LIBRO CENTENARIO-final
LIBRO CENTENARIO-final
LIBRO CENTENARIO-final
Sucesos Rosarinos
MEMORIAS DEL CENTENARIO
Sucesos Rosarinos
MEMORIAS DEL CENTENARIO
Pasó un siglo entero desde la Revolución de Mayo. El espíritu nacional del Centenario
argentino sobrevuela las calles conmovidas por una sobreactuación celebratoria a la
altura de las circunstancias. Los ánimos, en tanto, son también los del todavía nuevo siglo
XX, con un telón de latente conflictividad social al que, si algo le faltaba, se le presenta la
singular coincidencia de un anuncio astronómico no menos fenomenal: promediando
mayo el temerario cometa Halley, a diferencia de sus anteriores visitas, pasará por delante
del sol y su cola podría alcanzar la Tierra con consecuencias impensadas.
El contexto amerita un recorrido interesante por un 1910 de antología: ni siquiera
tamaña alerta va a apagar el sin fin de comisiones especiales dispuestas a exaltar el
patriotismo sin límites como una impostergable manera de dejar una huella indeleble en
este momento único de la Argentina. Rosario es parte de ese inevitable concierto nacional
y planifica, entre otras cosas, una Semana de Mayo con superpobladas ceremonias. Pero
también es una oportunidad única de reivindicar ese rasgo inconfundible de “la ciudad
que se hizo a sí misma” de la mano de su siempre sobresaliente burguesía que irradia en sí
misma esa consigna.
Una biblioteca pública de grandes dimensiones físicas y similares aspiraciones cultura-
les, y un imponente hospital de numerosos y amplios pabellones con su propia escuela de
Medicina serán los hitos locales del singular aniversario patrio, los rasgos memorables que
los rosarinos pretenden dejar en la Historia.
Será el momento de hombres notables, nobles y pujantes, puestos como guías en
cada una de las iniciativas: Juan Álvarez y Cornelio Casablanca, rodeados de otros que
los empardan en ese fervor de hacer y en sueños, se pondrán al frente, respectivamente,
de ambos proyectos. La ciudad acompañará. Rosario, no sin obstáculos ni demoras,
aportará lo suyo como para que dentro de otros cien años (y más también) esa pulsión
monumental se siga sintiendo con solo mirar una moldura de la estoica Biblioteca Argen-
tina, con apenas recorrer las calles internas del predio del histórico Hospital Centenario o
contemplar el imponente frontispicio de su Facultad de Ciencias Médicas.
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Staff
TEXTOS EDICIÓN Y PRODUCCIÓN
RAFAEL IELPI CLAUDIO DEMARCHI
Antecede a Sucesos Rosarinos —y en cierto modo le da origen— la producción, realizada por este
equipo en un lapso de cinco años, de varias publicaciones periódicas para el diario La Capital:
Barrios con Historia; Los Primeros Cronistas; La Arquitectura en la Historia de Rosario; Hombres y
Mujeres de Rosario, Protagonistas de la Historia. Muchas de ellas, como también la presente, con
la participación, el auspicio, la orientación y el aliento de Rafael Ielpi, una autoridad en la materia
y, además, un gran amigo.
Editor responsable: Papel y Web SRL, Italia 1642, piso 11º B, Rosario, Santa Fe - [email protected]
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Indice
LA BIBLIOTECA DE TODOS
LA FIEBRE PATRIÓTICA Y EMPRENDEDORA / EL PROTAGONISMO
DE LA BURGUESÍA ROSARINA / LIBROS AL ALCANCE DE TODOS:
“CONOCER ES AMAR, IGNORAR ES ODIAR” / A LA LUZ DE JUAN
ÁLVAREZ Y ALFREDO LOVELL
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EL AÑO
DE LOS
CIEN AÑOS
LOS FESTEJOS CENTRALES / POMPOSA
CELEBRACIÓN CON TRASFONDO
DE CONFLICTOS SOCIALES / ROSARIO
EN 1910 / UN INICIO DE AÑO
CON PIELES ROJAS EN LA RURAL
Y LA AMENAZA DEL COMETA /
“LA FIN DEL MUNDO”
PÁGINA 6. “Parte de los seis mil niños que cantaron el Himno Nacional” en los festejos rosarinos por el
Centenario, en la Plaza 25 de Mayo.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 289, Buenos Aires (11.06.1910)
PÁGINA 11. Portada de una publicación nacional con una crítica satírica al “Circo del Centenario”, en
referencia a la fastuosa y onerosa celebración, y en relación al incendio intencional que consumió la
carpa del payaso anglo argentino Frank Brown días antes de los festejos.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 286, Buenos Aires (18.05.1910)
PÁGINA 13. Una formación de bomberos y policías flanquea la llegada de los colegios a la plazoleta
Brown, donde hoy está el Monumento a la Bandera, para rendir honores al General Belgrano.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 289, Buenos Aires (11.06.1910)
Una ferviente multitud desborda la zona del Cabildo de Buenos Aires: es
25 de mayo de 1910 y se cumple un siglo del día en que la Revolución de
Mayo constituyó la Primera Junta patria; la joven y fastuosa avenida de
Mayo —inaugurada apenas 16 años antes, el 9 de julio de 1894—, la primera
de la República y de toda Sudamérica, es el eje de los desfiles y manifes-
taciones populares; los festejos en la Plaza de Mayo tuvieron como prota-
gonistas a todos los sectores sociales. El presidente José Figueroa Alcorta
declaró, en consecuencia, la semana de mayo como un solo y extenso
feriado nacional entre los días 23 y 27. Es la postal del hito que marca el
nacimiento del siglo XX en Argentina.
Entre mayo y noviembre de 1910, la pompa celebratoria potenciada por
la majestuosa Exposición Universal del Centenario ensayaba en la ciudad
de Buenos Aires pretenciosos atisbos de capital mundial. (1)
“Cuando la República Argentina festejó sus cien años de vida indepen-
diente, el 25 de Mayo de 1910, podía decirse que el orgullo nacional había
alcanzado su punto más alto. El país era uno de los primeros exportadores
mundiales de granos. Su crecimiento fabuloso en los últimos treinta años
despertaba la curiosidad de políticos, intelectuales, periodistas, sociólogos
e inversionistas extranjeros”, sintetiza el panorama del país de entonces la
historiadora María Sáenz Quesada.
“Los festejos hicieron época. No se reparó en gastos: agasajo a los
invitados especiales, fiestas populares, desfiles, exposiciones, conferencias.
Con ellas culminaba un siglo de esfuerzo por construir el país a partir de la
modesta instalación de su Primera Junta de gobierno”. (2)
9
bración del Centenario: desde las primeras horas de la mañana (alteradas
por las salvas que décadas atrás eran usuales los días patrios) hasta des-
pués de las 12 de la noche, con manifestaciones por calle Córdoba, discur-
sos en la Plaza 25 de Mayo y los sones del Himno que se escucharon más
de una vez. En algunos barrios, la Municipalidad hizo el gasto de repartir
pan, carne y yerba a los pobres en escuelas y mercados; hubo funciones
gratuitas de cine, bailes y entusiasmo, mientras se colocaban piedras fun-
damentales, se inauguraban obras a destajo y se descorchaban botellas de
champagne. (4)
Todo en una ciudad a la que arribaban miles de inmigrantes y por cuyas
calles ya no circulaban los vetustos tramways a caballo, reemplazados por
los eléctricos de una compañía belga, y por los primeros automóviles, sin
perjuicio de que carruajes de todo tipo siguieran atravesando calles, aveni-
das y bulevares.
Pero ningún rosarino imaginó que aquel año 1910, el de los cien años
del fin de la dependencia de la corona española iba a traer, más allá de las
celebraciones, un cúmulo de hechos y episodios rimbombantes.
10
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desprendimiento del famoso espectáculo que el norteamericano William
Cody, más conocido como Buffalo Bill, produjo a partir de 1899 y con el
que recorrió Estados Unidos y Europa con el mismo éxito. (6)
EL PASO DEL COMETA. Otro misterioso evento compartiría cartel con los
preparativos del Centenario, un fulgor celestial que desataría curiosidad
y miedo en el mundo: el paso del cometa Halley y su larguísima estela.
Para los rosarinos, como para todos los habitantes del planeta, aquel iba
a ser un ingrediente adicional que desataría una ola de temor inusitado,
que duraría los 138 días transcurridos entre el 1º de enero y el 18 de mayo
de 1910: la incertidumbre por el paso del cometa “causó olas de suicidios,
escenas de histeria colectiva, quiebras comerciales y hasta uno que otro
crimen pasional”, según consigna una famosa publicación alusiva que
recopila hechos de aquellos días, titulada La Fin del Mundo. (7)
La reproducción en La Capital de un artículo del famoso astrónomo
francés Camilo Flammarion, publicado en el New York Herald, donde el
científico incluía entre las posibilidades remotas una colisión del cometa
con la Tierra, fue el inicio de un período de temor generalizado en la gente,
más allá de las voces autorizadas que indicaban lo contrario. (8)
Otra nota, esta vez en La Prensa, había ayudado bastante al incluir apre-
ciaciones como ésta, referida a la estela o cola del Halley: “Este inmenso
apéndice podría tal vez tocar nuestro planeta y envolvernos por algunas
horas. ¿Cuáles serán las consecuencias de este encuentro, de esta inmer-
sión?”, se preguntaba. Entre los posibles efectos el diario no descartaba
una muerte universal por asfixia si el oxígeno de la atmósfera se combi-
nase con el hidrógeno de la cola del cometa, o una epidemia generalizada
de alegría, delirio y locura universal si hubiera disminución del ázoe. (9)
12
por la cola del cometa”.
En un ejemplo más del dislate que era su folletín, Barisane excluía de
ese destino mortal, nadie sabe cómo, a alguna gente: “Los justos, los obre-
ros y los enamorados, en cambio, habrán de salvarse. Ya está escrito (San
Mateo, 24-25). Esto es lo que dijo el Señor y entonces no hay dudas que el
momento ha llegado. Dios habló por boca de Flammarion y los soberbios
y poderosos sucumbirán el 18 de mayo”. (11)
Los meses de febrero, abril y marzo estuvieron signados por una ola de
suicidios, que solamente en la Argentina alcanzaron la nada desdeñable
cifra de 427, “algo más de tres muertes voluntarias diarias y un verdadero
récord en febrero con 40 suicidios en 28 días” —sin excluir algunos en
Rosario—, según consigna El cometa de Halley: datos estadísticos y astro-
nómicos, publicado dos años después. (12)
El pánico inicial decayó sin embargo a medida que se minimizaba la
predicción de Flammarion y surgían nuevos datos científicos tranquiliza-
dores, hasta llegar el momento en que el cuerpo celeste cruzó el cielo e
indicó que todo se había tratado de una psicosis tan generalizada como
difícil de detener.
“El día 21 de mayo de 1910, una noticia proveniente de Rosario seña-
laba que el marinero alemán Walter Ahrens había abusado de las bebidas
alcohólicas la noche del 18 de mayo; en completo estado de embriaguez,
mientras intentaba ver en el cielo la famosa cola envenenada, cayó de su
barco anclado en el puerto y murió ahogado”. Ahrens, con toda seguridad,
fue la última víctima de “la fin del mundo” en la Argentina. (13)
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2
LA BIBLIOTECA
DE TODOS
LA FIEBRE PATRIÓTICA Y EMPRENDEDORA
/ EL PROTAGONISMO DE LA BURGUESÍA
ROSARINA / LIBROS AL ALCANCE
DE TODOS: “CONOCER ES AMAR,
IGNORAR ES ODIAR” / A LA LUZ
DE JUAN ÁLVAREZ Y ALFREDO LOVELL
PÁGINA 16. Palco en el acto de imposición del nombre “Avenida Francia” al bulevar Timbúes: el cónsul galo
en el uso de la palabra junto a autoridades provinciales y locales.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 295 (extraordinario), Buenos Aires (20.07.1910)
PÁGINA 17. Alusión al Centenario en una ilustración de tapa en Caras y Caretas, una de las principales
publicaciones gráficas nacionales de la época.
Revista Caras y Caretas; N° 607 (extraordinario), Buenos Aires (21.05.1910)
PÁGINA 18. Frente original de la Biblioteca Argentina que desde los años ‘50 se llama como su mentor,
Juan Álvarez; ese sector histórico, por el pasaje homónimo, se mantiene igual.
Revista Fray Mocho; N° 14, Buenos Aires (02.08.1912)
PÁGINA 19. Arriba. Joaquín V. González, representante del gobierno nacional, en el centro, escoltado por
Juan Álvarez, a su derecha, y el intendente Dermidio T. González, a su izquierda, entre los concurrentes a la
inauguración de la Biblioteca Argentina.
Revista Fray Mocho; N° 14, Buenos Aires (02.08.1912)
Abajo, “Los Cresos Rosarinos”, según la prensa local, los más acaudalados vernáculos posando juntos:
sentados, Lisandro De la Torre, Enrique Astengo, Ciro Echesortu, José Castagnino, Juan Fuentes, Francisco
Güena y Casiano Casas; de pie, Fernando Pessan, José Botto, Juan Protto, Alfredo Rouillón, Ernesto Brandt,
Rufino Escudero, Jospe Martinoli, Manuel Ordóñez, Quintín de Acevedo Machado y Juan Andino.
Revista Monos y Monadas; N°4, Rosario (03.07.1910)
PÁGINA 21. Arriba, una esfinge egipcia y una deidad asiria como ornamentos en el interior de la Biblioteca.
Abajo, a la izquierda, el bibliotecario Alfredo Lovell en el proscenio del salón de lectura; a la derecha, una
panorámica de ese mismo recinto.
Revista Fray Mocho; N° 14, Buenos Aires (02.08.1912)
Estaba claro que el año del Centenario de Mayo en el Rosario no iba a ser
sólo el de los festejos de almanaque: un permanente entusiasmo cívico,
un arranque inusual de patriotismo hacedor y ejecutivo parecía haberse
encarnado en funcionarios, empresarios, comerciantes, políticos y en la
propia ciudadanía. Por eso, se sucederían no sólo los grandes proyectos
y las grandes obras sino otros cambios menores que tendrían asimismo
una larga perduración en el tiempo.
15
tina, la más importante de la ciudad hasta nuestros días y una de las más
relevantes de la Argentina, surgida como un proyecto de Juan Álvarez
(cuyo nombre se sumaría para siempre al de la institución, por decreto
municipal de abril de 1956).
En julio de 1910, Monos y Monadas daba cuenta de la simbólica
puesta en marcha de las obras: “En un terreno de la cortada de Cór-
doba entre las de Paraguay e Independencia (actual Presidente Roca),
se ha verificado la colocación de la piedra de la Biblioteca Argentina”;
la ceremonia incluyó, junto a la infaltable banda de policía, un discurso
del secretario municipal Benjamín Rodríguez de la Torre, “desarrollado
en el hermoso castellano que escribieron Moreno, Rivadavia, Echeverría
y Sarmiento”. (16)
Pero dos meses después, el 18 de septiembre del mismo año, en la
revista aludida se puede leer la noticia de algo que suena conocido: “la
colocación de la piedra fundamental de la Biblioteca Argentina”. Lo que
vendría a ser el lejano antecedente de otras obras “inauguradas” más de
una vez en la ciudad. (17)
En esta ocasión, el acto contaría con presencias más relevantes como
las del intendente Isidro Quiroga, Fermín Lejarza (un gran impulsor del
proyecto) y el entonces secretario de la Intendencia, que no era otro que
Juan Álvarez, “en quien se aúnan —afirmaba Monos y Monadas— dotes
de erudición vastísima, clara inteligencia y férrea voluntad para ejecutar”.
El sitio elegido para levantar el edificio, que recién se inauguraría en 1912,
era el que ocupaba todavía en mayo de 1911 una vieja caballeriza munici-
pal. (18)
16
UNA FRASE PER-
DURABLE. El acto
inaugural el 24 de
julio de aquel 1912,
concretado casi dos
meses después de
la habilitación de la
Biblioteca al público,
el 27 de mayo, tuvo
repercusiones nota-
bles en la ciudad,
aun en los sectores
de menor posibili-
dad de acceso a la
cultura que presen-
tían, sin embargo, la
importancia de que
Rosario contara con
semejante acopio
de libros puestos a
disposición de todos.
“Se le asignó una
importancia espe-
cial —decía la revista
Fray Mocho— en el
eje de un período de
la vida de la ciudad
en que las activi-
dades del espíritu
principian a adquirir
un valor notable frente a la actividad económica, predominante hasta el
momento presente”. (19)
La afirmación era certera, ya que en el espíritu de los impulsores de
la obra estaba el reconocimiento de las carencias culturales de una
sociedad que, en aras de la acumulación de fortuna, había hecho oídos
sordos a toda cosa que no fueran las transacciones comerciales, salvo
el fervor teatral, en el que mucho tenía que ver sin embargo la necesi-
dad de figuración social. Algo de eso estaba presente en el discurso de
Nicolás Amuchástegui, quien habló en representación de la Municipali-
dad, cuando advertía: “El pueblo del Rosario, antes de haber pensado
en pulimentarse e instruirse, se ha ocupado en desarrollarse y hacerse
grande, robusto, poderoso, irresistible, con vida propia, pletórico de vida
y de músculos hercúleos”. (20)
El intelectual y político Joaquín V. González, en representación del
18
gobierno nacional, incluyó en sus palabras la frase que aún hoy puede
leerse en la puerta de acceso a la sala de lectura de la Biblioteca Argen-
tina: “Conocer es amar, ignorar es odiar”, aunque según la cobertura de
la revista nacional Fray Mocho “lo más destacable fueron sus ideas sobre
el método en las lecturas y los beneficios sociales de las bibliotecas,
combatiendo la ignorancia en sus males propios y derivados”. La revista
porteña se ocupó de aquel acontecimiento con minuciosidad e interés:
“En su género es una de las instituciones mejor instaladas del país, no
obstante lo económico de su costo, unos 40 mil pesos entre edificio y
muebles. Delante tiene un jardín que la separa del bullicio de la calle;
el salón tiene cierto parecido con el de la Biblioteca Nacional debido a
19
la disposición interior y está adornado con la reproducción de clásicos
monumentos, entre ellos un león alado, que reproduce uno de los de la
tumba de Khorsaba (Asiria)”, concluye. (21)
20
21
3
EL SOÑADO
HOSPITAL
MODELO
PREHISTORIA DEL HOSPITAL
DEL CENTENARIO Y SU ESCUELA
MÉDICA / UNA IDEA A LA ALTURA
DE LA AMBICIÓN CIUDADANA /
CORNELIO CASABLANCA, LOS NOTABLES
Y LA COLECTA PÚBLICA / UN CONCURSO
PARA DISEÑAR EL FUTURO
PÁGINA 25. ”El Pueblo de Mayo”, en la portada de un número especial de PBT, revista nacional que hizo
una de las mejores coberturas periodísticas de las celebraciones del Centenario en todo el país.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 287 (extraordinario), Buenos Aires (25.05.1910)
PÁGINA 27. Autoridades en Rosario en uno de los actos de la fecha patria que incluyó la colocación de la
piedra fundamental del Hospital del Centenario.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 289, Buenos Aires (11.06.1910)
PÁGINA 28. Modelo del proyecto para el Hospital del Centenario publicado en la prensa nacional junto a
un retrato de su impulsor, el señor Cornelio Casablanca.
Revista Fray Mocho; N° 71, Buenos Aires (05.09.1913)
PÁGINA 29. Publicidad de cigarrillos Vuelta Abajo protagonizada por las representaciones del Cometa
Halley y el Centenario.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 287 (extraordinario), Buenos Aires (25.05.1910)
22
“La magna idea de conmemorar de forma perenne nuestro Centenario
con la construcción de un Hospital-Modelo, que debe ser la aspiración
de los iniciadores y del pueblo en general, coloca sobre el tapete una
cuestión de actualidad. Debe tenerse en cuenta —decía La Capital
en abril de 1910— la construcción, conservación y mantenimiento del
futuro hospital, indicando un cuadro de conjunto y recordando los
elementos que deben concurrir para el bienestar de los enfermos que
a la enfermedad unen la pobreza, entendiendo que la idea dominante
es levantar un hospital para pobres”. Agregaba el diario: “Dicho hospi-
tal tendrá un programa de aproximadamente 300 camas divididas en
dos servicios (hombres y mujeres); dos servicios de cirugía, un ser-
vicio de medicina para niños, uno de oftalmología, uno de piel, sífilis
y venéreas, uno de laringología y uno de vías urinarias. Si el terreno
se prestase, por su extensión, podría construirse un pabellón aislado,
para tuberculosos. Honraría a la ciudad este hospital”. (24)
Así se anticipaba el diario local a los anuncios que pretendían
sumar a los festejos patrios la creación de un gran hospital público
con su propia Escuela de Medicina: los orígenes del predio que toda-
vía hoy ocupan el Hospital Centenario y la Facultad de Ciencias Médi-
cas de la Universidad Nacional de Rosario.
23
Pública, además de ser un estudioso del tema hospitalario, capaz de
señalar las deficiencias del sistema en la ciudad de comienzos de siglo
y firme promotor de la construcción de un hospital adecuado a los
tiempos y al avance general del sanitarismo; el último, a cargo enton-
ces del Hospital Rosario, era uno de los más entusiastas propulsores
de la creación de una Escuela Médica, cuya concreción había impul-
sado sin éxito un año antes junto con Lisandro de la Torre, que había
comprobado en Estados Unidos, adonde viajara más de una vez, el
funcionamiento positivo de este tipo de centros de enseñanza médica
privados, algunos de ellos muy prestigiosos. (26)
24
25
de la suscripción pública para levantar el gran hospital”, comentando
a la vez la designación de una comisión asesora de médicos, “dis-
tinguidos e ilustrados”, encargados de informar sobre los aspectos
técnicos de la colosal obra, y también ellos portadores de apellidos
de prestigio como Bartolomé Vasallo, Camilo Aldao, Clemente Álva-
rez, José Sempé, Rafael Araya, Camilo Muniagurria, Enrique Corbellini,
entre varios más. (30)
26
francés René Barba y el doctor Varzi, y “Paraná”, cuyos autores eran
el ingeniero Walter Moll y los arquitectos Ernesto Froliorg y Marcel
Daxelfohofer; y un tercero de 5 mil pesos a “Salud”, de los ingenieros
Taurel y Distasio.
La Comisión iba a demorar sin embargo hasta el 4 de noviembre de
1912 para determinar que el proyecto de Barba-Varzi quedaba por fin
consagrado como el elegido. (34)
Las obras, en rigor de verdad, comenzaron en 1913 y La Capital
dedicó un largo artículo al asunto, con una fotografía de las mismas,
pero la crisis que devino como corolario de la Primera Guerra Mundial
provocó cada vez mayores retrasos en su marcha. Fueron subsidios
provinciales y nacionales los que posibilitaron que el proyecto termi-
nara finalmente, a lo que debe sumarse una importante donación de
terrenos y fondos del médico Pedro Adolfo Rueda (que fallecería en
1918), la que permitió completar todo lo necesario para la construc-
ción de la mayor parte de los pabellones planificados. (35)
El Hospital del Centenario terminó de construirse en 1920 aunque,
todavía sin habilitar durante más de siete años de obras, algunas salas
y subsuelos fueron usadas como albergues nocturnos en tiempos de
sucesivas epidemias y contingencias sociales.
Bajo la incipiente Universidad Nacional del Litoral, creada en 1919
como hija directa del movimiento reformista, iniciaría sus funciones el
Instituto de Enseñanza Médica del Centenario, antecesora de la actual
Facultad de Ciencia Médicas de la Universidad Nacional de Rosario.
Sueño cumplido largamente, con idas y vueltas, surgido del año-
rado progreso que traccionara en Rosario la conmemoración de los
100 años de la Revolución de Mayo.
28
NOTAS
EL CONCEJO EN LA HISTORIA
El Plan Bouvard y la construcción de una imagen de ciudad. Mauro Bonifazi. Conicet/UNR. Revista de
Investigaciones Socio Históricas Regionales, N° 4 (2012) / J.Daniel Infante. Patricia Pasqualis. Editorial
Municipal de Rosario (1996)
30
EL CONCEJO
EN LA HISTORIA
LA AVENIDA CENTRAL
QUE NO FUE
Dentro del “efecto Centenario”, Rosario proyectaba tener una gran avenida
que la atravesara en diagonal, entre la Plaza 25 de Mayo, en el corazón del
casco histórico, y el joven Parque de la Independencia, para proseguir luego
hacia el sudoeste, rumbo a la localidad de Pérez, por la traza de la actual
avenida Presidente Perón (ex Godoy).
Su difusa génesis refiere al plan urbano encargado por el intendente Isi-
dro Quiroga en octubre de 1909 al prestigioso arquitecto francés Joseph
Bouvard, y a un proyecto personal del político ibero rosarino J. Daniel
Infante, propulsor de la Avenida Central.
32
Ilustración acerca del aspecto y ubicación de la planificada Avenida Central
J.Daniel Infante, de Patricia Pasqualis. Colección Hacedores de Rosario. Editorial Municipal de Rosario, 1996.
33
AUSPICIOS
octubre 2024
34
Sucesos Rosarinos
Sucesos Rosarinos surge con la intención de traer al presente una
serie de acontecimientos singulares ocurridos en la ciudad a
través del tiempo. Eventos de distinta índole que, sin ser funda-
mentales como para cambiar la historia, sí constituyeron hechos
novedosos que llamaron la atención de los rosarinos en su época.
Apoyados en material fotográfico original –existente en distintos
archivos o rescatados de publicaciones–, el propósito es tratar
de recrear el clima de época a través de un abordaje cercano a lo
periodístico, guiado por la historiografía, y tentados por la imagi-
nación para llenar los inevitables huecos del registro.
El tratamiento digital de las fotografías es una característica
distintiva de esta empresa, enriqueciendo las tomas originales
(captadas y reproducidas en blanco y negro) con la incorporación
de cuatricromía. La búsqueda no pretende en ningún caso una
correspondencia con los colores originales de la época –que sólo
pueden ser imaginados– ni con la paleta “realista” con la que se
coloreaba tradicionalmente los registros fotográficos. Se trata de
una humilde búsqueda artística para celebrar, en todo caso, la
labor de los fotorreporteros de entonces y las historias que nos
cuentan, poniendo de relieve algunos planos y detalles. Aún con
el riesgo de la lógica distorsión que supone la ampliación de
determinadas tomas, a partir de fotografías publicadas original-
mente en formatos muy pequeños, de acuerdo a los cánones
periodísticos y estéticos del momento.