Se Dieron Cuenta Que Estaban Desnudos

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“SE DIERON CUENTA QUE ESTABAN DESNUDOS” (Gn 3, 7)

La Desnudez es un concepto que aparece en la Biblia con una connotación de


desprotección, incluso oprobio, vergüenza. Dejar al alguien desnudo, es la peor humillación que se
puede infligir (Ex 28, 48; Is 47, 3; Ap. 3, 17). Pero cuándo el hombre comienza a sentir vergüenza de
estar desnudo. En el principio Adán y Eva estaban desnudos, pero no se avergonzaba (Gn 2,25).
Pero después del pecado, de la desobediencia, de la soberbia se “dieron cuenta que estaban
desnudos; y se cosieron hojas de higuera” (Gn 3, 7). Después continua el relato “te he oído andar
por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido”. (Gn 3,10). El
desajuste introducido por el pecado rompe la armonía interior de la persona, quiebra el Don de la
Integridad y el orden de la creación. Por esto no sorprende que Dios se convirtiera para ellos en un
ser extraño y terrible del cual hay que “esconderse”. Cuando se habla de desnudez se habla de una
desnudez completa, del estar desprotegido. Las decisiones personales embargan al hombre entero.

El hombre desde el noción hebreo se refleja en tres términos antropológicos claves Nefes,
Ruah, Basar para concebir al hombre como una unidad vital, como un todo y como una unidad total
de cuerpo y alma, el espíritu esta tan esencialmente unido al cuerpo. El hombre es basar en cuanto
ser mundano, solidario a los demás seres y particularmente de su semejanza, es nefes en cuanto
ser equipado con el dinamismo vital inmanente, participa del ruah en cuanto receptor del influjo
carismático de Dios, que le pone a su servicio y lo llama a un destino salvífico (Ruiz, 1988, 25). Esta
unidad esta fundamentada en la Sagrada Escritura. El hombre es criatura de Dios, en cuanto
depende absolutamente del creador, como el barro depende del alfarero. La afirmación primera de la
antropología bíblica reza: el hombre es criatura de Dios. Hombre (haadam) sería originalmente, no
un individuo humano del genero masculino, sino, “el ser humano, la humanidad”. En Adán estamos
todos incluidos, puesto que hemos recibido de él su naturaleza.

Todos los hombres nacen en pecado, hay una intima conexión entre el pecado original y la
pecaminosidad de la humanidad. Todos somos pecadores, si todos somos pecadores debe existir
una raíz común del pecado, un origen que se implantara en la historia. Esto es afectante a todas las
generaciones, ya que Adán es el “Padre común de la humanidad”. El pecado es transmitido a todas
las generaciones por propagación (Concilio de Trento, Dz. 788-789), quedando la concupiscencia
como consecuencia del pecado original. Cuando Adán peca pecamos todos los hombres en el,
puesto que de el hemos recibido su naturaleza.

En el relato de la caída (Gn 3, 1-3) podemos encontrar alguna respuesta del porque el
pecado entra en el mundo y con él la muerte. En la libertad dada por Dios y el ejercicio de esta por
el hombre, es cuando el hombre se constituye en persona. El hombre y Dios están frente a frente
con capacidad de dialogo. Tiene la capacidad de autonomía frente a él. La libertad de Adán, lo
ratifica con su índole personal y responsable, él esta frente a Dios como un sujeto, un dador de
respuestas. El árbol de bien y el mal, hace presente al hombre sus propios límites, como criatura
ante Dios. Transgredir esta prohibición significará su muerte. Cuando se desobedece a Dios y dar
razón a la concupiscencia, implica el darle la espalda al creador y no reconocerlo como tal. El
hombre es estructuralmente capaz de dar obediencia, luego su obediencia es una manifestación de
libertad, siendo un hombre capaz de negar a su creador. El no querer aceptarlo como creador, el
rechazo a Dios, es un acto de aversión al creador y pérdida de sentido y enajenación del hombre

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mismo. Es la tentación del “seréis como dioses” (Gn. 3-5). Radicando en la obediencia Dios,
absolutizar la autonomía moral del hombre y querer ponerse en su lugar.

El hombre perdió la cercanía con Dios y la justicia y a la santidad. El primer pecado ha sido
un atentado a la soberanía de Dios, un pecado de orgullo. Esta transgresión de un precepto
impuesto por Dios y representado en la imagen de la fruta prohibida, el comer la fruta es equivocar el
camino en el orden santo, es faltar a Dios, siendo una rebeldía y una ofensa a Dios. La naturaleza
esencial del pecado es la rebelión contra Dios y es pecaminoso cualquier acto en el cual la voluntad
humana se oponga a la voluntad divina conocida por la conciencia. El pecado habita en el hombre y
lo separa de Dios. Para ser pecado debe ser una acción equivocada, un acto voluntario, libremente
elegido, es un acto del hombre que carece de la ordenación correcta hacia su fin último. El pecado
es un acto contra Dios, es una aversión voluntaria y libre a Dios. El hombre cuando vive en pecado,
centrado en sí mismo y atado a sí mismo. Cuando se produce la violación al mandato de Dios, el
hombre peca en forma completa, no solo su cuerpo, no solo su alma, sino que su alma y su cuerpo
en conjunto, como un todo integrado. El hombre es carne animada o alma encarnada, no es cuerpo
más alma. La visión unitaria permite comprender al hombre en su totalidad, su temporalidad,
historicidad y su criatura de Dios.

La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de la primera desobediencia. Adán y


Eva perdieron inmediatamente la Gracia de la Santidad original (Rm 3, 23) teniendo miedo a Dios
(Gn 3, 9-10). Todos los hombres poseían gracias y virtudes sobrenaturales gozando de la amistad e
intimidad divinas. Los dones sobrenaturales le hacían inmortales e impasibles, sin dolores, sin
enfermedades, sin cansancio. Incluso su naturaleza humana quedó herida perdiendo parte de su
dignidad con varias consecuencias. A la tendencia al bien se añadió la inclinación al pecado. Pero
con el paso del tiempo ciertos conceptos fueron errados, una gran cantidad de personas cree, que el
Don de la Inmortalidad se entiende como liberarse de la muerte siendo que se refiere a la muerte
dulce, aquel paso tranquilo, no violento a Dios. “[…] y por el pecado y la muerte y así la muerte
alcanzo a todos los hombres, ya que todos pecaron.” (Rm 5, 12). La muerte hace su entrada en la
historia de la humanidad (Rm 5,12) “por que el día que comieras de él, morirás sin remedio” (Gn 2,
17). Presentando su carácter de perecedero, de criatura. La separación de Dios que se manifiesta o
puede manifestarse en la muerte física del hombre. El hombre violó su libertad irguiéndose contra
Dios y queriendo alcanzar su propio fin al margen de Dios.

El concepto de desnudez esta ligado irrenunciablemente al concepto de “vestiduras” o del


“vestir con vestiduras” (Ap 3,4ss; 16, 15). Cuando el hombre peca su naturaleza humanada queda
caída y se despoja de la vestidura de la gracia y la gloria de Dios (Rm 3,23). El hombre nace con el
pecado original y viene al mundo con pecado, la forma de eliminarlo es por la redención de Cristo.
Gn 1 (Jn 1) concluye con otra referencia a la historia bíblica de los orígenes: la apertura del costado
de Cristo, del nuevo Adán (Jn 19, 31- 36), reproduce y descifra esta primera apertura del costado del
hombre y del mismo modo que del costado abierto de Cristo broto la nueva humanidad. Cristo salva
a la humanidad, como un “Nuevo Adán”, imagen según la cual restaura Dios su creación. Por el
delito de uno entro el pecado al mundo por la acción redentora de uno todos serán constituidos en la
justificación que da la vida (Rm 5, 17ss). La condición de pecado sólo puede ser eliminada por la
redención de Cristo. El hombre desde la creación esta llamado a la comunión con Dios y más aún, el
prototipo de hombre es Jesús resucitado, a quien estamos invitados todos a seguir. Jesús nos invita
a un gran banquete donde todos estamos conminados, pero debemos ir preparados y estar con las

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vestiduras, para poder ser digno de estar en ella (Mt 22, 1-10; Lc 14, 16-24). Únicamente en la
comunión con Dios, frente a la vida, hay vida estable, cumpliendo nuestro encuentro definitivo con el
Absoluto mismo, Dios.

BIBLIOGRAFIA.

• BIBLIA DE JERUSALEM, 1976, Desclee De Brouwer, Bilbao.


• RUIZ DE LA PEÑA, J., “Imagen de Dios” 1988, Sal Terrae, España.
• DENZINGER, E., 1963 EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA Versión directa de los textos
originales Por DANIEL RUIZ BUENO, Editorial Herder, Barcelona.
• NORMANDIN, M., Apuntes de Antropología Cristina, s/e.

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