PDF 1 Crier S War Nina Valera Compress
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Kaz
Lucila
Ataliel
MeliH
Nat
Juls
Belly
Zoe M.
Lu
LÍNEA DE TIEMPO
ANTES DE LA ERA AUTOM
AUTOMA
A
AÑO 911
AÑO 915
AÑO 917
AÑO 920
AÑO 921
Los Automas comienzan a rebelarse contra sus comisionados humanos.
AÑO 924
AÑO 3
AÑO 5
Una humana llamada Siena crea una niña Automa que no requiere sangre ni Corazonita
Siena nombra a la niña “Yora”. . . y la mantiene en secreto
AÑO 6
Los Automas de la nación minera Varn declaran su independencia del resto de Zulla
AÑO 7
AÑO 10
AÑO 31
Clara, la hija de Siena, tiene sus propios hijos: los gemelos Ayla y Storme.
Hesod se convierte en Soberano de Zulla y forma el Consejo Rojo.
Hesod comisiona a una heredera, Crier.
AÑO 40
AÑO 43
Scyre Kinok publica los primeros panfletos sobre un nuevo movimiento que él llama
"Anti-Dependentista", la antítesis del Tradicionalismo.
AÑO 44
AÑO 46
Sin embargo, la reina Thea fue una excepción. Según todos los relatos de esa época,
incluidos los registros de la partera personal de la reina, Bryn, la reina, después de un
tiempo, se consideró estéril. A pesar de esto, acompañada solo por Bryn y una sola
doncella, la reina Thea se encerró en su habitación e insistió en siete semanas
semanas adicionales
de preparación ceremonial, seguidas de otros tres meses de intento de procreación co
conn el
rey Aedel. Ella repetiría este ciclo dos veces más antes de aceptar formalmente que no
podría tener un hijo.
En la era novecientos, año siete, después de la notable muerte del rey Aedel, la reina
Thea declaró que cualquier Creador capaz de construirle un niño, uno que pudiera imitar
perfectamente todo el funcionamiento de un humano, sería recompens
recompensado
ado con oro por
toda una vida. y un asiento a la diestra del trono.
A la manera de los humanos, que se rigen por los pilares defectuosos de la IIntuición
ntuición y
la Pasión, los Creadores pensaron que esta solicitud era imposible. Ellos estaban
equivocados.
Hesod vaciló.
—Su opinión respecto a la humanidad es demasiado extrema para mi gusto. Una cosa
es dominar a aquellos que son inferiores, y otra completamente es comportarse como si
no existieran. Debemos construir las normas en base a la realidad de la que venimos. No
fuimos creados en un vacío, carentes de historia. Es ignorante pensar que no podemos
aprender de las estructuras ya existentes de los humanos.
Y así lo había entendido. Crier era la venda para una herida, una que era pequeña,
por ahora, pero que tenía el potencial de infectarse con el tiempo. Una pequeña fractura
en el invulnerable reinado de Hesod, su control sobre todo Zulla, desde el mar oriental a
las Montañas Occidentales, exceptuando
exceptuando el territorio separado de Varn. Varn era parte de
Zulla, pero era aún gobernada por una monarquía Automa separada. La reina Junn, la
ydeslizándose porviejos.
de los cuervos los arbustos, el susurro
Fue cuidadosa del viento,suelritmo
de mantener cantocardíaco
de los pájaros
bajo. Sidel mediodía
se disparaba
demasiado repentinamente, la campana de peligro en la parte posterior de su cuello
emitiría una señal que solo los Automas podían escuchar, y todos sus guardias vendrían
corriendo.
El arco ceremonial era pesado en su mano. Había sido tallado de una pieza de caoba
oscuro, pulido hacia un brillo perfecto, e incrustado con vetas de oro, piedras preciosas y
huesos de animales. Las tres flechas enfundadas en su espalda eran igual de hermosas.
Una punta
para de hierro,
prosperidad
prosperidad. otrapor
. Hueso de dos
dplata, y la otra
os cuerpos de hueso.
unidos
unidos en uno.Hierro para fuerza y poder. Plata
Crujido. Crier se dio la vuelta, ya cargando una flecha y lista para disparar, pero
encontrándose cara a cara con el mismo Kinok. Se había congelado a mitad de camino,
parcialmente oculto
oculto detrás de un enorme roble, la mitad de su rostro os
oscurecido
curecido y la otra
mitad a la luz del sol. Cada vez que lo veía, lo cual ahora eran aproximadamente diez
veces por día desde que se había establecido en las habitaciones de invitados de su padre,
Crier recordaba lo apuesto que era. Como todo Automa, era alto y fuerte, de hombros
anchos, diseñado para ser aún más atractivo que los hombres humanos más hermosos. Su
rostro era un estudio a la sombra y la luz: pómulos altos, una mandíbula afilada, una nariz
delgada y filosa. Su piel era morena, un tono más claro que la suya, su cabello oscuro
recortado. Sus ojos marrones eran agudos y escrutadores. Los ojos de un científico, un
líder político. Su prometido.
Su prometido, el cual estaba apuntando la punta de hierro de su flecha directo a la
frente de Crier.
Hubo un momento, (tan breve que más tarde cuando pensó en ello no estaba segura
de que realmente eso había sucedido) en el que Crier bajó su arco y Kinok no lo hizo. Un
momento en el que se miraron el uno al otro y Crier se sintió levemente al borde de los
nervios.
Entonces Kinok bajó su arco, sonriendo, y ella se regañó por ser tan tonta.
—Lady Crier —dijo, aun sonriendo—. No creo que debamos interactuar entre
nosotros hasta que termine la caza…
c aza… pero eres más conversadora que los pájaros. ¿Has
atrapado algo ya?
—No, todavía no —dijo—. Estoy esperando un ciervo.
—¿Por qué?
—Son más rápidos que los ciervos, más pequeños que los lobos, y más listos
l istos que los
cuervos. Me gusta el desafío.
—Ya veo. —Ella se movió, captando el lejano altercado de un conejo en la maleza.
Las sombras motearon el rostro y los hombros de Kinok con la tonalidad de un caballo.
Todavía la estaba mirando, los restos de su sonrisa todavía apareciendo en las comisuras
de su impecable boca. —Le deseo suerte con su zorro, Scyre —dijo ella, preparándose
para rastrear el conejo
conejo—. Apunte bien.
—En realidad, quería felicitarla, mi lady —dijo repentinamente—. Mientras estamos
aquí, lejos del… del palacio. He oído que convenció al Soberano
Sobera no Hesod de dejarla asistir
a una reunión del Consejo Rojo la próxima semana.
Crier se mordió la
l a lengua, tratando de esconder su entusiasmo. Luego de años de casi
rogar, su padre había accedido a dejarla asistir a una reunión del consejo. Después de
años de estudiar historia, filosofía, teoría política, de leer y releer una cantidad de libros
equivalente a docenas de bibliotecas, de escribir ensayos y cartas y a veces hasta
acalorados pequeños manifiestos, ella finalmente, finalmente tenía permitido tomar
asiento entre los Manos Rojas. Tal vez incluso compartir sus propuestas para una reforma
del consejo. Como hija del soberano, participar del Consejo Rojo era su derecho; era tan
parte de ella como
como lo eran sus Pilares. Ella fue Creada para esto.
—Sabe, creo que tiene razón —continuó Kinok—. Leí la carta que envió a la
concejala Reyka. Sobre su propuesta de una redistribución en la representación del
Consejo Rojo. Tiene razón en que, si bien hay una voz para cada distrito en Zulla
exceptuando Varn, no hay una voz para cada sistema de valor.
—¿Usted leyó eso? —dijo Crier, con los ojos fijos en su rostro—. Nadie leyó eso.
Incluso dudo que la consejala Reyka lo haya hecho.
No pudo evitar el dejo de amargura en su voz. Era tonto, pero había pensado
pensado que la
consejala Reyka, entre todas las personas, la escucharía. Su argumento había sido que, en
los lugares de mayor densidad poblacional
poblacional humana, los intereses de esos humanos debían
de tenerse en cuenta y ser puestos en las manos de quienes se sentaban en el consejo de
su padre. Aunque se preguntaba si cuando Kinok había mencionado la frase, f rase, “sistemas de
valor”, estaba más interesado en sus propios valores, aquellos que estaba tratando de
esparcir en la tierra, a través del MAD, que en los valores de los
l os ciudadanos humanos.
Aun así, le halagó que lo haya leído. Significaba que sus palabras tenían más poder,
un mayor alcance, del que ella había pensado.
Esperó que Reyka lo hubiera leído también, pero sin ninguna respuesta solo le
quedaba pensar lo peor. Que Reyka pensaba que ella era ingenua y ttonta.
onta. A veces, Crier
se preguntaba si tal vez su padre también lo pensaba. Se había negado por tanto tiempo.
Pero Reyka siempre había tenido un punto débil por Crier. Al ser la miembro más
antigua del Consejo Rojo, Reyka siempre había sido como un mueble fijo en la vida de
Crier. Había visitado el palacio con bastante frecuencia. Cuando Crier era menor, Reyka
le traía regalos de sus viajes: viales de aceites de dulce aroma para el pelo, una caja
musical del tamaño de un pulgar, la extraña delicadeza
delicadeza oscura que eran los caramelos de
Corazonita.
Crier había llegado a pensar en ella de la misma forma en que los niños humanos de
los cuentos pensaban en sus madrinas. No podía decirle eso a Reyka, o a nadie. Era un
pensamiento tan débil y blando. Así que lo pensaba para sí misma, haciéndola sentir
cálida.
—Pues… —Kinok dio un paso adelante, la luz deslizándose en su rostro. Sus pisadas
eran silenciosas en medio de la alfombra de hojas secas. —Lo leí dos veces. Y estoy de
acuerdo. Los Manos Rojas no deberían basarse solo en el distrito, eso lleva a desequilibrio
y favoritismo. ¿Le has mencionado este asunto a tu padre?
—Sí —dijo Crier discretamente—. No fue increíblemente receptivo.
puente
mundo— en.tre
entre Creador
¿Qué y Diseñador.
hizo la Diseñador. Ayudaban
Matrona? Ayudaban a los Automas recién creados a adapt
adaptarse
arse al
Crier sujetó su arco tan fuerte que la madera crujió en protesta. Porque ella conocía
a la Matrona Torras.
La conocía, porque esa había sido la Matrona que había ayudado a crearla a ella.
Tan pronto como la caza terminó, con dos conejos y una codorniz capturada, y su grupo
regresó al palacio, Crier se retiró a su recámara, leyendo cuidadosamente de nuevo el “El
manual de la Matrona”,
Matrona”, un libro delgado y con encuadernación de cuero con el que se
había encontrado en el puesto de un vendedor de libros, y que había comprado con tanto
entusiasmo que incluso el vendedor se había visto alarmado. Se aseguró a sí misma que
una infracción como la que Kinok había mencionado era casi imposible.
No había
demasiado manera de
importante.de que su propio D
Diseño
iseño haya sido alterado, por supuesto.
supuesto. Ella era
Además, si hubiera algo mal, alguna Falla, algo diferente sobre ella, ya lo sabría…
¿no?
Es el deber de la Matrona Humana cuidar de la nueva Creación Comisionada
como lo harían por sus propios hijos Humanos.
Es el deber de la Matrona proveer a la nueva Creación Comisionada
Corazonita al igual que los portadores de niños proveen a los hijos
hij os Humanos de
leche.
Es el deber de la Matrona asegurarse que los mecanismos internos de la nueva
Creación Comisionada fueron Creados correctamente y sin ninguna Falla. La
nueva Creación Comisionada debe contener en su pecho los Cuatro Pilares:
Razón, Cálculo, Organismo e Intelecto. Similares al Temperamento Humano,
estos Cuatro Pilares son la base del Automa como individuo y de la Sociedad
como un todo.
Es el deber de la Matrona asegurarse que la nueva Creación Comisionada haya
sido Creado acorde al Diseño del Comisionado; si son descubiertas
discrepancias, la Matrona debe reportarlas en detalle al Jefe y a la Matrona al
mando, y continuar cuidando de la nueva Creación Comisionada hasta que una
decisión sea tomada.
Es el deber de la Matrona anteponer la continuidad de existencia de la nueva
Creación Comisionada por sobre la suya propia.
Es el deber de la Matrona anteponer la continuidad de existencia de la nueva
Creación Comisionada por sobre la del resto.
En el extraño caso de una Orden de Terminación ordenada por el Soberano,
con el apoyo unánime del Consejo Rojo, solo entonces la Matrona deberá hacer
una excepción a la Ley y permitir que la Comisión Fallada sea terminada.
tiempo de rendirse por ese día, pero todavía había demasiadas guirnaldas sin vender en
su canasta. —¡Tenemos flores marinas, flor de manzana, las sales de lavanda más lindas
de la costa!
Ni una sanguijuela miró en su dirección. El Mercado Kalla-den era un caos del
tamaño de un reino metido en un área del tamaño de un granero, y era tan ruidoso que
podías oírlo desde media legua de distancia. El mercado estaba formado por puestos de
vendedores empujados unos contra otros, sus carretillas y cestas rebosantes de frutas
confitadas,
otoño. pasteles,
Habían pescado fresco,
pescado
sanguijuelas apiñadasostras que olían
alrededor de acanastas
muerte incluso bajodeel Corazonita,
de polvo débil sol de
enterrando las puntas de sus dedos en los finos granos rojos, llevándolos a sus labios para
evaluar su calidad. Habían pollos enteros o patas de cabra girando en asadores, asándose
lentamente, el humo llenando el aire al punto de hacer lagrimear los ojos de Ayla; había
vino y sidra de manzana y pilas de coloridas especias; había una multitud de humanos
sucios, esqueléticos y desesperados vendiendo sus mercancías a una oleada interminable
de Automas.
Y por supuesto, las filas y filas de las preciadas manzanas del sol de Hesod, brillando
como tantas joyas rojas, su color casi tan carmesí y brillante como el de la misma
Corazonita.
Pero la mayoría de los Automas parecían tratar al mercado como una de esas
atracciones callejeras. Adelante, amigos. Miren todo lo que quieran. Miren a los
humanos. Miren a los animales de carne y hueso. Observen, por qué no. Mírenlos sudar
y chillar como cerdos.
cerdos.
Lo único bueno del mercado era Benjy. Lo miró mientras gritaba “¡Flores!” de
nuevo. Era lo más cercano a un amigo que Ayla se permitiría. Lo conocía desde que tenía
doce años y estaba hundida por el dolor. En medio de todo lo que le acababa de pasar.
A diferencia de Ayla, Benjy estaba acostumbrado a la locura de Kalla-den. Incluso
parecía alegrarse en ella, sus ojos marr
marrones
ones radiantes y brillantes, el sol resaltando las
pecas en sus morochos cachetes. El primer día que que Ayla se le unió
unió en el m
mercado,
ercado, casi
casi se
le habían salido los ojos de lugar mientras él le señalaba todas las cosas emocionantes que
quería que Ayla viera. Coloridas esferas de cristal, insectos mecánicos con alas a cuerda,
pedazos de pan azucarado con forma de animales. En el segundo día, Benjy le mostró a
Ayla el lado secreto y oculto del mercado: objetos C Creados.
reados. Estos eran cosas prohibidas
creadas por alquimistas, Creadores, y pasadas de mano en mano en las sombras,
escondidas por el polvo y la multitud. Objetos más pequeños que el meñique de Ayla,
pero valuados en el doble de susu altura en
en oro. Poseer un objeto
objeto Creado para los huma
humanos
nos
estaba prohibido, ya que los objetos Creados eran el resultado de la alquimia y
considerados peligrosos,
peligrosos, poderosos. Después de todo, los mismos Automas eran Creados.
Quizás no les gustaba el recordatorio de que ellos, también, fueron alguna vez tratados
como chucherías y juguetes. Los objetos Creados eran completamente ilegales y, por lo
tanto, tentadores.
Ayla no le veía el sentido a la tentación, excepto en un solo caso. El medallón que
colgaba alrededor de su cuello. El único resto que tenía de su familia,
f amilia, un recordatorio de
la violencia que había sufrido, y de la venganza que planeaba tomar. Ni siquiera sabía
cómo funcionaba, o si realmente funcionaba, pero sabía que era Creado, y que estaba
prohibido, y que era
era lo único que podía llamar suyo.
suyo.
—¿Vas a ayudarme o no? —dijo Ayla ahora, pinchando sus costillas. Él chilló. —
He gritado tanto en la última hora que me duele la cabeza, es tu turno.
Él la miró, entrecerrando los ojos a la luz del poniente sol.
—El día terminó. Escucha esto de alguien que ha hecho esto cientos de veces Todo
lo que alguien está dispuesto a comprar ahora es Corazonita.
Ayla resopló.
—Tú más que nadie sabes que si no vendemos hasta la última de estas flores no
tendremos cena.
—Créeme, lo sé. Mi estómago ha estado gruñendo desde media mañan
mañana.
a.
—¿Tienes comida escondida en los cuarteles?
—No —dijo tristemente—. Tenía algunas ciruelas secas guardadas en el cobertizo
del viejo jardinero, pero la última vez que me fijé ya no estaban. Supongo que alguien
—¡Despierta, idiota!
Un sonido como el de una ostra golpeando una roca; una presión
afilada y punzante en su mejilla. Calor, por un momento. Alguien estaba
hablando, tal vez, pero estaba muy lejos, y Ayla no podía distinguir las
palabras. El cansancio se cernió sobre su cabeza como agua
agua,, y ella se dejó
ir.
Fue solo más tarde que supo qué tan lejos Rowan había arrastrado su cuerpo hacia el
calor y la seguridad, antes de darle salud de nuevo.
En ese entonces, el pelo de Rowan todavía había sido marrón, las manchas plateadas
solo en sus sienes. Pero sus ojos eran los mismos. Profundos y firmes.
—Estabas lista para morir —había dicho.
Ayla no respondió.
—No sé exactamente qué te sucedió —dijo Rowan—, pero sé que estás sola. Sé que
has sido dejada de lado, abandonada para morir en la nieve como un animal. —Ella
alcanzó y tomó las manos de Ayla, sosteniéndolas entre las suyas. Se sintió como ser
acunada: como ser enteramente sostenida. —Ya no estás sola. Puedo darte algo por lo
que luchar, niña. Puedo darte un propósito.
—¿Un propósito? —había dicho Ayla. Su voz era débil, rasposa.
—Justicia —dijo Rowan, y apretó las manos de Ayla.
—Hay luna llena —dijo Rowan ahora, mirando hacia arriba, en el tono tranquilo y
codificado que Ayla había llegado a conocer tan bien.
Los tres se movían fácilmente a través de la multitud de humanos, acostumbrados a
esquivar gente
especie de y carretas
bendición y perros
extraña: callejeros.
un millón El caos
de voces de las calles
humanas de Kalla-den
gritando al mismo era una
tiempo
significaba que era el lugar perfecto para conversaciones que no quieres que nadie
escuche.
—Cielos despejados últimamente —dijeron Ayla y Benjy al unísono. Nada que
reportar.
Había sido Rowan, por supuesto, quien les había enseñado el lenguaje de la rebelión.
Una ramita de romero pasada entre manos en una calle concurrida, guirnaldas tejidas con
flores con significados simbólicos, mensajes en código escondidos dentro de barras de
pan, historias de hadas o canciones folclóricas antiguas usadas como contraseñas para
determinar en quién podías confiar. Rowan les había enseñado todo. Había salvado a Ayla
primero, a Benjy
Benjy unos meses después.
después. Los había acogido. Vestido. Enseñado cómo rogar,
y luego cómo encontrar trabajo. Alimentado. Pero también les había dado algo nuevo por
lo que tener hambre: justicia.
Porque ellos nunca tendrían que haber necesitado rogar en un primer lugar.
—¿Hay noticias? —preguntó Benjy.
Benjy.
—Un cometa estará cruzando los cielos sureños —dijo Rowan con una sonrisa—.
Dentro de una semana. Será una noche hermosa.
Benjy tomó la mano de Ayla y la apretó. Ella sabía lo que el código significaba: un
levantamiento en el sur. Otro más. Llenó su estómago de sospecha y temor.
Doblaron en una calle más ancha, la multitud disminuyó un poco. Ahora hablaban
más suavemente.
—Cruzando el sur —repitió Ayla. Su corazón se hundió. —¿Y cuántas estrellas
habrá en los cielos sureños?
—Oh, he oído que cerca de doscientas.
—Doscientas —repitió Benjy, con ojos brillantes.
Doscientos humanos
humanos rebeldes reuniéndose
reuniéndose en el Sur.
—Ya va siendo hora, amores.
Rowan se había ido tan rápido como había aparecido, dejando solo un arrugado
folleto en las manos de Benjy. Un folleto religioso, algo sobre dioses y creyentes. Ayla
sabía que estaría lleno de códigos, códigos que solo aquellos en la Resistencia podían
descifrar.
A una parte de Ayla le preocupaba que Rowan siguiera albergando esperanzas en
es
estos
tos levantamientos, en eso que llamaba “justicia”, a causa de su pena por Luna y su
hermana, Faye. Después de todo, habían sido dos de los niños perdidos de Rowan, al igual
que Ayla y Benjy. Era sabido en el pueblo que cualquier niño huérfano podía encontrar
comida y asilo con Rowan. Ayla recordaba cuando Faye y Luna habían venido con
Rowan, luego de que su madre muriera. Ayla le había agarrado cariño a Luna
inmediatamente, una niña de sonrisas tímidas y dulces preguntas. Faye había sido más
quisquillosa y desconfiada, demasiado parecida a Ayla como para que se lleven
ll even bien. Pero
aun así, habían crecido juntas. Y Ayla sabía que el corazón blando de Rowan aún estaba
afligido por las dos hermanas. Aquellas dos niñas que había tratado de salvar.
Dos niñas a las que, en su mente, les había fallado.
Y en medio de ese dolor, Rowan estaba dispuesta a enviar más inocentes para
encontrar más de su “justicia”.
A lo largo
l argo de los años, habían recibido información de levantamientos aquí en Rabu,
pero cada uno de ellos había sido sangriento y reprimido rápidamente. El Estado Soberano
de Rabu era controlado por el Soberano Hesod. Su reinado había llegado a extenderse
sobre toda Zulla, exceptuando el territorio de Varn. A pesar de asegurar de que él no tenía
todo el poder,
compartía ya que se suponía
el gobierno de Rabu,que el Consejo
Ayla apenas Rojo
creía(un
quegrupo
eso de aristócratas
fuera Automas
Automas)
cierto. Hesod era)
enormemente rico e influyente. También tenía hambre de poder. Había sido su padre el
que había liderado las tropas Automas en la Guerra de Especies. Él había sido el primero
en declarar que los humanos debían ser separados de sus familias. Y era en su propia
tierra, en los vastos terrenos del palacio al lado del mar, en la que vivían y trabajaban
Ayla, Benjy y cuatrocientos sirvientes humanos más.
El Consejo Rojo era cruel, despiadado y, lo peor de todo, creativo.
creati vo. Esa era una de las
razones
del por las
Consejo y que la Revolución
sus leyes cada veziba tanrigurosas.
más lenta, la gente estaba
Incluso tan debía
Ayla malditamente
admitir aterrada
que sus
miedos estaban bien fundamentados. Luna, y su vestido incorpóreo, eran la prueba de
ello.
Benjy la miró mientras subían el abruptamente inclinado camino hacia el palacio,
sus ojos llenos de esperanza y emoción. El mensaje era claro: él quería unirse. Incluso
después de los desastrosos levantamientos del año pasado.
Ella meneó su cabeza. No. Él lo sabía. Él sabía que ella no podía irse ahora, esta
noche. No cuando estaba así
así de cerca del interior del palacio. Y de Cri
Crier.
er.
La sonrisa de Benjy desapareció.
—Ayla.
—No —dijo ella—. No voy a ir. —¿Quería lo que él quería? ¿Quería ver a las
sanguijuelas muertas? Por supuesto, pero no así. No cuando implicaba un rastro de sangre
humana, no cuando estaba condenado a ser en vano. No estaba lista para perder a nadie
más. La última vez que había habido un levantamiento en el Sur, fue reprimido casi de
inmediato, y ese levantamiento había sido masivo, con casi dos mil humanos marchando
marchando
a través de la ciudad de Bram, armados con antorchas y salitre, dispuestos a tomar el
corazón de la ciudad donde vivía el Automa más poderoso. Habían sido derrotados en
una sola noche. El Automa que había liderado el contraataque, el que los había destruido,
se había vuelto un héroe de guerra condecorado. Un nombre famoso, un monstruo
famoso. Kinok.
ahoraBenjy guardóasilencio,
iba dirigido ella. Laspero Ayladefinalmente
pisadas pudo determinadas,
él se alargaron, sentir su enojo,mientras
pudo sentir que
llegaban
al angosto camino que se curvaba hacia el palacio. EllaEl la pudo ver los techos más altos de
las torres del palacio desde la distancia.
Se apuró para alcanzarlo, jadeando por el calor. Ahora ya estaban más lejos de la
multitud. Agarró su hombro, y él dejó de caminar tan abruptamente que casi se choca con
él.
—Ya sé lo que vas a decir —dijo él entre dientes.
Ayla luchó por recuperar el aliento.
—Podrías. . . ver el cometa sin mí. —Las palabras le rayaron la garganta como si
hubiera tragado un bocado de sal.
Sus ojos marrón oscuro se clavaron en los de ella. La brisa
bri sa bailó en su desordenado
pelo. Había crecido,
crecido, más alto y ancho
ancho que ella. Ella mantuvo su mir
mirada.
ada.
Por un minuto entero, él no dijo nada. Se mantuvieron ahí, respirando con dificultad,
mirándose el uno al otro. Pensando lo mismo: era muy pronto.
Ayla quería decir: No me dejes.
Ayla debería haber dicho: Déjame. Porque tal vez sería mejor así.
La furia de Benjy pareció transformarse en tristeza, sus labios entre abriéndose.
Finalmente, dijo:
—No lo haré. No iré sin
sin ti y lo sabes.
sabes.
Lo sabía. Y eso la asustaba más que nada. Él no la dejaría. Eso hacía que su corazón
se enfureciese. Vete, quería gritar. No te quedes
quedes por mí.
Pero después, otra parte de ella, enterrada tan profundamente que casi, casi se había
quedado callada, sabía que no podía hacer esto, nada de esto, sin él.
Sus labios estaban aún ligeramente entreabiertos, como si hubiese algo más que
quisiese decir. Ella sabía cuánto necesitaba
necesitaba esto. Revolución. Sangre. Cambio. Esperó a
que continuase, que tratara de convencerla. Pero él también sabía cuánto ella quería lo
que quería: la sangre de Lady Crier en sus manos.
Así que al final, Benjy solo suspiró. Más y más sirvientes empezaron a pasar a su
lado en la ruta del estrecho pasaje, y Ayla dejó espacio de por medio entre ella y Benjy,
manteniendo sus ojos en el desnivelado camino mientras continuaban rumbo a sus
cuarteles en silencio, con el pasado apilándose en sus pensamientos como palazos de
tierra.
Después de lo que Ayla había llegado a pensar como ese día, el día que cambió todo,
el punto de división en su mente, el suceso que dividió
divi dió su vida en un antes y después, la
pesadilla que
que la despertaba
despertaba por
por las noches, la mancha
mancha de sangre,
sangre, eell hueso astillado que
que no
sanaría, ese día, Ayla se había permitido una semana para llorar y lamentar.
Incluso a los nueve años, ella había sabido que era demasiado fácil ahogarse en el
dolor, ser arrastrada hacia abajo y nunca volver a subir. Una semana, se había dicho. Una
semana.
Una semana para llorar la muerte de toda su familia.
Mamá. Papá. Su hermano mellizo, Storme, quien había amado a Ayla más que a nada
en el mundo. Quien había sido arrebatado de ella, tratando de protegerla de ellos. Storme,
quien, por el sonido de sus gritos ininterrumpidos, había encontrado su fin en ese
momento, justo entre las paredes del que había sido su hogar.
No podías depender de
de mucho en este mundo, pero
pero podías depender de esto: el amor
no
un trae más
ciervo que muerte.
herido. Donde
Ayla había existía eleso
aprendido amor,
de lalamanera
muertedifícil.
lo seguiría, un lobo rastreando
Ahora tenía dieciséis, y todo lo que siempre había querido estaba casi al alcance de
sus dedos.
Cuando Rowan la había rescatado, Ayla solo tenía su sufrimiento y su furia.
Pero un día, después de un mes estando con Rowan, un grupo de humanos nómadas
habían llegado a la ciudad. Rowan le había dado a Ayla una opción. Irse con estos
humanos viajeros, dejar todo su dolor y sus memorias atrás y empezar de nuevo. O
quedarse bajo la protección de Rowan. Rowan la cuidaría hasta que pudiese encontrar
trabajo. Y Ayla aprendería a pelear, a vivir, y a planear justicia.
Hesod. La sanguijuela que ordenó el ataque al pueblo de Ayla.
Habían sido los hombres de Hesod los que habían irrumpido en el hogar de la
infancia de Ayla, los que habían asesinado a su familia tan solo porque podían.
Hesod se enorgullecía de haber esparcido el Tradicionalismo a lo largo de Rabu, la
creencia Automa de moldear su sociedad en base al comportamiento humano, como si
los humanos fueran una civilización perdida tiempo atrás de la
l a que podían seleccionar los
mejores atributos para imitar. La familia era importante para el Soberano Hesod, o al
menos eso era lo que él y su consejo predicaban. Ayla no había olvidado la ironía.
Y ahora trabajaba para él. La asqueaba, cada segundo de ello, pero era la única forma
en la que podría acercarse a Hesod. Había llegado tan lejos. No iba a arrojarlo todo por la
borda por algún sueño
sueño de revolu
revolución
ción condenado
condenado al fracaso.
Rowan siempre le había dicho que la
l a justicia era la respuesta. Y por mucho tiempo,
Ayla le había creído. Había creído que la revolución era posible, que, si los humanos
continuaban alzándose, negándose
negándose a ser sometidos, podrían realmente cambiar las cosas.
Pero Ayla había entrado en razón ahora. Con el paso de los años, había visto lo inútiles
que eran los sueños de Rowan. Cada levantamiento había fallado; cada plan brillante
había sido aplacado; cada maniobra nueva solo resultaba en más muertes humanas.
La justicia era una diosa, y Ayla no creía en cosas tan infantiles.
Kinok había mencionado el escándalo una semana atrás, durante la Caza, y aun así se
lo había guardado para ella.
Se sentó en la mesa frente a Kinok. El gran salón, en el ala este del palacio, podía dar
lugar a cincuenta personas fácilmente. Era enorme, espacioso, con un techo alto y
arqueado y una gigante mesa para banquetes hecha de pino lustrado. Pero a pesar de su
amplitud, la mayoría de los días solo veía a Hesod, Crier y un puñado de sirvientes. Y, a
lo largo de esos meses de cortejo, Kinok.
—Buenos días, mi Lady —dijo Kinok. Crier asintió a forma de saludo, evitando su
mirada.
—Hija —dijo Hesod, y Crier se las arregló para mirarlo a los
l os ojos.
—Padre —murmuró.
Un sirviente, un chico, vino trayendo una fuente dorada y, con ella, Corazonita líquida.
La joya subterránea, cuidadosamente extraída, era la fuente de la fuerza de los
Automas. Corría por sus venas, sus mecanismos internos, no como la sangre humana,
sino como el icor, la sangre de los antiguos dioses en todos los libros de cuentos humanos.
Algo más cercano a la magia, la alquimia, que a algo natural.
Crier se enderezó en su asiento.
La Corazonita líquida fue servida en una taza de té con la forma del cráneo de un
pájaro, con una gran asa tallada de la misma Corazonita. Vapor salía de las cuencas de
los ojos del pájaro. Crier trató de no lucir
l ucir ansiosa cuando levan
levantó
tó su taza.
Necesitaba esto. Especialmente
Especialmente luego de lo que Kinok le había contado la semana
pasada. Sobre el escándalo de la matrona, el Diseño que había sido alterado. Hacía que
su estómago se endureciera y se retorciera por dentro pensar que existía incluso la más
mínima posibilidad de que su propio Diseño corriera riesgo. No había dormido desde
entonces.
Los Automas no necesitaban noches de descanso como los humanos, pero era
recomendable tener al menos seis horas de sueño cada tres
t res días. Dormir lles
es permitía a sus
órganos ralentizarse y reajustarse, les permitía a sus cuerpos reparar cualquier daño,
interno o externo. Usualmente Crier era muy diligente respecto a tener la cantidad de
sueño adecuada, lo encontraba casi gratificante, acurrucarse en las suaves sábanas y mirar
la luna alzarse fuera de su ventana.
Se sentía como si fingiera ser humana.
Pero desde que Kinok había vuelto al palacio, a Crier le había costado más y más
despejar su mente lo suficiente como para dormir.
El chico sirviente llenó la taza de Crier. El líquido que vertió era de un rojo oscuro y
profundo, el color del polvo de
de Corazonita impregnó el aguagua.
a. Era menos concen
concentrado
trado de
esta forma, pero era más fácil de digerir, y además Hesod había encontrado placer en
imitar las costumbres humanas, como tomar el té a la mañana. A diferencia de otros
miembros del Consejo Rojo, él creía que los Automas podían aprender de los humanos.
La cultura humana había sido, después de todo, la base de la estabilización a través de
Rabu: Organización, Sistema, Familia. Los valores centrales de Hesod. Nunca debemos
olvidar, decía, que por miles de años los reyes de estas tierras eran todos humanos. Y los
reyes humanos comenzaban
comenzaban su día con té.
Crier se estiró para alcanzar la taza, pero en su apuro su mano se sacudió. Salpicó el
líquido.
—Mis disculpas —ella murmuró, agarrando su servilleta para secarlo.
La mano de Hesod se posó sobre la suya, deteniéndola.
—No. Para eso están
están ellos aquí. —Chasqueó sus dedos hacia el chico sirviente.
Crier bajó su mirada.
Cuando él terminó, ella sostuvo su taza otra vez, con cuidado. Un sorbo de Corazonita
líquida, y Crier sintió el poder esparciéndose a través de ella. Era como pisar un espacio
iluminado por el sol, como deslizarse en una bañera caliente, una sensación lenta y
agradable que la calentó de pies a cabeza. Cualquier efecto negativo de la falta de sueño
se había esfumado ahora. Crier se sintió más fuerte por todas partes, como si pudiera salir
corriendo del Gran Salón y no detenerse hasta llegar a las Montañas Aderos, a quinientas
leguas de distancia. Incluso su cerebro se sintió más fuerte, más claro. Escondió una
sonrisa de satisfacción detrás de su taza.
—¿Hay algo que encuentre divertido, Lady Crier? —dijo Kinok, mirándola
curiosamente.
Por supuesto que Kinok lo había notado. Él lo notaba todo. La estaba mirando por
encima de su propia taza, sus labios ligeramente manchados de rojo.
—No es de importancia —dijo Crier, un poco nerviosa por la mirada inquebrantable
de Kinok—. Simplemente pensé en un libro que estaba leyendo anoche.
Crier no podía apurarse lo suficiente en salir, con el Diseño enrollado en su mano mientras
empujaba las puertas del noreste al jardín.
Los jardines de su padre eran enormes y extensos, empezando en el ala este del palacio
expandiéndose hasta
hasta el borde de los acantilados, donde el Mar Estrellado cubría todo
t odo con
sal. Casi todas las tardes luego de terminar sus estudios (los días de Crier estaban
ocupados por una serie de tutores
t utores de historia, ciencias, economía y matemática compleja)
se escapaba hacia los jardines, el aire fresco y el olor de cosas creciendo. Raramente
vagaba así de cerca por los acantilados. Pero quería ver los documentos en privado. Sea
lo que sea que encontrara allí, quería encontrarlo sola.
Los jardines estaban arreglados cuidadosamente por tipo y color: árboles de flores y
frutas cerca del ala este, así uno podía mirar por la ventana las dulces manzanas de sol, y
ciruelas gordas y maduras. Más allá, flores blancas y de un pálido amarillo floreciendo, y
luego de ellos, lavandas y nogales. Y más allá de ellos, flores marinas salvajes, las cuales
eran arrancadas y vendidas en los pueblos cercanos. Y más allá, el mar.
Luego, si seguías el vaivén y choque de las olas hacia el sur, si navegabas a lo largo
de kilómetros de costa escarpada y rocosa, estaba Varn. El reino gobernado por la Reina
Junn. El único lugar que el padre de Crier no podía tocar. Había más rumores sobre la
reina que sobre Kinok y los
l os Guardianes del Corazón de Hierro juntos. Susurros en cada
reunión: que la Reina Junn estaba loca. Que Varn estaba lleno de luchas internas debido
a sus políticas progresistas. Que estaba armando a Varn contra el resto de Zulla. Que era
despiadada.
Pero Crier siempre había pensado que las historias de Junn hablaban de poder y
fortaleza, de una
padre, el rey, fuerchica
fuera ascendiendo al trono teniendo solo dieciséis años luego de que su
a asesinado.
Ajustó la tira de tela roja alrededor de su brazo, la marca de alguien comprometido, y
continuó moviéndose a través de los jardines.
Por todos lados había jardineros haciendo su trabajo, sembrando y regando, podando
y acomodando, cortando las flores muertas cuando se arqueaban sobre sí mismas y se
ponían marrones.
marrones. A diferencia de
de muchos otros humanos, los jardineros
jardineros no se mantenían
mantenían
alejados cuando Crier se acercaba. Se habían acostumbrado a su presencia.
Los humanos siempre habían fascinado a Crier: por sus ojos candentes y oscuros y las
extrañas canciones que cantaban a la noche, en los jardines y campos y las en las cosas
oscuras cuando se metían para juntar ostras; cómo a veces se movían como si hubiese
algo más dentro suyo, algo demasiado grande como para que la suave piel humana lo
contuviese. Una vez, y solo una vez, le había mencionado esta fascinación a su padre. Le
contó todo sobre las canciones, y sobre cómo sonaba como canciones de ballenas o como
hablar tambaleándose, y sobre cómo los humanos frecuentemente
frecuentemente cantaban sobre amor y
odio y pérdida.
Su padre le dijo que él no entendía completamente todas las diferentes formas de amor
humanas, pero que había pensado detalladamente sobre ello y que quizás, más allá de su
fascinación con su historia y su cultura, sí amaba a los humanos. A su manera.
Tal y como amaban a los perros, había dicho, lo suficiente para alimentarlos con trozos
de carne.
Crier continuó caminando hasta que encontró una esquina desierta de los l os jardines, un
enredo de altos rosales con espinas del tamaño de sus uñas. Aquí, escondida de la vista
de los demás, finalmente desató el cordel y desplegó el grueso rollo de hojas. Sus manos
no estaban temblando, pero se sintió como si su corazón sí lo hiciese, o sus dientes, o sus
mecanismos internos. No podía recordar experimentar jamás un pavor tal como este.
Estará bien, se dijo, sus ojos ajustándose a la escritura pequeña y apretada de la primera
hoja. Todo será normal. ¿Quién se atrevería a sabotear un Diseño del soberano?
del¿Qué pasaría
soberano de si la persona
Rabu equivocad
equivocada
había sido a (si por
saboteada cualquier persona)
su propia descubría
Matrona? ¿Quéque la heredera
le pasaría? Se
estremeció, pensando en lo que Kinok le había contado en el bosque durante la Caza.
Tuvieron que deshacerse de ellos. ¿Se desharían de ella también? O, no, no Fayol no, ¿Y
si alguien trataba de usarla contra su padre? Esto era perfecto para la extorsión.
La heredera, la hija del soberano, un error. Traería deshonra a su familia. O peor, podía
causar el escándalo político del siglo. Las personas podrían reclamar que Hesod renuncie
al cargo de soberano. Podían usar a Crier para amenazar a su padre. A través de él, podían
ganar poder sobre todo el Consejo Rojo. Sobre todo Rabu, y más.
Crier estaba fallada. Estaba estropeada.
El pensamiento la sacudió profundamente. Todo este tiempo había sido tratada como
una joya del estado del soberano, una creación gloriosa, pero no. Era una abominación.
Esto era demasiado, esta verdad malvada y enfermiza sobre sí misma, era demasiado
para asimilar.
Sin ningún lugar al que ir, ningún otro lugar para estar sola para procesar esto, se
hundió justo donde estaba, en medio de los jardines, mientras el sol se ponía detrás de los
arbustos, y cerró sus ojos.
(la Reina Estéril) desea ¡un homúnculo! . . . ¡la creación de un alquimista! . . . ¡un
Demonio! . . . Ella
Ella no sabe lo que
que nos pide,
pide, y se atreve a ofrecernos
ofrecernos una reco
recompensa
mpensa tan
ridícula, agitándola en nuestras caras como un pedazo de carne frente a una manada de
lobos hambrientos, podría también ofrecerle el maldito trono al primer hombre que le
traiga el océano en un dedal.
Podría ser colgado por escribir tales cosas, pero la Reina
Rei na Estéril no sabe lo que pide.
Había estado tan colmada de la adrenalina de haber salido del palacio del soberano
que sencillamente había… metido una mano en los dobleces de la falda de una joven
sanguijuela y se lo había quitado, oculta por la multitud
multit ud en movimiento.
Robarlo había sido bastante fácil, pero usarlo iba a requerir paciencia.
Y práctica. Sabía pelear; estaba familiarizada con los movimientos específicos del
cuerpo, el peso de un cuchillo en su mano; aunque el que solía usar para practicar era
bastante más pesado que este, y debía equilibrarlo
equilibrarlo de
de manera
manera distinta.
distinta. Sonrió
Sonrió al tomar una
posición de lucha (los pies abiertos a la altura de los hombros, el delantero señalando
hacia adelante y el trasero en un ligero ángulo), recordando las innumerables tardes que
había pasado luchando con Benjy luego de que Rowan lo acogiera en su casa. Rowan
había insistido en enseñarles defensa propia, ya fuera con un cuchillo o simplemente con
sus puños. Rowan era una maestra estricta pero justa.
j usta. Hacía que Ayla y Benjy practicaran
el mismo movimiento
temblarles los músculos,una otraquevez
hasta loshasta
callosque comenzaban
de sus a dolerles
manos se partían los brazos,
y sangraban, peroa
siempre terminaba por felicitarlos y los premiaba con una cena caliente y abundante.
Frotaba ungüentos en sus músculos adoloridos y vendaba la piel rota de sus nudillos y
palmas.
Una tarde, luego de que una ronda particularmente brutal de entrenamiento hubiera
dejado a Benjy de mal humor junto al fuego, con una muñeca torcida, Rowan había
llamado a Ayla aparte.
—Eres más fuerte que él, Ayla —le había dicho—. Tienes que protegerlo.
En aquel momento, Ayla no lo había comprendido. Sí, era rápida y astuta, pero Benjy
era mucho más fuerte que ella físicamente. Ganaba ocho de diez peleas.
—¿De qué hablas? —había preguntado—. Ayer mismo prácticamente me arrojó al
otro lado de la habitación. Todavía
Todavía me duele el coxis.
—Pero volviste a ponerte en pie —le había respondido Rowan—. Peleaste tres rondas
más. Y estás aquí ahora,
ahora, aunque te duela. Benjy, en cambio… —Dejó el resto de la
oración en el aire—. No me refería a fuerza física, Ayla. Hablaba de resistencia. De cómo
nunca, jamás dejas de luchar, sin importar lo
l o mucho que duela.
El cuchillo finalmente estaba comenzando a sentirse natural en sus manos. Tan solo
unos pocos días de luchar en la oscuridad estaban comenzando a dar sus frutos. Venía
tanto como podía, más allá de los jardines,
j ardines, fuera de vista, ocultándose tras las sombras y
convirtiéndose en un arma letal con su cuchillo.
Ataque. Golpe. Agacharse.
La manera más efectiva de matar a un Automa era privándoles de Corazonita. La
segunda era decapitarlos. Pero hacer tal cosa requería fuerza, mucha más fuerza de la que
un humano podía producir tan solo con sus manos.
Golpe. Pasar a la otra mano. Ataque.
También podías matar a una sanguijuela apuñalándola en el corazón.
Tajo. Retroceder.
Si lograbas acertar en el ángulo correcto, era tan solo cuestión de segundos.
segundos.
Embestir. Ayla
(imaginándose impulsó
que era el cuchillo
el de Crier) hacia
y luego, adelante,
sudando, dejólocaer
clavó en un Volvió
el brazo. cuerpo ainvisible
guardar
el cuchillo en su bolsillo. Recuperando la respiración, alzó la vista hacia el amplio cielo
abierto. Liberó su relicario de donde se encontraba bajo su camiseta, un talismán.
Ese era otro secreto que le ocultaba a Benjy. Su collar no era un arma, y sin embargo
era muchísimo más peligroso que un cuchillo robado. Lo alzó para admirarlo a la luz de
la luna, como había hecho incontables veces: la estrella de ocho puntas grabada en el oro.
La gema roja en el centro de la estrella. Esto, también, era algo que solo podía hacer bajo
el manto de la noche. Sola.
No había excepciones a la ley. Si
Si alguien te atrapaba con un objeto prohibido, podrían
asesinarte. Incluso aunque dicho objeto, como el collar de Ayla, fuera totalmente
inofensivo y nada impresionante. Era probable que su Creador lo hubiera diseñado con
algún tipo de propósito (quizá pretendiera ser una pequeña caja de música, o tal vez
pudiera transformarse en un escarabajo dorado y revolotear alrededor de las cabezas de
la gente), pero Ayla jamás
j amás había descubierto de qué se trataba tal propósito, fuera el que
fuera. Nunca había sido capaz de abrir el relicario, sin importar cuánto toqueteara y
husmeara la pequeña abertura. Lo único que el collar tenía de interesante era el sonido
palpitante que provenía del interior; como el tictac de un reloj pero un poco más suave,
más rítmico. Tmp-tmp, tmp-tmp. Casi como el latido de un corazón.
No era un arma, no era una herramienta, y aun así, fácilmente podría hacer que
terminara muerta. Ayla debería haberlo arrojado al mar hace años. Pero no lo
l o había hecho.
Porque se lo había dado su madre (lo había empujado contra la palma de Ayla cuando
tenía apenas cuatro o cinco años, Cuídalo, pequeña, recuérdanos, recuerda nuestra
historia) y porque, no podía hacerlo, el collar era lo único que le quedaba de ellos, la
única prueba de que su familia había existido siquiera. Como la misma Ayla, el collar
solía tener un mellizo; era una mitad de una pareja. El segundo collar se había perdido
hacía años y años, antes de que Ayla y su hermano hubieran nacido. Ayla no iba a permitir
que este corriera la misma suerte.
Volvió a ocultarlo tras su camiseta.
El viento se sentía helado contra sus mejillas. Tenía sabor a sal en la boca. El mar
parecía iluminado a causa
causa de la luna, resplandeciente.
resplandeciente. A unos treinta metros de distancia
distancia
hacia abajo, las olas estallaban hasta convertirse en espuma blanca. No le quedaba mucho
tiempo hasta el toque de queda, hasta que tuviera que regresar a los cuartos de llos
os criados
para pasar la noche, pero por el momento podía quedarse allí parada al borde del
acantilado sosteniendo el cuchillo dentro de su bolsillo. Una promesa de lo que estaba por
venir. Venganza. Matar a la hija de Hesod. Incluso aunque le tomara años poder hacerlo.
Oyó algo a su izquierda. El sonido de pasos sobre piedra mojada.
Ayla se dio la vuelta.
Había otra persona de pie sobre los peñascos, a unos treinta pasos de distancia,
observando el océano. ¿La había visto? Se le aceleró el corazón, pero volvió a
tranquilizarse tan solo un momento después. No. La persona en cuestión estaba mirando
en dirección contraria. No había notado que estaba allí. ¿Sería otro criado?
Y luego, oyó una voz:
—… ¿y esa es la única
única razón por
por la que usted
usted aceptó el matrimonio?
matrimonio?
—Ya sabías eso —dijo una segunda voz, y Ayla se encogió aún más tras el arbusto
de flores marinas. No había logrado reconocer la primera voz. La segunda era
inconfundible. Era el mismísimo soberano, Hesod. Las únicas veces que lo había visto,
había sido a lo
l o lejos, ya que siempre se encontraba en el palacio y rodeado por guardias,
pero sí había oído su voz. Había dado un discurso, una vez, luego de que uno de los
sirvientes del establo hubiera intentado matar a un guardia. Lo habían asesinado de
inmediato, por supuesto. El mismo punzón que había utilizado como arma clavada en su
garganta. Y al día siguiente, se había reunido a todos los sirvientes en el patio principal y
se los había obligado a arrodillarse e inclinarse hacia adelante, con la frente contra la
tierra compacta. Y Hesod, alzándose por sobre ellos, había dicho:
—Preferiría matarlos a todos ustedes que reemplazar a un solo guardia. Les aconsejo
que no permitan que las cosas lleguen a eso.
Pero nadie lo estaba protegiendo en este momento.
—Su matrimonio con Crier sería muy beneficioso para Rabu —continuó Hesod, y
Ayla aguzó las orejas.
—Ya veo que está al tanto de mi creciente popularidad —dijo la primera voz,
arrastrando las palabras.
—Yo tengo… —Y la voz de Hesod descendió tanto en volumen que ni siquiera un
Automa habría sido capaz de comprender las palabras sobre el sonido de las olas y la
brisa del mar. Ayla batalló por escuchar algo más, pero no fue capaz de captar más que
pequeños fragmentos.
fragmentos.
—… siempre es político,
político, Scyre Kinok —decía Hesod.
Kinok. El héroe de guerra. El prometido de lady Crier.
Había reprimido
No obstante, cuando derebeliones
li diar conhumanas
lidiar y era
monstruos se el responsable
trataba, de laprefería
Ayla casi muerteesos
de muchos.
tipos de
ataques frontales sobre la tiranía insidiosa de Hesod, la manera en que profesaba en un
aliento su aprecio por la humanidad y ordenaba que se realizaran masacres al momento
siguiente. La forma en que creaba leyes fingiendo que eran para el “bien” de los humanos.
Como esa que prohibía el uso de espacios grandes de almacenamiento: aquellos lugares
donde podían guardarse granos y alimentos secos para sobrevivir las sequías y las
estaciones frías habían sido estrictamente prohibidos bajo el pretexto de una preocupación
por el bienestar de los humanos. Hesod (y el Consejo Rojo) habían dicho que se debía a
que los humanos podían llegar a acumular cosas. Podían dejar que la comida se pudriera
yhabía
provocar
dichoque se propagaran
a Ayla y Benjy queenfermedad
enfermedades.
es. Pero
a los Automas les lapreocupaba
rebelión sabía
que la
losverdad.
grandesRowan les
espacios
de almacenamiento fueran usados para realizar reuniones secretas o para esconder armas.
Y a causa de ese miedo,
mi edo, habían sentenciad
sentenciadoo a muchísimas familias a casi morir de hambre
durante los meses de invierno.
—No es un secreto —dijo Kinok—, que la unión de nuestras visiones políticas
solamente beneficiaría a Rabu. Con Varn ganando fuerza, con la
l a reina Junn ganando más
apoyo, sea o no comprado… su gente sigue dividida, pero lucharán por ella.
—Rumores —dijo Hesod, quitándole importancia—. Junn delira. Su gente es débil,
y su sistema, si siquiera puede llamarse así, carece de estructura. Varn caerá fác
fácilmente,
ilmente,
si a eso llegan las cosas.
—Por supuesto, Soberano.
El viento volvió a cambiar y Ayla dejó de oír sus voces. Se inclinó entonces hacia
adelante, casi metiendo la nariz entre las flores marinas, esforzándose por captar alguna
palabra…
—Dejando la política de lado, he oído que ha habido avances en sus experimentos.
¿Le molestaría explayarse acerca de los resultados?
Kinok se mantuvo en silencio por un momento antes de que Ayla lo escuchara
responder.
—Es todo bastante reciente por el momento, Soberano.
—Bueno, estoy seguro que con su conocimiento, y su historia, triunfará en sus
proyectos —respondió Hesod.
Mantener
Hierro. seguro
Ayla sintió su secreto.
cómo Kinoksedebía
la respiración referirse
le quedaba a la ubicación
atorada del Corazón
en la garganta; de
siendo un
Guardián, Kinok sabía dónde se encontraba el Corazón de Hierro… conocía la ubicación
exacta. Cómo funcionaba. Lo sabía todo.
Y estaba apenas a unos pasos de Ayla.
Por supuesto, todo el mundo sabía que el Corazón estaba en alguna parte al oeste,
en algún lugar, en lo profundo de las Montañas Aderos. La vasta cordillera escondía una
mina enorme, la cual producía Corazonita: la misteriosa joya roja que, al ser triturada
hasta formar un fino polvo, alimentaba a todos los Automas. Según Rowan, los rebeldes
humanos habían intentado en repetidas ocasiones atacar las caravanas que llevaban los
cargamentos de polvo de Corazonita a todos los rincones de Zulla, y en todas habían
fallado; habían perdido docenas, a veces incluso cientos, de vidas humanas por cada gema
robada, convirtiendo los esfuerzos en no solo arriesgados sino también inútiles. Los
suministros de Corazonita parecían ser ilimitados.
Pero el punto de la cuestión era el siguiente: si las sanguijuelas no ingerían aquel
polvo todos los días, dejaban de funcionar. Era su sangre, lo que los mantenía con vida.
Privarlos de polvo de Corazonita era la manera más fácil de matarlos; más rápida, incluso,
que privar a un humano de comida o agua. Así que, por supuesto que protegían el polvo,
y las Montañas Aderos, con mucho más ímpetu que cualquier otra cosa.
Y era por eso que encontrar el Corazón de Hierro se había vuelto la obsesión de la
Revolución.
La llave a la rebelión, aquel trozo de información que Rowan había estado buscando
incansablemente
incansablemen te desde que Ayla la conocía.
Y ahora, estaba a tan solo unos pasos de ella.
Esto era más grande que cualquier levantamiento. Más grande que cualquiera de las
lunas llenas de Rowan.
El corazón de Ayla aleteó como un pájaro dentro de su pecho. Las siguientes palabras
de Hesod, pronunciadas
pronunciada s al volumen bajo de un Automa, se perdieron en el aire, pero luego
oyó otro sonido. Un paso sobre la
l a roca húmeda.
Y luego un crujido.
Ayla no era la única que estaba espiando.
5
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que Crier había dormido debidamente que
le sorprendió despertar horas más tarde y encontrarse en losl os jardines, con los pergaminos
de su Diseño aún con ella. Ya había anochecido, y se oía el cantar de los grillos. Había
oído voces; era por eso que había despertado. Se sostuvo de una rama para recuperar el
equilibrio, intentando no hacer crujir las flores y las hojas mientras se acercaba al sonido.
Se trataba de su padre.
Y de Kinok.
Teniendo, aparentemente, una especie de conversación privada.
Crier frunció el ceño. A pesar de todas sus aspiraciones políticas, siempre le había
disgustado la manera en que su padre tenía reuniones privadas, o cómo se encerraba en el
ala norte y movía
organizándolas tal vidas
comoy había
sustento como
hecho consi fueran piezas ysobre
los jardines, con un
sustablero
tierras,deyajedrez,
con el
compromiso de Crier: lógicamente, con maestría, evitando muy cuidadosamente todos
los obstáculos posibles meses o años antes de que siquiera comenzaran a formarse. Y
ahora, esto; una conversación aparte con Kinok, allí afuera, en la oscuridad de los
jardines. En su lugar especial, a donde iba a pensar y a estar sola.
No pretendía espiarlos, y lo cierto era que no podía oír mucho más que el viento y eell
mar colisionando contra las rocas… pero ahora que estaba allí, sintió curiosidad.
—… y jamás contaría tales secretos,
secretos, soberano —dijo Kinok.
Secretos. Ya era lo suficientemente malo verse excluida del trabajo de su padre; Crier
no podía soportar la idea de que además tuviera secretos con Kinok. Una parte de ella
pensó que era mejor no poder oír lo que estaban diciendo, pero a la otra parte, una más
grande, le preocupaba
estaba revelando ahoraque estuvieran
mismo hablando de su Falla. ¿Y si Kinok sí sabía y se lo
a su padre?
¿Cómo reaccionaría?
¿La eliminarían?
Había sucedido antes; Automas jóvenes con Diseños Defectuosos, a los que se les
asignaba una eliminación temprana. Aquello había pasado antes de que Hesod ascendiera
al poder, pero eso no significaba que no pudiera volver a suceder.
Salió de detrás de uno de los arbustos de flores marinas y avanzó al siguiente arbusto,
y luego al siguiente, cuidando de mantenerse
mantenerse oculta.
Su padre y Kinok, dándole la espalda, se encontraban a unos cincuenta o sesenta
pasos de distancia.
distancia.
Si se apresuraba a moverse de esta fila de arbustos a la siguiente, quizá pudiera
acercarse. Estaría en un punto visible por menos de un segundo. Tensó los hombros y
siguió avanzando, alcanzando
alcanzando el borde de la fila. La luz de la luna le daba un brillo pálido
a su piel.
—… esto será más fructífero de lo que esperaba —dijo Hesod, pero el resto de sus
palabras se perdieron en el viento del mar. Crier se inclinó hacia adelante, esforzándose
esforzándose
por oír algo.
Estaba justo en el borde del acantilado.
Y entonces el suelo bajo sus pies colapsó.
Hubo una milésima de segundo durante la cual Crier simplemente se sintió salir
despedida hacia delante, congelada, con la mente a mil por hora ( por qué perdí el
equilibrio, por qué me estoy resbalando), y luego cayó en la cuenta de que el peñasco se
estaba viniendo abajo. Su peso había sido el causante, y las rocas se estaban rompiendo y
rodando hacia abajo y ella estaba cayendo con ellas, hacia abajo abajo abajo. Se giró
violentamente, con los dedos buscando algo sólido y encontrando nada más que rocas
partidas y césped
césped amarillo y resbaladizo
resbaladizo y…
Una saliente de roca. Sólida. Se sostuvo a ella con ambas manos mientras el trozo
tr ozo de
acantilado terminaba de caer. Lo oyó agrietarse y romperse en pedazos contra una de las
rocas negras y puntiagudas que sobresalían del agua e intentó no pensar en su cuerpo
golpeando aquella misma roca. Cómo podría haber sido ella agrietándose y rompiéndose
en pedazos.
Cómo aún era posible que eso le sucediera. Estaba colgando del precipicio con tan
solo aire bajo los pies.
Los papeles con su Diseño se deslizaron de su manga, una ocurrencia tardía, y se
hundieron en la oscuridad, aleteando como un pájaro, hasta que los perdió de vista.
Iba a caer, lo sabía. La saliente de roca que la había salvado era lisa y resbaladiza.
Sintió una punzada en la muñeca, y notó entonces que se le había cortado la piel. Un tajo
profundo de unos ocho centímetros, la piel despellejada revelando tiras
ti ras de músculos y
huesos Creados muy finamente. Un líquido violeta oscuro estaba comenzando a gotear
de la herida, deslizándose por su brazo.
—Ayuda —dijo, pero su voz se oyó ronca, débil, patética; Kinok y su padre jamás la
oirían sobrepor
necesito… el ruido
favor.de—las
Susolas golpeando
dedos contra
resbalaron otrolas rocas —. Ayuda…
centímetro. por favor…
Y otro. Estaba a puntoNe-
Ne
de-
caer. Crier era diez veces más fuerte que cualquier humano y había sido creada para ser
perfecta e iba a caer y a agrietarse y a romperse en pedazos contra las húmedas rocas
negras y regalarle sus perfectas entrañas al mar. Que se la tragaría.
No. No no no por favor no…
Una mano la tomó de la muñeca, sosteniéndola mientras colgaba del borde del
precipicio.
—Ah…
Crier alzó la vista y se encontró con un par de ojos oscuros.
No era Kinok quien
quien la había salvado.
salvado. Ni su padre.
Era una humana.
Por un momento, Crier se quedó helada. Se olvidó del océano y de las rocas bajo su
cuerpo.
Jamás había visto un par de ojos como aquellos. Era como encontrarse de pie en la
entrada de una habitación oscura, como pasar el peso del cuerpo de un pie al otro en el
umbral, sosteniendo en alto una lámpara y estudiando la manera en que cubría algunas
cosas de dorado y ocultaba otras bajo las sombras. Era el tipo
t ipo de oscuridad que escondía
y guardaba muchísimas cosas. La oscuridad de un fluido caliente, la oscuridad de una
poza de marea
marea en verano, una
una oscuridad salvaje
salvaje y sin aliento.
Una mano rodeando la muñeca de Crier, sujetándola. Un pulgar hundiéndose en su
carne cortada.
Un rostro, con la forma de la luna, con cejas gruesas y arqueadas y una mata de
cabello oscuro y enredado. Llevaba puesto un uniforme rojo, oscuro como sangre seca.
Los ojos de esta muchacha humana estaban abiertos de par en par. Su agarre cambió
sobre la muñeca herida de Crier.
Se dio cuenta entonces de que aún no la había salvado.
La muchacha estaba respirando con rapidez. Apretó los labios, su agarre comenzó a
perder fuerza…
Un collar se deslizó desde donde se encontraba bajo la camiseta de la chica y colgó
entre ambas. Los ojos de Crier se desviaron desde el rostro de la muchacha hacia su collar,
un milisegundo de un dorado parpadeante bajo la luz de la luna, un dije grabado con una
estrella de ocho puntas (el símbolo tan familiar de los Creadores), y entonces la muchacha
soltó un sonido ronco y desgarrador y tiró de Crier, hacia arriba arriba arriba, hasta que
volvió a encontrarse sobre tierra firme, y un momento después ambas se apresuraron a
dejarse caer hacia atrás, alejándose del borde, colapsando sobre un arbusto de flores
marinas. Sin aliento. Temblando. Crier cerró los l os ojos con fuerza y presionó la cara contra
la tierra, lo cual era ilógico pero se sentía como lo único que querría hacer por el resto de
su vida. La tierra olía a lluvia y a cosas verdes y suaves y a no morir.
Cuatro segundos. Cinco. Se obligó a enderezarse. Tenía la cara mojada, y tierra
pegada en las mejillas, y no entendía por qué. Sintió el sabor de la sal. Espuma de mar,
pero distinta.
La muchacha ya la estaba mirando. Crier vio su propia estupefacción reflejada en
aquellos ojos oscuros. ¿Pero por qué estaban ambas estupefactas? Por supuesto que la
muchacha la había salvado. Crier había necesitado ayuda. La muchacha estaba bajo el
mando de Hesod, y por ende bajo el de Crier. ¿Por qué haría cualquier otra cosa? ¿Por
qué estaba comenzando a nublársele la mirada?
La muchacha extendió un brazo y presionó su pulgar contra la suave piel bajo el ojo
izquierdo de Crier. Volvieron a observarse. Los ojos de la muchacha saltaron de su mano
al rostro de Crier, como si la confundieran sus propias acciones. Crier se quedó muy
quieta, y cuando el pulgar de la muchacha se
se alejó de su piel,
piel , vio que brillaba a causa de
algo mojado.
Lágrimas.
Crier se llevó inmediatamente las manos a las mejillas. Tenía la piel sucia, casi
pegajosa, húmeda
húmeda de tierra y… lágrimas. Agua de sus ojos, sal en sus labios. Lágrimas,
como aquella humedad extraña que caía por los rostros de los humanos, pero estas eran
suyas. Eran cálidas como la sangre. Se sentía como si estuviera sangrando, como si
estuviera herida. Pero los Automas no lloraban como lo hacían los humanos. ¿Por qué lo
harían?
La muchacha se limpió el pulgar en su camiseta. Mis lágrimas, pensó Crier,
observando la mancha de humedad. Mi sal.
Ayla.
Ayla.
Crier permitió que el nombre diera vueltas por su cabeza, estudiándolo a todos los
ángulos
ventana enposibles y analizando
su alcoba todas sus con
la mañana siguiente, curvas, sentada
un libro sobreenelel asiento
regazo a un lado cómo
y observando de la
el sol se alzaba sobre el horizonte con destellos dorados.
Le dolían las manos. Tenía unos rasguños horribles en las yemas de los dedos, con
la piel despellejada. Marcas causadas por la manera en que había arañado
desesperadamente
desesperadam ente las rocas el día anterior, en busca de algo a lo que sostenerse mientras
caía. Luego de que el médico hubiera dejado ir a Crier, su doncella Malwin le había
preparado un baño largo y relajante; habían observado jjuntas
untas cómo la tierra
t ierra y la sangre
se desprendían del cuerpo de Crier y desaparecían, escondidas bajo los remolinos de jabón
y vapor. El médico le había proporcionado un ungüento que arreglaría las imperfecciones
de su piel
horas con tanta
después, tlos
antadedos
facilidad como
de Crier había cerrado
estarían la herida
inmaculados y unde su muñeca.físico
recordatorio Tan menos
solo unas
de
que, en efecto, se había caído. De que la habían salvado.
Aún no se había puesto el ungüento.
En lugar de hacerlo, se pellizcó las heridas, manteniendo los cortes abiertos.
Pequeñísimas gotas de sangre brotaron de su piel como si fueran joyas. La sangre de los
Automas no era muy distinta a la sangre humana, pero su color era distinto. Mientras que
la sangre humana era roja, la sangre Automa era más oscura, más azul, casi violeta. Crier
fijó la vista en su propia sangre, brillando bajo la lluz,
uz, y respiró hondo. Violeta. Inhumana.
Perfecta.
Y no obstante...
Los primeros rayos rosas del amanecer comenzaron a filtrarse por la ventana,
coloreando las pilas de libros y mapas sobre el escritorio de Crier y su cama con dosel.
Había un tapiz de seda en una de las paredes de su alcoba. Pequeñísimos hilos
entretejidos, plateados y dorados, brillaban bajo la luz del sol, sobresaliendo contra el
colorido y vibrante fondo.
Al contrario de la mayoría de los tapices del palacio, este era muy sencillo. No tenía
cazadores Automas persiguiendo a jabalíes salvajes a pie, con sus sirvientes humanos
siguiéndolos como si fueran perros. No tenía una representación del Corazón de Hierro,
ni un castillo adornado con joyas, ni barcos navegando sobre un mar de un profundo color
azul. Solamente mostraba la imagen de una mujer. Con el cabello oscuro, la piel marrón,
hermosa, observando la alcoba de Crier desde su lugar en la pared. Llevaba puesto un
vestido amarillo azafrán, y tenía los labios pintados de rojo. Sus ojos estaban tejidos en
dorado.
Kiera.
La primera de su Especie.
Bajo la luz del sol, su piel casi resplandecía.
Cuando sonaron unos golpes en la puerta, Crier se enderezó, y su libro se movió
contra sus muslos. Lo hizo a un lado.
—Pase —dijo, y Ayla (Ayla) entró a la alcoba dando un traspié.
Se veía igual que la noche anterior: uniforme color rojo, una trenza oscura y
desarreglada, grandes ojos marrones. Portaba la misma
mi sma intensidad, como si hubiera olas
de calor alzándose de su piel, aunque estaba sencillamente de pie en la entrada de la
habitación de Crier y no en proceso de salvarle la vida.
Aun
pecas? ¿Oasí:
era¿Tenía un color
simplemente unarojizo
ilusiónenóptica
las mejillas, bajoelelsol
creada por somarrón de ana,
l de la mañ su piel,
mañana, que bajo sus
se hhabía
abía
alzado como una exclamación, como una explosión de bombas de salitre estallando contra
el cielo nocturno, color y fuego y luz? Crier sintió cómo algo explotaba en su interior
también. ¿Viste algo en mí?
Quería preguntar. No lo hizo.
En vez de proporcionarle
proporcionarle una respuesta, Ayla le correspondió con otra pregunta:
—¿Por qué se cayó?
Qué pregunta más curiosa. Pero, ¿por qué se había caído? ¿Cómo había sucedido?
—He estado ocupada últimamente —dijo Crier, formando la oración como si las
palabras fueran capas de seda almidonada;
almidonada; cubriéndose con ellas —. Mañana estaré…
estaré oficialmente comprometida con Scyre Kinok, habrá una celebración… y tres días
después, asistiré a una reunión del consejo por primera vez, como la hija del soberano. La
cual será, espero, la primera de muchas. Hay tanto que hacer… Estaba oc upada.
Preocupada. Necesitaba un poco de aire fresco, y me acerqué demasiado al borde del
acantilado.
Ayla asintió. Y luego alzó la vista, mirando a Crier directo a los
l os ojos.
—¿Por qué no me reportó?
Ayla alzó un brazo y tocó un punto en su propio pecho, sobre su esternón. En donde
debía reposar el collar prohibido bajo su camisa de trabajo, frío contra su piel cálida. La
mandíbula de Ayla estaba tensa, y nuevamente sostenía la barbilla en alto.
Crier tragó saliva, a pesar de que no le era necesario.
necesario . Era una buena pregunta. Había
demasiadas preguntas
preguntas sin respuesta. Ese era el tipo de preguntas que Crier odiaba.
—Porque me salvaste la vida —respondió
respondió,, pero titubeando.
ti tubeando.
Ayla sacudió la cabeza.
—Sus guardias llegaron lo suficientemente rápido. No le habría sucedido nada
incluso aunque no hubiera estado allí.
—Es cierto —admitió Crier, porque así era. Siempre había sido así. Estaba bien
protegida—. Mi padre me Diseñó con una alarma —dijo, repentinamente deseando
explicarle a Ayla por qué importaba, deseando que lo comprendiera—. Si el latido de mi
corazón se acelera
los guardias. demasiado
Nosotras rápido,
no podemos el aparato
oírla, envía
pero ellos sí. una señal silenciosa de peligro a
Ahora lo único que estaba haciendo era hablar para llenar el silencio, así que se
detuvo.
Ayla arqueó las cejas, apenas. La brisa era como un dedo arrastrándose a la deriva,
alzando finos mechones de cabello que se habían soltado de la trenza de Crier. El cabello
de los Automas era grueso y lustroso, y usualmente se peinaba en la parte más alta de la
cabeza, una trenza doblada hasta formar una corona. Crier se sintió, de repente, muy
expuesta, demasiado consciente
consciente de llos
os pequeños y finos rizos
ri zos que revoloteaban contra sus
sienes y su nuca. Se sentía indecente ante la mirada de Ayla. Desaliñada.
—¿Es porque la vi llorar? —dijo Ayla, y luego se mordió con fuerza el labio inferior.
—Alguien a quien jamás volveré a ver —dijo. Otra pausa. —¿Necesitaba algo, lady
Crier? Si no va a castigarme, ¿por qué estamos aquí?
Porque me viste llorar.
—Estoy cansada de mi doncella actual —dijo Crier—. Me gustaría reemplazarla. —
Cuando Ayla se limitó a fruncir el ceño, confundida, Crier prosiguió —: Ya me has
ayudado una vez. Quiero que vuelvas a hacerlo. Sé mi doncella.
Ayla inhaló con fuerza.
—¿Qué?
—Te presentarás en mi alcoba al amanecer y pasarás tus días a mi lado. Me asistirás
a mí y a nadie más que a mí. Es una posición de poder y honor. Doncella de la heredera
del soberano.
Crier conocía bien esa expresión. Asombro. Pero no le importaba. No podía
importarle. Conocía a Ayla desde hacía menos de una hora, y ya sabía lo que quería.
Quería esos ojos oscuros, esa intensidad silenciosa y filosa, esas respuestas evasivas que
sabía, sabía, que provocarían que pasara otra noche sin poder dorm
dormir.
ir. Otra noche dudando
y suponiendo y… soñando. O algo que se le parecía.
Nuevamente, Crier sintió
sintió una especie
especie de atracción, una tentación ddee inclinarse hacia
hacia
Ayla, una especie de caída interna. Se mantuvo quieta. Era una habilidad con la que solo
contaban los Automas, el mantenerse quietos sin temblar.
—¿Por qué está haciendo esto? —dijo Ayla finalmente—. ¿Por qué no me reporta
por el collar? ¿Por
¿Por qué me quiere a su lado?
Ayla no podía ayudarla, Crier lo sabía. No podía arreglar
ar reglar su Diseño defectuoso. No
podía salvar
salvar a Crier de su matrimonio con Kinok. De
De hecho,
hecho, era posible que volviera
volviera todo
aún peor. Crier lo sabía.
Y aun así, allí estaba: algo que tiraba de ella. El empuje.
La caída interna, como una ley.
—Tu collar. Mis… —No logró pronunciar la palabra humana: lágrimas. Bajó la
cabeza para mirar a Ayla, poniéndose firme. —Ambas tenemos secretos. Y cuando
alguien conoce tus secretos, ¿no prefieres mantenerle al alcance de la mano?
Ayla se quedó en silencio.
—Te espero mañana al amanecer —dijo Crier, y le dio la espalda.
Comenzaba con esto: todas las cosas poseían cierta materia prima, una sustancia pura
e intangible más antigua que el Universo mismo; el material metafísico del que está
tejido un objeto sin bordes como el alma humana. Si la humanidad está formada a
partir de ese material, desde
desde el órgano ha
hasta
sta el hueso, la carne e incluso al Alma
intangible, entonces seguramente el Creador puede transmutar la vida humana.
Por segunda vez en tantos días, Ayla había tenido a Crier justo al borde de un
acantilado. Y, sin embargo, Crier todavía estaba viva. Mientras cruzaba los terrenos ddel
el
palacio hacia
hacia el edificio
edificio largo y bajo donde
donde dormían todos los sirvientes, Ayla
Ayla se sintió
sintió
en guerra consigo misma. La mitad de ella estaba furiosa, gritando de frustración: había
estado tan malditamente cerca. Pudo haber dejado caer a Crier, ya sea nunca
agarrándola por la muñeca en primer lugar o mirándola a los ojos, diciendo Esto es
para mi familia y dejándola ir. Observando como su cuerpo caía sobre las rocas y el
océano devorador debajo. Hoy, podría haber empujado a Crier por el acantilado. Hubo
muchos momentos durante su conversación en los que Ayla se dio cuenta de que Crier
había bajado la guardia; ella no lo habría visto venir; ella podría estar muerta ahora
mismo. Pero ella no lo estaba.
El sol del mediodía brillaba demasiado en sus ojos, abrasaba. Se apresuró por el
estrecho camino de tierra que conectaba las dependencias de los sirvientes con el
palacio, separados por aproximadamente
aproximadamente media millamilla de tierra. Hesod prefería
prefería tener los
establos a la vista de la casa principal y la vivienda humana fuera de la vista, ocultos
de los funcionarios visitantes. Hoy era una ventaja. Rowan venía a despedirse de Ayla
y Benjy antes de dirigirse al sur para unirse a los últimos levantamientos, y las
habitaciones de los sirvientes eran el lugar más seguro para reunirse. Durante el día,
cuando todos los sirvientes estaban trabajando en otro lugar, los guardias solo
patrullaban el área cada
cada pocas hhoras.
oras.
Ayla aceleró el paso. La venganza no era lo único que ttenía
enía en mente; sin saberlo,
Lady Crier le había dado a Ayla una información vital sobre el Corazón de Hierro. Un
dato que podría cambiarlo todo, para ella y para los rebeldes. Para Rowan, en los
próximos días. Ayla estaba ansiosa por contarles a ella y a Benjy lo que había
averiguado.
Se deslizó por la puerta de las habitaciones de los sirvientes y mantuvo la cabeza
gacha mientras caminaba entre las filas de catres, a pesar de que las habitaciones
estaban abandonadas
donde había otra puertaa más
esa hora del día. Se dirigió directamente a la parte de atrás,
pequeña.
Ayla respiró hondo, saboreando el aire puro mientras podía... y abrió la puerta de
los baños.
Benjy y Rowan estaban en una esquina, con pañuelos atados sobre la nariz y la
boca, la luz del sol fluía a través de las vigas y encendía el cabello plateado de
Rowan. Los ojos de Benjy se abrieron de par en par cuando vio a Ayla y saltó hacia
ella, luciendo a partes iguales aliviado y molesto.
—Sí, y no te lo vas a creer —dijo Ayla. Susurrando, porque nunca se sabía quién
podría estar escuchando,
escuchando, les
les contó todo lo que había sucedido
sucedido desde
desde que la llamaron al
dormitorio de lady Crier esa mañana. Sobre el paseo por los jardines. Sobre el extraño
y persistente cuestionamiento de Crier sobre los motivos de Ayla. Sobre la oferta (no,
no oferta; orden) de que Ayla se convierta en la doncella personal de Crier.
Él resopló, frustrado.
—Matar a su hija es una cosa, pero, ¿para Hesod? Para hombres así, Automa o no,
no hay nada tan querido para ellos como el poder. Sangre, oro y piedras preciosas: todo
eso viene en segundo lugar después de tener un asiento en el consejo, el mando de un
ejército. Tener el control. La única forma de destruir realmente a Hesod es quitarle
su poder.
—Entiendes, ¿verdad?
—¿El Scyre?
—No solo es un Scyre. —Ayla se inclinó más cerca, emocionada. Nunca había
superado el impulso salvaje de impresionar a Rowan, de hacerla. . . orgullosa, tal
vez. Algo parecido. —Solía ser un Guardián.
—Y todavía tiene conexiones con el Corazón —dijo Rowan. Había algo silencioso
en su voz, algo casi reverente.
—Tiene más que conexiones —dijo Ayla, reprimiendo una sonrisa maliciosa —.
Tiene conocimiento. De cómo funciona, cómo llegar. Rutas de comercio. Tal vez
incluso . . . debilidades, puntos vulnerables.
vulnerables. ¡Quién sabe!
Benjy abrió la boca para decir algo más, pero Rowan lo interrumpió.
—Cielos, pajarito —dijo, sus ojos marrones se iluminaron a la luz del sol. Parecía
menos un Como
esperanza. gorriónla yguerrera
más. . .que
como unasido
había guerrera, feroz y brillante
en levantamientos y llena
anteriores; como de
la
guerrera que volvería a ser. La revolucionaria, la líder. —Ayla, mi amor —dijo—. Esto
es increíble, esta es. . . esta es la mejor oportunidad que hemos tenido en años. Puedes
ser nuestros ojos y oídos por dentro, amor. Ubicada justo en el corazón del nido de
arañas, imagina eso. ¿Y la doncella personal de Lady Crier? Dioses, es como
si quisieran un golpe.
—Sí —dijo Rowan—. Sí, dioses, por supuesto. Aunque —aquí su voz cambió un
poco, se hizo más dura—, será peligroso. Ayla, tienes que concentrarte en el Scyre. Él
es el que tiene conocimiento sobre el Corazón de Hierro. Tal vez incluso tenga un mapa
de las Montañas Aderos, o de las rutas comerciales, un libro mayor de todos los
comerciantes de Corazonita, algo, cualquier cosa. Cualquie
Cualquierr cosa que puedas
encontrar, será valiosa. —Sonrió, aguda y alegre, y tomó el rostro de Ayla con ambas
manos y le dio un beso en la frente. —Eres una chica inteligente. Oh, una chica
inteligente y temible.
Y si fuera así. . .
En un solo día, los árboles estaban vacíos. La tierra debajo de sus ramas estaba
llena de millones
tobillos. mill
Aylaones
era de
unalangostas silenciosas
de las sirvientas y muertas,
encargadas decon los cuerpos
limpiarlos. apilados
Descalza, hasta por
caminó los
los huertos, llenó su canasta una y otra vez con cadáveres y luego cargó las canastas en
una carretilla, arrastró la carretilla hacia los acantilados, arrojó el contenido de cada
canasta por el borde y al mar que la esperaba. Las diminutas alas iridiscentes de las
langostas captaban la luz del sol mientras caían; Con cada canasta, Ayla sintió como si
estuviera derramando una cascada de relucientes piedras preciosas.
Un día de trabajo
t rabajo y todas las langostas estaban muertas; los huertos se
salvaron. Eso era lo que sucedería si el Corazón de Hierro fuera destruido, si los
Automas fueran privados del polvo de Corazonita. Sólo el trabajo de un día. Ya no
tendrían una vida en las sombras.
Ayla parpadeó. Se dio cuenta de que Rowan todavía la estaba mirando, esperando
su respuesta. Benjy no estaba mirando a ninguna de las dos. Estaba mirando el suelo
de tierra, con la mandíbula en movimiento.
—Voy a trabajar para Lady Crier —dijo Ayla—. Voy a espiar al Scyre y aprenderé
todo lo que pueda sobre el Corazón de Hierro.
—No seré precipitada —prometió ella. No tenía sentido decirle a Benjy que el
fuego en ella no había disminuido, incluso había crecido. Este fuego mortal dentro de
ella, no necesitaba saber cuánto tiempo había estado ardiendo. Cuán carbonizada y
llena de cicatrices estaba. En algún lugar del fondo de su mente, la voz de su hermano
resonó. Actúa solo cuando las probabilidades estén de tu lado, Ayla. Juega con pan y
monedas,
Crier hastanoque
conhaya
tu vida. —Te lo suficiente
encontrado juro, Benjyinformación
—dijo—. No le haré
para nadael aCorazón
destruir Hesod nidea
Hierro. No dejaré que mi venganza comprometa a la Revolución.
—Esa es mi chica.
Planear espiar al Scyre era mucho más fácil que hacerlo. Ayla estaba demasiado
ocupada con el ajetreo de la casa y sus necesidades, y lo más importante,
i mportante, las de Crier,
como para alejarse un segundo. Resultó que su nuevo horario era tan exigente como lo
había sido su trabajo en el campo.
Esta mañana, por primera vez en sus cuatro años como sirvienta del soberano, Ayla
no se presentó a los establos ni a los huertos al amanecer. En cambio, se unió a la
delgada corriente de humanos que se dirigían desde los cuartos de los sirvientes al
palacio mismo, y, después de que un guardia Automa comprobó su rostro, agarrando
su barbilla con fuerza mientras él verificaba su identidad, ella pasó a través de las
enormes puertas de madera.
Esta noche, el baile de compromiso se llevaría a cabo en el gran salón de baile del
ala oeste. Ahí era donde Ayla tenía que informar primero, y apenas tuvo dos segundos
para asimilar la grandiosidad de la habitación: todo el huerto de manzanos podría
haber encajado cómodamente
cómodamente dentro de sus paredes; el techo era tan alto que Ayla tuvo
que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo; las paredes estaban llenas de velas y
cortinas de oro puro; el piso de mármol era pulido hasta que adquirió un brillo similar
al de un vidrio y se limpió para el baile.
—¡Tú! —Una criada que no reconoció estaba ladrando órdenes. —Eres la nueva
doncella, ¿verdad?
—Sí —dijo Ayla. Ya estaba temiendo cualquier tarea que le estuvieran a punto de
asignar.
La criada sonrió.
Ayla volvió a mirar el amplio espacio abierto en medio del salón de baile. La
superficie del suelo de mármol estaba reluciente e impecable.
Ayla apretó los dientes y se dirigió al borde de la pista de baile. Casi se rio cuando
vio los “suministros” que le había dejado la criada: un balde de agua con jabón y un
solo paño. No había forma de que pudiera hacer esto en una hora. La pista de baile era
enorme, lo suficientemente grande para albergar a un centenar de parejas que bailaban,
y ella estaría frotándola de rodillas. Esto no era una tarea. Era un ejercicio de
humillación pública.
Pero pedir ayuda empeoraría las cosas, eso era lo que Ayla sabía. Así que se
arremangó y se puso a trabajar.
Solo había logrado restregar tal vez un área de seis por seis pies cuando casi pasó el
paño por encima de un par de zapatos. Ayla se sentó sobre los l os talones
t alones y miró hacia
arriba para encontrar a Nessa de pie junto a ella, con
co n las manos en las caderas. Ayla no
sabía cómo se había acercado tan silenciosamente, casi como un autómata. Conocía a
Nessa, porNessa
principal, supuesto.
Ness pasabTodos
a pasaba los sirvientes
a la mayor setiempo
parte de su reportaban condelella.
dentro Pero ycomo
palacio, Aylasirvienta
rara vez
tenía que trabajar debajo de ella. La mujer era alta, imponente y un poco encorvada,
cargaba con un niño de meses atado a su pecho todo el día. Ella era la única sirvienta
que Ayla sabía que había tenido un hijo.
—Hola señora.
—Estás arrastrando tus propios zapatos sucios por las partes limpias —dijo Nessa,
señalando.
Ayla miró hacia atrás y, efectivamente, había rayas de tierra en el suelo que acababa
de fregar.
f regar. Ella gimió en voz alta, tiró la tela a un lado
l ado y comenzó a quitarse los zapatos.
Nessa suspiró. Y luego se arrodilló para reunirse con Ayla en el suelo, sacó su
propio trapo del bolsillo de su uniforme y lo sumergió en el agua jabonosa.
jabonosa. Ayla miró
la parte
bajo superior
mientras de alafregaba.
Ness
Nessa cabeza de su bebé, a través de la correa, colgando peligrosamente
—¿Qué estás mirando, niña? —dijo Nessa, y luego siguió la mirada de Ayla. Ella
resopló. —Dioses, es como si nunca hubieras visto a un bebé. Continúa, sigue
mirando. Estoy segura de que no tienes mejores cosas que hacer.
—¿Andas metiendo la nariz en los asuntos de todos, o solo en los míos? —Ante el
silencio de Ayla, puso los ojos en blanco. —Sí, por supuesto que es verdad. Qué rumor
más estúpido sería ese.
Otra mirada.
—La misma razón por la que tengo a Lily, idiota. Porque lo amo.
Eso tenía aún menos sentido para Ayla. Pero Nessa volvió a fregar y Ayla supo que
ya había presionado demasiado, así que se mordió la lengua. Pasó el resto de la mañana
así, frotando en silencio, hasta que se le adormecieron las rodillas y le dolieron
horriblemente los brazos.
Ya estaban llegando los invitados del soberano; Ayla no dejaba de mirar cada vez
que se levantaba para escurrir su ropa y podía asomarse a las ventanas del segundo piso
que daban al patio. Sus gargantas, muñecas y orejas estaban llenas de oro. Llegaban a
caballo, en caravanas doradas, en carruajes tirados por caballos. Y entonces lo vio: un
uniforme negro entre todos los sirvientes uniformados de rojo. Los colores de un Scyre.
Le picaba la piel. No le gustaba estar encerrada en este palacio frío con tantas
sanguijuelas.
Esa noche, se ordenó a Ayla que fuera a buscar el vestido de baile de Crier a manos
de la costurera. Con los pies doloridos por caminar sobre losas todo el día en lugar de
tierra más blanda, se arrastró hasta el nivel subterráneo donde las empleadas
domésticas, las lavanderas y las costureras hacían la mayor parte de su trabajo. Todo lo
que quería hacer era dormir. Por años. Acurrucarse aquí mismo sobre las frías losas,
esconderse en las sombras, dormir durante una década. Era el tipo de cansancio que le
dejaba la cabeza nublada, borracha y lenta. Había imaginado que las tareas domésticas
serían
de más fáciles
trabajo, sino el que
puroelagotamiento
trabajo de campo,
de ser pero había
vigilada subestimadoconstantemente,
y monitoreada no solo la cantidad
de
controlar su expresión y sofocar cualquier indicio de esa fatiga: un solo bostezo podría
sacarla del palacio para siempre.
Porque allí estaba Faye inclinada sobre una de las enormes bañeras de agua
humeante y jabonosa. Hermana de Luna. De la l a que todos
t odos habían hablado en el
mercado. La que no había sido vista desde la transgresión de Luna, (lo que fuera) y el
posterior asesinato.
Faye estaba agarrando una paleta larga de madera, lavando la ropa de cama y la
ropa sucia, su cara sonrojada y sudorosa por el calor.
La última vez que había visto a Faye era mediodía y el sol les caía sobre la cabeza
y Faye estaba en el suelo, cubierta de polvo, gritando de la manera cruda y sin palabras
de los animales torturados. Los soldados Automa la patearon en el vientre y ella no
paró de gritar. A veces, sus labios formaban la palabra Luna. Pero fue tan largo, tan
destrozada por el terror y la angustia, que no sonaba en absoluto como el nombre de su
hermana.
Y de alguna manera, ella todavía estaba viva. Ella estaba aquí, en el palacio,
removiendo una tina llena de ropa de cama. Ella no parecía herida. No le faltaban
extremidades,
diferencia era no
quetenía cicatrices
la Faye a ununlado
de hace mesdeselahabía
cara que Aylaelpudiera
dejado ver. La
pelo largo, única
siempre
recogido en un nudo en la nuca. El cabello de esta Faye estaba muy corto, cortado tan
desordenadamente
desordenadamen te en lugares que se veían trozos de cuero cabelludo pálido.
—Faye —dijo Ayla impotente. En el segundo en que hizo ruido, Faye se sobresaltó
y dejó caer la paleta de madera; se dio la vuelta para mirar a Ayla con los ojos muy
abiertos. La puerta se cerró detrás de Ayla. Estaban solas. —Faye, ¿dónde
has estado? Pensé que estabas. . .
—No. Digas. Mi nombre. —Faye inclinó la cabeza hacia un lado, con los ojos fijos
en Ayla. Ella aún no había parpadeado. Tenía una forma extrañamente precisa de
hablar, sus palabras eran agudas a pesar de que su voz era tranquila. —Ese no es. Mi
nombre. Nunca más. No lo digas. No lo digas. ¿Quién eres tú?
—¿A ¿Recuerdas?
conoces. qué te refieres?
Soy amiga—
dedijo
Rowan.Ayla
No—sabía
. Soy. . . soy
que estabas viva. Ayla.
Lo juro,Me
te
habría encontrado. Rowan tampoco lo sabía. Pensamos que te habían llevado.
l levado.
Faye se rio.
O gritó.
—Llevarme —repitió—. Llevarme. No. No, no del todo. Aunque deberían haberlo
hecho. Yo lo merecía. No ella. No ella, no ella.
Sus ojos eran del tipo salvaje que Ayla había visto antes. Por lo general, veías esos
ojos en los cementerios, en las ejecuciones o en los incendios. Ayla sintió el primer
cosquilleo real de inquietud a lo largo de su columna vertebral. Había oído que Hesod
había llevado a sirvientes humanos al palacio para pagar sus deudas, incluso yendo tan
lejos como separándolos de sus familias, pero ¿no había sido la muerte de Luna un
castigo suficiente?
—¿Qué quieres decir con que no ella? —ella preguntó—. ¿Estás hablando de
Luna?
—¿Que hizo ella? —preguntó Ayla. Algo se sintió tan mal. — ¿Qué hizo ella?
Y arremetió a ciegas con un brazo, golpeando la nariz de Ayla con la mano. Ayla
se tambaleó hacia atrás, y el dolor aumentó en el lugar donde había sido
golpeada. Cuando se movió para tocarse la cara, sus dedos se enrojecieron y pudo sentir
el goteo de sangre caliente y pegajosa de sus fosas nasales.
—Dije que no la toques —dijo con voz áspera Faye, sacudiendo la cabeza, arrojando
gotas de sudor—. No la toques, no la toques, tómame en su lugar, no la toques, no la
toques, no la toques, no, no, no, no, NO. —Su voz se quebró y retrocedió, primero
lentamente. y luego casi tropieza con sus pies. Golpeó una de las bañeras, el agua
hirviendo se derramó por el lado opuesto, una paleta cayó al suelo, y luego chilló y
salió corriendo del cuarto de lavado, hacia la oscuridad del corredor exterior. El aire
frío entró en el cuarto de lavado
l avado húmedo y maloliente.
Ayla, temblando, echó la cabeza hacia atrás para detener el flujo sanguíneo. Le dolía
la nariz, pero un
corazón, no estaba roto. Sólo una
enfermizo leve punzada pulsando
recordatorio del junto con de
estado el latidoFaye...
de su
¿qué? ¿Dolor? ¿Locura? ¿Ambos?
—Toma —dijo alguien detrás de ella, y ella se sobresaltó, pero sólo Nessa estaba
parada en la puerta.
puerta. Su bebé todavía estaba atado a su cuerpo, y extendía
extendía un pañuelo y
escudriñaba a Ayla con sus ojos brillantes. —Para la sangre —dijo—. Tienes suerte de
que la lady haya estado demasiado ocupada saludando a los invitados hoy como para
molestarse contigo.
Nessa resopló.
resopló.
—En el futuro, mantente alejado de esa chica. Ella no está bien y nunca lo
estará. Los dioses solo saben por qué sigue por acá.
Ayla asintió.
—Sí.
El día había sido angustiosamente largo. Todo lo que Ayla quería hacer después de
fregar el suelo y tratar desesperadamente
desesperadamente de borrar la imagen del rostro aterrorizado de
Faye de sus pensamientos era caer de bruces en una cama y no despertarse nunca. Le
dolía la nariz y el pañuelo de Nessa todavía estaba en su bolsillo, como prueba.
—Canta —ordenó Crier. Estaban en una de las habitaciones más pequeñas junto a
su dormitorio y Ayla acababa de verter una pesada olla de agua hirviendo en la
bañera. Le dolían los brazos al ver el agua chapotear sobre la
l a resbaladiza porcelana
blanca.
—¿Mi lady? —dijo Ayla.
—Yo... soy muy inexperta, mi lady —intentó Ayla. Eso era cierto. No había
cantado en años,
la memoria: no fuera
la voz de sudemadre
su propia cabeza.
cantando El acto dedecantar
canciones cuna estaba tan atascado
y salomas 1 en
, su padre
uniéndose, un dúo como un ruiseñor acompañado por la ráfaga profunda y baja del
océano mismo. La pequeña Ayla y Storme riendo, cantando y bailando torpemente
frente al fuego de la chimenea. No. Ayla no quería cantar.
Cantó una vieja canción folclórica mientras vertía aceite con aroma a rosas en el
baño de Crier, desviando la mirada mientras su ama se desn
desnudaba
udaba y se hundía en eella,
lla,
enjabonando las piernas. Cantó mientras cepillaba y aceitaba el cabello oscuro de Crier
después, sintió su sorprendente suavidad, notando, también, la tersa perfección de su
piel Creada, la forma en que las clavículas formaban una V abierta debajo de su
delicada barbilla.
Si tuviera un cuchillo en este momento, podría haber matado a Crier diez veces.
Pero ella no pudo hacer eso. Hoy no. Todavía no.
1
Una saloma es un tipo de canto de marineros usado para aumentar la productividad en los trabajos
realizados en la mar.
Después del baño y el pelo, bajó el vestido nuevo de donde lo había colgado. Era el
vestido de fiesta más ridículamente complicado que había visto en su vida. Era de color
plateado pálido, con una cola bordada y una falda como una campana ancha, y el
corpiño tenía que anudarse en la espalda, cerrarse alrededor del cuerpo de Crier como
una trampa de cazador. La única ventaja, pensó Ayla mientras ataba lo que debía ser
el milésimo par de pequeños cordones, era que Crier parecía tan miserable como se
sentía Ayla. Estaba casi nerviosa, los ojos recorrían su dormitorio y los dedos se
movían nerviosamente.
nerviosamente.
Su mirada seguía clavándose en la garganta de Ayla. El lugar donde estaba su collar
debajo del cuello del uniforme de su doncella. Una vez más, Ayla quiso insultarla: Sé
que lo viste. Quería decir que no podía jugar con ella. Que no importaba si Crier la
castigaba ahora o lo alargue durante semanas. Todo terminaría de la misma manera.
Dos sirvientes habían llevado un gran espejo con el propósito de preparar a Crier
para el
el baile.
baile. Crier estaba
estaba de pie justo
justo enfrente,
enfrente, Ayla detrás de ella, y cuando Ayla miró
hacia arriba, sus ojos se encontraron con los de Crier en el reflejo.
Hizo una pausa con los cordones. Se preparó para recibir una orden.
—Sí —dijo Ayla, y se abstuvo de añadir: Tus costumbres son similares porque toda
tu cultura fue robada de la nuestra. Porque no tienen historia ni cultura propia.
—Pero
el año la primavera
anterior, pasada,
sé que Nessa una criada
cortejó se casó
a Thom, con
de los uno deNinguno
huertos. los mozosdedeellos
mi padre. Y
tiene un
estatus significativo. Asi que. . .
¿Cómo demonios se enteró Kinok? ¿Por qué le importaría siquiera? ¿Por qué le
diría a Crier?
—Entonces, si no hay nada que ganar, ni influencia política, ventaja estratégica o
división de la propiedad, ¿por qué se casan los humanos? —Crier miraba a Ayla en el
espejo, con los ojos muy abiertos y curiosos, su cuerpo extrañamente inmóvil. Ayla se
había percatado de que había hecho esto unas cuantas veces; estaba tan concentrada en
una cosa en particular que aparentemente se olvidó de reproducir los pequeños
movimientos que la hacían parecer más humana: respirar, parpadea, jugueteando con
algo. Expresiones faciales a veces. En cambio, se quedaba parada allí, alta y congelada,
una criatura tallada en piedra.
—No sé si soy
soy la persona a quien preguntar sobre
sobre eso —dijo Ayla.
—Pero tú eres mi doncella —dijo Crier con un ligero aire de triunfo —, y se supone
que debes atender mis necesidades. Lo que necesito es una respuesta.
Ayla mantuvo los ojos fijos en los cordones que tenía bajo las manos y se negó a
mirar a Crier a los ojos en el espejo. Estaba oscureciendo fuera de las ventanas, el cielo
estaba morado por el crepúsculo. No tenían mucho tiempo antes de Crier hiciera su
entrada en la fiesta, y Ayla ansiaba la breve libertad que sabía que esta noche le daría.
—Se supone que nos casamos por amor —dijo finalmente Ayla. La palabra era una
semilla amarga en su lengua. Nunca antes se había enamorado. Así no. Pero ella había
sentido amor por su familia.
Ayla tiró del penúltimo par de cordones, en la parte superior de la columna vertebral
de Crier.
—Casi termino. —Ahora tenía prisa, la ansiedad saltaba dentro de ella como una
llama.
Esa noche, cuando todo el palacio, tanto Automas como sirvientes, estuvieran
preocupados por el baile de compromiso,
compromiso, Ayla se deslizaría por debajo del gran sal
salón
ón
de baile a los niveles inferiores, donde se había enterado de que estaban los aposentos
de Kinok. Ella revisaría sus posesiones, su correspondencia, cualquier
cualquier cosa que pudiera
encontrar.
encontr ar. Rowan había sido clara.
clar a. Busca un mapa
m apa o un libro del comercio
come rcio de
Corazonita. Quizás un diagrama del Corazón mismo, si tal cosa existiera. Ella solo
podía leer un puñado de palabras, pero Benjy una vez le mostró los nombres de los
miembros del consejo,
mano. Se había olvidadolos
de escribió para
l a mayoría
la de ella
ellos,enpero
la tierra y luego
aún podía los barrió
imaginarse con una
algunos de
ellos, las formas específicas de cada letra. Conocía a Ellios, Burn,
Markus. Kita. Thaddian. Conocía Automa; ella conocía humanos; ella
sabía rebelde. Ella conocía la palabra corazón.
Era casi demasiado. Demasiado para entender. Mucho más grande que el único
golpe fatal que más le importaba: Crier, muerta en sus brazos.
Pero por eso, Ayla tendría que esperar. Ella ya había esperado tanto tiempo; aún
podía esperar más.
más. Podía esperar todo
todo el tiempo que
que fuera necesario.
necesario.
Era diminuto. Diez números grabados en la piel de Crier con tinta negra azulada,
cada uno más pequeño que una uña. Ayla había oído hablar de estos tatuajes antes,
pero nunca se había
había acercado lo suficiente a un
un Automa para ver
ver uno.
Este era el número de modelo de Crier. Los primeros seis números la identificaron
como Crier de la familia Hesod. Los segundos cuatro indicaron el año de su
creación. Era un recordatorio más de que la criatura que estaba delante de Ayla, la
criatura atada con este hermoso y rico vestido, la criatura que merodeaba por los
acantilados de noche, esa criatura no era humana.
Ayla, sin pensarlo, pasó el pulgar por el número. Un toque suave, apenas visible; en
el momento en que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, retrocedió y trató de
interpretarlo como un puro accidente. No se miró en el espejo, no se at atrevió
revió a
comprobar si Crier se había dado cuenta o no.
La piel de Crier estaba más caliente de lo que Ayla podría haber pensado
pensado..
—¿Cómo se siente?
vez,Ayla
hacenomucho
pensótiempo,
en el amor sino en
no había su collar.
estado La única y brillante prueba de que una
tan sola.
—Depende.
Déjame ir.
—No.
—¿No me lo cantaste?
—No, mi lady.
—Bueno, es . . . privado. —Era una palabra que los criados rara vez decían. Se
suponía que nada de sus vidas era privado.
—Por supuesto.
Crier se volvió hacia Ayla. De alguna manera, era más intimidante con el vestido
de fiesta que con su ropa normal. Más alta, más feroz, los músculos tensos de sus
brazos a la vista. No ayudó que llevara maquillaje: kohl2 alrededor de los ojos, una
mancha oscura en la boca. Parecía un monstruo de las viejas historias. Un chupasangre,
chupasangre,
una bruja, hermosa y mortal.
Ayla
cara. se sobresaltó
Cuando miró sus ymanos,
apenasviologró atraparsostenía
que ahora la cosauna
antes
soladellave
que de
la metal.
golpeara en la
—Hay una sala de música en el ala oeste —dijo Crier—. Voy allí a veces. A
practicar.
Un regalo.
Apenas podía comprender tal cosa. Parecía imposible que Crier confiara en ella
tan pronto, tan fácilmente.
A no ser que . . . a menos que ya hubiera querido confiar en ella. A menos que esa
hubiera sido parte de la razón por la que la había buscado en primer lugar.
—Las paredes son gruesas, por lo que no se escapa ningún sonido. Nadie te
interrumpirá. Ahora —dijo Crier, aparentemente satisfecha por la conmoción que
debió haber estado en el rostro de Ayla—, puedes acompañarme al salón de baile.
2
Un cosmético que se usa en el Oriente Medio, Norte de África y Sur de Asia, para los ojos.
7
Esa noche, Crier iba a hacer todo bien.
Esa noche, su secreto se mantendría a salvo. Tal vez ella era defectuosa en su interior,
con el pilar de la Pasión causando estragos en ella desde dentro, pero nadie tenía que
saberlo.
Varios cientos de invitados habían llegado al baile; Crier
Cri er lo sabía, ya que ella misma
había escrito muchas de las invitaciones, había estudiado largas listas de nombres y
conexiones. Todos ellos se habían reunido para celebrar su compromiso con Kinok,
juntándose desde los bordes de la pista de baile hacia lal a tarima en el frente, bebiendo
Corazonita líquida y vino pálido y murmurando con anticipación. Aunque ella no podía
verlos a todos desde su escondite detrás de la tarima, podía oír a los invitados
escurriéndose
empezó a sentirdesde
que lalasmultitud
entradascasi
a cualquier extremo de la habitación, hasta que Crier
la estaba ahogando.
Había hombres con oscuros chalecos bordados. Mujeres en vestidos de todos los
colores y estilos, sus cabellos sueltos y caídos, o trenzados en ajustadas coronas, u ocultos
bajo sedas coloridas; algunos estaban en uniformes militares con clase, con medallas en
los cuellos de su traje. Crier se preguntó si alguna vez habían visto de verdad una batalla.
De seguro la mayoría era parte de las últimas generaciones de Automas, aquellos que
habían sido creados mucho antes de la Guerra de Especies.
Especies.
El gran salón de baile siempre había sido hermoso, pero esa noche era toda una vista,
todo brillante y exquisito. El piso, pulido, suave y brillante como el hielo, había sido
limpiado para bailar. Las paredes tenían colgados enormes tapices que llegaban del piso
al techo y que Crier nunca antes había visto, todos describiendo escenas de celebración y
unificación:
totalmelante
hecho totalmente coronación de algúnuna
de perlas blancas, reyescena
antiguo, unacampo
de un boda de
real presentando
batalla en la cualunAutomas
vestido
uniformados estaban parados sobre los cuerpos caídos de incontables humanos (y los
cuerpos de los extraños Automas simpatizantes de los humanos, los traidores). Todos esos
Automas, Crier sabía, habían sido eliminados, considerados defectuosos
defectuosos.. Quemados.
A la cabeza de todo eso estaba parada Crier, tomando respiraciones medidas tres
veces por minuto. La tarima ceremonial delante de ella estaba tallada para verse como
una masa de cuerpos humanos enredados y Automas de pie triunfantes sobre ellos.
Incluso las hojas pintadas de dorado y casi centelleando bajo la cálida luz de dos docenas
de candelabros de cristal y sus cuatrocientas velas eran espantosas. Crier siguió mirando
eso, descubriendo un nuevo detalle cada vez: la torcedura antinatural de una pierna, un
rostro con los ojos salidos de sus órbitas, una boca dorada torcida en un aullido silencioso
e interminable.
La tarima estaba hecha para atrapar la vista. No importaba dónde te pararas, no
podías olvidar por qué
qué estabas aquí
aquí esta noche.
noche.
Para hacer oficial el compromiso entre Crier y Kinok.
Crier no quería nada más que apartar la vista, pero la única alternativa habría sido
girarse hacia Kinok, quien estaba de pie tan quieto como una roca a su lado. Estaba
absolutamente calmado, pero de una manera que hacía que Crier pensara en las pozas que
se formaban por la marea: inmóviles
i nmóviles en la superficie, pero con cosas oscuras y espinosas
ocultas debajo.
Afuera del salón de baile, la luna está alcanzando su punto más alto.
Ya casi era hora.
Su padre ascendió a la tarima. Se veía orgulloso y poderoso parado solo ahí arriba.
Como el mascarón de proa de un barco, dando la cara a un océano de Automas.
—Organización, Sistema, Familia —dijo Hesod, su voz resonando y haciendo eco
por todo el salón. Instantáneamente,
Instantáneamente, el bajo murmullo de mil
mi l conversaciones dio paso a
un silencio calmado. Los pocos invitados que Crier podía ver se giraron al unísono para
mirar a Hesod, una onda de movimiento simultáneo —. La belleza y simetría de tales
valores no debería ser desperdiciada meramente en la vida humana —continuó, citando
su propio manifiesto—, sino estudiado y aplicado para el beneficio de la especie Automa.
Organización, Sistema,
honramos dos vidas Familia.
que pronto Esta unidas,
estarán noche,pero
honramos
tambiénesos valores.
honramos Esta
lo que noche,
simboliza
una unión: la preservación
preservación de nuestra cultura. La unificación de nuestra gente. El continuo
éxito de una civilización construida en tradición. Una civilización que debido a la
tradición ha crecido más poderosa y magnífica que cualquier civilización que ascendió
asc endió y
cayó antes que nosotros.
Tallado en la parte de atrás de la tarima, justo frente al rostro de Crier, estaba el
cuerpo de una mujer humana desnuda. Sus extremidades eran largas y estaban rotas,
entrelazadas con los cuerpos a su alrededor; su cabello era una nube de oro alrededor de
su cabeza dorada. Como todos los otros cuerpos en la tarima, su rostro estaba vuelto hacia
arriba como si ella también estuviera mirando a Hesod hablar. Pero, al contrario que Crier
y Kinok, al contrario que todos los invitados Automas, su rostro estaba torcido en una
expresión de pura angustia. Una boca ancha y torcida, ojos que eran enormes, grotescos
y casi como los de una rana. Una de sus manos era visible, los dedos rígi
rígidos
dos y puntiagudos
como las garras de un buitre. Otros cuerpos estaban agarrándose de ella (manos en sus
caderas, sus muslos, sus tobillos) como tratando desesperadamente de trepar y
sobrepasarla, usando su cuerpo como una escalera. Un medio de escape.
—Unidad, de políticas, de pensamiento, de familia, está escrita en nuestro Diseño —
estaba diciendo Hesod—. Esta noche, Lady Crier de Rabu y Scyre Kinok de las Montañas
Occidentales se comprometerán el uno con el otro y, sobre todo, a llos
os principios básicos
de nuestra gloriosa sociedad. Mi hija. Honorable Scyre. El momento de ascender ha
llegado.
Por un segundo, Crier no se movió.
m ovió. Entonces, Kinok la rozó al pasar por su lado en
su camino para subir a la tarima, y ella sacudió el hielo de sus extremidades y lo siguió.
Todos
estaba los invitados
vaciando. a su despejado
Un espacio alrededor estaban
sólo paramirándola
Crier y suaprometido.
ella ahora;Su
la pista
unióndepara
baile se
toda
la vida. Cuerpo con cuerpo, sangre con sangre.
—Sí, Scyre —dijo y lo dejó llevarla hasta el centro del salón de baile.
Todos estaban mirando, incluido su padre. A primera vista, parecía que él estaba
continuando su conversación con una emisaria del Norte Lejano, sonriendo jovialmente,
encantándola,, encantando a todos, pero sus ojos estaban en Crier. Eso le recordó: en todo
encantándola t odo
el caos de los planes y la ceremonia, casi había olvidado que, en sólo tres
tr es días, ella iba a
asistir a su primera reunión del concejo. Era algo por lo
l o que estar ansiosa, como mínimo.
Sonriendo, Kinok la atrajo hacia sí. Una de sus manos descansaba en su espalda baja,
la otra estaba entrelazada
entrelazada con la mano de ella. Sus dedos se entrecruzaban como puntadas
en unaloherida
toque abierta.
más ligero Crier puso
posible, suqueriendo
aun no mano librepresionarlo.
en el hombro de Kinok, manteniendo su
—¿Ayudarme? ¿Cómo?
Sus dedos se flexionaron en su cintura.
ci ntura.
—El soberano ha sido incapaz de encontrar información sobre la Matrona Torras.
Quien sea que le haya hecho esto a usted, y tal vez a otros también, merece ser castigado.
—No dio detalles, lo cual fue probablemente
probablemente lo mejor. Si Kinok pensaba que podía
desenterrar información fuera del alcance del soberano, debía estar operando fuera de la
ley. Normalmente, Crier lo habría desalentado. Pero si había alguna cosa sobre Torras
que pudiera ayudar a Crier, proteger su reputación, proteger a su padre… tenía que usa
usarla.
rla.
—Sólo…
hacer. Hágalo no
—le
dijo temblorosamente
diga a nadie. —. Encuéntrela. Haga lo que sea que tenga que
—Por supuesto —dijo—. Estamos unidos. Somos usted y yo, Lady Crier.
Hubo una última nota del arpa, una alta y fina nota ondeando en el aire, y el vals llegó
a su fin.
Los dos se soltaron y dieron un paso atrás. Las manos de Crier cayeron a sus costados,
vacías.
—Usted y yo —dijo.
El Creador Thomas Wren fabricó a una niña
ni ña que encajaba con los requisitos de la reina:
diez veces más fuerte que el humano más fuerte jamás registrado. Diez veces más rápida.
Esta niña no necesitaba comida, ni sueño; podía oír una conversación susurrada a una
distancia de mil pasos y ver en la noche como un gato; su mente solucionaba las
ecuaciones matemáticas y metafísicas más avanzadas a una velocidad cincuenta veces
mayor que la de los humanos expertos; nunca se cansaba, nunca se debilitaba, nunca
sucumbía a la enfermedad.
Wren llamó a la niña Kiera y la llevó a la capital. La reina Thea estaba tan embargada
de alegría que adoptó a Kiera como su hija y heredera antes de que el sol se pusiera ese
día. Le dio a Wren su oro prometido y un sitio en la mano derecha del trono, y por los
siguientes siete días, la reina envió caravanas de pan y miel hasta los confines
conf ines de Zulla,
celebrando a su hija recién fabricada.
Kiera.
La mayor creación de Wren tenía un solo defecto: ya que ella no era magia alquími
alquímica,
ca,
ni autómata, ni carne y hueso, sino una combinación de esos tres, ella no era
perfectamente autosuficiente.
autosuficiente. Hay una ley en este universo. Uno no pu
puede
ede crear algo de
la nada. Debido a que ella fue creada por y para la reina, Kiera necesitaba la sangre de
la reina para sobrevivir.
Su cuerpo se enfrió. Era una trampa ordinaria y boba, del tipo que ella y Storme
habían usado para hacerse bromas; un jarrón de agua encima de la puerta principal, una
cuerda que, al tropezarse con ella, hacía que la tetera cayera al suelo estrepitosamente.
Esas trampas eran obvias, usadas para ahuyentar a un intruso. Para indicar una
advertencia.
Esta trampa era diferente. Sólo la persona que la había colocado sabría que había sido
alterada, que alguien había estado en la habitación. Kinok no quería asustar a sus intrusos.
Él sólo quería saber si había alguno. Por alguna razón, eso se sentía mucho más siniestro.
Ayla se estremeció y levantó el cabello, colocándolo cuida
cuidadosamente
dosamente en su bolsillo para
reemplazarlo cuando saliera, de la misma manera en que Kinok debió haberlo hecho.
Luego, ella entró.
El dormitorio en sí era casi igual al de Crier. Había una cama justo como la de ella,
grande y con dosel de lino. Un espejo, una bañera, un gran baúl de madera en una esquina.
Sin embargo, Kinok no mantenía fuego en la chimenea, así que la habitación estaba tan
fría que Ayla estaba temblando en su delgado uniforme de doncella. Y había un solo tapiz.
Buscó metódicamente, comenzando en una esquina y continuando desde ahí,
buscando mapas,
mapas, dibujos, símbolos o libros que pudieran contener información sobre el
Corazón de Hierro. Piensa como él, se dijo, envolviendo el pañuelo en su mano otra vez,
con los dedos rozando la tapa del baúl de madera. Piensa como un Automa.
Nada en el baúl más que ropa y monedas sueltas. Nada dentro o alrededor de la
bañera, el espejo, la estantería de libros medio vacía, la chimenea… Ayla revisó cada
superficie, cada rincón, cada sombra. La ropa de cama, el baño, las cortinas; incluso se
arrastró bajo la cama para ver si había algo guardado en el armazón de la cama…
ca ma… nada.
Desconcertada y poniéndose más nerviosa con cada minuto que pasaba, Ayla
finalmente se volvió al tapiz. Era hermoso, una escena tejida de músicos tocando para
una chiquilla de ojos dorados. Ayla tocó los bordes del tapiz, lo levantó de la pared para
p ara
revisar detrás… pero cuando lo hizo, no vio la pared de piedra que esperaba. Vio papel.
Con el corazón en la garganta, agarró el tapiz con ambas manos y lo sostuvo sobre
su cabeza, tratando de ver la totalidad
t otalidad de lo que se estaba escondien
escondiendo
do detrás.
Primero, Ayla pensó que era un mapa. Pero entonces se dio cuenta de que no, era
demasiado escaso;
escaso; no había tierra
tierr a ni océano azul. ¿Un mapa estelar? Entrecerró los ojos
en la oscuridad, tratando de comprender el diseño.
Y se quedó sin aire.
Kinok no estaba trazando estrellas.
Estaba trazando personas.
Ahí, esbozados en perfecto detalle, había caras humanas. Cientos de ellas, cada una
hecha en tinta negra, no más grande que una moneda de cobre. Le tomó un momento a
Ayla ver una cara que reconoció: Nessa. Y allí, a una mano de distancia: Thom, el esposo
de Nessa, quien cuidaba de los huertos. Estaban Laurel, Gedda y Rie, de las cocinas. El
dibujo de Rie incluso tenía la profunda cicatriz que su ojo izquierdo tenía.
Estaba
dibujos porYoon, de las
hilos de cocinas,colores:
diferentes Idric, Una y Jack.
rojo, azul,Cada dibujo
dorado. estabapasos
A unos conectado a otros
de distancia
realmente se veía como un mapa estelar, un cielo
ci elo nocturno lleno de constelaciones.
Nessa y Thom, los amantes no tan secretos,
secretos, estaban conectados por un hilo rojo.
Gedda y su amigo más cercano, otro mozo de establo llamado Ket, estaban conectados
con azul. Laurel y su hermanita, Edy, con dorado. Los hilos se estiraban por todo el mapa,
docenas y docenas de ellos, superponiéndose, creando una vasta y compleja red de…
relaciones.
Con una creciente sensación de horror frío y enfermo, Ayla buscó en el mapa una
cara específica.
Benjy.
Había líneas azules conectando a Benjy con un par de sirvientes. Sin líneas doradas:
sin familia.
Una sola línea rojo sangre brillante corría como una vena por el mapa.
La cara al otro extremo era Ayla. Esta se quedó mirando la diminuta descripción de
sí misma: su cara redondeada, su cabello negro tinta. El hilo rojo se sujetaba en su
garganta.
Ridículamente, su primera reacción fue una vergüenza ardiente. ¿Kinok pensaba que
ella
nuncay habían
Benjy eran amantes?
ido más lejos y ¿Por
no lo qué?
harían.Ellos nunca habían
No podían. (Hubo unsidomomento
nada más quequeamigos,
en el Benjy
presionó sus frentes juntas,
juntas, y por un momento, Ayla pens
pensó:
ó: “No”). Por años, Ayla había
tratado de hacer lo posible por mantener a Benjy a un brazo de distancia. Sabía que incluso
la amistad te hacía más débil, hacía que las decisiones duras sólo fueran más duras, en un
mundo donde tenías que ver por ti mismo primero.
¿En cuanto al amor? Eso era peor que una debilidad.
El amor te rompía. Después de todo, era el amor, en verdad, lo que había hecho a
Ayla llorar por semanas después de la muerte de su familia, la había hecho acurrucarse,
incapaz de moverse. El amor era lo que te hacía invitar a la muerte, desearla, ansiarla,
sólo para poder ser liberado de tu propio dolor.
diminutas
luego pecas de
derecha… no,Benjy y su
derecha propioderecha.
y luego cabello. Estaba
derecha de tinta,irremediablemen
irryemediablemente
perdió su camino : Izquierda y
te desorientada.
Entonces, llegó al lado de una puerta con una aldaba de oro en forma de un arpa.
La sala de música.
Buscó en su bolsillo y agarró la fría llave de metal que Crier le había dado. Jadean
Jadeando,
do,
casi la hizo caer dos veces antes de finalmente insertarla en la cerradura. Pero esta giró,
la puerta se abrió, y ahí estaba: la sala de música.
Su suspiro de alivio momentáneo se desvaneció en otro sentimiento conjunto:
asombro. Miedo. Crier no había exagerado con lo del grosor de las paredes. Mientras
cerraba la puerta detrás de ella, el silencio de la habitación la envolvió como una criatura
viva, o como terciopelo presionado sobre su boca. El interior de la sala de música era
hermoso; espacioso y con un alto techo abovedado. Ayla podía distinguir las oscuras y
grandes formas de lo que debían ser dos docenas de instrumentos musicales, incluso más,
colgando en las paredes. Pero, el silencio. Se sentía algo familiar, como una tumba. Le
tomó un momento entender a qué le recordaba ese lugar.
Otro lugar oscuro y vacío. Otro lugar donde había estado totalmente sola.
El hueco donde ella se había ocultado durante el ataque. Donde ellos habían asaltado
y habían tomado todo.
Ayla se hundió en una banca de cuero y abrazó sus rodillas hasta ponerlas bajo su
frente. No se había dado cuenta hasta ese momento de que su cuerpo entero estaba
temblando, pero en la calma de esa habitación no podía detenerse. Sintió que incluso algo
alg o
esencial para su ser, su venganza, comenzaba a temblar. Siempre había sido como un
constante fuego ardiente, pero ahora subía y bajaba, subía y bajaba, como si sus llamas
se hubieran encontrado con una suave lluvia.
Le tomó un momento darse cuenta de lo que era ese sentimiento: incertidumbre.
Justo antes
casi, casi , ladel amanecer,
llevó de vueltaBenjy sacudió
a aquel día. a Ayla hasta despertarla con tal violencia que
Cuando abrió los ojos, él estaba cerniéndose sobre ella en la oscuridad. Su rostro
estaba pálido, su boca presionada en una línea blanca. Estaba agarrando el hombro de ella
con una mano. La otra mano estaba enredada en sus mantas, su puño apretado tan fuerte
que parecía que los huesos de sus nudillos estaban a punto de reventar fuera de la piel.
—Ayla —dijo—, ha pasado algo. Mataron a Nessa.
Ayla titubeó.
—Eso es imposible —se escuchó decir—. Acabo de verla en el palacio.
—No es
que nadie. Laimposible
gente está—diciendo
dijo Benjy
que—los
. Son capacestrataron
guardias de hacerdelotomar
que sea.
sea
a .laSabes esoNessa,
hija de mejor
Nessa luchó,
luchó, y…
—¿Cómo es posible… que eso haya ocurrido…? —La voz de Ayla se rasgó. Sus
palabras la estaban estrangulando. Trató de cerrar los ojos, pero cuando lo hizo, fueron
los gritos de su hermano los que entraron a la fuerza en su mente, haciendo añicos la
oscuridad. El olor de carne quemada, de cenizas. El miedo paralizante y adormecedor.
Abrió los ojos. Ver era mejor que no hacerlo.
El rostro de Benjy estaba afligido, sus manos temblando de miedo, por furia o algo
mayor.
—Vamos. Sabes que no mentiría sobre esto. La gente vio su cuerpo, Ayla, Thom vio
su cuerpo.
—¿Pero por qué…? ¿Qué hizo…? ¿Por
¿Por qué querían castigarla?
Benjy apretó la mandíbula.
—Oí que por allanamiento. Alguien dijo que habían encontrado su pañuelo en la
habitación del Scyre hace tres
tr es días. Supongo que pensaron que estaba husmeando.
Él continuó hablando, pero Ayla no estaba escuchando.
escuchando.
Tal vez para entonces eso ya no había importado… O había sido demasiado tarde.
Habían intentado llevarse a su hija.
¿Vendrían por Ayla después?
¿Por Benjy?
Ayla pensó en su propia cara en la pared de Kinok. La de Benjy, su cabello en rizos
de tinta negra. Ese largo hilo rojo. Kinok sabía que Benjy era la única persona que a Ayla
le importaba. Si quería castigarla, sabía cómo hacerlo.
Se dobló por la cintura con una mano apoyada en la pared de piedra de los cuartos de
sirvientes, y vomitó en el pasto lleno de maleza, su estómago tenía espasmos, aunqu
aunquee no
salió nada más que un delgado hilo de saliva. Su estómago estaba demasiado vacío ya.
Si Nessa había hablado, Benjy estaba en grave peligro.
Si Nessa no había hablado, entonces ella había muerto por Ayla, debido a Ayla…
—¿Ayla? —la llamó Benjy desde atrás, y Ayla huyó.
Huyó de su rostro, sus pecas, sus ojos de ciervo, sus rizos negros como tinta.
Tal vez ya era demasiado tarde. El mapa. La línea conectándolos.
A salvo. Estudiar.
Ayla esperó, pero Malwin no le ofreció nada más.
—¿Y eso es todo lo que oíste? —dijo, tratando de que no se viera su frustración.
Malwin sacudió la cabeza.
—Eso es todo. Te dije que no era mucho. No ando husmeando por ahí —dijo
mordazmente—, porque no quiero que nadie más muera en este lugar, no por mi culpa.
Ni unaapartada
totalmente sola vez
de se había imaginado
la reunión. de pie inútil
Una observadora en lae entrada,
invisible.sintiéndose torpe y
Está bien, intentó decirse. Es tu primera reunión. Al menos estás dentro de la sala.
Al menos tienes permitido
permitido hablar.
Hesod dio comienzo a la sesión. Primero los Manos reportaron los últimos
acontecimientos mundanos de sus respectivos distritos. Luego Lady Mar, a quien Crier
siempre había encontrado fascinante, hasta el punto en que había realizado el esfuerzo
consciente de seguir los detalles del ascenso al poder de Mar en la parte occidental de
Rabu, se puso de pie, con ambas manos sobre la mesa.
—No tiene sentido postergarlo —dijo—. Nos hemos reunido por una razón. El
Consejo se ha mantenido en silencio, inactivo, durante demasiado tiempo, mientras una
nueva guerra comienza a gestarse en todo el reino.
—¿Te refieres a los levantamientos humanos? —preguntó el concejal Yaanik—.
Difícilmente diría que hemos sido inactivos. Los levantamientos son pequeños, trabajo
de unos pocos humanos radicales haciendo un berrinche. Siempre nos hemos encargado
de ellos rápidamente y sin piedad.
—No hablo de los humanos —dijo Mar—. Me refiero al Movimiento Anti-
Dependentista.
Las miradas de varios de los Manos se desviaron hacia Kinok. El mismo,
mi smo, no obstante,
no mostró reacción alguna.
—Con todo respeto, majestad —continuó Mar, inclinando la cabeza en dirección a
Hesod—, me parece imprudente que el Scyre asista a esta reunión en absoluto. Es la cara
del Movimiento. La cara de la violencia, de la controversia. Sus asambleas políticas
terminan en disturbios por órdenes suyas; o, al menos, por su fracaso a la hora de condenar
tal conducta.
¿Disturbios? Crier no había escuchado hablar de ningún disturbio. Como era de
esperar, su cabeza saltó de inmediato a los Levantamientos del Sur; a causa de cuya
represión Kinok había ganado su fama.
—Es cierto —añadió la concejala Paradem, del Norte Lejano. Crier no sabía cuántos
años tenía, pero era visiblemente mayor que el resto de los Manos. Su piel tenía una cierta
opacidad, y sus ojos parecían nublados. Llevaba la cabeza rapada, quizá para ocultar el
hecho de que
temblaban las su cabello
manos. había perdido
—Asistí a una desulascolor. A veces,
asambleas cuando sostenía una
Anti-Dependentistas una pluma, le
vez, hace
un año —dijo—. Esperaba que fuera una reunión de mentes cultas, pero en cambio me
encontré en medio de una multitud de cientos pidiendo por el cese total de nuestra relación
con la humanidad. Era vulgar. Caótico. Algo que esperaría de los humanos, no de la
Especie superior. ¿Y cuál es la
l a tesis de su pequeño movimiento, Scyre? ¿Crear una nueva
capital? Jamás funcionaría.
Mar asintió.
—La guerra ha terminado hace mucho. Con un gobierno capaz, los humanos pueden
contribuir a la sociedad —sus labios se curvaron ligeramente,
li geramente, divertidos—. ¿Hasta dónde
llega esta “anti-
“anti-dependencia”? ¿Deberíamos matar a los caballos y al ganado? ganado ?
¿Deberíamos hundir el Corazón de Hierro en el mar? ¿Deberíamos construir nuestras
viviendas muy hondo bajo la tierra para evitar el contacto con el sol?
—Eso depende, concejala —dijo Kinok, alzando la voz por primera vez. Tomó lo
que parecía un reloj de bolsillo, alzándolo a la luz y dejándolo colgar de su mano como
el péndulo de un hipnotizador. Parecía tener la muy clara intención de asegurarse de que
todos los Manos pudieran verlo, y para la sorpresa de Crier, todos
t odos parecían saber qué era.
Y no solo eso, sino que la simple visión del reloj de bolsillo provocó que todos se
enderezaran y clavaran sus miradas en Kinok, prestándole su total atención. —¿Los
caballos y el ganado conspiran para asesinarnos en nuestras camas y prender fuego
nuestras viviendas? ¿El Corazón de Hierro habla en código, planeando la próxima
revuelta? ¿El sol almacena cuchillos y herramientas de agricultura, cualquier cosa que
corte, y entra en las Salas de Creaciones en el medio de la noche? —Recorrió la sala con
la vista, calculador, y cada uno de los Manos le devolvió la mirada. Embelesados.
Embelesados. —Los
gobiernos capaces aplican solamente a nuestra Especie, no a los humanos. Es imposible
gobernar a una bestia rabiosa. Son violentos, y con cada día que pasa, se vuelven más
violentos; más organizados, más poderosos. Los humanos son peligrosos. Podemos
preferir creer que jamás podrían hacernos daño, pero pueden; y lo han hecho. No tiene
nada de vergonzoso aceptar una amenaza
amenaza…… y removerla.
La imagen de zapatos colgando de las ramas del árbol de manzanas del sol resurgió
en la cabeza de Crier. Vaciló por un momento, sabiendo que no le correspondía hablar,
pero…
—Sí, algunos humanos pueden ser peligrosos —dijo, asombrada al oír que su voz no
temblaba. Todos los rostros giraron en su dirección, con expresiones impasibles. En una
sala llena de Automas silenciosos, era difícil adivinar lo que estaban pensando, y muy
sencillo sentirse víctima de burlas. Crier enderezó la columna, parándose en toda su
altura, intentando verse tan imponente como su padre. Pero con mucha frecuencia
parecería que
que los castigamos por infracciones
infracciones menores con… con tortura, confinamiento,
confinamiento,
e incluso la muerte.
Podía sentir los ojos de su padre clavados en ella.
—Fuimos creados para ser la Especie iluminada —continuó Crier, obligándose a
echar un vistazo alrededor la habitación, a mirarlos a todos a los ojos. Era esto lo que
había estado esperando, ¿no? No podía permitir que el miedo la silenciara. —Fuimos
creados para ser más que humanos, mejores que los humanos, pero… ¿realmente somos
mejores si recurrimos a violencia insensata tan fácilmente? ¿Hasta dónde estamos
dispuestos a llegar? No deberíamos…
Y eso fue lo último que Crier oyó. Su cabeza se había llenado de un ruido sin
palabras, como el océano, o como el primer chaparrón en medio de una tormenta. Se
quedó allí parada, meciéndose como un bote a la deriva. Kinok había
ha bía ocupado el asiento
de la concejala Reyka. Había ocupado su asiento. Kinok era el nuevo Mano Roja. Kinok
formaba parte del consejo, y ella no. Finalmente estaba en la sala de mármol y, sin
embargo, jamás había estado tan lejos.
En aquel momento, Crier cayó en la cuenta de que nunca sucedería. Su padre nunca
la tomaría en serio. Sin importar lo que hiciera. Literalmente la había creado para que
fuera su heredera, e incluso a pesar de eso, no era lo suficientemente buena
buena..
Nunca, jamás, iba a formar parte del consejo.
consejo.
Nunca tendría voz
voz y voto a la hora
hora de tomar decisiones
decisiones sobre
sobre el futuro de su nación.
nación.
Solo había una cosa que la reina Thea amaba incluso casi la mitad de lo que amaba a su
hija Kiera, y ese era el pájaro cantor mascota de la reina. Se lo había regalado el rey de
Tarreen y, como tal, era una raza de ave que no se podía encontrar fuera de las selvas
del sur. Las plumas del pájaro eran de un azul profundo (el color del lapislázuli, solía
decir la reina) y cantaba al amanecer y al anochecer con una voz encantadora y trinante,
en su jaula dorada en el solario oriental, y la reina se sentaba a su lado y miraba y
escuchaba
Todos los días la Reina repitió este ritual. Al amanecer y anochecer. Hasta que una
mañana, cuando entró al solario, encontró a la pequeña Kiera comiéndose vivo al pájaro
cantor, con los huesos toscamente saliendo por su mandíbula, las plumas cayendo de sus
dedos al suelo como partes de cielo perfecto.
Más tarde, la reina Thea informó a la corte que Kiera no había hecho nada malo. Fue
culpa de la reina, dijo, por no educar adecuadamente a su hija.
hij a. Fue solo un error, dijo;
Hay algunos animales que los humanos comen y otros no. Kiera, naturalmente, estaba
confundida. Ahora ya no lo estaba.
Pero fue esta doncella quien limpió la sangre, las plumas y los
l os trozos de hueso del suelo
del solario oriental. Y esta doncella quien vio la duda en los ojos de la Reina desde ese
día en adelante. Vio cómo esa duda crecía y se pudría.
Mejor amiga.
Lo único en lo que ella pensaba era en el hilo que los conectaba en el mapa de Kinok,
roja ardiente como el fuego.
Ella miró sus manos unidas. Las de él eran mucho más grandes que las de ella, pero
eran similares en otras maneras: las uñas arruinadas, los callos, las marcas de trabajo.
Una sensación se apoderó de ella de nuevo, tan familiar como el rostro de Benjy: la
batalla entre estar cerca de él y alejarlo. Ser amiga de él y no ser amiga de nadie. ¿Cuál
era peor, vulnerabilidad o soledad? ¿El peligro de una amistad o la seguridad del total
aislamiento?
¿Qué había hecho la seguridad últimamente por ella?
—Bien —dijo ella finalmente—. Iré.
Aunque solo sea para detener sus súplicas. Aunque solo sea para seguir avanzando,
para dejar de pensar,
pensar, para parar
parar de cuestionar.
cuestionar.
Él gritó, llevándola fuera a la acogedora oscuridad hacia la celebración, y ella lo dejó.
No había listones dorados en su cabello, pero había
habí a cajas de vino pálido y agrio, y
eso era igual de bueno. O mejor, quizás.
Ellos siguieron caminando hacia una de las cuevas, al pie de los acantilados donde
las festividades serían celebradas este año, un hueco con un suelo húmedo y arenoso.
Dentro de la cueva había un pozo de fuego, antorchas colgadas
colga das sobre las paredes de piedra
curvadas, dos niños tocando tambores caseros,
caseros, el ritmo
ri tmo resonaba
re sonaba a través de la cueva, el
sonido se duplicaba con el sonido, tan profundo e incesante que Ayla se sintió extraña y
casi enferma por dentro. Abrumada. Había espacio para bailar a los dos lados de la cueva
y en la playa de arena negra, la marea golpeando y disolviéndose contra las rocas que
bordeaban la orilla,
orilla, como guardias
guardias altos y de es
espalda
palda recta.
El aire estaba lleno de motas de espuma blanca, el olor del tabaco y el vino y el rocío
del mar, el sonido de tambores y bailes y canciones antiguas de la cosecha cantadas en
cientos de voces. Todos estaban usando máscaras, algunas pintadas con oro o bermellón,
pero la mayoría
mayoría estaban
estaban hechas de trozos y retazos de ropa. Estas personas eran sirvientes.
sirvientes.
Cualquier lujo que tuvieran debía estar oculto, bien oculto.
—Nada, solo
solo estoy diciendo
diciendo tu nombre.
nombre. Ayla —él dio un paso cerca, dejando que su
nombre se volviera un murmullo a través de su piel—. Ayla. Eso es un regalo, es una
memoria. Y esa es la que no te pueden quitar.
Ayla sintió una extraña necesidad de reír, una memoria no era nada como un regalo.
Una memoria:
El día antes de las redadas, en una estúpida e infantil pelea, Storme y
Ayla se chillaban entre sí por ninguna razón, Ayla arrojando un puñado
de tierra y luego cuando eso no hizo que dejara de molestarla, ella arrojó
palabras. Te
Te odio. Las
Las escupió como agua envenenada.
envenenada. Te oodio.
dio. Desearía
no tener ningún hermano. Deseo que te vayas para siempre. Ella estaba
tan enojada,
ella. Como elsuniño
pequeño
que élcuerpo agitadosola!
era. ¡Déjame con ello.
GritóY ella
él sehacia
estabaél,riendo de
y nunca
miró hacia atrás.
Y al día siguiente…
—Espera —dijo él—, espera, ¿qué, de qué…? Ayla, realmente necesito decirte
algo… Quiero decirte…
—Ella me prestó su pañuelo —Ayla continuó, lo suficientemente callada como para
que nadie más la oyera sobre el tambor y el canto, pero lo suficiente alto, lo suficiente
agudo, para cerrar la boca de Benjy. Ella no podía hacer esto, no podía escuchar lo que él
quería decirle; ella tenía esa enfermiza sensación de lo que era y ella no podía, no ahora,
tal vez nunca, ¿Qué pasaría si ella dejara que sí misma se sintiera de la misma manera
que él se sentía por ella… y luego lo perdía?
Ella no se recuperaría. Ella sabía que no podría. ¿Pero cómo explicar eso?
—Fui yo quien accidentalmente lo dejó en la habitación de Kinok, Benjy —ella dijo
en su lugar—. Es mi culpa que ellos creyeran que Nessa estaba husmeando, es mi culpa
que ellos trataran de quitarle a su hija. —Ella envolvió sus brazos alrededor de sí misma,
deseando desesperadamente no haber tomado tanto vino. —Es mi culpa que ella muriera.
Benjy sacudió fuertemente su cabeza.
—No puedes culparte
culparte a ti misma…
—¡No hay nadie más a quien culpar! ¡Es mi culpa!
—Silencio, mantén tu voz baja —él siseó, sus ojos repasando rápidamente la multitud
vibrante. Se acercó para poner sus manos sobre los hombros de ella, balanceándose
balanceándose con
la música, haciéndolo parecer como si estuvieran simplemente hablando y bailando como
todos los demás. —Ayla. No puedes culparte por eso. Dijiste que fue un accidente,
¿verdad? ¿Dejar el pañuelo en el cuarto de Kinok?
—Sí. Un maldito y estúpido error. No puedo creer que fui tan descuidada. Tan
estúpida.
Su agarre se apretó sobre sus hombros.
—Nessa no es la primera en morir en esta guerra, Ayla. —Sus palabras fueron un
puñetazo en el estómago. —Y ella no será la última. Eso no significa que debamos
rendirnos. Significa que debemos pelear más fuerte… Debemos luchar hasta ganar esta
guerra.
—¿Guerra? —Ella realmente dio un paso atrás, y él agarró sus caderas con más
fuerza. Sus manos eran grandes y cálidas y era demasiado. —No hay ninguna guerra, lo
único
por mí,que
pohay
rqueesnouna
porque fuirebelión
fui que siguebuena,
suficientemente cayendo, Nessa
porque
porqu no murió
e siempre haypor la Maldición
algo. causa.
M EllaBenjy,
aldición Bmurió
enjy,
si hubiera dejado caer mi propio pañuelo, habrían sido tus zapatos colgando del manzano.
—No, Nessa debió haber hecho algo más,más, incluso las sanguijuelas no ma
matarían
tarían a un
buen sirviente solo
solo por dejar caer un
un pañuelo en sus
sus rondas.
—No es que ella haya dejado caer un pañuelo —dijo Ayla—. Es que ella estaba
invadiendo otro sitio. Y trataron
t rataron de lastimar a su hija, como castigo, y Nessa no los dejó.
Lo mismo que les sucedió a Faye y Luna.
—¿De qué estás hablando?
—Luna no fue asesinada por algo que ella hizo. Fue asesinada por algo que Faye
hizo. Ellos castigaron a Faye matando la cosa más importante en el mundo para ella.
—¿Estás segura?
Ella pensó de nuevo en ese hecho.
—Estoy segura. —Rápidamente Ayla explicó sobre su horrible encuentro con Faye.
—No sé qué hizo ella.
ella. Pero debió sser
er algo serio.
serio.
—Tal vez… Tal vez tuvo que ver con Kinok. —Debajo de la máscara de paja la voz
de Benjy sonaba lejana. —Nunca he visto nada como lo l o de Nessa pasar antes. Tal vez
porque ella cruzó los límites de Kinok. Tal vez por eso el castigo fue tan duro. Tal vez
Faye hizo lo mismo,
mismo, tal vez ella… Se interpuso en su camino, de alguna manera.
—Tal vez. —Pero, ¿qué importaba? El resultado fue el mismo. La persona que le
importaba más a Faye había sido convertida en daño colateral.
Con
ahora. culpa,
Crier no Ayla pensó
la había en su collar.
reportado El relicario
por eso, pero ¿y sique yacía más
alguien debajo de su camisa incluso
la veía?
¿Vendrían por Benjy?
Ayla miró alrededor de lal a cueva con nuevos ojos. Lo que le había parecido divertido
y animado y hermoso justo hace unos momentos, ahora le parecía abrumador,
nauseabundo, toda la fiesta girando como el juguete de un niño, un borrón de ruidos y
colores y máscaras grotescas. Ella necesitaba aire fresco. Necesitaba que el suelo dejara
de inclinarse justo frente su cara. Miró fuera, hacia la boca de la cueva, observando con
nostalgia la fría y oscura noche… y lo vio.
Un destello de ojos dorados.
Alguien los estaba viendo.
Un Automa.
La conmoción la atravesó. No estaba segura cómo lo sabía, pero por instinto, pudo
adivinar quién era. Crier.
En poco tiempo, había llegado a saber exactamente
exactamente cómo se sentía ser observada por
ella, la forma en la que la mirada de Crier la seguía cuando pensaba que Ayla estaba
ocupada con una tarea.
Solo que, ¿cómo es que Crier llegó tan temprano? ¿No debía de estar aún en la
reunión del consejo? ¿Y por qué ella los siguió? ¿Y qué haría ella, ahora que la vio? Y…
—Benjy —dijo ella, liberándose de sus brazos—. ¿Me traerías otra bebida?
Él asintió.
—Claro —dijo él, y tomó su copa de vino, dirigiéndose hacia los barriles.
Cuando él regresó a su punto cerca de la fogata, Ayla ya se había ido.
11
Quizás la peor parte no fue ver a Kinok sentarse donde Crier siempre había querido.
Quizás la peor parte fue ser enviada a casa ttemprano.
emprano. Eso, sobre todas las cosas, demostró
que claramente ella ya no era requerida o necesitada en el Palacio Antiguo. No habría un
lugar para ella en la sala del Consejo. Y ya nunca lo habría.
Era una forma nueva de dolor.
Se preguntó, durante el largo y silencioso viaje en carruaje a casa, si así se sentiría
para otro Automa.
Automa. Si ellos se sentirían igual, un pesado dolor
dolor en el fondo. O si a ella ssolo
olo
le importaba tanto porque tenía una Falla. En la reunión, en frente de todos, Kinok bromeó
diciendo que Reyka, también, estaba siendo muy pasional. Crier pensó en la mujer
Automa a la que siempre había admirado, casi como una mentora. Reyka, que siempre
había mirado a Crier
Cri er cuando hablaba, le había dado golosinas y llaa había animado a tener
sus propias opiniones. ¿Pero para qué?
Por primera vez desde que descubrió su Diseño saboteado, la existencia del quinto
pilar de Crier se sintió
sint ió real. Inmediatamente. No era un distante y humillante miedo. . .
Esto la estaba lastimando. No había cura para esto, no había salvación. Ella quería que se
fuera. Quería cortárselo fuera de sí misma. Pero no había nada que cortar. Solo había un
bulto fantasma en susu vientre, la piedra
piedra imaginaria alojada en ssuu garganta.
garganta. El mundo entero
se sentía horrible y enfermizo y abrasivo, como si el aire mismo le rozara la piel con
rudeza. Incluso el más mínimo sonido, el galope de los caballos, el sonido de las ruedas
de madera sobre las piedras del camino, la hacía temblar.
En el segundo en el que su compañía atravesó las puertas y entró en los jardines,
Crier saltó de la caravana. Aterrizó fuerte, el lodo entrando en sus zapatos y salpicando
sus faldas, y nunca le había importado menos.
menos.
—¡Lady! —uno de los guardias gritó detrás de ella —. Lady,
Lady, ¿dónde deberíamos…?
—pero ella nunca escuchó el final de esa oración. Ella ya se estaba alejando del palacio
en la oscuridad de la noche, necesitando alejarse,
alejarse, necesitando perderse a sí misma.
Ella quería deambular sola. Prepararse mentalmente, quizás, para la promesa de la
llegada de la Reina Junn. El único punto brillante en el horizonte.
Pero la última cosa que Crier había esperado encontrarse en la desierta playa rocosa
era una celebración. Ella había visto el brillo amarillento de antorchas a media legua de
distancia y, curiosa, había elegido su trayecto a lo largo de la rocosa orilla arenosa hasta
que encontró la fuente: una de las cuevas que estaba en los acantilados junto al mar estaba
llena de humanos.
Y ellos estaban bailando.
Crier se arrastró más cerca a la boca de la caverna, sin ser capaz de mirar hacia otro
lado. La cueva era masiva, como si los gigantes de las viejas historias humanas hubieran
mordido una parte del acantilado y hubieran dejado un ahuecado espacio del tamaño del
jardín de su padre. Crier había visitado esa cueva antes, una vez había pasado la noche
entera aquí, mirando la marea, pero siempre sola, en la oscuridad. Esta noche, la cueva
estaba brillando. Había una fogata en el centro lo suficientemente grande para rostizar a
un caballo de guerra, pero los humanos no lo estaban usando para cocinar. En su lugar,
había un círculo de humanos arrojando lo que parecía ser esa madera que arroja la marea
del mar, húmeda y podrida, a las llamas. Algunas veces, un pedazo de esa madera hacía
que las llamas se volvieran momentáneamente azules o verdes. Por las algas, Crier notó.
Cada vez que esto pasaba, los humanos celebraban y bebían. Alrededor de ellos, el resto
de la caverna era ruidosa y un caos con música. Era música extraña, nada más que
tambores; unos chicos cerca de la caverna estaban compartiendo un tambor que lucía
como un barril con piel de animal extendida en la parte de arriba. Estaban sonrojados,
riendo y palmeando el tambor con sus manos. Era más emoción que ritmo, pero de alguna
manera los humanos estaban cantando con ello. Crier agudizó sus oídos para escuchar las
palabras, algo sobre sombreros de paja y hoces, e intentó descubrir cómo todos los
humanos sabían la misma canción, la misma danza.
Ella deseó poder ver sus caras, pero todos ellos estaban usando máscaras. La mayoría
eran planas, rojas, amarillas y doradas, pero algunas tenían formas de animales. Crier vio
un león, un lobo, un ave con un conjunto brillante de plumas. Un zorro.
Había algo familiar acerca del zorro. No la máscara, sino la persona bajo ella, ese
cuerpo que se movía
estaba bailando como
al lado de el
la golpe del descalza
hoguera, agua. Eraenunaelchica. Crier estaba
piso rocoso. segura, de
La mayoría y ella
los
humanos estaban usando túnicas y vestidos coloridos, pero algunos estaban usando el
uniforme rojo de la servidumbre. El zorro era uno de los últimos, los botones de sus
pantalones rojos húmedos con barro
barro y el rocío del mar.
Entonces el zorro se dio la vuelta y Crier vio un oscuro y salvaje cabello oscuro. No
estaba sorprendida. Una parte de ella sabía que era Ayla desde el primer momento que
vio al zorro bailando con tal rapidez, pies ágiles. Lo que le había sorprendido era la
persona bailando
bailando con Ayla. Él era larguirucho, con el cabello rizado, pero era todo lo que
ella podía ver, él estaba usando una máscara tejida por listones y paja. Como Ayla, él
estaba usando el uniforme de la servidumbre, su camisa estaba húmeda con sudor o agua
de mar.
El chico
giraron en undecírculo
paja sedesordenado,
acercó y pusolassumanos
mano en
de las
ellacaderas de Ayla.
en el aire, y los Ella lo dejó.
largos dedosJuntos
de él
alrededor de las caderas de ella, de su cintura; ella arqueó su cabeza hacia atrás, riendo o
gritando o cantando, y su garganta era una columna de oro a la luz del fuego. El chico se
inclinó hacia delante. Crier hizo lo
l o mismo, antes de contenerse a sí misma.
Crier miró más allá. Los otros humanos estaban bailando, algunos bailando mucho
más cerca que Ayla y el chico de paja: Crier miró cuerpos semi desnudos entrelazados,
su piel brillando con sudor, parejas bailando menos con el ritmo del tambor y más con su
lento y privado ritmo propio, ojos cerrados, cabezas arquead
arqueadasas hacia atrás. Ella vio a dos
chicos compartiendo una copa de vino. Una chica presionando a otra contra la pared de
la cueva, cuerpos moviéndose de manera extraña.
Crier sintió algo, una pulsada, profunda en su barriga. Ella se retorció, de repente
avergonzada por alguna razón que no podía explicar, y apartó sus ojos de las dos chicas.
Era suficientemente fascinante ver al resto de la multitud, muchos cuerpos moviéndose y
chocando entre ellos como olas. Crier sabía que su padre no aprobaría esto. Si ella fuera
una buena hija ella lo reportaría, le pondría un fin a esto.
Parece que no soy una buena hija , ella pensó y, por una vez, no se sintió tan
devastador.
Ayla desapareció por un momento, engullida por la pulsante multitud. Pero pronto
fue visible de nuevo, ahora cargando una copa de vino en cada una de sus manos,
trastabillando un poco, tropezando por el suelo resbaladizo e irregular de la cueva. Arena,
roca, pozas poco profundas. Ella iba a cortarse las plantas de los pies. Con la cara de un
zorro, sus orejas
los zorros puntiagudas,
deslizándose y su fiero¿Enserio
por la maleza. pelaje naranja, hizo pasado
solo habían a Crier dos
pensar en la Caza,
semanas en
de ello?
Sin embargo, esos zorros eran salvajes. Salvajes, asustados, listos para correr. Eran
garras y dientes y pelaje enmarañado.
enmarañado. A veces esa era Ayla. La mayoría de las veces no
era así.
La mayoría del tiempo Ayla simplemente parecía suave.
Crier no se dio cuenta que tan lejos se había desviado de su posición estratégicamente
oculta hasta que, como si sintiera la mirada de Crier, Ayla se dio la vuelta y miró
directamente hacia ella. Maldición. Ayla se sobresaltó, el vino salpicando de su taza. El
chico de paja le dio un codazo y ella pareció preguntarle algo señalando su taza. Él la
tomó y se desvaneció en la multitud. Al segundo de que se fue, Ayla comenzó a moverse
resueltamente a través de la multitud… directamente hac ia Crier. Maldición,
maldición. Crier contempló hacer un escape rápido, pero ella sabía que era muy tarde.
Había sido descubierta. En su lugar, ella se deslizó lejos de la boca de la cueva para
esconderse entre las sombras de nuevo, así nadie más la vería.
Hubo un suave sonido de los pies descalzos en la roca, y luego Ayla apareció en la
entrada de la caverna, su silueta contra la luz de las antorchas y la luz del fuego. Ella miró
de lado a lado, su cara aún oculta en la máscara de zorro, y finalmente siseó.
—Sé que estás aquí fuera. Vi tus ojos.
Crier tomó aliento.
—Estoy aquí.
Ella estaba preparada para la ira de Ayla, para sus demandas bajas y furiosas ¿Por
qué nos espías? Pero en cambio ella fue enfrentada con...
—No lo digas
digas —Ayla susurró, uniéndose a Crier en la oscuridad. Estaban escondidas
contra la pared del acantilado, en una zona de arena negra entre las rocas altas y dentadas,
un área rodeada por charcos de marea —. Por favor no le digas a tu padre.
¿Miedo?
—No lo haré —Crier dijo automáticamente, y luego se sintió incluso más
avergonzada y un poco fuera de control —. Quiero decir. ¿Qué le diría? ¿Qué es esto?
—Es solo… una celebración —dijo Ayla. Ella subió su máscara hasta arriba de su
cabeza, finalmente exponiendo su rostro. Había una fina capa de sudor en su piel. —Solo
pasa una vez al
al año después de
de la cosecha, y no robamos nada, así
así que realmente no hay
nada que decir.
sintióEntanlapesado.
oscuridad,
O talcon
vezelseruido
sintiódel
tanocéano
pesadoalrededor
como era.de ellas, el acto de promesa se
—Tú… —Ayla inició, y luego ellas lo escucharon al mismo tiempo: el crujir de un
segundo sonido de pasos, viniendo desde dentro de la caverna y acercándose —. Oh
maldición, ese debe ser Benjy —Ayla murmuró—. Maldición, él no puede verte aquí.
Necesitamos irnos. —Ella agarró la manga de Crier y empezó a bajar por la playa oscura,
arrastrando a Crier tras ella. Rodearon las afiladas rocas, siguiendo su camino por un
estrecho sendero de pescadores. De vez en cuando Ayla, miraba sobre su hombro para
asegurarse que no estuvieran siendo seguidas.
Ella se detuvo junto a una poza de marea y soltó la manga de Crier de inmediato. Era
mucho más silencioso a esta distancia de la fiesta de la Luna del Segador. Sobre ellas
estaba la luna creciente en la brillante noche. Alrededor de ellas, el mar, las rocas, las
pozas de marea estaban
estaban repletas de vida colorida.
colorida. La visión de Crier se ajustó a la nu
nueva
eva
oscuridad. Había mechones de cabello pegados
pegados a las sienes y al cuello de Ayla, Mient
Mientras
ras
Crier observaba, Ayla miró desde su propia mano hasta la manga de Crier como si ella
estuviera sorprendida de sus acciones.
Crier no quería que ella estuviera sorprendida, no quería que Ayla se arrepintiera de
dejar la fiesta.
—Pareces estar nerviosa —dijo ella, probando, tratando de descubrir la maraña de
emociones humanas de Ayla.
—No lo estoy.
—¿Preocupada?
—¿Eso no es lo mismo?
Crier se acercó, mirando el rostro de Ayla iluminado por la luz de la luna
—… ¿Culpable?
Ayla se estremeció.
—No. No, estabas en lo
l o correcto, solo estoy preocupada.
—¿Sobre qué?
—Siempre las preguntas —dijo Ayla, pero ella no sonaba molesta, sonaba más bien
exhausta—. Creo que estoy preocupada porque mi, hum, mi amiga, Faye, ella es otra
sirvienta, y ha estado… enferma.
—¿Ella se ha enfermado? Eso me parece normal, especialmente con el invierno
acercándose.
—No —Ayla dijo de nuevo—. Me refiero a, como que, enferma de aquí. —Ella hizo
un gesto en su cabeza. —Y no sé qué hacer sobre ello, o como ayudar o algo. —Ella
resopló, un corto y frustrado sonido, y cruzó sus brazos sobre su pecho a la defensiva,
como si estuviera físicamente bloqueando la siguiente pregunta.
Crier quería saber sobre esta Faye. Ella quería saber a lo que Ayla se refería a enferma
de aquí. Pero no quería que Ayla escapara.
Quería darle una razón para quedarse. Así que se sentó justo ahí en las húmedas,
arenosas rocas. Instantáneamente
Instantáneamente la helada humedad comenzó a colarse por su vestido.
—La biblioteca de mi padre tiene una colección de libros de mitología humana, no
solo de Rabunianos, no solo Zullianos. Tiene historias de todo el mundo, datando de
cientos de años atrás, los he leído
l eído todos.
Ayla suspiró. Pero se unió a Crier para sentarse junto a la poza de marea, sus pies
colgando sobre el borde. Ella pasó un dedo sobre la superficie de la poza, ondas se
desplegaban en círculos concéntricos, perfectos, y durante un largo momento no habló.
—Cuéntame uno —dijo finalmente. Pareció no darse cuenta, o tal vez simplemente
no le importaba, el hecho que le estaba dando una orden a una lady.
Tal vez se dio cuenta que a Crier le agradaba eso, que Crier quería contar una historia.
Tal vez solo quería asegurarse que Crier estaba distraída y no le reportara la
celebración a su padre.
O tal vez, tal vez, ella también quería quedarse.
Era imposible, pero Crier juró que hizo que su sangre Creada se calentara mientras
las historias subían a la superficie de su mente como restos después de un naufragio, miles
y miles de historias de Rabu, Varn, las junglas de Tarren, las tierras cruzando el Mar
Estrellado. Ella tenía que contar la historia correcta, hacer esto bien, para mantener la
atención de Ayla el mayor tiempo que fuera posible.
Ella pensó en contar la historia de la reina Junn de Varn, pero no, eso no sería bueno,
seguramente Ayla haya escuchado los rumores que todos parecían creer, que la reina Junn
había perdido la razón.
No, ella necesitaba
necesitaba escuchar algo
algo más. Una historia
historia humana.
vivió—una
Unaprincesa
vez —ella
que inició
estaba—muy,
, en un
muyreino muy
triste. lejano,
Una guerraenseuna tierra
estaba de hielo yentre
fabricando nieve,
su
padre, el rey, y los aldeanos del reino. La princesa, que amaba a su pueblo más que a
nada, sabía que la guerra solo iba a causar muerte y destrucción. Ella estaba desesperada
por detener la guerra
guerra antes que iniciara, pero su padre estaba cegado por la ira y el org
orgullo.
ullo.
Él no escucharía sus súplicas para pedir tregua. Así que la princesa diseñó un plan: redactó
un tratado de paz como si fuera de su padre y partió hacia el reino vecino sola en llaa hora
más oscura de la noche.
—Una paz creada en mentiras —dijo Ayla.
Crier no respondió, pero cuidadosamente se quitó sus zapatos y hundió sus pies en la
piscina frente a Ayla. El frío atrapó sus
sus tobillos, como un
un elemento de
de otro mundo.
—La princesa condujo tres días y tres noches —ella continuó—, sin encontrar ningún
bandido, barricadas o mal tiempo. Pero en el cuarto día, tuvo que cruzar un paso de
montaña tan estrecho que se llamaba el Ojo de la Aguja. Y debido a que se acercaba el
invierno, y porque esto es una historia, ella estaba exactamente a la mitad del Ojo cuando
golpeó una gran tormenta de nieve.
Ayla rompió en una sonrisa.
—Por supuesto. —Sus dedos se metieron en el agua helada, ondas arremolinándose
arremolinándose
hacia afuera hasta que tocaron los tobillos de Crier.
—La princesa estaba atrapada —dijo Crier suavemente—. Cegada por la nieve y
medio congelada, apenas logró encontrar una grieta en la ladera de la montaña lo
suficientemente grande como para albergar tanto a ella como a su poni. Y luego, sin nada
más que hacer, ella se sentó y esperó a que la tormenta parara —ella hizo una pausa —.
Pero la tormenta no se fue.
Ayla estaba tan silenciosa como la tormenta era fuerte en la mente de Crier. Su
corazón se aceleró.
—Tres días después —ella se sumergió—, la princesa y su poni estaban
congelándose. La princesa intentó muchas veces encender fuego, pero la leña estaba
mojada por la nieve y no chispeaba. Su bolsa de provisiones se había perdido en la
tormenta. Sin comida. Sin fuego. Ella comenzó a aceptar el hecho que iba a morir ahí,
helada y sola. Lo peor de todo, su reino iba a ir a la guerra. Ella empezó a llorar. Sus
lágrimas se congelaban en sus mejillas, brillando como cristales.
—Solo unos momentos después, una voz vino desde fuera de la grieta. “¡Hola!”
decía, “¿qué criatura vive en esta cueva? ¿Fue tu brillante abrigo lo que llamó mi
atención?”
—Una segunda voz replicó, “¿Tienes un cerebro entre esas orejas? No hay ninguna
ninguna
criatura, solo debe ser una gema brillando.”
—“No”, dijo una tercera, esta era profunda y retumbaba. “Claramente es solo el
brillo de la nieve.”
—“Ayuda”, dijo la princesa a través de sus entumecidos labios. “Por favor,
ayúdenme.”
—Y tres animales, una liebre blanca de invierno, un reno y un gran oso, asomaron la
cabeza por la cueva. La princesa estaba tan débil por el frío que no estaba asustada, ni
siquiera del oso. La liebre dijo, “¡Oh! Así que eres tú con perlas brillantes en las mejillas.
Decepcionante, debo decir. ¿Qué
¿Qué cosas estás haciendo en una tormenta?”
—“Estoy tratando de cruzar el Ojo,” dijo la princesa, y les contó la historia
miedo . “Eso
completa. Cuando ella terminó, todos los animales se vieron entre ellos con miedo.
es inquietante”, dijo el reno. “Si hay una guerra entre dos reinos, tu gente va a pisotear
mis bosques.”
—“Y marchar por mis montañas” añadió el oso.
—“Y me van a cazar y a despellejar” gimió la liebre.
—“¿Me ayudarían?” dijo la princesa. “Estoy muy helada y muy hambrienta.”
—“Espera aquí” dijo la liebre. “Vamos a encontrarte leña para el fuego y comida
para tu barriga”.
barriga”. Con eso, los tres animales se apresuraron fuera en la tormenta.
—Para el anochecer la princesa estaba casi muerta, sus labios estaban azules, su piel
blanca y rígida, sus dedos como piedras, e incluso el brillo de sus lágrimas había sido
lavado por el viento helado. Ella se inclinó sobre su poni, ojos cerrados, pensando en el
tratado de paz en su bolsillo.
—El reno fue el primer animal que regresó, orgullosamente cargando una pila de
secas. “Si detienes la
astillas secas. l a guerra”, él dijo, “recuerda lo que he hecho por ti.”
—Así, la princesa fue capaz de encender fuego para mantenerse caliente.
—El próximo en regresar fue el oso. Él era demasiado grande para caber en la cueva,
pero metió su cabeza junto al reno y dejó caer un bocado
bocado de corteza y bayas de invierno
a los pies de la princesa. Para tu poni, él dijo. Si detienes la guerra, recuerda lo que he
hecho por ti.
—Así que la princesa alimentó a su poni, pero su propia barriga seguía vacía. Juntos,
ella y los animales esperaron y esperaron a que la liebre regresara. El reno y el oso
empezaron a quejarse. La liebre siempre ha inútil, dijeron ellos, habla mucho y hace
ha sido inútil,
tan poco. Quizás nunca regrese.
—Muchas horas pasaron antes de que la liebre regresara. Cargando con nada.
—Lo siento tanto, princesa
princesa, él susurró, inclinando su cabeza tan abajo que sus orejas
rozaron el suelo. Busqué por todos lados por comida. No encontré pescado, ningún ratón,
ninguna ave.
tengo nada Incluso
que darte. revisé
Pero túlasdebes
trampas
vivir,deprincesa.
cazadores. Todas
Debes ellaslaestaban
detener guerra,vacías.
tú debesNo
.
—Y luego se arrojó al fuego.
—La princesa gritó y trató de salvarlo, pero era demasiado tarde. La liebre ardió. Su
cuerpo se convirtió en carne. Horrorizados y arrepentidos de lo que ellos habían
presenciado, el oso y el reno corrieron lejos en la nieve y nunca
nunca fueron vistos de nuevo.
nuevo.
—Incluso aunque la idea la enfermara, la princesa se comió a la liebre. Con cada
mordida ella le agradeció por su sacrificio. Más lágrimas brillantes cayeron y se
congelaron en sus mejillas. Cuando la tormenta finalmente cesó y ella emergió de su
refugio a la mañana siguiente, ella nunca fue la misma.
mi sma. Algunas personas decían que era
como si su corazón hubiera llorado y se hubiera congelado.
El agua y Ayla habían quedado perfectamente quietas, y Crier casi podía sentir el
peso de ella escuchando,
escuchando, como si su silencio tuviera forma y pulsara a su manera.
Después de una larga pausa, Ayla giró su cabeza y dijo:
—Espera. ¿Eso es todo? Ese no puede ser el final. ¡Ese es un final horrible! ¡El punto
de las historias es que sean diferentes de la vida real! ¿La liebre está muerta y la princesa
muerta por dentro? ¿Qué pasa con la guerra? ¿Qué pasa con la princesa? ¿El tratado de
paz funcionó? ¿O la liebre murió por
por nada?
—No lo sé —dijo Crier—. ¿Quizás?
Ayla farfulló.
—¡Esa no es una respuesta! Vamos, ¿cómo termina la historia? Tú leíste el libro, tú tú
debes saber. —Su cara a la luz de la luna era casi furiosa. Sus ojos brillaban, su cuerpo
compacto se dibujaba como un soldado preparándose para una batalla.
Por alguna razón, la indignación de Ayla por una historia, por sus palabras, por,
quizás ella, hizo a Crier sonreír. Una idea vino a ella: una historia de dos mujeres, una
humana, una Creada, que se contaban antiguos cuentos entre ellas. Que salpicaban al
borde del agua, que susurraban la belleza de la nieve
nieve y el miedo a la muerte en la oscuridad
de una noche de otoño.
Y con ese pensamiento, con el brote de esa historia flotando
fl otando dentro de ella, Crier dejó
que su cuerpo se deslizara dentro de la poza de marea profunda.
Ella se hundió hasta sus
sus hombros, el frío tan vigorizante que
que la dejó mareada. Su
vestido se volvió diez veces más pesado en el agua, envolviéndos
envolviéndosee fuerte contra su piel.
—¡Crier! —Ayla siseó detrás de ella —. ¿Qué estás haciendo? ¡Aun quiero el final!
Crier.
Solo Crier, no Lady.
Este era un nuevo sentimiento.
Ella giró su cabeza para mirar a Ayla.
—Tienes que unirte a mí para saber qué pasó luego.
Para encontrar el final de ambas historias. El de la princesa, y el de ellas.
Ella escuchó el suspiro de Ayla, pero no pudo interpretar si era un signo de molestia
o de algo más. Y luego:
Ayla se metió dentro del agua. No se deslizó suavemente como lo había hecho Crier,
si no se sumergió, creando olas, yendo directamente hacia Crier. Llegó, cara a cara con
Crier en el pozo, ambas de pie y temblando, aunque Ayla lo hacía más. El cuerpo de Crier
podía soportar temperaturas
temperaturas mucho más
más extremas.
Una gota de agua brillaba en el labio inferior de Ayla. Extrañamente, eso hizo que
Crier tuviera…
tuviera… sed.
—¿Y? —Ayla susurró. Su cuerpo se estremeció involuntariamente.
Crier paró, Ayla se había acercado a ella. Ella había atravesado el frío del agua, por
ella, por su historia.
Pero entonces Crier recordó la historia que estaba contando. La guerra. La liebre. La
princesa. El rey cruel.
—Termina con un final feliz —ella mintió. Hizo que su cara no se moviera, hizo que
sus pulmones Creados no respiraran. —La princesa mandó el tratado de paz y el tratado
funcionó. Su padre hizo la paz con los ciudadanos del reino. Todo fue bien.
—Ah —dijo Ayla, fue más un suspiro que una palabra, un dulce suspiro —. Eso es
bueno.
Ninguna se movió por otro largo momento, solo mirándose entre ellas en la
oscuridad, la cara de Ayla ilegible, con una máscara de nuevo, esta vez por la luz de la
luna y las sombras. Ella seguía temblando.
—Te enfermarás —Crier dijo al final—. No podemos quedarnos.
Y así, empapadas y temblando, se subieron de nuevo a las rocas, el final de su ropa
mojada arrastrándose a través de la arena y la tierra todo el camino de vuelta al palacio.
Se separaron silenciosamente
silenciosamente en el borde del jardín, y la noche se sintió más vacía, el ai
aire
re
más helado que el agua en la que habían estado, cuando Ayla se fue, cada una prometiendo
no hablar de lo que había sucedido.
Esa noche en su cama, sin embargo, con la luz de la luna cayendo a través de la
ventana como una cortina de seda blanca, Crier no podía dejar de pensar en Ayla, su cara,
sus palabras, su curiosidad, sus hábitos. Las formas en que se movía y hablaba. Ella no
estaba acostumbrada a esta falta de control sobre sus pensamientos, usualmente ella solo
pensaba en sus estudios, o en algún libro que estaba
estaba leyendo, o fantasías cuidadosamente
construidas sobre el futuro. Ella solo había experimentado una compulsión similar una
vez, una pérdida de control, cuando ella escuchó una pieza de música que le pareció
particularmente agradable, ddivertida,
ivertida, y después
después se descubrió
descubrió reproduciéndola
reproduciéndola en el fondo
de su mente, perfectamente imitada, por días. Una orquesta invisible, el suave son del
piano y el violín, un profundo latir de un
un tambor que ssolo
olo Crier podía escuchar.
escuchar.
Ahora el piano había sido reemplazado por los ojos oscuros de Ayla parpadeando
sobre el dormitorio de Crier la primera vez que lo vio, la manera en que su mirada se
había detenido en su chimenea, el rincón de lectura, la masiva cama. El violín fue
reemplazado por la tensión en la mandíbula de Ayla cuando se arrodillaba junto a Crier
en el desayuno, con sus manos en su regazo, la cabeza inclinada en respeto a su lady.
Piano. Violín. Y los profundos latidos del tambor fueron reemplazados por una sola
pregunta: ¿Por qué me salvaste ese día en el acantilado?
¿Puedes ver a la humana en mí?
Había dos posibles respuestas a esa pregunta, y Crier no tenía idea de cuál prefería
escuchar: No, eres el Automa perfecto, o…
o…
Sí, eres diferente.
Te veo.
No importaba que tan fuerte había
había intentado, Crier no podía forzars
forzarsee a dormir. Ayla
estaba ahí, en las sombras de su mente, mirándola de regreso, su mirada, no como las
estrellas, pero sí como la
l a suave oscuridad que las envolvía.
Detenlo.
Cuando ella no pensó en Ayla, pensó en la Reina Junn, cuya visita inesperada podría
traer quizá finalmente una respuesta a la curiosidad en la mente de Crier.
La inquietud la condujo fuera de la cama y la llevó a los
l os pasillos. Ella solo necesitaba
caminar por un rato, para poder entender sus pensamientos. Junto al rostro de Ayla,
tampoco podía dejar de pensar en las escalofriantes palabras de Kinok durante la reunión
del consejo, incluso luego de una noche llena de historias, el horror del día, de su
humillación,
serio él pensóaún
queseguía ahí, posibilidad
había una vivo y hambriento,
de que laesperando
concejalapor ella tuviera
Reyka en la oscuridad. ¿En
alguna Falla?
Seguramente Kinok solo lo dijo para meterse bajo la piel de Crier. Una amenaza latente.
¿Pero y si eso es cierto? ¿Y ahora Reyka se había ido?
Su mente se agitó con algo, una especie de ardor, y volvió a pensar en cómo había
estado Ayla cuando la encontró en la celebración: preocupad
preocupada.
a.
Crier estaba preocupada. ¿Qué le pasaría a ella si otros descubrían su secreto? ¿Si
descubrían sobre su Falla?
Crier se detuvo un momento, enojada consigo misma. Kinok tenía mucho poder sobre
ella, él reinaba incluso en sus pensamientos.
pensamientos.
Tal vez ella podía quitar algo de ese poder.
Ella no sabía si Kinok tenía una copia de su Diseño, pero si así era…
era… Si él lo tenía,
ella no dejaría que él la chantajeara. Él podía controlarla por el resto de su vida. Pero si
ella lo recuperaba…
Su padre y Kinok se habían quedado en el Palacio Antiguo con los otros Manos.
Hesod le había dicho a Crier una vez que la política real sucedía después de reuniones
oficiales del consejo, las leyes eran creadas, negociadas y alteradas en conversaciones
acompañadas con copas de Corazonita líquida. Mientras Crier había llegado temprano a
casa, Hesod y Kinok no regresarían hasta mañana en la mañana.
Pero era una buena oportunidad como cualquier otra.
Sabiendo muy bien que era una peligrosa, estúpida y terrible idea, Crier hizo su
camino hacia el estudio de Kinok. Él lo mantenía bajo llave, por supuesto, mientras estaba
en la ciudad,
como pero Crier
las cerraduras una vez había
funcionaban, pasado
hasta por lade
el punto fasediseñar
en la que
sus aprendió
propias todo sobre
cerraduras
imposibles de abrir solo para divertirse. Las cerraduras eran interesantes, como los
engranajes de un reloj o la forma en que funcionaba un juguete mecánico. Y a diferencia
de las cerraduras que Crier había creado, el cerrojo en el estudio de Kinok no era
imposible de abrir.
Así que, usando una de sus hebillas de hueso que mantenía su trenza en su lugar,
Crier la abrió.
Ella sintió una pequeña emoción cuando la cerradura hizo clic y se abrió, un
satisfactorio clic. Y luego ella se deslizó por la puerta y entró en el estudio de Kinok.
La habitación era oscura, no había ventanas, sólo una chimenea apagada y una luz
helada. Crier encendió la linterna, el aceite regresó a la vida, y miró alrededor. El
escritorio,
muy bien porlasdónde
estanterías, un tapiz
empezar. en unasabía
Ni siquiera pared. Ahora
si sus que de
papeles estaba aquí,
diseño Crier
iban no aquí.
a estar sabía
Ella husmeó a medias, demasiado nerviosa para tocar algo. Kinok no podía saber que
ella había estado ahí; eso solo hacía todo mucho peor. Ahora que la inquietud y la emoción
de recuperar algo de poder comenzaban a desvanecerse, Crier se sintió más tonta que
nada. ¿Qué estaba haciendo, entrando en el estudio de Kinok en la noche? ¿Qué podría
lograr con esto?
Avergonzada consigo misma, miró los papeles en el escritorio de Kinok una vez más.
Su letra a mano era difícil de leer, especialmente en la débil y parpadeante luz de la
linterna, especialmente cuando el latido del corazón de Crier estaba latiendo tan alto en
sus oídos. Ella solo quería salir de ahí, volver a la seguridad de su cama. Estaba por
extinguir la llama de la linterna cuando algo captó su vista.
Había un libro abierto en el escritorio. A primera vista, Crier había visto un libro
increíblemente denso sobre los envíos en Zullan y tratados
tr atados de leyes y no le había prestado
atención. Pero cuando se inclinó hacia adelante justo como ahora, la luz de la linterna
capturó algo: algo escrito en el margen del libro en una pálida y delgada tinta, tres
palabras.
Corazón de Yora.
Estaba en todos lados, ella notó. En los márgenes y en las notas de Kinok. Algunas
veces esas tres palabras estaban acompañadas por otras: Corazón de Yora…
¿PROTOTIPO?; Corazón de Y… combustible, eterno, no más rel., Corazón de Yora,
¿t.w.? ¿s.? Algo en Crier se mantuvo inmóvil mientras ella miraba las palabras. ¿Qué
significaban? ¿Quién era Yora?
En algún lado pasando las ventanas, ya bordeadas por el amanecer, un búho gritó.
Sorprendida, Crier dejó caer el libro de nuevo sobre el escritorio. Una sola página de
notas revoloteó fuera del libro e, impulsivamente, la enrolló y se la guardó
apresuradamente
apresuradamen te en la
l a manga antes de deslizarse silenciosamente
silenciosamente de la habitación. Sopló
la linterna en el pasillo, el tenue humo de aceite se arremolinó a su alrededor mientras se
alejaba apresuradamente,
apresuradamente, tanteando el camino de regreso a su habitación en la oscuridad,
haciendo girar las misteriosas
misteri osas palabras garabatead
garabateadas
as apresuradamente una y otra vez por
su mente: El corazón de Yora.
E. 900, A. 4–5: T. Wren, nombrado científico real; todavía joven y
desconocido; todos los informes disponibles (mirar: la Doncella
Primorosa, Creador Oona) de la época en que lo nombran como
“hambriento de fama”, desesperado por reconocimiento, obsesionado con
R. Thea
personalmente por R.Thea… ¿Por qué?
Designado personalmente
¿Obsesión romántica/sexual por naturaleza?
E.900, A. 10: Wren recibe una carta de una Mujer Desconocida “H——.”
(Nombre en la carta oscurecido, no hay registro de ella en los archivos de
su Academia o algún otro acto de este período… ¿A propósito? Incluso
Wren, en su propia escritura, se refiere a ella como “H.” Quizás para
proteger su identidad de futuros historiadores. Quizás para protegerse a
sí mismo.) “H——” es una antigua amante de los años de Wren en la
Academia de Creadores, la carta informa que H —— ha dado a luz a su
hija.
legado.
Fue la niña. Los niños se meten en todo. Ella seguía regalándome
pequeñas baratijas
baratijas de la casa. Un lápiz, un zapa
zapato,
to, un pequeño
pequeño jug
juguete
uete ddee
madera. Papeles del estudio de H. Planos. Diseños. Gracias a los Dioses
los miré antes de regresarlos ciegamente.
Siena
No sé si voy a volver
volver a verte.
Pero te debo todo…”
dibujados con tinta negra en un papel tan delgado que era casi transparente. Cuando
estabas mirando una página, podías ver la segunda. Dos imágenes
imá genes encima de la otra, una
difícil de discernir, pero seguía ahí.
Así era como se sentía ver a Storme.
Cada vez que Ayla se atrevía a mirar otra vez, veía dos Stormes uno delante del otro:
uno era en
vestido el Storme quejade,
lana verde ella fuerte,
estaba realmente
brillante y viendo, el Storme
rico, como que tenía
si no hubiera dieciséis
querido nadaaños
en losy
últimos siete años. Luego estaba el Storme que Ayla conocía (que había conocido), el
niño de nueve años con ojos muy grandes para su cara, todos sus huesos mostrándose
porque él estaba
estaba creciendo muymuy rápido. El Storme que la había
había empujado fuera
fuera de casa
casa y
la había dejado ahí, y murió. Ella lo había visto. Escuchado, al menos. Creía que era
verdad. Pero esa cicatriz.
Este Storme, el Storme que seguía silenciosamente a la reina Junn, portaba la misma
cicatriz, exactamente la misma, hasta la hendidura de su ceja.
Porque él estaba vivo.
Él estaba vivo y era real, estaba aquí, de alguna manera, de alguna forma, después
de tanto tiempo.
¿Qué te sucedió? Ayla pensó desesperadamente, mientras arrancaba los ojos de él
por milésima vez en las últimas horas. ¿Cómo sobreviviste? ¿Cómo pudiste escapar de
nuestro pueblo? ¿Cómo terminaste en Varn?
¿Por qué te fuiste?
Ella lo escuchó morir. Sola en la terrible oscuridad. Ella encontró su cuerpo. Lo que
ella pensó que era su cuerpo.
Por siete años, ella pensó que él estaba muerto, que esa era la única explicación
posible. Porque… porque si él no había muerto, él hubiera regresado. Él hubiera
regresado por ella.
Él lo habría hecho.
ReinaAyla
Junnsiguió
por uncon indiferencia
recorrido a Crierlosmientras
del palacio, jardines,acompañaban a Hesod,
los acantilados cubiertosKinok, y la
de hierba.
Ella ni siquiera intentó poner atención, solo mantuvo sus ojos en la parte trasera de la
cabeza de Crier y se concentró en no perder su pie en el fango. Ella y Storme eran los
únicos humanos en su pequeña fiesta. Vagamente, Ayla recordaba que una de las criadas
principales de la cocina intentaba que Ayla se quedara con los demás criados y a Crier
diciendo, La doncella
doncella se quedará a mi lado.
De modo que la doncella, como una sombra atrapada entre el recuerdo y la realidad,
permaneció a su lado.
Había ciertas
Junto con las cosas
ratas que escuchabas
de las cuando
alcantarillas, los crecías en las calles
susurradores. de los
Historias de pueblos
la Reinahumanos.
Loca, la
Reina Joven. Algunos decían que ella había matado a su propio padre para tomar el trono.
Algunos decían que se bañaba en sangre humana. Ella era una leyenda, o una historia de
terror. Pero ahora que la Reina Loca estaba frente a ella, Ayla se preguntaba cómo esas
historias habían comenzado siquiera. Por mucho que odiaba admitirlo, la Reina Loca no
actuaba como un monstruo. No se veía cruel, arrogante o violenta. Cuando ella le hablaba
a los humanos que la acompañaban (y ellos no eran solo sirvientes, la reina tenía guardias
humanos y a Storme) su voz era dominante pero respetuosa, casi suave. Durante el
recorrido del palacio ella mantuvo a Storme cerca. Cuando miró algo que consideró
interesante, como los tapetes de caza en el gran salón o la biblioteca dedicada a la vasta
colección de libros humanos de Hesod, ella lo apuntaba hacia él y esperaba a que él
murmurara un comentario. Como si a ella
el la le importara. Como si fueran iguales.
Una sola tarde pasada en su presencia, y Ayla podía decir que la reina de Varn era
un desastre de contradicciones. Ella portaba el poder como una corona de oro puro,
imposible para cualquiera de ignorar, y aún así ella no la había utilizado para herir o
castigar a nadie. Era joven, apenas mayor que Ayla, pero se comportaba como una
envejecida reina guerrera. Era feroz pero gentil, impredecible en su falta de crueldad. Ella
lucía como si pudiera retar a cualquiera en el reino y ganar, pero también como si pudiera
burlarlos con inteligencia.
inteligencia.
Ella no era como las historias. Ayla la miró
mi ró y no pudo realmente imaginarla tomando
baños en una
una piscina de sangre
sangre humana.
humana. Triturando huesos
huesos entre sus dientes.
únicaMientras el recorrido
que miraba continuaba,
a Junn muy Ayla seguía
de cerca. Crier comenzó a darse miradas,
robándole cuenta que ella noPara
también. eraser
la
una sanguijuela, Crier no era realmente buena ocultando sus pensamientos. Ella miraba a
la Reina Junn con algo más allá de la curiosidad, pasando de la intriga.
El recorrido los llevó por el ala oeste y el ala este, donde la reina se estaría quedando.
El ala este estaba mucho más aireado que la l a oeste, tenía algunos de los grandes pasillos
forrados con ventanas para dejar pasar la pálida luz después de la lluvia, estaban las
blancas paredes de mármol casi brillando. Los pasos de la procesión resonaban en el suelo suelo
de mármol, un desfile aparentemente interminable de sonidos. Todo era humano. Los
Automas se movían en un perfecto silencio, como fantasmas. Ese era un gesto de
deferencia.
Crier mirando a la reina.
Automa
poder que construyó
genera este
poder. Ella palacio
solo salió ydehasuvivido aquí desde
aturdimiento la Guerra
cuando Crierde
se las Especies.
detuvo frenteEla
una puerta, pasando desapercibida por el resto del grupo, y llamando a Ayla a acercarse
más. Frunciendo el ceño, Ayla lo hizo.
¿Por qué no podía hacerlo Ayla? Crier quería preguntar, pero en lugar de eso solo
inclinó la cabeza, le servía ese momento a solas con Kinok, aunque fuera corto, para
investigar sobre Reyka.
Y por supuesto, las preguntas que no podía hacer sin revelar que había intentado
espiarlo: ¿Por qué estaba la frase Corazón de Yora escrita en todas sus notas? ¿Quién era
la mujer misteriosa mencionada en sus notas sobre Thomas Wren?
—En la noche del compromiso, dijo que estábamos en esto juntos. Dijo que
mantendría mi. . . mi secreto. Pero en el momento en el que se paró frente al consejo,
habló de Fallas y Pasión. ¿Cómo pudo?
—¡Cómo...! —Cerró
—Cerró la boca cuando una criada apareció
apareció en la esquina
esquina y esperó a que
que
ella estuviera fuera de la vista. —¿Cómo se atreve? Decir algo así en fr
frente
ente del consejo,
solo para, para. . . No puedo creerlo.
Ella no recordaba haber estado tan disgustada
disgustada con alguien antes, cuando hace tan solo
unas semanas creía realmente que él no era mucho más que un filósofo, un pensador, un
historiador de su Especie.
—No totalmente.
—Entonces, ¿qué
¿qué significó? ¿Qu
¿Quéé significa algo de
de eso?
Los ojos de Kinok chispearon por un segundo. A ella ni siquiera le importaba que
podría haber admitido
admitido fisgonear su estudio,
estudio, ella quería
quería respuestas y estaba cansada ddee no
obtenerlas, de que todos a su alrededor contaran verdades a medias, adivinanzas y
rompecabezas
rompecabez as crípticos.
Él la guió por el mismo pasillo por el que habían venido, hacia su habitación en el
ala oeste. Crier se quedó atrás cuando él abrió la puerta a su habitación y miró sobre su
hombro, esperando a que ella lo siguiera adentro.
—¿Qué va a mostrarme?
mostrarme? —preguntó el
ella
la sospechando.
sospechando.
Ella lo siguió adentro. Nunca había estado en la habitación donde él dormía, que
estaban en un piso distinto de dónde se encontraba el estudio privado que tenía en los
pisos inferiores,
i nferiores, y tuvo un momento de precaución cuando entró. Era un amplio, pero
relativamente poco amueblado espacio, los cuartos de un invitado temporal, con una
cama, un escritorio, algunos baúles de ropa y un inmenso tapiz contra la pared. Crier no
podía imaginar
imaginar qué
qué podría
podría él querer mostrarle,
mostrarle, a menos que fuera
fuera alguna
alguna chu
chuchería
chería de
de sus
tantos viajes. Ella esperaba que él sacara algo de uno de los
l os baúles, pero en lugar de eso
Kinok fue derecho a la pared más alejada en la habitación.
Presionó su mano contra una de las piedras de la pared, y una sección de la pared
cambió bajoprincipalmente
el palacio, su toque: un pasadizo secreto.
para ser rutas Crier sabía que
de escape en había unos
caso de uncuantos
ataque,dealgunos
esos en
conectados a habitaciones privadas como éste.
La puerta se abrió con el sonido de roca raspando contra roca, y Kinok volvió a mirar
a Crier, con sus ojos brillando.
—¿Viene,
—¿Viene, mi lady?
A diferencia del cuarto detrás de ellos, esta habitación era de todo menos seca. Era
pequeña, apenas más grande que un clóset, pero se veía como esos laboratorios de
alquimia que Crier había visto ilustrado en textos científicos: había viales por todas partes,
variando en tamaños desde el largo de su meñique a largos y anchos decantadores de
cristal que podrían haber contenido medio barril de vino. Algunos de los viales estaban
conectados con delgados tubos de vidrio; algunos echaban humo; otras parecían estar
vacías y otros parecían estar llenos de un líquido morado negruzco. Las paredes estaban
empapeladas con diagramas del cuerpo humano y Automa, incisiones transversales
mostrando las venas, los músculos, la intrincada tela de araña que era el sistema nervioso.
Cuando Crier respiró, el aire se sentía agrio y metálico.
—Vagamente
—Vagamente —dijo ella—.
ella—. ¿Es un tipo de
de piedra cierto?
—¿Quiere decir,
decir, mejor que la Corazo
Corazonita?
nita?
—Claro que no deberíamos —dijo él—. Es, y siempre ha sido, una fuente
f uente finita de
recurso. No es diferente de una mina de diamantes, Lady Crier. Eventualmente se te
acaban los diamantes.
Crier absorbió esto, tambaleándose, pero no se permitió a sí misma olvidar por qué
estaba allí en primer lugar.
lugar.
Había una pequeña mesa en la esquina que sostenía una formación de herramientas.
Kinok cogió un cuchillo delgado y, mientras Crier observaba, se pinchó el dedo y dejó
que la sangre gotera en uno de los viales. Y Crier se dio cuenta de lo que era el líquido
purpúreo. Kinok estaba
estaba experimentando
experimentando con susu propia sangre.
Se dio la vuelta, un poco asqueada. Sus ojos recayeron sobre uno de los diagramas
en la pared. Se veía como un árbol familiar humano, excepto que estaba organizado no
de hacía arriba hacia bajo, si no desde el centro hacia afuera como los radios de una rueda.
El nombre en el centro de la rueda era Thomas Wren.
—Tu investigación —murmuró Crier—. ¿Este mapa muestra las personas que han
trabajado con Wren?
—Todo genio se basa en otros —dijo Kinok casi irónicamente—. Puedes aprender
—Todo
mucho trazando las conexiones de una mente a otra
—Es un rumor, no con una base, pero algunos dicen que Thomas Wren estaba
enamorado de otra científica y que ella le dio una hija.
Eso consoló a Crier de alguna manera. Nada de lo que él hacía parecía muy peligroso,
tal vez ella estaba sobre reaccionando con sus sospechas de él. Tal vez él sí quería trabajar
con ella para ayudarla, Con Fallas y todo.
—Estoy contento de
de que mi trabajo le parezca intrigante —dijo Kinok unos
unos minutos
—Pues sí —Crier dijodij o honestamente—. Me gusta cualquier cosa que tenga que ver
con la historia de nuestra Especie. Y . . . la Turmalina es ciertamente una idea tentadora.
Especialmente si estamos en peligro de quedarnos sin Corazonita. ¿Ha hablado con mi
padre acerca de esto? ¿O con cualquier
cualquier otro en el consejo?
consejo?
¿Qué?
Crier no tuvo tiempo de preguntarle a qué se refería. Habían llegado al gran salón, y
la Reina Junn esperaba.
Hesod se sentó junto la reina Junn mientras ella comía, tomando parte en las
conversaciones
conversacion es cordiales. Pero Crier veía algo frío y calculador en la mirada de su padre.
Se veía regio esa noche, en su traje rojo oscuro que usualmente reservaba para las
reuniones del consejo u otros asuntos formales. Un broche de oro brillaba en su garganta,
grabado con el escudo del soberano: un puño apretado. Una corona, un rubí
resplandeciente. Él sonreía. Se organizaba para que sus rasgos se vean algo amable, el
acogedor soberano con buen humor. Pero sus ojos contaban una historia distinta.
Crier tomó un sorbo de su Corazonita líquida. Era todo lo que podía mantener en su
estómago. Podía oír el ruido del estómago de Ayla comiéndose a sí mismo. Ayla estaba
arrodillada a los pies de Crier, como siempre, incluso si el consejero humano de la reina
Junn estaba sentado en la mesa con todos los demás. Eso hizo que la piel de Crier picara.
Ayla había estado distante todo el día. Durante el tour del palacio, había caminado
detrás de Crier como una espectadora silenciosa, con la vista fija hacia adelante. En un
punto casi tropieza con la cola del vestido de Crier. Lo hubiera hecho si Crier no lo hubiera
quitado de su camino justo a tiempo.
misma aldea. Como Ayla, el consejero tenía grueso cabello oscuro. Tenía una barbilla
similar, Un bulto similar en el puente de su nariz. Aunque Crier notó que no tenía las
pecas de Ayla. O sus pómulos.
pómulos.
No, feo no, pensó para sí misma, y troceó otro pedazo de pan que no tenía deseo de
comer.
Como si de alguna manera hubiera sentido lo que pensaba sobre él, el consejero
escogió ese momento para hablar.
Ella parpadeó.
Crier había dicho esas palabras muchas veces antes, pero esta vez dejaron un mal
sabor en su boca. Sus ojos querían encontrar a Ayla, pero en su lugar encontraron a su
padre.
Eso era lo que ella siempre quiso, su aprobación. Pero por alguna razón, en ese
momento no le dio satisfacción. Al contrario, se sentía inquieta.
—Concuerdo contigo—dijo
contigo—dijo la reina—. Creo que las sociedades
sociedades requieren algún tipo
de organización para funcionar. Pero siento curiosidad, Lady Crier: ¿Por qué cree usted
que debemos separarnos según Especie? ¿Por qué poner los límites de nuestra jerarquía
según Creados y No-Creados?
Porque es obvio, Crier casi dijo. Una Especie es más fuerte y la otra es más débil.
Una es dominante, la otra sumisa. Una destinada a gobernar,
gobernar, la otra a obedecer.
obedecer.
Hace de
lecciones, doslasmeses, ella hubiera
enseñanzas dado esa respuesta, directa desde sus libros, sus
de su padre.
Pero ahora...
Ahora, con Ayla junto a ella (arrodillada a sus pies, declinando las sobras), con el
consejero humano de la reina frente a ella, Crier se encontró incapaz de responder tan
fácilmente. Su duda duró solo por un momento, pero fue lo suficientemente larga como
para que Hesod
Hesod interrumpiera.
Nunca me has
has dejado debatir
debatir,, pensó Crier amargamente.
amargamente. Así que, ¿cómo lo sabrías?
—Mis disculpas,
disculpas, Lady Crier —dijo Junn—.
Junn—. Me dejé llevar.
llevar. Encuentro mucho placer
placer
en compartir mis propias creencias.
—Verá, Lady Crier —dijo Junn—. Para mí, la coexistencia (no el Tradicionalismo,
—Verá,
ni la Anti-Dependencia) —Crier se puso rígida ante la mención del movimiento de Kinok
y esperó que la reina no lo notara. —Sino la absoluta coexistencia, la verdadera
coexistencia, igualdad entre las Especies, es más realidad que fantasía. En Varn, los
Automas y los humanos viven y trabajan lado a lado.
—No puedo pensar en nada más admirable —dijo Crier, y la sonrisa de Hesod se
puso rígida en las orillas. Kinok, por su parte, estaba callado. Su cara estaba en blanco,
sus ojos brillaban con lo que parecía diversión. —Sé que usted ha estado trabajando por
esa realidad desde que asumió el trono.
—La Guerra dejó a mi país destruido —dijo Junn—. Aún nos estamos
reconstruyendo. Somos simultáneamente antiguos y recién nacidos. Somos una nación
creciente, y todas las cosas crecientes deben sentir dolor y aprender y reajustarse.
reajusta rse. Pero en
mi nación, cada día, nos acercamos más a un futuro en el cual los Automas y llosos humanos
viven en armonía.
nunca nadie lo había interrumpido antes. Crier podía ver cuanto lo molestaba, pero él
mantuvo su boca cerrada. Junn era una reina en un viaje diplomático. Ninguno de ellos
podía permitirse ofenderla. —Después
—Después de la cena me gustaría mucho hablar
hablar con usted
usted —
dijo ella—. En privado.
sonrisa de la reina
luego recordó no disminuyó.
la manera en la queCrier
él la casi
habíamiró a su padre
ignorado paralapedirle
durante reuniónaprobación,
del consejo.pero
La
forma en la que había dicho, Quédate ahí.
La recámara estaba casi vacía. La compañía de la reina debía irse la mañana siguiente
al amanecer, así que las únicas señales de vida en la inmensa habitación era el fuego de
la chimenea y la ropa de cama ligeramente arrugada. Había un plato de queso y frutas
confitadas sin tocar sobre la mesa.
Crier se sentó en una de las dos sillas junto a la mesa. La reina se sentó frente a ella.
Estaban mucho más cerca de lo que habían estado en la cena. Crier podía olerla, olía a
lluvia y especias oscuras.
—No soy del tipo que se ahorra las palabras, mi Lady —dijo la reina Junn—. El
Scyre es un problema.
—¿Oh?
—Pero tú ya sabes eso, ¿no? —dijo Junn,
Junn, leyéndolo
leyéndolo de la cara de Crier—. Le temes
Junn sonrió mostrando los dientes. Era una sonrisa entre amable y cruel.
—El miedo
miedo
mantenerte así. es algo bueno,
bueno, Lady Crier. El miedo significa
significa que estás viva y que
que quieres
—Claro que no —dijo Junn—. Porque eres intocable. Porque fuiste hecha para ser
invencible. —Se acercó a ella. —Te
—Te contaré un secreto, Lady Crier. Los humanos también
se creen invencibles.
—Es poderoso —dijo Junn—. Sus ideas son peligrosas. Se esparcen como una
infección humana. Has estudiado las varias plagas del mundo humano, estoy segura.
Crier asintió.
Crier luchó contra el impulso de cubrir su boca con su mano. De repente se sintió
como una de esas ilustraciones en los libros
l ibros médicos; completamente abierta. Expue
Expuesta.
sta.
La reina Junn se inclinó hacia ella. Y tan cerca que la respiración de Crier se aceleró
en su garganta.
—Está en lo correcto —murmuró Junn—. PeroPero las ideas de Scyre son peligrosas
peligrosas.. Yo
Yo
lo sé, y usted lo sabes. Lo veo en su cara cuando lo mira. Conozco esa mirada porque
también la he tenido.
—Es de una antigua historia humana. Una vez, durante un largo y terrible invierno,
invierno ,
Zorra y Osa temían
t emían que sus hijos murieran de hambre. Su leche se había secado y ambas
estaban muy débiles como para cazar. Todos sabían que Zorra era el animal más listo en
todo el bosque, así que Osa fue a ella y le rogó su ayuda.
bosque. entrar.
déjame Tocó gentilmente a laabrió
Y el granjero puerta del granjero
la puerta y lehundir
solo para Vengo
dijo: su en paz.
cuchillo Por en
de caza favor
el
corazón de Osa. Verás, él pensó que era otro ataque.
Crier observó la cara de Junn mientras hablaba. Los ojos de Junn estaban enfocados
en algo que parecía no existir en la habitación, algo visible solo para ella.
—No —dijo Junn—. La Zorra esperó a que los hijos de la Osa murieran de hambre.
Luego se los comió. La carne de dos oseznos fue suficiente para que a la Zorra y a sus
zorritos les durara hasta las últimas semanas de invierno. Había cazado sin siquiera
levantar una pata.
La reina sonrió.
—Él. . . él sí me mencionó algo así. —La mente de Crier giraba, agobiada por toda
la información.
—Afirmó haber encontrado
encontrado una nuev
nuevaa fuente de poder.
poder.
—Sí me habló de su
su idea, pero. . .
—Mi lady,
lady, tú sobre todas las personas deberías saber que no existe algo así como
solo una idea. — Junn se acercó nuevamente. —No es meramente filosófico. Es muy real.
El Movimiento Anti-Dependentista ya está en marcha. Los seguidores de Scyre beben sus
palabras como vino dulce. Hay
Hay solo unos
unos cuantos
cuantos cientos
cientos ahora, pero sus números crecen
cada día. Unos cuantos cientos pueden convertirse en unos cuantos miles en cuestión de
días. Necesito su ayuda, Lady Crier.
—¿Mi . . . mi ayuda?
—Para detener la enfermedad
enfermedad antes de que se propague.
propague.
—Necesito tu ayuda
ayuda para derrotarlo.
Junn lo dijo casi casualmente, como si no estuviera diciendo nada más que, Para
desearle buenos días.
días.
Finalmente, Crier entendió por qué la gente la llamaba la Reina Loca. Cómo podía
ser la Reina Joven y Junn la Devoradora de Huesos, todo al mismo tiempo.
Podría destruirme...
Él quería, de hecho, destruir a todos los humanos, o al menos, hacer el mundo
sumamente inhabitable para ellos. . .
—No se se avergüence
avergüence de
de su miedo, Lady
Lady Crier —dijo Junn—.
Junn—. Si no tuviera miedo, me
iría de esta habitación y no miraría atrás. Pero tienes miedo. Es por eso que confío en ti,
y el por qué estoy pidiendo su ayuda. —Su expresión se suavizó. —Y realmente solo lo
estoy pidiendo. No voy a forzarla, mi lady. Tampoco le voy a rogar.
Junn asintió, recostándose un poco sobre la silla. Sin el olor y el calor de ella, era un
poco más fácil
fácil respirar.
—Por supuesto —dijo ella—. Desearía tener más tiempo para darle, pero mi
compañía se va al amanecer. Si decide que quiere ayudarme, tome esto y deslícelo bajo
la puerta de mi habitación. —Ella le entregó una pluma verde. —En Varn,
Varn, el color verde
simboliza alianza. Nosotros lo usamos para comunicarnos.
—Todos
—Todos los que desean enfrentarse
enfrentarse al lobo —dijo Junn,
Junn, y sonrió.
Unas horas más tarde, Crier se encontró parada en el pasillo fuera de la habitación de la
reina, una pluma verde fuertemente presionada en su mano. Tenía el pensamiento fugaz
de que deseaba saber dónde estaba Reyka, deseaba hablar con ella, pedirle consejo. Pero
Reyka seguía desaparecida, y cada día que pasaba significaba que lo peor era posible.
Reyka podría estar muerta. Podría haber sido asesinada.
cadaNo
vezhabía ninguna
que Crier evidencia
pensaba de cualquier forma, solo el persistente sabor del miedo
en ello.
Ella estaba cansada, pero también estaba cansada de sentirse como un peón.
Y Junn tenía razón. Ella estaba cansada de Kinok: su chantaje, su odio por los
humanos, sus seguidores de banda negra. El placer que él tomaba en empuñar el poder,
en hacer que Crier se sintiera indefensa, recordándole en cada oportunidad que sabía de
su Falla.
No le gustaba sentirse
sentirse indefensa.
indefensa.
Crier no sabía que quería. Su antiguo sueño se había infectado y había muerto. Solo
sabía una cosa: No quería ser la esposa de Kinok.
Con ese pensamiento en mente, dio un paso adelante. . .y escuchó un extraño sonido
desde dentro de la habitación de la reina.
¿peroCrier se congeló.
y si habían ¿La reina estaba
sido superados? en peligro?
¿Y si estaba siendoEstaba protegida por sus guardias,
atacada?
Cuando el sonido se oyó de nuevo, más alto y duradero esta vez, Crier se dio cuenta
de que ella no gritaba de dolor.
humanos acurrucados en la huerta cuando pensaban que nadie los miraba. Pero eso era
diferente. Eran los humanos los que se apareaban físicamente, ellos no eran Creados. Eran
los humanos los que eran débiles contra sus básicas tentaciones y deseos. Como perros
en celo,
celo, su padre le había dicho una vez.
No necesitaban
necesitaban hacerlo.
( el gemido,
Pero la voz que había oído (el gemido, susurró su mente) definitivamente pertenecía
a la reina Junn.
Crier presionó su mano contra su cara, tocando su propia piel caliente, y se decidió a
esperar allí afuera. Si se iba ahora, tal vez nunca juntaría el coraje para regresar
regresar..
Pasaron solo unos minutos más antes de que oyera la puerta de la habitación de la
reina abrirse y cerrarse. Crier apenas tuvo suficiente ttiempo
iempo para encogerse en las sombras
antes de que alguien pasara junto a la esquina detrás de la cual se estaba escondiendo,
siguiendo su camino hacia otra puerta por el pasillo. Estaba oscuro, y su cara estaba
cubierta por una máscara, pero la forma de su silueta era inconfundible. La persona
escabulléndosee fuera de la habitación de la reina era su consejero humano.
escabulléndos
Un amante secreto.
El joven a la que había oído a la reina referirse como Storme durante el tour.
Mareada, con la boca llena del pesado sabor de su propia sangre, Crier corrió por el
pasillo y no se detuvo hasta llegar a su propia habitación, pero incluso en ese momento,
incluso con la puerta cerrada, ella estaba enfrentada a la embriagadora oscuridad, su
cuerpo vibrando con nueva información, y sobre todo, lal a cosa que ahora sabía que quería,
incluso si era antinatural, incluso si estaba mal.
Pasión.
La llamaban la Reina Estéril, pero nunca conocí a nadie menos vacía. Porque si uno
quiere un hijo, entonces, por naturaleza, su corazón está desbordado
desbordado de amor
amor,, anhelando
una nueva vasija para contener ese amor,
amor, como si se derramara como el agua.
con los arreglos de las habitaciones de invitados, y el vestido de cena de Crier y... la lista
li sta
seguía y seguía.
Aun así, se las arregló para esperar unos pocos minutos más, hasta que los otros
sirvientes estuvieran dormidos, y luego se arrastró fuera de su cama, se puso un abrigo
sobre su ropa de dormir y se dirigió hacia la puerta.
Pero justo cuando salió al aire fresco de la noche, escuchó a alguien llamar su
nombre, suavemente, desde dentro.
—Ayla…
Era Benjy. Se escapó de los cuartos de los sirvientes y se paró allí en la
l a oscuridad de
la noche, su cabello rizado alineado con la luz de luna, su mandíbula cortada por las
sombras.
—¿A dónde vas? —susurró—. Espero que no a visitar a la lady
l ady a estas horas...
Ayla se detuvo en seco.
—¿Qué es lo que intentas decir exactamente?
Benjy levantó las manos, como si se estuviera rindiendo.
—Nada. Solo que la gente
gente hablará.
hablará. Ella parece
parece tener... no lo sé.
sé. U
Una
na especie
especie de cariño
por ti. O es lo que dicen,
dicen, de todas formas.
—La gente siempre habla, Benjy. Pero no saben nada. Y, y. . . no. No iba a ver a
Cri... a la lady. Yo. . .
¿Por dónde empezar? Había pasado tanto este mismo día; había visto a Storme, vivo
después de muchos años de creer que estaba muerto, perdido para ella por siempre. Luego
estaba la extrañeza de la reina misma. Y el perturbador encuentro con Faye en su nueva
habitación privada. Y la forma en la que Crier la había mirado todo el día mientras Ayla
caminaba unos pasos detrás de ella, con algo como curiosidad, o más, en sus ojos.
¿Pero cómo podía explicarle todo esto a Benjy?
En su lugar, todo lo que dijo fue:
—Dejé fuera un vestido que necesita ser planchado antes de mañana. Sé que no
dormiré si sigo pensando en el dolor que tendré por la mañana.
Benjy inclinó la cabeza en su dirección
—Te he extrañado, sabes —dijo suavemente.
suavemente.
Su corazón golpeó con una dolorosa angustia. No podía mirar sus oscuros, brillantes
ojos.
—Yo también.
Él dio un paso hacia ella y ella pudo ver mejor su cara. Sus labios estaban abiertos,
otra vez como si planeara decirle algo importante, pero lo único que dijo fue:
—Bueno, apresúrate y no dejes que la Reina Varniana se coma tus huesos.
Ayla dejó escapar una pequeña risa.
—Ella no es el monstruo que todos dicen que es. Pero si esa es su verdadera
naturaleza, la mantiene bien oculta.
—Como solo los monstruos más peligrosos lo hacen —Benjy dijo.
—Cierto. . . Escucha, Benjy. Descubrí algo extraño hoy. No puedo entenderlo bien.
Es sobre Faye.
—¿Pasó algo? Escuché el rumor, que fue promovida a la habitación de huéspedes.
¿Sabías sobre eso?
Ayla tembló cuando una brisa helada levantó los bordes de su abrigo. Envolvió sus
brazos alrededor
alrededor de su cuerpo.
cuerpo.
—La vi. Y. . . definitivamente hay algo. . . mal con ella. No dejaba de menc
mencionar
ionar las
manzanas del sol. Creo que Kinok la tenía encargándose de los envíos de manzanas del
sol. No puedo descifrar qué tiene que ver eso con alguna otra cosa, si está conectado a la
muerte de Luna, o por qué Faye se ha vuelto así. Solo... quería que lo supieras. En caso
de que escucharas algo.
Benjy asintió.
—Veré si puedo descubrir algo por mi lado.
—Estupendo —se sentía bien estar trabajando juntos, incluso si en su pulso se notaba
la preocupación—. Ahora vuelve a dormir. Volveré en unos minutos, pero no me esperes
despierto.
Mientras más se acercaba, más obvio era cuánto más alto que ella era, más alto que
cualquier humano que conociera; cuánto más fuerte,
fuert e, también. Cuán rápido podía lanzarse
hacia adelante y romperle el cuello simplemente por su impertinencia.
—Lady Crier no se preocupará por una doncella tan desobediente —dijo jugando con
la empuñadura de su espada —. Creo que tendrías mejor propósito sirviendo como
advertencia para otros.
—Dije que no...
—¡Doncella!
Ayla se dio la vuelta, y allí estaba él. Storme. Él estaba dando zancadas por el
corredor desde la dirección contraria de la que había venido el guardia, brillando por la
luz de luna proveniente de una de las ventanas que cubrían las paredes de piedra. Ayla se
sorprendió una vez más, por lo grande que era, lo ancho. El
Ella
la lo había conocido como un
niño flacucho, sin carne en sus huesos. Ella misma se había quedado pequeña, medio
famélica y sobretrabajada. Pero Storme había crecido fuerte. Sintió unas olas gemelas de
orgullo y vergüenza.
—Puedes retirarte —le dijo al guardia, sin dejar lugar a la discusión —. Esta chica
fue llamada por la reina de Varn. No la molestarás más. Déjanos.
Incluso la forma en la que su hermano hablaba era diferente ahora. Madura. La voz
de un hombre, no de un niño.
Un hombre que ella ya no conocía.
Pero funcionó: el guardia abrió y cerró su boca. Luego furioso, dio la vuelta sobre
sus talones y se deslizó hacia las sombras.
Ni Ayla ni Storme hablaron
hablaron hasta qu
quee dejaron de escuchar
escuchar los pasos
pasos del guardia.
—Ayla —exhaló Storme.
Todo su cuerpo se agarrotó. Cada músculo en su cuerpo quería correr hacia él,
envolver sus brazos alrededor de su cintura, sentir por sí misma que él realmente estaba
aquí, entero, vivo. Sus brazos querían abrazarlo y sus ojos querían memorizar su cara,
buscar todos los pequeños remanentes de sus padres; sus pies querían pisarle sus dedos
de los pies; su boca quería decir: Te he extrañado, no puedo creer que estés aquí, no
puedo creer que sobrevivieras, ¿¿por
por qué nunca volviste por
por mí?
En lugar de eso, su boca dijo:
—Nunca creí que te vería trabajando para una sanguijuela.
sanguijuela.
—Me he estado controlando —dijo ella—. Todo lo que hago es sobre controlarme a
mí misma. ¿Cómo crees que terminé aquí, en este palacio? ¿Cómo crees que me convertí
en una... en la criada de una sanguijuela? Cada pequeña cosa que he hecho por los últimos
cinco años ha sido para llegar a esto.
—¿Para llegar a qué, exactamente?
¿Debería decirle? Ya estaba saliendo de ella como un torrente. La Resistencia. El
espionaje. El Corazón de Hierro.
Venganza.
Storme la miró en silencio por un momento. Ella recordó cuando ella solía ser capaz
de leer esos silencios; ahora eran como un peso inaguantable.
—No creo que deberías estar interfiriendo con Kinok, Ayla. No así, tú sola. No es
seguro.
Ella se burló.
—Como si aún tuvieras algún derecho de decirme qué es seguro.
—¿Siquiera sabes en qué consiste el Movimiento Anti-Dependentista? ¿Tienes
alguna idea en qué te
t e estás metiendo?
—Sé lo suficiente.
—Oh dioses, Ayla. No sabes nada. El MAD puede parecer inocuo en la superficie,
pero no hay nada
nada más que oscuridad
oscuridad debajo.
debajo. Si tienes, aunque
aunque sea un poco
poco de cordur
cordura,
a, te
mantendrás alejada de todo lo que tenga que ver con ello.
Ayla apenas se contuvo a sí misma de gritar, ¡No puedes decirme qué hacer! como
un niño haciendo una rabieta. Parte del problema era que, sin que lo pueda evitar, sus
palabras hacían efecto en ella. ¿Qué sabía ella realmente de MAD, que no fuera lo que
salía directamente de la boca de Kinok?
—Te habías ido, Storme —dijo ella, dejando sus dudas de lado. Si había una cosa de
la que estaba segura, era de su rabia. —Te habías ido. Y ahora es demasiado tarde. No
tienes control sobre mí. He hecho promesas. Nada de lo que digas va a detenerme.
Él suspiró.
—Ese siempre ha sido tu estilo, ¿no? Pequeña Ayla, siempre planeando algo. ¿Ya te
has olvidado de las ratas?
—Eso no tiene nada que ver con esto—dijo ella—. Eso era…
era… Yo era una niña.
—En esencia, es lo mismo.
—No lo es.
—Eso fue hace años—habló ella, empujando el recuerdo de las ratas y su espantoso
almizclado olor a rata lejos, profundo en un distante rincón de su mente—. Era una niña.
Ambos lo éramos.
—Sí —dijo él—. Y yo crecí.
Qué diablos quiere decir eso, tú traidor, que me abandonaste, cobarde, quería decir,
pero se lo tragó.
—Sí. Claro que creciste. En algún lugar. ¿Pero dónde? ¿A dónde fuiste siquiera?
Después de que tu... después... pensé
pensé que estabas... pensé que estabas muerto. ¿Siquiera
te das cuenta de lo que fue para mí? —Las palabras rozaban su garganta, y tuvo que
apretar los dientes para evitar gritar. —Tu cuerpo. Estaba completamen
completamentete quemado. Eras
tú. Lo vi. Y, y, y nunca volviste, Storme. Nunca
Nunca volviste.
No pudo aguantarlo más. Las lágrimas
l ágrimas corrían por su rostro y se secó furiosamente
las mejillas, tratando de limpiarlas, pero no había caso. Cómo se atrevía a desaparecer.
Cómo se atrevía a haber estado vivo todo este tiempo y nunca contactarla, nunca
tranquilizarla, nunca decirle.
Era una especie de dolor totalmente nuevo, crudo y desgarrador, uno que notó que se
había estado ahogando todo el día, y que ahora estaba saliendo descontro
descontroladamente.
ladamente.
—Ayla. —Su mano estaba en su brazo, y luego, gentilmente, tocó t ocó la cadena dorada
que estaba allí, siempre, justo bajo el cuello de su camisa. —Aún la usas —susurró él.
Ella tembló. Por supuesto que aún usaba el collar. Era lo único que le quedaba de su
antigua vida. De él.
De pronto, fue demasiado. Sintió como si fuera a quebrarse. Ella se apartó de su
toque, su espalda chocando contra la pared.
—No. Me toques.
toques.
—Ayla. —Su voz, toda su cara, mostraba dolor. Ella recordaba esa mirada. Por
supuesto que lo hacía. Recordaba cada mirada. —Sabes que no podemos hablar aquí —
dijo él . No así. Puedo decirte que…
que… yo escapé. Ese día, después de las redadas. Y fui
encontrado por... por un grupo que... escucha Ayla, ellos me acogieron, me manipularon.
Me tenían creyendo todo lo que decían. Acerca de las sanguijuelas. Acerca de lo que
teníamos que hacer para detenerlas. Tuve que jurar que nunca podría volver para buscarte.
Tenía que prometerlo, o si no,
no, ellos harían algo terrible. Tenía que prometerlo, yo… Ayla
—Él le estaba siseando las palabras ahora, urgentemente,
urgentemente, y una ola de miedo la atravesó.
—¿De qué estás hablando, Storme?
—Pensé que también habías muerto, junto con Madre y Padre. Temía lo peor, pero
también esperaba lo mejor. Esperaba que hubieras sobrevivido, incluso si pensaba que
era imposible. Esperaba que lo hubieras logrado, y en esa esperanza, sabía que no podía
arriesgar tu seguridad. No tenía elección.
Ella estaba entumecida ahora. Nada de eso tenía sentido.
—No tuviste más elección que abandonarme
abandonarme y nunca mirar atrás. ¿Y ahora estás
siendo recompensado siendo la mano derecha de la Reina Loca? Puedes entender mi
confusión, estoy segura.
—Si... si vienes con nosotros, te contaré más. Ven conmigo. Con nosotros. Ven a
Varn.
—Sí —dijo Storme—. Estoy de acuerdo. Buenas noches, Ayla. Por favor piensa en
lo que he dicho. Aún puedes cambiar de idea.
Y él la dejó allí.
Por minutos enteros, se paró allí, sola, temblando. Enojada. En shock. Aún puedes
cambiar de idea. Y oh, ella quería cambiar de idea. Quería cambiar todo lo que acababa
de pasar. Quería retroceder el tiempo al primer momento en que vio a Storme, y correr
hacia él, abrazarlo. Quería retroceder aún más atrás, días, o semanas, antes de que fueran
separados para siempre, y congelar el tiempo allí.
Pero, al igual que muchas cosas que habían pasado en el último mes, recordó que la
vida no funciona así. Sin importar cuán terrible y feo fuera el futuro, sin importar cuán
difíciles las cosas fueran a ponerse, no podías evitarlo, y no podías volver atrás. No
funcionaba así.
No cuando tu pasado
pasado estaba tan cubierto de sangre como el de
de ella.
La única forma era ir
i r hacia adelante. Hacia la oscuridad. Hacia el caos.
Se empujó a sí misma fuera del ala norte y hacia el ai
aire
re nocturno. Caminó al rededor,
casi retando a un guardia a descubrirla, a reportarla, a arrastrarla ante Hesod para ser
interrogada. Le arrancaría sus ojos Creados de la cabeza, allí mismo.
Estaba demasiado furiosa, demasiado enfadada para descansar, pero sus piernas y su
mente le dolían demasiado.
Quería enroscarse en los brazos de Rowan, como lo había hecho la primera noche
que Rowan la encontró, y lloró hasta que estuvo demasiado seca para seguir llorando,
hasta que fue una cáscara vacía. Pero Rowan se había ido en un viaje que podía
perfectamente terminar con ella muerta. Ayla no sabía cuándo volvería a verla, ni si
volvería a hacerlo.
Ayla quería recostarse y no volver a levantarse.
Quería la canción de cuna de su madre. Pero no sucedería.