El Racionalismo y Empirismo. Descartes

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El racionalismo. Descartes.

● Explique cuáles son los dos argumentos cartesianos sobre los que se funda la
crítica al saber racional.

El Renacimiento, y luego el siglo XVII, sintieron el problema fundamentalmente como


cuestión concerniente al método de la filosofía y de la ciencia. Por ello su crítica al saber
medieval la centran en este tema: el método de conocimiento dominante en la Edad
Media es un método inútil, ineficaz, que impide cualquier progreso científico. Se
caracteriza por el criterio de autoridad, el verbalismo y la silogística. El pensamiento
medieval reconocía como valedero y decisivo el llamado criterio de autoridad, es decir, se
admitía que lo dicho por ciertas autoridades – la Biblia, la Iglesia,

Aristóteles – era verdad por el solo hecho de que tales autoridades lo afirmasen; que
ciertos libros, o ciertos autores o instituciones no podían equivocarse, de manera que
bastaría citarlos para enunciar la verdad, eximiéndose de cualquier explicación o crítica
ulterior. Al calificar de verbalista al método escolástico, quiere decirse que frecuentemente
se enredaba en meras discusiones de palabras, en vez de ir a las cosas mismas, o que
con solo vocablos o distinciones verbales pretendía resolver problemas que, o eran falsos
problemas carentes de importancia, o en realidad sólo pueden solucionarse mediante la
observación o cualquier otro procedimiento objetivo. Por último, la ciencia y la filosofía
escolásticas se valieron en gran medida del silogismo. Es éste un razonamiento deductivo
constituido por tres proposiciones o juicios (es decir, afirmaciones o negaciones) tales
que, dados los dos primeros -llamados premisas-, el tercero – llamado conclusión –
resulta necesariamente de aquellos dos.

● ¿Cuáles son las reglas que formula Descartes en el Discurso del Método y qué
función cumplen?

El método cartesiano consiste entonces, inicialmente, en emplear la duda para ver si hay
algo capaz de resistirla y que sea, entonces, absolutamente cierto. La duda es, pues,
metódica, es decir, que se la emplea como instrumento o camino para llegar a la verdad.
Es, en segundo lugar, universal, porque habrá de aplicarse a todo sin excepción, porque
nada deberá excluirse de ella, hasta no llegar al caso justamente de que resulte imposible
la duda. Y en tercer lugar la duda es, por lo mismo, hiperbólica, si así puede decirse,
porque será llevada hasta su último extremo, hasta su última exageración, forzada al
máximo posible: deben darse por erróneas aun aquellas cosas en que pueda suponerse
la más mínima posibilidad de duda, porque de tal modo procederemos, según nuestro
plan, de la manera más radical, apartando vigorosamente el espíritu de todo lo que pueda
engañarlo, para no aceptar más que lo absolutamente indubitable. Los pasos del método
son:

1) Principio de duda o evidencia sistemática: no aceptar como verdadero algo hasta que
se compruebe con evidencia - clara y distintamente - aquello que es realmente verdadero.
2)Principio del análisis o descomposición: dividir y descomponer cada dificultad o
problema en tantas partes como sea posible y necesarias para su comprensión y solución
y resolverlas por separado.
3)Principio de la síntesis o la composición: conducir cuidadosamente los pensamientos y
razonamientos, a partir de las formas más fáciles y simples de conocer para pasar
gradualmente a los más difíciles, y así ir armando pensamientos para poder probar su
funcionamiento.

4)Principio de la enumeración o de la verificación: hacer verificaciones, recuentos y


revisiones para asegurarse de que nada fue omitido o pasado por alto, y poder comprobar
si tu evidencia es falsa o verdadera.

● ¿Cómo razona Descartes para establecer el cogito? ¿Qué lugar ocupa en el


sistema filosófico cartesiano?

El cogito constituye el "primer principio” de la filosofía: primer/ desde el punto de vista


gnoseológico y metodológico, en la medida en que constituye el primer conocimiento
seguro, el fundamento de cualquier otra verdad y el punto de partida para construir todo el
edificio de la filosofía y del saber en general; y primero también desde el punto de vista
ontológico, porque me pone en presencia del primer ente indudablemente existente -que
soy yo mismo en tanto pienso. El cogito es un conocimiento intuitivo, esto es, se lo conoce
de modo inmediato, directo, y no merced a una premisa mayor de la que se lo deduzca:
no tenemos más que reflexionar sobre el cogito para darnos cuenta, en el mismo, de su
verdad.

● ¿Cuál es el criterio de verdad cartesiano? ¿De dónde extrae esta regla?

Una afirmación es verdadera cuando lo que ella afirma coincide con el objeto a que se
refiere; si digo "la puerta está abierta", y efectivamente hay una puerta y está abierta, lo
afirmado será verdadero. El "criterio" de verdad es la nota, rasgo o carácter mediante el
cual se reconoce que una afirmación es verdadera, o que nos permite distinguir un
conocimiento verdadero de uno falso. Una proposición, entonces, sabremos que es
verdadera cuando sea clara y distinta o, en una palabra, evidente.

● Reconstruya la primera prueba de la existencia de Dios de Descartes.

Según Descartes, la idea de Dios que yo tengo ha de haber sido producida por algo o
alguien, necesita una causa, porque de la nada, nada sale. Esa causa, además, no puedo
serla yo, porque yo soy imperfecto (la prueba está en que dudo), y lo imperfecto no puede
ser causa de lo perfecto, ya que en tal caso habría falta de proporción entre la causa y el
efecto, y el efecto no puede ser nunca mayor que la causa. Es preciso entonces que esa
idea me la haya puesto alguien más perfecto que yo, a saber. Dios. Por tanto, Dios existe.
Además, Dios, que es una substancia pensante infinita y es perfecto, no puede ser
engañador, no puede ser mentiroso, sino eminentemente veraz. Si nos ha hecho, pues,
con nuestra razón y las ideas innatas, esto quiere decir que esta razón y estas ideas son
instrumentos válidos para el conocimiento. De manera que la veracidad de Dios es la
garantía y fundamento de la verdad del conocimiento evidente, claro y distinto. Y si nos
equivocamos ello no ocurre por culpa de Dios, sino por nuestra propia culpa, porque nos
apresuramos a juzgar antes de haber llegado al conocimiento claro y distinto o nos
dejamos llevar por los prejuicios.
● ¿Qué son, para Descartes, las ideas y qué tipo de ideas existen? ¿Cómo se puede
llegar a ellas?

Entre los pensamientos hay algunos que tienen singular importancia, y que Descartes
llama "ideas". De manera que pensamientos como el de "hombre", "triángulo", "cosa", etc.,
Descartes (para diferenciarlos de otros, como por ejemplo un dolor, una pasión, etc.) los
llama ideas, y afirma que éstas son como imágenes de las cosas. Las ideas se subdividen
en innatas, adventicias y facticias. Las adventicias son aquellas que parecen venirnos del
exterior, mediante los sentidos, como las ideas de rojo, amargo, etc. Las facticias son las
que nosotros mismos elaboramos mediante la imaginación, como la idea de centauro o la
de quimera. Por último, las ideas innatas son aquellas que el alma trae consigo, como
constituyendo su patrimonio original, con total independencia de la experiencia. De éstas,
unas representan cosas o propiedades de cosas (como las ideas de Dios, alma, círculo,
mayor, menor, etc.); y otras las llama Descartes axiomas o verdades eternas, y son
proposiciones como "el todo es mayor que la parte", "nada puede ser y no ser al mismo
tiempo" (principio de contradicción), "de la nada no resulta nada" (principio de causalidad),
etc.

● ¿Cuáles son los tipos de sustancia que identifica Descartes? ¿Qué rol cumple esa
identificación en su argumentación?

Según Descartes, entonces, yo soy una substancia o cosa pensante, vale decir, una cosa
cuya propiedad fundamental, esencial, definitoria, consiste en pensar. Pero es preciso
observar que Descartes emplea los términos "pensar" y "pensamiento" en un sentido
mucho más amplio que aquel en que los empleamos usualmente; "pensar" es para él
prácticamente sinónimo de toda actividad psíquica consciente. Este yo o cosa pensante, o
alma, es independiente del cuerpo, y más fácil de conocer que éste, pues, en efecto, no
sé aún si tengo cuerpo o no, pero en cambio la existencia de mi alma o yo (el cogito) es
absolutamente indubitable. Por la otra parte, se plantea el problema de saber si, además
de la substancia pensante infinita (Dios) y finitas, existe algo más. Siendo que yo
encuentro en mí la facultad de cambiar de lugar, de colocarme en diversas posiciones,
etc. El movimiento supone algo que se mueve y sólo es concebible si hay una substancia
espacial a la cual se halle unido. Por ende, los movimientos "deben pertenecer a una
substancia corpórea o extensa, y no a una substancia inteligente, puesto que en su
concepto claro y distinto hay contenida cierta suerte de extensión". De este modo
encontramos una nueva substancia junto a la pensante: lares extensa, que así se la llama
porque su carácter esencial es la extensión, el ocupar lugar. La extensión – que es el
único aspecto del mundo exterior que se me ofrece con claridad y distinción – equivale a
la corporeidad, a la materia, de modo que para Descartes coinciden materia y extensión
(en otros términos. no hay para él espacio vacío).

El empirismo clásico: Hume


● Caracterice las nociones de impresión e idea en Hume. ¿Podemos, según el
mismo filósofo, tener ideas innatas?
Como filósofo empirista. Hume sostiene que todo conocimiento en última instancia
procede de la experiencia; sea de la experiencia externa, vale decir, la que proviene de los
sentidos, o sea de la experiencia íntima, la auto experiencia. Según esto, el estudio que
Hume se propone emprender consistirá en el análisis de los hechos de la propia
experiencia, de los que hoy se denominan hechos psíquicos y que Hume llama
percepciones del espíritu. A las percepciones que se reciben de modo directo las
denomina Hume impresiones, y las divide en impresiones de la sensación (las que están
referidas al "mundo exterior"), e impresiones de la reflexión, vale decir, las de nuestra
propia interioridad. Estas impresiones, o representaciones originarias, se diferencian de
las percepciones derivadas, que Hume llama ideas, como los fenómenos de la memoria o
de la fantasía. El recuerdo no es un estado originario, sino derivado de una impresión. Y lo
mismo ocurre con la fantasía, cuando se imagina, por ejemplo, un viaje que pensamos
realizar próximamente. Tanto las ideas cuanto las impresiones pueden ser a su vez
complejas o simples, según que se las pueda descomponer o no. Según esto, entonces,
el espíritu humano no tiene otra posibilidad como no sea la de mezclar o componer, dividir
o unir los materiales que las impresiones suministran. Y en esta actividad el espíritu no
responde a otra legalidad que a la de las leyes de asociación de las ideas. Según Hume,
son tres: asociación por semejanza, asociación por contigüidad en el tiempo y en el
espacio, y asociación por causa y efecto

● ¿Con qué argumentos afirma Hume que la metafísica carece de sentido?

Para Hume, todos los materiales del pensar se derivan de nuestras sensaciones externas
o internas. Sólo la mezcla y composición de éstas pertenece al espíritu y a la voluntad,
todas nuestras ideas, o percepciones más débiles, son copia de nuestras impresiones o
percepciones más vivaces. Dice que cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas,
por más compuestos o sublimes que sean, veremos siempre que se reducen a ideas tan
simples

cómo eran las copias de sensaciones precedentes, y aún la idea de dios no es más que la
reunión y multiplicación al infinito de ideas de cualidades características de nuestro propio
espíritu.

● Explique detalladamente por qué Hume es escéptico respecto del conocimiento


científico. (Haga referencia a la causalidad y a la inducción)

Hume distingue dos tipos fundamentales de objetos de conocimiento y, respectivamente,


de ciencias. Por una parte, posible objeto de conocimiento lo constituyen las relaciones
entre las ideas: éste es el tema de las matemáticas ciencia demostrativa – es decir, que
se vale tan sólo de la razón –, cuyas verdades son necesarias (a priori), no dependen
para nada de la realidad, sino que se fundan exclusivamente en el pensamiento. El otro
género de conocimientos es el que se refiere a los hechos, a las cosas existentes y es
evidente que se trata de un tipo de saber muy diferente al anterior, desde el momento en
que sus afirmaciones son siempre contingentes, no necesarias (a posteriori). Este tipo de
conocimientos referentes a la realidad no ofrecen propiamente problema alguno en la
medida en que estén constituidos tan sólo por impresiones o recuerdos. Pero ocurre que
constantemente vamos más allá de las impresiones mismas, y aun de los recuerdos, para
hacer afirmaciones concernientes al futuro, a algo de lo que no hay ni impresión ni
recuerdo. ¿Qué es, se pregunta Hume, lo que nos permite ese pasaje? Con la razón
solamente, simplemente pensando sobre un hecho, nunca se llegará a saber qué efecto
podrá producir, porque racionalmente son pensables sin contradicción las más diversas
posibilidades. La idea de conexión necesaria, pues, tampoco procede de la razón. Sin
embargo, la verdad es que el hombre no se limita a comprobar meras sucesiones, sino
que, según antes se dijo, afirma relaciones causales y está seguro de que los objetos
similares irán acompañados por efectos similares. La experiencia, las repetidas
observaciones, le han permitido notar que dos han estado siempre acompañados o
ayuntados; que constantemente un hecho ha seguido al otro; en un caso, en dos, en cien,
en todos los casos que han caído bajo su observación. Pues bien, el principio que ha
permitido la inferencia no es, según Hume, sino lo que se llama hábito o costumbre.
Porque esa especie de mecanismo mental que es el hábito, y que se forma mediante un
proceso de repetición consiste en la tendencia a reproducir un plexo o conjunto de hechos
psíquicos aprendidos cuando se revive una parte de dicho conjunto. En resumen,
entonces, esa noción de fuerza o conexión necesaria, que constituye el núcleo de la idea
de causalidad, no nos la proporciona la razón ni hay tampoco impresión ninguna de ella.
No es nada más que resultado del hábito.

● ¿Cuáles son las críticas que realiza Hume a las ideas de sustancia y alma?

La crítica de Hume al concepto de substancia procede prácticamente sobre las mismas


líneas que la crítica a la causalidad. Esta noción de substancia es una noción en
apariencia muy clara y que todos empleamos diariamente y de modo continuo;
“substancia" equivale a "cosa". Pues bien, es preciso preguntarse si hay impresión de
substancia o cosa, y aunque parezca paradójico, es necesario afirmar que no vemos la
cosa, ni la tocamos, ni la olemos, etc.; lo único que vemos, tocamos, olemos, etc., son sus
accidentes. El hábito me lleva a creer que esas impresiones contiguas, no se acompañan
meramente unas a otras, sino que están necesariamente enlazadas entre sí por algo que
las une, y que es lo que llamamos cosa o substancia. Y este algo en que creemos se lo
proyecta en la realidad, suponiendo que hay en ella algo, una substancia. De manera que
lo que llamamos "esta mesa" no es propiamente una cosa o substancia, sino solamente
un conjunto relativamente constante de ideas simples contiguas -idea de rojo, de dureza,
etc.- que designamos con un nombre -"esta mesa", o bien "la mesa de mi escritorio"- con
el propósito de facilitar el recuerdo o la mención, para saber, en una palabra, a qué
particular conjunto de impresiones nos referimos. La misma crítica se aplica de modo
semejante a La substancia pensante, alma o yo. Lo que yo percibo en mí mismo es
siempre algún estado particular, pero no encuentro ninguna impresión de mi alma. Mi yo o
alma, conforme a la teoría sustancialista, debiera ser algo diferente de mis estados
particulares; pero ocurre que no tengo impresión ni percepción ninguna de mí mismo fuera
de estos estados particulares, y por tanto no sé en absoluto si hay tal alma o no. lo que
llamamos "alma" o "yo" no es nada más que el conjunto o la serie de mis percepciones o
estados anímicos. La substancia pensante es sólo “un haz o conjunto de diferentes
percepciones que se suceden las unas a las otras con rapidez inconcebible y que se
hallan en flujo y movimiento perpetuos”. El alma no es la base o soporte misterioso del
cual mis diversos estados psíquicos particulares fuesen manifestaciones, como había
sostenido Descartes. Para Hume no se trata más que de una serie de percepciones que
se suceden muy rápidamente en continuo flujo: esta corriente, considera como totalidad,
es lo que se llama "yo"; y éste no es nada más.

● ¿Por qué se considera que la posición gnoseológica de Hume responde a un


escepticismo moderado?

La filosofía de Hume, por lo que hemos, termina por disolver todo conocimiento y toda
realidad en meras impresiones: no hay ni cosas, ni alma, ni conexiones necesarias, o, al
menos, no tenemos ninguna seguridad de que las haya. Sin embargo, esto no significa ir
a parar al escepticismo absoluto. A pesar de todas las dificultades que se han revelado en
los análisis de la causalidad y de la substancia, a cada momento de la vida diaria
razonamos suponiendo cosas y nexos casuales, la praxis refuta al escepticismo. La
creencia en un mundo de cosas conectadas causalmente es una creencia inconmovible
que nos ha infundido la naturaleza, la cual "por una necesidad absoluta e incontrolable
nos ha determinado a juzgar tanto como a respirar y sentir". El yo, la casualidad, las
cosas, las sentimos, porque la creencia que nos lleva a afirmarlos "es más propiamente
un acto de la parte sensitiva de nuestra naturaleza, que no de la cogitativa”. El
escepticismo, entonces, se contrapesa con el naturalismo. Es incuestionable que la duda
tiene su utilidad: despierta el sentido crítico, y elimina el dogmatismo y el fanatismo. Y
Hume se declara partidario de un escepticismo moderado o académico, que confía en el
instinto natural y valora las ciencias en la medida en que concentren sus investigaciones
en aquellos temas susceptibles de ser verdaderamente conocidos y que estén al servicio
de la vida humana. Los únicos campos de conocimiento legítimo son las matemáticas y
las ciencias de la naturaleza. Fuera de estos límites, no puede hacer el entendimiento
humano otra cosa, sino perderse en falacias y engaños.

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