Avance de Informe Final 3 (Parte 1)

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ALUMNO :JOSE JAMER MONSALVE LLAMO

TAREA

“AVANCE DE REDACCIÓN DE ARTÍCULO ACADÉMICO”

Tema Redacción del cuerpo del artículo académico


Al final de la semana, los estudiantes redactan el cuerpo del artículo
Logro
académico.

Actividad: Durante esta semana cada estudiante redacta su argumento para integrarlo en

el cuerpo del artículo académico, siendo muy importante anotar la pregunta de

investigación y la hipótesis. Ante cualquier duda o consulta, realízala a través del foro o por

un mensaje por Bandeja de Entrada al docente.

Pregunta de investigación:

¿Cuáles fueron las consecuencias de la violencia contra las mujeres en el Perú entre los

años 2015 a 2023?

Hipótesis:

La violencia contra la mujer en el Perú ha tenido consecuencias devastadoras en la salud

física, emocional, social y económica de las víctimas entre los años 2015 a 2023.

Desarrollo del cuerpo: Empezamos a redactar el cuerpo del trabajo de investigación.


Argumento 1: Impacto en la salud física

La violencia contra las mujeres en el Perú durante los años 2025 a 2023 ha dejado

un profundo impacto en la salud física, manifestado a través de lesiones graves, problemas

de salud reproductiva, discapacidades permanentes y lamentablemente, en casos

extremos, mortalidad materna. Estas secuelas evidencian la gravedad de la violencia y sus

repercusiones directas en la integridad física de las mujeres

En principio, es menester precisar que la violencia contra las mujeres en el Perú,

especialmente entre los años 2025 y 2023, ha resultado en graves repercusiones

principalmente para su salud física, generando una preocupación significativa en la

sociedad y las autoridades sanitarias debido a su magnitud y gravedad. Al respecto, La

Defensoría del Pueblo (2020), sostiene que:

"En nuestro país 4 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia física

alguna vez, en ese sentido, las lesiones físicas resultantes de agresiones como

golpes, quemaduras y heridas han sido generalizadas, causando dolor,

sufrimiento y en algunos casos, discapacidades permanentes. Estas lesiones

no solo afectan el bienestar físico inmediato de las mujeres, sino que también

pueden tener repercusiones a largo plazo en su calidad de vida y capacidad

para llevar a cabo actividades cotidianas" (p. 126).

Tal como señala la Defensoría del Pueblo, la violencia física contra las mujeres en

nuestro país es alarmantemente frecuente, con 4 de cada 10 mujeres siendo víctimas en


algún momento de sus vidas. Las lesiones resultantes de esta violencia, como golpes,

quemaduras y heridas, no solo causan dolor y sufrimiento inmediato, sino que también

pueden resultar en discapacidades permanentes.

Por otro lado, la violencia de género en el Perú también ha causado gran

preocupación por sus graves repercusiones en la salud reproductiva de las mujeres, en

ese sentido, Cedeño (2019), explica que:

"La violencia física y sexual perpetrada por los hombres, ha aumentado

drásticamente el riesgo de que las mujeres sufran muchos problemas de salud

reproductiva, como dolor pélvico crónico, flujo vaginal, disfunción sexual y

problemas premenstruales, además de embarazos malogrados por abortos e

hijos con bajo peso al nacer. Asimismo, las mujeres que han sufrido de violencia

según estudios del año 2015 al 2017, también llegan a tener dificultades para

acceder a atención médica prenatal adecuada, pues más del 50% pertenecen

a la población que se encuentra en pobreza o extrema pobreza, lo que agrava

aún más la posibilidad de tener problemas de salud reproductiva permanentes"

(p. 2).

Efectivamente, tal como expone Cedeño, el impacto devastador de la violencia

física y sexual contra las mujeres se refleja claramente en la exacerbación de los problemas

de salud reproductiva. Este fenómeno, que abarca desde el dolor pélvico crónico hasta las

complicaciones durante el embarazo, como abortos y recién nacidos con bajo peso, pone

de relieve la urgente necesidad de abordar de manera integral la violencia de género

En ese sentido, es importan precisar que la incidencia de violencia contra las

mujeres una preocupación significativa en relación con las consecuencias a largo plazo en

su salud física, lo que requiere una atención integral, al respecto, Candiotti el at (2022),

indica que, las discapacidades permanentes, tales como fracturas óseas, daño cerebral

traumático y pérdida de la visión o audición, pueden tener un impacto duradero en la

capacidad de una mujer para llevar una vida normal y participar en la sociedad. El caso de

Eyvi Agreda, una joven peruana que sufrió un brutal ataque en abril de 2018, ejemplifica
como la violencia física puede ocasionar lesiones permanentes hasta ocasionar la muerte.

Eyvi fue quemada viva por un acosador en un autobús público, dejándola con quemaduras

graves en más del 60% de su cuerpo. A pesar de los esfuerzos médicos y la valentía de

Eyvi, las lesiones resultaron en deformidades físicas, dolor crónico y traumas psicológicos

profundos. Dichas lesiones la llevaron a adquirir discapacidades permanentes, pues le

impidieron a Eyvi realizar sus actividades con normalidad, hasta el punto de depender solo

del personal médico, pues su condición era tan grave que no podía alimentarse ella misma

(p. 2).

Los autores anteriormente citados evidencian claramente que la violencia física

puede desencadenar consecuencias devastadoras, como las discapacidades

permanentes, que van más allá de las lesiones físicas inmediatas. Asimismo, el caso

expuesto ilustra cómo las mujeres víctimas de violencia pueden enfrentar deformidades

físicas, dolor crónico y traumas psicológicos profundos, lo que les dificulta llevar a cabo

actividades cotidianas y participar plenamente en la sociedad.

En ese contexto de violencia de género en el Perú, también es importante señalar

que, muchas de las agresiones contra las mujeres son dirigidas hacia aquellas que se

encuentran con un embarazo, en tal sentido, Vargas (2022), explica que, en el año 2021,

se reveló que 3 de cada 10 mujeres gestantes, mayormente adolescentes, sufrieron

violencia física o sexual por parte de sus parejas, lo que convirtió sus embarazos en

situaciones de riesgo elevado. Esta trágica realidad implicó que estas mujeres enfrentaran

una mayor probabilidad de experimentar complicaciones durante el periodo gestacional y

el parto. Como resultado directo, muchas mujeres perdieron la vida durante el parto, lo que

contribuyó significativamente al aumento alarmante de las tasas de mortalidad materna en

el país (p. 3).

Como bien señala el autor Vargas, el elevado índice de violencia física y sexual

dirigida hacia las mujeres gestantes en el Perú durante el año 2021 revela una preocupante

situación que pone en riesgo la vida y el bienestar de las mujeres en etapa de embarazo.

Este fenómeno contribuyó de manera significativa al incremento alarmante de las tasas de


mortalidad materna en el país. Ante esta realidad, resulta imperativo implementar

estrategias efectivas para prevenir y abordar la violencia de género en todas sus

manifestaciones, así como asegurar el acceso equitativo a servicios de salud materna de

calidad.

Argumento 2: Efectos en la salud psicológica

Hoy en día, la violencia de género también ha dejado cicatrices invisibles en la

salud psicológica de las mujeres peruanas, generando un trauma profundo, trastornos de

ansiedad y depresión, así como un aumento alarmante en casos de suicidio y autolesiones.

Es importante destacar que, la violencia ejercida muchas veces por la pareja

masculina contra la femenina, deja marcadas huellas psicológicas en ella, sin embargo, a

veces se convierten en traumas que solamente pueden borrarse con tratamiento

profesional, en tal sentido, Vargas (2022), manifiesta que:

"El trauma psicológico resultante de experiencias traumáticas, como abuso

físico, sexual o emocional, puede causar efectos duraderos en la mente y el

bienestar emocional de las mujeres. Estas experiencias pueden generar

sentimientos de miedo, desconfianza y una sensación de indefensión que

impacta profundamente en su calidad de vida y funcionamiento diario. Cabe

denotar, que, durante el año 2019, el 57,7% de las mujeres de 15 a 49 años de

edad declararon que fueron víctimas de violencia psicológica alguna vez por el

esposo o compañero y que como consecuencia ahora se sienten indefensas e

inseguras de sí mismas. Asimismo, los resultados de la Encuesta Demográfica

y de Salud Familiar 2019, realizada por el Instituto Nacional de Estadística e

Informática (INEI) dieron a conocer que la violencia psicológica (52,8%) es

considerada el tipo de violencia ejercida con mayor frecuencia por parte del

esposo y compañero” (p. 4).


Como indica el autor, el trauma psicológico causado por el abuso físico, sexual o

emocional puede tener efectos duraderos en la salud mental de las mujeres. Estas

experiencias pueden generar miedo, desconfianza e indefensión, como lo reflejan las

estadísticas del 2019 que muestran que más de la mitad de las mujeres han sido víctimas

de violencia psicológica por parte de sus parejas. Es crucial abordar esta problemática para

brindar apoyo y protección a las víctimas.

Sin duda, las afecciones psicológicas producto de los diversos tipos de violencia

perpetrados contra la mujer repercuten de forma grave en la vida de estas, causando en

muchas ocasiones la ansiedad y depresión, al respecto, Lescano et al (2023), señala que:

"En el año 2022, los diversos casos de violencia contra las mujeres se asocian

con un mayor riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad y depresión, dichos

trastornos se manifiestan en respuestas emocionales abrumadoras, como

ataques de pánico, sentimientos de desesperanza y pérdida de interés en la

vida cotidiana. Además, según datos publicados por el Ministerio de Salud en

ese mismo año, la depresión ocupa el preocupante quinto lugar entre todas las

enfermedades, siendo la principal causa de discapacidad, afectando

especialmente a las mujeres y representando el 12% del total. Paralelamente,

los trastornos de ansiedad están experimentando un aumento en su

prevalencia, lo que sugiere que las cifras podrían aumentar aún más, ya que

muchos individuos afectados no buscan tratamiento médico adecuado" (p. 5).

Como destacan los autores, los casos de violencia contra las mujeres en el año

2022 están vinculados con un mayor riesgo de trastornos de ansiedad y depresión. Estos

trastornos se manifiestan en respuestas emocionales abrumadoras, como ataques de

pánico y sentimientos de desesperanza. La depresión, según datos del Ministerio de Salud,

es la quinta enfermedad más preocupante y la principal causa de discapacidad,

especialmente entre las mujeres. Es esencial abordar este problema y garantizar el acceso

a tratamientos médicos adecuados para quienes lo necesiten.


Entrando a otro sector de las consecuencias en la salud psicológica de las

víctimas, se puede afirmar que existen casos, donde las mujeres optan por la autoagresión

y en otros casos el suicidio, ello para que el sufrimiento constante disminuya o

desaparezca. Calisaya (2018), indica que, según un informe de EsSalud, la violencia

ejercida contra las féminas muy aparte de las consecuencias habituales, ha llevado a un

aumento alarmante en los casos de suicidio y autolesiones. Básicamente, las mujeres que

han sido víctimas de violencia a menudo enfrentan una angustia emocional tan abrumadora

que consideran el suicidio como una salida desesperada, esto ocurre mayormente debido

a que las agresiones físicas contra ellas no cesan. Por otro lado, algunas recurren a la

autolesión como una forma de lidiar con el dolor emocional, estos comportamientos

autolesivos representan un serio riesgo para la vida y reflejan la profunda necesidad de

apoyo y atención psicológica (p. 24).

En definitiva, la violencia contra las mujeres ha generado un aumento alarmante

en los casos de suicidio y autolesiones, según un informe de EsSalud. Las mujeres víctimas

de violencia a menudo enfrentan una angustia emocional abrumadora, lo que las lleva a

considerar el suicidio como una salida desesperada, especialmente cuando las agresiones

físicas no cesan.

Por otra parte, cabe recalcar que, otra consecuencia en la salud psicológica en las

mujeres víctimas de agresiones físicas o psicológicas, es el denominado estrés

postraumático. Según Castillo et al, (2020), el trastorno de estrés postraumático (TEPT) es

una consecuencia común de la violencia contra las mujeres en el Perú. Después de

enfrentar experiencias traumáticas como el abuso físico o sexual, muchas mujeres, que en

su mayoría son jóvenes de 18 a 25 años de edad desarrollan síntomas persistentes de

TEPT, como flashbacks, pesadillas e hipervigilancia. Estos síntomas pueden dificultar

significativamente su capacidad para funcionar en la vida diaria y requerir intervenciones

terapéuticas especializadas para facilitar la recuperación y el bienestar emocional. Cabe

precisar en el 2016, diversos estudios han demostrado que el tratamiento para poder

afrontar el estrés postraumático está lejos del alcance de gran parte de las mujeres
violentadas ya que no tienen los recursos económicos necesarios para costear los

tratamientos (p. 2).

Como indican los autores, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una

consecuencia frecuente de la violencia contra las mujeres en el Perú. Tras enfrentar

experiencias traumáticas como el abuso físico o sexual, muchas mujeres jóvenes, en su

mayoría de 18 a 25 años, desarrollan síntomas persistentes de TEPT, como flashbacks,

pesadillas e hipervigilancia. Es preocupante que, gran parte de las mujeres afectadas

carecen de los recursos económicos necesarios para acceder al tratamiento del estrés

postraumático, lo que destaca la urgente necesidad de políticas de salud más inclusivas y

accesibles.

Argumento 3 Consecuencias económicas

Las repercusiones económicas de la violencia contra las mujeres son

significativas, incluyendo la pérdida de ingresos, desempleo o subempleo, dependencia

económica y los costos asociados a la atención médica y legal. Estas consecuencias no

solo afectan a las mujeres individualmente, sino que también impactan negativamente en

la economía familiar y nacional.

Por un lado, en el contexto socioeconómico, la violencia contra las mujeres ha

dejado una huella profunda, especialmente se ha manifestado en las pérdidas de ingreso.

En tal sentido, Zevallos et al (2021), señala que:

"A inicios del año 2020, muchas mujeres experimentaron pérdidas económicas

debido a los diversos tipos de violencia que sufrieron. Si bien los despidos

masivos de empleados, tanto masculinos como femeninos, debido a la

pandemia de la COVID-19, contribuyeron significativamente a la perdida de

economía. No obstante, gran parte de las mujeres se vieron obligadas a

abandonar sus empleos o reducir sus horas de trabajo a causa de las lesiones

físicas o el estrés psicológico derivado del abuso. Esta reducción en los


ingresos tuvo un impacto devastador en su capacidad para mantener a sí

mismas y a sus familias, exacerbando así la vulnerabilidad económica de las

mujeres afectadas” (p. 12).

En efecto, como indican los autores, las mujeres enfrentaron graves pérdidas

económicas a principios de 2020 debido a la violencia que sufrieron, exacerbando su

vulnerabilidad financiera. A pesar de los despidos masivos causados por la pandemia de

COVID-19, muchas mujeres se vieron obligadas a abandonar empleos o reducir sus horas

laborales debido a lesiones físicas o estrés psicológico por el abuso. Esta situación impactó

negativamente en su capacidad para sostener a sus familias, agravando su situación

económica y resaltando la urgente necesidad de medidas de apoyo integral.

En segundo lugar, es importante destacar que la violencia contra las mujeres ha

tenido un impacto palpable, afectando no solo la estabilidad financiera individual, sino

también la dinámica económica familiar. En ese sentido, Lino (2022), manifiesta que:

“Otra consecuencia económica de la violencia contra las mujeres es el

denominado desempleo o subempleo. En pleno escenario de la COVID-19 en

el año 2020, las mujeres víctimas de violencia presentaron diversas dificultades

para encontrar o mantener un empleo debido a las interrupciones causadas por

el abuso, como faltar al trabajo debido a lesiones o enfrentar discriminación

laboral debido a su condición de víctimas de violencia. Además, algunas

mujeres se sintieron obligadas a aceptar empleos precarios o mal remunerados

como una forma de escape de la situación de abuso” (p. 17).

Definitivamente, las interrupciones causadas por el abuso, como faltar al trabajo

debido a lesiones o enfrentar discriminación laboral, dificultaron la búsqueda y el

mantenimiento del empleo. Además, algunas mujeres se vieron obligadas a aceptar

trabajos precarios o mal remunerados como una forma de escape de la situación de

violencia.
En esa línea de ideas, es relevante señalar que, la dependencia económica es

otra consecuencia que deja las agresiones perpetradas contra las mujeres. Al respecto,

según Chamorro (2023), en los últimos 2 años, la violencia contra las mujeres ha

contribuido significativamente a su dependencia económica de los agresores en varios

casos. Cuando las mujeres son controladas financieramente o se ven obligadas a renunciar

a sus fuentes de ingresos debido al abuso, suelen volverse completamente dependientes

de sus parejas o familiares para cubrir sus necesidades básicas. Esta situación dificulta

enormemente que las mujeres abandonen relaciones abusivas y busquen ayuda, lo que

perpetúa el ciclo de violencia hasta la actualidad (p. 13).

El referido autor, indica que esta dependencia se manifiesta cuando las mujeres

son controladas financieramente o se ven obligadas a renunciar a sus fuentes de ingresos

debido al abuso, lo que las deja completamente dependientes de sus parejas o familiares

para cubrir sus necesidades básicas. Esta situación dificulta enormemente que las mujeres

abandonen relaciones abusivas y busquen ayuda, perpetuando así el ciclo de violencia.

Este hallazgo subraya la necesidad de intervenciones que empoderen económicamente a

las mujeres y les brinden recursos para escapar de situaciones de violencia.

En ese mismo criterio, es menester señalar que, las consecuencias económicas,

a veces llegan a veces a incrementarse debido a las lesiones graves que están padecen o

los costos legales que acarrea el obtener la denominada justicia. De lo anterior, Taco

(2023), manifiesta que, las mujeres víctimas de violencia en el país también enfrentaron

costos significativos asociados con la atención médica y legal en los años 2022 y 2023. Por

un lado, en lo que respecta a la atención médica, muchas mujeres necesitaron recibir

tratamiento para las lesiones físicas y el trauma psicológico causado por el abuso. Esto

implicó costos en la adquisición de medicamentos y terapias especializadas. Por otro lado,

en cuanto a la atención legal, las mujeres hicieron un gasto enorme en su búsqueda de

protección a través de órdenes de restricción, así como al presentar denuncias ante las

autoridades competentes o incluso contratar abogados para representarlas en

procedimientos legales contra sus agresores (p. 22).


El autor anteriormente citado indica que las mujeres víctimas de violencia

enfrentaron costos considerables en atención médica y legal durante los años 2022 y 2023.

Esto incluyó tratamientos para lesiones físicas y trauma psicológico, así como gastos

legales para obtener protección y buscar justicia. En definitiva, estos costos adicionales

subrayan la necesidad de apoyo financiero y acceso a servicios legales gratuitos para las

víctimas de violencia.

Argumento 4: Impacto en la familia

La violencia de género desencadena una serie de impactos en la estructura

familiar, promoviendo la desestructuración y la perpetuación del ciclo de violencia. Los hijos

de mujeres víctimas también sufren las secuelas de la violencia, lo que afecta su desarrollo

emocional y social, y contribuye a mantener la dinámica de violencia en la familia.

En primera instancia, es preciso señalar que, la violencia de género en el Perú ha

desencadenado una serie de tensiones y conflictos dentro de las estructuras familiares,

erosionando la estabilidad y el bienestar emocional en los hogares del país. En ese sentido,

Suarez y Vélez (2018), indican que:

"La violencia perpetrada contra las mujeres en el país durante este año ha

contribuido a la desestructuración de muchas familias. Como bien se sabe,

cuando una mujer es víctima de violencia de género, puede desencadenar

conflictos y tensiones dentro del hogar, llevando a la ruptura de relaciones

familiares. Además, la presencia de violencia de género en el entorno familiar

puede crear un ambiente de miedo y ansiedad, afectando negativamente la

estabilidad emocional de todos los miembros de la familia. Definitivamente,

quienes son los más afectados son los hijos mejores que dependen de los

padres emocional y económicamente” (p. 5).

Según lo indicado por Suarez y Vélez, la violencia contra las mujeres en el país

durante este año ha contribuido a la desestructuración de muchas familias. En este sentido,


cuando una mujer es víctima de violencia de género, puede desencadenar conflictos y

tensiones dentro del hogar, lo que lleva a la ruptura de relaciones familiares. Es importante

destacar que quienes se ven más afectados son los hijos, quienes dependen tanto

emocional como económicamente de sus padres.

En segunda instancia, como se ha podido evidenciar, la violencia de género ha

generado una crisis en la salud emocional y psicológica de las mujeres, repercutiendo no

solo en su bienestar individual, sino también en la dinámica de las relaciones familiares.

Respecto a ese enunciado, Zamudio et al (2017), expresan que:

“La mayor parte de estudios respecto a la violencia de género en el 2016, han

concluido que los hijos de mujeres que son víctimas de violencia de género

también sufren las consecuencias de este flagelo, unas más graves que otros.

De forma específica, la exposición a la violencia en el hogar puede tener efectos

perjudiciales en el desarrollo emocional y psicológico de los niños, aumentando

su riesgo de sufrir problemas de salud mental, como ansiedad, depresión y

trastorno de estrés postraumático. Además, estos niños pueden desarrollar

patrones de comportamiento violento o disfuncional a medida que internalizan

y reproducen el ciclo de violencia en sus propias vidas adultas. Finalmente,

existen casos donde los niños escapan en su afán de no ver más violencia,

Lima es un claro ejemplo de ello, donde existen miles de niños desamparados

que más adelante pasarán a convertirse en delincuentes juveniles” (p. 11).

Los autores nos indican que, según estudios del año 2016, los hijos de mujeres

víctimas de violencia de género sufren graves consecuencias. La exposición a la violencia

en el hogar puede afectar negativamente su salud mental, aumentando el riesgo de

problemas como ansiedad, depresión y estrés postraumático. También advierten que estos

niños pueden desarrollar patrones de comportamiento violento y, en algunos casos, buscar

escapar del entorno violento, lo que puede llevarlos a situaciones de desamparo y,

eventualmente, a la delincuencia juvenil.


Hoy por hoy, la violencia de género es una problemática tan común, que

prácticamente se traslada de generación en generación, ello ha sido revelado por diversos

estudios muy controversiales. Según Hawie (2021), se ha comprobado que la violencia que

se suscita en el hogar y contra las mujeres que la integran, no viene de solo hace algunos

años, sino proviene de una cultura de violencia que se traslada de generación en

generación. Un informe realizado en el 2020 en nuestro país revela que los hijos de mujeres

que son testigos de violencia de género tienen más probabilidades de convertirse en

perpetradores o víctimas de violencia en el futuro. Esto se debe a que aprenden

comportamientos violentos como una forma de resolver conflictos y a que internalizan la

idea de que la violencia es una forma aceptable de interactuar en las relaciones. Por lo

tanto, la violencia contra las mujeres no solo afecta a la generación actual, sino que también

tiene repercusiones a largo plazo en las generaciones futuras (p. 5).

Definitivamente, para romper este ciclo de violencia, es esencial implementar

estrategias de prevención y educación temprana que promuevan valores de respeto,

igualdad y resolución pacífica de conflictos en el ámbito familiar y social. Asimismo, se

deben proporcionar recursos y programas de apoyo dirigidos a los niños y jóvenes

expuestos a la violencia de género para ayudarlos a procesar y superar el trauma, y

prevenir la reproducción de patrones de comportamiento violento en las generaciones

futuras.

En ese rumbo de ideas, es preciso acotar que las relaciones interpersonales que

debería de darse en el hogar se han visto corrompida por los diversos casos de violencia

que se suscitan a diario en nuestro país. Acevedo y Peralta (2023), señalan que, en la

actualidad, la violencia contra las mujeres ha impactado profundamente en las relaciones

interpersonales y la dinámica familiar. Básicamente, la presencia de estos abusos ha

socavado la confianza y la comunicación dentro del hogar, dificultando la construcción de

relaciones saludables entre los miembros de la familia, prueba de ello, es que un 80% de

las familias peruanas son hogares disfuncionales donde predomina la violencia y el

machismo. Además, la violencia de género también ha creado en los últimos años un


ambiente de miedo y tensión en los hogares, afectando la calidad de las interacciones

familiares y socavando el bienestar emocional de todos los involucrados (p. 9).

En definitiva, lo más preocupante que señalan los referidos autores es que un 80%

de las familias peruanas son consideradas hogares disfuncionales, donde la violencia y el

machismo son predominantes. Además, la violencia de género ha generado un clima de

miedo y tensión en los hogares en los últimos años, lo que afecta la calidad de las

interacciones familiares y socava el bienestar emocional de todos los involucrados. Por

ende, es esencial implementar programas integrales de intervención familiar que aborden

no solo los aspectos físicos y emocionales de la violencia de género, sino también las

dinámicas familiares disfuncionales y los patrones de comportamiento destructivos.

Argumento 5: Impacto en la sociedad

La violencia contra las mujeres no es solo un problema individual o familiar, sino

que también tiene repercusiones en la sociedad, perpetuando estigmas y discriminación

hacia las víctimas, moldeando la percepción social de la violencia de género y desafiando

la respuesta institucional. Sin embargo, también ha dado lugar a movimientos y activismo

social que buscan erradicar esta problemática de raíz.

En primer lugar, es preciso destacar que el estigma y la discriminación hacia las

víctimas muchas veces juega un papel preponderante en la lucha contra la violencia de

género. En ese sentido, Guillermo (2023), manifiesta que:

“Definitivamente, la violencia contra las mujeres ha contribuido al estigma y la

discriminación hacia las víctimas. Diversas encuestas realizadas en el año

2022, han sacado a la luz que las mujeres que denuncian violencia de género

son estigmatizadas y culpabilizadas por diversas instituciones públicas, tal es

el caso de la Policía Nacional, el Ministerio Público y el Poder Judicial. Dicha

desprotección por parte de estas instituciones ha generado sin lugar a dudas

un miedo por parte de las víctimas y en consecuencia ya no buscan apoyo.


Cabe señalar que, esta discriminación puede manifestarse en forma de

prejuicios sociales, como la creencia de que las mujeres son responsables de

su propia victimización o la minimización de la gravedad del problema. Como

resultado, muchas mujeres se sienten avergonzadas o culpables de su

situación y pueden ser reacias a buscar ayuda o denunciar el abuso” (p. 7).

Sin lugar a dudas, tal como señala el autor, la violencia contra las mujeres ha

contribuido al estigma y la discriminación hacia las víctimas. Investigaciones recientes

revelan que aquellas que denuncian este tipo de violencia enfrentan estigmatización y

culpabilización por parte de instituciones públicas clave. Esta falta de protección

institucional genera un temor comprensible entre las víctimas, que a menudo se sienten

avergonzadas o culpables, lo que puede disuadirlas de buscar ayuda o denunciar el abuso

Por otro lado, es importante recalcar, que la percepción social es otro componente

fundamental para frenar la violencia de género, no obstante, según la ONU (2022):

"La percepción social de la violencia de género también ha sido influenciada por

los eventos ocurridos entre 2015 y 2022 en el Perú. Aunque se han realizado esfuerzos

para sensibilizar a la población sobre este problema, todavía persisten actitudes y

creencias arraigadas que justifican o trivializan la violencia contra las mujeres. Esto incluye

la tolerancia hacia comportamientos violentos, la creencia en estereotipos de género que

legitiman la dominación masculina y la falta de empatía hacia las víctimas. Estas actitudes

perpetúan la cultura del silencio y la impunidad que rodea a la violencia de género en la

sociedad peruana" (p. 2).

Por todo lo precisado líneas arriba, es fundamental promover campañas

educativas y de concientización para cambiar estas actitudes arraigadas en la sociedad

peruana. Se necesita un esfuerzo conjunto de diferentes sectores para desafiar y

desmantelar los estigmas y prejuicios que rodean a la violencia de género, creando así un

entorno más comprensivo y solidario hacia las víctimas.

Es preciso acotar que, a lo largo de los años, la respuesta institucional a la

violencia contra las mujeres en el Perú ha sido variable, con la promulgación de leyes
específicas, pero también enfrentando desafíos en su implementación efectiva. Al respecto,

según Martín (2023), la respuesta institucional a la violencia contra las mujeres ha sido

variada durante en los últimos años. Primeramente, a raíz de los diversos casos de

violencia contra las mujeres que se suscitaban en el año 2015, es que se promulgó la Ley

30364, Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los

integrantes del grupo familiar, el cual tuvo como objeto el combatir todo tipo de violencia

contra las mujeres por el solo hecho de serlo. No obstante, si bien dicha ley hoy por hoy se

encuentra compilada en un Texto único Ordenado (TUO) debido a sus modificaciones, aún

persisten desafíos en la efectividad y accesibilidad de los servicios de apoyo. Como bien

sabemos, las instituciones estatales, como el Ministerio de la Mujer y Poblaciones

Vulnerables, han trabajado para brindar atención y protección a las víctimas, no obstante,

la falta de recursos y la burocracia obstaculizan la respuesta efectiva (p. 10).

Con lo referido por el autor, estimo que es esencial continuar mejorando y

fortaleciendo las instituciones y los servicios destinados a abordar la violencia contra las

mujeres en el país. Esto incluye asignar más recursos, capacitar al personal y agilizar los

procedimientos para garantizar una respuesta más efectiva y accesible para las víctimas.

Para finalizar, es necesario señalar que en los últimos años diversos movimientos

sociales han surgido como respuesta a la violencia contra las mujeres, desafiando la

percepción social y exigiendo un cambio significativo en las políticas y actitudes hacia esta

problemática. En ese sentido, según Velásquez et al (2020), sorprendentemente, se ha

demostrado que las iniciativas que la ciudadanía ha tenido en los últimos años para frenar

la violencia contra la mujer han tenido un mayor impacto que las mismas leyes, tal es el

caso del movimiento 'Ni Una Menos'. Dicho movimiento, surgió como una respuesta

colectiva ante la alarmante tasa de feminicidios y casos de violencia contra las mujeres en

el país. Al igual que en Argentina, el lema 'Ni Una Menos' se convirtió en un grito de protesta

y solidaridad para exigir justicia y poner fin al aumento de casos de violencia contra la

mujer. Sin duda, este movimiento marcó un antes y un después en la historia del Perú, ya

que contribuyó a visibilizar el problema de la violencia contra las mujeres, asimismo, generó
un debate público y presionó a las autoridades para que tomen medidas concretas para

proteger los derechos de las mujeres y garantizar su seguridad (p. 13).

En efecto, estos movimientos sociales han jugado un papel crucial en la

sensibilización pública, la creación de conciencia y el impulso de cambios significativos en

las políticas y actitudes hacia la violencia de género en el Perú. Es fundamental que estos

esfuerzos continúen y se fortalezcan para lograr una sociedad más justa y segura para

todas las mujeres.

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