Español 2 Tarea 6

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Presentado por: Enmanuel De Jesús Suriel Reyes

Matricula: 100081146

Materia: Español 2

Tema: Tarea 6

Profesor/a: Pura Reynoso


Estimado participante: Investiga el tema sobre los textos orales formales y luego
define en qué consiste el debate, la mesa redonda, la exposición, el panel y la
conferencia. Explica cuál es su utilidad.

1. Textos orales formales


Cuando se habla de comunicación oral formal se alude a esas presentaciones
personales, cuyo objeto es divulgar un aspecto cultural, científico o filosófico al
que se asiste como expositor o como oyente. La preparación para estos eventos
amerita el mismo rigor que si se tratara de un documento escrito, y de hecho
muchas veces las ponencias de una conferencia, simposio o mesa redonda dan
pie a su edición para artículos en periódicos o en revistas de divulgación científica.
En estos acontecimientos hay que cuidar el lenguaje, el tono del discurso, los
gestos, la postura y aun la manera de vestirse; porque, ciertamente, no procede
un traje de etiqueta, pero tampoco informal. Hay que cuidar, además, el aspecto
psicológico. Conferencista y panelista tienen mayor control de la sobriedad de su
discurso y de la calidad de las respuestas al público, si llegan descansados y
seguros de sí mismos.
Consideraremos en esta unidad algunos de los tipos más usuales de
comunicación oral y formal: El debate, el panel, la exposición, la conferencia y la
mesa redonda. En algunos de ellos se puede recurrir al apoyo de un proyector, no
así en otros.

2. El debate
El debate es una técnica tradicional de comunicación oral, en la cual se discute un
tema controversial. La condición para debatir un tema viene dada por los distintos
puntos de vista que acompañan a otras tantas posiciones antagónicas en torno a
un problema de interés público. Con este tipo de comunicación no se pretende
aportar soluciones, sino exponer argumentos diferentes para que la audiencia a
quien va dirigida pueda tener una información sólida respecto al tema debatido.
En el debate no se trata de imponer una opinión, sino de tratar de convencer con
argumentos y contrargumentos que hay una alternativa idónea. Por eso, escuchar
con atención la posición del otro es fundamental para responder inteligente y
adecuadamente. El participante tiene que ser conciso y concreto al hablar, y,
sobre todo, respetuoso de la opinión del contrincante. El auditorio imparcial
condenará cualquier tipo de ofensa o indiscreción de alguno de los contrincantes
desvalorando los conceptos que emita.
Concurren al debate además de los debatientes, un moderador, un secretario y el
público que participa. El moderador es quien determina el esquema de trabajo-
que puede ser un cuestionario- y es quien anuncia el tema y describe la actividad.
También da instrucciones a los participantes sobre la forma de conducirse durante
la discusión. Toda vez que es vital arribar a conclusiones, el secretario se encarga
de filtrar la información esencial.
En el debate se impone el registro lingüístico formal. Se requiere, como puede
inferirse, que los participantes se documenten exhaustivamente sobre el tema,
puesto que el objetivo es persuadir informando al público interesado. Cada uno
debería poder visualizar de antemano las posibles argumentaciones de la
contraparte, y tratar de encontrar argumentos favorables para contrarrestarlas. A
los argumentos a favor, los que demuestran la validez de las afirmaciones, se les
llama pruebas; a los que intentan mostrar los errores del contrario, se les
denomina objeciones.
Actualmente, se realizan debates escritos por medio de los foros de Internet. En
ellos encontramos, igualmente, la figura de los participantes, el moderador, el
secretario. El público en este caso está constituido por los lectores.

3. La mesa redonda
La mesa redonda es una opción fundamental en situaciones sociales donde se
requiere entendimiento entre las partes. Un intercambio fructífero de ideas, es el
objetivo de la mesa redonda. Por lo que cada participante debe preparar con
anticipación sus intervenciones y no dejar espacio al azar. Cada ponente debe ser
capaz de exhibir competencia en el tema anunciado, de lo contrario su lugar
debería quedar libre para otro ponente.
El concepto de “mesa redonda” trae consigo una connotación mitológica. En
efecto, cuenta la leyenda que el rey Arturo de Inglaterra se reunía con sus
consejeros a discutir asuntos cruciales para la seguridad del reino. Uno de los
integrantes solía ser el Mago Merlín, a cuya legendaria sabiduría se sujetaban los
participantes cuando resultaba difícil llegar a una conclusión.
En la mesa redonda se establece un diálogo en el cual cada ponente presenta con
objetividad su planteamiento para discutir la idoneidad de cada ponencia con los
demás participantes. Es aceptable la organización en fichas de la información a
compartir. Como el objetivo es revisar un tema de interés desde diferentes puntos
de vista, no es inusual que se presenten confrontaciones entre los expositores, en
cuyo caso el moderador debe tomar la palabra, y buscar la forma de asegurar la
condición de diálogo del encuentro. No hay que evitar la confrontación de ideas,
pero sí los enfrentamientos verbales.
Una de las ventajas de la mesa redonda es que no hay posiciones privilegiadas.
En la época medieval se podía inferir la relevancia de cada integrante en función
de los asientos que lo separaba del rey. Esto probablemente no ocurría en el caso
del rey Arturo, cuyo sentido de la justicia es legendario.
El papel del moderador en la mesa redonda es presentar a los participantes. Se
hace hincapié en aquellos aspectos que el expositor quiere que se destaquen. Al
moderador corresponde también conceder la palabra a cada quién. Y al final de la
actividad es quien discrimina los aspectos en los que se ha arribado a acuerdos y
aquellos en los que las discrepancias subsisten.
Cada intervención debería estar regulada de tal manera que los minutos
asignados sean suficientes para que los planteamientos sean completos, sin hacer
una exposición magistral del asunto, lo cual no es el objeto de la mesa redonda.
Muchas veces resulta eficaz preparar la ponencia de manera que se pueda alargar
o acortar según el caso, pues en ocasiones, y por diferentes motivos, se produce
la inasistencia de algunos participantes.

4. La exposición
En la exposición se da a conocer un tema de forma objetiva. Suele destinarse a un
público especializado, y cuando se destina a un público no especializado se
denomina exposición de divulgación. En ambos casos, el expositor o los
expositores emplearán el registro formal. Su estructura se establece en torno a las
tres partes del texto discursivo: introducción, desarrollo y conclusión.
La documentación para la exposición tiene que ser profunda. Se pueden incluir
gráficas para la mejor comprensión de la audiencia. Por lo general el público que
asiste a una exposición oral está interesado en el tema, lo que significa que ya
tiene algún conocimiento del asunto. El expositor, por tanto, tiene que prestar
mucha atención a la preparación de los detalles para responder con prontitud y
propiedad. Si acaso desconoce una respuesta, confesarlo con elegancia y sin
culpas le evitará momentos desagradables.
Se recomienda vigilar que la dicción sea clara, nunca atropellada. Carmen
Galindo y colaboradores (1997) comentan que no es exagerado ni vanidoso
escuchar el discurso en una grabadora o pedirle a una persona de nuestra
confianza que observe cómo se escucha nuestra exposición. Con tiempo y
experiencia, estos pequeños trucos se volverán irrelevantes.
En la exposición se puede hacer uso del proyector o data show. Organizar las
informaciones por este medio evita experiencias indeseables de olvido o desliz. No
se espera que una persona memorice toda la información seleccionada acerca del
tema; aunque tampoco es conveniente verter todos los conocimientos adquiridos
en los diferentes cuadros. Se trata de manejar sin tensiones los puntos
indispensables para guiar el discurrir del razonamiento, de manera que nunca se
produzca la traumática “mente en blanco”.
Es recomendable reiterar una que otra vez, y con palabras diferentes, algunas
ideas nucleares. Este recurso didáctico permitirá que los oyentes no avezados
puedan incluir la información en sus notas, y que los diestros tengan la
oportunidad de reorganizar las suyas. En el cierre, se sugiere, asimismo, que se
recalquen las ideas centrales de la disertación.

5. El panel
El panel es un tipo de comunicación oral en la cual varias personas denominadas
panelistas, profundizan sobre un tema concreto fijado con antelación. Cada
panelista expone su opinión sobre el asunto que, evidentemente, conoce a
plenitud. Suele decirse que el panel es una especie de consulta a los expertos.
Por lo general, el panel consta de cuatro a seis personas, cada uno de los cuales
dispone de alrededor de diez minutos para perfilar su ponencia; sin embargo, no
se trata de una exposición en el sentido estricto de la palabra, sino de un
conversatorio entre personas experimentadas que comparten diferentes posturas
sobre el asunto propuesto en un tiempo previsto, casi siempre unas dos horas.
Se impone, como en el debate, el registro formal de lengua, aunque se presupone
cierta espontaneidad en la participación de cada quien. La mesura es
particularmente valorada entre panelistas, pues de ellos se espera que arrojen luz
sobre un tema de mucho interés para el público. Su participación, pues, tiene que
ser cuidadosa, evitando los juicios irreflexivos y la subjetividad excesiva.
Hay un moderador, que anuncia el tema y los objetivos del panel y, además,
establece el tiempo de discusión. Un secretario se encarga de anotar los aportes y
luego resumir lo expuesto, etapa ésta de vital importancia. Al final, el moderador
se encarga de presentar las conclusiones y de acuerdo con la planificación previa,
crear un espacio para las intervenciones del auditorio.

6. La conferencia. Explica cuál es su utilidad.


La conferencia es una disertación en público sobre un tema concreto. Cuando el
conferencista es una personalidad con amplios conocimientos y experiencia sobre
el tema se habla de conferencia magistral. Sin embargo, es más usual asistir o
participar en una conferencia de corte ligero en la que predomina el intercambio
con el público.
También se conoce como conferencia la conversación entre dos o más personas
que se reúnen para tratar un negocio, la que sostienen representantes de distintos
gobiernos o aquella en que se da a conocer la producción de un artista, llamada
específicamente conferencia de prensa. Hoy, también tenemos la teleconferencia,
en la cual la conversación se mantiene a distancia mediante un sistema de audio o
de video.
Esta forma de comunicación oral tiene la estructura del texto discursivo: una
introducción donde se destaca cuáles aspectos del tema ocuparán el centro del
discurso, y se concluye con una ratificación de las ideas fundamentales. No es
válido pensar que una conferencia es un acto de habla que ocurre
espontáneamente, y que por tanto puede ser improvisado. No se trata de una
conversación entre amigos o familiares, aunque se establezca un conversatorio.
Un cierto rigor científico es adecuado en cualquier tipo de conferencia, excepto tal
vez en la de prensa.
En este tipo de evento, importa que el conferencista tenga una buena dosis de
empatía con el público no solo para capturar su atención, sino para responder a
sus preguntas con la mejor disposición.

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