Discurso de Filosofia Juridica

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GABY ALAVE MACHICADO

El Rol de las Universidades en el Desarrollo de Líderes Éticos y Comprometidos

Es un honor estar aquí para abordar un tema que va más allá de nuestra vida académica y tiene profundas implicaciones en el futuro de
nuestra sociedad: el rol de las universidades en la formación de líderes éticos y comprometidos. Enfrentamos un mundo lleno de desafíos
cada vez más complejos, donde la educación superior no solo forma profesionales, sino que debe ser el pilar sobre el cual construimos una
sociedad más justa, equitativa y responsable.

Desde tiempos inmemoriales, las universidades han sido espacios de reflexión y conocimiento, cunas de las ideas que han dado forma a
nuestra civilización. En la antigua Grecia, Platón fundó la Academia, no solo como un lugar donde se impartía conocimiento, sino como un
centro de búsqueda de la verdad y la justicia. Hoy, nuestras universidades deben continuar con esta tradición, forjando líderes que, además
de competentes, sean éticos y comprometidos con su comunidad. La educación tiene un poder transformador que, como decía Nelson
Mandela, es "el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo". Este poder es más relevante que nunca en un contexto
donde las universidades deben preparar a líderes que afronten los problemas de nuestro tiempo con una visión ética y responsable.

A lo largo de la historia, hemos visto cómo la educación ha sido clave para la transformación de sociedades. Líderes como Martin Luther
King Jr., que con su educación luchó por los derechos civiles, o Malala Yousafzai, quien se convirtió en un símbolo de la lucha por la
educación de las niñas en todo el mundo, son ejemplos de cómo la educación no solo empodera individuos, sino que también crea agentes
de cambio en sus comunidades. Las universidades de hoy tienen una responsabilidad social que va más allá de la simple transmisión de
conocimientos. Deben actuar como agentes de cambio, promoviendo valores éticos y solidarios entre sus estudiantes y en la sociedad. Esto
implica formar no solo profesionales competentes, sino también individuos comprometidos con el bienestar de su comunidad.

En Bolivia, hemos sido testigos de ejemplos inspiradores de universidades que han implementado proyectos de responsabilidad social. La
Universidad Católica, por ejemplo, ha desarrollado programas donde los estudiantes se involucran en el desarrollo comunitario, desde
asesorías legales como el Proyecto CReA "Gobernanza indígena sobre bienes comunes en Central Turubó", donde estudiantes de la Carrera
de derecho trabajaron en la aplicación de un sistema de monitoreo para proteger los bienes comunes locales y fueron capacitados para
implementar este sistema de gobernanza, involucrando activamente a la comunidad local en cada etapa del proceso.. Estos proyectos no
solo benefician a la comunidad, sino que también permiten a los estudiantes aplicar sus conocimientos en contextos reales, formando
líderes comprometidos con su entorno. En el pasado, las universidades se centraban en la élite, y el conocimiento era considerado un
privilegio reservado para unos pocos. Hoy, sin embargo, las universidades tienen el deber de democratizar el acceso a la educación,
asegurándose de que todos, sin importar su origen, tengan la oportunidad de convertirse en líderes. Este cambio de paradigma es esencial
para construir una sociedad más equitativa.

Las universidades son también espacios de reflexión crítica, donde el diálogo y la diversidad de opiniones deben florecer. En la era de la
información, pero también de la desinformación, la capacidad de cuestionar, debatir y escuchar es crucial. La verdadera educación no se
trata solo de absorber información, sino de aprender a pensar críticamente y a confrontar nuestras propias creencias. Filósofos como John
Stuart Mill defendieron la importancia de la libertad de expresión y del debate como pilares del progreso social. Las universidades deben
ser espacios donde se escuchen diversas voces y se promueva el pluralismo, algo esencial en contextos democráticos. Imaginemos un aula
donde las ideas fluyen libremente, donde cada estudiante se siente empoderado para expresar su opinión, y donde el respeto por las
diferencias es la norma. Este tipo de ambiente no solo enriquece la experiencia educativa, sino que prepara a los estudiantes para un
mundo que necesita líderes capaces de unir, en lugar de dividir.

Vivimos en un mundo en constante cambio, y las universidades deben ser flexibles y creativas para adaptarse a las nuevas exigencias. La
pandemia de COVID-19 fue un recordatorio de que la adaptabilidad no es solo una opción, es una necesidad. Las instituciones que no
pudieron ajustarse a las nuevas realidades se quedaron atrás, mientras que aquellas que abrazaron la innovación encontraron nuevas
formas de educar y conectar con sus estudiantes. En la actualidad, muchas universidades están incorporando la educación en línea, lo que
permite a los estudiantes acceder a recursos y conocimientos de manera más flexible. Este enfoque no solo responde a las necesidades del
mercado laboral, sino que también amplía el alcance de la educación, llegando a estudiantes que de otra manera no tendrían acceso a ella.

A medida que avanzamos hacia un futuro incierto, las universidades deben estar preparadas para formar a los estudiantes en habilidades
que van más allá de lo técnico. La creatividad, la empatía y el pensamiento crítico son cualidades esenciales que deben cultivarse. Aquí
podemos recordar a Henry Mintzberg, quien destacó la importancia de educar líderes que no solo sean eficientes, sino también efectivos y
responsables en su gestión.
La ética es la piedra angular de un liderazgo efectivo. En un mundo donde la corrupción y la falta de integridad parecen ser la norma, es
nuestra responsabilidad como estudiantes y futuros líderes demostrar que hay un camino diferente. La educación debe ser la base sobre la
cual se construya un liderazgo ético y responsable. Debemos recordar que la verdadera grandeza de un líder no se mide por el poder que
acumula, sino por el impacto positivo que genera en la vida de los demás. Al formar líderes éticos, no solo fortalecemos nuestras
instituciones, sino que también contribuimos a la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Los líderes que emergen de nuestras
universidades deben ser aquellos que no temen desafiar la injusticia, que tienen el coraje de tomar decisiones difíciles y que se comprometen
a servir a su comunidad.

La Era digital ha traído consigo una revolución en la manera en que nos comunicamos y aprendemos. Sin embargo, también plantea desafíos
éticos significativos. La difusión de información errónea y la manipulación de datos son problemas que debemos enfrentar con seriedad.
Las universidades deben equipar a sus estudiantes con las herramientas necesarias para navegar en este nuevo paisaje digital de manera
ética y responsable , la educación en ética digital debe ser parte integral de nuestros currículos. Como señala la filósofa Hannah Arendt, la
capacidad de pensar críticamente y reflexionar sobre nuestras acciones es esencial para ser ciudadanos responsables. Al enseñar a los
estudiantes a cuestionar la veracidad de la información y a respetar la privacidad de los demás, estamos formando líderes que no solo son
competentes, sino también responsables en su interacción con el mundo digital.

Si comparamos las universidades de hoy con las del pasado, observamos un cambio notable en su enfoque y propósito. En el pasado, la
educación superior estaba reservada para las élites y se centraba principalmente en la transmisión de conocimientos sin un contexto social
claro. Sin embargo, hoy en día, las universidades han evolucionado para convertirse en centros de inclusión, diversidad y responsabilidad
social , la educación moderna no se enfoca únicamente en el conocimiento teórico, sino también en su aplicación práctica y en el compromiso
con la comunidad. Las universidades ahora adoptan enfoques interdisciplinarios que promueven el trabajo en equipo y la colaboración entre
diferentes áreas del conocimiento. Este cambio refleja una comprensión más profunda de los problemas sociales y la necesidad de encontrar
soluciones integrales.

La innovación y la creatividad son esenciales en la formación de los líderes del futuro. En un mundo donde los problemas son cada vez más
complejos, las soluciones requieren enfoques novedosos y creativos. Las universidades deben fomentar un ambiente donde la
experimentación y la innovación sean una parte integral del proceso educativo , Karl Popper, filósofo del conocimiento, argumentó que el
saber avanza a través de la crítica y el cuestionamiento. Este principio debe ser el fundamento de nuestras universidades, donde los
estudiantes se sientan inspirados a desafiar el statu quo, a proponer nuevas ideas y a explorar diferentes perspectivas.

La educación superior también debe ser un vehículo para desarrollar la empatía y la solidaridad en los estudiantes. En un mundo cada vez
más polarizado, es esencial que los futuros líderes comprendan la importancia de escuchar a los demás y de reconocer las realidades que
enfrenta su comunidad. La empatía es una cualidad crucial para cualquier líder, y su desarrollo debe ser una prioridad en nuestras
universidades, las universidades pueden fomentar la empatía a través de experiencias de aprendizaje que involucren interacción con
comunidades diversas. Programas de servicio comunitario, pasantías en organizaciones sin fines de lucro, y proyectos de investigación que
aborden problemas sociales pueden ayudar a los estudiantes a desarrollar un sentido más profundo de responsabilidad social.

Además de formar líderes éticos, las universidades tienen la responsabilidad crucial de fomentar una ciudadanía comprometida. En un
mundo donde el cinismo y la apatía parecen prevalecer, es esencial que los estudiantes comprendan su papel en la construcción de una
sociedad más justa. Esto implica no solo estar informados, sino participar activamente en los procesos democráticos y en la vida comunitaria
, Filósofos como Jean-Jacques Rousseau han subrayado la importancia de la participación activa en la sociedad como un deber cívico. Las
universidades deben enseñar a sus estudiantes que ser ciudadanos comprometidos va más allá de emitir un voto; implica involucrarse en
el diálogo comunitario, abogar por los derechos de los demás y ser proactivos en la defensa de la justicia.

Hoy en día, uno de los desafíos más urgentes que enfrentamos es la sostenibilidad. Las universidades deben formar líderes que comprendan
la importancia de un desarrollo sostenible y que estén preparados para enfrentar los retos ambientales. Esto no solo implica educación
técnica en áreas como la ciencia ambiental, sino también una enseñanza que fomente la conciencia social y la ética ambiental, A medida
que el cambio climático y las crisis ambientales se intensifican, los líderes del futuro deben ser capaces de integrar la sostenibilidad en
todos los aspectos de sus vidas y profesiones. Las universidades pueden y deben ser pioneras en este aspecto, formando estudiantes que
no solo sean conscientes de los problemas ambientales, sino que también tengan las habilidades necesarias para abordarlos de manera
efectiva.

En un mundo donde la desinformación y las noticias falsas proliferan, es crucial que nuestras universidades se comprometan con la verdad
y la transparencia. La formación de líderes éticos implica enseñar a los estudiantes a valorar la verdad, a buscar información precisa y a ser
responsables en su comunicación , la educación en alfabetización mediática y la capacidad de discernir información veraz deben ser
elementos integrales del currículo universitario. Al equipar a los estudiantes con estas habilidades, estamos preparándolos para ser líderes
informados y responsables, capaces de guiar a sus comunidades hacia un futuro más justo y ético.

En este contexto, las universidades no son solo instituciones educativas; son agentes de cambio social que deben asumir un rol activo en
la transformación de la sociedad. Este enfoque está profundamente arraigado en la filosofía de Paulo Freire, quien sostuvo que la educación
debe ser un acto de liberación y concienciación. Freire enfatizó la importancia de que los educadores se conviertan en facilitadores del
aprendizaje crítico, donde los estudiantes no solo absorban información, sino que también reflexionen sobre ella y la apliquen para generar
un impacto positivo en sus comunidades. Las universidades deben crear espacios donde se promueva la reflexión crítica y el diálogo,
fomentando un ambiente donde las ideas y las perspectivas diversas puedan ser compartidas y debatidas. Este tipo de intercambio es
esencial para formar líderes que, además de ser competentes en sus campos, comprendan las complejidades del mundo que los rodea y
estén comprometidos con la búsqueda de soluciones sostenibles.

Un enfoque que ha demostrado ser efectivo en la formación de líderes comprometidos es la educación basada en proyectos (EBP). Este
modelo educativo permite a los estudiantes trabajar en proyectos reales que abordan problemas concretos en sus comunidades. A través
de la EBP, los estudiantes no solo adquieren habilidades técnicas, sino que también desarrollan competencias interpersonales y una
conciencia social que es fundamental para su futuro profesional. Universidades como la Universidad Católica Boliviana han implementado
programas de EBP, en los cuales los estudiantes colaboran con organizaciones no gubernamentales y comunidades locales para abordar
cuestiones como la pobreza, la salud y la educación. Estos proyectos no solo benefician a la comunidad, sino que también proporcionan a
los estudiantes una experiencia práctica invaluable y una comprensión profunda de las realidades sociales.

La ética es un pilar fundamental en la formación de líderes , en un mundo donde la corrupción y la falta de integridad son problemas
persistentes, las universidades deben inculcar valores éticos en sus estudiantes desde el inicio de su formación. Immanuel Kant subrayó
que la moralidad debe ser la base de toda acción humana, y este principio debe guiar la educación superior , es esencial que las
universidades no solo enseñen sobre ética, sino que también integren estos principios en su cultura institucional. Esto incluye la promoción
de la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto por los derechos humanos. Programas de ética aplicada en la formación profesional
pueden ayudar a los estudiantes a entender cómo aplicar principios éticos en su futuro ejercicio laboral.

En el proceso de formación de líderes, es vital promover un liderazgo inclusivo. Este enfoque implica reconocer y valorar la diversidad en
todas sus formas, ya sea en términos de raza, género, orientación sexual o capacidades. Las universidades deben ser espacios donde todos
los estudiantes se sientan bienvenidos y valorados. Esto incluye la creación de políticas y prácticas que promuevan la inclusión y la equidad.
Un liderazgo inclusivo no solo beneficia a los estudiantes, sino que también enriquece la comunidad universitaria en su conjunto. Las
universidades deben promover entornos que no solo acepten las diferencias, sino que las celebren. Los líderes formados en estos espacios
estarán mejor equipados para enfrentarse a las complejidades de un mundo globalizado y diverso. Además, las universidades deben liderar
con el ejemplo, garantizando que tanto el personal docente como los estudiantes puedan trabajar y aprender en un entorno que fomente
el respeto mutuo y la colaboración.

Hoy en día, la sostenibilidad es un concepto fundamental en el discurso global. Las universidades deben incorporar la sostenibilidad en sus
programas académicos y prácticas administrativas. Esto incluye la enseñanza de principios de desarrollo sostenible, la promoción de la
investigación en este campo y la implementación de prácticas sostenibles en sus campus. El desarrollo sostenible se define como la
capacidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas.
Las universidades tienen la responsabilidad de formar a los líderes del mañana que entiendan y aborden los desafíos ambientales que
enfrenta nuestro planeta. Las instituciones educativas deben ser pioneras en integrar prácticas sostenibles en todos sus procesos y enseñar
a los estudiantes cómo pueden contribuir de manera significativa a la preservación del medio ambiente.

En un mundo donde la desinformación y las noticias falsas están en constante aumento, es crucial que nuestras universidades se
comprometan con la verdad y la transparencia. La formación de líderes éticos implica enseñar a los estudiantes a valorar la verdad, a buscar
información precisa y a ser responsables en su comunicación. La educación en medios y alfabetización informacional debe ser parte integral
del currículo universitario. Al equipar a los estudiantes con las habilidades necesarias para discernir la verdad en un mar de información,
estamos preparándolos para ser líderes informados y responsables que pueden guiar a sus comunidades hacia un futuro más brillante.

En Bolivia, las universidades públicas y privadas enfrentan serios desafíos en cuanto a la distribución desigual de recursos y la falta de
financiamiento adecuado para sostener una educación de calidad. Las universidades públicas dependen en gran medida de los recursos del
Estado, pero la inversión en educación superior no siempre es suficiente para cubrir las crecientes necesidades de infraestructura,
investigación y formación académica. Esta realidad afecta particularmente a las universidades en zonas rurales, que enfrentan aún más
dificultades para atraer fondos y mantener programas de investigación competitivos.
Por otro lado, la desigualdad en la distribución de recursos se refleja en la brecha existente entre las universidades urbanas, como la
Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) en La Paz, que suelen tener más acceso a financiamiento estatal y proyectos de cooperación
internacional, frente a universidades en departamentos menos desarrollados. Esto crea un desbalance en la calidad educativa dentro del
país, donde los estudiantes en áreas rurales o menos favorecidas no siempre tienen acceso a instalaciones adecuadas, profesores
capacitados o programas de intercambio.

La falta de infraestructura moderna también es un problema. Muchos campus universitarios no cuentan con laboratorios actualizados o
bibliotecas digitales que puedan apoyar adecuadamente la investigación. Esto limita el potencial de los estudiantes y docentes, quienes se
ven obligados a recurrir a recursos externos o internacionales, que no siempre son accesibles , es crucial que las universidades diversifiquen
sus fuentes de financiamiento. Para ello, deben promover alianzas público-privadas, donde empresas locales y multinacionales colaboren
en el desarrollo de proyectos educativos, tecnológicos y sociales. Por ejemplo, alianzas con empresas del sector minero, agrícola o
energético, que son pilares de la economía boliviana, podrían ser una vía efectiva para obtener recursos financieros y técnicos. Estas
empresas pueden financiar investigaciones universitarias que ofrezcan soluciones a problemas del sector productivo, generando beneficios
tanto para la universidad como para la industria.

Además, las universidades podrían establecer convenios con organismos internacionales y embajadas que tengan interés en apoyar el
desarrollo educativo en Bolivia. Programas como el de cooperación técnica de la GIZ (Agencia Alemana de Cooperación Internacional) han
sido clave en la financiación de proyectos educativos y de desarrollo en Bolivia. Replicar este tipo de colaboraciones en todas las áreas del
conocimiento permitiría a las universidades fortalecer sus capacidades.

Otro enfoque necesario es que el Estado priorice la inversión en educación superior dentro de su presupuesto, reconociendo que la
educación es una herramienta fundamental para el desarrollo económico y social del país. En este sentido, es importante también revisar
el modelo de distribución de los recursos fiscales hacia las universidades públicas, de modo que se asegure un financiamiento más equitativo,
especialmente para universidades en regiones menos desarrolladas como Pando o Beni.

Finalmente, programas de intercambio y becas como el Erasmus Mundus, mencionados anteriormente, podrían ser adaptados a la realidad
boliviana a través de la cooperación interuniversitaria entre las universidades nacionales y extranjeras. Crear mecanismos que permitan el
intercambio de estudiantes y profesores, o facilitar que estudiantes bolivianos accedan a programas de estudio en el exterior, ayudaría a
reducir la brecha educativa y fomentar la excelencia académica en todo el país.

Una de las críticas más comunes a las universidades bolivianas es la obsolescencia de sus planes de estudio. Muchas carreras se siguen
enseñando con enfoques teóricos que no se ajustan a las nuevas demandas tecnológicas y sociales del siglo XXI. Profesiones como la
ingeniería, la administración de empresas y la informática a menudo no incluyen asignaturas actualizadas sobre inteligencia artificial,
automatización, big data o energías renovables, limitando las oportunidades de los estudiantes para competir en mercados laborales
globalizados.

Es urgente que las universidades bolivianas implementen una revisión periódica de sus planes de estudio, integrando disciplinas emergentes
y adaptando el contenido a los avances tecnológicos y científicos actuales. Crear comités de actualización curricular, donde participen
docentes, profesionales de la industria y estudiantes, ayudaría a garantizar que la formación académica se mantenga alineada con las
exigencias laborales contemporáneas , se podría fortalecer la vinculación con universidades extranjeras para compartir buenas prácticas en
la actualización educativa.

A pesar de los desafíos que enfrentan, las universidades bolivianas tienen en sus manos el potencial para ser verdaderos motores de
transformación social. Cada aula es un espacio donde nacen las ideas que pueden transformar el futuro de nuestro país. Cada estudiante
es un líder en potencia que puede cambiar su entorno, y cada profesor es un mentor que guía ese cambio. Las universidades no solo
educan, inspirar a generaciones a ver más allá de lo que está frente a ellas y a imaginar un futuro mejor.

El compromiso con la responsabilidad social que ya han comenzado a asumir muchas instituciones bolivianas es un ejemplo claro de cómo
las universidades pueden ser catalizadores de progreso. A través de proyectos comunitarios, investigaciones locales y el compromiso con
los sectores más vulnerables, las universidades pueden marcar la diferencia en áreas que necesitan con urgencia desarrollo e innovación.

Cada joven que hoy estudia en nuestras universidades tiene el poder de liderar los cambios que necesita Bolivia. Las universidades deben
ser vistas no solo como instituciones que otorgan títulos, sino como espacios donde se construye el futuro. En las manos de cada estudiante
está la posibilidad de contribuir al desarrollo de un país más justo, equitativo y sostenible. La educación es, en esencia, la herramienta más
poderosa que podemos utilizar para cambiar el mundo, como dijo Nelson Mandela. Y nuestras universidades, a pesar de sus limitaciones,
tienen el potencial de ser ese faro de luz que guíe el cambio.
Las universidades bolivianas tienen la misión de formar líderes éticos, no solo competentes en su área de conocimiento, sino también
comprometidos con su comunidad y su país. Bolivia necesita líderes que no tengan miedo de enfrentar la corrupción, la desigualdad y los
problemas ambientales, y que además tengan las herramientas necesarias para implementar soluciones reales. Este es el verdadero rol de
la universidad: forjar el carácter y las capacidades de los estudiantes para que puedan ser los agentes de cambio que nuestra sociedad
tanto necesita.

A lo largo de la historia, las universidades han sido los lugares donde se han gestado los grandes movimientos de transformación social.
Desde los ideales de libertad y justicia hasta los avances científicos que han revolucionado el mundo, los grandes cambios han tenido sus
raíces en el ámbito académico. Bolivia no es la excepción. Las universidades del país tienen la capacidad de liderar una nueva generación
de líderes conscientes, innovadores y valientes que estén dispuestos a luchar por el bienestar de todos.

Más allá de los desafíos, las universidades son lugares de esperanza. Son los sitios donde los jóvenes comienzan a soñar en grande, a
desarrollar sus pasiones y a descubrir el poder transformador de las ideas. Las universidades bolivianas deben ser espacios donde cada
estudiante sienta que puede lograr un impacto positivo, donde se promueva la curiosidad intelectual y el compromiso social.

Las universidades pueden ser los faros que guían a Bolivia hacia un futuro mejor. Al fomentar el pensamiento crítico, la innovación y la
empatía, estas instituciones pueden ayudar a construir una sociedad más justa y equitativa. El cambio no ocurre de la noche a la mañana,
pero cada pequeña acción cuenta. Cada clase, cada proyecto, cada debate en una universidad boliviana es una oportunidad para sembrar
la semilla de un cambio profundo y duradero.

Las universidades bolivianas no deben verse limitadas por sus dificultades, sino impulsadas por su potencial. Con cada estudiante que se
gradúa, con cada proyecto comunitario que se implementa, y con cada nuevo avance en investigación, Bolivia avanza hacia el futuro.
Juntos, podemos construir un sistema educativo más fuerte, más inclusivo y más conectado con las necesidades del país. La educación es
el arma más poderosa para transformar el mundo, y en las manos de nuestras universidades está la llave para abrir ese futuro prometedor.

El futuro de Bolivia depende de la educación, y cada uno de nosotros tiene un rol importante que cumplir. Desde los estudiantes que se
esfuerzan por ser mejores profesionales, hasta los docentes que inspiran y los gobiernos que deben invertir en educación, todos tenemos
la responsabilidad de construir universidades fuertes y comprometidas con el país. Juntos, podemos transformar la educación superior y
con ello, el destino de Bolivia.

Al mirar hacia el futuro, es crucial que las universidades asuman su papel como faros de esperanza en un mundo desafiante. La educación
superior tiene el poder de transformar vidas y comunidades, y cada uno de nosotros tiene una responsabilidad en este proceso. No se trata
solo de adquirir conocimientos, sino de utilizarlos para hacer del mundo un lugar mejor. La verdadera educación va más allá de las aulas;
es un compromiso con la justicia social, la ética y el bienestar de la comunidad.

La educación es un privilegio y a la vez una responsabilidad. Cada uno de nosotros tiene el deber de utilizar el conocimiento adquirido para
contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Es nuestra misión transformar lo que aprendemos en acción, Así que mientras miramos hacia
el futuro, les pregunto: ¿qué legado quieren dejar? Cada uno de ustedes tiene la capacidad de ser un líder que inspire y motive a otros.

En sus manos tienen la potestad de cambiar la narrativa, de crear soluciones innovadoras y de generar un impacto positivo en su comunidad
Juntos, podemos construir un futuro donde la ética y el compromiso social sean los pilares de nuestra educación. La universidad es solo el
comienzo de un viaje hacia un cambio significativo.

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