02 - Segunda Tópica
02 - Segunda Tópica
02 - Segunda Tópica
Facultad de Medicina.
Coordinación de Estudios de Postgrado.
Hospital Universitario de Caracas.
Postgrado de Psiquiatría y Clínica Mental.
Curso de Perfeccionamiento Profesional en Psicoterapia Psicodinámica.
El Ello hace referencia a nuestra parte más instintiva y animal. Esta se rige por el instinto y por el
principio de placer, siendo el gran reservorio de la líbido y el polo pulsional de la personalidad. No tiene
organización, es un caos. Trata de satisfacer nuestros impulsos y necesidades básicas y está presente desde
el nacimiento y, por tanto, como es lógico en esta primera etapa de la vida, todavía no se ha desarrollado la
capacidad de discernir entre el bien y el mal y tampoco se ha desarrollado la ética ni la moral. El Ello nutre
otras instancias.
Definimos la pulsión como un proceso dinámico consistente en un empuje que hace tender al organismo hacia
un fin (suprimir el estado de tensión) gracias al objeto. Toda pulsion posee las siguientes características:
Fuente: zona del cuerpo de donde brota la pulsion (boca, ano, etc.).
Empuje: la carga de la excitación.
Objeto: hacia dónde se dirige.
Fin: satisfacción que se realiza y ocurre en la propia Fuente (retorno).
Pulsión sexual (Eros): comprende la pulsion sexual como tal, la pulsion de autoconservación (del Yo) y de
satisfacción de necesidades, orientada a la Reunión y a la, síntesis.
Pulsión de Muerte: reconcilia al organismo con su estado inerte. Se conceptualiza como destrucción o
desmezcla. Es una situación que no puede ser sostenida libidinalmente.
Más que antagonizarse las pulsiones de Eros y de muerte, su enfrentamiento se conceptualiza como de tipo
dialéctico.
El principio del placer sirve al Ello como una brújula en la lucha contra la libido.
El Yo, por otro lado, es la organización coherente de los procesos anímicos de una persona,
representando así el polo defensivo de la personalidad. Del Yo parten mecanismos de defensa, represiones,
resistencias. El contenido reprimido confluye con el Ello y lo comunica con él. Es decir, ambas instancias no
están tajantemente separadas, teniendo el Yo una parte inconsciente. Está a cargo de desarrollar mecanismos
que permitan la obtención del mayor placer posible, pero dentro de los límites que la realidad imponga.
La incidencia del mundo exterior alteraría una porción del ello destinada a convertirse en el yo, porción
descrita como “un estrato cortical dotado de los órganos para la recepción de estímulos y de los dispositivos
para la protección frente a estos” que de allí en más tomará la función de mediar entre aquella otra instancia y
el mundo exterior. El yo gobernaría los movimientos voluntarios y se ocuparía de bregar por
la autoconservación del individuo mediante la evitación, el dominio y la cancelación de
los estímulos procedentes del exterior, así como también a través del sometimiento de los reclamos
pulsionales provenientes del Ello, respecto de los cuales deberá determinar si se ha de satisfacerlos —y, en
caso de ser así, en qué condiciones— o sofocarlos.
La tendencia del yo a eludir el displacer conlleva que la previsión de un aumento del mismo acarree el
desprendimiento de una señal de angustia, denominándose peligro la circunstancia en la que esta tiene lugar,
trátese de una amenaza interna —es decir, pulsional— o externa. Durante el sueño, el yo resignaría su
vínculo con el mundo exterior y se constataría en él “una particular distribución de la energía anímica”.
El Yo nace sobre la base del estrato cortical del Ello que se encuentra provisto de la capacidad de
captar estímulos para luego alejarlos, de suerte que pueda mantenerse en contacto con la realidad objetiva.
Mientras que al Ello no le preocupa más que la obtención de placer, al Yo corresponde tomar en
consideración la seguridad, dado que se ocupa de la tarea de la autoconservación, la cual el ello tiene en
menos. Se sirve de los desprendimientos de angustia como medio para percatarse de los peligros que lo
asedian. La asociación de las huellas mnémicas con restos del lenguaje posibilita que estas se tornen
conscientes y, puesto que la cualidad de lo consciente es propia de las percepciones, se presenta entonces la
posibilidad de que las primeras sean tomadas erróneamente como representaciones de la realidad objetiva
actual. Para evitar tal confusión el yo se vale del examen de realidad, que, sin embargo, deja de operar
durante el sueño.
El Yo se ve amenazado en primer lugar por los peligros de la realidad objetiva, pero también por los
procedentes del Ello debido a que exigencias pulsionales hiperintensas pueden producir daños en el Yo
comparables a los que le provocarían las excitaciones hipertróficas del mundo exterior. El yo debe, pues,
afianzarse frente a dos amenazas: por un lado, un mundo exterior que podría acabar con él y, por el otro, un
mundo interior muy demandante.
El Ideal del Yo es la convergencia del narcisismo (Idealización del Yo) y de las identificaciones con los
padres, los sustitutos o los ideales colectivos (que sirven como referencia). Es decir, es una instancia
simbólica que mediante prohibiciones y autorizaciones va marcando un camino al sujeto. Es la persona que yo
creo que tengo que ser o que he creido que los demás han esperado que fuera.
El Yo ideal, por otro lado, es una instancia imaginaria. Es la imagen ideal que se arma el bebé de sí
mismo. Se corresponde a lo que Freud denominó: su Majestad, el bebé. Entonces, posee todas las
perfecciones que pensó tener en la infancia. El Yo ideal le dice al sujeto quién tiene que ser. La distancia entre
el Yo y el Yo Ideal está regulada por el Ideal del Yo. Por lo tanto, nos vamos alejando del Yo ideal a medida
que crecemos por acción de la castración.
El Superyó es la instancia resultante de atravesar el Complejo de Edipo, el cual depende de la intensidad
relativa de las disposiciones sexuales. Toma el lugar de la función paterna, se vuelve una instancia superior
que guía, censura y amenaza al Yo. Representa las tendencias morales y estéticas del Yo. Controla los
deseos y los mantiene en límites aceptables a través del Yo.
Hasta los 5 años el Yo es el Yo ideal (guíado por el principio del placer), luego impera el principio de la
realidad. El Superyó presenta las siguientes funciones:
Autoobservación
Consciencia moral.
Censura onírica.
Influencia principal en la represión.
Enaltecimiento de los ideales.