Copia de Documento 21
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El Estado, cualquiera que sea su tipo, deposita en sus órganos, cuando menos,
las funciones de hacer la ley, interpretarla y hacerla cumplir; es decir, la función
legislativa, la función jurisdiccional y la función administrativa. Se trata de
funciones públicas caracterizadas por ser esenciales, habida cuenta que si
cualquiera de ellas no se ejerce, el Estado desaparece.
Estas funciones fueron confundidas por Montesquieu con los órganos del Estado
denominados “poderes”, a los que se encomienda su ejercicio, sin que en la
actualidad se asigne cada una de ellas a uno de tales poderes, por lo que los tres
participan, en mayor o menor medida, en el ejercicio de ellas; de esta suerte, la
función jurisdiccional se encomienda principalmente al Poder Judicial, pero en
algunos casos al Poder Legislativo y al Poder Ejecutivo, según expuse en el
capítulo segundo de esta obra.
En el Estado de derecho, el ejercicio de las funciones públicas no se lleva a cabo
de manera despótica, sino en consonancia con ciertos valores, que en el caso de
la función jurisdiccional son principalmente los de justicia, libertad y seguridad.
En el desarrollo de esta teoría del acto jurisdiccional examino los principios que los
deben orientar, principalmente en el caso de la sentencia: la congruencia, la
motivación, la fundamentación y la exhaustividad.
La función pública jurisdiccional, que como toda función pública es una actividad
esencial del Estado que conlleva la autoridad, la potestad, el imperio, e incluso de
su soberanía, se ejerce por medio del acto jurisdiccional.
Procedimentalistas
En los modelos procedimentalistas de ética discursiva, el análogo al principió
catalizador representado por el contrato social originario de la sociedad en el
iusnaturalismo moderno es, como he dicho, el procedimiento. Este constituye un
marco general irrebatible (y, por tanto, definidor de lo político) que establece las
condiciones para garantizar contenidos concretos en forma de consensos, de
acuerdo, resultado de un proceso dialógico de conformación de discursos, que
represente un determinado punto de vista sobre el bien común y la justicia en la
comunidad de comunicación en que surge y se desarrolla ese procedimiento. Así
pues, el proceso se configura en condición básica de este orden social,
abandonándose la idea de una fundamentación del mismo en razón de una ética
dogmática sustentada en ciertos principios exteriores al conflicto de intereses
humanos, y en determinados fines derivados de tales principios, en el espacio
público de la comunicación lingüística.
PROCEDIMENTALISTAS y que se centra en el estudio del procedimiento en el
sentido señalado en párrafos anteriores, es decir, la sucesión cronológica y
ordenada de actos procesales del inicio al fin con ese objeto.
Es discutible si el término procedimiento, en sentido etimológico, es el más
apropiado pero es el más utilizado y de gran predicamento en España, Italia e
Hispanoamérica. Y la expresión procedimentalismo, fue acuñada por Niceto
Alcalá-Zamora y Castillo y resultó afortunada por su uso exclusivo. También como
expresión sinónima se utiliza la de judicialismo o derecho judicial. Es decir el
derecho regulador del procedimiento que aplican los jueces para obtener mediante
el mismo dicho juicio.
Debe destacarse que este método aún siendo más depurado que el de la práctica
no llega a la depuración y complejidad del empleado por el procesalismo científico
en la etapa posterior. Es importante destacarlo desde este momento y justifica que
los autores que escriben sobre el procedimentalismo lo hagan a su vez sobre otras
disciplina jurídicas. En posteriores epígrafes veremos hasta donde se podía llegar
empleando este método.
En efecto los procedimentalistas más destacados escriben no sólo obras de
nuestra disciplina si no sobre otras disciplinas jurídicas. Pueden destacarse Pedro
Gómez de la Serna, Manuel Ortiz de Zúñiga, Vicente Hernández de la Rúa, José
María Manresa Navarro, José de Vicente y Caravantes, José María Rodríguez,
Nongués y Secall, Fran- cisco Pacheco sobre todo en el procedimentalismo civil
de la primera y segunda época. En efecto estos autores escriben además obras
de derecho mercantil, civil, romano, penal, administrativo...
Es importante destacar esta cuestión pues, hoy, no es común que un procesalista
entre en la dogmática de otras disciplinas jurídicas con la técnica depurada que les
corresponde; ni viceversa que la dogmática de otras disciplinas sirva para abordar
los aspectos esenciales del proceso.
Cuando los autores más destacados mencionados en el párrafo penúltimo, que
son procedimentalistas, escriben sobre otras disciplinas jurídicas no lo hacen con
el método del procedimentalismo si no que se sirven del acorde a esas disciplinas
y solo acuden a este sencillo método para escribir las obras de procedimiento. De
igual forma ocurre cuando un civilista, penalista..., realiza una obra sobre
procedimientos judiciales y se debe a la simplicidad y facilidad que resulta del
empleo de dicho método.
Procedimentalistas son los autores que se sirven de este método en la confección
de sus obras. Es decir de sus libros sean simples manuales comentarios de
mayor o menor extensión y calidad científica, sean monografías o sean artículos
doctrinales.
Y dichas obras escritas toman como base esencial el estudio del procedimiento
judicial sin perjuicio de que adopten esta denominación, otra semejante u otra
diferente. Pero siempre la esencia de ese método, dogmática, investigación tiene
como centro el procedimiento judicial del inicio al fin al margen de su
denominación concreta.
Jurisdiccionalista
La jurisdicción es, normalmente, una atribución del Estado y este va a ejercer la
jurisdicción por medio de uno de los tres poderes básicos: el Poder Judicial, que
aplica la norma jurídica al caso específico. Además de resolver el conflicto, ejecuta
lo resuelto. La competencia es la distribución de la jurisdicción entre diferentes
órganos de ésta, dado que no es posible que un solo tribunal o muy pocos de ellos
puedan hacerse cargo, por ejemplo, de todas las materias, en todos los lugares
del país. O bien, que en un solo tribunal estén dos instancias, una inferior y otra
superior.