Ley 25675 - TOMO 1-Esain
Ley 25675 - TOMO 1-Esain
Ley 25675 - TOMO 1-Esain
COMENTADA, CONCORDADA Y
ANOTADA
- TOMO I -
Esain, José Alberto
Ley general del ambiente comentada / José Alberto Esain. -
1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Abeledo
Perrot, 2020.
Libro digital, Book "app" for Android
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-950-20-2978-8
1. Ley General del Ambiente. 2. Derecho Ambiental . I.
Título.
CDD 348.024
PRÓLOGO(1)
El presente libro, como su título lo indica, es una Ley General del Ambiente 25.675
comentada, concordada y, además, "rodeada" de una semblanza sobre el resto de las
leyes de presupuestos mínimos nacionales. La obra hace pie en instrumentos
legislativos, es decir, tiene un enfoque normológico del derecho, pero con pretensión
estructuralista. Es desde allí que pone las dianas también en verificar el comportamiento
de ese corpus tanto en el ámbito de la gestión administrativa como en el de la justicia.
Han pasado muchos años desde su publicación aquel jueves 28 de noviembre de 2002,
mucha agua corrió debajo del puente. El presente comentario encuentra justificación en
esa necesaria actualización de la ley marco argentina y del resto del plantel de leyes de
presupuestos mínimos. Habrá aquí tanto sentencias, reglamentos, obras y artículos de
doctrina nuevos, todos han moldeado aquellos viejos contenidos para depurar esa ley
estructural para nuestro país.
Hemos pensado en un abordaje sistémico. Con ese norte, se verificarán por el lector
diversos componentes que explican aspectos que van más allá del texto. En este
apartado queremos elaborar el "mapeo" de los mismos.
En primer lugar, se presentan dos insumos "historicistas", que muestran el modo en
que la norma fue adoptada "en su momento". Prima un estudio introductorio de la autora
de la ley, la senadora mandato cumplido Mabel Müller bajo el título "Ley General del
Ambiente: ley de leyes", donde se rememora —en perspectiva— el proceso de
elaboración, redacción, discusión y aprobación de la misma. Este es un aporte de
enorme valía, pues permite conocer la voluntad, la intención del autor "detrás del texto".
En segundo lugar (y sobre el final de la obra), se incluyen los debates parlamentarios
que precedieran la sanción de la ley(2) y que en varios aspectos permiten conocer los
objetivos perseguidos con los artículos que el proyecto tiene. Además, presentan el texto
en la versión inicial y las modificaciones que sufriera durante el trámite en el Congreso.
En tercer lugar, el libro adopta una posición estructuralista, pues incluye un
comentario exegético de cada una de las leyes de presupuestos mínimos sectoriales
que rodean a la Ley General del Ambiente. Esto sirve para saber cómo opera todo el
piso normativo mínimo nacional, y cómo funciona el diálogo entre ley general y leyes
especiales.
En cuarto lugar, debajo de cada artículo de la LGA, se incluyen las concordancias
complementarias. Este aspecto, típico de las leyes comentadas, cobra mayor relevancia
en un sistema como el ambiental donde las normas que contengan los presupuestos
mínimos de protección requieren una norma complementaria local, la que puede variar
en cada una de las jurisdicciones. Aprovechando la oportunidad para enumerar las
concordancias, hemos pensado en incluir allí las normas que —coincidiendo con el
material analizado— sirven de complemento en los términos del tercer párrafo del art.
41 CN. De ese modo, el lector al verificar las concordancias de cada artículo, podrá
acceder a las reglas que en cada provincia optimizan los mandatos de presupuestos
mínimos de la LGA(3).
Excepcionalmente, habrá artículos con "menos" o "nula" "complementariedad" como
las normas de fondo (arts. 27 a 31, por ejemplo). En esos supuestos hemos decidido no
incluir normas complementarias. Es verdad que existen en algunas provincias leyes de
responsabilidad civil por daño al ambiente, lo que nos parece no respeta el sistema de
competencias sobre derecho de fondo de nuestra Constitución Nacional. Por este
motivo, deliberadamente omitimos concordancias.
A modo de complemento, se incluyen dos códigos QR para acceder a la normativa
de referencia abordada en la obra. En ese esfuerzo, por un lado, se incluye una tabla
de las normas complementarias por jurisdicción, la cual además se complementa en la
versión electrónica con una compilación a texto completo de las principales leyes marco
locales y, por otro lado, un cuadro interactivo de las resoluciones de la Autoridad
Ambiental Nacional que son concordantes con cada artículo de la Ley General del
Ambiente(4).
El último tema que no podemos dejar de mencionar es el de la revisión técnica. Al
respecto, hemos considerado que una aproximación estructural necesariamente
requería apoyo y "revisión de pares", es decir, someter el material a autores que
reconocemos especialistas en cada uno de los aspectos que la LGA trata. Recordemos
que la ley marco abarca un amplio abanico de temáticas. Muchas de ellas han requerido
un profundo desarrollo y estudio por otros doctrinarios, que vienen aportando su
sapiencia al respecto. Sabiendo de nuestra limitada capacidad para abarcar tantos
contenidos con profundidad, es que hemos sometido dichos pasajes a revisión por estos
colegas. Ello permite dotar de sólidos los desarrollos que incipientemente habíamos
pensado.
Para lo relacionado a los arts. 16 a 21, es decir, acceso a la información, participación
ciudadana y debido proceso legal ambiental convocamos a Andrés Napoli, director
ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales. En relación con el seguro
ambiental reglado en el art. 22, los especialistas son Gustavo Rinaldi y Gustavo Serafini.
En relación con el art. 26 de autogestión, la revisión estuvo a cargo de Guillermo
Marchesi. Finalmente, los arts. 27 a 29, que se ocupan de daño ambiental, han sido
revisados por Pablo Lorenzetti.
Entendemos que, en la conjugación de todos estos componentes, podemos encontrar
el mejor modo de interpretar tanto la Ley General del Ambiente como el equipo de leyes
de presupuestos mínimos sectoriales que nuestro país ha venido dando en estos últimos
años. Con errores, aciertos, ellas representan el sistema de legalidad ambiental,
componente esencial para comprender el derecho ambiental argentino de manera
dinámica.
JOSÉ ALBERTO ESAIN
Mar del Plata, 1 de septiembre de 2020
ESTUDIO INTRODUCTORIO: LEY GENERAL DEL AMBIENTE: "LEY DE LEYES"
En 1993, fui electa como diputada de la Nación, y en diciembre de ese año, asumí la función, y se me
encomendó la Presidencia de la Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano. Si bien,
en ese momento, no tenía experiencia en el desarrollo de temas ambientales, había transitado por diferentes
caminos del sistema educativo de mi provincia, y conocía las diferentes falencias y demandas que nuestra
sociedad tenía en materia de preservación ambiental, del cuidado del entorno. Al año siguiente, se producía un
hecho singular dentro de la historia ambiental de nuestro país, la realidad política de ese momento requería de
una reforma constitucional, y entre los acuerdos alcanzados entre los diferentes sectores políticos, se creyó
necesario incluir un artículo específico para otorgar un nuevo derecho para los argentinos: "...a un ambiente sano,
equilibrado, apto para el desarrollo humano...". Comenzó allí un proceso que duró varios años hasta poder
sancionar las primeras normas que dieran contexto a ese derecho.
En definitiva, el Congreso de la Nación debía generar la legislación necesaria para lograr una protección
adecuada de nuestro ambiente, en función del mandato constitucional. Sancionada la reforma, las principales
voces del derecho, según de qué lado de la biblioteca se encontraban, comenzaron a realizar sus comentarios y
definiciones, respecto del art. 41, y otros complementarios, como el 43 y el 124. En ese camino, pudimos recibir
innumerables aportes, los cuales fueron de extrema ayuda para encontrar la interpretación más apropiada de la
esencia jurídica que los constituyentes habían plasmado en la Carta Magna.
Como primer antecedente es necesario destacar el despacho de mayoría en la Convención Constituyente, el
cual puso la piedra basal del artículo ambiental, decía: "...se propone que el Congreso establezca la legislación
de base con los principios comunes y los niveles mínimos de protección del ambiente, sin que ello signifique
alterar las jurisdicciones locales y las facultades propias de las provincias. De este modo el proyecto viene a incluir
en el texto constitucional la modalidad de la legislación base nacional, definidora de la política general del país en
la materia, lo cual quedará expresado en los 'principios comunes' a tal efecto, así como los 'niveles mínimos de
protección', lo cual implica establecer una virtual modalidad de complementación legislativa entre la Nación y las
provincias. De este modo se viabiliza la posibilidad de que en materia ambiental funcione un efectivo federalismo
de concertación...".
La redacción definitiva sancionada del art. 41 trajo muchas dudas en su interpretación, sobre todo en los
ámbitos no-jurídicos. Se introduce un concepto algo exótico como es el término "presupuestos", que tuvo hasta
deducciones de carácter económico. Sabíamos que existía el antecedente de la Constitución española de 1978,
que tuvo cierta influencia sobre nuestros constituyentes en 1994, donde se podía interpretar que debían existir
normas mínimas en una legislación básica sobre protección del medio ambiente, y normas adicionales para las
Comunidades Autónomas.
Por entonces, las dudas, las interpretaciones caprichosas y sesgadas, encubridoras de intereses particulares,
o aquellas esclarecedoras, fundadas en derecho y en antecedentes concretos, las que contribuyeron a fundar una
legislación ambiental necesaria para la realidad de nuestro país, aparecieron en el escenario, y se requería
comenzar a encontrar los principios y componentes fundamentales de un verdadero Sistema Jurídico Ambiental.
A partir de la Comisión de Diputados que trataba los temas ambientales, que tuve la responsabilidad de
presidir, participamos y expusimos nuestra visión en eventos realizados en diferentes provincias, como los
realizados en Mendoza, Tucumán, Puerto Madryn y San Martín de los Andes. Asimismo, desde la Comisión que
trata los temas ambientales en la Cámara de Diputados, organizamos seminarios, simposios y congresos para
tratar los temas derivados del texto constitucional en materia ambiental, tratamos de convocar a todas las voces
y posiciones doctrinarias, recibimos las opiniones más variadas, y la mayoría coincidía en que se requería
sancionar una ley de carácter general que fuera, en cierto modo, el punto focal de ese sistema jurídico que se
requería, y derivada de ella, un conjunto de normas que establezcan los principios básicos y comunes de
protección ambiental, para todo el país, en diferentes temas y aspectos, y las Estados Provinciales deberían dictar
todas aquellas normas complementarias necesarias, que regularían las realidades locales.
Otro concepto que movilizó susceptibilidades del art. 41 de la Constitución, dirigido a todos los habitantes del
territorio nacional, fue, precisamente, el goce a un "ambiente sano". Si bien, ha sido utilizado por diversos textos
constitucionales de carácter provincial, y también en otros países, se refiere en exclusividad al ser humano, bajo
una concepción médico-sanitaria, dejando de lado a toda la complejidad ambiental, los ecosistemas, la
biodiversidad, los bienes naturales, etc. Sin embargo, prosigue con el concepto de "equilibrado", haciendo
referencia, sin dudas, al equilibrio ecológico.
Aspecto destacable que surgía, además de la simple lectura del artículo ambiental, era una interesante
oposición entre goce del ambiente y uso del ambiente, bajo la concepción jurídica de derecho y deber de los
ciudadanos, lo que generaba la necesidad de garantizar la implementación de procesos participativos en todo
aquello que tenga influencia ambiental, y también amplias posibilidades legislativas en el momento de establecer
los presupuestos mínimos y las relaciones fundamentales entre la Nación y los Estados provinciales, por supuesto,
en un marco de razonabilidad y respetuoso federalismo.
Por entonces le solicité a mis asesores, coordinados por el Arq. Ricardo Jílek, que comenzaran a conformar
un proyecto de ley que reflejara todo lo que hasta ese momento habíamos recibido desde los diferentes enfoques.
Muchos especialistas, representantes de organizaciones profesionales, empresarias y sociales, funcionarios
de distintos niveles del Estado, en diferentes grados e intensidades, pusieron su grano de arena, pero deseo
destacar a dos ilustres profesionales que han contribuido esencialmente para estructurar el sistema normativo
ambiental, con un enfoque profundamente federal; por un lado, deseo rendir un merecido homenaje al Dr.
Guillermo Cano, el cual ha dejado innumerables basamentos doctrinarios, a partir de su sabiduría y conocimiento;
y, por otro lado, el Dr. Felipe González Arzac, quien con su humildad, trabajo constante, saber amplio y profundo,
brindó aportes precisos y conducentes; ambos fueron verdadera fuente de inspiración para lograr la conformación
de los proyectos de ley que fueron sancionados y promulgados, principalmente, la Ley General del Ambiente.
La primera pregunta que surgió fue sobre el carácter de la norma, los contenidos o capítulos que debía
contemplar, basados en los aportes que habíamos recibido surgían dos posiciones bastante claras, una
minoritaria, que sostenía la redacción de una especie de "ley ómnibus", que incluyera todos los temas que se
relacionan con la cuestión ambiental, con inclusión de temas como el aire, el agua, el suelo, el paisaje, sumado a
los aspectos procedimentales de carácter administrativo. Esta idea fue desechada, primero porque no reflejaba el
espíritu que los constituyentes le habían impreso al artículo constitucional, y también porque se presentaba como
extremadamente compleja para el tratamiento legislativo. Entonces, decidimos concentrarnos en un proyecto que
expresara los lineamientos y conceptos de la mayoría de los especialistas, una ley que incluyera principalmente
los aspectos políticos, interpretativos, y temáticos del sistema jurídico que se debía constituir. Eran necesarias
definiciones, ampliaciones conceptuales, derivaciones conducentes, interpretaciones esclarecedoras de los
artículos constitucionales que se referenciaban con la gestión integral del ambiente.
Se realizaron muchos encuentros para el intercambio de ideas y el debate, recuerdo principalmente aquellos
que el Consejo Argentino para el Desarrollo Sostenible convocaba y se gestaban discusiones muy interesantes,
allí se invitaba, en forma alternada, a distinguidos especialistas, y se elaboraban conclusiones que fueron de
extrema utilidad para elaborar el texto definitivo presentado ante el Congreso Nacional. Vienen a mi memoria otros
encuentros de resultados positivos como fueran, en distintas oportunidades, el intercambio de ideas con los
representantes de los Estados Provinciales, miembros del Consejo Federal de Medio Ambiente. Asimismo, la
Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano de la H. Cámara de Diputados, que en
ese entonces presidía, y como mencionaba anteriormente, organizó una serie de seminarios cuyos objetivos eran:
analizar la estructuración del Sistema Jurídico Ambiental, evaluar la situación respecto de la sanción de las leyes
de presupuestos mínimos y las complementarias provinciales, y analizar la aplicabilidad de las leyes ambientales
vigentes en ese entonces, y la necesidad de reemplazarlas, ajustándose a los preceptos constitucionales; allí
participaron los miembros de las comisiones que tratan los temas ambientales de las legislaturas provinciales, de
la Ciudad de Buenos Aires y del Congreso de la Nación, especialistas en derecho ambiental, constitucional y
administrativo, representantes de Organizaciones No Gubernamentales, de sectores sociales directamente
relacionados y miembros del Poder Ejecutivo Nacional.
Aquí debo mencionar a organizaciones sociales y empresarias que prestaron su colaboración en forma
eficiente y desinteresada como la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, el Consejo Empresario Argentino
para el Desarrollo Sostenible, Greenpeace, Plastivida, el Departamento de Medio Ambiente de la Unión Industrial
Argentina, la Fundación Vida Silvestre Argentina, entre otras.
Decía el Dr. Felipe González Arzac: "...Será el Congreso nacional, en el marco de razonabilidad y fidelidad
federal, el que determinará cuales son las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, para
dejar a las provincias latitud para el dictado de las normas complementarias. Las normas nacionales contendrán
principios o directrices para la regulación de la relación ambiental, que se consideren fundamentales para
garantizar un derecho sustancialmente igual en todo el territorio nacional, que puede incluir determinadas medidas
concretas, de eficacia general.
"El objetivo sería: a) asegurar que los principios rectores ambientales rijan en todo el país; b) impedir que las
provincias o municipios atraigan inversiones disminuyendo las exigencias de tutela ambiental; y c) permitir que
las particularidades locales o regionales sean tratadas conforme a criterios adecuados por los órganos
municipales, provinciales o interprovinciales...".
Por otro lado, comentaba en un documento de 1995, el Dr. Aldo Rodríguez Salas: "...Los presupuestos
mínimos podrán ser dictados por el Congreso y ser reglamentados por el poder Ejecutivo nacional...". En ese
mismo documento asume como aplicables los principios establecidos por el Supremo Tribunal Constitucional de
España que había expresado: "...las bases estatales son de carácter mínimo y por tanto, los niveles de protección
que establecen pueden ser ampliados o mejorados por la normativa autonómica...".
En otro tramo del documento, marcando su criterio jurídico decía: "...la legislación complementaria provincial
podrá 1) establecer standards más exigentes, 2) establecer procedimientos, incorporar etapas en ellos y agregar
nuevos requisitos a los actos que lo conforman con el objeto de asegurar en su territorio el cumplimiento de los
objetivos de la legislación nacional, 3) establecer nuevas sustancias o actividades sometidas a la regulación y, en
su caso, 4) integrar la norma nacional cuando no fuere directamente operativa...".
Asimismo, sugiere el dictado de: "...una ley general destinada exclusivamente a consagrar principio e
instrumentos rectores de la política ambiental nacional, dejando la protección especializada de los usos de los
recursos naturales a la legislación sectorial...". Dicha ley abarcaría, entre otros, los siguientes temas: "...1) el
desarrollo de los principios de política ambiental y las normas comunes para la protección de todos los recursos
naturales y procedimientos para la adopción y actualización de normas técnicas; 2) la recepción del derecho
internacional a partir de los tratados suscriptos, 3) la definición de los instrumentos para consagrar una estrategia
nacional para el desarrollo sustentable (incluyendo instrumentos económicos y tributarios, estudios de impacto
ambiental, etc.); 4) la protección de los ciudadanos; 5) la participación social y de las organizaciones no
gubernamentales; 6) la organización administrativa, en especial, la referida a los medios de coordinación entre
las autoridades nacionales y provinciales (realzando el papel del COFEMA, por ejemplo)...".
En una nota de agosto de 2000, el Dr. Humberto Quiroga Lavié, consultado sobre su opinión doctrinaria
respecto de los presupuestos mínimos, nos comentaba lo siguiente: "...Al utilizar dicho concepto la Constitución
se ha ubicado, en un modo explícito en el modelo de un federalismo de concertación, a la manera de los europeos,
dejando de lado el clásico federalismo por desplazamiento que había gobernado nuestro país. Ahora el Congreso
podrá dictar legislación de base con los contenidos mínimos de protección ambiental, pudiendo las legislaturas
provinciales, o eventualmente el Gobernador, según fuese la delegación que se produjere, dictar la legislación
complementaria, en función de las necesidades ambientales locales...".
También mencionaba el jurista: "...El referido proceso de delegación no afectará a las jurisdicciones locales,
lo cual significa que si se objeta el alcance de la implementación provincial de la ley del Congreso, la competencia
será federal. En tanto que, si solo se discute la legislación provincial implementadora, la jurisdicción será
provincial...".
Consultado el prestigioso jurista Dr. Pedro J. Frías, además de una conceptuosa nota de presentación, nos
remitió un documento titulado "Cartilla para un humanismo ambiental", en el que se destacan algunos párrafos
que se deben mencionar: "...El ambiente ha impuesto finalmente sus prioridades. Los gobiernos asumen su
responsabilidad, después de haber intentado eludirla. La ecología se instala en las constituciones...". "...Hemos
terminado conociendo con algún pesar que sólo somos administradores de la herencia de nuestros hijos...".
También en ese documento el jurista decía: "...Las nuevas responsabilidades tienden a hacernos más
sensibles, más solidarios, más ordenados. Debe inspirarnos repugnancia el despilfarro de ciertos recursos y
apego a ciertos bienes de poco precio... hasta que desaparecen. Pero en un momento dado, la productividad
entra en conflicto con la ecología y la libertad con las restricciones. Es la hora de la moral, de la economía y el
derecho. La moral tendrá que enseñar los deberes consigo mismo y con los demás, porque la relación de alteridad
es consustancial al ambiente. La economía tendrá que partir de la verdad primordial que es la destinación universal
de los bienes, no obstante la legitimidad de la apropiación privada. El derecho, sin venda esta vez, tendrá que
arbitrar entre males diversos para definir el menor, o la contaminación o la restricción de la libertad económica...".
Por otra parte, menciona: "...Ecología y productividad deben conciliarse. Las dos sirven a la vida humana. Ni
el subdesarrollo ni la degradación ambiental tienen derechos adquiridos. No toda restricción es legítima. El
impacto ambiental razonable debe imponer sus resultados...".
Asimismo, debo recalcar de ese documento: "...la dispersión de normas no es aconsejable. La de jurisdicciones
poco claras, tampoco. La concertación previa es necesaria y no está mal que los presupuestos mínimos sean de
competencia nacional y la legislación complementaria pertenezca a las provincias. Aun así, sería interesante
uniformarla en lo posible, o sea excluyendo solo las situaciones muy específicas...".
Finalmente, destacó: "...Debe avanzarse en la gestión de incentivos económicos con el objeto de fomentar la
conservación, mejoramiento y restauración del ambiente y de los recursos naturales renovables, por una parte, y
por otra, en las tasas de servicios ambientales, por la utilización diferencial de la atmósfera, las aguas yo el suelo
para arrojar desechos que sean resultado de actividades lucrativas..." y también decía: "...El uso del entorno y de
sus recursos es diferente del goce asegurado por la Constitución Nacional. El uso puede generar
responsabilidades sin culpa, o sea responsabilidad objetiva, ya que el operador de riesgo debe incorporar a sus
costos la prevención y la eventual reparación del daño...".
Con una afectuosa nota de presentación, el Dr. Mario Valls, nos remitió oportunamente, un documento que,
entre otros aspectos sustanciales, indicaba: "...El gobierno nacional está siguiendo la práctica de no legislar lo
ambiental mediante cuerpos sistemáticos, sino incorporando normas ambientales a las distintas leyes que se van
sancionando, lo que genera un crecimiento periférico y complejo que dificulta cada vez más la inteligencia del
derecho ambiental...".
Además, manifestaba respecto de los tratados internacionales que nuestro país había adherido: "...El resultado
es que se han ido incorporando al derecho federal argentino muchas normas jurídicas ambientales de fuentes
internacionales, pero solo atienden temas aislados del derecho ambiental y están diseminados por todo el sistema
jurídico. "Por lo tanto, no alcanzan a resolver la variedad de cuestiones de derecho ambiental que se suscitan y
su inteligencia se dificulta cada vez más.
"Por eso, es más necesario que nunca el ordenamiento sistemático que proveería una ley nacional general del
ambiente. Su sanción facilitaría la interpretación y aplicación de todo el sistema jurídico ambiental...".
Entre sus propuestas respecto de los contenidos de una ley general, planteaba respecto de la responsabilidad:
"...La responsabilidad ambiental, que incluye, entre otras cosas: a) La reglamentación de la obligación de
recomponer que el artículo 41 de la Constitución Nacional encomienda al Congreso Nacional. b) El otorgamiento
de garantías, como el seguro o la fianza. c) La responsabilidad por daños, riesgos o molestias ambientales...".
Además, proponía la inclusión de: "...Los sistemas de prevención, alarma, planes de contingencia y
emergencia para accidentes y catástrofes.
"El establecimiento de incentivos económicos o fiscales federales para el mejoramiento y protección del
ambiente.
"El régimen de la educación ambiental.
"La preservación y el régimen del patrimonio natural que incluiría los parques nacionales, reservas naturales
y las áreas y especies protegidas.
"La preservación y el régimen de la diversidad biológica, incluida la seguridad biológica.
"La preservación y el régimen del patrimonio natural.
"La eventual creación de uno o más fondos para el mejoramiento y protección del ambiente.
"La eventual imposición de obligaciones, cargas y contribuciones económicas o fiscales federales a las
emisiones ambientales para el mejoramiento y protección del ambiente que consideren el costo ambiental implícito
en la producción o uso de ciertos bienes o servicios.
"La participación ciudadana en la decisión ambiental.
"El régimen de los créditos o permisos de emisión transables que norme su naturaleza jurídica, las formas de
asignación, división, transferencia, duración y demás características.
"El régimen de estímulo a la producción mediante la certificación de buena calidad o buena conducta ambiental
que incluyen las llamadas etiquetas verdes y los ecólogos...".
Creímos también de suma importancia, consultar al entonces director ejecutivo de la Fundación Ambiente y
Recursos Naturales, Dr. Daniel Sabsay, quien, entre otros conceptos, nos decía: "...la determinación del alcance
de las potestades nacionales derivadas de la expresión 'presupuestos mínimos' debe hacerse con alcance
restrictivo. De este modo, se respetarán las 'jurisdicciones locales', las que el mismo constituyente ordena que no
deben ser alteradas...
"...La reglamentación legislativa del artículo 41 no puede concretarse en una única norma, no se trata de una
nueva materia a codificar...
"...En nuestra opinión, la cláusula de la Constitución requiere una tarea en distintos tiempos. En primer lugar,
se debería dictar una suerte de ley general, cuyo contenido tratase fundamentalmente sobre las siguientes
cuestiones:
"Política ambiental argentina (grandes lineamientos y principios)
"Instrumentos de la política nacional del ambiente
"Autoridad de aplicación
"Determinación de competencias
"Procedimientos para la resolución de conflictos inter-jurisdiccionales
"Daño ambiental, responsabilidad y seguros especiales...".
A partir de todos los antecedentes recogidos, de orígenes políticos, sociales y profesionales diversos,
comenzamos a delinear el proyecto de ley, en él se necesitaba incluir algunas definiciones que brindaran claridad
interpretativa, que también aglutinara enunciados y disquisiciones que estaban dispersos; principalmente, debía
definir el concepto de presupuesto mínimo, según lo indicado en el art. 41 constitucional, ya que había traído
algunas dudas su exégesis.
Se imponía como razonable la idea de que la Nación fijara aquellas normas mínimas que asegurasen un piso
o un techo, según el caso, a efectos de dar uniformidad a la protección y calidad ambiental, y a la gestión ambiental
adecuada, tanto pública como privada, en todo el territorio de nuestro país, y, además, comenzar a tener
parámetros semejantes para poder negociar con propiedad en el contexto internacional. Todo ello, asegurando
no traspasar los límites de las jurisdicciones provinciales.
El convencional constituyente Eduardo Barcesat explicaba que "...la ley nacional provee un marco de garantías
que puede ser mejorado o superado por las constituciones o leyes provinciales. De lo contrario rige ese marco
mínimo que le compete a la nación. Es un ejercicio concurrente pero con una graduación o escala en el sentido
de que habrá de aplicarse aquella norma que conceda mejor tutela al derecho, en este caso, al medio ambiente
y al equilibrio ecológico...".
En resumen, comenzábamos a concluir que el proyecto de ley debía erigirse en el tipo de ley marco, de
carácter general, importante para interpretar los alcances de los artículos constitucionales referidos a la cuestión
ambiental, y establecer las pautas básicas para la gestión sustentable y adecuada del ambiente, la protección de
la diversidad biológica y la implementación del desarrollo sustentable.
Por otra parte, debía establecer los objetivos fundamentales para la formulación de la política ambiental, como
podía ser: promover la preservación de los bienes naturales y culturales por la realización de las actividades
antrópicas, fomentar la participación social en los procesos de toma de decisión, asegurar la conservación de la
diversidad biológica, originar un proceso de cambios en los valores y conductas sociales a través de la educación
ambiental, y, principalmente, viabilizar la sustentabilidad en los aspectos ecológicos, económicos y sociales del
desarrollo.
En cuanto a la embrionaria política ambiental que en ese entonces se comenzaba a asomar en ciertos sectores
del Estado, y las normas derivadas de ella, deberían estar sujetas a ciertos principios, como el de congruencia,
de prevención, de responsabilidad, de subsidiariedad, de equidad intergeneracional, de solidaridad, de
sustentabilidad o el principio precautorio, que indica que cuando haya peligro de daño grave, la ausencia de
certeza científica, no debe utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de
los costos. Estos principios serían un poco el marco de referencia para la interpretación de los procesos
administrativos, jurídicos y judiciales.
Por otro lado, se debían determinar los principales instrumentos de la política y la gestión ambiental a efectos
de homogeneizar conceptos, comenzar a implementar acciones regidas por los mismos procedimientos,
provocando la necesaria coordinación en las tareas que se realizan desde los diferentes estamentos y niveles
estatales. En principio, se debían incluir, necesariamente: el ordenamiento ambiental del territorio, la evaluación
de impacto ambiental, los sistemas de control sobre el desarrollo de las actividades antrópicas, la educación
ambiental, el sistema de diagnóstico e información ambiental, y un sistema de promoción económica de promoción
del desarrollo sustentable.
Para nosotros, uno de los instrumentos de mayor importancia, tendría que ser el ordenamiento ambiental del
territorio, ya que, una de las falencias que fuimos detectando en las visitas que realizamos a distintas regiones y
Provincias de nuestro país, fue, precisamente, una planificación adecuada en el proceso de desarrollo de las
diversas actividades antrópicas, el uso y apropiación de los bienes naturales y culturales, la coordinación entre
los diversos niveles del Estado, entre municipios, entre municipios y provincias, y entre provincias y la Nación.
Los proyectos económicos, productivos, de promoción social, de infraestructura, urbanísticos, etc. que poseen
incidencia ambiental, no tenían un hilo conductor, medidas de protección ambiental, uniformidad en los criterios
de intervención en los distintos paisajes naturales o culturales, la política de compartimentos estancos se
desarrollaba con extrema naturalidad. Aún le debe el Congreso de la Nación a la sociedad una ley específica de
presupuestos mínimos que regule el ordenamiento ambiental del territorio, quizás sea la norma que mayores
inconvenientes traiga, en el momento de la concertación de las partes que intervengan, desde ya, el COFEMA
tendrá un papel esencial.
Distintas provincias habían avanzado en la implementación de los procedimientos de evaluación de impacto
ambiental, debíamos en ese momento plasmar en el proyecto una norma mínima, general y común para toda la
Nación que pusiese en vigor la obligación de toda obra o actividad que pudiese degradar el ambiente, alguno de
sus componentes, o afectar la calidad de vida de la población, en forma significativa, estuviese sujeta a un
procedimiento de evaluación ambiental, previo a su ejecución; como así también, los contenidos o requisitos
mínimos de esos estudios, con el objeto de tener formas genéricas de interpretación de los mismos.
Como mi especialidad y formación profesional se desarrolló en el espacio de la formación educativa, basada
en mi experiencia docente sería muy importante incluir como instrumento de la política y la gestión ambientales a
la educación ambiental en lo formal y no formal. El principio fundamental de este instrumento es la posibilidad de
incrementar, y en algunos casos, generar valores, comportamientos y actitudes en los habitantes que tiendan al
mejoramiento de las condiciones ambientales y de calidad de vida, a la preservación de la diversidad biológica, y
poner en funcionamiento mecanismos de sustentabilidad en las diferentes actividades antrópicas; en definitiva, al
desarrollo de una conciencia ambiental positiva. En estos aspectos, los Consejos Federales de Medio Ambiente
y Educación deberían tener un papel sustancial, trabajando en forma conjunta y coordinada.
Convencidos de que la participación activa de la comunidad asegura que las políticas, planes y programas
para una gestión adecuada del ambiente serán una realidad se debía incluir una norma específica para que las
autoridades tengan que institucionalizar procedimientos de consultas o audiencias públicas como instancias
obligatorias para la autorización de aquellas actividades que puedan generar efectos negativos y significativos
sobre el ambiente.
Para que esa participación de la sociedad ocurriese, se hacía también necesario establecer la obligación de
brindar toda aquella información de relevancia ambiental que estuviese en poder del Estado, para lo cual, se
necesitaba desarrollar un sistema nacional e integrado de información que gestionara los datos disponibles y
aquellos que se pudieran producir, como por ejemplo, los informes periódicos sobre el estado del ambiente y la
sustentabilidad en términos ecológicos, económicos, sociales y culturales de nuestro país.
En la estructuración del sistema de gestión ambiental, se presentaban dos opciones: un federalismo de
imposición o un federalismo de concertación, por supuesto que adherimos a esta última forma de encarar la
política ambiental, donde los presupuestos mínimos que determinaría la Nación deberían ser, hasta donde fuera
posible, se deberían generar a partir de métodos participativos, en los que los Estados provinciales sean
escuchados, para lo cual, ya existía un espacio institucional, el Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA),
que debería ser aprovechado.
Luego de numerosas dificultades que se fueron presentando respecto de la acción a realizar por la Nación,
desde los distintos niveles y jurisdicciones para proteger el ambiente, se proponía establecer un Sistema Federal
Ambiental con el objeto de coordinar la política ambiental y el desarrollo sustentable, entre el gobierno nacional,
los gobiernos provinciales y el de la Ciudad de Buenos Aires, y se instrumentaría a través del Consejo Federal de
Medio Ambiente (COFEMA). Además, se ratificarían por parte de la Nación, los acuerdos federales vigentes, el
Acta Constitutiva del COFEMA y el Pacto Federal Ambiental, ya que muchas provincias ya los habían aprobado
con fuerza de ley.
Un tema singular que se incluyó, con el fin de asegurar la posibilidad del financiamiento de los daños causados
fue el seguro ambiental, el cual, posteriormente a la sanción de la ley, trajo comentarios de la más amplia variedad,
se organizaron eventos para discutir sus alcances, objetivos, dilucidar obligaciones, responsabilidades, en
resumen, un sinnúmero de acciones y actividades cuya finalidad era la distracción, o evadir las responsabilidades
que le competían a todos y cada uno de los sectores involucrados de la sociedad que generan actividades
degradantes del ambiente. Las interpretaciones caprichosas, sesgadas del verdadero espíritu legislativo se
suscitaron por doquier, y permanecen hasta la actualidad. Se descifraron palabras, se dilucidaron signos
ortográficos, se propusieron sinónimos, se analizaron frases del art. 22 de la norma.
El texto que el Congreso de la Nación sancionó dice, en forma simple, específica y contundente que "...Toda
persona física o jurídica, pública o privada, que realice actividades riesgosas para el ambiente, los ecosistemas y
sus elementos constitutivos, deberá contratar un seguro de cobertura con entidad suficiente para garantizar el
financiamiento de la recomposición del daño que en su tipo pudiere producir; igualmente [lo que significa: también,
además, de la misma forma, etc.] según el caso y las posibilidades, podrá integrar un fondo de restauración
ambiental que posibilite la instrumentación de acciones de reparación...". Es decir, que se propuso una amplia
gama de posibilidades para garantizar la recomposición, tanto con el seguro que se podía contratar, o con el fondo
que se podía constituir, y aquí la evaluación de impacto ambiental sería un aliado importantísimo para poder
estimar la entidad de ambos instrumentos.
El art. 41 determinaba que "...El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según
lo establezca la ley...". Por lo tanto, se debía incluir un capítulo específico sobre daño ambiental, el cual debería
estar referido al de incidencia colectiva, entonces, para aquellas acciones o actos que, por acción u omisión,
dañaran o modificaran el ambiente, alguno de sus componentes, alteraren el equilibrio ecosistémico o pudieran
degradar los bienes naturales o culturales, sus responsables debían restablecer la situación anterior de la
generada.
Además, en el capítulo correspondiente se debía mencionar quiénes estaban legitimados para solicitar la
recomposición de los daños o degradaciones ambientales, cómo podían ser el afectado, los organismos no
gubernamentales habilitados con fines ambientales, conforme lo prevé el art. 43 de la CN, los diferentes niveles
del Estado, o el Defensor del Pueblo.
Por otra parte, se tenía que establecer una alternativa para el caso en que no sea técnicamente factible aplicar
las indemnizaciones que determinase la justicia ordinaria interviniente, para lo cual, se debía crear un Fondo de
Compensación Ambiental donde se depositasen las mismas, el que podría ser administrado por la autoridad de
aplicación, sin perjuicio de acciones judiciales complementarias que pudieran aplicarse.
Aquí debo hacer referencia, a la esencial colaboración que nos brindó la Dra. Cristina Maiztegui, quien nos
asesoró para concretar la redacción definitiva del capítulo específico.
Finalmente, la creación por ley del Fondo de Compensación Ambiental se constituía en una herramienta
importante para garantizar la financiación de las acciones que lleven a mejorar la calidad ambiental, la mitigación
de efectos peligrosos sobre el ambiente, la atención de emergencias ambientales, o a la protección de los sistemas
ecológicos, el mismo podía estar nutrido por otros componentes y aportes de origen variado.
Luego de un largo proceso de debates de ideas y propuestas, donde estuvieron representados todos los
pensamientos políticos y jurídicos, llegó el momento de la presentación en el recinto de la H. Cámara de Diputados
de la Nación; en ese momento expresaba lo siguiente:
"Señor Presidente:
"La conciencia ambiental de nuestro país comienza a desarrollarse en un período de historia reciente, y sin
dudas, los hechos más destacables, que marcan verdaderos hitos en estos años, son: la constitución del Consejo
Federal de Medio Ambiente (COFEMA), en agosto de 1990, la firma del Pacto Federal Ambiental, en julio de 1993,
y la reforma constitucional de 1994 que introduce, las cláusulas ambientales en su artículo 41, además de otros
artículos de incidencia directa como el 43 y el 124.
"En este contexto, debemos destacar, el deseo de los constitucionalistas de poner en marcha los principios
del Desarrollo Sustentable, con el fin de implementar un proceso de crecimiento económico, en un marco de
equidad social y preservando nuestros recursos ambientales, tal su definición conceptual. Asimismo, a partir de
1994, se establece la necesidad de perfeccionar e instrumentar un sistema normativo ambiental, de orden nacional
y provincial, y de promover la coordinación entre todos los organismos que se relacionen con la política ambiental.
"La reforma constitucional nos indicó que las normas que regulan actividades con incidencia ambiental, deben
cambiar su enfoque jurídico, en forma sustancial; antes de la reforma se necesitaba de una ley provincial de
adhesión para que las leyes se pudieran aplicar en sus territorios; en cambio, desde 1994, el Congreso de la
Nación debe sancionar leyes comunes a todo el territorio nacional, determinando los aspectos o niveles comunes
y mínimos a ser regulados, y los Estados Provinciales complementarán estas normas con aspectos más
específicos o más estrictos, si así lo requieren, acordes a sus propias realidades.
"Sin duda, los constituyentes adoptaron como alternativa para la protección ambiental la coordinación entre
los poderes concurrentes por el cual, le corresponde a la Nación fijar los presupuestos mínimos de protección
ambiental y a los Estados Provinciales, complementarlos.
"El Dr. Guillermo Cano, uno de los más respetables y prestigiosos especialistas en derecho ambiental, de
reconocimiento internacional, había señalado que en la Argentina el dominio público eminente de los recursos
naturales pertenece a las Provincias, y con él, el poder de legislarlo y administrarlo, y el ejercer el poder de policía
cuando su propiedad civil o el derecho a usarlos, ha sido atribuido a particulares. Este concepto fundamental que
fue recogido por el artículo 124 de la Constitución, creemos está plasmado integralmente en el texto normativo
dictaminado.
"La Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano de esta H. Cámara, llevó a cabo,
previo al tratamiento de este proyecto normativo, un proceso de interpretación y de definiciones en cuanto a los
alcances de los artículos constitucionales, con decisores gubernamentales, nacionales y provinciales, además de
integrar, otros sectores, como el empresario, organizaciones no gubernamentales y especialistas en derecho
ambiental y constitucional.
"Los aportes y opiniones recogidas, luego de la realización de numerosos encuentros, indicaron la necesidad
de sancionar una Ley General del Ambiente, que deberá interpretar, en forma general, los artículos 41, 43 y 124
de la Constitución, determinar los objetivos ambientales a largo plazo y marcar las políticas sustanciales que nos
integren en el camino del desarrollo sustentable; y también, un conjunto de leyes específicas o sectoriales que
determinen presupuestos mínimos, comunes y uniformes, de protección ambiental en cada tema que lo requiera,
las que deberán ser complementadas por leyes provinciales.
"En particular, la sanción de una Ley General del Ambiente se consideró de fundamental importancia porque
permite diseñar el sistema político y jurídico para la administración del ambiente de nivel nacional, como también,
definir y determinar los alcances de los presupuestos mínimos, definir los instrumentos para la gestión ambiental
y la promoción del desarrollo sustentable, entre otros.
"El proyecto de ley que estamos proponiendo contempla además la integración de un Sistema Ambiental
Federal, a partir del reconocimiento del Consejo Federal de Medio Ambiente, como instrumento válido para la
coordinación de la política ambiental en la República Argentina y la asignación de funciones específicas para el
logro de los compromisos asumidos en el Pacto Federal Ambiental por el Estado Nacional y las Provincias.
"Determina objetivos fundamentales para la formulación de la política ambiental, como pueden ser, entre otros,
el asegurar la preservación de los recursos naturales y culturales, por la acción del hombre; fomentar la
participación social en los procesos de toma de decisión; asegurar la conservación de la diversidad biológica;
posibilitar la sustentabilidad ecológica, económica y social del desarrollo; y promover cambios en los valores y
conductas sociales a través de la educación ambiental. Por otro lado, se define el concepto de presupuesto
mínimo, según lo menciona el artículo 41 de la Constitución.
"La política y las normas derivadas deben estar sujetas a ciertos principios, como el de congruencia, de
prevención, de responsabilidad, de subsidiariedad, de equidad intergeneracional, de solidaridad, de
sustentabilidad o el principio precautorio, estableciendo que cuando haya peligro de daño grave, la ausencia de
certeza científica, no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de
los costos.
"Cabe destacar que, además, se han contemplado seis instrumentos básicos para la generación de la política
y gestión ambiental: el ordenamiento ambiental del territorio, la evaluación de impacto ambiental, el sistema de
control sobre el desarrollo de las actividades antrópicas, la educación ambiental, el sistema de di agnóstico e
información ambiental, y el régimen de promoción del desarrollo sustentable. La aplicación eficiente de estos
instrumentos, la interacción de los mismos, y su implementación adecuada a nuestras realidades, nos permitirán
revertir los problemas que generan la crisis ambiental actual, y encaminarnos a una sustentabilidad económica,
social y ecológica, que prioritariamente necesitamos.
"Desde el punto de vista jurídico, el nuevo texto constitucional posibilita, quizás, la máxima protección que
puede preverse para los bienes colectivos: la obligación de reparar el daño ambiental colectivo que, en la
actualidad, no posee regulación específica. Pero, debemos avanzar sobre los problemas que afectan a toda una
comunidad, privilegiando las medidas preventivas y correctivas de las causas de degradación y no solo indemnizar
los efectos dañinos. Recordemos que, hay daño colectivo cuando se lesiona un interés que afecta a toda la
comunidad.
"En el capítulo de daño ambiental propuesto, tanto como resultado de hechos como de actos jurídicos, se
establece la regla general de la responsabilidad ambiental, estableciendo que será objetiva, es decir,
independiente de la culpa de quien la cause. Y por ello, la 'pena' será la restauración del ambiente dañado, salvo
en casos excepcionales en que podrá autorizarse el pago de una indemnización sustitutiva, destinada a conformar
un Fondo de Compensación Ambiental.
"En concordancia con lo que siempre hemos sostenido, se establece que la justicia competente para el
juzgamiento de los ilícitos ambientales civiles, no es otra que la justicia ordinaria, procurando se revierta la actual
e injustificada tendencia de federalizar el tratamiento de los ilícitos ambientales.
"Finalmente, deseo destacar la labor desarrollada por todos los miembros de la Comisión de Recursos
Naturales y Conservación del Ambiente Humano de esta H. Cámara, que sin imponer banderías políticas,
propusieron modificaciones conducentes y positivas, despojadas de intereses, por lo cual, se logró un dictamen
unánime del proyecto presentado. Asimismo, resaltar la labor de los miembros de las comisiones de competencia
que también lograron dictámenes sin disidencias. En este sentido, quiero reiterar algo, de lo que estoy
profundamente convencida: los temas relacionados con el medio ambiente no tienen fronteras, requieren del
aporte de todos los sectores, con el máximo respeto, debe, servirnos como factor de unión y no pertenecen a
ningún partido político, sino a toda la sociedad.
"Señor Presidente, he expuesto, sucintamente, algunos fundamentos que sostienen este proyecto de ley, que
considero de singular importancia, porque se erige en la ley básica para el tratamiento de los temas ambientales,
nos brinda instrumentos jurídicos fundamentales para lograr una mejor calidad de vida para nuestro pueblo, como
también, promueve una protección ambiental integral para nuestro país, por lo que, solicito su aprobación definitiva
y de ser posible, unánime".
Hasta la sanción definitiva de la ley, todo ese proceso duró alrededor de 8 años, y me tocó una particular
participación, ya que presidía la Comisión Ambiental de Diputados cuando fue presentado el proyecto inicial;
luego, me dio mucha satisfacción participar en el tratamiento que las diferentes comisiones, a las que fue
asignado, le dieron, donde pude intercambiar debates de sumo interés hasta su sanción inicial el 24 de octubre
de 2001; posteriormente, ya como senadora de la Nación, fui vicepresidente de la Comisión de Ambiente de la
Cámara alta, pudimos dar el último y necesario paso, previo a su promulgación y vigencia en noviembre de 2002.
Realmente, fue un camino largo y algo tortuoso, de muchas horas de trabajo, de innumerables momentos de
intercambio de ideas con legisladores de todas las bancadas, en ambas Cámaras del Congreso Nacional, se
produjeron necesarios consensos, como también, una importante conciliación de intereses, allí pude percibir
generosidades y mezquindades, hubo idas y vueltas, pero, mirando hacia atrás, puedo asegurar que el resultado
final ha sido positivo para nuestro ordenamiento jurídico.
La Ley General del Ambiente vigente se constituyó en una herramienta normativa esencial en el desarrollo del
sistema jurídico ambiental que comenzaba a estructurarse, innumerables fallos judiciales y procedimientos
administrativos la utilizan como sustento necesario para dar respuesta a la gestión adecuada del ambiente.
Estamos convencidos de que es un fiel reflejo de lo previsto, proyectado y plasmado por los constituyentes,
se fundamenta en el espíritu federal contenido en la Constitución Nacional, y se establece, según lo queramos
llamar, como el punto focal, el vértice, el nodo, el eje o el centro de todo el andamiaje jurídico relacionado con lo
ambiental. Su sanción y promulgación trajo aparejado claridad interpretativa, ordenamiento conceptual y
procedimental, completamiento de vacíos normativos y, tal vez, cierta tranquilidad en lo político-institucional.
Cerca de 25 años han pasado desde la reforma constitucional de 1994, trabajamos intensamente en todo el
proceso legislativo, en ambas Cámaras del Congreso de la Nación, participamos intensamente en fructíferos
debates con legisladores de todos los colores políticos, pudimos consensuar racional y positivamente sobre todo
aquello que era mejor para nuestro Pueblo y nuestro ambiente, y lo más significativo para mi carrera política,
haber participado, en mi humilde opinión, en un hecho histórico de suma importancia, que me brinda mucho orgullo
y satisfacción. Solo puedo agregar como conclusión: "tarea cumplida...!!".
AGRADECIMIENTOS
Debo mencionar aquellas personas que, en forma directa o indirecta, colaboraron en todo el proceso de
sanción y promulgación de la Ley General del Ambiente, para ellos mi respeto permanente y mi humilde homenaje.
Mi equipo de asesores
Arq. Ricardo Jílek
Lic. Ana Dolinkue
Lic. Guillermo Urribarri
Dr. Marcelo Giniger
Dr. Daniel Langier
Especialistas
Dr. Guillermo Cano
Dr. Felipe González Arzac
Dra. Cristina Maiztegui
Dr. Aldo Rodríguez Salas
Dr. Daniel Sabsay
Dra. María Cristina Zeballos de Sisto
Dr. Ricardo Koolen
Dr. Mario Valls
Dra. Claudia Valls
Dr. Pedro J. Frías
Lic. Raimundo Florín
Lic. Sebastián Bigorito
Dra. Laura Bonomi
Dr. Eduardo Pigretti
Dr. Rodrigo Walsh
Dr. Humberto Quiroga Lavié
En particular, debo realizar un sincero y afectuoso agradecimiento, además, mi humilde homenaje a todos
los miembros integrantes de las Comisiones de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano de la
H. Cámara de Diputados, y de Ambiente y Desarrollo Sustentable del Senado de la Nación, que participaron en
cada una de las instancias legislativas que el proyecto transitó.
MABEL MÜLLER
Buenos Aires, 27 de enero de 2019
Normativa de referencia
NORMATIVA DE REFERENCIA
"El derecho ambiental es un signo de nuestra era. El Derecho suele reflejar fielmente las
preocupaciones de la humanidad y es por esta elemental razón que el Derecho ambiental
existe y ha alcanzado su desarrollo actual. La preservación y promoción del medio ambiente,
la implementación de un modelo de desarrollo sostenible es una preocupación de la Sociedad
de nuestro tiempo y, por consiguiente, de su Derecho". (Fraga, Jesús Jordano, "El derecho
ambiental del siglo XXI", Revista Aranzadi de Derecho Ambiental, 2002, nro. 1, ps. 95-116.).
Del derecho ambiental argentino existen muchos hitos históricos para enumerar, pero
si tuviéramos que seleccionar uno, no caben dudas la sanción el 27 de noviembre de
2002 (y su publicación al día siguiente) de la ley 25.675 General del Ambiente es quizá
el más alto; solo parangonable con la asunción de la cláusula ambiental en el art. 41 de
la CN en 1994. Desde esta norma el sistema nacional se estructura en forma radial, de
allí el grado de importancia que la misma reviste para el operador jurídico. La decisión
de su dictado importa en términos políticos la vocación de "planificación estructural", de
forma "sistémica", alejándose el legislador de la idea de normación aislada. La
inspiración de la ley marco ha sido la de nuclear todo el "manual de control" institucional,
incorporando un "manojo" de instrumentos constitutivos, estratégicos que servirán para
actuar en los espacios específicos.
Si de noticias rutilantes tenemos que hablar, en los tiempos que le siguieron a la LGA
la mayor aportación en términos de musculatura jurídica viene dada por tres
conjunciones: primero, las sentencias emblemáticas de la Corte en el caso "Mendoza
Beatriz" (causa "Riachuelo"); segundo, la puesta en vigencia a mediados del año 2015
del Cód. Civ. y Com. de la Nación, que incluye apartados sustanciosos referidos a la
protección del ambiente, como sus arts. 14, 240, 241, entre otros, que serán
detalladamente abordados en el presente trabajo; y tercero, la aprobación del acuerdo
de Escazú que expresamente protege el derecho humano al ambiente e intensifica la
doctrina del debido proceso legal ambiental.
Por este motivo, el estudio de la ley 25.675 es esencial para la comprensión del
derecho ambiental argentino. Desde ella se puede verificar el contenido axial de la
materia. Es la LGA la ley de presupuestos mínimos que contiene los aspectos
esenciales de la disciplina. Se podría decir que, si alguien quiere aproximarse al derecho
ambiental argentino, el mejor modo de hacerlo es a través de la ley marco. De allí que
hayamos considerado enfocar el presente.
En los años de sanción de la ley, varios trabajos avanzaron en su análisis y
comentario(47); incluso en forma de libros como el presente(48). Pero casi todos ellos
tienen fechas cercanas al advenimiento de la ley, es decir, análisis primales. Por este
motivo nos pareció interesante pensar en un trabajo que comente la ley marco a casi
veinte años de su recibimiento por el sistema argentino. Esto permitirá repasar
normativa vinculada a ella, sentencias que la han interpretado, prácticas y normas
administrativas que la han tornado operativa, puesto en marcha, doctrina respecto a la
misma.
En cuanto a la metodología, comentaremos cada artículo pasando por varios tópicos
en la medida que ellos puedan ser abordados:
- Analizaremos el contenido de la norma, desde su texto, y su contenido.
- Haremos una concordancia con otras normas de derecho ambiental nacional,
provincial y la relación con normas sectoriales.
- La influencia que la misma tendrá sobre cada uno de los tres poderes de la república:
legislativo, administrativo y judicial.
- Verificaremos la jurisprudencia que ha considerado la norma.
- Finalmente, repasaremos los comentarios que pudieran haber hecho la doctrina al
respecto.
Previamente a analizar y comentar la ley marco, repasaremos sucintamente los
componentes legislativos nacionales más importantes del derecho ambiental.
Leyes Leyes en que la regulación se posa En esta clase aparecen las leyes de aire, En nuestro país se incorporan a esta
sectoriales de directamente sobre uno o varios agua, suelo, flora, fauna biodiversidad, noción las leyes 25.688, 26.331, 26.639
enfoque directo sistemas ambientales. áreas protegidas, parques nacionales, etc. de aguas, bosques nativos y glaciares
respectivamente.
Leyes Son aquellas en que la regulación Ejemplo de este tipo de leyes son las En Argentina, ejemplos de esta
sectoriales de no se da sobre el elemento natural, referidas a la caza, pesca, minería, tipología las encontramos en las leyes
enfoque sino sobre actividades que tienen deforestación (o derecho forestal), 25.612, 25.916, 26.562, 27.279 de
indirecto como soporte topográfico ese comercio o uso sostenible de especies residuos industriales y de servicios,
ambiente. Justifican la regulación animales o vegetales, etc. residuos domiciliarios, quema de
porque la ejecución de estas pastizales, y gestión ambiental de
impacta sobre esos sistemas. envases de productos fitosanitarios,
respectivamente.
Leyes Son aquellas que se ocupan de Ejemplos de este tipo de leyes son las Ejemplos de este tipo pueden ser las
sectoriales de procedimientos de toma de referidas a ordenamiento ambiental del leyes 25.831 y 27.520 de acceso a la
enfoque decisión, instituciones u territorio, evaluación ambiental, información pública ambiental y de
instrumental organismos de política y gestión evaluación de impacto ambiental, cambio climático respectivamente.
ambiental. evaluación ambiental estratégica, seguro
ambiental, daño ambiental, listado o
catalogación de humedales, especies
invasoras, especies amenazadas, etc.
Pero no solo se pueden clasificar las leyes, sino también los componentes internos
de las mismas. Así aparecen(50):
- Instrumentos;
- Instituciones;
- Territorio.
En cuanto a los criterios de intervención, ellos permiten verificar diferentes
estrategias legislativas de regulación:
— Desde los instrumentos: se agrupan aquí las diferentes medidas que se pueden
utilizar en las normas, las que inciden sobre la libertad, la propiedad, reconocimiento de
derechos, para obligar a adoptar conductas compatibles a la protección del ambiente.
En una ley de gestión de PCB 25.670 se incluye un instrumento de derecho civil como
los arts. 18, 19 y 20 de responsabilidad civil; en la ley 25.675 se incluye el
reconocimiento de derechos en los arts. 16 y 19; instrumentos de derecho comercial
como el seguro (art. 22), responsabilidad civil por daño ambiental (arts. 27/30), entre
otros.
— Desde las instituciones: verificando mandatos dirigidos para diferentes
organizaciones encargadas de llevar adelante definiciones de la política ambiental o
encargando tramos de la estructura de gestión. Esto es aplicable a los instrumentos
internacionales, leyes nacionales de presupuestos mínimos con mandatos a
comisiones, autoridades nacionales locales, o a las leyes provinciales u ordenanzas
municipales. Ejemplo de esto pueden ser los arts. 3º, 4º, y 5º de la ley 26.639 de
glaciares dirigiendo la responsabilidad para la elaboración del Inventario Nacional de
Glaciares al Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales
(IANIGLA, en adelante).
— Desde el territorio: este criterio espacial permite diferenciar normas globales,
normas nacionales, provinciales, o programas dirigidos a espacios de territorio
específicos. Por ejemplo, el art. 6º de la ley 26.331 de bosques nativos ordena a cada
jurisdicción la realizar el ordenamiento de bosques nativos.
— Desde los diversos enfoques sobre el ambiente: las diferentes estrategias pueden
significar formas de regulación tanto directa como indirecta, sobre el ambiente, en
función de las características de los aspectos a ser normados.
Los instrumentos que pueden contener las leyes ambientales vienen dados desde el
derecho administrativo, civil, comercial, y penal. Se pueden contar: a) prohibiciones: que
implican la más enérgica reacción, pudiendo afectar especies amenazadas y a
determinadas conductas: caza o pesca; b) autorizaciones (permiso-concesión):
suponen la adjudicación a quienes reúnen tales o cuales condiciones, mediante
concesión determinada, licencia de caza, deforestar, etc. c) represiones: entre estas se
pueden ver las sanciones administrativas o las penales (que a partir de la modificación
del Cód. Penal cobran enorme relevancia), d) compensaciones e instrumentos de
mercado: tienen carácter estimulatorio de conductas positivas, y pueden ser
compensaciones, certificaciones, liberaciones impositivas, servidumbres ecológicas, e)
estrategias procesales (regulación de procedimientos específicos ambientales) que
pueden suceder en el ámbito de la administración pero también pueden disponerse
sobre el procedimiento judicial; f) estrategia orgánica: supone la creación de espacios
como organismos, comisiones o consejos específicos ambientales.
Las instituciones son otro punto que debe considerarse para el momento en que se
analiza la regulación ambiental. Muchos ámbitos intervienen desde diversos perfiles,
con diferentes ámbitos territoriales y personales de aplicación. Repasemos algunas de
las instituciones y los formatos de intervención:
— Internacionales: PNUMA, FAO, UNESCO.
— Transnacionales: MERCOSUR, UE, PNUD, CEPAL, etc.
— Nacionales: autoridades nacionales de cada país.
— Regionales: organismos intrafederales, interfederales, Regiones, COFEMA,
COIFE, ACUMAR.
— Locales provinciales: las autoridades de cada provincia o CABA, que tienen
competencias en la materia, así como la autoridad nacional.
Voluntario Toma relevancia para este elemento la voluntad del sujeto que es quien entiende que la cosa se ha agotado en las
funciones para las cuales había sido creada, o servía. Al perder las virtudes por las cuales esa cosa poseía valor
comercial, deja de ser cosa, y pasa a ser residuo. Según este elemento, residuo es la cosa desechada o abandonada
producto de procesos de consumo o cualquier actividad humana. Este elemento de la definición clásica entra en crisis
con las políticas de valorización de los residuos.
Imperativo Este elemento aparece en algunos casos de determinados objetos o productos respecto de los cuales, por una disposición
pública, se impone la obligación de desprenderse de ellos, pasando a la categoría de residuos.
Discriminatorio Según este elemento serán residuos solo los que la ley pormenorizadamente califique como teles mediante la inclusión
en listados específicos. Estos listados pueden seguir diferentes criterios según la política referida al tema: por
características, por sustancias componentes, etc.
Puede que la definición —según el camino elegido por la norma— se construya con
base en uno solo de los elementos que hemos mencionado, a varios en conjunto o, solo
con base en algunos de ellos o todos. La técnica de conceptualización tendrá que ver
con el tipo de residuo, el grado de conflictividad a resolver en su gestión ambiental, la
complejidad del elemento en sí para lograr enfocarlo.
El elemento voluntario es el más natural y viene siendo el que más se utiliza en el
lenguaje común para saber cuándo estamos hablando de un residuo. El titular del bien
es el que mejor sabe cuándo desprenderse de él, porque entiende carece de valor para
aquello en lo que servía o para cualquier otra cosa(65). Así, según este elemento
voluntario, residuo será la cosa "desechada" o "abandonada", producto de procesos de
consumo o cualquier actividad humana. En las diferentes definiciones legales que
encontraremos, este elemento siempre se vincula con los verbos "abandonar",
"desechar" y sus sinónimos.
En nuestro sistema jurídico este elemento lo ubicamos, por ejemplo, en el final de la
conceptualización que hace el art. 2º de la ley 25.612: "Se entiende por residuo industrial
a cualquier elemento, sustancia u objeto en estado sólido, semisólido, líquido o gaseoso,
obtenido como resultado de un proceso industrial, por la realización de una actividad de
servicio, o por estar relacionado directa o indirectamente con la actividad, incluyendo
eventuales emergencias o accidentes, del cual su poseedor productor o generador no
pueda utilizarlo, se desprenda o tenga la obligación legal de hacerlo" (el destacado nos
pertenece).
Existe también —en algunas legislaciones— un tercer elemento: el imperativo. El
mismo implica que algunas normas, por interés público, declaran a determinadas
sustancias que poseen valor comercial, de todos modos, deben ser entregadas por el
titular para su tratamiento. Esto sucede, por ejemplo, en España con el real decreto-ley
4/2001 del 16 de febrero, sobre régimen de intervención administrativa aplicable a la
valorización energética de harinas de origen animal procedentes de la transformación
de despojos y cadáveres de animales, por el denominado mal de la "vaca loca".
Si analizamos el Convenio de Basilea sobre el control de los movimientos
transfronterizos, de los desechos peligrosos y su eliminación, veremos que allí aparecen
los tres elementos del concepto en las definiciones. En la definición que trae el art. 2º
aparecen los dos primeros elementos: "Por 'desechos' se entiende las sustancias u
objetos a cuya eliminación se procede, se propone proceder" (elemento voluntario) "o
se está obligado a proceder en virtud de lo dispuesto en la legislación nacional"
(elemento imperativo).
Pero como hemos visto, el concepto de residuo no se agota en estos dos aspectos,
sino que debemos agregar un tercero: la discriminación, en muchos casos utilizado para
completar la noción. Se lo utiliza para saber si un residuo encuadra en una determinada
categoría o en otra, sumando al voluntario. Es común verlo reflejado en anexos de leyes
con listados donde pormenorizadamente se
incluyen sustancias, contenidos químicos o características que deberán poseer para
quedar incluidos en tal o cual concepto de residuo. Se lo utiliza en la gestión de residuos
regulados por sus características o componentes, no tanto en aquellos por su origen.
De todos modos, no se descarta que la técnica de la discriminación a la que nos
referimos incluya también tipo de industrias o actividades de las que los mismos surgen,
lo que puede ser una buena metodología para la conceptualización por su origen.
Un ejemplo de esta metodología es la definición de residuos que trae la ley 24.051
que dispone en su art. 2º "todo residuo que pueda causar daño, directa o indirectamente,
a seres vivos o contaminar el suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general. En
particular serán considerados peligrosos los residuos indicados en el Anexo I o que
posean alguna de las características enumeradas en el Anexo II de esta ley", siendo
que la ley dispone en esos anexos referidos tanto un listado de "categorías sometidas a
control" que incluye sustancias y "de características peligrosas".
El mencionado Convenio de Basilea utiliza esta técnica en su art. 1º cuando
conceptualiza "desechos peligrosos" (que sean objeto de movimientos transfronterizos)
y dice "Los desechos que pertenezcan a cualquiera de las categorías enumeradas en
el Anexo I, a menos que no tengan ninguna de las características descritas en el Anexo
III".
Si observamos la teoría general de los residuos veremos una primera diferencia en
cuanto al criterio utilizado para la regulación. Recordemos que existen dos modos de
enfocar cualquier regulación sobre los residuos. El primero poniendo el foco en el origen,
donde básicamente las dos grandes categorizaciones se dividen entre industriales o de
servicios y domiciliarios. El segundo enfoque puede darse por las características, las
que pueden tener en cuenta la composición química, la incidencia sobre el ambiente, o
las características básicas del residuo(66).
Para la gestión y regulación en cada caso será más idónea una modalidad o la otra.
Puede que parezca importante para determinada estrategia regular todo tipo de
residuos que producen las industrias, posean la característica que posean (comunes,
peligrosos, gaseosos) o puede que interese regularlos según los componentes
(radioactivos) por su condición (corrosivos, inflamable) e incluir —sea el que sea— por
su origen todo tipo de desechos derivados de dicha actividad. En este último caso nos
interesará que la gestión de los mismos se dé, desde una sola norma y con un solo
enfoque. Por este motivo, en algunos casos lo recomendable será una visión y en otros
casos otra.
Explica Eduardo Conghos —en un trabajo muy interesante de comparación entre las
definiciones de residuos del sistema de Estados Unidos y el de nuestra legislación, el
que citaremos en los siguientes párrafos textual por su valioso aporte— que "el
Congreso Federal de los Estados Unidos sancionó la ley de Conservación y
Recuperación de Recursos (en adelante RCRA) en 1976(67). Esta ley específicamente
contempla el problema de los residuos peligrosos en su Subtítulo 'C'. En Argentina tomó
mucho más tiempo regular los residuos peligrosos. De cualquier forma, el Congreso
Nacional sancionó la Ley 24.051 (en adelante la Ley) en 1991 a los efectos de controlar
la contaminación con residuos peligrosos"(68)(69). Dice Conghos que "En la Legislación
Americana el primer paso para determinar si un material está sujeto a la regulación de
RCRA es decidir si se trata o no de un 'residuo sólido'(70). Esta tarea es el paso más
importante y complejo para establecer la responsabilidad de los agentes ante RCRA.
Así, si el material no es un residuo sólido no va a estar regulado por esta ley. Es requisito
indispensable que el material sujeto a prueba sea un residuo sólido para que esté
regulado. Por otro lado, si el material es un residuo sólido, podrá ser regulado por RCRA
como residuo peligroso o como residuo no peligroso(71). La RCRA define 'residuo sólido'
como cualquier basura, residuo, barro de una planta de tratamiento de residuos, de una
planta de tratamiento y provisión de agua, o de una planta que contamine el aire y
cualquier otro material descartado, incluyendo sólidos, líquidos, semi-sólidos o
materiales gaseosos contenidos, que resulten de operaciones industriales, comerciales,
de minería, agrícolas y de actividades de la comunidad, pero no incluye materiales
sólidos o disueltos en desagües domésticos, o materiales sólidos o disueltos en canales
de retorno de irrigación o descargas industriales que son fuentes puntuales sujetas a
permisos de la sección 1.342 del Título 33, o fuente, especialmente nuclear, o sub-
productos como los definidos por la Ley de Energía Atómica de 1954 y sus
modificaciones (68 Stat. 923)"(72)(73).
Conghos cuenta que "A pesar de que la Ley Americana define solamente el alcance
del término 'barros'(74), podemos llegar claramente a las siguientes conclusiones luego
de analizar la definición de residuo sólido: primero, ningún material que cae bajo las
exclusiones establecidas en la definición puede ser considerado 'residuo sólido'(75).
Segundo, surge claramente de la letra de RCRA que la basura, los residuos y los barros
son siempre residuos sólidos (a menos que estén excluidos), sin importar el proceso
que los produjo, la forma física que tengan o si son descartados o no(76). Tercero, si un
material no es basura, residuo o barro, solamente podrá ser residuo sólido si se
encuentra en una de las formas físicas enumeradas en la definición, y si resulta de uno
de los procesos establecidos en la misma y si son descartados o desechados.
Claramente la definición establece que será residuo sólido cualquier otro material
descartado, incluyendo sólidos, líquidos, semi-sólidos o materiales gaseosos
contenidos, que resulten de operaciones industriales, comerciales, de minería, agrícolas
y de actividades de la comunidad(77). Cuarto, el término 'sólido' no se refiere al estado
físico del material per se ya que como surge de la propia definición un residuo sólido
puede estar en forma gaseosa contenido en un cilindro presurizado. Es un término
regulatorio y así lo tiene establecido EPA(78). Por último, la primera interpretación que
hizo EPA de la frase 'cualquier otro material descartado' produjo grandes conflictos que
llegaron a la Justicia Americana. Así, en 1980 EPA entendió que un material era
descartado cuando cualquier persona o compañía, dentro de una industria, descartaba
o eliminaba ese material. Esta interpretación fue sometida a consideración de los Jueces
Americanos en el caso Shell Oil vs. EPA (950 F. 2d 741 [D.C. Cir. 1991]) y a
consecuencia de las negociaciones tendientes a solucionar el conflicto EPA desarrolló
una nueva regulación interpretativa en 1985. Esta nueva regla adopta un sistema
complejo por el cual se entiende que un material descartado será considerado 'residuo
sólido' cuando sea abandonado, reciclado (siempre que no esté excluido por una
regulación de EPA o por una resolución especial dictada a partir de la consideración de
una situación particular de un establecimiento) o sea clasificado como un elemento
similar a un residuo(79). Respecto de la legislación argentina, la ley 24.051 comprende a
'todo residuo' sin hacer distinción alguna comparable a la clasificación de residuos
sólidos de la legislación americana(80). Esto se debe a que la ley 24.051 regula
únicamente Residuos Peligrosos, a diferencia de RCRA que en el Subtítulo 'D' regula
también los Residuos No Peligrosos. En conclusión, la determinación del residuo
peligroso en Estados Unidos se da a través de un proceso de 2 pasos: primero
determinar que es un residuo sólido y, posteriormente, determinar si cumple con lo
exigido por la definición de residuo peligroso que más adelante analizaré. Con respecto
a la legislación argentina, se advierte que es abarcativa de cualquier residuo que cumpla
con los requisitos del art. 2º de la Ley 24.051(81). Quedará a criterio de los Jueces el
determinar que un material es un 'residuo' considerando las circunstancias de cada caso
en particular, para luego analizar si es peligroso"(82). Para considerar las demás
diferencias entre nuestro sistema y el americano, que son puntillosamente analizadas
en el trabajo, invitamos a su lectura, atento exceden el presente comentario. De todos
modos, es importante saber que este tipo de cuestiones dependen del enfoque que en
cada país se pretenda dar a la noción de residuo peligroso la que se vincula
directamente con el perfil de gestión que se tenga.
Volviendo a la vieja ley 24.051 se enfocaba en la característica (peligrosos), mientras
que la nueva ley 25.612 lo hace sobre el origen (industriales y de servicios).
Otra importante diferencia es que el sistema de la ley 24.051 es de adhesión (art. 67),
es decir, que su ámbito de aplicación se limita a los residuos generados o ubicados en
lugares sometidos a jurisdicción nacional (arts. 75.30 y 75.15 CN) o situaciones
federales por interjurisdiccionalidad sea por sus efectos más allá de una provincia o
porque son objeto de transporte más allá de un territorio local (art. 75.13 CN). Para
aplicarse en las provincias la ley invita a adherir (art. 67) a ella. De todos modos, algunos
contenidos de la ley 24.051 se aplican de modo directo en el territorio provincial —sin
necesidad de adhesión— por ser normas de fondo (civil, arts. 45/48 y penal 55/58,
conforme art. 75.12 CN) en estos aspectos las provincias solo pueden dictar normas de
aplicación procesal sin facultades de complemento. En el caso de la ley 25.612 es una
ley de presupuestos mínimos, es decir, una norma de directa aplicación en los espacios
locales, sin necesidad de adhesión, pero funcionando como piso normativo, el que
puede ser complementado por normas locales.
Una compleja relación une a ambas, sobre todo a partir del dec. 1343/2002 de
promulgación de la segunda. Apuntemos algunas cuestiones:
- Ambas leyes coexisten en nuestro mundo jurídico. El veto contenido en el dec.
1343/2002 del art. 60 que derogaba la ley 24.051 ha provocado una "sobrevida" de la
vieja ley que el Congreso no tenía previsto sucediera.
- Ambas leyes siguen vigentes conviviendo con sistemas diferentes de residuos. La
vieja ley 24.051 se enfoca en la gestión de residuos que declara peligrosos por su
característica; mientras que la ley 25.612 pone énfasis en el origen —los que provengan
de las actividades industriales y de servicios— siendo que deja librado a la
reglamentación establecer el nivel de riesgo. Podrían caer en la órbita de la segunda ley
residuos que posean características para englobarlos en la primera, pero también otros
residuos que pertenecen a otras normas, como los sólidos urbanos (ley 25.916).
- Sistema transitorio. Hasta tanto se pueda reemplazar el viejo esquema de la ley
24.051 por la ley 25.612 en función de los niveles de riesgo mediante la reglamentación
del segundo párrafo del art. 60 ley 25.612, se mantendrán vigentes los dispositivos,
anexos y registros de la ley 24.051.
La ley 25.612 se encuentra vigente, en todos aquellos párrafos que no requieran
reglamentación. Rige, por lo tanto, la regla general del art. 2º del Cód. Civil, por el cual
las leyes entran en vigencia a los ocho días de su publicación. Esto significa, que, por
ejemplo, el Título II, Capítulo I sobre la responsabilidad civil, se encuentra vigente
respecto de lo que establecía la ley 24.051. Cabe recordar que la Ley de Residuos
Industriales produce una modificación importante respecto del régimen de la ley 24.051
cuando exime de responsabilidad al generador en aquellos casos en los cuales el
residuo sea utilizado como insumo en otro proceso productivo, conforme a lo que
establezca la reglamentación.
En cuanto a la ley 24.051, como consecuencia de una hermenéutica razonable de la
coexistencia de ambas normas, nos hace suponer que en todo lo que corresponde a las
definiciones técnicas, registros, categorizaciones de residuos, regirán la ley 24.051, su
dec. regl. 831/1993 y demás resoluciones complementarias, hasta tanto se dicten las
reglamentaciones de la nueva ley.
- Durante la transición rige muy limitadamente la ley 25.612 particularmente en todo
lo referido a la responsabilidad civil.
- En materia penal, la ley 25.612 preveía normas específicas que fueron observadas
por el Poder Ejecutivo, lo que ha provocado una suerte de nacimiento sin vida de estos
artículos y la resurrección del título penal de la ley 24.051 (arts. 55/57 y demás normas
que a ella se relacionan).
Respecto al sistema de autoridades y cómo ellas son tratadas por la ley 25.612, a
continuación, analizamos las diferentes menciones:
— "Autoridad de aplicación" (art. 6º ley 25.612): la referencia está hecha respecto a
la autoridad de aplicación nacional. Esto es lógico porque es el gobierno central el que
posee la competencia respecto al ingreso y tránsito internacional de sustancias, como
en este caso son los residuos (art. 75 inc. 13 y cuarto párrafo, art. 41 CN).
De todos modos, no podemos dejar de mencionar que la norma trae una anomalía
legislativa cuando se refiere a las excepciones a la prohibición de ingreso al territorio
nacional. La Constitución Nacional en su cuarto párrafo "prohíbe el ingreso al territorio
nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos, y de los radiactivos". Lo
terminante de la regla de policía impide que luego sea parcializado por normas de
inferior jerarquía.
En este aspecto el art. 6º brindaría dos excepciones: a) los incluidos en una lista
elaborada por la reglamentación y que se demuestre integren procesos productivos
como insumos; o b) cuando esté acordado en un convenio o tratado internacional.
Citamos como ejemplo la Convención de Basilea, aprobada por nuestro país por ley
23.922 o el Convenio de Róterdam sobre el Procedimiento de Consentimiento
Fundamentado Previo Aplicable a ciertos Plaguicidas y Productos Químicos Peligrosos
Objeto de Comercio internacional, aprobado por ley 25.278, o los convenios referidos a
residuos nucleares, donde aparece sobre todo la Convención sobre Seguridad en la
Gestión del Combustible Gastado y sobre Seguridad en la Gestión de Desechos
Radiactivos aprobada por ley 25.279. Todos estos instrumentos son aplicables en la
medida que no contraríen el cuarto párrafo del art. 41 CN, que se refiere a residuos y
donde la prohibición es clara y categórica, no sujeta a interpretación respecto a
excepciones al respecto. Esto implicará que en la medida que la gestión de estos
implique una acción contraria a este párrafo final de la cláusula ambiental constitucional,
ella sería nula porque violaría una regla de máxima jerarquía, aunque esté contenida en
un convenio internacional aprobado por nuestro país, pues estos son interpretados y
ejecutados por nuestro Estado desde los principios de derecho público de nuestra
Constitución Nacional (art. 27 CN y 75 inc. 22 primer párrafo CN)(83).
— "Autoridad de aplicación nacional" (art. 7º, ley 25.612): aquí nuevamente el
singular, ahora para hacer referencia a la autoridad ambiental nacional, para que sea
ella la que dicte la reglamentación y, en esa instancia, defina los niveles de riego de los
residuos, es decir, el núcleo central de la ley. Lo que no se comprende es a qué obedece
la diferencia entre "autoridad de aplicación" y "autoridad de aplicación nacional", siendo
que la autoridad de aplicación de una ley de PMPA es ambiental y es nacional. Este
error se va a repetir en otros artículos.
— "Autoridades provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires" (art. 8º, ley
25.612): esta ley reemplaza la noción de "autoridad competente" para disponer de esta
nomenclatura pero siguiendo idéntica lógica, pues estos PMPA son —por principio
general— de aplicación por las autoridades locales (provinciales y de la CABA) y serán
esas autoridades las que deben identificar los generadores, caracterizar residuos,
etcétera.
Por este motivo en esta ley 25.612 se hace mención a las autoridades provinciales y
CABA cuando se disponen PMPA y mandatos derivados de esta tipología de normas.
En este art. 8º de todos modos, se aclara "responsables del control y fiscalización".
Recordemos que estamos ante una ley que pretende una descentralización del sistema
de gestión de residuos que provengan de las industrias.
Por este motivo la norma dispone la competencia de registro de generadores,
caracterizados por tipologías de residuos los que deben agruparse en tres niveles que
la ley "bautiza" pero deja librados en su definición a una competencia complementaria,
donde la nación mediante reglamentación dispone el mínimo como vemos aquí las
provincias completan mediante complemento.
— "Autoridades provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires" (art. 12,
primer párrafo ley 25.612): la obligación de presentar declaración jurada e identificar la
tipología de residuos depende de las "autoridades provinciales y de la CABA" cuando lo
que correspondía era llamarlas "autoridades competentes".
— "Autoridad competente" (segundo párrafo, art. 12 ley 25.612): aquí se utiliza
el nomen iuris que corresponde (autoridad competente) dejándose de lado la técnica de
los arts. 8° y 12 primer párrafo que hemos comentado, donde se venía utilizando la
noción de "autoridades provinciales y de la CABA". La diferencia entre la primera y la
segunda mención, en cuanto al contenido, no tiene justificación.
— "Autoridad competente" (art. 13, ley 25.612): esta es la forma correcta de
nomenclatura, olvidándose de "autoridades provinciales y de la CABA" y utilizando un
concepto que incluye a las autoridades nacionales cuando actúan como locales.
— "Autoridades provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires" (art. 14, ley
25.612): la referencia es para las autoridades locales (provincias y CABA), por eso era
preferible hablar de autoridades competentes.
— "Autoridad de aplicación" (art. 17, ley 25.612): ídem comentario del art. 6°.
Estamos ante una delegación para fijar las características mínimas y necesarias que
deben poseer las diferentes tecnologías a ser aplicadas en la gestión integral de los
residuos industriales(84).
— "Autoridades correspondientes" (art. 18, ley 25.612): hace su debut esta nueva
expresión, que no es ni más ni menos que una referencia a la autoridad local. Se debería
haber dicho "autoridades competentes".
— "Autoridades provinciales y la de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires" (art. 19,
ley 25.612): la ejecución del mandato respecto a los registros se pone en cabeza de las
autoridades locales (provincias y CABA).
— "Autoridad ambiental nacional" (art. 19 ley 25.612): la obligación de integrar un
sistema nacional de información, producto de las parciales actividades que en cada
provincia se realicen, está en cabeza de la autoridad de aplicación de la ley, pues ella
es la única que puede cumplir con esta coordinación. Pero no era necesario
individualizarla. Bastaba con que en un artículo se aclarara que la autoridad de
aplicación debía ser el área del PEN con perfil ambiental. Nos remitimos a lo que
decíamos en oportunidad del comentario al art. 7º.
Será —como dice Juan Rodrigo Walsh— ella el "nodo" de la política nacional en
materia de gestión de residuos(85).
— "Autoridad de aplicación nacional" (art. 20, ley 25.612): referencia en singular a la
autoridad ambiental nacional para que reglamente los requisitos mínimos para los
registros provinciales que se regularán por el mínimo nacional y las normas
complementarias locales si las hubiera.
Como bien apunta Cafferatta: "Se trata de compatibilizar el sistema desde la fuente u
origen de la información. Se apunta a la homogeneidad de la base de datos"(86).
— "Autoridad de aplicación nacional" (art. 22, ley 25.612): nuevamente se cambia el
nomenclador, ahora referido a los elementos mínimos que deberá contener el
manifiesto, instrumento esencial en la gestión de estos residuos y que es reglado en el
anterior artículo (art. 21, ley 25.612).
— "Autoridades correspondientes" (art. 23, ley 25.612): ídem comentario art. 18.
— "Autoridad de aplicación nacional" (art. 25, ley 25.612): la norma impone a la
autoridad de aplicación la obligación de establecer los requisitos de los transportistas.
Con decir, autoridad de aplicación bastaba. No importa si es transporte en el ámbito
local, sin efectos interprovinciales. De todos modos, para la regulación del transporte
interprovincial la Nación posee competencia plena (art. 75 inc. 13 CN). Respecto al
transporte circunscripto a una sola jurisdicción la Nación sólo puede regular el mínimo y
en los aspectos ambientales, quedando disponible a las jurisdicciones (provincias y
CABA) el complemento. Nuevamente, se dice "nacional" cuando es redundante.
Otro elemento interesante es que estamos ante una reglamentación de leyes de
PMPA, donde las provincias quedan obligadas por un reglamento del PEN y no por una
ley donde ellas participan vía el senado. La cuestión es que la delegación al reglamento
de los PMPA está dada por el Congreso en la ley, por este motivo no se violan los
derechos de las autonomías locales.
Un detalle es que en muchos casos las provincias ya en sus normas locales han fijado
las pautas que los transportistas deben cumplir. Citamos arts. 27 y ss. de la ley 11.720,
por ejemplo. Habrá que releer estos contenidos desde las nuevas reglas.
— "Jurisdicciones intervinientes", "partes intervinientes", "autoridades ambientales
provinciales" (art. 26, ley 25.612): el término jurisdicciones intervinientes se dirige a las
jurisdicciones locales, es decir, tanto CABA como provincias. Es que el legislador
nacional ha fijado un procedimiento específico para cuando el transporte de residuos
industriales se haga más allá de una jurisdicción. Deberá existir un convenio previo entre
las autoridades competentes (ese debería haber sido la nomenclatura). El convenio
implicará establecer —entre esas comunidades jurídicas— las condiciones y
características del transporte(87).
— "Autoridades provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires" (art. 31, ley
25.612): la norma nuevamente decide dirigirse a las autoridades competentes de este
modo, que para nosotros es erróneo.
— "Autoridad competente" (art. 32 ley 25.612): aquí el correcto modo de mencionar
a la autoridad local, quien dispondrá el procedimiento de EIA (conforme las reglas
mínimas derivadas de la LGA, arts. 11/13 y 20/21 y de las normas complementarias de
cada comunidad jurídica local).
— "Autoridad de aplicación nacional", "autoridades provinciales y de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires", "Consejo Federal de Medio Ambiente" (art. 33, ley 25.612):
la norma dispone la necesaria concertación de cada una de las autoridades ambientales
del país, es decir, tanto la nacional, como las provinciales y de la CABA. Se realizará en
el ámbito del COFEMA Tendrá la concertación por objeto definir los contenidos y
características del estudio de impacto ambiental y las condiciones de habilitación que
se diseminarán en cada comunidad jurídica local. En cada uno de los espacios
normativos locales, estos mínimos tendrán incidencia pues definirán los contenidos,
pero con un marco de uniformidad interesante, que es —en definitiva— lo pretendido
por el legislador. Debería haberse utilizado autoridades competentes y autoridad de
aplicación.
— "Autoridad competente" (art. 34, ley 25.612): la referencia a la autoridad
competente es la correcta, y está dirigida a la autoridad local (provincias, CABA o
Gobierno Nacional cuando sea competente en razón del territorio). De todos modos, la
información de que trata este artículo, conforme lo reglado por el art. 19 y sobre todo
20, deberá cumplir los parámetros mínimos que serán establecidos por la autoridad
nacional, que fijará los contenidos del Sistema de Información Integrado Nacional.
— "Autoridad de aplicación nacional", "autoridades provinciales y de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires" (art. 35, ley 25.612): nuevamente la norma dirige el
mandato de gestión a las agencias ambientales de todo el país. En el caso la obligación
que impone es la de -mediante acuerdo concertado- definir condiciones de cierre de las
plantas. No dirige el mandato al COFEMA pero podría darse en ese ámbito. De todos
modos si no fuera desde dicho ámbito podría hacerse por norma contractual, es decir
convenio entre Nación, provincias y CABA (art. 125 CN).
— "Autoridad de aplicación nacional" (art. 36, ley 25.612): la referencia es para la
autoridad de aplicación que deberá gestionar la concertación, que precederá a la
reglamentación de estos aspectos de la ley, los que luego obligarán tanto como la propia
ley a las normas provinciales complementarias, en cuanto será el decreto mismo el que
regulará los detalles sobre los mínimos contenidos de los "métodos y la factibilidad de
almacenamiento, tratamiento y disposición final de los residuos industriales y de
actividades de servicio".
— "Autoridad competente" (art. 37, ley 25.612): la referencia —correcta para
nosotros— se hace para la autoridad local (provincia, CABA y gobierno nacional en caso
de que sea autoridad local) que será la que gestiona estos aspectos y que es la
autoridad que tiene competencia para certificar la transformación en insumo industrial
referida en el art. 43.b, ley 25.612.
— "Autoridad competente" (art. 44, ley 25.612): la autoridad competente a la que se
refiere es la autoridad local; esto porque la ley tiene por objeto la descentralización de
la gestión de estos residuos en las autoridades locales, y porque además el propio
artículo dispone que no sólo las infracciones derivarán de las reglas de la 25.612 sino
de las leyes provinciales (o de la CABA) complementarias, que podrán dar mayor rigor
en la protección al ambiente con un sistema propio de sanciones, pero que no podrán
desconocer esta base dictada por el legislador nacional.
— "Autoridad" (art. 48, ley 25.612): siendo un principio procesal (prescripción), la
referencia se da para cualquier autoridad que sea encargada de la persecución
administrativa.
— "Autoridades provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires" (art. 49, ley
25.612): las autoridades a que se refiere de manera puntual son las locales aunque
nuevamente lo dice con su nombre particular.
— "Autoridad de aplicación" (art. 56, ley 25.612): aquí el legislador define el perfil que
debe tener la autoridad de aplicación de la ley. Para algunos este tipo de ejercicios
resultan discutibles pues interfieren en facultades reservadas al Poder Ejecutivo. Para
nosotros no es problemático que sea el Congreso el que disponga el perfil que tendría
la autoridad para aplicar la ley: debe ser la autoridad ambiental.
— "Autoridad de aplicación" (art. 57, ley 25.612): sigue la misma lógica que el artículo
anterior, dado que esta norma enumera las competencias de la autoridad de aplicación
(que es nacional y por eso no debería aclararse) en materia de residuos industriales y
de servicios. La misma hemos visto debe tener como perfil la materia ambiental dentro
del vitral de ministerios del PEN. Los mandatos dan el perfil de gestión federal.
— "Autoridades con competencia ambiental de las provincias y de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, en el ámbito del Consejo Federal de Medio Ambiente
(COFEMA)" (art. 57, ley 25.612): podría haberse utilizado la voz "autoridades
competentes".
— "Autoridad de aplicación" (art. 58, ley 25.612): el listado se debe realizar por la
autoridad de aplicación que es la nacional pero que no se debe aclarar, por eso esta
indicación es perfecta desde el punto de vista técnico. Las informaciones se remitirán
por las autoridades locales. Pero el listado y la competencia del artículo se realizará por
la autoridad nacional, pues estamos ante un mandato básicamente referido al sistema
nacional de información que ordena la ley se realice en la órbita del gobierno federal.
Resumiendo, es una ley que utiliza un lenguaje confuso, pues llama con diversos
nomencladores a las mismas autoridades. En algunas ocasiones les dice "autoridades
provinciales y la de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires", o "autoridades
correspondientes", cuando lo correcto es hablar de "autoridades competentes". Lo
mismo para la autoridad de aplicación a la que en algunas ocasiones se le agrega el
calificativo "nacional" y en otros lugares no. Lo correcto es no calificarla, porque es
redundante. La autoridad de aplicación de una ley de PMPA es siempre la autoridad
ambiental nacional.
En cuanto a las competencias de cada una de estas autoridades y la modalidad con
que se ejercitan encontramos las siguientes:
a) Competencias exclusivas del gobierno nacional: el gobierno nacional tiene una
competencia propia y exclusiva en las cuestiones, enumeradas en los arts. 57, 58 y 59.
En los dos primeros artículos se refiere a la autoridad de aplicación y en el último de
ellos, en cambio, la competencia se dirige al Poder Ejecutivo nacional.
Ellas se vinculan con los temas que hemos desarrollado en el cuadro precedente,
tales como: promocionar la utilización de tecnologías más adecuadas para la
preservación ambiental (inc. b]); asesorar y apoyar a las jurisdicciones locales (inc. d]);
desarrollar un Sistema de Información Integrado, a nivel nacional pero integrado por
datos de las jurisdicciones locales (inc. e]); administrar los recursos nacionales y los
provenientes de la cooperación internacional, destinados al cumplimiento de la presente
ley (inc. f]); ejercer todas las demás facultades y atribuciones que por esta ley se le
confieren (inc. g]).
b) Competencias complementarias: también se incluyen competencias concurrentes
- complementarias. Veamos:
- la aprobación de la lista "positiva" de residuos eximidos de la prohibición de
importación establecido que es exclusiva por la materia relaciones exteriores implicada
(art. 6º);
- la fijación de las características mínimas que deben reunir las diferentes tecnologías
de tratamiento, competencia complementaria pues lo que define la autoridad nacional
es el mínimo, sujeto luego a normas provinciales complementarias (art. 17);
- la administración del sistema de información integrado, competencia exclusiva pues
las autoridades locales solo darán la información, pero la responsabilidad del sistema
nacional es de la autoridad nacional (art. 19);
- el establecimiento de los requisitos mínimos y comunes para la inscripción en los
diferentes registros, competencia complementaria, pues los requisitos son mínimos,
pues luego en cada jurisdicción serán complementados por las autoridades locales
(legislativas y ejecutivas) (art. 20);
- la determinación de las características mínimas de los manifiestos de transporte,
competencia complementaria, pues las provincias pueden complementar estos
contenidos para los manifiestos de transportistas que desarrollen su actividad en su
territorio (art. 22);
- la determinación de los requisitos mínimos que deben cumplimentar los
transportistas, competencia complementaria, pues los requisitos de los transportistas
serán luego reforzados por las autoridades locales con normas complementarias sobre
el piso de las normas nacionales (art. 25).
c) Competencias en concertación: vale la pena mencionar que también la ley trae
competencias para la Autoridad Ambiental Nacional, pero en concertación con las
provincias y la CABA en el ámbito del COFEMA. Sobre todo, hay que observar lo
establecido en el art. 57, incs. a) y c), es decir, la determinación de políticas en materia
de residuos industriales y de actividades de servicio, en forma coordinada, con las
autoridades con competencia ambiental de las provincias y de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, en el ámbito del Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA); y
formular e implementar, en el ámbito del Consejo Federal de Medio Ambiente
(COFEMA), el Plan Nacional de Gestión Integral de Residuos Industriales y de
Actividades de Servicio, el que deberá, entre otros, incluir los parámetros de reducción
de los residuos en la etapa generación, y los plazos de cumplimiento (inc. c]); sumado
a la concertación de los niveles de riesgo de los residuos, como paso previo a la
reglamentación tema que hemos explicado en el anterior capítulo (art. 7º); acordar los
requisitos mínimos para los estudios de impacto ambiental y las condiciones de
habilitación de las plantas de tratamiento y disposición final así como sus condiciones
de cierre (arts. 33 y 36).
d) Competencias de las autoridades locales: la competencia de gestión como en toda
ley de PMPA se encuentra descentralizada en favor de las autoridades locales a las que
esta ley denomina de tres modos distintos: autoridad competente; provincias, CABA; o
autoridad correspondiente. Son estas:
- gestión, fiscalización, aplicación de sanciones, y competencias generales en materia
la ley a nivel local;
- identificación y registro de generadores (art. 8º),
- creación y gestión de registros locales de generadores (art. 19),
- otorgamiento de medidas promocionales y de incentivos, todo ello en simultáneo
(competencia concurrente) con la autoridad nacional,
- determinación de excepciones al transporte cuando los niveles de riesgo sean bajos
o nulos (art. 26),
- autorización de las plantas de almacenamiento temporario para depósito transitorio
de residuos (art. 31),
- establecimiento de mecanismos diferenciales de fiscalización y control (arts. 14 y
15).
- celebración de acuerdos para establecer los requisitos del transporte de residuos
cuando este cruce varias provincias. El acuerdo según la ley se deberá celebrar entre
las jurisdicciones interesadas en el paso.
En conclusión, estamos ante una ley de presupuestos mínimos que depende —en un
gran porcentaje— de la definición que se haga mediante decreto de varios aspectos. De
todos modos, una parte importante de la ley, relacionada a las responsabilidades civiles,
o pautas de gestión, se podrían disponer como aspectos para mejorar otros que no
están previstos en el ámbito de la ley 24.051 de Residuos Peligrosos, con la que esta
ley convive desde el mismo día de su sanción.
2. Disposición Es la acción por la cual se depositan o abandonan los residuos; es efectuada por el generador, y debe realizarse en la
inicial forma que determinen las distintas jurisdicciones.
La disposición inicial podrá ser:
1. General: sin clasificación y separación de residuos.
2. Selectiva: con clasificación y separación de residuos a cargo del generador.
3. Recolección Conjunto de acciones que comprende el acopio y carga de los residuos en los vehículos recolectores. La recolección
podrá ser:
1. General: sin discriminar los distintos tipos de residuo.
2. Diferenciada: discriminando por tipo de residuo en función de su tratamiento y valoración posterior.
5. Transporte Comprende los viajes de traslado de los residuos entre los diferentes sitios comprendidos en la gestión integral.
7. Disposición Comprende al conjunto de operaciones destinadas a lograr el depósito permanente de los residuos domiciliarios, así
final como de las fracciones de rechazo inevitables resultantes de los métodos de tratamiento adoptados. Asimismo, quedan
comprendidas en esta etapa las actividades propias de la clausura y posclausura de los centros de disposición final.
(155)(156)
Protectores "Decláranse bosques protectores aquellos que por su ubicación sirvieran, conjunta o separadamente, para: a) proteger el
suelo, caminos, las costas marítimas, riberas fluviales y orillas de lagos, lagunas, islas, canales, acequias y embalses y
prevenir la erosión de las planicies y terrenos en declive; b) proteger y regularizar el régimen de las aguas; c) fijar
médanos y dunas; d) asegurar condiciones de salubridad pública; e) defensa contra la acción de los elementos, vientos,
TIPOLOGÍA CONCEPTO EN LEY 13.273 según dec. 271/1995
aludes e inundaciones; f) albergue y protección de especies de la flora y fauna cuya existencia se declare necesaria" (art.
6º LRF conf. dec. 271/1995).
Permanentes "Decláranse bosques permanentes todos aquellos que por su destino, constitución de su arboleda y/o formación de su
suelo deban mantenerse, como ser: a) los que formen los parques y reservas nacionales, provinciales o municipales; b)
aquellos en que existieren especies cuya conservación se considere necesaria; c) los que se reserven para parques o
bosques de uso público. El arbolado de los caminos y los montes de embellecimiento anexos disfrutarán del régimen
legal de los bosques permanentes" (art. 6º LRF conf. dec. 271/95).
Experimentales "Serán considerados bosques experimentales: a) los que se designen para estudios forestales de especies indígenas; b)
los artificiales destinados a estudios de acomodación, aclimatación y naturalización de especies indígenas o exóticas"
(art. 8º LRF conf. dec. 271/1995).
Montes "Se entenderán por "montes especiales" los de propiedad privada creados con miras a la protección u ornamentación de
especiales extensiones agrícolas, ganaderas o mixtas" (art. 9º LRF conf. dec. 271/1995).
De producción "Se considerarán bosques de producción, los naturales o artificiales de los que resulte posible extraer periódicamente
productos o subproductos forestales de valor económico mediante explotaciones racionales" (art. 10 LRF conf. dec.
271/1995).
a) Local I. La planificación de actividades específicas y la asignación de roles y funciones para la concreción de los
objetivos del sistema;
II. Las condiciones para la intervención en cada uno de los niveles de actuación;
III. Las medidas operativas de prevención, presupresión y supresión, de acuerdo con el grado de peligro de
incendios;
IV. Los métodos de cuantificación y evaluación de siniestros;
V. Las condiciones y modalidades para la utilización de los medios masivos de comunicación con el objeto de
impartir a la población las recomendaciones e instrucciones para su resguardo personal y el de los recursos
afectados;
VI. Los mecanismos de participación ciudadana en el Sistema Federal de Manejo del Fuego.
b) Regional I. La planificación de actividades específicas y la asignación de roles y funciones para la concreción de los
objetivos del sistema;
II. Los mecanismos de articulación de actividades entre las jurisdicciones que la integran y otros organismos
que desarrollen actividades afines al manejo del fuego en la Región y con el Servicio Nacional;
III. Las medidas operativas de prevención, presupresión y supresión de acuerdo con el grado de peligro de
incendios en la Región.
c) Nacional I. La planificación de actividades específicas y la asignación de roles y funciones para la concreción de los
objetivos del sistema;
II. Los mecanismos de articulación de actividades con las planificaciones regionales y con otros organismos
que desarrollen actividades afines en el país;
III. Los mecanismos de articulación, de cooperación y asistencia con otros países;
IV. Las medidas operativas de prevención, presupresión y supresión de acuerdo con el grado de peligro de
incendios en la Región.
d) Sistema Nacional de Conforme a un sistema de grados de peligros de incendios, tiene como fin anticipar condiciones de severidad
Alerta Temprana y de las temporadas de fuego, y advertir al personal de combate sobre situaciones críticas que pudieran poner en
Evaluación de Peligro peligro sus vidas y las vidas y bienes de las comunidades potencialmente amenazadas por incendios. La
de Incendios información proveniente del Sistema Nacional de Alerta Temprana y Evaluación de Peligro de Incendios
deberá estar sistematizada y estar disponible para todas las jurisdicciones.
a) Nivel I: Es la fase de ataque inicial de todo incendio que se origine dentro del territorio de una jurisdicción local o de la
Administración de Parques Nacionales, correspondiendo a dichas autoridades las tareas de supresión.
b) Nivel II: Cuando la Autoridad Competente o la Administración de Parques Nacionales consideren oportuno solicitará apoyo al
Servicio Nacional de Manejo del Fuego a través de la Coordinación Regional correspondiente.
La Coordinación Regional arbitrará los medios para poner a disposición de la jurisdicción afectada el personal, los
materiales y equipos a su alcance, propios o provenientes de las demás jurisdicciones integrantes de la organización
regional.
Las Coordinaciones Regionales se ceñirán a los procedimientos de movilización, operaciones, desmovilización y
apoyatura logística y técnica, previstos en sus planes operativos.
c) Nivel III: Cuando, por la magnitud del siniestro, su duración o complejidad, se viera superada la capacidad de respuesta del nivel
anterior, la Coordinación Regional solicitará a la Central Nacional, con la conformidad de las Autoridades Competentes,
la apertura del presente nivel de actuación nacional y la afectación de recursos extra regionales.
El Servicio Nacional de Manejo del Fuego evaluará la posibilidad y conveniencia de afectación de recursos humanos y
materiales de cualquier Coordinación Regional, según las características del siniestro, ordenando el despacho de los
medios disponibles.
La ley instaura como herramienta central para ser utilizada por las jurisdicciones
locales los "Planes de Manejo del Fuego". Esto demuestra que estamos ante una ley de
PMPA, donde la Nación unifica el instrumento de gestión, disponiendo algunas pautas
básicas que deberán contener los mismos, para dejar el desarrollo de los aditamentos
de estos instrumentos al sistema de complementariedad provincial y la posterior
elaboración, aprobación y ejecución en sede local.
Otro presupuesto mínimo aparece en el art. 12 que dispone las obligaciones que
deben cumplir las jurisdicciones locales. En dicha norma se disponen varias pautas de
trascendencia para la coordinación del sistema: "a) Determinar la Autoridad Competente
en la aplicación de la presente ley; b) Designar a un (1) responsable de la Autoridad
Competente ante el Sistema Federal de Manejo del Fuego; c) Elaborar un Plan
Jurisdiccional de Manejo del Fuego; d) Designar el o los Jefes de Incendios quien, en el
terreno, tiene el mando de los medios asignados, jurisdiccionales y regionales, y la
responsabilidad de la coordinación de las acciones dirigidas a controlar y extinguir el
incendio; e) Organizar un sistema de registro de las principales decisiones operativas
adoptadas en el combate de cada incendio y aportar los datos y la información
sistematizada que le sean requeridos; f) Implementar localmente el Sistema Nacional
de Alerta Temprana y Evaluación de Peligro de Incendios; g) Organizar un sistema de
detección, comunicación, alarma y despacho; h) Implementar los dispositivos de ataque
inicial y ampliado en el combate de incendios; i) Coordinar el soporte logístico, la sanidad
y la seguridad en los operativos; j) Mantener informada a la población sobre el estado
de la situación y las conductas de seguridad a adoptar; k) Promover la investigación de
las causas de los incendios; l) Responder, en base a sus posibilidades operativas, con
personal y recursos materiales ante la convocatoria de movilización realizada por la
coordinación regional correspondiente".
El texto contiene normas de fondo ubicadas sobre todo en el Capítulo IV (arts. 16/22
bis), de derecho civil como los arts. 17 (que prevé un agravamiento en la debida
diligencia cuando se ejecuten actividades vinculadas a "usos o actividades con fuego" y
"recursos naturales"). La debida diligencia exigible en materia de responsabilidad civil
derivada de incidentes como los que trata esta ley, impone una serie de consecuencias
a los particulares incursos. Sirve esta norma para moldear a las personas que ejecuten
actividades vinculadas al fuego en el marco de la responsabilidad objetiva, disparando
—aunque el artículo no lo diga— los mecanismos de aseguramiento financiero del art.
22 LGA que analizaremos a posteriori (que no incluyen solo el seguro).
El art. 18 de la ley en comentario dispone facilidades para la actuación del Estado en
gestión de la prevención de incendios. Muy interesante, una suerte de declaración de
interés público como sucede con la minería u otras actividades, norma trascendente si
se pretende coordinar estos contenidos con los derechos individuales, concluyendo en
constitución de servidumbres, limitaciones al dominio, etc.
Se prevé el "comiso" en casos de "emergencia" en el art. 21, facultándose al personal
de lucha contra incendios forestales para "proceder al comiso u ocupación temporal de
los bienes necesarios para la extinción del siniestro". Se dispone que "el personal tiene
acceso a terrenos particulares y adopta las medidas necesarias y conducentes a lograr
este objetivo". La contracara es que "los particulares tienen la obligación de prestar
colaboración con las medidas adoptadas".
En el art. 22 se coordina la figura del incendio y los efectos de los mismos sobre el
ambiente, con el daño ambiental. Así, quien sea declarado responsable del daño
ambiental que produzca un incendio", (lo que comprende los impactos negativos al
ambiente que se puedan vincular con el incidente) "tendrá la obligación"
de recomponer y adoptar las medidas de reparación que, en cada caso, resulten
necesarias para la recuperación de las áreas incendiadas en los términos de los arts.
27 y 28 de la ley 25.675, ley general del ambiente". Siguiendo la lógica de la disciplina,
la recomposición es la consecuencia que dispone el art. 41 CN para el daño ambiental,
al que la LGA denomina daño ambiental de incidencia colectiva (arts. 27/34). Pero
sabemos que existe otra manifestación en estos supuestos, y es el caso en que como
consecuencia de las alteraciones a los sistemas ambientales se producen "por rebote"
daños en la esfera privada, en derechos individuales (a la propiedad, salud, etc.). Estos
serían los casos que compondrían la reparación a la que se refiere este art. 22. Para
todo lo que tiene que ver con la responsabilidad civil por daño al ambiente, nos remitimos
al comentario a los art. 27/34 LGA.
Finalmente, la ley trae un dispositivo que resulta obligatorio para todas las
jurisdicciones y que tiene muy positivos efectos en la prevención de incendios: es la
prohibición de "modificaciones en el uso y destino que dichas superficies poseían con
anterioridad al incendio". Recordemos los incendios que asolaron los bosques
patagónicos, sobre todo en Chubut en el año 2015. Ellos trajeron una oleada de
acusaciones cruzadas, que básicamente se centraban en los actos posteriores al
incendio —que siempre eran intencionales—: desafectación de esas tierras a los
ordenamientos de bosques nativos como tierras con el más alto grado de protección,
cambio de uso de suelo, loteo y construcción de barrios cerrados(242). La descripción
compone un negocio de enorme rédito económico, en detrimento de la política de
protección de bosques de la ley 26.331 y los ordenamientos territoriales en dicha
materia. Por este motivo, hace tiempo se había pedido por la sociedad civil una norma
que dispusiera la prohibición de cambio de uso de suelo de la tierra que hubiera sido
afectada por estos incendios. Esto iba a desalentar los negocios inmobiliarios que se
pergeñan a posteriori. Esto llegó con el art. 22 bis agregado a nuestra norma por la ley
27.353 del año 2017.
Esta es la base de este art. 22 bis que dispone para el caso de "incendios de
superficies de bosques nativos", que "no podrán realizarse modificaciones en el uso y
destino que dichas superficies poseían con anterioridad al incendio, de acuerdo a las
categorías de conservación asignadas por el ordenamiento territorial de los bosques
nativos de la jurisdicción correspondiente, elaborado conforme a la ley 26.331". La
norma alcanza inclusive "los bosques no productivos abarcados por la ley 13.273", es
decir, que no ha querido el legislador dejar desprotegidos ni siquiera los bosques
comprendidos por la vieja Ley de Riqueza Forestal.
Finalmente, vamos al punto de las autoridades de la ley y el modo de referirlas:
— "Autoridad Nacional de Aplicación" (art. 5º, ley 26.815): este artículo es el referido
a la autoridad de aplicación de la ley a la que denomina "Autoridad Nacional de
Aplicación". Desde la reforma del dec. 746/2017 ella será el Área de Seguridad del
gobierno nacional; siendo que antes era el área ambiental. Los arts. 8º, 9º, 23, 24.k, 26.a
se refieran a esta autoridad y sobre todo los arts. 29 (figura de emergencia), 30
(Administración del Fondo Nacional del Manejo del Fuego).
— "Autoridad responsable de la política ambiental nacional" (art. 5º bis ley 26.815):
esta norma también se la debemos al dec. 746/2017 que crea una novel categoría de
autoridad sectorial, con una alcurnia diferente, más alta que el resto de las sectoriales,
quizá porque es la "autoridad de aplicación saliente". A las demás autoridades
sectoriales les depara la coordinación orgánica mediante las instancias que la ley ha
creado. A la autoridad ambiental, a la que le quita la calidad de autoridad de aplicación,
la otorga en este art. 5º bis el rol de autoridad sectorial "coordinada".
— "Autoridades competentes" (art. 6º, ley 26.815): esta referencia de la ley no ha sido
modificada por el decreto de reordenamiento y transferencia de autoridades, porque la
referencia de este art. 6º es para las autoridades locales (provincias y CABA).
Básicamente estamos ante una norma típica de una ley de presupuestos mínimos que
dispone como autoridades "competentes" a las que se designen por los órdenes
jurídicos locales (la definición de cuál es la autoridad en sede local puede provenir del
Gobernador o de la ley complementaria local). La autoridad competente, entonces, será
"aquella que determine cada jurisdicción" y "en el caso de las áreas protegidas
comprendidas por la ley 22.351 de Parques Nacionales, es Autoridad Competente la
Administración de Parques Nacionales" porque en ese caso la autoridad que
actúa ratione locci en esos espacios es el área del gobierno nacional responsable de los
lugares reglados por la ley 22.351. Menciones a la autoridad o autoridades competentes
en la ley se dan en varios aspectos: el art. 12 que dispone de las obligaciones de las
jurisdicciones locales, el art. 18 sobre trabajos preventivos y el 19 sobre planes de
protección.
Llegando a las reflexiones finales, estamos frente a una ley (la ley 26.815) que
originalmente había sido enfocada en los aspectos ambientales de las externalidades
negativas de los incendios. Era una norma que siguiendo nuestra histórica política en la
materia (acentuada en la última década del siglo XX) tenía por autoridad de aplicación
al área ambiental nacional, y las diversas áreas provinciales o de la APN. En el año
2017, este aspecto sufre una fuerte modificación trasladándose la actuación en el ámbito
nacional al área de seguridad, conservándose, sin embargo, competencias remanentes
en su paralela ambiental nacional. Esto muta el sentido de la ley, que pasa a incorporar
los contenidos en el espacio de seguridad como prevalentes sobre los ambientales.
De todos modos, la ley —como acabamos de llamar la atención— conserva los
aparejos ambientales que originalmente contenía. Varios artículos son presupuestos
mínimos, otras normas son de coordinación (horizontal y vertical, aspecto para el que la
Nación tiene competencia); las autoridades competentes como en cualquier ley de
PMPA son las locales (provincias y APN); y también aparecen normas "civiles
ambientales" vinculadas a debida diligencia, daño ambiental.
Autogestión art. 26
Sancionada: 6/11/2002
Promulgada parcialmente: 27/11/2002.
Publicada en Boletín Oficial 30.036 del 28/11/2002.
El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso, sancionan con
fuerza de Ley:
Ley General del Ambiente
Art. 1º.—
La presente ley establece los presupuestos mínimos para el logro de una gestión
sustentable y adecuada del ambiente, la preservación y protección de la diversidad
biológica y la implementación del desarrollo sustentable.
Concordancias complementarias: Buenos Aires: art. 1º, ley 11.723; Chaco: art. 1º, ley 3964; Chubut: art. 1º
ley XI-35 (antes ley 5439); Córdoba: art. 1º, ley 7343 y art. 1º, ley 10.208; Jujuy: art. 1º, ley 5063; La Pampa:
art. 1º, ley 1914; La Rioja: art. 1º, ley 7801; Mendoza: art. 1º, ley 5961; Neuquén, art. 1º, ley 1875; Salta:
art. 2º, ley 7070; San Juan: art. 1º, ley 6634; San Luis: arts. 1º, 2º y 3º, ley I-0648-2008; Santa Fe: art. 1º,
ley 11.717; Santiago del Estero: art. 1º, ley 6321; Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur: art.
1º, ley 55; Tucumán: art. 1º, ley 6253.
La ley 25.675 general del ambiente es la ley marco que pretende regular de modo axial las
instituciones básicas del derecho ambiental argentino. Su vocación estructural se evidencia desde
este primer artículo, pues en él se infieren los objetivos, principios y reglas de coordinación que
regarán el resto del texto. Este artículo dispensa para ello de un amplio ámbito de aplicación. Desde
aquí nos percatamos que la LGA teje un puente que conduce a la cláusula ambiental de la Constitución
Nacional (art. 41) dado que el contenido de este artículo pareciera una glosa de aquella norma. Otra
norma con la que se conecta la LGA a través de este artículo de vocación conductiva sistémica es el
Código Civil y Comercial de la Nación, ya que en los arts 1°, 2°, 14, 240, 241 se hallarán campos
fértiles para la recepción de sus líneas directrices.
La LGA es una ley constitucional como veremos. Se muestra como la hoja de ruta, guía esencial
para la gestión ambiental por su énfasis de coordinación. Es también la Ley del Desarrollo Sostenible
para la Argentina. Pero por sobre todas las cosas, es —como dice su autora— la Ley de Leyes en
materia ambiental. Todo ello se infiere desde la letra de este art. 1° que analizaremos en este
apartado.
En cuanto al derecho ambiental, hemos visto que es un "subsistema diferenciado en el interior del
sistema jurídico, que tiene por función tutelar los ecosistemas, mantener las condiciones que permiten
la vida del hombre en el planeta"(273); un complejo normativo diferenciado de los sistemas naturales y
sociales con los que mantiene una interconexión porque enfrenta la ciclópea terea de regular las
relaciones entre sociedad y naturaleza.
Esta nueva relación entre los sistemas naturales y los sociales anuncia cambios, provoca
escenarios bisoños y es en el espacio en que emerge el paradigma ambiental(274) del que hemos
descripto su evolución, sus condiciones y comportamiento. Entre otros impactos (así lo llama
Lorenzetti(275)) o consecuencias del paradigma surge el derecho ambiental.
Los primeros tres artículos de la Ley General del Ambiente argentina toman nota de estos matices
y se dan en el marco del capítulo "Bien jurídicamente protegido". De ellos, se podría decir que el
primero sobrevuela los aspectos más gruesos de la noción, los que son delineados en trazos más
finos en el segundo, a partir de los objetivos de políticas públicas y que termina de determinarse en la
tercera norma que recoge la idea de orden público y su vis expansiva, vía regla de supletoriedad,
como base también de este componente.
Yendo al art. 1º y enfocándonos en la cuestión del bien jurídico, prima decir que estamos ante
una ley de gestión sustentable del ambiente como bien colectivo. Expliquemos en detalle lo que
significa esto.
7.2. El bien jurídico ambiente del art. 1º, LGA, y el derecho ambiental penal
La Ley General del Ambiente silencia la cuestión penal. Pero es importante señalar a esta altura
—inicial— cómo la misma se desprende de este artículo. Para ello debe tomarse de la ley el
reconocimiento del bien jurídico ambiente en términos colectivos, y el valor que esto tiene en las
ramas clásicas que componen el derecho de fondo: el civil y el penal.
Respecto a la primera, la propia ley propone una vinculación intra-normativa con artículos
específicos (27 a 31) donde desarrolla el capítulo de responsabilidad civil por daño ambiental de
incidencia colectiva. Lo hace con base en el mandato del primer párrafo del art. 41 CN. Pero, de todos
modos, la propia ley dialoga desde el art. 1º, pasando por el principio de responsabilidad (art. 4º) para
ensamblar todo en el micro sistema de los arts. 27 a 31, que se aboca a derecho ambiental civil. Estos
aspectos se han visto enriquecidos por los contenidos del nuevo Cód. Civ. y Com., con pautas
específicas sobre responsabilidad civil aplicables a esta materia.
La otra materia fondal trastocada por el art. 41 CN y por esta ley marco de desarrollo es el derecho
penal. Esta vinculación es trascendente. No ha merecido correlato normativo porque nuestro sistema
penal básicamente no aborda figuras enfocada en la protección del bien jurídico ambiente en términos
autónomos. Sobre este tema han coincidido cada uno de los proyectos de reforma que en los últimos
años se han ensayado sobre el Cód. Penal. Dialogan todos ellos entre normas fondales penales,
Constitución Nacional y Ley General del Ambiente. Para comprender el punto, repasemos cómo ha
sido tratado el derecho penal ambiental en los sistemas comparados, en Argentina, y cómo lo
atraparon los proyectos de reforma en nuestro sistema nacional.
El Cód. Penal de la República Argentina se encuentra vigente desde 1921 y no regula de manera
clara y concreta delitos contra el "bien jurídico ambiente". Hay regulaciones específicas indirectamente
vinculadas, que responden a la protección de bienes jurídicos diversos al ambiente: salud pública,
seguridad, propiedad, contra el maltrato animal, etc. Resulta imperiosa la adopción en nuestro país
de un título específico referido a la protección directa del ambiente como bien colectivo, sobre todo
porque desde 1994 existe el mismo en la Constitución Nacional, pero esa regulación no ha sido
acompañada por una legislación penal que lo incorpore al plantel de bienes jurídicos protegidos por
nuestro sistema.
Enumeración de lo que hay y algún comentario:
Contaminación Cód. Penal: El bien jurídico protegido —como sucede en casi La contaminación es el único sector
— Arts. 183 y 184 todo el Cód. Penal que responde a una ideología que posee normas, aunque enfocadas
delito de daño. liberal— es la propiedad, o la salud pública; no son en la salud.
— Arts. 200 a 203 delitos que pretendan proteger el ambiente. La De los pocos tipos penales vigentes
envenenamiento o protección es indirecta. son los de la ley 24.051 de Residuos
adulteración de aguas Peligrosos, pero con las salvedades
El bien jurídico protegido también es la salud
potables o sustancias que mencionamos.
pública y no el ambiente.
alimenticias.
Estos tipos penales adolecen de varios defectos:
la acción es "utilizar" cuando el "medio comisivo"
(residuos) por definición es una cosa que no se
utiliza (porque es una res derelicta extra
commercium, es decir, una cosa sin uso fuera del
comercio).
Ley 24.051 de
Residuos Peligrosos:
— Arts. 55 y 56 para
conductas dolosas y
culposas.
— Art. 57
responsabilidad de
persona jurídica.
Fauna y crueldad Ley 14.346 contra Son normas que prevén penas muy bajas Normas dirigidas a proteger la fauna
contra los Actos de Crueldad. emparentadas con sanciones administrativas. silvestre en retroceso y su comercio,
animales Tipos penales que protegen el equilibrio de la fauna así como las propiedades donde se
y su ambiente, aunque también protegen la ejercita la caza.
propiedad (propietarios de campos donde se caza Es una materia que debería merecer
Ley 22.421 de sin permiso). una regulación actualizada.
Protección de la Fauna Son tipos que requieren el conocimiento (dolo) de
Silvestre: las normas administrativas que protegen las
— Arts. 24 al 27 especies "cazadas".
Flora Ley 13.273 de riqueza VACÍO TOTAL. Dado que la Ley de Bosques no
forestal: Las citadas normas dan a confusión porque posee normas penales, y la vieja Ley
— Arts. 45 a 50 aparecen en un título que se llama "penalidades", de Riqueza Forestal tampoco, siendo
pero son normas administrativas. que los delitos de incendio y estragos
hemos visto se enfocan en la
seguridad pública, este sector —
FLORA— se encuentra sin
regulación.
Patrimonio Ley 25.743 de Junto a la 24.051 de las pocas normas penales Normas penales que protegen el
paleontológico y Protección del ambientales argentinas. patrimonio cultural.
arqueológico Patrimonio
Arqueológico y
Paleontológico:
— Arts. 46 a 49.
Respecto a las normas comparadas, existen ellas en EE.UU., Inglaterra, Alemania, México, en
todos los países existe esta estrategia. Hay países como España o Brasil que hasta tienen el mandato
de dictar derecho penal ambiental a nivel constitucional (ver el art. 45 de su Constitución de España
de 1978 o el art. 225.3 de la Constitución de Brasil de 1988). Pero no solo estos ejemplos, pues en
Europa existe una Directiva directamente dirigida a regular la obligación de los Estados miembros de
dictar normas penales ambientales. Concretamente es la Directiva 2008/99/CE del Parlamento
Europeo y del Consejo de 19 de noviembre de 2008 relativa a la protección del medio ambiente
mediante el derecho penal). Repasemos lo que sucede en los países más importantes del mundo y
la región para entender por qué es importante la adopción de un título penal ambiental.
Entre las legislaciones de tradición continental que han establecido nuevas figuras penales que
castigan de manera más o menos independiente hechos que afecten o pongan en peligro el medio
ambiente, podemos encontrar dos modelos diferentes de tratamiento del llamado delito ambiental: el
de regulación general y el de regulación especial. La diferencia entre los modelos radica,
básicamente, en la técnica legal empleada: en el primero los delitos de contaminación aparecen en el
Cód. Penal (así, en Europa, España y Alemania), mientras que en el modelo de regulación especial
el legislador ha optado por incorporar tales delitos en una ley especial relativa al medio ambiente, que
regula la protección del medio ambiente como objeto especial, tanto en los aspectos penal, procesal
y administrativo (así, en Latinoamérica, Brasil).
En España tenemos el Cód. Penal de 1995 establece en el Capítulo III del Título XVI de su Libro
Segundo, arts. 325 a 331, los llamados "delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente".
En ese título, denominado genéricamente "delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección
del patrimonio histórico y del medio ambiente", se contemplan también los "delitos contra la
ordenación del territorio" (Cap. I), los que recaen "sobre el patrimonio histórico" (Cap. II), y los
"relativos a la protección de la flora y fauna". Entre el variado catálogo de figuras penales que se
contemplan en las disposiciones aludidas parece haber acuerdo en la doctrina de que el delito referido
a la afectación propia del medio ambiente como tal sería el contemplado en el art. 325, conocido como
"delito ecológico" o "de contaminación", que recoge con algunas alteraciones el antiguo art. 347 bis
del Cód. Penal de 1944 (introducido por la Ley Orgánica 8/1983 de 25 de junio) y castiga con penas
privativas de libertad, multa e inhabilitación al que, "contraviniendo las Leyes u otras disposiciones de
carácter general protectoras del medio ambiente, provoque o realice directa o indirectamente
emisiones, vertidos, radiaciones, extracciones o excavaciones, aterramientos, ruidos, vibraciones,
inyecciones o depósitos, en la atmósfera, el suelo, el subsuelo, o las aguas terrestres, marítimas o
subterráneas, con incidencia, incluso, en espacios transfronterizos, así como las captaciones de
aguas que puedan perjudicar gravemente el equilibrio de los sistemas naturales".
En Alemania, la legislación penal alemana se terminó de reunir en el actual Capítulo 29 de su Cód.
Penal, §§324 y ss., bajo el epígrafe "Delitos contra el medio ambiente", la mayor parte de los hechos
de contaminación punibles que recaen sobre los "medios del ambiente", estableciendo tipos penales
diferentes para cada uno de ellos (agua, aire, suelo), junto con previsiones específicas para la
protección de la flora y fauna, figuras penales antes dispersas en leyes especiales, siguiendo —al
decir de Tiedemann— "la nueva política criminal alemana de ubicar todos los delitos importantes en
el Código Penal común", pues "son los delitos incluidos en el Código Penal los que interesan no sólo
(y en cuanto tales) al público sino especialmente a los juristas, comenzando por los estudiantes y
terminando por los jueces y por la doctrina penal", como una forma de hacer patente "la idea de que
estamos ante una verdadera delincuencia [que] merece ser tomada seriamente en cuenta"(287).
Actualmente, el derecho penal ambiental alemán contempla las siguientes figuras penales:
contaminación o alteración no autorizada del agua o de sus propiedades físicas (§324); aterramiento
o depósito de materiales en el suelo, en importantes cantidades o poniendo en peligro serio la salud
de las personas o la vida animal, vegetal y la pureza de las aguas, en contravención al ordenamiento
administrativo (§324a); emisión e inmisión en el aire de sustancias no autorizadas, que puedan causar
serios daños a la salud de las personas, la vida animal o vegetal, o la pureza de las aguas (§325);
producción no autorizada de ruidos que puedan causar daños a la salud de las personas o serios
daños a los animales y propiedades ajenas (§325a); verter, tratar, trasladar, o evacuar residuos
químicos peligrosos o radiactivos no autorizados o fuera del margen de una autorización (§326); el
establecimiento y administración no autorizados de instalaciones de energía nuclear, o de otras
empresas productivas o extractivas que deban contar con autorización especial (§327); la realización
no autorizada de operaciones o tratamientos con combustibles nucleares y otros elementos
radiactivos (§328); la contaminación industrial no autorizada del aire durante períodos de emergencia
ambiental, la de aguas o fuentes de agua especialmente protegidas, así como la destrucción o
alteración de parques naturales y áreas protegidas (§329).
En Brasil, en cambio, donde se sigue el modelo de regulación especial, es una ley separada del
Cód. Penal: la ley 9605, de 12 de febrero de 1998, que establece sanciones penales y administrativas
derivadas de conductas o actividades lesivas contra el medio ambiente. Allí se encuentran las
sanciones penales en esta materia, las cuales, respondiendo a la exigencia constitucional
contemplada en el art. 225 §3 de la Constitución Federal de 1988, castigan penalmente a quienes
realicen actividades o conductas lesivas para el medio ambiente, sean personas naturales o
jurídicas(288). Desde el punto de vista formal, dicha ley consta de 8 capítulos y 82 artículos, que
desarrollan un amplio abanico de materias, no solo penales (comprendidas en su Capítulo V), sino
también infracciones administrativas, aplicación de la pena, ejercicio de la acción y el proceso penal,
cooperación internacional para la preservación del medio ambiente, etc. En particular, el mencionado
Capítulo V se divide en cinco secciones que tratan las siguientes materias: la Sección I "De los Delitos
contra la Fauna"; la Sección II "De los Delitos contra la Flora"; la Sección III "De la Contaminación y
otros Delitos Ambientales"; la Sección IV "De los Delitos contra el Ordenamiento Urbano y el
Patrimonio Cultural", y la Sección V "De los Delitos contra la Administración Ambiental". En cuanto a
los delitos de contaminación propiamente tales, particular interés merece el art. 54 de la ley, que
contempla propiamente el delito de contaminación, castigando con pena de reclusión de uno a cuatro
años y multa el "causar polución de cualquier naturaleza en niveles tales que resulten o puedan
resultar de ella daños a la salud humana, o que provoquen una mortandad de animales o una
destrucción significativa de la flora"; sancionándose, además, con una pena inferior, su comisión
culposa (art. 54 §1º). Las penas se agravan cuando la contaminación afecta directamente un área
habitada, el agua potable, las playas o se comete por vertimiento de basuras o hidrocarburos (art. 54
§2º), o cuando se omite adoptar las medidas preventivas de un daño ambiental grave o irreversible,
ordenadas por la autoridad competente (art. 54, §3º). En esta sección se contemplan, además, dos
delitos que castigan hechos potencialmente contaminadores, pero sin relacionar su comisión con la
contaminación propiamente tal. Así, el art. 56 sanciona penalmente el "producir, procesar, embalar,
importar, exportar, comercializar, guardar, transportar, almacenar, tener en depósito o usar productos
o substancias tóxicas, peligrosas o nocivas para la salud humana o el medio ambiente, sin cumplir las
exigencias legales o reglamentarias". En este delito también se castiga el abandono de tales
sustancias o su utilización en contra de las normas de seguridad (art. 56 §1º), y su comisión culposa
(art. 56, §3º), agravándose la pena en caso de que la sustancia sea "nuclear o radioactiva" (art. 56,
§2º). Por su parte, el art. 60 castiga el "construir, reformar, ampliar, instalar o hacer funcionar, en
cualquier parte del territorio nacional, establecimientos, obras o servicios potencialmente
contaminadores, sin licencia o autorización de los órganos ambientales competentes, o en
contravención a las normas legales y reglamentarias aplicables". Finalmente, se dispone que las
penas de estos delitos se agravan todavía más en casos de contaminación dolosa, cuando "resulta
un daño irreversible a la flora o al medio ambiente en general" (art. 58, I); "resulta una lesión corporal
grave en otra persona" (art. 58, II), y cuando "resulta la muerte de otro" (art. 58, III).
En EE.UU. la principal característica del derecho penal ambiental es su fragmentación en diversas
leyes, protectoras a su vez de los distintos componentes del medio ambiente, a saber: la Clean Air
Act (CAA) (33 USC §7413 documento del The United States Code [USC]), sobre contaminación del
aire y la atmósfera; la Clean Water Act (FWPCA) (33 USC §1319), sobre contaminación de las aguas;
la Resource Conservation and Recovery Act (RCRA) (42 USC §6928), para tratar el problema del
manejo de los desechos peligrosos, "desde la cuna hasta la tumba"; la Comprehensive Environmental
Response, Conservation and Liability Act (CERCLA) (42 USC §9603), que estableció mecanismos
para la limpieza de los sitios contaminados con desechos peligrosos, y finalmente la Federal
Insecticide, Fungicide and Rodenticide Act (FIFRA) y la Toxic Substances Control Act (TSCA) (7 USC
§136-136y, 15 U.S.C. §2601-2629), que introducen delitos ambientales en el ámbito de las sustancias
químicas. El desarrollo normativo del derecho penal del medio ambiente en los Estados Unidos no se
agotó con la promulgación de estos estatutos, sino que más bien ha seguido una sostenida expansión,
mediante modificaciones sucesivas y sustanciales a dichas leyes, con la intención explícita de
fortalecer el programa de protección penal del medio ambiente. Es así como, por ejemplo, ciertas
faltas se elevaron a la categoría de crímenes, se eliminaron ciertos elementos subjetivos del tipo, se
aumentaron las penas y se introdujeron delitos de peligro. Estas innovaciones perseguían fortalecer
la capacidad del Estado para hacer efectiva la responsabilidad penal ambiental (289).
Entre los aspectos más relevantes que distinguen este vasto sistema de protección del medio
ambiente, frente a los propios del sistema continental, aparte de la abierta admisión de la
responsabilidad penal de las personas jurídicas y de cierta tendencia a objetivizar al extremo las
figuras penales, encontramos el hecho de que —aun cuando en última instancia el bien jurídico
protegido por el sistema penal ambiental es la integridad del medio ambiente, de los elementos que
lo componen y de la salud de las personas— su protección se realiza en primera línea mediante el
resguardo penal de la integridad del esquema administrativo que establece los mecanismos de
protección ambiental. Así, en el entendido de que ciertas declaraciones falsas o la omisión de las
mismas usualmente buscan esconder el incumplimiento de la legislación ambiental y, por ende,
afectan el funcionamiento y los objetivos de conservación del ambiente del sistema administrativo, se
castiga penalmente la entrega de información falsa y la mantención de registros falsos por parte de
los operadores económicos a quienes se obliga a entregar información sobre una serie de elementos
que configuran el impacto ambiental de sus actividades; el omitir la entrega de información a la
autoridad, cuando ello es obligatorio por ley; la omisión de entregar notificación inmediata acerca de
derrames de petróleo o de liberación de sustancias peligrosas al ambiente, etc. Junto con esta
protección del funcionamiento de la administración ambiental, las leyes que regulan la materia también
castigan los fenómenos de grave contaminación descontrolados, como la descarga no autorizada de
contaminantes al aire o a las aguas, en infracción a los permisos ambientales, diferenciando en estos
casos entre simples delitos (felonies), si el agente actuó a sabiendas (knowingly), y faltas
(misdemeanors), si el agente actuó de forma negligente (negligently). Además, se contemplan delitos
de knowing endangerment, que se acercan a la categoría de lo que nosotros conocemos como delitos
de peligro concreto. En ellos se exige que el agente, además de la infracción de la norma o permiso
ambiental, haya actuado a sabiendas de que coloca a otra persona en peligro inminente de muerte o
de lesiones corporales serias. Estos delitos llevan aparejadas las penas más severas del sistema,
hasta 15 años de cárcel y US$ 250.000 de multa, las cuales son dobladas cuando hay reincidencia.
En caso de que el autor del delito sea una organización, las multas penales pueden ascender hasta
US$ 1.000.000 por cada violación, las que se calculan aparte de las multas administrativas y la
reparación del ambiente(290).
Tomemos como ejemplo la primera, la Clean Air Act. En su reforma de 1990, el Congreso aprobó
las disposiciones ambientales más restrictivas existentes hasta ahora. En tanto que la autoridad y las
facultades de exigencia de cumplimiento eran débiles y con frecuencia ambiguas en el anterior CAA
de 1970, las CAAA de 1990 ampliaron la autoridad y las facultades de la Agencia hasta un alcance
casi sin precedentes. Lo más importante es que las disposiciones establecen claramente la autoridad
de la Agencia para imponer sanciones criminales, fijar multas elevadas e imponer prolongadas
sentencias a presidio. Por ejemplo, el conocimiento de la infracción de prácticamente cualquiera de
las disposiciones es un delito de felonía, considerándose cada día como un delito separado, penado
con multas de hasta US$ 250.000 y presidio de hasta 5 años en el caso de los individuos; las multas
impuestas a las empresas pueden llegar a US$ 500.000 por cada infracción. Las penas pueden
doblarse o triplicarse en caso de reincidencias. Las infracciones relativas a la mantención de archivos
se extienden más allá de un simple falso informe, cubriendo la no mantención en archivos de los
documentos o informes requeridos. El conocimiento de emisiones de contaminantes que ponen a una
persona en peligro inminente de recibir daños físicos serios puede ser objeto de sanciones, que en el
caso de los individuos pueden llegar a multas de US$ 250.000 diarios y 15 años de presidio, en tanto
que las empresas pueden ser multadas hasta en US$ 1.000.000 diarios (291).
En cuanto a los proyectos de reforma del Cód. Penal en nuestro país, ellos los encontramos sobre
todo en tres instancias: el del año 2006 que incluía un Título dedicado a los delitos contra el ambiente;
siguiendo el mismo criterio el proyecto del 2014 incluía un Título XI "Delitos contra el ambiente, la
fauna y la flora". La exposición de motivos del año 2014 entendía que "era conveniente mantener en
el ámbito del derecho administrativo los comportamientos considerados de peligro abstracto o meras
infracciones de deberes, reservando al campo penal solo las conductas que impliquen un peligro
concreto o una lesión al bien jurídico". Ambos proyectos nunca llegaron a presentarse ante el
Congreso.
En cambio, en el presente año se ha presentado un Proyecto de reforma del Cód. Penal, es decir,
se ha avanzado un paso más. El mismo incluye un Título XXIII ("Delitos contra el ambiente") y se
compone de los arts. 444 al 460. Se divide en Capítulo 1 "Contaminación y otros daños al ambiente",
Capítulo 2 "Delitos contra la biodiversidad"; Capítulo 3 "Delitos contra la fauna silvestre u otros
animales"; Capítulo 4 "Maltrato y crueldad con animales"; Capítulo 5 "Delitos contra los bosques
nativos y protectores"; Capítulo 6 "Delitos contra el patrimonio genético"; Capítulo 7 "Definiciones".
En términos generales este Título XXIII comporta un salto de calidad en el sistema jurídico
argentino, pues dispone de tipos penales en protección del bien jurídico ambiente.
La doctrina penalista puede dividirse en dos grandes corrientes: aquella que considera al medio
ambiente como un bien jurídico autónomo que desborda la óptica puramente individual y la que estima
que solo se deben sancionar conductas que afecten a bienes jurídicos individuales como la salud, la
vida o la integridad física (antropocentrismo). Como explica la doctrina, en la actualidad, el derecho
penal clásico o liberal en la versión sostenida por la llamada Escuela de Frankfurt ha propuesto un
regreso al derecho penal nuclear, es decir, aquel orientado a la protección de bienes jurídicos
individuales. Se explica que el derecho penal de la ilustración derivó en dos modelos que no están
contrapuestos, uno de ellos se denomina "derecho penal liberal" y otro el actual derecho penal social
y democrático. El derecho penal moderno, en cambio, está caracterizado por la expansión de la
intervención penal hacia ámbitos inéditos en razón de los nuevos desafíos que se originan en la
sociedad posindustrial. La resistencia contra la modernización del derecho penal es tributaria de un
pensamiento que rechaza los intentos de ampliar la intervención penal a ciertos ámbitos que
permanecían ajenos de manera intencional: sobre todo, la criminalidad económica y la tutela del
ambiente. El derecho penal moderno está caracterizado por la puesta en crisis del modelo
individualista de legitimación de la intervención penal. En las últimas décadas del siglo XX el modelo
individualista normativo ha sido objetado por su aparente insuficiencia para prevenir o controlare los
riesgos de la sociedad moderna(292).
Existe consenso en que los bienes jurídicos son valores reconocidos por la comunidad jurídica en
razón de su función social, es decir, como medios para alcanzar el desarrollo personal de los
individuos(293).
Muñoz Conde explica que la norma penal tiene una función protectora de bienes jurídicos. Para
cumplir esta función protectora eleva a la categoría de delitos, por medio de su tipificación legal,
aquellos comportamientos que más gravemente lesionan o ponen en peligro los bienes jurídicos
protegidos. El bien jurídico es, por tanto, la clave que permite descubrir la naturaleza del tipo, dándole
sentido y fundamento. Todo tipo penal debe incluir un comportamiento humano capaz de provocar la
puesta en peligro o la lesión de un bien jurídico. En ese sentido, bien jurídico es el valor que la ley
quiere proteger de las conductas que puedan dañarlo. Este valor es una cualidad positiva que el
legislador atribuye a determinados intereses. La cualidad de bien jurídico es, por tanto, algo que crea
la ley y no algo preexistente a ella misma. Lógicamente, se espera que, de acuerdo con el principio
de intervención mínima, el legislador solo utilice el derecho penal para proteger bienes jurídicos
verdaderamente importantes y tipifique aquellos comportamientos verdaderamente lesivos o
peligrosos para esos bienes jurídicos.
En este sentido, el proyecto, siguiendo en este aspecto la línea de los anteproyectos 2006 y 2014,
es un salto de calidad pues dispone de un Título (XXIII) que tiene por objeto la protección de un nuevo
bien jurídico: el ambiente en términos colectivos(294).
En conclusión, sobre este punto, es importante saber que las normas penales vigentes no han sido
modificadas por influencia de la Ley General del Ambiente, por influencia del principio de legalidad
que solo nos permite trabajar en esta área con el material tipificado como normas penales sin
posibilitar el abastecimiento o integración desde normas como la ley marco. Pero estos puntos no son
suficientes. Se requiere un aggiornamiento de las leyes penales, las que no han adoptado tipos que
abracen la protección del bien jurídico ambiente en términos colectivos y autónomos. Si en un futuro
estas normas se sancionaran, cobrará relevancia esta vinculación entre el bien jurídico ambiente —
del que esta ley es su gran "exégeta"— y el nuevo corpus iuris. En esos tiempos, se deberá indagar
desde la dogmática ambiental y la penal, la vinculación entre todos los rudimentos que la presente ley
trae (principios, herramientas procesales, instrumentos estratégicos). Por eso era necesario este
comentario, para advertir sobre este punto al lector.
7.8. La Ley General del Ambiente como ley mixta, ley marco, ley constitucional. La
relación de desarrollo y de reglamentación
El otro aspecto que debemos comentar es la tipología normativa de la LGA. Ella se autodefine
como ley de "presupuestos mínimos" en este art. 1º.
Respecto al tema vale la pena aclarar la siguiente cuestión: la LGA es una ley mixta, porque posee
varias tipologías normativas entre sus artículos. Esto sucede con otras leyes que se "autodefinen"
como de PMPA pero que no lo son de modo "exclusivo", porque contienen artículos que son PMPA,
pero acompañados por otros que son "derecho de fondo", o "derecho federal en sentido estricto"(369).
Si uno observa, por ejemplo, la ley 25.670 de PCBs la integran —en su mayoría— normas de PMPA,
pero algunos artículos son derecho civil (arts. 19/20); o la ley 27.279 de Envases de Productos
Fitosanitarios que es de PMPA pero que contiene alguna norma civil (art. 5.a), para citar algunos
ejemplos. Las leyes mixtas no son solo un fenómeno de las "autodenominadas" leyes de PMPA; sino
una tipología que aparece en leyes de adhesión como la ley 22.421 de Fauna que posee normas
penales (arts. 24 a 27), civiles (art. 1º) directamente aplicables en territorios locales sin necesidad de
adhesión (con base en arts. 75.12 CN)(370). El mismo comentario se puede hacer para la ley 24.051
de Residuos Peligrosos (ley de adhesión en casi todos sus artículos) pero que no es "adherible" en
los arts. 55/58 por ser normas penales, o arts. 45/48 por ser de responsabilidad civil. De todos modos,
la "hibridez" de estas leyes ("mixtura") no impide calificarlos como de presupuestos mínimos.
Si tuviéramos que describir la base competencial y tipología de los artículos de la misma, estamos
ante una ley: a) marco (arts. 1º, 2º, 3º, 4º, 5º LGA), b) de interpretación (arts. 3º, 4º LGA), c) de orden
público (art. 3º LGA), d) de fondo (arts. 22, 27/29 LGA), e) convenio intrafederal (art. 25 LGA), f)
derecho federal "en sentido estricto" (arts. 17, 18 LGA), g) de coordinación (arts. 5º, 6º, 7º LGA), h) de
política (arts. 2º, 14, 15 LGA). Iremos alertando sobre este aspecto en cada comentario particular.
La propia Corte ha sostenido el carácter híbrido de la LGA en oportunidad de resolver el caso
"Salas" cuando sostuvo: "Que, por otro lado, la Ley General del Ambiente, 25.675, ha instaurado un
régimen jurídico integrado por disposiciones sustanciales y procesales, y ha consagrado principios
ordenatorios y procesales aplicables al caso, y que deben ser estrictamente cumplidos, resguardando
y concretando así la vigencia del principio de legalidad que impone a ciudadanos y autoridades la total
sujeción de sus actos a las previsiones contenidas en la ley" (S. 1144. XLIV. Originario, "Salas, Dino
y otros c. Salta, Provincia de y Estado Nacional s/amparo", sentencia del 13/12/2011, consid. 9).
Esta característica tiene consecuencias posteriores, pues entre otras cuestiones, habrá normas
directamente operativas, algunas sujetas a complemento, otras a reglamentación, otras que se
"desagregan" de modos diversos y en diversos soportes instrumentales normativos (leyes sectoriales
o especiales en algunos casos, decretos). Utilizamos la terminología más genérica —desagregado—
a efectos de poder abarcar más supuestos dentro del término.
De todos modos, siendo este el comentario del art. 1º LGA, dos aspectos se desprenden del mismo:
a) ley marco, y b) ley de presupuestos mínimos. El primero se desprende de la materia comprendida
en la ley, la que es descripta en este artículo: protección del ambiente en el marco del desarrollo
sostenible, es decir, un directo desprendimiento de la cláusula ambiental constitucional. Esto porque
la pretensión del legislador es que la LGA funcione como centro de una estructura radial de leyes de
PMPA que se ocupen de la regulación de los aspectos específicos de la materia (371). Como se puede
verificar, esta cuestión se relaciona con la vinculación horizontal. La regla de supletoriedad (art. 3º
LGA) y principio de integración (art. 5º LGA) gobernarán este conglomerado y, por este motivo, para
su explicación nos remitimos al comentario de dichas normas.
El segundo aspecto es la vinculación vertical, porque la LGA es ley de PMPA y esta tipología
responde a una relación particular entre leyes nacionales, provinciales, y ordenanzas municipales.
Emergen aquí los principios de supremacía federal (art. 31 CN), congruencia (art. 4º ley 25.675)
y complementariedad (tercer párrafo del art. 41 CN) en una suerte de
nuevo federalismo ambiental(372). En este punto del presente comentario debemos decir que la
tipología de PMPA coloca a la LGA como piso normativo nacional que debe ser complementado por
las provincias, es decir, optimizado en el nivel de protección, nunca disminuido.
Siendo que el art. 1º dispone de ambas tipologías —marco y presupuestos mínimos— no podemos
dejar de llamar la atención sobre lo que significan. En esta relación horizontal la "ley marco"
será desarrollada por leyes nacionales de PMPA sectoriales o específicas. Esto quiere decir que en
esa vinculación el grado de detalle del texto —visto desde la ley marco hacia las sectoriales— irá
avanzando en detalle. Aunque sean normas que pertenecen al mismo orden jurídico parcial (el
nacional) y detenten la misma característica (ambas de presupuestos mínimos), en la ley marco los
contenidos no tienen el mismo grado de detalle que en una ley específica. El pormenor se deja para
las segundas. Esto tiene que ver con que la ley marco, al abarcar un espacio tan amplio de regulación,
debe hacerlo desde el principio de fundamentalidad, es decir, de modo básico, sin detallar contenidos
de los institutos, dejando ello para las regulaciones sectoriales, todo ello derivado de la materia
constitucional que la gobierna. Explicaremos esto último para volver sobre la fundamentalidad.
Estamos ante una ley que, en cuanto a su materia y objeto resulta ser constitucional, un puente
entre lo dispuesto por la Constitución Federal y el conjunto de las leyes nacionales ambientales. Es
en esto una ley interpuesta, pues como un puente, ella se coloca entre el art. 41 CN y el resto del
sistema legislativo ambiental. Sin esta ley marco el art. 41 CN se desarrollaría desde normas
sectoriales, sin lógica legislativa sistémica general.
En dicho contexto, el senador Martí dice: "existe consecuentemente, la urgencia de sancionar una
Ley General del Ambiente que interprete en forma integral los arts. 41 y 43 y 124 de la CN,
determinando los objetivos ambientales a largo plazo y marcando las políticas sustanciales que nos
integren en el camino del desarrollo sustentable. También existe la consecuente necesidad de
incorporar un conjunto de leyes particulares o sectoriales que determinen las pautas o presupuestos
mínimos, comunes y uniformes de protección ambiental en cada tema que lo requiera. Estas leyes
deberán ser complementadas por las leyes provinciales, que establecerán los aspectos particulares
adaptados a la realidad local y regional. Este proyecto de ley que hoy se nos propone es fundamental
para la constitución de un nuevo sistema jurídico ambiental en la Argentina, fijándose a través de él
los objetivos básicos de política ambiental nacional que nos permitan obtener resultados enmarcados
en los principios del desarrollo sostenible, contemplando asimismo los instrumentos necesarios para
su implementación"(373).
Su tipología como ley marco y de materia constitucional deviene de los aspectos enumerados en
el art. 1º: "gestión sustentable y adecuada del ambiente, la preservación y protección de la diversidad
biológica y la implementación del desarrollo sustentable". Todos ellos remiten a los contenidos
neurálgicos del art. 41 CN. Una ley que tenga por objeto la "gestión sustentable del ambiente" es una
norma de rango legislativo pero que coincide en la materia con la cláusula ambiental constitucional.
Por su contenido estamos ante una ley constitucional. No lo es por jerarquía porque la Constitución
Nacional no la menciona (y, por lo tanto, no crea una categoría denominada "Ley General del
Ambiente")(374). Tampoco existe por la forma, pues no dispone un procedimiento o una mayoría
específica para su aprobación. Pero ella se autodefine como de materia constitucional en ese primer
artículo y al disponer de salvaguardas con base en este aspecto para así proteger sus contenidos
conforme tan altos aspectos nutriéndola.
Esta materia constitucional (art. 41 CN) es la que nutre a la LGA y será la base para que la misma
adopte el centro de la estructura radial.
Y no solo este aspecto la hace ley constitucional, sino la rigidez que ella se autodispone en el art.
3º LGA que crea la regla de supletoriedad de las leyes especiales respecto a los contenidos de la ley
marco. Visto desde este punto de vista, la LGA dispone una forma de ordenación de fuentes en donde
los contenidos sectoriales pierden validez en la medida que no se adapten a los de ella. Con ese
dispositivo se erige con un grado de rigidez más alto que el ordinario de la legislación ambiental,
característica típica de los ejercicios legislativos constituyentes de sistemas. En esto se expresa
una vocación constitutiva del legislador al dictar la LGA, un objetivo fundacional del sistema. Se
pretende la pervivencia de la ley a través del tiempo y de las legislaciones sectoriales que a ella
deberán adaptarse. Esa característica la emparenta con la materia constitucional, a pesar de que no
lo sea por jerarquía. Evidentemente estamos ante una ley constitucional.
Por este motivo, derivado de este artículo tenemos que saber que estamos ante una ley marco. Si
observamos el panorama comparado, veremos que el dictado de leyes generales o marco ha sido la
técnica legislativa que han preferido ir adoptando los diferentes países sudamericanos, sobre todo
luego de la cumbre de Río 92. El primer peldaño en el desarrollo de la disciplina es ocupado por el
constitucionalismo ambiental —término que acuñara Brañes— durante el proceso que siguió a cada
una de las grandes conferencias internacionales —tanto Estocolmo 1972(375) como Río 92(376)—. Pero,
seguido a ello, durante la década del 90 fue cuando más normas generales del ambiente se fueron
dictando en estos lares. Desde ese prisma, el proceso evolutivo en América Latina retiene como hitos
de impulso al dictado de leyes marco tanto en el período post Conferencia de Estocolmo 1972 así
como post Río 1992.
Advierte Brañes que "no sólo se completó el coletazo con el dictado de normas generales en este
período post-Río, sino que en esos años se desarrollaron importantes procesos legislativos
de reacomodamiento de las leyes dictadas como consecuencia de la primera ola. Así, tenemos en
Colombia, en México y en Cuba, leyes que conciernen a las ya dictadas leyes generales. En efecto,
en 1993 se promulgó en Colombia la importante Ley núm. 99, por la que se crea el Ministerio de Medio
Ambiente, se reordena el sector público encargado de la gestión y conservación del medio ambiente
y los recursos naturales renovables, se organiza el Sistema Nacional Ambiental (SINA) y se dictan
otras disposiciones, entre las cuales se encuentran, ni más ni menos, las que se refieren a los
fundamentos de la política ambiental colombiana, las licencias ambientales, los modos y
procedimientos de participación ciudadana y otros temas igualmente importantes. En México, a su
vez, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente de México fue materia de
modificaciones, que afectaron a un número importante de sus disposiciones (en 1996). Por último, en
1997 se sustituyó en Cuba la Ley expedida en los inicios de la década de los años 1980 por la Ley
núm. 81, Ley del Medio Ambiente. En estos tres países, así como en muchos de los demás de América
Latina, hubo otros procesos legislativos importantes". Concluye Brañes en 2001, año del Informe
citado, que en ese momento "dieciocho de los veinte países de la región cuentan con leyes generales
o marco sobre el medio ambiente, de las cuales nueve —si se considera entre ellas a la Ley cubana
que sustituyó a la de 1981—, fueron puestas en vigor entre 1993 y 2000, esto es, en los últimos siete
años. Lo anterior pone de manifiesto que hubo un esfuerzo importante por avanzar en este campo,
sobre todo si se recuerda que las anteriores nueve leyes fueron promulgadas entre 1974 y 1992, esto
es, dentro de un lapso de dieciocho años"(377).
Yendo al panorama argentino, el dictado de la ley 25.675 pone fin a un período de fuerte dispersión
de contenidos, de adolescencia del derecho ambiental argentino. Nuestro país poseía leyes históricas
referidas al ambiente, como la ley 13.273 de Riqueza Forestal, o la ley 22.421 de Protección de la
Fauna, o más cercanas en el tiempo, la Ley Federal de Pesca 24.922, que habían sido dictadas en
épocas anteriores inclusive a la reforma de la Constitución Nacional de 1994 con el desembarco del
nuevo formato legislativo de presupuestos mínimos de protección ambiental. Era necesario —en
materia ambiental— una relectura de las normas anteriores a 1994 para considerarlas desde la nueva
cláusula incluida en el art. 41 CN. Las leyes especiales se ejecutaban sin ton ni son, sin lógica
comunicante con el art. 41 CN el que era redefinido todo el tiempo, desde aspectos parciales de su
regulación. La protección del ambiente necesitaba, entonces, la sanción de una norma general, que
abarcara los contenidos axiales de la materia para que los mismos fueran reutilizados en los espacios
sectoriales, en cada regulación específica. La ley 25.675, sancionada el 6 de noviembre de 2002,
promulgada parcialmente el 27 de ese mismo mes y publicada al día siguiente en el Boletín Oficial del
28/11/2002 vino a cumplir esta función. Con ella, el legislador puso fin a la dispersión de contenidos
parciales de regulación del ambiente. Este es el gran valor de la LGA.
Es el senador Martí quien explica la relación entre la LGA y las leyes sectoriales cuando dice "En
este proyecto se han contemplado los instrumentos básicos que deben ser tenidos en cuenta en la
generación de la política y gestión ambiental: los presupuestos mínimos, el ordenamiento ambiental,
la evaluación del impacto ambiental, la educación ambiental, el diagnóstico y la información ambiental,
la participación ciudadana, las garantías ambientales, los mecanismos de integración federal, las
pautas de control y la reparación de los daños ambientales que a veces las empresas producen. La
implementación adecuada de estos instrumentos deberá establecerse a través de leyes de
presupuestos mínimos a nivel nacional; y con relación a nuestras realidades regionales, a través de
leyes provinciales específicas. El desarrollo de estos instrumentos, su adecuada integración e
implementación, nos permitirán prevenir los problemas que genera la crisis ambiental actual" (378).
Sucede que el legislador diseña un esquema de presupuestos mínimos con una ley marco a la que
le siguen —en orden lógico, y sin que esto implicara algún tipo de mecanismo institucionalizado a
nivel constitucional— el resto de las normas sectoriales (a las que se llama "ley particular" en el art.
12 y "ley especial" en el art. 34 LGA).
Como bien explica el senador Martí estas leyes especiales se ocuparán de implementar los
contenidos específicos que en la ley marco aparecen reglados desde normas nucleares. Cada
herramienta, cada instrumento, cada instituto incluido en cada uno de esos compartimientos de la ley
marco será desarrollado mediante leyes especiales. Todas estas son leyes de presupuestos mínimos,
con igual jerarquía, sin especialidad procesal o material, pues la Constitución nada ha dicho respecto
a todos estos temas. La estructura que estamos describiendo tiene fuente en una decisión del
legislador que la ha diseñado. El legislador utiliza el verbo "implementar" en su intervención en el
Senado, pero creemos es más adecuada la voz "desarrollo", pues no es necesaria la existencia de la
ley sectorial para que los contenidos de la ley 25.675 sean operativos.
Como consecuencia de esto, los contenidos con que la LGA aborda cada instituto
son nucleares porque en su carácter de ley marco, la LGA —a priori— ha sido pensada como el
resumen acotado de derecho ambiental, a ser desarrollado en normas sectoriales.
Es evidente que la LGA no cubre todos los contenidos de cada espacio. Esto no tiene que ver con
que la ley deba ser reglamentada —aunque algunos de sus artículos necesiten de reglamentación—
pues de lo contrario muchas de sus reglas no resultarían operativas y en realidad, lo son. Estamos
ante una ley marco que deberá ser desarrollada desde otras leyes que se llaman "especiales" o
sectoriales, lo que no implica que las normas marco no tengan efecto directo. Ejemplifiquemos: la LGA
contiene referencias al acceso a la información, participación ciudadana, evaluación de impacto
ambiental, ordenamiento ambiental del territorio, educación ambiental, entre otros contenidos. Pues
bien, cada uno de esos ejes temáticos es abordado en la ley general con mandatos nucleares, textos
sucintos donde el legislador ahorra voces, quizá pensando en su posterior desarrollo, cuando
intervenga dictando normas —especiales o sectoriales— que terminen desplegando esos temas. Esto
no implica que los contenidos de la ley general no sean directamente operativos, y que no se los
aplique por los jueces. Basta en este sentido verificar la enorme cantidad de sentencias que han
adoptado directamente contenidos desde la propia ley. Pero el desarrollo legislativo por ley sectorial
posterior mejorará la gestión.
En la LGA hay normas que necesitarán de reglamentación, pero también hay otras —su mayor
parte— que serán operativas, aunque luego puede que queden sujetas a desarrollo por leyes
especiales. Vale, entonces, diferenciar lo que es desarrollo de lo que es reglamentación, pues los dos
conceptos no son coincidentes. Dejaremos para otro momento la cuestión del complemento, pues
esta es una relación entre diferentes órdenes y la analizaremos cuando nos aboquemos a la
complejidad vertical. Veamos algunos matices que existen entre ambos conceptos:
DESARROLLO REGLAMENTACIÓN
- En el caso del desarrollo estamos ante una actividad legisferante en dos - En el caso de la reglamentación, estamos ante una ley que
tiempos por el mismo orden jurídico parcial, y por el mismo órgano. Se reglamenta un derecho creando prerrogativas y obligaciones,
concatena la ley marco, en la que se define lo nuclear del mandato que regula que necesita de la precisión y del detalle del reglamento en
el derecho fundamental, con la ley sectorial que moldea los contenidos que algún tipo de contenido, a efectos de la aplicabilidad y
habían sido adelantados de manera genérica en la ley marco (108). efectividad del mandato del legislador(107).
- Cuando nos referimos a desarrollo legislativo estamos hablando de una
relación entre dos leyes (una marco y otra sectorial)(109).
- Cuando estamos ante la reglamentación, lo que se vincula
- En cuanto al órgano, en el caso del desarrollo legislativo interviene en es una ley y decreto (art. 99 inc. 2º CN).
ambos momentos el Congreso.
- En el caso de la reglamentación la vinculación es entre el
- En cuanto al objeto que se persigue en el caso del desarrollo es sustantivo. legislativo y el ejecutivo.
La diferencia está en que la ley marco al tener que abarcar todo el derecho
ambiental, en cada tema es escueta en su regulación, dejando para las normas - En el caso de la reglamentación el ejecutivo completa el
sectoriales el contenido concreto(110). contenido técnico, precisando aspectos necesarios para el
cumplimiento del mandato del legislador, pero sin regular la
- Ambos instrumentos legales resultan ser autónomos en independientes entre sustancia del derecho, pues esa es la tarea del legislador
sí. (conforme art. 28 CN).
La ley marco es directamente operativa por sí misma, y los operadores
pueden utilizar sus mandatos sin esperar que medie el desarrollo por la ley - La norma sujeta a reglamentación no resulta operativa hasta
sectorial. que el Ejecutivo dicte el decreto que contenga los institutos
necesarios para ponerla en funcionamiento.
(379)(380)(381)(382)
DESARROLLO REGLAMENTACIÓN
- La derogación de la primera no quita del mundo jurídico a la segunda, a - En caso de derogación o cambio de la ley siendo lo principal,
pesar de la vinculación que las une que obligará a redefinir los contenidos ello implica que el decreto reglamentario, como accesorio,
de las normas sectoriales si la ley general cambia. sigue la misma suerte.
Si uno repasa el texto de la LGA puede rápidamente hacer una nómina de normas que quedarán
sujetas a reglamentación y otras sujetas a desarrollo:
- Sistema Nacional Integrado de - Ordenamiento ambiental del territorio de los arts. 9º y 10 que instruyen elementos mínimos
información del art. 17. que sirven para desarrollar mediante ley sectorial el proceso.
- Sistema de toma de datos del mismo art. - Evaluación de impacto ambiental, de los arts. 11, 12 y 13 y que expresamente llaman al
17. desarrollo legislativo en el art. 12.
- Seguro ambiental del art. 22 de la LGA. - Educación ambiental del art. 15 que dispone expresamente la necesidad incorporar el tema en
los planes formales y no formales.
NORMAS SUJETAS A NORMAS SUJETAS A DESARROLLO POR LEY ESPECIAL
REGLAMENTACIÓN
Art. 2º.—
La política ambiental nacional deberá cumplir los siguientes objetivos:
a) Asegurar la preservación, conservación, recuperación y mejoramiento de la calidad
de los recursos ambientales, tanto naturales como culturales, en la realización de las
diferentes actividades antrópicas;
b) Promover el mejoramiento de la calidad de vida de las generaciones presentes y
futuras, en forma prioritaria;
c) Fomentar la participación social en los procesos de toma de decisión;
d) Promover el uso racional y sustentable de los recursos naturales;
e) Mantener el equilibrio y dinámica de los sistemas ecológicos;
f) Asegurar la conservación de la diversidad biológica;
g) Prevenir los efectos nocivos o peligrosos que las actividades antrópicas generan
sobre el ambiente para posibilitar la sustentabilidad ecológica, económica y social del
desarrollo;
h) Promover cambios en los valores y conductas sociales que posibiliten el desarrollo
sustentable, a través de una educación ambiental, tanto en el sistema formal como en el
no formal;
i) Organizar e integrar la información ambiental y asegurar el libre acceso de la
población a la misma;
j) Establecer un sistema federal de coordinación interjurisdiccional, para la
implementación de políticas ambientales de escala nacional y regional
k) Establecer procedimientos y mecanismos adecuados para la minimización de
riesgos ambientales, para la prevención y mitigación de emergencias ambientales y para
la recomposición de los daños causados por la contaminación ambiental.
Concordancias complementarias: Chaco: art. 3º ley 3964; Chubut: art. 5º ley XI-35 (antes ley 5439); Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: art. 27 Const. CABA; Córdoba: art. 3º, ley 7343 y art. 3º, ley 10.208; Formosa:
art. 6º, ley 1060; Jujuy: art. 4º, ley 5063; La Pampa: art. 2º, ley 1914; La Rioja: art. 13, ley 7801; Mendoza:
art. 3º, ley 5961; Neuquén, art. 2º, ley 1875; Río Negro: art. 1º, ley 2631; San Juan: art. 3º, ley 6634; San
Luis: art. 23 ley I-0648-2008; Santa Fe: art. 2º, ley 11.717 y art. 3º ley 13.924; Santiago del Estero: arts. 1º,
3º y 5º ley 6321; Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur: art. 6º, ley 55; Tucumán: art. 3º, ley
6253.
8. ART. 2º: LA POLÍTICA AMBIENTAL NACIONAL. COMENTARIO
La competencia administrativa ambiental suele confundirse entre dos ideas o conceptos que vale
la pena diferenciar, pues no son idénticos, y, además, poseen disímiles resoluciones en materia
competencial. Por un lado, aparece la competencia en materia de definición de políticas
ambientales, y por el otro la competencia en materia de ejecución administrativa del sistema global
normativo ambiental. Ya hemos visto que la política es el primer componente de la gestión del
ambiente. La ejecución administrativa se diferencia de ella pues se expresa mediante la actividad de
la administración o ejecución de las sanciones administrativas previstas por las normas (monitoreo,
control y comando, o subsidiariamente, la ejecución de sanciones administrativas previstas por las
normas).
Existen métodos a través de los cuales se formula la política ambiental, ya sea, mediante la
legislación, o normas administrativas. En este último caso el principal dispositivo será el planeamiento.
Esto hace que la política tenga diferentes jerarquías internas, según donde conste y quién la formule.
El instrumento, es decir, la forma, condicionará la trascendencia de la política. Muy diferente será
cuando ella tenga fuente en la Constitución, o instrumentos internacionales con jerarquía
constitucional, o supralegales, o en leyes nacionales, de cuando se aloje en decisiones de las
autoridades del Gobierno federal (decretos, resoluciones, planes) o cuando provengan de autoridades
de los órdenes autónomos (provincias o CABA), o sea producto de los ámbitos municipales.
Dice el legislador que "la política ambiental nacional deberá cumplir los siguientes objetivos" y
avanza en determinarlos. Dice Humberto Quiroga Lavié que la principal reserva de ley que debe
disponer el parlamento en el sistema republicano de gobierno es la adopción o definición de la política
que debe seguir el Estado en un determinado tema o materia puesto en debate: sea en el seno del
aparato estatal, sea en la sociedad. Si algo resulta indelegable por parte del "poder legislativo" son
las decisiones, y no las regulaciones. El Congreso de los Estados Unidos ha entendido como función
propia la de "formular políticas y establecer patrones" dejando a cargo de órganos seleccionados la
confección de reglas subordinadas para ser hechas dentro de los límites que les pone el Congreso.
Recuerda Quiroga Lavié que es la doctrina italiana la que ha acuñado el concepto de "directiva
constitucional" (la indirizzo costituzionale), para especificar la función de determinación de objetivos
de la política nacional, tanto a cargo del gobierno como a cargo del Parlamento (389).
Otro aspecto importante que ya hemos resaltado sobre este art. 2º LGA es que es una de las pocas
normas —junto a los arts. 9º y 10— que disponen de aspectos sustantivos. La ley 25.675 básicamente
es una ley instrumental y casi todos los artículos son normas de organización, solo puntuales artículos
componen normas de conducta; pero este art. 2º es el "responsable" de incorporar a la ley marco,
valores, principios y contenidos sustantivos en una ley que es ajena a estos aspectos. Referencias a
recursos naturales, culturales, participación ciudadana, sistemas ecológicos, diversidad biológica,
vienen a dotar de sustancia a una ley que básicamente se enfoca en los instrumentos estratégicos del
derecho ambiental argentino.
Analicemos el art. 2º en detalle. Tomaremos cada objetivo de política y los desmenuzaremos:
La jurisprudencia más clásica, el caso "Moro" incluía ambas nociones dentro del género ambiente
cuando decía: "Lo que trata de amparar la Constitución es el ambiente y las circunstancias donde se
desarrolla la vida del ser humano desde los elementos naturales básicos que la hacen posible, hasta
su legado histórico y cultural. El ambiente es un conjunto interrelacionado de componentes de la
Naturaleza y la cultura que dan fisonomía a la vida en el planeta..." aclara que "ambiente sano significa
no la salud física por ausencia de enfermedad, sino por el bienestar físico, mental y social, como
condición necesaria para el desarrollo del hombre y en el caso del medio ambiente lo sano es que no
afecte el desarrollo de la vida, ni que existan factores que puedan agredirla, sino que por el contrario
el ambiente conjunción de naturaleza y cultura, facilite la perfección y realización de la plenitud
humana..."(398).
Explica Valls que "Los recursos naturales son lo que le brinda la naturaleza. Existen sin la acción
del hombre, pero tampoco el hombre puede crearlos. Constituyen materia básica del desarrollo
económico y social y muchos de ellos son imprescindibles para la subsistencia de la especie humana.
En consecuencia hay una oferta original limitada y rígida por definición, frente a una demanda
creciente impulsada por el crecimiento explosivo de la humanidad y un progreso tecnológico que la
ha acelerado, aumentado y diversificado". En oportunidad de analizar el federalismo ambiental
(comentarios a los arts. 23/25) volveremos y profundizaremos estos aspectos.
El autor advierte que entre los problemas que plantea la regulación de los recursos naturales se
encuentra "la desigual distribución de los mismos en el espacio, lo que determina que tengan interés
en administrar un recurso, tanto el estado en que el mismo se encuentra como el que lo pretende
explotar, elaborar o comercializar, el consumidor y aún otros que detentan un recurso similar y quieren
condicionar los efectos de la competencia. No hay un sector económico o social interesado en
la totalidad de los recursos naturales. Diferentes sectores ocupan uno o más usos de uno o más
recursos o de parte de ellos"(399).
Respecto a los recursos culturales varios aspectos debemos señalar. La Convención de París de
1972 sobre Participación Cultural y Natural conceptualiza el patrimonio cultural como "los documentos,
obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter
arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal
excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; los Conjuntos: grupos de
construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un
valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; los Lugares:
obras del ser humano u obras conjuntas del ser humano y la naturaleza así como las zonas incluidos
los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico,
estético, etnológico o antropológico" (art. 1º).
"Lybdek V. Prott" (jurista, jefe de la Sección de Normas Internacionales en la División de Patrimonio
Cultural de la UNESCO) explica que "el elemento más visible del patrimonio cultural es el patrimonio
tangible. Se compone de los bienes inmuebles, como son los monumentos, edificios, lugares
arqueológicos, conjuntos históricos, y los elementos 'naturales', como los árboles, grutas, lagos,
montañas y otros, que encarnan importantes tradiciones culturales, y los bienes muebles, que
engloban las obras de arte de cualquier tipo de cualquier material, los objetos de interés arqueológico,
los que reflejan técnicas tal vez desaparecidas y los objetos de la vida cotidiana, como pueden ser los
utensilios, los vestidos y las armas. A esta larga lista, hay que añadir el patrimonio intangible, que
constituye el patrimonio intelectual: es decir, las creaciones de la mente, como la literatura, las teorías
científicas y filosóficas, la religión, los ritos y la música, así como los patrones de comportamiento y
culturales que se expresan en las técnicas, la historia oral, la música y la danza. Es posible conservar
trazas materiales de este patrimonio en los escritos, las partituras musicales, las imágenes
fotográficas o las bases de datos informáticas, pero no resulta tan fácil cuando se trata, por ejemplo,
de un espectáculo o de la evolución histórica de un determinado estilo de representación o de
interpretación. Por esto, los legisladores están tratando de añadir a los textos ciertos cambios
importantes en lo que respecta a la protección de la integridad de las ideas creadoras y de los
derechos generados por los espectáculos. Finalmente, la información es un componente esencial del
patrimonio, ligado a todos los demás: saber cómo, cuándo y por quién ha sido utilizado un instrumento
musical enriquece nuestra comprensión del contexto humano del que procede. La transmisión de este
tipo de información es tan importante como la del propio objeto al que se refiere"(400).
Explica Néstor Cafferatta que "aun cuando la expresión 'patrimonio cultural' ha sido generalizada
en la legislación de distintos países americanos abandonando otras más antiguas como 'tesoro
cultural de la Nación' (Bolivia, Guatemala) o 'monumentos históricos' (Chile, Perú), algunos Estados
han optado por utilizar, con idéntico sentido, el término 'patrimonio' incorporándole adjetivos como
'artístico' (Ecuador), 'histórico-artístico' (Brasil, Colombia, Venezuela) o 'histórico, artístico y cultural'
(Uruguay). En Argentina, algunas constituciones provinciales, en sus reformas producidas en la
década de los 80, incorporaron el término patrimonio cultural (artículo 65, Constitución de Córdoba,
1987; artículo 65, Constitución de Jujuy, 1986; artículo 56, Constitución de La Rioja, 1986 y artículo
51 Constitución de Salta, 1986)"(401).
En el sistema interno, la ley 12.665 crea "la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de
Bienes Históricos", continuadora de la "Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares
Históricos" disponiendo la intervención de la misma cuando exista algún tipo de posible intervención
sobre bienes del patrimonio cultural del país.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación se ha referido al tema en el leading case Z. 39. XLVI.
R.O. "Zorrilla, Susana y otro el EN - PEN s/expropiación - servidumbre administrativa", sentencia del
27/8/2013. En el mismo, se ha caracterizado el patrimonio cultural como integrativo del ambiente y
sujeto a preservación estricta. Se ha dicho allí: "9º) Que el patrimonio cultural de una nación preserva
la memoria histórica de su pueblo y, en consecuencia, resulta un factor fundamental para conformar
y consolidar su identidad. Es por ello que su tutela por parte del Estado adquiere vital importancia
puesto que permite preservar los testimonios de civilizaciones pasadas y presentes, los que resultan
indispensables puntos de referencia de toda sociedad a la hora de programar sus proyectos sociales
futuros. 10) Que la necesidad de resguardar ese legado fue recogida por los constituyentes de 1994
quienes en el art. 41 de la Constitución Nacional expresamente establecieron como obligación de las
autoridades federales la de proveer a la '...Preservación del patrimonio natural y cultural y de la
diversidad biológica...'. La trascendencia de la cuestión fue puesta de manifiesto por la convencional
Rovagnati al señalar que '...es así que el patrimonio cultural constituye historia y sería oportuno
recordar a Alfred Weber, cuando decía que 'nuestro mundo se haría espiritualmente pedazos si
renunciara a orientarse en el espíritu de lo antiguo'. Por esta razón las manifestaciones del paisaje
urbano, el arte y todas las expresiones culturales, deben ser garantizadas a todos los habitantes y a
las generaciones futuras, porque constituyen elementos imprescindibles que hacen a la calidad de la
vida...' (Convención Nacional Constituyente, 13a Reunión - 3a Sesión Ordinaria (Continuación), 20 de
julio de 1994; pág. 1619). 11) Que la preocupación por la protección del patrimonio cultural también
aparece receptada en la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural
acordada por la UNESCO en 1972 (y aprobada por la ley 21.836) en la que se destacó que el
patrimonio cultural y el patrimonio natural se encuentra cada vez más amenazado de destrucción no
solo por las causas tradicionales de deterioro sino también por la evolución de la vida social y
económica que las agrava con fenómenos de alteración o de destrucción aún más temibles. Por tal
motivo, los Estados partes al suscribir ese instrumento reconocieron su obligación de identificar,
proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a generaciones futuras el patrimonio cultural y natural
situado en su territorio (conf. artículo 4º) y en razón de ello se comprometieron: a adoptar una política
general encaminada a atribuir al patrimonio cultural y natural una función en la vida colectiva y a
integrar la protección de ese patrimonio en los programas de planificación general; a instituir servicios
de protección, conservación y revalorización del patrimonio cultural y natural; a tomar las medidas
jurídicas, científicas, técnicas, administrativas y financieras adecuadas para identificar, proteger;
conservar, revalorizar y rehabilitar ese patrimonio (conforme artículo 5º incs. a], b] y d]). 12) Que,
finalmente, dentro del marco jurídico de protección del acervo cultural corresponde mencionar a la ley
25.197, que fijó el Régimen del Registro de Patrimonio Cultural, definió al patrimonio cultural argentino
como aquel integrado por 'todos aquellos objetos, seres o sitios que constituyen la expresión o el
testimonio de la creación humana y la evolución de la naturaleza y que tienen un valor arqueológico,
histórico, artístico científico o técnico excepcional' (artículo 2º). Asimismo, caracterizó a los 'bienes
culturales histórico artísticos' como todas las obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la
naturaleza, de carácter irreemplazable, cuya peculiaridad, unidad, rareza y/o antigüedad les confiere
un valor universal o nacional excepcional desde el punto de vista histórico, etnológico o antropológico,
así como las obras arquitectónicas, de la escultura o de pintura y las de carácter arqueológico".
Como vemos, tanto los recursos naturales como los culturales expresan dos vectores que
componen el concepto de ambiente. "Lo natural" agrupando sistemas ambientales como el agua, el
suelo, el aire, la flora, la fauna; "Lo cultural" conformado por esos objetos seres o sitios que son la
expresión de la creación humana y la evolución histórica del país (la definición sigue la cita de la Corte
en autos "Zorrilla" cuando se refiere a la ley 25.197, que fijó el Régimen del Registro de Patrimonio
Cultural).
En nuestra Constitución Nacional, aparecen menciones a ambos aspectos: en cuanto a los
recursos naturales el art. 124 reconoce el dominio originario de las provincias sobre ellos. En cuanto
al patrimonio cultural el art. 75.19 establece la competencia del Congreso Federal para regular leyes
que "protejan la identidad y pluralidad cultural, la libre creación y circulación de las obras del autor".
Por la vía del art. 75.22 y los convenios internacionales que han sido elevados a jerarquía
constitucional aparecen también menciones sobre este aspecto, sobre todo en el Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Explica Martínez Preciado que nuestra Carta Magna incorpora una serie de normas que ordenan
la tutela jurídica efectiva del patrimonio cultural como derecho humano fundamental. Por ello, la
consideración aislada en relación con la protección de bienes culturales debe superarse. Es
impostergable cumplir con el mandato constitucional, provocar la iniciativa de reformas normativas y
lograr una instrumentación jurídica integral. Entonces, la idea central es poner el énfasis en la
protección del patrimonio cultural, histórico y social y enunciar como desafío al que se enfrente hoy la
problemática: el de la ausencia de legislación de presupuestos mínimos en la materia, ello porque
hasta ahora la preocupación por salvaguardar el patrimonio cultural no se ha instrumentado
jurídicamente de manera uniforme en nuestro país. Una norma de presupuestos mínimos podría
darles un régimen propio y unitario(402).
En el resto de la ley hay menciones variadas a los dos conceptos. Repasemos cada una en la
siguiente enumeración.
La voz "Recursos ambientales" es utilizada en los siguientes artículos:
- art. 2.a donde se menciona el género y los dos componentes;
- segundo párrafo art. 7º en referencia a la efectiva contaminación de "recursos ambientales
interjurisdiccionales" en materia de competencias judicial;
- art. 10 dos menciones en el proceso de ordenamiento ambiental, la primera cuando se dispone
como pauta fundamental "uso ambientalmente adecuado de los recursos ambientales" y la segunda
entre los principios que se enumeran, en el inc. a) aparece "la vocación de cada zona o región en
función de los recursos ambientales...";
- Anexo I que contiene el "Acta Constitutiva del Consejo Federal de Medio Ambiente" incluye varias
menciones a recursos ambientales, entre los considerandos cuando dice "Que los recursos
ambientales deben ser aprovechados de manera que se asegure una productividad óptima y
sostenida, con equilibrio e integridad" y entre los objetivos cuando se dispone "Formular políticas de
utilización conservante de los recursos del medio ambiente" (inc. 3º), "Fijar y actualizar los niveles
exigidos de calidad ambiental y realizar estudios comparativos, propiciando la unificación de variables
y metodologías para el monitoreo de los recursos ambientales en todo el territorio nacional" (inc. 9º).
La voz "Recursos naturales" es utilizada en los siguientes artículos:
- art. 2.d);
- art. 4º (en los principios de sustentabilidad y cooperación);
- art. 14 en el concepto de "Educación ambiental".
La voz "cultura" aparece mencionada, además, de este art. 2.a en:
- art. 10 en el marco del ordenamiento ambiental se mencionan los "aspectos... culturales", entre
otros.
- art. 18 en relación con el Informe Anual sobre el Estado del Ambiente incorpora como contenido
un análisis y evaluación sobre el estado de la sustentabilidad ambiental en lo ecológico, económico,
social y cultural de todo el territorio nacional.
Coincidentemente con este objetivo la sentencia de la Corte en autos "Mendoza
Beatriz"(403) impone como orden para la actuación frente al daño ambiental "primero la prevención,
luego la recomposición y, en ausencia de toda posibilidad, se dará lugar al resarcimiento (art. 28, ley
citada)". Es la prevención de los daños al ambiente la que obliga al dictado de "decisiones urgentes,
definitivas y eficaces" en palabras de la propia Corte en la sentencia del 8/7/2008, en ese mismo caso
"Mendoza Beatriz"(404). En cambio, en la gestión del ambiente, actividad más amplia que la que puede
abarcar la jurisdiccional, emergen todos estos mandatos respecto al entorno, esté alterado o no. Por
ello, este primer inciso es el que debe disciplinar las acciones de gestión.
8.4. "d) Promover el uso racional y sustentable de los recursos naturales", el uso
racional de los recursos naturales
El presente objetivo se inscribe en la interrelación entre sistemas ambientales y recursos naturales.
En la primera noción, la lógica que se persigue es la de identificar los procesos biológicos, ecológicos
que permiten la vida (del ser humano si la posición es antropocéntrica) en el planeta. En la segunda,
el énfasis está en la satisfacción de necesidades mediante el uso lo que otorga valoración económica.
Son dos cuestiones que —como hemos explicado— funcionan en paralelo, en diferentes espacios,
pero relacionados, porque el uso que se haga de los recursos naturales puede comprometer los
sistemas ambientales con externalidades negativas, impidiendo que ellos generen las condiciones
para la "vida". Es por este motivo que la disciplina ingresa en el espacio de la gestión del uso de los
recursos naturales y libra una batalla allí, enfocando el "uso" como "sustentable" o "racional" que son
las voces que utiliza el constituyente en el segundo párrafo del art. 41 CN.
En este punto, la LGA aborda la interrelación entre uso de los recursos naturales, ambiente y
sostenibilidad. Los primeros son el marco topográfico de intervención de la regulación ambiental,
siendo el tercero el objetivo final que excede a todos ellos. Agrega el legislador que el uso deberá ser
no solo racional como pretende el constituyente (segundo párrafo art. 41 CN) sino sostenible. Queda
claro que la política ambiental podrá referirse a los recursos naturales, a pesar de que las provincias
detenten el dominio originario sobre ellos (art. 124 CN). Lo podrá hacer siempre que esté dirigida a
promover su uso racional y sostenible. En la medida en que exceda dicho mandato será inválida la
intervención nacional sobre bienes de pertenencia local.
Volveremos sobre este apartado en oportunidad de analizar el sistema federal ambiental, donde la
cuestión del dominio originario de las provincias respecto a los recursos naturales será central.
8.5. "e) Mantener el equilibrio y la dinámica de los sistemas ecológicos". El ambiente
como bien complejo, compuesto de sistemas
Ludwig von Bertalanffy dice que un sistema puede ser definido como un complejo de elementos
interactuantes. Interacción significa que elementos p están en relaciones, R, de suerte que el
comportamiento de un elemento p en R es diferente de su comportamiento en otra relación R'. Si los
comportamientos de R y R' no difieren, no hay interacción, y los elementos se comportan
independientemente con respecto a las relaciones R y R'(410).
Recuerda Niklas Luhman que en la física se ha llegado a la comprensión de que el universo es un
sistema cerrado, que no puede aceptar ningún tipo de input de orden que no esté contenido en él
mismo y que allí la ley de la entropía es inexorable. Pero si esto es válido para el mundo físico, no lo
es, sin más, para el orden biológico ni el social. De aquí que la cerradura física del universo se negara
como un fundamento representativo de otros órdenes. Entonces se pensó que estos sistemas distintos
tendrían que ser fundamentalmente abiertos, capaces de desarrollar neguentropía. Este ser abiertos
explicaba el esfuerzo los organismos (si se piensa en la biología) por sobreponerse, aunque fuera
parcialmente, a la ley entrópica del universo. Apertura significó comercio con el entorno tanto para el
orden biológico como para los sistemas orientados hacia el sentido (sistemas psíquicos, sistemas
sociales...). Surgió así un nuevo énfasis en el modelo: el intercambio. Para los sistemas orgánicos se
piensa en intercambio de energía, para los sistemas de sentido en intercambio de información. Estos
sistemas, por decirlo de alguna manera, interpretan el mundo (bajo la disposición de la energía o de
la información) y reaccionan conforme a esa interpretación. La entropía obliga a que los sistemas
establezcan un proceso de trueque entre sistema de entorno(411).
Con el crecimiento del valor económico de estos productos que la naturaleza brinda al ser humano
para satisfacer sus necesidades, se mejoraron las técnicas de explotación. En este estado, poco
tiempo tardamos en ver efectos de esta expansión del ser humano sobre el entorno en el ámbito de
la economía, la sociología, la política, y el derecho. Así las diferentes culturas dialogan con estos
elementos de diverso modo. En un primer momento los recursos y la naturaleza resultan cosas que
en economía carecen de valor económico y se representan como elementos pasivos, atento que en
esa lógica se los piensa como no sujetos a agotamiento, ni "activos" en el sentido de que puedan
provocar acciones o efectos por sí mismos.
Tomamos el análisis sistémico de Luhman adquirido de la cibernética y conocido como black
box. El mismo, renunciando a la simplificación matemática designa que no es posible conocer, por
compleja, la parte interior del sistema, y que solo se pueden analizar las regularidades de sus
relaciones externas. A partir de allí es posible deducir un mecanismo que aclare cómo reacciona el
sistema a determinados inputs que se desarrollan bajo condiciones específicas. Solo por medio de la
observación de las regularidades externas es posible acceder a las estructuras del sistema. Como se
puede observar, el modelo black box es totalmente afín a una teoría estructural de sistemas, y,
además, logra deshacerse de la imagen rígida del modelo de máquina, al poner más bien la mirada
en las interacciones input/output(412).
Hemos hecho esta introducción porque el bien jurídico ambiente es un bien complejo porque se
compone de sistemas. Los sistemas son cinco: aire, agua, suelo, flora, fauna. A ellos se les agrega
un sexto: el patrimonio natural y cultural. Es un bien que no se corresponde con las concepciones
clásicas que regulaban las Constituciones o las normas de derecho civil. Estamos en presencia de
componentes de un sistema y no de bienes individualizables en términos clásicos. Los recursos
naturales formarán parte del menú, pero desde otro punto de vista, como elementos de segundo
grado, porque ese concepto sí se entronca con la noción de bienes y patrimonio. La realidad es que
el bien jurídico ambiente no se compone ni de bienes particulares ni de dominio público, ni privados,
o cosas sin dueño res nulius, ni de aguas de dominio público o privado, o ríos, mar, o costa, o una
especie de flora o fauna. No se protege al ambiente como un bien individual particularizado. La
protección estará enfocada en los sistemas sobre los que esas cosas pueden generar externalidades
negativas, como componentes de un bien colectivo. De allí es que este apartado represente uno de
los más trascendentes del art. 2º, pues es aquel en que el legislador presente al bien jurídico como
complejo, compuesto por sistemas (los mencionados). Estos aspectos componen la noción de
ambiente hacia dentro. Hacia afuera, el ambiente es un bien colectivo, aspecto sobre el que
volveremos más adelante.
De todos modos, es importante saber que estamos ante un bien de bisoñas características:
- complejo (sistémico),
- colectivo,
- indisponible,
- indivisible para los beneficiarios,
- de uso común,
- de uso sostenible,
- con un régimen jurídico específico,
- administración transtemporal,
- administración participativa,
- no exclusión de beneficiarios.
Consideremos el primer aspecto. El ambiente resulta ser un bien jurídico complejo, pues sintetiza
varios sistemas dentro de sí. La clásica técnica decimonónica que dividía las "cosas" en "categorías"
en esta disciplina tendrá un lugar secundario, pues primariamente el bien se compone de "sistemas",
conformando estructuras, inmersas en "entornos", todo lenguaje estructuralista. Estos sistemas que
ya hemos enumerado (los abióticos el aire, agua, suelo; los bióticos la flora y la fauna; los sociales el
patrimonio natural y cultural) conforman diferentes estructuras que se pueden resumir en dos
enfoques: ambiente urbano y ambiente natural.
Este carácter ha sido advertido por otros autores como Martín Mateo que lo llama "espacialidad
singular" y lo define del siguiente modo: "los imperativos ecológicos hacen que el ámbito espacial de
las actuaciones administrativas venga dado en función del marco más o menos impreciso en que
tienen lugar los mecanismos de emisión-transporte-inmisión. Este ámbito puede ser mayor o menor
según los subsistemas que se acoten dentro del sistema general, delimitándose así los contornos
imprescindibles para que la acción administrativa sea eficaz. Así, por ejemplo, tratándose del sistema
de las aguas cabe aludir a un sistema global terrestre que servirá de base al control de la polución
con contaminantes persistentes del tipo de insecticidas o de los compuestos mercuriales. Cabe
también circunscribir una estrategia de defensa de ciertos mares, como el Mediterráneo o de
subsistemas hidrológicos continentales, pero por debajo de los últimos niveles, es decir del último
subsistema acotable, la acción administrativa resulta inviable, de nada vale, por ejemplo intervenir en
la defensa de un sector de un curso de agua o de un afluente si se tolera la contaminación en el resto
de las masas de agua directamente interrelacionadas. Sucede que este tipo de sistemas y
subsistemas naturales, no se solapa estrictamente con los sistemas sociales que dan lugar a
organizaciones político-administrativas dotadas de imperium, propio o derivado. De aquí que el
derecho ambiental ponga en entredicho, a diferencia de lo que sucede con otros derechos, los
dispositivos organizatorios generales: nacionales, subnacionales, adoptados en estos momentos por
la humanidad"(413).
En este sentido, la complejidad del bien jurídico implica también pensarlo en diferentes estratos y
escalas. Como expresa Lorenzetti(414), existe un macro bien llamado ambiente que congloba la idea
que otros autores denominan biósfera. Ese es el objeto final de protección. Es un problema común a
la humanidad, que excede incluso al derecho internacional clásico y que podríamos verlo como de
responsabilidad de toda la comunidad de países. Es una escala de macro bien que corresponderá a
la preocupación de lo que hemos denominado derecho ambiental total. A continuación, podemos
pensar en problemas puntuales comunes a los Estados: capa de ozono, cambio climático,
contaminantes orgánicos persistentes, derrames de hidrocarburos, etc. Esto se puede identificar como
propuestas puntuales del derecho ambiental internacional. Pero ya ingresando en un espacio
particular como la Argentina podemos encontrar la complejidad del bien jurídico expresada en las
diversas escalas de conflictividad ambiental.
El ambiente como bien jurídico ha sido creado para evitar la pauperización de la biósfera que
contiene las condiciones para que la vida humana se desarrolle en el planeta. En un segundo nivel de
análisis —a efectos de comprender el diálogo interno de los componentes de cada sistema— se puede
verificar la presencia de objetos de regulación de las clásicas disciplinas a los que sí se les dará una
visión clásica. No está pensada la disciplina para proteger los bienes de los ciudadanos, su propiedad,
su salud individual, sino de un modo reflejo, porque el primer plano se posa sobre ese conglomerado
de circunstancias únicas que han permitido el advenimiento de la vida humana. La visión clásica
respecto a los elementos que componen el sistema jurídico era válida para esquemas económicos
productivistas y desarrollistas, emparentados primero con el derecho civil y luego con el derecho de
los recursos naturales, disciplinas que ponen foco en los modos e instrumentos de explotación de los
componentes de la naturaleza que son los recursos naturales.
Como vemos en el diagrama, los componentes primarios del bien jurídico ambiente son sistémicos.
Los análisis de base de la disciplina siguen esta lógica. Pensemos un ejemplo: en el momento de
habilitar una industria, se miden sus vuelcos de efluentes (líquidos y gaseosos) para analizar la
interacción (impacto) sobre los sistemas agua, aire, suelo, flora fauna; no respecto a las aguas de
dominio público, o privado, cosas muebles o inmuebles. Lo que interesa al derecho ambiental es la
dinámica de los sistemas, que en algunos casos pueden soportar determinada carga de
contaminantes y en otros más o menos. Los aspectos centrales radican en conocer preventivamente
el efecto que esos actos del ser humano provocarán sobre los elementos que provocan las
condiciones que hacen del entorno de la vida idóneo para alojarla.
En un segundo nivel de análisis el derecho ambiental ingresará a conocer los elementos
decimonónicos de la disciplina, y en ese momento la lógica que abrazará proviene del derecho clásico,
primero público, pero también privado.
Como bien dice Ramón Martín Mateo, "el derecho ambiental tiene implicaciones y manifestaciones
de derecho privado, pero su meollo es fundamentalmente público, se impone directamente por el
Estado, en cuanto regulador de las relaciones del ser humano con su entorno y no de los sujetos
privados entre sí. Por lo tanto —explicaba el maestro— tiene manifestaciones autoritarias y su
desacato puede ser objeto de importantes represiones administrativas y penales"(415).
Son varias las constituciones que han reconocido al ambiente como bien complejo, compuesto de
sistemas. Si uno observa la Constitución suiza de 1971, en su art. 24, dispone que "la Confederación
legisla la protección del hombre y de su medio ambiente" en una clara referencia a un bien
complejo que se compone de sistemas que rodean la vida humana. Lo mismo para su versión de
Bulgaria de 1971 la que en su art. 31 se refiere a "la protección y la salvaguarda de la naturaleza y de
las riquezas de las aguas, del aire y del suelo, así como de los monumentos de la cultura". La
Constitución de Yugoslavia de 1974 en su art. 85 se refiere al "suelo, los bosques las aguas los cursos
de agua, el mar y las costas y las riquezas mineras y otros recursos naturales los bienes de uso
común así como los bienes inmuebles y otros objetivos del interés general de una especial protección
y su uso ha de ajustarse a las condiciones y modalidades prescritas por la ley". En la Constitución de
Panamá de 1972 la referencia es a la "conservación de las condiciones ecológicas, previniendo la
contaminación del ambiente y el equilibrio de los ecosistemas".
Raúl Brañes explicaba que el ambiente debe ser entendido "como un sistema, vale decir, como un
conjunto de elementos que interactúan entre sí, pero con la precisión de que esas interacciones
provocan la aparición de nuevas propiedades globales, no inherentes a los elementos aislados, que
constituyen el sistema. Esto implica, por otra parte, que el amiente debe ser considerado un todo, o
como también suele decirse holísticamente (del griego holos, todo). El ambiente de un
sistema humano no puede ser conceptuado sólo como un conjunto de variables que interactúan
directamente con dicho sistema, sino como otro sistema, 'sistema del ambiente' que se integra con
tales variables, pero también aquellas que interactúan con las mismas variables. Así habrá variables
que interactúan directamente con esa sociedad humana y también habrá variables que influyan
indirectamente"(416).
Ricardo Lorenzetti enseña que una primera diferencia que hay que efectuar es entre el derecho al
medio ambiente adecuado, que es un derecho subjetivo que tienen las personas y la tutela del
ambiente, que se concentra en el bien colectivo. La primera es una idea antropocéntrica y previa al
paradigma ambiental, porque mira la totalidad desde el sujeto; la segunda es una noción geocéntrica,
concentrada en el bien colectivo y típica del ambientalismo. Y afirma —algo que hemos adelantado—
que debemos distinguir entre el "macro-bien" y los "micro-bienes". Como tal, estamos ante un sistema,
lo cual significa que es más que la interacción de todas ellas. Los micro bienes, son partes del
ambiente, que en sí mismo tiene características de subsistemas, que presentan relaciones internas
entre sus partes y relaciones externas con el "macro-bien"; en esta categoría subsumimos la fauna,
la flora, el agua, el paisaje, los aspectos culturales, el suelo, etc.(417).
8.7. "g) Prevenir los efectos nocivos o peligrosos que las actividades antrópicas
generan sobre el ambiente para posibilitar la sostenibilidad ecológica, económica y
social del desarrollo", el control sobre las actividades antrópicas
Este objetivo se enfoca en varios conceptos: prevención, externalidades de las actividades
antrópicas y efectos nocivos o peligrosos. Tanto el principio preventivo —que se aloja entre la nómina
del art. 4º LGA—, como las actividades antrópicas a las que la ley les dedica un instrumento específico
("El sistema de control sobre el desarrollo de las actividades antrópicas") en el art. 8º LGA son
conceptos que profundizados en esos apartados.
Sucintamente diremos respecto a ambos que, en cuanto a la prevención, el derecho ambiental es
básicamente una disciplina preventiva (proactiva la llama Ricardo Lorenzetti(431)). La elección de este
principio, elevándolo a objetivo general de política, no ha sido ni arbitraria ni casual, sino que obedece
a la posibilidad de ingresar un componente del sistema que se comprende con la faz más importante
de actuación del derecho ambiental: la anticipación, piedra fundamental de la disciplina desde sus
albores.
El ejercicio del poder de policía ha tenido un derrotero que se puede ver como evolución. En un
primer momento se aplicó sobre los derechos individuales, con base en la relatividad de los mismos,
comportando una facultad del Estado de reglamentación que expresaba los parámetros políticos del
primer Estado, el clásico modelo que responde al sistema económico liberal, con un formato
minimalista de funciones básicas (moral, salud, y buenas costumbres). Con el advenimiento del
Estado de Bienestar y los derechos económicos sociales y culturales (DESC, en adelante) cobran luz
las obligaciones prestacionales para satisfacerlos y se produce una primera evolución. El tercer
perfeccionamiento se da con el advenimiento del derecho al ambiente como derecho económico,
social, cultural y ambiental (DESCA, en adelante(432)), alojado en la tercera edad del constitucionalismo
y del Estado —por la novedad de protección de bienes colectivos, satisfaciendo intereses
plurindividuales de matriz social—. Este nuevo poder de policía compondrá el círculo externo del
ejercicio de los derechos individuales. En este sentido, el ejercicio regular de la propiedad, de la
industria, será lícito en tanto y en cuanto se amolde a las pautas de poder de policía ambiental. Surgen
así, la licencia ambiental, los principios del nuevo poder de policía, entre otros aspectos. Lorenzetti lo
describe como la "función ambiental de los derechos subjetivos"(433).
Existen en algunas constituciones latinoamericanas, referencias expresas al poder de policía
ambiental, es decir, la habilitación por la Administración para disponer de limitaciones a los derechos
individuales en clave o "función ambiental". Este tipo de prescripciones se pueden verificar por primera
vez en el Acta Constitucional de Chile de 1976, que más tarde fue reproducida en la Constitución de
1980 de ese país, donde se dice que "la ley podrá establecer restricciones específicas de
determinados derechos o libertades para proteger el medio ambiente" (art. 19). Este modelo fue
seguido por Ecuador, donde por reforma de 1983 se incorporó una disposición similar a la de la
Constitución de 1979 (coincidentemente, también en su art. 19), lo que terminó siendo modificado por
las actuales arts. 71 y 72 de la Constitución de 2008. Respecto de la función ambiental de la propiedad
existen también normas específicas en algunas constituciones como la de Chile de 1980, donde se
prescribe que la ley establecerá las limitaciones y obligaciones que deriven de la "función social" de
la propiedad, agregando que esta función comprende, entre otras cosas, las exigencias de "la
conservación del patrimonio ambiental" (art. 24). Siguiendo esta línea la Constitución colombiana de
1991 establece que "la propiedad es una función social que implica obligaciones", especificando que
"como tal, le es inherente una función ecológica" (art. 8º). Pero, las restricciones al ejercicio de ciertos
derechos fundamentales cuando ello sea necesario para la protección del medio ambiente, no se
limitan solo al ejercicio del derecho de propiedad. Ellas comprenden también, entre otras, las
restricciones a la llamada "libertad económica" o "libertad de trabajo" o "libertad de industria y
comercio". Tales restricciones eran autorizadas por razones de "interés social", fórmula amplia que
permitía incluir dentro de ella las razones "ambientales". En la actualidad, la Constitución venezolana
de 1999 es explícita en este sentido, cuando establece en su art. 112 lo siguiente: "Todas las personas
pueden dedicarse libremente a la actividad económica de su preferencia, sin más limitaciones que las
previstas en esta Constitución y las que establezcan las leyes, por razones de desarrollo humano,
seguridad, sanidad, protección del ambiente u otras de interés social...". Antes, la Constitución
colombiana de 1991 había prescrito que "la ley delimitará el alcance de la libertad económica cuando
así lo exijan el interés social, el ambiente y el patrimonio cultural de la Nación" (art. 333)(434).
Vayamos a la única novedad que tiene este inciso y que no se repite en el resto de la ley: la noción
de "efectos nocivos o peligrosos". Existen los que Martín Mateo denomina "antecedentes
rudimentarios" de la figura, en la Edad Media y ordenanzas municipales que prevén usos de suelo.
Se menciona en varios trabajos como antecedente más importante en Francia el decreto de 15 de
octubre de 1810 relativo a las "Manufacturas y talleres insalubres, incómodos o peligrosos", el que
sentó las bases de la legislación actual y tras su modificación en 1815 se mantuvo en vigor hasta la
ley de 1917 que sirve de cuadro básico de la legislación del ramo. El régimen clasifica los
establecimientos según su mayor o menos perturbación potencial. Los establecimientos autorizados
quedan sujetos a control permanente(435).
José Esteve Pardo cuenta la historia en España de la licencia por el "Reglamento de actividades
clasificadas" (RAC) que reconoce su antecedente en el llamado RAMINP ("Reglamento de Actividades
molestas, nocivas, insalubres y peligrosas" que data de 1961). Su nombre se puede asimilar a la idea
que plantea este inciso de la Ley General del Ambiente; es decir, la intervención del Estado licenciando
las actividades que pueden tener potencial peligroso o nocivo. Comenta el autor español que, a pesar
de ser una norma de rango reglamentario e inferior, la misma ha tenido gran relevancia si se atiende
sobre todo a tres circunstancias: la primera, su dilatada vigencia en el tiempo que llega hasta los
momentos presente; la segunda, su ámbito general de aplicación con la pretensión de abarcar todas
las actividades antrópicas con incidencia ambiental; la tercera, su amplia y reiterada aplicación por los
Ayuntamientos, protagonistas absolutos del sistema de intervención administrativa que esta norma
instaura. La intervención de la RAC no es otra que la conocida licencia, noción que se integra a la
más genérica de autorización. La autorización presupone el reconocimiento previo de un derecho del
solicitante a desarrollar la actividad y la intervención de la Administración que se concentra en verificar
si la propuesta se ajusta a las exigencias de la normativa existente (436).
En el derecho provincial, por ejemplo, la Provincia de Buenos Aires posee la ley 11.459 dictada en
1993 y que se ocupa de regular el procedimiento administrativo para que los particulares logren la
"habilitación ambiental" de las industrias. Se instaura, así como obligatorio, un procedimiento de
Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), el que, en caso de terminar satisfactoriamente, permitirá a la
industria contar con el certificado de aptitud ambiental y así funcionar. Viene el mismo a modificar el
decreto de facto 7229/1966 que era el que se ocupaba de la habilitación de las industrias en el ámbito
provincial. Es interesante la ley 11.459 —norma se dicta a fines del año 1992 como respuesta a los
nuevos aires de Río 1992— porque es anterior a la reforma constitucional federal (art. 41 CN) y
provincial (art. 28 CPBA). Además, vale la pena recordar que en 1995 se dicta en esa provincia la ley
11.723 General del Ambiente, con lo que se cierra el ciclo para reconsiderar las pautas de habilitación
de las actividades antrópicas, sean o no industrias. En cuanto a su implementación, la ley 11.459 tuvo
su primer dec. regl. 1601/1995 el que fue modificado luego para poner en funcionamiento pleno por
el dec. 1741/1996. Como vemos recién 3 años después se completa la estructura funcional en esa
provincia. A los fines de dicha ley "se entenderá por establecimiento industrial a todo aquel donde se
desarrolla un proceso tendiente a la conservación, reparación o transformación en su forma, esencia,
calidad o cantidad de una materia prima o material para la obtención de un producto final mediante la
utilización de métodos industriales". La noción de establecimiento industrial de la ley muta por la
de actividades industriales en el decreto reglamentario, lo que denota la intención de ampliar el
concepto a efectos de comprender más casos sujetos a control por la autoridad ambiental mediante
este procedimiento(437).
Finalmente, el objetivo se dirige a un concepto complejo de sostenibilidad, que se engloba en lo
que hemos descripto en el capítulo 1 como desarrollo sostenible y que contáramos desde el esquema
de los círculos concéntricos. Si seguimos dicho aporte justamente cada una de las variables que
deben quitar el sueño al operador de la sostenibilidad, se concatenan con cada una de las directrices
que aloja este inciso: sostenibilidad ecológica, económica y social.
8.8. "h) Promover cambios en los valores y conductas sociales que posibiliten el
desarrollo sustentable, a través de una educación ambiental, tanto en el sistema
formal como en el no formal", el rol esencial que le da el legislador a la educación
ambiental
Este objetivo se dirige a la educación ambiental, instituto al que la ley le dirige los arts. 14 y 15. Ella
es el puente para lograr valores en las generaciones futuras. Recordemos que la propia ley define a
la educación ambiental como un "proceso continuo y permanente, sometido a constante actualización
que, como resultado de la orientación y articulación de las diversas disciplinas y experiencias
educativas, deberá facilitar la percepción integral del ambiente y el desarrollo de una conciencia
ambiental" (art. 14 LGA). Nos remitimos al comentario de dichos artículos para profundizar la figura.
Art. 3º.—
La presente ley regirá en todo el territorio de la Nación, sus disposiciones son de orden
público (operativas)(445)y se utilizarán para la interpretación y aplicación de la legislación
específica sobre la materia, la cual mantendrá su vigencia en cuanto no se oponga a los
principios y disposiciones contenidas en ésta.
Concordancias complementarias: Buenos Aires: art. 1º, ley 11.723; Chaco: art. 7ºley 3964; Chubut: art. 8º
ley XI-35 (antes ley 5439); Córdoba: art. 2º, ley 10.208; Formosa: art. 6º, ley 1060; Jujuy: art. 2º, ley 5063.
Este artículo —el tercero del primer capítulo de la ley— dispone varios aspectos de trascendencia
para el sistema de fuentes ambientales. Recordemos que la fuente del derecho es "aquello a lo que
el ordenamiento jurídico confiere la virtualidad de crear una norma jurídica general". No daremos vista
a las fuentes materiales, que son las que completan los contenidos normados "extrajurídicamente".
En toda disciplina existen previsiones respecto a la creación del derecho. Estamos ante normas que
tratan de otras normas. La LGA trae varias precisiones referidas a fuentes, arts. 3º, 5º, 6º, 23, 24 LGA.
Son reglas que regulan la forma de creación del derecho. Los Estados de manera soberana se
encargan en sus textos constitucionales de incorporar dichos mecanismos. Tradicionalmente en el
Cód. Civil se encuentran las reglas que ofician a modo de "código de derecho común" o regulación
general de las fuentes. Luego aparecen las leyes básicas de cada sector del ordenamiento. La
explicación del fenómeno de "civilización" de las fuentes radica en el principio de supremacía que la
ley civil goza en el primer período del parlamentarismo británico, y de esta estructura fuertemente
centralizada del Estado democrático liberal europeo sin distribución del poder normador. Este es el
sentido que tienen varias disposiciones de la LGA que aportarán reglas, principios, mecanismos para
ordenar fuentes, de implementación e interpretación y coordinación, todos elementos fundamentales
en el funcionamiento de una estructura normativa compleja como es el derecho ambiental.
9.4. Operatividad
El tercer aspecto a comentar es la operatividad. El proyecto sancionado por el Congreso el 6 de
noviembre de 2002 incluía, en este art. 3º la voz "operativas" como una de las características de las
normas que traía la LGA. Fue el dec. 2413/2002 de promulgación en el cual el Poder Ejecutivo observó
dicha palabra. El argumento fue que "diversos artículos (...) requieren reglamentación". Es un
argumento débil, errado, pero quizá el yerro tenga que ver con la condición de ley marco, novedosa y
en algún punto desconocida. Hemos explicado algunos párrafos arriba que una ley de este tipo no
queda sujeta a reglamentación, sino a desarrollo de sus contenidos en leyes específicas. Solo
excepcionalmente, esta ley es "reglamentable". En su mayor parte las normas son directamente
operativas, obligatorias y sujetas a detalle en el desarrollo que se dé mediante leyes específicas
(derivado de su carácter de ley marco) o complemento provincial (derivado de su carácter de
presupuestos mínimos).
Tomemos como ejemplo los contenidos de los arts. 11/13 LGA referidos a evaluación de impacto
ambiental. Son normas desde las que se desprenden los aspectos estructurales del procedimiento
administrativo pero que necesitan terminar de delimitarse. Por este motivo, la ley 26.331 de Bosques
Nativos se refiere a EIA en dicha materia (arts. 22/26); lo mismo sucede con los arts. 251/260 del
Código de Minería (CM en adelante), introducidos por la ley 24.585, que regulan la EIA para las
actividades mineras. Son todos desarrollos normativos de los arts. 11/13 en espacios específicos aún
en el caso de normas cronológicamente anteriores. Esto no significa que sean normas reglamentarias,
o que los art. 11/13 necesiten de un decreto para tornarse operativos: los mandatos contenidos en la
LGA para cada uno de los institutos estructurales que la componen son todos obligatorios y operativos,
sin necesidad de reglamentación.
Siendo el Poder Judicial quien debe definir —en última instancia— la operatividad o no de la norma,
ha sido la Corte la que ha tornado plenamente ejecutivos los mandatos contenidos en la LGA —y de
modo directo— en varias ocasiones. Anotamos autos "Mendoza, Beatriz Silvia y otros c. Estado
Nacional y otros s/daños y perjuicios (daños derivados de la contaminación ambiental del Río Matanza
- Riachuelo)" (M. 1569. XL; ORI) pronunciamientos del 20/6/2006 (Fallos 326:2316) y del 8/7/2008
(Fallos 331:1622). En ambas ocasiones, con diverso grado de constricción, la Corte Federal Argentina
envía mandatos a las autoridades con base en la LGA para completar el que debe ser el Plan para el
Saneamiento de la Cuenta Matanza Riachuelo. La intensidad de las órdenes tiene que ver con el
grado de avance de la causa, pero en ambos casos, siempre se hacen los mismos considerando la
LGA como base(457).
En la causa "Martínez", la Corte Federal ha ido un paso más adelante y ha hecho operativos,
imperativos, dotando de fuerza normativa a los contenidos de la LGA, y ha declarado nulo el derecho
provincial que no se ha adaptado a las tipologías de declaración de impacto ambiental incluidas en el
art. 12 LGA(458).
La conclusión es que el veto de la palabra "operativas" ha sido en vano, pues todo el sistema de
operadores del derecho ambiental viene aplicando desde su dictado cada una de las normas que la
ley compone, y porque el concepto de reglamentación no resulta aplicable a la LGA sino de modo
excepcional, tan solo para normas muy puntuales, como los arts. 17, 18, 14, 15, 22, entre otros. El
resto de los contenidos son operativos, aplicables directamente sin necesidad de un instrumento que
los regule, o mejorables mediante desarrollo normativo por leyes específicas, cuestión sobre la que
volveremos en los párrafos que siguen, al analizar la relación entre ley marco y leyes específicas
desde la regla de supletoriedad (art. 3º LGA) y el principio de integración (art. 5º LGA).