pluricelulares actuales conocidas
en los medios terrestre, dulceacuícola y marino, obtenidos de diversas fuentes,
principalmente de las compilaciones de Groombridge & Jenkins (2002), Bouchet
(2006), Chapman (2009), y a partir de datos propios, siempre optando por las
cifras más conservadoras. Como resumen de estos datos puede decirse que en el
medio terrestre se conocen más de 1.300.000 especies animales y unas 345.000
de plantas (aproximadamente 1.700.000 especies en total), mientras que en el
mar se conocen sólo alrededor de 213.000 especies animales y menos de 7.000
de macrófitos (aproximadamente 220.000 especies). Por lo tanto, la diversidad
biológica (medida en número de especies) del medio marino representa sólo algo
más del 15% de la existente en tierra, lo cual resulta paradójico si tenemos en
cuenta que el volumen potencial para la vida en el mar es unas trescientas veces
superior al del medio terrestre. Ello se explica, por las peculiaridades comentadas
anteriormente. En resumen, puede decirse que la mayor estabilidad del medio
marino, unida a la mayor capacidad de dispersión de las especies, se traduce
en: 1) una evolución más lenta y una tasa de especiación baja, 2) amplias áreas
de distribución y, 3) una mayor longevidad estratigráfica de las especies y tasas
de extinción bajas. Por el contrario, y como regla general, en el medio terrestre:
1) la evolución es más rápida, así como la tasa de especiación, 2) las áreas de
distribución son más restringidas y, 3) la duración en términos geológicos de las
especies es más corta (Templado et al., 2010).
En lo que se refiere al último punto, hay que tener en cuenta que en el medio
marino las posibles crisis locales no eliminarán a las especies con amplias áreas
de distribución de toda el área que ocupan y, cuando se restablezcan de nuevo las
condiciones adecuadas en las zonas afectadas, éstas pueden ser repobladas por
larvas procedentes de las poblaciones supervivientes en otras zonas. Por lo tanto,
aunque las tasas de especiación en este medio son bajas con respecto al medio
terrestre, también lo son las tasas de extinción. De hecho, la alarmante “crisis de
la biodiversidad” que vivimos en la actualidad parece afectar en mucha mayor
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Tabla I. Datos comparativos relativos al número de especies pluricelulares actuales


conocidas en los medios terrestre, dulceacuícola y marino (sintetizado a partir de
diversas fuentes, principalmente de las compilaciones de Groombridge & Jenkins,
2002; Bouchet, 2006; Chapman, 2009, y de datos propios).
- Comparative data of the number of terrestrial, freshwater and marine known recent
species of the different groups (data extracted from diverse sources, mainly from
de Groombridge & Jenkins, 2002; Bouchet, 2006; Chapman, 2009, and from own
data).
grupos totales terr. y dulc. marinas
Poríferos (esponjas) 10.100 150 9.950
Cnidarios y ctenóforos 10.810 700 10.110
Platelmintos 16.000 12.500 3.500
Asquelmintos y filos menores 30.440 14.300 16.130
Anélidos y grupos afines 16.400 4.000 12.400
Moluscos 122.000 28.000 94.000
Artrópodos 1.065.000 1.024.000 41.000
Lofoforados 5.050 50 5.000
Equinodermos 6.000 0 6.000
Urocordados 2.100 2.100 2.100
Vertebrados 43.000 29.500 13.000
Número de especies animales 1.326.200 1.113.200 ≅ 213.000
Plantas vasculares 270.060 270.000 60
Algas 100.000 75.000 6.600
Número de especies vegetales 370.060 345.000 6.660
Número de especies 1.696.260 1.458.200 ≅ 220.000

medida al medio terrestre que al marino. En este último se conocen muy pocas
especies extinguidas en épocas recientes, frente a las abultadas cifras que se dan
para el medio terrestre (diversas estimaciones indican que cada año se extinguen
más de 8.000 especies) (Groombridge & Jenkins, 2002). No obstante, hay que
tener en cuenta también que en mares y océanos es mucho más difícil llegar a
constatar que una especie se ha extinguido. Por otro lado, es muy alarmante la
merma de determinados hábitats marinos de singular importancia, como estuarios,
manglares, arrecifes de coral o praderas de fanerógamas, así como la rarefacción
de las poblaciones de muchas especies y su pérdida funcional en los ecosistemas
(Worm et al., 2002, Sala & Knowlton, 2006, Butchart et al., 2010, entre otros).
Volviendo de nuevo a los datos numéricos, se observa también que
la desproporción entre ambos medios en el número de especies se debe
exclusivamente a dos grupos: los insectos en el reino Animal, y las fanerógamas,
en el Vegetal. Ambos grupos, sobre todo el primero, comprenden la mayor parte
de las especies pluricelulares de nuestro planeta. Las fanerógamas se originaron
en el medio terrestre en el periodo Jurásico (hace unos 125 millones de años) y
rápidamente se extendieron por toda la superficie terrestre (con excepción de los
desiertos y las zonas heladas), experimentando una gran diversificación. Estos
vegetales superiores pasaron a constituir los elementos principales del paisaje
y de los hábitats sobre los que se sustentaba toda la comunidad biológica. Por
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tanto, en el medio terrestre la biodiversidad está totalmente condicionada por las


fanerógamas. La diversidad de hábitats y nichos ecológicos generados por estos
vegetales determinaron una enorme diversificación de algunos grupos animales,
y en especial los insectos, que a partir del Jurásico fueron aumentando en número
de especies hasta llegar a las cifras actuales. Mientras el número de especies en
el medio terrestre ha ido aumentando progresivamente desde el Jurásico hasta la
época actual, las cifras se han mantenido más o menos constantes en el medio
marino.
En el mar, el componente vegetal de la biodiversidad, constituido
mayoritariamente por vegetales inferiores (algas), está sometido a mayores
limitaciones. En primer lugar, los vegetales bentónicos deben competir por
el sustrato con multitud de formas animales de vida sésil; en segundo lugar,
requieren un sustrato duro sobre el que asentarse (no pueden colonizar las extensas
superficies ocupadas por los sedimentos oceánicos, que cubren más del 75% de
los fondos marinos) y, por último, al precisar de la luz, no pueden habitar más allá
de los 200 m de profundidad en aguas muy transparentes, tanto si se encuentran
sobre el fondo como si forman parte del plancton. Todo ello tiene una serie de
implicaciones que condicionan las características de las comunidades bentónicas
marinas, es decir de su biodiversidad, y que determinan sus diferencias frente
a las del medio terrestre. Mientras los insectos están prácticamente ausentes
del medio marino, salvo algunas especies de “zapateros” (género Halobates,
familia Gerridae, orden Hymenoptera) y fases larvarias de quironómidos
(Diptera), algunas fanerógamas invadieron de forma secundaria el medio marino,
adaptándose a ocupar las vastas extensiones ocupadas por sustratos blandos en
áreas someras de las plataformas continentales. Aunque las fanerógamas marinas
ocupan amplias zonas y constituyen uno de los principales ecosistemas marinos
litorales, no llegan al medio centenar de especies en todo el mundo.
Para concluir esta comparación general entre los medios terrestre y marino,
cabe decir que, aunque en lo que se refiere al número de especies existe una
importante desproporción en favor del primero de ellos, por el contrario, si
medimos la biodiversidad como la diversidad de “formas de vida” o de grandes
grupos biológicos, el panorama cambia radicalmente. De los 35 filos o grandes
grupos que se reconocen en la actualidad dentro del Reino Animal, sólo dos
de ellos son exclusivos del medio terrestre, los pentastómidos (parásitos todos
ellos de las vías respiratorias de vertebrados) y los onicóforos (con un pequeño
número de especies de ambientes húmedos tropicales). Por el contrario, los 33
filos restantes tienen representación en el medio marino, siendo 16 exclusivos de
este medio y otros 9 mayoritarios en él (Templado et al., 2010).
Es preciso señalar también que los números de especies ofrecidos
anteriormente se refieren a especies actuales conocidas y descritas formalmente.
En este sentido es muy notorio el mayor desconocimiento que se posee sobre los
fondos oceánicos con respecto a lo conocido en los ambientes continentales y
en los últimos años el número de especies marinas nuevas que se describen cada
año oscilan entre 1.200 y 1.800 (Bouchet et al., 2002, Bouchet, 2004). Aunque
los estudios sobre la biodiversidad se han incrementado en las últimas décadas,
este esfuerzo se concentra principalmente sobre los ecosistemas terrestres. Según
datos compilados por Hendriks et al. (2006), entre 1987 y 2004, sólo el 9,8%
de las publicaciones sobre el tema están dedicadas a la biodiversidad marina.
Asimismo, por ejemplo, sólo un 10% de las ponencias presentadas al “First
Open Science Conference of the Diversitas Programme” (celebrado en Méjico,
en noviembre de 2005) trataron sobre biodiversidad marina. Esta desproporción
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contrasta con el mayor desconocimiento sobre la diversidad de mares y océanos


y con el hecho de que en ellos se concentra la mayor diversidad filética.
Para tratar de paliar esta carencia, en el año 2000 comenzó a desarrollarse
el macroproyecto internacional denominado “Census of Marine Life”, en el
que están involucrados más de dos mil investigadores de más de 80 países,
entre ellos España, y cuyos resultados de sus diez primeros años de andadura
se han presentado recientemente en Londres (octubre de 2010). Los objetivos y
estrategias de este ambicioso proyecto se recogen en el artículo de Yarincik &
O’Dor (2005) y todo lo relacionado con él puede consultarse en la página web:
http://www.coml.org. Asimismo, una exposición de los descubrimientos más
relevantes se recogen en el libro titulado “Discoveries of the Census of Marine
Life” (Snelgrove, 2010).

2. El medio marino en españa y su diversidad biológica


Las privilegiadas características del litoral español y de su plataforma
continental, debidas a su situación geográfica entre el océano Atlántico y el mar
Mediterráneo, a las diferentes condiciones oceanográficas y biogeográficas que
en él inciden y a la extraordinaria variedad de tipos de costa que comprende (rías,
marismas, lagunas litorales, extensas costas acantiladas de distinta naturaleza,
playas y conjuntos insulares de extensión muy variable), determinan que nuestro
medio marino tenga una enorme complejidad, lo cual se refleja en su flora y
fauna. Todo ello se traduce en que España atesora, con mucha diferencia, la
mayor diversidad biológica marina en el ámbito europeo.
Las diferentes peculiaridades biogeográficas y oceanográficas que se dan en
cada uno de los sectores en los que puede dividirse nuestro litoral determinan que
la composición de la diversidad biológica varíe según nos vayamos trasladando
de uno a otro. En las costas del norte de España existen notables diferencias
entre las aguas gallegas y las del golfo de Vizcaya. Mientras que la biota marina
gallega tiene un carácter más frío y se asemeja más a la de las costas bretonas y
del sur de las islas Británicas, la del litoral cántabro y vasco presenta una marcada
“mediterraneización”, es decir, un carácter más termófilo (Ibáñez, 1989). Por otro
lado, el litoral atlántico del golfo de Cádiz, aparte de su situación más sureña, se
caracteriza por su extensa plataforma continental, ocupada en su mayor parte por
fondos sedimentarios (arenas y fangos). Esta zona, además de compartir muchas
especies con las áreas próximas (Mediterráneo y costas atlánticas del norte de
África), presenta algunas especies exclusivas.
Dentro de la biota que habita las aguas canarias, ya muy diferente y de
tipo subtropical, se pueden apreciar también diferencias entre las islas orientales,
bajo la influencia del afloramiento de agua fría sahariano y con gran abundancia
de muchas especies de interés pesquero, y las occidentales, con afinidades más
tropicales (Bacallado et al., 1989).
En lo que se refiere al Mediterráneo, hay que resaltar en primer lugar que
existe una marcada gradación decreciente de las cifras de riqueza específica
desde el sector occidental al oriental de este mar. No debe olvidarse que la mayor
parte de la biota mediterránea actual procede de sucesivas invasiones a partir
del Atlántico. Así, por ejemplo, se estima que el 87% de la fauna mediterránea
actual está presente en el Mediterráneo occidental, el 49% en el Adriático y el
47% en la cuenca oriental (Templado, 2004). Ello sitúa nuevamente a nuestro
litoral mediterráneo en una situación privilegiada, lo cual se acentúa todavía más
si tenemos en cuenta que en las costas mediterráneas españolas se observa, a su
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vez, toda una transición entre el litoral catalán, de afinidades más frías, y el sector
más termófilo, comprendido entre el cabo de La Nao y el cabo de Gata. El tramo
de costa que abarca desde el delta del Ebro hasta el cabo de La Nao, así como el
archipiélago balear, puede considerarse como una zona intermedia entre el sector
“cálido” y el “frío”. Aunque buena parte de las especies son comunes a todo
nuestro litoral mediterráneo, otras muchas presentan una gradación y caracterizan
los distintos sectores.
Por último, las costas mediterráneas del mar de Alborán (cuyos límites se
sitúan entre la línea que une el cabo de Gata y Orán, por el lado oriental, y en
el estrecho de Gibraltar, en el occidental) presentan una notable influencia de la
capa superficial de agua procedente del Atlántico. Toda esta zona constituye una
encrucijada, donde pueden encontrarse especies atlánticas, tanto de aguas frías
(de las costas europeas) como cálidas (de las costas africanas), junto a especies
mediterráneas y diversos endemismos exclusivos de la zona. Hay que señalar
que el cabo de Gata constituye una frontera muy marcada entre el sector más
cálido de nuestras costas mediterráneas, hacia el norte de este accidente costero,
y el área de influencia atlántica, hacia el oeste. Todo ello determina que el Mar
de Alborán constituya la zona de mayor biodiversidad marina de todo el ámbito
europeo y norteafricano (Coll et al., 2010).
Los estudios realizados hasta la fecha señalan algunos enclaves del mar de
Alborán como auténticos “puntos calientes” de la biodiversidad marina europea
(Templado & Calvo, 2006), es decir, zonas en las que se ha estimado una mayor
diversidad de especies por unidad de espacio. Entre estos “puntos calientes” cabe
destacar el área del estrecho de Gibraltar (Ocaña et al., 2009), tanto su vertiente
peninsular, entre el cabo Trafalgar y la bahía de Algeciras, como el litoral de
Ceuta; la zona de Punta Chullera, en el límite entre las provincias de Cádiz y
Málaga; la zona comprendida entre la Punta de Calaburras y Calahonda, en
Málaga (García Raso et al., 2010); la zona de Maro-Cerro Gordo, en el límite
de las provincias de Málaga y Granada; la Punta de la Mona y el sector de costa
entre Calahonda y Castell de Ferro, en el litoral granadino, y todo el entorno de la
isla de Alborán y la plataforma que la circunda (Templado, 2006). Además, hay
que señalar la extraordinaria riqueza biológica que presenta el roquedo del Placer
de las Bóvedas, situado unos kilómetros mar adentro frente a Punta de los Baños,
en la costa de Málaga, y el gran promontorio submarino denominado Bajo de los
Olivos (oficialmente Banco de Chella), localizado al sur de las costas almerienses.
Por último, es reseñable que en el cabo de Gata confluyen la corriente superficial
atlántica entrante y una corriente de aguas mediterráneas que circula en dirección
suroeste, en paralelo a las costas levantinas. Como consecuencia, se forma un
flujo de mezcla de aguas de diferentes características que se mueve en dirección
a Orán. Se trata del denominado Frente Almería-Orán, que constituye una barrera
para la dispersión de muchas larvas planctónicas. Ello determina que el cabo de
Gata constituya un límite biogeográfico para numerosas especies, lo que confiere
un interés añadido a esta zona.

3. Breve síntesis histórica


Todo lo anterior señala a nuestro país como un marco idóneo para el desarrollo
de la investigación en el campo de la biodiversidad marina. Sin embargo, hasta
mediados de la década de 1970, con honrosas excepciones, no se produjo en
España el despegue definitivo y generalizado en todos los ámbitos de la biología
marina. A la hora de esbozar un bosquejo histórico sobre las investigaciones

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marinas en nuestro país es obligado referirse a los artículos de Ros et al. (1976),
Ros (1993) y Duarte (2006).
Distingue Joandomènec Ros (1993) cuatro etapas en lo que se refiere a la
historia de las investigaciones sobre la biodiversidad marina en España, 1) etapa
pionera, 2) etapa faunística y florística, 3) etapa bionómica y 4) etapa ecológica.
La primera de estas etapas (pionera) es la que va hasta casi el comienzo de la
década de 1970, en la que muy pocos investigadores de nuestro país desarrollaron
investigaciones sobre nuestra flora y fauna marinas.
El siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, fue un periodo de gran
esplendor científico, en el que la biología marina a nivel global experimentó
un fuerte impulso. Se trata de la época de las grandes campañas oceanográficas
(la más famosa y de mayor envergadura fue la del “Challenger”, 1872-1876), y
tuvieron lugar en ese tiempo grandes avances en el conocimiento de los fondos
marinos y de su fauna. Ese progreso no tuvo paralelismo en nuestro país, donde
hasta finales de ese siglo y principios del siguiente no comenzaron a estudiarse
de forma rigurosa algunos grupos animales y vegetales. Fueron contados los
estudiosos que dedicaron su esfuerzo a tal menester y siempre de forma aislada.
Se trataba de auténticos autodidactas, entre los que pueden destacarse a Enrique
Rioja lo Bianco (que estudió los anélidos poliquetos), Joaquín González Hidalgo
(moluscos), Manuel Gerónimo Barroso (briozoos), Francisco Ferrer Hernández
(esponjas), o Francisco Aranda y Millán (equinodermos), entre otros.
En el siglo XIX hay que destacar la creación de la “Estación Marina de
Santander”, fundada en 1886 (con el nombre de “Estación Marítima de Zoología
y Botánica Experimentales”), pero cuyo laboratorio no comenzó a funcionar hasta
tres años después. Dicha Estación, a pesar de los múltiples problemas, vicisitudes
y cambios de ubicación que sufrió, actuó de centro catalizador e impulsor de
los escasos estudios que sobre biología marina se desarrollaban en España. Su
fundador fue Augusto González de Linares y su principal impulsor Enrique Rioja.
En un principio estuvo adscrita al Museo Nacional de Ciencias Naturales, hasta
que en 1914, con la creación del Instituto Español de Oceanografía, el laboratorio
santanderino pasó a pertenecer a esta institución (Cendrero, 1978, resume la
historia de dicha estación costera).
A mediados de la década de 1950 algunos países comenzaron a utilizar la
escafandra autónoma (inventada poco antes) en la investigación de la flora y fauna
de los fondos marinos, lo que permitía el estudio “in situ” de las comunidades
bentónicas de la parte más somera de la plataforma continental. Ello tiene especial
interés sobre todo en el estudio de los fondos rocosos, ya que éstos son mucho
más inaccesibles a los métodos tradicionales de muestreo indirecto: dragados,
arrastres, etc. El empleo de la escafandra autónoma revolucionaría el estudio del
bentos marino, y en el Mediterráneo dio lugar a lo que se denominó “Bionomía
Bentónica”, impulsada principalmente por investigadores franceses (Jean Marie
Pérès, Roger Molinier, Jacques Picard), inspirada en la fitosociología de los
botánicos terrestres. Una síntesis de los estudios realizados por estos autores
la constituyó el conocido “Nouveau manuel de bionomie benthique de la mer
Méditerranée” (Pérès & Picard, 1964), todo un clásico que ha servido de base a
la mayor parte de los trabajos posteriores sobre el tema.
Por esos años, tanto el Instituto Español de Oceanografía como los Institutos
de Investigaciones Pesqueras (del CSIC) desarrollaban ya una intensa labor,
pero orientada fundamentalmente hacia temas de pesquerías. En estos institutos
también comenzaron a realizarse importantes investigaciones sobre el plancton,
que culminaron en trabajos como los de Massutí & Margalef (1950), Massutí
& Navarro (1950), Durán (1963), Vives (1966) y Vives et al. (1975), entre otros
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muchos. Puede afirmarse que mientras en los años setenta las investigaciones
sobre el plancton en nuestro país ya estaban bien consolidadas, hasta entonces
los estudios dedicados al bentos marino no sufrieron su definitivo impulso. Esta
nueva época comienza con el desarrollo de un proyecto de investigación sobre las
comunidades bentónicas de sustrato duro del litoral NE español (conocido como
“Programa Bentos”), patrocinado y financiado por la Fundación Juan March y
dirigido por Ramón Margalef (véase Ros et al., 1976). Este proyecto fue el más
ambicioso de los realizados hasta la fecha y aunaba por vez primera los esfuerzos
de un nutrido grupo de biólogos marinos jóvenes en unos objetivos comunes. El
“Programa Bentos” tuvo una gran influencia posterior y dio un fuerte impulso a
los estudios en biología marina bentónica en nuestro país, como bien auguraban
Ros et al. (1976) (“... la ocasión presentada por la convocatoria de la Fundación
era única. Se entreveía con ella, por primera vez en nuestro país, la posibilidad
de formar un equipo de biólogos interesados en problemas de ecología bentónica
general, equipo al que se podría recurrir en un futuro que prometía ser rico
en oportunidades”). Los resultados alcanzados dieron lugar a la publicación de
numerosos trabajos en distintas revistas. Podemos decir que, con dicho proyecto,
comienza la denominada “etapa faunística y florística”.
En esos años, diversos investigadores jóvenes de varias universidades
empezaban a realizar sus tesis doctorales sobre temas marinos y, coincidiendo con
este nuevo auge, en 1979 se celebra en San Sebastián el Primer Simposio Ibérico
de Estudios del Bentos Marino, que reunió a unos cincuenta investigadores. Desde
entonces, estos simposios han venido celebrándose con una periodicidad bienal,
habiéndose desarrollado los siguientes en Barcelona (1981), Pontevedra (1982),
Lisboa (1984), Tenerife (1986), Palma de Mallorca (1988), Murcia (1990), Blanes
(1994), Alcalá de Henares (1996), Algarve (1998), Málaga (2000), Gibraltar/La
Línea de la Concepción (2002), Las Palmas de Gran Canaria (2004), Barcelona
(2006), Funchal (2008) y Alicante (2010). Del repaso de las comunicaciones
presentadas en dichos simposios puede obtenerse una idea aproximada de las
investigaciones que se han venido llevando a cabo sobre nuestra biodiversidad
marina.
Al “Programa Bentos” siguieron otros, financiados por diversas instituciones
públicas y privadas. Por mencionar algunos de ellos, citaremos aquellos que
tuvieron como finalidad el estudio general de áreas determinadas de nuestro litoral
y que dieron lugar a varias tesis doctorales y a muchas publicaciones, de las que
sólo se irán mencionando aquí aquellas de tipo monográfico o de síntesis. Uno
de estos proyectos de gran envergadura fue el denominado “Catálogo preliminar
de los invertebrados marinos bentónicos del área circumcanaria”, dirigido por
Juan José Bacallado a principios de los ochenta y cuyos efectos en Canarias
fueron similares a los que el Programa Bentos tuvo en la Península. También cabe
mencionar el proyecto financiado por la Generalitat de Cataluña para el estudio
de las islas Medas, dirigido por Joandomènec Ros; o los desarrollados sobre las
costas de la Comunidad Valenciana, la isla de Nueva Tabarca, el Parque Natural
de Cabo de Gata, las islas Columbretes, el Abra de Bilbao o la isla de Alborán.
Muchos de estos proyectos dieron lugar, como resultado final, a la publicación
de una monografía sobre la biota marina de las respectivas zonas estudiadas. Así,
pueden mencionarse los de Ros et al. (1984), Bacallado et al. (1984), Costa
et al. (1984), Ramos (1985), Alonso et al. (1987), García Raso et al. (1992) y
Templado & Calvo (2002, 2006). Otros proyectos llevados a cabo en diferentes
zonas, como algunas rías gallegas, la bahía de Algeciras y en ambos lados del
área del Estrecho, dieron lugar a la realización de numerosas tesis doctorales y a
Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011
10 J. Templado

la publicación de un buen número de artículos sobre los distintos grupos animales


y vegetales.
Todo ello nos sitúa ya en pleno esplendor de la “etapa faunística y florística”,
que abarca aproximadamente las dos últimas décadas del pasado siglo. En este
periodo surge una escuela ibérica de taxónomos, que adquieren gran prestigio
internacional, hasta tal punto que se señala coloquialmente a España como la
“reserva espiritual de Occidente en Taxonomía”. En este contexto surgen hacia
finales de la década de 1990 los proyectos Flora Ibérica y Fauna Ibérica, dirigidos
respectivamente desde el Real Jardín Botánico y el Museo Nacional de Ciencias
Naturales (CSIC), y que se continúan hasta la actualidad. Dichos proyectos tienen
como objetivo principal la publicación de monografías sobre los diferentes grupos
de la flora y fauna dentro del ámbito geográfico ibero-balear. En lo referente al
proyecto Fauna Ibérica se han publicado hasta la fecha 32 monografías, pero sólo
seis de ellas están dedicadas a grupos marinos: moluscos cefalópodos (Guerra,
1992), sipuncúlidos (Saiz Salinas, 1993), dos de poliquetos (San Martín, 2002;
Viéitez et al., 2004), lofoforados (Álvarez et al. 2005) y copépodos planctónicos
marinos (Vives & Shmeleva, 2006). Aunque en la actualidad se dispone de una
cantidad de información muy importante sobre buena parte de los grupos, son
muy pocas las obras de carácter monográfico anteriores a 1990 en el conjunto de
la Península Ibérica, similares a las realizadas en otros países (son muy conocidas,
por ejemplo, las series dedicadas a la fauna de Francia o de las Islas Británicas).
Entre estas honrosas excepciones, se encuentran, por ejemplo, las monografías,
ya clásicas, de Hidalgo (1917), sobre los moluscos, Zariquiey Álvarez (1968),
sobre los crustáceos decápodos, Montero (1971), sobre los bivalvos, Colom
(1974), sobre los foraminíferos bentónicos, y la de Fez (1974) sobre gasterópodos
nudibranquios y ascoglosos. Asimismo, no hay que dejar de mencionar que,
como siempre, los vertebrados han sido objeto de mucha mayor atención que los
invertebrados y, por tanto, su conocimiento ha estado siempre muy por delante
del de éstos. Los peces marinos no han sido una excepción, y Lozano Rey (entre
1928 y 1960) fue publicando en diversos volúmenes la fauna ibérica de peces.
Asimismo, aparte de los volúmenes ya mencionados del proyecto Fauna
Ibérica, en fechas más recientes se han publicado obras monográficas dedicadas a
grupos concretos, como las de Zabala & Maluquer (1988), sobre briozoos, o la
de Bouillon et al. (2004), sobre hidrozoos, aunque estas últimas, en ambos casos,
están dedicadas a la totalidad del Mediterráneo. Por otro lado, se han multiplicado
los artículos sobre los diferentes grupos, con la descripción de un elevado número
de especies nuevas, a la par que cada vez es mayor el número de publicaciones
dedicadas a la descripción de las diferentes comunidades marinas que pueblan
nuestras aguas. Se entra así progresivamente en la “etapa bionómica”, que se
solapa con la anterior.
Como resultado del conocimiento acumulado durante las etapas que
podríamos llamar “descriptivas” de nuestra biodiversidad marina (etapas
“faunística y florística”, o qué especies hay, y “bionómica”, cómo se agrupan y
distribuyen), se fueron publicando (a la par que los artículos en revistas científicas)
un buen número de libros o guías, de muy diversa índole en cuanto al nivel y
contenido, sobre las distintas comunidades. Como ejemplos pueden mencionarse
el libro coordinado por Luque & Templado (2004) sobre las formaciones vegetales
bentónicas de Andalucía y las comunidades que albergan, así como las primeras
síntesis de carácter general, como las editadas por AcuaMed (2007) o por el
Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (2008).
Con el comienzo del siglo actual, se produce una notoria disminución de
Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011
La diversidad marina en España 11

los trabajos de tipo descriptivo en favor de las investigaciones sobre los distintos
aspectos ecológicos que atañen a nuestro ecosistema marino. Se entra así en la
etapa ecológica, mientras que los trabajos taxonómicos, faunísticos y florísticos
tradicionales muestran un alarmante declive, a pesar de que el conocimiento
en estos aspectos básicos no está ni mucho menos concluido. Antes de hablar
de las perspectivas, es preciso recapitular y comentar brevemente el nivel de
conocimientos acumulados hasta la fecha sobre nuestra diversidad marina.

4. Estado actual del conocimiento

Como resultado de las intensas investigaciones desarrolladas en las últimas


décadas, puede afirmarse que en el momento actual el nivel de conocimientos
sobre nuestra diversidad marina puede considerarse como aceptable en lo que
se refiere a aspectos básicos como la taxonomía y la faunística. En aguas de
nuestra plataforma continental se conocen hasta el momento unas 1.000 especies
vegetales y más de 9.000 animales (Templado & Pantoja, 2007). En la Tabla II
se muestra el número de especies de los distintos grupos vegetales y animales
pluricelulares a nivel mundial, europeo, mediterráneo, español (incluyendo
Canarias) y canario. Estas cifras corresponden sólo a especies pluricelulares, por
lo que quedan excluidos, entre otros, grupos tan importantes como las diatomeas,
con más de 500 especies conocidas en nuestras aguas, o los foraminíferos, con
otras tantas.
Para hacernos una idea de lo que suponen estas cifras, se ofrece un resumen
de las mismas en la Tabla III, que permite una comparación a grandes rasgos
entre el número de especies pluricelulares marinas conocidas en aguas españolas
y a nivel mundial. De las 9.250 especies españolas de animales marinos, unas 750
son planctónicas, unas 350 nectónicas (cetáceos, tortugas, algunos peces, buena
parte de los cefalópodos y unos pocos crustáceos) y unas 8.150 bentónicas (cerca
del 90%) (Tempado & Pantoja, 2007). Sin embargo, hay que señalar, como ya se
ha comentado, que un elevado porcentaje de las especies bentónicas (cerca del
70%) presentan una fase larvaria planctónica, por lo que podemos decir que en el
plancton están representadas la mayoría de las especies marinas, al menos en la
parte inicial de su vida.
En lo que se refiere a los grupos animales que cuentan con una mayor
representación en cuanto a número de especies conocidas son, por este orden,
los crustáceos (unas 2.500 especies), moluscos (unas 2.250), peces (unas 1.130),
anélidos (unas 1.000, mayoritariamente del grupo de los poliquetos), cnidarios
(unas 650), poríferos (unas 550), tunicados (unas 350), briozoos (unas 280) y
equinodermos (unas 275).
A pesar de este buen nivel de conocimientos básicos, todavía quedan
importantes lagunas por cubrir. Existen algunos grupos importantes muy poco
estudiados hasta ahora (como turbelarios, nemertinos o nematodos) y, al mismo
tiempo, algunas zonas de nuestro litoral han sido poco estudiadas. Por otro lado,
se desconoce la biología de la mayor parte de las especies, sobre todo en lo
concerniente a los invertebrados. Es decir, sabemos más o menos lo que tenemos
y cómo se distribuye, pero desconocemos en gran medida cómo vive y funciona
nuestra diversidad biológica marina. Por tanto, es importante mantener el
esfuerzo investigador en estas áreas básicas de la ciencia para una mejor gestión
y conservación de nuestros recursos marinos.
Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011
12 J. Templado

Tabla II. Número de especies marinas de los distintos grupos vegetales y animales
pluricelulares a nivel mundial, europeo, mediterráneo, español (incluyendo
Canarias) y canario (modificado de Templado & Pantoja, 2007).
- Number of known marine species of the different groups of macrophytes and
metazoans: globally, in European coasts and seas, in Mediterranean, in Spanish
marine waters (including the Canary Islands), and in Canary Islands (modified from
Templado & Pantoja, 2007).
mundiales europeas mediterráneas españolas canarias
ALGAS 6.600 1684 980 1035 639
Clorofitas 1.100 328 200 215 118
Feofitas 1.500 437 260 270 130
Rodofitas 4.000 919 520 550 391
ANGIOSPERMAS 60 5 5 5 3
ANIMALES 213.783 24.185 12.000 9.253 3.950
Poríferos 9.950 1.640 590 550 157
* Placozoos 2 2 2 1 -
* Mesozoos 85 35 20 ? -
Cnidarios 10.000 1.329 730 650 164
* Ctenóforos 110 38 30 30 4
Platelmintos 16.000 2.398 (?) 900 ? 37
Rotíferos 250 139 59 20 -
* Gnatostomúlidos 80 25 10 4 -
Nemertinos 750 478 187 45 -
* Gastrotricos 400 237 165 ? -
* Loricíferos 10 2 2 1 -
* Kinorrincos 120 37 28 5 1
Ciclióforos 4 3 2 3 -
Nematomorfos 10 3 1 ? -
* Priapúlidos 15 7 5 3 -
Nematodos 12.000 1837 703 ? -
Acantocéfalos 200 67 ? ? -
* Entoproctos 170 45 19 5 -
*Equiúridos 140 19 6 5 2
*Sipuncúlidos 160 44 33 35 6
Moluscos 94.000 3.353 2.800 2.250 1.170
Anélidos 12.120 2.100 1.100 1.000 305
Tardígrados 120 76 60 20 -
Quelicerados 1.000 361 275 190 12
Crustáceos 38.000 6.522 (?) 2.600 2.500 1.095
Briozoos 4.000 724 250 280 131
* Braquiópodos 350 18 (?) 16 31 15
* Foronídeos 16 9 8 8 2
* Quetognatos 70 42 25 30 22
* Hemicordados 90 17 5 5 -
* Equinodermos 6.000 648 230 275 82

Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011


La diversidad marina en España 13

mundiales europeas mediterráneas españolas canarias


Cordados 15.123 1.933 921 1.532 745
(* Urocordados) 2.100 481 320 350 28
(* Cefalocordados) 23 2 1 2 -
(Vertebrados) 13.000 1.450 900 1.180 717
Totales ≅ 220.000 25.871 ≅ 13.000 ≅ 10.300 4.592

Nota.- Se han señalado con un asterisco los grupos exclusivamente marinos. Los números de
especies mundiales, mediterráneas y españolas son estimativos o aproximados y se refieren a
especies descritas y citadas (no a especies posibles). En muchos casos el número de especies
citadas es muy inferior al real, debido a un deficiente conocimiento del grupo en ese área
geográfica. Las interrogaciones en la columna de las especies españolas se refieren a aquellos
grupos cuyo número de especies citadas se considera inferior al 5% de las que deben existir.
Por otro lado, los números que se consignan en las columnas de especies europeas y canarias
no son estimativos, sino que corresponden con exactitud a los que figuran en el European
Register of Marine Especies (Costello et al., 2001) y a las recogidas en el “Proyecto BIOTA”
(Moro et al., 2003), respectivamente. En lo que se refiere a la lista de especies europeas,
los números referentes a los platelmintos y a los crustáceos están sobredimensionados,
posiblemente por haberse incluido también las as especies no marinas (esto claramente
sucede con los isópodos, dentro de los crustáceos, y con los grupos parásitos, dentro de los
platelmintos). Por el contrario, la cifra de braquiópodos parece subestimada, pues el número
de especies citadas de este grupo en los mares europeos debe ser próxima a 40. De cara a
llamar la atención sobre ello, se ha puesto una interrogación a continuación de las cifras
dadas para estos grupos.

Tabla III. Comparación entre el número de especies pluricelulares marinas conocidas en


aguas españolas y a nivel mundial, con indicación del porcentaje que representan.
- Comparative numbers of the known marine species in Spain and globally.

En el Mundo En España % del mundial


Número total de especies 219.600 10.300 4,6%
Vegetales 6.600 1.050 15,9%
Animales 213.000 9.250 4,3%
Vertebrados 13.000 1.180 9,0%
Invertebrados 200.000 8.070 4,0%

Otra importante laguna, muy notoria, es la referida a la fauna de nuestros


fondos profundos, prácticamente sólo conocida a través de las campañas de
pesca. La dificultad de su estudio y la carestía de los medios que se requieren ha
determinado que sean muy escasas las investigaciones sobre la fauna batial que
puebla el talud de nuestra plataforma continental, así como la de las zonas abisales
contiguas, los cañones o los bancos y montes submarinos (“seamounts”). Como
excepción, puede mencionarse la campaña francesa BALGIM, desarrollada en
1984 y que tenía por objeto el estudio de la fauna batial del golfo ibero-marroquí,
del estrecho de Gibraltar y del mar de Alborán. Los resultados de esta campaña
dieron lugar en años posteriores a numerosas publicaciones sobre diversos grupos,
entre las que pueden citarse a modo de ejemplo las de Harmelin & D’Hont (1992)
sobre los briozoos, Ramil & Vervoot (1992) sobre los hidroideos, Boury-Snault
et al. (1994) sobre esponjas, o la de Salas (1996) sobre los moluscos bivalvos.

Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011


14 J. Templado

Por otro lado, a finales del siglo XX, investigadores del Instituto de
Investigaciones Marinas de Barcelona (CSIC) comenzaron a desarrollar
investigaciones intensivas sobre la fauna (especialmente crustáceos) del talud
continental mediterráneo español (véanse, por ejemplo, los trabajos de Cartes,
1993 y Abelló et al., 2002), y de algunos cañones submarinos situados frente a la
Costa Brava y que han revelado la existencia en estos enclaves de una fauna muy
rica y peculiar (véase, por ejemplo, el trabajo de Gili et al., 1999).
Es de destacar, ya en fechas recientes, el desarrollo del proyecto ECOMARG
del Instituto Español de Oceanografía (www.ecomarg.net) para el estudio del
banco submarino conocido como El Cachucho (oficialmente “Banco Le Danois”),
que se encuentra situado al norte de la península Ibérica, frente a la localidad
asturiana de Ribadesella, a 65 km de la costa. Se trata de un extenso promontorio
submarino de 57 km de largo por 17 de ancho, que se eleva desde unos 4.000
metros de profundidad y cuya cima se sitúa a unos 500 m de la superficie. Este
proyecto a dado lugar a numerosas publicaciones (Serrano et al., 2007; Sánchez
et al. 2008, entre otras) y sus resultados han conducido a la declaración de esa
zona como la primera Área Marina Protegida de aguas abiertas en España (ver
Heredia et al., 2008).
Por último, en lo que se refiere a la investigación de nuestras aguas
profundas, hay que mencionar que se está desarrollando en la actualidad un
ambicioso proyecto para el estudio de diversas zonas repartidas por todo el
ámbito de nuestro mar territorial. Se trata del proyecto Life INDEMARES
(“Inventario y designación de la Red Natura 2000 en áreas marinas del Estado
español”), cuyo principal objetivo es contribuir al conocimiento, protección y uso
sostenible de la biodiversidad en los mares españoles mediante la identificación
de espacios de valor en aguas abiertas para la Red Natura 2000. Coordinado por
la Fundación Biodiversidad, y con un presupuesto de 15,4 millones de euros
(cofinanciado por la Comisión Europea en un 50%), el proyecto tiene un enfoque
multidisciplinar y en él participan instituciones de referencia en el ámbito de la
gestión, la investigación y la conservación del medio marino, como el Ministerio
de Medio Ambiente y Medio Rural y Medio Marino (a través de la Secretaría
General del Mar), el Instituto Español de Oceanografía, el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, algunas universidades (como las de Málaga, Sevilla,
Autónoma de Madrid o Central de Barcelona) y diversas ONGs, como ALNITAK
(Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos), OCEANA, la Sociedad
para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario, SEO/BirdLife y WWF
España. Las áreas seleccionadas para su estudio dentro de este proyecto son: 1)
cañón de Creus, 2) zona de la plataforma continental comprendida entre el delta
del Ebro y las islas Columbretes, 3) canal de Menorca, 4) seco de los Olivos, 5)
isla de Alborán y conos volcánicos próximos, 6) chimeneas del golfo de Cádiz, 7)
banco de Galicia, 8) cañón de Avilés, 9) banco de la Concepción (al noroeste de
Lanzarote) y 10) la plataforma que se extiende al suroeste de Fuerteventura. Las
actuaciones previstas en el marco del proyecto comenzaron el 1 de enero de 2009
y se extenderán hasta diciembre de 2013.

5. Perspectivas

El nivel actual de la investigación española en muchos campos de la


biología marina es ya muy parejo al de los países más avanzados. Las líneas de
investigación en este campo se han ido multiplicando, a la par que el número
Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011
La diversidad marina en España 15

de investigadores. Hoy día se encuentran trabajos de autores españoles en un


gran número de revistas internacionales dedicadas al tema. Todo ello no debe
llevar a la idea equivocada de que la situación actual es óptima para el estudio
de la biodiversidad marina en nuestro país, sino que el panorama ha mejorado
ostensiblemente con respecto a la situación de hace un par de décadas. Pero todavía
queda mucho camino por recorrer y muchas lagunas que solventar. El apoyo y los
medios dedicados a la investigación marina están aún muy por debajo de lo que le
corresponde a un país como España, con gran tradición en el uso de los recursos
marinos. Por otro lado, una parte de los presupuestos para la investigación se
destinan a áreas o campos en los que nuestro país no es en absoluto competitivo,
al contrario de lo que ocurre en biología marina. En este sentido, en lugar de
promocionar líneas de investigación en áreas en las que se debería avanzar e
innovar, como en la gestión y la conservación de la rica biodiversidad marina
española, de la que dependen los recursos marinos que aprovechamos, se prefiere
seguir las pautas o modas que marcan los países más avanzados. A ello se une el
escaso interés de los gobernantes por los temas medioambientales, mas allá del
discurso “políticamente correcto”. La situación está cambiando en este aspecto,
debido a la creciente preocupación a nivel general por estos temas y a la cada
vez mayor presión social. No obstante, en épocas de crisis económica como la
actual, puede constatarse que la investigación y el medio ambiente son dos de los
sectores más afectados por los recortes presupuestarios.
La ampliación de las líneas de investigación, siendo deseable, no debiera
suponer el abandono de los estudios taxonómicos, faunísticos y florísticos de
base, pero esto está sucediendo. Dado que el conocimiento de los organismos
que pueblan una zona está siempre inconcluso, y aunque determinados grupos
taxonómicos o áreas sean bien conocidos, la concienzuda y paciente labor del
taxónomo debe perdurar. Los crecientes impactos y la acelerada pérdida de
biodiversidad derivada de los mismos obligan a ello. Aunque esta merma de
la riqueza biológica resulta aparente a los ojos de todos, no puede valorarse en
su justa medida sin el concurso de los taxónomos. Por otro lado, este tipo de
investigación básica siempre debe mantenerse como apoyo indispensable para
otras disciplinas.
A pesar de lo anterior, la incomprensible falta de reconocimiento, a
muchos niveles, de la investigación básica en florística y faunística (elementos
básicos para el conocimiento de la biodiversidad, para su conservación y para el
desarrollo de otras áreas de la botánica y de la zoología) produce el desánimo en
los que dedican su esfuerzo a ello y determina que tales “tareas” vayan quedando
relegadas a los aficionados o jubilados. Es escaso el apoyo institucional y social
a esta área de la biología, que debiera centralizarse y potenciarse en los Jardines
Botánicos y en los Museos de Historia Natural. Este problema del declive de
los taxónomos no es exclusivo de España, sino que es más general (véanse, por
ejemplo, los artículos de Giangrande, 2003, Terlizzi et al., 2003, Costello et al.,
2006, Boero, 2010, entre otros).
Por otro lado, los criterios que se siguen en la actualidad para evaluar la
actividad investigadora se basan principalmente en los índices de impacto de
las revistas donde se publica. Ello penaliza la taxonomía morfológica frente a la
sistemática molecular, pues los artículos dedicados a esta última disciplina, mucho
más en boga, pueden ser publicados en revistas de un impacto notablemente
superior a aquellas que recogen las revisiones taxonómicas tradicionales. Todo
ello determina que los becarios e investigadores jóvenes se centren ya desde el
principio y de forma casi exclusiva en la sistemática molecular, sin prestar la
Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011
16 J. Templado

suficiente atención a la tediosa taxonomía morfológica. La tarea de colectar e


identificar las especies queda así relegada normalmente a sus directores, más
avezados en estos menesteres. Esto conduce a que los taxónomos (morfólogos)
expertos en los distintos grupos de organismos sean mayoritariamente
investigadores de “edad respetable”, sin que exista la necesaria continuidad en las
nuevas generaciones. De esta forma, los taxónomos en sentido clásico (los que
son capaces de identificar especies) irán desapareciendo sin que se formen otros
nuevos. Asimismo, los inventarios florísticos y faunísticos no tienen buena acogida
en la actualidad en las revistas científicas, a pesar de que constituyen registros de
datos y de información muy necesarios en muchos ámbitos (establecimiento de
las áreas y patrones de distribución de las especies, identificación de endemismos
y de áreas de alta biodiversidad, detección de especies indicadoras de cambios
ambientales y de especies invasoras, declaración de áreas protegidas, etc.).
En distintos foros internacionales, como en las Convenciones sobre
Diversidad Biológica, y publicaciones (v. gr., Boero, 2010) se viene llamando
la atención sobre la desaparición progresiva de taxónomos, sobre los problemas
que esto acarreará a la hora de identificar especies y las graves consecuencias
que ello puede tener en muy diversos ámbitos (biosanitarios, control de plagas,
de conservación, etc.). En estos mismos foros se señala la importancia de los
inventarios taxonómicos (véase Mikkelsen & Cracraft, 2001; Templado et al.,
2010). A pesar de estas llamadas de atención, lo más probable es que en un futuro
no muy lejano haya, sin duda, muchos y muy buenos investigadores españoles en
sistemática molecular y en ecología marina (ya los hay), pero faltará quien sepa
observar, recolectar e identificar las especies de forma fidedigna.
Por otro lado, los sistemas actuales de evaluación de la actividad
investigadora (se valora el número de artículos y el impacto de las revistas donde
están publicados) determinan una excesiva fragmentación de los resultados de la
investigación, que quedan dispersos en revistas mayoritariamente anglosajonas (la
fragmentación de los resultados es rentable desde esta equivocada perspectiva).
Por ello, los investigadores no suelen dedicar esfuerzo a realizar obras
monográficas que sinteticen los avances que se van produciendo en los distintos
ámbitos de la ciencia. Esto va creando un gran vacío entre los investigadores y
la ciudadanía, en general, y entre la ciencia y la sociedad. De ello deriva muchas
veces la incomprensión hacia los científicos, posiblemente ganada a pulso por no
dedicar el adecuado esfuerzo a comunicar y hacer entender lo que hacemos.
Por otro lado, las distintas administraciones encargadas de la gestión del
medio marino también invierten recursos en la obtención de datos de gran interés
para la gestión de los recursos naturales. Lamentablemente, la valiosa y, con
frecuencia, muy costosa información que se obtiene queda muchas veces plasmada
en informes inéditos que guardan con celo aquellos que la han encargado. De esta
forma, dicha información queda inaccesible para los demás investigadores, y para
la sociedad en general, a pesar de haberse obtenido con fondos públicos.
Los gestores del medio marino y de sus recursos naturales precisan disponer
de toda la información existente sobre los temas que les competen de una forma
rápida y en un formato comprensible. Asimismo, cualquier ciudadano también
debería tener acceso a los conocimientos que se poseen sobre nuestro rico
patrimonio natural. Es por ello que debiera valorarse más todo lo relacionado
con la divulgación científica, así como las obras de síntesis, al tiempo que
deben facilitarse al máximo los cauces para hacer accesible toda la información
disponible sobre el valioso patrimonio que constituye la todavía inmensa
diversidad biológica que atesoran nuestros mares y costas.
Memorias R. Soc. Esp. Hist. Nat., 2ª ép., 9, 2011
La diversidad marina en España 17

Agradecimientos

Agradezco a José Luis Viejo la oportunidad de poder participar en este


volumen y a Ángel Luque la revision crítica del manuscrito, la cual ha contribuido
a una mejora sustancial del artículo.

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