Modernismo 1
Modernismo 1
Modernismo 1
En la literatura existe un universo de textos de diferentes géneros, temas, tramas, personajes; sin
embargo, se han dividido en periodos literarios para facilitar su estudio. El Modernismo es uno de los
periodos más ricos y con una vasta producción.
El azul representa lo celeste, el ensueño, por su parte el cisne es el poeta, la elegancia y el encanto
mágico.
El primer libro que inaugura oficialmente el Modernismo es Azul de Rubén Darío, publicado en
Valparaíso en 1888.
Ejercicio
Ahora que ya conoces de forma general al Modernismo, es pertinente que
investigues qué es la
sinestesia.
Sonatina
Rubén Darío
El pájaro azul
Rubén Darío
París es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos y
decididos muchachos -pintores, escultores, poetas- sí, ¡todos buscando el viejo laurel verde!,
ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen bebedor de ajenjo,
soñador que nunca se emborrachaba, y, como bohemio intachable, bravo improvisador.
En el cuartucho destartalado de nuestras alegres reuniones, guardaba el yeso de las paredes,
entre los esbozos y rasgos de futuros Clays, versos, estrofas enteras escritas en la letra echada
y gruesa de nuestro amado pájaro azul.
El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le bautizamos
con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenía el vino triste. Cuando le
preguntábamos por qué cuando todos reíamos como insensatos o como chicuelos, él arrugaba
el ceño y miraba fijamente el cielo raso, nos respondía sonriendo con cierta amargura…
-Camaradas: habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro, por consiguiente…
***
Sucedía también que gustaba de ir a las campiñas nuevas, al entrar la primavera. El aire del
bosque hacía bien a sus pulmones, según nos decía el poeta.
De sus excursiones solía traer ramos de violetas y gruesos cuadernillos de madrigales,
escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho cielo sin nubes. Las violetas eran para Nini, su
vecina, una muchacha fresca y rosada que tenía los ojos muy azules.
Los versos eran para nosotros. Nosotros los leíamos y los aplaudíamos. Todos teníamos una
alabanza para Garcín. Era un ingenuo que debía brillar. El tiempo vendría. Oh, el pájaro azul
volaría muy alto. ¡Bravo! ¡bien! ¡Eh, mozo, más ajenjo!
***
Principios de Garcín:
De las flores, las lindas campánulas.
Entre las piedras preciosas, el zafiro. De las inmensidades, el cielo y el amor: es decir, las
pupilas de Nini.
Y repetía el poeta: Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad.
***
A veces Garcín estaba más triste que de costumbre.
Andaba por los bulevares; veía pasar indiferente los lujosos carruajes, los elegantes, las
hermosas mujeres. Frente al escaparate de un joyero sonreía; pero cuando pasaba cerca de un
almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba, y al ver las lujosas ediciones, se
declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse volvía el rostro
hacia el cielo y suspiraba. Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, casi
llorando, pedía un vaso de ajenjo y nos decía:
-Sí, dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad…
***
Hubo algunos que llegaron a creer en un descalabro de razón.
Un alienista a quien se le dio noticias de lo que pasaba, calificó el caso como una monomanía
especial. Sus estudios patológicos no dejaban lugar a duda.
Decididamente, el desgraciado Garcín estaba loco.
Un día recibió de su padre, un viejo provinciano de Normandía, comerciante en trapos, una
carta que decía lo siguiente, poco más o menos:
“Sé tus locuras en París. Mientras permanezcas de ese modo, no tendrás de mí un solo sou.
Ven a llevar los libros de mi almacén, y cuando hayas quemado, gandul, tus manuscritos de
tonterías, tendrás mi dinero.”
Esta carta se leyó en el Café Plombier.
-¿Y te irás?
-¿No te irás?
-¿Aceptas?
-¿Desdeñas?
¡Bravo Garcín! Rompió la carta y soltando el trapo a la vena, improvisó unas cuantas estrofas,
que acababan, si mal no recuerdo:
¡Sí, seré siempre un gandul,
lo cual aplaudo y celebro,
mientras sea mi cerebro
jaula del pájaro azul!
***
Desde entonces Garcín cambió de carácter. Se volvió charlador, se dio un baño de alegría,
compró levita nueva, y comenzó un poema en tercetos titulados, pues es claro: El pájaro azul.
Cada noche se leía en nuestra tertulia algo nuevo de la obra. Aquello era excelente, sublime,
disparatado.
Allí había un cielo muy hermoso, una campiña muy fresca, países brotados como por la magia
del pincel de Corot, rostros de niños asomados entre flores; los ojos de Nini húmedos y
grandes; y por añadidura, el buen Dios que envía volando, volando, sobre todo aquello, un
pájaro azul que sin saber cómo ni cuándo anida dentro del cerebro del poeta, en donde queda
aprisionado. Cuando el pájaro canta, se hacen versos alegres y rosados. Cuando el pájaro
quiere volar abre las alas y se da contra las paredes del cráneo, se alzan los ojos al cielo, se
arruga la frente y se bebe ajenjo con poca agua, fumando además, por remate, un cigarrillo
de papel.
He ahí el poema.
Una noche llegó Garcín riendo mucho y, sin embargo, muy triste.
***
La bella vecina había sido conducida al cementerio.
-¡Una noticia! ¡una noticia! Canto último de mi poema. Nini ha muerto. Viene la primavera
y Nini se va. Ahorro de violetas para la campiña. Ahora falta el epílogo del poema. Los
editores no se dignan siquiera leer mis versos. Vosotros muy pronto tendréis que dispersaros.
Ley del tiempo. El epílogo debe titularse así: “De cómo el pájaro azul alza el vuelo al cielo
azul”.
***
¡Plena primavera! Los árboles florecidos, las nubes rosadas en el alba y pálidas por la tarde;
el aire suave que mueve las hojas y hace aletear las cintas de los sombreros de paja con
especial ruido! Garcín no ha ido al campo.
Hele ahí, viene con traje nuevo, a nuestro amado Café Plombier, pálido, con una sonrisa
triste.
-¡Amigos míos, un abrazo! Abrazadme todos, así, fuerte; decidme adiós con todo el corazón,
con toda el alma… El pájaro azul vuela.
Y el pobre Garcín lloró, nos estrechó, nos apretó las manos con todas sus fuerzas y se fue.
Todos dijimos: Garcín, el hijo pródigo, busca a su padre, el viejo normando. Musas, adiós;
adiós, gracias. ¡Nuestro poeta se decide a medir trapos! ¡Eh! ¡Una copa por Garcín!
Pálidos, asustados, entristecidos, al día siguiente, todos los parroquianos del Café Plombier
que metíamos tanta bulla en aquel cuartucho destartalado, nos hallábamos en la habitación
de Garcín. Él estaba en su lecho, sobre las sábanas ensangrentadas, con el cráneo roto de un
balazo. Sobre la almohada había fragmentos de masa cerebral. ¡Qué horrible!
Cuando, repuestos de la primera impresión, pudimos llorar ante el cadáver de nuestro amigo,
encontramos que tenía consigo el famoso poema. En la última página había escritas estas
palabras: Hoy, en plena primavera, dejó abierta la puerta de la jaula al pobre pájaro azul.
***
¡Ay, Garcín, cuántos llevan en el cerebro tu misma enfermedad!
Glosario
disimulo.
una extravagancia.
Gandul: holgazán.
sinónimo de mariposa.
al de adulto.