Leamos Esa Gran Novela
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
orgullo del buen lina je y el dich oso rá entonces la embriaguez, la lo-
discurrir. A los más en la h am- cura, la fa stuosa alucinación del
bruna del yermo o en el manoseo diccionario. P orque es un mundo
y sobreuso de la verba diaria. Pe- de misterio, de efímeras claridades,
ro t odos, sin distinción ninguna, de inexploradas lejanías. Insonda-
buscando acomodo y perfil, cavan- ble. Porque está hecho de vivencias
do su sitio, metiendo sangre, lo y r ecuerdos, de leyendas y amor-
mejor que pueden, a su tar ea de tajados orgullos, de frondas y de
resistir la pasión, la petulancia, la arenas, de ciencia y brujería, de
estulticia o el sufrimiento del hom- certidumbre y de mito. E stá hecho
bre. Y esa búsqueda, por tanto, nos de todo eso que fuimos, somos y
pone en contacto con vocablos emi- seguiremos siendo: de furia, de es-
nentes --con aquellos de majestad peranza, de esclavitu d y de fu erza.
teologal y exquisita andadura, con Es la tierra. El primero y último
los que ostentan el laurel latino el día de la creación respirando entre
fresco gajo ateniense sobre las sie- su sólida piel. Preñado de anima-
nes- o con las palabrej as de ba- lidad y de gracia, de timbres y ru-
rriada, con las fam élicas criaturas gidos. Todo él como nuestro gran-
parv.amente alimentadas con men- de y único secreto. El secreto de
drugos semánticos. estar siempre condenados al balbu-
ceo, a la indecisión, al pálpito, sa-
P or eso el diccionario es cam- biendo que allí, entre sus livianos
bian te, travieso y sorpresivo como t orreones de papel, puede vivir pri-
una narración --donde hay santos sionera esa palabra salvadora que
en transverberado arrebato y vue- nunca, absolutamente nunca, po-
lan pá jaros de irritado plumaje y dremos conocer ni pronunciar. Tal
flores, ardientes como ideas, exu- vez esa palabra única, esa palabra
dan un rocío fabuloso -escuchada clave de nuestro destino. Y que
en el opio de un sueño. Ante el dic- cuando lo hiciéramos, cuando esa
cionario siempre somos niños.
palabra, al fin pudiera ser pro-
Cuando creemos agotado el asom-
nunciada por nosotros, entonces ya
bro hay un recodo, un sombrío idio-
no haría falta. Tendríamos que de-
mático, donde un vocablo de tintes
jarla como un amigo o un placer
exóticos salta frente a nosotros.
Entonces se nos recrudece el ape- tardíos. Porque entonces y.a ha-
tito. Y .allá nos vamos tras su qui- bríamos penetrado a una región
mera, tras su huella siempre esqui- donde el diccionario carece de ins-
va. Pero ya otra suscitación, otro trumentos para estimular o satis-
dorado señuelo, nos ha atraído. Se- facer nuestro asombro.
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