Supremacía de Dios en La Predicación Guia
Supremacía de Dios en La Predicación Guia
Supremacía de Dios en La Predicación Guia
Una pregunta importante que debemos hacernos todos los que aspiramos al
ejercicio de la predicación es ¿Quién está primero en el ejercicio de la
predicación? la respuesta es: El Señor.
Dios en su palabra deja clara esta meta en Su Palabra (Is. 55.10-11; Rom 11:36)
El puritano Cotton Mather dijo una vez “En la tarea de un predicador cristiano, el
gran esquema e intención es restaurar el trono y dominio de Dios en las almas de
los hombres” La declaración de Mather, hecha hace 300 años no puede ser más
acertada. Cuando la Escritura se refiere a la predicación de la Palabra y su papel
vital en el plan de redención, el hecho de que Dios reina es fundamental. Veamos
2 textos que nos pueden ayudar:
El gran dilema del predicador que entiende la Gloria de Dios, Su Justicia, Santidad
y Rectitud, es ¿cómo puede seguir exaltando a este gran Dios y proveer
esperanza para los oyentes al mismo tiempo? La manera en que el mundo natural
percibe el sufrimiento en relación con Dios es antropocéntrica, el hombre natural (y
aun no pocos creyentes) se preguntan cómo puede Dios permitir el sufrimiento y
dolor en sus criaturas, sin embargo, el predicador que ha navegado en las aguas
profundas de las Escrituras podrá preguntarse por qué Dios ha sido tan
misericordioso, no solamente con sus oyentes primarios, sino que con él mismo
principalmente.
Por esta causa, la cruz de Cristo brilla en toda la Escritura como el único motivo
por el cual Dios contiene Su ira santa, y se nos presenta como el único medio por
el cual Dios puede no solo contener su ira sino perdonar a los transgresores. La
cruz, como lo único a la cual aferrarse, deja de lado cualquier vanagloria humana y
deja al predicador desnudo ante su audiencia, imposibilitado de salvarse o
justificarse a sí mismo, sin motivo para gloriarse de su amor por Cristo o sus
buenas obras y lo arroja en medio de la muchedumbre que lo escuche como un
pecador más necesitado de la gracia de Dios, sediento de la misma agua que está
ofreciendo desde el pulpito, deseoso por sentarse en la mesa a la que llama a sus
oyentes.
La Cruz testifica del alto valor de la Gloria de Dios, no del hombre. El predicador
debe señalar a su audiencia que la magnitud de su pecado se mide en la magnitud
de la Gloria de Dios. Cuanto más grande es Dios, más grande es la afrenta contra
él. Sin la existencia de la cruz, no tendría ningún sentido predicar.
El poder de Dios: La obra del Espíritu Santo en la predicación
Depender del poder del Espíritu Santo implica inicialmente, depender de la Biblia.
La presencia de la Biblia en la predicación debe ser suprema y permanente.
Algunos predicadores solo leen el texto una vez en el sermón y nunca más
vuelven a él durante el sermón. Depender del Espíritu Santo en la predicación es
vivir la realidad de 2 Tim 3.16 y 2 Pedro 1.21.
La predicación debe estar saturada de la Palabra de Dios, la gente debe poder ver
que lo que el predicador está diciendo es lo que la Biblia está diciendo. No basta
con trazar principios bíblicos afirmando que lo que decimos es lo que Dios dice, el
predicador debe mostrar que eso es lo que Dios dice, pues entiende que es la
Palabra escrita, la que es inspirada por Dios y, por lo tanto, es la que tiene el
poder para transformar las vidas de los oyentes.