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N°27

Sucesos Rosarinos
MEMORIAS DEL CENTENARIO
Sucesos Rosarinos
MEMORIAS DEL CENTENARIO

Pasó un siglo entero desde la Revolución de Mayo. El espíritu nacional del Centenario
argentino sobrevuela las calles conmovidas por una sobreactuación celebratoria a la
altura de las circunstancias. Los ánimos, en tanto, son también los del todavía nuevo siglo
XX, con un telón de latente conflictividad social al que, si algo le faltaba, se le presenta la
singular coincidencia de un anuncio astronómico no menos fenomenal: promediando
mayo el temerario cometa Halley, a diferencia de sus anteriores visitas, pasará por delante
del sol y su cola podría alcanzar la Tierra con consecuencias impensadas.
El contexto amerita un recorrido interesante por un 1910 de antología: ni siquiera
tamaña alerta va a apagar el sin fin de comisiones especiales dispuestas a exaltar el
patriotismo sin límites como una impostergable manera de dejar una huella indeleble en
este momento único de la Argentina. Rosario es parte de ese inevitable concierto nacional
y planifica, entre otras cosas, una Semana de Mayo con superpobladas ceremonias. Pero
también es una oportunidad única de reivindicar ese rasgo inconfundible de “la ciudad
que se hizo a sí misma” de la mano de su siempre sobresaliente burguesía que irradia en sí
misma esa consigna.
Una biblioteca pública de grandes dimensiones físicas y similares aspiraciones cultura-
les, y un imponente hospital de numerosos y amplios pabellones con su propia escuela de
Medicina serán los hitos locales del singular aniversario patrio, los rasgos memorables que
los rosarinos pretenden dejar en la Historia.
Será el momento de hombres notables, nobles y pujantes, puestos como guías en
cada una de las iniciativas: Juan Álvarez y Cornelio Casablanca, rodeados de otros que
los empardan en ese fervor de hacer y en sueños, se pondrán al frente, respectivamente,
de ambos proyectos. La ciudad acompañará. Rosario, no sin obstáculos ni demoras,
aportará lo suyo como para que dentro de otros cien años (y más también) esa pulsión
monumental se siga sintiendo con solo mirar una moldura de la estoica Biblioteca Argen-
tina, con apenas recorrer las calles internas del predio del histórico Hospital Centenario o
contemplar el imponente frontispicio de su Facultad de Ciencias Médicas.

3
Staff
TEXTOS EDICIÓN Y PRODUCCIÓN
RAFAEL IELPI CLAUDIO DEMARCHI

TEXTOS Y PRODUCCIÓN DISEÑO E ILUSTRACIÓN


JOAQUÍN D. CASTELLANOS FACUNDO VITIELLO

Antecede a Sucesos Rosarinos —y en cierto modo le da origen— la producción, realizada por este
equipo en un lapso de cinco años, de varias publicaciones periódicas para el diario La Capital:
Barrios con Historia; Los Primeros Cronistas; La Arquitectura en la Historia de Rosario; Hombres y
Mujeres de Rosario, Protagonistas de la Historia. Muchas de ellas, como también la presente, con
la participación, el auspicio, la orientación y el aliento de Rafael Ielpi, una autoridad en la materia
y, además, un gran amigo.

Editor responsable: Papel y Web SRL, Italia 1642, piso 11º B, Rosario, Santa Fe - [email protected]

4
Indice

EL AÑO DE LOS CIEN AÑOS


LOS FESTEJOS CENTRALES DEL 25 DE MAYO / POMPOSA
CELEBRACIÓN CON TRASFONDO DE CONFLICTOS SOCIALES /
ROSARIO EN 1910 / UN INICIO DE AÑO CON PIELES ROJAS EN LA
RURAL Y LA AMENAZA DEL COMETA / “LA FIN DEL MUNDO”

LA BIBLIOTECA DE TODOS
LA FIEBRE PATRIÓTICA Y EMPRENDEDORA / EL PROTAGONISMO
DE LA BURGUESÍA ROSARINA / LIBROS AL ALCANCE DE TODOS:
“CONOCER ES AMAR, IGNORAR ES ODIAR” / A LA LUZ DE JUAN
ÁLVAREZ Y ALFREDO LOVELL

EL SOÑADO HOSPITAL MODELO


PREHISTORIA DEL HOSPITAL DEL CENTENARIO Y SU ESCUELA
MÉDICA / UNA IDEA A LA ALTURA DE LA AMBICIÓN CIUDADANA /
CORNELIO CASABLANCA, LOS NOTABLES Y LA COLECTA PÚBLICA /
UN CONCURSO PARA DISEÑAR EL FUTURO

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1

EL AÑO
DE LOS
CIEN AÑOS
LOS FESTEJOS CENTRALES / POMPOSA
CELEBRACIÓN CON TRASFONDO
DE CONFLICTOS SOCIALES / ROSARIO
EN 1910 / UN INICIO DE AÑO
CON PIELES ROJAS EN LA RURAL
Y LA AMENAZA DEL COMETA /
“LA FIN DEL MUNDO”

PÁGINA 6. “Parte de los seis mil niños que cantaron el Himno Nacional” en los festejos rosarinos por el
Centenario, en la Plaza 25 de Mayo.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 289, Buenos Aires (11.06.1910)

PÁGINA 11. Portada de una publicación nacional con una crítica satírica al “Circo del Centenario”, en
referencia a la fastuosa y onerosa celebración, y en relación al incendio intencional que consumió la
carpa del payaso anglo argentino Frank Brown días antes de los festejos.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 286, Buenos Aires (18.05.1910)

PÁGINA 13. Una formación de bomberos y policías flanquea la llegada de los colegios a la plazoleta
Brown, donde hoy está el Monumento a la Bandera, para rendir honores al General Belgrano.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 289, Buenos Aires (11.06.1910)
Una ferviente multitud desborda la zona del Cabildo de Buenos Aires: es
25 de mayo de 1910 y se cumple un siglo del día en que la Revolución de
Mayo constituyó la Primera Junta patria; la joven y fastuosa avenida de
Mayo —inaugurada apenas 16 años antes, el 9 de julio de 1894—, la primera
de la República y de toda Sudamérica, es el eje de los desfiles y manifes-
taciones populares; los festejos en la Plaza de Mayo tuvieron como prota-
gonistas a todos los sectores sociales. El presidente José Figueroa Alcorta
declaró, en consecuencia, la semana de mayo como un solo y extenso
feriado nacional entre los días 23 y 27. Es la postal del hito que marca el
nacimiento del siglo XX en Argentina.
Entre mayo y noviembre de 1910, la pompa celebratoria potenciada por
la majestuosa Exposición Universal del Centenario ensayaba en la ciudad
de Buenos Aires pretenciosos atisbos de capital mundial. (1)
“Cuando la República Argentina festejó sus cien años de vida indepen-
diente, el 25 de Mayo de 1910, podía decirse que el orgullo nacional había
alcanzado su punto más alto. El país era uno de los primeros exportadores
mundiales de granos. Su crecimiento fabuloso en los últimos treinta años
despertaba la curiosidad de políticos, intelectuales, periodistas, sociólogos
e inversionistas extranjeros”, sintetiza el panorama del país de entonces la
historiadora María Sáenz Quesada.
“Los festejos hicieron época. No se reparó en gastos: agasajo a los
invitados especiales, fiestas populares, desfiles, exposiciones, conferencias.
Con ellas culminaba un siglo de esfuerzo por construir el país a partir de la
modesta instalación de su Primera Junta de gobierno”. (2)

DETRÁS DE LA ALGARABÍA. El menú celebratorio fue variado: hubo un


banquete en la propia Casa de Gobierno para 122 selectos invitados, entre
ellos casi todos los integrantes de las delegaciones oficiales extranjeras
llegadas para el festejo, con la Infanta Isabel de Borbón como figura más
atractiva para el público (sobre todo de origen hispánico) y, entre desfi-
les militares, una manifestación de universitarios ocuparía 15 cuadras a la
par de una batería de fuegos artificiales que intentaban demostrar que
todo era una fiesta. Detrás de la celebración, en la previa al 25 de mayo,
hubo importantes conflictos sociales que debieron ser solapados, inclu-
sive a fuerza del Estado de Sitio: el día 18, la Federación Obrera impulsó
una huelga general en reclamo, entre otras cosas, de la derogación de
la Ley de Residencia, vigente desde 1902, nacida como una herramienta
para expulsar del país a anarquistas y socialistas. Unas semanas antes se
inscribe un singular hecho que no pasó inadvertido: el atentado contra el
circo del popular payaso angloargentino Frank Brown, que ante su inten-
ción de dar algunas funciones con entrada gratuita para los más humildes,
el 4 de mayo de ese año vio arder su carpa instalada sobre la calle Florida,
a manos de la ira incendiaria de muchachos de la aristocracia porteña. (3)

LA CIUDAD EN 1910. Rosario, por su lado, vivió un día especial en la cele-

9
bración del Centenario: desde las primeras horas de la mañana (alteradas
por las salvas que décadas atrás eran usuales los días patrios) hasta des-
pués de las 12 de la noche, con manifestaciones por calle Córdoba, discur-
sos en la Plaza 25 de Mayo y los sones del Himno que se escucharon más
de una vez. En algunos barrios, la Municipalidad hizo el gasto de repartir
pan, carne y yerba a los pobres en escuelas y mercados; hubo funciones
gratuitas de cine, bailes y entusiasmo, mientras se colocaban piedras fun-
damentales, se inauguraban obras a destajo y se descorchaban botellas de
champagne. (4)
Todo en una ciudad a la que arribaban miles de inmigrantes y por cuyas
calles ya no circulaban los vetustos tramways a caballo, reemplazados por
los eléctricos de una compañía belga, y por los primeros automóviles, sin
perjuicio de que carruajes de todo tipo siguieran atravesando calles, aveni-
das y bulevares.
Pero ningún rosarino imaginó que aquel año 1910, el de los cien años
del fin de la dependencia de la corona española iba a traer, más allá de las
celebraciones, un cúmulo de hechos y episodios rimbombantes.

PIELES ROJAS EN LA RURAL. Aquel 1910, que prometía tantas novedades


y fulgores de progreso en todo el país, se inició sin embargo en Rosario
con una propuesta de entretenimiento que superaba todo lo imaginable:
la llegada de una troupe de indios pieles rojas. Apenas iniciado el año, el 19
de enero, el diario La Capital comentaba: “Las escenas de la vida del Far
West de Norteamérica apenas nos son conocidas por los relatos más o
menos exactos de los viajeros que se han encargado de ilustrarnos al res-
pecto (...) pero por primera vez se ve en la Argentina una tropa de pieles
rojas, que debidamente disciplinada y amaestrada, viene a presentarse a
nuestros públicos”. (5)
El contingente de auténticos indios y vaqueros norteamericanos se con-
virtió en una curiosidad apasionante para los vecinos, que se acercaban
a las instalaciones de la Sociedad Rural para contemplar absortos, desde
fuera del predio, las tiendas típicas de los sioux y pieles rojas y el desfile
incesante de guerreros vestidos con la indumentaria propia de cada tribu.
El color rojo predominante en las vestimentas, las plumas y las armas de
fuego constituían parte del atractivo del espectáculo, con la simulación de
ataques de los indios a los pueblos del Oeste, que al parecer alcanzaban
un notable grado de realismo. Lo cierto es que los gritos de guerra, las
detonaciones y las pruebas de destreza de los “cowboys” emocionaron
a un auditorio nutrido, que a las 9 de la noche, por una entrada de 1 peso,
era trasladado por un momento a aquel Far West del que sólo tenía noti-
cias por la literatura.
El 26 de enero, La Capital señalaba, no obstante, que “su vestimenta es
pesada y poco propia para la estación que atravesamos”. Que no era otra
que el verano, que ese año iba a alcanzar temperaturas inesperadas. Una
incógnita digna de ser investigada es la de si aquella compañía no era un

10
11
desprendimiento del famoso espectáculo que el norteamericano William
Cody, más conocido como Buffalo Bill, produjo a partir de 1899 y con el
que recorrió Estados Unidos y Europa con el mismo éxito. (6)

EL PASO DEL COMETA. Otro misterioso evento compartiría cartel con los
preparativos del Centenario, un fulgor celestial que desataría curiosidad
y miedo en el mundo: el paso del cometa Halley y su larguísima estela.
Para los rosarinos, como para todos los habitantes del planeta, aquel iba
a ser un ingrediente adicional que desataría una ola de temor inusitado,
que duraría los 138 días transcurridos entre el 1º de enero y el 18 de mayo
de 1910: la incertidumbre por el paso del cometa “causó olas de suicidios,
escenas de histeria colectiva, quiebras comerciales y hasta uno que otro
crimen pasional”, según consigna una famosa publicación alusiva que
recopila hechos de aquellos días, titulada La Fin del Mundo. (7)
La reproducción en La Capital de un artículo del famoso astrónomo
francés Camilo Flammarion, publicado en el New York Herald, donde el
científico incluía entre las posibilidades remotas una colisión del cometa
con la Tierra, fue el inicio de un período de temor generalizado en la gente,
más allá de las voces autorizadas que indicaban lo contrario. (8)
Otra nota, esta vez en La Prensa, había ayudado bastante al incluir apre-
ciaciones como ésta, referida a la estela o cola del Halley: “Este inmenso
apéndice podría tal vez tocar nuestro planeta y envolvernos por algunas
horas. ¿Cuáles serán las consecuencias de este encuentro, de esta inmer-
sión?”, se preguntaba. Entre los posibles efectos el diario no descartaba
una muerte universal por asfixia si el oxígeno de la atmósfera se combi-
nase con el hidrógeno de la cola del cometa, o una epidemia generalizada
de alegría, delirio y locura universal si hubiera disminución del ázoe. (9)

“LA FIN DEL MUNDO”. No menos contribución a la histeria colectiva


sembrarían algunos folletines que, aprovechando el suceso, preanunciaban
para el 18 de mayo, fecha del paso del cometa, las más terroríficas catás-
trofes. La Fin del Mundo, escrito por Domingo Barisane, sería uno de ellos,
y sus diez entregas, editadas en Buenos Aires, llegarían puntualmente a
Rosario entre enero y mayo de 1910, contribuyendo a aumentar el senti-
miento de temor en especial entre los sectores propensos al consumo de
ese tipo de literatura, propia del período 1900-1930. (10)
El pintoresco pero tremebundo folletinero no utilizaba medias tintas en
sus pronósticos, aunque un toque de neto corte anarquista asomaba en
su alusión al maquinismo creciente y a la explotación obrera: “Las grandes
máquinas suprimen el trabajo del hombre en las fábricas y ya no se ocupa
a los obreros, pues todo es a locomoción. Ahora bien, si esto sirviera para
felicidad de las personas nada habría que decir, pero las máquinas sólo
hacen felices a los industriales y todo lo niegan a los trabajadores. De esta
forma serán los industriales, esos que no tienen compasión con los seres
humanos, quienes habrán de morir primero cuando la tierra sea barrida

12
por la cola del cometa”.
En un ejemplo más del dislate que era su folletín, Barisane excluía de
ese destino mortal, nadie sabe cómo, a alguna gente: “Los justos, los obre-
ros y los enamorados, en cambio, habrán de salvarse. Ya está escrito (San
Mateo, 24-25). Esto es lo que dijo el Señor y entonces no hay dudas que el
momento ha llegado. Dios habló por boca de Flammarion y los soberbios
y poderosos sucumbirán el 18 de mayo”. (11)
Los meses de febrero, abril y marzo estuvieron signados por una ola de
suicidios, que solamente en la Argentina alcanzaron la nada desdeñable
cifra de 427, “algo más de tres muertes voluntarias diarias y un verdadero
récord en febrero con 40 suicidios en 28 días” —sin excluir algunos en
Rosario—, según consigna El cometa de Halley: datos estadísticos y astro-
nómicos, publicado dos años después. (12)
El pánico inicial decayó sin embargo a medida que se minimizaba la
predicción de Flammarion y surgían nuevos datos científicos tranquiliza-
dores, hasta llegar el momento en que el cuerpo celeste cruzó el cielo e
indicó que todo se había tratado de una psicosis tan generalizada como
difícil de detener.
“El día 21 de mayo de 1910, una noticia proveniente de Rosario seña-
laba que el marinero alemán Walter Ahrens había abusado de las bebidas
alcohólicas la noche del 18 de mayo; en completo estado de embriaguez,
mientras intentaba ver en el cielo la famosa cola envenenada, cayó de su
barco anclado en el puerto y murió ahogado”. Ahrens, con toda seguridad,
fue la última víctima de “la fin del mundo” en la Argentina. (13)

13
2

LA BIBLIOTECA
DE TODOS
LA FIEBRE PATRIÓTICA Y EMPRENDEDORA
/ EL PROTAGONISMO DE LA BURGUESÍA
ROSARINA / LIBROS AL ALCANCE
DE TODOS: “CONOCER ES AMAR,
IGNORAR ES ODIAR” / A LA LUZ
DE JUAN ÁLVAREZ Y ALFREDO LOVELL

PÁGINA 16. Palco en el acto de imposición del nombre “Avenida Francia” al bulevar Timbúes: el cónsul galo
en el uso de la palabra junto a autoridades provinciales y locales.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 295 (extraordinario), Buenos Aires (20.07.1910)

PÁGINA 17. Alusión al Centenario en una ilustración de tapa en Caras y Caretas, una de las principales
publicaciones gráficas nacionales de la época.
Revista Caras y Caretas; N° 607 (extraordinario), Buenos Aires (21.05.1910)

PÁGINA 18. Frente original de la Biblioteca Argentina que desde los años ‘50 se llama como su mentor,
Juan Álvarez; ese sector histórico, por el pasaje homónimo, se mantiene igual.
Revista Fray Mocho; N° 14, Buenos Aires (02.08.1912)

PÁGINA 19. Arriba. Joaquín V. González, representante del gobierno nacional, en el centro, escoltado por
Juan Álvarez, a su derecha, y el intendente Dermidio T. González, a su izquierda, entre los concurrentes a la
inauguración de la Biblioteca Argentina.
Revista Fray Mocho; N° 14, Buenos Aires (02.08.1912)
Abajo, “Los Cresos Rosarinos”, según la prensa local, los más acaudalados vernáculos posando juntos:
sentados, Lisandro De la Torre, Enrique Astengo, Ciro Echesortu, José Castagnino, Juan Fuentes, Francisco
Güena y Casiano Casas; de pie, Fernando Pessan, José Botto, Juan Protto, Alfredo Rouillón, Ernesto Brandt,
Rufino Escudero, Jospe Martinoli, Manuel Ordóñez, Quintín de Acevedo Machado y Juan Andino.
Revista Monos y Monadas; N°4, Rosario (03.07.1910)

PÁGINA 21. Arriba, una esfinge egipcia y una deidad asiria como ornamentos en el interior de la Biblioteca.
Abajo, a la izquierda, el bibliotecario Alfredo Lovell en el proscenio del salón de lectura; a la derecha, una
panorámica de ese mismo recinto.
Revista Fray Mocho; N° 14, Buenos Aires (02.08.1912)
Estaba claro que el año del Centenario de Mayo en el Rosario no iba a ser
sólo el de los festejos de almanaque: un permanente entusiasmo cívico,
un arranque inusual de patriotismo hacedor y ejecutivo parecía haberse
encarnado en funcionarios, empresarios, comerciantes, políticos y en la
propia ciudadanía. Por eso, se sucederían no sólo los grandes proyectos
y las grandes obras sino otros cambios menores que tendrían asimismo
una larga perduración en el tiempo.

LA VOLUNTAD DE HACER. En julio de 1910, en conmemoración de la


Revolución Francesa, se impuso el nombre de Avenida Francia al anti-
guo Boulevard Timbúes, que de alguna manera había sido uno de los
límites del Rosario poblado en los primeros años del siglo. El acto tuvo
gran representatividad política, con la presencia del gobernador santafe-
sino Domingo Crespo, el intendente Isidro Quiroga, el Jefe Político Julián
Paz, y el Cónsul de Francia Charles Faubert. (14)
La fiebre emprendedora de 1910 iba a posibilitar también la fundación
de otras instituciones representativas de sectores de peso en la sociedad
local como el Colegio de Escribanos, cuyo primer presidente sería Panta-
león Egurvide, y el Círculo Médico, fundado el 14 de septiembre.
Otra muestra del poderío económico de la burguesía local se dio en
junio con la respuesta de ese sector al proyecto del gobierno santafesino
de reorganización del Banco Provincial de Santa Fe. “En cuanto el mismo
fue conocido en la ciudad —consignaba la revista Monos y Monadas—,
se reunieron dos de nuestros Cresos y dijeron que bien podía el Rosario
suscribir totalmente el empréstito en lugar de recurrir a capitales extran-
jeros. Unas pocas visitas y tres horas después estaba suscripto el capital
necesario, es decir la friolera de 7 millones de pesos”. La publicación
local incluye una fotografía donde posan los aportantes rosarinos donde
se destaca Enrique Astengo, porteño de nacimiento pero que había
consolidado una gran fortuna en Rosario como empresario de obras de
pavimentación en las que llegaría a ocupar a cerca de 2.000 obreros,
dueño además de estancias que había constituido una empresa coloni-
zadora y se lo consideraba uno de los capitalistas más importantes de
la provincia. La lista sigue con Lisandro de la Torre, Ciro Echesortu, José
Castagnino, Alfredo J. Rouillón, Juan Fuentes, Casiano Casas, Fernando
Pessan y otros ocho no menos poderosos. La nota afirma que un ban-
quero, al ver la fotografía deslizó: “He aquí una reunión que vale más de
100 millones…” (15)
Serían aquellos personajes los gestores de dos importantes obras vin-
culadas a los ámbitos de la cultura y de la salud pública, que no les eran
ajenas por educación y, en algunos casos, por una tradición familiar más
o menos inmediata: una gran biblioteca y un moderno hospital público.

LA BIBLIOTECA DE TODOS. Una de las grandes instituciones nacidas al


calor de ese impulso patriótico del Centenario fue la Biblioteca Argen-

15
tina, la más importante de la ciudad hasta nuestros días y una de las más
relevantes de la Argentina, surgida como un proyecto de Juan Álvarez
(cuyo nombre se sumaría para siempre al de la institución, por decreto
municipal de abril de 1956).
En julio de 1910, Monos y Monadas daba cuenta de la simbólica
puesta en marcha de las obras: “En un terreno de la cortada de Cór-
doba entre las de Paraguay e Independencia (actual Presidente Roca),
se ha verificado la colocación de la piedra de la Biblioteca Argentina”;
la ceremonia incluyó, junto a la infaltable banda de policía, un discurso
del secretario municipal Benjamín Rodríguez de la Torre, “desarrollado
en el hermoso castellano que escribieron Moreno, Rivadavia, Echeverría
y Sarmiento”. (16)
Pero dos meses después, el 18 de septiembre del mismo año, en la
revista aludida se puede leer la noticia de algo que suena conocido: “la
colocación de la piedra fundamental de la Biblioteca Argentina”. Lo que
vendría a ser el lejano antecedente de otras obras “inauguradas” más de
una vez en la ciudad. (17)
En esta ocasión, el acto contaría con presencias más relevantes como
las del intendente Isidro Quiroga, Fermín Lejarza (un gran impulsor del
proyecto) y el entonces secretario de la Intendencia, que no era otro que
Juan Álvarez, “en quien se aúnan —afirmaba Monos y Monadas— dotes
de erudición vastísima, clara inteligencia y férrea voluntad para ejecutar”.
El sitio elegido para levantar el edificio, que recién se inauguraría en 1912,
era el que ocupaba todavía en mayo de 1911 una vieja caballeriza munici-
pal. (18)

16
UNA FRASE PER-
DURABLE. El acto
inaugural el 24 de
julio de aquel 1912,
concretado casi dos
meses después de
la habilitación de la
Biblioteca al público,
el 27 de mayo, tuvo
repercusiones nota-
bles en la ciudad,
aun en los sectores
de menor posibili-
dad de acceso a la
cultura que presen-
tían, sin embargo, la
importancia de que
Rosario contara con
semejante acopio
de libros puestos a
disposición de todos.
“Se le asignó una
importancia espe-
cial —decía la revista
Fray Mocho— en el
eje de un período de
la vida de la ciudad
en que las activi-
dades del espíritu
principian a adquirir
un valor notable frente a la actividad económica, predominante hasta el
momento presente”. (19)
La afirmación era certera, ya que en el espíritu de los impulsores de
la obra estaba el reconocimiento de las carencias culturales de una
sociedad que, en aras de la acumulación de fortuna, había hecho oídos
sordos a toda cosa que no fueran las transacciones comerciales, salvo
el fervor teatral, en el que mucho tenía que ver sin embargo la necesi-
dad de figuración social. Algo de eso estaba presente en el discurso de
Nicolás Amuchástegui, quien habló en representación de la Municipali-
dad, cuando advertía: “El pueblo del Rosario, antes de haber pensado
en pulimentarse e instruirse, se ha ocupado en desarrollarse y hacerse
grande, robusto, poderoso, irresistible, con vida propia, pletórico de vida
y de músculos hercúleos”. (20)
El intelectual y político Joaquín V. González, en representación del

18
gobierno nacional, incluyó en sus palabras la frase que aún hoy puede
leerse en la puerta de acceso a la sala de lectura de la Biblioteca Argen-
tina: “Conocer es amar, ignorar es odiar”, aunque según la cobertura de
la revista nacional Fray Mocho “lo más destacable fueron sus ideas sobre
el método en las lecturas y los beneficios sociales de las bibliotecas,
combatiendo la ignorancia en sus males propios y derivados”. La revista
porteña se ocupó de aquel acontecimiento con minuciosidad e interés:
“En su género es una de las instituciones mejor instaladas del país, no
obstante lo económico de su costo, unos 40 mil pesos entre edificio y
muebles. Delante tiene un jardín que la separa del bullicio de la calle;
el salón tiene cierto parecido con el de la Biblioteca Nacional debido a

19
la disposición interior y está adornado con la reproducción de clásicos
monumentos, entre ellos un león alado, que reproduce uno de los de la
tumba de Khorsaba (Asiria)”, concluye. (21)

LOVELL, EL OLVIDADO. Juan Álvarez, designado primer director,


encontraría un acompañante ejemplar en el español Alfredo Lovell, pri-
mer bibliotecario y durante muchísimos años alma mater de la Biblio-
teca, quien tendría luego a Camilo Muniagurria, en el período hasta
1930, como a uno de sus directores más relevantes a la vez que a un
celoso defensor del desarrollo que debía darse a la institución. Álvarez
recordaría: “Lovell tuvo a su cargo la parte más pesada y monótona de
las tareas de organización de la Biblioteca. No obstante las penurias del
Tesoro, antes de cumplirse dos años de colocada la piedra fundamen-
tal, teníamos casa y muebles, algunas obras de arte y alrededor de 12
mil volúmenes…” (22)
El español Lovell, que durante casi 40 años fuera bibliotecario princi-
pal de la institución, debió alejarse de ella en diciembre de 1946 por una
presunta incompatibilidad, sin que la nueva administración municipal,
designada por el gobierno peronista, le reconociera siquiera su larga
trayectoria al servicio de la Biblioteca y de la cultura de la ciudad. Dos
años más tarde, José Guillermo Bertotto, periodista reconocido por
su apasionamiento, que fuera designado secretario de Cultura y en esa
condición también director ad honorem de la Biblioteca, logró que el
intendente Simón Sisa, sin retroceder en la cesantía de Lovell, modificara
el contenido del primer decreto consignando lo que antes se omitiera:
“que en el desempeño de aquella función demostró celo, erudición y
conciencia, cualidades éstas dignas de destacar, dándosele las gracias
por los eficaces y meritorios servicios prestados en tal carácter”. Con lo
que el objetivo reparador del activo polemista que fuera Bertotto, quedó
(aunque tarde) cumplido. (23)

UN MISMO OBJETIVO. Más de 50 años después, se agregó al edificio


original una importante estructura sobre calle Presidente Roca, a su
vez ampliada ya iniciado el siglo XXI, con la incorporación de tecnolo-
gía y equipamiento que se sumaron a los cerca de 190.000 volúmenes
que conforman su patrimonio bibliográfico, con actividades culturales
que ya se concretaban desde su inicio a través del Círculo de la Biblio-
teca, cuando ésta albergaba, en el espacio de la amplia sala de lectura,
exposiciones de arte, conferencias, conciertos y recitales. Un legado
consecuente de su idea original impulsada por el fervor del Centena-
rio de Mayo: si el saber ocupa lugar que sea público, en espejo con el
mayor emblema del país en el ámbito de los libros: la Biblioteca Nacional
Mariano Moreno, nacida en el amanecer del primer gobierno patrio, con
iguales intenciones, el 13 de septiembre 1810.

20
21
3

EL SOÑADO
HOSPITAL
MODELO
PREHISTORIA DEL HOSPITAL
DEL CENTENARIO Y SU ESCUELA
MÉDICA / UNA IDEA A LA ALTURA
DE LA AMBICIÓN CIUDADANA /
CORNELIO CASABLANCA, LOS NOTABLES
Y LA COLECTA PÚBLICA / UN CONCURSO
PARA DISEÑAR EL FUTURO

PÁGINA 25. ”El Pueblo de Mayo”, en la portada de un número especial de PBT, revista nacional que hizo
una de las mejores coberturas periodísticas de las celebraciones del Centenario en todo el país.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 287 (extraordinario), Buenos Aires (25.05.1910)

PÁGINA 27. Autoridades en Rosario en uno de los actos de la fecha patria que incluyó la colocación de la
piedra fundamental del Hospital del Centenario.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 289, Buenos Aires (11.06.1910)

PÁGINA 28. Modelo del proyecto para el Hospital del Centenario publicado en la prensa nacional junto a
un retrato de su impulsor, el señor Cornelio Casablanca.
Revista Fray Mocho; N° 71, Buenos Aires (05.09.1913)

PÁGINA 29. Publicidad de cigarrillos Vuelta Abajo protagonizada por las representaciones del Cometa
Halley y el Centenario.
PBT Semanario Infantil Ilustrado; N° 287 (extraordinario), Buenos Aires (25.05.1910)

22
“La magna idea de conmemorar de forma perenne nuestro Centenario
con la construcción de un Hospital-Modelo, que debe ser la aspiración
de los iniciadores y del pueblo en general, coloca sobre el tapete una
cuestión de actualidad. Debe tenerse en cuenta —decía La Capital
en abril de 1910— la construcción, conservación y mantenimiento del
futuro hospital, indicando un cuadro de conjunto y recordando los
elementos que deben concurrir para el bienestar de los enfermos que
a la enfermedad unen la pobreza, entendiendo que la idea dominante
es levantar un hospital para pobres”. Agregaba el diario: “Dicho hospi-
tal tendrá un programa de aproximadamente 300 camas divididas en
dos servicios (hombres y mujeres); dos servicios de cirugía, un ser-
vicio de medicina para niños, uno de oftalmología, uno de piel, sífilis
y venéreas, uno de laringología y uno de vías urinarias. Si el terreno
se prestase, por su extensión, podría construirse un pabellón aislado,
para tuberculosos. Honraría a la ciudad este hospital”. (24)
Así se anticipaba el diario local a los anuncios que pretendían
sumar a los festejos patrios la creación de un gran hospital público
con su propia Escuela de Medicina: los orígenes del predio que toda-
vía hoy ocupan el Hospital Centenario y la Facultad de Ciencias Médi-
cas de la Universidad Nacional de Rosario.

UN PROYECTO DE DIMENSIONES. A Cornelio Casablanca, uno más


entre los nombres expectables de la ciudad, se lo menciona como
uno de los propulsores del ambicioso proyecto. Sin embargo, el pro-
pio Casablanca reconoce en una entrevista de 1924 también a otros
responsables en esa tarea: “El honor de haber iniciado y auspiciado
esta obra no me corresponde en un todo, pues la idea de hacer una
Escuela de Medicina corresponde al doctor Lisandro de la Torre, quien
la hizo conocer al doctor Enrique Corbellini y a mí un año antes del
Centenario. Planeada la Escuela por el doctor Corbellini, que fue siem-
pre un entusiasta partidario de ella, fui consultado sobre la posibili-
dad de llevar a cabo el proyecto, conviniendo que no había ambiente
favorable si no se asociaba con la construcción de un hospital, y que
debía esperarse un momento más oportuno. Ese momento llegó con
el Centenario y la idea del policlínico lanzada por mí en la noche del
8 de abril de 1910, ante un reducido grupo de amigos no fue sino el
complemento, mejor dicho la base, de la Escuela de Medicina poster-
gada. Fue, pues, una idea de largo tiempo madurada, aun cuando casi
todos la creyeron una improvisación de las circunstancias”. (25)
Casablanca contó inicialmente con el consejo y la ayuda de tres
médicos prestigiosos de la ciudad: Clemente Álvarez, José S. Sempé
y el ya citado Enrique J. Corbellini; el primero de ellos, reconocido por
sus constantes luchas en pro del control de la tuberculosis en la ciu-
dad, en especial a través de la Liga Argentina contra la Tuberculosis,
fundada en 1901; el segundo, director por entonces de la Asistencia

23
Pública, además de ser un estudioso del tema hospitalario, capaz de
señalar las deficiencias del sistema en la ciudad de comienzos de siglo
y firme promotor de la construcción de un hospital adecuado a los
tiempos y al avance general del sanitarismo; el último, a cargo enton-
ces del Hospital Rosario, era uno de los más entusiastas propulsores
de la creación de una Escuela Médica, cuya concreción había impul-
sado sin éxito un año antes junto con Lisandro de la Torre, que había
comprobado en Estados Unidos, adonde viajara más de una vez, el
funcionamiento positivo de este tipo de centros de enseñanza médica
privados, algunos de ellos muy prestigiosos. (26)

LA HORA DE LA COLECTA. Sería el exclusivo recinto del Club Social


el elegido para la asamblea de notables promovida con el aval de
más de setenta firmas de pro y la asistencia de más de un centenar
de adherentes al proyecto. Allí se leyó el manifiesto Al Pueblo del
Rosario; se eligió la primera comisión directiva, para cuya presidencia
se designó a Casablanca, entonces gerente del Banco Español del
Río de la Plata; se excluyeron de la misma a los médicos y se inició la
suscripción inicial entre los presentes. Esa noche, para asombro de
muchos, se recaudaron cerca de 440 mil pesos. La suscripción popu-
lar inmediata, abierta en algunas instituciones bancarias de la ciudad,
demostró el entusiasmo que la idea y el fervor del Centenario habían
despertado en los rosarinos, pertenecieran o no a la clase adinerada.
En menos de una semana, lo depositado alcanzaría casi a un millón de
pesos, que subirían a $1.231.750 el 24 de mayo, al colocarse la piedra
fundamental de las obras. (27)
La revista Monos y Monadas detalló los pormenores de la ceremo-
nia, que incluyó discursos del intendente Isidro Quiroga y de Casa-
blanca, la bendición del párroco de la Catedral y la participación de
un coro de 5 mil niños que cantaron el Himno Nacional, “con una
orquesta dirigida por el italiano Santángelo”. El entusiasmo contagia-
ría incluso al periodismo: “Ese barrio de suyo tan apartado y solitario
se transformó ese día antes de recibir los beneficios del altruismo
popular”, pudo leerse al día siguiente en la revista. (28)

VOCES DE PRUDENCIA. Mientras tanto, la Comisión, que era una


verdadera constelación de apellidos reconocidos de la alta burguesía
mercantil, avanzaba hacia el inicio de las obras, preparando los plie-
gos para el concurso de proyectos, convencidos sus miembros, como
lo refrendaran por escrito, de que “los ricos tienen una función que
legitima las diferencias de fortuna y deben demostrar que son dignos
del envidiado lugar que ocupan. Entre una obra puramente artística y
otra que, sin excluir el arte, fuere a la vez de beneficencia, enseñanza
científica y utilidad inmediata, nos quedamos con lo segundo…” (29)
Al poco tiempo, Monos y Monadas consignaría: “es increíble el éxito

24
25
de la suscripción pública para levantar el gran hospital”, comentando
a la vez la designación de una comisión asesora de médicos, “dis-
tinguidos e ilustrados”, encargados de informar sobre los aspectos
técnicos de la colosal obra, y también ellos portadores de apellidos
de prestigio como Bartolomé Vasallo, Camilo Aldao, Clemente Álva-
rez, José Sempé, Rafael Araya, Camilo Muniagurria, Enrique Corbellini,
entre varios más. (30)

PROYECTAR EL FUTURO. La revista dejaba constancia de que, tra-


tándose de un hospital de cuatro manzanas, “vienen ahora los puntos
más complicados, como determinar cómo se distribuirán los numero-
sos pabellones aislados, además del edificio de la Escuela de Medicina
anexa que se creará”. (31)
A la suscripción (exitosa pero insuficiente para semejante obra) se
sumaron los aportes de la Municipalidad de Rosario, que a la dona-
ción, en mayo de 1910, de las cuatro manzanas contenidas por las
calles Urquiza al norte, Santa Fe al sur, Suipacha al este y las vías del
Ferrocarril Buenos Aires-Rosario al oeste, agregaría un subsidio de
300 mil pesos pagaderos en tres cuotas a partir del año siguiente.
Una cifra similar fue aportada por el gobierno santafesino, mien-
tras que el gobierno nacional estableció un subsidio de 250 mil
pesos para 1910 y de una suma igual para 1911, que fueron aportados
no sin las demoras previsibles. El monto estimado para la construc-
ción del Hospital Centenario y la Escuela de Medicina quedó fijado
en $1.700.000. (32)
La relevancia del proyecto hizo que se decidiera un concurso inter-
nacional, cuyo llamado se produjo en octubre de 1910, con un plazo
de seis meses para la recepción de trabajos, y un jurado que incluía el
doble de técnicos que de médicos, de acuerdo al expreso pedido de
la Sociedad Central de Arquitectos de la Argentina. Por los primeros,
lo integraron dos ingenieros arquitectos de la colegiación profesional
de Buenos Aires: Carlos Nordmann y John J. Doyer, y dos locales, el
ingeniero arquitecto Italo Meliga, uno de los profesionales reconoci-
dos de Rosario de entresiglos, y el ingeniero civil Manuel Sugasti. Sólo
dos médicos, como se había exigido, pudieron juzgar las propuestas:
Clemente Álvarez y Luis Vila, a los que se sumaría Casablanca, que
no era ni médico, ni ingeniero, ni arquitecto pero sí el alma mater de
aquello que parecía una utopía. (33)

Y EL GANADOR ES… Cumplido el plazo de recepción, los trece


proyectos recibidos fueron exhibidos en el local del Jockey Club,
en Córdoba y Maipú, ante el consiguiente revuelo de los habituales
paseantes. El jurado declaró desierto el primer premio, que tenía una
recompensa de 12 mil pesos y otorgó en cambio dos segundos, de 10
mil pesos cada uno, a los denominados “Ciencia y Arte”, del ingeniero

26
francés René Barba y el doctor Varzi, y “Paraná”, cuyos autores eran
el ingeniero Walter Moll y los arquitectos Ernesto Froliorg y Marcel
Daxelfohofer; y un tercero de 5 mil pesos a “Salud”, de los ingenieros
Taurel y Distasio.
La Comisión iba a demorar sin embargo hasta el 4 de noviembre de
1912 para determinar que el proyecto de Barba-Varzi quedaba por fin
consagrado como el elegido. (34)
Las obras, en rigor de verdad, comenzaron en 1913 y La Capital
dedicó un largo artículo al asunto, con una fotografía de las mismas,
pero la crisis que devino como corolario de la Primera Guerra Mundial
provocó cada vez mayores retrasos en su marcha. Fueron subsidios
provinciales y nacionales los que posibilitaron que el proyecto termi-
nara finalmente, a lo que debe sumarse una importante donación de
terrenos y fondos del médico Pedro Adolfo Rueda (que fallecería en
1918), la que permitió completar todo lo necesario para la construc-
ción de la mayor parte de los pabellones planificados. (35)
El Hospital del Centenario terminó de construirse en 1920 aunque,
todavía sin habilitar durante más de siete años de obras, algunas salas
y subsuelos fueron usadas como albergues nocturnos en tiempos de
sucesivas epidemias y contingencias sociales.
Bajo la incipiente Universidad Nacional del Litoral, creada en 1919
como hija directa del movimiento reformista, iniciaría sus funciones el
Instituto de Enseñanza Médica del Centenario, antecesora de la actual
Facultad de Ciencia Médicas de la Universidad Nacional de Rosario.
Sueño cumplido largamente, con idas y vueltas, surgido del año-
rado progreso que traccionara en Rosario la conmemoración de los
100 años de la Revolución de Mayo.

28
NOTAS

(1) El Centenario de la Revolución de Mayo en fotos. Ministerio de Cultura de la Nación; Archivo


General de la Nación. Buenos Aires (25.05.2021)
(2) Los Estancieros, desde la época colonial hasta nuestros días. María Sáenz Quesada. Editorial
Sudamericana. Buenos Aires (2010)
(3) El incendio del circo, de Sebastián Stavisky. Humo; ensayo y crónica, N° 4. Buenos Aires (2019)
(4) Ecos de la Semana de Mayo. Revista Monos y Monadas, N° 2. Rosario (19.06.1910)
(5) Diario La Capital (19.01.1910)
(6) Diario La Capital (26.01.1910)
(7) La Fin del Mundo. Lidia Parise y Abel González. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires
(1972)
(8) Diario La Capital (29.01.1910).
(9) Diario La Prensa (01.01.1910).
(10) y 11) La Fin del Mundo. Folletín de Domingo Barisane. Buenos Aires (1910)
(12) y (13) L. Parise y A. González, Op.Cit.
(14) El Centenario en el Rosario. PBT, Semanario Infantil Ilustrado; N° 295 (extraordinario). Buenos
Aires (20.07.1910)
(15) Los Cresos Rosarinos. Revista Monos y Monadas; N °4 - Rosario (03.07.1910)
(16) (17) y (18) Rosario del 900 a la Decada Infame. Rafael Oscar Ielpi. Ediciones HomoSapiens.
Rosario (2005)
(19) (20) y (21) Revista Fray Mocho; N° 14. Buenos Aires (02.08.1912)
(22) y (23) R.O. Ielpi, Op.Cit.
(24) y (25) El año del Centenario en Rosario. Los bonos de la suscripción popular pro Hospital del
Centenario. Rodolfo J. Franci. El Correo de las Canteras. Centro Numismático de las Sierras del Tandil
(2010)
(26) La Facultad de Medicina y el Hospital del Centenario. Convergencia de tres voluntades. Stella M.
Roma, Fernando A. Pérez y Alberto E. D’ottavio. Revista Médica de Rosario, N° 98 (2024)
(27) R.J. Franci, Op.Cit.
(28) Ecos de la Semana de Mayo. Revista Monos y Monadas, N° 2. Rosario (19.06.1910)
(29 a 33) R.J. Franci, Op.Cit.
(34) y (35) El Hospital Centenario y un tributo secular a Mayo. Juan Pablo Robledo. Revista Rosario y
su Historia, Nº 62 (04/2008)

EL CONCEJO EN LA HISTORIA

El Plan Bouvard y la construcción de una imagen de ciudad. Mauro Bonifazi. Conicet/UNR. Revista de
Investigaciones Socio Históricas Regionales, N° 4 (2012) / J.Daniel Infante. Patricia Pasqualis. Editorial
Municipal de Rosario (1996)

30
EL CONCEJO
EN LA HISTORIA

LA AVENIDA CENTRAL
QUE NO FUE
Dentro del “efecto Centenario”, Rosario proyectaba tener una gran avenida
que la atravesara en diagonal, entre la Plaza 25 de Mayo, en el corazón del
casco histórico, y el joven Parque de la Independencia, para proseguir luego
hacia el sudoeste, rumbo a la localidad de Pérez, por la traza de la actual
avenida Presidente Perón (ex Godoy).
Su difusa génesis refiere al plan urbano encargado por el intendente Isi-
dro Quiroga en octubre de 1909 al prestigioso arquitecto francés Joseph
Bouvard, y a un proyecto personal del político ibero rosarino J. Daniel
Infante, propulsor de la Avenida Central.

TRASFONDO DE IDEAS. A pesar de que el afamado proyectista francés ya


había cobrado parte importante de sus honorarios, los planos no llegaron
nunca para el aniversario patrio de Mayo de 1910 sino recién en marzo de
1911, en la recta final de la intendencia de Quiroga. El naufragio del pro-
yecto parecía sentenciado, más todavía tras una serie de efímeras gestiones
municipales sucesivas: hubo cinco intendentes entre junio de 1911 y noviem-
bre de 1912. El sexto fue el español Infante, efusivo orador, ladero y amigo
del recordado magnate Carlos Casado del Alisal, a quien además le había
administrado sus bienes.
La nueva autoridad local ostentaba fama de vehemente y obstinado al
punto que era señalado por sus rivales políticos con el apodo de “El Loco”.
Honrando esa consigna, contra lo aprobado por el Concejo, Infante se
animó a determinar que no se le pagaría ni un centavo más a Bouvard pero
que la gran avenida, amoldada a un proyecto propio, se realizaría igual.
Autodeclarado socialista, antimonárquico y anticlerical, Infante había
propuesto antes de 1910 la planificación de una diagonal entre la Terraza del
Centenario, en la esquina de las calles Buenos Aires y Santa Fe, que cruzara
la plaza 25 de Mayo en línea recta y sin desvíos hasta el Parque de la lnde-
pendencia. Su proyecto estaba inspirado en Georges-Eugène Haussmann,
funcionario francés designado por Napoleón III para realizar la transforma-
ción de París durante el Segundo Imperio, a mediados del siglo XIX. Para
ello, y para no utilizar los escasos recursos municipales, impulsó la creación
de una sociedad —que se constituyó— que se dedicara al manejo de los
terrenos necesarios para el proyecto: la Urbanizadora Rosarina Sociedad
Anónima, que administraría fondos logrados por suscripción pública.

CONTEXTO POLÍTICO. La llegada al poder de Infante le había agregado un


aditamento insoslayable: ese hombre polémico y de carácter fuerte, desig-

32
Ilustración acerca del aspecto y ubicación de la planificada Avenida Central
J.Daniel Infante, de Patricia Pasqualis. Colección Hacedores de Rosario. Editorial Municipal de Rosario, 1996.

nado por el gobernador radical Manuel Menchaca, ya no pertenecía a las


filas de la Liga del Sur, espacio político que el ahora intendente había con-
tribuido a fundar y del que se había vuelto disidente. La militancia de Infante
estuvo signada hasta entonces por los roces con Lisandro de la Torre, el
líder partidario del que se alejó en 1912, casi en simultáneo con su nombra-
miento al frente de Rosario.
“El enfrentamiento con el Concejo Deliberante dominado por los liguistas
y su apoyo a las huelgas de trabajadores tranviarios y de peones munici-
pales precipitarían su alejamiento. Durante su tormentosa gestión, el diario
rosarino La Capital definió a Infante como «un resumen de todas las contra-
dicciones»”, sostiene el investigador Santiago Javier Sánchez en una sem-
blanza sobre Infante y la política rosarina en los inicios del siglo XX.
Esto explica que en principio, mucho antes de que Infante asumiera la
intendencia, los concejales rosarinos habían acompañado el proyecto de
la Gran Avenida, al menos en su etapa inicial, entre “la plaza de Mayo y la
plaza Santa Rosa (hoy Sarmiento)”, con la sanción de la ordenanza Nº 61
del 11 de noviembre de 1910. Hacia 1912 la iniciativa se fue apagando hasta
quedar definitivamente desactivada durante la breve pero intensa gestión
municipal del español, en la que se hizo manifiesta una notable resistencia
de muchos vecinos a vender sus propiedades en el trayecto pensado para
la Avenida Central. En ese periodo también se escucharán altisonantes opi-
niones en contra de la falta de una planificación mayor y las sospechas de
una posible especulación inmobiliaria.
El sueño de una imponente diagonal de 42 metros de ancho, con veredas
elevadas para el paseo peatonal y una amplia traza para tranvías y automó-
viles que hubiera transformado la fisonomía urbana de Rosario se terminó
de apagar en abril de 1913 con la salida de Infante de su cargo de intendente
municipal.

33
AUSPICIOS

Acompañan este proyecto cultural que rescata


la identidad y la memoria de los rosarinos:

octubre 2024

34
Sucesos Rosarinos
Sucesos Rosarinos surge con la intención de traer al presente una
serie de acontecimientos singulares ocurridos en la ciudad a
través del tiempo. Eventos de distinta índole que, sin ser funda-
mentales como para cambiar la historia, sí constituyeron hechos
novedosos que llamaron la atención de los rosarinos en su época.
Apoyados en material fotográfico original –existente en distintos
archivos o rescatados de publicaciones–, el propósito es tratar
de recrear el clima de época a través de un abordaje cercano a lo
periodístico, guiado por la historiografía, y tentados por la imagi-
nación para llenar los inevitables huecos del registro.
El tratamiento digital de las fotografías es una característica
distintiva de esta empresa, enriqueciendo las tomas originales
(captadas y reproducidas en blanco y negro) con la incorporación
de cuatricromía. La búsqueda no pretende en ningún caso una
correspondencia con los colores originales de la época –que sólo
pueden ser imaginados– ni con la paleta “realista” con la que se
coloreaba tradicionalmente los registros fotográficos. Se trata de
una humilde búsqueda artística para celebrar, en todo caso, la
labor de los fotorreporteros de entonces y las historias que nos
cuentan, poniendo de relieve algunos planos y detalles. Aún con
el riesgo de la lógica distorsión que supone la ampliación de
determinadas tomas, a partir de fotografías publicadas original-
mente en formatos muy pequeños, de acuerdo a los cánones
periodísticos y estéticos del momento.

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