Entrevista Santiago Roncagliolo

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ENTREVISTA A SANTIAGO RONCAGLIOLO, por Cristina Avís Vadillo

“ Escribir para mí es una forma de vivir y no quiero vivir todos los días la misma cosa.”

Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) es uno de los escritores más destacados de su generación. Ya en
su infancia sufrió el exilio de su padre en México, aunque regresó al Perú años después, en una época
de convulsión política y social que, a la vista de los últimos acontecimientos, parece no tener fin en
su país que, como él mismo dice, no sabe sostener una democracia. Desde su llegada a España hace
más de veinte años, ha trabajado como guionista, traductor y periodista, y ha obtenido un amplio éxito
con sus novelas. En El arte de tomar distancia, conversación mantenida en el marco del Festival
Internacional de Literatura en Español (FILE), celebrado en Trujillo del 10 al 12 de marzo, dialogó
con nosotros y con la periodista y activista mexicana Lydia Cacho sobre el difícil papel de los
exiliados, siempre a medio camino entre el país de origen y el de acogida, siempre, de algún modo,
extranjeros en cualquier lugar.

Dedicarte a la literatura siempre ha sido tu sueño. ¿Qué o quién te inspiró para empezar a

escribir?

Los libros, sin duda, difícil precisar uno en concreto. Vivía en un lugar en guerra, violento, no era
fácil salir a la calle, así que pasaba el mayor tiempo en casa, los libros y las historias te daban una
ventana a un mundo que de repente tenía más vida, para que la vida no fuese solo estar encerrado en
tu cuarto. Llegó un punto en que descubrí que a mí me gustaría hacer eso mismo para otras personas,
pero eso no fue muy definitivo, lo que fue definitivo fue darme cuenta de que yo no servía para
muchas más cosas tampoco. Me di cuenta de que tenía capacidad de escribir y adaptarme a cualquier
cosa que tuviese que escribir. Los libros me salvaron y acabé dedicándome a escribir, pero todavía
sigo pensando (y no me equivoco) que en cualquier momento se puede acabar.

Durante algunos años de tu infancia estuviste exiliado con tu familia en México, ¿cómo

recuerdas esa época?

Recuerdo sabores, recuerdo olores... Cada vez que voy a México recuerdo nuevas cosas que me

abren momentos de mi infancia que tenía olvidados; me encuentro con algún monumento, una calle,

una playa... Algo se abre en mi memoria.

Por lo demás, eran tiempos muy políticos. El que estuvo exiliado no era yo, sino mi padre. Él se juntó
allí con gente que estaba siendo exiliada de Argentina, de Chile, de Uruguay... y entonces, creo que
algo que fue muy importante, es que yo me definía a mí mismo como un latinoamericano vagamente.
Crecí pensando que mi identidad era ser extranjero.
Sin embargo, luego, cuando fui a Perú, un país tan violento,yo tenía algo que los demás niños no
tenían: cuando tú creces en un mundo, para ti ese mundo es el normal, no te cuestionas que pueda
haber otra vida, pero yo sí venía de otra vida y sabía que había otra y creo que esa búsqueda de otra
vida no tiene que estar sometida a la vida que vivía en mí en esos años, así que me hizo buscar en los
libros, en las películas, en las historias, en las narraciones en general. Siempre fue lo que me fascinó,
otras vidas que me dicen más.
Uno no debe olvidarse nunca de sus orígenes, de sus raíces, ¿intentas plasmar en tus libros esos

orígenes de alguna manera?

Sí, pero no creo que nadie se dé cuenta de cómo. Los libros van haciendo, de hecho, una biografía
secreta, una biografía que nadie puede leer, ni siquiera tú mismo. Si ahora consigo recordar en qué
año ha salido cada libro y qué estaba viviendo, soy capaz de entender qué era lo que me inquietaba
en ese momento y por qué quería escribir esas historias, qué cosas me tocaban y cuáles no. Pero nadie
podría decirlo, además eso también puede cambiar.
Hay libros que ya no te gustan, que ya no me gustan, porque no soy la persona que los escribió. Hay
libros que ya no se parecen a lo que yo haría ahora. Por un lado, hay una biografía secreta, que va
contando quién eres, y por otro lado, un registro del origen de todo lo que viene después, que no
siempre te gusta. Creo que, si te sigue pareciendo todo muy bien, es que no has aprendido nada, es
decir, me preocuparía si todo lo que he hecho me pareciese que estaba perfecto porque significaría
que sigo siendo el mismo autor que cuando empecé a escribir hace casi 30 años. El hecho de que haya
cosas que ya no soporto significa que soy un autor, por lo menos que evoluciona, diría que crece,
pero que por lo menos evoluciona.

¿Dirías que todas tus obras tienen algún tema en común? Si es así, ¿cuál sería?

Hay varios temas que se repiten, no sé si en todas las obras, pero sí en muchas: búsqueda del padre,
en los libros hay mucha búsqueda del padre, que es una búsqueda de tu origen; culpa; pérdida de la
inocencia, los personajes suelen perder la inocencia del mundo que los rodea; redención…Son temas
de la cultura católica que yo aprendí. No sabes muy bien por qué te preocupan estos temas, pero sólo
sabes que te preocupan, y tampoco te planteas ponerlos, pero luego, cuando ves los libros, te das
cuenta de que están ahí, y de que otra vez están ahí, que no te terminas de liberar de ellos.

En algunas de tus novelas hablas de asuntos relacionados con la historia de tu país. En relación

con esto, ¿qué opinas de la actual situación política y social que se está viviendo en Perú? ¿Te

gustaría escribir sobre ella en el futuro?

No, de hecho no quiero ni pensar en ella. Es muy desconcertante y muy triste; si a ti no te gusta tu
gobierno, votarás por otro partido, y si no te gusta un presidente, podrás sacarlo en las próximas
elecciones. Lo que pasa en Perú es mucho más grave que un presidente malo, o dos, o seis en unos
seis años; es una sociedad que no sabe sostener una democracia. Algo está mal en nosotros, la mayor
parte de la sociedad realmente no quiere una democracia. ¿Y cómo haces una democracia contra su
propia población? Es un tema que no tiene una solución, es muy triste, y creo que eso lo comparto
con todos los que hablo. Si llegamos a resolverlo y lo convertimos en una sociedad viable, mi
generación podría ya no ver eso, y eso es terrible.

¿Por qué decidiste venir a vivir a España? ¿Qué fue lo que más te llamó la atención de este país?

Me gustó mucho esta sociedad. Me parecía una sociedad en la que la gente se hablaba con mucha
naturalidad, cosa que en la mía no, la gente no se hablaba, del lugar que yo vengo no hablabas con un
desconocido por la calle, tampoco podías irte muy lejos, a solas, y me encantó el hecho de que las
relaciones entre la gente en este país eran mucho más sanas, mucho más fácil hablar como quieras,
opinar, aún gritando, los niños se trataban a gritos como si se fueran a arrancar la cabeza, y luego
pues hablaban otra cosa, me encantaba eso, me encantaba esa libertad para hablar. Cuando llegué a
Madrid, y veía que en el mismo parque estaban las abuelas con sus rosarios, los niños que salían del
cole, los que fumaban porros, con las cervezas haciendo botellón... toda esa gente podía estar en el
mismo lugar sin que pasara nada, sin que nadie estuviera agrediendo a nadie.

Algunos de tus libros se han llevado al cine. ¿Qué dificultades supone adaptar una novela a otro

formato tan diferente como es un guión cinematográfico?

Alguna me la han adaptado, pero de otras yo mismo he hecho la adaptación. Lo que más me impacta
es que en una novela siempre entran más cosas que en una película, entonces hay que quitar, y qué
quitas para seguir el ritmo de una película, de una buena película, no una buena novela, que no es lo
que estás haciendo, y esto es como: este es tu libro, así que es como si te dijesen “¿tú necesitas dos
orejas?, con una oreja te vale, no?, pues esta fuera, ¿dos manos?, ¿con cuántas manos escribes?,
¿escribes con esta?, la otra fuera”, y vas con un hacha sacando cosas de tu propia historia.
Pero trato de pensar que mi libro sigue siendo mi libro, y nadie lo va a cambiar, entonces vamos a
hacer la mejor película posible a partir del libro. La mejor película no es la que reproduce el libro tal
cual, la mejor película es la que disfrutas cuando empiezas esa película, aunque no sepas que hay un
libro.

Tengo entendido que, cuando llegaste a España, trabajaste de negro literario, escribiendo para

otros autores. ¿Cómo resultó esta experiencia? ¿Qué aprendiste de ella?

Lo he seguido haciendo hasta hace poco, aunque ya no era un escritor fantasma (prefiero escritor
fantasma que negro literario, porque se ha vuelto un poco racista, y escritor fantasma suena más
elegante). Pero hace poco lo fui. El último que hice fue hace unos años: Las memorias de James
Costos, el embajador que mandó Obama a España, y la idea era escribir sus memorias, pero no fue
muy fantasma porque era público.
Para mí escribir siempre ha sido una forma de vivir, de hacer más cosas. Si haces una investigación,
descubrir todo eso; si te inventas el libro, vivir con tu imaginación, todas las cosas que estás contando;
y en el caso de escribir la historia de otra persona como si fueses esa persona, te enseña a mirar el
mundo desde otros ojos, te hace vivir lo que esa persona ha vivido, y si es una persona interesante, es
una experiencia tan enriquecedora como escribir una novela, lo que pasa es que lo que no tienes es
libertad creativa porque no es tu libro, es su libro. Cada cosa que escribes tienes que saber cuáles son
las limitaciones. En una novela tienes máxima libertad, en esto tú dependes de otro, no puedes salirte
de lo que él quiere contar, pero a la vez puedes mirar el mundo a través de sus ojos y eso también te
hace aprender, te enseña otra perspectiva.

Una de tus principales novelas, El amante uruguayo, habla de la relación entre Enrique

Amorim y Lorca. ¿Cómo conociste y te interesaste por esta historia?

Vinieron unos editores, en ese momento yo había hecho varios reportajes, todos con resultados
desastrosos (denuncias, gente pegándome en las presentaciones, amenazas de muerte…) y vinieron
unos editores y me dijeron: “tenemos el cadáver de García Lorca, ¿quieres hacer un libro?”, y yo
pensé: “esto es lo más bajo de mi carrera, el próximo va a venir a decirme “hemos visto a Elvis Presley
comprando el pan en Majadahonda, ¿quieres hacer un libro?”, pero por cortesía dije “vamos a ver lo
que tienen”. Y aún no sé si tenían el cadáver, pero lo que sí tenían era un gran personaje, capaz de
hacerte creer que él tenía el cadáver de Federico García Lorca, y también capaz de hacerle creer al
mundo que era un dirigente comunista cuando no era nadie, y un maestro de la impostura. Y entonces
me fascinó la historia de alguien, no era lo que ellos querían, pero logramos conversar hasta apuntar,
no la historia de un cadáver que no sabíamos si teníamos, es muy probable que nunca tuvimos, sino
la historia de un hombre que convierte su propia vida en su gran obra de ficción, que escribe libros
que nunca le dieron mucho éxito, pero convirtió su vida en la persona que él quería ser, para vivir las
cosas que él quería vivir, y dejó una memoria y unos recuerdos y unas evidencias de una vida ficticia
mucho mejor que su vida real, así que yo, la verdad, le tengo mucho cariño.

Finalmente, si tuvieras que recomendar a los lectores que no conozcan nada de tu obra una de

tus novelas, ¿cuál elegirías y por qué?

Siempre pregunto ¿qué te gusta leer? A mí me gusta mucho saltar de cosas, de géneros, y probar
cosas nuevas. Escribir para mí es una forma de vivir y no quiero vivir todos los días la misma cosa,
entonces es posible que unos libros míos te gusten y otros no porque no se parecen. Si quiero hacer
una respuesta rápida siempre digo: “lee Pudor, que es el más cortito y, si no te gusta, por lo menos
no será tan largo”. Pero ahora mismo creo que este último libro, Lejos, es un libro que habla mucho
de lo que yo soy, y es algo de lo que no he hablado mucho. Me parece un libro muy personal, muy
honesto, y por eso es posible que encuentres emociones muy personales y muy honestas
también. Supongo que empezaría con alguno de esos dos, Lejos y Pudor.

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